El documento analiza el uso del término "excelencia" por parte del presidente ecuatoriano y cómo su significado ha cambiado. Originalmente se refería a títulos honoríficos de líderes poderosos, pero ahora se asocia más con la gerencia empresarial y el desempeño organizacional. Sin embargo, la versión que promueve el presidente parece enfocarse más en objetivos políticos que en el desarrollo humano. También critica que su gobierno ha adoptado prácticas autoritarias similares a regímenes anteri
La visión de la excelencia del Presidente según su discurso
1. EL PRESIDENTE Y SU
EXCELENCIA
Fernando Vega
Exasambleísta constituyente
Enero 2012
De un tiempo a esta parte el Presidente ha ido cambiando el vocabulario de sus discursos,
tanto por lo que dice como por lo que deja de decir, como también por los énfasis y las
insistencias. Esto es más significativo dependiendo de los auditorios a los que se dirige y de
los tiempos políticos que marcan sus intervenciones. En tiempos electorales, vuelven a
florecer las consignas marchitas de los primeros días de la Revolución Ciudadana, pero es
claro que no tienen otra función que reavivar la memoria del tiempo mítico de los orígenes.
En el lenguaje cotidiano y en momentos de mayor espontaneidad, el presidente se explaya
sobre lo que realmente siente y piensa.
Quizá lo que menos resuena en los oídos de sus devotos, en estos últimos tiempos es la
referencia a la constituyente y a la constitución del 2008, en cambio hoy le oímos a cada
rato hablar de la “excelencia” y de la “cultura de la excelencia”. Parece ser que el mayor
enemigo real que ha encontrado en su ejercicio de gobierno es la “mediocridad” de los
ecuatorianos, empezando por sus propios colaboradores, que le impiden lograr los objetivos
de su “revolución rápida, profunda y en democracia”. “¡Cuánta mediocridad!” Le
escuchamos decir a cada paso para apostrofar a sus enemigos. Pero, cada vez más, el
presidente parece estar convencido que los ecuatorianos en su mayoría son mediocres, en
contraste con las virtudes anglosajonas que se solaza en encomiar.
Para iniciar nuestra reflexión sobre la excelencia podemos recurrir al diccionario y
encontraremos que excelencia, es históricamente un título atribuido a personajes
importantes como papas, emperadores y tiranos, y cuyos sinónimos son “alteza”,
“eminencia”, ilustrísima”, “grandiosidad”, “magnificencia”, “sublimidad”, “hermosura”,
“singularidad” y “virtud”. Estos calificativos hacen pues referencia a la majestad y calidad
humana de la que se suponen están investidos algunos seres privilegiados por el destino,
para regir la vida de los pueblos sometidos a su gobierno. No cabe duda que estas
acepciones bien le cuadran a nuestro presidente, ya que más de una vez, el mismo ha
reclamado el respeto para “la majestad” del cargo del que está investido.
Sin embargo, el diccionario también contempla entre los sinónimos uno que a propósito no
lo hemos mencionado: “la calidad”. Parece que es desde esta entrada, de donde la
“excelencia” ha emigrado al lenguaje empresarial. Sin lugar a equivocarnos, podemos
2. decir, que superados los usos anticuados de los títulos honoríficos, el término se ha
convertido en patrimonio del lenguaje capitalista, cuya máxima expresión es la empresa.
Hablamos entonces de “Excelencia Empresarial”. Sin necesidad de recurrir a grandes
tratados, encontramos divulgados, en cualquier manual, definiciones de lo que significa el
concepto, objeto de conferencistas del desarrollo y de la gerencia empresarial y de
liderazgo. He aquí una muestra:
“Excelencia empresarial, es el conjunto de prácticas sobresalientes en la gestión de una
organización y el logro de resultados, basados en conceptos fundamentales que incluyen:
orientación hacia los resultados, orientación al cliente, liderazgo y perseverancia, procesos
y hechos, implicación de las personas, mejora continua e innovación, alianzas mutuamente
beneficiosas y responsabilidad social”. “Cultura empresarial, identifica la forma de ser de
una empresa y se manifiesta en la forma de actuar ante los problemas y oportunidades de
gestión y adaptación a los cambios externos e internos que son interiorizados en forma de
creencias y talentos colectivos que se trasmiten y enseñan e los nuevos miembros, como
manera de pensar, vivir y actuar”.
