El documento describe la historia de Berlín desde la caída del Muro en 1989 hasta la actualidad. Berlín ha pasado por muchos cambios turbulentos a lo largo de su historia, incluida su división durante la Guerra Fría y su posterior reunificación. Aunque la reunificación trajo más libertad, también causó dificultades económicas y de identidad para los alemanes del este. Hoy en día, Berlín sigue siendo una ciudad en constante cambio y renovación.
2. oviembre; el viento parece proceder directamente de las planicies de Siberia. La dependienta china del “Späti” (Spätverkauf)
acorta las largas horas de espera entre
cliente y cliente cantando canciones de su lejana patria
en el karaoke, con un pequeño micrófono casero y un
ordenador, envuelta en varias capas de chaquetas. Las
Spätverkauf son tiendas nocturnas de primera necesidad. En Bernauer Strasse, Mitte, hay una tienda cada
cien metros, imagínense cuánta necesidad. En la calle,
temperaturas solo para valientes. Las mismas que hicieron aquel 4 de noviembre de 1989, hace 23 años,
cuando medio Berlín del Este se manifestó, casi incrédulo de su propia valentía, por sus derechos de libertad
N
Espacio fantasma
En este espacio vacío,
hoy lugar de ocio de los
berlineses, se alzaba,
hasta su derribo en
2008, el Palast der
Republik, parlamento
popular de la RDA. En el
mismo lugar estaba el
Palacio prusiano
bombardeado durante
la II Guerra Mundial y
demolido en 1950.
nacionales. Anunciaba que todas las leyes para viajar
al extranjero eran derogadas con efecto inmediato (en
lugar de «a partir del próximo día, previa solicitud…»,
como rezaba la segunda página del documento que
debía leer). Para entonces, la frontera entre Austria y
Hungría ya no era casi tal tras una ley de permisos de
viaje igualmente confusa. Todo ello llevó a miles de
personas al Muro, para ver si ya estaba abierto; los
guardias fronterizos cedieron a la presión popular, a
las 22.30 cayó el muro en Bornholmer Strasse y, a medianoche, el Checkpoint Charlie era una fiesta como
si no hubiera mañana.
El resto de la historia ya la conocen –o quizás no, ya
que también en este caso fue escrita por los ganadores
no ganó, sino que sencillamente restó. La ambigua relación del Oeste con el Este se refleja incluso en la creación del término “Ostalgie”, interpretado como la
nostalgia del Este y/o como la del sueño de un occidente que no se cumplió, entre otras cosas porque el
sistema capitalista cambió por falta de competencia
socialista, que es lo que de algún modo parecía otorgarle parte de su inspiración y quizás legitimación.
En la antigua RDA millones perdieron su trabajo, su
casa, su tejido social. De hecho, la producción industrial y el abastecimiento en los «nuevos Länder» todavía no ha remontado hasta los niveles de los últimos
años de la República Democrática Alemana. Vino el
cambio, regalando libertad y cuentas de vidrio mien-
otra vez en todas partes», constataba, por su parte, el
sociólogo Andrej Holm.
Aún hoy es preciso buscar con lupa a directivos de
grandes empresas o rectores de las universidades que
procedan del Este. Eso sí, la canciller, Angela Merkel,
y el presidente, Joachim Gauck, una persona elitista y
sin empatía alguna por los movimientos sociales que
le hicieron famoso, son la excepción a la regla.
¿Si todavía se nota la diferencia entre Este y Oeste?
Sí. Es más, la brecha se va ensanchando y en 2050 volverá a estar al mismo nivel que al principio de 1989.
Los sueldos siguen estando más bajos y, por consiguiente, también las pensiones. El paro es más alto, la
esperanza de vida más baja.
de prensa, opinión y reunión. Fue la primera manifestación autorizada y transmitida en directo por la
televisión estatal que, según las palabras de Stefan
Heym (escritor y antifascista que chocó no pocas veces
con Erich Honecker pero quien, tras la reunificación,
criticó la discriminación contra los alemanes del este
y luchó por un socialismo alternativo al capitalismo
de la Alemania reunificada), fue como abrir una ventana de golpe. Unos días más tarde, el jueves 9 de noviembre, a Günter Schabowski, miembro del Politbüro
del SED (Sozialistische Einheitspartei Deutschlands o
Partido Socialista Unificado de Alemania), se le trababa
la lengua en una rueda de prensa ante medios inter-
de la precipitada unificación de los dos Alemanias y
los cuatro sectores repartidos de Berlín–. Cuenta Daniela Dahn, escritora y periodista, que «en el periodo
de transición (Wende) en el otoño de 1989 y los meses
posteriores, hubo en el Este un despertar político sin
precedentes, una prudente autocrítica y apertura. Se
inspiró en la idea de que no solo el revoltoso Este sino
también la consolidada República Federal tenían deseo de cambio, y que se crearía un tercer ente, algo
nuevo. En cambio, Occidente insistía únicamente en
la idea de ganar, y Alemania Oriental fue obligada a
verse a sí misma como perdedora». En su libro “Sin
Este no hay Oeste”, Dahn sostiene que el capitalismo
tras Die Treuhand (la institución creada para administrar y privatizar las empresas de propiedad popular
de la RDA) se dedicaba a liquidar todo un país. Vendió
las industrias nacionales de la República Democrática
Alemana, en muchos casos por precios simbólicos de
medio euro, a la competencia occidental, que se apresuró a cerrar fábricas, editoriales… y extender así su
radio de exportación. Todo bajo el lema de que los Ossis eran unos vagos y unos incompetentes. (¿Les suena
de algo? ¿Qué se dice hoy de los griegos?)
