Este documento presenta tres relatos cortos escritos por estudiantes de 4o de la ESO como parte de una actividad de creatividad. El primer relato cuenta la historia de una niña que sueña con convertirse en sirena y pasa su vida nadando en el mar. El segundo relato describe a una actriz olvidada que encuentra una nueva oportunidad en el cine. Y el tercer relato narra la historia de una mujer llamada Elvira que descubre la natación por la televisión y sueña con practicarlo.
"El agua: cada gota cuenta" ha sido el hilo conductor del trabajo que hemos desarrollado en a lo largo del curso escolar 2022/2023 y que ha tenido su colofón en el XVIII Abril Literario.
Concienciarnos de la importancia del agua, del uso sostenible de la misma han sido las redes que hemos ido tejiendo y que han llegado a nuestros hogares a través de la diversidad de actividades y actuaciones que hemos realizado.
1. U.D.4. CREATIVIDAD 2012
ESTE ES EL DOSSIER DE RELATOS CORTOS CREATIVOS DE LOS ALUMNOS DE 4º ESO.
La idea de los relatos nace como una actividad dentro de la U.D. 4 “CREATIVIDAD”.
A los alumnos se le facilitó esta foto, a partir de ella debían inventarse una historia
asociada a la fotografía.
Estas son sus respuestas:
EL RELATO CORTO DE ANA YAIZA (4º ESOA)
rase una vez una niña, que vivía en un pueblecito al lado de la playa. Todos los días
É esta niña madrugaba y se marchaba al mar a ver amanecer para después nadar entre
las primeras olas del día. Le encantaba nadar, sobre todo cuando no había nadie
mirándola, cuando sabía que absolutamente toda la playa era suya, cuando podía sentir
que formaba parte del mar.
Cuando le preguntaban que quería ser de mayor, nuestra pequeña niña contestaba
decidida: “sirena”, y realmente, en la dulce inocencia de la infancia, lo creía.
Todos los días se miraba en el espejo, esperando ver el más mínimo cambio en su cuerpo
que indicara que dejaría de ser humana, pero seguía siendo ella. Buscaba escamas y
encontraba piel lisa y tostada por el sol, buscaba branquias y encontraba invisibles
pulmones….pero lo peor era que siempre que miraba encontraba dos horrorosos pies
colgando de sus piernas. Cada día que esperaba el amanecer sentada en la arena pedía a
las olas que cuando sumergiese la cabeza en el agua, no la dejasen volver a salir. Jamás
pensó que el mar pudiera no escucharla, que sus ruegos pudiesen perderse cada día con el
viento. Simplemente tenía que esperar el momento adecuado, ¿acaso las ranas nacen
siendo ranas o las mariposas mariposas? No, primero son renacuajos y gusanos. Pues ella
sería exactamente igual.
Pasó el tiempo en el pequeño pueblo, y nuestra niña creció. Ya no era una niña, pero
tampoco una mujer. Esa edad absurda, de locuras y caos. La realidad empezaba a golpear
el corazoncito de nuestra pequeña, y empezaba a perder fe en las cosas. Aun conservaba la
costumbre de bajar todos los días a la playa, pero ya no le brillaban los ojos de emoción por
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la gran sirena que algún día sería. Ahora preguntaba al mar, con ojos tristes, porque se le
había negado el más grande de sus sueños. Había dejado de mirarse el espejo, sabía que no
encontraría más cambios de los que encontraría cualquier chica de su edad, y no cabía en
su corazón ni un pedacito más de desconsuelo extra. Cada vez que ahora sumergía su piel
en el agua salada, sentía una profunda envidia por todos los seres que habitaban ese
mundo submarino. Sus ilusiones estaban rotas, sus sueños perdidos, ¿qué le quedaba ahora
sino la tristeza?
Llegó el día en que su vida en el pueblo acabó. Ya había terminado los estudios que allí
podía cursar, tenía que seguir su camino fuera, lejos de su querida playa.
El ultimo día que pisó la fina arena, prometió al mar que conseguiría romper los límites
entre los pies y las aletas, entre las branquias y los pulmones, entre las escamas y la piel,
que sería la humana más sirena del mundo, y el mar, con su peculiar lenguaje, le aseguró
que la estaría esperando.
Viajó a la ciudad, empezó a estudiar, construyó su vida, pero no olvidó jamás su promesa.
