El documento resume la imagen del Perpetuo Socorro y su significado para la pedagogía familiar. En 3 oraciones:
1) La imagen del Perpetuo Socorro es la más venerada en los hogares católicos debido a factores como presentar a Jesús y María juntos y expresar ternura, cercanía y protección. 2) Representa la importancia de cultivar el afecto entre padres e hijos para formarlos en el servicio y la bondad. 3) María enseña a Jesús a proyectarse hacia los demás manteniendo un equilibrio entre la familia de origen
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El icono del Perpetuo Socorro: síntesis de tradiciones y mensaje de amor
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EL ICONO DEL PERPETUO SOCORRO
PEDAGOGÍA FAMILIAR
Noel Antonio Londoño Buitrago, CSsR
Si se hiciera una investigación para saber cuál es la imagen de la Virgen María que más
se venera en los hogares católicos del mundo habría ciertamente muchas variables. Hay
regiones en donde sobresale con mucho alguna advocación particular, sea la Virgen de
Lourdes o de Guadalupe o del Carmen, o alguna devoción local. Pero si el estudio fuera
universal e incluyera regiones apartadas de Asia y de la Amazonía, y comunidades de rito
oriental, ciertamente que la imagen más venerada ‘de modo transversal’ en el mundo es el
icono del Perpetuo Socorro.
Y no creo que sea únicamente por la pastoral de los Misioneros Redentoristas, sino por
muchos factores inherentes a la imagen misma: el hecho de ser un icono y de presentar a Jesús
con su madre (y no la Virgen María sola), la teología que revela, la ternura que manifiesta, la
cercanía y la protección que expresa. El icono del Perpetuo Socorro es una pequeña biblioteca
de vida cristiana y así lo ha percibido el pueblo de Dios.
1. Presencia en los hogares
La imagen del Perpetuo Socorro tiene un puesto especial en los templos, pero mucho
más en los hogares. Y aquí quiero hablar de mi experiencia personal, que creo que es
también la de muchos otros cristianos. En las primeras décadas del siglo XX hubo varias
misiones en el pueblo donde vivían mis antepasados. Por las crónicas se sabe que fueron
realizadas por diversas comunidades religiosas, pero ninguna dejó tantos recuerdos como la
Santa Misión que hicieron los misioneros redentoristas. Y en particular por quien se convirtió
en “el recuerdo” de la Misión: la imagen de la Madre del Perpetuo Socorro promovida por
ellos; en casi todos los hogares se hizo la “entronización del cuadro”.
De ahí viene la tradición de la imagen del Perpetuo Socorro en mi familia. Ella presidía el
hogar desde la alcoba de los abuelos; tradición continuada por mis padres. Encima de la
cama matrimonial, allí, en lugar destacado, estaba “el cuadro entronizado” de la Virgen del
Perpetuo Socorro. Otro mueble importante de mi casa era la máquina Singer, donde se cosió
casi toda la ropa del hogar y de los hijos; allí trabajaba mi madre horas y horas. Nosotros
sabíamos que en las gavetas de la máquina se encontraban siempre algunas estampas del
Perpetuo Socorro, que mi madre regalaba a sus amigas cuando estaban en necesidades
especiales.
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Por eso, cuando llegué al seminario menor de los redentoristas y vi la imagen que
presidía la capilla me sentí en–familia. Eran muchos kilómetros de distancia desde mi casa,
pero se respiraba el ambiente y el ‘sabor’ de hogar. Ese fue para mí un factor importante de
perseverancia en la vocación, sin lugar a dudas.
2. Síntesis de tradiciones
La imagen del Perpetuo Socorro, dicen los expertos, es una síntesis de tradiciones
iconográficas bizantinas sobre la Theotokos (Madre de Dios). Por eso, no es legítima una
mirada unidimensional, que acabaría por desfigurar la teología del icono. Ni es genuino
buscar en el icono la técnica y no el tema, o al pintor más que la simbología, o la inspiración
artística más que el mensaje espiritual.
En el icono del Perpetuo Socorro se sintetizan tres géneros pictóricos: Strastnaia (Virgen
de la Pasión), Glycophilousa (Dulce amante) y Odighitria (La que muestra el Camino),
representados particularmente en los ángeles con los instrumentos de la pasión, en la
ternura maternal y, al centro, en la mano que señala al Niño. Tres motivos diversos de
iconografía que se entretejen en la imagen del Perpetuo Socorro, en una especie de
“continuidad integrada”. Esta escuela de combinación y de síntesis es la que debe inspirarnos
al momento de leer los elementos de este icono y de orar con ellos.
