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AnonÉ Gonz
Ecológica
m cLArE*,rrELEcruAL
Primera edición: enero de 2012
Título original: Écologica
Traducción: Pablo Betesh
o Éditions Galilée, 2008
O Capital lntelectual S. A., Buenos Aires, 2011
www.editorialcaPin.com'ar
@ de esta edición: Clave Intelectual,S.L.,2011
C/ Yelázqrez,55, 5'D - 28001 Madrid - España
www.claveintelectual com
inf o@claveintelectual.com
Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total
o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin el permiso
escrito de la editorial.
ISBN: 978-84-939471-1-8
Depósito Legal: M- 49 540 -201L
BIC: J
Diseño de cubierta: Verónica Feinmann
Ilustración de cubierta: Hernán Haedo
Composición: Versal CD, S. L.
Impresión: SclaY Print, S.A.
Impreso en España. Printed in Spain
l¡rrRoouccróru
LA EGOLOGíN POIíNCA, UNA ÉNCI DE tA LIBERACIÓN
Desde la aparición de la nozsela autobiogrdfica El taidor, prologada
por Sartre, hasta la ecología política, ¿cutíles han sido los encuentros
y las influencins importantes para usted?
¿Cuáles han sido en mi vida los grandes encuentros e influen-
cias? Está Sartre, por supuestq cuya obra, apartir de1943,me
resultó formadora a lo largo de veinte años. Está Illich quien, a
partir de1971, me llevó a reflexionar durante cinco años. Pero
las influencias más importantes no son necesariamente las de
Entrevista realizada por Marc Roberg publicada en EcoRez, no 21, "Figwas delaeco-
logía polltica", otoño-inviemo 2005.
10 I ANDRÉ GORZ
las personas importantes. |ean-Marie Vincentl, Que publicó
relativamente poco, me inició a partir de 1,959 en el Marx de
la Grundissi. Vincent hi zo queme enconhara con ciertos teó-
ricos italianos que me llevaron a conocer a otros. En los años
noventa, con su revista Futur Antérieuru,rneconvenció de que
debía revisar algunas de mis ideas. Hace dos años,luego de
una entrevista sobre L'immatériel para un diario alemán, conocí
atnhacker, Stefen Meretzn, cofundador de Oekonux, qlJe
explora con una honestidad admirable la dificrrltad que existe
para salir del capitalismo por lapráctica,la manera de vivit,
de deseat de pensar.
1 ¡ean-Marie Vincenf (1934-2004) investigador rmiversitario (fundador y director
del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de París-TII) direc-
tor de la revist a Futur Antériezr fundada junto con Toni Negri, publicó obras
importantes, entre las cuales están: Eetichisme et société, An+htopos,1973lFeti-
chismo y sociedad,México,Era,1977l; LaThéorie uitique de l'école de Erancfort,
Galilée, 1976lPensar en tiempos de barbarie: Ia teoría uíticn de Ia escuela de Frank-
furt,lJníversidad Arcis, Santiago, 20021; Les Mensonges de t'État, Le Sycomore,
1979;Critique dutraoail. Lefaire etl'agir,PW,1987;MaxWebu ouladbnocratieinache-
aée, Le F élim, 7998; Un autre Marx. Aprés les marxismes, P age Deux, 2001 -
2 Escrito entre EI manifesto comunista (1M8) y elprimer volumen de El ctrpital (1868),
Grundisse der Kritik der politischen Ókonomie (1857-1868) lContribución a la crí-
tica de la eanomnpolítica,Méttco, Siglo X)O, 1980] constituye la oporturridad para
Marx de desarrollar los fundamentos de su crltica de la economía política. Véase
<http: / /www.marxistes.org/archive/marx/works/ 1857/Srundisse>
3 La revista Fa tur Antñeur fue fundada en 1990 por iniciativa de ]ean-Marie Mncent,
Denis Berger y Toni Negri. Su objetivo era el de alentar una renovación en la inves-
tigación conceptual, creando las condiciones necesarias para un debate crítico y
estratégico. Sobre la base de una diniámica intelechral francoitaliana privilegió tres
ejes de elaboración teórica: la polltic4 la sociología y la filosofía. Se disolvió en 1998.
Véase <http: / /multitudes.samizdat.net/rubrique.php3?id-rubrique : 117>
4 Stefen Meretz, cofundador de Oeko nux (contracaón de Ókonomie y de Linux) que
estudia los medios que permitirlan extender los principios delos softwares
libres a la economía.
EC0LÓGIcA I 1I
Pero desde 1947hastahoy, la influencia más importante
y la más coristante ha sido la de "Dorine, sin la cual nada sería
posible", mi compañera, que me demostró que no era i*po-
sible ama¡, ser amado, senti{, vivir y adquirir confianza en mí
mismo. Hemos crecido y evolucionado uno a través del otro,
uno para el otro. Sin ella probablemente yo no habría logrado
aceptarme. Sin Sartre, probablemente no habría encontrado
los instrumentos para pensar y superar lo que mi familia y Ia
historiahabíanhecho de mí. Apartir delmomentoenque des-
s,tbúEl Ser y laNada, tuve la impresión de que Io que Sartre
decía de la condición ontológica del hombre correspondía a
mi experiencia. Desde mi infanci4 habíatenido la experien-
cia de todos los "existencialistas": la angusti4 el hastíg la cer-
teza de no estar aquí por nada, de no corresponder a 1o que
los demás esperan de mí, de que ellos no puedan entenderme.
La experiencia, en surna, de la contingenci4 de la injustifica-
bilidad, de la soledad de todo sujeto.
¿Puede decirnos algo mds sobre estos aínculos entre existencialismo
y ecología, entre mora| ética y ecología?
Tianto para mícomo para Sartre,la cuestión del zujeto siguió
siendo centraL bajo esta perspectiva: nacemos para nosotros
mismos como sujetos, es deci4, como seres irreductibles a lo
que los demás y la sociedad nos piden y nos permiten ser.
La educación, la socialización, la instrucción y la integración
nos enseñarán a ser Otros entre los Otros, a renegar de esa
parte no socializable que constiflrye la experiencia de ser zujetq
a canalizat nuestras vidas y nuestros deseos por caminos seña-
12 I ANDRÉ GORZ
lizados, a confundirnos con los papeles y las funciones que la
megamáquina social nos ordena cumplir.
Esos papeles y esas funciones son los que definen nues-
tra identidad en tanto que Otro. Exceden 1o que cada uno de
nosotros puede ser por símismo. Nos dispensan o incluso nos
prohÍben existir por nosotros mismos, plantearnos Pregun-
tas acerca del sentido de nuestros actos y asumirlos. Quien
actúa no es"yo", sino la lógica automatizada de las disposi-
ciones sociales que actúa a través de míentanto que Oho, que
me obliga a contribuir a la producción y a la reproducción de
la megamáquina social. Ella es el verdadero sujeto. Su domi-
nación se ejerce sobre los miembros de las capas dominantes
tanto como sobre los dominados. Los dominantes sólo domi-
n¿u:ten la medida en que sirven a ella como funcionarios lea-
les. Só1o en sus intersticios, en sus fallas y en sus márgenes sur-
gen sujetos autónomos a través de los cuales puede plantearse
la cuestión moral. Originariamente, siempre existe ese acto
fundador del sujeto que consiste en la rebelión contra lo que
la sociedad le obliga a hacer o a padecer. Touraine, que estu-
dió a Sartre en su juvenfud, formuló muy bien este punto: "El
sujeto siempre es un mal sujeto, un rebelde contra el poder y
laregla, contra Ia sociedad como aparato total". La cuesüón
del sujeto, por 1o tanto, es 1o mismo que la cuestión moral. Se
encuentra en el fundamento tanto de la éüca como de la polí-
tica. Pues necesariamente pone en cuestión todas las formas y
todos los medios de dominación, es decil todo 1o que les impide
a los hombres manejarse como sujetos y continuar con la libre
expansión de sus individualidades en tanto fin común.
El hecho de que estemos dominados en nuestro trabajo es
una evidencia desde hace ciento setenta años. Pero no el que
EcolóctcA r 13
estemos dominados en nuestras necesidades y deseos, nues-
tros pensamientos y la imagen que tenemos de nosotros mis-
mos. Este tema ya aparcce en El traiü ,y lo vuelvo a desarrollar
en casi todos mis textos posteriores. Es por este tema, por la
crítica al modelo de consumo opulento, que me convertí de
manera anticipada en un ecologista. Mi punto de partida fue
un artÍculo que apareció en un semanario norteamericano,
hacia 1954. Allí explicaba que la valorización de las capacida-
des de producción norteamericanas exigía que el consumo cre-
ciera por 1o menos sn50% en los siguientes odro años, pero
que la gente no podía de ningún modo definir de qué estarían
hechos sus50% de consumo adicional. Alos expertos en publi-
cidad y enmarketingles correspondía generar nuevas necesi-
dades, deseos y fantasías en 1os consumidores, y cargar las
mercancías, hasta las más triviales, con símbolos que harían
aumentar la demanda. El capitalismo necesitaba que la gente
tuüera necesidades mayores. Mejor todavía: debía poder mol-
dear y desarrollar esas necesidades del modo más rentable
para é1, incorporando un m¿íximo de superfluo en 1o necesario,
acelerando la obsolescencia de los productos, reduciendo su
5 Uno de sus libros más importantes. Entre las obras de André Gorz, cabe citar en
particular en las ediciones de Seuil: Le Traitre (1958) lEl traidor , Barcelona, Mon-
tesinos, 19901; La Morale de l'histoire (1959) lHistoria y enajenación, México, Fondo
de Cultura Económica, 1964); Le Socialisme dfficile (1967); Reforme et réoolution
(1969) y en las ediciones Galilée Écologie et politique (1975) fEcología y política,BN-
celon4 Ed. Viejo Topo 19801; Écologie et liberté (1977); Adieux au prolétariat (1980)
lAdiós alproletariado,Bsenos Aires, Ed. Imago Mundi, 19891; Métamorphoses du
traoail, quéte du sens (1988) lMetamorfosis del trabajo, Madri{ Ed. Sistema 19971;
Misires duprésent,richesse dupossible(1997)fMiserias delpresente, riqueza deloposfule,
Buenos Aires, Ed. Paidós, 1999); L'immatériel (2003).
14 I ANDRÉ GORZ
durabilidad, obligando a satisfacer las más pequeñas necesi-
dades con el mayor consurno posible, eliminando los consumos
y servicios colectivos (tranvías y trenes, por ejemplo) para sus-
tituirlos por consumos individuales. Para poder seguir some-
tido a los intereses del capitaf es necesario que el consumo esté
indiüduali zado y sea privado.
Por 1o tanto, partiendo de la crítica del capitalismo, inevi-
tablemente se llega a Ia ecología política que, con su crítica
indispensable de las necesidades, 11ev4 asJvez, a profundi-
zat y aradicalizar una vez más la crítica del capitalismo. Por
ende, no diría que hay una moral de la ecología sino más bien
que la exigencia ética de emancipación del sujeto implica la
crítica teórica y práctica del capitalismo, de la cual la ecologia
política es una dimensión esencial. En cambio, si partes del
imperativo ecológrco puedes llegar de igual manera a un anti-
capitalismo radical como aunpetainismoverde, a un ecofascismo
o a un comunitarismo naturalista. La ecologra sólo adquiere
su carga crítica y ética si las devastaciones de la Tierra y la
destrucción de las bases naturales de la vida se comprenden
como consecuencias de un modo de produccióru el cual exige
la maximización de la rentabilidady recurre a técrricas que üo-
lan los equilibrios biológicos. Por ende, sostengo que la crítica
de las técnicas en las que se encarna la dominación sobre los
hombres y sobre la naturaleza es una de las dimensiones esen-
ciales de una ética de Ia liberación.
Mi interés por la tecnocrítica debe mucho a la lectura,
en1960, dela Crítica de la razón dialéctica de Sartre; a diez
días que pasé en Alemania del Este, en esa misma época,
visitando fábricas, en la vana búsqueda de gérmenes de
poder obrero; luego, a partir de 1971. o 1972, al descubri-
ECoLóGrcA r 15
miento de Illich, que había titulado Retooling Society un pri-
mer esbozo de La conoiaencialidadu .Illich distinguía dos tipos
de técnicas: las que llamaba "convivenciales", que acrecien-
tan el campo de la autonomía, y las "heterónomas", que 1o
restringen o suprimen. Yo las llamé "tecnologías abiertas" y
"tecnologÍas cerrojo". Abiertas son aquéllas que favorecen
la comunicacióry la cooperación,lainteracción, como el telé-
fono o, en la actualidad, las redes y los softwares libres. Las
"tecnologías cerrojo" son las que esclavizanalusuario, pro-
graman sus operaciones y monopolizan la oferta de un pro-
ducto o de un servicio.
Entre las "tecnologías ceffojo",las peores son desde luego
lasmegatecnolog¡as,monumentos a la dominación de lanafu-
raleza, que despojan a los hombres de su medio de vida y los
someten a su dominación. Además de todos los otros defec-
tos de Ia energía nudea, durante diez años hice campaña con-
tra la radiación totalitaria -secretos, mentiras, violencia-
que propaga lo nuclear en la sociedad.
En esta crítica radical del capitalismo, estd el paso por el comunismo
y su posterior abandono.
Emlagíay libutad, *terte de epflogo de Ealogíay política, comen-
zaba con esta afirmación: "El socialismo no vale más que el
capitalismo si no cambia de herramientas". El libro siguiente,
6 Ivan Illiclu La Conaiualité, reeditado en (Eur¡res Complétes, Fayard, vol. I, 2004
lLa conoiaencialidad, Barcelona, Barral Editores, 1974].
16 I ANDRÉ GORZ
Adiós alproletariado, iba más lejos en el mismo sentido. Soste-
nía que los medios de producción del capitalismo son medios
de dominación por la división, la orgarización y la jerarqui-
zaciónde las tareas que exigen o permiten. Así como los sol-
dados no pueden apropiarse del ejército, a menos que cambien
su modo de organización y sus reglas de principio a fin, del
mismo modo la clase obrera no puede apropiarse de los
medios de producción por los cuales está estructurada, fun-
cionalmente dividida y dominada. Si se apoderara de ellos
sin cambiarlos radicalmente, acaba rta pot reproducir (como
ocurrió en los países sovietizados) el mismo sistema de domi-
nación. Aprovecho para señalar que todo esto está mencionado
al pasar en las Grundissd .
Adiósno tenía nada de una crítica al comunismo, todo 1o
contrario. Criticaba a los maoístas, su culto primitivista de
un proletariado mítico, su pretensión de practicar en un país
industriatiz adoy urbanzado la estrategia de expropiación de
tierra inventada por Mao para los campesinos chinos. Tam-
biénhacía una crítica acerba contra la social-democratización
del capitalismo a la que se reducía el marxismo vulgar, y
contra la glorificación del trabajo asalariado. "Más allá del socia-
lismo" -tal era el subftulo del libro-, está el comunismo que
es su culminacióny, en caso contrario, el desaske que tenemos.
Pero el comunismo no es ni el pleno empleo ni el salario para
7 Véase KarI M arx, Grundisse der l?itik der politischen Ókonomie, Berlíry Dietz Ver-
lag 1953, p . 596. ElIo ha sido explicado en la obra magistral del historiador Moishe
Postone, Time, Labour and Social Domination. Aneut interpretation of Marx'critical
thmry,CambidgeUniversity Press, 1993, p.363 [Tiempo, trabajoy dominaciónsocial,
Marcial Pons Ediciones ]urídicas y Sociales, S'A., Madrid, 20061'
ECoLÓGICA I 17
todos, es la eliminación del trabajo bajo la forma social e his-
tóricamente específica que tiene en el capitalismo, es deci4, el
trabajo-empleo, el trabajo-mercancía . Con Adiós al proletariado,
me concenhaba en la crítica al trabajo. Ese libro también induía
algunas tonterías groseras (como la idea de una "esfera de la
autonomía") pero no se reducía a eso. La crítica al trabajo sigue
siendo central en Miserias del presente. Riqueza de lo posible.
La crítica a la dfuisión del trabajo entra en crisis con la irnportancia
cada rsez mayor que adoptan los saberes, la cooperación en la ueación
de riqueza y el trabajo airtuoso. Lo inmateri aL su última obra, trata
de pensar esas mutaciones.
Lo inmsterial es el subproducto de un informe sobre una
conferencia internacional acerca de la así llamada "sociedad
de conocimiento", vista desde la izquierda. Lo que en prin-
cipio me interesó de ello es que el conocimiento y la infor-
mación son por esencia bienes comunes que pertenecen a
todos y que, por lo tanto, sólo pueden volverse propiedad pri-
vada y comercializarse si se los mutila en su utilidad. Ahora
biery si lafuerzaproductiva decisiva (la de la inteligenci4 la
del conocimiento) no se presta para convertirse en una mer-
cancía,las categorías tradicionales de la economÍa política
entran en crisis: el trabajo el valor y el capital.
El valor de los conocimientos, en el sentido de la econo-
mía capitalista, es indecidible. Es imposible medir el trabajo
que se invirtió a escala de la sociedad para producirlos.
Pues son producidos de manera difusa allí donde los hom-
bres interactúary experimentary aprendery sueñan. No son
18 I ANDRE GORZ
homogéneos, descomponibles en unidades de producto. No
hay un patrón de medida que les sea aplicable. Sostengo
que poseen un valor intrÍnseco específico, diferente del de las
mercancías, comparable al de las obras de arte que tampoco
pueden ser intercambiables según un patrón común. Su
precio carece de fundamento objetivo y se mantiene fluchrante.
Sea cual fuere el costo inicial de un conocimiento, su valor
de intercambio tiende a cero cuando es de libre acceso, apto
para ser transcripto al lenguaje informático y replicable inde-
finidamente por un costo insignificante. Para tener un valor
de cambio, un precio, es necesario que se vuelva raro, inac-
cesible para todos, pnvaizado en manos de una emPresa que
reivindica su monopolio y extrae de él una renta.
Por 1o tanto, la economía del conocimiento tiene una apti-
tud para ser una economía de la puesta en común y de la gra-
tuidad, es deci{, 1o contrario de una economía. En el ámbito
cientÍfico, adopta espontiíneamente esta forma de comunismo.
El"valoÍ" de un conocirniento no se mide en dinero, sino por
el beneficio que suscita, la difusión que recibe. En el funda-
mento de la economía capitalista del conocimiento, por lo
tanto, encontramos una antieconomía en la que la mercancí4
los intercambios mercantiles, el interés por hacer dinero no
tienen circulación. El valor de cambio no es la medida de la
iquezani el tiempo de trabajo.
Este protocomunismo encuentra sus figuras emblemá-
ticas en la informática. Difiere de la ciencia en esta especifi-
cidad: es a la vez conocimiento, técnica de producción de
conocimiento y medio de fabricación, regulacióru invención
y coordinación. En ella se halla suprimida la división social
ECoLócrcA | 19
entre los que producen y los que conciben los medios de pro-
ducir. Los productores ya no se encuentran dominados por
el capital a través de los medios de trabajo. Se fusionan pro-
ducción de conocimientos y producción de riquezas mate-
riales o inmateriales. El capital fljo ya no posee existencia
separada; está subsumido, interiorizado por hombres y múe-
res que tienen la experiencia práctica concreta de que la prin-
apalfuerzaproductiva no es ni el capital máquina ni el capi-
tal dinero, sino la pasión üviente con la que imaginan, inventan
y acrecientan sus propias capacidades cognitivas, así como
su producción de conocimientos y de riqueza. La produc-
ción de uno mismo es aquÍ producción de riqueza y vice-
versa; la base de la producción de riquezaes la producción
de uno mismo. Potencialmente, el trabajo -en el sentido que
adquiere en la economía política- se suprime : "El trabqo ya
no aparece como trabajo sino como pleno desarrollo de la
actividad [personal] mismat".
La figura emblemática de esta apropiación/supresión del
trabajo es eLhacker. Con é1, las fuerzas productivas huma-
nas, vueltas sujeto, se declaran en rebelión contra su capta-
ción por el capital y redirigen los recursos de la informática
en su contra.Elhacker es quien inventó esa antieconomía que
son Linux y el copyleft --ese opuesto del copyright- e hizo sur-
gir el movimiento de los softrnares libres. Através de é1 apare-
cen nuevas formas de comunicación y de regulación; una
admirable ética anarcocomunist a, La ética hacker, a la v ez
arte de vivi4, práctica de otras relaciones individuales y socia-
8 Ka¡l Marx, Grundísse dcr Kritik der politischen ókonomie, op. cit., p.23L.
20 I ANDRÉ GORZ
les, búsqueda de caminos para salir del capitalismo y Para
liberar de su influencia, con ese fin, nuestras maneras de pen-
sa4, de sentir y de desear.
Loshackersno son una elite intelectual ni una clase aparte.
Forman parte de la nebulosa de "disidentes del capitalismo
numéricá", como 1o llamaba Peter Glotz'. Esos disidentes, sur-
gidos de la revolución informática, representan en Estados
unidos aproximadamente un tercio de la población activa.
Comprenden informáticos de alto nivel que rechazan la ser-
vidumbre voluntaria; graduados que se niegan a sacrificarlo
todo por su carrera; autoemprendedores que rehúsan la com-
petencia feroz de "siempre mág siempre más rápido"; jobbers
y downshifters qtleprefieren ganar Poco y tener mucho más
tiempo para ellos'
"Cuanto más extienda el capitalismo digital su influen-
cia sobre nuestras vidas, mayor será la cantidad de descla-
sados voluntarios", escribe Peter Glotz' "De ellos surgirá una
nueva concepción del mundo. La lucha que opondrá el
proletariado de 1o digital a su elite... tendrá por desafío esen-
.iul do, concepciones fundamentales y apasionadas de la
vida. Toda la ética social del capitalismo modemo es puesta
en cuestión."
9 Peter Glotz, jefe de redacción de la revista teórica de1 Partido Socialdemócrata
alemián (Spó),
"t
autor de numerosos librot entre los que cabe cltar: Le traoai-
lleur cognitif lDer wissensarbeiteri y La société accélérée fDie beschleunigte Gesells-
chaftj.ircie*or de la Universidad de Erfurt y di¡ector del Instituto de investi-
guáiárr robr" -"dios de comunicación de la Universidad de Saint-Gall; falleció
en el otoño de 2005.
LA SALIDA DEt CAPITALISMO YA EMPEZÓ
Nunca fue tan actual la cuestión de la salida del capitalismo.
Se plantea con una urgencia y en términos radicalmente nue-
vos. Por su propio desarrollo, el capitalismo alcanzó un límite
tanto intemo como externo que es incapaz de superar y que
lo convierte en un sistema que sobrevive mediante subterfu-
gios a la crisis de sus categorías fundamentales: el trabajo el
valor y el capital.
La crisis del sistema se manifiesta tanto en un nivel macro-
económico como en un nivel microeconómico. Se explica prin-
cipalmente por una perturbación tecrocientÍfica que introduce
Publicado en EcoRa¿,, n" 28, otoio de2007.
22 I ANDRÉ GORZ
una ruptffa en el desarrollo del capitalismo e invalida, por sus
repercusiones, la base de su poder y su capacidad de repro-
ducirse.Intentaré analizar esta crisis, primero, desde la
perspectiva macroeconómica (1); luego, en sus efectos sobre
el funcionamiento y la administración de las empresas (2).
1. La informatización y la robotización permitieron
producir cantidades crecientes de mercancías con cantidades
decrecientes de trabajo. El costo del trabajo por unidad de
producto no deja de disminuir y el precio de los productos
tiende abajar. Ahorabiery cuanto más disminuye la canti-
dad de trabajo para una producción dada, más debe aurnen-
tar el valor producido por un trabajador -su productividad-
para que la masa de beneficio realizado no disminuya. Por
1o tanto, se obtiene la siguiente paradoja aparente: cuanto más
aumenta la productividad, es necesario que aumente toda-
vía más para evitar que disminuya el volumen del beneficio.
La carrera de la productividad tiende así a acelerarse; los efec-
tivos empleados tienden a reducirse; la presión sobre el
personal, a endurecerse; y el nivel y la masa de los salarios,
a disminuir. El sistema evoluciona hacia un límite intemo en
que Ia producción y la inversión en la producción dejan de
ser suficientemente rentables.
En China, Filipinas o Sudán las cifras confirman que ese
lÍmite ya se ha alcanzado. La acumulación productiva de capi-
tal productivo no deja de retroceder. En Estados Unidos, las
quinientas empresas delíndice Standard & Poors disponen
de 631" mil millones de reservas líquidas; la mitad de los bene-
ficios de las empresas norteamericanas provienen de opera-
ciones realizadas en los mercados financieros. En Francia, la
ECoLócrcA r 23
inversión productiva de las empresas del CAC 40 ni siquiera
aumenta cuando sus beneficios estallan.
