San Josemaría tuvo una profunda experiencia de oración en 1931 en la que entendió que los hijos de Dios no tienen nada que temer, a pesar de los tiempos de miedo y persecución para la Iglesia. Más tarde explicó que durante esa oración escuchó las palabras "tú eres mi hijo", comprendiendo entonces que tener la cruz es identificarse con Cristo y, por lo tanto, ser hijo de Dios.