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LA
          RELIQUIA


                    DÍA DOS
           San Cutis ; Investigando al santo ;
El funeral y el Terranova ; La maldición ; La sesión ;
  Tras la tempestad siempre llega la calma ; El diario




                                   Una aventura de La llamada de Cthulhu
                         dirigida por robroy en los foros de PlataformaRol
EL REPARTO
Guardián de los arcanos ........................... robroy

Dirk Schmidt ................................…..….... Thorontir

William Thorndick ....................…............. SirAlexander

Bryan West ..............................….............Telcar

Mina Adams ..........................…………....... Figaro

Matilda Schilling .....................…………....... ANA_




                                                ÍNDICE
Pág. 3 ………………………………………………… CAPÍTULO 7 – San Cutis

Pág. 14 .................................................. CAPÍTULO 8 – Investigando al santo

Pág. 26 ................................................. CAPÍTULO 9 – El funeral y el Terranova

Pág. 35 .................................................. CAPÍTULO 10 – La maldición

Pág. 46 .................................................. CAPÍTULO 11 – La sesión

Pág. 59 .................................................. CAPÍTULO 12 – Tras la tempestad siempre llega
                                                           la calma

Pág. 66 .................................................. CAPÍTULO 13 – El diario

Pág. 75 .................................................. Apéndice 1: Dramatis personae
TURNO 7 – San Cutis

Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis
20 de agosto de 1923 - 8:09 am

Uno a uno, los investigadores se fueron levantando y bajaron a desayunar. Sus caras mostraban
un aspecto renovado. Después de un día agotador y repleto de sorpresas, el descanso había
resultado del todo reparador. Sin embargo, había una excepción. Al amanecer del nuevo día, el
rostro de Dirk apareció más pálido y ojeroso de lo que sus nuevos compañeros de andanzas se
habían empezado a acostumbrar. El detective comenzaba a pensar que su corazonada y su
incursión nocturna a la caja fuerte, no había sido tan buena idea.

Denise D´Anjou tenía listo el desayuno. Crepes, jarabe de arce, tostadas y café bien cargado
junto a un par de ejemplares del Montreal Star.

Madame D´Anjou: Buenos días, espero que hayan descansado. Si necesitan cualquier cosa, no
duden en pedírmelo. El padre McBride salió muy temprano y me pidió que les dijera que no
volverá hasta esta tarde. Si quieren otra cosa para desayunar, sólo tienen que decirlo. Buen
provecho.

En un principio no era sencillo darse verdadera cuenta, pero observando detenidamente al ama de
llaves de la parroquia, llamaba la atención que su vida diaria estaba plagada de pequeños rituales.
Muchos eran de naturaleza cristiana y católica, como santiguarse o besar su crucifijo. Otros, en
cambio, parecían derivados de fuentes paganas u ocultistas, como arrojar ciertas hierbas a la pila
mientras preparaba el café.

Bryan: No tiene buen aspecto, señor Schmidt, ¿se encuentra bien?

Dirk: Si, estoy bien... ¿Recuerda nuestra conversación de anoche? Las pesadillas no me han
dejado dormir, pero no es nada preocupante. Mis manos están bien – añadió tratando de quitarle
importancia.

William: ¿Qué ha soñado? ¿Lo recuerda?

Dirk: Vagamente... Algunos retazos.


Dirk se encontraba paseando, ensimismado en sus pensamientos, por las retorcidas callejuelas de
Montreal. El cielo estaba encapotado, y al cabo de un rato empezaron a caer las primeras gotas,
que pronto se transformaron en un auténtico chaparrón. Para no mojarse, el detective no tuvo
más remedio que refugiarse en una vieja tienducha destartalada.

El lugar era oscuro y polvoriento, semiperdido entre las viejas y retorcidas callejuelas de la ciudad.
Rezumante de extrañas cosas venidas de sólo Dios sabe dónde. Diminutos vidrios esmerilados,
oscurecidos por los vapores y la escarcha, le mostraron los libros, en montones, sucios y
descuidados, pudriéndose desde la base hasta el techo. Cúmulos de desmigajado poder
primigenio a poco precio. Allí, como hechizado, y de un atelarañado montón, cogió el volumen
más cercano y lo hojeó. Estremeciéndose ante las curiosas palabras que parecían contener, algún
secreto monstruoso si alguien llegara a conocerlo, buscó al viejo vendedor de la tienda. Y, aunque
no encontró a nadie pudo oír una extraña carcajada a sus espaldas...

Dirk se giró con presteza, mas no había nadie, tan solo una extraña sensación, como si la tienda
fuera, en realidad, el interior de las fauces de una temible bestia desconocida a punto de cerrarse
y engullirlo. Dejando el libro, huyó despavorido.

Pero su huida no fue en solitario. Unos pasos le seguían de cerca y cuanto más aceleraba su
carrera, más cercanos sonaban. Jadeante, el detective tropezó con un adoquín de la calzada,
dando de bruces contra el frío y húmedo suelo. Aterrado, volvió la vista atrás justo a tiempo para
descubrir a varios seres a punto de echársele encima. Hombres y mujeres cadavéricos con el torso
vacío y sin corazón...


Tras el suculento desayuno, amenizado por el relato del detective privado, William subió a su
habitación dispuesto a preparar todo lo necesario para su examen de la tumba del supuesto
santo.

Dirk: Madame, necesito analizar algo, una sustancia. ¿Conoce algún lugar donde pueda llevar la
muestra?

Madame D´Anjou: Déjeme pensar... Si, creo que si. El doctor Henri Auberjoines, un químico
industrial, trabaja no muy lejos de aquí. Tal vez él pueda ayudarle. Si quiere le puedo llevar yo
misma la muestra, no queda lejos del mercado y tengo que comprar algo para comer.


Matilda había cogido uno de los periódicos y Bryan hojeó el segundo buscando alguna referencia
al incidente de Le Bistro. Era importante conocer cualquier dato que pudiera ponerles en apuros,
algún testigo o algo así. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que no había
nada. El suceso había sido, al parecer, encubierto por los Lavoie.

Matilda: Miren esto – dijo señalando una esquela.

       Lucien Lavoie
       Falleció tras una larga enfermedad en el Hospital Real Victoria. Su hijo Jean-Claude, sus
       nietos Stephane y Celine y su sobrino Hugh, ruegan a sus amistades encomienden su alma
       a Dios Nuestro Señor y asistan a los oficios de córpore insepulto esta tarde en el
       Cementerio Monte Real, por cuyos actos de caridad cristiana les quedarán agradecidos.

Al menos eso parecía cierto...

Mina se encontraba algo desplazaba y fuera de lugar. Por un lado, quería acudir al sepelio y a la
posterior reunión con los Lavoie. No se olvidaba de su prueba, pero por otro lado, se sentía en
deuda con sus compañeros, que la habían acogido, y quería corresponderles de alguna manera.
Así, cuando William regresó con sus cosas, anunció su deseo de colaborar en lo que fuese
necesario.

También Matilda se había ofrecido la noche anterior, por lo que el grupo se puso manos a la obra.
William quería ver en primer lugar la tumba, y estaba preparado con su cámara fotográfica
dispuesto a documentar su investigación al máximo.
Viendo al grupo preparado para bajar al sótano, el ama de llaves se ofreció para acompañarles,
entregando a Dirk y a Bryan sendas lámparas de queroseno.


Sótano de la Iglesia de San Cutis
9:46 am

Madame D´Anjou les guió con una tercera lámpara por las crujientes escaleras de madera donde
Matilda había encontrado al señor Deschamps. El sótano, muy húmedo, se extendía a lo largo de
medio centenar de metros desde el final de las escaleras. El suelo contenía una cantidad
antinatural de sal.

Madame D´Anjou: Ahí está la tumba. – Dijo señalando con sus dedos índice y corazón cruzados
y extendidos.

La tumba se hallaba oculta bajo los cimientos exteriores del edificio principal y estaba construida
con un ladrillo de color rojo. Era una bóveda, de unos dos metros y medio de largo por uno de
alto. Los cimientos se arqueaban sobre la bóveda. Al parecer, el cuerpo había sido depositado en
su interior y posteriormente se había atestado de tierra.

En el extremo más alejado de la bóveda, se encontraba la almohada de piedra que les había
mencionado el Padre Philip. Se trataba de un canto rodado de cinco centímetros de espesor y
medio metro de diámetro. En su parte superior estaba grabadas en bruto las palabras Jaime de
Andrés, mientras que en torno a sus lados aparecían sinuosas formas talladas. ¿Olas, hojas,
tentáculos? Difícil de saber. El centro de la piedra estaba decolorado por unas manchas oscuras
con cierto tono rojizo.

William: Es extraño. Parece uno de esos almohadones medievales sobre los que transportaban a
los huéspedes. Sin embargo, esas manchas oscuras, sangre seguramente, no deberían estar ahí.
Yo juraría que esta piedra data del siglo XVI, pero la tumba es posterior. Lamentablemente la
humedad y la sal han deteriorado el ladrillo y no puedo precisar su antigüedad.

Dicho esto, pidió a sus compañeros que le iluminaran y realizó unas cuantas fotos al lugar, a la
tumba y, especialmente, a la almohada de piedra. Las condiciones de luz no eran las adecuadas y
hasta que revelara las placas no sabría si obtendría fotos decentes. El joven arqueólogo realizó
unas cuantas anotaciones en su libreta antes de acompañar al resto a la planta principal.

Matilda: Me gustaría echar un vistazo a ese libro.

Cualquier cosa antes de visitar el cuerpo del santo. En el piso superior, en la habitación de la caja
fuerte, Bryan introdujo la combinación y giro la manivela para abrirla. En su interior, sólo se
hallaba la cajita de plata que contenía el corazón incorrupto, pero el libro en copto no estaba allí.
Seguramente el señor Lowell aún lo tenía en su poder.

Dirk: Bueno, creo que debemos ir al congelador, ¿qué me dicen? Si alguien se siente indispuesto
que no vaya. Yo mismo me lo plantearía, pero creo que es importante examinar todos los datos
de que disponemos.


Congelador con el cuerpo momificado
10:37 am
Una puerta en la cocina, conducía al congelador. El cuerpo exhumado yacía sobre varios bloques
de hielo aislado de la humedad por tablas de madera y respetuosamente cubierto por un
sobrepelliz de McBride.

Madame D´Anjou: San Cutis era glorioso, un alma pura aceptada por Dios. Pero el hombre que
era esa cosa – añadió señalando el cadáver – no podía ser peor que el mismísimo Diablo. Les
esperaré fuera.

El ama de llaves regresó a la cocina santiguándose repetidamente y musitando alguna extraña
letanía en francés.

Una vez retirado el sobrepelliz, quedó al descubierto un cuerpo esquelético de color pardo oscuro.
El cadáver había sido destripado y su corazón, intestinos y demás órganos internos habían
desaparecido. Estaba reseco como una momia.

La mayor parte del tejido adiposo se había deshidratado y el cuerpo se mantenía unido
únicamente por una capa epidérmica petrificada, dando al conjunto, un aspecto bastante frágil.

Pero la principal atención de los investigadores se vio atraída hacia las largas uñas de sus manos,
los dientes incisivos sin encías y la peculiar nariz aguileña del cadáver, donde el pliegue de su piel
caía sobre su boca. A ambos lados de la cabeza, los pelos y la carne se habían fundido en una
masa supurante. COR (0/1d3)

El cadáver vestía una prenda de lana, ahora podrida, que le llegaba hasta las rodillas, de un color
azul celeste. Sobre su pecho permanece dibujada la misma figura que aparecía en la portada del
libro en octavo. También llevaba un torque de oro alrededor del cuello y un anillo, también de oro,
en cada meñique.



                                           **********



WILLIAM

Había varias incongruencias en la tumba, era como si todo perteneciese a épocas distintas. Quizá
las fotos le permitirían ver algo más una vez fueran reveladas, hasta tanto tendría que hacer un
poco más de investigación. Lamentablemente eso significaría ver el cadáver.

La visión del cuerpo casi lo hace devolver, ese cuerpo no era humano, y si alguna vez lo había
sido no quería ni imaginarse lo doloroso que debía haber sido que los huesos se deformasen de
ese modo. Madame D'Anjou tenía razón en algo: Ese no podía ser San Cutis.

El torque de oro y los dos anillos trajeron a su memoria las costumbres célticas de entierro. Era
posible que la prenda se hubiese deteriorado por la salinidad del lugar, pero si fuera posible
establecer la antigüedad de la misma, él apostaría a que la misma era anterior al nacimiento de
Jaime de Andrés.

Con cuidado tomó fotos de la joyería y de la marca del pecho, un recorte de la prenda fue a parar
a un sobre de papel madera y midió la altura del cadáver cuidando siempre de no tocar la piel.
Luego salió del congelador y le pidió a Madame D'anjou que le dijera si había una biblioteca en la
casa, esperaba que Philip hubiera mantenido una colección de libros.

Por lo pronto necesitaba una biografía del santo, algún libro sobre los celtas, y la historia de esa
parte de la ciudad; además de algún tratado sobre masonería. Si faltaba algo ya acudiría a la
biblioteca pública, por ahora le interesaba sobre todo revelar las fotos.

- Madame D'Anjou, ¿podría indicarme si hay algún cuarto que pueda usar de cuarto oscuro para
revelar las placas?. Les pediría que por al menos una hora no me molesten a menos que sea
absolutamente necesario, y por lo que mas quieran, no abran la puerta.

La voz de William había comenzado a cambiar a medida que avanzaba en su trabajo. Del tono
suave y desenfadado de la noche anterior había ido volviéndose más y más autoritario, sin llegar a
ser descortés. Al mismo tiempo su abstracción en el trabajo se hizo cada vez más evidente. Estaba
por fin pisando terreno conocido, y el científico en él había tomado las riendas.



                                           **********


DIRK

Por la mañana, aun con el recuerdo de sus pesadillas acechándole, Dirk bajó a desayunar. Debía
ser evidente en su rostro que aquella no había sido una placida noche, pero no importaba. Sus
manos estaban bien. No había ojos flameantes, o al menos no los recordaba. Sin duda, todos
aquellos desvaríos eran las locuras de un hombre acabado.

Y sin embargo, su sueño era... extrañamente oportuno. quot;Todo autosugestión, sin duda. Debo
investigar un cadáver sin corazón, al que para momificarlo le extrajeron del torso todos los
órganos. Y por eso tuve pesadillas con algo así. Hay un libro extraño, y sueño con libros
malvados. Todo autosugestión, desde luego.quot;

El señor West le preguntó al respecto, y Dirk se vio obligado a hacer una descripción de aquel
sueño, no sin antes mostrar, irónico, sus manos. Ningún temblor en ellas, desde luego. Sus viejas
y útiles manos. No pudo evitar sentirse satisfecho. Tenía cariño a sus manos, como a cada parte
de su cuerpo, no en vano sus manos (y todo su ser físico, por ende) le acompañaban desde que
nació, se dijo a si mismo. Pero aquella burda broma era estúpida, y no consiguió alegrarse en
absoluto. quot;Demonios, ahora si me vendría bien la señorita Lavoie. Necesito algo que me haga
dejar de pensar en ello, y simplemente se irá.quot;

Dejó a Madame D'Anjou el encargo de llevar la sustancia blanca al químico que decía conocer,
para después ojear la esquela que Matilda les mostraba. Sin duda aquello era cierto, después de
todo. Como lo era lo ocurrido en Le Bistro, aunque nadie lo contase. Mejor así, desde luego. Al
menos los Lavoie sabían hacer algo bien, si es que era cosa suya. En asuntos turbios, nunca se
sabe muy bien quien hace que...

Cuando bajaron a la tumba, Dirk se dio cuenta, angustiado, que en su mente empezaba a hacerse
hueco la idea de que allí había algo sobrenatural. Las tallas de la tumba - el quot;cojínquot; de piedra, más
bien - se le insinuaban como símbolos demoníacos. quot;Deja de asustarte, maldita sea. No es más
que una piedra, con formas y motivos cristianos, seguro. Pero el tiempo es caprichoso, y ha
deformado las tallas. Si, ha de ser eso...quot;. Distraído, actuó como le pedía William, iluminando aquí
y allá, pero sin prestar mucha atención a sus palabras. quot;Debería hacerlo. Nunca se sabe donde se
encontrará el dato clave...quot;

Más tarde quisieron ver el libro, pero no estaba allí. De modo que no quedo excusa para posponer
la visita al cadáver. Quizá fuese como los de su sueño, quizá no, pero no quedaba si no verlo. Dirk
suspiró.

Dirk: Bueno, creo que debemos ir al congelador, ¿qué me dicen? Si alguien se siente indispuesto
que no vaya. Yo mismo me lo plantearía, pero creo que es importante examinar todos los datos
de que disponemos.

Al ver el cuerpo... Bien, Dirk había visto muchas cosas, aunque no como aquella. Un leve
escalofrío recorrió su espalda, y no pudo evitar, al ver esos dientes, y esas garras que un día
habían sido uñas, pensar en mitos como los vampiros. Desde luego, el cuerpo se conservaba peor
que el corazón, de eso no había duda. Salvo que San Cutis fuese un engendro extraño,
malformado. Aquella cabeza... difícilmente podría ser la de un santo. Y las joyas... podían gustar
al hombre, pero... un anillo era un anillo, un medallón era un medallón... pero... un torque...

Dirk: Sin duda usted estará más versado que yo en el tema, amigo William, de modo que
ilústreme si es posible... ¿No son, o eran más bien, los torques símbolo de poder y posición?
¿Acaso San Cutis era alguien importante, fuera de la iglesia, quiero decir? ¿Caudillo de hombres?
¿Guía de pueblos? No sé, pero creo recordar que pertenece a tradiciones celtas... ¿No es un tanto
pagano para un santo?


                                          **********


WILLIAM

- Así es señor Schmidt, los torques eran símbolos de poder entre los celtas y germanos,
normalmente el material y las tallas en él denotaban el rango. Lo que me desconcierta es la
presencia de los anillos, bueno, en realidad el cuadro general no concuerda con nada de lo que he
aprendido. Supongo que luego de consultar algunos libros al respecto podré armar alguna teoría
plausible. Algo sí es seguro, ese cadáver no es San Cutis, y si alguna vez lo fue, no quiero
imaginarme que puede haberlo transformado en eso.



                                          **********


MINA ADAMS

Mina se despertó realmente descansada. La mañana era fresca y ella notaba su piel más joven y
tersa. La cama reparadora de la señora D’Anjou le habían restablecido las fuerzas y el ánimo.
Antes de bajar a desayunar estuvo unos minutos haciéndose con el cuarto; abriendo la ventana
para orearlo, observando el trasiego de las calles colindantes, colocando su ropa en los cajoncitos
del aparador junto a la cama… Y escogiendo el vestido más apropiado para el día. En principio hoy
empezaba su labor como ayudante de sus nuevos amigos y, además, en la tarde se celebraría el
sepelio por el fallecimiento del señor Lucien Lavoie. Sin duda, lo más apropiado sería algo sobrio
y, como no, de color negro; el vestido de algodón con cuello camisero sería más que acertado…
Apenas se lo ponía al considerarlo quizá demasiado recatado e incluso monjil. “A Madame D’Anjou
le encantará…” –se dijo a sí misma con una sonrisa.


Sentada frente al espejito de su mini tocador se arreglaba el pelo con maña y parsimonia en un
recogido discreto y colocaba en sus orejitas unos pendientes discretos de perlas falsas. Una
sonrisa absurda y sin ningún motivo se había instalado en su cara y el espejo se la devolvía
dadivoso. Sentía que, a pesar de la huida a todo correr del país y de los múltiples incidentes de la
jornada anterior, estaba dónde debía estar… Curiosamente y no exenta de cierta fascinación por
los conocimientos de sus amigos y por la naturaleza de la investigación, se empeñó en creer que
ella también podría aportar algo de su talento y maña, aunque lo único que supiera hacer con
cierta desenvoltura fuera cantar.

El desayuno era delicioso y el resto de integrantes del grupo ya estaban a la mesa cuando ella
llegó. Parecía ser que todos habían disfrutado del sueño… todos a excepción del señor Schmidt,
que había sufrido unas pesadillas rarísimas acerca de un libro maldito.

“¿Quién lo iba a decir…? El único que realmente parece un tipo duro y resulta ser un muchacho
asustadizo…” –pensó Mina, reforzando su visión del siempre impecable Bryan.

La mañana empezó realmente en el momento en que descendieron al sótano a inspeccionar el
cuerpo del supuesto santo. El cuerpo de la pequeña de Kansas se estremeció de pies a cabeza
cuando el sobrepelliz se retiró del cuerpo y pudo contemplar aquel bizarro espectáculo. Los
hombres, en cambio, o disimulaban fenomenalmente el rechazo que provocaba aquel cadáver
momificado o su ansia de investigación no les dejaba percatarse de lo escalofriante que resultaba
todo aquello pero lo cierto es que no dejaban de escudriñar aquí y allá y aportaban datos curiosos
y reveladores y, aunque parecían enojados al no llegar a ninguna conclusión, a ella le resultaba
imposible seguir el ritmo de la investigación. Se hablaba de revelar fotos, visitar a un químico o
traducir un libro en copto… Ahora ella se posicionaba como una jovencita ignorante y de pueblo,
frente a unos hombres doctos y elocuentes… Sobretodo ante la conversación entre Dirk y William:

Dirk: Sin duda usted estará más versado que yo en el tema, amigo William, de modo que
ilústreme si es posible... ¿No son, o eran más bien, los torques símbolo de poder y posición?
¿Acaso San Cutis era alguien importante, fuera de la iglesia, quiero decir? ¿Caudillo de hombres?
¿Guía de pueblos? No sé, pero creo recordar que pertenece a tradiciones celtas... ¿No es un tanto
pagano para un santo?

William: Así es señor Schmidt, los torques eran símbolos de poder entre los celtas y germanos,
normalmente el material y las tallas en él denotaban el rango. Lo que me desconcierta es la
presencia de los anillos, bueno, en realidad el cuadro general no concuerda con nada de lo que he
aprendido. Supongo que luego de consultar algunos libros al respecto podré armar alguna teoría
plausible. Algo sí es seguro, ese cadáver no es San Cutis, y si alguna vez lo fue, no quiero
imaginarme que puede haberlo transformado en eso.

A lo que Mina, tímidamente, como una niña que objeta algo tan absurdo como evidente, agregó:

Mina: Pues si eso es así, lo más seguro es que esto haya sido preparado por alguien para que
creamos que es un santo, pero que ha errado el marco, los símbolos y el entorno. Yo no sé nada
de historia pero si quisiera hacer creer a alguien que esto es la tumba de un santo utilizaría cruces
cristianas y no símbolos celtas. Pero, ¿por qué alguien se toma tantas molestias en montar esta
farsa? Seguro que mi apreciación les parece propia de una chica ignorante pero si les puedo
ayudar en lo que sea no tienen más que pedírmelo. No me gusta quedarme mirando. Durante
toda la mañana soy suya, por la tarde tengo intención de ir al entierro del abuelo de Celine.



El ofrecimiento de Mina no podía ser más oportuno.



                                          **********


WILLIAM

- Mina, si puede usted tomar dictado y no es mucha molestia, me gustaría que tomara notas
mientras realizo las investigaciones en la biblioteca. Me ayuda hablar en voz alta y sinceramente si
usted pudiera plasmar mis pensamientos en papel creo que me ayudaría mucho.

William se rascó la barbilla y advirtió que no se había afeitado, quizá se dejase crecer la barba
como en Babilonia.

- En cuanto a su teoría, creo que ha pegado en el clavo, si esto fuera una falsificación de una
tumba cristiana debería estar mejor ambientada. No, creo que esto es real, pero ciertamente no
es la tumba del santo.



                                          **********


BRYAN WEST

El relato del sueño, o más bien pesadilla de Dirk, me dejó sumido en cavilaciones poco
acogedoras. Las percibidas no parecían emanaciones propias de una reliquia santa... claro que,
¿qué estupideces eran esas, acerca de sueños inducidos, malignidades latentes... me estaría
volviendo como un adolescente proclive a creerme semejantes paparruchas?

