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AUTORIDADES NACIONALES
DRA. CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER
PRESIDENTA DE LA NACIÓN
DRA. NILDA GARRÉ
MINISTRA DE DEFENSA
LA CONSTRUCCIÓN DE
LA NACIÓN ARGENTINA
EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS
Debates históricos en el marco
del Bicentenario (1810-2010)
PRÓLOGO
DRA. NILDA GARRÉ
MINISTRA DE DEFENSA
OSCAR MORENO
COORDINADOR
PUBLICACIÓN DEL MINISTERIO DE DEFENSA DE LA NACIÓN - REPÚBLICA ARGENTINA
AUTORES
MORENO, OSCAR
COORDINADOR
ANSALDI, WALDO
BALZA, MARTÍN
BARRY, CAROLINA
BASUALDO, EDUARDO
BIANCHI, SUSANA
BRAGONI, BEATRIZ
BOSOER, FABIÁN
BROWN, FABIÁN E. A
DE MARCO, MIGUEL ÁNGEL
DE PRIVITELLIO, LUCIANO
DI TELLA, TORCUATO
FEINMANN, JOSÉ P.
FRADKIN, RAÚL
GALASSO, NORBERTO
GELMAN, JORGE
LANTERI, SOL
LÓPEZ, ERNESTO
MATA, SARA E.
OLLIER, MARÍA M.
OYARZÁBAL, GUILLERMO A.
PAZ, GUSTAVO;
PERSELLO, ANA V.
PLOTKIN, MARIANO B.
RATTO, SILVIA
RUIZ MORENO, ISIDORO J.
SABATO, HILDA
SAÍN, MARCELO
TIBILETTI, LUIS E.
VERBITSKY, HORACIO
WASSERMAN, FABIO
11 Prólogo Dra. NILDA GARRÉ. MINISTRA DE DEFENSA
17 Introducción. OSCAR MORENO Nación y Fuerzas Armadas: notas para un debate
CAPÍTULO 1 (1810-1860) LA INDEPENDENCIA Y LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
35 FABIO WASSERMAN Revolución y Nación en el Río de la Plata (1810-1860)
45 RAÚL O. FRADKIN Sociedad y militarización revolucionaria. Buenos Aires
y el Litoral rioplatense en la primera mitad del siglo XIX
57 JORGE GELMAN Y SOL LANTERI El sistema militar de Rosas y la Confederación
Argentina (1829-1852)
69 SARA E. MATA La guerra de la Independencia en Salta. Güemes y sus gauchos
79 GUILLERMO A. OYARZÁBAL Una estrategia para el Río de la Plata. La escuadra
argentina en el combate naval de Montevideo
CAPÍTULO 2 (1862-1880) LA ORGANIZACIÓN NACIONAL Y LA MODERNIZACIÓN
85 HILDA SABATO ¿Quién controla el poder militar? Disputas en torno a la formación del
Estado en el siglo XIX
95 BEATRIZ BRAGONI Milicias, Ejército y construcción del orden liberal en la Argentina
del siglo XIX
105 GUSTAVO L. PAZ Resistencias populares a la expansión y consolidación del Estado
Nacional en el interior: La Rioja (1862-1863) y Jujuy (1874-1875)
117 MIGUEL ÁNGEL DE MARCO De la Marina “fluvial” a la Marina “atlántica”
CAPÍTULO 3 (1880-1930) LA VIDA POLÍTICO-ELECTORAL Y LOS MOVIMIENTOS POPULARES
125 SILVIA RATTO La ocupación militar de la Pampa y la Patagonia de Rosas a
Roca (1829-1878)
135 LUCIANO DE PRIVITELLIO El Ejército entre el cambio de siglo y 1930: burocratización y
nuevos estilos políticos
145 WALDO ANSALDI Partidos, corporaciones e insurrecciones en el sistema político
argentino (1880-1930)
155 ISIDORO J. RUIZ MORENO Vida política y electoral (1880-1930). El Ejército
CAPÍTULO 4 (1930-1943) LA CRISIS DEL MODELO AGROEXPORTADOR Y LA RUPTURA
INSTITUCIONAL
167 NORBERTO GALASSO Las contradicciones en el Ejército durante el régimen
conservador
177 FABIÁN EMILIO ALFREDO BROWN La industrialización y la cuestión social: el desarrollo del
pensamiento estratégico en Mosconi, Savio y Perón
ÍNDICE
PUBLICACIÓN DEL MINISTERIO DE DEFENSA
República Argentina
Azopardo 250 (C1107ADB)
Fecha de catalogación: 19/03/2010
Coordinador: OSCAR MORENO
Diseño de tapas e interiores: ANDREA P. SIMONS
Revisión: ESTEBAN BERTOLA
Fotografía de tapas e interiores: PEDRO ROTH
(Imagen de tapa: Cabildo Abierto, de Pedro Blanqué, 1900)
© 2010 Ministerio de Defensa
La construcción de la Nación Argentina. El rol de las Fuerzas Armadas
ISBN: 978-987-25356-4-3
La construcción de la Nación Argentina. El rol de las Fuerzas Armadas/
Nilda Garré ... [et.al.]; coordinado por Oscar Moreno; edición literaria
a cargo de Roberto Diego Llumá; con prólogo de Nilda Garré. - 1a ed.
- Buenos Aires: Ministerio de Defensa, 2010.
400 p.; 29x23 cm.
ISBN 978-987-25356-4-3
1. Historia Argentina. I. Garré, Nilda II. Moreno, Oscar, coord. III.
Llumá, Roberto Diego, ed. lit. IV. Garré, Nilda, prolog.
CDD 982
Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723.
Ninguna parte de esta publicación inluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmi-
tirse en forma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea este eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación
o fotocopia, sin la previa autorización escrita por parte de la editorial.
Impreso en Argentina.
11
1 Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 25.
2 José C. Chiaramonte, Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Buenos Aires, Emecé, 1997, p. 133.
3 Tulio Halperin Donghi, De la revolución de Independencia a la Confederación Rosista, Buenos Aires, Paidós, 2000.
La construcción de la Nación Argentina. El rol de las Fuerzas Armadas es el resul-
tado de la contribución de un conjunto de historiadores, periodistas, políticos y militares que
fueron convocados a participar en el Ciclo Anual de Mesas Redondas organizado durante el
año 2009 en el marco de las celebraciones por el Bicentenario de la Nación Argentina.
El ciclo se organizó bajo una idea rectora: la conmemoración del Bicentenario
debe impulsar la comprensión crítica de la historia viva de la Patria. A partir de este objetivo,
desde el Ministerio de Defensa, se alentó el análisis acerca del desempeño de las Fuerzas
Armadas en los acontecimientos decisivos de la historia argentina, con el fin de que éste per-
mita, a las futuras generaciones, elaborar una valoración objetiva en la que se potencien los
aciertos y se desalienten definitivamente los errores.
Las siete mesas que se desarrollaron entre los meses de mayo y diciembre del año
2009 en el Salón de Actos del Ministerio y que fueron transmitidas por el sistema de video
conferencia a distintas unidades militares, contaron con una audiencia poblada de jóvenes
oficiales de las tres Fuerzas, algunos altos oficiales y personas de la vida política e intelectual.
Es de destacar, en el conjunto de las participaciones, la inquietud y la rigurosidad demostradas
en los análisis de las diferentes situaciones problemáticas de la historia argentina y del rol que
en ellas desempeñaron las Fuerzas Armadas.
El Ciclo Anual de Mesas Redondas se inscribe dentro del Plan Integral de Modernización
del Sistema de Defensa impulsado por el Ministerio de Defensa, que se funda en el principio
de conducción civil de los asuntos castrenses, que a su vez se sustenta en el enunciado de diez
grandes líneas de acción, una de las cuales es el fortalecimiento de la vinculación del sistema
con la sociedad civil.
Esta línea de acción promovió el desarrollo de muy variadas actividades, pero todas
ellas orientadas a la generación y difusión de un espacio de diálogo que resultara útil para
favorecer el acercamiento de la ciudadanía en su conjunto al conocimiento de los hechos del
pasado y a la recuperación de la memoria colectiva.
El diseño del ciclo se gestó a partir de definir los más importantes nudos problemáticos
de la historia argentina, en función de la construcción de la Nación y las funciones propias de
las Fuerzas Armadas en cada una de aquellas situaciones.
La primera de dichas coyunturas está dada por los procesos de la Independencia
y de la organización nacional. La Revolución de Mayo se desencadenó en el Río de la Plata como
un acontecimiento que no contó con un programa previamente formulado por sujetos sociales
o políticos,1 pero que, con el transcurrir del tiempo, sería constitutivo de la Nación y circuns-
tancia de profundo análisis para cualquier perspectiva y desarrollo político futuro. De esta
manera, una vez que la Revolución se produjo y se estableció la Primera Junta, fue necesario
legitimarla. Si bien el gobierno se había formado en Buenos Aires, representaba a un territorio
mucho mayor, al que ahora había que llegar para convencer a sus autoridades y pobladores.2
A partir de este momento, el rol que desempeñan las Fuerzas Armadas se vuelve significativo,
ya que las nuevas autoridades, como afirma Halperin Donghi,3 deciden difundir la noticia de
su gobierno en todas las ciudades del virreinato a través de expediciones militares; con lo cual
la guerra se presentaba como un horizonte inevitable. Esta problemática, que se discute en el
PRÓLOGO
DRA. NILDA GARRÉ
MINISTRA DE DEFENSA
189 ANA VIRGINIA PERSELLO ¿Qué representación? Elecciones, partidos e incorporación de
los intereses en el Estado: la Argentina en los años de 1930
199 MARIANO BEN PLOTKIN Políticas, ideas y el ascenso de Perón
CAPÍTULO 5 (1945-1955) EL PERONISMO Y EL COMPROMISO INDUSTRIALISTA
207 TORCUATO DI TELLA Industria, Fuerzas Armadas y peronismo
215 MARCELO SAÍN Defensa Nacional y Fuerzas Armadas. El modelo peronista (1943-1955)
223 SUSANA BIANCHI Hacia 1955: la crisis del peronismo
233 CAROLINA BARRY El peronismo político, apuntes para su análisis (1945-1955)
CAPÍTULO 6 (1955-1976) LA ALTERNANCIA DE LOS GOBIERNOS CIVILES Y MILITARES. EL PARTIDO
MILITAR Y EL PERONISMO. LA INFLUENCIA DE LAS DOCTRINAS EXTRANJERAS SOBRE LAS
FUERZAS ARMADAS
243 MARÍA MATILDE OLLIER Las Fuerzas Armadas en misión imposible: un orden
político sin Perón
253 ERNESTO LÓPEZ La introducción de la Doctrina de la Seguridad Nacional en el Ejército
Argentino
263 LUIS EDUARDO TIBILETTI La sociabilización básica de los oficiales del Ejército en el
período 1955-1976
271 JOSÉ PABLO FEINMANN Ilegitimidad democrática y violencia
CAPÍTULO 7 (1976-1983) LA DICTADURA MILITAR Y EL TERRORISMO DE ESTADO. LA
DOCTRINA DE LA SEGURIDAD NACIONAL Y EL NEOLIBERALISMO
279 EDUARDO BASUALDO El nuevo funcionamiento de la economía a partir de la dictadura
militar (1976-1982)
293 FABIÁN BOSOER El Proceso, último eslabón de un sistema de poder antidemocrático
en la Argentina del siglo XX
301 HORACIO VERBITSKY Fuerzas Armadas y organismos de derechos humanos, una relación
impuesta
309 MARTÍN BALZA La Guerra de Malvinas
319 NOTAS BIOGRÁFICAS
12 13
En ese contexto, el sistema político –con sus dobles mediación y lógica, partidaria y corporativa–
acentuó la debilidad de los partidos y la fortaleza de las asociaciones de interés, díada que, a su
vez, operó en el sentido de un creciente afianzamiento del poder y del papel del Estado”.8
El quinto de los nudos problemáticos se refiere al rol de las Fuerzas Armadas luego
del golpe de Estado de 1930. A partir del gobierno presidido por el general Agustín P. Justo y del
debate de las carnes se inicia en el país lo que Tulio Halperin Donghi denominó la “República del
Fraude”.9 La influencia que ejerció este período sobre el Ejército afectó la moral y la opinión del cuerpo
de oficiales: “se perfiló la tendencia a subordinar los valores profesionales a los problemas polí-
ticos, y los temas que antes se creían ajenos a la competencia de los oficiales se convirtieron
en cuestiones de discusión cotidianos con efectos perjudiciales que fueron evidentes para el nivel
profesional”.10
Además, este período histórico comprende otra coyuntura que requiere ser anali-
zada: el modo de considerar el desarrollo industrial argentino, en tanto pilar fundamental para
el crecimiento económico y el bienestar social. Tres hombres provenientes del Ejército fueron
quienes se habrían de ocupar con mayor compromiso de esta cuestión: Enrique Mosconi, Manuel
Savio y Juan D. Perón. Su ideario se incorpora, en este período, al de numerosos oficiales que se
interesaron fuertemente por el manejo de los asuntos públicos.
El sexto de los plexos problemáticos se puede ubicar históricamente durante el
período del peronismo clásico. Una de las expresiones más claras de Perón en relación con las
Fuerzas Armadas figura en la conferencia que dictara en la Universidad de La Plata en 1944,
que se incluye en numerosas publicaciones con el título de “El significado de la defensa nacional
desde el punto de vista militar”, en la que desarrolló dos conceptos centrales: la “Nación en armas”
y el desarrollo industrial argentino.
“La defensa nacional exige una poderosa industria propia y no cualquiera sino
una industria pesada” afirmó Perón en aquella conferencia. Esta perspectiva hacía necesaria
“la acción estatal, protegiendo a las manufacturas consideradas de interés estratégico, y la crea-
ción de la Dirección General de Fabricaciones Militares que contempla la solución de los pro-
blemas neurálgicos que afectan a las industrias radicadas en la Argentina”.11
Durante el período del peronismo clásico la relación entre el gobierno y las Fuerzas
Armadas se estructuró a partir de la llamada Doctrina de la Defensa Nacional. Ésta se sustentaba en
una concepción de la guerra muy convencional y limitada, en la que se preveían posibles confron-
taciones bélicas localizadas con los países vecinos, particularmente con Chile y el Brasil. Estas dos
hipótesis de conflicto configuraron el canon para la organización y el despliegue de las Fuerzas
Armadas argentinas.
La siguiente coyuntura se sitúa en el período político que se inaugura en 1955, con el
derrocamiento del gobierno de Perón por las Fuerzas Armadas, en el que éstas ocupan el centro
de la escena política, y concluye en 1973, a partir de la vuelta de un nuevo gobierno peronista.
Al igual que el conjunto de la corporación política que se había opuesto a Perón y al movimiento
peronista, las Fuerzas Armadas se dividen en cuanto a la interpretación acerca de su figura y pers-
pectivas políticas y a la manera de vincularse con él y con el movimiento. Existe, por ejemplo, el
proyecto de construir un peronismo sin Perón (Lonardi). Al mismo tiempo, existe otro proyecto
que consiste en una maniobra de “desperonización”, fundada básicamente en la represión del
movimiento (Aramburu). Estas dos concepciones atravesarán todo el período, incluido el primer
intento de las Fuerzas Armadas de gobernar el país por ellas mismas, no de manera transitoria
para reponer los valores democráticos supuestamente afectados sino con el fin de llevar adelante
un modelo de país (Onganía). Este análisis permite delinear y comprender el séptimo de los
núcleos problemáticos que fueron debatidos en el Ciclo Anual de Mesas Redondas.
libro, es posible definirla como la militarización del conjunto de la sociedad, y la forma en la
que este proceso ha de signar la experiencia política de toda una generación. A esta coyuntura se
agrega el análisis de los conflictos relacionados con la Guerra de la Independencia librada por los
gauchos de Güemes y la batalla de Montevideo, donde una naciente armada de las fuerzas
revolucionarias al mando del almirante Guillermo Brown derrotará a los realistas y liberará la
región este del que fuera el virreinato del Río de la Plata.
El segundo nudo considerado consiste en la coyuntura que se produjo durante la
última parte del siglo XIX, en la que: “el Ejército restableció con rapidez el orden interno nece-
sario para la puesta en marcha del plan de modernización y apresuró la unificación del país a
pesar de que ello costó la autonomía real de las provincias”.4 La cuestión se discutió desde una
moderna perspectiva historiográfica que parte de aceptar que la organización militar se encon-
traba constituida tanto por el ejército de línea como por la Guardia Nacional, y ambos componían
el Ejército Nacional. Hilda Sabato afirmó, en su ponencia a la segunda de las mesas redondas
–y lo reitera en el artículo que se incluye en el presente volumen–, que sólo a fines del siglo, el
predominio de las posturas centralistas condujo a privilegiar el fortalecimiento de los cuerpos
regulares en detrimento de las milicias, para asegurar de esta manera el monopolio estatal del
uso de la fuerza. La participación de los cuerpos regulares y las milicias en la construcción del orden
liberal a finales del siglo XIX se analiza también en los conflictos de poder en la región de Cuyo.
Los dos nudos que se analizan a continuación se inscriben en el período denominado
como la “Argentina moderna” (1880-1930), considerado como un único período en términos eco-
nómicos, con base en el modelo primario exportador y como dos subperíodos en el aspecto polí-
tico divididos por la sanción de la Ley Sáenz Peña
Así, el tercero de los nudos históricos se define a partir del emprendimiento llevado
a cabo contra las poblaciones indígenas, con que se inicia el período de la “Argentina moderna”.
Esta acción se basaba en un fundamento programático, compartido por los sectores dominantes
de Occidente, según el cual las naciones sólo serían viables si contaban con una población blanca
y cristiana. Esta idea se vincula con aquella afirmación de Juan Bautista Alberdi acerca de
que: “somos europeos transplantados en América”. Mientras que en las Bases lo guía la convicción
de que en Hispanoamérica el indígena “no figura, ni compone mundo”.5 Julio A. Roca emprendió
una campaña agresiva para llevar la frontera desde el zanjón hasta los bordes del río Negro,
combatiendo a los indígenas, utilizando los instrumentos de la modernización tecnológica como
el telégrafo y el ferrocarril y la profesionalización de las Fuerzas Armadas. La eliminación física
de los indígenas hasta más allá del río Negro significó la incorporación de 15.000 leguas de tierra
productiva.6
Pero la incorporación de esas 15.000 leguas también significó: “según consta en la
Memoria del Departamento de Guerra y Marina del año 1879, 1.271 indios de lanza prisioneros,
1.313 indios de lanza muertos en combate, 10.539 indios no combatientes prisioneros y 1.049
indios reducidos voluntariamente”.7
La cuarta problemática identificada y discutida en la misma mesa que la anterior
está dada por la relación entre el Ejército –que tuvo, en este período de la historia argentina, un
fuerte proceso de conversión a una sólida burocracia estatal y profesional– y la política en las moda-
lidades que adquirió después de la sanción de la Ley Sáenz Peña y la posterior victoria de la UCR
en 1916. Waldo Ansaldi sostuvo en la tercera de las mesas –y lo afirma en el artículo incluido
en el presente volumen– que: “entre 1880 y 1930 el país atravesó una situación de existencia de un
Estado y una sociedad civil fuertes, relación que no terminó de consolidarse en tales términos.
Hubo un progresivo fortalecimiento de la sociedad civil, pero fue un fortalecimiento corporativo.
4 Haydée Gorostegui de Torres, La Organización Nacional, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argentina
(tomo 4), 2000. p. 93.
5 Oscar Terán, op. cit., p. 112.
6 Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, La República conservadora, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argen-
tina (tomo 5), 2005, p. 42.
7 Silvia Ratto, Indios y Cristianos, Buenos Aires, Sudamericana, 2007, p. 183.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA. EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS
8 Waldo Ansaldi, “Partidos, corporaciones e insurrecciones en el sistema político argentino (1880-1930)”, en el
presente volumen.
9 Tulio Halperin Donghi, La República imposible (1930-1945), tomo V, Buenos Aires, Ariel Historia, 2004.
10 Robert A Potash, El ejército y la política en la Argentina, 1928-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 1981, p. 118.
11 Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel Historia, colección Biblioteca
del Pensamiento Argentino (tomo VI), 2001, p. 24.
DRA. NILDA GARRÉPRÓLOGO
1514
El octavo de los nudos problemáticos está definido por lo que se conoce como el
gobierno del Partido Militar. El llamado Proceso de Reorganización Nacional asumió el poder con
el objetivo expreso de restablecer el orden: esto implicó, en los hechos, la más brutal represión
del conjunto de las organizaciones populares. Restablecer el orden, para el gobierno de los
militares, consistió en eliminar físicamente todas las barreras que el pueblo había construido en
defensa de los intereses nacionales. La represión fue ejecutada sin ninguna legalidad: no hubo dete-
nidos, jueces, ni procesos. Existió la prisión, la tortura y la muerte decidida por los propios represores.
Un documento del Ministerio de Defensa del año 200712 afirma que las Fuerzas
Armadas se habían volcado hacia la seguridad interior, el despliegue e inteligencia que: “alcanzó
su máxima expresión bajo los años de la última dictadura militar con la conformación de las deno-
minadas zonas y subzonas de seguridad interior, el despliegue de estructuras de inteligencia
operativas, una fuerte vinculación operacional con las fuerzas policiales y de seguridad –respecto
de las cuales ejercía efectivamente la conducción de este tipo de actividades– y el desarrollo de
una estrategia contra subversiva que en gran medida escapó a los parámetros legales y morales y
terminó configurando uno de los casos más significativos de terrorismo de Estado en la Región”.
En relación con esta problemática, Horacio Verbitsky sostuvo en la mesa redonda
–y lo reitera en el artículo que forma parte de este volumen– que: “la utilización de concep-
ciones laxas y ambiguas de seguridad y de defensa y la asignación de tareas sociales para las
Fuerzas Armadas en democracia conllevan un alto riesgo de violación de derechos fundamen-
tales y pueden alterar la subordinación al poder civil”.13
El último de los nudos problemáticos que también se discutió en el marco de la última
mesa redonda estuvo vinculado con la Guerra de Malvinas, que constituyó el primer conflicto
entre dos naciones del mundo occidental luego de la Segunda Guerra Mundial.
Esta guerra presentó en su desarrollo la increíble combinación de elementos nove-
dosos con otros que se creían pertenecientes al pasado. Por una parte se produjo el debut del
misil antibuque Exocet y el avión de despegue vertical Harrier; por otra parte, se llevaron a cabo
combates nocturnos de infantería a bayoneta como eran habituales durante la Gran Guerra.
En cuanto al comportamiento de las tropas, es de destacar que los soldados, en
muchos casos con muy poca instrucción, demostraron una notable abnegación y se cubrieron de
gloria enfrentando a una de las mejores unidades del mundo. Sin embargo, no ocurrió lo mismo
en el ámbito de la oficialidad, donde si bien hubo una participación valerosa de numerosos
jóvenes oficiales, también existieron muchos otros que se inclinaban en mayor medida a impartir
sanciones a la tropa propia antes que ejemplos para sus subordinados.
Los nudos problemáticos que hemos señalado intentan ofrecer un aporte a la nece-
saria discusión de la relación entre la construcción de la Nación y el papel de las Fuerzas Armadas.
Es de destacar también, que el Ministerio de Defensa desarrolla desde hace cuatro
años, un proyecto de reforma y transformación del área de Defensa que incluye procesos en rea-
lización y en curso en las áreas legal, de planeamiento estratégico y doctrinario, de la educación,
del sistema de justicia militar, de recuperación de la industria de la Defensa, de la racionalización
presupuestaria, de la política de género y de las prácticas y la educación en derechos humanos
y derecho internacional humanitario.