Todos los días, a la misma hora que siempre, bajaba a la pequeña piscina de su edificio, y
ahogaba su nostalgia entre el agua con cloro y los azulejos azules. Cerraba los ojos y veía su
verdadero mundo, juntaba los pies y empezaba a nadar, como una sirena, curvando la
espalda y los brazos, las piernas y los pies. Nadaba hasta el último aliento, y solo cuando no
podía más salía del agua y se marchaba, sumida en el silencio de la soledad. A veces pasaba
tanto tiempo bajo el agua que hasta ella misma pensaba que no volvería a salir, pero
entonces recordaba la promesa que había hecho al mar, y salía a la superficie, con una
intensa determinación brillándole en los ojos.
Un día, mientras, nadaba de un lado a otro con los ojos cerrados, un hombre bajó a la
piscina. No esperaba encontrar a nadie allí y le sorprendió verla. Esperó a que aquella
extraña saliera del agua, cada vez más impresionado de su increíble estilo y belleza. Ella
salió del agua, y lo vio mirándola. No dijo nada, hizo un amago de sonrisa y se dirigió a la
salida.
-¡Espera! ¿Has visto lo que acabas de hacer? Es increíble.
Ella volvió a sonreír sin alegría e intentó seguir su camino. Él la detuvo.
-¿Puedo proponerte algo?
Si él esperaba algún tipo de respuesta, desde luego, no la obtuvo, ella se limitó a seguir
mirándolo con ojos vacíos. Él siguió hablando.
- Soy director de un club deportivo de natación, me dedico a preparar a pequeños
talentos para las grandes competiciones de natación, ¿te gustaría venir a verme a la piscina
del club mañana a esta hora?
Ella siguió sin reaccionar. Él empezaba a dudar.
- Te espero allí…
Ella siguió caminado. Mientras se alejaba, él oyó que decía “yo nado solo para el mar”.
Pasaron muchos años más, tantos que el pelo de nuestra pequeña dejó de ser negro, y
empezó a adquirir matices grises, su piel ya no era lisa, y tampoco estaba tostada por el sol,
ahora la surcaban pequeñas arrugas. Sus pies no dejaron de ser pies, pero ahora eran
todavía más horrendos.
Su vida seguía estando tan vacía como siempre, pero cierto día, el hombre que un día la
encontró en la piscina consiguió que una pequeña llama de esperanza brillara en su
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corazón. Desde aquel remoto día en la piscina de su edificio, había empezado a entrenar
con él. Aprendió todos los estilos de natación existentes, ganó infinidad de premios y
medallas, pero nunca dejó de nadar como una sirena los momentos en los que el tiempo se
lo permitía. Aun recordaba la promesa que tenía pendiente con el mar, y había llegado el
momento de cumplirla, si esperaba más, se marcharía de este mudo dejando atrás una vida
absurda. No, tenía que darle un sentido a todo, y encontró su oportunidad: ese mismo fin
de semana, había una competición de natación. Pero no era una competición normal. Nada
de piscinas, toallas, cloro y duchas. Era una competición en el mar, y no en un mar
cualquiera, en el mar al que ella debía la existencia. Cierto es que la playa no sería la
misma, pero si lo serían las aguas, y eso era suficiente para cumplir su promesa y decir
adiós.
Preparó su pequeña maleta, sabía que no volvería, y metió en ella exclusivamente un
bañador. El resto de cosas ya no le harían falta. Subió en el autobús y no volvió la vista
atrás, al fin y al cabo, no dejaba nada allí.
Llegó en unas pocas horas. Nada más bajar del autobús, el aliento salado del mar la golpeó
de lleno, era su forma brusca de saludarla, incluso el mar sabía que aquella vez no volvería
a marcharse.
Ya estaban todos los participantes preparados, en la orilla, listos para sumergirse. Todos
eran jóvenes, y ella una vez más se sintió diferente. No le importó lo más mínimo, ahora
nada más aparte del mar era importante.