- Dirk, hágame caso. Nosotros le pagamos, pero no es necesario que arriesgue más de
la cuenta... cada vez percibo que hay algo realmente siniestro en todo este asunto.
Cuando pueda voy a hablar muy seriamente con McBride.

La más que comprensible necesidad de William por hacerse cargo de la situación no me
sorprendió, salió por fin el erudito que había en él. Pero hubiese preferido evitarme el tener que
estar presente en el espectáculo del cadáver bajo hielos. Tras una inquieta ojeada al periódico, ahí
al menos estaba la esquela, señal de que lo de la noche anterior no era todo imaginado.

- Por mi parte no quiero perderme el entierro, apostaría que algo interesante podría
ocurrir. Eso sí, me gustaría mantener un discreto segundo o incluso tercer plano. ¿Te
molesta mucho que acudamos, ya que te perdiste la simpática refriega de anoche?. -
esto último va dirigido a Matilda, acompañado por la mejor de mis sonrisas mañaneras. Intentaba
animarla, a pesar de las circunstancias, pero caí en la cuenta de que como plan del día le ofrecía
acudir a un entierro triste y probablemente tumultuoso - La verdad es que no tenemos
porqué ir... a pesar de las dos escenitas vividas con Celine, no se puede decir que sea
nuestra íntima amiga. Habrá cosas más entretenidas en las que gastar nuestro
tiempo...

Lo cierto es que a medida que se acercaba el momento de la auscultación visual del dichoso
cadáver, me iba poniendo más nervioso. No quería bajar al maldito sótano, pero sin libro copto
parecía la salida inmediata más lógica, y no podía dejarles a otros las tareas desagradables
mientras yo me limitaba a tomar el té. La Señorita Mina, como un pajarillo inquieto se apuntó al
picnic cadavérico.

Fue peor, mucho peor de lo que pensaba. Es un monstruo lo que ocupaba esa tumba, no un
vestigio de una persona normal.


- ¡Joder William...pero que rayos es esta...cosa!. Torques, adornos, grabaciones y esos
anillos, en esos dedos o lo que sea...soy el primero al que le atrae lo extraño y lo
antiguo, pero esto es...demoníaco, no tiene nada de santo. ¿Es que acaso nuestro
anfitrión se ha vuelto ciego?... Madame D'Anjou, supongo que algo tendrá que decir al
respecto.

Estoy interesado en lo que la mujer tenga que decirnos, la más cercana testigo a los recientes
desvaríos de McBride. Estoy impacientándome, sobrepasado por los últimos acontecimientos y
deseoso de zumbarle la badana a alguien merecedor de ello. Pero ese alguien no está en esta
sala.

Mina: Pues si eso es así, lo más seguro es que esto haya sido preparado por alguien para que
creamos que es un santo, pero que ha errado el marco, los símbolos y el entorno. Yo no se nada
de historia pero si quisiera hacer creer a alguien que esto es la tumba de un santo utilizaría cruces
cristianas y no símbolos celtas. Pero, ¿por qué alguien se toma tantas molestias en montar esta
farsa? Seguro que mi apreciación les parece propia de una chica ignorante pero si les puedo
ayudar en lo que sea no tienen más que pedírmelo. No me gusta quedarme mirando. Durante
toda la mañana soy suya, por la tarde tengo intención de ir al entierro del abuelo de Celine.

- No es ninguna tontería eso que dice. Aunque ya creo que nadie ha querido montar
ninguna farsa, y más bien pienso que la tumba es vestigio de un rito pagano siniestro,
y alguien ha tenido la desgracia de encontrarlo. Es McBride el responsable de tomar
este despojo por lo que no es.

Antes de salir de San Cutis, tengo intención de registrar la biblioteca e incluso invadir los
aposentos de McBride. Para ello consultaré con D'Anjou y acataré su guía si se da el caso, por lo
que le preguntaré si sabe lo que el eclesiástico ha estado leyendo últimamente.

- Por cierto Señorita Adams, alguien con su desparpajo nos será útil aunque no lo
pretendiese. También tengo intención de presentarme en el entierro, a menos que a
Matilda se le ocurra algo mejor (probablemente), pero opino que ya hemos vivido mucho
con los Lavoie como para desaparecer ahora (sonrío pretendiendo parecer irónico). Por
otro lado, tal vez no estaría mal engrosar nuestro escueto guardarropa con algo no
demasiado caro y sencillo. A fin de cuentas, no todo van a ser trifulcas y cadáveres y
nuestros equipajes de mano no parecen excesivamente grandiosos.
**********


MATILDA

Un rayo brillante penetraba en el oscuro dormitorio a través del blanco visillo, acariciando mi
almohada. La suave luz de aquel primer amanecer en Canadá me despertó. El cielo aún lucía añil.
Todavía confusa y desorientada, tardé un rato en darme cuenta de dónde estaba. El ajetreo y la
confusión del día anterior, plagado de estímulos tan sorprendentes como inquietantes, bien
merecía un tiempo de reflexión, que permitiera a mi mente procesarlos adecuadamente. Antes de
saltar de la cama, con la energía completamente renovada ya y deseosa de reencontrarme con
Bryan y los demás, me dediqué a ordenar mis pensamientos cual se ordenan los estantes de una
escribanía, antes de acometer un nuevo proyecto.

Los recuerdos de la noche anterior bullían fuertemente en mi cabeza, pugnando por aflorar. Lo
acontecido en Le Bistro con los Lavoie me intrigaba sobremanera. Se mezclaban sentimientos
contradictorios: el rechazo que me producía Celine de forma casi instintiva y que me impelía a
alejarme de su mundo desde el primer momento, mezclado con un interés reciente, casi morboso,
por ese hermano suyo, del que me dieron noticias mis amigos y cuyo comportamiento, modales y
costumbres parecían más propias de un maleante de poca monta de un suburbio neoyorquino,
que de un rico heredero o influyente hombre de negocios del Canadá francés. Así que decidido: si
a mi amigo le parecía bien, yo me apuntaba esta tarde con el grupo al sepelio del “grand père”.
No pensaba perderme ni uno solo de los espectáculos con los que a partir de ahora y de manera,
en apariencia, tan desinteresada, nos fuera a obsequiar la Sta. Lavoie. Eso sí, tendría que buscar
un hueco durante la mañana para ir a comprar algo decente para ponerme, puesto que el vestido
más recatado y oscuro que tenía, estaba hecho un asco después del ajetreo del día anterior y no
había tiempo para mandarlo limpiar. De paso, podría comprar alguna camisa y alguna corbata
para mi fiel compañero de andanzas.

Una vez resuelto ese asunto, me sobrevino como una punzada el recuerdo del numerito de
Monsieur Deschamps. Su delirante discurso adornado por esa mirada desorbitada no me
asustaron tanto como el estado de trance en que pareció entrar momentos antes de que Madame
D´Anjou telefoneara al sanatorio para pedir ayuda. Mucho me temo que ese estado catatónico
sea definitivo e irreversible. Me costaba creer que ese ser deforme, fantasmagórico e histriónico
hasta el paroxismo, unos días antes hubiera sido un obrero joven, sano, fornido y jovial como me
lo había descrito la vieja señora. Y que todo eso tuviera que ver con la obra del sótano y con el
“maldito” santo aún me inquietaba más. ¿Hasta que punto podía la sugestión humana obrar sobre
el comportamiento y la salud?. Tenía que mentalizarme para lo peor: seguro que en la agenda del
día estaría incluida una visita guiada por el sótano, la tumba y la cámara frigorífica. Es decir, un
paseo gratuito por el túnel de los horrores... Resultaba irónico al fin y al cabo. Por la mañana, con
certeza absoluta, visitaremos la tumba de un ser, al parecer, incorrupto y por la tarde, la tumba
del abuelo de un ser... presuntamente corrupto. No quería decepcionar a Bryan y hoy iba a echar
toda la carne en el asador con tal de serle de alguna utilidad. Ni por un instante quería suponer un
peso muerto en la misión que a Bryan le había traído a Montreal.

Por cierto, no debía olvidar comentarle el asunto del ama de llaves. No sabía si tenía importancia,
pero anoche descubrí en ella un par de comportamientos que me desconcertaron. Cuando
subimos a la cocina y estaba preparando la infusión para los nervios, la vi proferir frente al fogón
una especie de salmo entre susurros... Interpreté que rezaba en voz baja, pero no reconocí en sus
palabras ninguna de las oraciones o proposiciones católicas que durante años escuché en el
colegio de monjas. Más bien sonaba a una especie de conjuro en lengua extraña. Algo así como:
“Viga, ira, luna... ergo tira lira...” y mientras salían esos misteriosos vocablos u otros parecidos de
sus labios, hizo girar los ojos dos vueltas completas, sacudiendo mientras la cuchara con la que
había removido las hierbas de la tisana en el fregadero otras tantas veces. Luego se volvió hacia
nosotros con la sonrisa más dulce y solícita, ignorante de que en medio del discurso del orate,
había yo dejado de prestarle atención, atraída por el extraño ritual.

Miré la hora en mi reloj. Aún tenía tiempo para acicalarme y borrar cualquier rastro que quedara
de cansancio en mi rostro. Animosa bajé después a reunirme con mis compañeros atraída por los
efluvios aromáticos que desprendía la sala del comedor. Besé en la mejilla a Mina y a Bryan y
saludé sonriente al resto de comensales. Todos me devolvieron una amplia sonrisa, excepto Dirk,
lo que agradecí. Para mi sorpresa, el padre Philip no estaba hoy tampoco. Estaba hambrienta y el
pan tostado y el café preparado por la señora de aquella especie de casa, me supieron de nuevo a
cielo. Escuché muy atenta los planes que cada uno de los allí presentes tenían para el nuevo día.
Si yo hubiera podido escoger con entera libertad, de todo ello, hubiera sin duda elegido ayudar a
Dirk con sus pesquisas en la biblioteca. Siempre sentí debilidad por esas grandes salas revestidas
de madera, bien iluminadas y caldeadas, repletas de estantes llenos de legajos que olían a papel
viejo y en ciertas ocasiones a humedad y a polvo. Me pasaría horas enteras hojeando viejos libros
con bonitos grabados y letra gótica. Además, cuanto más en serio se tomaba a sí mismo y a su
trabajo ese hombre, más me olvidaba de su raro aspecto físico y de mis bajos pensamientos en lo
referente a sus problemas con el alcohol. Pero el plan de salir a tomar el aire, buscar algo de ropa
apropiada y de paso aprovisionar al grupo de tabaco para la completa jornada que acababa de
empezar, aunque mucho más frívolo, no era una mala manera tampoco de celebrar el nuevo día.
Así que asentí complacida cuando Bryan me lo propuso. Era una forma también sutil de quedar a
solas un rato con mi viejo amigo y poder compartir con él algunas vagas ideas e íntimos
pensamientos... Tal vez después del paseo por el túnel del terror podamos acercarnos a algún
comercio cercano...

Ni por asomo imaginaba que algo tan feo hubiera podido existir con vida en mi planeta ni en los
alrededores. Aquel muerto disecado era el tipo más repulsivo y asqueroso que había visto en mi
vida. Ni el mismísimo hijo de Belcebú, si Belcebú hubiera existido y fuera padre, debía ser tan
horrible como ello. No parecía un ser humano. Parecía... un basilisco o algo peor. ¿Y ese tipo es el
que dice el párroco que fue un santo?


                                          **********


MINA ADAMS

Convertirme en la secretaria para la ocasión del señor William Thorndick, en aquel momento
donde lo antiguo, lo misterioso y lo tenebroso confluían en aquel lugar parecía una labor
emocionante digna de alguna de las películas de espías en el lejano oriente. A pesar de todo,
incluso aparte de la nefasta primera impresión que me dio William en el tren, parecía un hombre
sabio en su materia, todo un experto y, por ende, interesante.

Así pues, tomé su libreta y su pluma y, sentada de piernas cruzadas en un taburete alto cerca de
dónde Will quot;operabaquot; el siniestro cuerpo, me dispuse a plasmar en papel sus impresiones, ideas y
cualquier posible teoría que pudiera ser interesante para la posterior resolución del caso.

Hacía años que había abandonado los estudios y olvidado mi bonita caligrafía pero, tal y como
repetía una y otra vez mi viejo profesor de literatura: quot;los estudios son la semilla de una bonita
flor que acabará por florecer...quot;
Turno 8 – Investigando al Santo
Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis
10:50 am

William había recuperado el entusiasmo y recuperado su espíritu científico, desaparecido el día
anterior a causa de los excesos con el alcohol.

Pese a que la visión del cadáver fue mucho peor de lo que ninguno hubiera imaginado, el joven
profesor no perdió en ningún instante su interés por el caso y examinó minuciosamente el cuerpo
del supuesto santo. Su fisonomía y constitución, así como su estructura ósea, era sin duda
humana, pero había ciertos detalles muy extraños, como sus dientes y largas uñas, que exigían
una explicación que, en esos momentos, William no supo dar.

Bryan fue el primero en abandonar el lugar, ligeramente mareado, seguido de Matilda que se
preocupó de que su amigo estuviera bien. En la cocina se encontraba Madame D´Anjou, rezando
con gran devoción.

Bryan: Madame, ¿dijo el Padre McBride cuándo regresaría? O al menos, ¿sabe dónde está?

Madame D´Anjou: Salió muy temprano y simplemente me dijo que no volvería hasta la tarde,
que tenía que ocuparse de ciertos asuntos.

Bryan: ¿Sabe si estaba leyendo algo en estos momentos? Es importante.

Madame D´Anjou: No lo sé, pero si quieren les llevaré a la biblioteca. No es muy grande, pero
contiene algunos volúmenes interesantes. Pero si quieren investigar algo más a fondo, yo les
recomendaría la Biblioteca Nacional de Quebec. Si un libro existe, debería estar allí. Por cierto, les
dejaré un par de llaves de la Iglesia. Tengo que salir un momento a comprar y a llevar el encargo
del señor Schmidt, pero no tardaré mucho. Por favor, que sus amigos cierren la puerta del
congelador al salir.

Matilda: Bryan, ¿qué te parece si vamos a comprar algo de ropa para el entierro?. De paso
podríamos echar un vistazo a esa Biblioteca.

Bryan asintió y dio el aviso a Dirk de que saldría con Matilda un momento. Se reunirían de nuevo
en la iglesia en unas horas.

Dirk: Bien, el señor Thorndick está elaborando alguna teoría y la señorita Adams le asiste.
Mientras tanto y como quiere revelar las fotos, yo echaré un vistazo por ahí y en la biblioteca de
McBride.

Cuarto oscuro
11:22 am

Mina nunca había entrado en un cuarto oscuro, pero estuvo encantada de ayudar a William a
revelar sus fotografías. Para ello usaron una de las habitaciones desocupadas del antiguo
seminario. La nueva labor de la joven cantante le resultaba muy agradable y descubrir la
verdadera faceta intelectual de William hizo que comenzara a mirarle con otros ojos.
De no haber sido por la mala iluminación del sótano, las placas hubieran resultado excelentes
instantáneas de la tumba. Sin embargo, y pese a las sombras, eran suficientes para documentar
un informe completo del caso. Además, el cadáver si que apareció perfecto. Satisfecho, colgó sus
fotos de una pinza y fue con Mina en busca del detective. Ya sólo quedaba esperar a que secaran
del todo.

(...)

Mientras tanto, Dirk deambulaba por la iglesia en busca de cualquier detalle que se les hubiera
escapado hasta entonces. Le sorprendió que Madame D´Anjou dejara abierta la puerta de su
dormitorio, no así Philip McBride, que si había cerrado la suya. La tentación de intentar abrirla y
buscar en su interior desapareció pronto. ¿Cómo explicarlo luego?

Casi sin darse cuenta, había terminado en la sala de la caja fuerte. Los recuerdos de su pesadilla
afloraron de nuevo al pensar que allí se ocultaba la reliquia, ese fatídico corazón perfectamente
conversado pese al inexorable paso del tiempo. Intentando sacudirse los malos pensamientos de
la cabeza, el detective se fijó en algo.

En la parte exterior de la caja fuerte, justo en la zona donde por dentro estarían las bisagras,
encontró los destellos de unas marcas, arañazos sobre la pintura y el metal de la caja. Todo
apuntaba a que eran consecuencia de un intento fallido por forzarla, pero ¿cuándo? Para
asegurarse, abrió la caja y comprobó que el corazón seguía en su sitio. En efecto, así era.

La nueva visión del corazón le provocó una imagen en su mente. Fue apenas una fracción de
segundo, pero la nitidez fue absoluta. “El libro de las Odas” , ese era el título del libro que cogía
en su sueño...

Biblioteca de la Iglesia
12:09 pm

De nuevo reunidos, William, Dirk y Mina se dispusieron a buscar datos relevantes acerca del
santo, su vida y milagros y todo aquello que pudiera resultar de utilidad.

William no tardó en dar con un ejemplar, “Vidas de los Santos”, en el que se relataba la biografía
de innumerables santos de todas las épocas. Por supuesto, se incluía a San Cutis.

William: Miren, creo que he encontrado algo interesante.

Sus compañeros escucharon con atención, mientras William les leía un pasaje. Mina aprovechó
para tomar algunas notas al respecto.

        San Cutis nació en Inglaterra en 1458. Bautizado como Jaime, sus padres murieron cuando
        era aún muy joven, y creció en el Orfanato del Sagrado Corazón De María. El nombre de
        Andrés viene de su lugar de nacimiento en Londres, cerca de la Cruz de San Andrés. A la
        edad de trece años, fue adoptado por un tal Hatum Cutis, que se convirtió en su tutor
        hasta que tomó los votos sacerdotales a los veinte años. Se acostumbró a utilizar tanto el
        apelativo de Cutis como el de Jaime.

        Su energía, inteligencia y piedad, le grajearon una rápida influencia en Londres, Ruán
        (Francia) y, finalmente, en Roma. En 1509, durante una peregrinación a Jerusalén, realizó
        tres milagros; curó a un hombre moribundo, aplacó una tormenta, y durmió sobre piedras
        afiladas como cuchillos para escarmentar a los incrédulos. Regresó a Inglaterra, donde se
formó un pequeño culto en su nombre. En 1516 entró de nuevo en el Imperio Otomano y
       se cree que allí se le martirizó. Fue beatificado en 1547 y canonizado en 1591.

       Que muriera como un mártir ayudó sin duda a adquirir la santidad, pero su vida también
       demostró las cualificaciones necesarias para conseguirlo, tal y como afirma la Santa Sede.
       Esos requerimientos incluyen la reputación como santo, la cualidad heroica de sus virtudes
       y la prueba de que realizó, al menos, dos milagros.

                                                  Francis X. MacDowell. Pétalos de la Rosa de Dios
                                                        (Edición de bolsillo de Vidas de los Santos)


Biblioteca Nacional de Quebec
11:15 am

El taxi les dejó cerca de la Biblioteca, en Sherbrooke Street Oeste. Ambos necesitaban aquel
paréntesis y no habían dejado de hablar en ningún momento. Tenían una buena provisión de
tabaco, Matilda un nuevo vestido oscuro y Bryan un par de corbatas y una camisa.
Lamentablemente, hubieran necesitado mucho más tiempo para ponerse al día de todo, pero se
prometieron no volver a separarse por tanto tiempo.

Antes de entrar en la Biblioteca, Matilda quiso comentar a su amigo sus sospechas acerca del ama
de llaves. Nada concreto, más bien intuición femenina y Bryan sabía que la germana poseía una
cualidad para analizar a las personas, así que sus advertencias fueron tenidas en cuenta.

Ya entre los pasillos repletos de libros, Matilda y Bryan comenzaron a buscar información sobre
San Cutis. No fue complicado dar con una pequeña biografía del santo.

       Jaime de la Cruz de San Andrés fue amparado por el Sagrado Corazón de Santa María
       después de que sus padres murieran en un incendio. El tutor de Jaime fue un tal Hatum
       Cutis, un marchante extranjero que decía ser moscovita, de quien tomó el nombre. Hatum
       murió en un incendio cuando Jaime (Cutis por aquel entonces), tan solo contaba diecisiete
       años.

Poco después, en la sección de libros raros, Bryan encontró una pequeña alusión al Santo en un
volumen titulado “Los mártires de las Cruzadas”, que mostró satisfecho a Matilda.

       Existe un relicario de San Cutis en la parroquia de San Pío VIII, en Faggia, una ciudad de la
       Toscana. Se trata de un relicario de oro que contiene un fragmento de hueso de San Cutis.
       Desde Montreal se ha solicitado la custodia de dicha reliquia.

Algo desconcertados por sus hallazgos, regresaron a la Iglesia, deseando que sus compañeros
hubieran tenido más suerte que ellos.


Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis
12:26 pm

Madame D´Anjou estaba terminando de preparar la comida cuando Bryan y Matilda regresaron a
la parroquia. Tenían el tiempo justo para comer y acudir al cementerio. El grupo se reunió e
intercambiaron datos mientras el ama de llaves preparaba la mesa.
Durante la comida, Bryan se fijó más detenidamente en Denise D´Anjou, corroborando las
palabras de Matilda. No dejaba de hacer pequeños rituales, algo obsesivo sin duda. Aunque
muchos de ellos eran de tipo religioso, otros estaban muy lejos de serlo.

Madame D´Anjou: Se me olvidaba, señor Schmidt. El doctor Auberjoines me ha dicho que
mañana por la mañana tendrá listos los resultados de su análisis. Tenga, esta es la dirección, no
está muy lejos de aquí.

Dirk: Muchas gracias Madame.

Después de otra demostración culinaria de D´Anjou, los investigadores se prepararon para acudir
al sepelio. El ama de llaves les pidió un taxi y mientras esperaban Bryan se dirigió a ella.

Bryan: Perdone Madame, hemos leído que existe otra reliquia de San Cutis y que alguna iglesia
de Montreal la ha solicitado. ¿Sabe algo al respecto?

Madame D´Anjou: Sí, está aquí, en la capilla. – se santiguó - El padre Philip lo arregló todo para
pedir su custodia a Faggia en honor de la apertura de San Cutis. Estaba muy orgulloso de poder
exhibirlo pero todo cambió cuando encontraron el cuerpo del sótano. Desde entonces tiene
guardado el relicario.

William: ¿Por qué haría eso? No tiene ningún sentido.

Madame D´Anjou: Es muy triste. Su corazón está confuso. Desea con todas sus fuerzas que el
cuerpo sea del santo, pese a que la voz del relicario y la del cadáver son muy diferentes... No
sabe escuchar – dicho esto, comenzó a frotar sus manos repetidamente.

Antes de que nadie pudiera replicar, se escuchó el sonido de un claxon. El taxi había llegado.



                                          **********



MINA ADAMS

La muchacha de Kansas estaba exultante como una niña pequeña. Toda la mañana atareada con
William, aprendiendo esto y lo otro, elucubrando posibles teorías a cada cual más misteriosa e
inverosímil pero a la vez ninguna descartable... Sentía la vida fluir por sus venas... Parecía la
eficaz ayudante de un espía americano que andaba detrás de algún hallazgo increíble y
revelador... como en las películas. Le gustaba poder ser de ayuda a alguien que, desde esa misma
mañana, había pasado de ser un pelele que no sabía beber, a ser un tipo de un intelecto fuera de
lo que Mina estaba acostumbrada a tratar. Su sentido del humor era fresco y espontáneo y, para
ser sinceros, era más guapo que Bryan... La atribulada mente de Mina iba y venía entre fantasía y
realidad, como un péndulo que se mueve rítmica y apresuradamente.

La comida llegó justo a tiempo y el menú canadiense de Madame D'Anjou no defraudó a nadie;
exquisito, como era de esperar.

Durante la comida se hicieron varios comentarios interesantes. Parecía que Bryan y Matilda lo
habían pasado bien de compras y en la biblioteca... y Mina no dejaba de preguntarse si entre ellos
dos no hubo (o había) algo más que una sencilla y vieja amistad.