«Las posiciones de poder y control fueron ocupadas
por las fuerzas occidentales. Es una tendencia en el
ámbito económico, político... La encontramos una y
Puzzle. Berlín, mencionada por primera vez hace 775
años, no viene de los osos, sino de la palabra eslava
Berl, ciénaga. Desde luego, hay mucha agua, más puentes que en Venecia e incluso playas y chiringuitos en
verano. Nunca nada fue fácil en esta ciudad: hace más
de cien años decía Karl Scheffler que «Berlín es una
ciudad condenada a no ser, a estar siempre en proceso
de devenir». Y desde entonces ha seguido viviendo su
historia a bandazos. Ni tan siquiera aquel 9 de noviembre fue el único 9 de noviembre: tal día de 1918
se ponía fin a la monarquía y comunistas (Liebknecht)
y socialdemócratas (Scheidemann) anunciaban la república cada uno por su lado, desde dos balcones si-
Tempelhof.
Ocio, deporte y
diversión en las
antiguas pistas del
aeropuerto de
Tempelhof.
zazpika 9
3. Marx y Engels.
Al otro lado del río,
a la espalda de
ambos, se
encontraba el Palast
der Republik. El
palacio fue
derribado (tenía
amianto, pero su
demolición fue
utilizada como una
especie de símbolo
de la “victoria” del
Oeste sobre el Este).
Hoy, el monumento
a Karl Marx y
Friedrich Engels
sigue concitando el
interés de muchas
de las personas que
visitan Berlín. Marx
sentado, Engels de
pie, ambos
construidos en
bronce.
A la derecha,
homenaje a los
pioneros de la RDA.
tuados en puntos opuestos de la ciudad; y el 9 noviembre de 1939 se conoce como “la noche de los cristales rotos”, la serie de pogromos y ataques cometidos
contra los judíos por los “camisas pardas”, las tropas
de asalto del partido de Adolf Hitler.
Queda, por supuesto, el mito, un puzzle de tiempos
pasados: ciudad prusiana, capital de la república de
Weimar, de los nazis, una metrópoli destruida y partida, la construcción del Muro y su caída. Y es el Berlín
de Rosa Luxemburg, Käthe Kollwitz, Helene Weigel y
Christa Wolf. Una revolucionaria, una escultora, una
actriz y una escritora. Todas ellas “madres coraje” deslumbrantes que dejaron su trazo apasionado en esta ciudad, y más allá.
Es, sobre todo, una urbe viva, de
huertos urbanos y apicultura en los
tejados; un lugar donde se organiza
de todo, hasta conferencias de la cerveza como la que tiene lugar todos los
años en Neukölln, donde se puede discutir de cuestiones tales como la importancia de los bares de la esquina
como lugar de reunión en el movimiento obrero de Berlín (incluso hay
una fracción abstemia y también un
taller para elaborar tu propia cerveza
en una máquina de café).
Berlín es una capital joven, poco
más de veinte años en su actual formato, «pobre pero sexy» según su alcalde, Klaus Wowereit (SPD), aunque,
realmente, nunca ha sido pobre. 3,5
millones de habitantes repartidos en
una enorme superficie (890 km²), con
dos centros urbanísticos que se fueron
expandiendo en sentidos opuestos ya
antes de la Segunda Guerra Mundial.
Con la construcción del Muro, su parte
histórica quedó despoblada, lo que
llevó a una verdadera bonanza (de
construcción, sobre todo) tras la unificación. Primero en Friedrichstrasse,
con templos del consumo; luego le
tocó al descampado del Potsdamer
Platz, «la mayor obra de Europa», y eso a pesar de que
un grupo de jóvenes de una recién estrenada organización juvenil acampamos allí en la primavera de
1990, en medio de la vasta «franja de la muerte», en
un campo de minas ya limpio, según nos aseguraron,
con mirada curiosa, los militares (grenztruppe) de la
RDA. Precisamente allí, entre los todavía dos países,
pretendíamos reunirnos con nuestros «nuevos hermanos», los jóvenes del Oeste, para manifestarnos
contra la reconstrucción del Potsdamer Platz (centro
de mando de Hitler)… pero no vinieron, cambiaron de
planes sin acordarse de avisar a los jóvenes de la RDA
que ya estábamos allí alrededor de una buena hoguera, cerca de las ruinas del hotel Esplanade (quizás
lo recuerden de “El cielo sobre Berlín”, de Wim Wenders), mientras el metro seguía pasando sin detenerse
en la estación fantasma bajo nuestros pies. No nos hicieron caso, claro, y allí queda el nuevo barrio: Daimler
City, en la parte sur; el Sony-Center, en su zona intermedia, y el Beisheim-Center. Capítulo cerrado. Hay
que añadir que queda bien una vez al año, en febrero,
cuando se cubre con la alfombra roja de la Berlinale.
Berlín sigue cambiando a un ritmo vertiginoso, y
así seguirá mientras haya un hueco que llenar.
Podríamos seguramente decir que
está de moda precisamente porque es
tan beta como los tiempos que corren:
líquido, inestable, volátil, variable.
How long is now? ¿Cuánto dura
ahora? pregunta en letras gigantes el
grafiti pintado en la pared del edificio
Tacheles que da hacia Oranienburger
Strasse, la milla turística por antonomasia. Lo que durante los últimos
veintidós años fue un símbolo de la
ciudad, ruinoso pero muy colorido,
era desalojado a principios de setiembre de 2012. Quizás sea este un buen
momento para traer a colación la película “Goodbye Lenin”, la misma en
la que dos hijos mantienen a su enferma madre en el engaño con un noticiario tan falso como espléndido,
cuando el improvisado locutor afirma
que son los ciudadanos de Berlín Occidental quienes vienen al paraíso comunista, el cual, como buen y solidario hermano, les permite la entrada.
En esta película, el protagonista (Daniel Brühl) y la enfermera rusa (Chulpan Khamatova) acuden a una inmensa casa ocupada en su primera
cita y terminan sentados en la cornisa
de un edificio medio derruido, con los
pies colgando en el vacío, compartiendo un canuto y dos botellas de Becks. Esa escena
fue rodada precisamente en el Tacheles. Pero para el
Tacheles se ha acabado por ahora el presente.