Sonó el silbato. Todos se sumergieron en el agua y empezaron a nadar. Ella volvió a sentir
el tacto áspero de la arena en su cuerpo, el gusto salado de la sal, el picor soportable del
agua en los ojos,… de repente olvido toda su vida. Solo estaban en su cabeza los felices
años que había pasado en el pueblecito. Perdió de golpe sesenta años, volvió a sentirse
niña, volvió a probar la felicidad, y comenzó a nadar. No fue capaz de recordar otra forma
de hacerlo, que como lo había hecho en secreto durante toda su existencia: como una
verdadera sirena. Nadó más deprisa que nunca, como si realmente no tuviera pies ni
pulmones, y antes de que pudiera darse cuenta estaba otra vez en la orilla. “Que corta se
hace la felicidad” pensó. Había ganado, una vez más había obtenido la victoria. Sujetó la
medalla entre los dedos, sonrió como cada vez a las cámaras y se alejó. Cuando dejó de ser
el centro de atención, dejó atrás a la gente y fue hacia la orilla. Metió los pies, y por un
instante el agua los distorsionó convirtiéndolos en aletas. Supo lo que tenía que hacer. Tiró
la medalla a la arena, y siguió sumergiéndose. A medida que el agua rozaba su cuerpo, el
reflejo de nuestra niña cambiaba, dejaba de tener piel, dejaba de tener dedos, dejaba de
sentir fría el agua…. Y no pudo resistir la tentación: sumergió el cuerpo entero y nadó en el
sentido opuesto a la orilla. Nadó sin pies y sin aire, con aletas branquias y escamas, nadó
hasta dar por cumplida la promesa que un día hizo al mar. Y cuando ya ningún humano
habría aguantado tanto tiempo bajo el agua, el mar la cogió en sus brazos, y se la quedó
para siempre.
Muy lejos en la orilla, el hombre que un día la vio nadar, encontró la medalla. Miró a lo
lejos, a la infinidad del océano y unas palabras vinieron a su cabeza “yo nado solo para el
mar”. Sonrió con tristeza, él nunca fue suficiente para llenarla, solo el mar pudo ocupar el
vacío de su corazón. Miró una vez más a lo lejos y le dedicó un pensamiento:
“Se libre pequeña sirena”
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4. U.D.4. CREATIVIDAD 2012
FIN
EL RELATO CORTO DE LARA (4º ESOB).
“…Ella no había olvidado las luces. Aún recordaba las alfombras rojas, los focos y las
cámaras; y aunque el público la hubiera olvidado ella aún oía sus aplausos.
Había corrido mucho el tiempo desde aquella época dorada, aquella época en la que su
persona había tenido tantos nombres. Ella había sido la Gran Cleopatra, había sido la
trágica Julieta y la inocente Ofelia, había provocado risas y llantos... pero el público la
había olvidado para siempre.
Ella se sabía acabada. Su voz: admirable antaño, había perdido su fuerza; su belleza:
inigualable entonces, se había marchitado por completo.
Pero lo que ella no sabía, era que aún conservaba ese brillo en los ojos que envidiaban
tantos, no sabía que sus labios aún eran rojos, sus cabellos (aunque blancos) conservaban
la fuerza de antaño, sus temblorosas manos aún poseían el nervio de entonces y en sus
andares aún imprimía el ímpetu de la otra época. Pero ella no lo sabía.
Un día de tantos en los que paseaba por el parque vecino evocando dolorosos recuerdos,
ella observa a un muchacho que la mira estupefacto. Ella no lo sabe, pero ha comenzado a
caminar con más fuerza. Ella no lo sabe, pero está a punto de convertirse en estrella de
nuevo.
Vacilante, el muchacho se le acerca. No sabe que decir. Lo primero que piensa al ver a esa
mujer que se sabía marquita es: “¡Dios mío, es ella!”
Vacilante, el muchacho le habla sobre un proyecto que algunos llaman alocado, le habla
de la historia de una mujer que se sabía igual de marchita que ella, una mujer enferma,
una mujer débil, una mujer que encuentra en el agua su pasión y su salida, una mujer
triunfadora.
El joven es director de cine, y le dice a ella que conoce su historia.
Ella le desprecia, “Todos me han olvidado”. El se sorprende, y le replica “Pero si todos te
recuerdan”.
Llegará el día en que ella deje este mundo para siempre, llegara el día en que tome la
senda que han tomado tantos. Pero lo hará tranquila, ella sabe que será recordada, ella
sabe que si en un viejo cine olvidado, un par de jóvenes recuerdan su nombre antes de
comenzar una película, aunque solo sean un par de jóvenes quienes la recuerden, se irá
tranquilla. Su existencia no fue en vano”.
FIN
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5. U.D.4. CREATIVIDAD 2012
UN REALTO DE CARLOS, 4ºESOA.
E sta es la historia de doña Elvira Rodríguez Lozano, el ejemplo de una luchadora
como el de muchas otras.
