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ENTRENAMIENTO DE
LA FUERZA DE NIÑOS Y
ADOLESCENTES: ESTADO
ACTUAL DE LA CUESTIÓN
Michael Frölich1
, Andreas Pieter2
, Jürgen Giessing3
,
Markus Klein1
, Andreas Strack1
, Hanno Folder4
, Dennis Sandig1
, Klaus Blischke1
,
Eike Emrich1
, Jens Stening1
y Diezmar Schmidtbleicher5
1
Instituto de Ciencia del Deporte de la Universidad de Saar (Saarbrüken, Alemania). 2
Instituto Superior
Alemán para la Prevención y la Gestión de la Salud (Saarbrüken, Alemania). 3
Instituto de Ciencia del Deporte,
Universidad de Coblenza y Landau (Alemania). 4
Universidad de Ciencias Aplicadas (Idstein, Alemania).
5
Instituto de Ciencia del Deporte, Universidad Johann-Wolfgang Goethe (Frankfurt, Alemania)
Se discuten los aspectos actuales
del entrenamiento de la fuerza con niños y adolescentes. En el
presente estudio, después de un breve repaso histórico acerca de
la problemática de este entrenamiento con los sujetos en edad
evolutiva, basándose en la ontogénesis y el desarrollo motor se
especifican sus efectos sobre niños y adolescentes. Durante muchos
años eran muy pocos los que creían que un entrenamiento contra
resistencias pudiese mejorar la fuerza de los niños. Entrenadores y
profesores creían que los niños se harían más fuertes con la edad, y
que el entrenamiento de la fuerza sólo era adecuado para deportistas
de mayor edad, pero, de hecho, los niños pueden beneficiarse de un
programa de entrenamiento de la fuerza correctamente planteado y
adecuado a su edad (Kraemer, Fleck 2005, 1).
Traducido por Ruth Ballesteros Canel de SDS-Scuola dello Sport Anno XXVIII, nº 81, pág 43-50.
6
L
Introducción1
La importancia del entrenamiento de la fuerza para
los niños y adolescentes en general, y para el entrena-
miento deportivo en particular, continúa a ser objeto de
discusiones, no exentas de connotaciones emocionales.
Comunicaron Fleck y Kraemer (1997,1999) que: “En los
últimos diez años, el entrenamiento contra resistencias de
niños y adolescentes ha sido aceptado y se ha hecho popular
entre los profesionales de la educación, los médicos y los
científicos, pero sigue siendo objeto de controversia”. Con
frecuencia los aspectos referentes a un entrenamiento de
la fuerza son tratados de forma general, sin datos sobre las
pautas de la carga, sobre la ejecución y la estructuración del
ejercicio y sin especificar a qué grupo de sujetos va dirigido.
La gama de definiciones de entrenamiento de la fuerza para
los sujetos en vías de desarrollo va desde los ejercicios de
carga natural, usados como entrenamiento de compensa-
ción o suplementario, hasta el entrenamiento de alto nivel
de los practicantes de power lifting o de los halterófilos
de nivel internacional. Mientras entre los defensores2
de
este entrenamiento se encuentran afirmaciones como, por
ejemplo: “Un entrenamiento dirigido y adaptado a la edad
es absolutamente necesario como prevención de defectos
posturales o para la mejora del rendimiento deportivo.”
(Weineck, 2003, 374), “Según las afirmaciones científicas y
por lo que se ve en la práctica, el inicio de la entrenabilidad
de la fuerza, se encuentra en el 7-9 año de vida.”(Ehlenz et
al. 1998, 74) y “El entrenamiento contra resistencias de los
niños ha ganado consenso y popularidad, en primer lugar
porque, por medio de programas de entrenamiento apropia-
dos y adecuados al desarrollo, se pueden obtener incremen-
tos de fuerza, se puede estimular el desarrollo de los huesos
y se pueden prevenir lesiones en otras actividades físicas y
en otros deportes” (Fleck, Kraemer, 1997, 215), los críticos
a este entrenamiento en edad infantil y en la adolescencia
afirman en cambio: “Por debajo de los 8-10 años apenas
existe entrenabilidad entendida como adaptación fisioló-
gica” (Hollman, Hettinger, 215) y “Además, en el deporte
de alto rendimiento en edad infantil y en la adolescencia
deber ser evitado un entrenamiento de la fuerza relativa-
mente unilateral dirigido a las exigencias específicas de la
disciplina practicada, puesto que, en casos extremos puede
provocar […] deformaciones de la columna vertebral y de
los huesos”(Harre, 1986, 149). Las fotos de los gimnastas
de la figura 1 que han realizado un entrenamiento suple-
mentario de la fuerza, independientemente de los pros y de
los contras, demuestran que, con adecuados estímulos de
fuerza específicos se pueden obtener adecuadas reacciones
de adaptación.