Cuando Bryan sacó a relucir el tema de la segunda reliquia de San Cutis en forma de hueso, la
señora Denise D'Anjou reaccionó con brusquedad y casi hostilidad hacia el proceder del padre
McBride. Para Mina la cosa estaba mucho más clara:

quot;Bueno... ahora lo tenemos mucho más sencillo. - Adujo decidida Mina -. Si tomamos el
hueso de San Cutis como verdadero sólo hay que comprobar si al esqueleto que
tenemos en el congelador le falta esa misma parte y si encaja. De ese modo sabremos
si ese cuerpo perteneció a San Cutis o no. Lo cierto es que no se como no se le ha
ocurrido al padre McBride hacer esa misma comprobación para saber de cierto si es
una reliquia verdadera o no. ¿Qué piensas tú... querido William?



                                          **********



WILLIAM

El joven Thorndick no podía entender que había pasado con su profesor, cada pieza de evidencia
que encontraban alejaba más la posibilidad de que el cadáver que estaba en el congelador
hubiese sido alguna vez Jaime de Andrés.

La lectura del pasaje del libro de los santos descartaba cualquier posibilidad de un viaje del santo
al nuevo mundo, al menos tan al norte. Si mal no recordaba en 1497 un italiano había reclamado
la isla de Terranova para la corona británica, pero no fue hasta 1534 que los franceses
comenzaron a explorar la cuenca del río San Lorenzo, y si mal no recordaba Montreal había sido
fundada en 1634, más de un siglo después de su muerte.

Si bien cabía la posibilidad de que su cadáver hubiese sido encontrado y trasladado, William
dudaba seriamente de que esa teoría tuviese raíces firmes. Por empezar, si realmente había sido
torturado y muerto por los turcos en 1516, lo más posible es que sus huesos no descansasen
enteros en una sola localización, o al menos en un sepulcro. Dudaba que alguien se hubiese
tomado el trabajo de rastrear el desierto buscando los huesos de un santo, y si lo hubiese hecho
el resultado estaría en este momento en el Vaticano, o el British Museum como una colección de
fragmentos de huesos, no en Montreal, y definitivamente no en la forma de esa momia.

William iba hablando en voz alta y clara, consciente de que Mina intentaba seguirle el ritmo para
plasmar en papel sus desvaríos, cada tanto se detenía y se acercaba a la joven para ver como iba.
La ayuda de la joven estaba resultando inestimablemente útil, si él hubiese tenido que escribir
seguramente se hubiesen perdido algunos de sus pensamientos más fugaces.

El almuerzo interrumpió el tren de pensamiento de William, pero no completamente. Su cabeza
seguía dando vueltas alrededor de las cosas que no encajaban en ese rompecabezas. Habló poco
y distraídamente, solo se enfocó cuando nombraron la reliquia. Definitivamente Phillip McBride no
era el mismo hombre que había conocido. Sin embargo lo que más le llamó la atención fue el
comentario de Madame D'Anjou acerca de las voces del cadáver y del relicario. Más de un
arqueólogo, al referirse a un hallazgo, dice que este le ha contado su historia. Esto tiene un
sentido metafórico, sin embargo por alguna razón el comentario de la mujer había sonado muy
literal.

Cuando Mina planteó su teoría, una sonrisa triste se aposentó en su rostro.

- Me temo querida Mina que precisamente esa debe haber sido la primera idea que pasó por la
mente de Phillip, y que no lo ha hecho precisamente porque sabe que el fragmento de hueso no
pertenece al cadáver. Aún así no estaría mal hacer la prueba, claro que para eso necesitaremos el
fragmento. Discúlpenme un momento.

William salió de la habitación y se dirigió al cuarto oscuro, a esa altura las fotos ya debían estar
secas. Con cuidado tomó aquellas en las que se veía el almohadón de piedra y las joyas en el
cadáver y las puso en un sobre manila. Luego volvió al comedor.

- Madame D'Anjou, quisiera que luego me cuente acerca de las voces del cadáver y la del relicario,
creo como usted que a quien tenemos en el congelador no es San Cutis. También quisiera saber
donde puedo comprar papel encerado y carbonillas- William se dirigió al perchero y puso el sobre
con las fotos en su abrigo.

- Saldré con ustedes pero no iré al entierro, presenten mis disculpas a los Lavoie, tengo mucho
trabajo que hacer aquí y no puedo perder la tarde. Bryan, ¿Me indicas como llegar a la Biblioteca
Nacional?

William tenía pensado investigar tres cosas en la biblioteca, primero la historia de Montreal y
especialmente de la iglesia de San Cutis, luego le tocaría el turno a las joyas, debía averiguar lo
más posible de su procedencia. Finalmente investigaría lo que pudiese sobre el almohadón de
piedra. Cuando volviese, bajaría al sótano y con paciencia tomaría un grabado del almohadón
apoyando el papel encerado y pasando la carbonilla sobre el mismo, haría varias láminas
aplicando presiones diferentes en cada una para tener una idea de los distintos relieves de la
piedra.



                                           **********



MATILDA

Me quedé preocupada al salir del encuentro con el muerto. Más que la visión en sí, que de tan
horrible me parecía irreal, por la perturbación que de inmediato apareció dibujada en el rostro de
mi querido Bryan. Salió cejijunto y alterado de la cámara y se dirigió al ama de llaves sin disimular
su recelo respecto a su viejo amigo, el padre Philip.

Abiertamente se interesó sobre las lecturas que frecuentara McBride en aquellos momentos y la
mujer, mostrándose comprensiva y colaboradora, no dudó en sugerirnos un par de lugares donde
encontrar información. Por otro lado me sentí aliviada: la resolución y seguridad con que William
tomó las riendas de la investigación de inmediato, le daría un tiempo a Bryan para poder
reflexionar acerca de todo lo acontecido, sin la presión de la responsabilidad que hasta ahora casi
totalmente había recaído sobre él. Dirk también parecía dispuesto a tomar el relevo en cuanto
hiciera falta.
No me cabe duda alguna de que Madame D´Anjou es una buena mujer, ferviente católica y
verdaderamente leal al párroco, por el que no sólo parece sentir respeto, sino verdadero aprecio.
Pero empecé a sospechar al salir de aquel cuarto, que mi amigo no era el único suspicaz respecto
a los cambios que parecía haber experimentado su viejo y admirado maestro en los últimos
tiempos. La mujer parecía verdaderamente aliviada con nosotros allí, tal vez por poder compartir
con alguien que contara con la confianza de su jefe, las dudas e inquietud que los cambios en el
comportamiento de éste le habían suscitado. Empecé a leer en sus extraños rituales y devotos
rezos, una forma casi compulsiva de intentar aplacar la ansiedad de su alma, por los extraños
sucesos de los últimos tiempos en aquella, hasta entonces, apacible parroquia.

Bryan no dudó en aceptar la oferta de un paseo reparador. Le propuse ir caminando en busca de
alguna Boutique por el Vieux Montreal. Así podríamos charlar tranquilamente y tomar el aire
mientras estirábamos las piernas. Le pareció buena idea, ya que contábamos al menos con un par
de horas antes de comer. Madame D´Anjou nos sugirió ojear las tiendas cercanas al Mercado
Bonsecours, indicándonos el camino y hacia allí nos dirigimos. Mi amigo se mostró pensativo y
silencioso al salir de la parroquia y decidí callar un rato para no interrumpir la cadena de
pensamientos que parecían tenerlo apresado desde hacía unos minutos. Entendía por experiencia
propia, que la mente, apabullada a veces, necesita orearse antes de seguir trabajando. Esa era la
ventaja de la antigua amistad que nos unía. Podíamos hablar como cotorras o callar como
difuntos, sin sentirnos obligados en uno u otro sentido. Y hay que reconocerlo: entre un hombre y
una mujer no suele surgir ni mantenerse este tipo de amistad, leal por un lado e incondicional por
otro. Sin jugar al jueguecito del cazador cazado. Para mí era un tesoro que quería preservar a
toda costa. Me gustaba especialmente cuando Bryan me había presentado en alguna ocasión
diciendo: Esta es Matilda; mi mejor “amigo” chica. Y reíamos ambos con un gesto de complicidad
que solía dejar incrédulo a nuestro interlocutor.

Mientras le daba su tiempo, me dediqué a contemplar las hermosas edificaciones del siglo XVIII,
la impresionante fachada de la gran Basílica de estilo neogótico, creo, que compartía nombre con
la de París y el ajetreo de las estrechas calles, plagadas de calesas y velomotores que circulaban
en ambos sentidos y de transeúntes muy bien vestidos en su mayoría, imagino que por provenir
de un barrio más bien distinguido... Algún coche, impecablemente resplandeciente, tocaba el
claxon de vez en cuando, más que por necesidad pienso, por hacerse de notar.

Tras entrar en un pequeño establecimiento que anunciaba tabaco, para aprovisionarnos de éste,
la mirada de Bryan se despejó de pronto, como si los nubarrones de su cabeza estuvieran
disolviéndose con la caminata... Sonrió, me besó la mejilla y tomándome de nuevo del brazo me
dijo:

- Matilda, disculpa mi comportamiento... Necesitaba aclarar algunas cuestiones en mi mente y no
quería aturdirte con mis pesarosos pensamientos... ¿Estás bien?

- Sí, si tú lo estás.

- Ya sí... ¿Y tú... por cierto...que opinas de todo esto?

- Ufff... ¿De qué, del asunto del santo? ...- Bryan asintió -.

- Verás... de momento sólo intuyo que es tan grande el fervor de Philip por que se cumpla su
deseo de tener al santo en la parroquia, que es incapaz de ser medianamente racional u objetivo
con el tema. Por eso os llamó a vosotros, pienso. Confía en vuestro criterio.
- ¿Crees que alguien pueda estar manipulándolo, aprovechándose de esa vehemencia suya e
instrumentalizando al supuesto santo, para satisfacer un interés mucho más mundano y terrenal
que el de Philip, “el párroco”?

- Podría ser... Tu amigo habrá sido una eminencia, un profesor de reconocido prestigio y probada
solvencia profesional, pero hoy por hoy, sus nuevas creencias o algo más, algo distinto..., lo está
cegando, le está haciendo perder un poco el norte. La verdad, Bryan, cuando anoche le oía hablar
tras la cena de la reliquia con aquel entusiasmo, me pasó por la mente que estuviera
verdaderamente trastornado... Me gustaría que llegáramos al fondo de la cuestión, por el bien del
buen hombre. Aproveché ahí, para sugerirle que hablara a solas con el ama de llaves con
delicadeza, a ver que pensaba ella verdaderamente de todo este asunto -. Y cambiando de tema
radicalmente le espeté:

- Y tú... ¿qué opinas del hermano de la Sta. Lavoie?. ¿Qué sensación te causó?

- Mujer... en vistas al embrollo donde nos vimos metidos, trigo limpio no, desde luego... ¿Por qué
te cae tan mal ella?

-No sé, su aire altivo de autosuficiencia, supongo... Desde que sufrí la persecución y el acoso de
multitud de “niñas de papá” en mi viejo colegio, odio a las señoritas “ de buena familia”, a las
“niñatas caprichosas” que se creen especiales por el mero hecho de portar tal o cual apellido.
Debe ser algo así.

Bryan salió en su defensa aduciendo que al fin y al cabo ella era una muy buena actriz, además de
“niña de papá”. Sonreí y preferí no añadir nada a su comentario...

Enseguida pasamos frente a los escaparates elegantes de una tienda de ropa femenina. Bryan me
animó a que entrara a probarme el vestido de mangas anchas y livianas que lucía el maniquí. Era
negro, como requería el protocolo, pero versátil. Despasando algunos de los botones de la parte
superior para descubrir mi escote, podría servir también para eventos menos solemnes y
adaptarse mucho más a mi estilo desenfadado y según algunos, provocador... Bien abotonoda
hasta el cuello, serviría también para sentirme a la altura de nuestros anfitriones a la hora de
cenar. Bryan se eligió mientras una camisa blanca y un par de pañuelos para el cuello en la tienda
de caballeros de enfrente y nos reunimos de nuevo en la acera. Allí mismo pedimos el taxi que
nos conduciría hasta la Biblioteca Nacional...

No había mucho tiempo, pero el hallazgo más interesante y desconcertante lo hizo Bryan. Se
trataba de un corto artículo que hablaba de una vieja reliquia (un hueso de San Cutis o algo así)
que se guardaba en una pequeña iglesia en Italia. ¿Si le faltara un hueso al muerto de esta
mañana nos tendríamos que haber dado cuenta alguno, no? Pregunté. No contestó, de nuevo
pensativo... Marchamos deprisa a la iglesia por temor a preocupar a nuestros compañeros, puesto
que ya faltaba poco para la hora del entierro y teníamos que comer y prepararnos.

El rosbif con puré de castañas y los tomates asados, para chuparse los dedos. La charla muy
animada durante la comida, todos agitados y dicharacheros en la puesta en común. Cada cual
comentó sus andanzas matutinas y sus conjeturas y me hizo gracia ver la carita de admiración
que Mina ponía cuando William expuso su hipótesis. ¡Menudo cambio!

Mientras me acababa de peinar frente al tocador, antes de partir hacia el entierro, me sobrevino
un fugaz pensamiento, no sé aún si desafortunado, pero impertinentemente intenso: seguir al
padre Philip en una de sus salidas de la parroquia. Tratar de averiguar dónde iba y con quién se
reunía cuando marchaba para tantas horas de su hogar, repleto de gente. En las horas que
llevábamos allí instalados, apenas si había compartido con nosotros una cena y una rápida
sobremesa. Luego nada. No es la conducta típica de un anfitrión y menos teniendo en cuenta el
motivo de nuestra estancia allí. Ni siquiera había encontrado aún la ocasión de reunirse
privadamente con sus dos antiguos y fieles amigos. A mí aquello me resultaba chocante, y más
aún tras la última conversación con Bryan...



                                           **********


DIRK

Mina: Bueno... ahora lo tenemos mucho más sencillo. Si tomamos el hueso de San Cutis como
verdadero sólo hay que comprobar si al esqueleto que tenemos en el congelador le falta esa
misma parte y si encaja. De ese modo sabremos si ese cuerpo perteneció a San Cutis o no. Lo
cierto es que no se como no se le ha ocurrido al padre McBride hacer esa misma comprobación
para saber de cierto si es una reliquia verdadera o no. ¿Qué piensas tú... querido William?

William: Me temo querida Mina que precisamente esa debe haber sido la primera idea que pasó
por la mente de Phillip, y que no lo ha hecho precisamente porque sabe que el fragmento de
hueso no pertenece al cadáver. Aún así no estaría mal hacer la prueba, claro que para eso
necesitaremos el fragmento. Discúlpenme un momento.

Dirk: Lamento entrometerme, pero... No serviría para desmentir el asunto. Si el fragmento
encaja, aunque no sea una prueba definitiva, pues el azar a veces juega malas pasadas, seria sin
duda importante. Pero si no encaja... ha pasado mucho tiempo desde la muerte de San Cutis, y el
tiempo todo lo borra, me temo. Salvo quizá ese extraño corazón, pero eso no viene al caso. Como
digo, el no encajar no seria, ni mucho menos, una prueba irrefutable de que no pertenecieron al
mismo cuerpo en su momento.

Aquel breve intercambio de frases sirvió para poner un poco de orden en su cabeza. Desde que se
levantase, estaba agitado. Algo rondaba su mente, pero no a las claras. Estaba en el fondo, y eso
le sacaba de quicio. Entonces lo vio claro. Tras ver el corazón de nuevo, un pensamiento se había
introducido en su mente, pero... no había sabido que hacer con él. Ahora caía en la cuenta: quot;El
libro de las odasquot; era el libro que aparecía en su pesadilla. El que él mismo escogía. O bien lo
había visto en algún lado, y por alguna extraña razón su mente lo introdujo en la pesadilla, o era
otra de sus corazonadas. Sólo había una forma de saberlo: conseguir ese libro. A él no se le
daban bien esas cosas, era más de preguntar a la gente que de buscar libros, pero...

Dirk: Señor Thorndick... me temo que seré más útil en el entierro, si sucediera algo, cosa que no
descarto. Pero... referente a la investigación, me preguntaba si podría intentar conseguir en la
biblioteca una copia de un libro llamado quot;El libro de las Odasquot;. Por otra parte... quizás les interese
saber a ustedes que la caja fuerte... sufrió un intento de forzarla. Me temo que el corazón interesa
a alguien. O quizá el manuscrito. Bien pudieran ser ambos, pero lo importante es que hay más
gente tras esto. Lo que quiera que esto sea... - las ultimas palabras eran de plena resignación.
Odiaba no saber por donde agarrar un caso. Y ahora... estaba cerca de esa situación.

Cuando el taxi llegó no les dio tiempo a interrogar a Madame D'Anjou, pero Dirk anotó
mentalmente el detalle. Según la mujer, el padre McBride quot;no sabia escucharquot; las voces de
relicario y cadáver. Aquella forma de hablar... si, aquella forma de hablar le hizo volver la mente a
las historias sobre las brujas de su Salem natal. Brujas... ¿Podría ser la señora D'Anjou una bruja?
Algún tipo de culto celta, encargada de velar de algún modo por que nadie hallase el cadáver. Una
especie de guardiana de la tumba de aquel... hombre, fuese quien fuese.

Aquello no tenia sentido, pero... ¿Que lo tenia? En un último y súbito impulso, Dirk se disculpó.

Dirk: Me temo que me perderé el entierro, y mal que me sabe. Excúsenme ante la señorita
Lavoie, y ante su hermano. Pero... me temo que acompañaré al señor Thorndick. Justo después
de un par de detalles, si a él no le importa que sea yo quien le acompañe, y está dispuesto a
concederme esos minutos...



                                           **********



WILLIAM (respondiendo a Dirk)

- Ningún problema detective, de hecho me gustaría hacerle unas preguntas a nuestra ama de
llaves antes de partir. Sinceramente me intriga lo de las quot;vocesquot;. Su ayuda me será útil.




                                           **********


MINA ADAMS

Las perlas eran exactamente lo que se esperaba de una mujer que asistía a un entierro y, los
pendientes que le regaló aquel quot;ferviente admiradorquot; hacía ya tres años eran perfectos para la
ocasión.

Cuando las mujeres bajaron por la escalera Mina no pudo evitar observar el precioso vestido que
lucía su nueva amiga Matilda y, con sinceridad y admiración se deshizo en halagos para con
Matilda.

Ella estaba nerviosa. Probablemente habría un gran tumulto en las puertas del cementerio y ellos
conseguirían evadir la seguridad de la familia Lavoie y posicionarse como amigos de la familia a
ojos de curiosos y paparazzis. Era morbosamente excitante aquella situación. Mina lo tenía todo
planeado... su recatado vestido, los guantes pequeñitos de blonda, las perlas y un casto recogido
contrastaban con la blanca piel empolvada de la joven y sus labios color granate. Deseaba
acercarse a Celine con gesto solemne y estrechar entre sus brazos a su gran ídolo y decirle al oído
cuánto lamentaba su pérdida... mientras docenas de periodistas se preguntaban quién sería la
misteriosa nueva amiga de la super estrella.

Camino del cementerio, en el taxi, iba visualizando la escena una y otra vez de modo que no
podía evitar esbozar una leve sonrisa de satisfacción y extravagante placer al imaginarlo. Sólo era
interrumpida aquella repetitiva escena por retazos del cadáver del supuesto santo... como
imágenes que se resistían a huir de la mente de la muchacha de Kansas.

Y se preguntaba... ¿trataría William de comprobar la conexión del hueso con el cadáver? ¿Cuál
sería el resultado? ¿Qué acerca del manuscrito en copto? Y... ¿cómo reaccionaría Mina ante el
reencuentro con el perturbador Stephane?



                                          **********


BRYAN WEST

Que fatalidad. La visión del maldito ser cadavérico me persigue, incluso aquí a la luz del día en la
mejor de las compañías. No me encuentro bien, ese despojo... me ha aguado la fiesta. Trato de
disimularlo ante los demás, no quiero preocupar a nadie con nimiedades. En todo caso,
discretamente conmino a Dirk a que deje el puñetero congelador cerrado a cal y canto.

La mañana de compras por Montreal con Matilda me hace recuperar el color. El mundo sigue ahí,
y los siniestros sótanos oscuros son algo circunstancial. Mi amiga me confiesa sus sospechas
acerca del ama de llaves. Aquí en esta ciudad parece que te puedes encontrar rarezas en cada
rincón. Escucho pacientemente y con interés sus ideas acerca del posible trastorno de McBride,
sus motivaciones, nuestra presencia aquí... me apetece fumar y compartir.

- Sí, desde luego esa mujer, no tiene nada de normal. Cocina demasiado bien (sonrío,
camuflado entre el humo del cigarrillo)... en serio, esos pequeños rituales supersticiosos
son inquietantes, pero al menos sí que parece más cuerda que el padre Philip. ¿Estoy
preocupado por él, sabes? Tendremos una charla cuando regrese... me gustaría que
estuvieses presente. Incluso empiezo a creer que tal vez alguien lo está manipulando
de alguna forma, una idea puede que descabellada, pero ya no me fío ni de Madame
D'Anjou... aunque hablar con ella en privado es mi intención cuando haya tiempo.

Tras el brusco cambio de tema, salió a relucir de nuevo la antipatía que Matilda le profesaba a la
Lavoie. Era comprensible en cierto modo, pero yo no podía evitar seguir cegado por aquella dama
fascinante. No así por su hermano, elemento de quién haríamos bien en cuidarnos. Nuevos
escaparates incitantes atajaron la conversación. No todo iba a ser espesa intriga.

Tiempo después, percibí que la visita a la Biblioteca tampoco era lo fructífera que hubiese
deseado, pero al menos pudimos confirmar que McBride necesitaba una temporada en la Riviera,
al sol y lejos de misticismos mal enfocados. Otro cigarrillo, por favor.

Ya en San Cutis, almuerzo e intercambio de información y conclusiones. Constato con satisfacción
que William se encuentra por fín en su salsa, ágil de mente e inquisitivo, y por lo visto bien
secundado por la muchacha. Más inquietante fue la afirmación de Dirk de que la caja receptora
del corazón había sido asaltada.

- Dirk (ya lo tuteo habitualmente), ¿se podrían sacar conclusiones sobre las marcas de la
caja?. Quiero decir, si fueron hechas con alguna herramienta, o con qué... y si son
recientes.

Por educación mantengo a raya mi deseo de fumar en la mesa. Tengo que dejarlo, pero me
cuesta con afirmaciones como la de Madame D'Anjou.

Madame D´Anjou: Es muy triste. Su corazón está confuso. Desea con todas sus fuerzas que el
cuerpo sea del santo, pese a que la voz del relicario y la del cadáver son muy diferentes... No
sabe escuchar

- ¿Voces, qué voces?. Supongo que lo dirá en sentido figurado, es decir, no se refiere a
voces que suenan en su cabeza, sino a las evidencias que muestran, por un lado el
relicario y por otro el... cadáver. De todas maneras, alguien tiene que tratar con Philip,
con franqueza y lo más firme posible dadas las circunstancias. Es un buen hombre,
pero no es concebible que siga engañado durante más tiempo. Dígale cuando le vea
que cuando regresemos de nuestro quot;compromisoquot; deseo hablarle, por favor Madame.

Después de todo, parece que la embajada que acudirá al entierro será reducida. Matilda, Mina y
yo mismo. Eso me convierte en el héroe cuya hombría planeará sobre el escenario. Claro que, si
vuelve a haber problemas, la presencia de Dirk se echará en falta... que se le va a hacer.



                                        **********
TURNO 9 – El funeral y el Terranova
Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis
13: 45 pm

Las   palabras del ama de llaves no dejaron indiferentes a ninguno de los presentes que,
rápidamente, le preguntaron acerca de esas quot;vocesquot;, casi convencidos de que hablaría en sentido
figurado. La respuesta les dejó helados.

Madame D´Anjou: Distingo diferentes armonías en torno al cadáver y al relicario del hueso.

William: ¿A qué se refiere con quot;armoníasquot;?

Madame D´Anjou: Verán, desde niña percibo esquemas y auras. Es cuestión de fe. Todo tiene
voz y no hay duda de que ese cuerpo no es de San Cutis.

Dirk: Madame, ¿hay alguna forma de que otros puedan escuchar esas voces?

Madame D´Anjou: Si... - dijo frotando sus dedos una y otra vez - Sé cómo hacer que las voces
hablen directamente - Su pie derecho comenzó a golpear repetidamente el suelo, manteniendo el
talón en contacto con él - Si, tal vez puedan aprender algo de las voces. Puedo preparar una
lectura en unas horas, si así lo desean. Esta noche...

