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Pr Régis Dutheil
Brigitte Dutheil
El hombre
superluminoso
Traducción: Alfredo Camarero Gil
El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
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Los autores:
Régis Dutheil es profesor de física y biofísica en la Facultad de Medicina
de Poitiers. Agregado de física, se dedica desde 1983 a la investigación en física
elemental. En 1969, publicó L=Initiation à la physique relativiste, Ediciones
Gauthier-Villars, y ha escrito numerosos textos, sobre todo para la sociedad
Royale des Sciences, de Lieja.
Brigitte Dutheil, antigua alumna de la Escuela normal superior, profesora
de letras clásicas, está especializada en el estudio de los problemas de historia y
de filosofía planteados por la conciencia y la muerte.
[CONTRAPORTADA]
Con los aceleradores de partículas, los físicos logran impulsar a éstas a
una velocidad cercana a la de la luz. A estas velocidades extremas, ya no son
aplicables las leyes que rigen nuestro universo.
Estos trabajos de física elemental han llevado a Pr Régis Dutheil a
construir un modelo que explique la complejidad de nuestro mundo.
La hipótesis: existe un segundo universo complementario y simétrico al
nuestro, en el que las velocidades son siempre superiores a la de la luz. En ese
universo, ya no existe nuestra noción del tiempo, puesto que es posible
desplazarse de forma instantánea al pasado, al presente o al futuro. Este
universo, que él llama *espacio-tiempo superluminoso+, está formado
únicamente por informaciones y conciencia: todas las informaciones (pasado,
presente, futuro) y la conciencia de toda la humanidad.
Una hipótesis que recupera las intuiciones de algunos filósofos de la
antigüedad y que cambia por completo las nociones, incluso de nacimiento y de
muerte.
Agradecimientos
Nuestro sincero agradecimiento a Joanne Esner, de Ediciones Sand, cuya
dedicación y entusiasmo por las ideas expuestas en este libro nos han ayudado
mucho.
Nuestra gratitud se dirige también al profesor Stuart Edelstein, director
del Departamento de Bioquímica en la Universidad de Ginebra, que ha
participado intensamente en la elaboración y la puesta a punto de este trabajo.
Nuestro agradecimiento también a los demás colaboradores de Ediciones
Sand y, en especial, a Carl van Eiszner, Fréderic Ferney, Agnes de Gorter y
Roger Vinciguerra. Cada uno de ellos ha contribuido eficazmente en la
realización de esta obra.
R. Y B. DUTHEIL
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
Introducción
Un día u otro todo hombre se pregunta sobre lo que es, sobre lo que hace,
sobre el universo en el que vive. Estas cuestiones se las plantea el ser humano
desde el comienzo de los tiempos. Y desde siempre ha sido necesario encontrar
respuestas, porque la vida diaria depende estrechamente de ellas.
Tal vez incluso más que la vida. Porque dar un sentido a lo que es ésta, es
también delimitar mejor sus límites, enfrentarse mejor a la muerte que se dice es
su final.
La vida, la muerte: dos temas inagotables que se funden en uno. Perpetuo
interrogante, que aflora siempre en los espíritus.
Esta búsqueda muchas veces no confesada, interior y profunda, a veces
incluso mantenida al margen de la revelación, cada uno la vive día a día, en la
sinuosidad de un pensamiento, de una ocupación, de un encuentro, de una
actividad compartida con los demás. Porque preguntarse sobre la vida procede
de todo lo que el ser percibe y siente, de todo aquello de lo que el ser, a distintos
niveles, es consciente.
De esta conciencia depende todo lo demás. Por eso es fundamental el
determinar su exacta naturaleza. Los pensadores de las civilizaciones más
lejanas no se equivocaron en esto, cuando intentaron dar una definición de la
conciencia de acuerdo con sus creencias. Estas aproximaciones -a veces muy
distintas- han expresado la misma lógica: sólo después de haber definido con
claridad lo que es la conciencia se puede delimitar con precisión el universo en
que se vive. Las nociones de conciencia y de universo están íntimamente unidas.
El universo sólo existe para un individuo a través de aquello de lo que es
consciente.
ATener conciencia@, Aperder la conciencia@, Arecuperar la conciencia@,
Aen su alma y su conciencia@..., tantas expresiones que han pasado al lenguaje
normal que, incidentalmente, transmiten otras nociones esenciales
estrechamente dependientes de la conciencia: lo conocido y lo desconocido, la
existencia, la verdad, la realidad. Cada una de ellas convertida a su vez en una
cuestión cargada de sentido en el futuro del hombre.
Porque sin duda alguna es en función de lo que sabe (o cree saber), de lo
que percibe del mundo que le rodea, como el hombre actúa, decide, diseña su
propia evolución. Visión del universo e interpretación de la realidad, a través
de las sensaciones, condicionan y alimentan en cada momento la conciencia. El
hecho de atribuir a la conciencia un papel determinado permite la construcción
de la realidad específica.
La presente obra se propone analizar la situación de la conciencia.
Retomar uno a uno los diversos elementos que la componen, desde el estudio de
esos elementos llamados sensaciones -sobre los que basamos a veces nuestra
concepción de lo real, cuando la noción misma de sensación es completamente
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subjetiva-, hasta la de la muerte que nos parece ya completamente distinta de la
imagen que se dio de ella en los últimos decenios.
Estas páginas hacen balance sobre el desarrollo de la noción de
conciencia desde la antigüedad hasta nuestros días, pero también, sobre todo, a
partir de los más recientes estudios y descubrimientos, a finales del siglo XX,
sobre lo que son la vida y la muerte.
Era necesario avanzar más, superar las habituales disputas sectarias
entre los defensores de las distintas aproximaciones a la conciencia y a sus
estados, sacar las consecuencias de la posición científica y de los estudios no
científicos, agrupar en torno a un mismo proyecto: dar a la conciencia -de la
vida y de la muerte- una nueva definición, más cercana a la verdad y más
depurada que nunca.
Por eso se encuentran aquí reunidos, por primera vez, los estudios
filosóficos más antiguos y los últimos descubrimientos de la física moderna, las
concepciones espirituales del más allá de todas las religiones y las experiencias
médicas en la frontera de la muerte.
Más aún, estas páginas, después de describir la evolución científica de la
noción de conciencia desde las primeras investigaciones hasta los momentos
más hermosos del método experimental, aclaran con nuevas luces la teoría de la
relatividad de Einstein y proponen un nuevo modelo físico de conciencia. Hay
que ver en ello, sobre una base científica que permite una redefinición de la
materia y de lo real, pero también, y sobre todo, del espacio y del tiempo, que
termina con las nociones de pasado-presente-futuro, un intento... que de
repente, extrañamente, parece volvernos al fondo de los relatos de nuestros más
lejanos ancestros.
Defender la tesis de una materia distinta de la que conocemos, de un
universo en el que el tiempo no pasa, de una muerte que es un Adesplazamiento
de existencia@ y no una desaparición pura y simple, de la presencia en cada ser
de la historia de la humanidad, se convierte de pronto en la posibilidad de
comprender otra dimensión de lo real.
Es tal vez, en definitiva, la fusión en un solo estudio de la espiritualidad y
del materialismo, y la restitución a la conciencia de su verdadero papel, que
consiste en perpetuar la existencia por el conocimiento
Es posible ver en las reflexiones metafísicas de Pitágoras, Platón, Demócrito,
Leibniz, Descartes o Hegel, en los trabajos científicos de Einstein, Kammerer,
Jung o Pribram, en los estudios sobre la muerte de Kübler Ross, Moody, Ring y
Sabom, en los de la reencarnación de Stevenson, los reflejos de la misma sed de
saber, guiada por una intuición de una realidad que hasta ahora nos estaba
oculta.
Esta visión del universo trata de hacer sentir la verdadera dimensión del
hombre: una grandeza intemporal que ha de reafirmarse continuamente en el
menor de sus actos.
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
Primera parte
Capítulo primero
La noción de conciencia
Cuando nos despertamos cada mañana después de una noche de descanso,
cuando se nos reanima después de una operación o un desmayo, volvemos a
tomar conciencia. Aparentemente, nada más sencillo: caemos en la cuenta con
toda rapidez del grado de luminosidad, de la temperatura ambiental, valoramos
nuestras sensaciones (sufrimiento o bienestar), resumimos nuestros recuerdos...
Esta toma de conciencia es casi instantánea en el caso de nuestro despertar
diario, más tardía después de una anestesia. Tenemos la impresión de Aentrar en
nosotros mismos@, de volver a una envoltura momentáneamente abandonada
por las orillas oscuras del sueño. A lo desconocido sucede lo conocido, la
certeza de una localización espacio-temporal (la necesidad que sentimos de
situarnos en el espacio está sin duda en el origen de esta cuestión que plantean
invariablemente los heridos cuando despiertan: *)Dónde estoy?+).
La naturaleza de la conciencia
Pero )qué es la conciencia? Aparentemente, no es otra cosa que esta
percepción más o menos clara de los fenómenos que nos informan sobre nuestra
propia existencia.
Esta definición, aceptada normalmente, sigue siendo no obstante muy
vaga y plantea otras cuestiones: )qué es la existencia? )qué es la realidad? Este
misterio está sin duda en el origen de la permanencia a través de los siglos de los
interrogantes filosóficos sobre la naturaleza de la conciencia.
Se puede definir la conciencia como una alianza entre la sensación -es
decir la percepción de los fenómenos, de la apariencia- y la inteligencia que
analiza las sensaciones informándonos sobre sus significados. A esta conciencia
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le es asignado un papel: la identificación y la individualización del sujeto. La
conciencia es en efecto inseparable del sujeto que piensa y siente, es la marca
esencia, el nudo primordial, lo que le permite distinguirse del mundo exterior.
Tiene por tanto una importancia de primer orden en nuestra percepción del
mundo, orienta el estudio que hacemos de él.
La conciencia en filosofía
En la historia del la filosofía, se distinguen dos grandes corrientes de
pensamiento:
CUna corriente unitaria que hace del universo un todo único. Para algunos
filósofos de esta corriente el universo en su totalidad es material y el espíritu es
sólo ilusión. Para otros, el universo es enteramente espiritual y cada ser vivo
contiene una parcela de espíritu.
CUna corriente dualista que opone totalmente espíritu y materia y concibe
el universo como una realidad doble en la que el mundo del espíritu se opone
por sus atributos y su papel al mundo de la materia.
La corriente unitaria
La genial intuición de Demócrito
El origen de la corriente unitaria de tendencia materialista se remonta al
filósofo y científico griego Demócrito (520-460 a. C.), que vivió antes de
Sócrates.
En esta época, filosofía e investigación científica son inseparables. Todos
los pensadores que precedieron a Sócrates y Platón buscaron prioritariamente
resolver la difícil cuestión del origen del universo, mezclando consideraciones
filosóficas y científicas de manera a veces caprichosa.
Demócrito, de quien no nos ha llegado directamente ningún escrito, tuvo
el mérito de proponer una solución original cuyo carácter científico es
indiscutible, hasta tal punto que se ha podido ver en él al fundador de una física
materialista.
La idea esencial de Demócrito es sencilla: todos los cuerpos materiales
estarían formados de átomos. Los átomos son las partes más pequeñas de la
materia; son indivisibles, eternos, indestructibles, sólidos e invisibles al ojo
humano. Tienen la propiedad de desplazarse con suma rapidez, caen en el vacío
de arriba y abajo, pero su caída no es rigurosamente perpendicular. Se apartan
un poco de su trayectoria y encuentran así con otros átomos; de estos
encuentros, de estas asociaciones de átomos proceden todos los cuerpos
materiales y espirituales. Esta genial intuición prefiguró la teoría atómica del
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
siglo XIX.
