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DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA
TRABAJO DE GRADO
RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:
LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN
por
Sócrates José Ramírez Briceño
Julio, 2013
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DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA
RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:
LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN
Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por
Sócrates José Ramírez Briceño
como requisito parcial para optar al grado de:
Magíster en Ciencia Política
Con la asesoría de la Profesora
Carolina Guerrero
Julio, 2013
iii
DEDICATORIA
À Sharly,
par tellement de choses.
iv
AGRADECIMIENTOS
Esta investigación no hubiese sido posible sin la convergencia del ánimo y solidaridad de
muchas instituciones, amigos y afectos.
A la Universidad de Los Andes, mi Alma Mater.
A la Universidad Simón Bolívar por haber asumido el financiamiento de mi formación en este
programa de Maestría.
A la profesora Carolina Guerrero agradezco el honor de haberme recibido en sus seminarios,
fundamentales en mi formación dentro de este programa, por haber asumido con gentileza la
dirección de esta investigación, por haberla leído al detalle y por sus siempre oportunas
sugerencias. Gracias por su estímulo.
A la Fundación Rómulo Betancourt por haber permitido mi acceso a su archivo, brindándome
la grandiosa oportunidad de leer los papeles de Betancourt, atendiendo siempre mis
requerimientos durante seis meses de trabajo. Mi reconocimiento a la colaboración de su
personal: Virginia Betancourt Valverde, Iván Castro, Pastor Torrealba, Belkina Gamboa y
Judith Hamilton. Especialísimo reconocimiento hago a la investigadora Mirela Quero por cuya
intermediación se logró el ingreso al archivo, asumiendo ella la asesoría en mi búsqueda
documental. Inestimables han sido todas sus recomendaciones, precisiones en detalles
históricos y colaboración logística.
A la Fundación Manuel García Pelayo por su oportuna contribución bibliográfica.
A los profesores Pasqualina Curcio, Miguel Ángel Martínez, Luis Buttó y Fernando Falcón
por su colaboración en la moldura metodológica de este trabajo y por las valiosas
recomendaciones bibliográficas.
v
A Sharly Ramírez, mi auxilio lingüístico, por su inquisidora lectura, su implacable crítica y su
atención siempre presente en mis pesquisas y avances.
A Ezzat Chelhod, porque su mesa siempre estuvo a mi alcance para llenarla de libros y
papeles. Agradezco enormemente su apoyo a lo largo de este camino y su ánimo siempre
dispuesto a atenuar las contingencias del esfuerzo. Invaluable su colaboración en la discusión
sobre los aspectos jurídicos ligados a los problemas abordados y por su inquisición en el
rescate de leyes y decretos del período estudiado.
A mis padres, a Ulises, a Doris Díquez, por su amor, confianza y espaldarazo sincero.
A todos esos que para mí son individuos anónimos y que hacen posible la existencia y
conservación para la investigación de espacios como la Biblioteca Central de la UCV, la
Biblioteca de la Facultad de Humanidades de la UCV, la Biblioteca Central de la UCAB, el
Instituto de Investigaciones Históricas Hermann González Oropeza, s.j., de la UCAB, la
Biblioteca Central de la USB y la Biblioteca Isaac J. Pardo del CELARG. De sus fondos no
sólo parte de las fuentes. En sus mesas se escribieron estas páginas.
vi
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RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:
LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN
Por: Ramírez Briceño, Sócrates José
Carnet N°: 0987196
Tutor: Carolina Guerrero
Julio, 2013
RESUMEN
El 18 de octubre de 1945 estalla un movimiento cívico-militar que depone al Gobierno
de Isaías Medina Angarita e instaura una conducción política provisoria en Venezuela que
recibe de sus actores el nombre Revolución de octubre de 1945. El objetivo de ese movimiento
según sus protagonistas era la conducción a elecciones universales, directas y secretas del
presidente de la República, castigo al peculado durante el régimen de Gómez y sus herederos y
el logro de mejoras en las condiciones de vida del pueblo venezolano.
Más allá de la realización de los objetivos que para los actores justifican su actuación,
esta Revolución es ante todo una idea. En esta investigación se estudia qué significan los
actores y el contexto de aquel entonces con el uso revolución. Partimos de la curiosidad por
saber qué elementos resultan contenidos en la definición de la voz revolución que identifica
aquel momento. El análisis se hace fundamentalmente a partir del discurso político de Rómulo
Betancourt y de las consideraciones de Acción Democrática, quienes en mayor medida
aportan la carga significativa para la construcción de la expresión. Y es natural. El discurso
público de Betancourt entre 1945 y 1948, amén de las diversas secciones en las que pueda
apreciarse, gira en torno a la intención de presentar, justificar, desplegar y reivindicar esta
Revolución.
El trabajo ha seguido la metodología propia de la historia de las ideas ya que persigue
el análisis y la interpretación de la significación de un uso lingüístico en su propio momento.
Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una significación
inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias que de aquél han sido legadas,
concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la historia de una expresión.
Palabras claves: Venezuela, Revolución de octubre de 1945, Revolución, Rómulo Betancourt,
historia intelectual.
vii
ÍNDICE GENERAL
APROBACIÓN DEL JURADO
DEDICATORIA
ii
iii
AGRADECIMIENTOS iv
RESUMEN vi
ÍNDICE GENERAL vii
INTRODUCCIÓN
Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt
01
07
CAPÍTULO I: PENSAR LA REVOLUCIÓN
1.1. Los actores y la significación del uso revolución.
1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción
Democrática.
1.1.2. La Unión Patriótica Militar (UPM).
1.2. La Revolución y el fenómeno revolucionario.
1.2.1. Programa revolucionario: liberación y fundación de la libertad política.
1.2.2. La construcción de los sujetos revolucionarios.
1.2.3. La idea de novedad y la construcción de un nuevo origen.
10
15
15
32
45
50
55
60
viii
1.2.4. Un movimiento irresistible.
1.2.5. La Revolución es la consecuencia de un régimen político caduco.
1.2.6. El tiempo revolucionario y el tiempo constitucional.
1.2.7. La violencia.
74
79
86
90
CAPÍTULO II: HACER LA REVOLUCIÓN
2.1. Justificar la Revolución.
2.1.1. Los criterios a contrarrestar.
2.1.2. La justificación en el origen.
2.1.3. La justificación en el despliegue.
2.1.4. La justificación como balance.
2.2. Petróleo y Revolución.
2.2.1. El diagnóstico desde la oposición.
2.2.2. Petróleo: programa, acciones y tensiones.
2.2.2.1. De los impuestos extraordinarios al fifty-fifty.
2.2.2.2. Los alcances de la retórica del nacionalismo petrolero en la
Revolución.
2.2.2.3. Las tensiones y el realismo.
108
110
111
118
120
123
126
127
137
143
149
159
CAPÍTULO III: ENTENDER LA REVOLUCIÓN
3.1. Aceptación y reconocimiento.
3.2. Estados Unidos.
166
169
173
ix
3.3. La América timorata.
3.4. Revolución y realización personal.
3.5. Oposiciones.
3.5.1. Los comunistas.
3.5.2. Copei.
3.5.3. López Contreras y la conspiración militar.
3.5.4. La Iglesia Católica.
3.5.5. Trujillo y la conspiración internacional.
3.6. ¿Qué decir de Acción Democrática y Rómulo Betancourt?
3.7. Autocomprensión.
3.7.1. De Acción Democrática.
3.7.2. De los militares.
197
210
221
222
223
227
233
240
242
260
261
264
CONCLUSIONES 276
FUENTES 283
1
INTRODUCCIÓN
Al iniciarse el camino de esta investigación habíamos proyectado analizar el período de
la vida política venezolana comprendido entre 1945 y 1948 a través del discurso de Rómulo
Betancourt. Nos animaba hacer un análisis en torno a los grupos característicos en que podían
ser compartimentadas sus ideas durante aquellos años. Sin embargo, a través del detalle
minucioso entre sus papeles, de la consideración del arte existente y de oportunas sugerencias
intelectuales intentamos un abordaje distinto del problema. En lugar de privilegiar el análisis
del discurso de Betancourt a través de sus líneas características, huelga decir, de la precisión
de sus diferencias y límites particulares, tendimos a la evaluación de un aspecto unitario, aquel
donde convergen todo ese conjunto de ideas inicialmente apreciadas y que resulta la principal
preocupación ideológica de este hombre y en general del contexto durante aquellos años. Ese
punto es la significación de la expresión revolución.
Todo el sentido y el esfuerzo retórico de Betancourt durante el período, más allá de las
secciones en las que pueda apreciarse su discurso, gira en torno a la intención de presentar,
justificar, desplegar y reivindicar a la Revolución de octubre de 1945.1
El ejercicio nos
permitió salir circunstancialmente del personaje y evaluar que al mismo modo de sus palabras
y del rumbo del momento político respondía el contexto, ergo, que existía como interlocución
una respuesta que también buscaba construirle una dirección significativa a la idea de
revolución. Ello condujo a que nuestra preocupación se desplazara del personaje a la
evaluación de la coyuntura, que lo incluye a él y a sus ideas como aspectos centrales, pero que
considera necesaria la relación con el contexto.
1
Dos aclaratorias. Primera: esta idea ya había sido enunciada por Luis Castro Leiva. Nos permitimos intentar con
esta investigación construir argumentos en ese sentido, en todo caso, comprobar su posibilidad. Cfr. Luis Castro
Leiva. Ese octubre nuestro de todos los días. Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos
(CELARG), 1996. Segunda: en este trabajo por ser consecuentes con el espíritu del contexto de la Revolución de
octubre de 1945 y por economía del lenguaje, nos referiremos a ella como la Revolución.
2
Esta investigación tiene como propósito el estudio de la significación de la Revolución
en torno a los argumentos, visiones y consideraciones que propenden de su propio decurso. Es
decir, es el intento por acercarnos al modo como la Revolución es conceptuada en su propio
tiempo, por sus actores fundamentales y a través de la lectura de los otros.
Este enunciado requiere la precisión inmediata de unas consideraciones metodológicas.
Privilegiamos el análisis de los actos de habla en el marco de la historia de las ideas,
trabajadas con especificidad por Quentin Skinner.2
Glosando lo que para Skinner y Castro
Leiva resulta un propósito en el marco de la historia de las ideas,3
esta investigación se
enrumba a interpretar la experiencia de una concepción intelectual,4
pretendiendo en este
esfuerzo el acercamiento y la reconstrucción de una concepción sobre la base de los criterios
esbozados en su propio tiempo. Para ello se ha privilegiado precisamente el análisis en torno a
los recursos del lenguaje político, en este caso, propios de Betancourt y en general de todo el
contexto, que dan un sentido circunstancial al uso revolución; de este modo, tal como sostiene
Castro Leiva, el intento de abordar el problema se fundamenta en la convicción de que,
mirando ese pasado, se aprecia una forma particular de hablar, de expresarse, de pensar, lo que
constituye un modo de actuar.5
Así, el entramado de criterios que da vida a una idea, en este caso, a la idea de la
Revolución, se concibe como un cuerpo vivo ya que no sólo da sentido a ciertas formas de
pensamiento sino que estos logran constituir acciones en sí mismas. Al mismo tiempo que
Betancourt, los hombres del momento y todos los interlocutores contextuales se expresan, no
sólo proyectan en ello una concepción circunstancial sobre determinadas situaciones, sino que
2
Cfr. Quentin Skinner. Vision of Politics: Regarding Method. (Volume I). Cambridge: Cambridge University
Press, 2002. De este texto ha sido encontrada recientemente una versión en español traducida por Cristina
Fangmann bajo el nombre: Lenguaje, política e historia. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2007.
También, Cfr. J.G.A. Pocock. Political Thought and History. Essays on Theory and Method. Cambridge:
Cambridge University Press, 2009. Fundamental sobre metodología en historia de las ideas: Diego Bautista
Urbaneja, “Consideraciones sobre metodología en la historia de las ideas políticas”. Politeia. Nro. 5. Caracas:
Instituto de Estudios Políticos de la UCV, 1976, pp. 185-222.
3
El problema característico que afronta el estudio de la historia de las ideas políticas es el de la explicación de las
ideas. Bajo este enfoque se concibe al discurso político como toda la serie de actos de locución que obedece a un
contexto, llevan implícita una intención y producen determinados efectos.
4
Cfr. Luis Castro Leiva. “El arte de hacer una revolución feliz”. En: OOCC, Volumen II. Lenguajes
Republicanos. Caracas: Fundación Polar y Universidad Católica Andrés Bello, 2009, p. 159.
5
Cfr. Ibídem, p. 163.
3
parecen guiados por una intención y logran generar diversos efectos. Nuestra convicción es
que a través del discurso de Betancourt la intención relevante durante el período precisado ha
sido el modelaje conceptual de la Revolución y en todo caso, el contexto responde en modo
efectista a esa intención, aportando consideraciones de significación a la idea como respaldos,
críticas o denostaciones.
Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una
significación inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias textuales que de
aquél han sido legadas, concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la
historia de una expresión. Atender este aspecto es fundamental para la comprensión y crítica
posterior de esta investigación. Sobre la Revolución y con mayor énfasis sobre el Trienio
como tiempo de la cronología política existen innumerables consideraciones intelectuales
posteriores, dentro de las que se incluyen apreciaciones de sus actores y de Betancourt
sobremanera. Estas revisten una guía fundamental que permiten considerar el estado del
tratamiento pero no del problema en sí mismo, mucho menos si se intenta abordar en torno al
cariz de las ideas del momento. En el análisis histórico sobre el siglo XX, es probable que este
episodio de nuestra historia política contemporánea sea el que haya generado mayor
controversia intelectual y aún con más énfasis su entendimiento o no como una revolución.
Por ello, y con el objeto de contener las pasiones sobrevenidas a lo largo de casi un siglo de
reflexión sobre el momento, en esta investigación donde se destaca que el objetivo
fundamental de hombre y contexto era la construcción significativa de una revolución, pues
nos aproximaremos a los contenidos significantes que fueron dados al uso como expresión de
un fenómeno en su tiempo.
Este esfuerzo no es una sistematización histórica de la Revolución, es una reflexión en
torno a ella como idea. De hecho, damos por sentada la necesidad de que quien lea estas
páginas haya tenido algún acercamiento a ponderaciones históricas sobre el período y conozca
los matices de su cronología. Los productos intelectuales y la sistematización de fuentes
primarias del período son prolíficos y en esta investigación se refieren aquellos considerados
fundamentales.
4
Tampoco es una reflexión que considera haber agotado la posibilidad de disquisición
en torno a la naturaleza de esta idea. La Revolución fue un fenómeno complejo y la
abundancia de fuentes legadas hacen posibles nuevos pero sobre todo particulares análisis.
Aquí se le ha dado un privilegio de primer orden a las que provienen de Rómulo Betancourt,
especialmente a sus discursos públicos, pero también, a las que teniendo otro origen, incluso
no necesariamente correspondiente con su criterio, fueron seleccionadas y agrupadas por él en
su archivo, lo que para nosotros ha constituido una excepcional posibilidad de análisis pero
que también reviste un sesgo importante y lógico en lo que posteriormente se sostendrá. En
todo caso, alertamos que sobre la Revolución como concepción intelectual sistematizada en
estas páginas privan de manera esencial las consideraciones directas de Betancourt y otras,
aunque diversas, ligadas indirectamente a la suya.
La Revolución comporta en sí misma un proceso de pensamiento que es propiamente la
reflexión que hacen sus actores sobre qué cosas significan como revolución. Igualmente
reviste un modo de hacer, visto en todo caso como el despliegue revolucionario propiamente
dicho, huelga decir, la forma como se realizan los objetivos revolucionarios. Y finalmente,
implica también un modo de entendimiento porque la Revolución genera efectos comprensivos
en el contexto y en sí misma que también terminan considerándose parte de la construcción
significativa del uso. A su vez, el hacer que ha sido ubicado primeramente como una
materialización de las ideas también da sentido al pensamiento sobre la Revolución y al
entendimiento de la misma, porque pensarla y entenderla también es un modo de desplegarla.
Sobre estos criterios es presentada la investigación. Los mismos han sido organizados
en tres capítulos que intentan a su vez tres reflexiones sobre la significación de la Revolución
vista a través del pensamiento de su tiempo.
En el primero, titulado Pensar la Revolución, se delimitan los espacios de duración y
alcance de la Revolución que hemos considerado, la presentación de los actores del
movimiento y los criterios que, en torno a la idea, habían construido separadamente antes de
hacerse a los sucesos, es decir, la carga de significados que habían modelado sobre el uso
revolución antes de ejecutarla y que servirán de base objetiva y justificativa de su actuación.
También comprende un análisis sensible que aporta nuevos elementos para la consideración de
5
la Revolución como una circunscrita al concierto característico de las revoluciones modernas
atendiendo a las apreciaciones de la teoría política y al manejo de los criterios contextuales
usados para justificarla y desplegarla. Sería pues una lectura en torno al modo como la
significación construida sobre la idea de revolución en el proceso estudiado se ajusta a la
comprensión política del proceso como tal.
El segundo capítulo aborda dos ámbitos esenciales del hacer revolucionario: por un
lado, la construcción intelectual de la justificación y por otro, las ideas y acciones agrupadas
en torno al tema petrolero. Se titula Hacer la Revolución. A través de él se podrá apreciar al
igual como en la mayor parte de los aspectos significativos claves de la Revolución como
Rómulo Betancourt y AD aportarán las más claras definiciones. La construcción de esta
sección tiene por objeto brindar una muestra de la relación existente entre las ideas y su
concreción material como mecanismo legitimador y justificativo de la acción revolucionaria,
además de la demarcación de los criterios a los cuales busca contrarrestar la justificación
política del movimiento y también, al discurrir mismo de la justificación según el decurso de
la Revolución. Igualmente, en este apartado se hace énfasis en destacar las continuidades y
deslindes existentes alrededor de la postura histórica del líder del Partido6
en torno al manejo
de la política petrolera nacional; la relación entre personalismo político, peculado,
imperialismo y petróleo; los niveles de dependencia nacional de la renta petrolera y el sentido
que estas ideas con las cuales AD entra en la Revolución van siendo, por un lado consecuentes
con las viejas posturas, pero por otro, dan origen a nuevos sostenimientos, obedeciendo a la
impronta del contexto, ergo, al realismo político. En las fricciones entre lo reafirmado de las
tesis del pasado y los criterios que se imponen con las circunstancias, consideraremos las
resoluciones que sobre la materia petrolera va generando el Gobierno de la Revolución.
El tercer capítulo aborda una muestra a la mirada de los otros sobre el decurso de la
Revolución y la autocomprensión que hacen separadamente los actores fundamentales de la
misma en torno al fenómeno, a sí mismos y a los juicios de los otros. Se titula Entender la
Revolución. Este apartado puede considerarse como la descripción y análisis de los efectos
perceptivos que la Revolución generará en su contexto y que comprende también los aportes
en cuanto a significación se refiere que proyecta ese contexto sobre el movimiento. En los
6
A lo largo de todo el trabajo este uso, tal como se expresa aquí, querrá significar a Acción Democrática.
6
otros se encuentran contenidos específicamente la mirada extranjera: los Estados Unidos y los
afectos latinoamericanos; además de una muestra compacta de las actitudes y aspiraciones que
en el plano individual-popular estimuló la Revolución e ineludiblemente, los criterios de las
oposiciones al movimiento.
Como ya se ha indicado, las fuentes fundamentales para la realización de esta
investigación son fuentes contextuales, primarias. El desarrollo de este trabajo supuso una
investigación exhaustiva en el archivo de Rómulo Betancourt custodiado por la fundación
homónima que implicó la catalogación y lectura de todo el acervo documental conservado
perteneciente al período 1945-1948 que agrupa correspondencia recibida, borradores de
discursos, proclamas y una selección de artículos periodísticos de diversa procedencia,
sumado a las notas de prensa reunidas por Betancourt en tomos aparte y que revisten una
colección hemerográfica invaluable por su pertinencia sobre el período. De importancia
cardinal, sobre todo por su fácil manejo y acceso, resultan los discursos que Betancourt rindió
en el período y que han sido reunidos por Naudy Suárez Figueroa y publicados en el volumen
cuarto de la Antología Política de Betancourt, al igual que otros textos de esa misma
naturaleza dentro de los que destacan los tomos dedicados al tiempo de la Junta
Revolucionaria de Gobierno en la célebre colección de El Pensamiento político venezolano del
siglo XX editada por el Congreso Nacional bajo la dirección de Ramón J. Velásquez.
Las fuentes secundarias han sido de notable importancia, en primer lugar porque han
permitido el discernimiento teórico necesario para abordar el trabajo con las fuentes y, sobre
todo aquellas dedicadas al análisis histórico y político del período, porque han concedido un
panorama general sobre el mismo, dando paso a la posibilidad de identificar recurrencias
intelectuales y nuevos espacios para el análisis. En segundo lugar, porque sirven en alguna
medida para establecer contrastes con lo afirmado por las fuentes primarias y de guía para
apuntalar su crítica y, por último, porque remiten a sostenimientos que circunstancialmente las
fuentes primarias consultadas no conducen y que en todo caso han sido ponderados esenciales
en el ritmo de este análisis.
7
Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt
El archivo de Rómulo Betancourt se encuentra custodiado por la fundación que lleva
su nombre. Representa una oportunidad inestimable para la investigación de la historia política
venezolana del siglo XX a partir de fuentes primarias en su mayor parte inéditas. Es
visiblemente y considerando las apreciaciones de sus biógrafos, un esfuerzo de la obstinación
de Betancourt por el cultivo a la precisión del dato fidedigno a la mano y por lo tanto,
revelador de una altísima conciencia sobre lo histórico. La historiadora Mirela Quero de
Trinca, investigadora de la Fundación Rómulo Betancourt y gracias a cuya gestión pudimos
tener acceso al archivo, además de entablar larguísimas conversaciones sobre crítica de sus
fuentes y curiosidades del período que agradecemos ingentemente, sostiene que casi la
totalidad del archivo, todo lo agrupado antes de 1958 tiene una significación aún más especial
porque logró hacerse en medio de un clima de inestabilidad política y dramas personales que
comprendieron tres largos exilios y persecuciones en medio de la clandestinidad.
Según Quero, el archivo si bien tiene la impronta personal de Betancourt quien se
dedicó a construirlo, es también el esfuerzo de muchas manos que se encargaron de custodiar
diversas porciones, sobre todo en el extranjero, cuyo cuidado fue encomendado por Betancourt
durante sus destierros o cuando arreciaba la persecución policiaca en tiempos clandestinos.
