2. ÚLTIMOS LOGROS…
En 1653, a los 72 años de edad, Vicente lleva a feliz término sus principales empresas.
Deja el Consejo de
Conciencia (1652)
Paz de la Fronda (1653)
Aprobación por el Arzobispo de
París de las Reglas y votos de la
CM.
Vicente se internaba con este panorama a una
ancianidad penosa, pero no menos lúcida y
laboriosa. No hubo para él jubilación ni retiro.
Dedicó 7 años a la consolidación de sus
fundaciones y a preparar el relevo, librando las
últimas batallas.
Aprobación de los votos
por parte de la Santa
Sede
Impresión de
las Reglas
Aprobación
eclesiástica y
reconocimien
to civil de las
HC
Ex commissa nobis (1655):
Aprobación de los votos.
Reglas impresas (1658)
Aprobación episcopal de las HC
(1655)
Reglamento de las damas (ya al
borde de la muerte, 1660).
Las cuestiones pendientes eran:Aguas mansas 1653 y 1660 Vicente logra estos objetivos:
Todas las instituciones creadas por
Vicente podían afrontar con
tranquilidad la desaparición de su
fundador y enfrentar el futuro con
esperanza. Sus instituciones estaban
equipadas para perdurar.
3. “LEÍMOS EL BREVE DE LOS VOTOS EN LATÍN Y EN FRANCÉS”
Vicente quiso rodear de
solemnidad los actos en que se
dieron a conocer el breve de los
votos y las Reglas comunes. Para
ello, Vicente dio una conferencia
en la cual hizo memoria de la
historia y expresaba: “…les
pregunté a todos si les parecía bien
aceptarlo…todos firmaron un
acta…Y todo ello fue legitimado
por dos notarios”.
El 25 de enero de 1656, aniversario
del nacimiento de la compañía,
sacerdotes, clérigos y hermanos
de San Lázaro renovaron juntos
sus votos para acomodarse a las
nuevas disposiciones.
4. “¿ESTARÉ SOÑANDO? ¡DAR YO UNAS REGLAS!”
Se encomendó al hermano Ducourneau
dar cuenta de los acontecimientos los
asistentes del superior general (entre
ellos, el P. Almerás):
Sentimientos de despedida y
testamento: “¡Oh Salvador! ¡Oh padres!
¿Estaré durmiendo? ¿Estaré soñando?
¡Dar yo unas Reglas! No sé que hemos
hecho para llegar a este punto…” (p. 631).
Comparación con el discurso del Señor
en la última cena, recordándoles a sus
apóstoles la primacía del mandamiento
de amor y caridad;
Evocación y comparación con la figura
de Moisés entregando la ley al pueblo.
Lanzar la compañía al futuro, etc.
5. “NO SABEMOS AÚN SI ES LA VOLUNTAD DE DIOS”
Sólo faltaba distribuir los ejemplares. Invocó la bendición del Altísimo: “¡Oh Señor!...Concede…tu
bendición a este libro y acompáñale la unción de tu espíritu para que opere en las almas de cuantos lo
lean…” (p. 632).
Era el 17 de mayo de 1658. Se cerraba
un largo capítulo de la historia de la CM
y de la vida de Vicente. Este dedicaría
las conferencias de los últimos años de
su vida a explicar y comentar el texto de
las Reglas, tanto a los misioneros como
a las HC. Esas pláticas condensan
definitivamente su pensamiento y
constituyen su verdadero testamento.
La emoción se desbordó al empezar el reparto:
Vicente llamaba por su nombre a cada misionero.
Empezó por el más antiguo, su compañero desde los días
de Clichy y la casa de los Gondi, de los tiempos heroicos
de Bons Enfants: ¡Venga, P. Portail; venga usted, que ha
soportado siempre mis debilidades! ¡Que Dios le bendiga!
Vicente continuó con los PP. Almeras, Becu, Gicquel,
que eran los más cercanos;
Uno a uno se arrodillaban ante el Fundador, recibían el
libro, lo besaban. Así fueron pasando todos los
misioneros. Muchos no pudieron contener las lágrimas. A
los estudiantes se les entregó después, lo mismo que a los
hermanos. Al finalizar, el P. Almeras pidió a Vicente su
bendición: “Con esta confianza y en tu nombre, yo,
pecador y miserable, pronunciaré las palabras de la
bendición: Benedictio Dei omnipotentis descendat super
vos et maneat Semper, in nomine Patris, et Filii, et Spiritus
Sancti. Amen”.