Durante toda su infancia vivió en un pequeño pueblo árido donde apenas llovía.
Su padre trabajaba en el campo y su madre en casa. A ella le tocaba estudiar y al mismo
tiempo ayudar limpiando, barriendo, yendo a buscar agua a la fuente del pueblo (porque
no había agua corriente), etc.
Cuando llegó la televisión al pueblo (siendo ella ya bastante mayorcita), la familia se
pasaba horas viendo el único canal que había. En ocasiones, emitían competiciones
deportivas, entre ellas algunas de natación, y Elvira miraba entusiasmada a la pantalla al
descubrírsele el agua como un medio extraño y casi desconocido donde ella vivía.
Desde entonces se prometió a sí misma practicar natación en cuanto pudiera.
Pronto se vio obligada a emigrar a la ciudad, donde tuvo que trabajar muy duro para
conseguir casa y comida, casi no tenía tiempo para realizar otras actividades. Cuando
consiguió un trabajo estable y consolidado decidió empezar su sueño. Tras dos o tres años
entrenando consiguió un buen nivel y se apuntó para las competiciones de veteranos de la
ciudad.
Tras varias decepciones en las que estuvo a punto de dejarlo, se convenció a sí misma de
que algún día lo lograría. No cejó en su empeño hasta que, en el último año que pensaba
presentarse, y compitiendo contra gente a la que le sacaba diez años incluso, se obró el
milagro y Elvira finalmente consiguió una medalla de oro.
La historia dice que a los pocos días de este logro, volvió al pueblo en el que había nacido,
como tantas otras veces no tiró la toalla y convenció al alcalde para que construyera una
piscina en la que aún se conserva su estatua. Se cuenta que a los pocos días de
inaugurarse esta piscina, y habiéndose dado cuenta de que había hecho todo en la vida,
murió feliz viendo una competición de natación.
UN RELATO DE CELIA , 4º ESO A.
Esta señora tan maja de aquí arriba, es mi abuela.
Todo empezó cuando yo tenía 3 añitos y no sabía nadar. Mis padres querían que
aprendiese a nadar y me apuntaron a la piscina. Como no me podían llevar porque
trabajaban, le pidieron a mi abuela si me podía llevar ella. Mi abuela tampoco sabía
nadar, y al principio, se quedaba sentada en el borde de la piscina viendo como yo
aprendía a nadar.
Con el paso de los días, mi abuela fue perdiéndole el miedo al agua y comenzó a querer
aprender a nadar también.
Poco a poco, me fui haciendo mayor, y mi abuela y yo íbamos todos los días a la piscina a
echar carreras y a hacer competiciones.
Un día, uno de los monitores jefes del Club de Natación de Zamora, vio con la destreza que
mi abuela nadaba y lo bien que se manejaba en el agua.
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Le hicieron unas pruebas físicas que mi abuela pasó a la primera y la apuntaron al Club.
Pasaban los días y mi abuela entrenaba con los chavales de 15 años y se movía mejor que
ellos, era increíble ver cómo una persona de 70 años se movía mejor que los ágiles
adolescentes.
Llegó un día en el que tenían que salir a competir a Madrid con los Clubs de toda España, y
sin pensarlo, llevaron a mi abuela con ellos.
Cuando le tocó el turno a mi abuela, ella se tiró al agua sin pensarlo y empezó a nadar con
todas sus fuerzas. De repente, tocaron el silbato que indicaba el fin de la competición y mi
abuela había ganado la competición más importante del campeonato y con Recórd
Mundial de tiempo.
Fue una experiencia increíble, me siento, muy orgullosa de que mi abuela haya superado
su miedo al agua y gracias a ello, ha llegado muy alto.
UN RELATO DE JORGE , 4º ESO A.
L a persona de esta foto tiene una historia que os voy a contar ahora.
Esta abuelita que se llama Elvira, tiene casi 92 añazos y es la campeona nacional de
natación en piscina cubierta.
El truco del éxito se remonta a la guerra civil española. Durante el periodo de guerra,
cuando era una adolescente, se ganaba la vida ejerciendo la profesión de percebeira.
Un desagradable día de 1921 salió a la costa Atlántica en plena tempestad. No tenía otro
remedio, ya que con su trabajo sustentaba a su enorme familia.
