1. Salida de Carnaval
09 de Febrero de 2013
Nota del autor de la presente crónica: Todas aquellas irregularidades e infracciones del actual código de circulación vigente
que aparecen el siguiente texto son fruto de la imaginación y del buen hacer del cronista y no corresponden con la realidad.
En ningún momento ha sucedido nada de lo aquí descrito ni los personajes aquí mencionados están inspirados en personas
conocidas. Si en cualquier caso o duda, algún magistrado o funcionario del orden, fiscal, juez, mosso d’esquadra o persona
de buena voluntad, leyendo lo aquí acontecido, pretendiese denunciar todas y cada una de las infracciones cometidas, todo,
absolutamente todo será negado una y mil veces y jamás de los jamases se reconocerá ninguna semejanza con la realidad…
aunque uno fuese torturado o tentado con un vergel de bellas mujeres…
Amaneció la mañana de Carnaval con un radiante sol y con un frío de cojones, para qué
negarlo. Pero si en Barcelona hacía frío, en el punto de encuentro de la gasolinera de la salida
de la Meridiana el frío ya era de categoría criminal, peor imposible. Por mucho que se hubiese
quedado a las nueve y media en ese punto de Cataluña existe un microclima que los de
Nathional geographic deberían estudiar a fondo.
A las nueve en punto y disfrazado de una auténtica morcilla de burgos me presenté puntual
frente al GranVía 2. Acto seguido apareció Motero nº 1 y con un breve saludo nos fuimos en
busca de la ronda de dalt. Cuando llegamos al punto de encuentro ya se encontraban allí
Motero nº 2 y Motero nº 3, a quien no conocía. Motero nº 1 y yo descendimos de nuestras
burras bastante congelados y como buenamente pudimos nos saludamos los cuatro. Después
apareció Motero nº 4 con su inmaculada y flamante moto. Y poco después Motero nº 5 y
Motero nº 6, a quien tampoco conocía. Mientras estábamos admirando las llantas de la moto
de Motero nº 4 aparecieron Motero nº 7 y segundos después Motero nº 8, quien nos comentó
que a su amigo Motero nº 9 se le habían pegado las sábanas y que, después de esperarlo
pacientemente, había optado por dejarlo disfrutar de los efluvios del gran morfeo.
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2. Ya estábamos todos, sólo faltaba recoger a Motero nº 10 en el punto de recogida de siempre.
(Creo que fue Motero nº 1 quien posteriormente comentó que el grupo podría llamarse los
“GuaGua” pues alguien propuso que la próxima vez se fuera recogiendo a cada uno desde sus
respectivos domicilios. La propuesta no prosperó pero si produjo sonoras carcajadas). Poco
antes de ponernos en marcha definitivamente a Motero nº 8 la pata de cabra le jugó una mala
pasada y a punto estuvo de tirar su moto sobre la de Motero nº 7 y ésta caer en cadena sobre
el resto. Un verdadero drama que quedó en un simple susto ya que cuando la moto estaba
cayendo, cuatro o cinco de los allí reunidos saltaron como ágiles gatos e impidieron la
catástrofe por milésimas de segundo. Lástima no haber captado el momento para la
posteridad.
Pasado el susto los nueve nos pusimos en marcha y, la verdad, nos costó bastante
incorporarnos a la ruta debido al intenso tráfico que huía de la gran urbe. Motero nº 5 abría el
grupo y yo lo cerraba. La verdad es que era impresionante ver la larga fila de motos. En dicho
momento lamenté no haber colocado la cámara on board. Pero a duras penas podía darle al
gas con las manos congeladas, así que me limité a disfrutar de la ruta y del espectáculo que
ofrecíamos cual sinuosa y sexy serpiente acechando a su presa. En algún momento veía como
los enlatados pegaban sus narices en los cristales viendo como los adelantábamos no una, sino
nueve veces.
Dejamos atrás Montcada y tranquilamente atravesamos Mollet hasta llegar al punto de
encuentro en donde nos esperaba Motero nº 10 con el motor en marcha. Ni siquiera nos
detuvimos, Motero nº 10 se unió al grupo y los diez moteros entramos en Caldes creando un
verdadero espectáculo y atrayendo miradas y comentarios de los lugareños. De Caldes nos
fuimos hasta Setmenat por una carretera auténticamente ratonera y enlazamos con mil y una
rotondas en lo que pretendía ser la expansión urbanística y que se quedó en nada de Castellar
del Vallés. Incongruencias del boom inmobiliario, de la especulación y la posible corrupción tan
en boga en la actualidad.
