Leyenda popular sobre el origen y culto a la deidad del cerrito de hueyamalucan contada en tres versiones distintas por lugareños.
Visite: www.lamarquesa.migueb.com
Ampliación de Red de Postes y Cableado Eléctrico La Marquesa 2011.
Leyendas del Cerrito de Hueyamalucan - Carlos Eduardo Linares Romero
1. LEYENDA
DEL CERRITO DE HUEYAMALUCAN
Corría el año de 1662, una persona de nombre Juan del cuál no se refiere su apellido, se
dedicaba a hacer cintas de madera como parte de su trabajo o labor cotidianos cerca del
cerrito que hoy conocemos como Cerrito de Hueyamalucan, en la parte media entre el
cerrito y la planicie de llanos que rodean a este cerrito (La Tula). En ese tiempo existía un
pequeño laguito. Mientras laboraba, se le apareció una persona de color de piel güerita con
cabello largo y bien vestida a diferencia del leñador de nombre Juan cuyo aspecto era un
poco más humilde. Esta persona se dirigió a Juan llamándole hijo y en un tono muy cortés
le preguntó ¿qué haces? Una vez que éste le explicó lo que trabajaba, la persona de aspecto
o piel blanca le pidió que le hiciera un favor, le dijo: “Hijo, quiero que me hagas un favor,
quiero que mañana me prepares una comida para poder comer aquí en este mismo lugar
junto contigo”, la persona de nombre Juan, le dijo a su vez: “¡cómo no señor!, ¿qué quiere
que le prepare?, el señor de aspecto bien vestido le precisó: “mata y prepárame, si puedes,
una gallinita y nos vemos aquí mañana para comer”.
Al día siguiente, el leñador siguiendo los deseos de esta persona, se presentó en el mismo
lugar con lo que le habían pedido para poder comer sin saber la hora exacta en que éste
llegaría pues no lo habían acordado. Mientras pensaba eso, la persona de aspecto bien
vestida o piel güerita, se le apareció a sus espaldas y le preguntó si había traído lo que le
había pedido. El leñador de nombre Juan le dijo: “sí señor aquí está lo que me pediste”.
Una vez hecho esto, el señor de piel güerita hizo una oración para bendecir esos alimentos
y comieron. Y una vez terminado de comer, ambos agradecieron nuevamente en oración a
Dios por haber sido alimentados.
Después de comer, esta persona de aspecto y buen semblante le dijo nuevamente a Juan:
“Hijo, ahora te quiero pedir otro favor, quiero que por favor me construyas una chocita de
madera en lo alto de este cerrito” Juan le respondió: “¡Sí señor!, ¡cómo no!”. Juan
construyó la chocita sin que se le estimara o sugiriera un tiempo de inicio, plazo, o fin de la
construcción de esta chocita. Y una vez que éste la terminó de construir, hubo un encuentro
nuevamente entre ambos para subir y ver cómo había quedado la chocita en lo alto del
cerrito. Al observar cómo había quedado la chocita, la persona de aspecto y buen semblante
dijo a Juan: “te quedó muy bien” “esta muy bonita” y preguntó nuevamente a Juan:
“¿conoces a alguien del pueblo que sepa de carpintería?, Juan dijo que sí, entonces el
señor de buen semblante le dijo que le pidiera por favor a esta persona que construyera una
cruz de forma y dimensiones bien elaboradas para colocarla en la chocita.
Cuando la cruz fue terminada, una vez más se reencontraron en la parte más alta del cerrito
donde habían construido la chocita. Y estando ahí, el señor de buen semblante dijo a Juan:
“hijo, esta es la última vez que nos vemos porque yo me voy a estampar en esta cruz que
han construido, pero tú hijo, cuando mueras, dichoso serás porque estarás cerca de mi y
en la gloria de Dios padre”.
Habiéndose despedido ambos, Juan se dirigió al pueblo de Acazulco que en aquellos
tiempos contaba con pocas casas ubicadas y distribuidas de manera separadas todas ellas.