Si, en el debate entre los defensores y los contrarios, se
sigue el camino que hasta ahora hemos descrito, la decisión
parece difícil. Por esto es necesario que los temas que se
refieren al entrenamiento de la fuerza en edad evolutiva
sean tratados de una forma mucho más diferenciada. Por
esto, en el centro de este discurso, estará el problema de la
entrenabilidad de base de la capacidad física “fuerza” en las
diferentes fases de la ontogénesis, desde la infancia hasta la
adolescencia y los “proclamados” peligros para la integridad
física y psíquica que estarían asociados a su entrenamiento.
El entrenamiento de la fuerza
de niños y adolescentes: una
perspectiva histórica
En el pasado se asumía que en edad evolutiva no fuese
aconsejable un entrenamiento dirigido a la fuerza antes
de la finalización de la maduración sexual (cfr. American
Academy of Pediatrics, 1983), y tal indicación era justifica-
da, en primer lugar, con las carencias del estado hormonal,
sobre todo de testosterona, típicas de los niños y de los
adolescentes. “Un argumento contra el entrenamiento de
los niños preadolescentes era que éstos no estuviesen en
condiciones de obtener mejoras significativas a causa de
la carencia de niveles adecuados de andrógenos en circula-
ción” (Pitton 1992, 55). Se tenía la sospecha de que, de por
sí, un entrenamiento de la fuerza provocase un efecto nega-
tivo sobre el crecimiento y sobre la maduración ósea y, en
consecuencia, aumentase la predisposición a los traumas3
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
Figura 1. Fotos
de gimnastas que
han realizado un
entrenamiento
suplementario de la
fuerza.
7
especialmente de las epífisis, de los cartílagos de crecimien-
to, de los huesos y del tejido conectivo (cfr. Bilcheck 1989;
Brown, Kimball 1983, Peterson, Renström 2002; Pitton
1992; en una reseña Mellerowicz et al. 2000). En la fase
inicial de los primeros estudios empíricos4
sobre el tema del
entrenamiento en edad evolutiva, no se observaron efectos
significativos en relación con el incremento de la fuerza y de
la capacidad de rendimiento5
(Kirsten 1963, Vrijens 1978).
En 1983, partiendo de estos conocimientos, la American
Academy of Pediatrics publicó una toma de posición en la
que se consideraba que el entrenamiento de la fuerza con
los niños y los adolescentes fuese inoportuno, y casi inútil,
en cuanto que no llevaba al objetivo deseado, aumentaba el
riesgo de lesiones y su efecto no era seguro (sobre esto cfr.
una reseña de Giessing, Fröhlich 2008). En torno a 1990,
a causa del aumento de las pruebas empíricas favorables
al entrenamiento de la fuerza con niños y adolescentes, se
produce un cambio en los consejos sobre el entrenamiento
(cfr. Malina 2006, 478), que llevó a una revisión del posi-
cionamiento de la National Strenght and Conditioning
Association, del American College of Sports Medicine y de
la American Academy of Pediatrics que ahora recomenda-
ban, expresamente, un entrenamiento de la fuerza realizado
bajo la supervisión de un experto, y orientado a un grupo
específico de sujetos, como prevención de las lesiones, para
incrementar la capacidad de rendimiento, la condición
física general y el estado general de bienestar psíquico
(American Academy of Pediatrics, 2001; Feigenbaum 1993;
Feigenbaum et al. 1996a, Hamill 1994; Guy, Micheli 2001;
Malina 2006). Guy y Micheli (2001), publicaron un artículo
de revista sobre el entrenamiento de la fuerza con niños y
adolescentes en el que afirmaban: “El primer concepto erró-
neo es que un deportista en la edad prepuberal no puede
obtener beneficios del entrenamiento de la fuerza a causa de
los insuficientes niveles de andrógenos en circulación. […] El
segundo es que un deportista que realiza un entrenamiento
de la fuerza pierde la flexibilidad y la amplitud de los movi-
mientos necesarios para obtener un rendimiento óptimo en
el deporte que ha elegido. […] La tercera idea equivocada es
que el entrenamiento de la fuerza es peligroso y expone a
los deportistas a un riesgo de lesiones inútil” (Guy, Micheli
2001, 29).