Esta tesis Crevolucionaria y única en toda la antigüedadC nació del deseo
de conciliar las doctrinas de dos escuelas filosóficas que se enfrentaron en los
siglos VI y V antes de Cristo:
CUnos sostenían, con su maestro Heráclito de Éfeso, que todo es móvil y
Aque nadie se baña dos veces en el mismo agua.@
COtros, con Parménides y Zenón de Elea, afirmaban que la movilidad es
sólo una ilusión que engaña a nuestros sentidos, que sólo es real el Ser único,
inmóvil, eterno e inmutable.
Con mucha habilidad, Demócrito resolvió el problema señalando que los
átomos son eternos, pero que sus combinaciones son cambiantes y múltiples.
Así el universo, que se transforma continuamente, es eterno en sus elementos.
Los átomos son indivisibles e indestructibles, sólo sus elementos compuestos no
dejan de disolverse para recomponerse. Es fácil deducir de esto que nada ha
salido de la nada y nada vuelve a la nada. La muerte por tanto es sólo una
transformación, los dioses no tienen ningún poder creador.
El alma, o la conciencia, está formada de átomos distintos (Aredondos y
esféricos@) de los que forman los cuerpos materiales, que son capaces de
penetrar en el interior de todos los cuerpos.
La teoría de Demócrito es unitaria en la medida en que, según él, el
universo entero es material, está formado de átomos. Es materialista, puesto que
alma y cuerpo están formados de átomos; es decir, de materia. Alma y cuerpo
están indisolublemente unidos; el alma está extendida por todo el cuerpo,
situándose el núcleo central en el corazón que se confunde con el soplo vital. El
alma es mortal: desaparece y se disuelve al mismo tiempo que el cuerpo en el
momento de la muerte para reincorporarse a la corriente eterna de los átomos.
De la intuición a la escuela de pensamiento
Demócrito fundó una escuela que continuó muchos siglos. Su enseñanza
fue continuada y completada por Epicuro (340-270 a.C.), que dio su nombre alta
doctrina Cel epicureísmo C por concretar él las consecuencias filosóficas.
De la obra del mismo Epicuro sólo nos quedan algunas máximas y tres
cartas. Pero la influencia de su escuela ateniense fue tal que llegó hasta Roma.
En el siglo primero antes de nuestra era, el poeta latino Lucrecio (98-55
a.C.) decidió traducir la obra de Epicuro para ponerla a disposición del público
en general y compuso un largo poema filosófico en seis cantos, el De Rerum
natura (Sobre la naturaleza de las cosas).
La doctrina se concreta y se establece definitivamente. Sólo existe un
mundo fenoménico, el universo no es sino un gran mecanismo. Las sensaciones
y las ideas constituyen los fenómenos. Nuestras sensaciones son producidas,
según Lucrecio, por corpúsculos invisibles derramados en la atmósfera que, al
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introducirse en los diversos conductos de nuestros cuerpos, afectan de distintas
maneras a nuestras almas. Estos *simulacros+ se dividen en varias clases1. Unos
son enviados por los mismos cuerpo y son las emanaciones o de la superficie o
del interior de los objetos (como las sensaciones visuales, el oído, el gusto, el
olor). Otros se forman en el aire (es el caso de las ideas, puestas en el mismo
plano que las sensaciones, de las que la atmósfera está siempre llena) y su tejido
es tan fino que se inscriben en todos los poros de nuestros cuerpos.
Hay que reconocer al epicureísmo una originalidad única en la
antigüedad. En una época en que el poder religioso se confunde con el poder
político, una escuela se atreve a negar la existencia de los dioses y a hacer de la
ciencia la fuente de todo progreso y de toda esperanza para la humanidad. La
religión sólo puede aportar ignorancia y angustia a los hombres. Atribuye al
trueno y a los eclipses un significado de castigo divino que paraliza el valor y la
razón del hombre. La ciencia, al demostrar que los dioses son sólo simulacros,
imágenes sin ningún poder sobre el destino de los hombres, permite, a través de
un análisis objetivo y racional de todos los fenómenos naturales, hacerle al
hombre dichoso quitándole toda fuente de angustia.
Sólo el sistema democrático vigente en Atenas en la antigüedad y la
relativa libertad (incluso impertinencia) de que gozaban los ciudadanos griegos
respecto a la religión, explican la duración del epicureísmo. La era cristiana y la
confiscación por la Iglesia de la ciencia y la cultura durante más de mil años, el
olvido relativo en el que cae la cultura griega, son la causa del letargo de la
corriente filosófica materialista hasta el Renacimiento.
Sólo a partir del siglo XVI y sobre todo del XVIII y XIX se multiplican
de nuevo las referencias materialistas.
La necesidad de separar filosofía y teología y de promover un método
experimental y racional se impone, poco a poco, a los filósofos y a los hombres
de ciencia. Francis Bacon (1561-1626) es uno de los primeros en destacar la
importancia del método experimental, de la observación racional de los
fenómenos, y el papel asignado a la ciencia: ampliar indefinidamente el poder
del ser humano.
Sus ideas marcaron profundamente a Descartes, y más todavía a los
filósofos ingleses Hobbes y Locke.
Thomas Hobbes (1588-1679) es ante todo un pensador político: defensor
de un estado totalitario en el que la fuerza sea más importante que el derecho,
fundamenta su visión pesimista de las relaciones humanas (*el hombre es un
lobo para el hombre+) en una filosofía materialista que toma algunos de sus
elementos del empirismo de Bacon y del atomismo de Epicuro y de Demócrito.
Para él, el origen de todo conocimiento es la sensación, principio inicial
del conocimiento de los principios mismos: la imaginación es una agrupación
1. *Simulacra+, para Lucrecio, designa los corpúsculos que influyen en nuestras
sensaciones y en nuestras ideas.
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
inédita de fragmentos de sensaciones, la memoria es sólo el reflejo de
sensaciones anteriores, las ideas son sólo los epifenómenos de un alma material.
El espíritu es una máquina, el corazón es un motor, toda moral se reduce al
instinto de conservación, de afianzamiento y de poder.
La primacía de los sentidos y de la sensación está también en la base de la
filosofía de Locke y de Condillac.
Según Locke (1632-1704), todas las ideas complejas se reducen a ideas
simples que proceden de la experiencia. Aunque él mismo no era completamente
materialista, puesto que reconoce la existencia de un Dios, sus ideas serán
utilizadas frecuentemente en diversas doctrinas materialistas.
Condillac (1715-1780), en su Traité des sensations, reduce también todas
las operaciones del alma a sensaciones y desarrolla ampliamente la imagen de la
estatua. Según él, una estatua a la que diéramos solamente el sentido del olfato
nos permitiría reconstruir todo el psiquismo. Si hiciéramos que esta estatua
respirase una rosa, sería toda ella olor de rosa. Esta sensación nos daría la clave
de la atención. Lo que quedaría de la sensación cuando el cuerpo oloroso dejase
de actuar sobre el órgano sería el recuerdo, el deseo sería sólo la necesidad de
volver a encontrar una sensación agradable, etc.
Marx: el materialismo se convierte en histórico
El empirismo y el sensualismo propios de estos filósofos ingleses y
franceses de los siglos XVII y XVIII están en la base del materialismo del
filósofo alemán Feuerbach, en el que se inspirará intensamente Karl Marx. *El
fósforo, decía Feuerbach, es el que piensa en nosotros+. Este sorprendente
reduccionismo resume un razonamiento muy lógico según el cual las ideas no
son sino productos de la conciencia humana (incluso la idea de Dios), la cual es
sólo el producto del cerebro humano, es decir de la materia. El espíritu es por
tanto el reflejo de las condiciones materiales que lo producen.
Karl Marx, a partir de las ideas de Feuerbach, funda el materialismo
histórico combinando ciertos principios hegelianos, como el primado de la
historia, el progreso mediante la resolución de contradicciones.
Para Marx, *no es la conciencia de los hombres la que determina su
existencia, sino su existencia social la que determina su conciencia+.
El materialismo de Marx se basa en una ley esencial: la ley de acción
recíproca. Si bien el hombre es un producto de la materia y de las condiciones en
que vive, puede también actuar de rebote sobre la materia y transformar
mediante su trabajo las condiciones de su existencia. Esto explica la importancia
fundamental de la Historia en la doctrina marxista. La clave de la evolución de
las sociedades viene dada por el desarrollo de las técnicas y condiciones de
producción que él denomina fuerzas productivas. Una determinada situación de
las fuerzas productivas, (en la Edad Media, el molino; en el siglo XIX, la
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máquina de vapor), explica el régimen social (el régimen feudal, el capitalismo),
lo que él llama relaciones de producción. Fuerzas productivas y relaciones de
producción constituyen la infraestructura de la sociedad a partir de la cual se
explican las ideas (jurídicas, filosóficas, religiosas, artísticas), que no son sino
superestructuras, epifenómenos.
El materialismo en el siglo XX: psicología y biología
En el siglo XX, el materialismo se ha impuesto sobre todo en los campos
psicológico y biológico, que han desarrollado modelos materialistas de
conciencia muy elaborados.
En esta línea, se puede citar la escuela behaviorista de psicología, que
considera los estados de conciencia como el resultado de comportamientos
mecánicos, de reflejos condicionados que pueden ser estudiados
experimentalmente con la ayuda de stimuli. Se rechazan todos los estados o
hechos subjetivos. La conciencia no es ya sino un epifenómeno del cerebro y del
sistema nervioso.
El más reciente modelo materialista de conciencia ha sido propuesto por
los cibernéticos. Se basan en la analogía que existe entre el funcionamiento de
los ordenadores y del cerebro humano.
En Gran Bretaña, en los años 50, Gray Walter construyó tortugas
electrónicas dotadas de reflejos condicionados análogos a los de los seres vivos.
Estas tortugas iban a buscar su *alimento+ y eran capaces de ir ellas mismas a
abastecerse en una fuente de energía cuando sus reservas estaban a punto de
agotarse. Llevando al extremo estas ideas, los cibernéticos llegan a considerar a
los organismos vivos como autómatas cuyo mecanismo explicará un día la
cibernética apoyándose en leyes puramente fisicoquímicas.
En estas condiciones )en qué se convierte la conciencia? W.R. Ashby, en
Design for a Brain (Nueva York, 1952), declara que en su obra no mencionará
en ningún momento ni la conciencia ni los elementos subjetivos asociados a ella,
porque no ha creído necesario introducir este concepto.
En 1963, en The Modeling of Mind, Mac Kay describe la conciencia como
un conjunto de elementos orgánicos que reaccionan a través de redes de
información.
La unidad de la naturaleza en el espíritu
En oposición con esta visión totalmente materialista de la conciencia y del
universo, se sitúan las doctrinas que defienden la unidad de la naturaleza en el
espíritu. Hay que destacar que son mucho menos numerosas que las
concepciones materialistas o dualistas.
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
Sólo dos filósofos, que vivieron ambos en la segunda mitad del siglo
XVII, desarrollaron esta tesis hasta sus últimas consecuencias.
Spinoza elaboró, a partir de la doctrina cartesiana, un panteísmo perfecto.