Al llegar al poblado, Juan relató lo sucedido a los pocos habitantes, y así, comunicándose y
organizándose entre ellos en su mayoría los habitantes del poblado, subieron con flores,
2. ofrendas y música al cerrito para rendirle culto y oración a la Cruz que ahí se había
asentado. En esos tiempos la ejecución de la música sólo se hacía a través de personas que
ejecutaban el violín.
Sucedió entonces que por esos mismos tiempos se presentó una sequía y escasearon los
alimentos, no había qué comer, tampoco semillas para las próximas cosechas y esto
agravaba el problema. Así que se reunieron los habitantes o pobladores para tratar de
encontrar alguna solución al problema.
Un grupo de personas que trabajaba en este entonces en la Hacienda Santa Rosa cerca de
Toluca, propusieron que se le pidiera al dueño de esa hacienda como favor les
proporcionara semillas para poder solucionar su problema de escasez y hambre que tenían.
Así, otro grupo de personas reuniéndose junto con las que ya trabajaban en la Hacienda
Santa Rosa se dirigieron a ésta misma para pedirle al dueño el favor tal como lo habían
acordado. Pero esta persona indecisa, y de cierta forma desconfiada, sólo accedió a
ayudarles por tratarse de gente conocida por sus trabajadores y poniéndoles como condición
que éstas fueran devueltas en cierto tiempo. Y así fue como se transportaron costales de
semillas hasta el poblado de Acazulco: maíz, frijol, haba y papa, entre otros, los cuales
aprovecharon muy bien los pobladores para resolver su problema de hambre y con ello
mostrar un poco de tranquilidad y alegría.
Pero al llegar la fecha establecida o pactada entre el dueño de la hacienda y los pobladores
de Acazulco junto con el grupo de personas que trabajaban en ese entonces en la hacienda,
fueron llamados estos últimos a hablar con el dueño de dicha hacienda para pedirles cuentas
y hacerles saber que había llegado la fecha de devolución de las semillas tal como lo habían
convenido.
Sucedió que tanto los trabajadores de dicha hacienda, así como un grupo de pobladores de
acazulco que habían ido a verlo para hablar con él, le comunicaron al dueño de la hacienda
que no tenían cómo pagarle en ese momento porque las cosechas no habían sido buenas y
además seguían con su problema de escasez y hambre: “Aguántenos un tiempo más señor,
no tenemos en este momento con qué pagarle, nuestra gente sigue padeciendo hambre”.
Pero el dueño de la hacienda en un plan poco cortés les exigió que le devolvieran las
semillas no importándole las condiciones en las que se encontraban: “¡A ver cómo le
hacen!, yo les presté las semillas con la condición de que me las devolvieran en esta fecha,
así que ¡o me las devuelven! ¡o me las pagan en este momento!”.
El grupo de pobladores que habían ido a la hacienda así como el grupo de trabajadores que
laboraban en la hacienda regresaron al pueblo muy desanimados y tristes comunicándoles a
los demás lo que el dueño de la hacienda les había dicho. En esa situación resolvieron subir
al Cerrito de Hueyamalucan a pedirle al Señor de la Cruz estampada (Divino Rostro), que
los ayudara y ablandara el corazón del dueño de la hacienda para que no les exigiera o
cobrara porque no tenían cómo pagarle en ese momento: “Señor, usted sabe que no
tenemos con qué pagarle al dueño de la hacienda, él nos está exigiendo y presionando
mucho para que le paguemos, ¡por favor, ayudemos!, mándele un pequeño castigo para
que lo ablande y se de cuenta que no es porque no le queremos pagar sino porque nuestra
gente sigue teniendo hambre y no tenemos cómo pagarle en este momento”.
3. Así, una vez habiendo hecho la petición al Señor de la Cruz del Cerrito, quienes subieron a
pedirle en oración su encomienda, bajaron nuevamente al poblado pero ya con más
tranquilidad y un poco de paz.