Este proyecto impulsado durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina
Fernández de Kirchner ha hecho centro en la profundización del control civil del área de Defensa,
en la verticalización a la autoridad constitucional de las Fuerzas Armadas como anhelo de
generaciones de argentinos y de mayorías populares que procuraron durante décadas, concluir
con el movimiento corporativo autónomo de una concepción militar tutelar del poder civil.
Como esta idea tutelar surgió no solamente de políticas de poderosos grupos econó-
micos, culturales, políticos y religiosos, sino de la construcción histórica que los mismos reali-
zaron, contribuir a la revisión crítica y a la investigación histórica científica, con perspectivas plu-
rales, ha constituido un aporte de esta cartera a la celebración reflexiva del Bicentenario.
La perspectiva de un área de Defensa donde la responsabilidad directiva, pero
también la participación activa de civiles, constituye un elemento fundamental para acentuar esa
perspectiva democrática, nacional y popular, que da sustento social a la doctrina del ciudadano-
soldado que es, en primer lugar un argentino con todos los derechos y las obligaciones del resto
de sus compatriotas, luego funcionario público y, finalmente, un profesional militar comprome-
tido hasta dar la vida en defensa de la Patria, la Nación y la República constitucional.
Quedan atrás el tutelaje conservador con mirada subyugada por los conflictos de blo-
ques y potencias subordinantes de la Argentina, pero también una idea anacrónica del supuesto
abrazo “pueblo-Fuerzas Armadas” que encubriera en años recientes aventuras donde el pueblo
era, en el mejor de los casos un invitado a través de la demagogia o, trágicamente, la víctima de
represiones tan crueles como insensatas.
Hay otra historia posible para el futuro que ya se visualiza con certeza en los mandos
de las Fuerzas, en sus cuadros medios y, sobre todo, en las nuevas generaciones militares. Es la
conversión de sus cuadros en un nuevo tipo de soldado.
Pero para que esa historia se construya, el debate sobre el pasado castrense que
permite recuperar capítulos fundamentales –en la Independencia– productivos en el apoyo al
crecimiento nacional y los comportamientos heroicos en acciones equivocadas como la Guerra de
Malvinas, se debe debatir el pasado desde otra mirada. La expuesta en estas jornadas y con-
densada en estas páginas no es, por cierto, la única posible. El Ministerio la pone deliberadamente
en curso para que el progreso del intercambio y la investigación inauguren una nueva edad
argentina de la Defensa, que la vincule definitivamente con América Latina y con el proyecto de
la paz perpetua universal que el cincelador de la Constitución Nacional, Juan Bautista Alberdi,
apuntalara en el siglo XIX en las páginas memorables de El crimen de la guerra.
Que la reconciliación arribe de la mano de la justicia, la verdad y la memoria.
DRA. NILDA GARRÉ
12 Modernización del Sector Defensa, Ministerio de Defensa, Buenos Aires, 2007.
13 Horacio Verbitsky, “Fuerzas Armadas y organismos de derechos humanos, una relación impuesta”, en el pre-
sente volumen.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA. EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS DRA. NILDA GARRÉPRÓLOGO
16 17
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE
El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 reunió a más de 250 vecinos, de los
400 convocados, y para consagrar a la Primera Junta, el 25 de mayo, resultó fundamental la par-
ticipación de los regimientos militares que venían configurándose desde las invasiones inglesas,
de allí la importancia de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios.1
La Junta decidió difundir los contenidos de la Revolución a través de expediciones
militares al resto de las ciudades que conformaban el virreinato del Río de la Plata. Lo que
implicó una fuerte militarización de la sociedad a través del sistema de milicias.
La guerra contra los realistas tuvo varios escenarios. En el norte los intentos de
avanzar hacia el Alto Perú terminaron en 1815 con el desastre de Sipe-Sipe. Desde allí, Martín
de Güemes al mando de sus Gauchos2 habría de rechazar año tras año las invasiones realistas.
Mientras que la guerra hacia el este terminaría con el triunfo, en mayo de 1814, de la escuadra
revolucionaria al mando de Guillermo Brown que derrotó a la escuadra realista. Allí tuvo su
acta de bautismo la que sería luego la Armada Argentina.3
En 1816 se declaró la Independencia en el Congreso de Tucumán. En 1817, el Ejército
Libertador cruzó la cordillera hacia Chile y con la batalla de Maipú dejó liberado el territorio
del país trasandino. En 1820, habiendo colapsado el gobierno nacional, el Ejército de los
Andes marchó hacia la liberación del Perú.
Al finalizar la guerra con Brasil, en 1828, los unitarios, liderados por Juan Lavalle
tomaron las riendas del poder en la provincia de Buenos Aires y fusilaron a la figura más impor-
tante del federalismo, Manuel Dorrego.4
En el período desde 1829 hasta 1853 se desarrolló la Confederación y el gobierno
de Rosas.5 El triunfo de Rosas estuvo claramente vinculado con la politización de los hombres de
campo. Él tuvo como objetivo la paz por una parte, y la representación de las masas que
irrumpieron en la política. En síntesis, se logró la paz interior del país federal en la medida en
que los caudillos creyeron que el interior había triunfado sobre Buenos Aires. Distinta fue la
situación en el Litoral, allí la pacificación nunca llegó y, por el contrario, este conflicto conduciría
a la derrota del rosismo.
La gran alianza antiporteña, que se forjó en gran medida a partir del conflicto con
Montevideo y las potencias con injerencia en el Río de la Plata (Gran Bretaña y Francia), liderada
por Urquiza derrotó a Rosas en Caseros.
El triunfo de Urquiza, la sanción de la Constitución Nacional en 1853, los enfren-
tamientos con Buenos Aires que terminaron en Pavón, se constituyeron en la etapa previa a la
formación del Estado nacional.
INTRODUCCIÓN
OSCAR MORENO
COORDINADOR
1 Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 36.
2 Sara Emilia Mata, Los Gauchos de Güemes. Guerras de la Independencia y conflicto social, Buenos Aires,
Sudamericana, 2008.
3 En el sitio oficial de la Armada <www.ara.mil.ar> se afirma que son cuatro los acontecimientos que constituyen
su historia: “La primera escuadrilla Argentina” (Azopardo y Gurruchaga) es de 1810 con asiento en el apos-
tadero de Montevideo; la campaña naval de 1814 desarrollada por la Armada Argentina y comandada por el
almirante Guillermo Brown, que libró la histórica batalla de Montevideo; las campañas corsarias (Brown y
Bouchard) que contribuyeron, de manera definitiva, a la decadencia del comercio español; y la expedición
libertadora al Perú que comandó el general San Martín.
4 Raúl O. Fradkin, ¡Fusilaron a Dorrego!, Buenos Aires, Sudamericana, 2008.
5 Alejandro Cattaruzza, Los usos del pasado. La historia y la política argentina en discusión (1910- 1945),
Buenos Aires, Sudamericana, 2008, pp. 161-188, cap. 7: “Las huellas de Rosas”.
18 19
6 Haydée Gorostegui de Torres, La Organización Nacional, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argentina
(tomo 4), 2000, p. 93.
El capítulo que analiza los sucesos ocurridos durante este período se conforma de
cinco artículos: “Revolución y Nación en el Río de la Plata”, de Fabio Wasserman, que parte
de aceptar el consenso acerca de la consideración de la Revolución de Mayo como hecho fun-
dante de la Nación, para discutirlo a través de diversas perspectivas historiográficas en rela-
ción con el proceso a partir de un enfoque preciso acerca de la Nación. “Sociedad y militari-
zación revolucionaria. Buenos Aires y el Litoral rioplatense en la primera mitad del siglo XIX”,
de Raúl Fradkin, en donde se analizan los impactos y significados de la militarización revolu-
cionaria que multiplicó las ya heterogéneas formaciones armadas con que contaba la colonia
y la extrema politización de los sectores sociales populares. “El sistema militar de Rosas y la
Confederación Argentina (1829-1852)”, de Jorge Gelman y Sol Lanteri, en donde se destaca
que la militarización y politización de base rural constituyeron las piezas centrales de la auto-
ridad estatal y del exitoso proceso de disciplinamiento social. El texto estudia el entramado
militar-miliciano en los gobiernos de la etapa federal, y en sus dispositivos coercitivos. “La
Guerra de Independencia en Salta. Güemes y sus gauchos”, de Sara E. Mata, en el que se con-
frontan los perfiles militares, sociales y políticos que presentó la Guerra de Independencia en
la provincia de Salta. Güemes no defendió ninguna frontera, defendió la revolución de
Buenos Aires y la independencia americana; el extremo norte de la provincia de Salta sería
frontera recién a partir de 1821 y no antes. “Una estrategia para el Río de la Plata. La escuadra
argentina en el combate naval de Montevideo”, de Guillermo Oyarzábal, en el que se da cuenta
de los aspectos políticos y económicos que llevaron a formar la escuadra que libró la batalla de
Montevideo derrotando a los realistas en el este.
___________
La modernización de la Argentina se desarrolló como una necesidad surgida frente
a los dos procesos que se afianzaron a partir de 1860, la producción de productos agropecuarios
que el mundo demandaba y la apertura del país a la inmigración europea.
El período, que se extiende hasta aproximadamente 1880, se caracterizó por el
afianzamiento del orden institucional y una profunda transformación del orden económico y
social en el país. Se sucedieron en la presidencia tres personalidades por completo diferentes:
Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda.
La cuestión de la Capital, en el ámbito interno, y la Guerra del Paraguay, en el
internacional, constituyeron los grandes conflictos del período.
Durante la presidencia de Sarmiento se institucionalizó el Ejército Nacional. En esta
creación se advierte la influencia de Mitre que había dado los primeros pasos para constituirlo
luego de Pavón, al unificar la Guardia Nacional de Buenos Aires con otros grupos dispersos de
la Confederación y transferir el Ministerio de Guerra al orden nacional. La constitución integral
del cuerpo no ocurrió hasta 1864, una vez concluida la campaña contra el “Chacho” Peñaloza.
El gobierno procedió de esta manera, a la creación de un ejército permanente y,
también, de la Escuela Naval Militar. Si bien todo aquello que complementó a esta disposición
(formas de reclutamiento, estructura jerárquica, reglamentos) se produjo posteriormente al decreto
originario, sus lineamientos fundamentales y, por lo tanto, su origen institucional se encuen-
tran en éste. Finalmente, la creación del Colegio Militar en 1869 y la ley de 1872, que estableció
las nuevas formas de reclutamiento, antecedente directo de la conscripción obligatoria, fun-
daron las normativas que dieron forma definitiva a la institución en la Argentina moderna.
En resumen, y en consideración de las diferentes perspectivas que el análisis per-
mite, es posible afirmar, sin abrir juicios acerca de los métodos y de la oportunidad en parti-
cular, que “el Ejército restableció con rapidez el orden interno necesario para la puesta en
marcha del plan de modernización y apresuró la unificación del país a pesar de que ello costó
la autonomía real de las provincias”.6
7 Silvia Ratto, Indios y cristianos. Entre la guerra y la paz en las fronteras, Buenos Aires, Sudamericana, 2008, pp.
202-203.
Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “¿Quién controla el poder
militar? Disputas en torno a la formación del Estado en el siglo XIX”, de Hilda Sabato; este
trabajo contiene una referencia a la organización militar en la Argentina del siglo XIX y su
relación con el proceso de formación del Estado nacional, en la que se funda el análisis acerca
de la cuestión de las luchas políticas y las guerras internas, así como la manera en la que éstas
afectaron a la organización militar hasta finales del siglo. “Milicias, Ejército y construcción del
orden liberal en la Argentina del siglo XIX”, de Beatriz Bragoni, estudia la centralidad del proceso
de militarización y politización popular, y su impacto en la construcción de la pirámide de poder
de los caudillos, que sucedió a la destrucción del poder central en 1820. También demuestra
el modo en el que la inestabilidad del sistema de alianzas e inestabilidades interprovinciales
coadyuvaron a la institucionalización del poder nacional durante el siglo XIX. “Resistencias popu-
lares a la expansión y consolidación del Estado nacional en el interior: La Rioja (1862-1863) y
Jujuy (l874-1875)”, de Gustavo Paz, se trata de un trabajo que compara las formas de acción
popular colectiva en dos provincias argentinas durante las décadas de la formación del Estado
nacional. “De la Marina ‘fluvial’ a la Marina ‘atlántica’”, de Miguel Ángel De Marco, da cuenta
de los enfrentamientos entre las marinas fluviales de Buenos Aires y la Confederación, hechos
que determinaron, durante la presidencia de Sarmiento, la creación de la Escuela Naval Militar
y con ésta el nacimiento de la Marina moderna.
___________
No es posible referirse al año 1880 sin considerar previamente la llamada “Conquista
del desierto”. El avance de la línea de fronteras, entre los cristianos y los indios, después de
Rosas, se realizó en dos etapas. El plan de Alsina que consistió en la construcción de una serie
de fortines unidos entre sí por una zanja que extendió la frontera hasta lo que en la actualidad
es el suroeste de la provincia de Buenos Aires; sin embargo, con la muerte de Alsina, Julio Roca,
emprendió una campaña más agresiva con el fin de llevar la frontera hasta los bordes del río
Negro, procediendo a la eliminación física de los indígenas.7
En 1880 asumió el gobierno el general Julio A. Roca y se origina el denominado el
proyecto de la Generación del 80. Las reformas institucionales fueron: en 1884 la Ley de Creación del
Registro Civil, la sanción de la Ley del Matrimonio Civil y fundamentalmente, la ley 1.420 que uni-
versalizó la enseñanza primaria, que a partir de entonces debía ser laica, gratuita y obligatoria.
El servicio militar obligatorio comenzó a regir una vez que el ministro de Guerra,
el teniente general Pablo Ricchieri consiguió la promulgación de la ley 3.948; los conscriptos
nacidos en 1880 constituyeron la primera clase que fue convocada.
A su vez, el siglo XIX estuvo marcado por diferentes conflictos con Chile que cul-
minaron con el acuerdo del 23 de julio de 1881, completado con el protocolo adicional de
1893. El punto principal del acuerdo fue que el límite entre ambos Estados lo constituía la
Cordillera de los Andes y que la forma de delimitar la frontera era a partir del principio de altas
cumbres que dividen aguas. La Argentina no podría tener puerto alguno sobre el Pacífico, ni
Chile sobre el Atlántico. Sin embargo, en este acuerdo no se encontró el fin de la disputa.
Ya durante los primeros años del siglo XX, la crisis económica aumentó la conflic-
tividad social, que alcanzó su punto más alto con la huelga general de 1902 que paralizó a la
ciudad de Buenos Aires. La respuesta del gobierno fue la sanción de la Ley de Residencia que
permitía deportar a quienes perturbaran el orden público.
La crisis y el avance de los sectores medios hicieron crecer en importancia al par-
tido que mejor los representaba: la Unión Cívica Radical y a su líder don Hipólito Yrigoyen. Lo
que impulsó al gobierno de Sáenz Peña a dictar una ley electoral que estableció el sufragio
secreto y universal, con los padrones militares. En 1916, se realizaron los comicios en el marco
de dicha ley electoral y triunfaron los radicales.
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
20 21
8 José Luis Romero, Breve historia de la Argentina, Buenos Aires, FCE, 1996, p. 127.
9 Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, tomo I, Buenos Aires, Emecé, 1981, pp. 131-132.
Los sectores sociales que llegaron al gobierno con el radicalismo fueron “los hijos
de la ley 1.420”. Los dirigentes del radicalismo surgieron de las profesiones liberales, el comercio
y la producción que, a su vez, constituyeron las mayores posibilidades para el ascenso social.
Pero quizás este origen, es el que provocaba en ellos un intenso deseo de integrarse de otra
manera a las elites y fue lo que los inhibió para provocar los cambios en la estructura económica,
que, según demostró la historia, hubiera sido el único camino para mantener y profundizar
la democracia formal nacida con la Ley Sáenz Peña.8
Se vuelve necesario un breve comentario acerca de la relación entre los radicales y
los militares, porque hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña ellos apostaban al cambio político a
través de la insurrección, sólo como ejemplo se puede mencionar que en septiembre de 1889,
en la creación de la Unión Cívica “[de la] cual surgiría el Partido Radical, cadetes uniformados
participaron ostensiblemente del mitin”.9
Las tensiones sociales provenientes de la crisis financiera, la caída de los precios
de los artículos de exportación y el desempleo, explotaron en dos situaciones colectivas, una de
ellas fue la huelga general de trabajadores industriales en Buenos Aires (1919) que se inició en
los Talleres Metalúrgicos Vasena. A la represión estatal se le sumaron los grupos civiles de la
Liga Patriótica con una fuerte impronta antisemita. La otra situación que se produjo fue la
huelga de los peones de las estancias en la Patagonia. La primera es la que se recuerda como
la “Semana Trágica” y la segunda como la “Patagonia Rebelde”. En la represión que se produjo
a partir de esos hechos, fundamentalmente en la huelga de los peones de las estancias en la
Patagonia, el Ejército tuvo una decisiva participación.
La defensa del sistema caracterizado por el ascenso social le proporcionó a Yrigoyen
(1916-1922) un fuerte prestigio popular, con el que no contó su sucesor Marcelo T. de Alvear
(1922-1928). En la mitad de la década de 1920 comenzó la embestida de los capitales norteame-
ricanos, en concordancia con la expansión de Estados Unidos y la vacancia dejada por los capi-
tales europeos. Todo ello actuó como revulsivo en la débil estructura económica del país. Estos
signos, no fueron comprendidos por el gobierno de Alvear que se mantuvo apegado a normas
y ritos propios del sistema económico tradicional.
En su corto segundo período, Yrigoyen no logró adaptarse a los cambios de la
vida argentina y mundial, no comprendió las transformaciones que se habían producido en el
Ejército a partir de la politización que él mismo había provocado, ni que un grupo importante
de sectores conservadores habían abandonado su fidelidad al sistema democrático y abrazaban
con disimulo algunos de los principios del fascismo italiano. Finalmente no desarrolló ninguna
estrategia en el nivel económico que le permitiera enfrentar la crisis mundial desatada en
1929. Entre las contradicciones propias de estos gobiernos radicales se debe destacar la defensa
de la soberanía en materia energética, fundamentalmente en el accionar del general Mosconi
al frente de YPF. Estas circunstancias confluyeron para hacer posible el triunfo del golpe de
Estado del 6 de septiembre de 1930.
Los cuatro artículos que conforman este capítulo son: “La ocupación militar de la
Pampa y la Patagonia de Rosas a Roca (1829-1878)”, de Silvia Ratto, donde se analiza el modo
en el que la política de fronteras y la política respecto de la población aborigen se confundie-
ron en una sola discusión. Éstas se desarrollaron de dos maneras: una consistió en el avance a
través de la negociación que tenía como fin la incorporación de la población indígena al terri-
torio conquistado. La otra, a partir de los avances militares que sometieran a la población origi-
naria. “El Ejército entre el cambio de siglo y 1930: burocratización y nuevos estilos políticos”, de
Luciano de Privitellio, se trata de un trabajo que investiga la relación entre el Ejército –luego
de las transformaciones de 1890– y la política –a partir de los cambios de 1912–. El modelo
militar que surge de la renovación se habría de transformar, fundamentalmente, en la déca-
da de 1930 a causa del impacto que provocaron las ideologías de origen europeo impulsadas
10 Darío Cantón, José Luis Moreno y Alberto Ciria, La democracia constitucional y su crisis, Buenos Aires, Paidós,
colección Historia argentina (tomo 6), 2000, pp. 121 y ss.
11 En materia de electricidad, la CADE, subsidiaria de SOFINA –con sede en Bruselas–, con mayoritario capital bri-
tánico tenía una concesión que vencía en 1957. El Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires (en
1936) dictó dos ordenanzas, la primera alargó el plazo hasta 1971, la segunda obligó al Estado a comprar
todos los bienes muebles e inmuebles de la compañía al vencimiento de la concesión. El diario La Vanguardia
(del Partido Socialista) estimó entre 60.000 y 120.000 pesos lo que la compañía pagó cada voto en el Concejo.
Nunca fue desmentido.
12 Gino Germani, Estructura social de la Argentina, Buenos Aires, Solar, 1965.
por la crisis de entreguerras y del rol de la Iglesia católica dentro de la institución. “Partidos,
corporaciones e insurrecciones en el sistema político argentino (1880-1930)”, de Waldo
Ansaldi, demuestra que entre 1880 y 1930 el sistema político –con su doble mediación, la par-
tidaria y la corporatista– acentuó la debilidad de los partidos y la fortaleza de las asociaciones
de interés, lo que habría de operar un afianzamiento del poder estatal. El autor concluye afir-
mando que la extensión del derecho de ciudadanía política, la paulatina consecución de la ciu-
dadanía social y la regulación estatal del conflicto social resultaron insuficientes para asegurar
la transición entre el Estado oligárquico y el Estado democrático; el golpe de 1930, además, truncó
ese proceso. “Vida política y electoral (1880-1930). El Ejército”, de Isidoro J. Ruiz Moreno, pre-
senta una muy detallada descripción de las presidencias que se sucedieron durante este período,
desde la primera de Roca hasta la segunda de Yrigoyen, y, asimismo, de las actuaciones de los
diferentes partidos políticos; a partir de esta investigación se configuran las característica más
destacadas de la denominada “Argentina moderna”.
___________
La crisis económica y financiera que se inició en la Bolsa de Nueva York el 29 de
octubre de 1929 y que se extendió a todo el mundo occidental alcanzó pronto a la Argentina y
fue la que le brindó el marco exterior a la restauración conservadora iniciada con el golpe del
6 de septiembre de 1930, encabezada por José E. Uriburu y consolidada durante el gobierno de
Agustín P. Justo.10
En el seno del gobierno existían dos tendencias: los nacionalistas de Uriburu y los con-
servadores de Justo, esta tensión se resolvió a favor de Agustín P. Justo en las elecciones de 1931.
Gran Bretaña enfrentó la Crisis del 30 a partir de la fórmula buy british, que se con-
cretó con los acuerdos de la Conferencia de Ottawa, en 1932. A través de éstos la exportación
de carnes desde la Argentina hacia Gran Bretaña se vio perjudicada. En 1933, Julio Roca, vice-
presidente de la Argentina, firmó junto con el presidente del Board of Trade británico, Walter
Runciman, el pacto que la historia recordó como el de Roca-Runciman. A partir de ese pacto,
a costa de los intereses nacionales, se acordó de manera satisfactoria la situación de los gana-
deros y de los frigoríficos.
En el frente interno se practicaron, parcialmente, las recetas keynesianas para la
crisis en Estados Unidos, se crearon el Banco Central y las Juntas Reguladoras de los principales
productos de exportación.
El transporte, las compañías de electricidad11 y el petróleo fueron, durante el
período, el territorio de disputa de los intereses norteamericanos y británicos.
Finalmente, las consecuencias de la guerra y de la crisis dieron nacimiento al proceso
de industrialización sustitutiva de productos de importación, asentándose físicamente en Buenos
Aires, el Gran Buenos Aires y el Litoral. Este proceso de industrialización fue, en parte, la causa
de los procesos de migraciones internas.12
La debilidad política del régimen, la importante presencia de una clase obrera indus-
trial, la neutralidad ante la Segunda Guerra Mundial y la mejora en la situación económica durante
la guerra abrieron la puerta al golpe de Estado del 4 de junio de 1943.