Construido como gran almacén con cúpula de cemento en el corazón del barrio judío de Berlín, fue
convertido en cuartel de las SS y en cárcel para prisioneros franceses. En tiempos de la RDA, el malherido
edificio albergó varios talleres y un cine, hasta que se
decidió empezar con el derribo del precario inmueble
con la voladura de la cúpula y la parte que daba a Friedrichsstrasse (para construir una calle). Quedó poco
más que la fachada, cortada a cuchillo en su parte poszazpika 11
4. Madres coraje.
Helene Weigel, actriz y directora de teatro,
madre del teatro Berliner Ensemble,
compañera y continuadora del trabajo de
Bertolt Brecht.
Christa Wolf, autora de “Kassandra”, “El cielo
dividido” o “Un día del año”.
Käthe Kollwitz, escultora y dibujante de trazo
apasionado, una de las figuras más destacadas
del realismo crítico a finales del siglo XIX y
principios del XX, cuya obra “Madre e hijo
muerto”, conocida como “La Pietá de Kollwitz”,
ocupa el homenaje a los caídos en el Neue
Wache de Berlín.
Rosa Luxemburg, deslumbrante,
revolucionaria ejecutada por las tropas de
Gustav Noske tras el levantamiento
espartaquista de enero de 1919. «La libertad
siempre ha sido y es la libertad para aquellos
que piensen diferente», proclamó. Tomó parte
en la frustrada revolución de 1919 en Berlín,
aun cuando este levantamiento tuvo lugar en
contra de sus consejos. La revuelta fue sofocada
con la intervención del ejército y la actuación
de los freikorps (grupos de excombatientes
nacionalistas). A su término, cientos de
personas, entre ellas Rosa Luxemburg, fueron
encarceladas, torturadas y asesinadas.
terior, y un solar enorme. En el caos tras la caída del
Muro, la “casa del arte” fue ocupada con ayuda de un
camión de bomberos y así salvada del derribo planificado. Tacheles es un término que viene del yiddish:
hablar sin rodeos. Pero la clandestinidad «pura» se
fue perdiendo, domesticándose, los veteranos se cansaron de las interminables luchas internas de poder,
la comuna se volvió institución. Fue vendido en los
noventa, pero alquilado, a precio simbólico, por diez
años, hasta que la empresa que la compró acabó en
bancarrota y el banco (también intervenido) decidió
vender el terreno (sin inquilinos). Los ocupas del café
“Zapata” decidieron abandonar el edificio a cambio
de un millón de euros. Y los artistas no opusieron resistencia. Al final, tenían más incondicionales internacionales que locales; para los berlineses era un lugar
de un tiempo pasado ya hace mucho, una atracción
turística más en una zona de prostitución callejera,
restaurantes caros y vigilancia constante en la Sinagoga Nueva, protegida como un puesto fronterizo, con
bloques de cemento y alguna tanqueta ocasional.
Ulrich Gutmair contaba en el diario “TAZ” que lo especial del Tacheles radicaba en el hecho de ser una especie de herida que permanecía abierta, donde se podía intuir lo que significaba perder una guerra; una
historia no representada, sino presente.
Pero no se trata solo del Tacheles. A unos cien metros de este edificio se acaba también el tiempo para
la galería de fotografía más importante de la ciudad,
C/O-Berlin, al menos en su actual forma en el edificio
de la antigua Dirección de Correos (Postfuhramt). Es
un imponente edificio de ladrillos de color ocre, que
en sus mejores tiempos llegó a albergar a doscientos
caballos al servicio de la compañía de correos, con establos en el primer piso (los animales eran subidos
mediante cintas y poleas). La galería de fotos, con sus
muy interesantes programas para fomentar la fotografía entre los jovenes, se va a trasladar al viejo Oeste,
al antiguo centro comercial de Berlín Occidental, cerca
de la estación del Zoológico, en la casa de las Américas,
donde ya esperan con los brazos abiertos. Y es que,
mientras el Este sufre una verdadera fiebre del oro y
una actividad de construcción casi frenética, en el
Oeste apenas ha habido ni se ha creado nada nuevo, o
casi. El director de la galería C/O-Berlin, Stephan Erfurt,
se refería recientemente a la «venta» de Mitte como
«lugar para reinventarse». Pero ya veremos qué pasa
con el edificio de correos y qué queda de esa «reinvención» más allá de las viviendas de lujo, fabulosas
oficinas, varios estudios de yoga y alguna que otra galería chic de arte.
Tiburones en el Spree. Quedan, por lo tanto, el mito,
los recuerdos y las referencias populares, recogidos
de un modo u otro, por ejemplo, en obras como “Tiburones en el Spree”, que arranca con los planes de
una empresa inmobiliaria para construir edificios de
oficinas junto al río Spree ante la feroz resistencia ciudadana, o el anticapitalista musical “Dreigroschenoper” (La ópera de los tres peniques), de Bertolt Brecht,
y su Mäckie Messer (Mackie Navaja).
Pero, ¿qué queda del Berlín de los años veinte? ¿Qué
queda de los cabarets dadaístas? Busquen en las colinas hechas de escombros con más de cien metros de
altura y hoy cubiertas de frondosos bosques, como el
Teufelsberg, la montaña del diablo, en las afueras de
Berlín, fruto del ingente trabajo de las mujeres escombreras que movieron casi cien millones de toneladas
de ruinas en toda la ciudad en los años posteriores al
fin de la Segunda Guerra Mundial.
Pasado y presente se entrelazan, viven y mueren; el
Guggenheim Berlin, por ejemplo. Ubicado en la sede
central del Deutsche Bank en Unter den Linden, está
a punto de cerrar sus puertas. Se acaba así una simbiosis entre banco y museo que impulsó interesantes
exposiciones del arte más innovador, al tiempo, desde
luego, que servía de escaparate para muchas compras
provechosas para el banco, que hoy posee una de las
mejores colecciones del mundo. Esa unión entre arte
y comercio, o cómo construir un imperio pasando los
costes a otros quedándose las ganancias, pierde el patrocinio del banco, con lo que uno de los más avanzados centros de arte contemporáneo de Alemania se
quedará como «Espacio de diálogo entre economía y
política», símbolo no sólo de las prioridades actuales
sino también de que, a la larga, la subvención pública
puede garantizar más continuidad.
