1. México: un patrimonio plural
México es uno de los mejores ejemplos de la complejidad de estos procesos y de la paulatina
formación y transformación de la idea de patrimonio cultural. Sobre su territorio se han
sucedido, encontrado o fusionado los más diversos grupos étnicos, dueños de particulares y
heterogéneas culturas. La idea de que en México se inicia el mestizaje a partir de la llegada de
los españoles ha sido abandonada hace mucho tiempo.
Étnica y culturalmente, México ha sido siempre escenario del mestizaje, de la fusión de
pueblos y culturas, a través de los más diversos y complejos procesos, en cuyas condiciones
no se reconoce siempre el libre y natural intercambio o comercio cultural, sino también las
superposiciones, las oposiciones y las sustituciones de las formas culturales.
Por ello, si bien cada pueblo ha generado actitudes propias y formas en las que se reconocen
maneras de entender o valorar lo que podría considerarse su patrimonio cultural, el concepto
de éste como sistema de vasos comunicantes entre los grupos y comunidades que en un
sentido más amplio constituye un pueblo -como factor de integración de sectores y estratos
diversos, como suma, en consecuencia, de elementos y formas heterogéneos- tiene sus
orígenes en el surgimiento mismo de nuestro Estado nacional.
No es casual que haya sido el más temprano ideario de nuestro movimiento
delndependencia el que, partiendo del reconocimiento de la diversidad de la nación, se
propusiera construir un Estado capaz de aglutinar a todos los individuos y grupos en términos
de equidad, no suprimiendo sus diferencias, sino afirmando la pertenencia de todos a una
misma condición, la de ciudadanos mexicanos, por el solo hecho de haber nacido en esta
tierra, más allá de toda particularidad étnica, cultural y social.
Al mismo tiempo que se rechazaban las distinciones étnicas en la prescripción de derechos y
obligaciones, se afirmaba la pluralidad como una característica intrínseca de nuestra sociedad,
más allá de todo juicio o adjetivo. Ello implicó una gradual asunción, que se prolonga hasta
nuestros días, de los patrimonios y las formas culturales de los grupos como mexicanos.
Así, la idea de patrimonio cultural tal como hoy la entendemos, como la suma del legado
cultural de todas las épocas y todos los grupos étnicos que han habitado nuestro territorio,
remonta sus orígenes a nuestro siglo XIX. Es cierto que ya desde los primeros años de
la Colonia hubo, junto al desarrollo de la cultura hispánica trasplantada a nuestro suelo,
fusiones con la cultura indígena e intentos de valorarla o preservarla, pero la noción de que las
diversas formas culturales desarrolladas en México se identifican en términos de valor e
importancia en cuanto emanaciones genuinas de los múltiples y heterogéneos grupos que en
el país han coexistido, es relativamente reciente, y parte del inicio de la construcción del
Estado nacional en el siglo XIX.
De este modo, la historia del concepto de patrimonio cultural refleja, entre nosotros, un
paulatino ensanchamiento tanto respecto de los géneros y las formas culturales que
comprende, como de sus expresiones en diversos grupos étnicos o sociales, al igual que
paulatinos han sido la propia integración social de esos grupos en nuestra sociedad y el
reconocimiento social y jurídico de términos equitativos en esa integración.
De ahí que hasta fechas muy recientes haya seguido siendo necesario introducir reformas y
declaraciones explícitas a nuestro marco jurídico, como la que significó, en el caso del artículo
40. constitucional, el reconocimiento de México como país multiétnico y pluricultural y la
obligación de la ley de promover el desarrollo de las lenguas, culturas, usos, costumbres,
recursos y formas específicas de organización de los pueblos indígenas.
2. Esta reforma constitucional indirectamente consagra una conciencia de nuestro patrimonio
cultural que es el resultado de complejos procesos a lo largo de cinco siglos, y que tuvo sus
mayores impulsos en dos momentos determinantes: el movimiento de Independencia y
la Revolución de 1910. Estos dos movimientos políticos y sociales conllevaron, entre otras
cosas, una introspección profunda del país, una mirada hacia su interior, una conciencia de
identidad y una redefinición del proyecto nacional.
En ambos casos, la nación cobró conciencia de su pluralidad histórica y de la necesidad de
fincar su unidad en la diversidad. Este autorreconocimiento fue dando forma a la conciencia de
nuestra cultura no como una cultura homogénea sino como una cultura de culturas,
sustentada en el sincretismo, en la convivencia y en el influjo recíproco de tradiciones
diversas.
Concepción jurídica del patrimonio cultural
La conciencia de la pluralidad de nuestra cultura es la base de nuestra concepción del
patrimonio cultural, plasmada en la definición y el uso social del patrimonio y reflejada en la
legislación vigente consagrada a su protección y cuidado. Nuestra Ley Federal sobre
Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972 está basada en una
definición cronológica de los bienes pertenecientes a nuestro patrimonio, que comprende las
épocas prehispánica (monumentos arqueológicos: bienes muebles e inmuebles producidos
por las culturas anteriores al establecimiento de la hispánica, así como los restos humanos, de
flora y de fauna relacionados con ellas), colonial y decimonónica (monumentos históricos:
inmuebles construidos en los siglos XVI al XIX, así como documentos y expedientes,
documentos originales manuscritos y colecciones científicas y técnicas del mismo periodo)
y del siglo xx (monumentos artísticos: bienes muebles e inmuebles con valor estético
relevante pertenecientes a este siglo).