Este documento critica la dinámica política post-electoral en Colombia, señalando que a pesar del gran despliegue de recursos para apoyar la reelección del presidente Santos, una amplia mayoría de colombianos se abstuvieron de votar o emitieron votos en blanco, reflejando su rechazo al sistema político. También critica al partido Polo Democrático por continuar operando como una corporación centrada en cargos electorales en lugar de representar los intereses populares, y argumenta que se necesita un nuevo movimiento social y político
1. Colombia Post-electoral: Mucha cáscara, pocas
nueces.
Autor: Comunicado@s Populares /Sakina Iwoka.
Nunca antes en la historia social y política de nuestra
martirizada patria, habíamos presenciado tamaña orquesta
para asumir un proceso electoral. Todos y todas, desde los
diferentes escenarios, léase, los autodenominados “demócratas
o de izquierda”, los lamidos progresistas, la social-democracia,
los sindicatos, algunos sectores sociales o plataformas político-
sociales, el gobierno distrital, algunas expresiones de la
academia, de los artistas, organismos multilaterales , OEA,
ONU, la Casa Blanca, gremios y cacaos económicos, capital
financiero, los bacalaos de la construcción, los dueños y amos
de los medios masivos de comunicación, y otros que se nos pueden escapar, victimarios y victimas
“conciliados” y unidos de momento, en torno a la aspiración reeleccionista de una de las
expresiones de la derecha colombiana: la tradicional oligarquía, la de linaje, de estirpe, la élite en
cabeza del re-electo presidente Santos y su escudero Germán Vargas Lleras. Impresionante
despliegue de fuerzas políticas y corporativas con el único fin, según ellos, de “blindar el proceso
de diálogo” con la insurgencia armada y el gobierno nacional para que garantice un feliz término.
No dejarnos confundir.
Los resultados de esta batalla electoral hacen creer, según lo hallado en las urnas, que el país está
dividido, con estrecha margen, entre los que quieren la paz y los que no la quieren, o que “éste fue
un plebiscito por la paz”. Aferrarse a estos simples recursos para el debate y el análisis político
post electoral, nos conducirá de igual manera a simples apuestas políticas hacia el futuro
inmediato.
Conservamos aún vivo en nuestro pellejo los impactos sociales de las medidas económicas,
sociales, políticas y militares de los cuatro años del gobierno re-electo, e incluso, percibimos la
continuidad de las mismas durante el próximo cuatrienio. La maquinaria electoral, la corrupción
desde el establecimiento, el terror a la motosierra en los campos, la coerción, el dinero legal e
ilegal a montones para compra de votos, la mentira y el engaño, la manipulación de la buena fe,
los imaginarios impuestos desde los medios masivos de comunicación, la encubierta intromisión
extranjera del Norte en asuntos internos, los altos índices de analfabetismo político, las
manipuladas y malintencionadas encuestas, y otras peritas han hecho una cultura insana en el
ejercicio político-electoral colombiano, y con pena, reconocer que algunos sectores e individuos
autodenominados “izquierda, demócratas, progresistas, etc.”, han demostrado no ser tan
renuentes con estas prácticas.
De cara a la realidad.
Ya bajando la bruma del jolgorio motivado por los resultados de los comicios del pasado 15 de
junio y entrecruzados con los aciertos de la selección Colombia en el mundial 2014, encontramos,
a pesar de tamaña empresa electoral, esa persistente abstención que no cede su tope inferior de
52%. Cerca de 18 millones de compatriotas que por diversas razones, no participaron en esta
jornada electoral, más los 1 millón 72 mil votos entre blancos, nulos y no marcados, suma algo
2. más de 19 millones, un 55.4% que, sin duda, continua reflejando un alto tono de voz de rechazo y
desconocimiento tanto a este sistema de poder político y electoral como a sus protagonistas. Es
un porcentaje que no pasa desapercibido, que supera la suma de los dos candidatos y, por tanto,
no debe ser desconocida ni desatendida.
Este gran segmento de población, no estaría ni con la paz ni con la guerra, si nos atenemos a los
“lúcidos” argumentos que algunos apasionados militantes con ínfulas de “analistas políticos”
esgrimen para forzar su teoría del tal “plebiscito por la paz” del pasado 15 de junio. Pretender
eclipsar con planas afirmaciones que una amplia mayoría de colombian@s, a través de su
abstención, su voto en blanco y voto anulado, sigue expresando incertidumbre y hastió que emana
de este teatro político-electoral, y por supuesto, de sus gendarmes, no es honesto con el presente
ni con el futuro de aquel pueblo, a nombre de quien muchos se han beneficiado y lucrado.
Una “izquierda” que no gusta ser revolucionaria.