El universo se confunde con Dios que es una sustancia perfecta que se basta a sí
misma. Dios, según la definición que se da en la Ética, *es un ser absolutamente
infinito, es decir una sustancia constituida por una infinidad de atributos cada
uno de los cuales expresa una esencia eterna y espiritual+.
De estos atributos, sólo conocemos dos: el pensamiento y la extensión. El
mundo es el conjunto de los modos2 de estos dos atributos. El hombre es una
colección de modos de la extensión del pensamiento. Su libre albedrío se reduce
a la ignorancia de las causas que lo determinan.
Leibnitz, que se escribía mucho con Spinoza, llevó más lejos la visión de
un universo totalmente espiritual. Mientras Spinoza muere prematuramente a los
45 años en 1677, Leibnitz, que era catorce a os más joven que él, vivirá hasta
1716 y llegará a la edad de 70 años. Contrariamente a Spinoza que era un
solitario, excluido de la comunidad judía de La Haya desde la edad de 24 años
por sus ideas consideradas heréticas, que conseguía sólo modestos ingresos
mediante la fabricación de lentes de telescopio, Leibnitz desarrolló muchas
actividades políticas (consejero importante y respetado en diversos Estados
alemanes), científicas (fundó la Academia de Berlín, descubrió al mismo tiempo
que Newton los elementos del cálculo infinitesimal) y ocultas (ocupó altos
cargos en la sociedad secreta de los Rosacruces). Hombre conciliador y de
contactos, quería fundar un panteísmo más desarrollado que el de Spinoza.
Soñaba secretamente con encontrar una Acombinatoria universal@, una
especie de cálculo filosófico que, a partir de símbolos universales rigurosamente
definidos, permitiera con sus combinaciones encontrar toda la verdad.
El Renacimiento barrió algunas de las certezas filosóficas establecidas por
la Edad Media. El progreso de la ciencia, la utilización del método experimental,
su influencia en la filosofía (en la de Descartes, pero también en el empirismo de
Hobbes y de Locke, de los que Leibnitz es contemporáneo) sólo podían
provocar una reacción idealista.
Los sistemas de Spinoza y de Leibnitz son totalitarios a semejanza del
sistema materialista de Hobbes. El establecimiento de monarquías absolutas en
casi todos los países europeos en el siglo XVII )tuvo alguna influencia en los
filósofos? Nadie puede saberlo. En todo caso, es en este final del siglo XVII
cuando se elaboran las dos grandes doctrinas idealistas unitarias más originales
de la filosofía.
La Monadología, publicada en 1714, es sin duda la obra en la que
Leibnitz expresa mejor sus ideas.
Presenta al universo como compuesto de unidades de fuerza que son las
2. *Por modos, entiendo las afecciones de la sustancia, es decir las cosas que están en
otras cosas por las que ellas son también concebidas+ (introducción a la Ética)]
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mónadas. Estas mónadas son sustancias simples, sin extensión, activas y
espirituales. Son en cierto sentido átomos energéticos de espíritu, puntos
metafísicos. Toda mónada es percepción, pero no todas tienen el mismo grado
de perfección. Están escalonadas, desde las más humildes dotadas de percepción
y de apetito pero no de memoria, hasta las más perfectas, que están dotadas de
razón, y hasta Dios.
ALa mónada de que aquí hablamos no es sino una sustancia simple que
entra en los compuestos; simple, sin parte. (...) Ahora bien, allí donde no hay
partes, no hay ni extensión, ni figura, ni posible divisibilidad; y esas mónadas
son los verdaderos átomos de la naturaleza y en una palabra los elementos de las
cosas.@
Se observa aquí el parecido con el atomismo de Demócrito, pero a
diferencia de los átomos de Demócrito, los átomos de Leibnitz son espirituales y
no espaciales, y cada uno de ellos refleja, como un microcosmos, el universo en
miniatura. La mónada dominante es la del último control: puede estar asociada a
una conciencia colectiva o espíritu universal y localizado en alguna parte, más
allá de las fronteras del espacio-tiempo.
Las visiones totalmente idealistas de Spinoza y Leibnitz tienen una
posteridad menos duradera que las teorías materialistas. No están sin embargo
desprovistas de interés y presentan tal vez un carácter más fascinante por su
propia rareza que las doctrinas dualistas, que son mucho más frecuentes en la
historia de la filosofía.
La corriente dualista
El universo de Platón
Así como las doctrinas unitarias son muchas veces deterministas, así
también las doctrinas dualistas dejan al hombre una parte de libertad. Éste es el
caso de la filosofía de Platón, elaborada a partir de las enseñanzas de Sócrates y
de algunos filósofos presocráticos, a finales del siglo V a. de C. Platón distingue
claramente el cuerpo y el alma. El cuerpo está hecho de una sustancia material y
divisible, el alma está compuesta de una sustancia inmaterial, indivisible y
eterna. Es inmortal.
El alma se une al cuerpo, en el momento del nacimiento, y se desprende
de él en la muerte. Por su cohabitación con la materia, pierde su pureza y se
distinguen en ella tres partes: una parte superior o razón, facultad contemplativa
destinada a mantener la armonía de las dos partes inferiores, el valor y los
apetitos o deseos físicos, que atraen hacia el hombre al mundo sensible, hacia la
apariencia.
La morada habitual del alma es el mundo de las ideas. La teoría de las
ideas es esencial en Platón. Los seres vivos son seres cambiantes, en continuo
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
devenir y destinados a la destrucción. Pero cuando se les observa, se da uno
cuenta de que reproducen en la misma especie caracteres constantes que se
transmiten de generación en generación. Son copias de modelos universales,
inmutables, eternos, que Platón llama Ideas. Así, la Idea del hombre es el tipo
ideal que representa a todos los hombres. Este tipo es el único que vive porque
las copias siempre cambiantes y perecederas apenas merecen el nombre de
seres; y porque ese tipo existe realmente, porque es eterno e inmutable, puede
ser conocido y ser objeto de ciencia.
En el mundo de las Ideas hay una jerarquía. La Idea más elevada, el límite
del mundo inteligible, es la Idea del Bien. Según Platón, todos los objetos de la
naturaleza e incluso las creaciones humanas obtienen su existencia de una Idea.
El hombre tiene en sí por tanto una parcela del mundo de las ideas, porque
el alma, antes de asociarse con el cuerpo, permaneció en el mundo de las Ideas.
La parte del alma que razona conserva reminiscencias de lo que ella contempló
en el mundo de las ideas, pero las partes inferiores convierten al hombre en
esclavo de sus sentidos. El hombre, situado en el mundo, es víctima de la ilusión
de sus sentidos; toma por realidad lo que no es sino una imagen (es lo que
explica el Amito de la caverna@, libro VII de La república) de la verdadera
realidad, el mundo de las Ideas. Después de la muerte, el alma abandona el
cuerpo y vuelve al mundo de las ideas. Es inmortal y se reencarna a intervalos
regulares en cuerpos, a través de los tiempos.
La teoría platónica propone por tanto una visión totalmente dualista del
universo, en la que el mundo de los sentidos y de las imágenes gobierna el
cuerpo, y el mundo de las ideas el alma. Platón ve al alma como una realidad
separable del cuerpo y, correlativamente, atribuye al cuerpo una existencia
propia: defiende por tanto la separación total de los cuerpos y de las almas.
Aristóteles: el alma y el cuerpo, dos caras de una misma realidad
Aristóteles, su discípulo, plantea objeciones contra ese dualismo violento.
No comprende cómo puede imaginarse que un alma cualquiera pueda venir a
residir en un cuerpo cualquiera. Define al alma de una manera totalmente
distinta. El alma es para él Ala entelequia@ primera de un cuerpo orgánico que
tiene la vida en potencia.
En su Física y su Metafísica, Aristóteles define dos conceptos esenciales
de materia y de forma que son principios completamente opuestos:
CLa materia es lo múltiple, lo disperso, es un conjunto, no tiene unidad
natural, no existe en sí. La materia es indeterminada y potencialidad: no puede
producir ningún acto si no es animada por un agente. Sólo es la acción en
potencia, la acción potencial. Los cuerpos, que son materiales, son en realidad
únicamente máquinas preparadas para funcionar, que no poseen la condición
inicial, la capacidad de desencadenamiento, la aptitud para entrar en acción.
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CLa forma es por el contrario determinada, inmaterial y acto. Es lo que
permite a la materia pasar de potencia a acto. La forma es el alma. Ella es la que
permite al cuerpo Aanimarse@. Es, para Aristóteles, Ala entelequia primera del
cuerpo@, dicho de otro modo la forma.
La materia nunca está separada de la forma, que es lo que existe
realmente, puesto que es unidad y no conjunto de partes.
El alma es por tanto la forma del cuerpo, tiene como materia el cuerpo.
Ahora bien, una forma no es a ningún nivel una cosa material, no es en modo
alguno un cuerpo en otro cuerpo.
En cierto sentido, Aristóteles tiene una concepción del alma todavía más
idealista que la de Platón, en la medida en que es sólo una categoría lógica, una
abstracción total. El alma está unida al cuerpo en la medida en que materia y
forma no pueden ser separadas, son como dos caras de una misma realidad. El
alma comparte las dolencias del cuerpo como toda forma comparte las dolencias
de su materia y muere con él.
Aristóteles, que era hijo de médico, se opone con frecuencia a Platón que
tiene una formación más matemática. Las ciencias no estaban tan
compartimentadas en aquella época como en la nuestra. Sin embargo,
Aristóteles se mostró siempre más inclinado que su maestro a la observación de
los fenómenos concretos. Su cultura era universal; no hay tema que le haya sido
extraño. Desde la política hasta el teatro pasando por la física, la meteorología;
desde la biología a la metafísica, pasando por la lógica, Aristóteles trató de
analizar la naturaleza del universo y del hombre.
Su idealismo es en realidad un artificio lógico. Lo único que existe
realmente a los ojos de Aristóteles es el individuo concreto. Las ideas cuya
existencia defendía Platón no tienen realidad objetiva porque en ellas no puede
haber modelos reales de cosas sensibles. Así, no es la Idea de plátano la que
produce plátanos particulares como sostenía Platón, sino un plátano particular
que engendra otro plátano particular.
Como Platón, Aristóteles parte de la constatación de que el mundo está en
continuo devenir. Esta idea que sostenían dos filósofos anteriores a Sócrates,
Parménides y Zenón de Elea, ya había estado en el origen de la teoría atomista
de Demócrito. En efecto, si la evidencia demuestra la movilidad de la realidad,
una reflexión más profunda demuestra que existe una cierta permanencia en lo
real. Esta contradicción es la que se comprometieron a resolver los filósofos
griegos. Demócrito sostenía la existencia de átomos eternos cuyas
combinaciones estaban en continuo devenir. Platón resuelve el problema
imaginando dos universos paralelos: el mundo inteligible de las Ideas y el
mundo sensible que conocemos, siendo el primero inmutable y proporcionando
los modelos al segundo que está en continuo devenir.
En cuanto a Aristóteles, parte de la realidad del cambio y trata de
explicarlo haciendo intervenir la distinción esencial del acto y de la potencia:
una bellota es una encina en potencia, el árbol sólo será acto cuando haya
17. 17
El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
crecido. Entre el ser y el no-ser hay por tanto un intermedio, la potencia. Aun
siendo algo real, la potencia se concibe sólo con relación al ser que le da el
último toque, con relación al acto: el devenir del mundo es sólo la actualización
incesante de las potencias. De aquí la distinción entre el cuerpo que es potencia,
materia susceptible de transformación, y el alma que es forma y permite al
cuerpo-potencia transformarse y convertirse en acto.