Una vez instaurada la democracia y logrado un clima de estabilidad política y de seguridad
personal, Betancourt empieza a agrupar el archivo y a establecer un primer orden. La
construcción de estos primeros tomos, expresión que refiere al orden con el cual se ha
catalogado la documentación, se conoce originalmente en el archivo como el libro, ya que sólo
agrupa los documentos que estuvieron a mano de Betancourt durante un primer esfuerzo de
organización. Toda la documentación reunida posteriormente, en la medida que llegaban
legajos de todas partes se anexaron a los tomos bajo la nomenclatura de complementos, por lo
tanto, un tomo comprende un libro y una serie de complementos, algunos siguiendo una
secuencia cronológica, otros no y organizados alfabéticamente.
El período 1945-1948 se ubica dentro de esta catalogación documental entre el final
del tomo seis (VI) y el inicio del tomo siete (VII).
8
Del tomo VI, los complementos que contienen documentación referente al período, con
propiedad de los años que van entre 1945 y 1947 son el D, E y F, agrupados en diversas
carpetas que referimos a continuación: a) Contiene documentos fechados entre el 22 de abril
de 1944 al 10 de febrero de 1945 y comprende los documentos numerados desde el 399 al
511e. b) Contiene los documentos comprendidos entre febrero y octubre de 1945,
específicamente los numerados desde el 512 al 555. Estos, aunque mencionados en los
catálogos, se encuentran extraviados del archivo, lo que comporta una pena porque refieren al
período de planificación de la Revolución, aunque según expresa el catálogo, la mayor parte
de los documentos que contiene son los borradores de los artículos de prensa de Betancourt en
El País durante aquellos meses. c) Contiene los documentos comprendidos entre el 25 de
octubre de 1945 y el 03 de marzo de 1947, numerados desde el 556 al 620. d) Contiene los
documentos comprendidos entre el 05 de marzo de 1947 y el 31 de diciembre de 1947,
numerados desde el 621 al 749. Todos los documentos pertenecientes a este tomo y sus
complementos se referirán en el trabajo a partir del número de tomo, letra de complemento y
número de documento.
A diferencia de los complementos citados del Tomo VI, dentro del Tomo VII no
siempre se sigue una secuencia alfabética de complementos ni de identificación documental,
por lo cual, aunque el documento refiera su adscripción a algún complemento, el criterio
fundamental de clasificación para este tomo será el literal identificativo de cada carpeta. Cinco
de ellas contienen documentación perteneciente al año 1948. Los detallamos a continuación:
a) Correspondencia y artículos periodísticos variados comprendidos entre el 4 de enero y el 31
de julio de 1948. Se hace llamar todo Complemento A. b) Correspondencia variada de diversos
meses de 1948, 1949 y 1950. Hay documentos sin fecha. Al final la foliación pierde
continuidad. c) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Rómulo Betancourt a
Estados Unidos. Los artículos van del 2 de agosto de 1948 al 31 de agosto de 1948. Sin
foliación continua. d) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Betancourt a Estados
Unidos. Los artículos van 1° de septiembre de 1948 al 25 de septiembre de 1948. Sin foliación
continua. e) Correspondencia variada de diversos meses de 1948 y 1949. Clave para el estudio
de los años iniciales del tercer exilio. No hay continuidad en la foliación.
9
A la hora de referir documentos pertenecientes al Tomo VII, incorporaremos el literal
identificativo de la carpeta que contiene cada documento con el objeto de ser más precisos.
Debe tomarse en cuenta que en el Tomo VII los documentos de cualquier complemento
(A,B,C, por ejemplo) pueden encontrarse en una carpeta distinta al literal identificativo del
complemento. Al momento de hacer la referencia documental, siempre que después del literal
que identifica a cada carpeta se exprese un número después de la coma (,) este referirá al
número de documento; si se encuentra precedido por la letra “p” referiría entonces al número
de página que tiene el documento dentro de la carpeta correspondiente, lo que evidenciaría que
no posee un numeral documental.
Los aportes del archivo de Rómulo Betancourt a esta investigación podrán apreciarse
especialmente a lo largo del tercer capítulo ya que por la naturaleza misma de los documentos,
estos constituyen sobre todo posibilidades para la descripción del contexto lingüístico del uso
revolución y de la percepción de todos los actores sobre la marcha del proceso.
10
CAPÍTULO I
PENSAR LA REVOLUCIÓN
Dos objetivos aspiramos en esta sección: el primero, exponer la significación que los
actores de la Revolución de octubre de 1945 construyen separadamente en torno a la idea de
revolución, y cómo ocurre una síntesis circunstancial de ellas que da sentido al proceso
político posterior al 18 de octubre de 1945. El segundo, precisar a la luz de la teoría política en
qué modo la Revolución puede considerarse tal. El primer pulso corresponde entonces a una
mirada sobre la idea de revolución con la que se presentan los actores antes de realizarla,
huelga decir ¿qué significan con esa expresión?, el segundo, a nuestro criterio sobre la medida
cómo aquello que pensaron y nombraron revolución en su propio despliegue se puede explicar
a partir un orden conceptual general de las revoluciones políticas. Precisemos inicialmente que
significado le dan los actores al enunciado Revolución de octubre de 1945.
Acción Democrática y la Unión Patriótica Militar acuñan esta expresión para denotar
indistintamente un suceso específico y un proceso histórico concreto. La Revolución es el acto
de sublevación militar contra el Gobierno de Medina, y en consecuencia el proceso político
que desencadena.7
Así, la Revolución se nos revela como una idea construida a lo largo de su
propio tiempo, corto por demás, que inicia concibiendo como revolucionario un
pronunciamiento militar coyuntural y que termina siendo un proceso de transformación
7
Un ejemplo de los primeros epítetos descriptivos de lo actuado el 18 de octubre de 1945 fueron: régimen de
recuperación moral de la República y Movimiento revolucionario de recuperación nacional. Vid. Radiograma de
Rómulo Betancourt (en adelante y sólo para referirse al personaje en contexto, R.B.) a J.M. Velasco Ibarra,
presidente de Ecuador. Miraflores, 27.10.1945. Archivo de Rómulo Betancourt, Tomo VI. Complemento D,
Documento 557 (En adelante: ARB. T. VI-D, 557); Telegrama de R.B. a Raúl Betancourt Sucre. Miraflores,
27.10.1945. ARB T. VI, 557-A, respectivamente.
11
política visible y contundente, por lo que en la concepción de sus actores, revolucionario es
su acto de origen y sus consecuencias transformadoras inmediatas en corto plazo.
Esta es, sin embargo, una categorización que desafía a la típica polémica que el
proceso revolucionario octubrista ha concitado en el análisis histórico y político venezolano.
El resultado de juicios posteriores al período 1945-1948 induce a la apreciación de dos actos
distintos, pero a su vez, inmediatamente correspondientes: el golpe de Estado como situación
originaria del proceso, y luego, el devenir revolucionario.8
Sobre este último caso, -el proceso
en sí-, la polémica induce al desconcierto, ya que el carácter revolucionario es cuestionado,
sustraído o negado por quienes, en lo inmediato y en el largo período, estarán enfrentados a
Acción Democrática.
El fundamento de esa apreciación lo aporta el mismo Rómulo Betancourt, quien en
Venezuela, política y petróleo, haciendo una reflexión fuera del tiempo revolucionario, se
refiere a los hechos del 18 de octubre de 1945 como un golpe de Estado típico,9
y denomina
revolución al proceso histórico posterior.10
Esta es la reflexión general que sobre ambos
elementos –acto de origen y proceso- se ha arraigado en el análisis intelectual. Sin duda, es
una valoración completamente verosímil, pero es expresión de la intención de clarificar y
sobre todo de separar conceptualmente algo que en su contexto real no fue percibido así.
La valoración de Betancourt en su obra máxima al igual que las apreciaciones que se
hacen a posteriori en el orden histórico y político eluden el significado contextual original que
sobre la expresión Revolución recayó desde el 18 de octubre de 1945. Es probable que en
1956, cuando se publica por primera vez Venezuela, política y petróleo, Betancourt esté
persuadido de diferenciar acto de origen y proceso histórico: el primero fundamentado en la
actuación estelar de los militares, sub alterna y mínima de los civiles, y el segundo en el
protagonismo de Acción Democrática, su partido, para el momento ilegalizado, clandestino,
8
Manuel Caballero explica las apreciaciones de esta polémica. Según indica, la nomenclatura Trienio entra en
vigor como sustitución por evasión del término Revolución, con el cual los actores habían coincidido en
denominar al período. Al final, el mismo autor, sostiene la idea de que el acto de origen y el proceso
desencadenado aluden a dos realidades diferentes y que es, fundamentalmente el proceso desencadenado a partir
del 18 de octubre de 1945, lo que merece ser llamado Revolución. Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt,
político de nación. 2ed. Caracas: Alfa, 2008, p. 223.
9
Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. 2ed. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana,
Fundación Rómulo Betancourt, 2006, p. 206.
10
Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación, p. 223.
12
desmovilizado y perseguido por la misma élite castrense con la que había acordado hacer una
Revolución en 1945.
En el lenguaje político fraguado a partir de los hechos del 18 de octubre de 1945, el
término Revolución será una referencia significativa directa al suceso armado y
progresivamente al devenir y a los logros políticos, al tiempo posterior, al tiempo
revolucionario. Esto no implica una negación del término golpe de Estado como categoría del
acto de origen, sino su resumen absoluto en el término Revolución. Inmediatamente a los
hechos de aquel octubre, ni los militares ni Acción Democrática se refieren a ellos como golpe
de Estado, sino como Revolución. Por ello insistimos en el uso indistinto que hacen los
actores del término, e incluso, como expresión contraria a lo que sostiene Betancourt a
destiempo, si hacemos hincapié en el uso recurrente de aquella expresión, puede parecernos
que tanto los actores de AD y en mayor medida los militares, suelen asociar la expresión
revolución al acto armado del 18 de octubre de 1945.11
La Revolución de octubre de 1945 es también una expresión de orden cronológico, por
lo tanto, la enunciación de un tiempo histórico.12
Si tomamos como referencia que es un
período de transformación política profunda en el país y que descansa en el actuar pero
también en el celo mutuo de dos actores que se presentan en armonía el 18 de octubre: el
Ejército y el partido político,13
el tiempo revolucionario es expresión de ese espíritu inicial
concreto, es decir, del tiempo en que estos actores son capaces de andar tal como se
presentaron inicialmente ante el país y sobre todo, el tiempo en que mantienen fidelidad a sus
propuestas específicas, siempre de forma conjunta.
Existe un evidente consenso intelectual en proyectar el significado de la Revolución de
octubre de 1945 al denominado Trienio Adeco, constituyendo este último la categoría
11
Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo Betancourt, Antología Política,
Volumen Cuatro, 1945-1948. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, Universidad Pedagógica Experimental
Libertador, 2006, pp. 101-102.
En el acta fundacional del Gobierno Colegiado, los firmantes determinan que el Comité Militar ejecutó la
Revolución y que el Partido Acción Democrática cooperó en la revolución.
12
“Este término [revolución] es sinónimo de período”. Cfr. Mona Ozouf, “Révolution”. En: François Furet y
Mona Ozouf, Dictionnaire Critique de la Révolution Française: Idees. Paris: Flammarion, 1992, p. 416.
Todas las traducciones del texto de Ozouf al español han sido realizadas por Sharly Ramírez, estudiante de
Idiomas Modernos de la Universidad de Los Andes, especialmente para este trabajo.
13
Vid. Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992). 5 ed. Caracas: Alfa, 2007.
Específicamente el capítulo V, titulado: “1945: los dos nuevos actores”.
13
cronológica clásica a la hora de denominar y aprehender este período histórico. De ese modo,
éste ha quedado comprendido entre el 18 de octubre de 1945 y el 24 de noviembre de 1948
cuando los mismos líderes militares que otrora eran aliados de AD se rebelan contra el
Gobierno constitucional de Gallegos disolviendo el pacto tácito con su par del año 45 y el
pacto legal a los que lo sometía la Constitución sancionada en julio de 1947. En ese sentido,
estas expresiones se ajustan al período en términos de claridad cronológica, porque el 24 de
noviembre de 1948 representó efectivamente la separación en propósitos y la armonía de
aquellos actores. Sin embargo, visto desde la apreciación contextual de los actores
involucrados y de la trama política desarrollada, la Revolución se asocia a un período histórico
más corto, al de su concreción.
La Revolución de octubre de 1945 tiene una visible cara institucional, la Junta
Revolucionaria de Gobierno14
que será el órgano encargado de cumplir los propósitos
fundamentales de los revolucionarios, lo que posteriormente consideraremos como el
programa de la Revolución:
“…convocar a elecciones generales, para que mediante el sistema de sufragio directo, universal y
secreto, puedan los venezolanos elegir a sus gobernantes, darse la Constitución que anhelan y escoger
el futuro Presidente de la República, […] hacer enjuiciar ante los Tribunales, como reos de peculado, a
los personeros más destacados de las administraciones padecidas por la República desde fines del
pasado siglo”.15
De modo que, lo natural es pensar que una vez cumplidos los propósitos que animaron
la Revolución, la misma de paso a un período de estabilidad, es decir, un período post-
revolucionario. Desde sus primeros actos oficiales, la Junta Revolucionaria de Gobierno se
empeñó en asentar el carácter provisional y transitorio de su gestión, sólo delimitado por el
tiempo necesario en que puedan ejecutarse los objetivos fundamentales de la Revolución.16
14
Este cuerpo colegiado estaba integrado por: “Rómulo Betancourt –como presidente-, doctor Luis B. Prieto F.,
Mayor Carlos Delgado Chalbaud, doctor, Raúl Leoni, doctor Gonzalo Barrios, Capitán Mario R. Vargas y
doctor Edmundo Fernández”. Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 101-102.
15
Vid. Primer comunicado a la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como
producto de la “Revolución de Octubre” de 1945. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 103.
16
Cfr. Discurso de R.B. ante un grupo de dirigentes sindicales: “Algunos puntos de vista de la Junta
Revolucionaria de Gobierno sobre política general y sobre problemas de trabajo.” Caracas, 22 de octubre de
1945. En: Ibídem, p. 110.
14
Igualmente, desde el primer momento de la Revolución existió la convicción de una
necesaria separación entre el carácter y las funciones del Gobierno revolucionario y el futuro
Gobierno constitucional. El primero, en los albores revolucionarios, se abrogaba la función de
desbrozar apenas el camino que habrá de recorrer el Gobierno constitucional que moldeará
el pueblo.17
El consenso intelectual sobre la duración y el contenido del período parece obedecer
más a la proyección de un análisis post-factum de la Revolución y a la valoración de sus
consecuencias en el largo período de la historia próxima de Venezuela, que a la ponderación
de la idea de duración que se hace sobre la misma en su propio tiempo. Los hombres de la
Revolución18
se presentan ante el país convencidos no sólo de la transitoriedad del movimiento
que han desatado, sino también de que la durabilidad de éste es apenas aplicable al tiempo
necesario para la consumación de los propósitos que animaron y justifican su movimiento. De
modo que, -y no por necedad intelectual sino por apego a la idea de un tiempo en sí mismo,- el
tiempo revolucionario quedará comprendido entre el 18 de octubre de 1945, acto de origen de
la Revolución y el 12 de febrero de 1948, momento en que ésta rescinde sus poderes en la
proximidad del tiempo constitucional.19
La Revolución de octubre de 1945 es expresión de un tiempo histórico concreto no sólo
porque evidencia las relaciones que hemos enunciado, sino porque deviene en acto de habla
configurado en su propio contexto y por sus propios actores. Es un nombre dado a un tiempo
en su mismo tiempo y en ese sentido, recoge el uso con el cual en el lenguaje político y
coloquial era demarcado aquel momento, incluso hasta para los detractores de la Revolución.
17
Cfr. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores, en nombre de la Junta
Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo el día 30 de octubre de 1945. En: Ibídem, p. 118.
18
Esta expresión será del uso corriente de R.B. durante el período revolucionario. Es probablemente un término
muy ambiguo y permeable, con él quizá ha querido significar a todo el Partido y a la Fuerza Armada insurgente,
o quizá sólo a aquellos que han hecho la Revolución y que son su cara visible. Durante el tiempo revolucionario
ambos significados no parecen excluyentes, el primero alude a la totalidad y el segundo a la representación, por
lo que nosotros lo usaremos como ejemplo de ese espíritu de convergencia circunstancial entre los actores que es
en todo caso el tiempo revolucionario. Dentro de sus discursos públicos a partir del 18 de octubre de 1945, la
primera vez que este término es usado por R.B. será en la Alocución dirigida por radio a la Nación el 30 de
octubre de 1945. Cfr. Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 147.
19
Para una apreciación más detallada de esta aseveración histórica, Vid. Infra., nuestro apartado titulado: “El
tiempo revolucionario y el tiempo constitucional”.
15
1.1. Los actores y la significación del uso revolución
A pesar de que la Revolución se presenta como el resultado de la convergencia entre
diferentes actores, cada uno acude al acto de origen amparado en una significación particular
de la aspiración revolucionaria, lo que no elude las mixturas y las convivencias de ideales
durante el período, pero tampoco separa las visiones y las profundidades de aquellas
aspiraciones. En el devenir mismo del tiempo revolucionario, cada cual intentará resolver su
idea y aspiración de revolución, lo que equivale decir, que cada grupo intentará resolver lo que
en el origen y más allá del consenso había significado para sí esa expresión.
1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción Democrática
El uso revolución aparece en el contexto político venezolano del siglo XX previo a los
acontecimientos de octubre de 1945, como un término ligado al lenguaje político de la
izquierda, heredado de su filiación marxista. De ese modo y fuera del uso corriente que le
darán al término los comunistas venezolanos desde inicios de la década de los treinta, existe
una relación entre el vocablo y los orígenes de Acción Democrática.
Desde los tiempos de su primer exilio entre 1928 y 1936, Betancourt hace gala de la
retórica marxista donde la expresión revolución tiene una permanente cabida. En un primer
momento –entre 1928 y 1930-, lo vemos significando revolución como un movimiento
armado de resistencia contra el gomecismo y cuya única aspiración es la de deponer mediante
la violencia al viejo dictador y su régimen. Es una especie de recurrencia a la significación de
la voz revolución en la historia política venezolana entendida hasta el momento: el de un
grupo armado, con ideas más o menos clásicas de redención y reivindicación, carentes de
formación política, que aspiran al poder y usan la violencia para obtenerlo.20
Un cambio de
sentido en el uso revolución aparece con la persuasión de la inutilidad de la violencia como
mecanismo para vencer al gomecismo, al tiempo que, la preparación doctrinaria en el análisis
20
Sobre este período conviene apreciar el trabajo de Arturo Sosa y Eloy Lengrand, Del Garibaldismo Estudiantil
a la izquierda criolla: los orígenes marxistas del proyecto de A.D. 1928-1935. Caracas: Centauro, 1981.
16
marxista contribuye a la moldura de la expresión y a sus nuevos usos.21
Son estos los tiempos
de estudio, análisis y diagnóstico de la realidad venezolana a la luz de las nuevas doctrinas, es
el tiempo del Plan de Barranquilla22
y de la militancia de Betancourt en el Partido Comunista
de Costa Rica.23
Entre la década del veinte y treinta del siglo XX hablar de revolución en América
Latina y en Venezuela por derivación obligaba partir del Comintern. Todo programa
revolucionario socialista se definía en el mundo de entonces desde su ubicación respecto a los
propósitos de la Tercera Internacional; es decir, los criterios de apoyo o deslinde del
comunismo descansaban sobre lo que esta organización conceptuaba como sus propósitos e
intereses.24
¿Qué era lo fundamental para el Comintern? No sólo el triunfo o la
internacionalización del comunismo, sino como lo había dispuesto Lenin: la dictadura del
proletariado y el poder soviético.25
A pesar del interés bastante periférico que el Comintern
daba a América Latina en el propósito de mundializar la revolución,26
la influencia del
21
“Démonos todos a la tarea, con terco entusiasmo, con la misma acometividad con que nos dimos ayer al
empeño de conseguir cuatro chopos viejos donde los hubiera para ir a hacer una trastocada ridícula. La suerte
nos salvó de cometer un irremediable ridículo: el de caer a una playa cualquiera, sin llevar una doctrina
política, y con diez fusiles malos, a que nos cojiera [sic] el primer resguardo como a una manada de pendejos”.
Vid. Carta de R.B. a hermanitos. Las Juntas de Abangares, 9 de febrero de 1932. En: Estados Unidos de
Venezuela. Servicio Secreto de Investigación. La verdad sobre las actividades comunistas en Venezuela.
Caracas, 1936. Publicado como El Libro Rojo del General López Contreras 1936. 6 ed. Caracas: Centauro, 1985,
p. 149. [En sucesivas oportunidades nos referiremos a este texto como El Libro Rojo].
22
Manuel Caballero solía ubicar al Plan de Barranquilla como la expresión escrita venezolana de un espíritu
insurgente en América Latina durante las décadas 30 y 40 del siglo pasado y que en Venezuela tendrá su crisol en
la Generación del 28. Es también, según sostiene el autor, el primer intento de un análisis sistemático de la
realidad venezolana a partir de los postulados del materialismo histórico. Cfr. El Plan de Barranquilla, 1931.
(Estudio preliminar de Manuel Caballero). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2008. (Serie Cuadernos de
Ideas Políticas, 2).
23
Al respecto conviene apreciar el trabajo de Alejandro Gómez, Rómulo Betancourt y el Partido Comunista de
Costa Rica: 1931-1935. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y Educación, Universidad Central de
Venezuela, 1985.
24
Vid. Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana. 3 ed. Caracas: Alfa,
2006, p. 29.
25
Vid. Ibídem, pp. 35-36. Refiere Caballero que Lenin había dejado claro este propósito para distinguir los fines
de la Tercera Internacional de los antiguos frentes comunistas creados con el sólo abstracto objetivo del triunfo
del comunismo. Para superarlo, Lenin con el Comintern aspiraba la creación de una república internacional
soviética.