Puesto que la producción ya no es capaz de valorizar el
conjunto de capitales acumulados, una parte creciente de éstos
conserva la forma de capital financiero. Se conformaunaindus-
triafinancieraque no deja de afinar el arte de hacer dinero com-
prando y vendiendo ninguna otra cosa que no sean diversas
formas de dinero. El dinero mismo es la única mercancía que
la industria financiera produce mediante operaciones cada
vez más azarosas y cada vez {renos manejables en los mer-
cados financieros. La masa de capital que la industria finan-
ciera drena y administra supera por mucho la masa de capi-
tal que valoriza la economía real (el total de los activos
financieros representa 160 billones de dólares, o sea, de tres
a cuatro veces el PIB mundial). El"valo{'de ese capital es
puramente ficticio; en gran parte, descansa en el endeuda-
miento y el good will, es deci4, en las anticipaciones: la Bolsa
capitalízael crecimiento futuro,las ganancias futuras de las
empresas, el alzafutura de los precios inmobiliarios, las ganan-
cias que podrán desprenderse de las reestrucfuraciones, fusio-
neg concentraciones, etc. Las cotizaciones de la Bolsa se inflan
con capitales y con sus plusvalías futuras, y los bancos inci-
tan a los hogares a comprar (entre otros) acciones y bonos de
inversión inmobiliaria, a acelerar así eL alza de las cotiza-
ciones, a pedir a sus bancos sumas crecientes de préstamos,
a medida que aumenta su capital bursátil ficticio.
Lacapltalización de las anticipaciones de ganancia y de
crecimiento mantiene el creciente endeudamiento, alimenta
la economía con una liquidez que surge del reciclaje bancario
de plusvalías ficticias, y permite a Estados Unidos un "creci-
24 I ANDRÉ GORZ
mientoeconómico"que,fundadoenelendeudamientointemo
y extemo, constituye de leios el motor principal del crecimiento
mundial (incluido elcrecimiento chino). La economía real se
convierte en un apéndice de las burbuias especulativas sos-
tenidas por laindustria financiera. Hasta que llega elmomentq
inevitable, en que las burbuias estallan, acarreando quiebras
en cadena de los bancos, amenazando con el desplome del
sistema mundial de crédito y con una depresión severa y pro-
longada de la economía real (la depresión japonesa ya lleva
casi quince años).
setiendeaacusaralaespeculaciórualosparaísosfiscales,
a la opacidad y a la falta de control de la industria financiera -en
prrmrfry abshedge founds- dela amenazade depresiór¡ y hasta
áe desplome que pesa sobre la economía mundial no se debe'
sin embargo a la falta de controf se debe a la incapacidad del
capitalismo para reproducirse, que no se perpetúa ni funciona
si no es sobre bases ficticias cadavezmás precarias' Pretender
redistribuir las plusvalías ficticias de las burbujas por el camino
de la imposición precipitaría aquello que la industria financiera
pretende evitar: Ia desvalorización de gigantescas masas de acti-
vos financieros y la quiebra del sistemabancario'
La "reestrucfuración ecológScd'no hace más que agravat
la crisis del sistema. Es imposible eütar una catástrofe climá-
tica si no se romPe radicalmente con los métodos y la lógica
económica que desde hace ciento cincuenta años llevan a eso'
si la tendencia achral se prolong4 eI PIB mundial se multipli-
cará por tres o cuatro de aquÍ al año 2050' Ahorabien' según
el informe del Consejo sobre el clima de la ONU,las emisiones
de CO, deberán disminuir un B}%hastaesa fecha para limitar
ECoLócrcA I 25
el calentamiento climático a 2o C como máximo. Más allá de
2" I las consecuencias serán irreversibles e inmanejables.
El decrecimientq por 1o tanto, es un imperativo de super-
vivencia. Pero supone otra economí4 otro estilo de vid4 otra
civilizacióru otras relaciones sociales. En su ausencia, el des-
plome sólo podría evitarse afuerza de restricciones, racio-
namientos y subsidios autoritarios de recursos característicos
de una economía de guerra. La salida del capitalismo, por lo tanto,
ocurrird de una u otra manera, civilizada obárbara. La pregunta
se plantea justamente sobre la forma que adoptaúylacaden-
cia a la que se producirá esta salida.
La forma bárbara ya nos es familiar. Prevé masacres y trá-
ficos de seres humanos, sobre un trasfondo de hambre en
numerosas regiones de África dominadas por jefes de gue-
rra y por el asalto a las ruinas de la modemidad. Los tres Mad
Max eranrelatos de anticipación.
Ala forma cltltzadade salida del capitalismq por el con-
trario, sólo se la considera muy de vez en cuando. La mención
de la amenaza de la cat¡ísfoofe climática conduce generalmente
a considerar la necesidad de un "cambio de mentalidad" ,pero
la nafuraleza de ese cambio, sus condiciones de posibilidad y
los obstáculos para superar parecen desafiar la imaginación.
Vislumbrar otra economía, otras relaciones sociales, otros
modos y medios de producción,y modos de vida pasa por
"iruealista" , como si la sociedad de la mercancí4 del salario y
del dinero fuera insuperable. En realidad, una gran canti-
dad de indicios convergentes sugiere que esa superación yaha
comenzado y que las posibilidades de una salida civilizada
dependen, ante todo, de nuestra capacidad para distinguir las
tendencias y las prácticas que anuncian su posibilidad.
26 I ANDRE GORZ
2. El capitalismo debe su expansión y su dominación al
poder que tomó a lo largo de un siglo sobre la producción y
el consumo a lavez.Al despojar enunprimer momento a los
obreros de los medios de trabajo y de sus productos, se fue
progresivamente asegurando el monopolio de los medios de
producción y la posibilidad de subsumir el trabajo. A1 espe-
cializar, dividir y mecanizar en grandes instalaciones, con-
virtió a los trabajadores en apéndices de las megamáquinas
del capital. Toda apropiación de los medios de producción
por los productores se volvió imposible. AI eliminar de ellos
el poder sobre la nafuralezay el destino de los productos, ase-
guró al capital el cuasi monopolio de la oferta ypor 1o tanto,
el poder de favorecer en todos los ámbitos las producciones
y los consumos más rentables, así como el poder de moldear
los gustos y los deseos de los consumidores y la manera en
que éstos iban a satisfacer sus necesidades. ]ustamente, la revo-
lución informacional empieza a resquebrajar ese poder.
En r.rn primer momento, la informatización fuvo por objeto
reducir los costos de producción. Para evitar que esta reduc-
ción de los costos provocara una baja correspondiente en los
precios de las mercancías, era necesario, a toda costa, sustraer
a estas últimas de las leyes del mercado. Esta sustracción con-
siste en conferir a las mercancías cualidades inannparables, gra-
cias a las cuales surgensin equiaalentey, en consecuencia dejan
de aparecer como simples mercancías.
El valor comercial (el precio) de los productos, por 1o tantg
debía depender más de sus cualidades inmateriales inmensu-
rables que de su utilidad (valor de uso) sustancial. Esas cua-
lidades inmateriales --el estilo, la novedad, el prestigio de la
marc4 lararezao la "exdusividad"- debían conferir a los pro-
ECoLÓGICA I 27
ductos un estafus comparable al de las obras de arte: estas tie-
nenurtaalor intrínseco, no hay ningúnpatrón que permita esta-
blecer entre ellas rnarelación de equiaalencin o "preao justo".
No sory por 1o tantq verdaderas mercancías. Su precio depende
de 1o escasas que sean, de la reputación del creado4 del deseo
del evenfual comprador. Las cualidades inmateriales incom-
parables proporcionan a la empresa productora el equivalente
de un monopolio y la posibilidad de asegurarse unbeneficio
por la novedad, larareza,la exclusividad. Esta renta enmas-
cara/ compensa y/ a menudo, sobrecompensa la disminu-
ción del valol, en el sentido económico, que la baja de los cos-
tos de producción acarrea en los productos, en tanto
mercancías que son enesencia intercambiables entre ellas dada
su relación de equivalencia. Desde el prlnto de üsta económicg
la innovación no crea valor; es eI medio de sacar de la escasez
una fuente de beneficios, y obtener un sobrreprecio en detrimento
de los productos competitivos. La parte del beneficio en el
precio de unamercancía puede ser diez, veinte o cincuenta veces
miís grande que su costo de producción, yellono sólovalepara
los arfculos de lujo; tambiéry para artículos de uso corriente,
como zapatillas, camisetas, teléfonos móviles, discos, jeans, etc.
Ahora biery la renta no posee la misma nah;rralezaque el
beneficio: no corresponde a la creación de un acrecentamiento
del valo4, de una plusúalía. La renta redistribuye la masa total
del valor en provecho de las empresas rentistas y en detri-
mento de las demás; no aumenta esa masa'.
I El valor foabajo es una idea deAdam Smitfu que veía en eltrabajo la sustancia común
de todas las mercancías y pensaba que se intercambiaban en proporción de la
23 I ANDRÉ GORZ
Cuando el aumento de Ia renta se convierte en la meta
determinante de la política de las emPresas -más importante
que el beneficio que, Por su parte, se topa con ellímite intemo
indicado más arriba-,la competencia entre las empresas
depende ante todo de su capacidad y rupidez de innova-
ción. De esta capacidad depende antes que nada la medida
de su renta. Por lo tanto, ellas buscan suPerarse en el lan-
zamiento de nuevos productos o modelos o estilos, mediante
la originalidad del design, mediante la creatividad de sus
campañas de marketing o 1a "personalizaciótt" de los pro-
ductos. La aceleración de la obsolescenci4 que va pareja con
la disminución de la durabilidad de los productos y la posi-
bilidad de repararlos, se convierte el medio decisivo para
aumentar el volumen de las ventas. Obliga a las empresas
a inventar continuamente necesidades y deseos nuevos/ a
conferir a las mercancías un valor simbólico, sociaf erótico,
a difundir una "cultura del consumo" que apunta a la indi-
vidualizaci ón, la síngttlarizacióru la rivalidad, los celos, en
una palabr4 1o que en otro lugar he denominado la "socia-
lización antisocial".
cantidad trabajo que contenían. El aalor trabaio no tiene nada que ver con lo que se
entiende por ello án la actualidad y que (en Dominique Méd4 entre otros) debeía
ser designado c omo trabajo oalor (valor moral, sociaf ideológico etc')'
lvtarx afioo y volvió a trabajar la teoría de Adam smith. De manera extremada-
mente simplificada, podríamos resumir Ia nocióneconómica devalol diciendo:
una empresa c/¿a oalor enlamedida en que produce una mercancía vendible con
trabajo para la remuneración del cual pone en circulación (crea distribuye) poder
adquisitivo. Si su actividad no aumenta la cantidad de dinero en circulacióO no
está creando valor. Si su actividad destruye empleos, está destruyendo valor.
La renta de monopolio consume valor creado en otra parte y se lo apropia. Los
servicios personales no crean valo1, sino que 1o redistribuyen'
ECoLóctcA I 29
En este sistema, todo se opone a la autonomía de los indi-
viduos, a su capacidad de reflexionar en conjunto acerca de
sus fines comunes y sus necesidades comunes; a concentrarse
en la mejor manera de eliminar los derroches, economizar los
recursos/ elaborar en conjunto, en tanto que productores y
consumidores/ una norma común de lo suficiente, de una
"abundanciafntgal", tal como lo llamabaJacques Delors. Evi-
dentemente,la ruptura conla tendencia a "producirmiásy con-
sumir más'' y la redefinición de un modelo de üda que apunte
ahacer mds y mejor an menos suponen la rupfura con una civi-
lización en la que no se produce nada de 1o que se consume y
no se consume nada de 1o que se produce; en la que produc-
tores y corsumidores est¿in separados y en la que cada uno se
opone a sí mismo en cuanto que siempre es uno y el otro al
mismo tiempo; en la que todas las necesidades y todos los
deseos se rebajan a la necesidad de ganar dinero y al deseo de
ganar más dinero; en la que la posibilidad de autoproducción
para el autoconsumo parece fuera de todo alcance y ridícula-
mente atcaica, sin razón.
Y, sin embargo la "dictadura sobre las necesidades" pierde
fuerza. La influencia que las empresas ejercen sobre los con-
sumidores se vuelve más frágil a pesar de la explosión de
los gastos para el marketingy la publicidad. La tendencia a la
autoproducción vuelve a ganar terreno debido al peso cre-
ciente que poseen los contenidos inmateriales en la natura-
lezade las mercancías. Poco a poco, el monopolio de la oferta
escapa al capital.
Cuando los conocimientos, ideas y conceptos empleados
en la producción y en la concepción de mercancías se defi-
30 I ANDRÉ GORZ
nían en función de máquinas y de artículos a los que se incor-
poraban para un uso especÍfico, no resultaba difícil pnvaizar
y monopolizar contenidos inmateriales. Máquinas y artículos
podían patentarse y se protegía la posición de monopolio. La
propiedad privada de conocimientos y de conceptos era posi-
ble por el hecho de que éstos eran inseparables de los objetos
que los materializaban. Eran un componente del capital fijo.
Pero todo cambia cuando los contenidos inmateriales ya
no soninseparables de los productos que los contienenni tam-
poco de las personas que los poseen; cuando acceden a una
existencia independiente de toda utilización particular y que,
traducidos ensoftznares, son capaces de reproducirse en canti-
dades ilimitadas por un costo ínfimo. Pueden, entonces, con-
vertirse en un bien abundante que, por su disponibilidad ili-
mitada pierde su valor de cambio y cae en el dominio público
comounbien cnmún gratuito; a menos que se consiga impedirlq
prohibiendo el acceso y el uso ilimitados a los que se presta.
El problema con el que tropieza "la economía del cono-
cimiento" proviene del hecho de que la dimensión inmaterial
de la que depende la rentabilidad de las mercancías, en la era
de la informática, no es de la misma naturalezaque estas últi-
mas: no eslapropiedadprioada ni de las empresas ni de sus
colaboradores; no 1o es en cuanto a su naturaLezaprivattza-
ble, yno puede, en corsecuenci4 volverse una verdaderamer-
cancía. Sólo se la puede dísfrazar como propiedad privada y
mercancía reservando suuso exclusiao mediante artificios jurí-
dicos o técrricos (códigos de acceso secretos). Sin embargo este
disfraz nada cambia de la realidad de bien común propia
del bien que se ha disfrazado de ese modo: se mantiene como
una no-mercancía no vendible, q.ryo acceso y uso libres están
ECoLócrcA I 3t
prohibidos porque aún siguen siendo posihler, porque lo acechan
las "copias 7líctfas",las "imitaciones", los usos prohibidos. El
mismo supuesto propietario no puede venderlos, es decir,
transferir la propiedad privada a otro, como 1o haría con
una verdadera mercancía; no puede vender más que un dere-
dro de acceso o de uso "bajo licencia".
Así la economía del conocimiento tiene por base una
riqueza que propende a ser unbien comúrL y que no hacen
cambiar las patentes y copyrights que estiín parapivaüzarlo: el
dominio de la gratuidad se extiende irresistiblemente. La infor-
mática e hrtemet socav¿u:tlas bases del reino de Ia mercancía.
Todo 1o que es traducible enlenguaje numérico y reproducible
comunicable sin gastos, inexorablemente tiende a volverse
un bien comúry y hasta un bien común universal cuando es
accesible a todos y utilizable por todos. Con su computador4
hoy cualquiera puede reproducir contenidos inmateriales, tales
como eldesign,los planos de construcción o montaje, las fór-
mulas y ecuaciones químicas; inventar sus propios estilos y
formas; imprimir textos, grabar discos o reproducir cuadros.
M¿ís de doscientos millones de referencias son acfualmente acce-
sibles bajo licencia " cymtirJe cnmm.ons" . En Brasif en que la indus-
tria del disco comersñzaquince nuevosD por año, los jóve-
nes de las favelas graban veinticuatro por sunanaylos difunden
en la calle. Tres cuartas partes de las computadoras producidas
en2004 eran autoproducidas enlas favelas conlos componen-
tes de materiales de desecho. El gobierno apoya a las coope-
rativas y alas agrupaciones informales de autoproducciónpara
el auto-aprovisionamiento. Claudio Prado, director del depar-
tamento de cultura digital del Ministerio de Cultura de Brasil,
decía hace poco: "El empleo es una especie en vías de extin-
32 t ANDRÉ GORZ
ción... Nuestra intención es saltar esta fase de mierda del siglo
XX para pasar directamente del XIX al XXI". La autoproduc-
ción de computadoras, por ejemplq fue apoyada oficialmente:
se trata de favorecer "laapropiación de las teorologías por parte
de los usuarios con un fin de transformación social" .Lapró-
xima etapa será lógicamente la autoproducción de medios de
producción. Volveré a ello más adelante.
Lo que por el momento importa es que la principal fuerza
productiva y la principal.fuerza de rentas caen progresiva-
mente en el dominio público y tienden hacia la gratuidad;
que la propiedad privada de los medios de producción y, por
1o tanto, el monopolio de Ia oferta se vuelven progresiva-
mente imposibles; que, en consecuenci4 la influencia del capi-
tal sobre el consumo cede y que este último puede tender a
emanciparse de la oferta comercial. Se trata, en este caso, de
una ruptura que mina las bases del capitalismo. La lucha que
entablan los "softrnares propietarios" y los "softwares libres"
(libre "free", es también el equivalente inglés de "gratis") ha
sido el punto de partida del conflicto central de la época. Se
extiende y se prolonga en la lucha contra la mercantilización
de las riquezas primas:la tierra,las semillas, el genoma,los
bienes culfurales, los saberes y competencias comunes/ cons-
tifutivos de la cultura cotidiana y que son las condiciones pre-
vias de la existencia de una sociedad. Del cariz que adopte
esa lucha depende Ia forma civilizada o bárbara que tomará
la salida del capitalismo.
Esta salida implica necesariamente que nos emancipemos
de Ia influencia que ejerce el capital sobre el consumo y de su
monopolio de los medios de producción. Significa restable-
ECoLÓGICA I 33
cer la unidad entre el sujeto de la producción y el sujeto del
consumo !, por 1o tanto, recuperar la autonomía en Ia defi-
nición de nuestras necesidades y de sus modos de satisfa-
cerlas. El obstáculo insuperable que el capitalismo había eri-
gido en este camino era la natttalezamisma de los medios
de producción que había empleado: constituían una mega-
máquina de la que todos éramos sus servidores y que nos
dictaba los fines a seguir y Ia vida que debíamos llevar. Este
período toca a su fin. Los medios de autoprodtcciónhigh-tech
vuelven a la megamáquina industrial virtualmente obso-
leta. Claudio Prado menciona "la apropiación de las tecnolo-
gías" porque la clave común a todas -la informática- es apro-
piable por todos. Porque, como 1o pedía Ivrán Illidu "cada uno
puede utiliz¿¡|¿ sin dificultad tan a menudo o tan escasamente
como lo desee [...] sin que el uso que Ie dé invada Ia libertad
del prójimo de hacer otro tanto"; y porque este uso (se trata
de la definición illichiana de las herramientas conviviales)
"estimula larealtzación personal" y amplíala autonomía de
todos. Está muy cerca de la definición que Pekka Himanen da
delaÉticahacü:unmod.o de vida que pone enprimer plano
"las alegrías de la amistad, del amo4, de la libre cooperación
y de la creatividad personal".
Las herramientashigh-tech existentes o que est¿ín desarro-
llándose, generalmente comparables a periféricos de compu-
tadora, apuntan hacia un fufuro en que prácticamente todo
2 Pekka Him anen, L'Éthique hacker et l'esprit de l'ére de l'information, trad. fr.: C.
Leblanc, París, Exils, 2001 lLa ética del hacku y eI espíritu de la era de Ia información,
Destino, Barcelona, 2002].
34 I ANDRÉ GORZ
1o necesario y 1o deseable podrá producirse en talleres coo-
perativos o comunales; en que las actiüdades de producción
podrrán combinarse con el aprendizaje y la enseñanza con la
experimentación y la investigación, con la creación de nuevos
gustos, perfumes y materiales, con la irn ención de nuevas for-
mas y técnicas de agricultura de construccióry de medicina,
etc. Los talleres comunales de autoproducción estarán inter-
conectados a escala global, podrán intercambiar o compartir
experiencias, invenciones, ideas, descubrimientos. El trabajo
será productor de cultura y de autoproduccióry un modo de
realización personal.
Dos circurstancias hablan a favor de este tipo de desarrollo.
La primera es que existen muchas más competencias, talentos
y creatividad de los que puede sbhzarlaeconomía capitalista.
Este excedente de recursos humanos no puede volverse pro-
ductivo más que enuna economía en que la creación de rique-
zasttoesté sometida a los criterios de rentabilidad. La segunda
es que "el empleo es una especie envías de extinción".
No estoy diciendo que estas transformaciones radicales
tendriínlugar. Digo solamente que, por primeraYez, podemos
querer que se realicen. Existen los medios, así como las perso-
nas que se emplean en ello metódicamente. Es probable que los
primeros en recrear los talleres de autoproducción de su favela
o de su township de origen sean sudameric¿ulos o sudafricanos
de suburbios desheredados de las ciudades europeas.
LA ECOTOGíN POIíT¡CA ENTRE EXPERTOCRACIA
Y AUTOTIMITACIÓN
ADickHoward
según sea cientÍfica o polític4 ra ecorogía invorucra dos enfo-
ques distintos aunque interconectados. En un primer momentg
pondré el acento en la diferencia más que en la interconetón
de su objeto. Pues hay que evitar presentar el punto de vista
político como el resultado que se impone con una ,,necesidad
absoluta" alah;a del "análisis científico,,. Tampoco hay que
reeditaÚ, bajo una nueva form4 er tipo de dogmatismo cienti-
ficista y antipolítico que, en su versión ,,diamat,',pretendió
Publicado en A ctuel Marx, n" 12, "L écologie ce matérialisme his torique,, ,pw, 1992.
1 Diamat: abrer¡iación de z ateríalismo iialécúrco. [N. del T.]
36 I ANDRÉ GORZ
elevar, al rango de necesidades científicamente demostradas,
prácticas y concepciones políticas cuyo carácter específica-
mente político, por ello mismo, se encontraba negado.
La ecología en tanto que ciencia, pone de manifiesto a la
civilización en su interacción con el ecosistema terrestre, es
decir, con 1o que constituye la base natural, el contexto no
(re)producible de la actividadhumana. Adiferencia de los sis-
temas industriales, elecosistema natural posee una capaci-
dad autogeneradoray autorreorgatizadoraque, debido a su
extrema diversidad y complejidad, le permite autorregularse
y evolucionar en el sentido de la complejidad y la diversidad
crecientes. Esta capacidad de autogeneración y autorreorga-
rizaciónse ve perjudicada por técnicas que tienden a racio-
nalrzar y a dominar la naturaleza, avolvetla previsible y cal-
culable. "Nuestros estallidos tecnológicos -escribe Edgar
Morin- no sólo perturban los ciclos biológicos, sino los lazos
quÍmicos primarios. Como respuesta a ello, se desarrollan tec-
nologías de control que destacan los efectos de esos males al
tiempo que desarrollan las
"au"u"'."
Expertocracia
Apartir de aquí, son posibles dos aproximaciones. La primer4
que se basa en el estudio científico del ecosistema, busca deter-
minar científicamente las técnicas y los umbrales de conta-
2 EdgarMorin,LaViedelaaie,LeSeuil, 198Qpp.94-glLaoidadelaztida,Madrid,
Cátedra,1983l.
EcolócrcA r 37
minación ecológicamente soportables, es deci4, las condicio-
nes y los límites dentro de los cuales el desarrollo de la tec-
noesfera industrial puede continuar sin comprometer las capa-
cidades autogeneradoras de la ecosfera. Esta aproximación
no rompe de modo fundamental con el industrialismo y su
hegemonía de la razóninstrumental. Reconoce la necesidad
de limitar la depredación de los recursos naturales y de sus-
tifuirla por una gestión racional alargo plazo del aire, el agua
los suelos, los bosques y los océanos, lo que implica políticas
de limitación de residuos, de reciclaje y de desarrollo de téc-
nicas no destructivas del medio natural.