Este verano iba a encontrar cobijo en un descampado de la calle Cuvry, en la orilla del Spree en Kreuzberg, el Guggenheim Lab, en la segunda etapa de su
gira mundial, pero el barrio decidió no dejarle entrar
por estar patrocinado por BMW y tuvo que buscarse
un hueco en Prenzlauer Berg; en su lugar siguen acampados los sin techo, hasta ahora tolerados por el propietario del terreno (quizás porque recogen la basura
de los turistas y reciclan la opulencia de los vecinos).
Moritzplatz.
A la izquierda, los
jardines del
Moritzplatz,
agricultura urbana
y conciencia social y
ecológica en
Kreuzberg.
Sobre estas líneas,
dos clientes en una
carnicería para
animales y el
«campamento» de
Cuvrystrasse, en
Kreuzberg.
zazpika 13
5. Estampas de la ciudad.
Arriba, lo que queda de la fachada de la
estación Anhalter Bahnhof. Muchos
judíos cruzaron ese pórtico para tomar
el tren del exilio cuando aún era
posible. En el espacio de los antiguos
andenes hay una zona deportiva, y ahí
sigue todavía el Tempodrom, un
clásico de la escena musical berlinesa.
A la derecha, el Reinhardstrasse, un
bunker de tres mil metros cuadrados,
protegido de los ataques aéreos por
paredes de 1,9 metros de grosor (de 3,10
metros en el techo), capaz de dar cobijo
a tres mil personas, cerca de la estación
de Friedrichstrasse. Un millonario
publicista, Christian Boros, lo compró
y convirtió en galería de su colección
privada de arte y también en vivienda.
A la izquierda, la prueba de fachada
para la reconstrucción (algún día,
quizás) del Palacio Real de Berlín.
Arriba, el monumento al holocausto,
cerca de Brandenburger Tor.
Y una cometa en Tempelhof.
zazpika 15
6. Tacheles
En el Tacheles, arriba,
todavía se puede
visitar lo que queda
del parque de
esculturas, separado
del edificio por
pasillos de verjas.
A la derecha, el mural
en la pared que da
hacia Oranienburg
Strasse. Al lado, la
entrada del C/O Berlin
Internationales Forum
für Fotografie.
Aeropuertos. El último gran fiasco: el nuevo aeropuerto Berlín-Brandenburg (en Schönefeld), que iba
a ser inaugurado este pasado verano, se ha convertido
en una máquina de tragar millones de euros (muchísimos más de los previstos, por supuesto), debido a
los graves errores de planificación, localización (demasiado cerca de la ciudad en una elección marcada
por la presión política), impacto medioambiental y
social, y construcción. Dos pueblos derruidos para
una previsión de 26 millones de pasajeros anuales. La
nueva fecha de apertura es octubre de 2013. BerlínBrandenburg reemplazará a Tegel, el amable aeropuerto en forma de hexágono con salida directa a la
calle en cada puerta, y a Tempelhof, un templo de la
aviación en medio de la ciudad, que vio por última
vez retirarse a los aviones hacia su inmenso hangar
semicircular en 2008. Hasta la creación del Pentágono,
la terminal de Tempelhof era el mayor edificio del
mundo («la madre de todos los aeropuertos», en palabras de Norman Foster); fue el preferido de Hitler y
allí levantaron los nazis un campo de concentración
para comunistas y socialistas (y luego también para
homosexuales); fue la base del puente aéreo y del Plan
Marshall de EEUU para Berlín; hasta 1993 permaneció
en manos del US Airforce y ahora es propiedad de la
ciudad. Hoy es un parque gigantesco (380 hectáreas),
con huertas, campos de fútbol, aves protegidas y mucho espacio para practicar patinaje, kite surf y otros
deportes sobre el asfalto de las antiguas pistas. Entre
las propuestas más descabelladas que se formularon
para Tempelhof figura la de construir allí un monte
de 1.071 metros de altitud, aunque, en realidad, se presentó en protesta por la falta de ideas de las autoridades. El Gobierno de la ciudad se ha dado cuenta ahora
del chollo que supone tener un vasto terreno sin colonizar en pleno centro de la ciudad y ya tiene planes
para edificar allí casas de gama alta (es decir, para vender terrenos a precios astronómicos), crear puestos
de trabajo y construir la nueva biblioteca de la ciudad.
Los vecinos han reaccionado ante tales planes, especialmente los inmigrantes, que temen que vayan a subir más los alquileres. Aunque es posible que la mera
existencia del superparque dispare también los precios. Pero hay quien se plantea si realmente necesita
otro gran parque Berlín, una ciudad que no ha construido casi viviendas (mucho menos viviendas sociales) en los últimos años y que se ahoga por la creciente
demanda. Según un reciente estudio, se prevé que su
población aumente en 250.000 habitantes en los próximos años, un barrio entero más.
Silicon Valley. Comparado con el resto del país, el
paro es elevado en esta ciudad (un 11,7 %). En general,
Alemania está capeando la crisis mucho mejor que el
resto de socios europeos gracias a su potencia exportadora, pero Berlín no es esa “Alemania general”, entre
otras cosas porque Berlín Occidental siempre fue una
reserva mantenida por la RFA y porque las fábricas
del Este fueron cerradas hace 20 años. El empleador
mayor de Berlín es la política, con el turismo y las empresas puntocom (la clase creativa metida en internet
que pulula en esta urbe) pisándole los talones. De hecho, ya están vendiéndola como el nuevo Silicon Valley. Según un estudio de la consultora McKinsey, tiene
mucho potencial para atraer no solo la atención sino
también la financiación internacional como laboratorio de nuevas empresas tecnológicas y es especialmente pujante en desarrolladores de aplicaciones para
teléfonos y otras plataformas: Soundcloud (música),
Wooga (social game developer) o Mozilla ya están instaladas aquí y otros están dando sus primeros pasos
en ese camino. Berlín es creativa, llena de talentos, y
sigue siendo relativamente barata para vivir, lo que
atrae a mucha gente de fuera.
