Uno de los recuerdos más impresionantes de toda la Asia Menor lo dejan en el actual viajero las ruinas de Éfeso. En el gran valle del Caístro, separadas del mar que en el primer siglo de nuestra era llegaba hasta el puerto contiguo, hoy cegado, calles, avenidas, teatro, templos, el lejano estadio en una enorme extensión son trozos de armónicas piedras griegas medio sepultadas. Éfeso era, cuando se escribía el Apocalipsis, la gran metrópoli política, comercial, religiosa y cristiana del Asia Menor. Testimonios coetáneos la llaman la primera y mayor ciudad de Asia. Fue centro administrativo romano. Estrabón la denomina emporio máximo [3]. Pululaban las religiones paganas. Tenía el famoso templo a Artemisa efesina, y otros a los emperadores Claudio, Nerón, Adriano y Severo. Se daban cita en ella cultos orientales, supersticiones y la magia. San Pablo estuvo en ella durante su segundo y tercer viaje apostólico (Hch 19,10; 20,31). Después de la caída de Jerusalén, Éfeso fue como el primer centro del este cristiano.
Esmirna es hoy una floreciente ciudad de Turquía. Se halla a unos 60 kilómetros al norte de Éfeso. Está recostada en los pliegues del golfo homónimo, cabe el monte Pagos, en el valle del Hermo. Hay dos ciudades, la antigua, que culmina en la ciudadela, arrasada y espléndido mirador, cuyas ruinas y edificios quedan paulatinamente absorbidos por la nueva, que se extiende alegre y próspera por la llanura hasta la próxima orilla marina. Su puerto ha sido en todo tiempo centro comercial de importancia. Su historia fue gloriosa. Destruida en el siglo VI a.C., fue reconstruido en lugar distinto por Lisímaco (301-281 a.C.), y en seguida llegó a ser una de las más prósperas ciudades del Asia Menor. En tiempo de los Seléucidas permaneció heroicamente fiel a Roma. El año 195 a.C. dedicó un templo a la diosa Roma. Su situación excelente, en un nudo de comunicaciones terrestres y marítimas, le dio riqueza, prosperidad y el rango de metrópoli.
Luchó contra Éfeso y Pérgamo por obtener el título de «primera ciudad de Asia». Tuvo tres neocoratos. Fue lugar aptísimo para una naciente cristiandad. Actualmente es uno de los pocos sitios de Asia Menor que tiene un grupo de católicos con su obispo [11].
Los restos de la antigua ciudad de Pérgamo (de género femenino o neutro en griego) forman uno de los espectáculos más impresionantes del Asia Menor. En la extensa y verde llanura del valle del Caico se alza solitaria una colina de 300 metros de altitud. En su cumbre quedan, como testigos mudos, las fabulosas ruina demacradas de la antigua ciudad. Cerca en el llano, vegeta un grisáceo poblado turco. En la cumbre hay trazas de calles, templos y edificios; a un lado, soterrado todavía, la inmensa muesca del teatro. En las laderas, los famosos gimnasios, hoy silenciosos. Ya en el llano el gran templo a Esculapio.
Pérgamo fue ciudad de Misia, tierra adentro, y capital de los Atálidas. Fue centro político de toda la gran región geográfica que se extiende de la parte de acá del Tauro. Más tarde fue la capital oficial del Imperio romano en Asia (241 a. C.). Se dieron cita en ella cultura y religión, arte y política, justicia y medicina. Era célebre su biblioteca, la de los primeros pergaminos; el culto al dios de la serpiente, Asclepio, con su escuela de médicos; los templos de Atenea y Dionisio, y sobre todo el monumental altar de factura clásica a Zeus Soter, con la espléndida gigantomaquia. Esta intensidad de culto pagano culmina en la erección de los templos a los emperadores de Roma a partir del año 29 a. C. Surgieron primero el de Augusto y el de la diosa Roma, luego el de Trajano y luego el de Severo. Pérgamo fue meollo y clave del poder imperial.
Tiatira está a unos 70 km al sudeste de Pérgamo, entre los valles del Caico y del Hermo [22*]. Es la actual Akhisar, abierta en una llanura fértil, cosa rara en las ciudades antiguas. No aparecen ruinas, como si los edificios actuales las cubrieran. Tiatira fue ciudad liria en la frontera misia. Fue fundada por los Seléucidas con soldados de Alejandro Magno y sus familias. El año 190 a.C. cayó bajo el poder romano. Era célebre por su comercio y, sobre todo, por sus hilaturas de lana y sus tenerías. Lidia, la vendedora de púrpura, convertida por san Pablo era de Tiatira (Hch 16,4). La ciudad no tenía importancia militar, pero sus corporaciones obreras y sus asociaciones gremiales absorbían la vida comunal. Se consideró antiguamente a los tiatirenses como gente deshonrada [23].