Aquí discutiremos de forma crítica, en un contexto
histórico, los argumentos adoptados como prueba contra
la realización de un entrenamiento de la fuerza en edad
evolutiva. Fundamentalmente, con ellos, aportaremos
datos empíricos sobre el entrenamiento de la fuerza de
niños y adolescentes, y los discutiremos en el contexto de
las hipótesis que se han ilustrado. No obstante, de forma
preliminar, antes de discutir los aspectos actuales que con-
ciernen a este entrenamiento, nos ocuparemos de realizar
una primera diferenciación o definición de los distintos
conceptos.
El tema “Entrenamiento de la
fuerza”. Especificación del objeto
Por “entrenamiento de la fuerza con niños y adolescen-
tes, en general, se entiende la utilización de pesos libres, de
máquinas, así como del propio peso corporal o de elásticos,
para producir una resistencia [al movimiento] que debe ser
superada” (American Academy of Pediatrics 2001, 1471;
Benjamín et al. 2003, 1; Hamill 1994, 53). Un entrenamien-
to de la fuerza correcto, dirigido a niños y adolescentes,
en consecuencia, utiliza todas las formas imaginables de
entrenamiento contra resistencias, cuyo contenido debe ser
seleccionado y estructurado según su objetivo (por ejemplo,
deporte de alto nivel vs. deporte practicado con objetivos de
salud y preventivos) y las poblaciones a las que va dirigido
(por ejemplo, practicantes de deporte escolar vs. jóvenes
deportistas practicantes de deporte de alto nivel) (cfr. Menzi
et al. 2007). Esto quiere decir también que, en principio, se
debe aplicar un entrenamiento de la fuerza suficientemente
diferenciado y seleccionado de forma específica (Gottlieb
2001), tal que permita obtener el efecto deseado según el
objetivo a alcanzar y las poblaciones a las que se dirige.
Sobre el plano neuromuscular, el resultado de la utilización
de instrumentos y máquinas diferentes para iniciar una
sobrecarga progresiva, muestra, sin embargo, procesos de
adaptación muy diferentes que limitan, notablemente, la
posibilidad de comparar entre sí los distintos estudios y
hace problemática la generalización de sus resultados. Los
escépticos, con frecuencia, se oponen a la utilización de
máquinas y de pesos libres porque, según su valoración, la
carga sería demasiado elevada. Sobre este punto, es preciso
afirmar explícitamente que los ejercicios con pesos libres y
en las máquinas pueden ser fácilmente graduados y, por
lo tanto, son menos duros que los ejercicios generales con
carga natural (Ebada, Krüger 2004, 35). Por otra parte,
con frecuencia los ejercicios con carga natural (push up,
pull up, handstand push up) no suponen una carga sufi-
ciente (cfr. Freiwald 2005, 270). El ejemplo de los push up
muestra que a veces el punto débil no está necesariamente
representado en la musculatura que debe ser entrenada (m.
pectoral mayor, m. bíceps braquial), cuando en la estabili-
zación del tronco por medio de una adecuada tensión del
cuerpo. El entrenamiento de la fuerza (en inglés: strength
training a menudo sinónimo de resistence training6
o
weigth training), por lo tanto, se orienta sobre las norma-
tivas generales de la carga con el objetivo de superar una
resistencia, individualmente progresiva –que es superior al
nivel de performance y de fuerza de los movimientos de la
vida cotidiana y de los determinados por el desarrollo– en
el cual, por norma, las cargas son mayores del 30 al 50%
de la carga máxima (Fry, Newton 2002, 12 y sig.; Guy,
Micheli 2001, 30; Güllich, Schmidtbleicher 1999, 226). Para
una diferenciación de los contenidos, en términos de una
estructuración basada sobre un análisis dimensional de
Frölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
8
las capacidades de fuerza hay que remitirse a Bührle (1985;
1989), Güllich, Schmidtbleicher (1999) y Schmidtbleicher
(1980; 1987; 2003), a los cuales hace referencia la figura 2
que muestra el esquema de la estructuración de la capacidad
motora “fuerza”, en la cual no todas las diferentes capacida-
des de fuerza deben ser consideradas en el mismo rango.