Sin embargo, y esto marca otra diferencia entre California y Berlín, faltan figuras femeninas destacadas
en las nuevas empresas tecnológicas, de ahí que se
hayan juntado las frikis de la informática (Berlin Geekettes) para ayudarse y promocionarse mutuamente:
«Un grupo de mujeres emprendedoras que comparten
la creencia de que, mediante la organización, el intercambio de historias y experiencias y la construcción
de una comunidad basada en la confianza, se puede
crear algo importante».
Aunque, en general, nueve de cada diez startups
(empresas asociadas generalmente a la innovación,
desarrollo de tecnologías, diseño y desarrollo web…)
no prosperan. Surgen y cierran, y se abren otras.
El director, escritor y artista conceptual Sebastian
Orlac relata perfectamente todo esto en el “Show del
fracaso”, una iniciativa satírica que impulsó hace diez
años con el grupo Kulturmassnahmen y que, básicamente, celebra la belleza de las ideas, por muy descabelladas que estas sean. En cada sesión o show, aderezada con alegre música en directo, tres referentes
elegidos entre el público cuentan su historia personal
y un experto, el filosofo polaco Wiktor Winogradzky,
analiza la «calidad» del fracaso; al final, cada uno declara solemnemente si va a seguir con el proyecto fracasado o si lo entierra definitivamente.
Dice Sebastian Orlac que lo interesante del fracaso
es que hayas arriesgado algo: «A veces el atrevimiento
es mayor cuando pagas poco alquiler. En Berlín hay
más espacios para probar cosas y, por consiguiente,
mejores condiciones para fracasar».
«Hoy –añade Orlac– cuentan la eficacia y el marketing. El anárquico momento del fracaso es reprimido.
Si se piensa en todo lo que se intentaba y que fracasaba
en tiempos del Wende (el periodo de transición) se
percibe un gran momento de libertad». Un fracaso
suele ser una historia interesante que contar, si sobrevives para contarlo.
zazpika 17
7. Hay muchas historias e iniciativas interesantes,
como la que desarrollaron los empleados de la oficina
berlinesa de la empresa dotcom Futurice (con sede en
Finlandia), que publicaron un anuncio en los principales periódicos de la ciudad con un «se busca abuela
o abuelo para nuestra oficina de Berlín», un «alma
buena» ajena al mundo-twitter para cocinar una vez
al mes (Soup Friday) y cohesionar el equipo y facilitar
la comunicación intergeneracional e intercultural.
Aunque mejor que sepa inglés para poder entenderse
con un equipo tan cosmopolita. Berlín sigue siendo
la capital de los advenedizos, de los solitarios (un tercio
de los hogares son singles).
Piratas. La historia política de Berlín es, obviamente,
intensa, incluida la más reciente. SPD y CDU acabaron
mal en el último periodo de «gran coalición» y eso
ofreció una oportunidad a Die Linke (la izquierda) en
la coalición rosa-roja (con los socialdemócratas del
SPD). Después, en los comicios de 2011 irrumpieron
los piratas, quienes de la nada llegaron a 15 escaños
en el Parlamento de Berlín. Prometen un update para
la democracia, una actualización; han movilizado a
gente harta de la política. Quieren promover transpa-
rencia y participación, mediante la democracia líquida, la participación de base y la unión del Agora
griego con los recursos tecnológicos del siglo XXI. Todo
fluye, esa es su esperanza. También en Berlín, donde
la exigencia de hacer las cosas de otro modo se hunde
no pocas veces en las turbias aguas de la lógica de la
política partidista y de los medios. La Realpolitik. Los
Verdes atravesaron ese rubicón y el nuevo Linkspartei
está luchando por no cruzarlo: ahora son los piratas
quienes se asoman a esa línea; cruzarla significa no
ser percibido ya como algo distinto. En este punto, el
partido pirata podría ser espejo de nuevos conflictos
sociales, expresión del creciente deseo de cambiar las
formas de producción y de sacar otros temas al escenario político (aunque, en su caso, quizás también reflejo de una creciente individualización).
A este respecto, los Piratas han resultado ser atractivos para los votantes a pesar de no contar con un
programa (orgullosos de su «agujero» programático,
no tienen por qué saber la respuesta a todo, al menos
hasta las elecciones de otoño de 2013). Sebastian Nerz
responde que tampoco los partidos establecidos tienen
las respuestas, aunque no lo admitan. Aprenden sobre
la marcha, apuntan, y ven las cosas con cierta frescura.
«Y si no funciona no pasa nada –añade Martin Delius–,
es un experimento, vamos a ver hasta dónde llegamos;
si no funciona nos disolvemos y a casa».
Retorno a la comunidad. Si en algún lugar reside la
nueva energía de Berlín es en sus ciudadanos: la mera
amenaza de pedir un referéndum en febrero sobre la
recomunitarización de las redes energéticas parece
estar logrando sus objetivos, la política berlinesa ha
aprendido que un referéndum puede ocupar la agenda
y a los medios durante meses. La meta es conformar
una plataforma abierta, una alianza local (Mesa de la
Energía de Berlín) para refundar con criterios ecológicos y democráticos la compañía municipal en base
a energías renovables y descentralizadas, ya que a finales de 2013 se renuevan las concesiones con las multinacionales EON, Vattenfall y gdf Suez. El objetivo es
que el dinero se quede en la comunidad.
Ya en 2011, una iniciativa popular forzó y ganó un
referéndum que exigía la publicación de los contratos
de venta del servicio de agua de Berlín, hasta entonces
secretos, y desde entonces continúa la batalla por recomunitarizar este servicio, aunque los políticos están
alargando el tema y la alianza popular poco a poco se
va deshaciendo. En 2012 se fundó, por si acaso, una
cooperativa abierta (Energía Ciudadana Berlín) para
comprar redes energéticas. Sin embargo, otro proyecto, la cooperativa “Vivienda justa”, formada por inquilinos de miles de pisos puestos en venta por el
Treuhand (recuerden, la institución creada para administrar y privatizar bienes y empresas de propiedad
popular de la RDA) fue eliminada sin más explicaciones, en una decisión abiertamente ideológica, del concurso que finalmente ganó una inmobiliaria de Hamburgo. Y otra de las más recientes propuestas es la
petición de referéndum de la iniciativa “100% campo
de Tempelhof”, en contra de la edificación de un tercio
de las 380 hectáreas del antiguo aeropuerto.