A la luz de esas tres tradiciones iconográficas podemos hablar de integrar en la vida
personal y familiar el dolor, el amor y los ideales que inspiran la existencia. Es decir, asumir
las frustraciones del pasado en el cariño real del presente para proyectarnos positivamente
hacia el futuro. Al estilo de Paul Evdokimov podemos decir: “De cara a las preocupaciones
mundanas, al puro biologismo de la lucha por la existencia, al exterminio de la vida por el
odio, el icono es un fragmento de eternidad que predica solamente por su presencia y llama
a una conversión radical de las relaciones humanas, al sacramento del hermano y al corazón
henchido de piedad y de ternura ontológica hacia toda criatura”.
3. El Hijo
Aunque la figura de María ocupa el mayor espacio en la pintura, en el icono tipo
Odighitria el centro es la mano que señala, y la razón de ser del cuadro es el personaje
señalado, es decir, Jesucristo. Conviene, pues, examinar un poco la imagen del Niño.
3.1 El rostro del niño
3.1.1 Ojos que miran hacia el futuro
Como hay otras versiones de la Strastnaia, en las que el niño y la madre aparecen
apesadumbrados ante la perspectiva del sufrimiento que los ángeles presentan, se
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ha insistido mucho en la tristeza del niño mirando la pasión. Pero eso no es así en el
icono del Perpetuo Socorro; el niño mira normalmente hacia delante y hacia arriba.
Tampoco se trata de un infante (de meses) sino de un niño de varios años.
La mirada del niño no está embargada por la tristeza sino abierta al futuro. Máxime
que los ángeles portan los instrumentos de la pasión como trofeos y no como
amenazas.
Aquí estamos tocando un tema fundamental en la pedagogía familiar: el futuro de
los hijos. ¿Cómo preverlo, cómo prepararlo? Los niños deben aprender, desde muy
pronto, a trazarse metas realizables que no ahoguen sus sueños y proyectos futuros.
De ahí la conveniencia de habituarlos a tener un plan de acción en una dirección
justa. Luego vendrán decisiones acertadas.
3.1.2 Identificación con el propio destino
El niño Jesús debe ir personificando su vocación y su misión. Debe afrontar de modo
positivo los desafíos de la vida. Porque si un niño no asume riesgos nunca aprende a
caminar, y su mente nunca aprenderá a volar. En este sentido se usa hoy la palabra
‘resiliencia’, para indicar que debemos aprender a resistir ante las dificultades
asumiéndolas con emociones positivas para no caer en desánimo o depresión.
El niño del icono está en la edad del encuentro consigo mismo, de la identificación
germinal con su propia persona. Se inicia el proceso de autoestima, que no es falsa
humildad ni vana arrogancia. Como niño de hoy, debe empezar a tomar decisiones
(como vestirse por su cuenta y escoger la ropa a su gusto). Debe empezar a “captar
su propio olor”; cuenta Patrick Süskind, en su novela ‘El perfume’, que el
protagonista no logró identificarse consigo porque nació sin olor, y nació sin olor
porque nació sin amor, sin aceptación, sin hogar; nació como un estorbo. Sólo el
ambiente positivo del hogar y el afecto que se demuestra a los hijos puede producir
seres humanos ‘resilientes’ y proyectados hacia el futuro.
3.2 Las manos del niño
En muchos iconos de la Odighitria las manos del niño o no tienen una significación
especial o explicitan su misión futura (casi siempre bendiciendo). En el icono del
Perpetuo Socorro las manos del niño están en la mano de la madre. Pero no
enganchadas a ella sino sostenidas ahí; no es pues una señal de miedo ante algo
externo sino de confianza interna. Son manos en la mano.
Un niño pequeñito se aferra a la madre; el niño del icono se apoya en la madre. Se
supone que ha entrado en la edad de la inducción a la vida social, es decir, aprender
a relacionarse con el entorno y con el eterno. La madre le sirve de trampolín; ya no
de envoltura ‘placentera’.
3.3 La actitud del niño
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3.3.1 Ocuparse de las cosas del Padre
Una sana lectura de la actitud del niño en la imagen del Perpetuo Socorro no va en
la línea del Huerto de los Olivos: “Siento una tristeza de muerte”… “Aparta de mí
este cáliz” (Mc 14,34.36 y paralelos). Habría más bien que servirse, como los
primeros cristianos, del salmo 39 (40): “Aquí estoy para hacer tu voluntad” (cf. Hb
10,5-7). El niño asume su vocación y su misión, es decir, su identidad personal y su
lugar en el contexto social, “creciendo y fortaleciéndose ante Dios y ante los
hombres” (Lc 2,52).