Tenían erigido un templo a Apolo, otro a Artemisa, y el famoso recinto o «peribolé del caldeo», de origen persa o judío, que era residencia de la sibilia oriental Sambata ( to Sambatheion ). Carecían de templos a Emperadores. La vida religiosa pagana se centraba en cultos y banquetes idolátricos. La posición difícil de los cristianos estribaba entre el compromiso de cumplir con las obligaciones gremiales paganas y las exigencias de la vida cristiana. La cristiandad dejó de existir en el siglo II p. C. Tiatira fue centro de montanismo [24].
A unos 55 kilómetros al sudeste de Tiatira está emplazada la ciudad de Sardes, acopio de ruinas más o menos informes. Su acrópolis se levanta unos 400 metros sobre la llanura, en un saliente del monte Tmolo, sobre cuyas estribaciones estaba situada la antigua ciudad. Desde aquella altura se domina perfectamente el valle del Hermo. El lugar es un nudo natural de muchos caminos, y esa situación influyó en la historia local. Sardes fue capital del reino lidio, muy próspera bajo Creso (560 a.C.). Después de la conquista persa fluyeron sobre ella tres siglos de oscuridad. Bajo Roma fue algo más importante, dentro de su caído esplendor. El año 17 después de Jesucristo, un terremoto la destruyó casi totalmente. Unos diez años después estaba nuevamente reconstruida, gracias sobre todo a la generosidad de Tiberio.
Estrabón, que la visitó, la llama ciudad grande [2]. Predominó el culto a Cibeles. Sus habitantes se dedicaban a la industria de la lana y a la tintorería. Tenían fama de licenciosos e inmorales [3]. La carta a Sardes es la más increpatoria de las siete. La iglesia se encontraba con grandes dificultades y estaba en una decadencia espiritual y moral lamentable. Sin embargo, quedaba un núcleo selecto y bueno.
A unos 45 kilómetros al sudeste de Sardes está Filadelfia, en una región volcánica muy fértil. Queda en la parte sur del valle del Cogamis, afluente del Hermo. Es pequeña y está colocada sobre un montículo triple. El llano estaba habitado. Fue fundada por Atalo II Filadelfo, que le dio su nombre (159-138 a.C.). Caracalla le concedió neocorato. Fue destruida asimismo por el terremoto del año 17 p.C. Mandó reconstruirla Tiberio, dando toda clase de facilidades. Se distinguía por el culto pagano a Dionisio. La comunidad cristiana era buena, y en tiempo de Ignacio gozaba de gran reputación. La ciudad albergaba a un poderoso grupo de judíos. Es una carta espléndida. No tiene reprensión de ninguna clase. En cambio, hay en ella una sobreabundancia de promesas y de recompensas. Los cristianos eran pocos y de baja condición social (v. 8.10).
A unos 65 kilómetros de Filadelfia, junto al Lico en su confluencia con el Meandro, estaba la ciudad de Laodicea. Se llegaron a contar hasta seis Laodiceas helenísticas. Esta se hallaba a unos seis kilómetros al sur de Hierápolis y unos 10 al oeste de Colosas. Sus ruinas están cerca de la actual Denizli y de Honaz (Colosas), dentro del campo visual de las imponentes ruinas de Hierápolis. El emplazamiento era magnífico para las rutas terrestres de la antigüedad. Tres vías principales se encontraban allí. Del noroeste venía una por Tróade, Sardes y Filadelfia: por el nordeste bajaba la que llegaba de Dorilea y del norte de Frigia; hacia el sudeste partía la que llevaba a Atalia, Perge y Siria.
La ciudad fue fundada por Antíoco II (261-246 a.C.), que le dio el nombre de su mujer Laodicea. La urbe fue centro comercial y administrativo en época romana. Tuvo grandes bienhechores cívicos [8]. Fue sacudida por terremotos destructores del 60 al 61 p.e., y para su reconstrucción se le concedió exención de impuestos [9]. Tres notas distinguían la vida ciudadana de Laodicea: las fructuosas transaciones bancarias, de donde le venía una gran opulencia: la industria de los tejidos y de las alfombras de lana negra, y el ser sede de una famosa escuela de medicina, en la que sobresalieron Zeuxis y Alejandro Filetes. Estas tres características afloran en el mensaje del Apocalipsis. La iglesia local fue fundada probablemente por Epafras de Colosas.