Las políticas de "preservación del medio ambiente,, (lo
que en inglés se llama enaironmen; el término francés ,,envi-
ronnement" es un anglicismo), entonces, a diferencia de la
ecología polític4 no tienden en lo más mÍnimo hacia una paci-
ficación de las relaciones con la naturalezao a la "reconcilia-
ción" con ella; tienden a cuidarla (en el doble sentido de cui-
dado y de administración') tomando en cuenta lanecesidad.
de preservar al menos sus capacidades más fundamentales
de autorregeneración. De estanecesidad se deduciránlas medi-
das que se imponen en beneficio de toda la humanidad, y los
Estados deber¿án obligar a los responsables económicos y a los
consumidores individuales a respetarlas.
La debida consideración de las obligaciones ecológicas por
parte de los Estados se traducirá entonces en prohibiciones,
reglamentaciones administrativas, aranceles, subvenciones y
3 ]uego de palabras entre ménager, ménagement y management, sin equivalente en
castellano. [N. del T..]
38 I ANDRÉ GORZ
penalidades. Tendrá por efecto, entonces, un refuerzo de la
ieterorregulación de1funcionamiento de la sociedad. Este fun-
cionamiento deberá volverse más o menos "ecocompatible"
independientemente delapropia intención de los actores socia-
les. Ciertos "medios reguladores", tales como el poder admi-
nistrativo y el sistema de precios, se encargan de canalizar
los comportamientos de los consumidores y las decisiones
de los inversionistas hacia una meta que no tendrián necesidad
de aprobarni de comprender para realizarla. La llevatánatét-
mino porque la administración habrá sabido hacer funciona-
les las moüvaciones y los intereses indiüduales enüsta de un
resultado que les sigue siendo ajeno. según sus partidarios,la
heterorregulación fiscal y monetaria tiene la ventaja de con-
ducir a la meta de la ecocompatibilidad sin que las mentali-
dades, el sistema d.e valores, las motivaciones y los intereses
económicos de los actores sociales deban cambiar. Por el con-
trario, contando con esas motivaciones y esos intereses, mien-
tras se los manipula, es como se alcanzará la meta' Su prosecu-
ción implic ará asíuna extensión de 1o que Habermas ha
llamado la"colorización del mundo vivido", es deciq' la uti-
hzación,por parte de los gerentes del sistema de motivacio-
nes individuales existentes para que produzcan resultados que
no se cofrespondan con ninguna intención de los individuos.
En el marco del industrialismo y de la lógica del mercado'
la debida consideración de las obligaciones ecológicas se
traduce así en una extensión del poder teoroburocrático. Ahora
bien, esta aproximación responde a una concepción Premo-
dema lpicamente antipolítica. Revoca Ia autonomía de 1o polí-
tico a favor de Ia expertocracia, erigiendo al Estado y a los
expertos de Estado en jueces de los contenidos del interés
ECoLócrcA r 39
general y de los medios parasometer a los individuos. Lo uni-
versal queda separado de lo particulal, el interés superior
de la humanidad queda separado de la libertad y de la
capacidad de juicio autónomo de los individuos. Ahora biery
como lo ha mostrado Dick Howardn, lo político se define
originariamente por su estrucfura bipolar: debe ser y no puede
ser otra cosa más que la mediación pública que sin cesar se
vuelve a inicia4, entre los derechos del individuo, fundados
en su autonomia, y el interés de la sociedad en su conjunto,
que a la vez funda y condiciona esos derechos. Toda gestión
que tienda a suprimir la tensión entre esos dos polos es una
negación de 1o políticoy, alavez, de la modernidad; y ello
vale en particulaq, como resulta evidente, para las experto-
cracias que niegan a los indiüduos la capacidad deltzgar y
los someten a un poder "esclarecido", invocando el interés
superior de una causa que supera su entendimiento.
De allíproviene la ambigüedad del imperativo ecológico:
a partir del momento en que los aparatos de poder se hacen
cargo de é1, éste sirve para reforzar su dominación sobre la
vida cotidiana y el medio sociaf y entra en conflicto con las
aspiraciones originarias del propio movimiento ecológico en
tanto que movimiento político-cultural. La divergencia irrtema
de ese movimiento entre un ala tecnocrática y un ala radi-
cal-democrática encuentra aquí st razónprofunda.
4 Sobre todo en el prefacio a la segunda edición d e From Mmx to Klnf, Londres, Mac-
millan Press, 1992 y Nueva Yorlg St Martin, 192. Del mismo autoq, véase también el
excelenteTht MarxianLegacy,Londres, Macmillan press, 1988. En el úlümo capí-
tr.rlo y en eI epflo go de Adieux au prolétarint, Le Sail, l9B1 lAdiós at proletariado, Bte-
nos Aires, Ed. Imago Mundi, 1989], he dado una definición parecida de lo político.
40 I ANDRÉ GORZ
El sentido originario del movimiento
El movimiento ecológico nació mucho antes que el dete-
rioro del medio y de la calidad de vida plantease una cues-
tión de supervivencia a lahumanidad. Nació originariamente
de una protesta espontiánea contra la destrucción de la cultura
de lo cotidiano por los aparatos de poder económico y admi-
nistrativo. Y por "culfura de 1o cotidiano" comprendo el con-
junto de saberes intuitivos, de aptitudes y destrezas verná-
culas (en el sentido que Iván Illich da a ese término), de
costurnbres, norrnas y conductas propias, gracias a los cuales
los individuos pueden interpretal, comprender y asumir su
inserción en el mundo que los rodea.
La"naltalezd' queel movimiento exige que se proteja no
es la Naturalezadelos naturalistas ni la de la ecología cientí-
fica: es fundamentalmente el medio que parece "r'a!tnal"
porque sus estrucfuras y su funcionamiento son accesibles a
una comprensión infuitiva; Porque corresponde a la necesidad
de expansión de las facultades sensoriales y motrices; porque
su conformación familiar permite a los individuos orientarse
en ella, interacfua, comunicarse "espontáneamente" en virhrd
de aptifudes que ru;nca fue necesario enseñar formalmente.
Por consiguiente, la "defensa de la naturaleza" debe com-
prenderse originariamente como defens a de un mundo afuida, el
cual se define antes que nada por el hecho de que el resultado
de las actiüdades corresponde a las intenciones que las mue-
ven o, didro en ohos Érminos, que los individuos sociales allí veru
comprendeny dominanel cumplimiento de sus actos.
Ahora bier; cuanto más compleja se vuelve una socie-
dad, menos intuitivamente inteligible resulta su funciona-
ECoLóctcA I 4t
miento. La masa de saberes que se destina a la produccióry
la administración, los intercambios, el derecho, supera por
mucho las capacidades de un individuo o de un grupo. Cada
uno de ellos no detenta más que un saber parciaf especiali-
zado, que los aparatos, esos procedimientos organizacionales
establecidos, van a coordinar y orgatizx en vista de un resul-
tado que supera lo que los individuos son capaces de querer.
La sociedad compleja se asemeja así a una gran maquinaria:
al ser social, esunsistema cuyo funcionamiento exige indivi-
duosfuncionalmente especializados, a la manera de los órganos
de un flrerpo o de una máquina. Por muy complejos y doc-
tos que sean, los saberes especializados en función de la
exigencia sistemática del todo social ya no contienen recur-
sos culturales suficientes como para permitir a los individuos
orientarse en el mundo, dar sentido a 1o que hacen o com-
prender el sentido de aquello en 1o que participan. El sistema
invade y margina el mundo vivido, es deciq, el mundo acce-
sible a la comprensión intuitiva y a la asimilación práctico-
sensorial. A los individuos les quita la posibilidad de tener
un mundo y de tenerlo en común. Contra las diferentes for-
mas de esta expropiacióry progresivamente se ha ido orga-
nizando una resistencia.
Las primeras manifestaciones de lo que iba a convertirse
en el movimiento ecológico'estaban dirigidas, enAmérica del
Norte y luego en Europa, contra las megatecnologías que
5 Evidentemente, esta no es la única forma de protesta contra Ia destrucción del
mundo vivido. Chauvinismo, racismo, xenofobia y antisemitismo son otros
tantos modos de rechazar la incomprensible y amenazante complejidad de un
mundo cambiante. Éstos explican la desaparición de su organización familiar por
42 I ANDRÉ GORZ
las industrias privadas y/o las administraciones públicasbene-
ficiaban despojando a los ciudadanos de su medio vital. Dicho
medio estaba alterado, tecnificado, pavimentado, colonizado
para corresponder a las exigencias de la megamáquina indus-
trial. Ésta enajenaba lo poco que les quedaba del medio "flafrl
ral" a los habitantes, los agredía con contaminación ambien-
tal y, fundamentalmente, confiscaba el ámbito público en
provecho de aparatos técnicos que simboli zaban Ia aiolación
por parte del capital y del Estado del derecho de los indit¡iduos a
determinar por ellos mismos Ia manera de üvir en conjunto,
de producir y de consumir.
Esta violación ha sido particularmente flagrante en el caso
de la energía electronuclear: el programa de construcción de
centrales se basaba en decisiones político-económicas dis-
frazadas como decisiones técnicamente racionales y social-
mente necesarias. Preveía un muy fuerte crecimiento de las
necesidades de energía, privilegiaba las mayores concentra-
ciones de las tecnologias más pesadas para hacer frente a esas
necesidades, creaba flrerpos de técnicos sometidos al secreto
profesional y a una disciplina cuasi militar; en una paLabra,
hacía de la evaluación de las necesidades y de la manera de
satisfacerlas elámbito reservado a una casta de expertos que
se escudaba tras un saber superio4 pretendidamente inacce-
sible para la población. Esta última quedaba bajo tutel4 en
beneficio de las industrias más capitalistas y de la domina-
la conspiración de fuerzas maléficas aIógenas y la comrpción de los sectores di¡i-
gentes. Dicho en otros términos, explican rma realidad que se volvió irraccesible
para la comprensión intuitiva a través de causas que, por su parte, son intuiti-
vamente accesibles.
ECoLóctcA I 43
ción reforzada del aparato del Estadou. El mismo tipo de tute-
laje se opera de manera más difusa en todos los ámbitos en
los que la profesionalización-la formalizaciónjuídica y la
especialización que entraña- desacredita los saberes vemácu-
los y destruye la capacidad de los individuos de hacerse cargo
de ellos mismos. Se trata de las "profesiones inhabilitantes"
(disabting professions) derttnciadas por Ivan Illich'.
La resistencia a esta destrucción de la capacidad dehacerse
cargo, dicho de otro modo, de la autonomía existencial de
los individuos y de los grupos o comunidades, se encuentra
en el origen de los componentes específicos del movimiento
ecológico: redes de ayuda mufua de enfermos, movimien-
tos en favor de medicinas alternativas, movimiento por el
derecho al aborto, movimiento por el derecho a morir "dig-
namente", movimiento en defensa de las lenguas, culfuras
y "regiones", etc. La motivación profunda siempre es la de
defender el "mundo vivido" contra el reino de los expertos,
contra la cuantificación y la evaluación monetaria, contra la
sustitución de relaciones mercantiles, de clientela, de depen-
dencia a la capacidad de autonomía y de autodeterminación
de los individuos
En La Prophétie antinucléaire (Le Seuil 1980), Alain Toluaine et al. demostraron
que, aI poner el acento en el peligro de las centrales, lo que motivaba al movi-
miento no era el miedo, sino el deseo de cuestionar la omnisciencia en la que se
escudaban los expertos, corriendo el riesgo de desviar el debate hacia disputas
téoricas en detrimento de su trasfondo político.
YéaseNémésis médicale (LeSet;ul,1975)lNémesis médica,Mér.rco,Joaquir Mortiz,
'1.9761,
Le Traaail fantóme (Le Seuil, 1981) lObras Reunidas Il. El trabajo fantasma,
Fondo de Cultura Económica,2009)y Le Chomáge uéateur (LeSeutl,1997)lEner-
gía y equitad. Desempleo umdor, Méxicq ]oaquÍn }ldofiz I Editorial Posad a, 79781.
44 I ANDRE GORZ
Al menos en aparienci4 el movimiento era puramente "cul-
hrtay' .En la medida en que los partidos políticos se preocupaban
ante todo por el poder de administrar el sistema *gÚnel interés de
s;¡s clientelaselectorales, el movimiento ecológico debía de pare-
cerles antipolítico: este quería "cambiar la vida", sustraerla al sis-
tema y a los gerentes del sistema mientras buscaba ganar sobre
ellos espacios de autonomía y de experiencia de sociabilidad.
Ahorabiery a partir de1972, esas demandas de apariencia
cultural recibieron un fundamento objetivo gracias al informe
de un grupo de científicos brikánicos, BluErint for Surciaal y, poco
después, por el informe financiado por el Club de Roma Limits
to Growth.l_aimposibilidad de continuar en la vía del crrecimiento
de las economías industriales,la destructividad del modelo capi-
talista de desarrollo y de consumo, la ruptura del vÍnculo ente
"Íflás" y "mejot" hacían necesario un cambio radical de las
téolicas y de las firnlidades de la producción y, por 1o tantg del
modo de vida. Los redamos "culturales" del movimiento eco-
lógico se encontraban de este modo objetivamente fundamen-
tados por la urgente necesidad, cienfficamente demostrable, de
romper con el industrialismo dominante y su religión del cre-
cimiento. Por ende, el ecologismo podía volver*tm movimiento
político, puesto que la defensa del mundo vivido no era sim-
plemente una aspiración sectorial y local desprovista de alcance
general, sino que aparecía conforme con el interés general de la
humanidad y del mundo üüente ensu conjunto.
Pero lo inverso no es cierto: tomar en cuenta los intereses eco-
lógicos de la humanidad no adquiere necesariamenfe -como 1o
hemos üsto- la form4 deseable desde el punto de vista de los
individuos, de una defensa o, mejor aún, de una reconquista del
mundo üvido. Por el contrario, puede adoptar la forma tecno-
ECoLócrcA | 45
crática de unrefuerzo de las obligacionesy de las manipulacio-
nes ejercidas por el subsistema administrativo. Resulta imposi-
ble fundarla políticaenunanecesidad o enuna ciencia sinnegarle
al mismo tiempo su autonomía específica y sin establecer una
"necesaria" dictadura "cienfifica" , tan totalitaria cuando invoca
las exigencias del ecosistema como cuando apela (como lohacía
el"üarr.La(' ) a las "leyes del materialismo dialéctico".
Por lo tanto, el problema que se plantea a la ecología polí-
tica es el de las modalidades prácticas que permitan que indi-
viduos autónomos, persiguiendo su propio fin en el seno de su
mundo vivido, tengan en cuenta las exigencias del ecosis-
tema por medio de su juicio personal. Es el problema del aco-
plamiento retroactivo entre necesidad y normatividad q si se
prefiere, de la traducción de necesidades objetivas en conduc-
tas normativas coffespondientes a exigencias vividas, alaluz
de las cuales se forman a su vez las necesidades objetivas. Lo
que es ni más ni menos que el problema de la democracia.
La autolimitación
En Mar>; este problema parecía soluble en la medida en que
el industrialismo debía engendrar las condiciones objetivas y
la capacidad subjetiva de la autogestión generalizada. Debía
desembocar en una sociedad (comunista) en que
...el hombre socializado, los productores asociados, regulen de
manera racional sus intercambios con la naturaleza, los sometan
al control colectivo en vez de dejarse dominar ciegamente por
ellos, y lo lleven a cabo con el menor esfuerzo posible y en las
46 I ANDRÉ GORZ
condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana'
Pero también estará allí presente la necesidad. (...) El verdadero
reino de la libertad (...) sólo puede florecer sobre la base del reino
de la necesidadu.
La necesidad, dicho en otros términos, es asumida por los
productores asociados según la doble exigencia normativa del
menor esfuerzo y de la mayor satisfacción en el trabajo, Por
un lado, y de la gesüón racional, inteligible para todos y cada
uno/ de los "intercambios con la nahualeza", por el otro. La
racionalidad de la gestión consistirá a la vezenelcuidado del
ecosistema y en el empleo de medios de producción que los
productores asociados puedan maneja6, es decil, autogestio-
narse en lugar de ser dominados Por el gigantismo y la
complejidad de los medios.
En el marco de la autogestión, la libertad se basará en la
facultad de los "productores asociados" de arbitrar enfrela can-
tidad y la calidad de kabajo que requieren diferentes medios y
métodos deproducciónporunidad de producto; pero también
entrela extutsión delas necesidades o delos deseos que anhelan satis-
faery laimportanciadel esfuum que jtugan acEtnble desplegar.Este
arblaaje,fundado sobre normas viüdas y comuneq conducirá
por ejempto, atrabajar de manera más distendiday gratificante
(más "acorde con la naturalezahumana") a costa de una pro-
ductividad menor conducirá así alimitar las necesidades y los
deseos par a poder limitm el afuerza a realimr. En la práctic4 la norma
según la cual se regula el nivel del esfuerzo en función del nivel
8 KarI Marx, El capital, ljIrlro I1l, sección 7, cap. 48 -
EcoLóGrcA | 47
de satisfacción buscado y, aiceaersa, el nivel de satisfacción y el
esfuerzo que se acepta haceq, es la norma delo suficiente.
Ahorabien, el establecimiento de urra norma de lo suficiente
es incompatible -debido a la autolimitación de las necesidades
y del esfuerzo admitido que ella implica- con la búsqueda de
la renta m¡íxima que constifuye la esencia de Ia racionalidad y
de la racionalización económicas. De hecho, la racionalidad eco-
nómica nuncapudo expresarse de acuerdo consu esenciaenlas
sociedades precapitalistas. Allí siempre estuvo refrenada y tra-
bada(embedded, según la expresión de Karl Polanyi) por acuer-
dos entre productores y comerciantes que impedían lalibre com-
petencia en mercados libres. Dicha racionalidad nunca logró
imponerse mientras los productores eran los dueños de los
medios de producción y, en consecuenci4 tenían la libertad de
determinar por ellos mismos la intensidad, la duracióny los hora-
rios de su trabajo. El retroceso de la autoproducción y la expari-
sión de la producción para el mercado no cambiaron nada de
ello:las corporaciones o las guildas dictaban a los comerciantes
precios uniformes para cada calidad, que ellas mismas definían,
y prohibían severamente toda forma de competencia. Las rela-
ciones entre productores y comerciantes er¿rn inmutablemente
contracfuales, y los propios comerciantes se beneficiaban por el
hecho de que se enconfoaban protegidos contra la competencia
en el mercado libre. La norma de lo sufciente -ganNruasuficierrte
para el artesano, beneficio suficiente para el comerciante- estaba
tanbien arraigada en el modo de vida tradicional que era impo-
sible obtener de los obreros un trabajo más intenso o más pro-
longado con la promesa de una ganancia más elevada. Según
Max Webe¡, el obrero "no se preguntaba:'¿cuánto puedo ganar
por día si proporciono la mayor cantidad de trabajo posible?',
48 I ANDRE GORZ
sino: '¿cómo debo trabajar para ganar los 2,5 marcos que recibía
hasta ahoray que cubrenmis necesidades corrientes?"".
En el primer libro de El Capital, Marx cita una vasta lite-
ratura que da pruebas de la extrema dificultad que tuvieron
que afrontar los patrones de las manufacturas y de las pri-
meras "ffurtcasautomáticas" para obtener de su mano de obra
un trabajo regula¡, a tiempo completo, día tras día y semana
tras semana. Para obligarlos a ello, no alcanzaba -como 1o
habíanhecho los manufactureros- con despojarlos de Lapro-
piedad de los medios de producción; también hacía falta, tras
haber arnrinado al artesanado, reducir la remuneración de los
obreros por unidad de producto, con el objeto de obligarlos a
trabajar más para obtener lo suficiente.Paraello, era necesa-
rio despojarlos del daminio de los medios de producción, con
el objeto de poder imponerles una organizaciónyuna división
del trabajo que Ies dictarÍanla naturaTeza,lacantidad y la inten-
sidad del trabajo a reahzar como si fueran obligaciones impre-
sas en la propia materia.
Para alcanzar este resultado, el medio por excelencia
era la mecanización: susütuía los medios de producción ope-
rados y manejados por los obreros por máquinas
...operadas por un autómata que se maneja a sí mismo [...] La
máquina deja de presentarse bajo aquella relación que Ia volvía
instrumento de trabajo del trabajador individual [...]. La acüvi-
e MaxWebet, L'Éthiqueprotestanteetl'espritducapitalisme,PlorvlgSl,p.6lfLaética
protestantey el espíritu del capitalism4 México, Fondo de Cultura Económica,l977
(varias ediciones).1
ECOLÓGICA I 49
dad del obrero, reducida a una pura abstracción, está determi-
nada y regulada desde todo punto de üsta por el movimiento de
la maquinaria [...]. La ciencia que obliga a los componentes inani-
mados de la máquina a funciona¡, a través de su construccióry
como un autómata que cumple su misión, no existe en la con-
ciencia del obrerq pero actúa sobre él como una potencia extran-
jera, como la potencia de la máquina. La apropiación del trabajo
vivo a través del trabajo materializado [...], inherente al concepto
de capital, se asienta en la producción que se funda en la maqui-
naria como un aspecto del proceso mismo de producción'o.
El trabajador individual no es "más que un accesorio üvo
de esta maquinaria", srt"capacidad de trabajar desaparece
por ser infinitamente pequeñ4 del mismo modo que desapa-
rece efl el producto toda relación con la necesidad inmediata del
productor y, por lo tanto, con el valor de uso inmedi ato",, .
No se podrÍa decir mejor: el instrumento de trabajo se vol-
vró asíinapropiableparael trabajador; y esta separación del tra-
bajador con el producto y del trabajador con el trabajo mismo,
en lo sucesivo, existe exterior a él como la exigencia muda,
vertida en la organízactónmaterial, de tareas cuantificadas,
predeterminadas y rigurosamente programadas, que exigen
que se cumplan".
10 Karl Marx, Grundisse der Kritik du politischen ókonomie, op. cit., pp. Sg},bg9.
fl lbid.,loc.cit.
12 En otra parte he mostrado que la maquinaria y la ciencia que se materialüa en
ella tampoco son apropiables por el "trabajador colectivo productivo,, (Gesam-
tarbeiter), el cual engloba una multiplicidad de colectivos separados y disper-
sos, funcionalmente especializados, lo que vuelve prácticamente imposibles la
concertación entre los colectivos y su control sobre el producto final. Ese control
50 I ANDRÉ GORZ
Só1o sobre la base de este triple desposeimiento es posi-
ble que la producción se emancipe del arbitraje de los pro-
ductores directos, es deci(, que llegue a ser independiente
de la relación entre las necesidades y los deseos que experi-
mentan,la importancia del esfuerzo que están dispuestos a
proporcionar para satisfacerlo+ y la intensidad, la duración y
la calidad de ese esfuerzo.
IJna vez más, este triple desposeimiento permitió la exis-
tencia de especializaciones funcionales cada v ez más especí-
ficas,la acumulacióny la combinación, enunmismo Proceso
de producción, de una masa de saberes tecnocienfficos pro-
venientes de disciplinas heterogéneas, incapaces de comu-
nicarse y de coordinarse entre ellas, y cuya organizaciónpro-
ductiva requería un estado mayor y una estructura piramidal
cuasi militar.
Sólo sobre esta base fue posible la industrializacióru es deci¡,
la acumulación de capital. Só1o al separar los productores direc-
tos de los medios de producción y del resultado de la produc-
ción fue posible que produjeran excedentes más allá de sus
necesidades y que utllizaranesos "excedentes económicos"
para multiplicar los medios de producción y aumentar su poder.
En efecto, suponiendo que los medios de producción indus-
triales hubiesen sido desarrollados originariamente por los pro-
pios productores asociadoq las empresashabrían seguido siendo
manejables por ellos, nohabrían dejado de autolimitar tanto stts
necesidades comolanafrxaleza y la intersidad de su trabajo. En
exigiía una organüación y estados mayores que, como en los combinats deTa an$r
gua RDA, reproduzcanla separaciónyel desposeimientomencionados m¿ís arriba.
ECoLóctcA I 51
consecuenci4 la industriñzaciónno habría desembocado en
concentraciones cuya dimensión y complejidad se sustraían del
poder de arbitraje de los productores. El ,,desarrollo
econó-
mico" no habría podido superar cierto umbraf la competencia
habría estado contenida y la norma de lo suficiente habrÍa
seguido regulando los "intercambios con lanahxaleza,'.