Al intentar incorporarnos a la carretera principal de Castellar, la que va de Sabadell a Sant
Llorençs, me di cuenta de que ya la habíamos liado al incorporarnos a la carretera principal
saltándonos una indicación de paso obligado. Que lo hiciese una moto o dos entra dentro de lo
discreto, pero hasta diez veces ya comienza a atraer la vista sobre tan nutrido grupo. Por
fortuna los Dioses estaban aliados con nosotros y todo quedó en mera anécdota. Intentando
salir de Castellar y sus interminables semáforos el grupo se cortó y Motero nº 6, Motero nº 8 y
yo nos quedamos cortados y esperamos pacientemente hasta que la luz verde nos permitiese
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3. reanudar nuestro trayecto. Una vez reanudado vimos cómo nos esperaban el resto de
compañeros. No sería la única ni la última vez que sucedería a lo largo de la mañana motera.
De Castellar salimos dirección a Terrassa pasando por el imponente Parque Natural de Sant
Llorençs. Entre tanta sinuosa carretera de curvas, algún que otro ciclista y demás vehículos el
grupo se juntaba y se separaba sin mayor complicación. De repente entramos en Terrassa por
el norte y no sé cómo ni de dónde apareció una solitaria autopista-autovía que no llevaba a
ninguna parte. Por lo menos esa fue la impresión que me dio. Y después de tanta curva y
ninguna circulación me hubiese apetecido darle un poco al puño gas, pero con sabia decisión
ninguno del grupo estaba por la labor, así que seguí viendo el espectáculo de mis nueve
compañeros en santa y larga procesión.
Dejado atrás Terrassa continuamos con mucho más curvas con dirección a Viladecavall. Y creo
que poco antes de llegar a Olesa de Montserrat, Motero nº 7 se llevó un buen susto. Susto que
también nos llevamos los que íbamos tras él porque vimos perfectamente el peligro de lo que
sucedió y no lo entendimos hasta que más tarde él mismo nos lo explicó. Adelantando a una
furgoneta sin en apariencia mayor complejidad, de repente y justo cuando la sobrepasó
Motero nº 7 frenó de golpe y se fue, milagrosamente al lado derecho del inexistente arcén y se
quedó parado por completo. La furgoneta no se lo comió de milagro porque pudo esquivarlo
invadiendo el sentido contrario dos segundos antes de que apareciese otro coche de frente.
Realmente fue de pelos… Posteriormente Motero nº 7 nos comentó que al adelantar al
vehículo, el sol o un destello del parabrisas no le dejaron ver la siguiente curva, que se la tragó
literalmente y que optó por apartarse bruscamente llegando al extremo de calar el motor.
Realmente espeluznante que, por suerte o por la divina providencia que nos protege siempre a
los moteros, no pasó de ser un gran susto.
Creo que Motero nº 1, Motero nº 2 y yo nos detuvimos detrás de Motero nº 7 y como yo era
quien cerraba el grupo y recordaba que hacía poco un audi oscuro nos había dejado adelantar
cortésmente unas curvas antes, estaba pendiente de que nos diese tiempo a continuar la ruta
antes de que nos engullesen por detrás. Dos segundos más tarde que parecieron una
eternidad volvíamos a estar en marcha en busca del resto del grupo, quienes pacientemente
nos esperaban un poco más adelante.
Después de tanta curva, de tantas capas de abrigo que llevaba y de un más que vacío
estómago y de que el sol hubiese comenzado a subir la temperatura ambiente sufrí una
auténtica lipotimia. Porque tenía el estómago vacío, de lo contrario hubiese echado la de San
Quintín en marcha. Todo, absolutamente todo me sobraba. No podía con la moto y comencé a
sudar como un pollo en el matadero. Tampoco podía detenerme porque era el último del
grupo. Ya en Olessa y entre rotonda y rotonda abrí el casco y fui pisando huevos e intentando
refrescar mi castigado cuerpo. Por suerte Motero nº 1 se había quedado rezagado y me pegué
como una lapa a él para intentar continuar con la ruta. Recuerdo como Motero nº 3 venía a
nuestro encuentro al igual que hizo Motero nº 5 unos kilómetros antes. La verdad es que
perderse era imposible a pesar de ser tantos.
Pero sucedió lo que tenía que suceder, algo tan irreal y que no volverá a suceder nunca más.
Resulta que el grupo llegó desperdigado a una rotonda y el caos se produjo en menos de lo
que canta un gallo. Recuerdo a un componente del grupo detenido en medio de la rotonda,
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4. otros dos también detenidos en la primera salida y un cuarto esperando bastante más lejos en
la segunda o tercera salida. Realmente ni puedo recordar cómo fue exactamente ni quiénes
eran los que allí estaban parados esperando. Lo que sí recuerdo es cómo seguíamos a Motero
nº 5, Motero nº 2, Motero nº 1 y yo. Motero nº 5 ante tal situación dudó en plena rotonda y
nos transmitió a los que le seguíamos su incertidumbre. Para mejorar la estampa Motero nº 2
optó por coger la segunda salida y como vio que Motero nº 5 optaba por dar la vuelta a la
rotonda cual noria, intuyó que tenía que seguirle y empezó a hacer maniobras en el carril
contrario de la segunda salida mientras Motero nº 1 y yo nos deteníamos en la misma salida
de la rotonda. El espectáculo fue tan irreal que para darle más emoción una patrulla de la
autoridad (no diré qué tipo de autoridad fue para no dar pistas, léase el comienzo de esta
humilde crónica) asistió impasible en la última salida que nos faltaba por invadir. Podían
habernos empapelados a todos y, seguramente, hubiésemos salido en todos los noticiarios de
las televisiones y dicha patrulla habría sido condecorada con las máximas distinciones
corporativas. Pero no fue así, ni mucho menos. Cuando comentamos la jugada mientras
almorzábamos, entre otras teorías y muchas risas por el final feliz de tamaña metedura de
pata colectiva, dedujimos que la acción dentro del vehículo bien pudiera haberse desarrollado
como sigue…
-¿Ha visto eso, mi sargento?