Dicho esto, dejó de moverse. Se santiguó dos veces y esperó una respuesta.

Dirk: Creo que me apunto.

El taxista volvió a tocar el claxon. Bryan sacudió su cabeza como queriendo olvidar la
conversación, pero era imposible.

Bryan: Hay que hablar de eso con más calma. Nos veremos luego aquí, suerte en la Biblioteca.

El joven William y el detective privado, ahora solos con Denise D´Anjou, pidieron a ésta ver la otra
reliquia. No se perdía nada por comprobar la teoría de la señorita Adams. Lejos del altar principal
de la Iglesia, una pequeña capilla custodiaba el relicario. En su interior había otro altar, una cruz,
un par de banquetas para arrodillarse y una acuarela de quot;María sosteniendo al Niñoquot;, donación de
un parroquiano, según informó el ama de llaves. Madame D´Anjou se santiguó una vez más y
rezó varias letanías arrodillada frente al altar antes de mostrarles los restos del santo.

En un nicho bajo el altar se hallaba una pequeña caja de oro en forma de relicario. Con mucho
cuidado abrió la tapa, descubriendo un trozo de hueso. Poco o nada se podía comprobar con eso,
apenas una astilla, seguramente perteneciente a un fémur. El cuerpo del congelador estaba en un
estado tal, que no permitiría comprobar si le faltaba un pedazo tan pequeño. Algo desilusionados,
se despidieron de Madame D´Anjou para después dirigir sus pasos a las Biblioteca Nacional.


Cementerio Monte Real
14:03 pm
Un trayecto de unos veinte minutos en taxi, condujo a la pequeña comitiva al Cementerio Monte
Real. En su entrada había varios vehículos, incluyendo un par de limusinas junto a las que
esperaban sus respectivos choferes.

Bryan, Matilda y Mina caminaron hasta el lugar del entierro en silencio. Las palabras de Madame
D´Anjou en las que les invitaba a una sesión de espiritismo, no era algo que se olvidara
fácilmente. Desde luego, si había algo claro en aquella experiencia canadiense, era que apenas
iban a disfrutar de un momento de respiro.

Por fin llegaron, a tiempo de descubrir, en el extremo más alejado de la tierra removida, a un
sollozante Jean-Claude Lavoie perfectamente flanqueado por su hijo a la derecha y su hija a la
izquierda. Pero si algo resultó sorprendente, fue descubrir a poco más de una veintena de
asistentes, dispuestos en semicírculo alrededor de la tumba, además de un sacerdote en la
cabecera del ataúd. Ni rastro de periodistas y todo muy lejos de ser una ceremonia masiva. Los
cálculos de Mina se alejaron mucho de la realidad.

Siendo algo tan íntimo, se quedaron en un segundo plano. El sacerdote recitaba unos pasajes en
latín ante el absoluto silencio de los asistentes. Sin otra cosa que hacer, los investigadores
observaron a los allí presentes, percatándose de que Jacques Lavoie, el tío de Celine con quien
tuvieron un breve encuentro en la estación Viger, no estaba presente.

El funeral concluyó y los asistentes caminaron de regreso a sus automóviles. Celine, que caminaba
del brazo de su padre, se disculpó un instante para acercarse al grupo.

Celine: Muchas gracias por venir.

Su semblante serio y triste competía con su belleza. Su vestido negro, ligeramente escotado y su
pamela del mismo color realzaban su elegancia y le daban un aspecto frágil que le hacía parecer,
si cabe, más atractiva. Los tres le dieron el pésame por la pérdida de su abuelo.

Celine: Gracias... Como les mencioné anoche, mi padre quiere hablar con ustedes. Tiene algo
que proponerles. Si así lo desean, una limusina les llevará a la mansión Lavoie.

Tras agradecerles de nuevo su presencia, Celine regresó al lado de su afligido padre y continuaron
caminando hacia la salida. Su hermano Stephane parecía abstraído y no dejaba de escudriñar el
cementerio. Parecía alerta e inquieto por algo.

El trío cerró la procesión de los asistentes hacia la entrada del Cementerio. Comentaron en voz
baja la idea de ir o no a la mansión, cuando las dos mujeres distinguieron a un enorme perro
Terranova negro vigilándoles desde una colina cercana, agitando su rabo. Cuando Matilda lo vio
por primera vez comprendió que debía tratarse del mismo que mencionaron sus compañeros.
Alertado Bryan, confirmó, al igual que Mina, que no había dudas al respecto. El can retrocedió
unos metros, sólo para volver a detenerse de nuevo a mirar a los tres investigadores. Repitió ese
movimiento varias veces.

Matilda: Parece que quiere que le sigamos.

Bryan: Ese perro destrozó el cuello a dos hombres... aunque también es cierto que nos salvó.

Mina: ¿Vamos?
Evitando que alguien se diera cuenta, retrocedieron siguiendo al Terranova. Para su sorpresa, se
lo encontraron junto a la reciente tumba de Lucien Lavoie. La herida de su ojo estaba cicatrizada,
como si alguien se la hubiera cosido. El imponente perro les miró fijamente con su único ojo y a
continuación rascó la lápida con su pata derecha, justo antes de desaparecer a la carrera por
entre las tumbas del cementerio.

En la lápida había un epitafio, justo en el lugar que les había señalado el animal.

                                        LUCIEN LAVOIE
                                            1832 - 1923
                          L´ours avec trios jambes indique la bonne voie
                                  Ne fait jamais un bol grimacer
                                  Car le corbeau ne restera pas.

Mina: ¿Qué dice?

Matilda: Si mi memoria no me falla, creo que pone algo así: El oso de tres patas señala el
camino... Ningún cuenco alardea de una cara triste... El cuervo no perseverará.

Bryan: Vaya, otra vez el cuervo... Cuando llegamos a Montreal creí ver uno cerca del coche de
Celine. Los cuervos abundan en las leyendas y mitologías de los nativos americanos, así como en
diversas tradiciones europeas. En general, los cuervos disfrutaban entrometiéndose siempre que
podían, robando cosas y engañando a la gente. Cuando un cuervo estaba implicado, se imponía la
cautela.

Sumamente desconcertados, dieron media vuelta y se dirigieron a la salida. Por el camino
discutieron la opción de ir a la mansión de los Lavoie o regresar a la Iglesia con sus compañeros.


Biblioteca Nacional de Quebec
14:52 pm

William y Dirk llegaron a la Biblioteca Nacional de Quebec dispuestos a atar cabos y completar
las informaciones de que ya disponían.

El joven arqueólogo buscó datos relevantes acerca de Montreal, en especial, de la Iglesia de San
Cutis. Dirk colaboró en la búsqueda, pero la información fue más bien escasa en lo referente a la
Iglesia.

       Montreal fue fundado 350 años atrás, una pequeña aldea a orillas del río San Lorenzo que
       terminó prosperando rápidamente como un importante puerto fluvial, hasta llegar a
       convertirse en la principal ciudad de Canadá. En lo referente a la Iglesia de San Cutis, muy
       poco. Es prácticamente de nueva construcción. La restauración del antiguo seminario
       católico de Saint Andrews, que quedó destrozado como consecuencia de un terrible
       incendio, comenzó apenas hacía seis años. No había información de por qué se escogió el
       nombre de San Cutis para la parroquia.

Continuaron su búsqueda con los torques y demás joyas. William mostró al detective su
descubrimiento: un libro de la cultura celta.

       Los torques eran una especie de aros que los guerreros y nobles celtas llevaban en el
       cuello. Algunos eran un aro simple con florones decorados. Pero existían variedades más
robustas, realizadas con dos o más trenzas de metal retorcido, con florones anillados, o de
       un único conducto de metal hueco. Realizados en bronce y oro, los torques representaban
       un nivel social alto y tuvieron valor en sí mismos. La mayoría de ellos han sido encontrados
       en enterramientos.

       El torque tuvo un origen oriental y en un principio se asoció únicamente con las mujeres,
       pero posteriormente se descubrió que no era así. Los torques ofrecen un espacio amplio
       donde disponer una gran variedad de decoraciones, sobre todo a base de formas vegetales
       como los dibujos de volutas dispuestos en bandas. Algunos artistas se deleitaron con la
       representación de cabezas humanas y de animales en los extremos, creando así una
       especie de confrontación en la garganta del que los llevara.

       Los torques fueron un símbolo de las clases altas, y quizás tuvieron también un significado
       religioso. Los dioses celtas se representaban luciéndolos o sosteniéndolos, y en muchas
       ocasiones se utilizaron como ofrendas votivas. El sentido religioso del torque, se extendió
       igualmente por otras culturas. Así, en la actual Turquía y en otros países de Asia Central,
       se han hallado restos de sumos sacerdotes enterrados con este objeto y otras joyas como
       medallones y anillos.

La consulta del almohadón de piedra les llevó algo más de tiempo. Ninguna referencia les condujo
a nada, pero en el mismo libro en el que William obtuvo información de los torques, se hablaba de
que los celtas realizaban algunos bajorrelieves en piedras redondas de gran tamaño, que usaban a
modo de lápida en sus enterramientos. No obstante, no era su práctica más habitual.

Finalmente, se centraron en la búsqueda del título del libro con el que soñó Dirk, El libro de las
Odas. De nuevo William, tras una exhaustiva búsqueda en la sección de libros raros, encontró un
interesante ejemplar que mostró satisfecho al detective. El tomo, Libros legendarios, ¿realidad o
ficción?, describía una serie de libros en los que se incluía textos únicos custodiados en Bibliotecas
de renombre, así como varios volúmenes cuya existencia era, en ocasiones, dudosa o incluso
otros de los que se desconocía su paradero actual.

       El libro de las Odas

       Se trataba de un volumen escrito en tibetano antiguo, un libro de poesía que contenía una
       serie de enseñanzas esotéricas de difícil comprensión. La última referencia constatable de
       su existencia databa de principios del siglo XVIII, cuando varios expertos en lenguas
       muertas intentaron, sin éxito, traducirlo al inglés.

       Sus párrafos hacían referencia al quot;corazón que nunca latequot;, quot;el compañero del Señorquot;,
       quot;Arjaquot; y otros conceptos sin aclaración. la conclusión de los expertos fue que el texto
       estaba dedicado a una deidad extraña y malévola, que exigía sacrificios y crueldad, y que
       prometía un gran poder personal si se cumplían ciertas profecías.

Habían pasado varias horas en la Biblioteca con resultados interesantes, aunque poco aclaradores.



                                           **********
WILLIAM

Cada pista que encontraban le confirmaba a William que la momia no podía pertenecer a San
Cutis. Todo apuntaba a un ritual oscuro, sobre todo si tenían en cuenta lo que habían leído del
Libro de las Odas. Gran parte de la imaginería del enterramiento era céltica, pero la sangre sobre
el almohadón le hacía pensar más en un sacrificio.

Debía averiguar dos cosas, primero si el nombre en la lápida era tan antiguo como la piedra.
Debía conseguir algunos componentes químicos al efecto, volviendo hacia la San Cutis compraría
lo que necesitaba. También le interesaba ubicar espacial y temporalmente las joyas, quizá al día
siguiente visitase a un anticuario, o le preguntaría a Bryan.

Esa noche asistiría a la sesión organizada por Madame D'Anjou y mañana seguiría con la
investigación.

- No sé a ti Dirk, pero a mi el corazón que nunca late me suena al supuesto corazón de San Cutis.



                                           **********



DIRK

Dirk: En efecto, señor Thorndick. Pero... a veces, las cosas no son lo que parecen. Sin embargo,
es un buen punto de partida, desde luego. Aunque personalmente, pensaba ahora en quot;el
compañero del Señorquot;. Los adornos de nuestro cadáver... ¿Será el susodicho compañero, o incluso
el mismo Señor al que se hace referencia? Sin embargo... Si el libro está en tibetano antiguo, no
puede hacer referencia a un hombre celta, probablemente de la época medieval, ¿Cierto? Pero
sobretodo... ¿Qué o quien es quot;Arjaquot;? Son muchas preguntas, más de las respuestas que hemos
obtenido. Ciertamente frustrante.



                                           **********


WILLIAM

- Creo mas bien que el cadáver no es más que la víctima de un ritual. Quizá descripto en el libro
de las odas y ejecutado por algún cultista de ascendencia céltica. Sospecho que la inscripción que
dice Jaime de Andrés en la estela puede no tener que ver con la criatura en si, y sospecho que
quizá el propio Phillip o alguien mas puedo haberla tallado luego de haberla encontrado. El estado
de salinidad del suelo hace muy difícil hacer análisis para datar realmente las piedras y ladrillos de
la cripta, pero quizá si podamos determinar si esa talla es mas reciente que el enterramiento en sí.



                                           **********
MATILDA

Estaba decidida. En la próxima salida intempestiva del padre Philip, me inventaría algún pretexto
para escabullirme de la parroquia e ir tras él. Cada vez más me preocupaban sus largas ausencias
y extravagancias y todo aquello estaba dislocando el ánimo, normalmente jovial y festivo, de mi
querido Bryan.

Dirk y William estaban enfrascados ya de lleno en la investigación de la asquerosa momia. Habían
decidido no acompañarnos al cementerio. Sospechaban ambos, al parecer, que el cadáver
perteneciera a alguien relacionado con el pueblo celta, un gobernante o alguien con mucho poder,
de ahí que llevara esa especie de argolla en el cuello y esos enormes anillos dorados. Pero a mí
todo aquello me resultaba bastante chocante y rocambolesco. Si la cultura celta prevaleció en
Europa durante el primer milenio anterior al nacimiento de Jesús como había oído... ¿qué tendría
que ver aquel difunto con un santo católico que vivió alrededor del 1500 d.C.? Y ¿por qué se
emperraba el cura en encasquetarle esa poco probable identidad?

Dirk, por otro lado, acababa de comunicarnos que el cofre que contenía el corazón había sido
forzado sin éxito. Pensé y así se lo dije cuando nos apartamos del pequeño comité que
formábamos, que tal vez el obrero Deschamps, tras perder el juicio, había vuelto por la parroquia
la anoche anterior con la malsana intención de volver a jugar con la víscera. Probablemente al
verse sorprendido por mí, se asustó y comenzó a hacer la crisis que Madame D´Anjou presenció.
De hecho había confesado en pleno delirio que quería pedir perdón al santo...

- Señorita Matilda, es improbable que las cosas sucedieran de esa manera o por ese orden.
Recuerde que Ud. encontró al obrero delirando en los sótanos donde se halla la tumba vacía. Pero
el cofre lo guarda el padre Philip en la caja fuerte de su despacho, frente a nuestros aposentos.
Esto invalida su hipótesis.- Respondió el detective en un tono decididamente seguro.

También me había estado preocupando por lo de las voces que pretendía escuchar Madame
D´Anjou. Una de dos; o la asistenta estaba tan loca como el párroco y como el Sr. Deschamps o
esta noche acabábamos todos de verdad, alrededor de una mesa jugando a la güija. Desde luego
tenía cierta gracia. Bryan me había prometido diversión, pobre, y recién llegados a Canadá nos
habíamos desayunado con la momia, nos íbamos a merendar un entierro y teníamos previsto a la
noche invocar a unos cuantos muertos más. No creo que fuera éste el concepto de diversión en el
que pensara Bryan cuando me invitó al viaje...

Por cierto, hablando del entierro, el vestido que me había regalado Bryan me quedaba como un
guante. Al bajar las escaleras hubo ovación general y la preciosa Mina se deshizo en halagos. Me
encantaba el movimiento ondulante de la amplia falda en capa, que daba un toque ciertamente
distinguido al enlutado atuendo. Cuando el taxi tocó el claxon salimos los tres rumbo al
cementerio.

- Bryan, cielo... ¿No es curioso que en la esquela no viniera el nombre del tío de Celine, Jacques...
el que vino a recogerla a la estación...? Bryan asintió distraído.

Mina estaba radiante, como una preciosa muñeca de Broadway lista para pasar el gran casting. Le
sugerí que camuflara esa deslumbrante sonrisa que tanto la delataba, antes de bajar del coche y
darse un baño de multitudes. Me guiñó el ojo, habiendo captado la ironía de mi voz. Pero el
despago nubló la alegría de su rostro nada más parar el taxi. Apenas quince o veinte personas
aguardaban cerca del nicho a que comenzara el funeral. El hombre joven del sombrero negro que
llevaba a Celine del brazo, debía ser su hermano. Nos quedamos los tres juntos, unos cuantos
metros por detrás del grupo principal. Ni periodistas, ni muchos amigos, ni admiradores de la
actriz... Ni siquiera el tío Jacques. Que raro. Se supone que ese hombre es el hijo del difunto, al
igual que el padre de nuestra anfitriona en aquella macabra celebración.

Cuando acabó todo, Celine se acercó a nosotros para agradecernos nuestra presencia.
Intercambiamos saludos por pésames (no muy sentidos, pero bien interpretados) y fuimos
invitados a la mansión con el propósito de conocer al gran padre. Lamentó la ausencia del joven
erudito y el detective.

- Como dije la otra noche, mi padre os quiere proponer algo, una especie de negocio.

A mí la invitación me pilló totalmente desprevenida. Bryan había olvidado mencionarme este
detalle, aunque más tarde se disculpó, achacando su despiste al ajetreo de la velada. Pero claro
está, aceptamos, y quedamos en seguir a la comitiva hasta la casa familiar.

De nuevo, otra sorpresa antes de marchar hacia el taxi que aún nos aguardaba a la entrada. Al
girarme hacia la tumba como por instinto, cuando ya el grueso del grupo se aproximaba a la
puerta principal donde la familia recibía los últimos pésames, antes de subir a la limusina, vi a un
enorme animal oscuro cerca de la tumba. Era el perraco que atacó a aquel hombre anoche, según
me confirmaron Mina y Bryan. Parecía querer reclamar nuestra atención en un curioso vaivén de
aproximación-evitación. Con cautela decidimos los tres al unísono acercarnos lentamente. Nos
quería mostrar algo y con los curiosos movimientos de la cabeza herida y de la enorme cola, nos
condujo hasta la lápida. Allí había unas frases escritas en perfecto francés, bajo el nombre y las
fechas: nada que ver con un epitafio convencional. Parecía más bien una adivinanza, un mensaje
encriptado.

                         L´ours avec trois jambes indique la bonne voie.
                                 Ne fait jamais un bol grimacer.
                                 Car le corbeau ne restera pas.

¿Osos, cuencos, cuervos...? Delirante, dije. No tiene el menor sentido. Ni siquiera es poesía, añadí
queriendo sonreír. Las caras, mezcla de perplejidad e incredulidad que tenía enfrente, reflejaron
mi propio asombro. Una sombra de duda comenzó a planear sobre mis pensamientos. El
presentimiento que me asaltó tras el primer encuentro con la actriz en su vagón, empezaba ahora
a tomar cuerpo. De nuevo, una punzada de miedo se clavó en mi estómago y un interrogante
empezó a perfilarse en mi cerebro. ¿De veras aquella tumba contenía el féretro del abuelo?


                                          **********



BRYAN WEST

En la intimidad, como debe de ser. Siempre detesté esos entierros multitudinarios, en los que
puñados de personas apenas conocidas por el difunto presentan sus respetos, en realidad como
excusa para darse un garbeo e intercambiar chismes.

Claro que lo nuestro no es más que una visita de cortesía, espoleada por la curiosidad... pero creo
que ya aprecio a esta dama lo suficiente como para sentir genuina congoja. Y no es solo eso... el
dolor durante el reciente funeral de mi padre todavía persiste, me palpita en el pecho a pesar de
mi convicción de que la vida sigue, sin más.
Matilda: Bryan, cielo... ¿No es curioso que en la esquela no viniera el nombre del tío de Celine,
Jacques... el que vino a recogerla a la estación...?

- Mmmm... eres muy perceptiva. Tal vez fuese un despiste, o puede que fuese un deseo
expreso de... alguien, no sé que decir.

Interrumpo el hilo de pensamientos cuando la fascinante Celine se dirige hacia nosotros. Triste
parece aún más hermosa.

- Créame, lo siento de corazón, Señorita Lavoie - susurro mientras le cojo la mano a la
dama. Con la sensibilidad a flor de piel, no digo más.

Celine: Como les mencioné anoche, mi padre quiere hablar con ustedes. Tiene algo que
proponerles. Si así lo desean, una limusina les llevará a la mansión Lavoie.

¡La oferta!, lo había olvidado, entre tantas emociones fuertes. Me pregunto de qué se trata, algo
interesante teniendo en cuenta las trazas de esta familia. Me encojo de hombros al ver la mirada
interrogante de Matilda. No está el horno para bollos, con tanto misterio e historias que se
entrecruzan... ahora más que un cigarro lo que necesito es un vaso de whisky, o al menos una
cerveza.

Casi en la salida, la dulce Mina me suelta un codazo que pretende ser disimulado.

- Puf, ¿es una venganza por el baile de ayer?... ¡por dios, ese chucho de nuevo! - se me
escapa un silbido al descubrir al imponente can.

Momentos después nos encontramos frente a la lápida, incapaces de resistir la llamada de lo
misterioso. Observamos embobados como el animal se preocupa hasta de facilitarnos la búsqueda
del objetivo. Un epitafio en francés que Matilda descifra con rapidez.

- Oso de tres patas, ¿cuenco? que no alardea de cara triste y el maldito cuervo que
acecha. Tal vez más adelante lo veamos más claro... por ahora ya hemos visto un
cuervo y unas cuantas caras tristes. Falta el oso. - Casi me sonrío, pero la situación
realmente no se presta a ello. Ese perro no es precisamente común...nada es común últimamente.

De regreso me muestro más que interesado en acudir a la mansión, a pesar de la verdadera razón
que nos ha traído a Montreal y que nos espera en San Cutis.

- Algo me dice que decepcionaríamos a ese noble perrazo si no nos presentamos en
Villa Lavoie... ¿qué decís a ello?.


                                         **********


MINA ADAMS

Pese al bochorno vespertino que caía sobre el cementerio la cara de Celine estaba fría... fría y
húmeda por el correr de las lágrimas que había vertido en el transcurso del sepelio. Así lo notó
Mina cuando la estrechó entre sus brazos y le decía un quot;lo sientoquot; con voz queda y solemne. La
superestrella no pudo evitar estremecerse con el abrazo de la joven de Kansas y este (el abrazo)
duró quizá un poco más de lo debido ya que a la joven Mina se le pasó por la cabeza de manera
fútil y callada, un pensamiento de: quot;espero que no se malogre mi colorete...quot;

Ciertamente no era en absoluto apropiado sacar la polvera para retocar la nacarada piel de la
muchacha en pleno entierro.

Aunque hablando de cosas inapropiadas, en realidad a Mina le parecía terriblemente
intranquilizador la presencia de aquel grandioso animal en el camposanto. Al verlo reaparecer tras
algunas lápidas, notó como su corazón se azoraba al recordar la escaramuza de la noche anterior
en aquel oscuro callejón. En cambio, el terranova no sólamente no parecía ya herido... en el lugar
donde antes hubo un ojo, ahora lucía una impresionante y sorprendentemente bien cauterizada
cicatriz.

La inscripción de la lápida era realmente intrigante:

Matilda: Si mi memoria no me falla, creo que pone algo así: El oso de tres patas señala el
camino... Ningún cuenco alardea de una cara triste... El cuervo no perseverará. ¿Osos, cuencos,
cuervos...? Delirante.   No    tiene   el   menor sentido.        Ni   siquiera   es   poesía...

Bryan: Oso de tres patas, ¿cuenco? que no alardea de cara triste y el maldito cuervo que acecha.
Tal vez más adelante lo veamos más claro...por ahora ya hemos visto un cuervo y unas cuantas
caras tristes. Falta el oso.

Mina: Pues te parecerá extraño querido Bryan pero, con un clima tan bueno me pareció
curiosísimo que el tío de Celine luciera ese enorme abrigo de pieles y que, a pesar de estar
sudando la gota gorda no se desprendía de él ni por asomo. Al verlo, cuando salimos de la
estación, me pareció de lejos como ver a un enorme osito de peluche... ¿alguno os fijasteis si
llevaba bastón? Quizá el oso de las tres piernas es él... Quizá él es quién nos quiere proponer
algo... mostrarnos el camino hacia algo. No sé... Igual simplemente es el extracto de alguna
novela de especial gusto por el difunto y nosotros le estamos intentando buscar los tres pies al
gato. Por lo pronto considero oportuno no olvidarnos de la adivinanza y acompañar a Celine a la
mansión de los Lavoie. Por que supongo que será una mansión...