Aleliminar el poder de los productores directos eny sobre
Ia producción, el capital pudo finalmente emancipar la pro-
ducción respecto de las necesidades experimentadas y selec-
cionar o crear necesidades, asÍ como la manera de satisfacerlas,
en función del criterio de la mayor rentabilidad. Asi la pro-
ducción se volvió, ante todo, unmedio del capital p¿ua crecer;
está al servicio de las "necesidades" del capital, y sólo en la
medida en que el capital necesita consumidores para sus pro-
ductos la producción está también al servicio de las necesida-
des humanas. Esas necesidades, no obstante, ya no son nece-
sidades o deseos "nafuraled', experimentados espontiáneamente;
son necesidades o deseos producidos en función de las necesi-
dades de rentabilidad del capital. El capital se sirve de las nece-
sidades a las que obedece conmiras a su propio crecimiento que
demanda a cambig el oecimiento delasnecesidades. Elmodelo
de consumo del capitalismo desarrollado es asíresultado de
la exigencia propia del capital de crear la mayor cantidad posi-
ble de necesidadesy de satisfacerlas por medio del mayorflujo
posible de mercancías. La búsqueda de la eficacia máxima en
la valoración del capital exige asíIa ineficacia máxima en la
coberfura de las necesidades: el máximo derroche.
Esta autonomización de la producción habría sido mucho
más difícil si los trabajadores hubiesen podido adecuar su jor-
nada de trabajo al ingreso que estimaban necesario. A medida
52 I ANDRÉ GORZ
que la productividad y los salarios se elevaban, una fracción
creciente de Ia población activa habría elegido, o podido ele-
gSr, trabajar menos y autolimitar el aumento de su consumo'
Esta tendencia de hedro, se reafirmó durante el apogeo del
anarcosindicalismobajo la forma de trabajo intermitente o de
la semana de tres a cuatro días practicada en la metalurgia
parisina, entre otros, por los "sublimes simples" y los "ver-
daderos sublimes" de los que habla Poulot". Contra esta rea-
parición de una autolimitación según la norma de 1o suficiente,
una reglamentación estricta de las condiciones de contrata-
ción se introdujo en Inglaterra en 1910: reservaba los contra-
tos a hombres y mujeres que se comprometier¿ul a trabaiar a
jornada completa. Al hacer de la jomada completa la condi-
ción del empleo, el capital no sólo se aseguraba la dominación
sobre la mano de obra la previsión de la rentabilidad y del
costo del trabajo;además extendía su dominio sobre el modo
de vida de los trabajadores. No dejaba espacio, en sus vida»
más que para el trabajo funcional y remunerado al servicio
del capital, por un lado, y para el consumo al servicio del capi-
taf por el otro. El individuo social debía definirse como tra-
bajador-consumidol, como "cliente" del capitaf en tanto que
dependía alavezdel salario percibido y de las mercancías
adquiridas. No debía producir nada de lo que consumía, ni
consumir nada de 1o que producí4 ni debía tener algrrna exis-
tencia social o pública fuera de la que estaba mediada por el
13 véase Denis PouTot, Le Sublime, ou le traoailleur mmme il est m 1870 et ce qu'il peut
étre,LaDécottverte, París, 1980. Véase también el excelente estudio de Christian
Topalov,
,,Invention du chomage et politiques sociales au début du siécle", L¿s
Temps modunes, n' 496'497 , ¡oviembre - diciembrc de 1987 '
ECoLÓGICA I 53
capital: el tiempo del no-trabajo debía permanecer como el
tiempo de la existencíaprhtada, de la diversióru del descansq
de la vacación. Ante la demanda de reducir la duración del
trabajo,la patronal siempre opuso la más áspera de las resis-
tencias. Prefirió acordar licencias pagas más largas. pues las
vacaciones sory por excelencia, una interrupción programada
de la vida activa, tiempo de puro consumo, que no se integra
en la üda de todos los días, no la enriquece con nuevas dimen-
siones, no le confiere una autonomía acrecentada ni otro con-
tenido que eI del rol profesional.
[a autolimitacién como proyecto socaal
En las sociedades industriales complejas, es imposible obte-
ner una reestructuración eco-compatible de la producción y
del consumo simplemente otorgándoles a los trabajadores
el derecho a autolimitar su esfuerzo. Dic-ho en otros términos,
la posibilidad de elegir su tiempo de trabajo, el derecho aI
"tiempo elegido". Ninguna conelación eoidente extste, en efecto,
entre el volumen de la producción y el tiempo de trabajo. En
la medida en que la automatización suprimió esta correlación
al permitir producir cadavezmásriquezas con cada vez menos
trabajo, "eltrabqo deja de ser la medida de la riqueza y el
tiempo de trabajo la medida del trabajo" (Marx). Además, la
disminución del volumen de trabajo necesario no beneficia al
conjunto de la población activa potencial ni aporta una em¿u1-
cipación o una esperanza de autonomía creciente ni a los
trabajadores activos ni a los desocupados. Finalmente, no existe
ninguna norma comúnmente aceptada de 1o suficiente que
54 I ANDRÉ GORZ
pudiera servir como referencia para la autolimitación. Y sin
embargo, esta sigue siendo Ia única vía no autoritaria demo-
cráfica,hacia una civilización industrial ecocompatible.
La diticultad que encontramos aquíno es, sinembatgq abso
lutamente insuperable. Significa esencialmente que el capita-
lismoha abolido todolo que, enlakadicióru enelmodo de vidE
enla civilizacióncotidiana, podía servir de andajeparauna norrna
común de 1o suficierrte; y que al mismo tiempo ha abolido la pers-
pectiva que la altemativa de trabajar y consumir menos puede
dar acceso aunaüdamejory más libre. Lo queha sido abolidg
sin embargo no es imposible de reestablecer. Só1o que este res-
tablecimiento no puede fundarse enuna tradiciónni en correla-
ciones existentes: debe instituirse; incumbe a lo políticq miís pre
cisamente a lo ecopolítico y al proyecto ecosocial.
El sentido fundamental de urn política ecosociaf tal como
ha sido largamente debatida por los Verdes ale*rnes" y
"r.o-
peos durante los años ochenta y tal como emerge hoy en la
lcología política francesa'u, es restablecer políticamente la corre-
lación entre menos trabajo y menos consttttto, por unaparte, mds
autonomía y mtís seguridnd existmciales, por la otra, para cada hom-
14 Sólo citafé aquí cuatro trabajos que contienen una bibliografía extensa: Michael
Opielka (dir.), Die Ókosoziale Erage, Francfort del Meno, Fischer Altemativ 1985;
|oseph Hubel Die Regenbogen Gesetlschaft. Ókologfu und Socinlpolitik,Flsdtet Alter-
nativ 1985; Michael Opielka, Georg Vobruba (dfu.), Das garantíerte Grundeinkom-
men,Fisdter Alternativ 1986; Michael Opielka, Llona Ostner (dir.), Umbau des
Sozialstaats, Es*n, Klartext, 1987.
Ú VéaseespecialmenteL¿sV¿rtsetl'économie,Centilly, 1992(documentodelosVer-
des) así como el peníücn Transoersales Science Culture y las obras de Guy Aznar:
Non aux loisirs non d la retraite, Galilée, 1978; Tous it mi-temps, ou le sunario bleu,
Le Seuil, 1981; Lekaaail, c'est fini. Aptein toute laoie,Belfond, 1990.
ECOLÓGICA I 55
bre y para cada mujer. Se trata, en otras palabras, de garanti-
zar institucionalmente a los individuos que una reducción
general de la jornada de trabajo les ofrecerá todas las venta-
jas de que se podía gozar antiguamente: una üda más libre,
más distendida y más rica. La autolimitación se desplaza así
del terreno de la elección individual al terreno del proyecto
social. A falta de anclaje tradicional, la norma de lo sufi-
ciente tiene que ser definida pokticamente.
Sin entrar aquí en el detalle de cuestiones que he dis-
cutido en otra parte, quiero solamente recordar que Ia polí-
tica ecosocial consiste principalmente en garanti zar :ut
ingreso suficiente, independiente de la jornada de trabajo
(la cual no puede sino decrecer) y eventualmente del tra-
bajo mismo; en distribuir el trabajo socialmente necesario,
de manera que todo el mundo pueda trabqar, y fiabajar a
lavez mejor y menos; en crear espacios de autonomía en los
que los individuos puedan emplear el tiempo libre de tra-
bajo en actividades de su eleccióry entre las que se han de
incluir autoproducciones de bienes y servicios que reduci-
rán su dependencia del mercado y de las prestaciones
profesionales o administrativas, y que permitirán recons-
truir un tejido de solidaridades y de sociabilidad vividas,
hecho a partir de redes de ayuda mutua, de intercambios
de servicios, de cooperativas informales. La liberación del
tiempo, la liberación del trabajo heterónomo, funcional-
mente especializado, deben concebirse como una política
de conjunto que también exige volver a pensar la arqui-
tectura y el urbanismo, los equipamientos y los servicios
públicos, las relaciones ciudad-campo, de manera de des-
T
56 I ANDRÉ GORZ
trabar las esferas de vida y de actividad, para favorecer
los intercambios autoorganizados".
La ecología polÍtica hace así cambios ecológicamente nece-
sarios enla manera de producir y consumir para incentivar
cambios normativamente deseabl¿s en el modo de vida y las
relaciones sociales. La defensa del medio de uida en sentido
ecológico y la reconstitución de un mundo aioido se condicio-
nan y se sostienen uno al otro. Uno y otro exigen que la vida
y el medio de vida se sustraigan a la dominación de 1o eco-
nómico, que crezcan las esferas de actividad en las que la
racionalidad económica no se aplica. Esta exigenci4 en verdad,
es tan antigua como la civilización. Desde el ricardiano anó-
nimo, cuyo panfleto fechado en 1821 le gustaba citar a Mar>;
hasta Keynes y Leontieff los grandes teóricos de la economÍa
modema han hecho det tiempo disponible (del disposable time)
para las actividades "que valen por ellas mismas como su
propio hn" (die sich als Selbstzrnetck gilt, segÚnla expresión de
Marx en las Grundisse) "la verdadera medida delariqteza" -
Lo que equivale a decir: la actividad económica no tiene sen-
tido más que cuando está al servicio de otra cosa que no es
ella misma. Es que la economía es por excelencia una forma
de la " tazóttcognitiva-instrumental", es deci4 una ciencia del
cálculo y de la eficacia de los medios y de la elección de los
medios más para obrar en miras a un fin. Es inaplicable a los
fines que no son distintos de los medios empleados y no
puede por ella misma determinar los fines area:lizar. Cuando
16 Véase al respecto Nordal Akermao "Can Sweden be Shrunk?", Deoelopment
Dialogue, n" 2,1979.
ECoLóctcA I 57
no se le prescribe ningún fin, elige los fines para los que dis-
pone de medios m¿ís eficaces: tomará como meta el crecimiento
de la esfera en la que su racionalidad puede desplegarse y
tenderá a someterle todas las demás esferas, incluidas la vida
y las bases naturales de la vida.
Esta dominación de Ia racionalidad económica sobre todas
las demás formas de racionalidad es la esencia del capitalismo.
Librado a sí mismo, acabaría en la extinción de la vida y, por 1o
tantq de símismo. Si debe tener algún sentido, no puede ser
sino el de crear las condiciones de su propia supresión.
3
LA IDEOLOcíR socIRL DEL cOcHE
El vicio profundo de los coches es que con ellos sucede lo
mismo que con los castillos o con los chalets en la playa: son
bienes de lujo inventados para el placer exdusivo de la minoría
de los más ricos; y nada, ni en su concepción ni en su natu-
raleza, estaba destinado para el pueblo. A diferencia de la aspi-
radora, el aparato de teléfono o la bicicleta, que siguen con-
servando su valor de uso cuando todo el mundo dispone ya
de ellos, el coche, al igual que el chalet en la playa sólo es de
interés y ofrece ventajas cuando la masa no dispone de ellos.
Y ello se debe a 9ue, tanto por su concepción como por su des-
Publicado en E cologíe et politique, Gatilée, 1975.
?
60 I ANDRÉ GORZ
tino original, el auto es un bien de lujo. Y el lujo, por definicióru
no se puede democratizar: si todo el mundo accede a un lujo
entonces ya nadie saca provecho; por el contrario: todo eI
mundo arrolla, frustra y despoja a los demás, al tiempo que
es arrollado, frustrado y despojado por ellos.
La cuestión se admite conbastante facilidad cuando se trata
de los chalets en la playa: hasta ahora, ningún demagogo se
atrevió a decir que democratizar el derecho a las vacaciones
consiste en aplicar el principio: un chalet con playa prioada para
cadnfamiliafrancesa.Paratodos resulta evidente que si cada una
de los 13 o 14 millones de familias existentes en Francia debiera
disponer aunque fuera nada más que de 10 metros de costa,
para que todo el mundo quedara satisfecho, ¡se necesitarían
140.000 kilómetros de playa!Atribuirle a cada persona su
porción equivale a parcelar las playas en franjas tan diminutas
--o a estrechar tanto los chalets entre sí- que su valor de uso se
vuelve nulo y desaparecen sus posibles ventajas frente a un
complejo hotelenc. En una palabr4 la democratización del acceso
alaplayano admite más que una solución: la solución colec-
tivista. Y esta solución pasa forzosamente por la guerra con-
tra ese lujo que conforman las playas privadas, un privilegio
que una pequeña minoría se affoga a expensas de todos.
Ahora biery ¿por qué no se admite con la misma faciháad
respecto de los transportes Io que resulta perfectamente evi-
dente para las playas? ¿Acaso un auto no ocupa un espacio que
escasea como el de un chalet con playa? ¿No expolia a los demás
usuarios de las calles (peatones, ciclistas, usuarios del tranvía
o del autobús)? ¿No pierde todo su valor de uso cuando todo
el mundo sttlizael suyo? Y sin embargo abundan los dema-
gogos que afirmanque cadafamiliaüene derecho aporlo menos
ECoLóGrcA | 6l
un coche, y que el "Estado" debe actuar para que cada cual
pueda estacionar o conducir a su antojo en la ciudad, o bien irse
los fines de semana o en vacaciones a 150 kilómetros por hora
por las rtftas al mismo tiempo que todos los demás.
La monstruosidad de esta demagogia salta a la üsta y, sin
embargo, a la izquierda le complace recurrir a ella. ¿Por qué
se sigue considerando el coche como una vaca sagrada? ¿Por
qué, a diferencia de otros bienes "privativos", no se 1o reco-
noce como un lujo antisocial? La respuesta ha de buscarse en
los siguientes dos aspectos del automovilismo:
1. El automovilismo de masas materializa un triun{o abso-
luto de la ideología burguesa en el campo de la práctica coti-
diana: fundamentay cultivaen cada cualla creenciailusoria de
que cada individuo puede prevalecer y sacar ventaj a a expensas
de todas las demds. El egoísmo agresivo y auel del conductor que,
a cada instante, asesina simbólicamente "a los otros", a los
que sólo percibe como molestias materiales y obstáculos para
su propia velocidad, este egoísmo agresivo y competitivo repre-
senta eladvenimiento, gracias aI automovilismo cotidiano, de
un comportamiento uniaersalmente burgués (" Con gente así, nunca
sepodrd construir el socialismo" , me decía un amigo de Alemania
del Este, constemado ante el espectáculo del tr¿ínsito parisino).
2. El automóvil presenta el ejemplo contradictorio de un
o§eto de lujo quehaquedado desvalorizado por su propia difu-
sión. Pero esta devaluación práctica no ha acarreado todavía su
devaluación ideológica: el mito del placer y de la ventaja del
coche persiste incluso cuando se demuestre la aplastante supe-
rioridad de los transportes públicos, si se generalizaran. La per-
l
62 I ANDRÉ GORZ
sistencia de este mito se explica con facilidad: la generalización
del automovilismo individual ha suplantado los transportes
colectivos, ha modificado el urbanismo y el hábitat y ha trans-
ferido al auto las funciones que su propia difusión volvieron
necesarias. Se necesitará una revolución ideológica ("culfural')
para romper este cÍrculo ücioso. Evidentemente, no cabe espe-
rarla de la clase dominante (de derecha o de "izquierda").
Veamos ahora estos dos puntos más de cerca.
Cuando se inventó el coche tenía la finalidad de proflrrar
a unos cuantos burgueses muy ricos un privilegio por completo
inédito: el de circular mucho más rápido que todos los demás.
Hasta entonces, nadie había soñado aún con algo asi fuera uno
rico o pobre, la velocidad de las diligencias era üsiblemente la
misma; la calesa del señor no iba mucho más rápido que la
carreta del campesino, y los trenes llevaban a todo el mundo a
la misma velocidad (empezaron a adoptar velocidades dife-
renciadas a partir de la competencia con el auto y el avión). Por
1o tanto, hasta el cambio del último siglo, no existía una velo-
cidad de desplazamiento para la elite y otra para el pueblo. El
automóvil iba a cambiar eso: por primerave4 extendía las dife-
rencias de clase a la velocidad y al medio de transporte.
En un principio, este medio de transporte era a tal punto
diferente de los medios ordinarios que pareció algo inaccesi-
ble para las masas, No existía nada en común entre el auto-
móvil y el resto: la carreta, el tren, la bicicleta o el ómnibus a
tracción animal. Seres excepcionales se paseaban a bordo de
un vehículo autotraccionadg que pesaba más de una tonelada
y cuyos órganos meciínicog de una complicación extrema, eran
tanto más misteriosos cuanto que permanecían ocultos a las
ECoLócrcA I 63
miradas. Pues también había otro aspecto, que pesó fuerte-
mente en el mito del automóvil: por primera vez, hombres
cabalgaban vehículos indiüduales, cuyos mecanismos de fun-
cionamiento les eran totalmente desconocidos y cuyo mante-
nimiento y hasta alimentación debían confiar a especialistas.
Paradoja del coche automóvil: en apariencia, confería a
sus propietarios una independencia ilimitad4 que les permi-
tía desplazarse a cualquier hora y por itinerarios elegidos a su
antojo, a una velocidad igual o superior a la del tren. Pero, en
realidad, esta aparente autonomía tiene como reverso una
dependencia radical: a diferencia del caballerg del carretero
o del cidist4 el automovilista iba a depende4 tanto para la ali-
mentación energética como para reparar Ia más mínima
avería, de comerciantes y especialistas en carburacióry lubri-
caciór¡ instalación eléctrica y en eI recambio de piezas estiín-
dares. A diferencia de todos los anteriores propietarios de
medios de locomocióry el automovilista iba a establecer una
relación de usuaria y mnsumidor -y no de poseedor y amo- con el
vehículo del que era formalmente propietario. Este vehículo,
dicho en otros términos, iba a obligarlo a consumir y a utili-
zar rtfla gran cantidad de servicios mercantiles y de produc-
tos industriales que sólo podrían proporcionarle terceras per-
sonas. La aparente autonomía del propietario de un automóvil
encubría su radical dependencia.
Los magnates del petróleo fueron los primeros en perca-
tarse del provecho que podía sacarse de una difusión del auto-
móvil a gran escala: si el pueblo era inducido a andar en un
automóvil a moto4 le podrían vender la energía necesaria para
su propulsión. Por primera vez en la histori4 los hombres se
volverían dependientes de una fuente de energra mercantili-
r
64 I ANDRÉ GORZ
zada para moverse. Los dientes de la industria petrolífera serían
tantos como los automovilistas; además, como habría tantos
automovilistas como familias, el pueblo entero se volvería
diente de los magnates del petróleo. La sifuación con que sueña
todo capitalista iba a hacerse realidad: todas las personas iban
a depende4 para sus necesidades cotidianas, de una mercan-
cía cuyo monopolio detendría una sola induskia.
Só1o quedaba incitar al pueblo a andar en auto. En gene-
ral, suele creerse que éste no se hizo rogar: bastaba con bajar
1o suficiente el precio de los autos mediante la fabricación en
serie y el montaje en cadena; la gente se lanzaría a comPrar-
los. Desde luego que se lanzó, y sin darse cuenta de que la
estaban manejando como a un títere. En efecto, ¿qué le pro-
metía la industria automotriz? Puray simplemente esto: "De
ahora en mtís, usted también tendrd el priailegio de andar, como
los señores y los burgueses, mds rdpido que los demds. En la socie-
dad del automóail, el prhtilegio de la elite estd a su alcance" .
La gente se precipitó hacia los autos, y hasta los mismos
obreros fuvieron acceso a ellos, momento en que los automo-
vilistas comprendieron que les habían tomado eI pelo. Se les
había prometido un privilegio de burgués; se habían endeu-
dado con tal de acceder a él y he aquí que advertían que todo
elmundo accedía a dichoprivilegio almismo tiempo que ellos.
¿Pero qué privilegio es aquel al que todo el mundo accede?
Es un fraude gigantesco. O peor todaví4 es uno contra todos.
Es la parálisis general debido a una agarrada general. Puesto
que cuando todo el mundo pretende andar a la velocidad pri-
vilegiada de los burgueses, el resultado es que ya rlaüe avarua,
que la velocidad de circulación urbana --en Boston como en
París, en Roma o Londres- cae por debajo de la del ómnibus
a traccióry y que la velocidad media en carreteras de salida
durante los fines de semana es inferior a la de un ciclista.
Y no hay nada que hacer: se probaron todos los remedios
y, afin de cuentas, todos terminan agravando el mal. por
mucho que se multipliquen las vías radiales o las circunvala-
ciones, las transversales aéreas, las autopistas de dieciséis carri-
les y con peaje el resultado es siempre el mismo: cuantas más
vías de servicio se crean, más autos afluyen a ellos y más para-
lizante se toma la congestión de la circulación urbana. Mien-
tras siga habiendo ciudades, el problema quedará sin solu-
ción: por muy ancha y rápidaque sea una vía de ingreso, la
velocidad a Ia que los vehículos la dejan para entrar en la ciu-
dad no puede ser superior a la velocidad a la que circulan en el
interior de la red urbana. Mientras la velocidad media en parís
siga siendo de 10 a 20 kilómetros por hor4 según las horas,
no será posible dejar las circunvalaciones y autopistas que
comunican con la ciudad a más de 10 o 20 kilómetros por hora.
E incluso se saldrá de ellas a velocidades aún menores toda
vez que se encuentren safurados los accesos, y esa disminu_
ción de la velocidad se prolongaráporvaias decenas de kiló-
metros si hay safuración en la ruta de acceso.
Lo mismo vale para toda la ciudad. Es imposible circu-
lar a más de 20 kilómetros por hora en promedio en el labe-
rinto de calles, avenidas ybulevares entrecruzados que, hasta
ahora, eran 1o característico de las ciudades. Toda inyección
de vehículos más rápidos perhrrba la circulación urbana, pro-
vocando obstrucciones y, finalmente, la parálisis.
Si el auto tiene que prevalecer a toda costa, queda una
solución: suprimir las ciudades, es decir, extenderlas a lo
largo de cientos de kilómetros, al borde de carreteras monu-
ECoLócrcA r 65
7
66 I ANDRÉ GORZ
mentales, de suburbios de autopista. Es 1o que se hizo en
Estados Unidos. Iván Illich' resume los resultados de esto
con cifras impactantes:
Elnorteamericano tipo dedicamás de mil quinientashoras al año
(o sea, treinta horas a la semana, o incluso cuatro horas al dÍa,
domingos inclusive) a su coche; esto incluye las horas que Pasa
al volante, en marcha o parado; las horas de trabajo necesarias
para pagar la gasolina, las ruedas, los peajes, el seguro, las mul-
tas y los impuestos... Este americano precisa mil quinientas horas
para recorrer (al año) 10.000 km. Seis kilómetros le llevan una
hora. En los países desprovistos de industria del transporte, la
gente se desplaza a la misma velocidad yendo a pie, con Ia ven-
taja suplementaria de que pueden trasladarse a donde les da la
g¿ma y no sólo a lo largo de vÍas asfaltadas.
Según [lich, es cierto que en los Países no industrializados
los transportes sólo absorben entre el 3% y eI8% del tiempo
social (1o que seguramente corresPonde a un Promedio de 2 a
6 horas por semana). Illich sugiere la siguiente conclusión: el
hombre a pie recorre igual cantidad de kilómetros en una hora
dedicada al transporte como el hombre a motof, pero inüerte
en sus desplazamientos entre cinco y diez veces menos tiempo
que este último. Moraleja: cuanto más difunde una sociedad
verhículos rápidos, m¡ás üemPo -superado cierto umbral- emplea
y pierde la gente para desplazarse. Es matemático.
1VéaselviínIl/ndr,Énergieetéquité,LeSeuiT,lgS5lObrasReunidasl,FondodeCtl]-
tura Económica,20061.
