Sin lamentos ni nostalgias, con jovial osadía asistimos hoy a la pérdida de la cohesión de los sentidos y valores que le otorgaban consistencia a la misma realidad.
III Simposio Internacional de Cuidados Paliativos / Universidad de Santa Paul...
"La postmodernidad o la muerte de la razón"
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La Postmodernidad o la muerte de la Razón
Fueron los filósofos de la ilustración los que por el siglo XVIII plasmaron
con optimismo el proyecto de modernidad. Consistía en el esfuerzo por
desarrollar la ciencia objetiva, la moralidad, las leyes universales, el arte del
autónomo y en organizar racionalmente la vida social cotidiana. Alguno de
ellos (Condorcet) soñaba con que las artes y las ciencias promovieran no solo
el control de las fuerzas naturales sino que también fomentasen la
comprensión del mundo y del sujeto a la vez que impulsaran el progreso moral,
la justicia de las instituciones e incluso la felicidad de los hombres.
Progresar de forma unilineal hacia una única meta: la emancipación de
la sociedad, o lo que es lo mismo, la abolición de la dominación y del
autoengaño mediante la supresión de la ignorancia y la pobreza. Esta meta
tiene como condición someter todo al tribunal inapelable de la razón. El
resultado inevitable de este proceso secularizador es la eliminación de la
sacralidad de todo sistema de valores, de toda institución, de toda norma,
actitud o modelo de comportamiento. Gracias a él los europeos alcanzaron
logros tales como la emancipación de la tutela del poder espiritual del clero
(sacerdotium) y del poder temporal de los príncipes (regnum), la
institucionalización del estado de derecho y la democracia representativa. En
una palabra, fue gracias a estos principios que lograron transformarse de
súbditos a ciudadanos.
El hombre moderno es el que tiene conciencia del sentido emancipador
de la historia y el que cree en una tradición unitaria dirigida hacía un fin.
Pero el entusiasmo por un futuro pacífico y racional comenzó a
desvanecerse frente a los efectos aberrantes de la primera guerra mundial. Y
es justamente este punto de la historia occidental el que marca el ocaso del
proyecto de la ilustración europea (o más aún, el de la civilización occidental),
anunciando la muerte de la razón, y es este ocaso el que marca la experiencia
central de la postmodernidad.
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El pensamiento post-moderno es el que tiene una conciencia difusa de
este final. Intenta realizar una descripción del estado de la cultura resultante
de la desintegración más completa del mundo tradicional, es decir, de las
trasformaciones que afectaron a las reglas de juego de las ciencias, la
literatura y las artes a partir del siglo XX. Es también una crítica, un
movimiento de de-construcción y de desenmascaramiento de la razón
ilustrada totalizante y de su cogito transparente y por tanto expresará:
- Un rechazo ontológico de la filosofía occidental.
- Una obsesión epistemológica con los fragmentos y fracturas.
- Un compromiso ideológico con las minorías en política, sexo y lenguaje.
Otro cambio radical que indica el ocaso de la modernidad es el cambio
operado por la tecnología de la información, provocando efectos en nuestra
experiencia del tiempo y de la historia.
El crecimiento de la sociedad informatizada es el que produce:
- Una reducción de los acontecimientos al plano de la simultaneidad.
- La información sobre todos los hechos eliminan las selecciones que
orientaban el tramado de la historia como un tejido unitario.
- Una construcción ilusoria de la realidad.
Según Vattimo, hoy no hay un punto de vista desde el cual se pueda hacer
historia universal, ni siquiera el de occidente como centro de la civilización, ni
siquiera el de un mítico proletariado mundial, cómo no va a resultar imposible
entonces hablar de progreso?
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Lyotard afirma que las sociedades han perdido el sentido de su destino,
ya no se preguntan por su futuro, se interrogan por las condiciones de su
representación, su espacio y su tiempo.
Para Baudrillard la típica de esta sociedad post-industrial constituye
una parodia del instante mesiánico convertido ya en real..."ya no hay que
esperar nada más... lo peor, el soñado acontecimiento final sobre el que toda
utopía construía el esfuerzo metafísico de la historia, el punto final es algo que
ya queda detrás de nosotros".
Aquella creencia en una historia unitaria dirigida hacía un fin ha sido
sustituida por la experiencia perturbadora de la multiplicidad anárquica e
indefinida de los sistemas de valores y de los criterios de legitimación. Sin
lamentos ni nostalgias, con jovial osadía asistimos hoy a la pérdida de la
cohesión de los sentidos y valores que le otorgaban consistencia a la misma
realidad.
Felipe Rilova Salazar