No pasará desapercibido a una escucha atenta, que estos conceptos resuenan en cada uno de
los discursos y cadenas sabatinas del presidente. No cabe duda, que el presidente atribuye a
esta filosofía ultramoderna del capitalismo, el exitoso desarrollo de los países asiáticos,
como Japón y los Tigres de Malasia, y de empresas lideradas por jóvenes profesionales de
las empresas informáticas como las patentes de Google o el Twiter, que el propio
presidente usa como medio, para su permanente comunicación bajo el nombre de
“mashicorrea”. Es notoria la asociación que el presidente hace del éxito empresarial con la
tecnología digital de procesamiento de datos y de comunicación. El presidente no solo
habla, lo vive y lo practica, hay que reconocer su coherencia.
Para el presidente está sumamente claro que la brecha tecnológica entre los viejos y los
jóvenes es un asunto insalvable. Empezando por la dinámica que imponen las nuevas
tecnologías. Los viejos caminan a paso de tortuga, los jóvenes vuelan en los corceles del
ciberespacio. Nuestras culturas ancestrales sirven para el folklore pero no para el desarrollo.
Incluso la apuesta desarrollista y extractivista sopesa en su justo precio, la necesidad de
minerales para sostener el desarrollo tecnológico del planeta. El futuro prometedor del
Ecuador va por allí y todo el que lo ponga en duda no es más que un “infantil”, un
trasnochado, incapaz de no ver por dónde va el desarrollo. Ello explica también, que la
única opción de los viejos es jubilarse. Hay que meter sangre joven.
Si continuamos investigando la doctrina de la excelencia, nos topamos también con otra
entrada, que no procede tanto del ámbito de la economía y de la gestión empresarial, sino
más bien de la filosofía y la psicología del desarrollo y del crecimiento personal y del
ámbito de la espiritualidad. En esta vertiente más que ser exitosos en el mundo competitivo
del mercado, la excelencia apunta a la formación, desarrollo y crecimiento de las personas.
3. Se trata es de tomar la decisión de llegar a ser excelentes seres humanos y poder contribuir
a la generación de sociedades de alta calidad de vida, de ser felices y vivir en armonía con
la comunidad y el entorno, de cambiar nuestros modos de relación con el entorno, con la
comunidad y hasta con Dios. Aunque para algunos, los fundamentalistas empresariales, no
parezca muy obvio, esta entrada exige colocar en las ecuaciones otras variables que no se
miden ni se pueden medir.
Desgraciadamente, no parece ser que esta versión de la excelencia sea la que más le
preocupa a nuestro mandatario, ya que las mediciones de la SENPLADES están atoradas en
el laberinto de los indicadores del buen vivir, que a la postre no reflejan otra cosa que la
salud de un Estado de bienestar, de aquellos que ya está en crisis y desmantelamiento en los
países desarrollados, que tanto admira nuestro presidente. Una planificación vertical y
centralista que no soporta las contingencias propias de la incertidumbre de un mundo
complejo, dinámico e interrelacionado. Basta constatar cómo el portal de compras, creado
con las mejores intenciones, se ha convertido, en muchísimos casos, en el escollo más
grande para el cumplimiento de los presupuestos, desde los ministerios, hasta las juntas
parroquiales.