6. “HEMOS GANADO MUCHO CON ESA PÉRDIDA”
Vicente no sólo se ocupó de los
espiritual; fue necesario dejar en
regla las cuestiones económicas:
Obtuvo de Roma la bula que
anexionaba a San Lázaro a la CM
Obtención de la casa propia de los
misioneros en Roma (una finca de
Montecitorio comprada al cardenal
Bagno). Pero no todo fueron satisfacciones.
En 1658, Vicente sufrió la pérdida
económica más significativa desde la
fundación de la CM. Una finca, en
Orsigny, que después de ser puesta en
usufructo a los misioneros. A la muerte de
los herederos y a causa de los saqueos a
que fue sometida por las tropas de la
Fronda, bastaron para que los herederos
exigieran su derecho sobre dicha
propiedad.
Vicente entró en pleito, contratando 8
abogados, pero de nada sirvió, ya que
perdió el litigio. Contribuyó para ello la
poca simpatía de los filojansenistas y
circunstancias de la época.
7. Esta pérdida hizo brotar en Vicente la
inspiración para dar razón del
desprendimiento y de la aceptación de los
contratiempos como una prueba de virtud
que Dios permitió vivir a la CM: “Hemos
ganado mucho con esta pérdida…pues Dios
nos ha quitado con esa finca, la
satisfacción…el deleite…dulce veneno que
mata, como un fuego que quema y destruye. Y
ya estamos libres de este peligro por la
misericordia de Dios…su divina bondad nos
quiere también elevar a una mayor confianza
en su providencia…” (p. 635).
Uno de los frutos que dieron estos episodios
fue: “No pleitear nunca…sin haber intentado
todos los caminos imaginables para ponernos
de acuerdo, a no ser que el buen derecho sea
totalmente claro y evidente…” (p.636).
La sentencia sobre esta finca fue
impugnable, y a pesar de haber presentado
razones para ser revocada por parte de
aliados, Vicente se opuso tajantemente. Su
decisión estaba tomada. ¿Por qué razones?
Segunda: El primer pleito bastó para cumplir el su
deber ante los derechos de la CM: “Si llegamos a
sucumbir por segunda vez, caeríamos en una nota de
infamia…Una de nuestras prácticas durante las misiones
es arreglar diferencias…” (p. 636).
Primera: Por el temor de escandalizar (apego excesivo
a los bienes materiales)
Vicente había alcanzado el grado superior de
indiferencia: “hacer ver las desgracias temporales
como muestras de predilección divina”. Poco tiempo
después, el Señor recompensó su resignación con un
nuevo donativo que equivalía a lo perdido en
Orsigny. Todo parecía indicar que Dios estuviera
probando la resistencia de su obra y purificándola de
las imperfecciones que hubieran podido pegársele.
8. Dios quiso poner a Vicente a prueba de
sus afectos personales. En 1653, la familia
de Vicente sufrió graves pérdidas materiales
como resultado de la guerra civil. Diversos
amigos le reportaron la situación en que
vivía: “…si usted no se compadece de ellos,
les va a costar sobrevivir. Algunos han
muerto durante la guerra y todavía quedan
algunos que andan pidiendo limosna” (p.
637).
Vicente sintió rebrotar la antigua
tentación de su juventud: hacer de su
sacerdocio un medio de trampolín familiar.
La rechazó. Se prohibió a sí mismo ayudar a
sus parientes con dinero de la comunidad,
aunque podría haber tenido derecho a ello:
¿no había socorrido así a miles de pobres?
Sin embargo, de haberlo hecho, hubiera
sido un escándalo y un precedente muy
peligroso.
“MIS PARIENTES ESTÁN PIDIENDO LIMOSNA”
¿Cómo lo resolvió? Destinó para
ello un donativo dado con
anterioridad destinado para ese
fin por el Sr. Du Fresne, que en
determinado momento había
utilizado para otros fines (que
por providencia habían sido
suspendidos). Luego de
consultar y pedir el
consentimiento de la comunidad
hizo llegar a su familia dicho
donativo.