Diríamos, entonces, que se prepara para saber reaccionar cuando tenga doce años y
peregrine al templo de Jerusalén: “¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de
mi Padre?” (Lc 2,49), y para que, de adulto, sepa distinguir entre familia biológica de
origen y familia existencial que se construye: “¿Quiénes son mi madre y mis
hermanos? (Mc 3,33)
3.3.2 Del lado del corazón
En el icono, a diferencia de muchos otros similares, el niño se recuesta en el lado
izquierdo de la madre, el lado del corazón. Ahí es donde, simbólicamente, mejor se
expresa el afecto materno y en donde los niños pequeños aprenden a serenarse
sintonizando el ritmo cardíaco con el de la madre.
La ciencia moderna, sea del área médica o psicológica, pone de relieve la
importancia de la relación física entre la madre y el hijo. Esa reciprocidad prepara
para una vida sana y feliz mucho más que el coeficiente intelectual o las habilidades
laborales. En realidad, un bienestar perdurable tiene poco que ver con los éxitos
académicos o profesionales, la riqueza o la belleza física. Los seres humanos más
felices son quienes aprendieron a vivir “cordialmente”, en gratuidad y servicio.
Cultivar la bondad es la forma más sencilla de lograr que los hijos sean felices. No se
trata de preocuparse por educar hijos capaces de "triunfar en la vida" (= ganar
mucho dinero); se trata de formarlos en el afecto para que se dediquen a hacer el
bien por el gusto de hacerlo.
4. La Madre
Es evidente que la madre ocupa la mayor parte de la imagen, como en todos los iconos
de la Theotokos. Hay en el icono del Perpetuo Socorro, sin embargo, una simbólica ‘cruz Tau’
que esquematiza la pintura, e integra en la línea horizontal los dos ángeles con los ojos de la
madre, y en la línea vertical los ojos de la madre con las manos (la mano derecha y las del
niño) y termina en los pies y la sandalia. Pictóricamente hablando, esa Tau es el foco y el
objetivo del icono.
4.1 Los ojos de la madre
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Hay también una diferencia de este icono comparado con la mayoría de las
glycophilousas, en las que la mirada de la madre se dirige al niño y no al observador.
Se acentúa la ternura de la relación madre-hijo en la correlación de las miradas.
No conviene especular mucho sobre la razón de este desarrollo pictórico. Tal vez
una evolución de las glycophilousas para involucrar mejor al orante. Tal vez un
reflejo de la plegaria de la Salve Regina que se iba popularizando: “Vuelve a nosotros
esos tus ojos misericordiosos…” Lo cierto es que la perspectiva central de la mirada
hacia el observador la hace omnipresente y símbolo del título que le damos:
Perpetuo Socorro.
Mas desde el punto de vista de la pedagogía familiar, la mirada de la madre
responde a la integración entre el entorno del hogar y el entorno social; en otras
palabras, la relación entre la familia genealógica y la familia nacida de la Palabra.
María no endulza a su Hijo en la ternura de una mirada intimista sino que le enseña
a proyectarse hacia una mirada social y universal. Valga aquí la referencia a Albert
Einstein: “Enseñar con el ejemplo no es otra forma de enseñar, es la única”.
4.2 Las manos de la madre
El libro de los Proverbios, al elogiar a la esposa, dedica varios versos a elogiar sus
manos. Ella “despliega la fortaleza de sus brazos… Aplica sus manos para hilar y con
sus dedos elabora el tejido. Tiende su mano al necesitado, alarga sus brazos al
pobre… Se viste de fortaleza y dignidad y mira esperanzada el porvenir” (31,17 ss).
En el icono del Perpetuo Socorro, las manos de la madre trazan dos líneas oblicuas
que, iniciando en los ángeles, señalan el centro del diseño, es decir, las manos del
niño en la mano derecha de la madre.
La madre cumple su misión: con la mano izquierda sostiene a quien es su hijo
(familia de origen) y con la mano derecha lo señala como Hijo de Dios (familia en la
Palabra). Precisamente de ahí le viene el título de Odighitria.
4.3 La actitud de la madre
4.3.1 Sostener sin sobreproteger
La Odighitria, además, cargando el niño, nos señala un camino de vida familiar, en
particular sobre las relaciones de los padres con sus hijos.
En primer lugar, no evitarles los riesgos. La protección que se le ofrece debe
progresivamente dejar espacio a la autonomía del niño, de modo que enfrente su
realidad sin que deba ser ‘rescatado’ antes de tiempo. También ha de asumir
progresivamente sus fragilidades y errores.
Algunos padres se sienten totalmente responsables de lo que les pueda ocurrir
a sus hijos y tienen miedo de cualquier actividad que hagan, de modo que
tienden a resolver por sus hijos todos los problemas que se les presentan.