¿Larazón? Pero acabamos de verla hace un instante: las
aglomeraciones humanas estallaron en interminables subur-
bios de autopist4 pues era el único medio para evitar la con-
gestión de los centros habitacionales. pero esta solución tiene
un reverso evidente: al final la gente só10 puede circular a
gusto a condición de estar lejos de todo. para darle lugar al
auto se multiplicaron las distancias: se vive lejos del lugar de
tuabajo,Iejos de la escuela,lejos del supermercado; esto último
exigirá un segundo coche para que,,el ama de casa,, pueda
hacer las compras y llevar a los niños a la escuera. ¿salidas?
Están fuera de cuestión. ¿Amigos? Est¿án los vecinos... y con
suerte. Afin de cuentas, el auto acaba haciendo perder más
tiempo del que ahorra y crea más distancias de las que per_
mite vencer. Naturalmente, existe la posibitidad de que vayas
al trabajo a 100 kilómetros porhora; pero es porque vives a 50
kilómetros de distancia detujob y aceptas perder media hora
para cubrir los 10 últimos kilómetros. Balance: ,,La
gente tra_
baja una buena parte de la jornada para pagar los desplazamientos
que necesita realizar para ir al trabajo,,(Ivan Illich).
Puede que tú repliques: ,,De
este modo, al menos nos esca_
pamos del infierno de la ciudad, una uez terminada la jornada
laboral" . A eso hemos llegado, he aquí la confesión .,,La ci:u_
dad" es sentida como "el infiemo,,,y sólo se piensa en esca_
parse de ella o en irse a vivir a la provincia, mientras que, por
generaciones,la gran ciudad, objeto de asombro, era el único
lugar en el que valía la pena üvir. ¿A qué se debió este cam_
bio? Auna solaraz(tn:el auto volvió inhabitable la gran ciu_
dad. La volvió hediond4 ruidos4 asfixiante, polvorient4 atas-
cada, al punto que la gente ya no tiene ningún interés en salir
de noche. Entonces, como los coches mataron a la ciudad, se
ECoLóctcA I 67
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  • 1.
  • 4. Primera edición: enero de 2012 Título original: Écologica Traducción: Pablo Betesh o Éditions Galilée, 2008 O Capital lntelectual S. A., Buenos Aires, 2011 www.editorialcaPin.com'ar @ de esta edición: Clave Intelectual,S.L.,2011 C/ Yelázqrez,55, 5'D - 28001 Madrid - España www.claveintelectual com inf o@claveintelectual.com Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin el permiso escrito de la editorial. ISBN: 978-84-939471-1-8 Depósito Legal: M- 49 540 -201L BIC: J Diseño de cubierta: Verónica Feinmann Ilustración de cubierta: Hernán Haedo Composición: Versal CD, S. L. Impresión: SclaY Print, S.A. Impreso en España. Printed in Spain
  • 5. l¡rrRoouccróru LA EGOLOGíN POIíNCA, UNA ÉNCI DE tA LIBERACIÓN Desde la aparición de la nozsela autobiogrdfica El taidor, prologada por Sartre, hasta la ecología política, ¿cutíles han sido los encuentros y las influencins importantes para usted? ¿Cuáles han sido en mi vida los grandes encuentros e influen- cias? Está Sartre, por supuestq cuya obra, apartir de1943,me resultó formadora a lo largo de veinte años. Está Illich quien, a partir de1971, me llevó a reflexionar durante cinco años. Pero las influencias más importantes no son necesariamente las de Entrevista realizada por Marc Roberg publicada en EcoRez, no 21, "Figwas delaeco- logía polltica", otoño-inviemo 2005.
  • 6. 10 I ANDRÉ GORZ las personas importantes. |ean-Marie Vincentl, Que publicó relativamente poco, me inició a partir de 1,959 en el Marx de la Grundissi. Vincent hi zo queme enconhara con ciertos teó- ricos italianos que me llevaron a conocer a otros. En los años noventa, con su revista Futur Antérieuru,rneconvenció de que debía revisar algunas de mis ideas. Hace dos años,luego de una entrevista sobre L'immatériel para un diario alemán, conocí atnhacker, Stefen Meretzn, cofundador de Oekonux, qlJe explora con una honestidad admirable la dificrrltad que existe para salir del capitalismo por lapráctica,la manera de vivit, de deseat de pensar. 1 ¡ean-Marie Vincenf (1934-2004) investigador rmiversitario (fundador y director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de París-TII) direc- tor de la revist a Futur Antériezr fundada junto con Toni Negri, publicó obras importantes, entre las cuales están: Eetichisme et société, An+htopos,1973lFeti- chismo y sociedad,México,Era,1977l; LaThéorie uitique de l'école de Erancfort, Galilée, 1976lPensar en tiempos de barbarie: Ia teoría uíticn de Ia escuela de Frank- furt,lJníversidad Arcis, Santiago, 20021; Les Mensonges de t'État, Le Sycomore, 1979;Critique dutraoail. Lefaire etl'agir,PW,1987;MaxWebu ouladbnocratieinache- aée, Le F élim, 7998; Un autre Marx. Aprés les marxismes, P age Deux, 2001 - 2 Escrito entre EI manifesto comunista (1M8) y elprimer volumen de El ctrpital (1868), Grundisse der Kritik der politischen Ókonomie (1857-1868) lContribución a la crí- tica de la eanomnpolítica,Méttco, Siglo X)O, 1980] constituye la oporturridad para Marx de desarrollar los fundamentos de su crltica de la economía política. Véase <http: / /www.marxistes.org/archive/marx/works/ 1857/Srundisse> 3 La revista Fa tur Antñeur fue fundada en 1990 por iniciativa de ]ean-Marie Mncent, Denis Berger y Toni Negri. Su objetivo era el de alentar una renovación en la inves- tigación conceptual, creando las condiciones necesarias para un debate crítico y estratégico. Sobre la base de una diniámica intelechral francoitaliana privilegió tres ejes de elaboración teórica: la polltic4 la sociología y la filosofía. Se disolvió en 1998. Véase <http: / /multitudes.samizdat.net/rubrique.php3?id-rubrique : 117> 4 Stefen Meretz, cofundador de Oeko nux (contracaón de Ókonomie y de Linux) que estudia los medios que permitirlan extender los principios delos softwares libres a la economía. EC0LÓGIcA I 1I Pero desde 1947hastahoy, la influencia más importante y la más coristante ha sido la de "Dorine, sin la cual nada sería posible", mi compañera, que me demostró que no era i*po- sible ama¡, ser amado, senti{, vivir y adquirir confianza en mí mismo. Hemos crecido y evolucionado uno a través del otro, uno para el otro. Sin ella probablemente yo no habría logrado aceptarme. Sin Sartre, probablemente no habría encontrado los instrumentos para pensar y superar lo que mi familia y Ia historiahabíanhecho de mí. Apartir delmomentoenque des- s,tbúEl Ser y laNada, tuve la impresión de que Io que Sartre decía de la condición ontológica del hombre correspondía a mi experiencia. Desde mi infanci4 habíatenido la experien- cia de todos los "existencialistas": la angusti4 el hastíg la cer- teza de no estar aquí por nada, de no corresponder a 1o que los demás esperan de mí, de que ellos no puedan entenderme. La experiencia, en surna, de la contingenci4 de la injustifica- bilidad, de la soledad de todo sujeto. ¿Puede decirnos algo mds sobre estos aínculos entre existencialismo y ecología, entre mora| ética y ecología? Tianto para mícomo para Sartre,la cuestión del zujeto siguió siendo centraL bajo esta perspectiva: nacemos para nosotros mismos como sujetos, es deci4, como seres irreductibles a lo que los demás y la sociedad nos piden y nos permiten ser. La educación, la socialización, la instrucción y la integración nos enseñarán a ser Otros entre los Otros, a renegar de esa parte no socializable que constiflrye la experiencia de ser zujetq a canalizat nuestras vidas y nuestros deseos por caminos seña-
  • 7. 12 I ANDRÉ GORZ lizados, a confundirnos con los papeles y las funciones que la megamáquina social nos ordena cumplir. Esos papeles y esas funciones son los que definen nues- tra identidad en tanto que Otro. Exceden 1o que cada uno de nosotros puede ser por símismo. Nos dispensan o incluso nos prohÍben existir por nosotros mismos, plantearnos Pregun- tas acerca del sentido de nuestros actos y asumirlos. Quien actúa no es"yo", sino la lógica automatizada de las disposi- ciones sociales que actúa a través de míentanto que Oho, que me obliga a contribuir a la producción y a la reproducción de la megamáquina social. Ella es el verdadero sujeto. Su domi- nación se ejerce sobre los miembros de las capas dominantes tanto como sobre los dominados. Los dominantes sólo domi- n¿u:ten la medida en que sirven a ella como funcionarios lea- les. Só1o en sus intersticios, en sus fallas y en sus márgenes sur- gen sujetos autónomos a través de los cuales puede plantearse la cuestión moral. Originariamente, siempre existe ese acto fundador del sujeto que consiste en la rebelión contra lo que la sociedad le obliga a hacer o a padecer. Touraine, que estu- dió a Sartre en su juvenfud, formuló muy bien este punto: "El sujeto siempre es un mal sujeto, un rebelde contra el poder y laregla, contra Ia sociedad como aparato total". La cuesüón del sujeto, por 1o tanto, es 1o mismo que la cuestión moral. Se encuentra en el fundamento tanto de la éüca como de la polí- tica. Pues necesariamente pone en cuestión todas las formas y todos los medios de dominación, es decil todo 1o que les impide a los hombres manejarse como sujetos y continuar con la libre expansión de sus individualidades en tanto fin común. El hecho de que estemos dominados en nuestro trabajo es una evidencia desde hace ciento setenta años. Pero no el que EcolóctcA r 13 estemos dominados en nuestras necesidades y deseos, nues- tros pensamientos y la imagen que tenemos de nosotros mis- mos. Este tema ya aparcce en El traiü ,y lo vuelvo a desarrollar en casi todos mis textos posteriores. Es por este tema, por la crítica al modelo de consumo opulento, que me convertí de manera anticipada en un ecologista. Mi punto de partida fue un artÍculo que apareció en un semanario norteamericano, hacia 1954. Allí explicaba que la valorización de las capacida- des de producción norteamericanas exigía que el consumo cre- ciera por 1o menos sn50% en los siguientes odro años, pero que la gente no podía de ningún modo definir de qué estarían hechos sus50% de consumo adicional. Alos expertos en publi- cidad y enmarketingles correspondía generar nuevas necesi- dades, deseos y fantasías en 1os consumidores, y cargar las mercancías, hasta las más triviales, con símbolos que harían aumentar la demanda. El capitalismo necesitaba que la gente tuüera necesidades mayores. Mejor todavía: debía poder mol- dear y desarrollar esas necesidades del modo más rentable para é1, incorporando un m¿íximo de superfluo en 1o necesario, acelerando la obsolescencia de los productos, reduciendo su 5 Uno de sus libros más importantes. Entre las obras de André Gorz, cabe citar en particular en las ediciones de Seuil: Le Traitre (1958) lEl traidor , Barcelona, Mon- tesinos, 19901; La Morale de l'histoire (1959) lHistoria y enajenación, México, Fondo de Cultura Económica, 1964); Le Socialisme dfficile (1967); Reforme et réoolution (1969) y en las ediciones Galilée Écologie et politique (1975) fEcología y política,BN- celon4 Ed. Viejo Topo 19801; Écologie et liberté (1977); Adieux au prolétariat (1980) lAdiós alproletariado,Bsenos Aires, Ed. Imago Mundi, 19891; Métamorphoses du traoail, quéte du sens (1988) lMetamorfosis del trabajo, Madri{ Ed. Sistema 19971; Misires duprésent,richesse dupossible(1997)fMiserias delpresente, riqueza deloposfule, Buenos Aires, Ed. Paidós, 1999); L'immatériel (2003).
  • 8. 14 I ANDRÉ GORZ durabilidad, obligando a satisfacer las más pequeñas necesi- dades con el mayor consurno posible, eliminando los consumos y servicios colectivos (tranvías y trenes, por ejemplo) para sus- tituirlos por consumos individuales. Para poder seguir some- tido a los intereses del capitaf es necesario que el consumo esté indiüduali zado y sea privado. Por 1o tanto, partiendo de la crítica del capitalismo, inevi- tablemente se llega a Ia ecología política que, con su crítica indispensable de las necesidades, 11ev4 asJvez, a profundi- zat y aradicalizar una vez más la crítica del capitalismo. Por ende, no diría que hay una moral de la ecología sino más bien que la exigencia ética de emancipación del sujeto implica la crítica teórica y práctica del capitalismo, de la cual la ecologia política es una dimensión esencial. En cambio, si partes del imperativo ecológrco puedes llegar de igual manera a un anti- capitalismo radical como aunpetainismoverde, a un ecofascismo o a un comunitarismo naturalista. La ecologra sólo adquiere su carga crítica y ética si las devastaciones de la Tierra y la destrucción de las bases naturales de la vida se comprenden como consecuencias de un modo de produccióru el cual exige la maximización de la rentabilidady recurre a técrricas que üo- lan los equilibrios biológicos. Por ende, sostengo que la crítica de las técnicas en las que se encarna la dominación sobre los hombres y sobre la naturaleza es una de las dimensiones esen- ciales de una ética de Ia liberación. Mi interés por la tecnocrítica debe mucho a la lectura, en1960, dela Crítica de la razón dialéctica de Sartre; a diez días que pasé en Alemania del Este, en esa misma época, visitando fábricas, en la vana búsqueda de gérmenes de poder obrero; luego, a partir de 1971. o 1972, al descubri- ECoLóGrcA r 15 miento de Illich, que había titulado Retooling Society un pri- mer esbozo de La conoiaencialidadu .Illich distinguía dos tipos de técnicas: las que llamaba "convivenciales", que acrecien- tan el campo de la autonomía, y las "heterónomas", que 1o restringen o suprimen. Yo las llamé "tecnologías abiertas" y "tecnologÍas cerrojo". Abiertas son aquéllas que favorecen la comunicacióry la cooperación,lainteracción, como el telé- fono o, en la actualidad, las redes y los softwares libres. Las "tecnologías cerrojo" son las que esclavizanalusuario, pro- graman sus operaciones y monopolizan la oferta de un pro- ducto o de un servicio. Entre las "tecnologías ceffojo",las peores son desde luego lasmegatecnolog¡as,monumentos a la dominación de lanafu- raleza, que despojan a los hombres de su medio de vida y los someten a su dominación. Además de todos los otros defec- tos de Ia energía nudea, durante diez años hice campaña con- tra la radiación totalitaria -secretos, mentiras, violencia- que propaga lo nuclear en la sociedad. En esta crítica radical del capitalismo, estd el paso por el comunismo y su posterior abandono. Emlagíay libutad, *terte de epflogo de Ealogíay política, comen- zaba con esta afirmación: "El socialismo no vale más que el capitalismo si no cambia de herramientas". El libro siguiente, 6 Ivan Illiclu La Conaiualité, reeditado en (Eur¡res Complétes, Fayard, vol. I, 2004 lLa conoiaencialidad, Barcelona, Barral Editores, 1974].
  • 9. 16 I ANDRÉ GORZ Adiós alproletariado, iba más lejos en el mismo sentido. Soste- nía que los medios de producción del capitalismo son medios de dominación por la división, la orgarización y la jerarqui- zaciónde las tareas que exigen o permiten. Así como los sol- dados no pueden apropiarse del ejército, a menos que cambien su modo de organización y sus reglas de principio a fin, del mismo modo la clase obrera no puede apropiarse de los medios de producción por los cuales está estructurada, fun- cionalmente dividida y dominada. Si se apoderara de ellos sin cambiarlos radicalmente, acaba rta pot reproducir (como ocurrió en los países sovietizados) el mismo sistema de domi- nación. Aprovecho para señalar que todo esto está mencionado al pasar en las Grundissd . Adiósno tenía nada de una crítica al comunismo, todo 1o contrario. Criticaba a los maoístas, su culto primitivista de un proletariado mítico, su pretensión de practicar en un país industriatiz adoy urbanzado la estrategia de expropiación de tierra inventada por Mao para los campesinos chinos. Tam- biénhacía una crítica acerba contra la social-democratización del capitalismo a la que se reducía el marxismo vulgar, y contra la glorificación del trabajo asalariado. "Más allá del socia- lismo" -tal era el subftulo del libro-, está el comunismo que es su culminacióny, en caso contrario, el desaske que tenemos. Pero el comunismo no es ni el pleno empleo ni el salario para 7 Véase KarI M arx, Grundisse der l?itik der politischen Ókonomie, Berlíry Dietz Ver- lag 1953, p . 596. ElIo ha sido explicado en la obra magistral del historiador Moishe Postone, Time, Labour and Social Domination. Aneut interpretation of Marx'critical thmry,CambidgeUniversity Press, 1993, p.363 [Tiempo, trabajoy dominaciónsocial, Marcial Pons Ediciones ]urídicas y Sociales, S'A., Madrid, 20061' ECoLÓGICA I 17 todos, es la eliminación del trabajo bajo la forma social e his- tóricamente específica que tiene en el capitalismo, es deci4, el trabajo-empleo, el trabajo-mercancía . Con Adiós al proletariado, me concenhaba en la crítica al trabajo. Ese libro también induía algunas tonterías groseras (como la idea de una "esfera de la autonomía") pero no se reducía a eso. La crítica al trabajo sigue siendo central en Miserias del presente. Riqueza de lo posible. La crítica a la dfuisión del trabajo entra en crisis con la irnportancia cada rsez mayor que adoptan los saberes, la cooperación en la ueación de riqueza y el trabajo airtuoso. Lo inmateri aL su última obra, trata de pensar esas mutaciones. Lo inmsterial es el subproducto de un informe sobre una conferencia internacional acerca de la así llamada "sociedad de conocimiento", vista desde la izquierda. Lo que en prin- cipio me interesó de ello es que el conocimiento y la infor- mación son por esencia bienes comunes que pertenecen a todos y que, por lo tanto, sólo pueden volverse propiedad pri- vada y comercializarse si se los mutila en su utilidad. Ahora biery si lafuerzaproductiva decisiva (la de la inteligenci4 la del conocimiento) no se presta para convertirse en una mer- cancía,las categorías tradicionales de la economÍa política entran en crisis: el trabajo el valor y el capital. El valor de los conocimientos, en el sentido de la econo- mía capitalista, es indecidible. Es imposible medir el trabajo que se invirtió a escala de la sociedad para producirlos. Pues son producidos de manera difusa allí donde los hom- bres interactúary experimentary aprendery sueñan. No son
  • 10. 18 I ANDRE GORZ homogéneos, descomponibles en unidades de producto. No hay un patrón de medida que les sea aplicable. Sostengo que poseen un valor intrÍnseco específico, diferente del de las mercancías, comparable al de las obras de arte que tampoco pueden ser intercambiables según un patrón común. Su precio carece de fundamento objetivo y se mantiene fluchrante. Sea cual fuere el costo inicial de un conocimiento, su valor de intercambio tiende a cero cuando es de libre acceso, apto para ser transcripto al lenguaje informático y replicable inde- finidamente por un costo insignificante. Para tener un valor de cambio, un precio, es necesario que se vuelva raro, inac- cesible para todos, pnvaizado en manos de una emPresa que reivindica su monopolio y extrae de él una renta. Por 1o tanto, la economía del conocimiento tiene una apti- tud para ser una economía de la puesta en común y de la gra- tuidad, es deci{, 1o contrario de una economía. En el ámbito cientÍfico, adopta espontiíneamente esta forma de comunismo. El"valoÍ" de un conocirniento no se mide en dinero, sino por el beneficio que suscita, la difusión que recibe. En el funda- mento de la economía capitalista del conocimiento, por lo tanto, encontramos una antieconomía en la que la mercancí4 los intercambios mercantiles, el interés por hacer dinero no tienen circulación. El valor de cambio no es la medida de la iquezani el tiempo de trabajo. Este protocomunismo encuentra sus figuras emblemá- ticas en la informática. Difiere de la ciencia en esta especifi- cidad: es a la vez conocimiento, técnica de producción de conocimiento y medio de fabricación, regulacióru invención y coordinación. En ella se halla suprimida la división social ECoLócrcA | 19 entre los que producen y los que conciben los medios de pro- ducir. Los productores ya no se encuentran dominados por el capital a través de los medios de trabajo. Se fusionan pro- ducción de conocimientos y producción de riquezas mate- riales o inmateriales. El capital fljo ya no posee existencia separada; está subsumido, interiorizado por hombres y múe- res que tienen la experiencia práctica concreta de que la prin- apalfuerzaproductiva no es ni el capital máquina ni el capi- tal dinero, sino la pasión üviente con la que imaginan, inventan y acrecientan sus propias capacidades cognitivas, así como su producción de conocimientos y de riqueza. La produc- ción de uno mismo es aquÍ producción de riqueza y vice- versa; la base de la producción de riquezaes la producción de uno mismo. Potencialmente, el trabajo -en el sentido que adquiere en la economía política- se suprime : "El trabqo ya no aparece como trabajo sino como pleno desarrollo de la actividad [personal] mismat". La figura emblemática de esta apropiación/supresión del trabajo es eLhacker. Con é1, las fuerzas productivas huma- nas, vueltas sujeto, se declaran en rebelión contra su capta- ción por el capital y redirigen los recursos de la informática en su contra.Elhacker es quien inventó esa antieconomía que son Linux y el copyleft --ese opuesto del copyright- e hizo sur- gir el movimiento de los softrnares libres. Através de é1 apare- cen nuevas formas de comunicación y de regulación; una admirable ética anarcocomunist a, La ética hacker, a la v ez arte de vivi4, práctica de otras relaciones individuales y socia- 8 Ka¡l Marx, Grundísse dcr Kritik der politischen ókonomie, op. cit., p.23L.
  • 11. 20 I ANDRÉ GORZ les, búsqueda de caminos para salir del capitalismo y Para liberar de su influencia, con ese fin, nuestras maneras de pen- sa4, de sentir y de desear. Loshackersno son una elite intelectual ni una clase aparte. Forman parte de la nebulosa de "disidentes del capitalismo numéricá", como 1o llamaba Peter Glotz'. Esos disidentes, sur- gidos de la revolución informática, representan en Estados unidos aproximadamente un tercio de la población activa. Comprenden informáticos de alto nivel que rechazan la ser- vidumbre voluntaria; graduados que se niegan a sacrificarlo todo por su carrera; autoemprendedores que rehúsan la com- petencia feroz de "siempre mág siempre más rápido"; jobbers y downshifters qtleprefieren ganar Poco y tener mucho más tiempo para ellos' "Cuanto más extienda el capitalismo digital su influen- cia sobre nuestras vidas, mayor será la cantidad de descla- sados voluntarios", escribe Peter Glotz' "De ellos surgirá una nueva concepción del mundo. La lucha que opondrá el proletariado de 1o digital a su elite... tendrá por desafío esen- .iul do, concepciones fundamentales y apasionadas de la vida. Toda la ética social del capitalismo modemo es puesta en cuestión." 9 Peter Glotz, jefe de redacción de la revista teórica de1 Partido Socialdemócrata alemián (Spó), "t autor de numerosos librot entre los que cabe cltar: Le traoai- lleur cognitif lDer wissensarbeiteri y La société accélérée fDie beschleunigte Gesells- chaftj.ircie*or de la Universidad de Erfurt y di¡ector del Instituto de investi- guáiárr robr" -"dios de comunicación de la Universidad de Saint-Gall; falleció en el otoño de 2005. LA SALIDA DEt CAPITALISMO YA EMPEZÓ Nunca fue tan actual la cuestión de la salida del capitalismo. Se plantea con una urgencia y en términos radicalmente nue- vos. Por su propio desarrollo, el capitalismo alcanzó un límite tanto intemo como externo que es incapaz de superar y que lo convierte en un sistema que sobrevive mediante subterfu- gios a la crisis de sus categorías fundamentales: el trabajo el valor y el capital. La crisis del sistema se manifiesta tanto en un nivel macro- económico como en un nivel microeconómico. Se explica prin- cipalmente por una perturbación tecrocientÍfica que introduce Publicado en EcoRa¿,, n" 28, otoio de2007.