26
Una de las tesis sostenidas por Caballero en el texto que venimos citando es que la producción de una
revolución socialista en Latinoamérica generó poco interés para el Comintern, es decir, poco creyeron en su
concreción. A pesar de que casi todos los países tuvieron su representación comunista en el gran partido
internacional, para la URSS el principal objetivo parecía hacer la revolución en Europa y en Estados Unidos
luego, por considerar que justo ahí estaban dadas las condiciones de contradicción social propicias para el
estallido revolucionario. El sentido revolucionario de Latinoamérica era apreciado como secundario, más ligado a
una revolución emancipadora del imperialismo norteamericano que a un puntal en la revolución socialista
17
marxismo leninismo en la región durante el período es mucho más teórica que material,27
entendiéndose esto último como la posibilidad concreta de llevar a cabo una revolución
socialista como la preconizada desde Moscú.
Y es en este proceso donde encontramos inmerso a Betancourt al inicio de la década de
los treinta. El marxismo será una influencia doctrinaria de primera línea, más allá de lo que
supone la importación de la teoría, por el hecho de representar un camino novedoso para
definir los problemas políticos y económicos de la región y sobre todo, por plantear
innovaciones para resolverlos, mecanismos que tuvieron cabida en el deseo de generar
transformaciones estructurales, que tal como imponía el contexto eran enunciadas como
revoluciones.28
Serán pues los principios teóricos los que terminen consolidándose como instrumentos
para el análisis de realidades territoriales específicas y como formas de organización política,
sin que esto signifique que todas las organizaciones en pivote se declaren comunistas y actúen
bajo los designios de la Tercera Internacional. En la región, la necesidad de generar
transformaciones estructurales en la sociedad bajo la impronta del marxismo-leninismo, es
decir, hacer la revolución, estaba definida por una especie de entendimiento material local: la
lucha de los campesinos contra los terratenientes y la lucha nacional contra el
imperialismo;29
de modo que, y sobre todo para los revolucionarios que progresivamente van
haciendo tienda aparte del Comintern, es mayor la influencia de las realidades locales a la hora
de definir los propósitos de una revolución. Así, durante el período, la revolución en América
Latina seguía más la línea de un conjunto de revoluciones democrático-burguesas nacionales
que de una revolución socialista. Estos postulados en directa conexión con el contexto político
y económico latinoamericano y no con la dirección que de la revolución mundial aspira el
Comintern derivarán en proyectos políticos que sin distar mucho de la ortodoxia teórica del
marxismo-leninismo abogarán por revoluciones autóctonas o más bien ligadas a esas luchas
claves que se expresan dentro de la comprensión latinoamericana del entonces en el uso
mundial; en cualquier caso, sólo significaría un apoyo para aquéllas revoluciones queridas. Cfr. Ibídem, p. 21,
120 y ss.
27
Vid. Ibídem, p. 29.
28
Vid. Ídem.
29
Vid. Ibídem, p. 158.
18
revolución, serán pues revoluciones con un sentido más democratizador y nacionalista que
socialistas en términos soviéticos. De esos proyectos políticos da cuenta la posterior fundación
de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) por Víctor Raúl Haya de la Torre en
Perú y de Acción Democrática (AD) por Rómulo Betancourt en Venezuela.30
Hablar entonces de Betancourt como militante del Partido Comunista de Costa Rica no
implica -si atendemos a la forma como sus ideas son expresiones de aquel contexto- que le
abordemos como un comunista stricto sensu. El tiempo del primer exilio es el de una
experiencia sui generis en cuanto a formación doctrinaria. Betancourt y a través de su
pedagogía epistolar, sus camaradas o hermanitos, no asume el marxismo como un cuerpo de
ideas monolíticas a ser usadas para diagnosticar y solucionar de los problemas venezolanos
gestados y profundizados por el gomecismo, lo que equivale a decir que, más allá de la
evidente carga retórica marxista en sus análisis, parece persuadido del sin lugar que implica
banderizar una revolución proletaria en Venezuela.31
Es así como el período comprendido
entre 1931 y 1936 al tiempo que marca en Betancourt sus inicios en el estudio y entendimiento
del marxismo y de la revolución a partir de él, da paso a una reflexión cada vez más particular
de Venezuela en función de sus propias realidades y al uso del remedio marxista en la medida
en que sea efectivo para la solución de esa realidad.32
¿Cuál es la realidad? Un país
latifundista, sumido en un complejo cuadro feudal e intervenido por el capital extranjero que
sirve de respaldo a un dominio despótico. De modo que, la solución de una revolución
30
Vid. Ibídem, p. 29.
31
“Traición al marxismo? [sic] Renegación [sic] de la ortodoxia revolucionaria? Estoy plenamente,
marxistamente, convencido de lo contrario. Renegación [sic] de los más elementales postulados del materialismo
histórico es importar, para realidades distintas de la industrial europea, lo que para esa realidad fue escrito por
Marx. Si nuestra realidad es distinta, distinta debe ser nuestra táctica de lucha. Otra cosa sería no poner los pies
en la tierra, andar por las nebulosas. Y por esas regiones deben andar los lunáticos, pero no los hombres con
sentido de la realidad”. Vid. Carta de R.B. a hermanitos., C.C. a Valmore, Ricardo y Raúl en Barranquilla. Las
Juntas de Abangares, 27 de enero de 1932. En: El Libro Rojo, pp. 140-141.
32
“Piensen lo que significaría entrar al país a hacer una campaña abiertamente comunista. Dada la exigüidad
de nuestro proletariado industrial, es de pensarse que en ese partido netamente clasista que piden los radicales
no contaría sino unos pocos centenares de militantes; incapaces de impedir, por su debilidad numérica y
clasista, que la reacción destruya al partido y destierre o encarcele a sus dirigentes, y se salgan éstos de nuevo
al exterior, a pendejear por las avenidas del exilio, escribiendo artículos hipotéticos sobre un hipotético partido
comunista venezolano. En cambio, una campaña como la nuestra, capaz de apasionar no solamente al
proletariado strictu sensu, sino también a las capas medias de la población, una campaña articulada sobre una
plataforma realista, que contemple las aspiraciones de todos los sectores explotados de la población; sí será
capaz de compactar alrededor de nuestras palabras de orden, a grandes masas de la población, que si
disciplinariamente las organizamos nos respaldarán al punto de impedir que la reacción se afiance”. Cfr.
Ibídem, p. 141.
19
proletaria y violenta para contrarrestar las desigualdades típicas de un régimen capitalista no
tiene cabida en Venezuela y sin embargo, Betancourt apuesta a la revolución. ¿Cuál
revolución? Una no proletaria, sino social, nacional. Esto implica ya una separación de la línea
doctrinaria del marxismo. Es imposible, según Betancourt, una revolución proletaria en un
país sin base industrial o con una existencia muy precaria de ésta, por lo que, un cambio
político debe concitar como sujetos que lo operen a toda la nación, con énfasis, a aquellos
cuadros depauperados, relegados e incluso negados por la tradición política.
La herencia marxista parece entonces presente en la pervivencia del uso revolución y
revolucionario, significando un cambio radical y profundo necesario en el país y por otro lado,
significando también algunos aspectos formales para encauzar ese cambio, uno de ellos, el
papel programático del partido político como vanguardia en la conducción del pueblo a la
revolución.
La necesidad de un partido revolucionario será clara en Betancourt en los años de
formación comprendidos en el primer exilio, y empezará a materializarse a partir de 1937 con
la organización clandestina del Partido Democrático Nacional (PDN) desde Venezuela.33
Como nuestro propósito es de momento ubicar el sentido que al uso revolución le dan estos
actores, de la vida de este partido nos interesa destacar su funcionamiento como estructura
deslindada ideológicamente del comunismo internacional y de su Seccional venezolana, su
organización y su programa.
Sólo entre octubre de 1936 y febrero de 1937 los comunistas venezolanos participarán
de forma conjunta a otras fuerzas de izquierda en la constitución de este Partido Único. El
tema del deslinde ideológico encauza por definición el destino de una nueva estructura política
que se define como un partido con programa y sentido diferente al del comunismo
internacional y al del oficialismo que ha apurado a organizarse bajo las Cívicas Bolivarianas.
Durante los años de su existencia, el PDN tuvo como tarea adicional a la de estructurar
una doctrina, hacer frente a la vida clandestina, diseminarse por el país, demandar su
33
Toda la consideración posterior que haremos sobre el Partido Democrático Nacional (PDN) en esta
investigación, aunque excluyendo las notas de su Tesis, corresponden al magnífico trabajo de Arturo Sosa
Abascal, Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo (1937 – 1941). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt,
1995. (Col. Tiempo Vigente, 9).
20
legalización; la de definir y defender su posición anticomunista.34
El proceso de deslinde y
confrontación ideológica con el comunismo nacional e internacional tuvo un enorme peso en
las actuaciones y preocupaciones de los pedenistas, en la elucubración diagnóstica sobre
Venezuela y en el programa partidista. El problema del deslinde no se planteará si
previamente no existiese un pasado y un propósito común. En esa sintonía, ya nos hemos
referido a la militancia y el fuerte coqueteo de Rómulo Betancourt con el marxismo durante su
primer exilio (1928 – 1936), situación que encuentra su cénit con su participación como
dirigente del Partido Comunista de Costa Rica a principios de los años treinta. Por otro lado,
después de la muerte de Gómez el propósito fundamental es el de aglutinar a los antiguos
frentes de izquierda en un solo partido, aquello que fue el PDN entre octubre de 1936 y
febrero de 1937: el Partido Único de las Izquierdas. El PDN-Un.
El PDN, conocido como el ancestro inmediato de Acción Democrática es el resultado
del proceso de fragmentación de ese PDN-Un del que finalmente se separan los comunistas
por su insistencia en actuar con respecto al resto de los movimientos a la manera de un frente
político y no como un partido, lo que condujo a la publicación de sus tesis y propaganda de
forma separada. Esto que parece un hecho baladí, tiene su sustento en las consideraciones
ideológicas a las que había llegado Betancourt y que entendían como esenciales el Partido que
estaba formando: los pedenistas y comunistas estaban unidos en el propósito de enfrentar la
continuidad del gomecismo, expresión del latifundismo y del imperialismo, pero estaban en
desacuerdo en la forma de materializar este objetivo. Por un lado, Betancourt concebía que el
PDN debía ser un partido revolucionario, democrático, nacionalista y antiimperialista.35
Si
bien la impresión retórica del primer término se adecúa a la jerga comunista y en general al de
la izquierda del siglo XX, el funcionamiento del Partido Comunista de Venezuela (PCV) como
célula venezolana de la Internacional Comunista (IC) y satélite del Gobierno soviético la
castraban para comprender los problemas venezolanos atendiendo a su propia realidad y no al
34
Este criterio también es sostenido por Patricia Soteldo, quien indica que el período que media entre 1936 y
1939, R.B. tendrá como propósito hacer pública su concepción política y su ubicación ideológica, son pues los
matices de deslinde ideológico con el comunismo que se mezclan con la construcción del partido en la
clandestinidad. Cfr. Patricia Soteldo, “Estudio Preliminar 1941-1945”. En: Rómulo Betancourt, Antología
Política, Volumen Tercero, 1941-1945. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1995, p. 15.
35
“En el P.D.N. se conjugan las dos características esenciales requeridas por un partido político que se
imponga la misión de transformar la realidad social venezolana. Esas características son las de ser nacional y
ser democrático”. Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos
1929-1981. (Naudy Suárez Figueroa, comp.). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt 2006, p. 124.
21
catecismo y los intereses del Comintern. La ligadura del PCV con la IC la hacía proclive al
patrocinio de un imperialismo comunista, siempre a la espera de la orden moscovita y por
derivación, lejos de una convicción permanente de conquista del poder político, propósito que
movía al PDN.
Por otro lado, ambos partidos discrepaban en la ubicación del sujeto político
revolucionario en el país. Mientras que para los comunistas el motor de la revolución debía ser
el proletariado, la masa obrera, atendiendo a las tesis del comunismo internacional, Betancourt
y los pedenistas consideraban que la realidad económica venezolana no estaba ligada a una
sociedad productora industrial, por lo tanto, el proletariado como clase, era un componente
muy exiguo. El PDN asumía como su base social a todo el pueblo venezolano oprimido por el
latifundismo y por el imperialismo, lo que implicaba la conformación de una idea de partido
que descansa en el carácter popular y policlasista, cuyo único límite sería la connivencia con
los intereses de los grupos conservadores nacionales.36
La doctrina y la organización son los principios y preocupaciones fundamentales del
PDN. Se presenta como un partido con vocación de poder, destinado a ser la vanguardia no de
un pequeño sector de la sociedad venezolana (como era el caso del comunismo con su base
obrera), sino la de la mayoría del pueblo venezolano, esencialmente motivado por el deseo de
modernizar la vida del pueblo y las relaciones políticas, por tanto, fundamentalmente
nacionalista.
El PDN se constituye como un partido de estructura disciplinada y democrática. En
torno al tema de la importancia de la disciplina y en la configuración de sus estructuras
internas tiende a asemejarse a la clásica estructura de un partido leninista. Difiere de ésta en lo
que Betancourt considera el carácter realmente dialéctico del PDN, que no siendo un partido
que estimula la lucha de clase contra clase como el clásico partido leninista, se asimila como
36
“El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas. Trabajadores intelectuales y manuales,
campesinos y amplios sectores medios forman el grueso de su militancia.” […] “Por ser un Partido popular –y
no clasista-, el P.D.N. abarca en sus filas a las mayorías del país, formadas no sólo por obreros, campesinos y
empleados, sino por todos los sectores venezolanos desvinculados de la oligarquía nacional y del capital
extranjero. Es el nuestro un frente único de todos los hombres y mujeres venezolanos, realmente interesados en
que la nación conquiste su gran destino, se realice a sí misma y asegure a todos sus hijos bienestar social,
libertades públicas e ilimitadas posibilidades de desarrollo cultural”. Vid. Ibídem, pp. 122 y 124,
respectivamente.
22
el partido de todas las clases. La preocupación de los líderes por la formación doctrinaria de
los grupos de base en la comprensión de las tesis del partido y en el favorecimiento de su
participación en los órganos de decisión dentro del mismo, tiene como propósito la conversión
del militante en un revolucionario profesional.
El programa del PDN es el resultado del diagnóstico que sus líderes han hecho de
Venezuela y de sus habitantes, esos mismos de quienes aspiran convertirse en vanguardia.37
La concepción revolucionaria del partido y de su programa pertenece al terreno de la forma en
que aspiran acceder al poder –la vía democrática- y a como desde él logren conducirse, huelga
decir, transformando el país heredado.
El PDN veía a los venezolanos del momento como los receptores de las consecuencias
del latifundismo, de la penetración expoliadora del capital extranjero, de su alianza con el
poder político y como los eternos olvidados de las políticas gubernamentales, sobre todo en
37
El diagnóstico que de Venezuela hace el PDN obedece a un criterio fundamentalmente materialista, de hecho,
sus dos partes principales dan cuenta de un análisis económico y de clases sociales. Citamos una síntesis sobre
estos casos contenida en las tesis del Partido: “Venezuela es un país semicolonial y semifeudal, un país atado al
imperialismo económico, fiscal y políticamente, con una economía predominantemente agropecuaria, estancada
por el latifundio e incapaz en su forma actual para asegurar por sí nuestra independencia económica; carente de
grandes industrias nacionales de transformación y que se halla forzado, por lo tanto, a importar mercaderías
extranjeras por cantidades cinco veces mayores a la exportación agrícola y a depender fortuitamente del residuo
que nos deja una industria extractiva de duración limitada y controlada en totalidad por el capital financiero
internacional”.
Es ineludible mirar en su totalidad esta tesis y la forma como va concatenando el diagnóstico económico con la
realidad de los grupos sociales. Aunque el contenido de este documento se atribuye al PDN como Partido, según
refiere Naudy Suárez Figueroa, R.B. confesó a Robert Jackson Alexander, uno de sus biógrafos, que él mismo
fue su autor, al igual que del Plan de Barranquilla, y los más importantes documentos de ORVE, el PDN y AD.
Vid., toda la Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Ibídem, pp. 106-125.
La nota extraída se encuentra en las páginas 112 y 113. La referencia a la autoría documental de R.B. a la nota al
pie que el compilador hace desde el título del documento, en la página 106.
Más adelante, en el siguiente subtítulo nos referimos al criterio de Norberto Bobbio sobre la relación que existe
entre la tradición judeo cristiana y el entendimiento de la revolución como ruptura de la continuidad histórica y
como marcha hacia el progreso. Bobbio a través del juicio de Michael Walzer [Exodus and Revolution. New
York: Basic Books, 1985. (trad. Esodo e rivoluzione. Milano: Feltrinelli, 1986)], considera que la concepción
moderna de vanguardia también puede tener sus orígenes en aquella tradición y se encuentra registrada en el
episodio bíblico de El Éxodo, posible paradigma de la revolución moderna. Dice: “Un pueblo sojuzgado, el Jefe
designado por Dios y la marcha conjunta del pueblo y su líder hacia la liberación son tres elementos
fundamentales de la idea moderna de revolución”. […] La búsqueda de “…esta meta se repite en la república
puritana, en la república jacobina de la virtud y en cierto sentido en la sociedad comunista de Lenin guiada por
el partido de vanguardia de la clase revolucionaria”. Vid. Norberto Bobbio, Teoría General de la Política.
Madrid: Trota, 2005, pp. 654 y 655, respectivamente. [Las negrillas son nuestras].
Parece evidente lo que queremos destacar. Cónsona con la apreciación de Bobbio, El PDN y AD desde 1941 se
asumirán como la guía de ese pueblo sojuzgado hacia la revolución. Recuérdese lo que más arriba hemos
destacado de la Tesis del P.D.N.: “El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas”.
23
materia de salud y educación, en este último caso, sostenían que la modernidad intelectual sólo
estaba al alcance de las élites letradas y no del pueblo, lo que se había traducido en una
población incapaz de acometer destrezas técnicas y productivas, factor fundamental en la
aspiración de modernización nacional. Su entendimiento de la composición diversa de la
sociedad venezolana no sólo le llevó al distanciamiento con los comunistas, sino al
planteamiento de un programa donde tenía cabida toda la amplia gama de sectores laboriosos
del país.38
En el sentido de hacer frente al diagnóstico se instruía el programa que el Partido
preconizaba y que aspiraba desplegar una vez que conquistase el poder. Los temas
fundamentales del programa del Partido gravitaban como hemos dicho en torno a la
aspiración de modernizar en todos los sentidos la vida nacional. En el deseo modernizador, en
la voluntad de cambio profundo, progresista, descansa la concepción revolucionaria del
Partido, su programa. ¿Qué sentido tiene este deseo? ¿Cuál es la aspiración?
En primer lugar el pueblo venezolano estaba llamado a superar las condiciones de
atraso económico y social producto de la subordinación del Estado a los intereses del
latifundio y del imperialismo. Superar estas condiciones implica lograr el escenario que
permita el desarrollo de todas las fuerzas productoras del país.
En segundo lugar, ese sentido transformador sólo podía lograrse a partir de la fuerza de
un mecanismo de empuje, organizativo y económico, siendo éste, el Estado venezolano. Para
38
En la referida Tesis del P.D.N., R.B. aborda el tema de los estratos sociales en Venezuela. En líneas generales
define estos grupos: 1. Una clase latifundista, propietaria de la tierra que se esfuerza por mantener a Venezuela en
las redes del feudalismo económico. Dentro de este grupo también se encuentran los representantes del
imperialismo y su clientela nacional, representada por abogados, parlamentarios, altos empleados. 2. La
burguesía, dentro de la que hace vida el sector financiero y el sector comercial. 3. El sector de las capas medias
de la población, representado por los comerciantes e industriales de limitadas posibilidades económicas, los
agricultores medios y pequeños y algunas capas de profesionales. 4. El campesinado, que es el grupo social
mayoritario de Venezuela y que no presenta una estructura homogénea. 5. Un último grupo constituido por las
clases trabajadoras urbanas, entendiendo por ellas a los trabajadores manuales e intelectuales. Estos cinco
sectores pertenecientes a la estructura social venezolana estaban concentrados en dos grupos con aspiraciones
políticas concretas y disímiles. Por un lado, la corriente conservadora, dentro de la cual se incluían a los grandes
propietarios, la clientela del imperialismo, la alta banca, el comercio exportador, los industriales ligados a ellas
y los núcleos que les sirven, dentro de los que ubica a la llamada “prensa grande” y la alta burocracia estatal.
De otro lado, se encuentra lo que denomina como frente democrático, de una base humana extensa, constituido
por los sectores populares, formando una vasta escala social que comienza en el obrero urbano y culmina en el
agricultor y el comerciante de situación relativamente holgada pero de mentalidad progresista. Es el sector que
agrupa a todas las capas laboriosas del país. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981,
pp. 106-125.
24
ello era esencial la conquista del poder político que concitase una transformación interna de la
estructura del Estado haciendo migrar de este su interés por complacer a los grupos
económicos y responder al llamado nacionalista, a los intereses del pueblo. El entendimiento
del Estado como músculo transformador descansaba en la concepción del petróleo como
recurso estratégico bajo su administración, pero que debía ser destinado a la promoción de
formas alternativas de sustento económico, fundamentalmente de la agricultura y la ganadería
al igual que la manufactura. El papel del Estado sería en este punto fundamental, ya que
aspiraría destinar bajo la figura de créditos toda forma de colaboración para el uso y cultivo de
la tierra (este es el centro de la propuesta de Reforma Agraria) y también para la promoción de
la industria manufacturera.
Sólo un organismo político popular cumplía las condiciones para dirigir este proceso
transformador, este proceso revolucionario. El PDN asumía esa función, una
fundamentalmente canalizadora de los anhelos populares, que orientase al país a las
conquistas económicas y políticas trazadas.39
En el ámbito específico de la acción política el
PDN aspiraba promover la participación de la sociedad venezolana en diversos niveles. La
garantía de esta participación es el voto universal que desde este momento se convirtió en la
demanda democrática innegociable frente al continuismo gomecista.
Al fundarse Acción Democrática en septiembre de 1941, dando paso a la existencia
legal de lo que organizativamente había sido el PDN, estos supuestos doctrinarios y
programáticos parecen intactos.40
Aunque opera sobre el contexto nacional un viraje de
apertura a la oposición política y una gran diferenciación en términos de política económica y
39
Cfr., todas estas propuestas referidas en la Tesis del PDN (1939). Las palabras en cursiva corresponden a
expresiones textuales del documento.