A pesar de la ausencia de periodistas y curiosos y de la solemnidad con la que estaba tildado
aquel acto... nada morboso ni frívolo, Mina seguía sintiéndose como parte de un film de cine
negro americano. Por su mente deambulaban multitud de pensamientos en torno a los Lavoie, ese
misterioso negocio en ciernes, su amistad con la estrella de Broadway... y el fastidioso cadáver del
sótano de San Cutis, las investigaciones de William a quien prácticamente había abandonado por
conseguir un poco de vida social, la reliquia del hueso de San Cutis... Y entre una cosa y otra
también pensaba en ponerse, quizá una gotita más de perfume en el taxi, de camino a la casa de
la familia de Celine. Había que causar buena impresión al padre de su amiga. Y de nuevo se vio
abordada por la misma sonrisa que antes, muy sabiamente, le censuró Matilda en pos de guardar
las apariencias. Tosió ligeramente para recomponer las formas y dulcemente dijo:

quot;Bueno... ¿vamos?quot;
DíA Dos
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  • 1. LA RELIQUIA DÍA DOS San Cutis ; Investigando al santo ; El funeral y el Terranova ; La maldición ; La sesión ; Tras la tempestad siempre llega la calma ; El diario Una aventura de La llamada de Cthulhu dirigida por robroy en los foros de PlataformaRol
  • 2. EL REPARTO Guardián de los arcanos ........................... robroy Dirk Schmidt ................................…..….... Thorontir William Thorndick ....................…............. SirAlexander Bryan West ..............................….............Telcar Mina Adams ..........................…………....... Figaro Matilda Schilling .....................…………....... ANA_ ÍNDICE Pág. 3 ………………………………………………… CAPÍTULO 7 – San Cutis Pág. 14 .................................................. CAPÍTULO 8 – Investigando al santo Pág. 26 ................................................. CAPÍTULO 9 – El funeral y el Terranova Pág. 35 .................................................. CAPÍTULO 10 – La maldición Pág. 46 .................................................. CAPÍTULO 11 – La sesión Pág. 59 .................................................. CAPÍTULO 12 – Tras la tempestad siempre llega la calma Pág. 66 .................................................. CAPÍTULO 13 – El diario Pág. 75 .................................................. Apéndice 1: Dramatis personae
  • 3. TURNO 7 – San Cutis Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis 20 de agosto de 1923 - 8:09 am Uno a uno, los investigadores se fueron levantando y bajaron a desayunar. Sus caras mostraban un aspecto renovado. Después de un día agotador y repleto de sorpresas, el descanso había resultado del todo reparador. Sin embargo, había una excepción. Al amanecer del nuevo día, el rostro de Dirk apareció más pálido y ojeroso de lo que sus nuevos compañeros de andanzas se habían empezado a acostumbrar. El detective comenzaba a pensar que su corazonada y su incursión nocturna a la caja fuerte, no había sido tan buena idea. Denise D´Anjou tenía listo el desayuno. Crepes, jarabe de arce, tostadas y café bien cargado junto a un par de ejemplares del Montreal Star. Madame D´Anjou: Buenos días, espero que hayan descansado. Si necesitan cualquier cosa, no duden en pedírmelo. El padre McBride salió muy temprano y me pidió que les dijera que no volverá hasta esta tarde. Si quieren otra cosa para desayunar, sólo tienen que decirlo. Buen provecho. En un principio no era sencillo darse verdadera cuenta, pero observando detenidamente al ama de llaves de la parroquia, llamaba la atención que su vida diaria estaba plagada de pequeños rituales. Muchos eran de naturaleza cristiana y católica, como santiguarse o besar su crucifijo. Otros, en cambio, parecían derivados de fuentes paganas u ocultistas, como arrojar ciertas hierbas a la pila mientras preparaba el café. Bryan: No tiene buen aspecto, señor Schmidt, ¿se encuentra bien? Dirk: Si, estoy bien... ¿Recuerda nuestra conversación de anoche? Las pesadillas no me han dejado dormir, pero no es nada preocupante. Mis manos están bien – añadió tratando de quitarle importancia. William: ¿Qué ha soñado? ¿Lo recuerda? Dirk: Vagamente... Algunos retazos. Dirk se encontraba paseando, ensimismado en sus pensamientos, por las retorcidas callejuelas de Montreal. El cielo estaba encapotado, y al cabo de un rato empezaron a caer las primeras gotas, que pronto se transformaron en un auténtico chaparrón. Para no mojarse, el detective no tuvo más remedio que refugiarse en una vieja tienducha destartalada. El lugar era oscuro y polvoriento, semiperdido entre las viejas y retorcidas callejuelas de la ciudad. Rezumante de extrañas cosas venidas de sólo Dios sabe dónde. Diminutos vidrios esmerilados, oscurecidos por los vapores y la escarcha, le mostraron los libros, en montones, sucios y descuidados, pudriéndose desde la base hasta el techo. Cúmulos de desmigajado poder primigenio a poco precio. Allí, como hechizado, y de un atelarañado montón, cogió el volumen
  • 4. más cercano y lo hojeó. Estremeciéndose ante las curiosas palabras que parecían contener, algún secreto monstruoso si alguien llegara a conocerlo, buscó al viejo vendedor de la tienda. Y, aunque no encontró a nadie pudo oír una extraña carcajada a sus espaldas... Dirk se giró con presteza, mas no había nadie, tan solo una extraña sensación, como si la tienda fuera, en realidad, el interior de las fauces de una temible bestia desconocida a punto de cerrarse y engullirlo. Dejando el libro, huyó despavorido. Pero su huida no fue en solitario. Unos pasos le seguían de cerca y cuanto más aceleraba su carrera, más cercanos sonaban. Jadeante, el detective tropezó con un adoquín de la calzada, dando de bruces contra el frío y húmedo suelo. Aterrado, volvió la vista atrás justo a tiempo para descubrir a varios seres a punto de echársele encima. Hombres y mujeres cadavéricos con el torso vacío y sin corazón... Tras el suculento desayuno, amenizado por el relato del detective privado, William subió a su habitación dispuesto a preparar todo lo necesario para su examen de la tumba del supuesto santo. Dirk: Madame, necesito analizar algo, una sustancia. ¿Conoce algún lugar donde pueda llevar la muestra? Madame D´Anjou: Déjeme pensar... Si, creo que si. El doctor Henri Auberjoines, un químico industrial, trabaja no muy lejos de aquí. Tal vez él pueda ayudarle. Si quiere le puedo llevar yo misma la muestra, no queda lejos del mercado y tengo que comprar algo para comer. Matilda había cogido uno de los periódicos y Bryan hojeó el segundo buscando alguna referencia al incidente de Le Bistro. Era importante conocer cualquier dato que pudiera ponerles en apuros, algún testigo o algo así. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que no había nada. El suceso había sido, al parecer, encubierto por los Lavoie. Matilda: Miren esto – dijo señalando una esquela. Lucien Lavoie Falleció tras una larga enfermedad en el Hospital Real Victoria. Su hijo Jean-Claude, sus nietos Stephane y Celine y su sobrino Hugh, ruegan a sus amistades encomienden su alma a Dios Nuestro Señor y asistan a los oficios de córpore insepulto esta tarde en el Cementerio Monte Real, por cuyos actos de caridad cristiana les quedarán agradecidos. Al menos eso parecía cierto... Mina se encontraba algo desplazaba y fuera de lugar. Por un lado, quería acudir al sepelio y a la posterior reunión con los Lavoie. No se olvidaba de su prueba, pero por otro lado, se sentía en deuda con sus compañeros, que la habían acogido, y quería corresponderles de alguna manera. Así, cuando William regresó con sus cosas, anunció su deseo de colaborar en lo que fuese necesario. También Matilda se había ofrecido la noche anterior, por lo que el grupo se puso manos a la obra. William quería ver en primer lugar la tumba, y estaba preparado con su cámara fotográfica dispuesto a documentar su investigación al máximo.
  • 5. Viendo al grupo preparado para bajar al sótano, el ama de llaves se ofreció para acompañarles, entregando a Dirk y a Bryan sendas lámparas de queroseno. Sótano de la Iglesia de San Cutis 9:46 am Madame D´Anjou les guió con una tercera lámpara por las crujientes escaleras de madera donde Matilda había encontrado al señor Deschamps. El sótano, muy húmedo, se extendía a lo largo de medio centenar de metros desde el final de las escaleras. El suelo contenía una cantidad antinatural de sal. Madame D´Anjou: Ahí está la tumba. – Dijo señalando con sus dedos índice y corazón cruzados y extendidos. La tumba se hallaba oculta bajo los cimientos exteriores del edificio principal y estaba construida con un ladrillo de color rojo. Era una bóveda, de unos dos metros y medio de largo por uno de alto. Los cimientos se arqueaban sobre la bóveda. Al parecer, el cuerpo había sido depositado en su interior y posteriormente se había atestado de tierra. En el extremo más alejado de la bóveda, se encontraba la almohada de piedra que les había mencionado el Padre Philip. Se trataba de un canto rodado de cinco centímetros de espesor y medio metro de diámetro. En su parte superior estaba grabadas en bruto las palabras Jaime de Andrés, mientras que en torno a sus lados aparecían sinuosas formas talladas. ¿Olas, hojas, tentáculos? Difícil de saber. El centro de la piedra estaba decolorado por unas manchas oscuras con cierto tono rojizo. William: Es extraño. Parece uno de esos almohadones medievales sobre los que transportaban a los huéspedes. Sin embargo, esas manchas oscuras, sangre seguramente, no deberían estar ahí. Yo juraría que esta piedra data del siglo XVI, pero la tumba es posterior. Lamentablemente la humedad y la sal han deteriorado el ladrillo y no puedo precisar su antigüedad. Dicho esto, pidió a sus compañeros que le iluminaran y realizó unas cuantas fotos al lugar, a la tumba y, especialmente, a la almohada de piedra. Las condiciones de luz no eran las adecuadas y hasta que revelara las placas no sabría si obtendría fotos decentes. El joven arqueólogo realizó unas cuantas anotaciones en su libreta antes de acompañar al resto a la planta principal. Matilda: Me gustaría echar un vistazo a ese libro. Cualquier cosa antes de visitar el cuerpo del santo. En el piso superior, en la habitación de la caja fuerte, Bryan introdujo la combinación y giro la manivela para abrirla. En su interior, sólo se hallaba la cajita de plata que contenía el corazón incorrupto, pero el libro en copto no estaba allí. Seguramente el señor Lowell aún lo tenía en su poder. Dirk: Bueno, creo que debemos ir al congelador, ¿qué me dicen? Si alguien se siente indispuesto que no vaya. Yo mismo me lo plantearía, pero creo que es importante examinar todos los datos de que disponemos. Congelador con el cuerpo momificado 10:37 am
  • 6. Una puerta en la cocina, conducía al congelador. El cuerpo exhumado yacía sobre varios bloques de hielo aislado de la humedad por tablas de madera y respetuosamente cubierto por un sobrepelliz de McBride. Madame D´Anjou: San Cutis era glorioso, un alma pura aceptada por Dios. Pero el hombre que era esa cosa – añadió señalando el cadáver – no podía ser peor que el mismísimo Diablo. Les esperaré fuera. El ama de llaves regresó a la cocina santiguándose repetidamente y musitando alguna extraña letanía en francés. Una vez retirado el sobrepelliz, quedó al descubierto un cuerpo esquelético de color pardo oscuro. El cadáver había sido destripado y su corazón, intestinos y demás órganos internos habían desaparecido. Estaba reseco como una momia. La mayor parte del tejido adiposo se había deshidratado y el cuerpo se mantenía unido únicamente por una capa epidérmica petrificada, dando al conjunto, un aspecto bastante frágil. Pero la principal atención de los investigadores se vio atraída hacia las largas uñas de sus manos, los dientes incisivos sin encías y la peculiar nariz aguileña del cadáver, donde el pliegue de su piel caía sobre su boca. A ambos lados de la cabeza, los pelos y la carne se habían fundido en una masa supurante. COR (0/1d3) El cadáver vestía una prenda de lana, ahora podrida, que le llegaba hasta las rodillas, de un color azul celeste. Sobre su pecho permanece dibujada la misma figura que aparecía en la portada del libro en octavo. También llevaba un torque de oro alrededor del cuello y un anillo, también de oro, en cada meñique. ********** WILLIAM Había varias incongruencias en la tumba, era como si todo perteneciese a épocas distintas. Quizá las fotos le permitirían ver algo más una vez fueran reveladas, hasta tanto tendría que hacer un poco más de investigación. Lamentablemente eso significaría ver el cadáver. La visión del cuerpo casi lo hace devolver, ese cuerpo no era humano, y si alguna vez lo había sido no quería ni imaginarse lo doloroso que debía haber sido que los huesos se deformasen de ese modo. Madame D'Anjou tenía razón en algo: Ese no podía ser San Cutis. El torque de oro y los dos anillos trajeron a su memoria las costumbres célticas de entierro. Era posible que la prenda se hubiese deteriorado por la salinidad del lugar, pero si fuera posible establecer la antigüedad de la misma, él apostaría a que la misma era anterior al nacimiento de Jaime de Andrés. Con cuidado tomó fotos de la joyería y de la marca del pecho, un recorte de la prenda fue a parar a un sobre de papel madera y midió la altura del cadáver cuidando siempre de no tocar la piel.
  • 7. Luego salió del congelador y le pidió a Madame D'anjou que le dijera si había una biblioteca en la casa, esperaba que Philip hubiera mantenido una colección de libros. Por lo pronto necesitaba una biografía del santo, algún libro sobre los celtas, y la historia de esa parte de la ciudad; además de algún tratado sobre masonería. Si faltaba algo ya acudiría a la biblioteca pública, por ahora le interesaba sobre todo revelar las fotos. - Madame D'Anjou, ¿podría indicarme si hay algún cuarto que pueda usar de cuarto oscuro para revelar las placas?. Les pediría que por al menos una hora no me molesten a menos que sea absolutamente necesario, y por lo que mas quieran, no abran la puerta. La voz de William había comenzado a cambiar a medida que avanzaba en su trabajo. Del tono suave y desenfadado de la noche anterior había ido volviéndose más y más autoritario, sin llegar a ser descortés. Al mismo tiempo su abstracción en el trabajo se hizo cada vez más evidente. Estaba por fin pisando terreno conocido, y el científico en él había tomado las riendas. ********** DIRK Por la mañana, aun con el recuerdo de sus pesadillas acechándole, Dirk bajó a desayunar. Debía ser evidente en su rostro que aquella no había sido una placida noche, pero no importaba. Sus manos estaban bien. No había ojos flameantes, o al menos no los recordaba. Sin duda, todos aquellos desvaríos eran las locuras de un hombre acabado. Y sin embargo, su sueño era... extrañamente oportuno. quot;Todo autosugestión, sin duda. Debo investigar un cadáver sin corazón, al que para momificarlo le extrajeron del torso todos los órganos. Y por eso tuve pesadillas con algo así. Hay un libro extraño, y sueño con libros malvados. Todo autosugestión, desde luego.quot; El señor West le preguntó al respecto, y Dirk se vio obligado a hacer una descripción de aquel sueño, no sin antes mostrar, irónico, sus manos. Ningún temblor en ellas, desde luego. Sus viejas y útiles manos. No pudo evitar sentirse satisfecho. Tenía cariño a sus manos, como a cada parte de su cuerpo, no en vano sus manos (y todo su ser físico, por ende) le acompañaban desde que nació, se dijo a si mismo. Pero aquella burda broma era estúpida, y no consiguió alegrarse en absoluto. quot;Demonios, ahora si me vendría bien la señorita Lavoie. Necesito algo que me haga dejar de pensar en ello, y simplemente se irá.quot; Dejó a Madame D'Anjou el encargo de llevar la sustancia blanca al químico que decía conocer, para después ojear la esquela que Matilda les mostraba. Sin duda aquello era cierto, después de todo. Como lo era lo ocurrido en Le Bistro, aunque nadie lo contase. Mejor así, desde luego. Al menos los Lavoie sabían hacer algo bien, si es que era cosa suya. En asuntos turbios, nunca se sabe muy bien quien hace que... Cuando bajaron a la tumba, Dirk se dio cuenta, angustiado, que en su mente empezaba a hacerse hueco la idea de que allí había algo sobrenatural. Las tallas de la tumba - el quot;cojínquot; de piedra, más bien - se le insinuaban como símbolos demoníacos. quot;Deja de asustarte, maldita sea. No es más que una piedra, con formas y motivos cristianos, seguro. Pero el tiempo es caprichoso, y ha deformado las tallas. Si, ha de ser eso...quot;. Distraído, actuó como le pedía William, iluminando aquí
  • 8. y allá, pero sin prestar mucha atención a sus palabras. quot;Debería hacerlo. Nunca se sabe donde se encontrará el dato clave...quot; Más tarde quisieron ver el libro, pero no estaba allí. De modo que no quedo excusa para posponer la visita al cadáver. Quizá fuese como los de su sueño, quizá no, pero no quedaba si no verlo. Dirk suspiró. Dirk: Bueno, creo que debemos ir al congelador, ¿qué me dicen? Si alguien se siente indispuesto que no vaya. Yo mismo me lo plantearía, pero creo que es importante examinar todos los datos de que disponemos. Al ver el cuerpo... Bien, Dirk había visto muchas cosas, aunque no como aquella. Un leve escalofrío recorrió su espalda, y no pudo evitar, al ver esos dientes, y esas garras que un día habían sido uñas, pensar en mitos como los vampiros. Desde luego, el cuerpo se conservaba peor que el corazón, de eso no había duda. Salvo que San Cutis fuese un engendro extraño, malformado. Aquella cabeza... difícilmente podría ser la de un santo. Y las joyas... podían gustar al hombre, pero... un anillo era un anillo, un medallón era un medallón... pero... un torque... Dirk: Sin duda usted estará más versado que yo en el tema, amigo William, de modo que ilústreme si es posible... ¿No son, o eran más bien, los torques símbolo de poder y posición? ¿Acaso San Cutis era alguien importante, fuera de la iglesia, quiero decir? ¿Caudillo de hombres? ¿Guía de pueblos? No sé, pero creo recordar que pertenece a tradiciones celtas... ¿No es un tanto pagano para un santo? ********** WILLIAM - Así es señor Schmidt, los torques eran símbolos de poder entre los celtas y germanos, normalmente el material y las tallas en él denotaban el rango. Lo que me desconcierta es la presencia de los anillos, bueno, en realidad el cuadro general no concuerda con nada de lo que he aprendido. Supongo que luego de consultar algunos libros al respecto podré armar alguna teoría plausible. Algo sí es seguro, ese cadáver no es San Cutis, y si alguna vez lo fue, no quiero imaginarme que puede haberlo transformado en eso. ********** MINA ADAMS Mina se despertó realmente descansada. La mañana era fresca y ella notaba su piel más joven y tersa. La cama reparadora de la señora D’Anjou le habían restablecido las fuerzas y el ánimo. Antes de bajar a desayunar estuvo unos minutos haciéndose con el cuarto; abriendo la ventana para orearlo, observando el trasiego de las calles colindantes, colocando su ropa en los cajoncitos del aparador junto a la cama… Y escogiendo el vestido más apropiado para el día. En principio hoy empezaba su labor como ayudante de sus nuevos amigos y, además, en la tarde se celebraría el sepelio por el fallecimiento del señor Lucien Lavoie. Sin duda, lo más apropiado sería algo sobrio y, como no, de color negro; el vestido de algodón con cuello camisero sería más que acertado…
  • 9. Apenas se lo ponía al considerarlo quizá demasiado recatado e incluso monjil. “A Madame D’Anjou le encantará…” –se dijo a sí misma con una sonrisa. Sentada frente al espejito de su mini tocador se arreglaba el pelo con maña y parsimonia en un recogido discreto y colocaba en sus orejitas unos pendientes discretos de perlas falsas. Una sonrisa absurda y sin ningún motivo se había instalado en su cara y el espejo se la devolvía dadivoso. Sentía que, a pesar de la huida a todo correr del país y de los múltiples incidentes de la jornada anterior, estaba dónde debía estar… Curiosamente y no exenta de cierta fascinación por los conocimientos de sus amigos y por la naturaleza de la investigación, se empeñó en creer que ella también podría aportar algo de su talento y maña, aunque lo único que supiera hacer con cierta desenvoltura fuera cantar. El desayuno era delicioso y el resto de integrantes del grupo ya estaban a la mesa cuando ella llegó. Parecía ser que todos habían disfrutado del sueño… todos a excepción del señor Schmidt, que había sufrido unas pesadillas rarísimas acerca de un libro maldito. “¿Quién lo iba a decir…? El único que realmente parece un tipo duro y resulta ser un muchacho asustadizo…” –pensó Mina, reforzando su visión del siempre impecable Bryan. La mañana empezó realmente en el momento en que descendieron al sótano a inspeccionar el cuerpo del supuesto santo. El cuerpo de la pequeña de Kansas se estremeció de pies a cabeza cuando el sobrepelliz se retiró del cuerpo y pudo contemplar aquel bizarro espectáculo. Los hombres, en cambio, o disimulaban fenomenalmente el rechazo que provocaba aquel cadáver momificado o su ansia de investigación no les dejaba percatarse de lo escalofriante que resultaba todo aquello pero lo cierto es que no dejaban de escudriñar aquí y allá y aportaban datos curiosos y reveladores y, aunque parecían enojados al no llegar a ninguna conclusión, a ella le resultaba imposible seguir el ritmo de la investigación. Se hablaba de revelar fotos, visitar a un químico o traducir un libro en copto… Ahora ella se posicionaba como una jovencita ignorante y de pueblo, frente a unos hombres doctos y elocuentes… Sobretodo ante la conversación entre Dirk y William: Dirk: Sin duda usted estará más versado que yo en el tema, amigo William, de modo que ilústreme si es posible... ¿No son, o eran más bien, los torques símbolo de poder y posición? ¿Acaso San Cutis era alguien importante, fuera de la iglesia, quiero decir? ¿Caudillo de hombres? ¿Guía de pueblos? No sé, pero creo recordar que pertenece a tradiciones celtas... ¿No es un tanto pagano para un santo? William: Así es señor Schmidt, los torques eran símbolos de poder entre los celtas y germanos, normalmente el material y las tallas en él denotaban el rango. Lo que me desconcierta es la presencia de los anillos, bueno, en realidad el cuadro general no concuerda con nada de lo que he aprendido. Supongo que luego de consultar algunos libros al respecto podré armar alguna teoría plausible. Algo sí es seguro, ese cadáver no es San Cutis, y si alguna vez lo fue, no quiero imaginarme que puede haberlo transformado en eso. A lo que Mina, tímidamente, como una niña que objeta algo tan absurdo como evidente, agregó: Mina: Pues si eso es así, lo más seguro es que esto haya sido preparado por alguien para que creamos que es un santo, pero que ha errado el marco, los símbolos y el entorno. Yo no sé nada de historia pero si quisiera hacer creer a alguien que esto es la tumba de un santo utilizaría cruces cristianas y no símbolos celtas. Pero, ¿por qué alguien se toma tantas molestias en montar esta farsa? Seguro que mi apreciación les parece propia de una chica ignorante pero si les puedo ayudar en lo que sea no tienen más que pedírmelo. No me gusta quedarme mirando. Durante