Con el gobierno del presidente general Agustín P. Justo y posteriormente al debate
de las carnes se ha de inaugurar en el país lo que Tulio Halperin Donghi denominó la “República
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
22 23
Las necesidades y la identidad del contingente de un millón de personas que entre
1936 y 1945 se alojaron en Buenos Aires y el Gran Buenos Aires fueron el objetivo principal de
aquella articulación entre Perón y los dirigentes sindicales. Aquel contingente estaba formado
por obreros argentinos y por lo tanto “dotados de franquicia electoral”.17 La influencia de Perón
se afirmó en las relaciones con el Ejército y con las organizaciones sindicales.
El crecimiento de Perón llevó a los sectores, autodenominados democráticos, a pre-
sionar a los militares hasta que lograron que el 9 de octubre de 1945 destituyeran a Perón y lo
encarcelaran en la isla Martín García.
El 17 de octubre de 1945 una muchedumbre obrera proveniente del Gran Buenos
Aires y particularmente constituida por trabajadores de los frigoríficos de la zona de La Plata,
Berisso y Ensenada ocupó pacíficamente la Plaza de Mayo y exigió la presencia de Perón. Los tra-
bajadores liberaron a Perón, quien habló por la noche desde los balcones de la Casa de Gobierno
y anunció su retiro del gobierno y su candidatura presidencial. El 17 de octubre había modifi-
cado el escenario político. La apertura del proceso electoral enfrentó a dos fórmulas: Perón-
Quijano (figura proveniente del radicalismo) y la Unión Democrática, integrada por todos los
partidos políticos existentes, desde los conservadores a los comunistas, con la fórmula radical
alvearista integrada por: Tamborini-Mosca.
El 24 de febrero de 1946, el peronismo llegó al gobierno con el 55% de los votos
emitidos en todo el país. El gobierno de Perón dispuso de toda la legalidad, por su amplia mayoría
en el Congreso, pero también de la legitimidad que le permitió su capacidad de movilización de
los sectores populares. En el camino de la construcción de la hegemonía en el peronismo, Eva
Perón jugó un papel protagónico desde la fundación de su mismo nombre, que se ocupó de una
gigantesca tarea social, y a partir de la incorporación de un nuevo actor en el sistema electoral:
las mujeres, a través del voto femenino. Finalmente, en esta construcción, tuvo un rol preponde-
rante la sanción de la legislación obrera (Sueldo Anual Complementario, Vacaciones, Jubilación)
y la tarea de los sindicatos, a través de las obras sociales.
En el aspecto económico el peronismo se caracterizó por una fuerte intervención
del Estado en la economía, que se manifestó en los dos Planes Quinquenales elaborados por el
gobierno, así como en la creación del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio)
con el fin de comercializar las cosechas de granos y asegurar el precio sostén a los pequeños
y medianos productores.18 A su vez, se produjo el desarrollo de una burguesía industrial nacional,
favorecida con los créditos del Banco Industrial y el fuerte consumo que producía la política de
los altos salarios. Esta política económica se concretó definitivamente en 1947 con la nacionali-
zación de los servicios públicos; de este modo, el gobierno hizo de la nacionalización de los ferro-
carriles una bandera de la soberanía nacional.19
Uno de los mejores ejemplos en relación con la importancia de la industria nacional y su
incidencia en el Ejército, durante el peronismo, es el de la Fábrica Militar de Aviones que esta-
bleció una industria que pronto se irradiaría hacia todo el continente. Fueron diez años de oro y
esplendor en los que se concibieron el Pulqui II, el IA 37 y el IA 38, un cuatrimotor carguero de ala
delta. Un viejo noticiero en blanco y negro de Sucesos Argentinos todavía permite ver al Pulqui I en el
aire: el primer jet argentino es colorado, tiene una escarapela en el fuselaje, su nombre indígena
quiere decir “punta de flecha” y hoy está en el Museo Aeronáutico de Morón, donde a veces lo
repasan como para salir a volar, aunque ya sólo lo haga en el celuloide de Sucesos Argentinos.20
Las IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) pasaron de la fabricación
de aviones a la de automóviles. La producción automotriz se inicia con el sedán para cuatro
pasajeros denominado Institec y continuó con un pequeño vehículo utilitario que contaba con
17 Tulio Halperin Donghi, op. cit., p. 31.
18 El IAPI fue muy criticado porque destruyó el negocio de la intermediación que tanto había crecido durante los
gobiernos de la restauración conservadora (Bunge & Born, Dreyfus, La Continental, etc.).
19 La nacionalización de los Ferrocarriles fue muy cuestionada por el monto de lo que se pagó y por la forma en
que se realizó.
20 Véase <www.virtualcordoba.com.ar>.
del Fraude”.13 La influencia que ejerció este período sobre el Ejército afectó la moral y la opinión del
cuerpo de oficiales, “se perfiló la tendencia a subordinar los valores profesionales a los problemas
políticos, y los temas que antes se creían ajenos a la competencia de los oficiales se convirtieron
en cuestiones de discusión cotidianos con efectos perjudiciales que fueron evidentes para el nivel
profesional”.14
Justo quería un ejército apolítico, al servicio, esta vez, de las autoridades legales y
constitucionales: “Un ejército numeroso, bien organizado, dotado con armamentos modernos e
instalaciones confortables es a priori profesional, despolitizado y difícilmente conmovible […].
Es por esto que la presidencia de Justo está jalonada por medidas apropiadas para asegurar el
perfeccionamiento técnico de los cuadros, una mejor organización de las unidades y entrena-
miento completo de las tropas”.15
En 1938, con la asunción de la formula Ortiz-Castillo, surgidos del fraude de 1937
se agotó el proceso que se pretendió restaurador en la década de 1930. Cuando Castillo, ante la
imposibilidad física de Ortiz, se hizo cargo del gobierno, intentó utilizar a las Fuerzas Armadas
en su proyecto de permanecer en la presidencia de la República. Allí se ha de generar el caldo de
cultivo que explica el golpe militar del 4 de junio de 1943. Los militares que encabezaron el golpe
no sólo se oponían a tener alguna responsabilidad en una amañada sucesión presidencial, sino
que pensaban en la necesidad de una reconstrucción del proyecto nacional.16
El capítulo que abarca este período está compuesto por los siguientes trabajos:
“Las contradicciones en el Ejército durante el régimen conservador”, de Norberto Galasso, en el
que se investiga acerca de las diversas tendencias ideológicas y los cambios que se advierten
en la historia del Ejército durante el siglo XX, a partir de aceptar que la mayoría de los oficiales
provenían de la clase media, lo que explica por qué en su interior se manifestaron tanto tendencias
conservadoras, como posiciones populares. “La industrialización y la cuestión social: el desarrollo
del pensamiento estratégico en Mosconi, Savio y Perón”, de Fabián Emilio Alfredo Brown, da
cuenta de la manera en la que estos tres hombres surgidos del Ejército entendían la necesidad
de industrializar la Argentina, para poder enfrentar la cuestión social. Cuestión que durante
el período se encontraba agudizada por los procesos de migración interna, fundamentalmente
hacia el Litoral portuario. “¿Qué representación? Elecciones, partidos e incorporación de los
intereses en el Estado: la Argentina en los años de 1930”, de Ana Virginia Persello, propone un
análisis de las ideas y proyectos generados en el período que tenían por objeto separar la admi-
nistración de la política, reglamentar la organización y el funcionamiento de los partidos así
como reformar el régimen electoral reemplazando el sistema del tercio por la representación
proporcional. Ideas propias de la democracia liberal, que pretendían superar la perversión que,
para los portadores de estas ideas, habían implicado los gobiernos radicales. “Políticas, ideas y
el ascenso de Perón”, de Mariano Ben Plotkin, desarrolla la idea de que fueron vanos los esfuerzos
de peronistas y antiperonistas, por distintos motivos, de caracterizar al peronismo en sus dos
primeros gobiernos como una ruptura total con la política y la cultura anteriores que habían
caracterizado al país. Perón fue un producto de su tiempo y esto se demuestra en el desarrollo
de este trabajo a partir de vincular algunas de las dimensiones de la ideología de Perón con el
momento histórico en el que ella se formó.
___________
El 4 de junio de 1943, un conjunto de oficiales del Ejército tomó el poder sin resis-
tencia alguna. Perón, uno de los coroneles de 1943, fue designado como subsecretario de Guerra
y se hizo cargo del Departamento Nacional del Trabajo, que transformó en Subsecretaría de
Trabajo y Previsión y desde allí tejió alianzas con los dirigentes sindicales.
13 Tulio Halperin Donghi, La República imposible (1930-1945), tomo V, Buenos Aires, Ariel Historia, 2004.
14 Robert A. Potash, El ejército y la política en la Argentina, 1928-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 1981, p. 118.
15 Alain Rouquié, op. cit., pp. 260-261.
16 Robert Potash, op. cit., pp. 289-340.
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
24 25
resultaba necesario incrementar las exportaciones tradicionales elevando el ingreso del sector
rural en su conjunto. Asimismo el país requería una modernización de la infraestructura pro-
ductiva agraria que incluyera las relaciones laborales; la diversificación e integración de la
estructura industrial argentina y, finalmente, la expansión de la explotación de combustibles,
sin recurrir al capital extranjero. Sin embargo, este plan generó la resistencia de los sectores
asalariados y de la pequeña industria, que permanecían fieles a Perón, y no complacía a los
grandes sectores exportadores. Éstos constituyeron los límites que habrían de impedir cualquier
despegue de la Argentina y el marco en el que habrían de desarrollarse los hechos políticos
cambiantes que caracterizaron el período hasta 1973.
El 13 de noviembre de 1955 asumió la presidencia el general Pedro E. Aramburu, que
respondía a los sectores más cerrilmente antiperonistas. Fue intervenido el Partido Peronista,
la Confederación General del Trabajo, las federaciones y los sindicatos; al mismo tiempo se
produjo el secuestro del cadáver de Eva Perón. El 9 de junio, ante un intento de asonada se
fusilaron y asesinaron a civiles y militares,23 entre ellos el jefe del movimiento, el general Juan
José Valle. Se dictó el decreto 4.161 que transformó en delito la mención del nombre de Perón
y de otras palabras vinculadas a esta extracción política. Se proscribió de la vida pública al con-
junto de los dirigentes sindicales que habían actuado con anterioridad a 1955. El objetivo fue el
de eliminar la identidad popular peronista y captar a ese conjunto de ciudadanos para la vida de
otros partidos políticos democráticos.
La respuesta popular consistió en la organización en la clandestinidad de lo que
se conoció como la Resistencia Peronista, liderada inorgánicamente por John W. Cooke,24 que
demostró la ineficacia de la política represiva. Ante estos fracasos, el gobierno decidió volver
a la vida política de los partidos y para ello convocó a una Convención Constituyente a fin de
modernizar la Constitución de 1853-1860 que se había restituido al derogarse la de 1949. Los
peronistas decidieron votar en blanco y constituyeron la fuerza mayoritaria. La Convención
Constituyente fracasó, así como también fracasó el intento de normalizar la CGT.
Luego de los fracasos políticos, el gobierno decidió llamar a elecciones presiden-
ciales. El 23 de febrero de 1958 fue elegido presidente de la Nación Arturo Frondizi, con el
explícito apoyo del general Perón.
Frondizi era un desarrollista. El “desarrollismo” suponía la necesidad de conciliar
políticas de expansión industrial a través de una capitalización originada en los recursos externos
con la vigencia de las prácticas electorales e instituciones típicas de la democracia representativa.
El gobierno decidió iniciar una política de apertura al capital extranjero en la actividad petro-
lera y la inserción de algunas fábricas en líneas elegidas; los contratos petroleros constituyeron
el eje del conjunto de su administración.
Los conflictos con los trabajadores y los estudiantes desataron un accionar repre-
sivo que debilitó al gobierno, que debió aceptar un plan de estabilización económica y de
austeridad que incorporó a Álvaro Alsogaray al gobierno. El plan aumentó tanto la recesión
como el desempleo y, también, recrudeció el enfrentamiento con los obreros peronistas, lo que
condujo a desempolvar un viejo instrumento represivo: el plan CONINTES, a partir del cual fueron
a prisión miles de militantes populares.
Sin embargo, el desarrollo económico, la conflictividad social y la inestabilidad
política no fueron enfrentadas desde un unificado frente interno, debido a que los militares,
que estaban embarcados en la guerra contrarrevolucionaria25 desconfiaban del accionar del
gobierno y lo presionaban permanentemente a través de una fórmula propia de la época: “el
planteo”. Los treinta y dos “planteos” militares le quitaron autonomía al Presidente, pero politi-
zaron la Fuerza y a causa de esto favorecieron su fraccionamiento.
A pesar de estos acontecimientos, el gobierno se sometió a una prueba muy impor-
tante: el 18 de marzo de 1962 enfrentó electoralmente al peronismo, y resultó derrotado, en
23 Rodolfo Walsh, Operación masacre, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1985.
24 Juan D. Perón y John W. Cooke, Correspondencia, Buenos Aires, Papiro, 1972.
una cabina metálica de chapas perfiladas o moldeadas y una caja de madera con capacidad
de carga para media tonelada. Había surgido el Rastrojero.21
A principios de la década de 1950 comenzó la decadencia del peronismo, una de las
más grandes sequías que recuerde la historia argentina complicó las cosechas de 1950-1951 y
1951-1952 con lo que se vio afectado el desenvolvimiento normal de la economía, a lo que se debe
agregar la impugnación de los militares y la Iglesia a la candidatura de Eva Perón a la vicepresi-
dencia de la Nación, un proceso inflacionario que no hacía posible la inversión, y como conse-
cuencia de este último la aparición del fantasma de la desocupación y la pérdida del salario real.
De esta manera, casi como un símbolo, la muerte de Eva Perón (1952) cierra un ciclo del peronismo.
A partir de 1952 la oposición lograba consolidarse. Las bombas en un acto en la
Plaza de Mayo fueron respondidas con la quema del Jockey Club y las sedes de algunos de los
partidos políticos. Parecía que desde allí no había retorno. Luego del enfrentamiento con la
Iglesia, ésta se sumó decididamente al frente opositor. La quema de las iglesias constituyó el
último acto del peronismo y abrió las puertas al golpe de Estado, que fracasó el 16 de junio de
1955 en el bombardeo a la Plaza de Mayo a cargo de aviones de la Marina, pero que finalmente
triunfaría el 16 de septiembre de 1955.22
Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “Industria, Fuerzas Armadas
y peronismo”, de Torcuato Di Tella, en el que el autor plantea el interés que mostraban las
Fuerzas Armadas por la industria, al mismo tiempo que los industriales comprendían la impor-
tancia de la relación con los militares en tanto éstos son proveedores naturales de los insumos
necesarios, desde el acero hasta el transporte. El análisis del pensamiento industrial a partir de
la producción del Instituto de Estudios y Conferencias de la Unión Industrial Argentina cubre
gran parte de este aporte y refuerza lo antes expuesto. “Defensa Nacional y Fuerzas Armadas.
El modelo peronista (1943-1955)”, de Marcelo Saín, parte de la premisa de que a partir de
1930 el poder militar se proyectó como uno de los protagonistas centrales del sistema político
argentino. Según esta perspectiva, el marco conceptual e institucional en el que Perón, desde el
gobierno, estructuró su vínculo con las Fuerzas Armadas fue la denominada Doctrina de la
Defensa Nacional, basada en dos ejes: por una parte, considerar una visión convencional y
limitada de la guerra, fundamentalmente, el conflicto con los países vecinos; y el de “la Nación
en Armas”. El trabajo de Susana Bianchi, “Hacia 1955: la crisis del peronismo”, da cuenta de
las diferentes alternancias de la relación entre el peronismo y el catolicismo oficial; relación
que oscila entre la Pastoral Colectiva de 1945 donde implícitamente se condenaba a la Unión
Democrática y se apoyaba la candidatura de Perón, hasta el 11 de junio de 1955 cuando la cele-
bración de la festividad de Corpus Christi se transformó en una de las más grandes manifes-
taciones en contra del gobierno de Perón. “El peronismo político, apuntes para su análisis”,
de Carolina Barry, se propone analizar el modo en el que se estructuró el peronismo político y
definir cuál fue el criterio para marcar y respetar las diferencias entre el Partido Peronista, el
Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo.
___________
El golpe del 16-22 de septiembre de 1955, contó con el apoyo del arco político anti-
peronista. En el interior de la fuerza militar se enfrentaron, nuevamente, los sectores naciona-
listas-católicos y los sectores liberales. Los primeros impusieron al primer presidente de ese turno
militar, el general (R) Eduardo Lonardi, quien durante el breve período del gobierno convocó
a un hombre de la Restauración Conservadora para que asesorara al gobierno en materia eco-
nómica. El Informe Prebisch propuso construir, a largo plazo, una Argentina industrial, más
compleja y diversificada que la que se había heredado del peronismo. Para alcanzar ese objetivo
21 Véase <www.cocheargentino.com.ar>.
22 Véase Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel Historia, colección
Biblioteca del Pensamiento Argentino (tomo VI), 2001, p. 24.
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
26 27
conoció la Argentina en la crisis. Se atacó decididamente la inflación mediante la racionalización
del Estado, la reducción del déficit y el congelamiento de los salarios;26 asimismo fueron supri-
midos los subsidios a las industrias y a ciertas regiones marginales.
En marzo de 1968, la división de los sectores sindicales, en el marco del Congreso
Normalizador de la CGT, permitió que surgiera una nueva conducción liderada por el dirigente
de los Gráficos: Raimundo Ongaro, quien bautizó a su organización como la CGT de los
Argentinos y rápidamente comenzó a editar el periódico CGT.27 Esta organización y su periódico
dieron unidad al sinnúmero de protestas obreras, de los sectores medios productivos (por ejemplo
en Mendoza y en el valle del río Negro) y, al mismo tiempo, las unificaron con los reclamos
estudiantiles. El conjunto de este movimiento confluyó en las protestas sociales en Córdoba el
29 de mayo de 1969 y fue conocido como el “Cordobazo”. La explosión tuvo tal impacto que
modificó por completo el escenario, renunció Kriegger y Onganía se quedó sin discurso. En el
campo de los movimientos sociales, se mantuvo la agitación en el interior y aparecieron las orga-
nizaciones armadas de distinto signo político. Un año después, los “Montoneros” secuestraron y
dieron muerte al general Aramburu. Allí concluyó el primer turno presidencial de la dictadura.
En junio de 1970, la Junta de Comandantes designa al general Roberto Marcelo
Levingston que se “salió de libreto” e intentó encontrar otro camino político, apelando a lo que
él llamaba la “generación intermedia”, por fuera de los partidos políticos tradicionales y designó
ministro de Economía al doctor Aldo Ferrer.
En marzo de 1971, una nueva movilización popular derrocó al segundo presidente
de la autodenominada Revolución Argentina. De este modo, la movilización popular caracterizada
como el “segundo Cordobazo” (el “Viborazo”) puso fin al segundo turno presidencial de la dic-
tadura militar.
El 22 de marzo, la Junta reasume el poder y designa presidente al general Alejandro
Agustín Lanusse que intentó encontrar una salida política negociada y para ello implementó
un programa que se denominó “Gran Acuerdo Nacional”. Los objetivos fueron tres: el repudio
a la subversión; el reconocimiento de la inserción de las Fuerzas Armadas en el futuro esquema
institucional y, particularmente, el acuerdo sobre la candidatura presidencial. Al mismo tiempo
que estas negociaciones avanzaban, también crecía en importancia el accionar de las organiza-
ciones guerrilleras. Los presos políticos pertenecientes a estas organizaciones planearon la fuga
de la cárcel de Trelew, que fracasó organizativamente; y la Marina, el 22 de agosto, ejecutó ile-
galmente a dieciséis presos políticos alojados en la base Almirante Zar. Allí se agotó la credibi-
lidad del gobierno y el proyecto del “Gran Acuerdo Nacional”.
El 17 de noviembre de 1972, Perón retornó al país y acordó28 con los líderes políticos
una salida electoral, transformándose así nuevamente en el gran elector de la vida argentina.
El peronismo acordó su fórmula con sus tradicionales aliados y se presentó a las elecciones del
11 de marzo de 1973 con la candidatura de Cámpora-Solano Lima, que resultaron elegidos con
el 49,5% de los votos.
El gobierno de Cámpora se encontró sometido a la tensión interna propia del movi-
miento peronista, que contaba con dos actores principales: la juventud y los sindicalistas. Esa
tensión creciente, condujo por un lado a la movilización de los sectores populares, la firma del
acuerdo entre los empresarios y los trabajadores, y la organización de comandos de extrema
derecha para la represión por fuera de la ley en el Ministerio de Bienestar Social que estaba
a cargo de José López Rega. Ese enfrentamiento tuvo su punto culminante durante la masiva
concentración en Ezeiza para recibir el retorno definitivo de Perón a la Argentina. Los sectores
de derecha organizaron diferentes emboscadas donde murieron militantes de la Juventud
26 José Luis Romero, op. cit., pp. 178-179.
27 Semanario CGT de los Argentinos, fundado por Raimundo Ongaro y Ricardo De Luca, y dirigido por Rodolfo
Walsh. Editado por Página/12 y la Universidad de Quilmes.
28 Todas las fuerzas políticas convocadas por Perón se reunieron en el restaurante Nino de Vicente López, provin-
cia de Buenos Aires en la llamada “Asamblea de la Unión Nacional”, a la que también asistieron representan-
tes de la CGT y la CGE.
especial en la provincia de Buenos Aires. Un nuevo planteo condujo a Frondizi a decretar la inter-
vención federal en las provincias en las que había triunfado el peronismo, pero esto tampoco
fue suficiente. Los militares lo arrestaron y recluyeron en Martín García el 29 de marzo de 1962.
Mientras los militares que habían arrestado a Frondizi deliberaban acerca del camino
a seguir, el senador por Río Negro, José María Guido a cargo de la presidencia de la Cámara
de Senadores (por la renuncia anterior del vicepresidente Alejandro Gómez) se presentó ante
la Corte Suprema y juró como presidente de la Nación. El nuevo presidente gobernó con los
hombres de la Argentina tradicional, este interregno estuvo marcado por la incertidumbre y un
nuevo estatuto para los partidos políticos, en el que se volvía a proscribir al peronismo; asi-
mismo se produjo el anuncio del cese de las actividades de la CGT.
Pero la incertidumbre se acentuó aun más a partir del enfrentamiento entre las
facciones del Ejército que la historia recogió como el enfrentamiento entre “azules” y “colorados”,
en cuya primera escaramuza, con el triunfo de los azules, fue emitido el comunicado 150 (redac-
tado por el periodista Mariano Grondona y el coronel Aguirre) en el que se declaraba pres-
cindentes a las Fuerzas Armadas del ejercicio del gobierno, aunque éste podía leerse, clara-
mente, como un programa para gobernar. El 2 de abril se desató el enfrentamiento definitivo
en el que los azules, al mando del Ejército, terminaron con los colorados y con la Marina.
Posteriormente se convocó a elecciones ampliando la proscripción del peronismo.
El 7 de julio de 1963, con una enorme cantidad de votos en blanco, la fórmula
radical encabezada por Arturo Illia, derrotó la candidatura del general Aramburu.