Cuando ya no le quedaba ni media hora para irse a su casa, una enorme ola la derribó y
puso su vida en peligro. Unos policías que pasaban por la zona, vieron el incidente y
salieron en su ayuda. Gracias a la vitalidad de la joven y la ayuda de los policías solo sufrió
pequeños rasguños.
Desde ese día decidió practicar un poco más su estilo de natación. Su espíritu de
supervivencia le hizo aprender rápido. Su estilo fue mejorando hasta que en la pequeña
localidad de Corcubión se construyó una piscina climatizada cuando tenía 40 años. Se
apuntó a la escuela de natación y la experiencia adquirida durante su juventud la hizo la
alumna predilecta del monitor. La vio capaz de presentarse a una competición, pero otras
mujeres más formadas en ese deporte la ganaron. Esta derrota no le quitó los ánimos, por
lo que siguió practicando durante otros 50 años. A sus 90 años era la campeona de La A
Coruña en la categoría de más de 65 años. Un año más tarde su actual monitor le propuso
ir a la competición que le permitiría coronarse como campeona regional de Galicia. El día
23 de junio de 2009 esta mayor, pero competitiva abuela, ganó a todas sus oponentes
por una gran diferencia. Este resultado alarmó a todo el equipo de natación de Corcubión
que le propuso inscribirse en la competición nacional de mayores de 65 años. Elvira con su
afán por superarse acepto el reto y el día 30 de julio de 2010 Elvira se dio a conocer como
la campeona de natación más mayor del mundo. En Corcubión se le otorgó una calle, pero
lo más importante para ella era el afán de superación que había demostrado en aquel
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atrevimiento. A pesar de su larga edad Elvira sigue practicando en la piscina de su
pequeño pueblo para volver a presentarse a la competición.
UN RELATO DE RAQUEL ALONSO, 4º ESOA.
T odo comenzó cuando los nietos de esta señora le dijeron que era una abuela
aburrida porque no hacía nada como las abuelas de sus amigos. La abuela se ponía muy
triste cada vez que se lo decían y ella era así, porque estaba muy mayor y no podía hacer
grandes esfuerzos.
Llegó un día que se cansó de que sus nietos le dijeran siempre lo mismo y decidió
apuntarse a clases de natación. Comenzó con 65 años y a los 70 ya era una perfecta
nadadora. Debido a su valentía e iniciativa, un día del año 2010 le propusieron hacer 10
largos en una gran piscina contra un personaje que no quería darse a conocer en esos
momentos; esto serviría para enseñar a los demás ancianos que piensan que no pueden
hacer nada, si que pueden.
Cuando el gran día llegó, fue a la gran piscina preparada para arrasar, cuando vio a su
contrincante era nada más y nada menos que ¡DAVID MECA! En ese momento la abuela
se vino abajo y decidió no nadar, pero cuando ya se estaba yendo llegaron sus nietos con
pancartas y gritando ¡abuela eres la mejor! ¡Tú puedes! La abuela se sintió tan querida y
apoyada que decidió nadar y… creo que podéis imaginaros quién ganó solo por la
fotografía, y por mucho que penséis que David Meca dejó ganar a esta señora no fue así,
el cariño y apoyo que sus nietos le daban le otorgó la rapidez para ganar al mejor.
FIN
UN RELATO DE SARA, 4º ESOA
E sta historia que voy a contarles comenzó hace mucho, mucho tiempo cuando esta
abuela que veis en la foto tan solo tenía 9 años.
Un día se fue con sus padres a un crucero y en esas semanas pasaron cosas muy
malas, la niña cayó al mar cuando otro niño la empujó por la borda. Ella no sabía nadar
por lo que se llevo un susto enorme y tragó mucha agua, desde ese día a esta señora le
daba muchísimo miedo el agua.
Al cabo de 50 años la mujer decidió que tendría que enfrentarse a todos sus miedos
empezando por el que más le atemorizaba que era el agua. Se apuntó a clases de
natación, al principio no iba nada avanzada respecto a los demás compañeros pero paso
el tiempo, superó el miedo del agua y se convirtió en la mejor de todos. El entrenador le
dijo que estaba muy orgulloso de ella y le comento sobre un campeonato de natación para
las personas mayores, ella dudó puesto que los rivales eran muy duros, pero aún así ella se
presentó.
Fue la ganadora de ese campeonato y ahora en la actualidad es la mejor nadadora de la
gente de su edad en todo el mundo, un gran ejemplo para que las personas con su
misma edad de afrontar a sus propios miedos.
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