  • 10. toda la mañana soy suya, por la tarde tengo intención de ir al entierro del abuelo de Celine. El ofrecimiento de Mina no podía ser más oportuno. ********** WILLIAM - Mina, si puede usted tomar dictado y no es mucha molestia, me gustaría que tomara notas mientras realizo las investigaciones en la biblioteca. Me ayuda hablar en voz alta y sinceramente si usted pudiera plasmar mis pensamientos en papel creo que me ayudaría mucho. William se rascó la barbilla y advirtió que no se había afeitado, quizá se dejase crecer la barba como en Babilonia. - En cuanto a su teoría, creo que ha pegado en el clavo, si esto fuera una falsificación de una tumba cristiana debería estar mejor ambientada. No, creo que esto es real, pero ciertamente no es la tumba del santo. ********** BRYAN WEST El relato del sueño, o más bien pesadilla de Dirk, me dejó sumido en cavilaciones poco acogedoras. Las percibidas no parecían emanaciones propias de una reliquia santa... claro que, ¿qué estupideces eran esas, acerca de sueños inducidos, malignidades latentes... me estaría volviendo como un adolescente proclive a creerme semejantes paparruchas? - Dirk, hágame caso. Nosotros le pagamos, pero no es necesario que arriesgue más de la cuenta... cada vez percibo que hay algo realmente siniestro en todo este asunto. Cuando pueda voy a hablar muy seriamente con McBride. La más que comprensible necesidad de William por hacerse cargo de la situación no me sorprendió, salió por fin el erudito que había en él. Pero hubiese preferido evitarme el tener que estar presente en el espectáculo del cadáver bajo hielos. Tras una inquieta ojeada al periódico, ahí al menos estaba la esquela, señal de que lo de la noche anterior no era todo imaginado. - Por mi parte no quiero perderme el entierro, apostaría que algo interesante podría ocurrir. Eso sí, me gustaría mantener un discreto segundo o incluso tercer plano. ¿Te molesta mucho que acudamos, ya que te perdiste la simpática refriega de anoche?. - esto último va dirigido a Matilda, acompañado por la mejor de mis sonrisas mañaneras. Intentaba animarla, a pesar de las circunstancias, pero caí en la cuenta de que como plan del día le ofrecía acudir a un entierro triste y probablemente tumultuoso - La verdad es que no tenemos porqué ir... a pesar de las dos escenitas vividas con Celine, no se puede decir que sea
  • 11. nuestra íntima amiga. Habrá cosas más entretenidas en las que gastar nuestro tiempo... Lo cierto es que a medida que se acercaba el momento de la auscultación visual del dichoso cadáver, me iba poniendo más nervioso. No quería bajar al maldito sótano, pero sin libro copto parecía la salida inmediata más lógica, y no podía dejarles a otros las tareas desagradables mientras yo me limitaba a tomar el té. La Señorita Mina, como un pajarillo inquieto se apuntó al picnic cadavérico. Fue peor, mucho peor de lo que pensaba. Es un monstruo lo que ocupaba esa tumba, no un vestigio de una persona normal. - ¡Joder William...pero que rayos es esta...cosa!. Torques, adornos, grabaciones y esos anillos, en esos dedos o lo que sea...soy el primero al que le atrae lo extraño y lo antiguo, pero esto es...demoníaco, no tiene nada de santo. ¿Es que acaso nuestro anfitrión se ha vuelto ciego?... Madame D'Anjou, supongo que algo tendrá que decir al respecto. Estoy interesado en lo que la mujer tenga que decirnos, la más cercana testigo a los recientes desvaríos de McBride. Estoy impacientándome, sobrepasado por los últimos acontecimientos y deseoso de zumbarle la badana a alguien merecedor de ello. Pero ese alguien no está en esta sala. Mina: Pues si eso es así, lo más seguro es que esto haya sido preparado por alguien para que creamos que es un santo, pero que ha errado el marco, los símbolos y el entorno. Yo no se nada de historia pero si quisiera hacer creer a alguien que esto es la tumba de un santo utilizaría cruces cristianas y no símbolos celtas. Pero, ¿por qué alguien se toma tantas molestias en montar esta farsa? Seguro que mi apreciación les parece propia de una chica ignorante pero si les puedo ayudar en lo que sea no tienen más que pedírmelo. No me gusta quedarme mirando. Durante toda la mañana soy suya, por la tarde tengo intención de ir al entierro del abuelo de Celine. - No es ninguna tontería eso que dice. Aunque ya creo que nadie ha querido montar ninguna farsa, y más bien pienso que la tumba es vestigio de un rito pagano siniestro, y alguien ha tenido la desgracia de encontrarlo. Es McBride el responsable de tomar este despojo por lo que no es. Antes de salir de San Cutis, tengo intención de registrar la biblioteca e incluso invadir los aposentos de McBride. Para ello consultaré con D'Anjou y acataré su guía si se da el caso, por lo que le preguntaré si sabe lo que el eclesiástico ha estado leyendo últimamente. - Por cierto Señorita Adams, alguien con su desparpajo nos será útil aunque no lo pretendiese. También tengo intención de presentarme en el entierro, a menos que a Matilda se le ocurra algo mejor (probablemente), pero opino que ya hemos vivido mucho con los Lavoie como para desaparecer ahora (sonrío pretendiendo parecer irónico). Por otro lado, tal vez no estaría mal engrosar nuestro escueto guardarropa con algo no demasiado caro y sencillo. A fin de cuentas, no todo van a ser trifulcas y cadáveres y nuestros equipajes de mano no parecen excesivamente grandiosos.
  • 12. ********** MATILDA Un rayo brillante penetraba en el oscuro dormitorio a través del blanco visillo, acariciando mi almohada. La suave luz de aquel primer amanecer en Canadá me despertó. El cielo aún lucía añil. Todavía confusa y desorientada, tardé un rato en darme cuenta de dónde estaba. El ajetreo y la confusión del día anterior, plagado de estímulos tan sorprendentes como inquietantes, bien merecía un tiempo de reflexión, que permitiera a mi mente procesarlos adecuadamente. Antes de saltar de la cama, con la energía completamente renovada ya y deseosa de reencontrarme con Bryan y los demás, me dediqué a ordenar mis pensamientos cual se ordenan los estantes de una escribanía, antes de acometer un nuevo proyecto. Los recuerdos de la noche anterior bullían fuertemente en mi cabeza, pugnando por aflorar. Lo acontecido en Le Bistro con los Lavoie me intrigaba sobremanera. Se mezclaban sentimientos contradictorios: el rechazo que me producía Celine de forma casi instintiva y que me impelía a alejarme de su mundo desde el primer momento, mezclado con un interés reciente, casi morboso, por ese hermano suyo, del que me dieron noticias mis amigos y cuyo comportamiento, modales y costumbres parecían más propias de un maleante de poca monta de un suburbio neoyorquino, que de un rico heredero o influyente hombre de negocios del Canadá francés. Así que decidido: si a mi amigo le parecía bien, yo me apuntaba esta tarde con el grupo al sepelio del “grand père”. No pensaba perderme ni uno solo de los espectáculos con los que a partir de ahora y de manera, en apariencia, tan desinteresada, nos fuera a obsequiar la Sta. Lavoie. Eso sí, tendría que buscar un hueco durante la mañana para ir a comprar algo decente para ponerme, puesto que el vestido más recatado y oscuro que tenía, estaba hecho un asco después del ajetreo del día anterior y no había tiempo para mandarlo limpiar. De paso, podría comprar alguna camisa y alguna corbata para mi fiel compañero de andanzas. Una vez resuelto ese asunto, me sobrevino como una punzada el recuerdo del numerito de Monsieur Deschamps. Su delirante discurso adornado por esa mirada desorbitada no me asustaron tanto como el estado de trance en que pareció entrar momentos antes de que Madame D´Anjou telefoneara al sanatorio para pedir ayuda. Mucho me temo que ese estado catatónico sea definitivo e irreversible. Me costaba creer que ese ser deforme, fantasmagórico e histriónico hasta el paroxismo, unos días antes hubiera sido un obrero joven, sano, fornido y jovial como me lo había descrito la vieja señora. Y que todo eso tuviera que ver con la obra del sótano y con el “maldito” santo aún me inquietaba más. ¿Hasta que punto podía la sugestión humana obrar sobre el comportamiento y la salud?. Tenía que mentalizarme para lo peor: seguro que en la agenda del día estaría incluida una visita guiada por el sótano, la tumba y la cámara frigorífica. Es decir, un paseo gratuito por el túnel de los horrores... Resultaba irónico al fin y al cabo. Por la mañana, con certeza absoluta, visitaremos la tumba de un ser, al parecer, incorrupto y por la tarde, la tumba del abuelo de un ser... presuntamente corrupto. No quería decepcionar a Bryan y hoy iba a echar toda la carne en el asador con tal de serle de alguna utilidad. Ni por un instante quería suponer un peso muerto en la misión que a Bryan le había traído a Montreal. Por cierto, no debía olvidar comentarle el asunto del ama de llaves. No sabía si tenía importancia, pero anoche descubrí en ella un par de comportamientos que me desconcertaron. Cuando subimos a la cocina y estaba preparando la infusión para los nervios, la vi proferir frente al fogón una especie de salmo entre susurros... Interpreté que rezaba en voz baja, pero no reconocí en sus palabras ninguna de las oraciones o proposiciones católicas que durante años escuché en el colegio de monjas. Más bien sonaba a una especie de conjuro en lengua extraña. Algo así como: “Viga, ira, luna... ergo tira lira...” y mientras salían esos misteriosos vocablos u otros parecidos de
  • 13. sus labios, hizo girar los ojos dos vueltas completas, sacudiendo mientras la cuchara con la que había removido las hierbas de la tisana en el fregadero otras tantas veces. Luego se volvió hacia nosotros con la sonrisa más dulce y solícita, ignorante de que en medio del discurso del orate, había yo dejado de prestarle atención, atraída por el extraño ritual. Miré la hora en mi reloj. Aún tenía tiempo para acicalarme y borrar cualquier rastro que quedara de cansancio en mi rostro. Animosa bajé después a reunirme con mis compañeros atraída por los efluvios aromáticos que desprendía la sala del comedor. Besé en la mejilla a Mina y a Bryan y saludé sonriente al resto de comensales. Todos me devolvieron una amplia sonrisa, excepto Dirk, lo que agradecí. Para mi sorpresa, el padre Philip no estaba hoy tampoco. Estaba hambrienta y el pan tostado y el café preparado por la señora de aquella especie de casa, me supieron de nuevo a cielo. Escuché muy atenta los planes que cada uno de los allí presentes tenían para el nuevo día. Si yo hubiera podido escoger con entera libertad, de todo ello, hubiera sin duda elegido ayudar a Dirk con sus pesquisas en la biblioteca. Siempre sentí debilidad por esas grandes salas revestidas de madera, bien iluminadas y caldeadas, repletas de estantes llenos de legajos que olían a papel viejo y en ciertas ocasiones a humedad y a polvo. Me pasaría horas enteras hojeando viejos libros con bonitos grabados y letra gótica. Además, cuanto más en serio se tomaba a sí mismo y a su trabajo ese hombre, más me olvidaba de su raro aspecto físico y de mis bajos pensamientos en lo referente a sus problemas con el alcohol. Pero el plan de salir a tomar el aire, buscar algo de ropa apropiada y de paso aprovisionar al grupo de tabaco para la completa jornada que acababa de empezar, aunque mucho más frívolo, no era una mala manera tampoco de celebrar el nuevo día. Así que asentí complacida cuando Bryan me lo propuso. Era una forma también sutil de quedar a solas un rato con mi viejo amigo y poder compartir con él algunas vagas ideas e íntimos pensamientos... Tal vez después del paseo por el túnel del terror podamos acercarnos a algún comercio cercano... Ni por asomo imaginaba que algo tan feo hubiera podido existir con vida en mi planeta ni en los alrededores. Aquel muerto disecado era el tipo más repulsivo y asqueroso que había visto en mi vida. Ni el mismísimo hijo de Belcebú, si Belcebú hubiera existido y fuera padre, debía ser tan horrible como ello. No parecía un ser humano. Parecía... un basilisco o algo peor. ¿Y ese tipo es el que dice el párroco que fue un santo? ********** MINA ADAMS Convertirme en la secretaria para la ocasión del señor William Thorndick, en aquel momento donde lo antiguo, lo misterioso y lo tenebroso confluían en aquel lugar parecía una labor emocionante digna de alguna de las películas de espías en el lejano oriente. A pesar de todo, incluso aparte de la nefasta primera impresión que me dio William en el tren, parecía un hombre sabio en su materia, todo un experto y, por ende, interesante. Así pues, tomé su libreta y su pluma y, sentada de piernas cruzadas en un taburete alto cerca de dónde Will quot;operabaquot; el siniestro cuerpo, me dispuse a plasmar en papel sus impresiones, ideas y cualquier posible teoría que pudiera ser interesante para la posterior resolución del caso. Hacía años que había abandonado los estudios y olvidado mi bonita caligrafía pero, tal y como repetía una y otra vez mi viejo profesor de literatura: quot;los estudios son la semilla de una bonita flor que acabará por florecer...quot;
  • 14. Turno 8 – Investigando al Santo Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis 10:50 am William había recuperado el entusiasmo y recuperado su espíritu científico, desaparecido el día anterior a causa de los excesos con el alcohol. Pese a que la visión del cadáver fue mucho peor de lo que ninguno hubiera imaginado, el joven profesor no perdió en ningún instante su interés por el caso y examinó minuciosamente el cuerpo del supuesto santo. Su fisonomía y constitución, así como su estructura ósea, era sin duda humana, pero había ciertos detalles muy extraños, como sus dientes y largas uñas, que exigían una explicación que, en esos momentos, William no supo dar. Bryan fue el primero en abandonar el lugar, ligeramente mareado, seguido de Matilda que se preocupó de que su amigo estuviera bien. En la cocina se encontraba Madame D´Anjou, rezando con gran devoción. Bryan: Madame, ¿dijo el Padre McBride cuándo regresaría? O al menos, ¿sabe dónde está? Madame D´Anjou: Salió muy temprano y simplemente me dijo que no volvería hasta la tarde, que tenía que ocuparse de ciertos asuntos. Bryan: ¿Sabe si estaba leyendo algo en estos momentos? Es importante. Madame D´Anjou: No lo sé, pero si quieren les llevaré a la biblioteca. No es muy grande, pero contiene algunos volúmenes interesantes. Pero si quieren investigar algo más a fondo, yo les recomendaría la Biblioteca Nacional de Quebec. Si un libro existe, debería estar allí. Por cierto, les dejaré un par de llaves de la Iglesia. Tengo que salir un momento a comprar y a llevar el encargo del señor Schmidt, pero no tardaré mucho. Por favor, que sus amigos cierren la puerta del congelador al salir. Matilda: Bryan, ¿qué te parece si vamos a comprar algo de ropa para el entierro?. De paso podríamos echar un vistazo a esa Biblioteca. Bryan asintió y dio el aviso a Dirk de que saldría con Matilda un momento. Se reunirían de nuevo en la iglesia en unas horas. Dirk: Bien, el señor Thorndick está elaborando alguna teoría y la señorita Adams le asiste. Mientras tanto y como quiere revelar las fotos, yo echaré un vistazo por ahí y en la biblioteca de McBride. Cuarto oscuro 11:22 am Mina nunca había entrado en un cuarto oscuro, pero estuvo encantada de ayudar a William a revelar sus fotografías. Para ello usaron una de las habitaciones desocupadas del antiguo seminario. La nueva labor de la joven cantante le resultaba muy agradable y descubrir la verdadera faceta intelectual de William hizo que comenzara a mirarle con otros ojos.
  • 15. De no haber sido por la mala iluminación del sótano, las placas hubieran resultado excelentes instantáneas de la tumba. Sin embargo, y pese a las sombras, eran suficientes para documentar un informe completo del caso. Además, el cadáver si que apareció perfecto. Satisfecho, colgó sus fotos de una pinza y fue con Mina en busca del detective. Ya sólo quedaba esperar a que secaran del todo. (...) Mientras tanto, Dirk deambulaba por la iglesia en busca de cualquier detalle que se les hubiera escapado hasta entonces. Le sorprendió que Madame D´Anjou dejara abierta la puerta de su dormitorio, no así Philip McBride, que si había cerrado la suya. La tentación de intentar abrirla y buscar en su interior desapareció pronto. ¿Cómo explicarlo luego? Casi sin darse cuenta, había terminado en la sala de la caja fuerte. Los recuerdos de su pesadilla afloraron de nuevo al pensar que allí se ocultaba la reliquia, ese fatídico corazón perfectamente conversado pese al inexorable paso del tiempo. Intentando sacudirse los malos pensamientos de la cabeza, el detective se fijó en algo. En la parte exterior de la caja fuerte, justo en la zona donde por dentro estarían las bisagras, encontró los destellos de unas marcas, arañazos sobre la pintura y el metal de la caja. Todo apuntaba a que eran consecuencia de un intento fallido por forzarla, pero ¿cuándo? Para asegurarse, abrió la caja y comprobó que el corazón seguía en su sitio. En efecto, así era. La nueva visión del corazón le provocó una imagen en su mente. Fue apenas una fracción de segundo, pero la nitidez fue absoluta. “El libro de las Odas” , ese era el título del libro que cogía en su sueño... Biblioteca de la Iglesia 12:09 pm De nuevo reunidos, William, Dirk y Mina se dispusieron a buscar datos relevantes acerca del santo, su vida y milagros y todo aquello que pudiera resultar de utilidad. William no tardó en dar con un ejemplar, “Vidas de los Santos”, en el que se relataba la biografía de innumerables santos de todas las épocas. Por supuesto, se incluía a San Cutis. William: Miren, creo que he encontrado algo interesante. Sus compañeros escucharon con atención, mientras William les leía un pasaje. Mina aprovechó para tomar algunas notas al respecto. San Cutis nació en Inglaterra en 1458. Bautizado como Jaime, sus padres murieron cuando era aún muy joven, y creció en el Orfanato del Sagrado Corazón De María. El nombre de Andrés viene de su lugar de nacimiento en Londres, cerca de la Cruz de San Andrés. A la edad de trece años, fue adoptado por un tal Hatum Cutis, que se convirtió en su tutor hasta que tomó los votos sacerdotales a los veinte años. Se acostumbró a utilizar tanto el apelativo de Cutis como el de Jaime. Su energía, inteligencia y piedad, le grajearon una rápida influencia en Londres, Ruán (Francia) y, finalmente, en Roma. En 1509, durante una peregrinación a Jerusalén, realizó tres milagros; curó a un hombre moribundo, aplacó una tormenta, y durmió sobre piedras afiladas como cuchillos para escarmentar a los incrédulos. Regresó a Inglaterra, donde se
  • 16. formó un pequeño culto en su nombre. En 1516 entró de nuevo en el Imperio Otomano y se cree que allí se le martirizó. Fue beatificado en 1547 y canonizado en 1591. Que muriera como un mártir ayudó sin duda a adquirir la santidad, pero su vida también demostró las cualificaciones necesarias para conseguirlo, tal y como afirma la Santa Sede. Esos requerimientos incluyen la reputación como santo, la cualidad heroica de sus virtudes y la prueba de que realizó, al menos, dos milagros. Francis X. MacDowell. Pétalos de la Rosa de Dios (Edición de bolsillo de Vidas de los Santos) Biblioteca Nacional de Quebec 11:15 am El taxi les dejó cerca de la Biblioteca, en Sherbrooke Street Oeste. Ambos necesitaban aquel paréntesis y no habían dejado de hablar en ningún momento. Tenían una buena provisión de tabaco, Matilda un nuevo vestido oscuro y Bryan un par de corbatas y una camisa. Lamentablemente, hubieran necesitado mucho más tiempo para ponerse al día de todo, pero se prometieron no volver a separarse por tanto tiempo. Antes de entrar en la Biblioteca, Matilda quiso comentar a su amigo sus sospechas acerca del ama de llaves. Nada concreto, más bien intuición femenina y Bryan sabía que la germana poseía una cualidad para analizar a las personas, así que sus advertencias fueron tenidas en cuenta. Ya entre los pasillos repletos de libros, Matilda y Bryan comenzaron a buscar información sobre San Cutis. No fue complicado dar con una pequeña biografía del santo. Jaime de la Cruz de San Andrés fue amparado por el Sagrado Corazón de Santa María después de que sus padres murieran en un incendio. El tutor de Jaime fue un tal Hatum Cutis, un marchante extranjero que decía ser moscovita, de quien tomó el nombre. Hatum murió en un incendio cuando Jaime (Cutis por aquel entonces), tan solo contaba diecisiete años. Poco después, en la sección de libros raros, Bryan encontró una pequeña alusión al Santo en un volumen titulado “Los mártires de las Cruzadas”, que mostró satisfecho a Matilda. Existe un relicario de San Cutis en la parroquia de San Pío VIII, en Faggia, una ciudad de la Toscana. Se trata de un relicario de oro que contiene un fragmento de hueso de San Cutis. Desde Montreal se ha solicitado la custodia de dicha reliquia. Algo desconcertados por sus hallazgos, regresaron a la Iglesia, deseando que sus compañeros hubieran tenido más suerte que ellos. Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis 12:26 pm Madame D´Anjou estaba terminando de preparar la comida cuando Bryan y Matilda regresaron a la parroquia. Tenían el tiempo justo para comer y acudir al cementerio. El grupo se reunió e intercambiaron datos mientras el ama de llaves preparaba la mesa.
  • 17. Durante la comida, Bryan se fijó más detenidamente en Denise D´Anjou, corroborando las palabras de Matilda. No dejaba de hacer pequeños rituales, algo obsesivo sin duda. Aunque muchos de ellos eran de tipo religioso, otros estaban muy lejos de serlo. Madame D´Anjou: Se me olvidaba, señor Schmidt. El doctor Auberjoines me ha dicho que mañana por la mañana tendrá listos los resultados de su análisis. Tenga, esta es la dirección, no está muy lejos de aquí. Dirk: Muchas gracias Madame. Después de otra demostración culinaria de D´Anjou, los investigadores se prepararon para acudir al sepelio. El ama de llaves les pidió un taxi y mientras esperaban Bryan se dirigió a ella. Bryan: Perdone Madame, hemos leído que existe otra reliquia de San Cutis y que alguna iglesia de Montreal la ha solicitado. ¿Sabe algo al respecto? Madame D´Anjou: Sí, está aquí, en la capilla. – se santiguó - El padre Philip lo arregló todo para pedir su custodia a Faggia en honor de la apertura de San Cutis. Estaba muy orgulloso de poder exhibirlo pero todo cambió cuando encontraron el cuerpo del sótano. Desde entonces tiene guardado el relicario. William: ¿Por qué haría eso? No tiene ningún sentido. Madame D´Anjou: Es muy triste. Su corazón está confuso. Desea con todas sus fuerzas que el cuerpo sea del santo, pese a que la voz del relicario y la del cadáver son muy diferentes... No sabe escuchar – dicho esto, comenzó a frotar sus manos repetidamente. Antes de que nadie pudiera replicar, se escuchó el sonido de un claxon. El taxi había llegado. ********** MINA ADAMS La muchacha de Kansas estaba exultante como una niña pequeña. Toda la mañana atareada con William, aprendiendo esto y lo otro, elucubrando posibles teorías a cada cual más misteriosa e inverosímil pero a la vez ninguna descartable... Sentía la vida fluir por sus venas... Parecía la eficaz ayudante de un espía americano que andaba detrás de algún hallazgo increíble y revelador... como en las películas. Le gustaba poder ser de ayuda a alguien que, desde esa misma mañana, había pasado de ser un pelele que no sabía beber, a ser un tipo de un intelecto fuera de lo que Mina estaba acostumbrada a tratar. Su sentido del humor era fresco y espontáneo y, para ser sinceros, era más guapo que Bryan... La atribulada mente de Mina iba y venía entre fantasía y realidad, como un péndulo que se mueve rítmica y apresuradamente. La comida llegó justo a tiempo y el menú canadiense de Madame D'Anjou no defraudó a nadie; exquisito, como era de esperar. Durante la comida se hicieron varios comentarios interesantes. Parecía que Bryan y Matilda lo