El gobierno de Illia se desenvolvió en un marco legal, aunque con escasa legitimidad
de origen, lo que limitaba sus posibilidades de acción. En el ámbito económico estableció una
línea, que desde el presente, puede caracterizarse como nacionalista, en tanto fueron adoptdas
medidas tales como la anulación de los contratos petroleros y la modificación accionaria, a
favor del país, de la empresa de energía SEGBA, que se había creado durante el gobierno del
general Aramburu. Esto le valió a Illia el desagrado de los inversionistas extranjeros, al que
rápidamente se sumó la Unión Industrial Argentina que se oponía al intervencionismo estatal
en la economía, particularmente en la fijación de los precios. Situación que se agravaría con el
envío al Parlamento de la Ley de Medicamentos que los consideraba como “bienes sociales”.
Sin embargo, éste era un gobierno demasiado solitario en el mundo de las rela-
ciones políticas. Así, apenas normalizada la CGT, el gobierno se vio obligado a afrontar un
Plan de Lucha que inició ésta y que llegó a ocupar más de 11.000 fábricas. El enfrentamiento
con el gobierno creció desde el sector de los empresarios que exigían la sanción del estado de
sitio contra el Plan de Lucha. Comenzaron en ese momento las acusaciones por la lentitud del
gobierno, crítica que se estigmatizó con el uso de la imagen de la tortuga.
La aparición de un pequeño grupo guerrillero en el norte argentino fue reprimido
(detención, juzgamiento y cárcel) de acuerdo a la legalidad vigente, sin recurrir a prácticas de
contrainsurgencia, a partir de lo que se reafirmaban las características más importantes del
gobierno. Los dirigentes sindicales peronistas iniciaron el camino del despegue de Perón, parti-
cularmente el más destacado de ellos, el secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica,
Augusto Vandor.
Aunque todos los indicadores de la economía señalaban una muy buena perfor-
mance del gobierno, se había iniciado a través de los medios de comunicación una campaña con
el fin de quitarle legitimidad. La alianza de los sectores militares azules, los dirigentes sindicales
que respondían a Vandor y los empresarios formaron un solo bloque y el 28 de junio de 1966, las
tres Fuerzas Armadas, con el acuerdo explícito de la Iglesia destituyeron al presidente Illia. El lide-
razgo recayó en el general Juan Carlos Onganía, quien fue designado presidente de la República.
En marzo de 1967 fue designado ministro de Economía Adalberto Kriegger Vasena,
quien anunció uno de los programas más coherentes, desde el pensamiento conservador, que
25 Osiris Villegas, Guerra Revolucionaria Comunista, Buenos Aires, Biblioteca del Círculo Militar Argentino, 1959.
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
28 29
___________
El llamado Proceso de Reorganización Nacional asumió el poder con el objetivo
expreso de restablecer el orden. Esto implicó, en los hechos, la más brutal represión del con-
junto de las organizaciones populares. Restablecer el orden, para el gobierno de los militares,
consistió en eliminar físicamente todas las barreras que el pueblo había construido en defensa
de los intereses nacionales. La represión fue ejecutada sin ninguna legalidad; no hubo detenidos,
jueces, ni procesos. Existió la prisión, la tortura y la muerte decidida por los propios represores.
Se implementó un infernal círculo de secuestro-tortura-delación-ejecución clan-
destina o cooptación como fuerza propia en la más absoluta clandestinidad, que dio pie al
surgimiento de lugares de concentración y campos de tortura como la ESMA, El Vesubio, La Perla,
Campo de Mayo y muchos otros.
Una vez que se hubo forzado el silencio, se puso de manifiesto el otro objetivo
de la dictadura: la transformación de la estructura económica, según la visión neoliberal que
encabezaba el ministro de Economía, don José Alfredo Martínez de Hoz. Dicho de manera muy
esquemática, el sentido de la transformación residía en la posibilidad de pasar de una Argentina
industrial, con todos sus problemas, a una Argentina dominada por el capital financiero. A mediados
de 1977 se puso en marcha la reforma que consistió: “básicamente, en una rápida liberalización
de las tasas de interés bancarias y en una gradual, pero firme, eliminación de las restricciones al
movimiento de capitales con el exterior”,30 que se habría de completar en 1980. Detrás de este
proceso se encontraba el objetivo de terminar con el subsidio de los empresarios ineficientes por
parte de los ahorristas, vía la regulación estatal, para, así, desarrollar un auténtico mercado de
capitales.
A mediados de 1978, la Marina y su comandante, Eduardo E. Massera, comenzaron
a presionar con lo que en el período se denominó el “cuarto hombre”. En el fondo consistía en
terminar con la excepcionalidad y a partir de ello que el comandante del Ejército, fuera tam-
bién el presidente. Esto se sorteó, luego de muchos cabildeos, con el retiro de Jorge Videla del
Ejército, su designación como presidente y Roberto Viola como comandante del Ejército, este
último era hombre de buen diálogo con sindicalistas y políticos. Luego del chauvinismo del
Mundial de Fútbol y el conato de guerra con Chile por el Canal del Beagle, resultaron vanos los
intentos de vestir de nacional y popular a la dictadura.
A principios de 1979 apareció “la tablita”31 que se complementaba con la apertura
gradual del comercio. Esto ocurría en el marco de una gran dispersión salarial desde un “piso”
administrado por el Estado. Los grandes empresarios seguían oponiéndose a este manejo de
la economía y pedían volver a las propuestas de 1976: recesión y ajuste del gasto público. Al
persistir el proceso inflacionario, el Ministerio de Economía apresuró las rebajas arancelarias
dejando sin protección a la industria argentina; a partir de lo cual se produjo su gran quiebre,
aunque debido a que la protección comenzó a darse en forma de tomar posiciones en moneda
extranjera, se sucede una muy rápida subida de las tasas de interés, lo que habría de concluir en
la crisis financiera y la caída de los bancos.
El 24 de marzo de 1981, asumió como presidente el general Roberto Viola, que había
pasado a retiro en su Fuerza de la que ya era comandante el general Leopoldo Fortunato Galtieri.
La situación económica y financiera se encontraba en una crisis que se agudizaba casi a diario, y
nada de lo que hizo el gobierno sirvió para calmar el mercado financiero. Las estampidas y corridas
provocadas por el atesoramiento de la moneda extranjera resultaban imposibles de contener a
través de la devaluación.32
30 Marcos Novaro y Vicente Palermo, La dictadura militar 1976-1983. Del golpe de Estado a la restauración
democrática, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argentina (tomo 9), 2003, p. 220.
31 Establecía por ocho meses la variación futura del tipo de cambio a tasas decrecientes.
32 En medio de estas crisis, Sigaut pronunció un apotegma que ha quedado entre los grandes bloopers de la his-
toria argentina, “el que apuesta al dólar pierde”.
Peronista e impidieron que Perón hablara al pueblo. Allí se inició el camino que conduciría a
la renuncia de Cámpora y al enfrentamiento de la Juventud con Perón.
Es a partir de ese momento que comienza a actuar la Triple A, organización de
extrema derecha preparada para la represión ilegal, y que luego del triunfo de Perón habría de
provocar algunos resonantes atentados mortales como el del diputado Rodolfo Ortega Peña o
el intelectual Silvio Frondizi.
Después de la renuncia de Cámpora es prácticamente plebiscitada la fórmula Perón-
Perón. Con Perón en el gobierno se producen una serie de atentados de las organizaciones
armadas a los cuarteles (Comando Sanidad en Buenos Aires, Formosa, Azul, Monte Chingolo) que
desataron una represión a cargo del conjunto de las Fuerzas Armadas.
Muerto el general Perón, durante el gobierno de su viuda, María Estela Martínez de
Perón, se agrava la crisis institucional y económica. En relación con esta última, el punto más ele-
vado consistió en el severo plan de austeridad que decide implementar su ministro de Economía,
Celestino Rodrigo, resistido por los trabajadores organizados que habían logrado un importante
aumento de salarios, y a partir del cual se desató un proceso inflacionario de magnitudes desco-
nocidas en la Argentina (el “Rodrigazo”). Desde allí comenzó a tomar forma definitiva el golpe
de Estado, apoyado por la Iglesia, los sectores dominantes de la sociedad e importantes sectores
políticos.
Los hombres de las Fuerzas Armadas estaban muy influenciados por: “Los generales
y coroneles franceses que no sólo enseñaron una técnica (la división del territorio en zonas y áreas),
la tortura como método de obtención de inteligencia, el asesinato clandestino para no dejar huellas,
la reeducación de algunos prisioneros para utilizarlos como agentes propios. También propa-
garon el sustento dogmático de esa forma de guerra que llamaban moderna y el ambiguo con-
cepto de subversión, entendido como todo aquello que se opone al plan de Dios sobre la tierra”.29
Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “Las Fuerzas Armadas en misión
imposible: un orden político sin Perón”, de María Matilde Ollier, se trata de un trabajo que des-
cribe el período a partir de dos ejes fundamentales: uno se organiza en torno a la presencia
concreta de los hombres de las Fuerzas Armadas en el gobierno de la República –con o sin con-
senso popular–, no sólo para gobernarla sino también para derrotar el enemigo interno. El
otro eje que atraviesa el período, según afirma la autora, se refiere el descreimiento de las poten-
cialidades de la democracia y de la política en tanto procedimientos, cuya consecuencia más
importante consistió en que las elites construyeron sus alianzas en un terreno sin ley. “La intro-
ducción de la Doctrina de la Seguridad Nacional en el Ejército Argentino”, de Ernesto López, estu-
dia la influencia francesa, que, según las precisiones historiográficas, estuvo presente en la filiación
de la Doctrina de la Seguridad Nacional; el autor se atreve a afirmar que dicha influencia ya se
encontraba presente desde 1955 en el intento de “desperonizar” al Ejército. “La sociabilización
básica de los oficiales del Ejército en el período 1955-1976”, de Luis Eduardo Tibiletti, intenta
brindar una perspectiva acerca de la formación que los oficiales del Ejército recibieron en el
Colegio Militar de la Nación especialmente en dos direcciones: la que se relaciona con el aspecto
ideológico-político y la que ayuda o dificulta la relación entre el Ejército y la sociedad en
democracia. “Ilegitimidad democrática y violencia”, de José Pablo Feinmann, en cuya exposición
el autor se sostiene en la hipótesis de que entre 1955 y 1973 no existió la democracia en la
Argentina. Existió la ilegalidad, el sofocamiento y la falta de libertad. De este modo, durante
dicho período la Argentina no logró constituirse legalmente, debido a la insistencia en la margi-
nación de la fuerza mayoritaria del país y del líder de esa fuerza; movimientos que potencian
la consideración acerca de ese líder hasta transformarlo en un objeto maldito. Luego examina el
tema de la contrainsurgencia y la escuela francesa; para concluir, en un interesante intercambio
de preguntas, realizando algunas anotaciones sobre la violencia.
29 Horacio Verbitsky, “Una proeza periodística”, en Marie-Monique Robin, Escuadrones de la Muerte, Buenos
Aires, Sudamericana, 2005, pp. 7-8.
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
30 31
En cuanto al comportamiento de las tropas, es de destacar que los soldados, en muchos
casos con muy poca instrucción, demostraron una notable abnegación, se cubrieron de gloria
enfrentando a una de las mejores unidades del mundo. Sin embargo, no ocurrió lo mismo en el
ámbito de la oficialidad, donde si bien hubo una participación valerosa de numerosos jóvenes
oficiales, también existieron muchos otros que se inclinaban en mayor medida a impartir san-
ciones a la tropa propia que ejemplos para sus subordinados. La consecuencia de la derrota militar
fue la renuncia de Galtieri y el desprecio popular que ahora exigía la retirada de los militares. El
general Reinaldo Bignone se puso al frente del gobierno, sin el consentimiento de la Marina
y la Aeronáutica, para conducir la transición. La de 1982-1983 no fue una transición arrancada
por luchas y movilizaciones populares contra la dictadura, como había sido la de 1973, se tra-
taba esencialmente del resultado de la crisis interna del régimen. Fue una implosión del régimen
militar que se había iniciado en 1976 y que concluyó en Malvinas. Ante la transición surgieron
dos posiciones, por un lado, la de los viejos caudillos que no comprendieron que la relación
entre lo civil y lo militar se había modificado a partir de Malvinas y por lo tanto esperaban negociar
una salida electoral; y por el otro lado, la de una parte de la Democracia Cristiana, del Partido
Intransigente, cuyo liderazgo absoluto asumió Alfonsín, posición que comprendía que la relación
se había fracturado y que en el centro de la escena se encontraba la cuestión de los derechos
humanos. Por lo tanto había que pelear y no negociar. Bignone, un hábil negociador, fijó rápida-
mente la fecha de elecciones y con eso apaciguó el frente interno. Al mismo tiempo que los
partidos se preparaban para las elecciones (selección de candidatos, estrategias, etc.) el gobierno
intentó salvar la grave situación económica. El primer tema a resolver consistía en el de la deuda
privada externa, ya que los organismos bilaterales de crédito exigían a los países más que a los
deudores. En primer lugar se procuró una reactivación inmediata vía la fijación de tasas de
interés; las tasas comenzaron siendo negativas en alrededor del 20% mensual y aunque luego se
moderaron, permanecieron siempre por debajo de la inflación hasta 1983. Éste fue el meca-
nismo para “licuar” rápidamente el endeudamiento de los particulares y las empresas, pero con
una particularidad que no tuvo equivalencias en el tratamiento de las acreencias contra el Estado
en manos de los grupos económicos. El endeudamiento externo se resolvió de manera aun
más drástica a través de un seguro de cambio, que no se actualizaba al ritmo de la devaluación,
con lo que las empresas descargaron en el Estado sus pasivos.34 Se había cumplido con los orga-
nismos internacionales y a través de ellos con el sistema financiero internacional. A partir de
allí, las cifras del pago de la deuda externa constituyeron una “pesada carga” para todos los
gobiernos hasta el presente. En lo inmediato el pago de los intereses de esa deuda subió del
8% del PBI al 40% de los ingresos públicos. Con un correlativo aumento del déficit público.
Desde aquí y hasta fines de los años ochenta “la patria financiera” habría de configurarse como
el enemigo de los políticos.
La campaña electoral seguía su rumbo. Alfonsín, siendo aún precandidato, hizo pública
una denuncia que haría carrera política: “el pacto militar-sindical” que con espíritu corporativo
se transformaba en el obstáculo a vencer para llegar a un sistema democrático. Desde allí, los radi-
cales reforzarían la idea de que era necesario democratizar la vida de los sindicatos.
Alfonsín, ya como candidato y luego de haber derrotado masivamente a los viejos
balbinistas representados por Fernando de la Rúa, puso en el centro de la escena la cuestión de
los derechos humanos y con ese fin le dio identidad a una fórmula para considerarlos, distin-
guiendo en el marco de la dictadura entre quienes habían impartido las órdenes y quienes las habían
cumplido;35 pensando quizás, en reducir los juicios por las violaciones de éstos sólo a los altos mandos.
Por su parte, en el peronismo ninguno de los precandidatos (Robledo, Saadi, Menem)
tuvo la fuerza suficiente para imponerse sobre los otros. Con lo que el gran elector fue el movi-
miento sindical y, en particular, Lorenzo Miguel, el secretario general de Metalúrgicos, que en el
35 La llamada “doctrina de los tres niveles de responsabilidad”.
En noviembre Viola pide licencia por enfermedad y ocupa provisoriamente la presi-
dencia el general Liendo. Éste le encargó a Domingo Felipe Cavallo, que para entonces ocupaba
una de las subsecretarías del Ministerio del Interior, un conjunto de normas de reactivación
económica. El experimento fracasó, sin embargo, de este modo, Cavallo comenzó su camino en
la historia que lo tendría como hombre fuerte de la economía del país y como protagonista en la
nacionalización de la deuda externa, la convertibilidad y el “corralito”, causa principal del estallido
de 2001.
Prohibido el campo de la política, por la dictadura, se hacía necesario politizar la vida
cotidiana. En ella se ponía en juego la misma subsistencia del ciudadano y la esperanza de la des-
trucción del autoritarismo. El ejemplo más singular fue el de los organismos de derechos humanos,
en particular, las Madres de Plaza de Mayo, cuya práctica hizo –en la Argentina contemporánea–
de un problema moral, un problema social y político. Allí tomó cuerpo la lucha resistente que
obligó a los dirigentes políticos, mayoritariamente nucleados en la Multipartidaria, y a los diri-
gentes sindicales a asumir activamente el camino de la oposición, que había permanecido silen-
ciada hasta 1980.33
El 22 de diciembre de 1981 asumió la presidencia el comandante en jefe del Ejército:
Leopoldo Fortunato Galtieri.
Galtieri se identificaba con la posibilidad de volver a 1976. Es decir, clausurar cualquier
atisbo de salida político-partidaria. A comienzos de 1982 resultaba claro que buscaba impulsar
el desarrollo de un movimiento propio (Movimiento de Opinión Nacional) para enfrentar a la
Multipartidaria.
Galtieri había llegado al gobierno en el momento en el que el sistema capitalista, a
nivel mundial, se estaba reorganizando, decretando el fin del flujo fácil de capitales y ocasionando
que los acreedores persiguieran el cobro de las deudas. Éstos presionaron, a través de los orga-
nismos multilaterales de crédito, para la sanción de las políticas de ajuste que les permitieran cobrar
los intereses de su deuda.
Mientras tanto, el movimiento obrero dividido impulsó una concentración el 30 de
marzo en la Plaza de Mayo.
El movimiento fue duramente reprimido y la mayoría de los dirigentes convocantes
fueron encarcelados. En concreto, el gobierno de Galtieri se enfrentaba a la oposición de la
Multipartidaria, de los dirigentes sindicales, de los sectores industriales, de los sectores financieros
nacionales y particularmente de los organismos de derechos humanos. Su continuidad política
parecía difícil; y en esta situación se encuentra el fundamento por el que el régimen se embarcó
en la aventura militar para recuperar las islas Malvinas.
El 2 de abril de 1982, las tropas argentinas desembarcaron en las islas Malvinas y las
ocuparon militarmente. La respuesta de Gran Bretaña fue la menos esperada por el régimen,
primero lo derrotó diplomáticamente en el marco de la Naciones Unidas e inmediatamente orga-
nizó una importante fuerza naval y la dirigió hacia el Atlántico Sur. Estados Unidos, que hasta el
2 de abril permanecía neutral ante la guerra, decide apoyar técnica y militarmente a su principal
aliado de la OTAN. Ante este panorama la Junta en conjunto con su canciller Nicanor Costa Méndez
decidieron “fugar hacia delante” y enfrentaron la guerra. Esta decisión contó con una impor-
tante adhesión popular. La relación de fuerzas pareció cada vez más desfavorable para los argen-
tinos; finalmente en junio, luego de la rendición de las tropas argentinas, la guerra terminó con
el triunfo de las fuerzas británicas.
La Guerra de Malvinas fue el primer conflicto entre dos naciones del mundo occidental
luego de la Segunda Guerra Mundial, protagonizado por una potencia mundial contra una nación
latinoamericana que había pretendido disputarle uno de sus últimos enclaves coloniales.
33 Oscar Moreno, “Apuntes para una nueva forma de hacer política”, en Oscar Oszlak (comp.), “Proceso, crisis y
transición democrática/2”, Buenos Aires, CEAL, 1984, pp. 29-43.
34 M. Novaro y V. Palermo, op. cit., p. 527.
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
32
Congreso Partidario ungió la fórmula Luder-Bittel; y apoyando luego la candidatura de Herminio
Iglesias para gobernador de la provincia de Buenos Aires.
El 30 de octubre el doctor Raúl R. Alfonsín fue elegido presidente contando con el 52%
de los votos.
Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “El nuevo funcionamiento de
la economía a partir de la dictadura militar (1976-1982)”, de Eduardo Basualdo, trabajo que tiene
como propósito realizar un somero análisis de la vinculación que mantienen la política econó-
mica y algunas de las transformaciones estructurales más relevantes que se desplegaron en el
período. Como allí se advierte, no se trata de hacer un recuento detallado de ambos aspectos de
la relación, sino de analizar el modo en el que sus contenidos más generales se vincularon con el
patrón de acumulación de capital que rigió hasta el año 2001. “El Proceso, último eslabón de un
sistema de poder antidemocrático en la Argentina del siglo XX”, de Fabián Bosoer, propone una
descripción de la incidencia que tuvieron las relaciones cívico-militares en el interior de la elite del
poder y en la política exterior argentina. Asimismo pretende plantear la relevancia que tuvo un
determinado sistema de creencias fraguado en la socialización cívico-militar y su influencia en
el modo de hacer política de la dirigencia. “Fuerzas Armadas y organismos de derechos humanos,
una relación impuesta”, de Horacio Verbitsky, en cuya primera parte de la presentación se ocupa
de la relación entre los organismos de derechos humanos y las Fuerzas Armadas, que fuera
impuesta por el secuestro, por parte del personal militar, de miles de jóvenes que reaparecieron
con vida. La segunda parte está destinada a explicar el surgimiento del Partido Militar a partir
de la incapacidad de los sectores económicos y sociales dominantes argentinos de transformar su
hegemonía y su prestigio social en poder político por medios democráticos. “La Guerra de Malvinas”,
de Martín Balza, se trata de un trabajo en el que el autor efectúa un desarrollo del conjunto de los
aspectos que rodearon a la guerra, partiendo de una afirmación que aquí se transcribe: “Las Malvinas
son incuestionablemente argentinas desde el punto de vista histórico, geográfico y jurídico, la
forma de recuperarlas es el diálogo entre las dos partes. La guerra no es una obra de Dios”.
.
NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE
35
La Revolución de Mayo como mito de orígenes de la Nación Argentina
Uno de los pocos motivos de consenso que persisten en una sociedad tan dividida como la argentina es
la consideración de la Revolución de Mayo como un hecho fundacional de la nación. Se trata en ese sentido de una
suerte de mito de orígenes en el que para muchos estaría cifrado el sentido de toda nuestra historia nacional. De
ese modo resulta inevitable que las miradas dirigidas hacia el proceso revolucionario se encuentren condicionadas
por las diversas concepciones acerca de la nación argentina que se fueron forjando a lo largo de su breve historia.
El tramo más reconocible y significativo de esta historia de las representaciones sobre la nación
argentina es el que se inicia entre fines del siglo XIX y principios del XX. Recordemos que en esas pocas décadas
cobró forma lo que algunos autores dieron en llamar la “Argentina moderna” que surgió como resultado de la
conjugación de diversos procesos como la consolidación del Estado nacional, el desarrollo de una economía capi-
talista plenamente integrada al mercado mundial y la inmigración masiva a partir de la cual se forjó una nueva
sociedad. Fue precisamente durante esos vertiginosos años cuando comenzó a cobrar mayor predicamento la idea
esbozada en la obra historiográfica de Bartolomé Mitre según la cual la Revolución de Mayo debía considerarse
como el momento de alumbramiento o toma de conciencia de la nacionalidad argentina que, al igual que su terri-
torio y su destino de grandeza, habrían comenzado a delinearse durante el período colonial.1 Así, y a diferencia por
ejemplo de Alberdi o de Sarmiento para quienes la nación argentina constituía un proyecto cuya orientación sólo
podía provenir del futuro, Mitre sostenía que su rumbo ya había sido configurado en ese pasado, razón por la
cual se hacía necesario elaborar un relato histórico que fuera capaz de desentrañarlo.