  • 12. 22 I ANDRÉ GORZ una ruptffa en el desarrollo del capitalismo e invalida, por sus repercusiones, la base de su poder y su capacidad de repro- ducirse.Intentaré analizar esta crisis, primero, desde la perspectiva macroeconómica (1); luego, en sus efectos sobre el funcionamiento y la administración de las empresas (2). 1. La informatización y la robotización permitieron producir cantidades crecientes de mercancías con cantidades decrecientes de trabajo. El costo del trabajo por unidad de producto no deja de disminuir y el precio de los productos tiende abajar. Ahorabiery cuanto más disminuye la canti- dad de trabajo para una producción dada, más debe aurnen- tar el valor producido por un trabajador -su productividad- para que la masa de beneficio realizado no disminuya. Por 1o tanto, se obtiene la siguiente paradoja aparente: cuanto más aumenta la productividad, es necesario que aumente toda- vía más para evitar que disminuya el volumen del beneficio. La carrera de la productividad tiende así a acelerarse; los efec- tivos empleados tienden a reducirse; la presión sobre el personal, a endurecerse; y el nivel y la masa de los salarios, a disminuir. El sistema evoluciona hacia un límite intemo en que Ia producción y la inversión en la producción dejan de ser suficientemente rentables. En China, Filipinas o Sudán las cifras confirman que ese lÍmite ya se ha alcanzado. La acumulación productiva de capi- tal productivo no deja de retroceder. En Estados Unidos, las quinientas empresas delíndice Standard & Poors disponen de 631" mil millones de reservas líquidas; la mitad de los bene- ficios de las empresas norteamericanas provienen de opera- ciones realizadas en los mercados financieros. En Francia, la ECoLócrcA r 23 inversión productiva de las empresas del CAC 40 ni siquiera aumenta cuando sus beneficios estallan. Puesto que la producción ya no es capaz de valorizar el conjunto de capitales acumulados, una parte creciente de éstos conserva la forma de capital financiero. Se conformaunaindus- triafinancieraque no deja de afinar el arte de hacer dinero com- prando y vendiendo ninguna otra cosa que no sean diversas formas de dinero. El dinero mismo es la única mercancía que la industria financiera produce mediante operaciones cada vez más azarosas y cada vez {renos manejables en los mer- cados financieros. La masa de capital que la industria finan- ciera drena y administra supera por mucho la masa de capi- tal que valoriza la economía real (el total de los activos financieros representa 160 billones de dólares, o sea, de tres a cuatro veces el PIB mundial). El"valo{'de ese capital es puramente ficticio; en gran parte, descansa en el endeuda- miento y el good will, es deci4, en las anticipaciones: la Bolsa capitalízael crecimiento futuro,las ganancias futuras de las empresas, el alzafutura de los precios inmobiliarios, las ganan- cias que podrán desprenderse de las reestrucfuraciones, fusio- neg concentraciones, etc. Las cotizaciones de la Bolsa se inflan con capitales y con sus plusvalías futuras, y los bancos inci- tan a los hogares a comprar (entre otros) acciones y bonos de inversión inmobiliaria, a acelerar así eL alza de las cotiza- ciones, a pedir a sus bancos sumas crecientes de préstamos, a medida que aumenta su capital bursátil ficticio. Lacapltalización de las anticipaciones de ganancia y de crecimiento mantiene el creciente endeudamiento, alimenta la economía con una liquidez que surge del reciclaje bancario de plusvalías ficticias, y permite a Estados Unidos un "creci-
  • 13. 24 I ANDRÉ GORZ mientoeconómico"que,fundadoenelendeudamientointemo y extemo, constituye de leios el motor principal del crecimiento mundial (incluido elcrecimiento chino). La economía real se convierte en un apéndice de las burbuias especulativas sos- tenidas por laindustria financiera. Hasta que llega elmomentq inevitable, en que las burbuias estallan, acarreando quiebras en cadena de los bancos, amenazando con el desplome del sistema mundial de crédito y con una depresión severa y pro- longada de la economía real (la depresión japonesa ya lleva casi quince años). setiendeaacusaralaespeculaciórualosparaísosfiscales, a la opacidad y a la falta de control de la industria financiera -en prrmrfry abshedge founds- dela amenazade depresiór¡ y hasta áe desplome que pesa sobre la economía mundial no se debe' sin embargo a la falta de controf se debe a la incapacidad del capitalismo para reproducirse, que no se perpetúa ni funciona si no es sobre bases ficticias cadavezmás precarias' Pretender redistribuir las plusvalías ficticias de las burbujas por el camino de la imposición precipitaría aquello que la industria financiera pretende evitar: Ia desvalorización de gigantescas masas de acti- vos financieros y la quiebra del sistemabancario' La "reestrucfuración ecológScd'no hace más que agravat la crisis del sistema. Es imposible eütar una catástrofe climá- tica si no se romPe radicalmente con los métodos y la lógica económica que desde hace ciento cincuenta años llevan a eso' si la tendencia achral se prolong4 eI PIB mundial se multipli- cará por tres o cuatro de aquÍ al año 2050' Ahorabien' según el informe del Consejo sobre el clima de la ONU,las emisiones de CO, deberán disminuir un B}%hastaesa fecha para limitar ECoLócrcA I 25 el calentamiento climático a 2o C como máximo. Más allá de 2" I las consecuencias serán irreversibles e inmanejables. El decrecimientq por 1o tanto, es un imperativo de super- vivencia. Pero supone otra economí4 otro estilo de vid4 otra civilizacióru otras relaciones sociales. En su ausencia, el des- plome sólo podría evitarse afuerza de restricciones, racio- namientos y subsidios autoritarios de recursos característicos de una economía de guerra. La salida del capitalismo, por lo tanto, ocurrird de una u otra manera, civilizada obárbara. La pregunta se plantea justamente sobre la forma que adoptaúylacaden- cia a la que se producirá esta salida. La forma bárbara ya nos es familiar. Prevé masacres y trá- ficos de seres humanos, sobre un trasfondo de hambre en numerosas regiones de África dominadas por jefes de gue- rra y por el asalto a las ruinas de la modemidad. Los tres Mad Max eranrelatos de anticipación. Ala forma cltltzadade salida del capitalismq por el con- trario, sólo se la considera muy de vez en cuando. La mención de la amenaza de la cat¡ísfoofe climática conduce generalmente a considerar la necesidad de un "cambio de mentalidad" ,pero la nafuraleza de ese cambio, sus condiciones de posibilidad y los obstáculos para superar parecen desafiar la imaginación. Vislumbrar otra economía, otras relaciones sociales, otros modos y medios de producción,y modos de vida pasa por "iruealista" , como si la sociedad de la mercancí4 del salario y del dinero fuera insuperable. En realidad, una gran canti- dad de indicios convergentes sugiere que esa superación yaha comenzado y que las posibilidades de una salida civilizada dependen, ante todo, de nuestra capacidad para distinguir las tendencias y las prácticas que anuncian su posibilidad.
  • 14. 26 I ANDRE GORZ 2. El capitalismo debe su expansión y su dominación al poder que tomó a lo largo de un siglo sobre la producción y el consumo a lavez.Al despojar enunprimer momento a los obreros de los medios de trabajo y de sus productos, se fue progresivamente asegurando el monopolio de los medios de producción y la posibilidad de subsumir el trabajo. A1 espe- cializar, dividir y mecanizar en grandes instalaciones, con- virtió a los trabajadores en apéndices de las megamáquinas del capital. Toda apropiación de los medios de producción por los productores se volvió imposible. AI eliminar de ellos el poder sobre la nafuralezay el destino de los productos, ase- guró al capital el cuasi monopolio de la oferta ypor 1o tanto, el poder de favorecer en todos los ámbitos las producciones y los consumos más rentables, así como el poder de moldear los gustos y los deseos de los consumidores y la manera en que éstos iban a satisfacer sus necesidades. ]ustamente, la revo- lución informacional empieza a resquebrajar ese poder. En r.rn primer momento, la informatización fuvo por objeto reducir los costos de producción. Para evitar que esta reduc- ción de los costos provocara una baja correspondiente en los precios de las mercancías, era necesario, a toda costa, sustraer a estas últimas de las leyes del mercado. Esta sustracción con- siste en conferir a las mercancías cualidades inannparables, gra- cias a las cuales surgensin equiaalentey, en consecuencia dejan de aparecer como simples mercancías. El valor comercial (el precio) de los productos, por 1o tantg debía depender más de sus cualidades inmateriales inmensu- rables que de su utilidad (valor de uso) sustancial. Esas cua- lidades inmateriales --el estilo, la novedad, el prestigio de la marc4 lararezao la "exdusividad"- debían conferir a los pro- ECoLÓGICA I 27 ductos un estafus comparable al de las obras de arte: estas tie- nenurtaalor intrínseco, no hay ningúnpatrón que permita esta- blecer entre ellas rnarelación de equiaalencin o "preao justo". No sory por 1o tantq verdaderas mercancías. Su precio depende de 1o escasas que sean, de la reputación del creado4 del deseo del evenfual comprador. Las cualidades inmateriales incom- parables proporcionan a la empresa productora el equivalente de un monopolio y la posibilidad de asegurarse unbeneficio por la novedad, larareza,la exclusividad. Esta renta enmas- cara/ compensa y/ a menudo, sobrecompensa la disminu- ción del valol, en el sentido económico, que la baja de los cos- tos de producción acarrea en los productos, en tanto mercancías que son enesencia intercambiables entre ellas dada su relación de equivalencia. Desde el prlnto de üsta económicg la innovación no crea valor; es eI medio de sacar de la escasez una fuente de beneficios, y obtener un sobrreprecio en detrimento de los productos competitivos. La parte del beneficio en el precio de unamercancía puede ser diez, veinte o cincuenta veces miís grande que su costo de producción, yellono sólovalepara los arfculos de lujo; tambiéry para artículos de uso corriente, como zapatillas, camisetas, teléfonos móviles, discos, jeans, etc. Ahora biery la renta no posee la misma nah;rralezaque el beneficio: no corresponde a la creación de un acrecentamiento del valo4, de una plusúalía. La renta redistribuye la masa total del valor en provecho de las empresas rentistas y en detri- mento de las demás; no aumenta esa masa'. I El valor foabajo es una idea deAdam Smitfu que veía en eltrabajo la sustancia común de todas las mercancías y pensaba que se intercambiaban en proporción de la
  • 15. 23 I ANDRÉ GORZ Cuando el aumento de Ia renta se convierte en la meta determinante de la política de las emPresas -más importante que el beneficio que, Por su parte, se topa con ellímite intemo indicado más arriba-,la competencia entre las empresas depende ante todo de su capacidad y rupidez de innova- ción. De esta capacidad depende antes que nada la medida de su renta. Por lo tanto, ellas buscan suPerarse en el lan- zamiento de nuevos productos o modelos o estilos, mediante la originalidad del design, mediante la creatividad de sus campañas de marketing o 1a "personalizaciótt" de los pro- ductos. La aceleración de la obsolescenci4 que va pareja con la disminución de la durabilidad de los productos y la posi- bilidad de repararlos, se convierte el medio decisivo para aumentar el volumen de las ventas. Obliga a las empresas a inventar continuamente necesidades y deseos nuevos/ a conferir a las mercancías un valor simbólico, sociaf erótico, a difundir una "cultura del consumo" que apunta a la indi- vidualizaci ón, la síngttlarizacióru la rivalidad, los celos, en una palabr4 1o que en otro lugar he denominado la "socia- lización antisocial". cantidad trabajo que contenían. El aalor trabaio no tiene nada que ver con lo que se entiende por ello án la actualidad y que (en Dominique Méd4 entre otros) debeía ser designado c omo trabajo oalor (valor moral, sociaf ideológico etc')' lvtarx afioo y volvió a trabajar la teoría de Adam smith. De manera extremada- mente simplificada, podríamos resumir Ia nocióneconómica devalol diciendo: una empresa c/¿a oalor enlamedida en que produce una mercancía vendible con trabajo para la remuneración del cual pone en circulación (crea distribuye) poder adquisitivo. Si su actividad no aumenta la cantidad de dinero en circulacióO no está creando valor. Si su actividad destruye empleos, está destruyendo valor. La renta de monopolio consume valor creado en otra parte y se lo apropia. Los servicios personales no crean valo1, sino que 1o redistribuyen' ECoLóctcA I 29 En este sistema, todo se opone a la autonomía de los indi- viduos, a su capacidad de reflexionar en conjunto acerca de sus fines comunes y sus necesidades comunes; a concentrarse en la mejor manera de eliminar los derroches, economizar los recursos/ elaborar en conjunto, en tanto que productores y consumidores/ una norma común de lo suficiente, de una "abundanciafntgal", tal como lo llamabaJacques Delors. Evi- dentemente,la ruptura conla tendencia a "producirmiásy con- sumir más'' y la redefinición de un modelo de üda que apunte ahacer mds y mejor an menos suponen la rupfura con una civi- lización en la que no se produce nada de 1o que se consume y no se consume nada de 1o que se produce; en la que produc- tores y corsumidores est¿in separados y en la que cada uno se opone a sí mismo en cuanto que siempre es uno y el otro al mismo tiempo; en la que todas las necesidades y todos los deseos se rebajan a la necesidad de ganar dinero y al deseo de ganar más dinero; en la que la posibilidad de autoproducción para el autoconsumo parece fuera de todo alcance y ridícula- mente atcaica, sin razón. Y, sin embargo la "dictadura sobre las necesidades" pierde fuerza. La influencia que las empresas ejercen sobre los con- sumidores se vuelve más frágil a pesar de la explosión de los gastos para el marketingy la publicidad. La tendencia a la autoproducción vuelve a ganar terreno debido al peso cre- ciente que poseen los contenidos inmateriales en la natura- lezade las mercancías. Poco a poco, el monopolio de la oferta escapa al capital. Cuando los conocimientos, ideas y conceptos empleados en la producción y en la concepción de mercancías se defi-
  • 16. 30 I ANDRÉ GORZ nían en función de máquinas y de artículos a los que se incor- poraban para un uso especÍfico, no resultaba difícil pnvaizar y monopolizar contenidos inmateriales. Máquinas y artículos podían patentarse y se protegía la posición de monopolio. La propiedad privada de conocimientos y de conceptos era posi- ble por el hecho de que éstos eran inseparables de los objetos que los materializaban. Eran un componente del capital fijo. Pero todo cambia cuando los contenidos inmateriales ya no soninseparables de los productos que los contienenni tam- poco de las personas que los poseen; cuando acceden a una existencia independiente de toda utilización particular y que, traducidos ensoftznares, son capaces de reproducirse en canti- dades ilimitadas por un costo ínfimo. Pueden, entonces, con- vertirse en un bien abundante que, por su disponibilidad ili- mitada pierde su valor de cambio y cae en el dominio público comounbien cnmún gratuito; a menos que se consiga impedirlq prohibiendo el acceso y el uso ilimitados a los que se presta. El problema con el que tropieza "la economía del cono- cimiento" proviene del hecho de que la dimensión inmaterial de la que depende la rentabilidad de las mercancías, en la era de la informática, no es de la misma naturalezaque estas últi- mas: no eslapropiedadprioada ni de las empresas ni de sus colaboradores; no 1o es en cuanto a su naturaLezaprivattza- ble, yno puede, en corsecuenci4 volverse una verdaderamer- cancía. Sólo se la puede dísfrazar como propiedad privada y mercancía reservando suuso exclusiao mediante artificios jurí- dicos o técrricos (códigos de acceso secretos). Sin embargo este disfraz nada cambia de la realidad de bien común propia del bien que se ha disfrazado de ese modo: se mantiene como una no-mercancía no vendible, q.ryo acceso y uso libres están ECoLócrcA I 3t prohibidos porque aún siguen siendo posihler, porque lo acechan las "copias 7líctfas",las "imitaciones", los usos prohibidos. El mismo supuesto propietario no puede venderlos, es decir, transferir la propiedad privada a otro, como 1o haría con una verdadera mercancía; no puede vender más que un dere- dro de acceso o de uso "bajo licencia". Así la economía del conocimiento tiene por base una riqueza que propende a ser unbien comúrL y que no hacen cambiar las patentes y copyrights que estiín parapivaüzarlo: el dominio de la gratuidad se extiende irresistiblemente. La infor- mática e hrtemet socav¿u:tlas bases del reino de Ia mercancía. Todo 1o que es traducible enlenguaje numérico y reproducible comunicable sin gastos, inexorablemente tiende a volverse un bien comúry y hasta un bien común universal cuando es accesible a todos y utilizable por todos. Con su computador4 hoy cualquiera puede reproducir contenidos inmateriales, tales como eldesign,los planos de construcción o montaje, las fór- mulas y ecuaciones químicas; inventar sus propios estilos y formas; imprimir textos, grabar discos o reproducir cuadros. M¿ís de doscientos millones de referencias son acfualmente acce- sibles bajo licencia " cymtirJe cnmm.ons" . En Brasif en que la indus- tria del disco comersñzaquince nuevosD por año, los jóve- nes de las favelas graban veinticuatro por sunanaylos difunden en la calle. Tres cuartas partes de las computadoras producidas en2004 eran autoproducidas enlas favelas conlos componen- tes de materiales de desecho. El gobierno apoya a las coope- rativas y alas agrupaciones informales de autoproducciónpara el auto-aprovisionamiento. Claudio Prado, director del depar- tamento de cultura digital del Ministerio de Cultura de Brasil, decía hace poco: "El empleo es una especie en vías de extin-
  • 17. 32 t ANDRÉ GORZ ción... Nuestra intención es saltar esta fase de mierda del siglo XX para pasar directamente del XIX al XXI". La autoproduc- ción de computadoras, por ejemplq fue apoyada oficialmente: se trata de favorecer "laapropiación de las teorologías por parte de los usuarios con un fin de transformación social" .Lapró- xima etapa será lógicamente la autoproducción de medios de producción. Volveré a ello más adelante. Lo que por el momento importa es que la principal fuerza productiva y la principal.fuerza de rentas caen progresiva- mente en el dominio público y tienden hacia la gratuidad; que la propiedad privada de los medios de producción y, por 1o tanto, el monopolio de Ia oferta se vuelven progresiva- mente imposibles; que, en consecuenci4 la influencia del capi- tal sobre el consumo cede y que este último puede tender a emanciparse de la oferta comercial. Se trata, en este caso, de una ruptura que mina las bases del capitalismo. La lucha que entablan los "softrnares propietarios" y los "softwares libres" (libre "free", es también el equivalente inglés de "gratis") ha sido el punto de partida del conflicto central de la época. Se extiende y se prolonga en la lucha contra la mercantilización de las riquezas primas:la tierra,las semillas, el genoma,los bienes culfurales, los saberes y competencias comunes/ cons- tifutivos de la cultura cotidiana y que son las condiciones pre- vias de la existencia de una sociedad. Del cariz que adopte esa lucha depende Ia forma civilizada o bárbara que tomará la salida del capitalismo. Esta salida implica necesariamente que nos emancipemos de Ia influencia que ejerce el capital sobre el consumo y de su monopolio de los medios de producción. Significa restable- ECoLÓGICA I 33 cer la unidad entre el sujeto de la producción y el sujeto del consumo !, por 1o tanto, recuperar la autonomía en Ia defi- nición de nuestras necesidades y de sus modos de satisfa- cerlas. El obstáculo insuperable que el capitalismo había eri- gido en este camino era la natttalezamisma de los medios de producción que había empleado: constituían una mega- máquina de la que todos éramos sus servidores y que nos dictaba los fines a seguir y Ia vida que debíamos llevar. Este período toca a su fin. Los medios de autoprodtcciónhigh-tech vuelven a la megamáquina industrial virtualmente obso- leta. Claudio Prado menciona "la apropiación de las tecnolo- gías" porque la clave común a todas -la informática- es apro- piable por todos. Porque, como 1o pedía Ivrán Illidu "cada uno puede utiliz¿¡|¿ sin dificultad tan a menudo o tan escasamente como lo desee [...] sin que el uso que Ie dé invada Ia libertad del prójimo de hacer otro tanto"; y porque este uso (se trata de la definición illichiana de las herramientas conviviales) "estimula larealtzación personal" y amplíala autonomía de todos. Está muy cerca de la definición que Pekka Himanen da delaÉticahacü:unmod.o de vida que pone enprimer plano "las alegrías de la amistad, del amo4, de la libre cooperación y de la creatividad personal". Las herramientashigh-tech existentes o que est¿ín desarro- llándose, generalmente comparables a periféricos de compu- tadora, apuntan hacia un fufuro en que prácticamente todo 2 Pekka Him anen, L'Éthique hacker et l'esprit de l'ére de l'information, trad. fr.: C. Leblanc, París, Exils, 2001 lLa ética del hacku y eI espíritu de la era de Ia información, Destino, Barcelona, 2002].
  • 18. 34 I ANDRÉ GORZ 1o necesario y 1o deseable podrá producirse en talleres coo- perativos o comunales; en que las actiüdades de producción podrrán combinarse con el aprendizaje y la enseñanza con la experimentación y la investigación, con la creación de nuevos gustos, perfumes y materiales, con la irn ención de nuevas for- mas y técnicas de agricultura de construccióry de medicina, etc. Los talleres comunales de autoproducción estarán inter- conectados a escala global, podrán intercambiar o compartir experiencias, invenciones, ideas, descubrimientos. El trabajo será productor de cultura y de autoproduccióry un modo de realización personal. Dos circurstancias hablan a favor de este tipo de desarrollo. La primera es que existen muchas más competencias, talentos y creatividad de los que puede sbhzarlaeconomía capitalista. Este excedente de recursos humanos no puede volverse pro- ductivo más que enuna economía en que la creación de rique- zasttoesté sometida a los criterios de rentabilidad. La segunda es que "el empleo es una especie envías de extinción". No estoy diciendo que estas transformaciones radicales tendriínlugar. Digo solamente que, por primeraYez, podemos querer que se realicen. Existen los medios, así como las perso- nas que se emplean en ello metódicamente. Es probable que los primeros en recrear los talleres de autoproducción de su favela o de su township de origen sean sudameric¿ulos o sudafricanos de suburbios desheredados de las ciudades europeas. LA ECOTOGíN POIíT¡CA ENTRE EXPERTOCRACIA Y AUTOTIMITACIÓN ADickHoward según sea cientÍfica o polític4 ra ecorogía invorucra dos enfo- ques distintos aunque interconectados. En un primer momentg pondré el acento en la diferencia más que en la interconetón de su objeto. Pues hay que evitar presentar el punto de vista político como el resultado que se impone con una ,,necesidad absoluta" alah;a del "análisis científico,,. Tampoco hay que reeditaÚ, bajo una nueva form4 er tipo de dogmatismo cienti- ficista y antipolítico que, en su versión ,,diamat,',pretendió Publicado en A ctuel Marx, n" 12, "L écologie ce matérialisme his torique,, ,pw, 1992. 1 Diamat: abrer¡iación de z ateríalismo iialécúrco. [N. del T.]
  • 19. 36 I ANDRÉ GORZ elevar, al rango de necesidades científicamente demostradas, prácticas y concepciones políticas cuyo carácter específica- mente político, por ello mismo, se encontraba negado. La ecología en tanto que ciencia, pone de manifiesto a la civilización en su interacción con el ecosistema terrestre, es decir, con 1o que constituye la base natural, el contexto no (re)producible de la actividadhumana. Adiferencia de los sis- temas industriales, elecosistema natural posee una capaci- dad autogeneradoray autorreorgatizadoraque, debido a su extrema diversidad y complejidad, le permite autorregularse y evolucionar en el sentido de la complejidad y la diversidad crecientes. Esta capacidad de autogeneración y autorreorga- rizaciónse ve perjudicada por técnicas que tienden a racio- nalrzar y a dominar la naturaleza, avolvetla previsible y cal- culable. "Nuestros estallidos tecnológicos -escribe Edgar Morin- no sólo perturban los ciclos biológicos, sino los lazos quÍmicos primarios. Como respuesta a ello, se desarrollan tec- nologías de control que destacan los efectos de esos males al tiempo que desarrollan las "au"u"'." Expertocracia Apartir de aquí, son posibles dos aproximaciones. La primer4 que se basa en el estudio científico del ecosistema, busca deter- minar científicamente las técnicas y los umbrales de conta- 2 EdgarMorin,LaViedelaaie,LeSeuil, 198Qpp.94-glLaoidadelaztida,Madrid, Cátedra,1983l. EcolócrcA r 37 minación ecológicamente soportables, es deci4, las condicio- nes y los límites dentro de los cuales el desarrollo de la tec- noesfera industrial puede continuar sin comprometer las capa- cidades autogeneradoras de la ecosfera. Esta aproximación no rompe de modo fundamental con el industrialismo y su hegemonía de la razóninstrumental. Reconoce la necesidad de limitar la depredación de los recursos naturales y de sus- tifuirla por una gestión racional alargo plazo del aire, el agua los suelos, los bosques y los océanos, lo que implica políticas de limitación de residuos, de reciclaje y de desarrollo de téc- nicas no destructivas del medio natural. Las políticas de "preservación del medio ambiente,, (lo que en inglés se llama enaironmen; el término francés ,,envi- ronnement" es un anglicismo), entonces, a diferencia de la ecología polític4 no tienden en lo más mÍnimo hacia una paci- ficación de las relaciones con la naturalezao a la "reconcilia- ción" con ella; tienden a cuidarla (en el doble sentido de cui- dado y de administración') tomando en cuenta lanecesidad. de preservar al menos sus capacidades más fundamentales de autorregeneración. De estanecesidad se deduciránlas medi- das que se imponen en beneficio de toda la humanidad, y los Estados deber¿án obligar a los responsables económicos y a los consumidores individuales a respetarlas. La debida consideración de las obligaciones ecológicas por parte de los Estados se traducirá entonces en prohibiciones, reglamentaciones administrativas, aranceles, subvenciones y 3 ]uego de palabras entre ménager, ménagement y management, sin equivalente en castellano. [N. del T..]