Ap 2-3 Estos dos capítulos se diferencian claramente del resto del libro. Y, sin embargo, son inseparables de todo el conjunto del Apocalipsis. Porque, de una parte, la mención de los atributos de Jesucristo, al comienzo de cada una de las cartas, está tomada de la visión inaugural [Ap 1,13-18]; de otra parte, las promesas con que termina cada epístola resultan incomprensibles si no se tiene presente el final del Apocalipsis [Ap 21-22], que da la explicación de símbolos como el «árbol de la vida» y la «nueva Jerusalén». El mismo Cristo, que en Ap 1,11 había ordenado al profeta escribir cuanto viere, es el mismo que ahora dicta a San Juan estas epístolas dirigidas a las siete iglesias.
Ugo Vanni: el plan de las cartas Las cartas a las siete iglesias -se trata más propiamente de un único gran mensaje articulado en siete partes- están todas ellas construidas según un esquema literario refinado: -dirección, 1º)-autopresentación de Cristo (esto dice el que ... : recuerda al Antiguo Testamento: así habla Yavé ... ), 2º)-juicio sobre cada iglesia con una valoración de los elementos positivos y negativos (conozco tus obras), 3º)-una exhortación particular (recuerda, no temas, a ver si te enmiendas ... ), 4º)-una exhortación general (quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espírutu a las iglesias), 5º)-y la promesa de un don con perspectivas escatológicas (al que salga vencedor le concederé ... ).
En ellas es siempre Cristo -el Cristo de la experiencia inicial- el que habla en primera persona. Se dirige a su iglesia, la juzga y purifica con sus palabras, ocupándose de su vida interna. El mensaje, dirigido a cada una de las iglesias, tiene un alcance general y perenne: va dirigido a la totalidad (siete) de las iglesias; las alusiones a situaciones particulares quedan universalizadas mediante el simbolismo de los nombres (Jezabel, probablemente los nicolaítas ... ). Es la palabra viva de juicio, de purificación, de exhortación, que dirige Cristo a su iglesia de todos los tiempos.
Objetivo de las cartas (D. Muñoz): Animar a la fidelidad Toda esta riqueza de contenido de las cartas tiene una finalidad: sostener a los cristianos en la hora difícil de la prueba que están pasando: la persecución. La victoria de Cristo a través del martirio es el gran argumento para mantener viva la esperanza y la fortaleza del cristiano. Esa fidelidad cubre dos frentes: fidelidad al Evangelio en el amor práctico y en la pureza de costumbres, manteniéndose alejado de la seducción de las doctrinas aberrantes de gnósticos y paganos; fidelidad a Cristo hasta la muerte, negándose a la idolatría y a las exigencias del culto al emperador como dios. El cristiano, fiel hasta la muerte, espera la corona de la vida. La Palabra de Dios permanece para siempre. El mensaje de las cartas del Apocalipsis es para todos los tiempos, y muy especialmente para los tiempos difíciles.
La doctrina de los nicolaítas y la seducción de Jezabel tiene hoy su continuidad en el hedonismo y agnosticismo de la sociedad consumista. La idolatría del culto al emperador se traduce hoy en la tiranía de otros ídolos. La persecución cruenta subsiste en muchos lugares, y en los demás es sustituida por una persistente campaña de descristianización y de pérdida del sentido de Dios. El nombre de Dios es blasfemado o silenciado, y no es reconocido su dominio sobre la creación. La vida pública renuncia a los signos que expresan su reconocimiento de Dios, Padre y origen del hombre. En estas circunstancias no deja a la vez de ser cierto que el Señor tiene en cada iglesia un número de fieles que no han manchado sus vestidos (3,4) ni conocen los secretos de Satanás (2,34). Antes al contrario, guardan la Palabra del Señor (3,8) y viven la plenitud de la vida cristiana: la caridad, la fe, el espíritu de servicio, la paciencia en el sufrimiento (2,19). Otros, en cambio, están a punto de morir (3,2) o caminan en la ceguera espiritual (3,17).