Esta forma de pensar a la nación argentina a través del prisma ideado por el historicismo romántico
tuvo y aún tiene una gran importancia. Pero no sólo por su capacidad para dotar de una identidad nacional a las
poblaciones heterogéneas, sino también porque dicha perspectiva permitió legitimar al Estado nacional argentino
que entonces se encontraba en vías de consolidación. Cabe destacar que esta legitimidad proviene del principio
de las nacionalidades que, surgido en Europa durante la década de 1830, se caracteriza por aunar una idea étnica
o cultural y una política de nación. Este principio se basa en la suposición de que existen pueblos reconocibles por poseer
determinados rasgos distintivos y un territorio que le están predestinados o que les corresponde por razones históricas.
1 Esta interpretación, si bien fue esbozada en algunos textos anteriores, recién aparece desplegada en la tercera edición de su Historia
de Belgrano y de la Independencia Argentina publicada en 1876-1877. Al respecto puede consultarse Fabio Wasserman, Entre Clio y
la Polis. Conocimiento histórico y representaciones del pasado en el Río de la Plata (1830-1860), Buenos Aires, Teseo, 2008, cap. XII.
1810-1860 LA INDEPENDENCIA
Y LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
Revolución y Nación en el Río de la Plata (1810-1860)
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA
EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS
1
CAPÍTULO
FABIO WASSERMAN
INSTITUTO RAVIGNANI
UBA-CONICET
Roux, Guillermo. San Martín Guerrero, 2008. Carbón y pastel, 115 x 84 cm.
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Fradklin lunes 7 05

  • 1.
  • 2. AUTORIDADES NACIONALES DRA. CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER PRESIDENTA DE LA NACIÓN DRA. NILDA GARRÉ MINISTRA DE DEFENSA
  • 3. LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS Debates históricos en el marco del Bicentenario (1810-2010) PRÓLOGO DRA. NILDA GARRÉ MINISTRA DE DEFENSA OSCAR MORENO COORDINADOR PUBLICACIÓN DEL MINISTERIO DE DEFENSA DE LA NACIÓN - REPÚBLICA ARGENTINA
  • 4. AUTORES MORENO, OSCAR COORDINADOR ANSALDI, WALDO BALZA, MARTÍN BARRY, CAROLINA BASUALDO, EDUARDO BIANCHI, SUSANA BRAGONI, BEATRIZ BOSOER, FABIÁN BROWN, FABIÁN E. A DE MARCO, MIGUEL ÁNGEL DE PRIVITELLIO, LUCIANO DI TELLA, TORCUATO FEINMANN, JOSÉ P. FRADKIN, RAÚL GALASSO, NORBERTO GELMAN, JORGE LANTERI, SOL LÓPEZ, ERNESTO MATA, SARA E. OLLIER, MARÍA M. OYARZÁBAL, GUILLERMO A. PAZ, GUSTAVO; PERSELLO, ANA V. PLOTKIN, MARIANO B. RATTO, SILVIA RUIZ MORENO, ISIDORO J. SABATO, HILDA SAÍN, MARCELO TIBILETTI, LUIS E. VERBITSKY, HORACIO WASSERMAN, FABIO
  • 5. 11 Prólogo Dra. NILDA GARRÉ. MINISTRA DE DEFENSA 17 Introducción. OSCAR MORENO Nación y Fuerzas Armadas: notas para un debate CAPÍTULO 1 (1810-1860) LA INDEPENDENCIA Y LA ORGANIZACIÓN NACIONAL 35 FABIO WASSERMAN Revolución y Nación en el Río de la Plata (1810-1860) 45 RAÚL O. FRADKIN Sociedad y militarización revolucionaria. Buenos Aires y el Litoral rioplatense en la primera mitad del siglo XIX 57 JORGE GELMAN Y SOL LANTERI El sistema militar de Rosas y la Confederación Argentina (1829-1852) 69 SARA E. MATA La guerra de la Independencia en Salta. Güemes y sus gauchos 79 GUILLERMO A. OYARZÁBAL Una estrategia para el Río de la Plata. La escuadra argentina en el combate naval de Montevideo CAPÍTULO 2 (1862-1880) LA ORGANIZACIÓN NACIONAL Y LA MODERNIZACIÓN 85 HILDA SABATO ¿Quién controla el poder militar? Disputas en torno a la formación del Estado en el siglo XIX 95 BEATRIZ BRAGONI Milicias, Ejército y construcción del orden liberal en la Argentina del siglo XIX 105 GUSTAVO L. PAZ Resistencias populares a la expansión y consolidación del Estado Nacional en el interior: La Rioja (1862-1863) y Jujuy (1874-1875) 117 MIGUEL ÁNGEL DE MARCO De la Marina “fluvial” a la Marina “atlántica” CAPÍTULO 3 (1880-1930) LA VIDA POLÍTICO-ELECTORAL Y LOS MOVIMIENTOS POPULARES 125 SILVIA RATTO La ocupación militar de la Pampa y la Patagonia de Rosas a Roca (1829-1878) 135 LUCIANO DE PRIVITELLIO El Ejército entre el cambio de siglo y 1930: burocratización y nuevos estilos políticos 145 WALDO ANSALDI Partidos, corporaciones e insurrecciones en el sistema político argentino (1880-1930) 155 ISIDORO J. RUIZ MORENO Vida política y electoral (1880-1930). El Ejército CAPÍTULO 4 (1930-1943) LA CRISIS DEL MODELO AGROEXPORTADOR Y LA RUPTURA INSTITUCIONAL 167 NORBERTO GALASSO Las contradicciones en el Ejército durante el régimen conservador 177 FABIÁN EMILIO ALFREDO BROWN La industrialización y la cuestión social: el desarrollo del pensamiento estratégico en Mosconi, Savio y Perón ÍNDICE PUBLICACIÓN DEL MINISTERIO DE DEFENSA República Argentina Azopardo 250 (C1107ADB) Fecha de catalogación: 19/03/2010 Coordinador: OSCAR MORENO Diseño de tapas e interiores: ANDREA P. SIMONS Revisión: ESTEBAN BERTOLA Fotografía de tapas e interiores: PEDRO ROTH (Imagen de tapa: Cabildo Abierto, de Pedro Blanqué, 1900) © 2010 Ministerio de Defensa La construcción de la Nación Argentina. El rol de las Fuerzas Armadas ISBN: 978-987-25356-4-3 La construcción de la Nación Argentina. El rol de las Fuerzas Armadas/ Nilda Garré ... [et.al.]; coordinado por Oscar Moreno; edición literaria a cargo de Roberto Diego Llumá; con prólogo de Nilda Garré. - 1a ed. - Buenos Aires: Ministerio de Defensa, 2010. 400 p.; 29x23 cm. ISBN 978-987-25356-4-3 1. Historia Argentina. I. Garré, Nilda II. Moreno, Oscar, coord. III. Llumá, Roberto Diego, ed. lit. IV. Garré, Nilda, prolog. CDD 982 Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723. Ninguna parte de esta publicación inluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmi- tirse en forma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea este eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin la previa autorización escrita por parte de la editorial. Impreso en Argentina.
  • 6. 11 1 Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 25. 2 José C. Chiaramonte, Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Buenos Aires, Emecé, 1997, p. 133. 3 Tulio Halperin Donghi, De la revolución de Independencia a la Confederación Rosista, Buenos Aires, Paidós, 2000. La construcción de la Nación Argentina. El rol de las Fuerzas Armadas es el resul- tado de la contribución de un conjunto de historiadores, periodistas, políticos y militares que fueron convocados a participar en el Ciclo Anual de Mesas Redondas organizado durante el año 2009 en el marco de las celebraciones por el Bicentenario de la Nación Argentina. El ciclo se organizó bajo una idea rectora: la conmemoración del Bicentenario debe impulsar la comprensión crítica de la historia viva de la Patria. A partir de este objetivo, desde el Ministerio de Defensa, se alentó el análisis acerca del desempeño de las Fuerzas Armadas en los acontecimientos decisivos de la historia argentina, con el fin de que éste per- mita, a las futuras generaciones, elaborar una valoración objetiva en la que se potencien los aciertos y se desalienten definitivamente los errores. Las siete mesas que se desarrollaron entre los meses de mayo y diciembre del año 2009 en el Salón de Actos del Ministerio y que fueron transmitidas por el sistema de video conferencia a distintas unidades militares, contaron con una audiencia poblada de jóvenes oficiales de las tres Fuerzas, algunos altos oficiales y personas de la vida política e intelectual. Es de destacar, en el conjunto de las participaciones, la inquietud y la rigurosidad demostradas en los análisis de las diferentes situaciones problemáticas de la historia argentina y del rol que en ellas desempeñaron las Fuerzas Armadas. El Ciclo Anual de Mesas Redondas se inscribe dentro del Plan Integral de Modernización del Sistema de Defensa impulsado por el Ministerio de Defensa, que se funda en el principio de conducción civil de los asuntos castrenses, que a su vez se sustenta en el enunciado de diez grandes líneas de acción, una de las cuales es el fortalecimiento de la vinculación del sistema con la sociedad civil. Esta línea de acción promovió el desarrollo de muy variadas actividades, pero todas ellas orientadas a la generación y difusión de un espacio de diálogo que resultara útil para favorecer el acercamiento de la ciudadanía en su conjunto al conocimiento de los hechos del pasado y a la recuperación de la memoria colectiva. El diseño del ciclo se gestó a partir de definir los más importantes nudos problemáticos de la historia argentina, en función de la construcción de la Nación y las funciones propias de las Fuerzas Armadas en cada una de aquellas situaciones. La primera de dichas coyunturas está dada por los procesos de la Independencia y de la organización nacional. La Revolución de Mayo se desencadenó en el Río de la Plata como un acontecimiento que no contó con un programa previamente formulado por sujetos sociales o políticos,1 pero que, con el transcurrir del tiempo, sería constitutivo de la Nación y circuns- tancia de profundo análisis para cualquier perspectiva y desarrollo político futuro. De esta manera, una vez que la Revolución se produjo y se estableció la Primera Junta, fue necesario legitimarla. Si bien el gobierno se había formado en Buenos Aires, representaba a un territorio mucho mayor, al que ahora había que llegar para convencer a sus autoridades y pobladores.2 A partir de este momento, el rol que desempeñan las Fuerzas Armadas se vuelve significativo, ya que las nuevas autoridades, como afirma Halperin Donghi,3 deciden difundir la noticia de su gobierno en todas las ciudades del virreinato a través de expediciones militares; con lo cual la guerra se presentaba como un horizonte inevitable. Esta problemática, que se discute en el PRÓLOGO DRA. NILDA GARRÉ MINISTRA DE DEFENSA 189 ANA VIRGINIA PERSELLO ¿Qué representación? Elecciones, partidos e incorporación de los intereses en el Estado: la Argentina en los años de 1930 199 MARIANO BEN PLOTKIN Políticas, ideas y el ascenso de Perón CAPÍTULO 5 (1945-1955) EL PERONISMO Y EL COMPROMISO INDUSTRIALISTA 207 TORCUATO DI TELLA Industria, Fuerzas Armadas y peronismo 215 MARCELO SAÍN Defensa Nacional y Fuerzas Armadas. El modelo peronista (1943-1955) 223 SUSANA BIANCHI Hacia 1955: la crisis del peronismo 233 CAROLINA BARRY El peronismo político, apuntes para su análisis (1945-1955) CAPÍTULO 6 (1955-1976) LA ALTERNANCIA DE LOS GOBIERNOS CIVILES Y MILITARES. EL PARTIDO MILITAR Y EL PERONISMO. LA INFLUENCIA DE LAS DOCTRINAS EXTRANJERAS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS 243 MARÍA MATILDE OLLIER Las Fuerzas Armadas en misión imposible: un orden político sin Perón 253 ERNESTO LÓPEZ La introducción de la Doctrina de la Seguridad Nacional en el Ejército Argentino 263 LUIS EDUARDO TIBILETTI La sociabilización básica de los oficiales del Ejército en el período 1955-1976 271 JOSÉ PABLO FEINMANN Ilegitimidad democrática y violencia CAPÍTULO 7 (1976-1983) LA DICTADURA MILITAR Y EL TERRORISMO DE ESTADO. LA DOCTRINA DE LA SEGURIDAD NACIONAL Y EL NEOLIBERALISMO 279 EDUARDO BASUALDO El nuevo funcionamiento de la economía a partir de la dictadura militar (1976-1982) 293 FABIÁN BOSOER El Proceso, último eslabón de un sistema de poder antidemocrático en la Argentina del siglo XX 301 HORACIO VERBITSKY Fuerzas Armadas y organismos de derechos humanos, una relación impuesta 309 MARTÍN BALZA La Guerra de Malvinas 319 NOTAS BIOGRÁFICAS
  • 7. 12 13 En ese contexto, el sistema político –con sus dobles mediación y lógica, partidaria y corporativa– acentuó la debilidad de los partidos y la fortaleza de las asociaciones de interés, díada que, a su vez, operó en el sentido de un creciente afianzamiento del poder y del papel del Estado”.8 El quinto de los nudos problemáticos se refiere al rol de las Fuerzas Armadas luego del golpe de Estado de 1930. A partir del gobierno presidido por el general Agustín P. Justo y del debate de las carnes se inicia en el país lo que Tulio Halperin Donghi denominó la “República del Fraude”.9 La influencia que ejerció este período sobre el Ejército afectó la moral y la opinión del cuerpo de oficiales: “se perfiló la tendencia a subordinar los valores profesionales a los problemas polí- ticos, y los temas que antes se creían ajenos a la competencia de los oficiales se convirtieron en cuestiones de discusión cotidianos con efectos perjudiciales que fueron evidentes para el nivel profesional”.10 Además, este período histórico comprende otra coyuntura que requiere ser anali- zada: el modo de considerar el desarrollo industrial argentino, en tanto pilar fundamental para el crecimiento económico y el bienestar social. Tres hombres provenientes del Ejército fueron quienes se habrían de ocupar con mayor compromiso de esta cuestión: Enrique Mosconi, Manuel Savio y Juan D. Perón. Su ideario se incorpora, en este período, al de numerosos oficiales que se interesaron fuertemente por el manejo de los asuntos públicos. El sexto de los plexos problemáticos se puede ubicar históricamente durante el período del peronismo clásico. Una de las expresiones más claras de Perón en relación con las Fuerzas Armadas figura en la conferencia que dictara en la Universidad de La Plata en 1944, que se incluye en numerosas publicaciones con el título de “El significado de la defensa nacional desde el punto de vista militar”, en la que desarrolló dos conceptos centrales: la “Nación en armas” y el desarrollo industrial argentino. “La defensa nacional exige una poderosa industria propia y no cualquiera sino una industria pesada” afirmó Perón en aquella conferencia. Esta perspectiva hacía necesaria “la acción estatal, protegiendo a las manufacturas consideradas de interés estratégico, y la crea- ción de la Dirección General de Fabricaciones Militares que contempla la solución de los pro- blemas neurálgicos que afectan a las industrias radicadas en la Argentina”.11 Durante el período del peronismo clásico la relación entre el gobierno y las Fuerzas Armadas se estructuró a partir de la llamada Doctrina de la Defensa Nacional. Ésta se sustentaba en una concepción de la guerra muy convencional y limitada, en la que se preveían posibles confron- taciones bélicas localizadas con los países vecinos, particularmente con Chile y el Brasil. Estas dos hipótesis de conflicto configuraron el canon para la organización y el despliegue de las Fuerzas Armadas argentinas. La siguiente coyuntura se sitúa en el período político que se inaugura en 1955, con el derrocamiento del gobierno de Perón por las Fuerzas Armadas, en el que éstas ocupan el centro de la escena política, y concluye en 1973, a partir de la vuelta de un nuevo gobierno peronista. Al igual que el conjunto de la corporación política que se había opuesto a Perón y al movimiento peronista, las Fuerzas Armadas se dividen en cuanto a la interpretación acerca de su figura y pers- pectivas políticas y a la manera de vincularse con él y con el movimiento. Existe, por ejemplo, el proyecto de construir un peronismo sin Perón (Lonardi). Al mismo tiempo, existe otro proyecto que consiste en una maniobra de “desperonización”, fundada básicamente en la represión del movimiento (Aramburu). Estas dos concepciones atravesarán todo el período, incluido el primer intento de las Fuerzas Armadas de gobernar el país por ellas mismas, no de manera transitoria para reponer los valores democráticos supuestamente afectados sino con el fin de llevar adelante un modelo de país (Onganía). Este análisis permite delinear y comprender el séptimo de los núcleos problemáticos que fueron debatidos en el Ciclo Anual de Mesas Redondas. libro, es posible definirla como la militarización del conjunto de la sociedad, y la forma en la que este proceso ha de signar la experiencia política de toda una generación. A esta coyuntura se agrega el análisis de los conflictos relacionados con la Guerra de la Independencia librada por los gauchos de Güemes y la batalla de Montevideo, donde una naciente armada de las fuerzas revolucionarias al mando del almirante Guillermo Brown derrotará a los realistas y liberará la región este del que fuera el virreinato del Río de la Plata. El segundo nudo considerado consiste en la coyuntura que se produjo durante la última parte del siglo XIX, en la que: “el Ejército restableció con rapidez el orden interno nece- sario para la puesta en marcha del plan de modernización y apresuró la unificación del país a pesar de que ello costó la autonomía real de las provincias”.4 La cuestión se discutió desde una moderna perspectiva historiográfica que parte de aceptar que la organización militar se encon- traba constituida tanto por el ejército de línea como por la Guardia Nacional, y ambos componían el Ejército Nacional. Hilda Sabato afirmó, en su ponencia a la segunda de las mesas redondas –y lo reitera en el artículo que se incluye en el presente volumen–, que sólo a fines del siglo, el predominio de las posturas centralistas condujo a privilegiar el fortalecimiento de los cuerpos regulares en detrimento de las milicias, para asegurar de esta manera el monopolio estatal del uso de la fuerza. La participación de los cuerpos regulares y las milicias en la construcción del orden liberal a finales del siglo XIX se analiza también en los conflictos de poder en la región de Cuyo. Los dos nudos que se analizan a continuación se inscriben en el período denominado como la “Argentina moderna” (1880-1930), considerado como un único período en términos eco- nómicos, con base en el modelo primario exportador y como dos subperíodos en el aspecto polí- tico divididos por la sanción de la Ley Sáenz Peña Así, el tercero de los nudos históricos se define a partir del emprendimiento llevado a cabo contra las poblaciones indígenas, con que se inicia el período de la “Argentina moderna”. Esta acción se basaba en un fundamento programático, compartido por los sectores dominantes de Occidente, según el cual las naciones sólo serían viables si contaban con una población blanca y cristiana. Esta idea se vincula con aquella afirmación de Juan Bautista Alberdi acerca de que: “somos europeos transplantados en América”. Mientras que en las Bases lo guía la convicción de que en Hispanoamérica el indígena “no figura, ni compone mundo”.5 Julio A. Roca emprendió una campaña agresiva para llevar la frontera desde el zanjón hasta los bordes del río Negro, combatiendo a los indígenas, utilizando los instrumentos de la modernización tecnológica como el telégrafo y el ferrocarril y la profesionalización de las Fuerzas Armadas. La eliminación física de los indígenas hasta más allá del río Negro significó la incorporación de 15.000 leguas de tierra productiva.6 Pero la incorporación de esas 15.000 leguas también significó: “según consta en la Memoria del Departamento de Guerra y Marina del año 1879, 1.271 indios de lanza prisioneros, 1.313 indios de lanza muertos en combate, 10.539 indios no combatientes prisioneros y 1.049 indios reducidos voluntariamente”.7 La cuarta problemática identificada y discutida en la misma mesa que la anterior está dada por la relación entre el Ejército –que tuvo, en este período de la historia argentina, un fuerte proceso de conversión a una sólida burocracia estatal y profesional– y la política en las moda- lidades que adquirió después de la sanción de la Ley Sáenz Peña y la posterior victoria de la UCR en 1916. Waldo Ansaldi sostuvo en la tercera de las mesas –y lo afirma en el artículo incluido en el presente volumen– que: “entre 1880 y 1930 el país atravesó una situación de existencia de un Estado y una sociedad civil fuertes, relación que no terminó de consolidarse en tales términos. Hubo un progresivo fortalecimiento de la sociedad civil, pero fue un fortalecimiento corporativo. 4 Haydée Gorostegui de Torres, La Organización Nacional, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argentina (tomo 4), 2000. p. 93. 5 Oscar Terán, op. cit., p. 112. 6 Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, La República conservadora, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argen- tina (tomo 5), 2005, p. 42. 7 Silvia Ratto, Indios y Cristianos, Buenos Aires, Sudamericana, 2007, p. 183. LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA. EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS 8 Waldo Ansaldi, “Partidos, corporaciones e insurrecciones en el sistema político argentino (1880-1930)”, en el presente volumen. 9 Tulio Halperin Donghi, La República imposible (1930-1945), tomo V, Buenos Aires, Ariel Historia, 2004. 10 Robert A Potash, El ejército y la política en la Argentina, 1928-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 1981, p. 118. 11 Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel Historia, colección Biblioteca del Pensamiento Argentino (tomo VI), 2001, p. 24. DRA. NILDA GARRÉPRÓLOGO
  • 8. 1514 El octavo de los nudos problemáticos está definido por lo que se conoce como el gobierno del Partido Militar. El llamado Proceso de Reorganización Nacional asumió el poder con el objetivo expreso de restablecer el orden: esto implicó, en los hechos, la más brutal represión del conjunto de las organizaciones populares. Restablecer el orden, para el gobierno de los militares, consistió en eliminar físicamente todas las barreras que el pueblo había construido en defensa de los intereses nacionales. La represión fue ejecutada sin ninguna legalidad: no hubo dete- nidos, jueces, ni procesos. Existió la prisión, la tortura y la muerte decidida por los propios represores. Un documento del Ministerio de Defensa del año 200712 afirma que las Fuerzas Armadas se habían volcado hacia la seguridad interior, el despliegue e inteligencia que: “alcanzó su máxima expresión bajo los años de la última dictadura militar con la conformación de las deno- minadas zonas y subzonas de seguridad interior, el despliegue de estructuras de inteligencia operativas, una fuerte vinculación operacional con las fuerzas policiales y de seguridad –respecto de las cuales ejercía efectivamente la conducción de este tipo de actividades– y el desarrollo de una estrategia contra subversiva que en gran medida escapó a los parámetros legales y morales y terminó configurando uno de los casos más significativos de terrorismo de Estado en la Región”. En relación con esta problemática, Horacio Verbitsky sostuvo en la mesa redonda –y lo reitera en el artículo que forma parte de este volumen– que: “la utilización de concep- ciones laxas y ambiguas de seguridad y de defensa y la asignación de tareas sociales para las Fuerzas Armadas en democracia conllevan un alto riesgo de violación de derechos fundamen- tales y pueden alterar la subordinación al poder civil”.13 El último de los nudos problemáticos que también se discutió en el marco de la última mesa redonda estuvo vinculado con la Guerra de Malvinas, que constituyó el primer conflicto entre dos naciones del mundo occidental luego de la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra presentó en su desarrollo la increíble combinación de elementos nove- dosos con otros que se creían pertenecientes al pasado. Por una parte se produjo el debut del misil antibuque Exocet y el avión de despegue vertical Harrier; por otra parte, se llevaron a cabo combates nocturnos de infantería a bayoneta como eran habituales durante la Gran Guerra. En cuanto al comportamiento de las tropas, es de destacar que los soldados, en muchos casos con muy poca instrucción, demostraron una notable abnegación y se cubrieron de gloria enfrentando a una de las mejores unidades del mundo. Sin embargo, no ocurrió lo mismo en el ámbito de la oficialidad, donde si bien hubo una participación valerosa de numerosos jóvenes oficiales, también existieron muchos otros que se inclinaban en mayor medida a impartir sanciones a la tropa propia antes que ejemplos para sus subordinados. Los nudos problemáticos que hemos señalado intentan ofrecer un aporte a la nece- saria discusión de la relación entre la construcción de la Nación y el papel de las Fuerzas Armadas. Es de destacar también, que el Ministerio de Defensa desarrolla desde hace cuatro años, un proyecto de reforma y transformación del área de Defensa que incluye procesos en rea- lización y en curso en las áreas legal, de planeamiento estratégico y doctrinario, de la educación, del sistema de justicia militar, de recuperación de la industria de la Defensa, de la racionalización presupuestaria, de la política de género y de las prácticas y la educación en derechos humanos y derecho internacional humanitario. Este proyecto impulsado durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner ha hecho centro en la profundización del control civil del área de Defensa, en la verticalización a la autoridad constitucional de las Fuerzas Armadas como anhelo de generaciones de argentinos y de mayorías populares que procuraron durante décadas, concluir con el movimiento corporativo autónomo de una concepción militar tutelar del poder civil. Como esta idea tutelar surgió no solamente de políticas de poderosos grupos econó- micos, culturales, políticos y religiosos, sino de la construcción histórica que los mismos reali- zaron, contribuir a la revisión crítica y a la investigación histórica científica, con perspectivas plu- rales, ha constituido un aporte de esta cartera a la celebración reflexiva del Bicentenario. La perspectiva de un área de Defensa donde la responsabilidad directiva, pero también la participación activa de civiles, constituye un elemento fundamental para acentuar esa perspectiva democrática, nacional y popular, que da sustento social a la doctrina del ciudadano- soldado que es, en primer lugar un argentino con todos los derechos y las obligaciones del resto de sus compatriotas, luego funcionario público y, finalmente, un profesional militar comprome- tido hasta dar la vida en defensa de la Patria, la Nación y la República constitucional. Quedan atrás el tutelaje conservador con mirada subyugada por los conflictos de blo- ques y potencias subordinantes de la Argentina, pero también una idea anacrónica del supuesto abrazo “pueblo-Fuerzas Armadas” que encubriera en años recientes aventuras donde el pueblo era, en el mejor de los casos un invitado a través de la demagogia o, trágicamente, la víctima de represiones tan crueles como insensatas. Hay otra historia posible para el futuro que ya se visualiza con certeza en los mandos de las Fuerzas, en sus cuadros medios y, sobre todo, en las nuevas generaciones militares. Es la conversión de sus cuadros en un nuevo tipo de soldado. Pero para que esa historia se construya, el debate sobre el pasado castrense que permite recuperar capítulos fundamentales –en la Independencia– productivos en el apoyo al crecimiento nacional y los comportamientos heroicos en acciones equivocadas como la Guerra de Malvinas, se debe debatir el pasado desde otra mirada. La expuesta en estas jornadas y con- densada en estas páginas no es, por cierto, la única posible. El Ministerio la pone deliberadamente en curso para que el progreso del intercambio y la investigación inauguren una nueva edad argentina de la Defensa, que la vincule definitivamente con América Latina y con el proyecto de la paz perpetua universal que el cincelador de la Constitución Nacional, Juan Bautista Alberdi, apuntalara en el siglo XIX en las páginas memorables de El crimen de la guerra. Que la reconciliación arribe de la mano de la justicia, la verdad y la memoria. DRA. NILDA GARRÉ 12 Modernización del Sector Defensa, Ministerio de Defensa, Buenos Aires, 2007. 13 Horacio Verbitsky, “Fuerzas Armadas y organismos de derechos humanos, una relación impuesta”, en el pre- sente volumen. LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA. EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS DRA. NILDA GARRÉPRÓLOGO