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Otros, al estilo de la generación postguerra, consideran que la vida ya es
demasiado dura, así que se esfuerzan por hacerla aparecer como jardín
florecido e intentan evitar que sus hijos experimenten emociones de miedo o
de tristeza. Otros, como hacen muchos padres separados, pretenden ganarse a
los hijos “para sentirse amados como buenos padres”. Así se termina dándoles
lo que no necesitan y ahorrándoles el esfuerzo de enfrentar la vida por su
cuenta.
En nuestro mismo entorno pequeño, ya tan marcado por el uso del teléfono
celular, no es difícil encontrar ‘papás guarda-espalda’ o ‘papás helicóptero’,
dispuestos a volar a la primera aparente señal de peligro, generando así ‘hijos
burbuja’.
4.3.2 Abrazar sin amarrar
Aquí vuelve a aparecer la diferencia entre el icono del Perpetuo Socorro con la
mayoría de las glycophilousas. No se ve un apretado abrazo maternal ni, lo que
muchas veces se ha predicado, un niño que busca refugio apresurado en los brazos
de la madre. No. El panorama es mucho más maduro y sereno.
El Perpetuo Socorro nos habla del cariño que engendra libertad. Porque la felicidad
en la niñez no consiste en tener una vida fácil, sino plenitud afectiva, capacidad para
superar los retos que se presenten y conciencia de ser capaces de triunfar. La misión
de los padres no es sólo criar hijos felices, sino también formar futuros adultos
felices. No se trata de construir muros sino puentes.
4.3.3 Acompañar sin remplazar
“Ustedes son los arcos con los que sus hijos, como flechas vivientes, son lanzados a
la vida”, escribía Khalil Gibrán. Esa es la tarea de los padres, simbolizada en el modo
como el icono representa a la Madre que sostiene a su Hijo. La pedagogía familiar se
basa en la autoridad auténtica, es decir, la “que hace crecer”.
Los hijos no han de ser un modo de ‘autorealizarse’ ni una propiedad ni copia de lo
que son los padres; ellos tienen su propio camino y sus propias metas. Sin embargo,
cuántas ‘mamás agenda’ que le indican paso a paso al niño lo que tiene que hacer y
olvidan que han de ayudarlo sin suplantarlo.
Bien dice el Papa Francisco: “Cuando los padres dan un paso atrás en el amor los
hijos tienen dificultad en dar un paso adelante”.
Conclusión
Me temo que los redentoristas nos hemos acostumbrado a presentar el mensaje del
Perpetuo Socorro siguiendo los cánones y el estilo de los predicadores clásicos de la
Congregación. Eran muy elocuentes, pero reflejaban la mentalidad de su tiempo; no podía ser
de otra manera. Porque interpretar la imagen a partir del miedo del niño y la tristeza de la
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madre respondía más al estilo de otras Strastnaias que al icono del Perpetuo Socorro pero
servía a una espiritualidad basada más en la cruz que en la resurrección. La conclusión moral
era evidente: prevalecían los mandamientos sobre la alianza y la atrición sobre la contrición.
Volvamos a fijar la atención en los ángeles Miguel y Gabriel: no portan instrumentos de
amenaza sino trofeos de victoria. Además, el detalle de la sandalia no deja de ser elocuente.
Tradicionalmente se hablaba de que así estaba el pecador ante la justicia de Dios: ‘colgado de
un hilo’, y que solamente la devoción mariana lo mantenía ahí, pendiendo para que no cayera
en el infierno. A ninguno se le ocurrió mirar en la Biblia y descubrir que el tema no es de
amenaza sino de garantía. Como dice la carta a los Colosenses: “Cristo en la cruz clavó la
sentencia que estaba en contra nuestra” (2,14). La sandalia suelta es la garantía a favor
nuestro, según la cultura ancestral de los israelitas: “Antiguamente en Israel, cuando se trataba
de compras o cambios, [para garantizar la seriedad del pacto] había la siguiente costumbre:
uno se quitaba la sandalia y se la entregaba al otro. Así se hacía en Israel” (Rut 4,7).
Un detalle final de los iconos, para que no los juzguemos con cánones estéticos
occidentales pensando que están desproporcionados o mal distribuidos. En los iconos, más
importante que las figuras que vemos desde nuestro punto de vista es cómo nos ven los
personajes a nosotros. No interesa tanto lo que miramos sino el cómo somos mirados, porque
no son una percepción de lo eterno desde lo efímero sino, al contrario, una perspectiva de lo
cotidiano visto desde lo sublime.
“Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y
después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”.
+ Noel Londoño, CSsR.
Obispo de Jericó, Colombia