40
Refiere Patricia Soteldo que el PDN ha logrado su objetivo fundamental de legalizarse en 1941 bajo la fachada
de un nuevo partido: Acción Democrática. La autorización de su funcionamiento otorgada por Medina en
septiembre de 1941 y el mitin de apertura en el Nuevo Circo de Caracas, cierran exitosamente la etapa de la
construcción de una organización partidista, democrática, nacionalista, que incluyera a todas las clases
económicas y sociales de diversas profesiones. En esta concentración Acción Democrática reconoce como su
tesis política la aprobada en la I Conferencia del PDN celebrada en septiembre de 1939. Sobre la continuidad
organizativa, nos refiere Soteldo: “Algunas dimensiones constitutivas del anterior PDN se traspasan a los
primeros años de AD, entre ellas la democrática. AD mantendrá como objetivo ser el partido de todos los
estratos sociales, cuyos intereses coincidan con la modernización del país. Este último concepto implicaba un
proceso de transformación en el que la democracia se considera como característica fundamental e
intransferible”. Vid. Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 13-14.
25
social puestos en marcha por el Gobierno de Medina,41
el Partido se obstina en recordar la
pervivencia de ciertas formas del gomecismo en él y sobre todo de matizar dos grandes trabas
que el oficialismo no había querido sortear para dar paso a un camino verdaderamente
democrático y revolucionario: la devolución de la soberanía al pueblo y el castigo al latrocinio
estatal.
El discurso ofrecido por Betancourt en el acto de instalación de Acción Democrática el
13 de septiembre de 1941 permite apreciar la continuidad en los propósitos del Partido de lo
que había sido el programa del PDN. Porque encontramos en él una recurrencia en la intención
por demarcar la misión histórica del Partido que está naciendo, de su voluntad por convertirse
en vanguardia alerta de la nacionalidad. Luego, porque ubica el tema económico como un
referente esencial del diagnóstico de la realidad venezolana y porque delinea los mecanismos
como el Partido aspira hacerle frente.42
Vuelve sobre el escenario de un país en bancarrota
económica, con un Estado que administra ingentes recursos de espaldas a una población que
luce cada vez más empobrecida y desasistida. La causa de esta odiosa relación es para
Betancourt la dependencia casi total de la renta petrolera, por lo cual urge diversificar el
espectro productivo del país, haciéndolo realmente nacional, ergo, evitando que dependa de un
recurso que es administrado con los criterios del capital extranjero. La relación que existe
entre un Estado que se enriquece y un capital extranjero con deseos de prolongar sus
beneficios en el país, amén del escaso margen de otros escenarios productivos, encierran a
41
Soteldo refiere el reconocimiento que hace R.B. sobre la excepcionalidad del momento político abierto con el
ascenso de Medina al poder y a la voluntad de su partido de aprovechar el clima de libertades públicas para hacer
oposición. Cfr. Loc. Cit., pp. 15-16. Igualmente, Cfr., dentro del Estudio Preliminar citado el Capítulo 2: “La
llegada de Isaías Medina Angarita al poder: se inicia un contexto de limitada apertura democrática”, pp. 27-31.
42
Patricia Soteldo, a través de la organización de la selección documental publicada de R.B. durante el período
1941-1945, sostiene que la preocupación por los temas económicos y sociales sigue vigente al retorno de su
segundo exilio y que la manifestación escrita de sus criterios al respecto guardan una estrecha y complementaria
relación entre los escritos de “Economía y Finanzas” publicados en el diario Ahora entre 1937 y 1939 y los que
entre 1942 y 1943 publicará en el semanario Acción Democrática y luego en el diario El País entre 1944-1945.
Precisa la autora que con ello R.B. también da cuenta de su intención por mostrar la continuidad de su
pensamiento político-económico autónomo. Cfr. Loc. Cit., pp. 14-15.
Dentro del mismo Estudio Preliminar, conviene apreciar en Capítulo 5: “La realidad económica venezolana: el
punto de partida”, pp. 61-84.
26
Venezuela en una dependencia total de estas variables, lo que implica el predominio del
interés extranjero sobre uno esencialmente criollo.43
Betancourt se pronuncia igualmente por la necesaria recuperación de la confianza en
las promisorias oportunidades del país. El que los venezolanos recuperen la confianza es un
antídoto para los experimentos demagógicos que surgen ahí donde se ha preconizado que no
hay mayores soluciones. Una concepción en esta propuesta de la misión histórica del Partido
se centra en que ante el necesario riesgo de la vida nacional, el Partido aparece para proponer,
para transformar, para salvar. Los votos del programa de AD también apuntan a otros aspectos
ya delineados desde los tiempos del PDN: el cesar de las divisiones regionales, es decir, el
llamado a la unidad de los venezolanos y a la unidad latinoamericana.44
Este último aspecto resulta cardinal, porque el Partido se está estructurando al tiempo
que el orbe se debate en la vorágine de la Segunda Guerra Mundial y lógicamente no parecerá
exento de la influencia de este contexto. Es por ello que Rómulo Betancourt y AD comportan
tres conductas en el momento: la definición de la postura antifascista y anti totalitaria del
Partido, la presión sobre el Gobierno de Medina para que haga lo propio, y el esbozo de su
concepción amaricanista, que abogaba por un entendimiento para la defensa del continente,
por el acercamiento económico de América Latina y Estados Unidos a través de una entente
condicionada a propósito de garantizar provisiones alimenticias e industriales durante el
conflicto y finalmente, por un llamado a la democratización de la región.45
Entonces, la revolución como expresión de la razón histórica del Partido puede
entenderse como la voluntad de un cambio profundo en todos los niveles de la vida nacional e
incluso, en el entendimiento de la relación con el exterior. El Partido, al referirse al cariz
revolucionario de su programa lo hace en torno a su propuesta para vencer las condiciones del
diagnóstico madurado durante casi dos décadas de vida política.
43
Cfr. “Acción Democrática y los problemas económicos de la Nación”. Discurso de R.B. en el acto público
fundacional de AD, el 13 de septiembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-
1981, pp. 135-142.
44
Cfr. Ídem.
45
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 4: “La
“propuesta americanista” en la estrategia partidista de AD”, pp. 39-60.
27
La aspiración de llevar a cabo la revolución es a través del camino democrático. Es
decir, se aspira a la democracia como canal de acceso del partido al poder. Ya el PDN había
intentado patentar simbólicamente esta pedagogía desde la candidatura de Gallegos en 1941,
no por medio de la confianza en el sistema electoral sino con el ánimo de avivar el espíritu de
participación política de un eventual electorado.
Hasta este escenario nos hemos referido a la revolución en el marco de la aspiración de
Acción Democrática como partido político, ergo, a una serie de medidas de toda índole que se
aspira tomar tras su arribo al poder, de modo que, hablamos de una revolución como
aspiración, como deseo, que requiere del poder para desplegarse. Camino y programa definen
lo que podemos enunciar como la revolución querida. En este término, la revolución ha sido
pensada y la expresión concreta de ese pensamiento es el programa de Acción Democrática.
No es, sin embargo, una aspiración que soporte la crudeza de un tiempo indeterminado.
El espacio que media entre 1941 y 1945 es el de la consolidación de AD como un partido de
masas nacional: está legalizado, posee una estructura organizativa sólida producto del
reforzamiento de la experiencia clandestina del PDN, una militancia disciplinada en el
conocimiento de las tesis y del programa, una diseminación organizativa a nivel regional y
representación en órganos parlamentarios locales y en el Congreso Nacional y una actuación
correspondiente a su propósito dentro del período: hacer de la democracia parte constitutiva
de la cultura política del venezolano.46
Parece en síntesis, un partido preparado para la acción
de gobernar, ergo, preparado para hacer la revolución, cónsona con su deseo.
De cara a las elecciones de 1946 y en sintonía con su vocación de poder, a la
aspiración continuista del gomecismo –en general- y a la división de criterios sobre la
naturaleza de esa continuidad –en particular-, el Partido desde muy temprano enciende las
alarmas con el propósito de exigir primero una reforma constitucional y luego un gobierno
transitorio que se encargue de construir el escenario para unas elecciones libres y democráticas
donde concurran las fuerzas políticas del país, en vista de que la reforma constitucional de
1945 no contempló la elección universal del presidente de la República.
46
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 3:
“Definición y expansión de Acción Democrática”, pp. 32-39.
28
El drama político consecuente ha sido ampliamente atendido por el análisis político y
por la historiografía venezolana, nos referimos a los intentos de solución decorosa del
problema de sucesión del Gobierno de Medina y lógicamente a lo que fue su solución final.47
En torno al tema de la sucesión y en la proximidad de las elecciones de 1946, Acción
Democrática tuvo inicialmente dos propuestas: una reforma constitucional que permitiera la
elección universal directa y secreta del presidente de la República y una vez que esta fue
desestimada por el oficialismo, se apostó a la elección bajo el sistema corriente de un civil que
se comprometiera desde antes de su elección a conducir un proceso de cambio jurídico que
permitiera la anhelada elección universal. Recuérdese, el Partido estaba intentado caminar la
vía democrática para acceder al poder y hacer la revolución. Con anterioridad, AD conmina al
Gobierno a fijar posición ante la propia división interna del oficialismo y sus cercanías, con
propiedad, sobre las nuevas intenciones de López Contreras de presentarse como candidato en
la elección.48
La salud de Diógenes Escalante y su imposibilidad para afrontar la conducción del país
como presidente de la transición terminarán por quebrar la fugaz connivencia entre el
oficialismo y AD, condición que jamás volvió a repetirse.49
Ahora, ante la imposibilidad de
47
No es un objeto de este trabajo plantear nuevamente la urdimbre de escenarios, personajes y criterios que se
han tejido en torno al drama político de la sucesión de Medina que desemboca en el 18 de octubre de 1945, es
decir, a los detalles del drama; sin embargo, para una comprensión mucho más sólida de lo que a posteriori
vamos a plantear, este es un conocimiento ineludible. Para ello recomendamos la apreciación del anecdotario que
en torno a la crisis de la sucesión presidencial del año 1945 hace R.B. en Venezuela, política y petróleo, también
Manuel Caballero en Rómulo Betancourt, político de nación [ambas obras ya referidas]; Simón Alberto Consalvi,
La Revolución de Octubre de 1945. La Primera República Liberal Democrática. Caracas: Fundación Rómulo
Betancourt, 2010. (Serie Antológica Historia Contemporánea de Venezuela, 5); Karl Krispin, Golpe de Estado:
Venezuela 1945-1948. Caracas: Panapo, 1994; Andrés Stambouli, Crisis política. Venezuela: 1945-58. Caracas:
Ateneo de Caracas, 1980. Del mismo autor, La política extraviada. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana,
2005, pp. 46-67. También el trabajo de Corina Yoris Villasana, 18 de octubre de 1945: legitimidad y ruptura del
hilo constitucional. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2004.
48
Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 174.
49
R.B. se guarda de aclarar que la escogencia de Escalante no es producto de un acuerdo entre AD y el Gobierno
de Medina, sino una decisión unilateral de éste último. La visita que él y Leoni le hacen a Escalante en
Washington antes de su presentación como candidato en Venezuela fue acordada en el Partido una vez que se ha
reconocido que éste resulta un excelente candidato para conducir la transición. La visita tiene como propósito
poner a Escalante al corriente de las demandas de AD –la de un gobierno transitorio que llamara a elecciones
universales- y para persuadirse de que el embajador podría en el futuro actuar en consecuencia. Para el Partido la
distancia que había separado a Escalante de los manejos del medinismo en Venezuela era una condición
estimable. En la conversación sostenida entre estos representantes de AD y Escalante en Washington, los
primeros dejan claro que de ser él escogido como candidato del oficialista Partido Democrático Venezolano
29
Escalante, la negativa de un candidato extrapartidos presentada por Gallegos a Medina, y la
escogencia del nuevo candidato oficial, Ángel Biaggini,50
continúan las reuniones clandestinas
que AD ya venía manteniendo con la UPM en torno a la propuesta de esta última para efectuar
una insurrección militar como salida a las exigencias del Ejército y a las del Partido.51
En este
momento AD seguía persuadida de agotar la vía del consenso.52
A este nivel ¿cuál es la
(PDV), AD sólo mostraría una actitud simpática pero no suscribiría pacto de ninguna naturaleza con aquel
partido. Esta determinación se amparaba para los líderes de AD en las siguientes convicciones: a. No podría
pactarse con una organización que había confundido de forma totalitaria los límites entre el partido de gobierno y
el Estado. b. No se estaba ganado a participar en un pretendido gobierno de unidad nacional hasta tanto AD no
tuviese una representación proporcional a su militancia en los órganos legislativos a todos los niveles y si
tampoco tenía garantizada una participación en los ministerios fundamentales de la acción del gobierno. Luego,
es importante para R.B. destacar que su partido no se vio relacionado con ninguno de los actos públicos
celebrados tras la llegada de Escalante a Venezuela. Cfr. Ibídem, pp. 174-175.
50
Cfr. Ibídem, p. 176.
En el discurso que venimos refiriendo R.B. expone las razones por las cuales AD no aprueba que Ángel Biaggini
ocupe la candidatura oficial y consecuentemente la Presidencia de la República. Se le considera uno de los
hombres más anodinos de la administración actual, un burócrata y un incompetente al frente del Ministerio de
Agricultura y Cría en medio de un escenario de complicaciones para el abastecimiento nacional. Se le trata como
un incapaz político para reunir –eventualmente desde la Presidencia- las corrientes escindidas del Gobierno: a los
partidarios de López por un lado y a los de Medina por el otro y para enfrentar toda la serie de dificultades
económicas y fiscales a las que estaría sometido el país como consecuencia del fin de la guerra. Cfr., pp. 176-177.
51
Varias fuentes refieren el escepticismo de R.B. frente a los militares que empiezan a abordarlo a mediados de
junio de 1945, revelándole su plan insurreccional e invitando a AD a sumarse en una acción de gobierno
posterior. La actitud de R.B. es consecuencia de su falta de contacto con las Fuerzas Armadas, de su falta de
convicción -hasta entonces- de que en el seno de las Fuerzas Armadas estuviesen sintiéndose desavenencias con
la política nacional y finalmente, por los peligros que revestía una acción directa de las armas en las soluciones
políticas, es decir, por el temor a servir de puente a una dictadura militar. Estos argumentos corresponden a dos
actores claves de las reuniones clandestinas entre militares y civiles y luego, miembros de la Junta
Revolucionaria de Gobierno: Edmundo Fernández y Gonzalo Barrios, respectivamente. Vid., sus entrevistas en:
Ana Mercedes Pérez: La verdad inédita (Historia de la Revolución de Octubre revelada por sus dirigentes
militares). 2 ed. Buenos Aires: Colombo, 1953.
Un inciso sobre este texto: El libro de Ana Mercedes Pérez tiene la gran virtud de recoger aún con el fragor de los
primeros meses de la Revolución, fundamentalmente la versión de los militares comprometidos en la conjura. A
pesar de su intención épica y alegórica, los detalles de las entrevistas que lo componen son valiosísimos sobre
todo por la forma como expresan la concepción de la voz revolución en el sector militar. Ya nos referiremos al
respecto. Gonzalo Barrios y Edmundo Fernández son los únicos civiles comprometidos en la conjura que
conceden entrevistas a la autora. A través de una carta que reposa en los archivos de R.B., Pérez solicita a éste
una entrevista para incluirla en la primera edición del libro. Finalmente, ninguna entrevista de R.B. aparece en el
libro. Vid. Carta de Ana Mercedes Pérez a R.B. Caracas, 22 de julio de 1947. En: ARB. T. VI-F, 690.
52
Lógicamente, un día antes del 18 de octubre de 1945, las reuniones preparativas de la conspiración entre la
UPM y AD eran un sólido hecho. Cuando nos referimos a que el Partido apostaba aún por la vía del consenso lo
hacemos en torno a la naturaleza misma de las palabras ofrecidas por R.B. esa misma noche, donde una vez más
delinea una propuesta político-jurídica para resolver el problema de la sucesión. Estas expresiones, en su
momento, es decir, antes del estallido, son tan absolutas como el estallido mismo al día siguiente. Todo el juicio
que sobre estas palabras y en general sobre este discurso se ha hecho en la historia política venezolana ha estado
sujeto a la impronta del día siguiente, al 18 de octubre de 1945, por ello, ha sido observado como una alocución
preparatoria a la militancia de AD para el estallido que estaban seguros sobrevendría en poco tiempo. Es un juicio
válido. También debe verse en él la intención de R.B. por no dejar demasiados resquicios interpretativos a la
historia a la hora de juzgar entre las aspiraciones de su partido y el devenir inmediato, huelga decir, es un hombre
30
demanda de AD? Que el Gobierno garantice la elección de un candidato con la estatura moral
de Escalante y que éste asuma el mismo compromiso que aquél había aceptado: el de conducir
un gobierno transitorio cuyo objeto primordial sea el del llamado a elecciones.53
Paralelamente, la escogencia de ese candidato y el apoyo que éste tendría de las fuerzas
políticas mayoritarias del país impedirían que se materializara un peligro temido por AD: el
que la división entre López y Medina condujese a una guerra civil.54
Rómulo Betancourt parece enfático en querer dejar claro para la historia la voluntad de
Acción Democrática por agotar toda vía de acuerdo político con el Gobierno en torno al tema
de la sucesión, esta convicción incluso la pregona un día antes del estallido de la insurrección,
el 17 de octubre de 1945. La demanda, que es expresada públicamente y por última vez
aquella noche se centra en la exigencia de una solución evolutiva materializada en la
que quiere dejar claro que el Partido está apostando a una salida evolutiva al tiempo que todas las opciones para
su realización van siendo flanqueadas por el Gobierno.
53
Un día antes del estallido de la insurrección R.B. insiste en la propuesta político-jurídica sostenida por el
partido para solucionar el problema de la sucesión presidencial y abrir el camino electoral. La propuesta hasta
entonces había sido desestimada por el Gobierno de Medina: “Escogido ese candidato, apoyado y sostenido por
todas las fuerzas económicas no organizadas partidísticamente [sic], como son los sindicatos obreros, las
federaciones de cámaras de comercio y producción, los organismos profesionales, este gobernante así escogido
podría llamar al país dentro de un año a elecciones directas. Para ello se iniciaría en enero en las Asambleas
Legislativas la reforma constitucional. Esa reforma constitucional iría al Congreso de 1946, el cual le
correspondería escrutarla. Este Congreso también fijaría, limitaría a un año el mandato del Presidente
provisional que eligiera, así como el Congreso de 1936 rebajó a cinco años el mandato de López Contreras a
pesar que la Constitución establecía que era de siete años el lapso de gobierno constitucional. Le correspondería
también a este Congreso del 46 fijar la fecha de expiración del período de los organismos parlamentarios, entre
ellos el Congreso Nacional, a fin de que simultáneamente se eligiera mediante sufragio directo, universal y
secreto un Presidente de la República y un Congreso que no sea usurpador sino depositario y encarnación de la
soberanía nacional. Y esto tampoco sería nada extraño al propio mecanismo constitucional y a precedentes
existentes en el país”. Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945, en: Rómulo
Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 180-181.
54
“Hemos estudiado el panorama político del país, y en forma muy responsable quiero decir esta noche que
nosotros conceptuamos muy grave la situación política de Venezuela. El régimen se ha escindido en dos frentes;
cada uno de esos frentes tiene un general a su cabeza; y en Venezuela la experiencia histórica nos comprueba
que nuestros generales no han dirimido sus contiendas en las plazas públicas con las armas civilizadoras de la
palabra escrita y hablada: que han dirimido sus contiendas en otros sitios y con otras armas, y que siempre ha
sido el pueblo venezolano el cordero pascual, el “chivo expiatorio” en esa forma drástica y violenta como han
resuelto sus conflictos y sus pugnas los generales de nuestro país”. Vid. Ibídem, p. 178.
Estas palabras de R.B. son sumamente elocuentes, dos aspectos leemos en ellas que deben resaltarse: en primer
lugar se percibe la intención de retrotraer el conflicto entre López y Medina a la lógica decimonónica, es decir, a
la resolución voraz por medio de las armas. Este mismo juicio tiene también una intención de pedagogía política,
porque mientras se va expresando, se está invitando a los escuchas a pugnar por un tipo de solución distinta al
panorama político del momento: demandar las urnas electorales. En segundo lugar, se ubica el conflicto de “los
generales” en la arena personal, se resume a un problema entre ellos, al tiempo que la pedagogía del orador hace
su trabajo dejando ver que mientras aquellos hombres parecen proclives a ocuparse de su problema por la vía de
la violencia, el país está ocupado en un tema más elevado, en la demanda de un camino democrático.
31
escogencia de un gobierno provisional que se encargara de resolver el tema de las elecciones
universales.
Cuando estalla la Revolución el argumento desde la trinchera del Partido es que
habiéndose agotado todo camino de conciliación política con el Gobierno y tras la debelación
de la insurrección militar, Acción Democrática se aventuraba a hacer aquello que se le insistió
al Gobierno ejecutar y para lo que tuvo amplias ventajas: enrumbar la solución evolutiva de su
propia querella intestina y de la sucesión presidencial por la vía de un gobierno provisional, es
decir, el Partido y la UPM convertirán la Revolución en el momento objetivo donde tendrán
desenlace aquellas demandas no solucionadas por el Gobierno. Si un gobierno provisional fue
la exigencia, si esa fue incluso la oportunidad, también negada, un gobierno provisional,
surgido de la fuerza se encargará de hacer aquello vetado por el régimen de Medina.
En las primeras alocuciones de Betancourt en nombre de la Junta Revolucionaria de
Gobierno y en las sucesivas, más largas, cuando el nuevo mando parece estabilizado, se
reconoce esta tendencia: la de recordar que el momento revolucionario tendrá por objetivo
materializar las demandas negadas por antiguo régimen, en ese sentido, se conciben como ese
gobierno provisorio cuya misión es la de conducir a elecciones universales.