La fuerza máxima, de hecho, determina la fuerza rápida, la
fuerza explosiva y la resistencia a la fuerza. Los factores que
influyen en la duración y en la magnitud de la adaptación a
las cargas de entrenamiento de la fuerza (Conley, Rozenek
2001; Frölich et al. 2007b, 7) son representados por las
variaciones de la magnitud del peso, del volumen, de la
intensidad de la carga, de la masa muscular implicada, del
régimen de trabajo muscular, de la pausa entre las repeticio-
nes y la series, de la elección del ejercicios y de su técnica de
ejecución, del nivel actual de entrenamiento y del método de
entrenamiento seleccionado.
En el entrenamiento de la fuerza es preciso que sean
claramente distinguidos conceptualmente la halterofilia7
y
los levantamientos de potencia (en inglés: weightlifting y
powerlifting), que representan disciplinas de competición
con intensidad de carga elevadísima y con ejercicios de
competición que tienen características muy específicas
(Benjamín, Glow 2003; Hamill 1994; Schafer 1991). “No
sabemos cuál es la dimensión y la intensidad de la implica-
ción de los adolescentes en el powerlifting. El hecho de que
se pueda levantar pesos elevados sin una excesiva atención
a la técnica puede ser un factor que atrae a deportistas ado-
lescentes a este deporte” (Brown, Kimball 1983, 636). Si nos
referimos al especto de la seguridad en el levantamiento de
pesas, Fry, Schilling (2002, 7) subrayan que: “actualmente,
los datos indican que los programas de levantamiento de
pesas son seguros, y lo son más que muchas otras activi-
dades deportivas juveniles y que este entrenamiento no es
perjudicial para los deportistas jóvenes”.
Entre el entrenamiento de la fuerza hay que distinguir
también el entrenamiento del culturismo (en inglés, y de uso
común: body building), que tiene como objetivo desarrollar
un alto nivel de masa muscular y de definición de la muscu-
latura (Giessing, Hildebrandt 2005; Fröhlich 2007ª; Tesch
1992b). Sin embargo, estas diferentes actividades, todas
asociadas a la fuerza, no se diferencian conceptualmente
unas de otras. Como consecuencia no se puede descartar que
se produzcan graves confusiones (Hamill 1994), hecho que
destacan también de forma crítica Feigenbaum et al. (1996ª,
63), en el informe de la NEISS (*). En cualquier caso, no
distingue entre accidentes asociados a la práctica del entre-
namiento de la fuerza aquellos asociados a la práctica com-
petitiva de deportes como el powerlifting o la halterofilia”.
Porlotanto,desdeelpuntodevistaterminológico,sepueden
producir malentendidos, que hacen difícil la interpretación
de los estudios sobre el entrenamiento de la fuerza de sujetos
adultos. Para una mayor diferenciación entre los contenidos
de los distintos conceptos se puede consultar la tabla 1 (cfr.
American Academy of Pediatrics 2001; American College
of Sports Medicine 2002), o bien a los manuales de Baechle,
Earle (2000), Fleck, Kraemer (1997), Martin et al. (1993),
Hohmann et al. (2002), Comí (1994) y Weineck (2003).
Sin una diferenciación de los contenidos, “entrenamien-
to de la fuerza” puede ser interpretado como concepto gene-
ral. Para una solución pragmática de los problemas termino-
lógicos es preciso que, según los grupos a los que se dirigen,
los objetivos, los medios y los contenidos del entrenamiento
de la fuerza sean seriamente discutidos, recurriendo a
planteamientos basados en análisis estructurales y dimen-
sionales. En el Position Statement Paper de la National
Strenght and Conditioning Association (Nsca) de los
Estados Unidos se destaca, asimismo, que las experiencias
y los programas de entrenamiento anteriores, la situación
específica de test y de entrenamiento, la elección de los ejer-
cicios y la calidad de las indicaciones sobre el ejercicio de los
test, así como el supuesto efecto de aprendizaje y de depen-
dencia de las situaciones de entrenamiento o de test, hacen
difícil la posibilidad de comparación de los resultados de los
distintos test, y a menudo son elementos insuficientemente
descritos en los principales estudios (cfr. Feigenbaum et al.
1996a; Fröhlich, Marschall 2001; Rutherford, Jones 1986).