  • 9. 16 17 NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 reunió a más de 250 vecinos, de los 400 convocados, y para consagrar a la Primera Junta, el 25 de mayo, resultó fundamental la par- ticipación de los regimientos militares que venían configurándose desde las invasiones inglesas, de allí la importancia de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios.1 La Junta decidió difundir los contenidos de la Revolución a través de expediciones militares al resto de las ciudades que conformaban el virreinato del Río de la Plata. Lo que implicó una fuerte militarización de la sociedad a través del sistema de milicias. La guerra contra los realistas tuvo varios escenarios. En el norte los intentos de avanzar hacia el Alto Perú terminaron en 1815 con el desastre de Sipe-Sipe. Desde allí, Martín de Güemes al mando de sus Gauchos2 habría de rechazar año tras año las invasiones realistas. Mientras que la guerra hacia el este terminaría con el triunfo, en mayo de 1814, de la escuadra revolucionaria al mando de Guillermo Brown que derrotó a la escuadra realista. Allí tuvo su acta de bautismo la que sería luego la Armada Argentina.3 En 1816 se declaró la Independencia en el Congreso de Tucumán. En 1817, el Ejército Libertador cruzó la cordillera hacia Chile y con la batalla de Maipú dejó liberado el territorio del país trasandino. En 1820, habiendo colapsado el gobierno nacional, el Ejército de los Andes marchó hacia la liberación del Perú. Al finalizar la guerra con Brasil, en 1828, los unitarios, liderados por Juan Lavalle tomaron las riendas del poder en la provincia de Buenos Aires y fusilaron a la figura más impor- tante del federalismo, Manuel Dorrego.4 En el período desde 1829 hasta 1853 se desarrolló la Confederación y el gobierno de Rosas.5 El triunfo de Rosas estuvo claramente vinculado con la politización de los hombres de campo. Él tuvo como objetivo la paz por una parte, y la representación de las masas que irrumpieron en la política. En síntesis, se logró la paz interior del país federal en la medida en que los caudillos creyeron que el interior había triunfado sobre Buenos Aires. Distinta fue la situación en el Litoral, allí la pacificación nunca llegó y, por el contrario, este conflicto conduciría a la derrota del rosismo. La gran alianza antiporteña, que se forjó en gran medida a partir del conflicto con Montevideo y las potencias con injerencia en el Río de la Plata (Gran Bretaña y Francia), liderada por Urquiza derrotó a Rosas en Caseros. El triunfo de Urquiza, la sanción de la Constitución Nacional en 1853, los enfren- tamientos con Buenos Aires que terminaron en Pavón, se constituyeron en la etapa previa a la formación del Estado nacional. INTRODUCCIÓN OSCAR MORENO COORDINADOR 1 Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 36. 2 Sara Emilia Mata, Los Gauchos de Güemes. Guerras de la Independencia y conflicto social, Buenos Aires, Sudamericana, 2008. 3 En el sitio oficial de la Armada <www.ara.mil.ar> se afirma que son cuatro los acontecimientos que constituyen su historia: “La primera escuadrilla Argentina” (Azopardo y Gurruchaga) es de 1810 con asiento en el apos- tadero de Montevideo; la campaña naval de 1814 desarrollada por la Armada Argentina y comandada por el almirante Guillermo Brown, que libró la histórica batalla de Montevideo; las campañas corsarias (Brown y Bouchard) que contribuyeron, de manera definitiva, a la decadencia del comercio español; y la expedición libertadora al Perú que comandó el general San Martín. 4 Raúl O. Fradkin, ¡Fusilaron a Dorrego!, Buenos Aires, Sudamericana, 2008. 5 Alejandro Cattaruzza, Los usos del pasado. La historia y la política argentina en discusión (1910- 1945), Buenos Aires, Sudamericana, 2008, pp. 161-188, cap. 7: “Las huellas de Rosas”.
  • 10. 18 19 6 Haydée Gorostegui de Torres, La Organización Nacional, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argentina (tomo 4), 2000, p. 93. El capítulo que analiza los sucesos ocurridos durante este período se conforma de cinco artículos: “Revolución y Nación en el Río de la Plata”, de Fabio Wasserman, que parte de aceptar el consenso acerca de la consideración de la Revolución de Mayo como hecho fun- dante de la Nación, para discutirlo a través de diversas perspectivas historiográficas en rela- ción con el proceso a partir de un enfoque preciso acerca de la Nación. “Sociedad y militari- zación revolucionaria. Buenos Aires y el Litoral rioplatense en la primera mitad del siglo XIX”, de Raúl Fradkin, en donde se analizan los impactos y significados de la militarización revolu- cionaria que multiplicó las ya heterogéneas formaciones armadas con que contaba la colonia y la extrema politización de los sectores sociales populares. “El sistema militar de Rosas y la Confederación Argentina (1829-1852)”, de Jorge Gelman y Sol Lanteri, en donde se destaca que la militarización y politización de base rural constituyeron las piezas centrales de la auto- ridad estatal y del exitoso proceso de disciplinamiento social. El texto estudia el entramado militar-miliciano en los gobiernos de la etapa federal, y en sus dispositivos coercitivos. “La Guerra de Independencia en Salta. Güemes y sus gauchos”, de Sara E. Mata, en el que se con- frontan los perfiles militares, sociales y políticos que presentó la Guerra de Independencia en la provincia de Salta. Güemes no defendió ninguna frontera, defendió la revolución de Buenos Aires y la independencia americana; el extremo norte de la provincia de Salta sería frontera recién a partir de 1821 y no antes. “Una estrategia para el Río de la Plata. La escuadra argentina en el combate naval de Montevideo”, de Guillermo Oyarzábal, en el que se da cuenta de los aspectos políticos y económicos que llevaron a formar la escuadra que libró la batalla de Montevideo derrotando a los realistas en el este. ___________ La modernización de la Argentina se desarrolló como una necesidad surgida frente a los dos procesos que se afianzaron a partir de 1860, la producción de productos agropecuarios que el mundo demandaba y la apertura del país a la inmigración europea. El período, que se extiende hasta aproximadamente 1880, se caracterizó por el afianzamiento del orden institucional y una profunda transformación del orden económico y social en el país. Se sucedieron en la presidencia tres personalidades por completo diferentes: Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda. La cuestión de la Capital, en el ámbito interno, y la Guerra del Paraguay, en el internacional, constituyeron los grandes conflictos del período. Durante la presidencia de Sarmiento se institucionalizó el Ejército Nacional. En esta creación se advierte la influencia de Mitre que había dado los primeros pasos para constituirlo luego de Pavón, al unificar la Guardia Nacional de Buenos Aires con otros grupos dispersos de la Confederación y transferir el Ministerio de Guerra al orden nacional. La constitución integral del cuerpo no ocurrió hasta 1864, una vez concluida la campaña contra el “Chacho” Peñaloza. El gobierno procedió de esta manera, a la creación de un ejército permanente y, también, de la Escuela Naval Militar. Si bien todo aquello que complementó a esta disposición (formas de reclutamiento, estructura jerárquica, reglamentos) se produjo posteriormente al decreto originario, sus lineamientos fundamentales y, por lo tanto, su origen institucional se encuen- tran en éste. Finalmente, la creación del Colegio Militar en 1869 y la ley de 1872, que estableció las nuevas formas de reclutamiento, antecedente directo de la conscripción obligatoria, fun- daron las normativas que dieron forma definitiva a la institución en la Argentina moderna. En resumen, y en consideración de las diferentes perspectivas que el análisis per- mite, es posible afirmar, sin abrir juicios acerca de los métodos y de la oportunidad en parti- cular, que “el Ejército restableció con rapidez el orden interno necesario para la puesta en marcha del plan de modernización y apresuró la unificación del país a pesar de que ello costó la autonomía real de las provincias”.6 7 Silvia Ratto, Indios y cristianos. Entre la guerra y la paz en las fronteras, Buenos Aires, Sudamericana, 2008, pp. 202-203. Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “¿Quién controla el poder militar? Disputas en torno a la formación del Estado en el siglo XIX”, de Hilda Sabato; este trabajo contiene una referencia a la organización militar en la Argentina del siglo XIX y su relación con el proceso de formación del Estado nacional, en la que se funda el análisis acerca de la cuestión de las luchas políticas y las guerras internas, así como la manera en la que éstas afectaron a la organización militar hasta finales del siglo. “Milicias, Ejército y construcción del orden liberal en la Argentina del siglo XIX”, de Beatriz Bragoni, estudia la centralidad del proceso de militarización y politización popular, y su impacto en la construcción de la pirámide de poder de los caudillos, que sucedió a la destrucción del poder central en 1820. También demuestra el modo en el que la inestabilidad del sistema de alianzas e inestabilidades interprovinciales coadyuvaron a la institucionalización del poder nacional durante el siglo XIX. “Resistencias popu- lares a la expansión y consolidación del Estado nacional en el interior: La Rioja (1862-1863) y Jujuy (l874-1875)”, de Gustavo Paz, se trata de un trabajo que compara las formas de acción popular colectiva en dos provincias argentinas durante las décadas de la formación del Estado nacional. “De la Marina ‘fluvial’ a la Marina ‘atlántica’”, de Miguel Ángel De Marco, da cuenta de los enfrentamientos entre las marinas fluviales de Buenos Aires y la Confederación, hechos que determinaron, durante la presidencia de Sarmiento, la creación de la Escuela Naval Militar y con ésta el nacimiento de la Marina moderna. ___________ No es posible referirse al año 1880 sin considerar previamente la llamada “Conquista del desierto”. El avance de la línea de fronteras, entre los cristianos y los indios, después de Rosas, se realizó en dos etapas. El plan de Alsina que consistió en la construcción de una serie de fortines unidos entre sí por una zanja que extendió la frontera hasta lo que en la actualidad es el suroeste de la provincia de Buenos Aires; sin embargo, con la muerte de Alsina, Julio Roca, emprendió una campaña más agresiva con el fin de llevar la frontera hasta los bordes del río Negro, procediendo a la eliminación física de los indígenas.7 En 1880 asumió el gobierno el general Julio A. Roca y se origina el denominado el proyecto de la Generación del 80. Las reformas institucionales fueron: en 1884 la Ley de Creación del Registro Civil, la sanción de la Ley del Matrimonio Civil y fundamentalmente, la ley 1.420 que uni- versalizó la enseñanza primaria, que a partir de entonces debía ser laica, gratuita y obligatoria. El servicio militar obligatorio comenzó a regir una vez que el ministro de Guerra, el teniente general Pablo Ricchieri consiguió la promulgación de la ley 3.948; los conscriptos nacidos en 1880 constituyeron la primera clase que fue convocada. A su vez, el siglo XIX estuvo marcado por diferentes conflictos con Chile que cul- minaron con el acuerdo del 23 de julio de 1881, completado con el protocolo adicional de 1893. El punto principal del acuerdo fue que el límite entre ambos Estados lo constituía la Cordillera de los Andes y que la forma de delimitar la frontera era a partir del principio de altas cumbres que dividen aguas. La Argentina no podría tener puerto alguno sobre el Pacífico, ni Chile sobre el Atlántico. Sin embargo, en este acuerdo no se encontró el fin de la disputa. Ya durante los primeros años del siglo XX, la crisis económica aumentó la conflic- tividad social, que alcanzó su punto más alto con la huelga general de 1902 que paralizó a la ciudad de Buenos Aires. La respuesta del gobierno fue la sanción de la Ley de Residencia que permitía deportar a quienes perturbaran el orden público. La crisis y el avance de los sectores medios hicieron crecer en importancia al par- tido que mejor los representaba: la Unión Cívica Radical y a su líder don Hipólito Yrigoyen. Lo que impulsó al gobierno de Sáenz Peña a dictar una ley electoral que estableció el sufragio secreto y universal, con los padrones militares. En 1916, se realizaron los comicios en el marco de dicha ley electoral y triunfaron los radicales. NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
  • 11. 20 21 8 José Luis Romero, Breve historia de la Argentina, Buenos Aires, FCE, 1996, p. 127. 9 Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, tomo I, Buenos Aires, Emecé, 1981, pp. 131-132. Los sectores sociales que llegaron al gobierno con el radicalismo fueron “los hijos de la ley 1.420”. Los dirigentes del radicalismo surgieron de las profesiones liberales, el comercio y la producción que, a su vez, constituyeron las mayores posibilidades para el ascenso social. Pero quizás este origen, es el que provocaba en ellos un intenso deseo de integrarse de otra manera a las elites y fue lo que los inhibió para provocar los cambios en la estructura económica, que, según demostró la historia, hubiera sido el único camino para mantener y profundizar la democracia formal nacida con la Ley Sáenz Peña.8 Se vuelve necesario un breve comentario acerca de la relación entre los radicales y los militares, porque hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña ellos apostaban al cambio político a través de la insurrección, sólo como ejemplo se puede mencionar que en septiembre de 1889, en la creación de la Unión Cívica “[de la] cual surgiría el Partido Radical, cadetes uniformados participaron ostensiblemente del mitin”.9 Las tensiones sociales provenientes de la crisis financiera, la caída de los precios de los artículos de exportación y el desempleo, explotaron en dos situaciones colectivas, una de ellas fue la huelga general de trabajadores industriales en Buenos Aires (1919) que se inició en los Talleres Metalúrgicos Vasena. A la represión estatal se le sumaron los grupos civiles de la Liga Patriótica con una fuerte impronta antisemita. La otra situación que se produjo fue la huelga de los peones de las estancias en la Patagonia. La primera es la que se recuerda como la “Semana Trágica” y la segunda como la “Patagonia Rebelde”. En la represión que se produjo a partir de esos hechos, fundamentalmente en la huelga de los peones de las estancias en la Patagonia, el Ejército tuvo una decisiva participación. La defensa del sistema caracterizado por el ascenso social le proporcionó a Yrigoyen (1916-1922) un fuerte prestigio popular, con el que no contó su sucesor Marcelo T. de Alvear (1922-1928). En la mitad de la década de 1920 comenzó la embestida de los capitales norteame- ricanos, en concordancia con la expansión de Estados Unidos y la vacancia dejada por los capi- tales europeos. Todo ello actuó como revulsivo en la débil estructura económica del país. Estos signos, no fueron comprendidos por el gobierno de Alvear que se mantuvo apegado a normas y ritos propios del sistema económico tradicional. En su corto segundo período, Yrigoyen no logró adaptarse a los cambios de la vida argentina y mundial, no comprendió las transformaciones que se habían producido en el Ejército a partir de la politización que él mismo había provocado, ni que un grupo importante de sectores conservadores habían abandonado su fidelidad al sistema democrático y abrazaban con disimulo algunos de los principios del fascismo italiano. Finalmente no desarrolló ninguna estrategia en el nivel económico que le permitiera enfrentar la crisis mundial desatada en 1929. Entre las contradicciones propias de estos gobiernos radicales se debe destacar la defensa de la soberanía en materia energética, fundamentalmente en el accionar del general Mosconi al frente de YPF. Estas circunstancias confluyeron para hacer posible el triunfo del golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. Los cuatro artículos que conforman este capítulo son: “La ocupación militar de la Pampa y la Patagonia de Rosas a Roca (1829-1878)”, de Silvia Ratto, donde se analiza el modo en el que la política de fronteras y la política respecto de la población aborigen se confundie- ron en una sola discusión. Éstas se desarrollaron de dos maneras: una consistió en el avance a través de la negociación que tenía como fin la incorporación de la población indígena al terri- torio conquistado. La otra, a partir de los avances militares que sometieran a la población origi- naria. “El Ejército entre el cambio de siglo y 1930: burocratización y nuevos estilos políticos”, de Luciano de Privitellio, se trata de un trabajo que investiga la relación entre el Ejército –luego de las transformaciones de 1890– y la política –a partir de los cambios de 1912–. El modelo militar que surge de la renovación se habría de transformar, fundamentalmente, en la déca- da de 1930 a causa del impacto que provocaron las ideologías de origen europeo impulsadas 10 Darío Cantón, José Luis Moreno y Alberto Ciria, La democracia constitucional y su crisis, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argentina (tomo 6), 2000, pp. 121 y ss. 11 En materia de electricidad, la CADE, subsidiaria de SOFINA –con sede en Bruselas–, con mayoritario capital bri- tánico tenía una concesión que vencía en 1957. El Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires (en 1936) dictó dos ordenanzas, la primera alargó el plazo hasta 1971, la segunda obligó al Estado a comprar todos los bienes muebles e inmuebles de la compañía al vencimiento de la concesión. El diario La Vanguardia (del Partido Socialista) estimó entre 60.000 y 120.000 pesos lo que la compañía pagó cada voto en el Concejo. Nunca fue desmentido. 12 Gino Germani, Estructura social de la Argentina, Buenos Aires, Solar, 1965. por la crisis de entreguerras y del rol de la Iglesia católica dentro de la institución. “Partidos, corporaciones e insurrecciones en el sistema político argentino (1880-1930)”, de Waldo Ansaldi, demuestra que entre 1880 y 1930 el sistema político –con su doble mediación, la par- tidaria y la corporatista– acentuó la debilidad de los partidos y la fortaleza de las asociaciones de interés, lo que habría de operar un afianzamiento del poder estatal. El autor concluye afir- mando que la extensión del derecho de ciudadanía política, la paulatina consecución de la ciu- dadanía social y la regulación estatal del conflicto social resultaron insuficientes para asegurar la transición entre el Estado oligárquico y el Estado democrático; el golpe de 1930, además, truncó ese proceso. “Vida política y electoral (1880-1930). El Ejército”, de Isidoro J. Ruiz Moreno, pre- senta una muy detallada descripción de las presidencias que se sucedieron durante este período, desde la primera de Roca hasta la segunda de Yrigoyen, y, asimismo, de las actuaciones de los diferentes partidos políticos; a partir de esta investigación se configuran las característica más destacadas de la denominada “Argentina moderna”. ___________ La crisis económica y financiera que se inició en la Bolsa de Nueva York el 29 de octubre de 1929 y que se extendió a todo el mundo occidental alcanzó pronto a la Argentina y fue la que le brindó el marco exterior a la restauración conservadora iniciada con el golpe del 6 de septiembre de 1930, encabezada por José E. Uriburu y consolidada durante el gobierno de Agustín P. Justo.10 En el seno del gobierno existían dos tendencias: los nacionalistas de Uriburu y los con- servadores de Justo, esta tensión se resolvió a favor de Agustín P. Justo en las elecciones de 1931. Gran Bretaña enfrentó la Crisis del 30 a partir de la fórmula buy british, que se con- cretó con los acuerdos de la Conferencia de Ottawa, en 1932. A través de éstos la exportación de carnes desde la Argentina hacia Gran Bretaña se vio perjudicada. En 1933, Julio Roca, vice- presidente de la Argentina, firmó junto con el presidente del Board of Trade británico, Walter Runciman, el pacto que la historia recordó como el de Roca-Runciman. A partir de ese pacto, a costa de los intereses nacionales, se acordó de manera satisfactoria la situación de los gana- deros y de los frigoríficos. En el frente interno se practicaron, parcialmente, las recetas keynesianas para la crisis en Estados Unidos, se crearon el Banco Central y las Juntas Reguladoras de los principales productos de exportación. El transporte, las compañías de electricidad11 y el petróleo fueron, durante el período, el territorio de disputa de los intereses norteamericanos y británicos. Finalmente, las consecuencias de la guerra y de la crisis dieron nacimiento al proceso de industrialización sustitutiva de productos de importación, asentándose físicamente en Buenos Aires, el Gran Buenos Aires y el Litoral. Este proceso de industrialización fue, en parte, la causa de los procesos de migraciones internas.12 La debilidad política del régimen, la importante presencia de una clase obrera indus- trial, la neutralidad ante la Segunda Guerra Mundial y la mejora en la situación económica durante la guerra abrieron la puerta al golpe de Estado del 4 de junio de 1943. Con el gobierno del presidente general Agustín P. Justo y posteriormente al debate de las carnes se ha de inaugurar en el país lo que Tulio Halperin Donghi denominó la “República NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