Escuchando a la ex candidata del Polo Democrático, en sus varias entrevistas post electorales, tras
recibir cerca de dos millones de votos en la contienda de la primera vuelta y de haber
acompañado la campaña reeleccionista, vemos sus “nuevas apuestas políticas” para el futuro
inmediato y mediato: congreso del polo en el segundo semestre del año en curso, organización
para la participación de la posible refrendación en las urnas de los acuerdos finales alcanzados en
la habana entre el gobierno nacional y las FARC-EP, y preparación a las elecciones regionales y
locales venideras (sic). Sin sonrojo, una vez más reafirma, la Sra. Clara López, la dinámica del
partido político Polo Democrático como un ente corporativo, estatutario y aglutinador de
aspiraciones individuales a las corporaciones de elección popular, como de antemano, ya puso la
suya sobre la mesa para alcaldía de Bogotá o incluso, volver a ser candidata a las presidenciales del
2018. Nada diferenciado, en su finalidad y modo de hacer la política, a las demás empresas
electorales y partidistas heredadas de este sistema político imperante, tradicional y
antidemocrático: aspiraciones personales para llegar a las diferentes administraciones públicas
regionales y nacionales, con programas de gobierno a nombre de un pueblo con quien apenas si se
conecta para coyunturas electorales, como acabamos de presenciarlo; quiénes posteriormente
lleguen a ocupar cargos de elección popular cumplen con administrar el modelo económico
existente, con teñiduras sociales y subsidiarias, como lo han hecho las tres administraciones de
“izquierda o progresistas” en la ciudad capital y en otras regiones del país y, no pocos, enredados
en el espiral de la corrupción
El partido político Polo Democrático es el reflejo latente de la crisis de izquierda que azota la
dinámica política colombiana desde los últimos 20 años. Crisis que se nutre y fortalece gracias a la,
cada vez mayor, distancia entre estas expresiones de “izquierdas” y la cosmología ético-político-
humanista que abarca el ser auténtico de izquierda. Si el Polo y las demás expresiones
autodenominadas de “izquierda” o “progresistas” no redirecciónan su timón hacia lo social y lo
popular, fuente real de poder, y, por el contrario, continúan dejándose guiar, con sus prácticas,
por la bitácora de quienes se consideran los dueños y amos de la vida de los 48 millones de
colombianas y colombianos, en definitiva sucumbirán o terminarán, si es que ya no lo están,
absorbidos por los remolinos de este inmoral sistema capitalista y su antidemocrática estructura
de poder.
Los procesos sociales y populares no necesitan representantes, menos cuando esta representación
se hace grosera y oportunista gracias al divorcio evidente entre el aparato de partido con las
3. dinámicas cotidianas populares. Ojo, los casi dos millones de votos otorgados a Clara López y Aida
Avella, no hacen al Polo Democrático ni a ninguno de sus dirigencias, representantes ni voceros de
los sueños y esperanzas de las dos terceras partes de la población colombiana sumergida entre la
pobreza y la indigencia.
Retos que no dan espera.
Más que hincharse con estos triunfalismos y
prepararse para las próximas elecciones
regionales, el Polo Democrático debe volcarse
hacia nuestros territorios con humildad para
construir allí, junto a los verdaderos dolientes de
la crisis social y humanitaria que campea en el
pueblo colombiano, los programas de gobierno y
de poder que serán las banderas de aquellas y
aquellos candidat@s, que el pueblo, en su
soberanía, seleccione para lograr su
refrendación, ahora sí, en las urnas y luego ser
defendidos en los escenarios administrativos
públicos que se conquisten, con respaldo y apoyo
de la movilización popular. Cortesía: Conectesebello.blogspot
Si no hay voluntad política por parte de “la oficialidad” de dicha corporación para hacer
correctivos en su desgastado actuar, consideramos un deber histórico para aquellos matices que
allí confluyen y que coinciden con posturas coherentes a la naturaleza de izquierda revolucionaria,
que tomen las riendas, la iniciativa de abrir el debate de cara al país nacional, no solo desde el
polo, sino desde el gran entramado social, sobre la necesidad de construir un movimiento social y
político con propuestas comunes más allá de candidatos puntuales -de lo cual carece actualmente
Colombia-. Dónde la dirección política emane de las diversas expresiones sociales y no desde el
parlamentario ni de quién ostente candidaturas o ejecutivos. Un movimiento comprometido en
hacer de la política un ejercicio ético, constructivo y formativo de la organización social- popular y
sus procesos, andando en vía a retornar el carácter de sujeto y protagonista en la construcción de
una nueva sociedad a todos los procesos populares. Un movimiento social y político precursor del
modelo económico para la vida y de una estructura de poder de democracia real, de Poder
popular.
Es sobre estos postulados en que se deben posicionar las diferentes miradas o posturas en
contravía al desafortunado proceder de la oficialidad “izquierdista partidista” hoy existente.
Esquivar esta responsabilidad implicaría sucumbir en el deber de reconciliar lo político con lo
social en perspectiva revolucionaria.