Además, con frecuencia, no se consideran las diferencias
entre sujetos entrenados y no entrenados, aún sabiendo que,
al inicio de un entrenamiento de la fuerza se encuentran
sobre todo efectos de adaptación de naturaleza nerviosa
de tipo inter e intramuscular, que determinan las primeras
mejoras de la fuerza en los sujetos no entrenados (Häkkinen
et al. 2000; Moritani 1992: Rutherford, Jones, 1986).
Otro criterio que es fundamental tener en cuenta
cuando se interpretan los efectos de adaptación al entrena-
miento de la fuerza de los sujetos en edad de crecimiento,
es la posibilidad de comparar los efectos con un grupo de
control (muestra de comparación). Así es absolutamente
Frölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
(*) NEISS: National
Electronic Injury
Surveillance System of
US Consumer Safety
Commision - el sistema
nacional de control
electrónico de los
accidentes de la comisión
para la seguridad del
consumidor de los
Estados Unidos.
Factores influyentes
de naturaleza fisiológica
Capacidad motriz
Fuerza
Fuerza máxima
Fuerza inicial
Fuerza explosiva
Fuerza rápida
Capacidad de
oponerse a la
fatiga
Resistencia a la fuerza
Figura 2. Estructuración
de la capacidad motriz
“fuerza”.
9
Frölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
CONCEPTO DEFINICIÓN
Entrenamiento de la fuerza Principal concepto general de orden jerárquicamente superior que indica el tipo de
entrenamiento que tiene por objetivo general la mejora de la capacidad motriz “fuerza”.
El entrenamiento de la fuerza puede ser diferenciado según su efecto (por ejemplo,
entrenamiento para la hipertrofia) y según su objetivo (por ejemplo, entrenamiento de la fuerza
rápida)
Intensidad de la carga Porcentaje de la fuerza máxima isométrica y/o concéntrica-excéntrica, o de la sensación
objetiva de esfuerzo
Duración de la carga Duración cronológica del ejercicio, de la serie, de la secuencia global de ejercicios
Volumen de la carga Carga realizada en la unidad de entrenamiento, por norma el número de repeticiones de una
serie
Densidad de la carga Duración de las pausas en las series y entre las series
Frecuencia de
entrenamiento
Número de unidades de entrenamiento en un ciclo de entrenamiento (normalmente en una
semana)
Régimen de trabajo
muscular
Isométrico (aumento de la fuerza sin un cambio visible de la longitud del músculo); concéntrico
(modalidad de trabajo muscular en la que la inserción y el origen del músculo se acercan entre
sí); excéntrico (modalidad de trabajo muscular en la que la inserción y el origen del músculo se
alejan entre sí)
Periodización Cambio por etapas de los objetivos parciales, de los contenidos, de los métodos y de la
organización del entrenamiento
Sin repeticiones máximas Un serie que se interrumpe una vez se alcanza un número determinado de repeticiones
Repeticiones máximas Un serie que termina con la última repetición completa que puede ser realizada con la correcta
técnica de ejecución
Punto de agotamiento
muscular momentáneo
(Point of Momentory
Muscular Failure, PMMF)
Define el momento en el que una repetición que ya se ha iniciado no puede ser acabada con la
técnica correcta
PMMF + (Point of
Momentory Muscular
Failure +)
En el PMMF + la serie no es interrumpida en el momento del agotamiento muscular, sino que
se recurre a técnicas de intensificación para continuar entrenando
Sobrecarga progresiva Aumento sistemático de la resistencia a superar con la mejora del estado de entrenamiento
Halterofilia (levantamiento
de pesas)
Disciplina olímpica que requiere el máximo de la capacidad de fuerza y que prevé dos
ejercicios de competición: arrancada y dos tiempos
Power lifting (levantamiento
de potencia)
Deporte que requiere el máximo de la capacidad de fuerza y que prevé tres ejercicios de
competición: sentadilla o squat, extensión de brazos sobre un banco plano o press banca
(bench press) y peso muerto o deadlift
Body building (culturismo) Forma de entrenamiento o de competición en la que el objetivo no es la fuerza máxima sino el
mayor desarrollo posible de la masa, la definición, la simetría y la proporción de la musculatura
Tabla 1. Conceptos unidos
al entrenamiento de la
fuerza y su definición.