Se acercan las elecciones al Bundestag de setiembre
de 2013, una fecha idónea para consultas populares.
Gentrificación o el juego del Berlinopoly. Este año
se habrá superado un récord: 10 millones de turistas
y 25 millones de pernoctaciones en Berlín. No solo
vienen turistas, sino sobre todo gente joven para vivir
y estudiar: 4 universidades, 4 academias de arte, 6
academias especializadas (algo similar a MondragonUnibertsitatea) y 19 academias privadas.
En reconstrucción.
Berlín sigue siendo
una ciudad en
reconstrucción. Aún
guarda marcas de los
impactos de bala y de
los destrozos causados
por las bombas en sus
edificios, o los
nombres de las
víctimas judías en
aceras y fachadas.
Y en algunas partes se
ven las tuberías que
quedan a la vista (no
había profundidad
suficiente para poder
hacerlas
subterráneas), como
en Alexanderplatz,
Unter den Linden, la
isla de los museos…
zazpika 19
8. East Side Gallery.
Es una galería de arte al aire libre con más de
cien grafitis y pinturas situada sobre una
sección de 1.316 metros en la cara este del Muro,
que se salvó del derribo y hoy es icono turístico.
También aquí hubo polémica. La ciudad fue
acusada por ignorar los derechos de autor y por
pretender abusar de la historia al tratar de
reemplazar o reelaborar los estropeados y mal
conservados originales tras veinte años a la
intemperie. Algunos se negaron, pero muchos
autores aceptaron repintar sus propios murales,
como hizo el ruso Valeri Vrubel con la famosa
pintura que muestra a Breshnev y a Honecker
dándose un fraternal beso en la boca. El
resultado es una reproducción del arte del Muro
digna de Disney, diseñada para satisfacer la
curiosidad de los turistas. Lo cierto es que esa
sección no fue propiamente muro, ya que allí la
separación la constituía el río y, de hecho, nunca
estuvo pintado en el lado oriental.
Además, siempre fue una reproducción, ya que
el muro de 155 kilómetros de longitud, «franja
de la muerte» o «muro de protección
antiimperialista», desapareció de la faz de
aquella tierra de nadie casi sin dejar rastro,
dejando tras sí una brecha entre las distintas
arquitecturas de las dos partes antes
antagonistas, vendido en trozos grandes o
pequeños a todo el mundo (si desean ver un
trozo auténtico del Muro de Berlín deténganse
un momento en el área de servicio de la AP-15
entre Iruñea e Irurtzun).
Lo cierto es que, para muchos, ya no queda muy
claro por dónde iba el Muro; algunos incluso
incluyen Kreuzberg en la parte socialista. De vez
en cuanto una se topa en esta ciudad con
turistas desorientados que preguntan en qué
lado están, este u oeste.
zazpika 21
9. Esta avalancha tiene consecuencias y causa, también, rechazo o hartazgo. Campañas o actos como el
de “Berlín no te quiere” (pegatina con el corazón tachado), ataques que tienen en su punto de mira a coches de lujo, hoteles y bares nuevos no son ya una novedad. Hace cinco años era detenido (junto a otras
seis personas) el profesor de la universidad de Humboldt Andrej Holm, acusado de «complicidad intelectual con un grupo terrorista» (Militante Gruppe) al
que se acusó de varios incendios en Berlín. La acusación se basaba solo en la coincidencia de ciertos términos usados por dicho grupo en sus comunicados
con los recogidos en un estudio que llevaba a cabo
Holm. El sociólogo investiga cuestiones tales como la
gentrificación (aburguesamiento de zonas urbanas
pobres) y la precarización. Andrej Holm fue puesto
en libertad, pero este caso trajo a primer plano lo que
estaba (y sigue) ocurriendo en Berlín. Primero fueron
Prenzlauer Berg y Mitte, luego Friedrichshain y Kreuzberg y ahora le toca a Neukölln, mientras el Wedding
espera su turno. Se trata de un proceso habitual en
muchas ciudades: gente joven, artistas e inmigrantes
se instalan en un barrio en busca de alquileres bajos,
crean una subcultura o una marca que atrae a más
gente, se convierten en reclamo turístico y pronto todos quieren vivir en el barrio de moda; y empiezan a
subir los alquileres. En Neukölln, por ejemplo, han su-
bido un 30% en los últimos años, en un barrio en el
que la mitad de su habitantes lleva ahí menos de cinco
años. Esto provoca que «los de siempre» ya no puedan
pagar los nuevos alquileres y no tengan otro remedio
que irse a la periferia, un camino que estudiantes y
artistas no tardarán mucho en seguir, ya que ellos
tampoco podrán soportar más subidas.
La así llamada «mezcla berlinesa» (la social, al menos) no se va a mantener, no en el centro. Dice ahora
el jefe de la Cámara de Comercio de Berlín que hay
que tener en cuenta esta «mezcla berlinesa» como
«incentivo principal» del desarrollo económico, mientras Die Linke y los Verdes comienzan a pedir «zonas
de protección», que impidan que las casas de alquiler
pasen a ser de propiedad, algo difícil si se venden bloques enteros de viviendas. Donde antes hubo mezcla
puede que solo quede un ghetto trendy o de pijos.
Este proceso va especialmente rápido en Berlín porque es una ciudad de inquilinos con mucha movilidad: el 85% de los habitantes viven de alquiler, solo
un 15% en propiedad. No es la capital económica de
Alemania, pero su atractivo es muy alto y, además, se
ha convertido en una especie de capital política europea. Esto ha provocado que muchos inversores extranjeros vean ahora negocio en Berlín, el boomtown
inmobiliario, y estén comprando casas (con inquilinos). Además, personas del sur de Europa con dinero
y «necesidad» de buscar un puerto seguro para sus
ahorros o negocios en tiempos de crisis han puesto
también sus ojos en esta ciudad, aprovechándose, por
ejemplo, de los puentes aéreos con Barcelona o Madrid
(están entrando demasiados “modernillos”, advierten
ya los “locales” en algunos barrios berlineses).