Justo entonces, dentro de lo acontecido ocurrió que El Señor de la Cruz del Cerrito (Divino
Rostro), trazó una línea recta entre el cerrito y la Hacienda Santa Rosa como si de una
pequeña distancia se tratara o como si se apuntara y llegara a ese lugar sólo con trazar una
línea inmediata. Y entonces, una nube pequeña y a baja altura, se dirigió hacia la Hacienda
Santa Rosa y en pleno temporal en que no es posible la presencia de ninguna lluvia, la nube
soltó una gran cantidad de lluvia y granizo que inundó y acabó con todas las cosechas
dentro de la hacienda y sus alrededores dejando a su paso todo lo que podía verse
completamente inservible.
El dueño de la hacienda se preguntó entonces por qué le había ocurrido eso, o por qué le
estaba ocurriendo eso sólo a él y no a los demás. Fue entonces que se enteró por otros
trabajadores de la hacienda sobre el mal comportamiento que había tenido con los
pobladores de Acazulco y sus demás trabajadores a quienes les había prestado los costales
de semillas, y cómo estos a su vez, tenían la firme creencia y gran fe depositados en la Cruz
del Cerrito de Hueyamalucan a quien le habían pedido bajo una gran devoción que los
ayudara en su problema de escasez de alimentos y semillas.
El dueño de la hacienda al enterarse de esto, mandó llamar a sus trabajadores a quienes
junto con los otros pobladores de Acazulco les había prestado las semillas, y por este
conducto, les solicitó llamar, presentarse y hablar con el mismo grupo de personas a
quienes les había exigido la paga de los costales de semillas. Cuando estos se presentaron
ante él, éste les pidió disculpas por haberse portado así con ellos: “Discúlpenme por
haberme portado así con ustedes, yo no sabía de sus creencias, ni sabía sobre la
existencia del Señor del Cerrito a quien ustedes le brindan culto, ahora sé que éste los
protege y los guía en su camino. Para demostrarles que yo también estoy con ustedes y que
reconozco, respeto y venero al Señor del Cerrito a quien me encomiendo desde hoy, les
voy a ayudar una vez más, les voy a dar otros costales de semillas para que se los lleven a
su pueblo y resuelvan de una vez por todas su problema, sólo les pido que recen y pidan
por mi al Señor del Cerrito para que me vaya bien junto con ustedes”.
Habiendo acontecido esto, una vez regresado al poblado de Acazulco el grupo de
pobladores o personas que habían asistido tiempo atrás a pedirle en oración al Señor del
Cerrito que los ayudara, subieron nuevamente hasta la cima del cerrito para pedirle ahora
que le levantara el castigo al dueño de la Hacienda Santa Rosa, pues le relataron lo que
había hecho por ellos nuevamente dándoles más semillas para resolver su problema de
escasez y hambre que aún padecían, y que lo colmara, en cambio, de bendiciones por su
buen gesto: “Señor, así como te pedimos humildemente que nos ayudaras a resolver
nuestro problema con el dueño de la hacienda quien nos prestó las semillas para alimentar
a nuestro pueblo, ahora te pedimos también humildemente que lo ayudes a prosperar”.
Sucedió entonces que todas las cosechas o plantíos de alimentos que existían en la hacienda
Santa Rosa, volvieron a reverdecer, y todo con un tamaño que sorprendía, las mazorcas
eran más grandes y salían de a cuatro, cinco, o hasta más en cada planta… ¡eran unas
mazorcotas fuera de lo común!
4. Y así, este es considerado uno de los primeros milagros que se le atribuyen al Señor del
Cerrito -DIVINO ROSTRO- en su largo peregrinar, y su paso por el Cerrito de
Hueyamalucan.
NOTAS:
1. Hueyamelucan de origen náhuatl significa lugar de manantiales, bosques, llanos y arroyos, “donde hay
ninfas”, en otomí: nira ehetsi niraka katehe.
