Para la larga tradición política del autonomismo, participar significa que a quienes no se les reconoce poder logren conquistar la capacidad para definir y aplicar nuevas reglas del juego. Las posiciones radicalmente antiestatistas de ese legado defienden que participar no tiene nada que ver con ascender individualmente a costa de la desposesión social, pero tampoco con delegar poder de mando a un ente burocrático que promete reducir no ya las asimetrías de partida, sino sus consecuencias ¿La democracia existente distribuye poder o incrementa su asimetría?, ¿qué forma de organización hace posible la igualdad en el poder? Sin tener respuestas cerradas, mi intención es recuperar el debate sobre poder, organización y democracia.