Una vez más, Vicente había
sabido encontrar el equilibrio
exacto entre las exigencias del
corazón y las de la virtud, entre
la caridad y la justicia.
9. ¿Cómo lo resolvió? Destinó para ello
un donativo dado con anterioridad
destinado para ese fin por el Sr. Du
Fresne, que en determinado
momento había utilizado para otros
fines (que por providencia habían
sido suspendidos). Luego de
consultar y pedir el consentimiento
de la comunidad hizo llegar a su
familia dicho donativo.
Una vez más, Vicente había sabido
encontrar el equilibrio exacto entre
las exigencias del corazón y las de la
virtud, entre la caridad y la justicia.
10. “DIOS HA QUERIDO DEJAR
A ESTA DIÓCESIS SIN SU
PASTOR”
Llegaba el turno de socorrer a los
Gondi (sus aliados a todas luces). El
desarrollo de los acontecimientos
fue de la siguiente manera:
El cardenal de Retz fue detenido por orden de Mazarino en
1652, que no podía perdonarle su participación en la Fronda y
la violenta oposición que había hecho a su política y a su
persona.
El cardenal Retz fue encerrado en Vincennes (el mismo
donde encerraron a Saint Cyran).
Retz se escapó descolgándose por los muros del castillo de
Nantes, al que había sido trasladado…y llegó a Roma. El papa
(Inocencio X) lo acogió calurosamente, le entregó el capelo y
dispuso que se recibiera en la casa de la Misión. Este hecho
acarreó todos los problemas.
El Santo Padre dio a los misioneros orden terminante de
recibir en su casa al perseguido cardenal, pero el embajador de
Francia se lo prohibió no menos terminantemente. Cogido
entre dos fuegos, el superior, P. Berthe, no sabía qué hacer.
Con todo, lo recibió. Pero pocos días después un embajador de
Mazarino llevaba órdenes expresas para que el P. Berthe y
todos los misioneros franceses regresaran a Francia por
desacato y en desagrado al rey. En la casa de Roma sólo
permanecieron padres de origen italiano.
Los círculos políticos parisienses se sentían indignados
contra los misioneros por haber dado acogida a un enemigo
del rey. Lo mismo sucedió con la ira cortesana, y sobre todo
con Vicente. Él era responsable del comportamiento de sus
súbditos. La respuesta de Vicente fue: “Tenemos un motivo
para dar gracias a Dios por que acaba de hacerse a propósito del
Sr. Cardenal de Retz, que ha sido recibido en la casa de la
Misión en Roma…” (p. 641).
11. “¿DÓNDE ENCONTRAREMOS OTRO BLATIRON?”
En el contexto de las fundaciones italianas
hizo su aparición la peste. Los padres
estaban con intención de atender un
seminario. Pronto se murió un aspirante, e
inmediatamente después se ordenó el
aislamiento de éste. El P. De Martinis se
encerró junto con los seminaristas.
En Génova las cosas estaban peor. En 1656
estalló la peste con furia devastadora. Cada
semana morían cuatro o cinco mil personas.
Los misioneros, capitaneados por su
superior el P. Blatiron, a quien Vicente
prodigaba, en vano, consejos de prudencia,
convirtieron su casa en hospital y se
ofrecieron para asistir a los enfermos.
Pronto sus misioneros fueron sucumbiendo.
El P. Blatiron, por su parte, se contagió
mientras administraba el viático a tres
apestados. Pronto murió. De los nueve
sacerdotes que componían la comunidad,
sólo sobrevivieron dos. También lograron
salvarse tres de los cuatro hermanos
coadjutores y los cuatro seminaristas.
12. La desolación de Vicente fue
inmensa. ¿Dónde encontraremos
otro Blatiron?
1657: Un mal año para Vicente.
Fue el año del desastre de la
misión de Polonia, donde la casa de
Varsovia fue destruida por
cuestiones de guerra.
El año de la ruina de Madagascar,
donde no quedó vivo ni un solo
misionero
El año de la muerte del P. Duggan
en las Hébridas
El año de la pérdida de la
comunidad de Génova.
Se diría que el Señor había querido
acumular las desgracias sobre
Vicente para poner a prueba su
temple y su virtud. El enérgico
anciano superó con fortaleza tantas
adversidades. Y aún le quedaron
ánimos para acometer nuevas
empresas.