  • 20. 38 I ANDRÉ GORZ penalidades. Tendrá por efecto, entonces, un refuerzo de la ieterorregulación de1funcionamiento de la sociedad. Este fun- cionamiento deberá volverse más o menos "ecocompatible" independientemente delapropia intención de los actores socia- les. Ciertos "medios reguladores", tales como el poder admi- nistrativo y el sistema de precios, se encargan de canalizar los comportamientos de los consumidores y las decisiones de los inversionistas hacia una meta que no tendrián necesidad de aprobarni de comprender para realizarla. La llevatánatét- mino porque la administración habrá sabido hacer funciona- les las moüvaciones y los intereses indiüduales enüsta de un resultado que les sigue siendo ajeno. según sus partidarios,la heterorregulación fiscal y monetaria tiene la ventaja de con- ducir a la meta de la ecocompatibilidad sin que las mentali- dades, el sistema d.e valores, las motivaciones y los intereses económicos de los actores sociales deban cambiar. Por el con- trario, contando con esas motivaciones y esos intereses, mien- tras se los manipula, es como se alcanzará la meta' Su prosecu- ción implic ará asíuna extensión de 1o que Habermas ha llamado la"colorización del mundo vivido", es deciq' la uti- hzación,por parte de los gerentes del sistema de motivacio- nes individuales existentes para que produzcan resultados que no se cofrespondan con ninguna intención de los individuos. En el marco del industrialismo y de la lógica del mercado' la debida consideración de las obligaciones ecológicas se traduce así en una extensión del poder teoroburocrático. Ahora bien, esta aproximación responde a una concepción Premo- dema lpicamente antipolítica. Revoca Ia autonomía de 1o polí- tico a favor de Ia expertocracia, erigiendo al Estado y a los expertos de Estado en jueces de los contenidos del interés ECoLócrcA r 39 general y de los medios parasometer a los individuos. Lo uni- versal queda separado de lo particulal, el interés superior de la humanidad queda separado de la libertad y de la capacidad de juicio autónomo de los individuos. Ahora biery como lo ha mostrado Dick Howardn, lo político se define originariamente por su estrucfura bipolar: debe ser y no puede ser otra cosa más que la mediación pública que sin cesar se vuelve a inicia4, entre los derechos del individuo, fundados en su autonomia, y el interés de la sociedad en su conjunto, que a la vez funda y condiciona esos derechos. Toda gestión que tienda a suprimir la tensión entre esos dos polos es una negación de 1o políticoy, alavez, de la modernidad; y ello vale en particulaq, como resulta evidente, para las experto- cracias que niegan a los indiüduos la capacidad deltzgar y los someten a un poder "esclarecido", invocando el interés superior de una causa que supera su entendimiento. De allíproviene la ambigüedad del imperativo ecológico: a partir del momento en que los aparatos de poder se hacen cargo de é1, éste sirve para reforzar su dominación sobre la vida cotidiana y el medio sociaf y entra en conflicto con las aspiraciones originarias del propio movimiento ecológico en tanto que movimiento político-cultural. La divergencia irrtema de ese movimiento entre un ala tecnocrática y un ala radi- cal-democrática encuentra aquí st razónprofunda. 4 Sobre todo en el prefacio a la segunda edición d e From Mmx to Klnf, Londres, Mac- millan Press, 1992 y Nueva Yorlg St Martin, 192. Del mismo autoq, véase también el excelenteTht MarxianLegacy,Londres, Macmillan press, 1988. En el úlümo capí- tr.rlo y en eI epflo go de Adieux au prolétarint, Le Sail, l9B1 lAdiós at proletariado, Bte- nos Aires, Ed. Imago Mundi, 1989], he dado una definición parecida de lo político.
  • 21. 40 I ANDRÉ GORZ El sentido originario del movimiento El movimiento ecológico nació mucho antes que el dete- rioro del medio y de la calidad de vida plantease una cues- tión de supervivencia a lahumanidad. Nació originariamente de una protesta espontiánea contra la destrucción de la cultura de lo cotidiano por los aparatos de poder económico y admi- nistrativo. Y por "culfura de 1o cotidiano" comprendo el con- junto de saberes intuitivos, de aptitudes y destrezas verná- culas (en el sentido que Iván Illich da a ese término), de costurnbres, norrnas y conductas propias, gracias a los cuales los individuos pueden interpretal, comprender y asumir su inserción en el mundo que los rodea. La"naltalezd' queel movimiento exige que se proteja no es la Naturalezadelos naturalistas ni la de la ecología cientí- fica: es fundamentalmente el medio que parece "r'a!tnal" porque sus estrucfuras y su funcionamiento son accesibles a una comprensión infuitiva; Porque corresponde a la necesidad de expansión de las facultades sensoriales y motrices; porque su conformación familiar permite a los individuos orientarse en ella, interacfua, comunicarse "espontáneamente" en virhrd de aptifudes que ru;nca fue necesario enseñar formalmente. Por consiguiente, la "defensa de la naturaleza" debe com- prenderse originariamente como defens a de un mundo afuida, el cual se define antes que nada por el hecho de que el resultado de las actiüdades corresponde a las intenciones que las mue- ven o, didro en ohos Érminos, que los individuos sociales allí veru comprendeny dominanel cumplimiento de sus actos. Ahora bier; cuanto más compleja se vuelve una socie- dad, menos intuitivamente inteligible resulta su funciona- ECoLóctcA I 4t miento. La masa de saberes que se destina a la produccióry la administración, los intercambios, el derecho, supera por mucho las capacidades de un individuo o de un grupo. Cada uno de ellos no detenta más que un saber parciaf especiali- zado, que los aparatos, esos procedimientos organizacionales establecidos, van a coordinar y orgatizx en vista de un resul- tado que supera lo que los individuos son capaces de querer. La sociedad compleja se asemeja así a una gran maquinaria: al ser social, esunsistema cuyo funcionamiento exige indivi- duosfuncionalmente especializados, a la manera de los órganos de un flrerpo o de una máquina. Por muy complejos y doc- tos que sean, los saberes especializados en función de la exigencia sistemática del todo social ya no contienen recur- sos culturales suficientes como para permitir a los individuos orientarse en el mundo, dar sentido a 1o que hacen o com- prender el sentido de aquello en 1o que participan. El sistema invade y margina el mundo vivido, es deciq, el mundo acce- sible a la comprensión intuitiva y a la asimilación práctico- sensorial. A los individuos les quita la posibilidad de tener un mundo y de tenerlo en común. Contra las diferentes for- mas de esta expropiacióry progresivamente se ha ido orga- nizando una resistencia. Las primeras manifestaciones de lo que iba a convertirse en el movimiento ecológico'estaban dirigidas, enAmérica del Norte y luego en Europa, contra las megatecnologías que 5 Evidentemente, esta no es la única forma de protesta contra Ia destrucción del mundo vivido. Chauvinismo, racismo, xenofobia y antisemitismo son otros tantos modos de rechazar la incomprensible y amenazante complejidad de un mundo cambiante. Éstos explican la desaparición de su organización familiar por
  • 22. 42 I ANDRÉ GORZ las industrias privadas y/o las administraciones públicasbene- ficiaban despojando a los ciudadanos de su medio vital. Dicho medio estaba alterado, tecnificado, pavimentado, colonizado para corresponder a las exigencias de la megamáquina indus- trial. Ésta enajenaba lo poco que les quedaba del medio "flafrl ral" a los habitantes, los agredía con contaminación ambien- tal y, fundamentalmente, confiscaba el ámbito público en provecho de aparatos técnicos que simboli zaban Ia aiolación por parte del capital y del Estado del derecho de los indit¡iduos a determinar por ellos mismos Ia manera de üvir en conjunto, de producir y de consumir. Esta violación ha sido particularmente flagrante en el caso de la energía electronuclear: el programa de construcción de centrales se basaba en decisiones político-económicas dis- frazadas como decisiones técnicamente racionales y social- mente necesarias. Preveía un muy fuerte crecimiento de las necesidades de energía, privilegiaba las mayores concentra- ciones de las tecnologias más pesadas para hacer frente a esas necesidades, creaba flrerpos de técnicos sometidos al secreto profesional y a una disciplina cuasi militar; en una paLabra, hacía de la evaluación de las necesidades y de la manera de satisfacerlas elámbito reservado a una casta de expertos que se escudaba tras un saber superio4 pretendidamente inacce- sible para la población. Esta última quedaba bajo tutel4 en beneficio de las industrias más capitalistas y de la domina- la conspiración de fuerzas maléficas aIógenas y la comrpción de los sectores di¡i- gentes. Dicho en otros términos, explican rma realidad que se volvió irraccesible para la comprensión intuitiva a través de causas que, por su parte, son intuiti- vamente accesibles. ECoLóctcA I 43 ción reforzada del aparato del Estadou. El mismo tipo de tute- laje se opera de manera más difusa en todos los ámbitos en los que la profesionalización-la formalizaciónjuídica y la especialización que entraña- desacredita los saberes vemácu- los y destruye la capacidad de los individuos de hacerse cargo de ellos mismos. Se trata de las "profesiones inhabilitantes" (disabting professions) derttnciadas por Ivan Illich'. La resistencia a esta destrucción de la capacidad dehacerse cargo, dicho de otro modo, de la autonomía existencial de los individuos y de los grupos o comunidades, se encuentra en el origen de los componentes específicos del movimiento ecológico: redes de ayuda mufua de enfermos, movimien- tos en favor de medicinas alternativas, movimiento por el derecho al aborto, movimiento por el derecho a morir "dig- namente", movimiento en defensa de las lenguas, culfuras y "regiones", etc. La motivación profunda siempre es la de defender el "mundo vivido" contra el reino de los expertos, contra la cuantificación y la evaluación monetaria, contra la sustitución de relaciones mercantiles, de clientela, de depen- dencia a la capacidad de autonomía y de autodeterminación de los individuos En La Prophétie antinucléaire (Le Seuil 1980), Alain Toluaine et al. demostraron que, aI poner el acento en el peligro de las centrales, lo que motivaba al movi- miento no era el miedo, sino el deseo de cuestionar la omnisciencia en la que se escudaban los expertos, corriendo el riesgo de desviar el debate hacia disputas téoricas en detrimento de su trasfondo político. YéaseNémésis médicale (LeSet;ul,1975)lNémesis médica,Mér.rco,Joaquir Mortiz, '1.9761, Le Traaail fantóme (Le Seuil, 1981) lObras Reunidas Il. El trabajo fantasma, Fondo de Cultura Económica,2009)y Le Chomáge uéateur (LeSeutl,1997)lEner- gía y equitad. Desempleo umdor, Méxicq ]oaquÍn }ldofiz I Editorial Posad a, 79781.
  • 23. 44 I ANDRE GORZ Al menos en aparienci4 el movimiento era puramente "cul- hrtay' .En la medida en que los partidos políticos se preocupaban ante todo por el poder de administrar el sistema *gÚnel interés de s;¡s clientelaselectorales, el movimiento ecológico debía de pare- cerles antipolítico: este quería "cambiar la vida", sustraerla al sis- tema y a los gerentes del sistema mientras buscaba ganar sobre ellos espacios de autonomía y de experiencia de sociabilidad. Ahorabiery a partir de1972, esas demandas de apariencia cultural recibieron un fundamento objetivo gracias al informe de un grupo de científicos brikánicos, BluErint for Surciaal y, poco después, por el informe financiado por el Club de Roma Limits to Growth.l_aimposibilidad de continuar en la vía del crrecimiento de las economías industriales,la destructividad del modelo capi- talista de desarrollo y de consumo, la ruptura del vÍnculo ente "Íflás" y "mejot" hacían necesario un cambio radical de las téolicas y de las firnlidades de la producción y, por 1o tantg del modo de vida. Los redamos "culturales" del movimiento eco- lógico se encontraban de este modo objetivamente fundamen- tados por la urgente necesidad, cienfficamente demostrable, de romper con el industrialismo dominante y su religión del cre- cimiento. Por ende, el ecologismo podía volver*tm movimiento político, puesto que la defensa del mundo vivido no era sim- plemente una aspiración sectorial y local desprovista de alcance general, sino que aparecía conforme con el interés general de la humanidad y del mundo üüente ensu conjunto. Pero lo inverso no es cierto: tomar en cuenta los intereses eco- lógicos de la humanidad no adquiere necesariamenfe -como 1o hemos üsto- la form4 deseable desde el punto de vista de los individuos, de una defensa o, mejor aún, de una reconquista del mundo üvido. Por el contrario, puede adoptar la forma tecno- ECoLócrcA | 45 crática de unrefuerzo de las obligacionesy de las manipulacio- nes ejercidas por el subsistema administrativo. Resulta imposi- ble fundarla políticaenunanecesidad o enuna ciencia sinnegarle al mismo tiempo su autonomía específica y sin establecer una "necesaria" dictadura "cienfifica" , tan totalitaria cuando invoca las exigencias del ecosistema como cuando apela (como lohacía el"üarr.La(' ) a las "leyes del materialismo dialéctico". Por lo tanto, el problema que se plantea a la ecología polí- tica es el de las modalidades prácticas que permitan que indi- viduos autónomos, persiguiendo su propio fin en el seno de su mundo vivido, tengan en cuenta las exigencias del ecosis- tema por medio de su juicio personal. Es el problema del aco- plamiento retroactivo entre necesidad y normatividad q si se prefiere, de la traducción de necesidades objetivas en conduc- tas normativas coffespondientes a exigencias vividas, alaluz de las cuales se forman a su vez las necesidades objetivas. Lo que es ni más ni menos que el problema de la democracia. La autolimitación En Mar>; este problema parecía soluble en la medida en que el industrialismo debía engendrar las condiciones objetivas y la capacidad subjetiva de la autogestión generalizada. Debía desembocar en una sociedad (comunista) en que ...el hombre socializado, los productores asociados, regulen de manera racional sus intercambios con la naturaleza, los sometan al control colectivo en vez de dejarse dominar ciegamente por ellos, y lo lleven a cabo con el menor esfuerzo posible y en las
  • 24. 46 I ANDRÉ GORZ condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana' Pero también estará allí presente la necesidad. (...) El verdadero reino de la libertad (...) sólo puede florecer sobre la base del reino de la necesidadu. La necesidad, dicho en otros términos, es asumida por los productores asociados según la doble exigencia normativa del menor esfuerzo y de la mayor satisfacción en el trabajo, Por un lado, y de la gesüón racional, inteligible para todos y cada uno/ de los "intercambios con la nahualeza", por el otro. La racionalidad de la gestión consistirá a la vezenelcuidado del ecosistema y en el empleo de medios de producción que los productores asociados puedan maneja6, es decil, autogestio- narse en lugar de ser dominados Por el gigantismo y la complejidad de los medios. En el marco de la autogestión, la libertad se basará en la facultad de los "productores asociados" de arbitrar enfrela can- tidad y la calidad de kabajo que requieren diferentes medios y métodos deproducciónporunidad de producto; pero también entrela extutsión delas necesidades o delos deseos que anhelan satis- faery laimportanciadel esfuum que jtugan acEtnble desplegar.Este arblaaje,fundado sobre normas viüdas y comuneq conducirá por ejempto, atrabajar de manera más distendiday gratificante (más "acorde con la naturalezahumana") a costa de una pro- ductividad menor conducirá así alimitar las necesidades y los deseos par a poder limitm el afuerza a realimr. En la práctic4 la norma según la cual se regula el nivel del esfuerzo en función del nivel 8 KarI Marx, El capital, ljIrlro I1l, sección 7, cap. 48 - EcoLóGrcA | 47 de satisfacción buscado y, aiceaersa, el nivel de satisfacción y el esfuerzo que se acepta haceq, es la norma delo suficiente. Ahorabien, el establecimiento de urra norma de lo suficiente es incompatible -debido a la autolimitación de las necesidades y del esfuerzo admitido que ella implica- con la búsqueda de la renta m¡íxima que constifuye la esencia de Ia racionalidad y de la racionalización económicas. De hecho, la racionalidad eco- nómica nuncapudo expresarse de acuerdo consu esenciaenlas sociedades precapitalistas. Allí siempre estuvo refrenada y tra- bada(embedded, según la expresión de Karl Polanyi) por acuer- dos entre productores y comerciantes que impedían lalibre com- petencia en mercados libres. Dicha racionalidad nunca logró imponerse mientras los productores eran los dueños de los medios de producción y, en consecuenci4 tenían la libertad de determinar por ellos mismos la intensidad, la duracióny los hora- rios de su trabajo. El retroceso de la autoproducción y la expari- sión de la producción para el mercado no cambiaron nada de ello:las corporaciones o las guildas dictaban a los comerciantes precios uniformes para cada calidad, que ellas mismas definían, y prohibían severamente toda forma de competencia. Las rela- ciones entre productores y comerciantes er¿rn inmutablemente contracfuales, y los propios comerciantes se beneficiaban por el hecho de que se enconfoaban protegidos contra la competencia en el mercado libre. La norma de lo sufciente -ganNruasuficierrte para el artesano, beneficio suficiente para el comerciante- estaba tanbien arraigada en el modo de vida tradicional que era impo- sible obtener de los obreros un trabajo más intenso o más pro- longado con la promesa de una ganancia más elevada. Según Max Webe¡, el obrero "no se preguntaba:'¿cuánto puedo ganar por día si proporciono la mayor cantidad de trabajo posible?',
  • 25. 48 I ANDRE GORZ sino: '¿cómo debo trabajar para ganar los 2,5 marcos que recibía hasta ahoray que cubrenmis necesidades corrientes?"". En el primer libro de El Capital, Marx cita una vasta lite- ratura que da pruebas de la extrema dificultad que tuvieron que afrontar los patrones de las manufacturas y de las pri- meras "ffurtcasautomáticas" para obtener de su mano de obra un trabajo regula¡, a tiempo completo, día tras día y semana tras semana. Para obligarlos a ello, no alcanzaba -como 1o habíanhecho los manufactureros- con despojarlos de Lapro- piedad de los medios de producción; también hacía falta, tras haber arnrinado al artesanado, reducir la remuneración de los obreros por unidad de producto, con el objeto de obligarlos a trabajar más para obtener lo suficiente.Paraello, era necesa- rio despojarlos del daminio de los medios de producción, con el objeto de poder imponerles una organizaciónyuna división del trabajo que Ies dictarÍanla naturaTeza,lacantidad y la inten- sidad del trabajo a reahzar como si fueran obligaciones impre- sas en la propia materia. Para alcanzar este resultado, el medio por excelencia era la mecanización: susütuía los medios de producción ope- rados y manejados por los obreros por máquinas ...operadas por un autómata que se maneja a sí mismo [...] La máquina deja de presentarse bajo aquella relación que Ia volvía instrumento de trabajo del trabajador individual [...]. La acüvi- e MaxWebet, L'Éthiqueprotestanteetl'espritducapitalisme,PlorvlgSl,p.6lfLaética protestantey el espíritu del capitalism4 México, Fondo de Cultura Económica,l977 (varias ediciones).1 ECOLÓGICA I 49 dad del obrero, reducida a una pura abstracción, está determi- nada y regulada desde todo punto de üsta por el movimiento de la maquinaria [...]. La ciencia que obliga a los componentes inani- mados de la máquina a funciona¡, a través de su construccióry como un autómata que cumple su misión, no existe en la con- ciencia del obrerq pero actúa sobre él como una potencia extran- jera, como la potencia de la máquina. La apropiación del trabajo vivo a través del trabajo materializado [...], inherente al concepto de capital, se asienta en la producción que se funda en la maqui- naria como un aspecto del proceso mismo de producción'o. El trabajador individual no es "más que un accesorio üvo de esta maquinaria", srt"capacidad de trabajar desaparece por ser infinitamente pequeñ4 del mismo modo que desapa- rece efl el producto toda relación con la necesidad inmediata del productor y, por lo tanto, con el valor de uso inmedi ato",, . No se podrÍa decir mejor: el instrumento de trabajo se vol- vró asíinapropiableparael trabajador; y esta separación del tra- bajador con el producto y del trabajador con el trabajo mismo, en lo sucesivo, existe exterior a él como la exigencia muda, vertida en la organízactónmaterial, de tareas cuantificadas, predeterminadas y rigurosamente programadas, que exigen que se cumplan". 10 Karl Marx, Grundisse der Kritik du politischen ókonomie, op. cit., pp. Sg},bg9. fl lbid.,loc.cit. 12 En otra parte he mostrado que la maquinaria y la ciencia que se materialüa en ella tampoco son apropiables por el "trabajador colectivo productivo,, (Gesam- tarbeiter), el cual engloba una multiplicidad de colectivos separados y disper- sos, funcionalmente especializados, lo que vuelve prácticamente imposibles la concertación entre los colectivos y su control sobre el producto final. Ese control
  • 26. 50 I ANDRÉ GORZ Só1o sobre la base de este triple desposeimiento es posi- ble que la producción se emancipe del arbitraje de los pro- ductores directos, es deci(, que llegue a ser independiente de la relación entre las necesidades y los deseos que experi- mentan,la importancia del esfuerzo que están dispuestos a proporcionar para satisfacerlo+ y la intensidad, la duración y la calidad de ese esfuerzo. IJna vez más, este triple desposeimiento permitió la exis- tencia de especializaciones funcionales cada v ez más especí- ficas,la acumulacióny la combinación, enunmismo Proceso de producción, de una masa de saberes tecnocienfficos pro- venientes de disciplinas heterogéneas, incapaces de comu- nicarse y de coordinarse entre ellas, y cuya organizaciónpro- ductiva requería un estado mayor y una estructura piramidal cuasi militar. Sólo sobre esta base fue posible la industrializacióru es deci¡, la acumulación de capital. Só1o al separar los productores direc- tos de los medios de producción y del resultado de la produc- ción fue posible que produjeran excedentes más allá de sus necesidades y que utllizaranesos "excedentes económicos" para multiplicar los medios de producción y aumentar su poder. En efecto, suponiendo que los medios de producción indus- triales hubiesen sido desarrollados originariamente por los pro- pios productores asociadoq las empresashabrían seguido siendo manejables por ellos, nohabrían dejado de autolimitar tanto stts necesidades comolanafrxaleza y la intersidad de su trabajo. En exigiía una organüación y estados mayores que, como en los combinats deTa an$r gua RDA, reproduzcanla separaciónyel desposeimientomencionados m¿ís arriba. ECoLóctcA I 51 consecuenci4 la industriñzaciónno habría desembocado en concentraciones cuya dimensión y complejidad se sustraían del poder de arbitraje de los productores. El ,,desarrollo econó- mico" no habría podido superar cierto umbraf la competencia habría estado contenida y la norma de lo suficiente habrÍa seguido regulando los "intercambios con lanahxaleza,'. Aleliminar el poder de los productores directos eny sobre Ia producción, el capital pudo finalmente emancipar la pro- ducción respecto de las necesidades experimentadas y selec- cionar o crear necesidades, asÍ como la manera de satisfacerlas, en función del criterio de la mayor rentabilidad. Asi la pro- ducción se volvió, ante todo, unmedio del capital p¿ua crecer; está al servicio de las "necesidades" del capital, y sólo en la medida en que el capital necesita consumidores para sus pro- ductos la producción está también al servicio de las necesida- des humanas. Esas necesidades, no obstante, ya no son nece- sidades o deseos "nafuraled', experimentados espontiáneamente; son necesidades o deseos producidos en función de las necesi- dades de rentabilidad del capital. El capital se sirve de las nece- sidades a las que obedece conmiras a su propio crecimiento que demanda a cambig el oecimiento delasnecesidades. Elmodelo de consumo del capitalismo desarrollado es asíresultado de la exigencia propia del capital de crear la mayor cantidad posi- ble de necesidadesy de satisfacerlas por medio del mayorflujo posible de mercancías. La búsqueda de la eficacia máxima en la valoración del capital exige asíIa ineficacia máxima en la coberfura de las necesidades: el máximo derroche. Esta autonomización de la producción habría sido mucho más difícil si los trabajadores hubiesen podido adecuar su jor- nada de trabajo al ingreso que estimaban necesario. A medida