En Berlín había muchos pisos vacíos y mucho potencial para espacios de creatividad, pero eso está cambiando. Es el capitalismo real imperante sin muro de
contención. Una alternativa extraordinariamente útil,
tal y como sostiene el sociólogo Andrej Holm, sería
que los “nuevos” se dieran cuenta de su propio rol y
que la «clase creativa», que encarna un capital social
y cultural relativamente fuerte, «participe en la formación de los intereses vecinales e incluso en los movimientos de protesta».
Este pasado verano, por ejemplo, los organizadores
de una acampada en contra de las subidas de alquileres invitaron a los turistas a participar como bloque
en una manifestación.
No hay Latte macchiato. Matthias Merkle, berlinés
desde los 90 y propietario del bar Neukölln Libre, se
dedicó a contar cuántas veces le pedían un Latte macchiato. Nunca ocurría al principio, y de repente no escuchaba otra cosa. «Pero jamás nos ha gustado el café
en vaso, no hay y punto». Merkle puso el bar hace
siete años para poder tomar una cerveza en condiciones sin tener que cruzar el canal hasta Kreuzberg. «Sí,
era un pionero de la gentrificación, y es un dilema,
pero lo que pasa ahora es enervante, esta aceleración
artificial para sacar ganancias cuanto antes hace crujir
a la ciudad». Es consciente de que todos están dentro
de ese proceso, hasta cuando coloca un graffiti de
“¡Gentrifica esto!” en una persiana, convirtiéndola así
en arte callejero, pero darse cuenta de ello ayuda a
comportarse de modo diferente. Su alquiler, por supuesto, también sube; es más, debería abrir una segunda o tercera dependencia del bar para poder pagarlo, y eso le pone de los nervios. «No estoy en contra
de los turistas –subraya–, ni de los cambios. Que vengan todos, a mí también me parece guay Berlín. Pero
antes me gustaba más el bar; si te recomiendan en las
guías te inundan de tal manera que los fines de semana ya no hay sitio en la barra para los habituales
del barrio, y eso me entristece».
“Entrada prohibida a modernetes”, pone en una
tienda de esta misma calle en Neukölln.
Obviamente, no todos coinciden con Merkle. Desde
la organización Hipster Antifa, Jannek Korsky cuenta
que no apoyan la gentrificación, que quieren pararlo
y que hacen falta leyes nuevas para controlar los alquileres y ayudar a los pobres. Pero, a continuación,
recuerda que «Neukölln siempre ha estado marcada
Vida cotidiana.
Un tranquilo local y
una tienda de
bicicletas, dos
estampas típicas y
cotidianas de Berlín,
un lugar ideal para
andar en bicicleta y
tomarse un café y
un delicioso pan,
bollo o dulce.
zazpika 23
10. Trazado del
Muro de Berlín
por la pobreza y la miseria. La pregunta es si hay que
conservar esto. Por supuesto, puedo entender que la
gente diga que se sienten como en un zoológico por
el turismo de masas, pero, ¿dónde está la justificación
para solicitar un ‘biotopo’? Creo que hemos idealizado
demasiado algunas cosas».
Lo cierto es que algunos barrios pasan enseguida a
ser exclusivos –y excluyentes–, mientras que otros
conservan cierta mezcla social durante largo tiempo.
La distinta suerte que puede correr una zona depende
de numerosos elementos, tales como el tipo de propiedad de los inmuebles, la legislación y regulación
vigentes, la estructura de clase y la cohesión social, la
oposición vecinal, las iniciativas empresariales…
Otro ejemplo: Kreuzberg. Al otro lado del “fronterizo” Oberbaumbrücke, el puente rojo de líneas góticas
y dos torreones pintorescos que salva el río Spree y
«une» ahora los barrios de Friedrichshain y Kreuzberg,
el mismo que recorre la pelirroja Lola (Franka Potente)
en la película “Corre Lola Corre”, de Tom Tykwers, para
salvar a su novio; el mismo sobre el que los Ossis de
Friedrichshain y los Wessis de Kreuzberg se citan en
un batalla anual de agua (cañones de agua incluidos),
harina, verduras, huevos y lo que tengan a mano –por
cierto, en revancha de su derrota del año pasado, este
año ganaron los Ossis al empujarlos con facilidad al
lado oeste, y les habrían llevado mucho más allá si el
campo de batalla no hubiera sido delimitado y limitado por la Policía–.
Desde finales de los ochenta, la privilegiada situación de Kreuzberg, barrio turco de Berlín y principal
sede del movimiento ocupa de la ciudad, lo ha convertido en blanco de todo tipo de operaciones especulativas, a las que activistas, vecinos u oportunistas
de todo tipo se han opuesto de muy diversas maneras:
desde volcar cubos de basura y arrojar mierda dentro
de los nuevos restaurantes de moda a la hora de la
cena, hasta el ataque a coches e incluso la colocación
de pequeños artefactos, en acciones atribuidas a distintos grupos por la Policía.
Recientemente, los activistas se han volcado en contra de la remodelación de la ribera del Spree, que denuncian como una privatización del espacio público
de las orillas del río.
La iniciativa “Mediaspree versenken” a favor de una
orilla del Spree para todos y no solo para los rascacielos, y otras como la de los jubilados okupas de Pankow,
llevan a preguntarnos a quién pertenece, o debería
pertenecer, esta ciudad. Hay varias tendencias relacionadas de algún modo con esta cuestión.
Zwischennutzung. Uso temporal para usuarios temporales. Para parcelas todavía no vendidas o en propiedad de alguien sin idea o capital para hacer algo
con ella. Se alquilan mediante contrato temporal, a
veces a precio simbólico. Berlín como agujero tempo-
ral, un espacio de libertad pasajero, un paraíso siempre provisional. Este concepto ha sido aplicado a centros de ocio o
cultura como Tacheles, Prinzessinnengärten, Kater Holzig o
YAAM (Young African Arts Market, el Berlín jamaicano fundado hace 18 años que ya se ha tenido que mudar seis veces y
que debe reinventarse de nuevo, porque la inmobiliaria española Urnova les ha cancelado el contrato).