10
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
necesario que los procesos de socialización, selección y, en
particular, de desarrollo/maduración sean distintos a los
procesos de adaptación a los estímulos de entrenamiento
de la fuerza. Desde un punto de vista metodológico, medios
que pueden servir de ayuda y que se deberían aplicar, son
estudios con distribución aleatoria, con grupos de inter-
vención y de control y estrategias8
eficaces con fases de
entrenamiento y desentrenamiento (cfr. Feigenbaum et al.
1996b). Feigenbaum et al. (1996ª) lamentan que, en el sector
del deporte infantil y juvenil, los test de la fuerza se basan en
los llamados test submáximos (test de resistencia a la fuer-
za) con un alto número de repeticiones y, lógicamente, con
cargas de escasa intensidad. En su utilización se olvida que,
con un número alto de repeticiones, la energía se suministra
por la vía anaeróbico-láctica con la correspondiente acumu-
lación de lactato (cfr. Fröhlich 2003). Cuando nos referimos
a niños y adolescentes esto debe ser valorado negativamente
puesto que en ellos la capacidad de generar y eliminar el
lactato es escasa o inexistente.
Por otra parte, en lugar de test de 1RM (One Repetition
Maximum)9
, para cuantificar las adaptaciones debidas al
entrenamiento, se usan test de 10 o 15 RM, partiendo de
la suposición de que se trataría de cargas menos elevadas
desde el punto de vista ortopédico o de la carga interna10
(Abbadie et al. 1999; Braith et el. 1993; Mayhew et al. 1989;
Mayhew et al. 2007). Bauer et al. (1999), Feigenbaum et al.
(1999, 2003), Going et al. (1987) así como Pate et al. (1993)
(cfr. Fry et al. 2002, 156) han demostrado suficientemente,
que, si se tienen en cuenta los aspectos biomecánicos, se
dispone la ayuda de un experto y se respetan los procesos de
calentamiento adecuados, para la valoración de las mejoras
de entrenamiento de sujetos en edad evolutiva, se pueden
utilizar test con 1RM o máximas contracciones voluntarias
isométricas apropiados. De este modo, por ejemplo, en
niños (de edad media 9,3 años) no se ha observado que
se produjeran ni lesiones, ni dolores musculares en la eje-
cución de test de 1RM para las extremidades inferiores y
superiores (leg press, leg extensión, standing chest press y
seated chest press)(Feigenbaum et al. 2003).
Otro argumento que autorizaría el uso de test de 1RM
podría residir en el hecho de que numerosas actividades
deportivas como saltar, lanzar o escalar, ya sea por la dura-
ción ya por la intensidad, desde el punto de vista ortopédico
y de la carga interna, representan cargas más elevadas
y menos controlables para las extremidades inferiores y
superiores que un test de 1RM. Por ejemplo, las fuerzas que
actúan principalmente sobre las estructuras parcialmente
blandas del aparato locomotor activo y pasivo, como menis-
cos, cartílagos y ligamentos, suponen de 2,5 a 3 veces el
peso corporal en un salto en extensión, de 3 a 5 veces en la
carrera, de 4 a 10 veces en la batida del salto de longitud (cfr.
Freiwald 2005; McGinnis 1999; William 2000).
Kraemer y Fleck (2005, 49), mantienen, en cambio,
que la determinación de la capacidad de fuerza con un test
de 1RM no sería necesaria, puesto que su determinación a
través de un test de 6RM sería igualmente significativa para
una prescripción posterior de las cargas (planificación de la
carga, habitualmente, a partir de datos sobre el porcentaje
de la carga y el número de repeticiones asociado a la misma
(in merito cfr. críticamente Frölich et al. 2002a; 2002b;
Frölich et al. 2003; Frölich 2003).
Para el test RM se calcula un período de 1 a 15 min., los
períodos de descanso pueden ser utilizados para hacer el
test a otros niños. Ya sea en el test 1RM, sea en el test X-RM,
se debe prestar atención a respetar exactamente la modali-
dad del test (por ejemplo, ángulos de la rodilla, amplitud
del agarre, punto de rotación, longitud del brazo de palanca,
posición del asiento, etc.) y tenerla en cuenta para la estan-
darización con vista a posteriores test.