El alma, en la concepción aristotélica, no es realidad sino el intermedio
entre la potencia y el acto, uno de los componentes de ese dúo. Por esta razón,
entra en el sistema de cuatro causas definidas por Aristóteles y que caracteriza
todos los fenómenos del universo.
La primera causa es material, indica aquellos de lo que se hace una cosa:
así el mármol es la causa material de una estatua.
La segunda causa es formal, indica el tipo, la esencia que da a cada cosa
su forma concreta: para una estatua es la idea querida por el escultor, para el ser
humano es el alma.
El alma es sólo una causa formal, es decir una especie de Idea platónica
convertida en inmanente, que no existe fuera de la sustancia individual que ella
actualiza. Aristóteles distingue en el hombre tres almas: el alma vegetativa y el
alma sensitiva, comunes a las plantas y a los animales y principio de las
funciones orgánicas e instintivas, y el alma racional que pertenece en sentido
propio al hombre; ella sola define lógicamente y constituye su forma y su
naturaleza. A la preocupación de una observación casi biológica de las funciones
humanas (distinción de las almas vegetativa y sensitiva, y luego racional), se
superpone la reflexión metafísica (el alma en cuento forma, permitiendo al
cuerpo convertirse en acto). El dualismo de Aristóteles es por tanto más
complejo que el dualismo platónico, en cuanto que hace también intervenir una
tercera y una cuarta causa en todo acontecimiento:
La causa eficiente, que es el antecedente directo que provoca un cambio
Cpor ejemplo, el golpe de cincel del escultor C y, finalmente, la causa final que
es la meta hacia la cual todo se organiza, por ejemplo la gloria y el dinero para el
escultor.
La naturaleza es la causa final que guía a todo ser vivo hacia su
realización perfecta, hacia el acto puro. Dios es para Aristóteles el acto puro, en
el que todo está actualizado, todo es perfecto, y por esta razón es causa primera
y final.
Del racionalismo al nacimiento de la ciencia
Aristóteles puede ser considerado como el fundador del racionalismo, en
la medida en que su estudio profundiza en las categorías lógicas y la
concatenación de las causas favorece un camino científico. Mucho más que el
idealismo platónico, que no sufre ninguna alteración en su brillante claridad, el
18. 18
idealismo aristotélico ha podido ser utilizado con distintos fines y Arecuperado@.
En la Edad Media, sobre todo a partir del siglo XII, el Occidente cristiano
vuelve a descubrir la filosofía de Aristóteles cuyos textos se habían perdido en el
gran naufragio del imperio romano. Sólo los árabes habían seguido siendo sus
depositarios. Este movimiento filosófico, poderoso muy pronto, inquieta un
poco a la Iglesia que se apresura a utilizarlo y a integrarlo en su enseñanza.
Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, logra en su Suma teológica una
síntesis grandiosa del naturalismo aristotélico y de la fe cristiana.
En los siglos siguientes, el pensamiento de Aristóteles degenera en una
escolástica dogmática contra la que van a ser llevados a reaccionar los sabios del
Renacimiento (el empirismo de Bacon y luego el de Copérnico) y los del siglo
XVII (puesta a punto del método experimental por Galileo, Kepler, Newton y
Descartes).
Descartes, fundador del racionalismo científico
René Descartes (1596-1650) tuvo como Aristóteles una formación
pluridisciplinar, pero, descontento con la enseñanza que le dieron en varias
universidades, decide formarse solo. A los 25 años, en 1619, un sueño le
advierte que está destinado a inventar una ciencia que unificará todos los
conocimientos humanos. Todas sus obras publicadas entre 1628 y 1648 serán
dedicadas a esto.
Su método, que comprende cuatro reglas Cla evidencia, el análisis, la
síntesis y la enumeración C, le lleva a reconstruir el universo siguiendo una
reflexión lógica que parte de la existencia de Dios. Se puede dudar de todo,
excepto de la existencia de Dios, puesto que Él es perfecto y su perfección
implica la realidad de su Ser. Dios es creador: crea las verdades por la
omnipotencia de su libre albedrío. Crea el mundo momento a momento; la
naturaleza, contrariamente a lo que decía Aristóteles, no tiene ningún poder
propio. Las nociones aristotélicas de forma, de acto y de potencia desaparecen.
Las leyes de la naturaleza sólo son lo que son en todo momento por la voluntad
del Creador. Es rechazar en un mismo movimiento todo naturalismo pagano (la
naturaleza no puede ser una diosa) y fundar metafísicamente el racionalismo
científico. En efecto, al desaparecer toda finalidad (la naturaleza ya no es causa
final como en Aristóteles), la naturaleza queda reducida a un mecanismo
totalmente transparente al lenguaje matemático. La ciencia es por tanto
independiente, y el hombre está dotado de libre albedrío. Su libertad es creada
por Dios en cada instante.
En estas condiciones, Descartes restablece un dualismo de tipo platónico
más radical que el de Aristóteles.
El alma y el cuerpo no son ya categorías lógicas y formales, son
realidades muy distintas la una y el otro. Su concepción mecanicista de la
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
naturaleza le lleva a considerar como una máquina a toda materia no animada
por un alma. Éste es el origen de la famosa teoría de los animales-máquinas. Al
negarles una alma, Descartes se inclina a considerar a los animales como
simples máquinas movidas por resortes mecánicos. Se puede ver aquí una
influencia del mecanicismo de Hobbes.
El alma y el cuerpo están dotados de sustancias concretas. El alma es
distinta del cuerpo, aunque está íntimamente unida a él durante la vida. El alma
es pura sustancia, indivisible, mientras que la materia del cuerpo está compuesta,
es divisible. Síguese de ello que el alma escapa a la corrupción de la materia y
que es inmortal.
El cuerpo es como una máquina animada por el alma, que es la sede de las
acciones, de la voluntad y de las pasiones. Descartes introduce un concepto
mayor en el análisis del alma: el alma es para él la sede del yo, del sujeto
pensante. El alma es identificada con la conciencia de sí en cuanto que permite
al sujeto distinguirse del mundo exterior (en lo que no habían pensado Platón ni
Aristóteles).
En las Meditations métaphysiques y el Traité des Passions de l=âme,
Descartes sitúa la sede física del alma. Para él, no se sitúa ni en el corazón ni en
el cerebro, sino en una pequeña glándula en el interior del cerebro. Es a través
de esta glándula como el alma domina a todo el cuerpo.
Descartes distingue dos sustancias: la sustancia material del cuerpo y la
sustancia del alma que es inmortal e indivisible (nosotros diríamos dotada de
propiedades espacio-temporales diferentes).
El deseo de Descartes de situar físicamente la sede del alma en el cuerpo
se parece a las reflexiones de algunos neurofisiólogos del siglo XX, como el
australiano John Carew Eccles: para este último, el espíritu es una realidad
material, el cerebro un simple receptor, y es el espíritu, a través de influencias
físicas todavía no identificadas, el que puede interactuar con una sola neurona y
arrastrar una reacción en cadena en las neuronas corticales.
Kant: las primicias de la física relativista
Por su parte, Manuel Kant (1724-1804) defiende también la existencia del
sujeto pensante y asocia el alma con la conciencia. Pero separa con mucha
claridad la sensibilidad de la razón o entendimiento.
La sensibilidad permite al sujeto acceder al mundo fenoménico o mundo
de las sensaciones. El espacio y el tiempo no son sustancias sino intuiciones
puras que constituyen las condiciones necesarias para el ejercicio de la
sensibilidad. Pero este cuadro espacio-temporal limita el campo de la
sensibilidad, la cual se ve rigurosamente obligada a no alcanzar sino lo que
puede caer bajo sus formas, a captar los datos sensibles sólo como
representaciones, es decir como fenómenos. El entendimiento, por el contrario,
20. 20
libre del cuadro espacio-temporal, puede acceder al conocimiento de las cosas
en sí o Anoúmenos@, mundo plenamente liberado de todos los atributos de la
sensibilidad. Las cosas en sí, que son el fundamento de la aparición de los datos
sensibles, siguen por tanto inaccesibles a la facultad de conocer por los sentidos.
El idealismo de Kant se acerca al idealismo platónico, en tanto que
distingue las cosas en sí y los fenómenos. La idea más elevada de la razón es la
idea de Dios. Kant afirma la existencia de Dios, pero también la imposibilidad
de conocerlo a no ser por conceptos de pura razón. Integra los datos de la lógica
cartesiana identificando la razón con el sujeto pensante, con la conciencia. El
análisis que hace de las categorías espacio-temporales, que no son sino
intuiciones sensibles, abre con un siglo de antemano extrañas perspectivas sobre
los datos de la física relativista y de la mecánica cuántica..
Hegel y el desarrollo del espíritu
Georg Wilhelm Friedrich Hegel, (1770-1831), en lugar de distinguir
radicalmente el espíritu y la realidad como Kant, estudia el desarrollo del
espíritu a través de tres fases: la tesis, la antítesis y la síntesis.
El absoluto es en primer lugar pensamiento puro e inmaterial. Es además
existencia exterior al puro pensamiento, disolución del pensamiento en el
espacio y en el tiempo (es la naturaleza). En tercer lugar, el absoluto vuelve de
su existencia exterior, de su alienación de sí mismo hacia sí mismo; en esta
vuelta se convierte en el pensamiento que se conoce a sí mismo, que existe por
sí mismo: el espíritu. La Historia es el desarrollo del espíritu universal en el
tiempo.
Un nuevo modelo de conciencia
El problema de la conciencia se ha planteado siempre, cualquiera que sea
la actitud que se adopte sobre ella: unitaria o dualista, materialista o
espiritualista.
Esta cuestión está estrechamente ligada a la visión del universo y a la
interpretación de la realidad, en el centro de la cual se sitúe el sujeto pensante
que debe adoptar un cuadro conceptual. Aprehensión y explicación de la
susodicha realidad, en relación directa con el concepto de conciencia, serán el
tema del próximo capítulo.
El objetivo de la presente obra es proponer un nuevo modelo de
conciencia que reconcilie las dos grandes corrientes de pensamiento analizadas
anteriormente.
CEste modelo de conciencia se relaciona con una filosofía unitaria a la
vez materialista y espiritualista. Afirma la existencia de la conciencia, así como
21. 21
El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
la existencia de una parcela de conciencia en cada ser vivo, en cada parte del
universo (Leibnitz y Spinoza). Pero se demuestra también que la conciencia es
una sustancia material, que es materia.
Este modelo se relaciona por una parte con una corriente de pensamiento
dualista, en la medida en que afirma que si bien la conciencia es una sustancia
material, la materia de que se trata es diferente de la materia ordinaria que
conocemos.
Se trata de una materia formada por partículas más rápidas que la luz y
que pertenecen a un universo en el que el tiempo y el espacio son diferentes, en
el que la información es primordial. Este modelo implica, en particular, una
dualidad de la realidad y se asemeja a la distinción entre el mundo de las Ideas y
el de las imágenes.
Capítulo 2
Conciencia y realidad
La definición de conciencia es inseparable de la de realidad: es la
conciencia la que nos permite percibir y analizar la realidad.
Conciencia y realidad forman una pareja inseparable que se encuentra en
el centro de todos los grandes sistemas filosóficos. Cuando un filósofo concede
un estatuto a la conciencia, que se relacione con cualquiera de las corrientes que
hemos visto en el capítulo anterior, construye al mismo tiempo una realidad muy
especial. Su concepción de la conciencia compromete su visión de la realidad y
del universo.