El presidente es un creyente convencido en las ilimitadas posibilidades de la ciencia y en la
técnica como todo profesional moderno. En el afán de levantar la autoestima proclama que
todo es posible y que si le dan unos cien años de gobierno logrará hasta lo imposible. Por
ello proclama que se puede hacer minería en Quimsacocha y en la Cordillera del Cóndor y
está dispuesto a sacrificar la biodiversidad del Yasuní con el plan B, porque los
ecuatorianos saludables y poseedores de los phds serán imparables y sacarán al Ecuador
adelante, aunque sea sobre las ruinas de los ecosistemas y las culturas.
En aras de la modernización reformista, este gobierno, rinde culto al paradigma mecanicista
y competitivo propio de la cultura industrial y de mercado. Como el Estado es una máquina
que bien aceitada debe funcionar a la perfección, los ciudadanos y funcionarios “son
necesarios, pero no indispensables”, porque como en las máquinas, las piezas son
desechables y sustituibles, así también las personas. Cuando ya no le sirven para sus
propósitos, se les cambia y punto; el único insustituible es el líder, porque al decir del
propio presidente, no se ve en el horizonte quien pueda hacer las cosas mejor que él y con
razón los devotos ciudadanos claman “¡reelección, reelección!”.
Pero además de que el Estado debe ser una máquina centralizada y avasalladora en
términos administrativos. En términos políticos, debe competir en el mercado, considerado
como un conjunto de arenas en las que se lucha para vencer y mantenerse siempre a la
cabeza del campeonato, desde el ring de la política internacional, pasando por los
enfrentamientos con todos los enemigos reales y virtuales de la prensa y la oposición, hasta
los espacios del propio buró político donde sus áulicos pugnan por destronar al que está
más arriba para saborear las mieles del poder. El presidente está en lucha permanente,
4. incluso consigo mismo, enredado en la propia telaraña de su carácter violento e
intemperante.
Y es precisamente por allí, por donde empieza a hacer agua la cacareada “excelencia”,
porque según la doctrina empresarial, neoliberal y competitiva, más avanzada, se ha
comprobado que “más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de hiel”,
cuando se dice que “la excelencia es el arte, logrado con el ejercicio, de liderar, gestionar,
basado entre otras cosas en la capacidad de hacer participar a los otros, en la motivación
para lograrlo y no en el uso de la fuerza, la amenaza, el autoritarismo y el creerse dueño de
la verdad”. De lo contrario las reformas y las innovaciones duran lo que dura la imposición
y se desvanecen como el rocío de la mañana cuando cambian las circunstancias. Una
revolución de calidad, necita de la participación de los actores involucrados y para arraigar
requiere de tiempo, cosas que ésta revolución parece no tener.
Ello explica que, y el presidente está consciente de ello, que el gran reto de las próximas
elecciones no será tanto la reelección presidencial, cuanto el conseguir una mayoría
absoluta en la Asamblea Nacional. El problema es que no es tan fácil endosar su
popularidad a los asambleístas de PAIS, venidos a menos en el patio trasero y sucursal del
supremo legislador de Carondelet. Porque resulta que cuanto más alineados y alza manos,
más mediocres y menos excelentes. Y algo parecido pasa con los liderazgos locales. A
tanto llegó la cosa que el presidente llegó a reconocer por dos veces en el discurso de
aniversario que ha tenido que depender del chantaje de los comodines de la asamblea para
que pasen de agache sus vetos.
Esto explica también las últimas reformas al Código de la Democracia para preparar la
cancha inclinada, las reglas de juego y los árbitros vendidos de la próxima gesta electoral.
De otra manera el proyecto RC está en riesgo. Y es que, a pesar de que ya tenemos en el
Ecuador un “gobierno homogéneo” –El general Franco llegó a tener un gobierno con todos
sus ministros del Opus Dei- en el que todos los poderes del Estado están cooptados por el
partido único: Corte Constitucional, Asamblea Nacional, Consejo Electoral, Consejo de
Participación Ciudadana, Corte Nacional de Justicia, medios de comunicación. Sin
embargo, el temor a perder el poder absoluto, ronda los sueños del mandatario, porque
aunque en el “espejito, espejito” de cada mañana, no aparece ningún contendor más
excelente y bello, sus propios fantasmas no le dejan en paz.