El Apocalipsis, y concretamente las siete cartas, contienen un mensaje de aliento a los cristianos que permanecen fieles: «al vencedor le daré la corona de la vida» (2,10). A la vez son una seria advertencia a los que están a punto de perder la fe: Jesús les ofrece el colirio que puede devolverles la visión de la fe (3,18). El Señor llama a su puerta solicitándoles dejarle entrar en su vida; les invita a su amistad, a la cena de amor (3,20), que llene de sentido su existencia. A todos, Cristo Rey les invita a ser fieles para sentarse con Él en su trono, como Él venció y se sentó con el Padre (cf. 3,21). El mensaje del Apocalipsis es de triunfo, un triunfo conseguido a través de la fidelidad, es decir, de mantenerse firmes en el pilar de la Palabra divina, de vencer las asechanzas del tentador.
La doctrina de Ap 1-2 La doctrina de las cartas presenta muchas semejanzas con el resto del Nuevo Testamento, especialmente con los sinópticos, con las epístolas a los Tesalonicenses, Colosenses, con la epístola de Santiago y la 1ª Pe. La cristología se presenta ya muy avanzada, sobre todo en la afirmación clara de la divinidad de Jesús. El objeto principal de las promesas-a semejanza del cuarto evangelio-es la vida de la gracia, la vida eterna del Evangelio, comenzada ya en este mundo y que se completará en la gloria.
Motivos para escribir Ap 1-2 Los motivos que indujeron a San Juan a escribir estas cartas debieron de ser los peligros y errores que comenzaban a introducirse en las comunidades cristianas. Los peligros de las iglesias son más bien interiores que exteriores. La persecución parece que es todavía considerada como algo futuro. Juan conoce perfectamente la historia y la geografía de estas ciudades asiáticas, lo que supone que ya había vivido en ellas [ E. B. Allo, o.c., p.29-30 ].
Las siete Iglesias Título con el que se presenta Cristo 1. Éfeso Ap 2,1 Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha El que camina en medio de los siete candelabros de oro Esmirna Ap 2,8 Esto dice el Primero y el Último, El que estuvo muerto y ha vuelto a la vida Pérgamo 2,12 Esto dice el que tiene la espada aguda de doble filo Tiatira Ap 2,18 Esto dice el Hijo de Dios El que tiene sus ojos como llama de fuego y sus pies como de bronce bruñido Sardes Ap 3,1a Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios Y las siete estrellas Filadelfia Ap 3,7 Esto dice el Santo y el Verdadero, El que tiene la llave de David Laodicea Ap 3,14 Esto dice el Amén, El testigo Fiel y Veraz, El principio de la creación de Dios
Las siete Iglesias Aprobación 1. Éfeso Ap 2,2-3 Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre, y no has desfallecido. Esmirna Ap 2,9 Conozco tu tribulación y tu pobreza (aunque eres rico) y las calumnias de los que se llaman judíos, pero no son sino Sinagoga de Satanás Pérgamo 2,13 Sé que habitas donde está el trono de Satanás; pero mantienes mi nombre Y no has renegado de mi fe, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, A quien han dado muerte entre vosotros, ahí donde Satanás habita. Tiatira Ap 2,19 Conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio, tu perseverancia, Que tus obras últimas son mejores que las primeras. Sardes Ap 3,1b-2 Conozco tus obras, tienes nombre como de quien vive, pero está muerto Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir, Pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios Filadelfia Ap 3,9a Conozco tus obras: he dejado delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque, aun teniendo poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has renegado de mi nombre. Mira, voy a entregarte algunos de la sinagoga de Satanás, los que se llaman judíos y no lo son, sino que mienten. Laodicea
Las siete Iglesias Reprensión o amonestación 1. Éfeso Ap 2,4 Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero Esmirna Pérgamo 2,14-15 Pero tengo algo contra ti: tienes ahí a los que profesan la enseñanza de Balaam, El que enseñó a Balac a poner tropiezos a los hijos de Israel, A comer de lo sacrificado a los ídolos y a fornicar. De la misma manera también tú tienes a los que profesan igualmente la doctrina de los nicolaítas. Tiatira Ap 2,20 Pero tengo contra ti que permites a esa mujer Jezabel, que se llama profetisa, enseñar y engañar a mis siervos a fornicar y comer de lo sacrificado a los ídolos. Sardes Ap 3,3 Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Filadelfia Laodicea Ap 3,15-19 Conozco tus obras: no eres ni frío, ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca Porque dices «Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada» y no sabes que tu eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio `para untarte los ojos a fin de que veas.