Sobre el origen y significado del nombre del Cerro de Hueyamalaucan Mancilla y Chapa (2001), refieren que
en la veneración a la Santa Cruz del Divino Rostro se sintetizan elementos del catolicismo medieval con
elementos prehispánicos, cuyas significaciones se conjugan y objetivan en la celebración de los rituales en
torno a la fiesta. Se resignifican no sólo las prácticas, sino incluso los nombres de la geografía sagrada: el
Cerro de Hueyamelucan o Queyamelucan, topónimo que aparece en los Títulos Primordiales como “lugar del
manantial grande de las ninfas” es, en el imaginario de los lugareños, un nombre que remite a una de las
principales características del cerro, característica en la que además se fundamenta parte de su sacralidad: las
“huellas del Señor”, que se observan en un par de rocas que son objeto de veneración, y que “marcan” la
entrada al espacio sagrado. Es en ellas donde se encuentra a la imagen que sube del pueblo, así como a las
imágenes de los numerosos peregrinos que visitan el sitio desde sus lugares de origen: Santiago Temoaya,
Capulhuac, Santiago Tianguistenco, La Asunción Tepexoyuca y otros. Coexisten así la oración y las
“limpias”, el enterramiento de alimentos y las veladoras.
2. Existen otras versiones sobre la leyenda del Cerrito de Hueyamalucan, todas ellas convergen y se articulan
a partir de elementos comunes sólo con algunas variantes.
REVISAR TAMBIÉN:
Mancilla, Sánchez Alma y Chapa, Silva Héctor (2001) Cosmovisión y religiosidad popular entre los otomíes
de San Jerónimo Acazulco, Estado de México. Ciencia Ergo Sum Revista Científica Multidisciplinaria de la
Universidad Autónoma del Estado de México, 8 (2) julio, Toluca, México, pp. 151-161, [En línea].
Consultada el 04 de diciembre de 2011. Disponible en:
http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=10402105
Ditte, Boeg Thomsen Et al. (2010) Ndöón güú yühú: Guía de aprendizaje principiante del idioma otomí de
San Jerónimo Acazulco, Estado de México. [Texto en línea]. Consultada el 04 de diciembre de 2011.
Disponible en: http://es.scribd.com/doc/36271410/Otomi-Text-Book
TESTIMONIOS
SR. DIONISIO ISABEL VILLEGAS RIVERA
SR. PABLO PEÑA VEGA
LA MARQUESA, EDO. DE MÉXICO.
Lunes, 24 de Octubre de 2011.
SOBRE EL AUTOR
CARLOS EDUARDO LINARES ROMERO
LA MARQUESA, EDO. DE MÉXICO.
Domingo, 04 de Diciembre de 2011.
5. OTRAS LEYENDAS
SOBRE EL CERRITO DE HUEYAMALUCAN
Como apareció el Señor en el Cerro
Dicen que hace años un viejito iba a sacar carbón al monte. Un día se le presentó un
forastero greñudo con ojos azules. Era en el lugar que se llama”Vereda de Hambre”, en el
cerro Hueyamaluca. - "Buenos días, señor" dijo el forastero. ”Quiero que me ayudes a
construir una casita aquí. Aquí quiero vivir.” El viejito empezó a juntar madera y construyó
el jacal. El forastero llegó a dónde el viejo estaba trabajando y lo saludó. - "¿Ya terminó
usted?" - "Todavía no." - "A ver si mañana me traigas un pollo cocido." Al otro día el
viejito le trajo un pollo. El forastero dijo: - "Siéntate. Vamos a comer los dos." Cuando
terminaron de comer, el forastero alzó sus ojos al cielo y dio gracias. -”Padre mío, gracias
por el favor! Ya comí. Quedé como nuevo.”
Unos días después volvió. Preguntó: - "¿Ya terminó usted?" - Si, ya terminé el jacal. ¿Te
gusta o no? - "Si, me gusta. Está bien como lo hiciste. Te voy a pedir un favor. Busca una
madera y tráelo al pueblo. Mándalo a un carpintero que haga una cruz. No tiene que ser
grande." El viejito mandó a hacer una cruz y lo trajo al monte, la recargó contra el lado del
jacal. El forastero dijo: - "Me gusta la cruz, no es grande. Acuérdate de lo que te voy a decir
ahora: Cuando plantas la cruz en la tierra ya nunca me vas a ver. Porque voy a estar dentro
de la cruz" - "¡Padre Mío!" dijo el viejito. "¡Tu eres dios!" -"Yo te di muchas tareas. Pero
no me olvides ahora. Quiero que me vengas a visitar. Quiero que vengas a hablar conmigo.