Y como ya pasaron cinco años y ya no hay a quien echarle la culpa, hay que resucitar a
cada rato el cadáver de la partidocracia y levantar los molinos de viento de la prensa
corrupta, pero como esto no es suficiente la culpable de que el proyecto RC no avance al
ritmo deseado y no de los frutos apetecidos es la cultura de los ecuatorianos, -algo nos
suena, a las tesis del inventor de la democracia más aburrida del mundo, a decir del Pájaro
Febres Cordero, Oswaldo Hurtado-. Y tiene razón el presidente, porque a pesar de tanta
inversión salud las cosas no marchan y el Baca Carbo sigue siendo una calamidad y aunque
5. el gobierno no se preste para las payasadas de los juicios políticos, el ministro tuvo que
renunciar.
Pero es que no puede ser de otra manera. Einstein decía que cuando se hacen las cosas de la
misma manera, no se pueden obtener sino los mismos resultados. Si este gobierno está
volviendo a las viejas prácticas de la política ecuatoriana, cómo podremos esperar otros
resultados. Cuando no existe libertad y estímulo para la creatividad y la iniciativa, cuando
las órdenes bajan de arriba y el que no se alinea va fuera, entonces la mediocridad también,
pese a la excelencia del mandatario, baja de arriba y crea la cultura de la sumisión y el
agache y a la postre de la ineficiencia y la mediocridad, tan denostada por el propio autor de
la cascada. El contar con mucho dinero y gastarlo, no asegura la calidad del gasto, más bien
estimula el derroche y la ineficiencia.
Basta ver la calidad de algunos asambleístas, que ya se han aprendido de memoria el nuevo
catecismo de RC para defender lo indefendible, traicionando sus conciencias y los
principios que los llevaron a participar en los inicios del proceso. Basta acercarse a algunos
municipios y juntas parroquiales para ver la prepotencia de noveles improvisados imitando
en todo a su maestro, en todo lo inimitable, y pero sin su inteligencia y capacidad. A los
muchachos de PAIS que trabajan para el movimiento en todos los espacios de la burocracia
pública, sin aportar nada al gobierno local y aún en contra de sus propios alcaldes y
prefectos. Se explica porque los gobiernos locales de la propia y renovada
movimientocracia pueden ver reducidos sus presupuestos por incumplimiento.
Es de vergüenza la calidad de los jueces que hemos visto desfilar en los casos de la
“honrra” vs. La prensa y los periodistas. Las sentencias, resoluciones, irresoluciones y
lavadas de manos de la Corte Constitucional. La metida de mano en la justicia, aprobado
por el pueblo ecuatoriano, ha sido hasta el hombro. Tanta indecencia, es vociferada como
un triunfo. ¿Cómo pude el Ecuador llegar a la excelencia por semejantes caminos? Se
practica en el más acendrado maquiavelismo de que el fin justifica los medios y los medios
oficiales no dudan en maquillar los acontecimientos para dividir el planeta y la sociedad
ecuatoriana en buenos y puros y malos y perversos. Y lo peor de todo, cuando se analizan
los fines, estos no parecen tan santos.
En sus entrevistas distendidas el presidente admite que la RC no ha logrado cambiar las
estructuras injustas del Ecuador, pero más todavía, tal parece que ha renunciado
definitivamente a hacerlo. En el clima de la excelencia que gobierna el país está claro que
las mejores oportunidades están de parte de las empresas y bancos excelentes que manejan
tecnología de punta. Los grandes perdedores son los pobres, pobres, que ahora son más
pobres. Basta ver, en el último censo los indicadores de las parroquias y cantones más
pobres del país, casi todos en las zonas indígenas de la sierra y de los campesinos de la
costa. Por ejemplo, mientras Cuenca, hablando de tecnología, tiene un 36% de acceso a
internet, hay parroquias de la provincia que tienen 0% . ¿Cuándo para superar esta brecha?