  • 18. habían pasado bien de compras y en la biblioteca... y Mina no dejaba de preguntarse si entre ellos dos no hubo (o había) algo más que una sencilla y vieja amistad. Cuando Bryan sacó a relucir el tema de la segunda reliquia de San Cutis en forma de hueso, la señora Denise D'Anjou reaccionó con brusquedad y casi hostilidad hacia el proceder del padre McBride. Para Mina la cosa estaba mucho más clara: quot;Bueno... ahora lo tenemos mucho más sencillo. - Adujo decidida Mina -. Si tomamos el hueso de San Cutis como verdadero sólo hay que comprobar si al esqueleto que tenemos en el congelador le falta esa misma parte y si encaja. De ese modo sabremos si ese cuerpo perteneció a San Cutis o no. Lo cierto es que no se como no se le ha ocurrido al padre McBride hacer esa misma comprobación para saber de cierto si es una reliquia verdadera o no. ¿Qué piensas tú... querido William? ********** WILLIAM El joven Thorndick no podía entender que había pasado con su profesor, cada pieza de evidencia que encontraban alejaba más la posibilidad de que el cadáver que estaba en el congelador hubiese sido alguna vez Jaime de Andrés. La lectura del pasaje del libro de los santos descartaba cualquier posibilidad de un viaje del santo al nuevo mundo, al menos tan al norte. Si mal no recordaba en 1497 un italiano había reclamado la isla de Terranova para la corona británica, pero no fue hasta 1534 que los franceses comenzaron a explorar la cuenca del río San Lorenzo, y si mal no recordaba Montreal había sido fundada en 1634, más de un siglo después de su muerte. Si bien cabía la posibilidad de que su cadáver hubiese sido encontrado y trasladado, William dudaba seriamente de que esa teoría tuviese raíces firmes. Por empezar, si realmente había sido torturado y muerto por los turcos en 1516, lo más posible es que sus huesos no descansasen enteros en una sola localización, o al menos en un sepulcro. Dudaba que alguien se hubiese tomado el trabajo de rastrear el desierto buscando los huesos de un santo, y si lo hubiese hecho el resultado estaría en este momento en el Vaticano, o el British Museum como una colección de fragmentos de huesos, no en Montreal, y definitivamente no en la forma de esa momia. William iba hablando en voz alta y clara, consciente de que Mina intentaba seguirle el ritmo para plasmar en papel sus desvaríos, cada tanto se detenía y se acercaba a la joven para ver como iba. La ayuda de la joven estaba resultando inestimablemente útil, si él hubiese tenido que escribir seguramente se hubiesen perdido algunos de sus pensamientos más fugaces. El almuerzo interrumpió el tren de pensamiento de William, pero no completamente. Su cabeza seguía dando vueltas alrededor de las cosas que no encajaban en ese rompecabezas. Habló poco y distraídamente, solo se enfocó cuando nombraron la reliquia. Definitivamente Phillip McBride no era el mismo hombre que había conocido. Sin embargo lo que más le llamó la atención fue el comentario de Madame D'Anjou acerca de las voces del cadáver y del relicario. Más de un arqueólogo, al referirse a un hallazgo, dice que este le ha contado su historia. Esto tiene un sentido metafórico, sin embargo por alguna razón el comentario de la mujer había sonado muy
  • 19. literal. Cuando Mina planteó su teoría, una sonrisa triste se aposentó en su rostro. - Me temo querida Mina que precisamente esa debe haber sido la primera idea que pasó por la mente de Phillip, y que no lo ha hecho precisamente porque sabe que el fragmento de hueso no pertenece al cadáver. Aún así no estaría mal hacer la prueba, claro que para eso necesitaremos el fragmento. Discúlpenme un momento. William salió de la habitación y se dirigió al cuarto oscuro, a esa altura las fotos ya debían estar secas. Con cuidado tomó aquellas en las que se veía el almohadón de piedra y las joyas en el cadáver y las puso en un sobre manila. Luego volvió al comedor. - Madame D'Anjou, quisiera que luego me cuente acerca de las voces del cadáver y la del relicario, creo como usted que a quien tenemos en el congelador no es San Cutis. También quisiera saber donde puedo comprar papel encerado y carbonillas- William se dirigió al perchero y puso el sobre con las fotos en su abrigo. - Saldré con ustedes pero no iré al entierro, presenten mis disculpas a los Lavoie, tengo mucho trabajo que hacer aquí y no puedo perder la tarde. Bryan, ¿Me indicas como llegar a la Biblioteca Nacional? William tenía pensado investigar tres cosas en la biblioteca, primero la historia de Montreal y especialmente de la iglesia de San Cutis, luego le tocaría el turno a las joyas, debía averiguar lo más posible de su procedencia. Finalmente investigaría lo que pudiese sobre el almohadón de piedra. Cuando volviese, bajaría al sótano y con paciencia tomaría un grabado del almohadón apoyando el papel encerado y pasando la carbonilla sobre el mismo, haría varias láminas aplicando presiones diferentes en cada una para tener una idea de los distintos relieves de la piedra. ********** MATILDA Me quedé preocupada al salir del encuentro con el muerto. Más que la visión en sí, que de tan horrible me parecía irreal, por la perturbación que de inmediato apareció dibujada en el rostro de mi querido Bryan. Salió cejijunto y alterado de la cámara y se dirigió al ama de llaves sin disimular su recelo respecto a su viejo amigo, el padre Philip. Abiertamente se interesó sobre las lecturas que frecuentara McBride en aquellos momentos y la mujer, mostrándose comprensiva y colaboradora, no dudó en sugerirnos un par de lugares donde encontrar información. Por otro lado me sentí aliviada: la resolución y seguridad con que William tomó las riendas de la investigación de inmediato, le daría un tiempo a Bryan para poder reflexionar acerca de todo lo acontecido, sin la presión de la responsabilidad que hasta ahora casi totalmente había recaído sobre él. Dirk también parecía dispuesto a tomar el relevo en cuanto hiciera falta.
  • 20. No me cabe duda alguna de que Madame D´Anjou es una buena mujer, ferviente católica y verdaderamente leal al párroco, por el que no sólo parece sentir respeto, sino verdadero aprecio. Pero empecé a sospechar al salir de aquel cuarto, que mi amigo no era el único suspicaz respecto a los cambios que parecía haber experimentado su viejo y admirado maestro en los últimos tiempos. La mujer parecía verdaderamente aliviada con nosotros allí, tal vez por poder compartir con alguien que contara con la confianza de su jefe, las dudas e inquietud que los cambios en el comportamiento de éste le habían suscitado. Empecé a leer en sus extraños rituales y devotos rezos, una forma casi compulsiva de intentar aplacar la ansiedad de su alma, por los extraños sucesos de los últimos tiempos en aquella, hasta entonces, apacible parroquia. Bryan no dudó en aceptar la oferta de un paseo reparador. Le propuse ir caminando en busca de alguna Boutique por el Vieux Montreal. Así podríamos charlar tranquilamente y tomar el aire mientras estirábamos las piernas. Le pareció buena idea, ya que contábamos al menos con un par de horas antes de comer. Madame D´Anjou nos sugirió ojear las tiendas cercanas al Mercado Bonsecours, indicándonos el camino y hacia allí nos dirigimos. Mi amigo se mostró pensativo y silencioso al salir de la parroquia y decidí callar un rato para no interrumpir la cadena de pensamientos que parecían tenerlo apresado desde hacía unos minutos. Entendía por experiencia propia, que la mente, apabullada a veces, necesita orearse antes de seguir trabajando. Esa era la ventaja de la antigua amistad que nos unía. Podíamos hablar como cotorras o callar como difuntos, sin sentirnos obligados en uno u otro sentido. Y hay que reconocerlo: entre un hombre y una mujer no suele surgir ni mantenerse este tipo de amistad, leal por un lado e incondicional por otro. Sin jugar al jueguecito del cazador cazado. Para mí era un tesoro que quería preservar a toda costa. Me gustaba especialmente cuando Bryan me había presentado en alguna ocasión diciendo: Esta es Matilda; mi mejor “amigo” chica. Y reíamos ambos con un gesto de complicidad que solía dejar incrédulo a nuestro interlocutor. Mientras le daba su tiempo, me dediqué a contemplar las hermosas edificaciones del siglo XVIII, la impresionante fachada de la gran Basílica de estilo neogótico, creo, que compartía nombre con la de París y el ajetreo de las estrechas calles, plagadas de calesas y velomotores que circulaban en ambos sentidos y de transeúntes muy bien vestidos en su mayoría, imagino que por provenir de un barrio más bien distinguido... Algún coche, impecablemente resplandeciente, tocaba el claxon de vez en cuando, más que por necesidad pienso, por hacerse de notar. Tras entrar en un pequeño establecimiento que anunciaba tabaco, para aprovisionarnos de éste, la mirada de Bryan se despejó de pronto, como si los nubarrones de su cabeza estuvieran disolviéndose con la caminata... Sonrió, me besó la mejilla y tomándome de nuevo del brazo me dijo: - Matilda, disculpa mi comportamiento... Necesitaba aclarar algunas cuestiones en mi mente y no quería aturdirte con mis pesarosos pensamientos... ¿Estás bien? - Sí, si tú lo estás. - Ya sí... ¿Y tú... por cierto...que opinas de todo esto? - Ufff... ¿De qué, del asunto del santo? ...- Bryan asintió -. - Verás... de momento sólo intuyo que es tan grande el fervor de Philip por que se cumpla su deseo de tener al santo en la parroquia, que es incapaz de ser medianamente racional u objetivo con el tema. Por eso os llamó a vosotros, pienso. Confía en vuestro criterio.
  • 21. - ¿Crees que alguien pueda estar manipulándolo, aprovechándose de esa vehemencia suya e instrumentalizando al supuesto santo, para satisfacer un interés mucho más mundano y terrenal que el de Philip, “el párroco”? - Podría ser... Tu amigo habrá sido una eminencia, un profesor de reconocido prestigio y probada solvencia profesional, pero hoy por hoy, sus nuevas creencias o algo más, algo distinto..., lo está cegando, le está haciendo perder un poco el norte. La verdad, Bryan, cuando anoche le oía hablar tras la cena de la reliquia con aquel entusiasmo, me pasó por la mente que estuviera verdaderamente trastornado... Me gustaría que llegáramos al fondo de la cuestión, por el bien del buen hombre. Aproveché ahí, para sugerirle que hablara a solas con el ama de llaves con delicadeza, a ver que pensaba ella verdaderamente de todo este asunto -. Y cambiando de tema radicalmente le espeté: - Y tú... ¿qué opinas del hermano de la Sta. Lavoie?. ¿Qué sensación te causó? - Mujer... en vistas al embrollo donde nos vimos metidos, trigo limpio no, desde luego... ¿Por qué te cae tan mal ella? -No sé, su aire altivo de autosuficiencia, supongo... Desde que sufrí la persecución y el acoso de multitud de “niñas de papá” en mi viejo colegio, odio a las señoritas “ de buena familia”, a las “niñatas caprichosas” que se creen especiales por el mero hecho de portar tal o cual apellido. Debe ser algo así. Bryan salió en su defensa aduciendo que al fin y al cabo ella era una muy buena actriz, además de “niña de papá”. Sonreí y preferí no añadir nada a su comentario... Enseguida pasamos frente a los escaparates elegantes de una tienda de ropa femenina. Bryan me animó a que entrara a probarme el vestido de mangas anchas y livianas que lucía el maniquí. Era negro, como requería el protocolo, pero versátil. Despasando algunos de los botones de la parte superior para descubrir mi escote, podría servir también para eventos menos solemnes y adaptarse mucho más a mi estilo desenfadado y según algunos, provocador... Bien abotonoda hasta el cuello, serviría también para sentirme a la altura de nuestros anfitriones a la hora de cenar. Bryan se eligió mientras una camisa blanca y un par de pañuelos para el cuello en la tienda de caballeros de enfrente y nos reunimos de nuevo en la acera. Allí mismo pedimos el taxi que nos conduciría hasta la Biblioteca Nacional... No había mucho tiempo, pero el hallazgo más interesante y desconcertante lo hizo Bryan. Se trataba de un corto artículo que hablaba de una vieja reliquia (un hueso de San Cutis o algo así) que se guardaba en una pequeña iglesia en Italia. ¿Si le faltara un hueso al muerto de esta mañana nos tendríamos que haber dado cuenta alguno, no? Pregunté. No contestó, de nuevo pensativo... Marchamos deprisa a la iglesia por temor a preocupar a nuestros compañeros, puesto que ya faltaba poco para la hora del entierro y teníamos que comer y prepararnos. El rosbif con puré de castañas y los tomates asados, para chuparse los dedos. La charla muy animada durante la comida, todos agitados y dicharacheros en la puesta en común. Cada cual comentó sus andanzas matutinas y sus conjeturas y me hizo gracia ver la carita de admiración que Mina ponía cuando William expuso su hipótesis. ¡Menudo cambio! Mientras me acababa de peinar frente al tocador, antes de partir hacia el entierro, me sobrevino un fugaz pensamiento, no sé aún si desafortunado, pero impertinentemente intenso: seguir al padre Philip en una de sus salidas de la parroquia. Tratar de averiguar dónde iba y con quién se reunía cuando marchaba para tantas horas de su hogar, repleto de gente. En las horas que
  • 22. llevábamos allí instalados, apenas si había compartido con nosotros una cena y una rápida sobremesa. Luego nada. No es la conducta típica de un anfitrión y menos teniendo en cuenta el motivo de nuestra estancia allí. Ni siquiera había encontrado aún la ocasión de reunirse privadamente con sus dos antiguos y fieles amigos. A mí aquello me resultaba chocante, y más aún tras la última conversación con Bryan... ********** DIRK Mina: Bueno... ahora lo tenemos mucho más sencillo. Si tomamos el hueso de San Cutis como verdadero sólo hay que comprobar si al esqueleto que tenemos en el congelador le falta esa misma parte y si encaja. De ese modo sabremos si ese cuerpo perteneció a San Cutis o no. Lo cierto es que no se como no se le ha ocurrido al padre McBride hacer esa misma comprobación para saber de cierto si es una reliquia verdadera o no. ¿Qué piensas tú... querido William? William: Me temo querida Mina que precisamente esa debe haber sido la primera idea que pasó por la mente de Phillip, y que no lo ha hecho precisamente porque sabe que el fragmento de hueso no pertenece al cadáver. Aún así no estaría mal hacer la prueba, claro que para eso necesitaremos el fragmento. Discúlpenme un momento. Dirk: Lamento entrometerme, pero... No serviría para desmentir el asunto. Si el fragmento encaja, aunque no sea una prueba definitiva, pues el azar a veces juega malas pasadas, seria sin duda importante. Pero si no encaja... ha pasado mucho tiempo desde la muerte de San Cutis, y el tiempo todo lo borra, me temo. Salvo quizá ese extraño corazón, pero eso no viene al caso. Como digo, el no encajar no seria, ni mucho menos, una prueba irrefutable de que no pertenecieron al mismo cuerpo en su momento. Aquel breve intercambio de frases sirvió para poner un poco de orden en su cabeza. Desde que se levantase, estaba agitado. Algo rondaba su mente, pero no a las claras. Estaba en el fondo, y eso le sacaba de quicio. Entonces lo vio claro. Tras ver el corazón de nuevo, un pensamiento se había introducido en su mente, pero... no había sabido que hacer con él. Ahora caía en la cuenta: quot;El libro de las odasquot; era el libro que aparecía en su pesadilla. El que él mismo escogía. O bien lo había visto en algún lado, y por alguna extraña razón su mente lo introdujo en la pesadilla, o era otra de sus corazonadas. Sólo había una forma de saberlo: conseguir ese libro. A él no se le daban bien esas cosas, era más de preguntar a la gente que de buscar libros, pero... Dirk: Señor Thorndick... me temo que seré más útil en el entierro, si sucediera algo, cosa que no descarto. Pero... referente a la investigación, me preguntaba si podría intentar conseguir en la biblioteca una copia de un libro llamado quot;El libro de las Odasquot;. Por otra parte... quizás les interese saber a ustedes que la caja fuerte... sufrió un intento de forzarla. Me temo que el corazón interesa a alguien. O quizá el manuscrito. Bien pudieran ser ambos, pero lo importante es que hay más gente tras esto. Lo que quiera que esto sea... - las ultimas palabras eran de plena resignación. Odiaba no saber por donde agarrar un caso. Y ahora... estaba cerca de esa situación. Cuando el taxi llegó no les dio tiempo a interrogar a Madame D'Anjou, pero Dirk anotó mentalmente el detalle. Según la mujer, el padre McBride quot;no sabia escucharquot; las voces de relicario y cadáver. Aquella forma de hablar... si, aquella forma de hablar le hizo volver la mente a las historias sobre las brujas de su Salem natal. Brujas... ¿Podría ser la señora D'Anjou una bruja?
  • 23. Algún tipo de culto celta, encargada de velar de algún modo por que nadie hallase el cadáver. Una especie de guardiana de la tumba de aquel... hombre, fuese quien fuese. Aquello no tenia sentido, pero... ¿Que lo tenia? En un último y súbito impulso, Dirk se disculpó. Dirk: Me temo que me perderé el entierro, y mal que me sabe. Excúsenme ante la señorita Lavoie, y ante su hermano. Pero... me temo que acompañaré al señor Thorndick. Justo después de un par de detalles, si a él no le importa que sea yo quien le acompañe, y está dispuesto a concederme esos minutos... ********** WILLIAM (respondiendo a Dirk) - Ningún problema detective, de hecho me gustaría hacerle unas preguntas a nuestra ama de llaves antes de partir. Sinceramente me intriga lo de las quot;vocesquot;. Su ayuda me será útil. ********** MINA ADAMS Las perlas eran exactamente lo que se esperaba de una mujer que asistía a un entierro y, los pendientes que le regaló aquel quot;ferviente admiradorquot; hacía ya tres años eran perfectos para la ocasión. Cuando las mujeres bajaron por la escalera Mina no pudo evitar observar el precioso vestido que lucía su nueva amiga Matilda y, con sinceridad y admiración se deshizo en halagos para con Matilda. Ella estaba nerviosa. Probablemente habría un gran tumulto en las puertas del cementerio y ellos conseguirían evadir la seguridad de la familia Lavoie y posicionarse como amigos de la familia a ojos de curiosos y paparazzis. Era morbosamente excitante aquella situación. Mina lo tenía todo planeado... su recatado vestido, los guantes pequeñitos de blonda, las perlas y un casto recogido contrastaban con la blanca piel empolvada de la joven y sus labios color granate. Deseaba acercarse a Celine con gesto solemne y estrechar entre sus brazos a su gran ídolo y decirle al oído cuánto lamentaba su pérdida... mientras docenas de periodistas se preguntaban quién sería la misteriosa nueva amiga de la super estrella. Camino del cementerio, en el taxi, iba visualizando la escena una y otra vez de modo que no podía evitar esbozar una leve sonrisa de satisfacción y extravagante placer al imaginarlo. Sólo era interrumpida aquella repetitiva escena por retazos del cadáver del supuesto santo... como imágenes que se resistían a huir de la mente de la muchacha de Kansas. Y se preguntaba... ¿trataría William de comprobar la conexión del hueso con el cadáver? ¿Cuál
  • 24. sería el resultado? ¿Qué acerca del manuscrito en copto? Y... ¿cómo reaccionaría Mina ante el reencuentro con el perturbador Stephane? ********** BRYAN WEST Que fatalidad. La visión del maldito ser cadavérico me persigue, incluso aquí a la luz del día en la mejor de las compañías. No me encuentro bien, ese despojo... me ha aguado la fiesta. Trato de disimularlo ante los demás, no quiero preocupar a nadie con nimiedades. En todo caso, discretamente conmino a Dirk a que deje el puñetero congelador cerrado a cal y canto. La mañana de compras por Montreal con Matilda me hace recuperar el color. El mundo sigue ahí, y los siniestros sótanos oscuros son algo circunstancial. Mi amiga me confiesa sus sospechas acerca del ama de llaves. Aquí en esta ciudad parece que te puedes encontrar rarezas en cada rincón. Escucho pacientemente y con interés sus ideas acerca del posible trastorno de McBride, sus motivaciones, nuestra presencia aquí... me apetece fumar y compartir. - Sí, desde luego esa mujer, no tiene nada de normal. Cocina demasiado bien (sonrío, camuflado entre el humo del cigarrillo)... en serio, esos pequeños rituales supersticiosos son inquietantes, pero al menos sí que parece más cuerda que el padre Philip. ¿Estoy preocupado por él, sabes? Tendremos una charla cuando regrese... me gustaría que estuvieses presente. Incluso empiezo a creer que tal vez alguien lo está manipulando de alguna forma, una idea puede que descabellada, pero ya no me fío ni de Madame D'Anjou... aunque hablar con ella en privado es mi intención cuando haya tiempo. Tras el brusco cambio de tema, salió a relucir de nuevo la antipatía que Matilda le profesaba a la Lavoie. Era comprensible en cierto modo, pero yo no podía evitar seguir cegado por aquella dama fascinante. No así por su hermano, elemento de quién haríamos bien en cuidarnos. Nuevos escaparates incitantes atajaron la conversación. No todo iba a ser espesa intriga. Tiempo después, percibí que la visita a la Biblioteca tampoco era lo fructífera que hubiese deseado, pero al menos pudimos confirmar que McBride necesitaba una temporada en la Riviera, al sol y lejos de misticismos mal enfocados. Otro cigarrillo, por favor. Ya en San Cutis, almuerzo e intercambio de información y conclusiones. Constato con satisfacción que William se encuentra por fín en su salsa, ágil de mente e inquisitivo, y por lo visto bien secundado por la muchacha. Más inquietante fue la afirmación de Dirk de que la caja receptora del corazón había sido asaltada. - Dirk (ya lo tuteo habitualmente), ¿se podrían sacar conclusiones sobre las marcas de la caja?. Quiero decir, si fueron hechas con alguna herramienta, o con qué... y si son recientes. Por educación mantengo a raya mi deseo de fumar en la mesa. Tengo que dejarlo, pero me cuesta con afirmaciones como la de Madame D'Anjou. Madame D´Anjou: Es muy triste. Su corazón está confuso. Desea con todas sus fuerzas que el
  • 25. cuerpo sea del santo, pese a que la voz del relicario y la del cadáver son muy diferentes... No sabe escuchar - ¿Voces, qué voces?. Supongo que lo dirá en sentido figurado, es decir, no se refiere a voces que suenan en su cabeza, sino a las evidencias que muestran, por un lado el relicario y por otro el... cadáver. De todas maneras, alguien tiene que tratar con Philip, con franqueza y lo más firme posible dadas las circunstancias. Es un buen hombre, pero no es concebible que siga engañado durante más tiempo. Dígale cuando le vea que cuando regresemos de nuestro quot;compromisoquot; deseo hablarle, por favor Madame. Después de todo, parece que la embajada que acudirá al entierro será reducida. Matilda, Mina y yo mismo. Eso me convierte en el héroe cuya hombría planeará sobre el escenario. Claro que, si vuelve a haber problemas, la presencia de Dirk se echará en falta... que se le va a hacer. **********
  • 26. TURNO 9 – El funeral y el Terranova Iglesia del Sagrado Corazón de San Cutis 13: 45 pm Las palabras del ama de llaves no dejaron indiferentes a ninguno de los presentes que, rápidamente, le preguntaron acerca de esas quot;vocesquot;, casi convencidos de que hablaría en sentido figurado. La respuesta les dejó helados. Madame D´Anjou: Distingo diferentes armonías en torno al cadáver y al relicario del hueso. William: ¿A qué se refiere con quot;armoníasquot;? Madame D´Anjou: Verán, desde niña percibo esquemas y auras. Es cuestión de fe. Todo tiene voz y no hay duda de que ese cuerpo no es de San Cutis. Dirk: Madame, ¿hay alguna forma de que otros puedan escuchar esas voces? Madame D´Anjou: Si... - dijo frotando sus dedos una y otra vez - Sé cómo hacer que las voces hablen directamente - Su pie derecho comenzó a golpear repetidamente el suelo, manteniendo el talón en contacto con él - Si, tal vez puedan aprender algo de las voces. Puedo preparar una lectura en unas horas, si así lo desean. Esta noche... Dicho esto, dejó de moverse. Se santiguó dos veces y esperó una respuesta. Dirk: Creo que me apunto. El taxista volvió a tocar el claxon. Bryan sacudió su cabeza como queriendo olvidar la conversación, pero era imposible. Bryan: Hay que hablar de eso con más calma. Nos veremos luego aquí, suerte en la Biblioteca. El joven William y el detective privado, ahora solos con Denise D´Anjou, pidieron a ésta ver la otra reliquia. No se perdía nada por comprobar la teoría de la señorita Adams. Lejos del altar principal de la Iglesia, una pequeña capilla custodiaba el relicario. En su interior había otro altar, una cruz, un par de banquetas para arrodillarse y una acuarela de quot;María sosteniendo al Niñoquot;, donación de un parroquiano, según informó el ama de llaves. Madame D´Anjou se santiguó una vez más y rezó varias letanías arrodillada frente al altar antes de mostrarles los restos del santo. En un nicho bajo el altar se hallaba una pequeña caja de oro en forma de relicario. Con mucho cuidado abrió la tapa, descubriendo un trozo de hueso. Poco o nada se podía comprobar con eso, apenas una astilla, seguramente perteneciente a un fémur. El cuerpo del congelador estaba en un estado tal, que no permitiría comprobar si le faltaba un pedazo tan pequeño. Algo desilusionados, se despidieron de Madame D´Anjou para después dirigir sus pasos a las Biblioteca Nacional. Cementerio Monte Real 14:03 pm