Ahora bien, desde la arena del Partido, la Revolución –como hecho y como proceso-,
no es la revolución querida. La primera surge como un atajo circunstancial para la
materialización de la segunda; especie de otra vía, necesaria en la última hora para hacer
posible el despliegue del programa concreto del Partido. No lo es por su origen, mucho más si
este se contrapone a la demanda democratizadora del AD,55
tampoco lo es por sus actores e
55
Las tesis del PDN y AD, los discursos públicos de R.B. y su correspondencia, todo en el período comprendido
entre 1936 y 1945 dan cuenta de esta exigencia. La máxima es que el Partido debe practicar internamente la
democracia que aspira consolidar en la calle y que demanda a los herederos del gomecismo. Al menos ésta ha
sido la versión que R.B. se empeñó por legar a la historia. Distante a este criterio se ubicó circunstancialmente
Gonzalo Barrios, afirmando que desde el PDN y luego en AD se discutió la posibilidad de la vía violenta como
recurso último de acceso del pueblo al poder. Es probable que esta versión que sostiene el líder de AD esté muy
animada por patentar el recurso armado en las consideraciones históricas del Partido y poder decir que a pesar de
lo pregonado durante casi una década de activismo político nacional, AD no actuó contra criterios acariciados en
su seno al congeniar con los militares y participar en la insurrección del 18 de octubre de 1945. Al respecto, estas
fueron las palabras de Barrios: “En las Asambleas de Acción Democrática y antes, en nuestras clandestinas
reuniones del P.D.N., se planteaba a menudo, en forma hasta cierto punto imprecisa, la tesis de que algún día el
pueblo venezolano se vería obligado a recurrir a la violencia para solucionar el problema político de la
República y establecer en la práctica el régimen aceptado en doctrina según el cual el ejercicio del Poder deriva
de un acto de la soberanía popular”. Vid., su entrevista en Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 76.
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  • 1. UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA TRABAJO DE GRADO RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945: LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN por Sócrates José Ramírez Briceño Julio, 2013
  • 2. UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945: LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por Sócrates José Ramírez Briceño como requisito parcial para optar al grado de: Magíster en Ciencia Política Con la asesoría de la Profesora Carolina Guerrero Julio, 2013
  • 3.
  • 5. iv AGRADECIMIENTOS Esta investigación no hubiese sido posible sin la convergencia del ánimo y solidaridad de muchas instituciones, amigos y afectos. A la Universidad de Los Andes, mi Alma Mater. A la Universidad Simón Bolívar por haber asumido el financiamiento de mi formación en este programa de Maestría. A la profesora Carolina Guerrero agradezco el honor de haberme recibido en sus seminarios, fundamentales en mi formación dentro de este programa, por haber asumido con gentileza la dirección de esta investigación, por haberla leído al detalle y por sus siempre oportunas sugerencias. Gracias por su estímulo. A la Fundación Rómulo Betancourt por haber permitido mi acceso a su archivo, brindándome la grandiosa oportunidad de leer los papeles de Betancourt, atendiendo siempre mis requerimientos durante seis meses de trabajo. Mi reconocimiento a la colaboración de su personal: Virginia Betancourt Valverde, Iván Castro, Pastor Torrealba, Belkina Gamboa y Judith Hamilton. Especialísimo reconocimiento hago a la investigadora Mirela Quero por cuya intermediación se logró el ingreso al archivo, asumiendo ella la asesoría en mi búsqueda documental. Inestimables han sido todas sus recomendaciones, precisiones en detalles históricos y colaboración logística. A la Fundación Manuel García Pelayo por su oportuna contribución bibliográfica. A los profesores Pasqualina Curcio, Miguel Ángel Martínez, Luis Buttó y Fernando Falcón por su colaboración en la moldura metodológica de este trabajo y por las valiosas recomendaciones bibliográficas.
  • 6. v A Sharly Ramírez, mi auxilio lingüístico, por su inquisidora lectura, su implacable crítica y su atención siempre presente en mis pesquisas y avances. A Ezzat Chelhod, porque su mesa siempre estuvo a mi alcance para llenarla de libros y papeles. Agradezco enormemente su apoyo a lo largo de este camino y su ánimo siempre dispuesto a atenuar las contingencias del esfuerzo. Invaluable su colaboración en la discusión sobre los aspectos jurídicos ligados a los problemas abordados y por su inquisición en el rescate de leyes y decretos del período estudiado. A mis padres, a Ulises, a Doris Díquez, por su amor, confianza y espaldarazo sincero. A todos esos que para mí son individuos anónimos y que hacen posible la existencia y conservación para la investigación de espacios como la Biblioteca Central de la UCV, la Biblioteca de la Facultad de Humanidades de la UCV, la Biblioteca Central de la UCAB, el Instituto de Investigaciones Históricas Hermann González Oropeza, s.j., de la UCAB, la Biblioteca Central de la USB y la Biblioteca Isaac J. Pardo del CELARG. De sus fondos no sólo parte de las fuentes. En sus mesas se escribieron estas páginas.
  • 7. vi UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945: LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN Por: Ramírez Briceño, Sócrates José Carnet N°: 0987196 Tutor: Carolina Guerrero Julio, 2013 RESUMEN El 18 de octubre de 1945 estalla un movimiento cívico-militar que depone al Gobierno de Isaías Medina Angarita e instaura una conducción política provisoria en Venezuela que recibe de sus actores el nombre Revolución de octubre de 1945. El objetivo de ese movimiento según sus protagonistas era la conducción a elecciones universales, directas y secretas del presidente de la República, castigo al peculado durante el régimen de Gómez y sus herederos y el logro de mejoras en las condiciones de vida del pueblo venezolano. Más allá de la realización de los objetivos que para los actores justifican su actuación, esta Revolución es ante todo una idea. En esta investigación se estudia qué significan los actores y el contexto de aquel entonces con el uso revolución. Partimos de la curiosidad por saber qué elementos resultan contenidos en la definición de la voz revolución que identifica aquel momento. El análisis se hace fundamentalmente a partir del discurso político de Rómulo Betancourt y de las consideraciones de Acción Democrática, quienes en mayor medida aportan la carga significativa para la construcción de la expresión. Y es natural. El discurso público de Betancourt entre 1945 y 1948, amén de las diversas secciones en las que pueda apreciarse, gira en torno a la intención de presentar, justificar, desplegar y reivindicar esta Revolución. El trabajo ha seguido la metodología propia de la historia de las ideas ya que persigue el análisis y la interpretación de la significación de un uso lingüístico en su propio momento. Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una significación inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias que de aquél han sido legadas, concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la historia de una expresión. Palabras claves: Venezuela, Revolución de octubre de 1945, Revolución, Rómulo Betancourt, historia intelectual.
  • 8. vii ÍNDICE GENERAL APROBACIÓN DEL JURADO DEDICATORIA ii iii AGRADECIMIENTOS iv RESUMEN vi ÍNDICE GENERAL vii INTRODUCCIÓN Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt 01 07 CAPÍTULO I: PENSAR LA REVOLUCIÓN 1.1. Los actores y la significación del uso revolución. 1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción Democrática. 1.1.2. La Unión Patriótica Militar (UPM). 1.2. La Revolución y el fenómeno revolucionario. 1.2.1. Programa revolucionario: liberación y fundación de la libertad política. 1.2.2. La construcción de los sujetos revolucionarios. 1.2.3. La idea de novedad y la construcción de un nuevo origen. 10 15 15 32 45 50 55 60
  • 9. viii 1.2.4. Un movimiento irresistible. 1.2.5. La Revolución es la consecuencia de un régimen político caduco. 1.2.6. El tiempo revolucionario y el tiempo constitucional. 1.2.7. La violencia. 74 79 86 90 CAPÍTULO II: HACER LA REVOLUCIÓN 2.1. Justificar la Revolución. 2.1.1. Los criterios a contrarrestar. 2.1.2. La justificación en el origen. 2.1.3. La justificación en el despliegue. 2.1.4. La justificación como balance. 2.2. Petróleo y Revolución. 2.2.1. El diagnóstico desde la oposición. 2.2.2. Petróleo: programa, acciones y tensiones. 2.2.2.1. De los impuestos extraordinarios al fifty-fifty. 2.2.2.2. Los alcances de la retórica del nacionalismo petrolero en la Revolución. 2.2.2.3. Las tensiones y el realismo. 108 110 111 118 120 123 126 127 137 143 149 159 CAPÍTULO III: ENTENDER LA REVOLUCIÓN 3.1. Aceptación y reconocimiento. 3.2. Estados Unidos. 166 169 173
  • 10. ix 3.3. La América timorata. 3.4. Revolución y realización personal. 3.5. Oposiciones. 3.5.1. Los comunistas. 3.5.2. Copei. 3.5.3. López Contreras y la conspiración militar. 3.5.4. La Iglesia Católica. 3.5.5. Trujillo y la conspiración internacional. 3.6. ¿Qué decir de Acción Democrática y Rómulo Betancourt? 3.7. Autocomprensión. 3.7.1. De Acción Democrática. 3.7.2. De los militares. 197 210 221 222 223 227 233 240 242 260 261 264 CONCLUSIONES 276 FUENTES 283
  • 11. 1 INTRODUCCIÓN Al iniciarse el camino de esta investigación habíamos proyectado analizar el período de la vida política venezolana comprendido entre 1945 y 1948 a través del discurso de Rómulo Betancourt. Nos animaba hacer un análisis en torno a los grupos característicos en que podían ser compartimentadas sus ideas durante aquellos años. Sin embargo, a través del detalle minucioso entre sus papeles, de la consideración del arte existente y de oportunas sugerencias intelectuales intentamos un abordaje distinto del problema. En lugar de privilegiar el análisis del discurso de Betancourt a través de sus líneas características, huelga decir, de la precisión de sus diferencias y límites particulares, tendimos a la evaluación de un aspecto unitario, aquel donde convergen todo ese conjunto de ideas inicialmente apreciadas y que resulta la principal preocupación ideológica de este hombre y en general del contexto durante aquellos años. Ese punto es la significación de la expresión revolución. Todo el sentido y el esfuerzo retórico de Betancourt durante el período, más allá de las secciones en las que pueda apreciarse su discurso, gira en torno a la intención de presentar, justificar, desplegar y reivindicar a la Revolución de octubre de 1945.1 El ejercicio nos permitió salir circunstancialmente del personaje y evaluar que al mismo modo de sus palabras y del rumbo del momento político respondía el contexto, ergo, que existía como interlocución una respuesta que también buscaba construirle una dirección significativa a la idea de revolución. Ello condujo a que nuestra preocupación se desplazara del personaje a la evaluación de la coyuntura, que lo incluye a él y a sus ideas como aspectos centrales, pero que considera necesaria la relación con el contexto. 1 Dos aclaratorias. Primera: esta idea ya había sido enunciada por Luis Castro Leiva. Nos permitimos intentar con esta investigación construir argumentos en ese sentido, en todo caso, comprobar su posibilidad. Cfr. Luis Castro Leiva. Ese octubre nuestro de todos los días. Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), 1996. Segunda: en este trabajo por ser consecuentes con el espíritu del contexto de la Revolución de octubre de 1945 y por economía del lenguaje, nos referiremos a ella como la Revolución.
  • 12. 2 Esta investigación tiene como propósito el estudio de la significación de la Revolución en torno a los argumentos, visiones y consideraciones que propenden de su propio decurso. Es decir, es el intento por acercarnos al modo como la Revolución es conceptuada en su propio tiempo, por sus actores fundamentales y a través de la lectura de los otros. Este enunciado requiere la precisión inmediata de unas consideraciones metodológicas. Privilegiamos el análisis de los actos de habla en el marco de la historia de las ideas, trabajadas con especificidad por Quentin Skinner.2 Glosando lo que para Skinner y Castro Leiva resulta un propósito en el marco de la historia de las ideas,3 esta investigación se enrumba a interpretar la experiencia de una concepción intelectual,4 pretendiendo en este esfuerzo el acercamiento y la reconstrucción de una concepción sobre la base de los criterios esbozados en su propio tiempo. Para ello se ha privilegiado precisamente el análisis en torno a los recursos del lenguaje político, en este caso, propios de Betancourt y en general de todo el contexto, que dan un sentido circunstancial al uso revolución; de este modo, tal como sostiene Castro Leiva, el intento de abordar el problema se fundamenta en la convicción de que, mirando ese pasado, se aprecia una forma particular de hablar, de expresarse, de pensar, lo que constituye un modo de actuar.5 Así, el entramado de criterios que da vida a una idea, en este caso, a la idea de la Revolución, se concibe como un cuerpo vivo ya que no sólo da sentido a ciertas formas de pensamiento sino que estos logran constituir acciones en sí mismas. Al mismo tiempo que Betancourt, los hombres del momento y todos los interlocutores contextuales se expresan, no sólo proyectan en ello una concepción circunstancial sobre determinadas situaciones, sino que 2 Cfr. Quentin Skinner. Vision of Politics: Regarding Method. (Volume I). Cambridge: Cambridge University Press, 2002. De este texto ha sido encontrada recientemente una versión en español traducida por Cristina Fangmann bajo el nombre: Lenguaje, política e historia. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2007. También, Cfr. J.G.A. Pocock. Political Thought and History. Essays on Theory and Method. Cambridge: Cambridge University Press, 2009. Fundamental sobre metodología en historia de las ideas: Diego Bautista Urbaneja, “Consideraciones sobre metodología en la historia de las ideas políticas”. Politeia. Nro. 5. Caracas: Instituto de Estudios Políticos de la UCV, 1976, pp. 185-222. 3 El problema característico que afronta el estudio de la historia de las ideas políticas es el de la explicación de las ideas. Bajo este enfoque se concibe al discurso político como toda la serie de actos de locución que obedece a un contexto, llevan implícita una intención y producen determinados efectos. 4 Cfr. Luis Castro Leiva. “El arte de hacer una revolución feliz”. En: OOCC, Volumen II. Lenguajes Republicanos. Caracas: Fundación Polar y Universidad Católica Andrés Bello, 2009, p. 159. 5 Cfr. Ibídem, p. 163.
  • 13. 3 parecen guiados por una intención y logran generar diversos efectos. Nuestra convicción es que a través del discurso de Betancourt la intención relevante durante el período precisado ha sido el modelaje conceptual de la Revolución y en todo caso, el contexto responde en modo efectista a esa intención, aportando consideraciones de significación a la idea como respaldos, críticas o denostaciones. Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una significación inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias textuales que de aquél han sido legadas, concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la historia de una expresión. Atender este aspecto es fundamental para la comprensión y crítica posterior de esta investigación. Sobre la Revolución y con mayor énfasis sobre el Trienio como tiempo de la cronología política existen innumerables consideraciones intelectuales posteriores, dentro de las que se incluyen apreciaciones de sus actores y de Betancourt sobremanera. Estas revisten una guía fundamental que permiten considerar el estado del tratamiento pero no del problema en sí mismo, mucho menos si se intenta abordar en torno al cariz de las ideas del momento. En el análisis histórico sobre el siglo XX, es probable que este episodio de nuestra historia política contemporánea sea el que haya generado mayor controversia intelectual y aún con más énfasis su entendimiento o no como una revolución. Por ello, y con el objeto de contener las pasiones sobrevenidas a lo largo de casi un siglo de reflexión sobre el momento, en esta investigación donde se destaca que el objetivo fundamental de hombre y contexto era la construcción significativa de una revolución, pues nos aproximaremos a los contenidos significantes que fueron dados al uso como expresión de un fenómeno en su tiempo. Este esfuerzo no es una sistematización histórica de la Revolución, es una reflexión en torno a ella como idea. De hecho, damos por sentada la necesidad de que quien lea estas páginas haya tenido algún acercamiento a ponderaciones históricas sobre el período y conozca los matices de su cronología. Los productos intelectuales y la sistematización de fuentes primarias del período son prolíficos y en esta investigación se refieren aquellos considerados fundamentales.
  • 14. 4 Tampoco es una reflexión que considera haber agotado la posibilidad de disquisición en torno a la naturaleza de esta idea. La Revolución fue un fenómeno complejo y la abundancia de fuentes legadas hacen posibles nuevos pero sobre todo particulares análisis. Aquí se le ha dado un privilegio de primer orden a las que provienen de Rómulo Betancourt, especialmente a sus discursos públicos, pero también, a las que teniendo otro origen, incluso no necesariamente correspondiente con su criterio, fueron seleccionadas y agrupadas por él en su archivo, lo que para nosotros ha constituido una excepcional posibilidad de análisis pero que también reviste un sesgo importante y lógico en lo que posteriormente se sostendrá. En todo caso, alertamos que sobre la Revolución como concepción intelectual sistematizada en estas páginas privan de manera esencial las consideraciones directas de Betancourt y otras, aunque diversas, ligadas indirectamente a la suya. La Revolución comporta en sí misma un proceso de pensamiento que es propiamente la reflexión que hacen sus actores sobre qué cosas significan como revolución. Igualmente reviste un modo de hacer, visto en todo caso como el despliegue revolucionario propiamente dicho, huelga decir, la forma como se realizan los objetivos revolucionarios. Y finalmente, implica también un modo de entendimiento porque la Revolución genera efectos comprensivos en el contexto y en sí misma que también terminan considerándose parte de la construcción significativa del uso. A su vez, el hacer que ha sido ubicado primeramente como una materialización de las ideas también da sentido al pensamiento sobre la Revolución y al entendimiento de la misma, porque pensarla y entenderla también es un modo de desplegarla. Sobre estos criterios es presentada la investigación. Los mismos han sido organizados en tres capítulos que intentan a su vez tres reflexiones sobre la significación de la Revolución vista a través del pensamiento de su tiempo. En el primero, titulado Pensar la Revolución, se delimitan los espacios de duración y alcance de la Revolución que hemos considerado, la presentación de los actores del movimiento y los criterios que, en torno a la idea, habían construido separadamente antes de hacerse a los sucesos, es decir, la carga de significados que habían modelado sobre el uso revolución antes de ejecutarla y que servirán de base objetiva y justificativa de su actuación. También comprende un análisis sensible que aporta nuevos elementos para la consideración de
  • 15. 5 la Revolución como una circunscrita al concierto característico de las revoluciones modernas atendiendo a las apreciaciones de la teoría política y al manejo de los criterios contextuales usados para justificarla y desplegarla. Sería pues una lectura en torno al modo como la significación construida sobre la idea de revolución en el proceso estudiado se ajusta a la comprensión política del proceso como tal. El segundo capítulo aborda dos ámbitos esenciales del hacer revolucionario: por un lado, la construcción intelectual de la justificación y por otro, las ideas y acciones agrupadas en torno al tema petrolero. Se titula Hacer la Revolución. A través de él se podrá apreciar al igual como en la mayor parte de los aspectos significativos claves de la Revolución como Rómulo Betancourt y AD aportarán las más claras definiciones. La construcción de esta sección tiene por objeto brindar una muestra de la relación existente entre las ideas y su concreción material como mecanismo legitimador y justificativo de la acción revolucionaria, además de la demarcación de los criterios a los cuales busca contrarrestar la justificación política del movimiento y también, al discurrir mismo de la justificación según el decurso de la Revolución. Igualmente, en este apartado se hace énfasis en destacar las continuidades y deslindes existentes alrededor de la postura histórica del líder del Partido6 en torno al manejo de la política petrolera nacional; la relación entre personalismo político, peculado, imperialismo y petróleo; los niveles de dependencia nacional de la renta petrolera y el sentido que estas ideas con las cuales AD entra en la Revolución van siendo, por un lado consecuentes con las viejas posturas, pero por otro, dan origen a nuevos sostenimientos, obedeciendo a la impronta del contexto, ergo, al realismo político. En las fricciones entre lo reafirmado de las tesis del pasado y los criterios que se imponen con las circunstancias, consideraremos las resoluciones que sobre la materia petrolera va generando el Gobierno de la Revolución. El tercer capítulo aborda una muestra a la mirada de los otros sobre el decurso de la Revolución y la autocomprensión que hacen separadamente los actores fundamentales de la misma en torno al fenómeno, a sí mismos y a los juicios de los otros. Se titula Entender la Revolución. Este apartado puede considerarse como la descripción y análisis de los efectos perceptivos que la Revolución generará en su contexto y que comprende también los aportes en cuanto a significación se refiere que proyecta ese contexto sobre el movimiento. En los 6 A lo largo de todo el trabajo este uso, tal como se expresa aquí, querrá significar a Acción Democrática.
  • 16. 6 otros se encuentran contenidos específicamente la mirada extranjera: los Estados Unidos y los afectos latinoamericanos; además de una muestra compacta de las actitudes y aspiraciones que en el plano individual-popular estimuló la Revolución e ineludiblemente, los criterios de las oposiciones al movimiento. Como ya se ha indicado, las fuentes fundamentales para la realización de esta investigación son fuentes contextuales, primarias. El desarrollo de este trabajo supuso una investigación exhaustiva en el archivo de Rómulo Betancourt custodiado por la fundación homónima que implicó la catalogación y lectura de todo el acervo documental conservado perteneciente al período 1945-1948 que agrupa correspondencia recibida, borradores de discursos, proclamas y una selección de artículos periodísticos de diversa procedencia, sumado a las notas de prensa reunidas por Betancourt en tomos aparte y que revisten una colección hemerográfica invaluable por su pertinencia sobre el período. De importancia cardinal, sobre todo por su fácil manejo y acceso, resultan los discursos que Betancourt rindió en el período y que han sido reunidos por Naudy Suárez Figueroa y publicados en el volumen cuarto de la Antología Política de Betancourt, al igual que otros textos de esa misma naturaleza dentro de los que destacan los tomos dedicados al tiempo de la Junta Revolucionaria de Gobierno en la célebre colección de El Pensamiento político venezolano del siglo XX editada por el Congreso Nacional bajo la dirección de Ramón J. Velásquez. Las fuentes secundarias han sido de notable importancia, en primer lugar porque han permitido el discernimiento teórico necesario para abordar el trabajo con las fuentes y, sobre todo aquellas dedicadas al análisis histórico y político del período, porque han concedido un panorama general sobre el mismo, dando paso a la posibilidad de identificar recurrencias intelectuales y nuevos espacios para el análisis. En segundo lugar, porque sirven en alguna medida para establecer contrastes con lo afirmado por las fuentes primarias y de guía para apuntalar su crítica y, por último, porque remiten a sostenimientos que circunstancialmente las fuentes primarias consultadas no conducen y que en todo caso han sido ponderados esenciales en el ritmo de este análisis.