Un decisión definitiva sobre hasta qué punto debe
aconsejarse un test de 1RM o de X-RM para la prescrip-
ción de la carga, debe ser tomada individualmente por
entrenadores y entrenadoras expertos teniendo en cuenta
aspectos biomecánicos y específicos, según el grupo a
evaluar, el nivel de rendimiento, la experiencia en test y
en entrenamiento, el desarrollo cronológico y biológico, la
constitución general y especial, así como según el objetivo,
el contenido y la metodología del entrenamiento planifica-
do. Para que esto sea posible, se presupone por parte de los
Aconsejan (Kraemer y Fleck, 2005) este plan-
teamiento:
- calentamiento ejecutando de 5 a 10 repeticio-
nes y el 50% del 6RM estimado;
- después de 1 minuto de descanso, stretching,
6 repeticiones con el 70% del 6RM estimado;
- repetición del procedimiento con el 90% del
6RM estimado;
- después de 2 minutos de descanso (depen-
diente de la carga al 90%), 6 repeticiones con el
100% o el 150% del 6Rm estimado.
Si el procedimiento del punto 4 tiene éxito,
la carga se aumenta entre el 2,5 y el 5% y el 6RM
queda determinado.
Si en el punto 4 no ha sido posible realizar las
6 repeticiones, la carga debe ser reducida del 2,5
al 5%.
El 6RM, obtenido en el punto 5, debe ser vali-
dado después de 24 horas.
11
Frölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
responsables un elevado nivel de conocimientos específi-
cos y de cualificación pedagógica.
Como alternativa se podría considerar un plantea-
miento “orientado sobre el número de repeticiones”, en el
que el peso utilizado en el test (por ejemplo 20RM como
carga adecuada para un entrenamiento de resistencia a la
fuerza) sea igual al peso de entrenamiento de las primeras
series (Frölich 2003, 167 y sig.). Dentro de cada unidad de
entrenamiento se debería hacer, por lo tanto, una regresión
de las series, y sobre más unidades de entrenamiento una
progresión en el microciclo (Frölich et al., 2002b).
Ontogénesis y desarrollo motor
Mientras se afirmaba, sobre todo en las publicacio-
nes anteriores, que antes de la pubertad, y después de los
70 años, de por sí, la fuerza no fuese susceptible de ser
entrenada desde el punto de vista de la adaptación mor-
fológica, actualmente es posible constatar, que el organis-
mo humano es entrenable durante todo el período vital
(Conzelman 1997; Perig-Chiello et al. 1998; Schmidtbleicher
1994; Whitehurst et al. 2005; Winter 1998), si bien esta
posibilidad de entrenamiento está sujeta, en ocasiones, a
notables oscilaciones que dependen de la fase de desarrollo
individual (Israel 1992; Mellerowicz et al. 2000; Voeckler-
Rehage, Willimczik 2006).
Para poder tratar de forma diferenciada y evaluar
todos los aspectos de los posibles procesos de adaptación
en el marco de la ontogénesis general y, sobre todo, el
desarrollo motor, lo primero debe ser describir, diferen-
ciándolas entre sí, las distintas etapas del desarrollo hasta
la madurez (Mellerowicz et al. 2000; Winter 1998; Wollny
2002, 2007 cfr. tabla 2, en la página siguiente). Mientras
en el manual dedicado al entrenamiento de los niños y de
los adolescentes de Martin (Martin et al. 1999, 13 y sig.)
encontramos una descripción general de la infancia y de la
niñez definida formalmente como el período que va desde
el nacimiento a los 14 años de vida, Winter (1998), adopta
el modelo de las fases o de los estadios de la psicología del
desarrollo11
, la edad preescolar (de 4 a 7 años), la primera
edad escolar (de 7 a 10 años) y la segunda edad escolar
(niñas de 10 a 12; niños de 10 a 13). Después, dentro de la
fase de la pubertad, se distinguen todavía otras dos fases
de maduración, teniendo en cuenta que entre la primera
fase –pubescencia o primera fase puberal – y la segunda –
adolescencia o segunda edad puberal – se refuerzan nota-
blemente las diferencias específicas entre los dos sexos
(cfr. Ehlenz et al. 1998, 76; Mellerowicz et al. 2000, 78 y
sig.; Weineck 2003, 111). Ciertamente en la primera fase
puberal (chicas: de 11 a 13 años; chicos: de 12 a 15 años)
y en la adolescencia (chicas: de 13 a 17 años; chicos: de
14 a 19 años), hasta la primera edad adulta se distinguen,
de nuevo, períodos diferentes (cfr. Wollny 2007, 17 y sig.).
Por ello es preciso tener en cuenta en qué medida, repre-
sentando condiciones y factores biológicos determinantes,
influyen directa o indirectamente sobre la entrenabilidad.