  • 27. Un trayecto de unos veinte minutos en taxi, condujo a la pequeña comitiva al Cementerio Monte Real. En su entrada había varios vehículos, incluyendo un par de limusinas junto a las que esperaban sus respectivos choferes. Bryan, Matilda y Mina caminaron hasta el lugar del entierro en silencio. Las palabras de Madame D´Anjou en las que les invitaba a una sesión de espiritismo, no era algo que se olvidara fácilmente. Desde luego, si había algo claro en aquella experiencia canadiense, era que apenas iban a disfrutar de un momento de respiro. Por fin llegaron, a tiempo de descubrir, en el extremo más alejado de la tierra removida, a un sollozante Jean-Claude Lavoie perfectamente flanqueado por su hijo a la derecha y su hija a la izquierda. Pero si algo resultó sorprendente, fue descubrir a poco más de una veintena de asistentes, dispuestos en semicírculo alrededor de la tumba, además de un sacerdote en la cabecera del ataúd. Ni rastro de periodistas y todo muy lejos de ser una ceremonia masiva. Los cálculos de Mina se alejaron mucho de la realidad. Siendo algo tan íntimo, se quedaron en un segundo plano. El sacerdote recitaba unos pasajes en latín ante el absoluto silencio de los asistentes. Sin otra cosa que hacer, los investigadores observaron a los allí presentes, percatándose de que Jacques Lavoie, el tío de Celine con quien tuvieron un breve encuentro en la estación Viger, no estaba presente. El funeral concluyó y los asistentes caminaron de regreso a sus automóviles. Celine, que caminaba del brazo de su padre, se disculpó un instante para acercarse al grupo. Celine: Muchas gracias por venir. Su semblante serio y triste competía con su belleza. Su vestido negro, ligeramente escotado y su pamela del mismo color realzaban su elegancia y le daban un aspecto frágil que le hacía parecer, si cabe, más atractiva. Los tres le dieron el pésame por la pérdida de su abuelo. Celine: Gracias... Como les mencioné anoche, mi padre quiere hablar con ustedes. Tiene algo que proponerles. Si así lo desean, una limusina les llevará a la mansión Lavoie. Tras agradecerles de nuevo su presencia, Celine regresó al lado de su afligido padre y continuaron caminando hacia la salida. Su hermano Stephane parecía abstraído y no dejaba de escudriñar el cementerio. Parecía alerta e inquieto por algo. El trío cerró la procesión de los asistentes hacia la entrada del Cementerio. Comentaron en voz baja la idea de ir o no a la mansión, cuando las dos mujeres distinguieron a un enorme perro Terranova negro vigilándoles desde una colina cercana, agitando su rabo. Cuando Matilda lo vio por primera vez comprendió que debía tratarse del mismo que mencionaron sus compañeros. Alertado Bryan, confirmó, al igual que Mina, que no había dudas al respecto. El can retrocedió unos metros, sólo para volver a detenerse de nuevo a mirar a los tres investigadores. Repitió ese movimiento varias veces. Matilda: Parece que quiere que le sigamos. Bryan: Ese perro destrozó el cuello a dos hombres... aunque también es cierto que nos salvó. Mina: ¿Vamos?
  • 28. Evitando que alguien se diera cuenta, retrocedieron siguiendo al Terranova. Para su sorpresa, se lo encontraron junto a la reciente tumba de Lucien Lavoie. La herida de su ojo estaba cicatrizada, como si alguien se la hubiera cosido. El imponente perro les miró fijamente con su único ojo y a continuación rascó la lápida con su pata derecha, justo antes de desaparecer a la carrera por entre las tumbas del cementerio. En la lápida había un epitafio, justo en el lugar que les había señalado el animal. LUCIEN LAVOIE 1832 - 1923 L´ours avec trios jambes indique la bonne voie Ne fait jamais un bol grimacer Car le corbeau ne restera pas. Mina: ¿Qué dice? Matilda: Si mi memoria no me falla, creo que pone algo así: El oso de tres patas señala el camino... Ningún cuenco alardea de una cara triste... El cuervo no perseverará. Bryan: Vaya, otra vez el cuervo... Cuando llegamos a Montreal creí ver uno cerca del coche de Celine. Los cuervos abundan en las leyendas y mitologías de los nativos americanos, así como en diversas tradiciones europeas. En general, los cuervos disfrutaban entrometiéndose siempre que podían, robando cosas y engañando a la gente. Cuando un cuervo estaba implicado, se imponía la cautela. Sumamente desconcertados, dieron media vuelta y se dirigieron a la salida. Por el camino discutieron la opción de ir a la mansión de los Lavoie o regresar a la Iglesia con sus compañeros. Biblioteca Nacional de Quebec 14:52 pm William y Dirk llegaron a la Biblioteca Nacional de Quebec dispuestos a atar cabos y completar las informaciones de que ya disponían. El joven arqueólogo buscó datos relevantes acerca de Montreal, en especial, de la Iglesia de San Cutis. Dirk colaboró en la búsqueda, pero la información fue más bien escasa en lo referente a la Iglesia. Montreal fue fundado 350 años atrás, una pequeña aldea a orillas del río San Lorenzo que terminó prosperando rápidamente como un importante puerto fluvial, hasta llegar a convertirse en la principal ciudad de Canadá. En lo referente a la Iglesia de San Cutis, muy poco. Es prácticamente de nueva construcción. La restauración del antiguo seminario católico de Saint Andrews, que quedó destrozado como consecuencia de un terrible incendio, comenzó apenas hacía seis años. No había información de por qué se escogió el nombre de San Cutis para la parroquia. Continuaron su búsqueda con los torques y demás joyas. William mostró al detective su descubrimiento: un libro de la cultura celta. Los torques eran una especie de aros que los guerreros y nobles celtas llevaban en el cuello. Algunos eran un aro simple con florones decorados. Pero existían variedades más
  • 29. robustas, realizadas con dos o más trenzas de metal retorcido, con florones anillados, o de un único conducto de metal hueco. Realizados en bronce y oro, los torques representaban un nivel social alto y tuvieron valor en sí mismos. La mayoría de ellos han sido encontrados en enterramientos. El torque tuvo un origen oriental y en un principio se asoció únicamente con las mujeres, pero posteriormente se descubrió que no era así. Los torques ofrecen un espacio amplio donde disponer una gran variedad de decoraciones, sobre todo a base de formas vegetales como los dibujos de volutas dispuestos en bandas. Algunos artistas se deleitaron con la representación de cabezas humanas y de animales en los extremos, creando así una especie de confrontación en la garganta del que los llevara. Los torques fueron un símbolo de las clases altas, y quizás tuvieron también un significado religioso. Los dioses celtas se representaban luciéndolos o sosteniéndolos, y en muchas ocasiones se utilizaron como ofrendas votivas. El sentido religioso del torque, se extendió igualmente por otras culturas. Así, en la actual Turquía y en otros países de Asia Central, se han hallado restos de sumos sacerdotes enterrados con este objeto y otras joyas como medallones y anillos. La consulta del almohadón de piedra les llevó algo más de tiempo. Ninguna referencia les condujo a nada, pero en el mismo libro en el que William obtuvo información de los torques, se hablaba de que los celtas realizaban algunos bajorrelieves en piedras redondas de gran tamaño, que usaban a modo de lápida en sus enterramientos. No obstante, no era su práctica más habitual. Finalmente, se centraron en la búsqueda del título del libro con el que soñó Dirk, El libro de las Odas. De nuevo William, tras una exhaustiva búsqueda en la sección de libros raros, encontró un interesante ejemplar que mostró satisfecho al detective. El tomo, Libros legendarios, ¿realidad o ficción?, describía una serie de libros en los que se incluía textos únicos custodiados en Bibliotecas de renombre, así como varios volúmenes cuya existencia era, en ocasiones, dudosa o incluso otros de los que se desconocía su paradero actual. El libro de las Odas Se trataba de un volumen escrito en tibetano antiguo, un libro de poesía que contenía una serie de enseñanzas esotéricas de difícil comprensión. La última referencia constatable de su existencia databa de principios del siglo XVIII, cuando varios expertos en lenguas muertas intentaron, sin éxito, traducirlo al inglés. Sus párrafos hacían referencia al quot;corazón que nunca latequot;, quot;el compañero del Señorquot;, quot;Arjaquot; y otros conceptos sin aclaración. la conclusión de los expertos fue que el texto estaba dedicado a una deidad extraña y malévola, que exigía sacrificios y crueldad, y que prometía un gran poder personal si se cumplían ciertas profecías. Habían pasado varias horas en la Biblioteca con resultados interesantes, aunque poco aclaradores. **********
  • 30. WILLIAM Cada pista que encontraban le confirmaba a William que la momia no podía pertenecer a San Cutis. Todo apuntaba a un ritual oscuro, sobre todo si tenían en cuenta lo que habían leído del Libro de las Odas. Gran parte de la imaginería del enterramiento era céltica, pero la sangre sobre el almohadón le hacía pensar más en un sacrificio. Debía averiguar dos cosas, primero si el nombre en la lápida era tan antiguo como la piedra. Debía conseguir algunos componentes químicos al efecto, volviendo hacia la San Cutis compraría lo que necesitaba. También le interesaba ubicar espacial y temporalmente las joyas, quizá al día siguiente visitase a un anticuario, o le preguntaría a Bryan. Esa noche asistiría a la sesión organizada por Madame D'Anjou y mañana seguiría con la investigación. - No sé a ti Dirk, pero a mi el corazón que nunca late me suena al supuesto corazón de San Cutis. ********** DIRK Dirk: En efecto, señor Thorndick. Pero... a veces, las cosas no son lo que parecen. Sin embargo, es un buen punto de partida, desde luego. Aunque personalmente, pensaba ahora en quot;el compañero del Señorquot;. Los adornos de nuestro cadáver... ¿Será el susodicho compañero, o incluso el mismo Señor al que se hace referencia? Sin embargo... Si el libro está en tibetano antiguo, no puede hacer referencia a un hombre celta, probablemente de la época medieval, ¿Cierto? Pero sobretodo... ¿Qué o quien es quot;Arjaquot;? Son muchas preguntas, más de las respuestas que hemos obtenido. Ciertamente frustrante. ********** WILLIAM - Creo mas bien que el cadáver no es más que la víctima de un ritual. Quizá descripto en el libro de las odas y ejecutado por algún cultista de ascendencia céltica. Sospecho que la inscripción que dice Jaime de Andrés en la estela puede no tener que ver con la criatura en si, y sospecho que quizá el propio Phillip o alguien mas puedo haberla tallado luego de haberla encontrado. El estado de salinidad del suelo hace muy difícil hacer análisis para datar realmente las piedras y ladrillos de la cripta, pero quizá si podamos determinar si esa talla es mas reciente que el enterramiento en sí. **********
  • 31. MATILDA Estaba decidida. En la próxima salida intempestiva del padre Philip, me inventaría algún pretexto para escabullirme de la parroquia e ir tras él. Cada vez más me preocupaban sus largas ausencias y extravagancias y todo aquello estaba dislocando el ánimo, normalmente jovial y festivo, de mi querido Bryan. Dirk y William estaban enfrascados ya de lleno en la investigación de la asquerosa momia. Habían decidido no acompañarnos al cementerio. Sospechaban ambos, al parecer, que el cadáver perteneciera a alguien relacionado con el pueblo celta, un gobernante o alguien con mucho poder, de ahí que llevara esa especie de argolla en el cuello y esos enormes anillos dorados. Pero a mí todo aquello me resultaba bastante chocante y rocambolesco. Si la cultura celta prevaleció en Europa durante el primer milenio anterior al nacimiento de Jesús como había oído... ¿qué tendría que ver aquel difunto con un santo católico que vivió alrededor del 1500 d.C.? Y ¿por qué se emperraba el cura en encasquetarle esa poco probable identidad? Dirk, por otro lado, acababa de comunicarnos que el cofre que contenía el corazón había sido forzado sin éxito. Pensé y así se lo dije cuando nos apartamos del pequeño comité que formábamos, que tal vez el obrero Deschamps, tras perder el juicio, había vuelto por la parroquia la anoche anterior con la malsana intención de volver a jugar con la víscera. Probablemente al verse sorprendido por mí, se asustó y comenzó a hacer la crisis que Madame D´Anjou presenció. De hecho había confesado en pleno delirio que quería pedir perdón al santo... - Señorita Matilda, es improbable que las cosas sucedieran de esa manera o por ese orden. Recuerde que Ud. encontró al obrero delirando en los sótanos donde se halla la tumba vacía. Pero el cofre lo guarda el padre Philip en la caja fuerte de su despacho, frente a nuestros aposentos. Esto invalida su hipótesis.- Respondió el detective en un tono decididamente seguro. También me había estado preocupando por lo de las voces que pretendía escuchar Madame D´Anjou. Una de dos; o la asistenta estaba tan loca como el párroco y como el Sr. Deschamps o esta noche acabábamos todos de verdad, alrededor de una mesa jugando a la güija. Desde luego tenía cierta gracia. Bryan me había prometido diversión, pobre, y recién llegados a Canadá nos habíamos desayunado con la momia, nos íbamos a merendar un entierro y teníamos previsto a la noche invocar a unos cuantos muertos más. No creo que fuera éste el concepto de diversión en el que pensara Bryan cuando me invitó al viaje... Por cierto, hablando del entierro, el vestido que me había regalado Bryan me quedaba como un guante. Al bajar las escaleras hubo ovación general y la preciosa Mina se deshizo en halagos. Me encantaba el movimiento ondulante de la amplia falda en capa, que daba un toque ciertamente distinguido al enlutado atuendo. Cuando el taxi tocó el claxon salimos los tres rumbo al cementerio. - Bryan, cielo... ¿No es curioso que en la esquela no viniera el nombre del tío de Celine, Jacques... el que vino a recogerla a la estación...? Bryan asintió distraído. Mina estaba radiante, como una preciosa muñeca de Broadway lista para pasar el gran casting. Le sugerí que camuflara esa deslumbrante sonrisa que tanto la delataba, antes de bajar del coche y darse un baño de multitudes. Me guiñó el ojo, habiendo captado la ironía de mi voz. Pero el despago nubló la alegría de su rostro nada más parar el taxi. Apenas quince o veinte personas aguardaban cerca del nicho a que comenzara el funeral. El hombre joven del sombrero negro que llevaba a Celine del brazo, debía ser su hermano. Nos quedamos los tres juntos, unos cuantos metros por detrás del grupo principal. Ni periodistas, ni muchos amigos, ni admiradores de la
  • 32. actriz... Ni siquiera el tío Jacques. Que raro. Se supone que ese hombre es el hijo del difunto, al igual que el padre de nuestra anfitriona en aquella macabra celebración. Cuando acabó todo, Celine se acercó a nosotros para agradecernos nuestra presencia. Intercambiamos saludos por pésames (no muy sentidos, pero bien interpretados) y fuimos invitados a la mansión con el propósito de conocer al gran padre. Lamentó la ausencia del joven erudito y el detective. - Como dije la otra noche, mi padre os quiere proponer algo, una especie de negocio. A mí la invitación me pilló totalmente desprevenida. Bryan había olvidado mencionarme este detalle, aunque más tarde se disculpó, achacando su despiste al ajetreo de la velada. Pero claro está, aceptamos, y quedamos en seguir a la comitiva hasta la casa familiar. De nuevo, otra sorpresa antes de marchar hacia el taxi que aún nos aguardaba a la entrada. Al girarme hacia la tumba como por instinto, cuando ya el grueso del grupo se aproximaba a la puerta principal donde la familia recibía los últimos pésames, antes de subir a la limusina, vi a un enorme animal oscuro cerca de la tumba. Era el perraco que atacó a aquel hombre anoche, según me confirmaron Mina y Bryan. Parecía querer reclamar nuestra atención en un curioso vaivén de aproximación-evitación. Con cautela decidimos los tres al unísono acercarnos lentamente. Nos quería mostrar algo y con los curiosos movimientos de la cabeza herida y de la enorme cola, nos condujo hasta la lápida. Allí había unas frases escritas en perfecto francés, bajo el nombre y las fechas: nada que ver con un epitafio convencional. Parecía más bien una adivinanza, un mensaje encriptado. L´ours avec trois jambes indique la bonne voie. Ne fait jamais un bol grimacer. Car le corbeau ne restera pas. ¿Osos, cuencos, cuervos...? Delirante, dije. No tiene el menor sentido. Ni siquiera es poesía, añadí queriendo sonreír. Las caras, mezcla de perplejidad e incredulidad que tenía enfrente, reflejaron mi propio asombro. Una sombra de duda comenzó a planear sobre mis pensamientos. El presentimiento que me asaltó tras el primer encuentro con la actriz en su vagón, empezaba ahora a tomar cuerpo. De nuevo, una punzada de miedo se clavó en mi estómago y un interrogante empezó a perfilarse en mi cerebro. ¿De veras aquella tumba contenía el féretro del abuelo? ********** BRYAN WEST En la intimidad, como debe de ser. Siempre detesté esos entierros multitudinarios, en los que puñados de personas apenas conocidas por el difunto presentan sus respetos, en realidad como excusa para darse un garbeo e intercambiar chismes. Claro que lo nuestro no es más que una visita de cortesía, espoleada por la curiosidad... pero creo que ya aprecio a esta dama lo suficiente como para sentir genuina congoja. Y no es solo eso... el dolor durante el reciente funeral de mi padre todavía persiste, me palpita en el pecho a pesar de mi convicción de que la vida sigue, sin más.
  • 33. Matilda: Bryan, cielo... ¿No es curioso que en la esquela no viniera el nombre del tío de Celine, Jacques... el que vino a recogerla a la estación...? - Mmmm... eres muy perceptiva. Tal vez fuese un despiste, o puede que fuese un deseo expreso de... alguien, no sé que decir. Interrumpo el hilo de pensamientos cuando la fascinante Celine se dirige hacia nosotros. Triste parece aún más hermosa. - Créame, lo siento de corazón, Señorita Lavoie - susurro mientras le cojo la mano a la dama. Con la sensibilidad a flor de piel, no digo más. Celine: Como les mencioné anoche, mi padre quiere hablar con ustedes. Tiene algo que proponerles. Si así lo desean, una limusina les llevará a la mansión Lavoie. ¡La oferta!, lo había olvidado, entre tantas emociones fuertes. Me pregunto de qué se trata, algo interesante teniendo en cuenta las trazas de esta familia. Me encojo de hombros al ver la mirada interrogante de Matilda. No está el horno para bollos, con tanto misterio e historias que se entrecruzan... ahora más que un cigarro lo que necesito es un vaso de whisky, o al menos una cerveza. Casi en la salida, la dulce Mina me suelta un codazo que pretende ser disimulado. - Puf, ¿es una venganza por el baile de ayer?... ¡por dios, ese chucho de nuevo! - se me escapa un silbido al descubrir al imponente can. Momentos después nos encontramos frente a la lápida, incapaces de resistir la llamada de lo misterioso. Observamos embobados como el animal se preocupa hasta de facilitarnos la búsqueda del objetivo. Un epitafio en francés que Matilda descifra con rapidez. - Oso de tres patas, ¿cuenco? que no alardea de cara triste y el maldito cuervo que acecha. Tal vez más adelante lo veamos más claro... por ahora ya hemos visto un cuervo y unas cuantas caras tristes. Falta el oso. - Casi me sonrío, pero la situación realmente no se presta a ello. Ese perro no es precisamente común...nada es común últimamente. De regreso me muestro más que interesado en acudir a la mansión, a pesar de la verdadera razón que nos ha traído a Montreal y que nos espera en San Cutis. - Algo me dice que decepcionaríamos a ese noble perrazo si no nos presentamos en Villa Lavoie... ¿qué decís a ello?. ********** MINA ADAMS Pese al bochorno vespertino que caía sobre el cementerio la cara de Celine estaba fría... fría y húmeda por el correr de las lágrimas que había vertido en el transcurso del sepelio. Así lo notó Mina cuando la estrechó entre sus brazos y le decía un quot;lo sientoquot; con voz queda y solemne. La superestrella no pudo evitar estremecerse con el abrazo de la joven de Kansas y este (el abrazo)
  • 34. duró quizá un poco más de lo debido ya que a la joven Mina se le pasó por la cabeza de manera fútil y callada, un pensamiento de: quot;espero que no se malogre mi colorete...quot; Ciertamente no era en absoluto apropiado sacar la polvera para retocar la nacarada piel de la muchacha en pleno entierro. Aunque hablando de cosas inapropiadas, en realidad a Mina le parecía terriblemente intranquilizador la presencia de aquel grandioso animal en el camposanto. Al verlo reaparecer tras algunas lápidas, notó como su corazón se azoraba al recordar la escaramuza de la noche anterior en aquel oscuro callejón. En cambio, el terranova no sólamente no parecía ya herido... en el lugar donde antes hubo un ojo, ahora lucía una impresionante y sorprendentemente bien cauterizada cicatriz. La inscripción de la lápida era realmente intrigante: Matilda: Si mi memoria no me falla, creo que pone algo así: El oso de tres patas señala el camino... Ningún cuenco alardea de una cara triste... El cuervo no perseverará. ¿Osos, cuencos, cuervos...? Delirante. No tiene el menor sentido. Ni siquiera es poesía... Bryan: Oso de tres patas, ¿cuenco? que no alardea de cara triste y el maldito cuervo que acecha. Tal vez más adelante lo veamos más claro...por ahora ya hemos visto un cuervo y unas cuantas caras tristes. Falta el oso. Mina: Pues te parecerá extraño querido Bryan pero, con un clima tan bueno me pareció curiosísimo que el tío de Celine luciera ese enorme abrigo de pieles y que, a pesar de estar sudando la gota gorda no se desprendía de él ni por asomo. Al verlo, cuando salimos de la estación, me pareció de lejos como ver a un enorme osito de peluche... ¿alguno os fijasteis si llevaba bastón? Quizá el oso de las tres piernas es él... Quizá él es quién nos quiere proponer algo... mostrarnos el camino hacia algo. No sé... Igual simplemente es el extracto de alguna novela de especial gusto por el difunto y nosotros le estamos intentando buscar los tres pies al gato. Por lo pronto considero oportuno no olvidarnos de la adivinanza y acompañar a Celine a la mansión de los Lavoie. Por que supongo que será una mansión... A pesar de la ausencia de periodistas y curiosos y de la solemnidad con la que estaba tildado aquel acto... nada morboso ni frívolo, Mina seguía sintiéndose como parte de un film de cine negro americano. Por su mente deambulaban multitud de pensamientos en torno a los Lavoie, ese misterioso negocio en ciernes, su amistad con la estrella de Broadway... y el fastidioso cadáver del sótano de San Cutis, las investigaciones de William a quien prácticamente había abandonado por conseguir un poco de vida social, la reliquia del hueso de San Cutis... Y entre una cosa y otra también pensaba en ponerse, quizá una gotita más de perfume en el taxi, de camino a la casa de la familia de Celine. Había que causar buena impresión al padre de su amiga. Y de nuevo se vio abordada por la misma sonrisa que antes, muy sabiamente, le censuró Matilda en pos de guardar las apariencias. Tosió ligeramente para recomponer las formas y dulcemente dijo: quot;Bueno... ¿vamos?quot;