  • 17. 7 Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt El archivo de Rómulo Betancourt se encuentra custodiado por la fundación que lleva su nombre. Representa una oportunidad inestimable para la investigación de la historia política venezolana del siglo XX a partir de fuentes primarias en su mayor parte inéditas. Es visiblemente y considerando las apreciaciones de sus biógrafos, un esfuerzo de la obstinación de Betancourt por el cultivo a la precisión del dato fidedigno a la mano y por lo tanto, revelador de una altísima conciencia sobre lo histórico. La historiadora Mirela Quero de Trinca, investigadora de la Fundación Rómulo Betancourt y gracias a cuya gestión pudimos tener acceso al archivo, además de entablar larguísimas conversaciones sobre crítica de sus fuentes y curiosidades del período que agradecemos ingentemente, sostiene que casi la totalidad del archivo, todo lo agrupado antes de 1958 tiene una significación aún más especial porque logró hacerse en medio de un clima de inestabilidad política y dramas personales que comprendieron tres largos exilios y persecuciones en medio de la clandestinidad. Según Quero, el archivo si bien tiene la impronta personal de Betancourt quien se dedicó a construirlo, es también el esfuerzo de muchas manos que se encargaron de custodiar diversas porciones, sobre todo en el extranjero, cuyo cuidado fue encomendado por Betancourt durante sus destierros o cuando arreciaba la persecución policiaca en tiempos clandestinos. Una vez instaurada la democracia y logrado un clima de estabilidad política y de seguridad personal, Betancourt empieza a agrupar el archivo y a establecer un primer orden. La construcción de estos primeros tomos, expresión que refiere al orden con el cual se ha catalogado la documentación, se conoce originalmente en el archivo como el libro, ya que sólo agrupa los documentos que estuvieron a mano de Betancourt durante un primer esfuerzo de organización. Toda la documentación reunida posteriormente, en la medida que llegaban legajos de todas partes se anexaron a los tomos bajo la nomenclatura de complementos, por lo tanto, un tomo comprende un libro y una serie de complementos, algunos siguiendo una secuencia cronológica, otros no y organizados alfabéticamente. El período 1945-1948 se ubica dentro de esta catalogación documental entre el final del tomo seis (VI) y el inicio del tomo siete (VII).
  • 18. 8 Del tomo VI, los complementos que contienen documentación referente al período, con propiedad de los años que van entre 1945 y 1947 son el D, E y F, agrupados en diversas carpetas que referimos a continuación: a) Contiene documentos fechados entre el 22 de abril de 1944 al 10 de febrero de 1945 y comprende los documentos numerados desde el 399 al 511e. b) Contiene los documentos comprendidos entre febrero y octubre de 1945, específicamente los numerados desde el 512 al 555. Estos, aunque mencionados en los catálogos, se encuentran extraviados del archivo, lo que comporta una pena porque refieren al período de planificación de la Revolución, aunque según expresa el catálogo, la mayor parte de los documentos que contiene son los borradores de los artículos de prensa de Betancourt en El País durante aquellos meses. c) Contiene los documentos comprendidos entre el 25 de octubre de 1945 y el 03 de marzo de 1947, numerados desde el 556 al 620. d) Contiene los documentos comprendidos entre el 05 de marzo de 1947 y el 31 de diciembre de 1947, numerados desde el 621 al 749. Todos los documentos pertenecientes a este tomo y sus complementos se referirán en el trabajo a partir del número de tomo, letra de complemento y número de documento. A diferencia de los complementos citados del Tomo VI, dentro del Tomo VII no siempre se sigue una secuencia alfabética de complementos ni de identificación documental, por lo cual, aunque el documento refiera su adscripción a algún complemento, el criterio fundamental de clasificación para este tomo será el literal identificativo de cada carpeta. Cinco de ellas contienen documentación perteneciente al año 1948. Los detallamos a continuación: a) Correspondencia y artículos periodísticos variados comprendidos entre el 4 de enero y el 31 de julio de 1948. Se hace llamar todo Complemento A. b) Correspondencia variada de diversos meses de 1948, 1949 y 1950. Hay documentos sin fecha. Al final la foliación pierde continuidad. c) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Rómulo Betancourt a Estados Unidos. Los artículos van del 2 de agosto de 1948 al 31 de agosto de 1948. Sin foliación continua. d) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Betancourt a Estados Unidos. Los artículos van 1° de septiembre de 1948 al 25 de septiembre de 1948. Sin foliación continua. e) Correspondencia variada de diversos meses de 1948 y 1949. Clave para el estudio de los años iniciales del tercer exilio. No hay continuidad en la foliación.
  • 19. 9 A la hora de referir documentos pertenecientes al Tomo VII, incorporaremos el literal identificativo de la carpeta que contiene cada documento con el objeto de ser más precisos. Debe tomarse en cuenta que en el Tomo VII los documentos de cualquier complemento (A,B,C, por ejemplo) pueden encontrarse en una carpeta distinta al literal identificativo del complemento. Al momento de hacer la referencia documental, siempre que después del literal que identifica a cada carpeta se exprese un número después de la coma (,) este referirá al número de documento; si se encuentra precedido por la letra “p” referiría entonces al número de página que tiene el documento dentro de la carpeta correspondiente, lo que evidenciaría que no posee un numeral documental. Los aportes del archivo de Rómulo Betancourt a esta investigación podrán apreciarse especialmente a lo largo del tercer capítulo ya que por la naturaleza misma de los documentos, estos constituyen sobre todo posibilidades para la descripción del contexto lingüístico del uso revolución y de la percepción de todos los actores sobre la marcha del proceso.
  • 20. 10 CAPÍTULO I PENSAR LA REVOLUCIÓN Dos objetivos aspiramos en esta sección: el primero, exponer la significación que los actores de la Revolución de octubre de 1945 construyen separadamente en torno a la idea de revolución, y cómo ocurre una síntesis circunstancial de ellas que da sentido al proceso político posterior al 18 de octubre de 1945. El segundo, precisar a la luz de la teoría política en qué modo la Revolución puede considerarse tal. El primer pulso corresponde entonces a una mirada sobre la idea de revolución con la que se presentan los actores antes de realizarla, huelga decir ¿qué significan con esa expresión?, el segundo, a nuestro criterio sobre la medida cómo aquello que pensaron y nombraron revolución en su propio despliegue se puede explicar a partir un orden conceptual general de las revoluciones políticas. Precisemos inicialmente que significado le dan los actores al enunciado Revolución de octubre de 1945. Acción Democrática y la Unión Patriótica Militar acuñan esta expresión para denotar indistintamente un suceso específico y un proceso histórico concreto. La Revolución es el acto de sublevación militar contra el Gobierno de Medina, y en consecuencia el proceso político que desencadena.7 Así, la Revolución se nos revela como una idea construida a lo largo de su propio tiempo, corto por demás, que inicia concibiendo como revolucionario un pronunciamiento militar coyuntural y que termina siendo un proceso de transformación 7 Un ejemplo de los primeros epítetos descriptivos de lo actuado el 18 de octubre de 1945 fueron: régimen de recuperación moral de la República y Movimiento revolucionario de recuperación nacional. Vid. Radiograma de Rómulo Betancourt (en adelante y sólo para referirse al personaje en contexto, R.B.) a J.M. Velasco Ibarra, presidente de Ecuador. Miraflores, 27.10.1945. Archivo de Rómulo Betancourt, Tomo VI. Complemento D, Documento 557 (En adelante: ARB. T. VI-D, 557); Telegrama de R.B. a Raúl Betancourt Sucre. Miraflores, 27.10.1945. ARB T. VI, 557-A, respectivamente.
  • 21. 11 política visible y contundente, por lo que en la concepción de sus actores, revolucionario es su acto de origen y sus consecuencias transformadoras inmediatas en corto plazo. Esta es, sin embargo, una categorización que desafía a la típica polémica que el proceso revolucionario octubrista ha concitado en el análisis histórico y político venezolano. El resultado de juicios posteriores al período 1945-1948 induce a la apreciación de dos actos distintos, pero a su vez, inmediatamente correspondientes: el golpe de Estado como situación originaria del proceso, y luego, el devenir revolucionario.8 Sobre este último caso, -el proceso en sí-, la polémica induce al desconcierto, ya que el carácter revolucionario es cuestionado, sustraído o negado por quienes, en lo inmediato y en el largo período, estarán enfrentados a Acción Democrática. El fundamento de esa apreciación lo aporta el mismo Rómulo Betancourt, quien en Venezuela, política y petróleo, haciendo una reflexión fuera del tiempo revolucionario, se refiere a los hechos del 18 de octubre de 1945 como un golpe de Estado típico,9 y denomina revolución al proceso histórico posterior.10 Esta es la reflexión general que sobre ambos elementos –acto de origen y proceso- se ha arraigado en el análisis intelectual. Sin duda, es una valoración completamente verosímil, pero es expresión de la intención de clarificar y sobre todo de separar conceptualmente algo que en su contexto real no fue percibido así. La valoración de Betancourt en su obra máxima al igual que las apreciaciones que se hacen a posteriori en el orden histórico y político eluden el significado contextual original que sobre la expresión Revolución recayó desde el 18 de octubre de 1945. Es probable que en 1956, cuando se publica por primera vez Venezuela, política y petróleo, Betancourt esté persuadido de diferenciar acto de origen y proceso histórico: el primero fundamentado en la actuación estelar de los militares, sub alterna y mínima de los civiles, y el segundo en el protagonismo de Acción Democrática, su partido, para el momento ilegalizado, clandestino, 8 Manuel Caballero explica las apreciaciones de esta polémica. Según indica, la nomenclatura Trienio entra en vigor como sustitución por evasión del término Revolución, con el cual los actores habían coincidido en denominar al período. Al final, el mismo autor, sostiene la idea de que el acto de origen y el proceso desencadenado aluden a dos realidades diferentes y que es, fundamentalmente el proceso desencadenado a partir del 18 de octubre de 1945, lo que merece ser llamado Revolución. Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación. 2ed. Caracas: Alfa, 2008, p. 223. 9 Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. 2ed. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, Fundación Rómulo Betancourt, 2006, p. 206. 10 Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación, p. 223.
  • 22. 12 desmovilizado y perseguido por la misma élite castrense con la que había acordado hacer una Revolución en 1945. En el lenguaje político fraguado a partir de los hechos del 18 de octubre de 1945, el término Revolución será una referencia significativa directa al suceso armado y progresivamente al devenir y a los logros políticos, al tiempo posterior, al tiempo revolucionario. Esto no implica una negación del término golpe de Estado como categoría del acto de origen, sino su resumen absoluto en el término Revolución. Inmediatamente a los hechos de aquel octubre, ni los militares ni Acción Democrática se refieren a ellos como golpe de Estado, sino como Revolución. Por ello insistimos en el uso indistinto que hacen los actores del término, e incluso, como expresión contraria a lo que sostiene Betancourt a destiempo, si hacemos hincapié en el uso recurrente de aquella expresión, puede parecernos que tanto los actores de AD y en mayor medida los militares, suelen asociar la expresión revolución al acto armado del 18 de octubre de 1945.11 La Revolución de octubre de 1945 es también una expresión de orden cronológico, por lo tanto, la enunciación de un tiempo histórico.12 Si tomamos como referencia que es un período de transformación política profunda en el país y que descansa en el actuar pero también en el celo mutuo de dos actores que se presentan en armonía el 18 de octubre: el Ejército y el partido político,13 el tiempo revolucionario es expresión de ese espíritu inicial concreto, es decir, del tiempo en que estos actores son capaces de andar tal como se presentaron inicialmente ante el país y sobre todo, el tiempo en que mantienen fidelidad a sus propuestas específicas, siempre de forma conjunta. Existe un evidente consenso intelectual en proyectar el significado de la Revolución de octubre de 1945 al denominado Trienio Adeco, constituyendo este último la categoría 11 Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, 2006, pp. 101-102. En el acta fundacional del Gobierno Colegiado, los firmantes determinan que el Comité Militar ejecutó la Revolución y que el Partido Acción Democrática cooperó en la revolución. 12 “Este término [revolución] es sinónimo de período”. Cfr. Mona Ozouf, “Révolution”. En: François Furet y Mona Ozouf, Dictionnaire Critique de la Révolution Française: Idees. Paris: Flammarion, 1992, p. 416. Todas las traducciones del texto de Ozouf al español han sido realizadas por Sharly Ramírez, estudiante de Idiomas Modernos de la Universidad de Los Andes, especialmente para este trabajo. 13 Vid. Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992). 5 ed. Caracas: Alfa, 2007. Específicamente el capítulo V, titulado: “1945: los dos nuevos actores”.
  • 23. 13 cronológica clásica a la hora de denominar y aprehender este período histórico. De ese modo, éste ha quedado comprendido entre el 18 de octubre de 1945 y el 24 de noviembre de 1948 cuando los mismos líderes militares que otrora eran aliados de AD se rebelan contra el Gobierno constitucional de Gallegos disolviendo el pacto tácito con su par del año 45 y el pacto legal a los que lo sometía la Constitución sancionada en julio de 1947. En ese sentido, estas expresiones se ajustan al período en términos de claridad cronológica, porque el 24 de noviembre de 1948 representó efectivamente la separación en propósitos y la armonía de aquellos actores. Sin embargo, visto desde la apreciación contextual de los actores involucrados y de la trama política desarrollada, la Revolución se asocia a un período histórico más corto, al de su concreción. La Revolución de octubre de 1945 tiene una visible cara institucional, la Junta Revolucionaria de Gobierno14 que será el órgano encargado de cumplir los propósitos fundamentales de los revolucionarios, lo que posteriormente consideraremos como el programa de la Revolución: “…convocar a elecciones generales, para que mediante el sistema de sufragio directo, universal y secreto, puedan los venezolanos elegir a sus gobernantes, darse la Constitución que anhelan y escoger el futuro Presidente de la República, […] hacer enjuiciar ante los Tribunales, como reos de peculado, a los personeros más destacados de las administraciones padecidas por la República desde fines del pasado siglo”.15 De modo que, lo natural es pensar que una vez cumplidos los propósitos que animaron la Revolución, la misma de paso a un período de estabilidad, es decir, un período post- revolucionario. Desde sus primeros actos oficiales, la Junta Revolucionaria de Gobierno se empeñó en asentar el carácter provisional y transitorio de su gestión, sólo delimitado por el tiempo necesario en que puedan ejecutarse los objetivos fundamentales de la Revolución.16 14 Este cuerpo colegiado estaba integrado por: “Rómulo Betancourt –como presidente-, doctor Luis B. Prieto F., Mayor Carlos Delgado Chalbaud, doctor, Raúl Leoni, doctor Gonzalo Barrios, Capitán Mario R. Vargas y doctor Edmundo Fernández”. Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 101-102. 15 Vid. Primer comunicado a la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como producto de la “Revolución de Octubre” de 1945. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 103. 16 Cfr. Discurso de R.B. ante un grupo de dirigentes sindicales: “Algunos puntos de vista de la Junta Revolucionaria de Gobierno sobre política general y sobre problemas de trabajo.” Caracas, 22 de octubre de 1945. En: Ibídem, p. 110.
  • 24. 14 Igualmente, desde el primer momento de la Revolución existió la convicción de una necesaria separación entre el carácter y las funciones del Gobierno revolucionario y el futuro Gobierno constitucional. El primero, en los albores revolucionarios, se abrogaba la función de desbrozar apenas el camino que habrá de recorrer el Gobierno constitucional que moldeará el pueblo.17 El consenso intelectual sobre la duración y el contenido del período parece obedecer más a la proyección de un análisis post-factum de la Revolución y a la valoración de sus consecuencias en el largo período de la historia próxima de Venezuela, que a la ponderación de la idea de duración que se hace sobre la misma en su propio tiempo. Los hombres de la Revolución18 se presentan ante el país convencidos no sólo de la transitoriedad del movimiento que han desatado, sino también de que la durabilidad de éste es apenas aplicable al tiempo necesario para la consumación de los propósitos que animaron y justifican su movimiento. De modo que, -y no por necedad intelectual sino por apego a la idea de un tiempo en sí mismo,- el tiempo revolucionario quedará comprendido entre el 18 de octubre de 1945, acto de origen de la Revolución y el 12 de febrero de 1948, momento en que ésta rescinde sus poderes en la proximidad del tiempo constitucional.19 La Revolución de octubre de 1945 es expresión de un tiempo histórico concreto no sólo porque evidencia las relaciones que hemos enunciado, sino porque deviene en acto de habla configurado en su propio contexto y por sus propios actores. Es un nombre dado a un tiempo en su mismo tiempo y en ese sentido, recoge el uso con el cual en el lenguaje político y coloquial era demarcado aquel momento, incluso hasta para los detractores de la Revolución. 17 Cfr. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo el día 30 de octubre de 1945. En: Ibídem, p. 118. 18 Esta expresión será del uso corriente de R.B. durante el período revolucionario. Es probablemente un término muy ambiguo y permeable, con él quizá ha querido significar a todo el Partido y a la Fuerza Armada insurgente, o quizá sólo a aquellos que han hecho la Revolución y que son su cara visible. Durante el tiempo revolucionario ambos significados no parecen excluyentes, el primero alude a la totalidad y el segundo a la representación, por lo que nosotros lo usaremos como ejemplo de ese espíritu de convergencia circunstancial entre los actores que es en todo caso el tiempo revolucionario. Dentro de sus discursos públicos a partir del 18 de octubre de 1945, la primera vez que este término es usado por R.B. será en la Alocución dirigida por radio a la Nación el 30 de octubre de 1945. Cfr. Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 147. 19 Para una apreciación más detallada de esta aseveración histórica, Vid. Infra., nuestro apartado titulado: “El tiempo revolucionario y el tiempo constitucional”.
  • 25. 15 1.1. Los actores y la significación del uso revolución A pesar de que la Revolución se presenta como el resultado de la convergencia entre diferentes actores, cada uno acude al acto de origen amparado en una significación particular de la aspiración revolucionaria, lo que no elude las mixturas y las convivencias de ideales durante el período, pero tampoco separa las visiones y las profundidades de aquellas aspiraciones. En el devenir mismo del tiempo revolucionario, cada cual intentará resolver su idea y aspiración de revolución, lo que equivale decir, que cada grupo intentará resolver lo que en el origen y más allá del consenso había significado para sí esa expresión. 1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción Democrática El uso revolución aparece en el contexto político venezolano del siglo XX previo a los acontecimientos de octubre de 1945, como un término ligado al lenguaje político de la izquierda, heredado de su filiación marxista. De ese modo y fuera del uso corriente que le darán al término los comunistas venezolanos desde inicios de la década de los treinta, existe una relación entre el vocablo y los orígenes de Acción Democrática. Desde los tiempos de su primer exilio entre 1928 y 1936, Betancourt hace gala de la retórica marxista donde la expresión revolución tiene una permanente cabida. En un primer momento –entre 1928 y 1930-, lo vemos significando revolución como un movimiento armado de resistencia contra el gomecismo y cuya única aspiración es la de deponer mediante la violencia al viejo dictador y su régimen. Es una especie de recurrencia a la significación de la voz revolución en la historia política venezolana entendida hasta el momento: el de un grupo armado, con ideas más o menos clásicas de redención y reivindicación, carentes de formación política, que aspiran al poder y usan la violencia para obtenerlo.20 Un cambio de sentido en el uso revolución aparece con la persuasión de la inutilidad de la violencia como mecanismo para vencer al gomecismo, al tiempo que, la preparación doctrinaria en el análisis 20 Sobre este período conviene apreciar el trabajo de Arturo Sosa y Eloy Lengrand, Del Garibaldismo Estudiantil a la izquierda criolla: los orígenes marxistas del proyecto de A.D. 1928-1935. Caracas: Centauro, 1981.
  • 26. 16 marxista contribuye a la moldura de la expresión y a sus nuevos usos.21 Son estos los tiempos de estudio, análisis y diagnóstico de la realidad venezolana a la luz de las nuevas doctrinas, es el tiempo del Plan de Barranquilla22 y de la militancia de Betancourt en el Partido Comunista de Costa Rica.23 Entre la década del veinte y treinta del siglo XX hablar de revolución en América Latina y en Venezuela por derivación obligaba partir del Comintern. Todo programa revolucionario socialista se definía en el mundo de entonces desde su ubicación respecto a los propósitos de la Tercera Internacional; es decir, los criterios de apoyo o deslinde del comunismo descansaban sobre lo que esta organización conceptuaba como sus propósitos e intereses.24 ¿Qué era lo fundamental para el Comintern? No sólo el triunfo o la internacionalización del comunismo, sino como lo había dispuesto Lenin: la dictadura del proletariado y el poder soviético.25 A pesar del interés bastante periférico que el Comintern daba a América Latina en el propósito de mundializar la revolución,26 la influencia del 21 “Démonos todos a la tarea, con terco entusiasmo, con la misma acometividad con que nos dimos ayer al empeño de conseguir cuatro chopos viejos donde los hubiera para ir a hacer una trastocada ridícula. La suerte nos salvó de cometer un irremediable ridículo: el de caer a una playa cualquiera, sin llevar una doctrina política, y con diez fusiles malos, a que nos cojiera [sic] el primer resguardo como a una manada de pendejos”. Vid. Carta de R.B. a hermanitos. Las Juntas de Abangares, 9 de febrero de 1932. En: Estados Unidos de Venezuela. Servicio Secreto de Investigación. La verdad sobre las actividades comunistas en Venezuela. Caracas, 1936. Publicado como El Libro Rojo del General López Contreras 1936. 6 ed. Caracas: Centauro, 1985, p. 149. [En sucesivas oportunidades nos referiremos a este texto como El Libro Rojo]. 22 Manuel Caballero solía ubicar al Plan de Barranquilla como la expresión escrita venezolana de un espíritu insurgente en América Latina durante las décadas 30 y 40 del siglo pasado y que en Venezuela tendrá su crisol en la Generación del 28. Es también, según sostiene el autor, el primer intento de un análisis sistemático de la realidad venezolana a partir de los postulados del materialismo histórico. Cfr. El Plan de Barranquilla, 1931. (Estudio preliminar de Manuel Caballero). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2008. (Serie Cuadernos de Ideas Políticas, 2). 23 Al respecto conviene apreciar el trabajo de Alejandro Gómez, Rómulo Betancourt y el Partido Comunista de Costa Rica: 1931-1935. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 1985. 24 Vid. Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana. 3 ed. Caracas: Alfa, 2006, p. 29. 25 Vid. Ibídem, pp. 35-36. Refiere Caballero que Lenin había dejado claro este propósito para distinguir los fines de la Tercera Internacional de los antiguos frentes comunistas creados con el sólo abstracto objetivo del triunfo del comunismo. Para superarlo, Lenin con el Comintern aspiraba la creación de una república internacional soviética. 26 Una de las tesis sostenidas por Caballero en el texto que venimos citando es que la producción de una revolución socialista en Latinoamérica generó poco interés para el Comintern, es decir, poco creyeron en su concreción. A pesar de que casi todos los países tuvieron su representación comunista en el gran partido internacional, para la URSS el principal objetivo parecía hacer la revolución en Europa y en Estados Unidos luego, por considerar que justo ahí estaban dadas las condiciones de contradicción social propicias para el estallido revolucionario. El sentido revolucionario de Latinoamérica era apreciado como secundario, más ligado a una revolución emancipadora del imperialismo norteamericano que a un puntal en la revolución socialista
  • 27. 17 marxismo leninismo en la región durante el período es mucho más teórica que material,27 entendiéndose esto último como la posibilidad concreta de llevar a cabo una revolución socialista como la preconizada desde Moscú. Y es en este proceso donde encontramos inmerso a Betancourt al inicio de la década de los treinta. El marxismo será una influencia doctrinaria de primera línea, más allá de lo que supone la importación de la teoría, por el hecho de representar un camino novedoso para definir los problemas políticos y económicos de la región y sobre todo, por plantear innovaciones para resolverlos, mecanismos que tuvieron cabida en el deseo de generar transformaciones estructurales, que tal como imponía el contexto eran enunciadas como revoluciones.28 Serán pues los principios teóricos los que terminen consolidándose como instrumentos para el análisis de realidades territoriales específicas y como formas de organización política, sin que esto signifique que todas las organizaciones en pivote se declaren comunistas y actúen bajo los designios de la Tercera Internacional. En la región, la necesidad de generar transformaciones estructurales en la sociedad bajo la impronta del marxismo-leninismo, es decir, hacer la revolución, estaba definida por una especie de entendimiento material local: la lucha de los campesinos contra los terratenientes y la lucha nacional contra el imperialismo;29 de modo que, y sobre todo para los revolucionarios que progresivamente van haciendo tienda aparte del Comintern, es mayor la influencia de las realidades locales a la hora de definir los propósitos de una revolución. Así, durante el período, la revolución en América Latina seguía más la línea de un conjunto de revoluciones democrático-burguesas nacionales que de una revolución socialista. Estos postulados en directa conexión con el contexto político y económico latinoamericano y no con la dirección que de la revolución mundial aspira el Comintern derivarán en proyectos políticos que sin distar mucho de la ortodoxia teórica del marxismo-leninismo abogarán por revoluciones autóctonas o más bien ligadas a esas luchas claves que se expresan dentro de la comprensión latinoamericana del entonces en el uso mundial; en cualquier caso, sólo significaría un apoyo para aquéllas revoluciones queridas. Cfr. Ibídem, p. 21, 120 y ss. 27 Vid. Ibídem, p. 29. 28 Vid. Ídem. 29 Vid. Ibídem, p. 158.