  • 12. 22 23 Las necesidades y la identidad del contingente de un millón de personas que entre 1936 y 1945 se alojaron en Buenos Aires y el Gran Buenos Aires fueron el objetivo principal de aquella articulación entre Perón y los dirigentes sindicales. Aquel contingente estaba formado por obreros argentinos y por lo tanto “dotados de franquicia electoral”.17 La influencia de Perón se afirmó en las relaciones con el Ejército y con las organizaciones sindicales. El crecimiento de Perón llevó a los sectores, autodenominados democráticos, a pre- sionar a los militares hasta que lograron que el 9 de octubre de 1945 destituyeran a Perón y lo encarcelaran en la isla Martín García. El 17 de octubre de 1945 una muchedumbre obrera proveniente del Gran Buenos Aires y particularmente constituida por trabajadores de los frigoríficos de la zona de La Plata, Berisso y Ensenada ocupó pacíficamente la Plaza de Mayo y exigió la presencia de Perón. Los tra- bajadores liberaron a Perón, quien habló por la noche desde los balcones de la Casa de Gobierno y anunció su retiro del gobierno y su candidatura presidencial. El 17 de octubre había modifi- cado el escenario político. La apertura del proceso electoral enfrentó a dos fórmulas: Perón- Quijano (figura proveniente del radicalismo) y la Unión Democrática, integrada por todos los partidos políticos existentes, desde los conservadores a los comunistas, con la fórmula radical alvearista integrada por: Tamborini-Mosca. El 24 de febrero de 1946, el peronismo llegó al gobierno con el 55% de los votos emitidos en todo el país. El gobierno de Perón dispuso de toda la legalidad, por su amplia mayoría en el Congreso, pero también de la legitimidad que le permitió su capacidad de movilización de los sectores populares. En el camino de la construcción de la hegemonía en el peronismo, Eva Perón jugó un papel protagónico desde la fundación de su mismo nombre, que se ocupó de una gigantesca tarea social, y a partir de la incorporación de un nuevo actor en el sistema electoral: las mujeres, a través del voto femenino. Finalmente, en esta construcción, tuvo un rol preponde- rante la sanción de la legislación obrera (Sueldo Anual Complementario, Vacaciones, Jubilación) y la tarea de los sindicatos, a través de las obras sociales. En el aspecto económico el peronismo se caracterizó por una fuerte intervención del Estado en la economía, que se manifestó en los dos Planes Quinquenales elaborados por el gobierno, así como en la creación del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) con el fin de comercializar las cosechas de granos y asegurar el precio sostén a los pequeños y medianos productores.18 A su vez, se produjo el desarrollo de una burguesía industrial nacional, favorecida con los créditos del Banco Industrial y el fuerte consumo que producía la política de los altos salarios. Esta política económica se concretó definitivamente en 1947 con la nacionali- zación de los servicios públicos; de este modo, el gobierno hizo de la nacionalización de los ferro- carriles una bandera de la soberanía nacional.19 Uno de los mejores ejemplos en relación con la importancia de la industria nacional y su incidencia en el Ejército, durante el peronismo, es el de la Fábrica Militar de Aviones que esta- bleció una industria que pronto se irradiaría hacia todo el continente. Fueron diez años de oro y esplendor en los que se concibieron el Pulqui II, el IA 37 y el IA 38, un cuatrimotor carguero de ala delta. Un viejo noticiero en blanco y negro de Sucesos Argentinos todavía permite ver al Pulqui I en el aire: el primer jet argentino es colorado, tiene una escarapela en el fuselaje, su nombre indígena quiere decir “punta de flecha” y hoy está en el Museo Aeronáutico de Morón, donde a veces lo repasan como para salir a volar, aunque ya sólo lo haga en el celuloide de Sucesos Argentinos.20 Las IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) pasaron de la fabricación de aviones a la de automóviles. La producción automotriz se inicia con el sedán para cuatro pasajeros denominado Institec y continuó con un pequeño vehículo utilitario que contaba con 17 Tulio Halperin Donghi, op. cit., p. 31. 18 El IAPI fue muy criticado porque destruyó el negocio de la intermediación que tanto había crecido durante los gobiernos de la restauración conservadora (Bunge & Born, Dreyfus, La Continental, etc.). 19 La nacionalización de los Ferrocarriles fue muy cuestionada por el monto de lo que se pagó y por la forma en que se realizó. 20 Véase <www.virtualcordoba.com.ar>. del Fraude”.13 La influencia que ejerció este período sobre el Ejército afectó la moral y la opinión del cuerpo de oficiales, “se perfiló la tendencia a subordinar los valores profesionales a los problemas políticos, y los temas que antes se creían ajenos a la competencia de los oficiales se convirtieron en cuestiones de discusión cotidianos con efectos perjudiciales que fueron evidentes para el nivel profesional”.14 Justo quería un ejército apolítico, al servicio, esta vez, de las autoridades legales y constitucionales: “Un ejército numeroso, bien organizado, dotado con armamentos modernos e instalaciones confortables es a priori profesional, despolitizado y difícilmente conmovible […]. Es por esto que la presidencia de Justo está jalonada por medidas apropiadas para asegurar el perfeccionamiento técnico de los cuadros, una mejor organización de las unidades y entrena- miento completo de las tropas”.15 En 1938, con la asunción de la formula Ortiz-Castillo, surgidos del fraude de 1937 se agotó el proceso que se pretendió restaurador en la década de 1930. Cuando Castillo, ante la imposibilidad física de Ortiz, se hizo cargo del gobierno, intentó utilizar a las Fuerzas Armadas en su proyecto de permanecer en la presidencia de la República. Allí se ha de generar el caldo de cultivo que explica el golpe militar del 4 de junio de 1943. Los militares que encabezaron el golpe no sólo se oponían a tener alguna responsabilidad en una amañada sucesión presidencial, sino que pensaban en la necesidad de una reconstrucción del proyecto nacional.16 El capítulo que abarca este período está compuesto por los siguientes trabajos: “Las contradicciones en el Ejército durante el régimen conservador”, de Norberto Galasso, en el que se investiga acerca de las diversas tendencias ideológicas y los cambios que se advierten en la historia del Ejército durante el siglo XX, a partir de aceptar que la mayoría de los oficiales provenían de la clase media, lo que explica por qué en su interior se manifestaron tanto tendencias conservadoras, como posiciones populares. “La industrialización y la cuestión social: el desarrollo del pensamiento estratégico en Mosconi, Savio y Perón”, de Fabián Emilio Alfredo Brown, da cuenta de la manera en la que estos tres hombres surgidos del Ejército entendían la necesidad de industrializar la Argentina, para poder enfrentar la cuestión social. Cuestión que durante el período se encontraba agudizada por los procesos de migración interna, fundamentalmente hacia el Litoral portuario. “¿Qué representación? Elecciones, partidos e incorporación de los intereses en el Estado: la Argentina en los años de 1930”, de Ana Virginia Persello, propone un análisis de las ideas y proyectos generados en el período que tenían por objeto separar la admi- nistración de la política, reglamentar la organización y el funcionamiento de los partidos así como reformar el régimen electoral reemplazando el sistema del tercio por la representación proporcional. Ideas propias de la democracia liberal, que pretendían superar la perversión que, para los portadores de estas ideas, habían implicado los gobiernos radicales. “Políticas, ideas y el ascenso de Perón”, de Mariano Ben Plotkin, desarrolla la idea de que fueron vanos los esfuerzos de peronistas y antiperonistas, por distintos motivos, de caracterizar al peronismo en sus dos primeros gobiernos como una ruptura total con la política y la cultura anteriores que habían caracterizado al país. Perón fue un producto de su tiempo y esto se demuestra en el desarrollo de este trabajo a partir de vincular algunas de las dimensiones de la ideología de Perón con el momento histórico en el que ella se formó. ___________ El 4 de junio de 1943, un conjunto de oficiales del Ejército tomó el poder sin resis- tencia alguna. Perón, uno de los coroneles de 1943, fue designado como subsecretario de Guerra y se hizo cargo del Departamento Nacional del Trabajo, que transformó en Subsecretaría de Trabajo y Previsión y desde allí tejió alianzas con los dirigentes sindicales. 13 Tulio Halperin Donghi, La República imposible (1930-1945), tomo V, Buenos Aires, Ariel Historia, 2004. 14 Robert A. Potash, El ejército y la política en la Argentina, 1928-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 1981, p. 118. 15 Alain Rouquié, op. cit., pp. 260-261. 16 Robert Potash, op. cit., pp. 289-340. NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
  • 13. 24 25 resultaba necesario incrementar las exportaciones tradicionales elevando el ingreso del sector rural en su conjunto. Asimismo el país requería una modernización de la infraestructura pro- ductiva agraria que incluyera las relaciones laborales; la diversificación e integración de la estructura industrial argentina y, finalmente, la expansión de la explotación de combustibles, sin recurrir al capital extranjero. Sin embargo, este plan generó la resistencia de los sectores asalariados y de la pequeña industria, que permanecían fieles a Perón, y no complacía a los grandes sectores exportadores. Éstos constituyeron los límites que habrían de impedir cualquier despegue de la Argentina y el marco en el que habrían de desarrollarse los hechos políticos cambiantes que caracterizaron el período hasta 1973. El 13 de noviembre de 1955 asumió la presidencia el general Pedro E. Aramburu, que respondía a los sectores más cerrilmente antiperonistas. Fue intervenido el Partido Peronista, la Confederación General del Trabajo, las federaciones y los sindicatos; al mismo tiempo se produjo el secuestro del cadáver de Eva Perón. El 9 de junio, ante un intento de asonada se fusilaron y asesinaron a civiles y militares,23 entre ellos el jefe del movimiento, el general Juan José Valle. Se dictó el decreto 4.161 que transformó en delito la mención del nombre de Perón y de otras palabras vinculadas a esta extracción política. Se proscribió de la vida pública al con- junto de los dirigentes sindicales que habían actuado con anterioridad a 1955. El objetivo fue el de eliminar la identidad popular peronista y captar a ese conjunto de ciudadanos para la vida de otros partidos políticos democráticos. La respuesta popular consistió en la organización en la clandestinidad de lo que se conoció como la Resistencia Peronista, liderada inorgánicamente por John W. Cooke,24 que demostró la ineficacia de la política represiva. Ante estos fracasos, el gobierno decidió volver a la vida política de los partidos y para ello convocó a una Convención Constituyente a fin de modernizar la Constitución de 1853-1860 que se había restituido al derogarse la de 1949. Los peronistas decidieron votar en blanco y constituyeron la fuerza mayoritaria. La Convención Constituyente fracasó, así como también fracasó el intento de normalizar la CGT. Luego de los fracasos políticos, el gobierno decidió llamar a elecciones presiden- ciales. El 23 de febrero de 1958 fue elegido presidente de la Nación Arturo Frondizi, con el explícito apoyo del general Perón. Frondizi era un desarrollista. El “desarrollismo” suponía la necesidad de conciliar políticas de expansión industrial a través de una capitalización originada en los recursos externos con la vigencia de las prácticas electorales e instituciones típicas de la democracia representativa. El gobierno decidió iniciar una política de apertura al capital extranjero en la actividad petro- lera y la inserción de algunas fábricas en líneas elegidas; los contratos petroleros constituyeron el eje del conjunto de su administración. Los conflictos con los trabajadores y los estudiantes desataron un accionar repre- sivo que debilitó al gobierno, que debió aceptar un plan de estabilización económica y de austeridad que incorporó a Álvaro Alsogaray al gobierno. El plan aumentó tanto la recesión como el desempleo y, también, recrudeció el enfrentamiento con los obreros peronistas, lo que condujo a desempolvar un viejo instrumento represivo: el plan CONINTES, a partir del cual fueron a prisión miles de militantes populares. Sin embargo, el desarrollo económico, la conflictividad social y la inestabilidad política no fueron enfrentadas desde un unificado frente interno, debido a que los militares, que estaban embarcados en la guerra contrarrevolucionaria25 desconfiaban del accionar del gobierno y lo presionaban permanentemente a través de una fórmula propia de la época: “el planteo”. Los treinta y dos “planteos” militares le quitaron autonomía al Presidente, pero politi- zaron la Fuerza y a causa de esto favorecieron su fraccionamiento. A pesar de estos acontecimientos, el gobierno se sometió a una prueba muy impor- tante: el 18 de marzo de 1962 enfrentó electoralmente al peronismo, y resultó derrotado, en 23 Rodolfo Walsh, Operación masacre, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1985. 24 Juan D. Perón y John W. Cooke, Correspondencia, Buenos Aires, Papiro, 1972. una cabina metálica de chapas perfiladas o moldeadas y una caja de madera con capacidad de carga para media tonelada. Había surgido el Rastrojero.21 A principios de la década de 1950 comenzó la decadencia del peronismo, una de las más grandes sequías que recuerde la historia argentina complicó las cosechas de 1950-1951 y 1951-1952 con lo que se vio afectado el desenvolvimiento normal de la economía, a lo que se debe agregar la impugnación de los militares y la Iglesia a la candidatura de Eva Perón a la vicepresi- dencia de la Nación, un proceso inflacionario que no hacía posible la inversión, y como conse- cuencia de este último la aparición del fantasma de la desocupación y la pérdida del salario real. De esta manera, casi como un símbolo, la muerte de Eva Perón (1952) cierra un ciclo del peronismo. A partir de 1952 la oposición lograba consolidarse. Las bombas en un acto en la Plaza de Mayo fueron respondidas con la quema del Jockey Club y las sedes de algunos de los partidos políticos. Parecía que desde allí no había retorno. Luego del enfrentamiento con la Iglesia, ésta se sumó decididamente al frente opositor. La quema de las iglesias constituyó el último acto del peronismo y abrió las puertas al golpe de Estado, que fracasó el 16 de junio de 1955 en el bombardeo a la Plaza de Mayo a cargo de aviones de la Marina, pero que finalmente triunfaría el 16 de septiembre de 1955.22 Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “Industria, Fuerzas Armadas y peronismo”, de Torcuato Di Tella, en el que el autor plantea el interés que mostraban las Fuerzas Armadas por la industria, al mismo tiempo que los industriales comprendían la impor- tancia de la relación con los militares en tanto éstos son proveedores naturales de los insumos necesarios, desde el acero hasta el transporte. El análisis del pensamiento industrial a partir de la producción del Instituto de Estudios y Conferencias de la Unión Industrial Argentina cubre gran parte de este aporte y refuerza lo antes expuesto. “Defensa Nacional y Fuerzas Armadas. El modelo peronista (1943-1955)”, de Marcelo Saín, parte de la premisa de que a partir de 1930 el poder militar se proyectó como uno de los protagonistas centrales del sistema político argentino. Según esta perspectiva, el marco conceptual e institucional en el que Perón, desde el gobierno, estructuró su vínculo con las Fuerzas Armadas fue la denominada Doctrina de la Defensa Nacional, basada en dos ejes: por una parte, considerar una visión convencional y limitada de la guerra, fundamentalmente, el conflicto con los países vecinos; y el de “la Nación en Armas”. El trabajo de Susana Bianchi, “Hacia 1955: la crisis del peronismo”, da cuenta de las diferentes alternancias de la relación entre el peronismo y el catolicismo oficial; relación que oscila entre la Pastoral Colectiva de 1945 donde implícitamente se condenaba a la Unión Democrática y se apoyaba la candidatura de Perón, hasta el 11 de junio de 1955 cuando la cele- bración de la festividad de Corpus Christi se transformó en una de las más grandes manifes- taciones en contra del gobierno de Perón. “El peronismo político, apuntes para su análisis”, de Carolina Barry, se propone analizar el modo en el que se estructuró el peronismo político y definir cuál fue el criterio para marcar y respetar las diferencias entre el Partido Peronista, el Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo. ___________ El golpe del 16-22 de septiembre de 1955, contó con el apoyo del arco político anti- peronista. En el interior de la fuerza militar se enfrentaron, nuevamente, los sectores naciona- listas-católicos y los sectores liberales. Los primeros impusieron al primer presidente de ese turno militar, el general (R) Eduardo Lonardi, quien durante el breve período del gobierno convocó a un hombre de la Restauración Conservadora para que asesorara al gobierno en materia eco- nómica. El Informe Prebisch propuso construir, a largo plazo, una Argentina industrial, más compleja y diversificada que la que se había heredado del peronismo. Para alcanzar ese objetivo 21 Véase <www.cocheargentino.com.ar>. 22 Véase Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel Historia, colección Biblioteca del Pensamiento Argentino (tomo VI), 2001, p. 24. NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
  • 14. 26 27 conoció la Argentina en la crisis. Se atacó decididamente la inflación mediante la racionalización del Estado, la reducción del déficit y el congelamiento de los salarios;26 asimismo fueron supri- midos los subsidios a las industrias y a ciertas regiones marginales. En marzo de 1968, la división de los sectores sindicales, en el marco del Congreso Normalizador de la CGT, permitió que surgiera una nueva conducción liderada por el dirigente de los Gráficos: Raimundo Ongaro, quien bautizó a su organización como la CGT de los Argentinos y rápidamente comenzó a editar el periódico CGT.27 Esta organización y su periódico dieron unidad al sinnúmero de protestas obreras, de los sectores medios productivos (por ejemplo en Mendoza y en el valle del río Negro) y, al mismo tiempo, las unificaron con los reclamos estudiantiles. El conjunto de este movimiento confluyó en las protestas sociales en Córdoba el 29 de mayo de 1969 y fue conocido como el “Cordobazo”. La explosión tuvo tal impacto que modificó por completo el escenario, renunció Kriegger y Onganía se quedó sin discurso. En el campo de los movimientos sociales, se mantuvo la agitación en el interior y aparecieron las orga- nizaciones armadas de distinto signo político. Un año después, los “Montoneros” secuestraron y dieron muerte al general Aramburu. Allí concluyó el primer turno presidencial de la dictadura. En junio de 1970, la Junta de Comandantes designa al general Roberto Marcelo Levingston que se “salió de libreto” e intentó encontrar otro camino político, apelando a lo que él llamaba la “generación intermedia”, por fuera de los partidos políticos tradicionales y designó ministro de Economía al doctor Aldo Ferrer. En marzo de 1971, una nueva movilización popular derrocó al segundo presidente de la autodenominada Revolución Argentina. De este modo, la movilización popular caracterizada como el “segundo Cordobazo” (el “Viborazo”) puso fin al segundo turno presidencial de la dic- tadura militar. El 22 de marzo, la Junta reasume el poder y designa presidente al general Alejandro Agustín Lanusse que intentó encontrar una salida política negociada y para ello implementó un programa que se denominó “Gran Acuerdo Nacional”. Los objetivos fueron tres: el repudio a la subversión; el reconocimiento de la inserción de las Fuerzas Armadas en el futuro esquema institucional y, particularmente, el acuerdo sobre la candidatura presidencial. Al mismo tiempo que estas negociaciones avanzaban, también crecía en importancia el accionar de las organiza- ciones guerrilleras. Los presos políticos pertenecientes a estas organizaciones planearon la fuga de la cárcel de Trelew, que fracasó organizativamente; y la Marina, el 22 de agosto, ejecutó ile- galmente a dieciséis presos políticos alojados en la base Almirante Zar. Allí se agotó la credibi- lidad del gobierno y el proyecto del “Gran Acuerdo Nacional”. El 17 de noviembre de 1972, Perón retornó al país y acordó28 con los líderes políticos una salida electoral, transformándose así nuevamente en el gran elector de la vida argentina. El peronismo acordó su fórmula con sus tradicionales aliados y se presentó a las elecciones del 11 de marzo de 1973 con la candidatura de Cámpora-Solano Lima, que resultaron elegidos con el 49,5% de los votos. El gobierno de Cámpora se encontró sometido a la tensión interna propia del movi- miento peronista, que contaba con dos actores principales: la juventud y los sindicalistas. Esa tensión creciente, condujo por un lado a la movilización de los sectores populares, la firma del acuerdo entre los empresarios y los trabajadores, y la organización de comandos de extrema derecha para la represión por fuera de la ley en el Ministerio de Bienestar Social que estaba a cargo de José López Rega. Ese enfrentamiento tuvo su punto culminante durante la masiva concentración en Ezeiza para recibir el retorno definitivo de Perón a la Argentina. Los sectores de derecha organizaron diferentes emboscadas donde murieron militantes de la Juventud 26 José Luis Romero, op. cit., pp. 178-179. 27 Semanario CGT de los Argentinos, fundado por Raimundo Ongaro y Ricardo De Luca, y dirigido por Rodolfo Walsh. Editado por Página/12 y la Universidad de Quilmes. 28 Todas las fuerzas políticas convocadas por Perón se reunieron en el restaurante Nino de Vicente López, provin- cia de Buenos Aires en la llamada “Asamblea de la Unión Nacional”, a la que también asistieron representan- tes de la CGT y la CGE. especial en la provincia de Buenos Aires. Un nuevo planteo condujo a Frondizi a decretar la inter- vención federal en las provincias en las que había triunfado el peronismo, pero esto tampoco fue suficiente. Los militares lo arrestaron y recluyeron en Martín García el 29 de marzo de 1962. Mientras los militares que habían arrestado a Frondizi deliberaban acerca del camino a seguir, el senador por Río Negro, José María Guido a cargo de la presidencia de la Cámara de Senadores (por la renuncia anterior del vicepresidente Alejandro Gómez) se presentó ante la Corte Suprema y juró como presidente de la Nación. El nuevo presidente gobernó con los hombres de la Argentina tradicional, este interregno estuvo marcado por la incertidumbre y un nuevo estatuto para los partidos políticos, en el que se volvía a proscribir al peronismo; asi- mismo se produjo el anuncio del cese de las actividades de la CGT. Pero la incertidumbre se acentuó aun más a partir del enfrentamiento entre las facciones del Ejército que la historia recogió como el enfrentamiento entre “azules” y “colorados”, en cuya primera escaramuza, con el triunfo de los azules, fue emitido el comunicado 150 (redac- tado por el periodista Mariano Grondona y el coronel Aguirre) en el que se declaraba pres- cindentes a las Fuerzas Armadas del ejercicio del gobierno, aunque éste podía leerse, clara- mente, como un programa para gobernar. El 2 de abril se desató el enfrentamiento definitivo en el que los azules, al mando del Ejército, terminaron con los colorados y con la Marina. Posteriormente se convocó a elecciones ampliando la proscripción del peronismo. El 7 de julio de 1963, con una enorme cantidad de votos en blanco, la fórmula radical encabezada por Arturo Illia, derrotó la candidatura del general Aramburu. El gobierno de Illia se desenvolvió en un marco legal, aunque con escasa legitimidad de origen, lo que limitaba sus posibilidades de acción. En el ámbito económico estableció una línea, que desde el presente, puede caracterizarse como nacionalista, en tanto fueron adoptdas medidas tales como la anulación de los contratos petroleros y la modificación accionaria, a favor del país, de la empresa de energía SEGBA, que se había creado durante el gobierno del general Aramburu. Esto le valió a Illia el desagrado de los inversionistas extranjeros, al que rápidamente se sumó la Unión Industrial Argentina que se oponía al intervencionismo estatal en la economía, particularmente en la fijación de los precios. Situación que se agravaría con el envío al Parlamento de la Ley de Medicamentos que los consideraba como “bienes sociales”. Sin embargo, éste era un gobierno demasiado solitario en el mundo de las rela- ciones políticas. Así, apenas normalizada la CGT, el gobierno se vio obligado a afrontar un Plan de Lucha que inició ésta y que llegó a ocupar más de 11.000 fábricas. El enfrentamiento con el gobierno creció desde el sector de los empresarios que exigían la sanción del estado de sitio contra el Plan de Lucha. Comenzaron en ese momento las acusaciones por la lentitud del gobierno, crítica que se estigmatizó con el uso de la imagen de la tortuga. La aparición de un pequeño grupo guerrillero en el norte argentino fue reprimido (detención, juzgamiento y cárcel) de acuerdo a la legalidad vigente, sin recurrir a prácticas de contrainsurgencia, a partir de lo que se reafirmaban las características más importantes del gobierno. Los dirigentes sindicales peronistas iniciaron el camino del despegue de Perón, parti- cularmente el más destacado de ellos, el secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, Augusto Vandor. Aunque todos los indicadores de la economía señalaban una muy buena perfor- mance del gobierno, se había iniciado a través de los medios de comunicación una campaña con el fin de quitarle legitimidad. La alianza de los sectores militares azules, los dirigentes sindicales que respondían a Vandor y los empresarios formaron un solo bloque y el 28 de junio de 1966, las tres Fuerzas Armadas, con el acuerdo explícito de la Iglesia destituyeron al presidente Illia. El lide- razgo recayó en el general Juan Carlos Onganía, quien fue designado presidente de la República. En marzo de 1967 fue designado ministro de Economía Adalberto Kriegger Vasena, quien anunció uno de los programas más coherentes, desde el pensamiento conservador, que 25 Osiris Villegas, Guerra Revolucionaria Comunista, Buenos Aires, Biblioteca del Círculo Militar Argentino, 1959. NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