Pero el sargento, con más galones por experiencia que por efectividad, y pensando en el
mucho trabajo que supondría empapelar a esos energúmenos y torpes moteros a los que se
les ocurre infringir mil y una normas de circulación justo delante de los representantes de la
autoridad y el orden, que era Carnaval y que le podrían dar las campanadas empapelando a
tanto motero respondió con serenidad…
-No hemos visto absolutamente nada, cabo… Por favor, continúe recto y no deje de mirar el
asfalto, que por lo menos está libre de tanto motero inepto… Y si nos preguntan algo,
ignórelos…
Y más o menos así fue como sucedió posiblemente el embrollo motero más absurdo que yo
haya tenido el gusto de ver en vivo y en directo. Una gran anécdota que será difícil olvidar.
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5. La fatídica rotonda en donde se desarrollaron los hechos
Una vez reagrupados y yendo por el camino correcto la cosa comenzó a animarse. Tampoco sé
realmente que sucedió pero mis tripas rugían más que los cuatro cilindros que llevaba entre las
piernas. Aunque me había recuperado de la lipotimia necesitaba urgentemente comer algo.
Así que comencé a adelantar a los compañeros de aventura para dirigirme a la cabeza del
pelotón para preguntar si quedaba mucho trayecto. Pero cometí un fallo, en moto las cosas no
funcionan como en ciclismo. En ciclismo la maniobra es más o menos es fácil, en moto en
absoluto. Cuando llegué a la altura de Motero nº 5 el azar o la alineación de los astros o,
simplemente, una buena carretera provocó que el misil tierra-aire que llevaba Motero nº 5 se
activase y el ritmo se avivó tanto que el grupo de disgregó. Hubo momentos en los que
realmente creía que no lo podía seguir, y efectivamente no podía seguir su ritmo, que era muy
pero que muy alto. Por el retrovisor sólo pude ver en un segundo como sólo nos seguía
Motero nº 6 y creo que yo le estaba haciendo tapón. En un momento Motero nº 5 bajó el
régimen y aproveché para preguntarle si quedaba mucho. Y me respondió que ya casi
habíamos llegado a nuestro destino, las Cavas en donde teníamos mesa reservada para
almorzar.
Motero nº 6 pasó a comandar el grupo que poco a poco volvió a reunirse y Motero nº 5 fue
esperando a los rezagados. En nada fuimos llegando a las Cavas en donde tan bien almorzamos
y mejor estuvimos disponiendo todo un salón entero para nosotros. Nos deleitamos con
calçots, butifarras con mongetes, escalibada, alcachofas asadas, buen cava y mejor
conversación y muchas risas. Cuando ya habíamos comenzado a dar cuenta de tan merecido
premio apareció Motero nº 8 con su amigo Motero nº 9 al que recogió en un momento de la
ruta y que, por razones obvias, no tengo controlado en esta humilde crónica.
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8. Y una vez saciados y relajados y poco antes de que nuestro pequeño paraíso fuese violado por
el resto de los mortales amantes dels calçots, decidimos poner punto y seguido a nuestra ruta
matutina. Al salir al exterior vimos cómo algunos aficionados estaban admirando nuestras
motos y nosotros comenzamos a admirar la majestuosa Gold Wing, realmente impresionante.
Hicimos la foto de grupo (que espero que alguien tenga la amabilidad de pasarme para
incluirla en la crónica) y nos pusimos en marcha en busca de la carretera nacional 340. La larga
fila de once motos serpenteó hasta que llegamos al cruce en donde Motero nº 1 y un servidor
se despidieron del resto de compañeros. Nosotros optamos por ir por el pequeño puerto del
Ordal para llegar antes a casa y el resto fue en busca del Vendrell y de algunos kilómetros más
que saborear antes de regresar cada uno a sus respectivos hogares.
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11. Y así queda reflejado tal y cómo fue una salida motera en un día de Carnaval del año 2013, que
comenzó con frío de cojones y que terminó con un día espectacular para montar y disfrutar en
moto, del buen comer, del exquisito trato de unos buenos amigos y con muchas y variadas
anécdotas que recordar…
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