  • 27. 52 I ANDRÉ GORZ que la productividad y los salarios se elevaban, una fracción creciente de Ia población activa habría elegido, o podido ele- gSr, trabajar menos y autolimitar el aumento de su consumo' Esta tendencia de hedro, se reafirmó durante el apogeo del anarcosindicalismobajo la forma de trabajo intermitente o de la semana de tres a cuatro días practicada en la metalurgia parisina, entre otros, por los "sublimes simples" y los "ver- daderos sublimes" de los que habla Poulot". Contra esta rea- parición de una autolimitación según la norma de 1o suficiente, una reglamentación estricta de las condiciones de contrata- ción se introdujo en Inglaterra en 1910: reservaba los contra- tos a hombres y mujeres que se comprometier¿ul a trabaiar a jornada completa. Al hacer de la jomada completa la condi- ción del empleo, el capital no sólo se aseguraba la dominación sobre la mano de obra la previsión de la rentabilidad y del costo del trabajo;además extendía su dominio sobre el modo de vida de los trabajadores. No dejaba espacio, en sus vida» más que para el trabajo funcional y remunerado al servicio del capital, por un lado, y para el consumo al servicio del capi- taf por el otro. El individuo social debía definirse como tra- bajador-consumidol, como "cliente" del capitaf en tanto que dependía alavezdel salario percibido y de las mercancías adquiridas. No debía producir nada de lo que consumía, ni consumir nada de 1o que producí4 ni debía tener algrrna exis- tencia social o pública fuera de la que estaba mediada por el 13 véase Denis PouTot, Le Sublime, ou le traoailleur mmme il est m 1870 et ce qu'il peut étre,LaDécottverte, París, 1980. Véase también el excelente estudio de Christian Topalov, ,,Invention du chomage et politiques sociales au début du siécle", L¿s Temps modunes, n' 496'497 , ¡oviembre - diciembrc de 1987 ' ECoLÓGICA I 53 capital: el tiempo del no-trabajo debía permanecer como el tiempo de la existencíaprhtada, de la diversióru del descansq de la vacación. Ante la demanda de reducir la duración del trabajo,la patronal siempre opuso la más áspera de las resis- tencias. Prefirió acordar licencias pagas más largas. pues las vacaciones sory por excelencia, una interrupción programada de la vida activa, tiempo de puro consumo, que no se integra en la üda de todos los días, no la enriquece con nuevas dimen- siones, no le confiere una autonomía acrecentada ni otro con- tenido que eI del rol profesional. [a autolimitacién como proyecto socaal En las sociedades industriales complejas, es imposible obte- ner una reestructuración eco-compatible de la producción y del consumo simplemente otorgándoles a los trabajadores el derecho a autolimitar su esfuerzo. Dic-ho en otros términos, la posibilidad de elegir su tiempo de trabajo, el derecho aI "tiempo elegido". Ninguna conelación eoidente extste, en efecto, entre el volumen de la producción y el tiempo de trabajo. En la medida en que la automatización suprimió esta correlación al permitir producir cadavezmásriquezas con cada vez menos trabajo, "eltrabqo deja de ser la medida de la riqueza y el tiempo de trabajo la medida del trabajo" (Marx). Además, la disminución del volumen de trabajo necesario no beneficia al conjunto de la población activa potencial ni aporta una em¿u1- cipación o una esperanza de autonomía creciente ni a los trabajadores activos ni a los desocupados. Finalmente, no existe ninguna norma comúnmente aceptada de 1o suficiente que
  • 28. 54 I ANDRÉ GORZ pudiera servir como referencia para la autolimitación. Y sin embargo, esta sigue siendo Ia única vía no autoritaria demo- cráfica,hacia una civilización industrial ecocompatible. La diticultad que encontramos aquíno es, sinembatgq abso lutamente insuperable. Significa esencialmente que el capita- lismoha abolido todolo que, enlakadicióru enelmodo de vidE enla civilizacióncotidiana, podía servir de andajeparauna norrna común de 1o suficierrte; y que al mismo tiempo ha abolido la pers- pectiva que la altemativa de trabajar y consumir menos puede dar acceso aunaüdamejory más libre. Lo queha sido abolidg sin embargo no es imposible de reestablecer. Só1o que este res- tablecimiento no puede fundarse enuna tradiciónni en correla- ciones existentes: debe instituirse; incumbe a lo políticq miís pre cisamente a lo ecopolítico y al proyecto ecosocial. El sentido fundamental de urn política ecosociaf tal como ha sido largamente debatida por los Verdes ale*rnes" y "r.o- peos durante los años ochenta y tal como emerge hoy en la lcología política francesa'u, es restablecer políticamente la corre- lación entre menos trabajo y menos consttttto, por unaparte, mds autonomía y mtís seguridnd existmciales, por la otra, para cada hom- 14 Sólo citafé aquí cuatro trabajos que contienen una bibliografía extensa: Michael Opielka (dir.), Die Ókosoziale Erage, Francfort del Meno, Fischer Altemativ 1985; |oseph Hubel Die Regenbogen Gesetlschaft. Ókologfu und Socinlpolitik,Flsdtet Alter- nativ 1985; Michael Opielka, Georg Vobruba (dfu.), Das garantíerte Grundeinkom- men,Fisdter Alternativ 1986; Michael Opielka, Llona Ostner (dir.), Umbau des Sozialstaats, Es*n, Klartext, 1987. Ú VéaseespecialmenteL¿sV¿rtsetl'économie,Centilly, 1992(documentodelosVer- des) así como el peníücn Transoersales Science Culture y las obras de Guy Aznar: Non aux loisirs non d la retraite, Galilée, 1978; Tous it mi-temps, ou le sunario bleu, Le Seuil, 1981; Lekaaail, c'est fini. Aptein toute laoie,Belfond, 1990. ECOLÓGICA I 55 bre y para cada mujer. Se trata, en otras palabras, de garanti- zar institucionalmente a los individuos que una reducción general de la jornada de trabajo les ofrecerá todas las venta- jas de que se podía gozar antiguamente: una üda más libre, más distendida y más rica. La autolimitación se desplaza así del terreno de la elección individual al terreno del proyecto social. A falta de anclaje tradicional, la norma de lo sufi- ciente tiene que ser definida pokticamente. Sin entrar aquí en el detalle de cuestiones que he dis- cutido en otra parte, quiero solamente recordar que Ia polí- tica ecosocial consiste principalmente en garanti zar :ut ingreso suficiente, independiente de la jornada de trabajo (la cual no puede sino decrecer) y eventualmente del tra- bajo mismo; en distribuir el trabajo socialmente necesario, de manera que todo el mundo pueda trabqar, y fiabajar a lavez mejor y menos; en crear espacios de autonomía en los que los individuos puedan emplear el tiempo libre de tra- bajo en actividades de su eleccióry entre las que se han de incluir autoproducciones de bienes y servicios que reduci- rán su dependencia del mercado y de las prestaciones profesionales o administrativas, y que permitirán recons- truir un tejido de solidaridades y de sociabilidad vividas, hecho a partir de redes de ayuda mutua, de intercambios de servicios, de cooperativas informales. La liberación del tiempo, la liberación del trabajo heterónomo, funcional- mente especializado, deben concebirse como una política de conjunto que también exige volver a pensar la arqui- tectura y el urbanismo, los equipamientos y los servicios públicos, las relaciones ciudad-campo, de manera de des-
  • 29. T 56 I ANDRÉ GORZ trabar las esferas de vida y de actividad, para favorecer los intercambios autoorganizados". La ecología polÍtica hace así cambios ecológicamente nece- sarios enla manera de producir y consumir para incentivar cambios normativamente deseabl¿s en el modo de vida y las relaciones sociales. La defensa del medio de uida en sentido ecológico y la reconstitución de un mundo aioido se condicio- nan y se sostienen uno al otro. Uno y otro exigen que la vida y el medio de vida se sustraigan a la dominación de 1o eco- nómico, que crezcan las esferas de actividad en las que la racionalidad económica no se aplica. Esta exigenci4 en verdad, es tan antigua como la civilización. Desde el ricardiano anó- nimo, cuyo panfleto fechado en 1821 le gustaba citar a Mar>; hasta Keynes y Leontieff los grandes teóricos de la economÍa modema han hecho det tiempo disponible (del disposable time) para las actividades "que valen por ellas mismas como su propio hn" (die sich als Selbstzrnetck gilt, segÚnla expresión de Marx en las Grundisse) "la verdadera medida delariqteza" - Lo que equivale a decir: la actividad económica no tiene sen- tido más que cuando está al servicio de otra cosa que no es ella misma. Es que la economía es por excelencia una forma de la " tazóttcognitiva-instrumental", es deci4 una ciencia del cálculo y de la eficacia de los medios y de la elección de los medios más para obrar en miras a un fin. Es inaplicable a los fines que no son distintos de los medios empleados y no puede por ella misma determinar los fines area:lizar. Cuando 16 Véase al respecto Nordal Akermao "Can Sweden be Shrunk?", Deoelopment Dialogue, n" 2,1979. ECoLóctcA I 57 no se le prescribe ningún fin, elige los fines para los que dis- pone de medios m¿ís eficaces: tomará como meta el crecimiento de la esfera en la que su racionalidad puede desplegarse y tenderá a someterle todas las demás esferas, incluidas la vida y las bases naturales de la vida. Esta dominación de Ia racionalidad económica sobre todas las demás formas de racionalidad es la esencia del capitalismo. Librado a sí mismo, acabaría en la extinción de la vida y, por 1o tantq de símismo. Si debe tener algún sentido, no puede ser sino el de crear las condiciones de su propia supresión.
  • 30. 3 LA IDEOLOcíR socIRL DEL cOcHE El vicio profundo de los coches es que con ellos sucede lo mismo que con los castillos o con los chalets en la playa: son bienes de lujo inventados para el placer exdusivo de la minoría de los más ricos; y nada, ni en su concepción ni en su natu- raleza, estaba destinado para el pueblo. A diferencia de la aspi- radora, el aparato de teléfono o la bicicleta, que siguen con- servando su valor de uso cuando todo el mundo dispone ya de ellos, el coche, al igual que el chalet en la playa sólo es de interés y ofrece ventajas cuando la masa no dispone de ellos. Y ello se debe a 9ue, tanto por su concepción como por su des- Publicado en E cologíe et politique, Gatilée, 1975.
  • 31. ? 60 I ANDRÉ GORZ tino original, el auto es un bien de lujo. Y el lujo, por definicióru no se puede democratizar: si todo el mundo accede a un lujo entonces ya nadie saca provecho; por el contrario: todo eI mundo arrolla, frustra y despoja a los demás, al tiempo que es arrollado, frustrado y despojado por ellos. La cuestión se admite conbastante facilidad cuando se trata de los chalets en la playa: hasta ahora, ningún demagogo se atrevió a decir que democratizar el derecho a las vacaciones consiste en aplicar el principio: un chalet con playa prioada para cadnfamiliafrancesa.Paratodos resulta evidente que si cada una de los 13 o 14 millones de familias existentes en Francia debiera disponer aunque fuera nada más que de 10 metros de costa, para que todo el mundo quedara satisfecho, ¡se necesitarían 140.000 kilómetros de playa!Atribuirle a cada persona su porción equivale a parcelar las playas en franjas tan diminutas --o a estrechar tanto los chalets entre sí- que su valor de uso se vuelve nulo y desaparecen sus posibles ventajas frente a un complejo hotelenc. En una palabr4 la democratización del acceso alaplayano admite más que una solución: la solución colec- tivista. Y esta solución pasa forzosamente por la guerra con- tra ese lujo que conforman las playas privadas, un privilegio que una pequeña minoría se affoga a expensas de todos. Ahora biery ¿por qué no se admite con la misma faciháad respecto de los transportes Io que resulta perfectamente evi- dente para las playas? ¿Acaso un auto no ocupa un espacio que escasea como el de un chalet con playa? ¿No expolia a los demás usuarios de las calles (peatones, ciclistas, usuarios del tranvía o del autobús)? ¿No pierde todo su valor de uso cuando todo el mundo sttlizael suyo? Y sin embargo abundan los dema- gogos que afirmanque cadafamiliaüene derecho aporlo menos ECoLóGrcA | 6l un coche, y que el "Estado" debe actuar para que cada cual pueda estacionar o conducir a su antojo en la ciudad, o bien irse los fines de semana o en vacaciones a 150 kilómetros por hora por las rtftas al mismo tiempo que todos los demás. La monstruosidad de esta demagogia salta a la üsta y, sin embargo, a la izquierda le complace recurrir a ella. ¿Por qué se sigue considerando el coche como una vaca sagrada? ¿Por qué, a diferencia de otros bienes "privativos", no se 1o reco- noce como un lujo antisocial? La respuesta ha de buscarse en los siguientes dos aspectos del automovilismo: 1. El automovilismo de masas materializa un triun{o abso- luto de la ideología burguesa en el campo de la práctica coti- diana: fundamentay cultivaen cada cualla creenciailusoria de que cada individuo puede prevalecer y sacar ventaj a a expensas de todas las demds. El egoísmo agresivo y auel del conductor que, a cada instante, asesina simbólicamente "a los otros", a los que sólo percibe como molestias materiales y obstáculos para su propia velocidad, este egoísmo agresivo y competitivo repre- senta eladvenimiento, gracias aI automovilismo cotidiano, de un comportamiento uniaersalmente burgués (" Con gente así, nunca sepodrd construir el socialismo" , me decía un amigo de Alemania del Este, constemado ante el espectáculo del tr¿ínsito parisino). 2. El automóvil presenta el ejemplo contradictorio de un o§eto de lujo quehaquedado desvalorizado por su propia difu- sión. Pero esta devaluación práctica no ha acarreado todavía su devaluación ideológica: el mito del placer y de la ventaja del coche persiste incluso cuando se demuestre la aplastante supe- rioridad de los transportes públicos, si se generalizaran. La per-
  • 32. l 62 I ANDRÉ GORZ sistencia de este mito se explica con facilidad: la generalización del automovilismo individual ha suplantado los transportes colectivos, ha modificado el urbanismo y el hábitat y ha trans- ferido al auto las funciones que su propia difusión volvieron necesarias. Se necesitará una revolución ideológica ("culfural') para romper este cÍrculo ücioso. Evidentemente, no cabe espe- rarla de la clase dominante (de derecha o de "izquierda"). Veamos ahora estos dos puntos más de cerca. Cuando se inventó el coche tenía la finalidad de proflrrar a unos cuantos burgueses muy ricos un privilegio por completo inédito: el de circular mucho más rápido que todos los demás. Hasta entonces, nadie había soñado aún con algo asi fuera uno rico o pobre, la velocidad de las diligencias era üsiblemente la misma; la calesa del señor no iba mucho más rápido que la carreta del campesino, y los trenes llevaban a todo el mundo a la misma velocidad (empezaron a adoptar velocidades dife- renciadas a partir de la competencia con el auto y el avión). Por 1o tanto, hasta el cambio del último siglo, no existía una velo- cidad de desplazamiento para la elite y otra para el pueblo. El automóvil iba a cambiar eso: por primerave4 extendía las dife- rencias de clase a la velocidad y al medio de transporte. En un principio, este medio de transporte era a tal punto diferente de los medios ordinarios que pareció algo inaccesi- ble para las masas, No existía nada en común entre el auto- móvil y el resto: la carreta, el tren, la bicicleta o el ómnibus a tracción animal. Seres excepcionales se paseaban a bordo de un vehículo autotraccionadg que pesaba más de una tonelada y cuyos órganos meciínicog de una complicación extrema, eran tanto más misteriosos cuanto que permanecían ocultos a las ECoLócrcA I 63 miradas. Pues también había otro aspecto, que pesó fuerte- mente en el mito del automóvil: por primera vez, hombres cabalgaban vehículos indiüduales, cuyos mecanismos de fun- cionamiento les eran totalmente desconocidos y cuyo mante- nimiento y hasta alimentación debían confiar a especialistas. Paradoja del coche automóvil: en apariencia, confería a sus propietarios una independencia ilimitad4 que les permi- tía desplazarse a cualquier hora y por itinerarios elegidos a su antojo, a una velocidad igual o superior a la del tren. Pero, en realidad, esta aparente autonomía tiene como reverso una dependencia radical: a diferencia del caballerg del carretero o del cidist4 el automovilista iba a depende4 tanto para la ali- mentación energética como para reparar Ia más mínima avería, de comerciantes y especialistas en carburacióry lubri- caciór¡ instalación eléctrica y en eI recambio de piezas estiín- dares. A diferencia de todos los anteriores propietarios de medios de locomocióry el automovilista iba a establecer una relación de usuaria y mnsumidor -y no de poseedor y amo- con el vehículo del que era formalmente propietario. Este vehículo, dicho en otros términos, iba a obligarlo a consumir y a utili- zar rtfla gran cantidad de servicios mercantiles y de produc- tos industriales que sólo podrían proporcionarle terceras per- sonas. La aparente autonomía del propietario de un automóvil encubría su radical dependencia. Los magnates del petróleo fueron los primeros en perca- tarse del provecho que podía sacarse de una difusión del auto- móvil a gran escala: si el pueblo era inducido a andar en un automóvil a moto4 le podrían vender la energía necesaria para su propulsión. Por primera vez en la histori4 los hombres se volverían dependientes de una fuente de energra mercantili-
  • 33. r 64 I ANDRÉ GORZ zada para moverse. Los dientes de la industria petrolífera serían tantos como los automovilistas; además, como habría tantos automovilistas como familias, el pueblo entero se volvería diente de los magnates del petróleo. La sifuación con que sueña todo capitalista iba a hacerse realidad: todas las personas iban a depende4 para sus necesidades cotidianas, de una mercan- cía cuyo monopolio detendría una sola induskia. Só1o quedaba incitar al pueblo a andar en auto. En gene- ral, suele creerse que éste no se hizo rogar: bastaba con bajar 1o suficiente el precio de los autos mediante la fabricación en serie y el montaje en cadena; la gente se lanzaría a comPrar- los. Desde luego que se lanzó, y sin darse cuenta de que la estaban manejando como a un títere. En efecto, ¿qué le pro- metía la industria automotriz? Puray simplemente esto: "De ahora en mtís, usted también tendrd el priailegio de andar, como los señores y los burgueses, mds rdpido que los demds. En la socie- dad del automóail, el prhtilegio de la elite estd a su alcance" . La gente se precipitó hacia los autos, y hasta los mismos obreros fuvieron acceso a ellos, momento en que los automo- vilistas comprendieron que les habían tomado eI pelo. Se les había prometido un privilegio de burgués; se habían endeu- dado con tal de acceder a él y he aquí que advertían que todo elmundo accedía a dichoprivilegio almismo tiempo que ellos. ¿Pero qué privilegio es aquel al que todo el mundo accede? Es un fraude gigantesco. O peor todaví4 es uno contra todos. Es la parálisis general debido a una agarrada general. Puesto que cuando todo el mundo pretende andar a la velocidad pri- vilegiada de los burgueses, el resultado es que ya rlaüe avarua, que la velocidad de circulación urbana --en Boston como en París, en Roma o Londres- cae por debajo de la del ómnibus a traccióry y que la velocidad media en carreteras de salida durante los fines de semana es inferior a la de un ciclista. Y no hay nada que hacer: se probaron todos los remedios y, afin de cuentas, todos terminan agravando el mal. por mucho que se multipliquen las vías radiales o las circunvala- ciones, las transversales aéreas, las autopistas de dieciséis carri- les y con peaje el resultado es siempre el mismo: cuantas más vías de servicio se crean, más autos afluyen a ellos y más para- lizante se toma la congestión de la circulación urbana. Mien- tras siga habiendo ciudades, el problema quedará sin solu- ción: por muy ancha y rápidaque sea una vía de ingreso, la velocidad a Ia que los vehículos la dejan para entrar en la ciu- dad no puede ser superior a la velocidad a la que circulan en el interior de la red urbana. Mientras la velocidad media en parís siga siendo de 10 a 20 kilómetros por hor4 según las horas, no será posible dejar las circunvalaciones y autopistas que comunican con la ciudad a más de 10 o 20 kilómetros por hora. E incluso se saldrá de ellas a velocidades aún menores toda vez que se encuentren safurados los accesos, y esa disminu_ ción de la velocidad se prolongaráporvaias decenas de kiló- metros si hay safuración en la ruta de acceso. Lo mismo vale para toda la ciudad. Es imposible circu- lar a más de 20 kilómetros por hora en promedio en el labe- rinto de calles, avenidas ybulevares entrecruzados que, hasta ahora, eran 1o característico de las ciudades. Toda inyección de vehículos más rápidos perhrrba la circulación urbana, pro- vocando obstrucciones y, finalmente, la parálisis. Si el auto tiene que prevalecer a toda costa, queda una solución: suprimir las ciudades, es decir, extenderlas a lo largo de cientos de kilómetros, al borde de carreteras monu- ECoLócrcA r 65
  • 34. 7 66 I ANDRÉ GORZ mentales, de suburbios de autopista. Es 1o que se hizo en Estados Unidos. Iván Illich' resume los resultados de esto con cifras impactantes: Elnorteamericano tipo dedicamás de mil quinientashoras al año (o sea, treinta horas a la semana, o incluso cuatro horas al dÍa, domingos inclusive) a su coche; esto incluye las horas que Pasa al volante, en marcha o parado; las horas de trabajo necesarias para pagar la gasolina, las ruedas, los peajes, el seguro, las mul- tas y los impuestos... Este americano precisa mil quinientas horas para recorrer (al año) 10.000 km. Seis kilómetros le llevan una hora. En los países desprovistos de industria del transporte, la gente se desplaza a la misma velocidad yendo a pie, con Ia ven- taja suplementaria de que pueden trasladarse a donde les da la g¿ma y no sólo a lo largo de vÍas asfaltadas. Según [lich, es cierto que en los Países no industrializados los transportes sólo absorben entre el 3% y eI8% del tiempo social (1o que seguramente corresPonde a un Promedio de 2 a 6 horas por semana). Illich sugiere la siguiente conclusión: el hombre a pie recorre igual cantidad de kilómetros en una hora dedicada al transporte como el hombre a motof, pero inüerte en sus desplazamientos entre cinco y diez veces menos tiempo que este último. Moraleja: cuanto más difunde una sociedad verhículos rápidos, m¡ás üemPo -superado cierto umbral- emplea y pierde la gente para desplazarse. Es matemático. 1VéaselviínIl/ndr,Énergieetéquité,LeSeuiT,lgS5lObrasReunidasl,FondodeCtl]- tura Económica,20061. ¿Larazón? Pero acabamos de verla hace un instante: las aglomeraciones humanas estallaron en interminables subur- bios de autopist4 pues era el único medio para evitar la con- gestión de los centros habitacionales. pero esta solución tiene un reverso evidente: al final la gente só10 puede circular a gusto a condición de estar lejos de todo. para darle lugar al auto se multiplicaron las distancias: se vive lejos del lugar de tuabajo,Iejos de la escuela,lejos del supermercado; esto último exigirá un segundo coche para que,,el ama de casa,, pueda hacer las compras y llevar a los niños a la escuera. ¿salidas? Están fuera de cuestión. ¿Amigos? Est¿án los vecinos... y con suerte. Afin de cuentas, el auto acaba haciendo perder más tiempo del que ahorra y crea más distancias de las que per_ mite vencer. Naturalmente, existe la posibitidad de que vayas al trabajo a 100 kilómetros porhora; pero es porque vives a 50 kilómetros de distancia detujob y aceptas perder media hora para cubrir los 10 últimos kilómetros. Balance: ,,La gente tra_ baja una buena parte de la jornada para pagar los desplazamientos que necesita realizar para ir al trabajo,,(Ivan Illich). Puede que tú repliques: ,,De este modo, al menos nos esca_ pamos del infierno de la ciudad, una uez terminada la jornada laboral" . A eso hemos llegado, he aquí la confesión .,,La ci:u_ dad" es sentida como "el infiemo,,,y sólo se piensa en esca_ parse de ella o en irse a vivir a la provincia, mientras que, por generaciones,la gran ciudad, objeto de asombro, era el único lugar en el que valía la pena üvir. ¿A qué se debió este cam_ bio? Auna solaraz(tn:el auto volvió inhabitable la gran ciu_ dad. La volvió hediond4 ruidos4 asfixiante, polvorient4 atas- cada, al punto que la gente ya no tiene ningún interés en salir de noche. Entonces, como los coches mataron a la ciudad, se ECoLóctcA I 67