  • 28. 18 revolución, serán pues revoluciones con un sentido más democratizador y nacionalista que socialistas en términos soviéticos. De esos proyectos políticos da cuenta la posterior fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) por Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú y de Acción Democrática (AD) por Rómulo Betancourt en Venezuela.30 Hablar entonces de Betancourt como militante del Partido Comunista de Costa Rica no implica -si atendemos a la forma como sus ideas son expresiones de aquel contexto- que le abordemos como un comunista stricto sensu. El tiempo del primer exilio es el de una experiencia sui generis en cuanto a formación doctrinaria. Betancourt y a través de su pedagogía epistolar, sus camaradas o hermanitos, no asume el marxismo como un cuerpo de ideas monolíticas a ser usadas para diagnosticar y solucionar de los problemas venezolanos gestados y profundizados por el gomecismo, lo que equivale a decir que, más allá de la evidente carga retórica marxista en sus análisis, parece persuadido del sin lugar que implica banderizar una revolución proletaria en Venezuela.31 Es así como el período comprendido entre 1931 y 1936 al tiempo que marca en Betancourt sus inicios en el estudio y entendimiento del marxismo y de la revolución a partir de él, da paso a una reflexión cada vez más particular de Venezuela en función de sus propias realidades y al uso del remedio marxista en la medida en que sea efectivo para la solución de esa realidad.32 ¿Cuál es la realidad? Un país latifundista, sumido en un complejo cuadro feudal e intervenido por el capital extranjero que sirve de respaldo a un dominio despótico. De modo que, la solución de una revolución 30 Vid. Ibídem, p. 29. 31 “Traición al marxismo? [sic] Renegación [sic] de la ortodoxia revolucionaria? Estoy plenamente, marxistamente, convencido de lo contrario. Renegación [sic] de los más elementales postulados del materialismo histórico es importar, para realidades distintas de la industrial europea, lo que para esa realidad fue escrito por Marx. Si nuestra realidad es distinta, distinta debe ser nuestra táctica de lucha. Otra cosa sería no poner los pies en la tierra, andar por las nebulosas. Y por esas regiones deben andar los lunáticos, pero no los hombres con sentido de la realidad”. Vid. Carta de R.B. a hermanitos., C.C. a Valmore, Ricardo y Raúl en Barranquilla. Las Juntas de Abangares, 27 de enero de 1932. En: El Libro Rojo, pp. 140-141. 32 “Piensen lo que significaría entrar al país a hacer una campaña abiertamente comunista. Dada la exigüidad de nuestro proletariado industrial, es de pensarse que en ese partido netamente clasista que piden los radicales no contaría sino unos pocos centenares de militantes; incapaces de impedir, por su debilidad numérica y clasista, que la reacción destruya al partido y destierre o encarcele a sus dirigentes, y se salgan éstos de nuevo al exterior, a pendejear por las avenidas del exilio, escribiendo artículos hipotéticos sobre un hipotético partido comunista venezolano. En cambio, una campaña como la nuestra, capaz de apasionar no solamente al proletariado strictu sensu, sino también a las capas medias de la población, una campaña articulada sobre una plataforma realista, que contemple las aspiraciones de todos los sectores explotados de la población; sí será capaz de compactar alrededor de nuestras palabras de orden, a grandes masas de la población, que si disciplinariamente las organizamos nos respaldarán al punto de impedir que la reacción se afiance”. Cfr. Ibídem, p. 141.
  • 29. 19 proletaria y violenta para contrarrestar las desigualdades típicas de un régimen capitalista no tiene cabida en Venezuela y sin embargo, Betancourt apuesta a la revolución. ¿Cuál revolución? Una no proletaria, sino social, nacional. Esto implica ya una separación de la línea doctrinaria del marxismo. Es imposible, según Betancourt, una revolución proletaria en un país sin base industrial o con una existencia muy precaria de ésta, por lo que, un cambio político debe concitar como sujetos que lo operen a toda la nación, con énfasis, a aquellos cuadros depauperados, relegados e incluso negados por la tradición política. La herencia marxista parece entonces presente en la pervivencia del uso revolución y revolucionario, significando un cambio radical y profundo necesario en el país y por otro lado, significando también algunos aspectos formales para encauzar ese cambio, uno de ellos, el papel programático del partido político como vanguardia en la conducción del pueblo a la revolución. La necesidad de un partido revolucionario será clara en Betancourt en los años de formación comprendidos en el primer exilio, y empezará a materializarse a partir de 1937 con la organización clandestina del Partido Democrático Nacional (PDN) desde Venezuela.33 Como nuestro propósito es de momento ubicar el sentido que al uso revolución le dan estos actores, de la vida de este partido nos interesa destacar su funcionamiento como estructura deslindada ideológicamente del comunismo internacional y de su Seccional venezolana, su organización y su programa. Sólo entre octubre de 1936 y febrero de 1937 los comunistas venezolanos participarán de forma conjunta a otras fuerzas de izquierda en la constitución de este Partido Único. El tema del deslinde ideológico encauza por definición el destino de una nueva estructura política que se define como un partido con programa y sentido diferente al del comunismo internacional y al del oficialismo que ha apurado a organizarse bajo las Cívicas Bolivarianas. Durante los años de su existencia, el PDN tuvo como tarea adicional a la de estructurar una doctrina, hacer frente a la vida clandestina, diseminarse por el país, demandar su 33 Toda la consideración posterior que haremos sobre el Partido Democrático Nacional (PDN) en esta investigación, aunque excluyendo las notas de su Tesis, corresponden al magnífico trabajo de Arturo Sosa Abascal, Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo (1937 – 1941). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1995. (Col. Tiempo Vigente, 9).
  • 30. 20 legalización; la de definir y defender su posición anticomunista.34 El proceso de deslinde y confrontación ideológica con el comunismo nacional e internacional tuvo un enorme peso en las actuaciones y preocupaciones de los pedenistas, en la elucubración diagnóstica sobre Venezuela y en el programa partidista. El problema del deslinde no se planteará si previamente no existiese un pasado y un propósito común. En esa sintonía, ya nos hemos referido a la militancia y el fuerte coqueteo de Rómulo Betancourt con el marxismo durante su primer exilio (1928 – 1936), situación que encuentra su cénit con su participación como dirigente del Partido Comunista de Costa Rica a principios de los años treinta. Por otro lado, después de la muerte de Gómez el propósito fundamental es el de aglutinar a los antiguos frentes de izquierda en un solo partido, aquello que fue el PDN entre octubre de 1936 y febrero de 1937: el Partido Único de las Izquierdas. El PDN-Un. El PDN, conocido como el ancestro inmediato de Acción Democrática es el resultado del proceso de fragmentación de ese PDN-Un del que finalmente se separan los comunistas por su insistencia en actuar con respecto al resto de los movimientos a la manera de un frente político y no como un partido, lo que condujo a la publicación de sus tesis y propaganda de forma separada. Esto que parece un hecho baladí, tiene su sustento en las consideraciones ideológicas a las que había llegado Betancourt y que entendían como esenciales el Partido que estaba formando: los pedenistas y comunistas estaban unidos en el propósito de enfrentar la continuidad del gomecismo, expresión del latifundismo y del imperialismo, pero estaban en desacuerdo en la forma de materializar este objetivo. Por un lado, Betancourt concebía que el PDN debía ser un partido revolucionario, democrático, nacionalista y antiimperialista.35 Si bien la impresión retórica del primer término se adecúa a la jerga comunista y en general al de la izquierda del siglo XX, el funcionamiento del Partido Comunista de Venezuela (PCV) como célula venezolana de la Internacional Comunista (IC) y satélite del Gobierno soviético la castraban para comprender los problemas venezolanos atendiendo a su propia realidad y no al 34 Este criterio también es sostenido por Patricia Soteldo, quien indica que el período que media entre 1936 y 1939, R.B. tendrá como propósito hacer pública su concepción política y su ubicación ideológica, son pues los matices de deslinde ideológico con el comunismo que se mezclan con la construcción del partido en la clandestinidad. Cfr. Patricia Soteldo, “Estudio Preliminar 1941-1945”. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Tercero, 1941-1945. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1995, p. 15. 35 “En el P.D.N. se conjugan las dos características esenciales requeridas por un partido político que se imponga la misión de transformar la realidad social venezolana. Esas características son las de ser nacional y ser democrático”. Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981. (Naudy Suárez Figueroa, comp.). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt 2006, p. 124.
  • 31. 21 catecismo y los intereses del Comintern. La ligadura del PCV con la IC la hacía proclive al patrocinio de un imperialismo comunista, siempre a la espera de la orden moscovita y por derivación, lejos de una convicción permanente de conquista del poder político, propósito que movía al PDN. Por otro lado, ambos partidos discrepaban en la ubicación del sujeto político revolucionario en el país. Mientras que para los comunistas el motor de la revolución debía ser el proletariado, la masa obrera, atendiendo a las tesis del comunismo internacional, Betancourt y los pedenistas consideraban que la realidad económica venezolana no estaba ligada a una sociedad productora industrial, por lo tanto, el proletariado como clase, era un componente muy exiguo. El PDN asumía como su base social a todo el pueblo venezolano oprimido por el latifundismo y por el imperialismo, lo que implicaba la conformación de una idea de partido que descansa en el carácter popular y policlasista, cuyo único límite sería la connivencia con los intereses de los grupos conservadores nacionales.36 La doctrina y la organización son los principios y preocupaciones fundamentales del PDN. Se presenta como un partido con vocación de poder, destinado a ser la vanguardia no de un pequeño sector de la sociedad venezolana (como era el caso del comunismo con su base obrera), sino la de la mayoría del pueblo venezolano, esencialmente motivado por el deseo de modernizar la vida del pueblo y las relaciones políticas, por tanto, fundamentalmente nacionalista. El PDN se constituye como un partido de estructura disciplinada y democrática. En torno al tema de la importancia de la disciplina y en la configuración de sus estructuras internas tiende a asemejarse a la clásica estructura de un partido leninista. Difiere de ésta en lo que Betancourt considera el carácter realmente dialéctico del PDN, que no siendo un partido que estimula la lucha de clase contra clase como el clásico partido leninista, se asimila como 36 “El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas. Trabajadores intelectuales y manuales, campesinos y amplios sectores medios forman el grueso de su militancia.” […] “Por ser un Partido popular –y no clasista-, el P.D.N. abarca en sus filas a las mayorías del país, formadas no sólo por obreros, campesinos y empleados, sino por todos los sectores venezolanos desvinculados de la oligarquía nacional y del capital extranjero. Es el nuestro un frente único de todos los hombres y mujeres venezolanos, realmente interesados en que la nación conquiste su gran destino, se realice a sí misma y asegure a todos sus hijos bienestar social, libertades públicas e ilimitadas posibilidades de desarrollo cultural”. Vid. Ibídem, pp. 122 y 124, respectivamente.
  • 32. 22 el partido de todas las clases. La preocupación de los líderes por la formación doctrinaria de los grupos de base en la comprensión de las tesis del partido y en el favorecimiento de su participación en los órganos de decisión dentro del mismo, tiene como propósito la conversión del militante en un revolucionario profesional. El programa del PDN es el resultado del diagnóstico que sus líderes han hecho de Venezuela y de sus habitantes, esos mismos de quienes aspiran convertirse en vanguardia.37 La concepción revolucionaria del partido y de su programa pertenece al terreno de la forma en que aspiran acceder al poder –la vía democrática- y a como desde él logren conducirse, huelga decir, transformando el país heredado. El PDN veía a los venezolanos del momento como los receptores de las consecuencias del latifundismo, de la penetración expoliadora del capital extranjero, de su alianza con el poder político y como los eternos olvidados de las políticas gubernamentales, sobre todo en 37 El diagnóstico que de Venezuela hace el PDN obedece a un criterio fundamentalmente materialista, de hecho, sus dos partes principales dan cuenta de un análisis económico y de clases sociales. Citamos una síntesis sobre estos casos contenida en las tesis del Partido: “Venezuela es un país semicolonial y semifeudal, un país atado al imperialismo económico, fiscal y políticamente, con una economía predominantemente agropecuaria, estancada por el latifundio e incapaz en su forma actual para asegurar por sí nuestra independencia económica; carente de grandes industrias nacionales de transformación y que se halla forzado, por lo tanto, a importar mercaderías extranjeras por cantidades cinco veces mayores a la exportación agrícola y a depender fortuitamente del residuo que nos deja una industria extractiva de duración limitada y controlada en totalidad por el capital financiero internacional”. Es ineludible mirar en su totalidad esta tesis y la forma como va concatenando el diagnóstico económico con la realidad de los grupos sociales. Aunque el contenido de este documento se atribuye al PDN como Partido, según refiere Naudy Suárez Figueroa, R.B. confesó a Robert Jackson Alexander, uno de sus biógrafos, que él mismo fue su autor, al igual que del Plan de Barranquilla, y los más importantes documentos de ORVE, el PDN y AD. Vid., toda la Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Ibídem, pp. 106-125. La nota extraída se encuentra en las páginas 112 y 113. La referencia a la autoría documental de R.B. a la nota al pie que el compilador hace desde el título del documento, en la página 106. Más adelante, en el siguiente subtítulo nos referimos al criterio de Norberto Bobbio sobre la relación que existe entre la tradición judeo cristiana y el entendimiento de la revolución como ruptura de la continuidad histórica y como marcha hacia el progreso. Bobbio a través del juicio de Michael Walzer [Exodus and Revolution. New York: Basic Books, 1985. (trad. Esodo e rivoluzione. Milano: Feltrinelli, 1986)], considera que la concepción moderna de vanguardia también puede tener sus orígenes en aquella tradición y se encuentra registrada en el episodio bíblico de El Éxodo, posible paradigma de la revolución moderna. Dice: “Un pueblo sojuzgado, el Jefe designado por Dios y la marcha conjunta del pueblo y su líder hacia la liberación son tres elementos fundamentales de la idea moderna de revolución”. […] La búsqueda de “…esta meta se repite en la república puritana, en la república jacobina de la virtud y en cierto sentido en la sociedad comunista de Lenin guiada por el partido de vanguardia de la clase revolucionaria”. Vid. Norberto Bobbio, Teoría General de la Política. Madrid: Trota, 2005, pp. 654 y 655, respectivamente. [Las negrillas son nuestras]. Parece evidente lo que queremos destacar. Cónsona con la apreciación de Bobbio, El PDN y AD desde 1941 se asumirán como la guía de ese pueblo sojuzgado hacia la revolución. Recuérdese lo que más arriba hemos destacado de la Tesis del P.D.N.: “El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas”.
  • 33. 23 materia de salud y educación, en este último caso, sostenían que la modernidad intelectual sólo estaba al alcance de las élites letradas y no del pueblo, lo que se había traducido en una población incapaz de acometer destrezas técnicas y productivas, factor fundamental en la aspiración de modernización nacional. Su entendimiento de la composición diversa de la sociedad venezolana no sólo le llevó al distanciamiento con los comunistas, sino al planteamiento de un programa donde tenía cabida toda la amplia gama de sectores laboriosos del país.38 En el sentido de hacer frente al diagnóstico se instruía el programa que el Partido preconizaba y que aspiraba desplegar una vez que conquistase el poder. Los temas fundamentales del programa del Partido gravitaban como hemos dicho en torno a la aspiración de modernizar en todos los sentidos la vida nacional. En el deseo modernizador, en la voluntad de cambio profundo, progresista, descansa la concepción revolucionaria del Partido, su programa. ¿Qué sentido tiene este deseo? ¿Cuál es la aspiración? En primer lugar el pueblo venezolano estaba llamado a superar las condiciones de atraso económico y social producto de la subordinación del Estado a los intereses del latifundio y del imperialismo. Superar estas condiciones implica lograr el escenario que permita el desarrollo de todas las fuerzas productoras del país. En segundo lugar, ese sentido transformador sólo podía lograrse a partir de la fuerza de un mecanismo de empuje, organizativo y económico, siendo éste, el Estado venezolano. Para 38 En la referida Tesis del P.D.N., R.B. aborda el tema de los estratos sociales en Venezuela. En líneas generales define estos grupos: 1. Una clase latifundista, propietaria de la tierra que se esfuerza por mantener a Venezuela en las redes del feudalismo económico. Dentro de este grupo también se encuentran los representantes del imperialismo y su clientela nacional, representada por abogados, parlamentarios, altos empleados. 2. La burguesía, dentro de la que hace vida el sector financiero y el sector comercial. 3. El sector de las capas medias de la población, representado por los comerciantes e industriales de limitadas posibilidades económicas, los agricultores medios y pequeños y algunas capas de profesionales. 4. El campesinado, que es el grupo social mayoritario de Venezuela y que no presenta una estructura homogénea. 5. Un último grupo constituido por las clases trabajadoras urbanas, entendiendo por ellas a los trabajadores manuales e intelectuales. Estos cinco sectores pertenecientes a la estructura social venezolana estaban concentrados en dos grupos con aspiraciones políticas concretas y disímiles. Por un lado, la corriente conservadora, dentro de la cual se incluían a los grandes propietarios, la clientela del imperialismo, la alta banca, el comercio exportador, los industriales ligados a ellas y los núcleos que les sirven, dentro de los que ubica a la llamada “prensa grande” y la alta burocracia estatal. De otro lado, se encuentra lo que denomina como frente democrático, de una base humana extensa, constituido por los sectores populares, formando una vasta escala social que comienza en el obrero urbano y culmina en el agricultor y el comerciante de situación relativamente holgada pero de mentalidad progresista. Es el sector que agrupa a todas las capas laboriosas del país. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 106-125.
  • 34. 24 ello era esencial la conquista del poder político que concitase una transformación interna de la estructura del Estado haciendo migrar de este su interés por complacer a los grupos económicos y responder al llamado nacionalista, a los intereses del pueblo. El entendimiento del Estado como músculo transformador descansaba en la concepción del petróleo como recurso estratégico bajo su administración, pero que debía ser destinado a la promoción de formas alternativas de sustento económico, fundamentalmente de la agricultura y la ganadería al igual que la manufactura. El papel del Estado sería en este punto fundamental, ya que aspiraría destinar bajo la figura de créditos toda forma de colaboración para el uso y cultivo de la tierra (este es el centro de la propuesta de Reforma Agraria) y también para la promoción de la industria manufacturera. Sólo un organismo político popular cumplía las condiciones para dirigir este proceso transformador, este proceso revolucionario. El PDN asumía esa función, una fundamentalmente canalizadora de los anhelos populares, que orientase al país a las conquistas económicas y políticas trazadas.39 En el ámbito específico de la acción política el PDN aspiraba promover la participación de la sociedad venezolana en diversos niveles. La garantía de esta participación es el voto universal que desde este momento se convirtió en la demanda democrática innegociable frente al continuismo gomecista. Al fundarse Acción Democrática en septiembre de 1941, dando paso a la existencia legal de lo que organizativamente había sido el PDN, estos supuestos doctrinarios y programáticos parecen intactos.40 Aunque opera sobre el contexto nacional un viraje de apertura a la oposición política y una gran diferenciación en términos de política económica y 39 Cfr., todas estas propuestas referidas en la Tesis del PDN (1939). Las palabras en cursiva corresponden a expresiones textuales del documento. 40 Refiere Patricia Soteldo que el PDN ha logrado su objetivo fundamental de legalizarse en 1941 bajo la fachada de un nuevo partido: Acción Democrática. La autorización de su funcionamiento otorgada por Medina en septiembre de 1941 y el mitin de apertura en el Nuevo Circo de Caracas, cierran exitosamente la etapa de la construcción de una organización partidista, democrática, nacionalista, que incluyera a todas las clases económicas y sociales de diversas profesiones. En esta concentración Acción Democrática reconoce como su tesis política la aprobada en la I Conferencia del PDN celebrada en septiembre de 1939. Sobre la continuidad organizativa, nos refiere Soteldo: “Algunas dimensiones constitutivas del anterior PDN se traspasan a los primeros años de AD, entre ellas la democrática. AD mantendrá como objetivo ser el partido de todos los estratos sociales, cuyos intereses coincidan con la modernización del país. Este último concepto implicaba un proceso de transformación en el que la democracia se considera como característica fundamental e intransferible”. Vid. Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 13-14.