En nuestras conversaciones diarias, nos referimos continuamente a la
realidad como a una evidencia que nadie osaría atacar. Sin embargo, nos vemos
en muchos aprietos cuando se nos pregunta qué entendemos exactamente por
real y realidad. Una evidencia se define generalmente con mucha dificultad.
El problema es que pasamos nuestra vida en medio de evidencias y nos
conformamos ordinariamente con conceptos muy vagos para definir nuestro
universo. El mundo sigue siendo para nosotros idéntico, en definitiva, a lo que
era para nuestros lejanos antepasado de la prehistoria: un gran enigma. La única
diferencia es que ahora nos imaginamos que conocemos todo o casi todo,
creemos resolver los problemas utilizando algunos términos técnicos que no
22. 22
comprendemos realmente.
)Qué es la realidad?
Si nos acorralan, acabamos confesando lamentablemente que la realidad
puede definirse por lo que se ve, por lo que se toca, en resumen, por lo que nos
rodea y se manifiesta a nosotros. El diccionario no lo hace mejor al definirla
como lo que existe efectiva y verdaderamente, asociando la realidad con la
verdad, otra de esas evidencias tan difíciles de definir. En cuanto a la etimología
(del latín res: la cosa), nos orienta hacia una asociación de la realidad con la
materia.
De hecho, en el centro de la realidad se sitúa el yo, el sujeto que piensa y
que siente. El hombre, situado en el centro del universo, es sede de múltiples
sensaciones (visuales, auditivas, táctiles...) que analiza con su conciencia. La
realidad sería un conjunto de objetos materiales que aparecen ante la conciencia
como separados y distintos, presentando cierto número de características
(resistencia a la penetración, forma, color...). Estas características, que
constituyen la identidad del objeto, sólo son captadas y analizadas a través de los
órganos de los sentidos.
La realidad supone por tanto una cierta permanencia en el tiempo, una
continuidad de sensaciones y un consenso de los seres humanos sobre su
naturaleza y sus criterios. Esto explica que se asocie tantas veces con la verdad.
La realidad ya no es lo que era
El fundamento de la realidad no es en efecto otra cosa que una asociación
de los criterios sensoriales y de la interpretación que da el cerebro a esos datos.
Si nuestros sentidos son Aembusteros@, por tomar la expresión de Descartes, o
más exactamente, si se produce un fallo en el proceso de formación de la
percepción y de la interpretación de los datos sensoriales por el cerebro, es toda
nuestra concepción de la realidad la que se viene abajo.
Ahora bien, algunos fallos precisamente han podido ser recogidos en el
complejo proceso de construcción de la realidad por nuestros sentidos y nuestra
inteligencia. Lo real puede no ser tan real como nos gusta decir, la realidad ya no
es lo que era. Entra en ella una parte no despreciable de irrealidad y de misterio.
Tomemos una ejemplo trivial: el color rojo. En realidad, el rojo no existe,
no tienen ninguna Arealidad@. Un campo de amapolas es sólo una Ailusión@.
La sensación visual no es otra cosa que un mensaje sensorial elaborado a
nivel de la retina, luego codificado, para atravesar los diferentes repetidores en el
nervio óptico y las neuronas, y luego enviado al cerebro, al córtex precisamente.
Hasta aquí, sin problemas. Pero es a nivel del córtex donde se decide y
23. 23
El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
comienza el misterio. Llegado al córtex, el mensaje sensorial posee ya en forma
codificada todas las características Avisuales@ del objeto. Su llegada se va a
transformar en una actividad eléctrica específica que nuestros escáneres y
electroencefalogramas son capaces de captar.
Es inmediatamente después de producirse esta actividad eléctrica cuando
el sujeto percibe las sensaciones visuales, cuando tiene la impresión de ver el
rojo por ejemplo. Pero existe una minúscula discontinuidad, un pequeño hiato
entre el momento en que el córtex produce una actividad eléctrica y aquél en que
el sujeto percibe conscientemente la sensación. Es durante ese minúsculo
intervalo cuando nace precisamente la sensación: se trata exactamente de un
nacimiento, porque nada en el mensaje eléctrico producido antes hacía prever la
aparición de ese fenómeno enteramente nuevo. Todo ocurre como si se produjera
una última transformación del mensaje, justo antes de que surja del córtex y
adquiera un valor significativo.
Así, ante un campo de amapolas, recibimos un mensaje visual que,
después de la codificación y el paso al córtex, produce en nosotros la sensación
de color rojo. Y sin embargo, el único rastro tangible y medible de esta
sensación de rojo, es la actividad eléctrica que se produce a nivel del córtex. Por
lo demás, si se coloca una célula fotoeléctrica delante de ese mismo campo de
amapolas, ella sólo reaccionará produciendo una corriente eléctrica más o menos
intensa siguiendo la longitud de onda registrada.
Sólo un ser humano Ave@ un color rojo allí donde no hay sino una
longitud de onda. Él no lo analiza como una longitud de onda o un fenómeno
eléctrico, percibe solamente una sensación coloreada. Por tanto, en el breve
instante que separa la producción de una actividad eléctrica por el córtex y la
percepción del color rojo, se produce algo nuevo, misterioso y, para decirlo de
una vez, inexplicable: la sensación
Realidad: el universo misterioso de las sensaciones
Lo que nosotros llamamos verdad se basa enteramente en el análisis de las
sensaciones. Acabamos de ver que la sensación, propiamente hablando, es
inexplicable. Según esto, hay que mostrarse por tanto muy prudente en la
definición de la realidad. Ciertamente, existe Aalgo@ que nosotros llamamos
Arealidad@, pero ese algo es transformado y reconstruido totalmente por nuestro
ordenador cerebral. El objeto, conjunto de sensaciones, tiene sólo una lejana
relación con lo que ha dado lugar a su nacimiento.
La sensación (a pesar de ciertos intentos de medición más o menos
logradas durante el siglo XIX) es esencialmente subjetiva. Como tal, es
evanescente y está sometida a múltiples factores de distorsión: la fiebre, la
absorción de una droga pueden alterar completamente las sensaciones
ordinarias. )Dónde está lo real para el sujeto cuyas facultades de percepción
24. 24
están alteradas?
La aproximación a lo real
La definición de la realidad no hace sino retrotraernos a nuestro punto de
partida: el sujeto pensante, la conciencia. Lo real se construye en nuestro cerebro
y más exactamente en nuestra conciencia (volveremos sobre esta distinción). Lo
que llamamos objeto es sólo una construcción subjetiva. Los criterios llamados
Aobjetivos@ de la realidad (las sensaciones) son en efecto subjetivos.
Al situar al sujeto Cal yo C en el centro de su filosofía, Descartes no se
equivocaba por tanto. La definición de la realidad pasa por la definición de la
conciencia y del sujeto. Las dos cuestiones están íntimamente ligadas. Lo mismo
que dos actitudes opuestas han marcado las filosofías de la conciencia
(materialista o espiritualista, unitaria o dualista), dos caminos muy distintos han
permitido a los hombres captar la realidad desde hace miles de años.
El primer método de aprehensión de la realidad consiste en intentar
eliminar al máximo el carácter subjetivo de los fenómenos que constituyen lo
real (decimos Aintentar al máximo@ porque la subjetividad está siempre presente
en la percepción de la realidad). El fin último es alcanzar la objetividad, es decir
el objeto en sí mismo. Para este fin, se neutralizan todas las sensaciones
utilizando instrumentos de medida, por ejemplo una célula fotoeléctrica, que no
conoce la sensación de color. Es la base del método científico y experimental,
cuyo fin es deducir, del conjunto de fenómenos, leyes que resulten de medidas y
que tengan un valor universal.
El segundo modelo concede al carácter subjetivo de la realidad una
importancia primordial. Consiste en utilizar las sensaciones, los estados de
conciencia, para establecer aproximaciones significativas entre esos elementos
subjetivos, con la esperanza de ir más allá de la apariencia sensorial y penetrar
en la esencia misma de la realidad.
El análisis científico
El origen del método científico se remonta a Aristóteles. Sus sutiles
categorías lógicas le han valido ser considerado como el padre del racionalismo.
Su insistencia en aislar el objeto, la materia, estaba bien visto a los ojos de los
hombres de ciencia. Pero es realmente a principios del siglo XVII cuando
Galileo, al sentar las bases de la mecánica, establece el método experimental.
A partir del Renacimiento, el mundo científico conoce una gran
efervescencia. Cada uno siente confusamente que resulta imposible repetir año a
tras año las certezas enseñadas por los grandes sabios griegos y romanos,
filtradas luego por la Iglesia en la Edad Media: la tierra está en el centro del
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
universo, la sangre no circula...
La medicina y la astronomía se van a colocar a la cabeza del progreso y a
contribuir con sus descubrimientos a establecer las bases del método
experimental. Copérnico y Képler son los primeros en aprovechar las primicias.
Es a comienzos del siglo XVI cuando Copérnico tiene la intuición del
sistema astronómico actual. Recuperando una hipótesis muy antigua formulada
ya por Pitágoras, según la cual el sol está en el centro de nuestro universo y es
inmóvil, concibe un sistema completamente nuevo que marca el hundimiento de
las tesis de Ptolomeo y de Aristóteles.
Comprueba así, experimentalmente, tanto las fases de Venus, observadas
con anteojos, como cierto número de fenómenos naturales, todos los datos que él
había calculado y predicho teóricamente.
Pero el mérito de haber demostrado la eficacia del método experimental
corresponde principalmente a Galileo. Ya muy joven, inventa el termómetro y la
balanza hidrostática. Luego, a partir de la experiencia, establece las leyes del
movimiento de los cuerpos sometidos a la gravedad. Sus observaciones
astronómicas con un telescopio muy perfeccionado -que él mismo había
construido- le llevan luego a descubrir la existencia de los satélites de Júpiter y
los anillos de Saturno. Se adhiere pronto al sistema copernicano, porque sus
propias experiencias verifican las tesis de Copérnico.
El célebre y dramático conflicto que enfrenta a Galileo con la Iglesia
hacia 1610, obligándole a renegar de sus convicciones, tiene su origen en su
afirmación de que la Tierra gira en torno al Sol, pero también en la utilización
del método experimental. Porque se funda en la observación de hecho objetivos
y no en principios dispuestos y sancionados por la Iglesia, este método es
peligroso y supone el fin de la fe ciega en la omnipotencia de Dios y en la
existencia de otro mundo.
Descartes, al elaborar su sistema de filosofía, acaba estableciendo los
principios de este método como único válido para analizar los fenómenos. El
método deductivo lógico (que va lo simple a lo complejo) es su corolario. Las
obras de Descartes serán por otra parte puestas por la Iglesia en el Índice en
1662.
Muy pronto, este método científico, racional y experimental, mostrará su
fecundidad, pero se convierte pronto también en un método totalitario que
excluye a todos los demás. Se funda, no hay que olvidarlo, en la única lógica
aristotélica binaria: un objeto está ahí o no existe, una cosa es verdadera o falsa.
Los resultados a los que llega no admiten nunca el matiz. Apoyándose en el
éxito creciente de la ciencia, que no cesa de confirmarse en los siglos XVIII y
XIX, refuerza su poder absoluto y desacredita todos los demás métodos de
acercamiento a lo real, identificándolos con la superstición y amalgamándolos
con la religión, contra la cual es llevado a luchar sin descanso. Éste es el origen
del racionalismo y del positivismo, tan apreciados en el siglo XIX.