6. A pesar de su formación, cristiana, gustavina y salesiana, ahora el presidente echa también
la culpa de la pobreza a la religión que “ofrece sufrimiento en esta vida y bienaventuranza
en la otra”. Pero el presidente parece haber olvidado uno de los puntales de la doctrina
social de la Iglesia que proclama la dignidad inalienable de la persona humana y no digo
nada del evangélico precepto del amor a los enemigos, pero por lo menos algún respeto.
Parece que solo cuentan los números y las estadísticas, donde las personas desaparecen en
el anonimato. Y el ejemplo cunde porque cualquiera de corazón verde se cree autorizado a
tratar de la misma manera a sus críticos u opositores.
Tras el discurso de la excelencia se esconde el mono paradigma centroeuropeo y colonial,
de en quién, a pesar de su paso por Sumbagua, pesa más su extracción de clase y su
educación universitaria. Con razón, la crítica que hoy se hace a las izquierdas, si algo de
izquierda queda en el gobierno, es que fueron y son sufragáneas de una ideología que nunca
entendió el mundo andino y selvático de América Latina y en consecuencia el Buen Vivir,
aunque sea en broma, puede ser reducido a las proporciones de pachanga y más o menos
centímetros de tela. Durante todo una noche tratábamos de explicar a un asambleísta
constituyente de Manabí lo que era el Buen Vivir pero resultó imposible. Cerveza, jolgorio,
carro último modelo, tecnología de punta, eran sus referentes irrenunciables.
Las declaraciones de plurinacionalidad y pluriculturalidad de la Constitución del 2008 son
por eso letra muerta, porque exigen el manejo de múltiples paradigmas y del pensamiento
lateral y complejo y exige un ejercicio de descolonización mental radical y no de medio
camino. De nada vale la proclamación de la soberanía cuando lo que hacemos es cambiar
de amos y arrodillarnos ante el capital transnacional minero y al poder económico de
China. De paso, alguien que ha trabajado seis años con los indígenas de Venezuela, cuenta
la situación calamitosa de esta población en la tierra de Bolívar, el grado de dependencia
generada por los subsidios y la incapacidad productiva del país, que ahora y más que antes
todo lo importa.
Aunque parezca pretencioso decirlo el “Sumak Kawsay” expresa un nuevo concepto de la
excelencia, que sin renegar lo valioso que pueda tener el aporte occidental, en términos de
tecnología y eficiencia, incorpora otros valores alternativos como respuesta a la crisis
civilizatoria que vive el planeta. Porque el fin del mundo y del Ecuador no coincidirá
seguramente con la finalización de la era RC y necesitamos ser responsables no solo del
presente, sino también del futuro. Se quiere cambiar el presente, urgentemente, a presión,
forzando los límites de la democracia, pero ya percibe el presidente que el peso del pasado
es el que ha modelado el presente que vivimos y eso no se puede cambiar.
Dicen, por eso, que el presente es el pasado del futuro y solo sentando ahora las bases,
haciendo las cosas con cordura y paciencia, con hondura y tiempo podremos construir un
edificio que sobreviva a los vientos y tempestades del porvenir. Sería prudente escuchar al
viejo guerrillero que gobierna el Uruguay: “hay que ir despacio para llegar lejos”, “no se
7. puede hacer una revolución con un pueblo que es un analfabeto político”, “hemos gastado
mucho dinero en inversión social y todavía no hemos hecho ninguna revolución”. “Me he
negado a gobernar con el veto, porque la Asamblea es el espacio privilegiado del debate
democrático”. “Ciertas radicalidades son infantiles” –también las del bisoño político que
gobierna el Ecuador-. Escuchar a los viejos es sabiduría. La pasión obnubila las mentes
lúcidas, endurece los corazones ardientes y a la postre, también puede ensuciar las manos
limpias.