  • 35. 25 social puestos en marcha por el Gobierno de Medina,41 el Partido se obstina en recordar la pervivencia de ciertas formas del gomecismo en él y sobre todo de matizar dos grandes trabas que el oficialismo no había querido sortear para dar paso a un camino verdaderamente democrático y revolucionario: la devolución de la soberanía al pueblo y el castigo al latrocinio estatal. El discurso ofrecido por Betancourt en el acto de instalación de Acción Democrática el 13 de septiembre de 1941 permite apreciar la continuidad en los propósitos del Partido de lo que había sido el programa del PDN. Porque encontramos en él una recurrencia en la intención por demarcar la misión histórica del Partido que está naciendo, de su voluntad por convertirse en vanguardia alerta de la nacionalidad. Luego, porque ubica el tema económico como un referente esencial del diagnóstico de la realidad venezolana y porque delinea los mecanismos como el Partido aspira hacerle frente.42 Vuelve sobre el escenario de un país en bancarrota económica, con un Estado que administra ingentes recursos de espaldas a una población que luce cada vez más empobrecida y desasistida. La causa de esta odiosa relación es para Betancourt la dependencia casi total de la renta petrolera, por lo cual urge diversificar el espectro productivo del país, haciéndolo realmente nacional, ergo, evitando que dependa de un recurso que es administrado con los criterios del capital extranjero. La relación que existe entre un Estado que se enriquece y un capital extranjero con deseos de prolongar sus beneficios en el país, amén del escaso margen de otros escenarios productivos, encierran a 41 Soteldo refiere el reconocimiento que hace R.B. sobre la excepcionalidad del momento político abierto con el ascenso de Medina al poder y a la voluntad de su partido de aprovechar el clima de libertades públicas para hacer oposición. Cfr. Loc. Cit., pp. 15-16. Igualmente, Cfr., dentro del Estudio Preliminar citado el Capítulo 2: “La llegada de Isaías Medina Angarita al poder: se inicia un contexto de limitada apertura democrática”, pp. 27-31. 42 Patricia Soteldo, a través de la organización de la selección documental publicada de R.B. durante el período 1941-1945, sostiene que la preocupación por los temas económicos y sociales sigue vigente al retorno de su segundo exilio y que la manifestación escrita de sus criterios al respecto guardan una estrecha y complementaria relación entre los escritos de “Economía y Finanzas” publicados en el diario Ahora entre 1937 y 1939 y los que entre 1942 y 1943 publicará en el semanario Acción Democrática y luego en el diario El País entre 1944-1945. Precisa la autora que con ello R.B. también da cuenta de su intención por mostrar la continuidad de su pensamiento político-económico autónomo. Cfr. Loc. Cit., pp. 14-15. Dentro del mismo Estudio Preliminar, conviene apreciar en Capítulo 5: “La realidad económica venezolana: el punto de partida”, pp. 61-84.
  • 36. 26 Venezuela en una dependencia total de estas variables, lo que implica el predominio del interés extranjero sobre uno esencialmente criollo.43 Betancourt se pronuncia igualmente por la necesaria recuperación de la confianza en las promisorias oportunidades del país. El que los venezolanos recuperen la confianza es un antídoto para los experimentos demagógicos que surgen ahí donde se ha preconizado que no hay mayores soluciones. Una concepción en esta propuesta de la misión histórica del Partido se centra en que ante el necesario riesgo de la vida nacional, el Partido aparece para proponer, para transformar, para salvar. Los votos del programa de AD también apuntan a otros aspectos ya delineados desde los tiempos del PDN: el cesar de las divisiones regionales, es decir, el llamado a la unidad de los venezolanos y a la unidad latinoamericana.44 Este último aspecto resulta cardinal, porque el Partido se está estructurando al tiempo que el orbe se debate en la vorágine de la Segunda Guerra Mundial y lógicamente no parecerá exento de la influencia de este contexto. Es por ello que Rómulo Betancourt y AD comportan tres conductas en el momento: la definición de la postura antifascista y anti totalitaria del Partido, la presión sobre el Gobierno de Medina para que haga lo propio, y el esbozo de su concepción amaricanista, que abogaba por un entendimiento para la defensa del continente, por el acercamiento económico de América Latina y Estados Unidos a través de una entente condicionada a propósito de garantizar provisiones alimenticias e industriales durante el conflicto y finalmente, por un llamado a la democratización de la región.45 Entonces, la revolución como expresión de la razón histórica del Partido puede entenderse como la voluntad de un cambio profundo en todos los niveles de la vida nacional e incluso, en el entendimiento de la relación con el exterior. El Partido, al referirse al cariz revolucionario de su programa lo hace en torno a su propuesta para vencer las condiciones del diagnóstico madurado durante casi dos décadas de vida política. 43 Cfr. “Acción Democrática y los problemas económicos de la Nación”. Discurso de R.B. en el acto público fundacional de AD, el 13 de septiembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929- 1981, pp. 135-142. 44 Cfr. Ídem. 45 Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 4: “La “propuesta americanista” en la estrategia partidista de AD”, pp. 39-60.
  • 37. 27 La aspiración de llevar a cabo la revolución es a través del camino democrático. Es decir, se aspira a la democracia como canal de acceso del partido al poder. Ya el PDN había intentado patentar simbólicamente esta pedagogía desde la candidatura de Gallegos en 1941, no por medio de la confianza en el sistema electoral sino con el ánimo de avivar el espíritu de participación política de un eventual electorado. Hasta este escenario nos hemos referido a la revolución en el marco de la aspiración de Acción Democrática como partido político, ergo, a una serie de medidas de toda índole que se aspira tomar tras su arribo al poder, de modo que, hablamos de una revolución como aspiración, como deseo, que requiere del poder para desplegarse. Camino y programa definen lo que podemos enunciar como la revolución querida. En este término, la revolución ha sido pensada y la expresión concreta de ese pensamiento es el programa de Acción Democrática. No es, sin embargo, una aspiración que soporte la crudeza de un tiempo indeterminado. El espacio que media entre 1941 y 1945 es el de la consolidación de AD como un partido de masas nacional: está legalizado, posee una estructura organizativa sólida producto del reforzamiento de la experiencia clandestina del PDN, una militancia disciplinada en el conocimiento de las tesis y del programa, una diseminación organizativa a nivel regional y representación en órganos parlamentarios locales y en el Congreso Nacional y una actuación correspondiente a su propósito dentro del período: hacer de la democracia parte constitutiva de la cultura política del venezolano.46 Parece en síntesis, un partido preparado para la acción de gobernar, ergo, preparado para hacer la revolución, cónsona con su deseo. De cara a las elecciones de 1946 y en sintonía con su vocación de poder, a la aspiración continuista del gomecismo –en general- y a la división de criterios sobre la naturaleza de esa continuidad –en particular-, el Partido desde muy temprano enciende las alarmas con el propósito de exigir primero una reforma constitucional y luego un gobierno transitorio que se encargue de construir el escenario para unas elecciones libres y democráticas donde concurran las fuerzas políticas del país, en vista de que la reforma constitucional de 1945 no contempló la elección universal del presidente de la República. 46 Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 3: “Definición y expansión de Acción Democrática”, pp. 32-39.
  • 38. 28 El drama político consecuente ha sido ampliamente atendido por el análisis político y por la historiografía venezolana, nos referimos a los intentos de solución decorosa del problema de sucesión del Gobierno de Medina y lógicamente a lo que fue su solución final.47 En torno al tema de la sucesión y en la proximidad de las elecciones de 1946, Acción Democrática tuvo inicialmente dos propuestas: una reforma constitucional que permitiera la elección universal directa y secreta del presidente de la República y una vez que esta fue desestimada por el oficialismo, se apostó a la elección bajo el sistema corriente de un civil que se comprometiera desde antes de su elección a conducir un proceso de cambio jurídico que permitiera la anhelada elección universal. Recuérdese, el Partido estaba intentado caminar la vía democrática para acceder al poder y hacer la revolución. Con anterioridad, AD conmina al Gobierno a fijar posición ante la propia división interna del oficialismo y sus cercanías, con propiedad, sobre las nuevas intenciones de López Contreras de presentarse como candidato en la elección.48 La salud de Diógenes Escalante y su imposibilidad para afrontar la conducción del país como presidente de la transición terminarán por quebrar la fugaz connivencia entre el oficialismo y AD, condición que jamás volvió a repetirse.49 Ahora, ante la imposibilidad de 47 No es un objeto de este trabajo plantear nuevamente la urdimbre de escenarios, personajes y criterios que se han tejido en torno al drama político de la sucesión de Medina que desemboca en el 18 de octubre de 1945, es decir, a los detalles del drama; sin embargo, para una comprensión mucho más sólida de lo que a posteriori vamos a plantear, este es un conocimiento ineludible. Para ello recomendamos la apreciación del anecdotario que en torno a la crisis de la sucesión presidencial del año 1945 hace R.B. en Venezuela, política y petróleo, también Manuel Caballero en Rómulo Betancourt, político de nación [ambas obras ya referidas]; Simón Alberto Consalvi, La Revolución de Octubre de 1945. La Primera República Liberal Democrática. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2010. (Serie Antológica Historia Contemporánea de Venezuela, 5); Karl Krispin, Golpe de Estado: Venezuela 1945-1948. Caracas: Panapo, 1994; Andrés Stambouli, Crisis política. Venezuela: 1945-58. Caracas: Ateneo de Caracas, 1980. Del mismo autor, La política extraviada. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2005, pp. 46-67. También el trabajo de Corina Yoris Villasana, 18 de octubre de 1945: legitimidad y ruptura del hilo constitucional. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2004. 48 Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 174. 49 R.B. se guarda de aclarar que la escogencia de Escalante no es producto de un acuerdo entre AD y el Gobierno de Medina, sino una decisión unilateral de éste último. La visita que él y Leoni le hacen a Escalante en Washington antes de su presentación como candidato en Venezuela fue acordada en el Partido una vez que se ha reconocido que éste resulta un excelente candidato para conducir la transición. La visita tiene como propósito poner a Escalante al corriente de las demandas de AD –la de un gobierno transitorio que llamara a elecciones universales- y para persuadirse de que el embajador podría en el futuro actuar en consecuencia. Para el Partido la distancia que había separado a Escalante de los manejos del medinismo en Venezuela era una condición estimable. En la conversación sostenida entre estos representantes de AD y Escalante en Washington, los primeros dejan claro que de ser él escogido como candidato del oficialista Partido Democrático Venezolano
  • 39. 29 Escalante, la negativa de un candidato extrapartidos presentada por Gallegos a Medina, y la escogencia del nuevo candidato oficial, Ángel Biaggini,50 continúan las reuniones clandestinas que AD ya venía manteniendo con la UPM en torno a la propuesta de esta última para efectuar una insurrección militar como salida a las exigencias del Ejército y a las del Partido.51 En este momento AD seguía persuadida de agotar la vía del consenso.52 A este nivel ¿cuál es la (PDV), AD sólo mostraría una actitud simpática pero no suscribiría pacto de ninguna naturaleza con aquel partido. Esta determinación se amparaba para los líderes de AD en las siguientes convicciones: a. No podría pactarse con una organización que había confundido de forma totalitaria los límites entre el partido de gobierno y el Estado. b. No se estaba ganado a participar en un pretendido gobierno de unidad nacional hasta tanto AD no tuviese una representación proporcional a su militancia en los órganos legislativos a todos los niveles y si tampoco tenía garantizada una participación en los ministerios fundamentales de la acción del gobierno. Luego, es importante para R.B. destacar que su partido no se vio relacionado con ninguno de los actos públicos celebrados tras la llegada de Escalante a Venezuela. Cfr. Ibídem, pp. 174-175. 50 Cfr. Ibídem, p. 176. En el discurso que venimos refiriendo R.B. expone las razones por las cuales AD no aprueba que Ángel Biaggini ocupe la candidatura oficial y consecuentemente la Presidencia de la República. Se le considera uno de los hombres más anodinos de la administración actual, un burócrata y un incompetente al frente del Ministerio de Agricultura y Cría en medio de un escenario de complicaciones para el abastecimiento nacional. Se le trata como un incapaz político para reunir –eventualmente desde la Presidencia- las corrientes escindidas del Gobierno: a los partidarios de López por un lado y a los de Medina por el otro y para enfrentar toda la serie de dificultades económicas y fiscales a las que estaría sometido el país como consecuencia del fin de la guerra. Cfr., pp. 176-177. 51 Varias fuentes refieren el escepticismo de R.B. frente a los militares que empiezan a abordarlo a mediados de junio de 1945, revelándole su plan insurreccional e invitando a AD a sumarse en una acción de gobierno posterior. La actitud de R.B. es consecuencia de su falta de contacto con las Fuerzas Armadas, de su falta de convicción -hasta entonces- de que en el seno de las Fuerzas Armadas estuviesen sintiéndose desavenencias con la política nacional y finalmente, por los peligros que revestía una acción directa de las armas en las soluciones políticas, es decir, por el temor a servir de puente a una dictadura militar. Estos argumentos corresponden a dos actores claves de las reuniones clandestinas entre militares y civiles y luego, miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno: Edmundo Fernández y Gonzalo Barrios, respectivamente. Vid., sus entrevistas en: Ana Mercedes Pérez: La verdad inédita (Historia de la Revolución de Octubre revelada por sus dirigentes militares). 2 ed. Buenos Aires: Colombo, 1953. Un inciso sobre este texto: El libro de Ana Mercedes Pérez tiene la gran virtud de recoger aún con el fragor de los primeros meses de la Revolución, fundamentalmente la versión de los militares comprometidos en la conjura. A pesar de su intención épica y alegórica, los detalles de las entrevistas que lo componen son valiosísimos sobre todo por la forma como expresan la concepción de la voz revolución en el sector militar. Ya nos referiremos al respecto. Gonzalo Barrios y Edmundo Fernández son los únicos civiles comprometidos en la conjura que conceden entrevistas a la autora. A través de una carta que reposa en los archivos de R.B., Pérez solicita a éste una entrevista para incluirla en la primera edición del libro. Finalmente, ninguna entrevista de R.B. aparece en el libro. Vid. Carta de Ana Mercedes Pérez a R.B. Caracas, 22 de julio de 1947. En: ARB. T. VI-F, 690. 52 Lógicamente, un día antes del 18 de octubre de 1945, las reuniones preparativas de la conspiración entre la UPM y AD eran un sólido hecho. Cuando nos referimos a que el Partido apostaba aún por la vía del consenso lo hacemos en torno a la naturaleza misma de las palabras ofrecidas por R.B. esa misma noche, donde una vez más delinea una propuesta político-jurídica para resolver el problema de la sucesión. Estas expresiones, en su momento, es decir, antes del estallido, son tan absolutas como el estallido mismo al día siguiente. Todo el juicio que sobre estas palabras y en general sobre este discurso se ha hecho en la historia política venezolana ha estado sujeto a la impronta del día siguiente, al 18 de octubre de 1945, por ello, ha sido observado como una alocución preparatoria a la militancia de AD para el estallido que estaban seguros sobrevendría en poco tiempo. Es un juicio válido. También debe verse en él la intención de R.B. por no dejar demasiados resquicios interpretativos a la historia a la hora de juzgar entre las aspiraciones de su partido y el devenir inmediato, huelga decir, es un hombre
  • 40. 30 demanda de AD? Que el Gobierno garantice la elección de un candidato con la estatura moral de Escalante y que éste asuma el mismo compromiso que aquél había aceptado: el de conducir un gobierno transitorio cuyo objeto primordial sea el del llamado a elecciones.53 Paralelamente, la escogencia de ese candidato y el apoyo que éste tendría de las fuerzas políticas mayoritarias del país impedirían que se materializara un peligro temido por AD: el que la división entre López y Medina condujese a una guerra civil.54 Rómulo Betancourt parece enfático en querer dejar claro para la historia la voluntad de Acción Democrática por agotar toda vía de acuerdo político con el Gobierno en torno al tema de la sucesión, esta convicción incluso la pregona un día antes del estallido de la insurrección, el 17 de octubre de 1945. La demanda, que es expresada públicamente y por última vez aquella noche se centra en la exigencia de una solución evolutiva materializada en la que quiere dejar claro que el Partido está apostando a una salida evolutiva al tiempo que todas las opciones para su realización van siendo flanqueadas por el Gobierno. 53 Un día antes del estallido de la insurrección R.B. insiste en la propuesta político-jurídica sostenida por el partido para solucionar el problema de la sucesión presidencial y abrir el camino electoral. La propuesta hasta entonces había sido desestimada por el Gobierno de Medina: “Escogido ese candidato, apoyado y sostenido por todas las fuerzas económicas no organizadas partidísticamente [sic], como son los sindicatos obreros, las federaciones de cámaras de comercio y producción, los organismos profesionales, este gobernante así escogido podría llamar al país dentro de un año a elecciones directas. Para ello se iniciaría en enero en las Asambleas Legislativas la reforma constitucional. Esa reforma constitucional iría al Congreso de 1946, el cual le correspondería escrutarla. Este Congreso también fijaría, limitaría a un año el mandato del Presidente provisional que eligiera, así como el Congreso de 1936 rebajó a cinco años el mandato de López Contreras a pesar que la Constitución establecía que era de siete años el lapso de gobierno constitucional. Le correspondería también a este Congreso del 46 fijar la fecha de expiración del período de los organismos parlamentarios, entre ellos el Congreso Nacional, a fin de que simultáneamente se eligiera mediante sufragio directo, universal y secreto un Presidente de la República y un Congreso que no sea usurpador sino depositario y encarnación de la soberanía nacional. Y esto tampoco sería nada extraño al propio mecanismo constitucional y a precedentes existentes en el país”. Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945, en: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 180-181. 54 “Hemos estudiado el panorama político del país, y en forma muy responsable quiero decir esta noche que nosotros conceptuamos muy grave la situación política de Venezuela. El régimen se ha escindido en dos frentes; cada uno de esos frentes tiene un general a su cabeza; y en Venezuela la experiencia histórica nos comprueba que nuestros generales no han dirimido sus contiendas en las plazas públicas con las armas civilizadoras de la palabra escrita y hablada: que han dirimido sus contiendas en otros sitios y con otras armas, y que siempre ha sido el pueblo venezolano el cordero pascual, el “chivo expiatorio” en esa forma drástica y violenta como han resuelto sus conflictos y sus pugnas los generales de nuestro país”. Vid. Ibídem, p. 178. Estas palabras de R.B. son sumamente elocuentes, dos aspectos leemos en ellas que deben resaltarse: en primer lugar se percibe la intención de retrotraer el conflicto entre López y Medina a la lógica decimonónica, es decir, a la resolución voraz por medio de las armas. Este mismo juicio tiene también una intención de pedagogía política, porque mientras se va expresando, se está invitando a los escuchas a pugnar por un tipo de solución distinta al panorama político del momento: demandar las urnas electorales. En segundo lugar, se ubica el conflicto de “los generales” en la arena personal, se resume a un problema entre ellos, al tiempo que la pedagogía del orador hace su trabajo dejando ver que mientras aquellos hombres parecen proclives a ocuparse de su problema por la vía de la violencia, el país está ocupado en un tema más elevado, en la demanda de un camino democrático.
  • 41. 31 escogencia de un gobierno provisional que se encargara de resolver el tema de las elecciones universales. Cuando estalla la Revolución el argumento desde la trinchera del Partido es que habiéndose agotado todo camino de conciliación política con el Gobierno y tras la debelación de la insurrección militar, Acción Democrática se aventuraba a hacer aquello que se le insistió al Gobierno ejecutar y para lo que tuvo amplias ventajas: enrumbar la solución evolutiva de su propia querella intestina y de la sucesión presidencial por la vía de un gobierno provisional, es decir, el Partido y la UPM convertirán la Revolución en el momento objetivo donde tendrán desenlace aquellas demandas no solucionadas por el Gobierno. Si un gobierno provisional fue la exigencia, si esa fue incluso la oportunidad, también negada, un gobierno provisional, surgido de la fuerza se encargará de hacer aquello vetado por el régimen de Medina. En las primeras alocuciones de Betancourt en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y en las sucesivas, más largas, cuando el nuevo mando parece estabilizado, se reconoce esta tendencia: la de recordar que el momento revolucionario tendrá por objetivo materializar las demandas negadas por antiguo régimen, en ese sentido, se conciben como ese gobierno provisorio cuya misión es la de conducir a elecciones universales. Ahora bien, desde la arena del Partido, la Revolución –como hecho y como proceso-, no es la revolución querida. La primera surge como un atajo circunstancial para la materialización de la segunda; especie de otra vía, necesaria en la última hora para hacer posible el despliegue del programa concreto del Partido. No lo es por su origen, mucho más si este se contrapone a la demanda democratizadora del AD,55 tampoco lo es por sus actores e 55 Las tesis del PDN y AD, los discursos públicos de R.B. y su correspondencia, todo en el período comprendido entre 1936 y 1945 dan cuenta de esta exigencia. La máxima es que el Partido debe practicar internamente la democracia que aspira consolidar en la calle y que demanda a los herederos del gomecismo. Al menos ésta ha sido la versión que R.B. se empeñó por legar a la historia. Distante a este criterio se ubicó circunstancialmente Gonzalo Barrios, afirmando que desde el PDN y luego en AD se discutió la posibilidad de la vía violenta como recurso último de acceso del pueblo al poder. Es probable que esta versión que sostiene el líder de AD esté muy animada por patentar el recurso armado en las consideraciones históricas del Partido y poder decir que a pesar de lo pregonado durante casi una década de activismo político nacional, AD no actuó contra criterios acariciados en su seno al congeniar con los militares y participar en la insurrección del 18 de octubre de 1945. Al respecto, estas fueron las palabras de Barrios: “En las Asambleas de Acción Democrática y antes, en nuestras clandestinas reuniones del P.D.N., se planteaba a menudo, en forma hasta cierto punto imprecisa, la tesis de que algún día el pueblo venezolano se vería obligado a recurrir a la violencia para solucionar el problema político de la República y establecer en la práctica el régimen aceptado en doctrina según el cual el ejercicio del Poder deriva de un acto de la soberanía popular”. Vid., su entrevista en Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 76.