26. 26
El método experimental
El método experimental consiste esencialmente en realizar una
determinada experiencia, en condiciones tan rigurosas como sea posible. Esta
experiencia puede repetirse tantas veces como se quiera (es la condición más
importante para su validez; por eso se han descartado los fenómenos
parapsicológicos, por no ser reproducibles a discreción). Por ejemplo, la caída
de un cuerpo puede ser observada tantas veces como se quiera y da lugar a
mediciones siempre idénticas de las que se puede deducir una ley general.
Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, la aplicación de este método
consigue maravillas en física. Así es como se descubren las leyes de la óptica
geométrica, la naturaleza ondulatoria de la luz, las leyes de la gravitación y de la
mecánica con Newton.
El siglo XIX es efectivamente el apogeo de la ciencia experimental. La
física reina como dueña absoluta sobre todas las ciencias. Se divide en tres
cuerpos doctrinales:
CLa termodinámica, que define las leyes de intercambio de energía y de
calor en el universo.
CLa mecánica, cuyas ecuaciones definen con una precisión casi absoluta
el movimiento de los cuerpos.
CLa electricidad y la óptica, que son expuestas en su forma más acabada
por James Clerck Maxwell, que condensa en las mismas ecuaciones todas las
leyes de la electricidad y del magnetismo, deduciendo la existencia de las ondas
electro-magnéticas de las que la luz -objeto de estudio de la óptica- es sólo una
parte. Se piensa entonces que la responsable de la propagación de la luz y de sus
ondas es la vibración de un medio hipotético, el éter.
La materia es escudriñada hasta en sus más mínimas partes: la noción de
átomo (la más ínfima parte de materia indivisible) aparece entonces,
empalmando con la tradición materialista de Demócrito. Es sin duda el ejemplo
más claro de la estrecha relación entre una concepción materialista de la
conciencia y de la realidad y el estudio Aobjetivo@, científico, del método
experimental.
En este final del siglo XIX, la física y la mecánica parecen ser unos
edificios tan acabados que un físico declara que ya no hay nada que descubrir y
que compadece a los físicos de las generaciones futuras.
Es entonces cuando aparecen grietas que comienzan a socavar estas
hermosas certezas:
La velocidad de la luz en el vacío no se adecua a las leyes de la mecánica.
Para explicar las leyes de la radiación, Max Planck (1858-1947) elabora
en 1900 la teoría de los quanta, según la cual los intercambios de energía entre
materia y radiación tienen lugar de forma discontinua por pequeñas cantidades o
quanta. Cada quantum de energía es igual a h x v, donde v es la frecuencia de la
27. 27
El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
radiación y h la constante de Plack (que mide una acción) y tiene una valor muy
pequeño. Todo esto viene a decir que existen átomos de energía, los quanta.
Casi en la misma época, el descubrimiento de la radioactividad,
ilustración de los azares de la experiencia y de su fructuosa explotación,
demuestra que los átomos son complejos. En los primeros años del siglo XX, se
elabora un modelo de átomo, parecido a un sistema solar en miniatura. Los
átomos están por tanto muy lejos de ser los pequeños objetos indivisibles que se
creía: pueden transformarse en otros átomos emitiendo partículas y radiación.
Einstein y la teoría de la relatividad
Para informar sobre el carácter anormal de la velocidad de la luz en el
vacío (300.000 ks/segundo), que sigue siendo la misma sea quien sea el
observador3, Einstein propone en 1905 su teoría de la relatividad restringida.
La teoría de la relatividad propone el principio de que todo es relativo. A
gran escala, es en definitiva la ilustración de esa paradoja que cada uno de
nosotros ha podido experimentar en algún momento: si estamos en un tren
inmóvil mientras otro tren en el andén vecino está en movimiento, tenemos
fugazmente la impresión de que es este último el que está inmóvil y que es
nuestro tren el que se desplaza.
La relatividad extiende esta constatación a todo nuestro universo. Según
ella, el tiempo y el espacio no son absolutos. Cada observador tiene su espacio y
su tiempo personal, sólo para él. Por ejemplo, si un observador mira el reloj que
lleva otro observador en movimiento, ve que este reloj se retrasa con relación al
suyo, y esto tanto más cuanto más se acerque a la de la luz la velocidad del que
lo lleva.
Lo mismo ocurre con las longitudes. Si un observador mira un
3. A partir de 1881 tuvo lugar la célebre experiencia de Michelson (y luego de
Morley) destinada a poner en evidencia el movimiento de la tierra con relación al éter, medio
hipotético que los físicos del siglo XIX suponían que era el soporte de las ondas
electromagnéticas y por tanto de la luz. Con relación al Sol, la Tierra se desplaza en su órbita
con una velocidad de 30 km/segundo. En seis meses de intervalo, esta velocidad se
transforma en una velocidad siempre de 30 km/segundo, pero en dirección opuesta. Si se
envía un rayo luminoso en la dirección L1, y seis meses después un rayo luminoso X en la
dirección L2, se debería observar entre las velocidades de los dos rayos luminosos una
diferencia de 60 km/segundo. Ahora bien, la experiencia óptica muy precisa de Michelson
demostró que no había ninguna diferencia. Einstein, admitiendo el resultado negativo de la
experiencia (influencia del método experimental), propuso en principio la constancia de la
velocidad de la luz, que en el vacío y con relación a todos los observadores, en cualquier
sentido, es siempre de 300000 km/segundo.
L1 ≈----------------------------------------≡- L2
O L2
28. 28
metropatrón desplazándose paralelamente a él a gran velocidad, encuentra que
su longitud ya no es de un metro sino más pequeña. Tiene la impresión de que el
metro se ha reducido. Hay una contracción de los cuerpos en movimiento, y esto
tanto más cuanto más se acerque a la velocidad de la luz. En el límite, la
longitud tendería hacia el cero. Ya no se observaría nada en absoluto.
Esos efectos de dilatación del tiempo y de contracción de las longitudes
son recíprocas porque el observador en movimiento verá igualmente atrasarse el
reloj del otro y reducirse las longitudes.
Este cambio del tiempo con una velocidad cercana a la de la luz ha
quedado perfectamente evidenciado a través de la clásica paradoja de Langevin
que un físico puso al día hace unos treinta años. Unos astronautas, a bordo de un
cohete movido a una velocidad inferior a la de la luz, alcanzaría en unos meses
las estrellas más cercanas de nuestra galaxia, en 21 años el centro de nuestra
galaxia situado a 27.000 años-luz y en 28 años la galaxia Andrómeda (un millón
y medio de años-luz) y volvería al cabo de 56 años, lo que ya es bastante lejano.
Pero durante este viaje, la Tierra, por su parte, habría envejecido 3 millones de
años. Es decir, que la teoría de la relatividad impone unos límites a todo sueño
de exploración y de conquista de la galaxia. Por otra parte, los autores de
ciencia-ficción, al describir sus aventuras intersiderales, tienen la precaución de
situarlas en un futuro lejano en el que este problema ya hubiera sido resuelto.
Abordamos aquí una cuestión totalmente esencial para la evolución de la
ciencia así como para el conocimiento del hombre y del universo. Según la
teoría de la relatividad, jamás podremos alcanzar, y a fortiori superar, la
velocidad de la luz. Esta imposibilidad es la que hoy cuestionan las más
recientes teorías de la física.
La relatividad establece algunos otros principios sumamente importantes.
CLa masa cambia con la velocidad.
CLa energía es equivalente a la masa de un cuerpo multiplicada por el
cuadrado de la velocidad de la luz. Es la famosa fórmula E=mc2 que repiten
todos los manuales de física y que es muchas veces todo lo que sabemos de la
relatividad.
CEinstein aplica luego su teoría a movimientos de cualquier velocidad y a
los fenómenos de gravitación. Encuentra una nueva ley de gravedad, de la que la
ley de Newton es sólo una aproximación. En esta teoría de la relatividad general,
todo sucede como si la masa de los astros deformase el espacio-tiempo, creando
una especie de depresión que atrae a todos los objetos que caen al fondo. Al
final, se prevé la existencia de agujeros negros cuando la depresión se cierra
sobre sí misma.
La aportación esencial de Einstein tiene que ver con que ha terminado con
el carácter absoluto del espacio y del tiempo. El verdadero marco de la
relatividad es el espacio-tiempo en 4 dimensiones, indicando el guión que no se
puede separar el espacio y el tiempo, y que todos los observadores dividen
arbitrariamente la realidad en espacio y en tiempo.
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
En el plano filosófico, la relatividad tiene por tanto una importancia
enorme: destruye los conceptos de espacio y tiempo, remueve los cimientos de
la realidad y del universo clásico.
La relatividad es sólo el primer paso de una gran conmoción de la física
en el siglo XX. Todavía no combate dos grandes principios que ella respeta: la
conservación de la energía y el principio de causalidad. Este último es sin duda
el más esencial para nuestra construcción de la realidad. Sólo su hundimiento
puede conducir a un cambio real de nuestra visión del universo.
El último ataque brusco y violento a esta visión clásica del universo
vendrá indirectamente de la teoría de la relatividad y más exactamente de la
naturaleza de la luz.
Resulta esencial saber de qué se compone la luz. Toda la óptica depende
de este problema. Ahora bien, el efecto fotoeléctrico, descubierto
experimentalmente, es inexplicable. Einstein tiene entonces la audaz idea de
aplicar a la luz la teoría de los quanta: la luz está formada por quanta de energía
(w = hv) llamados fotones. Había que atreverse con esta paradoja, porque con
ella bastaba. En efecto, al mismo tiempo, se descubre que la luz es a la vez una
onda y un conjunto de partículas. Según Ale dé@, aparecerá bajo su aspecto
corpuscular o su aspecto ondulatorio. Einstein lo justifica diciendo que se trata
de un aspecto complementario de la realidad.
Si se llega hasta el fin de esta idea, la luz tiene una doble realidad.
El tiempo y el espacio no son absolutos y he aquí ahora que la realidad es
doble, cambiante, evanescente a merced de las circunstancias. )Podría un poeta
haberlo dicho mejor?
Pero dado que la luz tiene una doble naturaleza, )quién nos dice que las
demás partículas no obedecen también al principio de complementariedad?
Louis de Broglie y la teoría de la
mecánica ondulatoria
Serán necesarios pocos años para dar el paso. Un joven fantasioso,
perteneciente a una de las familias más distinguidas de Francia, Louis de
Broglie, establece fácilmente la demostración en 1923.
La idea es de una gran simplicidad. Basta con extender el descubrimiento
de Einstein sobre el fotón a todas las partículas materiales.
Esta teoría de la mecánica ondulatoria demuestra que a toda partícula
material, como un electrón, un protón, puede ser asociada una onda.
La materia, las partículas, pueden según las circunstancias, aparecer bajo
un aspecto corpuscular o un aspecto ondulatorio.
Esta onda es representada por una cierta función ψ, cuyo estudio en los
años siguientes va a ser objeto de lo que se ha dado en llamar la mecánica
cuántica y la teoría cuántica de los campos.
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Las consecuencias de estas teorías son incalculables y todavía más
profundas que las de la relatividad, porque cambian profundamente nuestros
conceptos habituales de realidad y de conciencia.
