Arribando a la concreción II. Títulos en inglés, alemán y español
El perú prehispánico
1. EL PERÚ PREHISPÁNICO
(Luis Guillermo Lumbreras)
“El hombre llego al Perú hace veinte mil años, su economía de subsistencia basada
en la caza y la recolección condicionaba su existencia tenia pues un sistema de vida
trashumante, semi-nomáde.”
Los arqueólogos han descubierto que el ser humano llegó al Perú hace más de doce
mil años, en los últimos milenios de la «edad de los hielos». El que llegara antes o
después es poco importante frente a la constatación del Estado de desarrollo en el
que se hallaba. Venía del Viejo Mundo, antes de que se hubiera descubierto la
agricultura o el pastoreo y se limitaba a la apropiación de los recursos naturales
enteramente formados, sin participar en su producción. Su vida se sustentaba en la
caza y la recolección, lo que permite presumir una organización social basada en
grupos numéricamente reducidos del tipo conocido como «banda» que habitaban
en aquellos lugares protegidos que la naturaleza podía brindar, tales como cuevas,
abrigos rocosos, ensenadas o en campamentos habilitados artificialmente según las
condiciones del clima.
Muchos de estos primitivos habitantes debieron recurrir a un sistema de vida
trashumante, seminómada, cambiando de campamentos en las estaciones mayores
de invierno o verano, aunque las condiciones del
clima no son tan rigurosamente diferenciadas como para exigir el nomadismo como
condición de vida.
Se están encontrando muchos restos de estos primitivos habitantes, de forma que
es posible reconstruir cada vez mejor su vida y costumbres. Los cambios en la
subsistencia, debidos a alteraciones en el clima o a descubrimientos de nuevos
recursos tecnológicos, se aprecian físicamente en cambios en el tipo de
instrumentos que poseían, pasando por diferentes fases que nos hablan también de
cambios de población, migraciones y otros eventos propios de la época, hasta
etapas de especialización que se expresan en elaborados instrumentos de piedra y
hueso, como puntas de proyectil, raspadores, cuchillos y otros productos de mayor
especificidad. A base de ellos se ha establecido una secuencia que abarca desde
los casi hipotéticos doce mil años hasta el séptimo o sexto milenio antes de nuestra
era, época en que la experiencia acumulada en los Andes peruanos permitió
descubrir progresivamente nuevos mecanismos de apropiación de los recursos
mediante la domesticación de plantas y animales y la tecnología de la pesca y la
recolecta de mariscos.
2. Todavía no están bien definidos todos los pasos que permitieron el tránsito de una
economía de caza y recolección a otra basada en la producción de alimentos
animales y vegetales. Pero hacia los años 6000 y 5000 a. C., casi todos los
habitantes de los Andes tenían ya alguna forma de agricultura y muchos disponían
de ganado doméstico a su servicio. No eran, por cierto, los mismos cultivos o
animales domésticos. De la meseta de Junín hasta la del Titicaca era el dominio de
un pastoreo de camélidos que luego se extendería por todo el territorio,
mientras que al norte eran los patos y los cuy (roedores comestibles) que se criaban
cerca de las viviendas. Este proceso fue el resultado del dominio obtenido sobre las
condiciones ambientales.
Los efectos inmediatos de la domesticación de plantas y animales fueron sobrios:
en primer lugar, una tendencia definida al establecimiento de núcleos permanentes
de población en todos los hábitats, con una apenas perceptible reorganización del
modo de vida; un incremento creciente de la población concentrada y una opción
mayor en el manejo de los recursos de vida. Los mayores logros tuvieron su
expresión física en la presencia de caseríos y aldeas cuya medida de ascenso está
en su proliferación y magnitud; pequeñas y aisladas primero, se hicieron más
grandes y numerosas después.
Los avances más destacados fueron los de la construcción de viviendas y el tejido.
Con la habilitación artificial de viviendas se abandonaron los abrigos naturales,
decidiendo la residencia en los lugares donde el nuevo sistema productivo lo
requería. El tejido proveía de protección para el cuerpo contra el viento, el sol, el frío
o la humedad, pero era sobre todo un nuevo instrumento de trabajo, que los
pescadores usaban para obtener un mayor número de peces mediante redes y
cordeles para anzuelos y todos para hacer vestidos y también bolsas y cordeles de
uso múltiple. Desde entonces se fue configurando una sociedad compleja basada
en la vida sedentaria y una economía, organizada a partir de la producción
agropecuaria, con apoyo en la pesca y la recolección como formas complementarias
jamás abandonadas. Los milenios cuarto y tercero anteriores a nuestra era fueron
de una intensa actividad en el mundo andino, ocupando todos los espacios
habitables, interviniéndolos e iniciando su transformación.
El Perú llegó al año 2000 a. C., increíblemente distinto del que conocieron los
primeros habitantes del país, quince o doce mil años atrás; pero igualmente distinto
del que era sólo dos milenios antes, cuando comenzaron a cambiar las cosas. El
tercer milenio fue un período de grandes transformaciones. Especialmente en su
segunda mitad, entre 2500 y 2000 a. C., cuando se inició el florecimiento de
civilizaciones complejas en la costa y la cordillera, con la habilitación de centros
urbanos asociados a espacios públicos ceremoniales.
El tamaño de los poblados era significativamente mayor, y varios de ellos, como
Caral y Aspero, en Supe, formaron núcleos de concentración de edificios con
funciones ajenas a la vivienda, tales como plataformas o recintos «sagrados». Eran
3. «centros urbanos ceremoniales», asociados a una compleja red de instalaciones al
servicio de una agricultura que implicaba una actividad muy laboriosa y
especializada.
En efecto, el simple dominio sobre los hábitos reproductivos de las plantas que está
en la base de la domesticación no fue suficiente para hacer de la agricultura una
fuente de vida superior a la que se tenía con
la recolección de mariscos o plantas, la pesca y la caza. Si bien hubo algunas
mejoras en el acceso a los bienes
de subsistencia, éstas no fueron suficientes como para seguir creciendo de manera
sostenida y es así como el «neolítico» andino, que se desarrolló durante los milenios
VI, a. C., no impidió que las gentes siguieran viviendo en cuevas o abrigos naturales
o en aldeas o caseríos mal provistos, pero cambió durante el milenio III a. C., cuando
se fueron consolidando la tecnología de la predicción del tiempo (astronomía) y los
sistemas de manejo del agua mediante el riego y el uso de los recursos hídricos del
subsuelo.
Pero ni el riego ni la astronomía, que son estrategias que acompañan a todos
los procesos de neolitización, explican la singularidad del proceso que nos ocupa.
Un reto particular es la singularidad de los eventos cósmicos que se asocian a las
condiciones irregulares y desiguales, arrítmicas, de los ciclos de lluvia en
el Perú. Están asociados al fenómeno de «El Niño», que se deriva de variaciones
térmicas que se dan en la sección sur del océano Pacífico y que establece períodos
alternos de grandes sequías o inundaciones en períodos de duración desigual y en
lapsos irregulares.
Sólo un refinado proceso de combinación de los períodos solares, lunares y
estelares, con los de las variaciones térmicas marinas, hace posible que el registro
calendárico tenga utilidad en los Andes. Y ese es el aporte del milenio III de la era
pasada. Los centros urbanos concentraron, en sus templos a los especialistas en
la predicción del tiempo, creando «oráculos» de distinto grado de eficiencia, que
fueron la base del desarrollo agrícola que hizo posible convertir todos los conos de
deyección de los ríos de la costa en valles y éstos en fuentes de desarrollo social.