  • 15. 28 29 ___________ El llamado Proceso de Reorganización Nacional asumió el poder con el objetivo expreso de restablecer el orden. Esto implicó, en los hechos, la más brutal represión del con- junto de las organizaciones populares. Restablecer el orden, para el gobierno de los militares, consistió en eliminar físicamente todas las barreras que el pueblo había construido en defensa de los intereses nacionales. La represión fue ejecutada sin ninguna legalidad; no hubo detenidos, jueces, ni procesos. Existió la prisión, la tortura y la muerte decidida por los propios represores. Se implementó un infernal círculo de secuestro-tortura-delación-ejecución clan- destina o cooptación como fuerza propia en la más absoluta clandestinidad, que dio pie al surgimiento de lugares de concentración y campos de tortura como la ESMA, El Vesubio, La Perla, Campo de Mayo y muchos otros. Una vez que se hubo forzado el silencio, se puso de manifiesto el otro objetivo de la dictadura: la transformación de la estructura económica, según la visión neoliberal que encabezaba el ministro de Economía, don José Alfredo Martínez de Hoz. Dicho de manera muy esquemática, el sentido de la transformación residía en la posibilidad de pasar de una Argentina industrial, con todos sus problemas, a una Argentina dominada por el capital financiero. A mediados de 1977 se puso en marcha la reforma que consistió: “básicamente, en una rápida liberalización de las tasas de interés bancarias y en una gradual, pero firme, eliminación de las restricciones al movimiento de capitales con el exterior”,30 que se habría de completar en 1980. Detrás de este proceso se encontraba el objetivo de terminar con el subsidio de los empresarios ineficientes por parte de los ahorristas, vía la regulación estatal, para, así, desarrollar un auténtico mercado de capitales. A mediados de 1978, la Marina y su comandante, Eduardo E. Massera, comenzaron a presionar con lo que en el período se denominó el “cuarto hombre”. En el fondo consistía en terminar con la excepcionalidad y a partir de ello que el comandante del Ejército, fuera tam- bién el presidente. Esto se sorteó, luego de muchos cabildeos, con el retiro de Jorge Videla del Ejército, su designación como presidente y Roberto Viola como comandante del Ejército, este último era hombre de buen diálogo con sindicalistas y políticos. Luego del chauvinismo del Mundial de Fútbol y el conato de guerra con Chile por el Canal del Beagle, resultaron vanos los intentos de vestir de nacional y popular a la dictadura. A principios de 1979 apareció “la tablita”31 que se complementaba con la apertura gradual del comercio. Esto ocurría en el marco de una gran dispersión salarial desde un “piso” administrado por el Estado. Los grandes empresarios seguían oponiéndose a este manejo de la economía y pedían volver a las propuestas de 1976: recesión y ajuste del gasto público. Al persistir el proceso inflacionario, el Ministerio de Economía apresuró las rebajas arancelarias dejando sin protección a la industria argentina; a partir de lo cual se produjo su gran quiebre, aunque debido a que la protección comenzó a darse en forma de tomar posiciones en moneda extranjera, se sucede una muy rápida subida de las tasas de interés, lo que habría de concluir en la crisis financiera y la caída de los bancos. El 24 de marzo de 1981, asumió como presidente el general Roberto Viola, que había pasado a retiro en su Fuerza de la que ya era comandante el general Leopoldo Fortunato Galtieri. La situación económica y financiera se encontraba en una crisis que se agudizaba casi a diario, y nada de lo que hizo el gobierno sirvió para calmar el mercado financiero. Las estampidas y corridas provocadas por el atesoramiento de la moneda extranjera resultaban imposibles de contener a través de la devaluación.32 30 Marcos Novaro y Vicente Palermo, La dictadura militar 1976-1983. Del golpe de Estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Paidós, colección Historia argentina (tomo 9), 2003, p. 220. 31 Establecía por ocho meses la variación futura del tipo de cambio a tasas decrecientes. 32 En medio de estas crisis, Sigaut pronunció un apotegma que ha quedado entre los grandes bloopers de la his- toria argentina, “el que apuesta al dólar pierde”. Peronista e impidieron que Perón hablara al pueblo. Allí se inició el camino que conduciría a la renuncia de Cámpora y al enfrentamiento de la Juventud con Perón. Es a partir de ese momento que comienza a actuar la Triple A, organización de extrema derecha preparada para la represión ilegal, y que luego del triunfo de Perón habría de provocar algunos resonantes atentados mortales como el del diputado Rodolfo Ortega Peña o el intelectual Silvio Frondizi. Después de la renuncia de Cámpora es prácticamente plebiscitada la fórmula Perón- Perón. Con Perón en el gobierno se producen una serie de atentados de las organizaciones armadas a los cuarteles (Comando Sanidad en Buenos Aires, Formosa, Azul, Monte Chingolo) que desataron una represión a cargo del conjunto de las Fuerzas Armadas. Muerto el general Perón, durante el gobierno de su viuda, María Estela Martínez de Perón, se agrava la crisis institucional y económica. En relación con esta última, el punto más ele- vado consistió en el severo plan de austeridad que decide implementar su ministro de Economía, Celestino Rodrigo, resistido por los trabajadores organizados que habían logrado un importante aumento de salarios, y a partir del cual se desató un proceso inflacionario de magnitudes desco- nocidas en la Argentina (el “Rodrigazo”). Desde allí comenzó a tomar forma definitiva el golpe de Estado, apoyado por la Iglesia, los sectores dominantes de la sociedad e importantes sectores políticos. Los hombres de las Fuerzas Armadas estaban muy influenciados por: “Los generales y coroneles franceses que no sólo enseñaron una técnica (la división del territorio en zonas y áreas), la tortura como método de obtención de inteligencia, el asesinato clandestino para no dejar huellas, la reeducación de algunos prisioneros para utilizarlos como agentes propios. También propa- garon el sustento dogmático de esa forma de guerra que llamaban moderna y el ambiguo con- cepto de subversión, entendido como todo aquello que se opone al plan de Dios sobre la tierra”.29 Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “Las Fuerzas Armadas en misión imposible: un orden político sin Perón”, de María Matilde Ollier, se trata de un trabajo que des- cribe el período a partir de dos ejes fundamentales: uno se organiza en torno a la presencia concreta de los hombres de las Fuerzas Armadas en el gobierno de la República –con o sin con- senso popular–, no sólo para gobernarla sino también para derrotar el enemigo interno. El otro eje que atraviesa el período, según afirma la autora, se refiere el descreimiento de las poten- cialidades de la democracia y de la política en tanto procedimientos, cuya consecuencia más importante consistió en que las elites construyeron sus alianzas en un terreno sin ley. “La intro- ducción de la Doctrina de la Seguridad Nacional en el Ejército Argentino”, de Ernesto López, estu- dia la influencia francesa, que, según las precisiones historiográficas, estuvo presente en la filiación de la Doctrina de la Seguridad Nacional; el autor se atreve a afirmar que dicha influencia ya se encontraba presente desde 1955 en el intento de “desperonizar” al Ejército. “La sociabilización básica de los oficiales del Ejército en el período 1955-1976”, de Luis Eduardo Tibiletti, intenta brindar una perspectiva acerca de la formación que los oficiales del Ejército recibieron en el Colegio Militar de la Nación especialmente en dos direcciones: la que se relaciona con el aspecto ideológico-político y la que ayuda o dificulta la relación entre el Ejército y la sociedad en democracia. “Ilegitimidad democrática y violencia”, de José Pablo Feinmann, en cuya exposición el autor se sostiene en la hipótesis de que entre 1955 y 1973 no existió la democracia en la Argentina. Existió la ilegalidad, el sofocamiento y la falta de libertad. De este modo, durante dicho período la Argentina no logró constituirse legalmente, debido a la insistencia en la margi- nación de la fuerza mayoritaria del país y del líder de esa fuerza; movimientos que potencian la consideración acerca de ese líder hasta transformarlo en un objeto maldito. Luego examina el tema de la contrainsurgencia y la escuela francesa; para concluir, en un interesante intercambio de preguntas, realizando algunas anotaciones sobre la violencia. 29 Horacio Verbitsky, “Una proeza periodística”, en Marie-Monique Robin, Escuadrones de la Muerte, Buenos Aires, Sudamericana, 2005, pp. 7-8. NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
  • 16. 30 31 En cuanto al comportamiento de las tropas, es de destacar que los soldados, en muchos casos con muy poca instrucción, demostraron una notable abnegación, se cubrieron de gloria enfrentando a una de las mejores unidades del mundo. Sin embargo, no ocurrió lo mismo en el ámbito de la oficialidad, donde si bien hubo una participación valerosa de numerosos jóvenes oficiales, también existieron muchos otros que se inclinaban en mayor medida a impartir san- ciones a la tropa propia que ejemplos para sus subordinados. La consecuencia de la derrota militar fue la renuncia de Galtieri y el desprecio popular que ahora exigía la retirada de los militares. El general Reinaldo Bignone se puso al frente del gobierno, sin el consentimiento de la Marina y la Aeronáutica, para conducir la transición. La de 1982-1983 no fue una transición arrancada por luchas y movilizaciones populares contra la dictadura, como había sido la de 1973, se tra- taba esencialmente del resultado de la crisis interna del régimen. Fue una implosión del régimen militar que se había iniciado en 1976 y que concluyó en Malvinas. Ante la transición surgieron dos posiciones, por un lado, la de los viejos caudillos que no comprendieron que la relación entre lo civil y lo militar se había modificado a partir de Malvinas y por lo tanto esperaban negociar una salida electoral; y por el otro lado, la de una parte de la Democracia Cristiana, del Partido Intransigente, cuyo liderazgo absoluto asumió Alfonsín, posición que comprendía que la relación se había fracturado y que en el centro de la escena se encontraba la cuestión de los derechos humanos. Por lo tanto había que pelear y no negociar. Bignone, un hábil negociador, fijó rápida- mente la fecha de elecciones y con eso apaciguó el frente interno. Al mismo tiempo que los partidos se preparaban para las elecciones (selección de candidatos, estrategias, etc.) el gobierno intentó salvar la grave situación económica. El primer tema a resolver consistía en el de la deuda privada externa, ya que los organismos bilaterales de crédito exigían a los países más que a los deudores. En primer lugar se procuró una reactivación inmediata vía la fijación de tasas de interés; las tasas comenzaron siendo negativas en alrededor del 20% mensual y aunque luego se moderaron, permanecieron siempre por debajo de la inflación hasta 1983. Éste fue el meca- nismo para “licuar” rápidamente el endeudamiento de los particulares y las empresas, pero con una particularidad que no tuvo equivalencias en el tratamiento de las acreencias contra el Estado en manos de los grupos económicos. El endeudamiento externo se resolvió de manera aun más drástica a través de un seguro de cambio, que no se actualizaba al ritmo de la devaluación, con lo que las empresas descargaron en el Estado sus pasivos.34 Se había cumplido con los orga- nismos internacionales y a través de ellos con el sistema financiero internacional. A partir de allí, las cifras del pago de la deuda externa constituyeron una “pesada carga” para todos los gobiernos hasta el presente. En lo inmediato el pago de los intereses de esa deuda subió del 8% del PBI al 40% de los ingresos públicos. Con un correlativo aumento del déficit público. Desde aquí y hasta fines de los años ochenta “la patria financiera” habría de configurarse como el enemigo de los políticos. La campaña electoral seguía su rumbo. Alfonsín, siendo aún precandidato, hizo pública una denuncia que haría carrera política: “el pacto militar-sindical” que con espíritu corporativo se transformaba en el obstáculo a vencer para llegar a un sistema democrático. Desde allí, los radi- cales reforzarían la idea de que era necesario democratizar la vida de los sindicatos. Alfonsín, ya como candidato y luego de haber derrotado masivamente a los viejos balbinistas representados por Fernando de la Rúa, puso en el centro de la escena la cuestión de los derechos humanos y con ese fin le dio identidad a una fórmula para considerarlos, distin- guiendo en el marco de la dictadura entre quienes habían impartido las órdenes y quienes las habían cumplido;35 pensando quizás, en reducir los juicios por las violaciones de éstos sólo a los altos mandos. Por su parte, en el peronismo ninguno de los precandidatos (Robledo, Saadi, Menem) tuvo la fuerza suficiente para imponerse sobre los otros. Con lo que el gran elector fue el movi- miento sindical y, en particular, Lorenzo Miguel, el secretario general de Metalúrgicos, que en el 35 La llamada “doctrina de los tres niveles de responsabilidad”. En noviembre Viola pide licencia por enfermedad y ocupa provisoriamente la presi- dencia el general Liendo. Éste le encargó a Domingo Felipe Cavallo, que para entonces ocupaba una de las subsecretarías del Ministerio del Interior, un conjunto de normas de reactivación económica. El experimento fracasó, sin embargo, de este modo, Cavallo comenzó su camino en la historia que lo tendría como hombre fuerte de la economía del país y como protagonista en la nacionalización de la deuda externa, la convertibilidad y el “corralito”, causa principal del estallido de 2001. Prohibido el campo de la política, por la dictadura, se hacía necesario politizar la vida cotidiana. En ella se ponía en juego la misma subsistencia del ciudadano y la esperanza de la des- trucción del autoritarismo. El ejemplo más singular fue el de los organismos de derechos humanos, en particular, las Madres de Plaza de Mayo, cuya práctica hizo –en la Argentina contemporánea– de un problema moral, un problema social y político. Allí tomó cuerpo la lucha resistente que obligó a los dirigentes políticos, mayoritariamente nucleados en la Multipartidaria, y a los diri- gentes sindicales a asumir activamente el camino de la oposición, que había permanecido silen- ciada hasta 1980.33 El 22 de diciembre de 1981 asumió la presidencia el comandante en jefe del Ejército: Leopoldo Fortunato Galtieri. Galtieri se identificaba con la posibilidad de volver a 1976. Es decir, clausurar cualquier atisbo de salida político-partidaria. A comienzos de 1982 resultaba claro que buscaba impulsar el desarrollo de un movimiento propio (Movimiento de Opinión Nacional) para enfrentar a la Multipartidaria. Galtieri había llegado al gobierno en el momento en el que el sistema capitalista, a nivel mundial, se estaba reorganizando, decretando el fin del flujo fácil de capitales y ocasionando que los acreedores persiguieran el cobro de las deudas. Éstos presionaron, a través de los orga- nismos multilaterales de crédito, para la sanción de las políticas de ajuste que les permitieran cobrar los intereses de su deuda. Mientras tanto, el movimiento obrero dividido impulsó una concentración el 30 de marzo en la Plaza de Mayo. El movimiento fue duramente reprimido y la mayoría de los dirigentes convocantes fueron encarcelados. En concreto, el gobierno de Galtieri se enfrentaba a la oposición de la Multipartidaria, de los dirigentes sindicales, de los sectores industriales, de los sectores financieros nacionales y particularmente de los organismos de derechos humanos. Su continuidad política parecía difícil; y en esta situación se encuentra el fundamento por el que el régimen se embarcó en la aventura militar para recuperar las islas Malvinas. El 2 de abril de 1982, las tropas argentinas desembarcaron en las islas Malvinas y las ocuparon militarmente. La respuesta de Gran Bretaña fue la menos esperada por el régimen, primero lo derrotó diplomáticamente en el marco de la Naciones Unidas e inmediatamente orga- nizó una importante fuerza naval y la dirigió hacia el Atlántico Sur. Estados Unidos, que hasta el 2 de abril permanecía neutral ante la guerra, decide apoyar técnica y militarmente a su principal aliado de la OTAN. Ante este panorama la Junta en conjunto con su canciller Nicanor Costa Méndez decidieron “fugar hacia delante” y enfrentaron la guerra. Esta decisión contó con una impor- tante adhesión popular. La relación de fuerzas pareció cada vez más desfavorable para los argen- tinos; finalmente en junio, luego de la rendición de las tropas argentinas, la guerra terminó con el triunfo de las fuerzas británicas. La Guerra de Malvinas fue el primer conflicto entre dos naciones del mundo occidental luego de la Segunda Guerra Mundial, protagonizado por una potencia mundial contra una nación latinoamericana que había pretendido disputarle uno de sus últimos enclaves coloniales. 33 Oscar Moreno, “Apuntes para una nueva forma de hacer política”, en Oscar Oszlak (comp.), “Proceso, crisis y transición democrática/2”, Buenos Aires, CEAL, 1984, pp. 29-43. 34 M. Novaro y V. Palermo, op. cit., p. 527. NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE OSCAR MORENOINTRODUCCIÓN
  • 17. 32 Congreso Partidario ungió la fórmula Luder-Bittel; y apoyando luego la candidatura de Herminio Iglesias para gobernador de la provincia de Buenos Aires. El 30 de octubre el doctor Raúl R. Alfonsín fue elegido presidente contando con el 52% de los votos. Los cuatro artículos que componen este capítulo son: “El nuevo funcionamiento de la economía a partir de la dictadura militar (1976-1982)”, de Eduardo Basualdo, trabajo que tiene como propósito realizar un somero análisis de la vinculación que mantienen la política econó- mica y algunas de las transformaciones estructurales más relevantes que se desplegaron en el período. Como allí se advierte, no se trata de hacer un recuento detallado de ambos aspectos de la relación, sino de analizar el modo en el que sus contenidos más generales se vincularon con el patrón de acumulación de capital que rigió hasta el año 2001. “El Proceso, último eslabón de un sistema de poder antidemocrático en la Argentina del siglo XX”, de Fabián Bosoer, propone una descripción de la incidencia que tuvieron las relaciones cívico-militares en el interior de la elite del poder y en la política exterior argentina. Asimismo pretende plantear la relevancia que tuvo un determinado sistema de creencias fraguado en la socialización cívico-militar y su influencia en el modo de hacer política de la dirigencia. “Fuerzas Armadas y organismos de derechos humanos, una relación impuesta”, de Horacio Verbitsky, en cuya primera parte de la presentación se ocupa de la relación entre los organismos de derechos humanos y las Fuerzas Armadas, que fuera impuesta por el secuestro, por parte del personal militar, de miles de jóvenes que reaparecieron con vida. La segunda parte está destinada a explicar el surgimiento del Partido Militar a partir de la incapacidad de los sectores económicos y sociales dominantes argentinos de transformar su hegemonía y su prestigio social en poder político por medios democráticos. “La Guerra de Malvinas”, de Martín Balza, se trata de un trabajo en el que el autor efectúa un desarrollo del conjunto de los aspectos que rodearon a la guerra, partiendo de una afirmación que aquí se transcribe: “Las Malvinas son incuestionablemente argentinas desde el punto de vista histórico, geográfico y jurídico, la forma de recuperarlas es el diálogo entre las dos partes. La guerra no es una obra de Dios”. . NACIÓN Y FUERZAS ARMADAS: NOTAS PARA UN DEBATE
  • 18. 35 La Revolución de Mayo como mito de orígenes de la Nación Argentina Uno de los pocos motivos de consenso que persisten en una sociedad tan dividida como la argentina es la consideración de la Revolución de Mayo como un hecho fundacional de la nación. Se trata en ese sentido de una suerte de mito de orígenes en el que para muchos estaría cifrado el sentido de toda nuestra historia nacional. De ese modo resulta inevitable que las miradas dirigidas hacia el proceso revolucionario se encuentren condicionadas por las diversas concepciones acerca de la nación argentina que se fueron forjando a lo largo de su breve historia. El tramo más reconocible y significativo de esta historia de las representaciones sobre la nación argentina es el que se inicia entre fines del siglo XIX y principios del XX. Recordemos que en esas pocas décadas cobró forma lo que algunos autores dieron en llamar la “Argentina moderna” que surgió como resultado de la conjugación de diversos procesos como la consolidación del Estado nacional, el desarrollo de una economía capi- talista plenamente integrada al mercado mundial y la inmigración masiva a partir de la cual se forjó una nueva sociedad. Fue precisamente durante esos vertiginosos años cuando comenzó a cobrar mayor predicamento la idea esbozada en la obra historiográfica de Bartolomé Mitre según la cual la Revolución de Mayo debía considerarse como el momento de alumbramiento o toma de conciencia de la nacionalidad argentina que, al igual que su terri- torio y su destino de grandeza, habrían comenzado a delinearse durante el período colonial.1 Así, y a diferencia por ejemplo de Alberdi o de Sarmiento para quienes la nación argentina constituía un proyecto cuya orientación sólo podía provenir del futuro, Mitre sostenía que su rumbo ya había sido configurado en ese pasado, razón por la cual se hacía necesario elaborar un relato histórico que fuera capaz de desentrañarlo. Esta forma de pensar a la nación argentina a través del prisma ideado por el historicismo romántico tuvo y aún tiene una gran importancia. Pero no sólo por su capacidad para dotar de una identidad nacional a las poblaciones heterogéneas, sino también porque dicha perspectiva permitió legitimar al Estado nacional argentino que entonces se encontraba en vías de consolidación. Cabe destacar que esta legitimidad proviene del principio de las nacionalidades que, surgido en Europa durante la década de 1830, se caracteriza por aunar una idea étnica o cultural y una política de nación. Este principio se basa en la suposición de que existen pueblos reconocibles por poseer determinados rasgos distintivos y un territorio que le están predestinados o que les corresponde por razones históricas. 1 Esta interpretación, si bien fue esbozada en algunos textos anteriores, recién aparece desplegada en la tercera edición de su Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina publicada en 1876-1877. Al respecto puede consultarse Fabio Wasserman, Entre Clio y la Polis. Conocimiento histórico y representaciones del pasado en el Río de la Plata (1830-1860), Buenos Aires, Teseo, 2008, cap. XII. 1810-1860 LA INDEPENDENCIA Y LA ORGANIZACIÓN NACIONAL Revolución y Nación en el Río de la Plata (1810-1860) LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS 1 CAPÍTULO FABIO WASSERMAN INSTITUTO RAVIGNANI UBA-CONICET Roux, Guillermo. San Martín Guerrero, 2008. Carbón y pastel, 115 x 84 cm.