La mecánica cuántica y
la teoría cuántica de los campos
En primer lugar, una partícula ya no es un objeto en el sentido normal de
la palabra. Puede ser a la vez onda y partícula, lo que es imposible a nuestra
escala, puesto que un objeto no puede ser a la vez una cosa y otra distinta. La
interpretación habitual de la función de onda psi es considerarla como que
representa la probabilidad de presencia de una partícula en un punto del espacio,
lo que quiere decir que un corpúsculo puede estar al mismo tiempo aquí y en
otra parte y no aquí o en otra parte.
El doble carácter ondulatorio y corpuscular que hay que admitir, se
presenta como dos aspectos complementarios de la realidad (principio de
complementariedad). Las relaciones de incertidumbre de Heisenberg demuestran
en especial que, si se determina con precisión la posición de una partícula, su
velocidad resulta completamente indeterminada, y recíprocamente.
En el campo de la medida y de la observación, resulta imposible
conservar la objetividad. En efecto, según la mecánica cuántica, una partícula
posee un gran número de estados posibles para las magnitudes físicas como la
energía, y está simultáneamente presente en cada uno de ellos. El que hace pasar
a la partícula a uno de los estados que la constituyen, y que será el efectivamente
observado, es el experimentador a través del acto de la observación y la
medición. Por tanto, sólo se puede conocer el resultado, cuando se hace la
medición. Hay una pareja inseparable compuesta de dos elementos, observador-partícula-
observada, que están en interacción. Existe solamente una probabilidad
de encontrar un estado durante una medición; en la siguiente, no se encontrará
necesariamente el mismo estado.
No se da una experiencia objetiva en este campo. Se ve aquí la diferencia
con las mediciones de la física clásica (incluimos en este cuadro a la física
relativista), cuyo carácter repetitivo permitía fundarse en resultados siempre
idénticos para elaborar leyes generales.
El descubrimiento de las antipartículas ha llevado a los teóricos a
examinar estados en los que no se conserva la energía y en los que el tiempo
puede invertirse. Por ejemplo, un positón (o positrón), que es un antielectrón,
puede ser considerado como un electrón negativo que remonta el curso del
tiempo, es decir que va del futuro al pasado. De ello resulta que el principio de
conservación de la energía de la física clásica y relativista ya no existe. El
principio de causalidad se viene abajo y es obligado pensar en dos tipos de
causalidad: la primera, que se llama macrocausalidad (porque afecta a los
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
acontecimientos a nuestra escala o a la del universo), en la que la causa es
siempre anterior al efecto, y la segunda, que se llama microcausalidad (que
afecta a los acontecimientos a una escala microscópica), en la que la causa es a
veces posterior al efecto como lo demuestra la mecánica cuántica.
*Niveles de realidad+
El concepto de realidad, cuyo carácter ambiguo ya habíamos señalado al
comienzo de este capítulo, no resiste al examen en el campo microfísico. Sería
preferible hablar de Aniveles de realidad@, expresión que presenta analogías con
los niveles de conciencia. Esta observación es tanto más importante cuanto que
muchos teóricos de la mecánica cuántica admiten que la conciencia del
experimentador interactúa y participa en la mediciones en microfísica, sin
concretar no obstante lo que es la conciencia.
La interpretación de las ecuaciones de la mecánica cuántica demuestra en
efecto que, si se hace caso omiso de cualquier observador, la función psi que
representa una o varias partículas corresponde no a una energía muy
determinada, sino a una serie de estados de energía muy numerosos y en
definitiva coexistentes. A cada estado de energía le está asignada una
probabilidad distinta de actualización. Lo mismo ocurre con todas las demás
magnitudes físicas que caracterizan la o las partículas.
Al hacer una medición experimental, es cuando el experimentador
provocará la aparición de la entidad Apartícula@, con una energía
correspondiente a uno de los valores posibles. No se puede prever cuál, pero se
puede calcular la probabilidad mayor o menor de aparición de ese valor.
Desde esta óptica, puede decirse que la conciencia del observador
participa en la experiencia. En efecto, es justo esta conciencia, si se admite su
existencia, la que por medio del cerebro del observador decide el momento y las
condiciones de la experiencia; hay que pensar por tanto en un sistema de
conciencia del observador-objeto cuántico observado, cuyas relaciones exactas
todavía no son conocidas.
Teorías cuánticas:
)hacia una negación de la realidad?
Las teorías cuánticas han planteado algunas paradojas, como la célebre
EPR (Einstein-Podolski-Rosen) presentada por Einstein algo antes de la
Segunda Guerra mundial, que debía demostrar según él que la mecánica
cuántica desembocaba en una contradicción lógica. Ahora bien, una experiencia
reciente, la del físico Aspect, de la universidad de Orsay, ha demostrado que la
mecánica cuántica tenía razón contra Einstein.
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En esta experiencia, se producen fotones *correlacionados+ por medio de
una cascada atómica. Se tienen en cuenta dos fotones así producidos
propagándose en dos direcciones opuestas. Cuando están separados unos quince
metros, dos de los observadores hacen una medición de una de las magnitudes
físicas que caracterizan a los fotones: se trata en concreto de una magnitud
llamada *spin+, que corresponde en nuestra escala con el fenómeno de
polarización de la luz.
Existe no un spin determinado, sino una serie de estados de spin, teniendo
cada uno cierta probabilidad de actualización. Sólo en el momento de la
medición será medido un valor spin, aunque no se sabe cuál. Ahora bien, se
constata que los valores de los spins de dos fotones están en correlación, cosa
que habían previsto las ecuaciones de la mecánica cuántica.
En realidad, esto es bastante sorprendente. Todo sucede como si uno de
los fotones conociese el valor actualizado del spin del otro y se las arreglase para
hacer que aparezca uno de sus propios valores de spin que esté en correlación
con el del primer fotón.
Las consecuencias son enormes. Algunos físicos no dudan en hablar de
no-separabilidad, es decir que la separación espacial no existiría y sería una
construcción de nuestro cerebro. Así, en el caso de dos fotones, las distancia de
quince metros que los separa sería una ilusión, una apariencia, puesto que se
comportan como si su distancia fuese nula.
Otros hablan de variables ocultas y algunos llegan incluso a pensar que el
mundo físico no es real y que se da a la vez no-separabilidad y no-realidad.
Más allá de los límites del método experimental
Actualmente, la física se caracteriza por algunos hechos esenciales que
cuestionan fundamentalmente la noción de realidad tal como se nos ha descrito
por el método científico de aprehensión de lo real, es decir el método
experimental.
CLa relatividad del tiempo y del espacio.
CEl aspecto complementario de la realidad ondas-corpúsculos.
CEl número enorme de partículas. Se puede decir en efecto -y se ha
repetido muchas veces- que la física actual es la física de las partículas. Se
encuentran nuevas continuamente con la ayuda de grande aceleradores que
poseen la mayoría de las naciones europeas y Estados Unidos4. Partículas que se
creía que eran fundamentales se muestran complejas. Así se dijo, en un
principio, que el átomo era la parte más pequeña de la materia, luego se
demostró que estaba formado de protones y neutrones. Los mismos protones
4. En Europa, las investigaciones se centran en Ginebra en el CERN (Centro europeo
de investigaciones nucleares).
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
están compuestos de quarks y nada asegura que el quark no resulte de la suma
de otras entidades. La noción de partícula fundamental se desvanece por tanto y
se reafirma el carácter evanescente de la realidad microfísica.
CLa desaparición de la noción de objeto a nivel cuántico.
CLa incertidumbre del principio de causalidad, respetado en nuestro
universo, pero fracasado en el universo microscópico, donde aparece la idea de
interacción de la conciencia.
CEl cuestionamiento de la realidad.
Tendríamos derecho entonces a concluir en un relativo fracaso del método
experimental en la definición de lo real, porque las conclusiones a las que llega
(no-realidad, acción de la conciencia) están en contradicción con sus mismos
principios. Esta vía de acercamiento a lo real podría compararse con un cedazo
muy grueso que deja escapar partículas muy pequeñas de lo real, pero no son
menos importantes.
A la intromisión inquietante de la conciencia en la física puntera se añade
otra intromisión, mucho más natural en apariencia, pero cuyas consecuencias
están lejos sin embargo de ser neutras: la de la información.
La información está íntimamente ligada a la noción de entropía. La
entropía ya había sido introducida en la termodinámica por los físicos del siglo
XIX. Es una magnitud muy abstracta que ha adquirido luego su verdadera
significación al considerar conjuntos de moléculas. Puede suceder que en una
sociedad de moléculas exista cierto orden. Por ejemplo, las moléculas que tienen
mucha energía se encuentran todas, unas al lado de otras, en cierto punto del
espacio, mientas que las que tienen poca energía ocupan otro punto. Se da aquí
una estructura de orden manifiesta.
Si se piensa que este conjunto de moléculas está aislado, se producirá una
evolución que será siempre la misma: las moléculas que tienen mucha energía
cederán una parte de su energía a las que tienen menos, y al final no habrá sino
una sola región del espacio donde todas las moléculas estarán reunidas y
animadas por la misma energía media. Se ha pasado por tanto de una estructura
de orden a otra de desorden.
Se expresará este hecho diciendo que la entropía de un sistema aislado
aumenta constantemente. Como, en definitiva, el universo puede considerarse
como un sistema aislado, su entropía aumentará constantemente, es decir
evolucionará siempre desde una estructura de orden hacia otra de desorden, sin
poder pasar nunca por el mismo estado.
En estas condiciones, )cómo se introduce la noción de información?
Tenemos que hablar aquí del demonio de Maxwell.
El demonio de Maxwell
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Maxwell imaginaba un estado de desorden completo donde las moléculas
con mucha energía estaban mezcladas con las desprovistas de ella. Es imposible
en estas condiciones volver a la estructura de orden, de la que antes hablábamos,
pues no se puede volver a pasar por el mismo estado. Maxwell supone entonces
la existencia de una criatura sobrenatural que él llama demonio. A este diablo, le
da la consigna de reparar las moléculas poniendo a un lado las que tienen mucha
energía y a otro lado las que están desprovistas de ella. El demonio, diablo listo,
está de acuerdo pero pide ver las moléculas. Para esto, se le da una antorcha
eléctrica; entonces realiza su trabajo diabólico.
Esto puede requerir mucho tiempo, pero el tiempo no cuenta para un
demonio. Al final, ha restablecido por tanto una estructura de orden y se dirá que
la entropía ha disminuido. Pero si ha podido conseguir este resultado, es porque
tenía información sobre las moléculas, en este caso gracias a la antorcha que se
le había otorgado.
Se puede concluir de esto que tener información equivale a restablecer
estructuras de orden, y se llega a la siguiente equivalencia matemática:
información = entropía negativa = antientropía. Poseer la información viene a
ser la posibilidad de frenar el desorden, de impedirle establecerse como dueño,
de restablecer una estructura de orden.
Tomemos como ejemplo los seres vivos, estructuras de orden
características por estar formadas de órganos, formados por células, compuestos
de moléculas. Si existiese el único principio del aumento de la entropía, los seres
vivos no podrían mantenerse con vida, porque el desorden y la desagregación se
instalarían con mucha rapidez. Pero todo sucede como si en el interior de los
organismos existieran miles de millones de demonios de Maxwell que son
advertidos en cada momento, por medio del sistema nervioso, de tal o cual
aumento local de la entropía. Reciben por tanto una información y con la ayuda
de ésta, siempre a través del sistema nervioso, van a detener el aumento de la
entropía.