7 Iglesias Advertencias 1. Éfeso Ap 2,5-6 Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras. Si no, vendré a ti y removeré tu candelabro, si no te conviertes Con todo, tienes esto a favor: que aborreces las obras de los nicolaítas que yo también aborrezco Esmirna Ap 2,10 No tengas miedo de lo que vas a padecer. Mira, el diablo va a meter en alguno de vosotros en la cárcel, Para que seáis tentados durante diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. Pérgamo 2,16 Conviértete, pues, si no vendré pronto a ti y combatiré contra ellos con la espada de mi boca. Tiatira Ap 2,21-25 Yo le he dado un tiempo para que se convierta, pero no quiere convertirse de su fornicación. Mira, voy a postrarla en cama, y a los que adulteren con ella los someteré a una gran tribulación, si no se convierten de sus obras; y a sus hijos heriré de muerte; y todas las iglesias conocerán que yo soy el que sondea entrañas y corazones, y os daré a cada uno según vuestras obras. Pero a vosotros, los demás de Tiatira, a cuantos no profesáis esta doctrina, los que no habéis conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, os digo: no os impongo otra carga. Sólo que mantengáis lo que tenéis hasta que yo vuelva. Sardes Ap 3,3-5 Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos. Filadelfia Ap 3,9b-11 Mira, los haré venir y postrarse ante tus pies para que sepan que yo te he amado. Porque has guardado mi consigna de perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que va a venir sobre todo el mundo, para tentar a los habitantes de la tierra. Mira, vengo pronto. Mantén lo que dices, para que nadie se lleve tu corona. Laodicea Ap 3,20 Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo
Las siete Iglesias El que tenga oídos que oiga, lo que el Espíritu dice a las iglesias y la Promesa al Vencedor 1. Éfeso Ap 2,7 Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, Que está en el paraíso de Dios Esmirna Ap 2,11 El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. Pérgamo 2,17 Al vencedor le daré el maná escondido, y una piedrecita blanca, y escrito en ella un nombre nuevo, que nadie conoce, sino aquel que lo recibe. Tiatira Ap 2,26-29 Al vencedor, que cumpla mis obras hasta el final, le daré autoridad sobre las naciones y las pastoreará con cetro de hierro y se quebrarán como vasos de loza, como yo lo he recibido de mi Padre; Y le daré la estrella de la mañana. Sardes Ap 3,5-6 El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. Filadelfia Ap 3,12-13 Al vencedor le haré columna en el Templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera Escribiré sobre él, el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, La nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de junto a mi Dios, y mi nombre nuevo Laodicea Ap 3,21-22 Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, Como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono
Síntesis y visión de conjunto de los principales elementos de la Cartas a las siete iglesias
Resumen: 1º) Autopresentación de Cristo Las siete Iglesias Autopresentación de Cristo 1. Éfeso Éfeso: el Señor de la Iglesia (2,1). Esmirna El primero y el último, el que estuvo muerto y vive (2,8). Pérgamo El que tiene la espada de dos filos (2,12). Tiatira El Hijo de Dios (ojos y pies brillantes, 2,18) Sardes El que tiene los siete Espíritus (3,1). Filadelfia El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David (3,8) Laodicea El Amén, el Testigo fiel, el principio de la creación de Dios (3,14)
Resumen: 2º) Revista a la iglesia Las siete Iglesias El Señor aprueba, conforta, anima, exhorta, reprende, invita a la conversión, amenaza . Éfeso Has enfriado tu primer amor (2,4). Esmirna Sé fiel hasta la muerte (2,10) Pérgamo Aprueba en general, pero reprocha la connivencia con los nicolaítas (2,14-15) Tiatira Alabanza perfecta (2,19); reprocha a Jezabel (2,20); amenaza (2,22ss) Sardes Exhorta a la vigilancia (3,1-4) Filadelfia Alaba (3,8ss). Laodicea Reprende la tibieza (3,16); está llamando a la puerta (3,20)
Resumen: 3º) La promesa del Espíritu El premio al vencedor Las siete Iglesias Estribillo: «el que tenga oídos» (en las 3 primeras cartas, antes del premio; en las 4 últimas, al final).. Éfeso El árbol de la vida (2,7) Esmirna La corona de la vida (2,10) Pérgamo Maná escondido y una piedrecilla blanca con el nombre; el billete de entrada en el banquete celeste (2,17) Tiatira El poder mesiánico (como Cristo), el lucero de la mañana (la resurrección, 2,26-29) Sardes Vestidos blancos; libro de la vida; proclamación delante del Padre (3,5) Filadelfia Columna del Santuario; con el nombre de Dios grabado encima (3,12) Laodicea Sentarse con Él en el trono (y con el Padre, 3,21). El premio es, pues, la vida, la resurrección, la victoria (el trono), la comunión divina (cf. 1 Jn 2,25: la vida eterna)