Filipo II de Macedonia aprovechó la debilidad de las ciudades-estado griegas para conquistar Grecia en el siglo IV a.C., unificando el territorio bajo su liderazgo. Su hijo Alejandro Magno conquistó el Imperio Persa y grandes territorios de Asia, extendiendo la influencia griega desde Europa hasta Asia a través de sus conquistas militares y el establecimiento de nuevas rutas comerciales. Alejandro deseaba crear un único imperio multiétnico unido por la lengua y cultura griegas.