Por ejemplo, el hombre tiene una temperatura constante de 371 C, pero
varias causas (el frío, el calor...) tienden a hacer variar esta temperatura. Los
sistemas reguladores reciben información y en el caso de una elevación de la
temperatura van a actuar provocando una evaporación cutánea que producirá
frío y restablecerá la temperatura normal. Desgraciadamente, estos efectos no
son eternos y es finalmente la entropía la que tiene la última palabra, puesto que
el envejecimiento puede ser considerado como la instalación del desorden,
siendo la muerte el último estadio.
La información: factor esencial
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
en el acercamiento a lo real
El lector se preguntará tal vez: )qué es esa la información, que ahora se
sabe medir como la energía?
A esto podemos responder como Norbert Wiener, uno de los pioneros en
este campo: *La información es la información+. Claramente, esta frase
significa que, como la energía, la información es una entidad primordial que
tiene la capacidad de tomar diversas formas, pero que no se puede definir. Esta
intromisión de la información es esencial para el progreso de la ciencia y se sitúa
en el límite de las dos vías de acceso a lo real.
En efecto, la búsqueda de información para ordenar el universo está en el
origen del método científico. Pero no es menos cierta, para la segunda vía de
acceso a lo real, la vía llamada irracional, que se funda en la exaltación de los
estados de conciencia y de las sensaciones.
Esta vía trata de recoger la información en estado bruto, sin imponerle las
transformaciones lógicas y racionales que nuestro cerebro suele hacer sufrir a lo
real para construirlo.
Desde hace siglos, se conocen las *experiencias+ de los grandes místicos
de todas las religiones, de los yoguis de la India. Estos seres excepcionales
parecen penetrar en lo real de una manera desconocida e inaccesible al común
de los mortales, parecen haber experimentado sensaciones, niveles de conciencia
que se suelen designar con la palabra éxtasis (lo que etimológicamente evoca
una salida fuera de sí, es decir fuera del cuerpo o de la conciencia). Se sabe que
el resultado de sus exploraciones lleva a un profundo cambio de su personalidad.
Algunos han podido ver en ello un método de acceso salvaje a la realidad,
pero es más bien la realidad científica la que es salvaje, puesto que procede
esencialmente por análisis, es decir etimológicamente por la disolución, la
separación, la destrucción de los diversos elementos de lo real, lo que es
artificial. Por el contrario, la vía mística capta lo real en su totalidad sin destruir
ni separar, por una especie de síntesis.
Desde hace algunas décadas, los neurofisiólogos se vienen interesando
por estos problemas de conciencia alterada o de niveles de meditación profunda
con la ayuda del electro-encefalograma o del escáner, y han observado cambios
fisiológicos, en especial en los ritmos eléctricos del cerebro (ondas alfa) durante
la meditación profunda.
Los psicofarmacólogos, a través del estudio experimental de algunas
drogas como el LSD o la mescalina, han llegado a reproducir estados alterados
de conciencia, que recuerdan a veces el éxtasis de los místicos.
Se podrían relacionar con este método distinto de exploración de lo real
ciertos ensayos de algunos grandes artistas inspirados (Liszt, Bach, Picasso).
Algunas de sus obras producen en nosotros una impresión indecible que nos
hace pensar que han alcanzado otros niveles, y que su visión del exterior se
confunde con la del espacio interior.
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Hay que destacar por otra parte que el marco de la realidad, tal como
queda trazado por la mecánica cuántica, parece muchas veces más loco e
irracional que las visiones místicas o las artísticas.
Desgraciadamente, tales estados son cosa de seres excepcionales. Sus
experiencias son inexplicables e incomunicables, en forma de información, para
la mayoría de los seres humanos.
Pero hay algunos fenómenos que todos podemos experimentar. Estos
fenómenos entran en el ámbito de la segunda vía de acceso a lo real, porque
privilegian las relaciones *irracionales+ entre los acontecimientos. Queremos
hablar aquí de lo que se llama comúnmente coincidencias.
Información y coincidencias:
la serialidad de Kammerer
Parece que es un hombre de ciencia, Kammerer, el primero que ha
estudiado sistemáticamente estos fenómenos. Hay que destacar que el término
*coincidencia+ se aplica en este caso a acontecimientos que aparecen
agrupados en un lapso de tiempo relativamente breve, que tienen ciertamente
relaciones de semejanza aunque no de significación y no están vinculados
causalmente. He aquí un ejemplo tomado de Kammerer, que ha llevado durante
veinte años un diario de coincidencias.
Cuenta que el 4 de noviembre de 1910 su cuñado va a un concierto en el
que tiene el asiento número 9 y el ticket del vestuario número 9. Al día
siguiente, el mismo cuñado vuelve a un concierto en el que le asignan el asiento
número 21 y el vestuario número 21.
Tomemos otro ejemplo, más complejo, tomado también de Kammerer,
cuya protagonista es su propia esposa. Esta última lee las aventuras de la Señora
Rohan, personaje de novela. En el tranvía ve a un hombre que se parece a su
amigo el príncipe Joseph Rohan. Por la tarde, el príncipe Rohan viene a ver a
Kammerer y a su esposa de improviso. Además, en el tranvía ella oye que
alguien pregunta al pseudo-Rohan si conoce la aldea de Weissenbach-sur-
Attersee y si sería un lugar agradable para las vacaciones. Al bajar del tranvía,
entra en una charcutería en la que el dependiente le pregunta si conoce
Weissenbach-sur-Attersee adonde tiene que enviar un paquete.
Es evidente que el cálculo de probabilidades demostraría que tales
fenómenos no tienen prácticamente ninguna posibilidad de de producirse. Por
otra parte, estos fenómenos hacen un llamamiento a la conciencia del sujeto
enfrentada a estas coincidencias y tienen un valor eminentemente subjetivo.
Kammerer veía en este tipo de fenómenos, llamados por él *serialidad+,
un principio universal de la naturaleza que se manifiesta de una manera
independiente de la causalidad. Para él, las leyes de la serialidad serían tan
fundamentales como las de la física. Además, las coincidencias aisladas serían
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El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.
sólo las señales visibles de un iceberg insospechado, porque toda nuestra
educación nos lleva a fijarnos sólo en la causalidad despreciando la serialidad.
Durante sus observaciones, Kammerer evidenció fenómenos típicos de
ensambladura bien conocidos por estadísticos, jugadores, y compañías de
seguros.
Para Kammerer, existe en el universo, coexistiendo con la causalidad, un
principio no causal que tiende a realizar la unidad. Esta ley desconocida puede
compararse con los fenómenos de gravitación en física, donde hay atracción de
masas sin discriminación. Existiría por tanto una verdadera fuerza de serialidad,
la análoga un poco de la fuerza de gravitación, pero que actuaría selectivamente
sobre la forma y la función, para reunir a los semejantes en el espacio y el
tiempo. Actuaría enlazando afinidades.
Jung y la teoría de la sincronicidad
Carl Gustav Jung, médico y psicólogo suizo que destacó en toda la
primera mitad del siglo XX, fue uno de los primeros en reconocer la aportación
de Freud pero también el primer disidente del movimiento psicoanalítico.
Introdujo, más allá del inconsciente individual estudiado por Freud, un
inconsciente colectivo (o psique objetiva), estratificación de las experiencias
milenarias de la humanidad y que se expresa a través de un pequeño número de
temas privilegiados, los arquetipos, que constituyen la sustancia de los seres.
A finales de los años 20, Jung descubre el Yi-king, sistema adivinatorio
chino introducido en Occidente por el pastor y misionero Richar Wilhem. Este
descubrimiento cambia completamente sus concepciones y su vida.
En 1930, en un discurso pronunciado en homenaje a este mismo Richard
Wilhem que acaba de morir, Jung declara: *La ciencia del Yi-king se funda no
en el principio de causalidad, sino sobre un principio no denominado hasta
ahora, porque no aparece entre nosotros, al que yo he dado, provisionalmente, el
nombre de principio de sincronicidad+.
Jung dedicó gran parte del final de su vida a tratar de construir una teoría
de la sincronicidad. El resultado de ello fue una obra importante, escrita en 1952
con el físico y premio Nobel Wolfgang Pauli: Naturverklarung und Psyche5.
Antes de dar una definición de la sincronicidad, quisiéramos recordar los
principios filosóficos que sirven de base al Yi-king, los cuales influyeron tan
profundamente en las concepciones de Jung. El Yi-king es un sistema
adivinatorio, varias veces milenario, venido de China. Consiste en la
interpretación de hexagramas, figuras que llevan seis rasgos completos o rotos,
obtenidos después de una manipulación de cincuenta juncos de aquilea. Este
sistema adivinatorio, puesto a punto en el curso de los siglos, dio lugar a la
5. Para una interpretación de la Naturaleza y del Espíritu.
38. 38
publicación del Livre des transformations, que aporta un comentario filosófico a
cada hexagrama, del que el consultante saca una respuesta a la pregunta que hizo
al Yi-king.
Reflejo de la sabiduría china, el Yi-king se funda en dos principios:
CEl primero es el de la eterna e incesante transformación: el universo,
repartido entre las dos fuerzas contradictorias del yin (principio femenino y
pasivo) y del yang (principio masculino y racional), evoluciona
permanentemente.
CEl segundo es la doctrina fundamental de las ideas. Todo lo que
sobrevive en el mundo visible es el efecto de una *imagen+, de un mundo
invisible. Por consiguiente, todo fenómeno visible no es, por decirlo así, sino
una copia de un acontecimiento suprasensible. Esta copia es, desde el punto de
vista del desarrollo temporal, posterior al acontecimiento suprasensible que ella
refleja.
Se ve la similitud entre esta doctrina y las ideas platónicas, que por otra
parte tanto influyeron en Jung cuando elaboró los conceptos de arquetipo y de
inconsciente colectivo.
El modo de funcionamiento del Yi-king y los conceptos filosóficos que le
sirven de base llevaron a Jung a preguntarse por la existencia de un principio
general de causalidad, que llamó sincronicidad. En una de sus últimas obras, Les
Racines de la conscience (1971), Jung da una definición del concepto de
sincronicidad y de acontecimientos sincrónicos:
*Concurrencia simultánea de dos acontecimientos unidos por el sentido y
no por la causa+ (p. 441), o también *coincidencia en el tiempo de dos
acontecimiento o más no relacionados causalmente y que tienen un sentido
idéntico o parecido+ (p. 571), *de igual importancia que la causalidad como
principio de explicación+.
En un estudio reciente y destacado sobre la sincronicidad6, Michel
Cazenave concreta esta definición muy general refiriéndose a la obra que escribe
Jung en colaboración con Pauli: *Partiendo de su experiencia clínica, Jung
definió en su tiempo la sincronicidad a dos niveles distintos: hace notar en
primer lugar fenómenos de sincronicidad que él encuentra con frecuencia en su
propia práctica, fenómenos que consisten en el encuentro, portador de un sentido
privilegiado para los sujetos que los viven, de un estado psíquico determinado
con un acontecimiento físico exterior y objetivo, o bien de un estado psíquico
interior con un acontecimiento situado fuera del campo de percepción
normalmente posible de la persona (podemos pensar por ejemplo en la famosa
visión por Swedenborg7 del incendio de Estocolmo, que cuenta Manuel Kant en
los Sueños de un visionario), o finalmente en la coincidencia de un estado
psíquico con un estado futuro que todavía no existe, que está alejado en el
6. La synchronicité, l'àme et la science, Payot, 1984.
7. Swedenborg, Emmanuel, 1688-1772. Matemático y filósofo sueco muy conocido. A
partir de 1743, tiene visiones y declara que está en relación con el mundo espiritual. Teósofo.