Quiero que traigas a la gente aquí.”
Por eso va la gente de Acazulco al cerro de Hueyameluca para visitar a la cruz.
Leyenda citada en:
Ditte, Boeg Thomsen Et al. (2010) Ndöón güú yühú: Guía de aprendizaje principiante del idioma otomí de
San Jerónimo Acazulco, Estado de México. [Texto en línea]. Consultado el 04 de diciembre de 2011.
Disponible en: http://es.scribd.com/doc/36271410/Otomi-Text-Book
Cerrito de Hueyamalucan
Leyenda del culto en ese lugar
“Los cerros son el lugar de residencia de los dioses en el
universo de los hombres”. Para
los habitantes de San Jerónimo Acazulco, esto es verdad
palpable cuando suben cada mes de julio y noviembre a
festejar a la Santa Cruz del Divino Rostro. No hay que olvidarlo,
es importante, es milagroso, se aparece en sueños.
Está ahí porque el cerro “le gustó para vivir”. Todo tiene su
razón de ser, nos dice la gente, y nos cuentan la leyenda del
origen del culto en ese lugar:
6. “...La creencia de aquí del Señor del Divino Rostro es por...
un señor que trabajaba allá abajo, allá en la Tula donde lo
nombramos, que era carbonero... era carbonero, y el señor
pues, ya a la hora de calentar los tacos, pus a la una de la
tarde... De repente le llega un señor, y que le dice, este... que
si lo invitaba a comer y él dice que pus cómo no, pásele. Y ya,
empezaban a comer... y le decía pues muchas gracias, y mañana
pus, si no es mucha molestia, te pido un favor: para
mañana me traes un pollo. Sí cómo no, el señor obediente
todavía, ¿no?, sin decir: ¿por qué o qué?, ¿no?
”Y este... Sí, al día siguiente que le llevó, se llevó el pollo ya
todo listo, preparado pa´comer, y estaba pensando, bueno.
Llegó y no estaba él, dice no, yo creo que el señor nada más
me estaba vacilando porque no... no está aquí, y cuando siente
que le hablan por la espalda ¿no? Y pues aquí estoy. Sí, ya
sé qué estás pensando. Pensabas que no iba a venir, pero sí,
aquí estoy, te estoy esperando... ¿no? Ya se sentaron a comer
y... terminaron y que le dijo... le dijo el señor, te voy a pedir un
último favor: quiero que... me hagas una cruz y me la vayas a
poner hasta allá arriba en lo más alto... Y el señor, sí, dice,
pero de qué madera la voy a hacer.
”No, pus, de cualquier madera, dice. Bueno, este señor
fue con el carpintero, hizo la madera, lo subió acá... Y
cuando llegó aquí, el señor que ya lo estaba esperando, el
señor que le dijo que trajera la cruz y... este... Ya lo pusieron,
acomodaron un ranchito ahí, para cubrir la cruz, y
que le dijo el señor, no pues, este, no te vayas a olvidar de
mí, dice, quiero que me vengas a visitar porque yo me voy
a quedar aquí adentro de la cruz. Y le dice el señor, no
pues discúlpame, pues yo no sabía quién eras ¿no?... Yo no
sé por qué se fijó en mí, no, pus yo soy un pobre... un
pobre pecador aquí, ¿no?
“Pus no te fijes, tus pecados están perdonados, y sigue...
sigue visitándome...” (Entrevista, mayor de la Santa Cruz
del Divino Rostro Primera, San Jerónimo Acazulco, 1999).
Leyenda citada en:
Mancilla, Sánchez Alma y Chapa, Silva Héctor (2001) Cosmovisión y religiosidad popular entre los otomíes
de San Jerónimo Acazulco, Estado de México. Ciencia Ergo Sum Revista Científica Multidisciplinaria de la
Universidad Autónoma del Estado de México, 8 (2) julio, Toluca, México, pp. 151-161, [En línea].
Consultada el 04 de diciembre de 2011. Disponible en:
http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=10402105