Hace poco más de un mes, el Senado de Berlín acordó no
solo mirar la rentabilidad puramente económica de una empresa sino también su contribución al desarrollo social, económico y ecológico de la comunidad, el denominado “Rédito
ciudadano” al vender bienes inmuebles. Es decir, importa
también el concepto, no sólo el capital. De momento, es solo
una teoría; puede que los primeros que se aprovechen de este
concepto sean los Prinzessinnengärten, los jardines urbanos
del Moritzplatz en Kreuzberg, hasta ahora de uso temporal,
pero si logran parar el proceso de venta a quien más dinero
ponga sobre la mesa es posible que los nómadas urbanos
echen finalmente raíces.
En el camino, sin embargo, puede perderse el encanto de lo
provisional cuando lo temporal se vuelve fijo. Hay muchos
que echan de menos el espíritu juguetón de los noventa, sin
compromiso, sin ánimo de profesionalizarse sino, simplemente, de pasarlo bien. En Berlín, como en otros sitios, ya no
quedan muchos espacios de libertad. No hace mucho, buscabas un agujero en una cuasi ruina y ponías allí tu música
(Martin Eberle, “temporary spaces”); ahora cada vez cuesta
más mudarse, de ahí que sea positivo que la política empiece
a ver que tiene que reservar espacios para los creativos que
hicieron de la ciudad lo que hoy es.
Recientemente, la cooperativa Holzmarkt ha ganado un
concurso sobre un terreno (en derecho de superficie) en la
orilla del río Spree. Algunos de sus integrantes ya habían experimentado en otros dos proyectos de uso temporal que se
hicieron muy famosos (el Bar 54 y el Kater Holzig) hasta que
expiraron los contratos pero, ahora, la cooperativa planifica
para este terreno la construcción de un edificio de once pisos
para un centro de empresas IT, una residencia para estudiantes, un restaurante y club, luego un hotel y hasta un pueblo
urbano (con mercado, panadero, vinoteca, peluquero, guardería, artistas y un parque). Se trata de un proyecto cambiante,
creciente y vivo para al menos diez años. Un proyecto, según
algunos, que pretende ser una mezcla interesante entre lo
temporal y unas infraestructuras más establecidas. Christian
Schönigh, uno de los arquitectos de este proyecto, apunta
que el desafío será no convertirse en su propio museo.
Berlín es Babel, beta, una ciudad donde oscurece pronto,
pero donde las horas de luz son muy intensas. La capital alemana todavía tiene algo de indómito; mantiene un sano e
innato desinterés por domesticar cada palmo cuadrado de
su territorio. El tiempo dirá quién vive y perdura más, si el
Holzmarkt o los Prinzessinnengärten u otros proyectos que,
de momento, siguen siendo nómadas, como ese YAAM que
tendrá que reinventarse por séptima vez y conquistar un
nuevo lugar que todavía no figura en ningún reportaje de
ningún dominical. •
Reinickendorf
Pankow
Lichtenberg
Spandau
Aeropuerto de Tegel
Mitte
Checkpoint Charlie
-Kreuzberg
CharlottenburgWilmersdorf
Marzahn
Hellersdorf
Friedrichshain-
Oberbaumbrücke
Tempelhof
TempelhofSchöneberg
Steglitz-Zehlendorf
Neukölln
Treptow-Köpenick
Aeropuerto de Schönefeld
Berlín es, además de capital, un estado autónomo dentro de la organización federal. Situada a 70 km de Polonia, es la más poblada de
Alemania y la quinta aglomeración urbana de la UE. Está divida en doce distritos, que a su vez contienen diferentes barrios. La mayoría
de estos distritos se crearon a partir de la Fusión de 2001. Hasta ese momento, se subdividía en distritos más pequeños, que el mapa, sin
mostrarlos, refleja de modo sutil (Prenzlauer Berg, Wedding, Tiergarten, Weißensee…). El mapa muestra y nombra los doce, pero refleja
también cómo fue «repartido» tras la guerra lo que hoy es Mitte y Friedrichshain-Kreuzberg. Además, las distintas tonalidades sugieren
las cuatro porciones de la «tarta» berlinesa tras 1945: al Oeste, la francesa en tono azulado; rosado el británico y verdoso el de EEUU; al
este de la antigua línea del Muro, la soviética que, con la fundación de la RDA el 7 de octubre de 1949, se convirtió en su capital.
Superficie: 892 km²
Distritos: 12
Uso de la tierra en % (a dic. de 2011):
Edificios y solares: 41,4 %
Áreas de recreo: 11,9 %
Carreteras: 14,9 %
Terreno agrícola: 4,2 %
Bosque: 18,3 %
Superficie de agua: 6,7 %
Lago principal: Müggelsee, 743,3 ha
Río más largo: Spree, 45,1 km
Canal más largo: Teltowkanal, 29,1 km
Punto más alto: Müggelberge, 115 m
Edificio más alto: Fernsehturm, 368 m
Población (a diciembre de 2012): 3.513.026
Población masculina: 1.676.434
Población femenina: 1.750.680
Extranjeros en 2011: 478.212
PIB en 2011: 97.700 millones de euros
Renta mensual media (2008): 1.475 euros
Presupuesto (2011): 21.948 mill. de euros
Nacimientos en 2011: 33.100
Desempleo (agosto 2012): 214.796 = 12,2 %
Vías de tren, tranvía y bus: 1.710 km
Vehículos de motor (2011): 1.327.015
Árboles en las calles: 435.680
Perros en 2010: 109.488
Jardines en 2010: 74.094
Parques infantiles en 2010: 1.842
Hospitales en 2010: 79
Turistas en 2011: 9.866.000
Pernoctaciones en 2011: 22.359.000
Representaciones teatrales (09/10): 9.645
Museos: 157
Cines (en 2010): 247
Escuelas públicas y privadas
(en el curso 2011/12): 777
Alumnos (en el curso 2012/13): 317.830
Universidades y academias: 39
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