Desde este punto de vista Wollny (2007, 215) demuestra
que, en lo que se refiere a la capacidad de fuerza (resis-
tencia a la fuerza, fuerza máxima y fuerza rápida) no se
pueden determinar recorridos uniformes de desarrollo.
Se destaca que, por lo menos a partir de la edad infantil,
la edad cronológica pierde progresivamente su valor expli-
cativo y que realmente presenta sólo una validez limitada
para cada individuo (Wollny 2002, 79). Según Martin et
al. (1999), además, es necesario considerar las diferencias
entre sujetos que tienen un desarrollo acelerado y los que
tienen un desarrollo retardado, así como entre índices de
la constitución física que presentan un desarrollo acelera-
do y los que lo presentan retardado (cfr. Tittel, Wutscherk
1992).
Entre los niños de desarrollo acelerado y los del retar-
dado es posible encontrar desviaciones de varios años entre
la edad cronológica y la biológica. Las mayores diferencias
en el desarrollo se encuentran sobre todo desde el inicio de
la segunda edad escolar hasta el final de la adolescencia
(Crasselt 1994; Winter 1998; Wollny 1997). Wollny (2002,
79) subraya, además, que la misma edad cronológica no
conlleva obligatoriamente la presencia de la manifestación
de una determinada característica, y que hay que tener en
cuenta las diferencias individuales en el proceso de desa-
rrollo relacionadas con el momento de inicio, la velocidad y
el nivel inicial. Hasta ahora, además, no está claro que en la
edad infantil existan fases12
y períodos sensibles en cuanto
se refiere al entrenamiento de la fuerza.
Mientras en las definiciones encontramos un amplio
consenso en cuanto a la delimitación entre infancia y ado-
lescencia, en el ámbito de la capacidad de rendimiento y la
entrenabilidad de los niños y de los adolescentes, la cons-
trucción a largo plazo del rendimiento, las planificaciones
y la estructura organizativa del entrenamiento juvenil en
general, y en el campo del entrenamiento de la fuerza en
particular, todavía es necesaria una gran actividad de inves-
tigación, ya sea científica o práctica (Daugs, Emmerich, Igel
1998; Hollmann, Hettinger 1990; Weineck 2003). Con el
agravante añadido de que, no solamente en el deporte juve-
nil, tanto desde el punto de vista específico de los requeri-
mientos generales del rendimiento, como desde el particular
de los modelos de rendimiento de los distintos deportes y
disciplinas deportivas, la sistemática de los contenidos y el
control del entrenamiento deberían estar orientados por la
evolución del rendimiento.
En los apartados siguientes nos ocuparemos más deta-
lladamente de los aspectos principales del desarrollo bioló-
gico que son importantes para la práctica del entrenamiento
de la fuerza.
12
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
Estadio del
desarrollo
Edad en
años
Características específicas
del desarrollo
Consecuencias para la práctica del entrenamiento
Edad
preescolar
de 3 a 6/7 Elevado impulso a moverse
y a jugar
Adquisición de una gran base de entrenabilidad, ejercicios
de breve duración y divertidos; evitar un entrenamiento
especial de la condición física, especialmente de la
fuerza; los movimientos de las tareas deben estimular la
creatividad y la experiencia del propio cuerpo
Primera edad
escolar
de
6/7 a 10
Grandes capacidades
de rendimiento y de
aprendizaje, interés hacia
la actividad física y el
deporte, impetuosidad en los
comportamientos motores,
edad favorable para el
aprendizaje motor, adquisición
“acrítica” de conocimientos y
habilidades
En primer plano encontramos un entrenamiento
polideportivo y, sobre todo, el desarrollo de las
capacidades coordinativas; ofrecer la posibilidad de tener
muchas experiencias motoras; evitar un entrenamiento
especial de la fuerza con pesas o máquinas; se aconseja
una gimnasia especial para los niños
Segunda edad
escolar
Niños:
de 10 a 12
Fase fundamental para la
posterior maestría motriz, alto
nivel de control del cuerpo,
relación fuerza-peso corporal
muy favorable, máxima
expresión de la movilidad
articular
Ejercicios variables y dirigidos a las técnicas deportivas;
aumento multilateral del patrimonio de movimientos, sin
que, sin embargo, la cantidad vaya en detrimento de la
calidad, los movimientos deber ser aprendidos con la
mayor precisión posible; crear las bases coordinativas de
las habilidades; es aconsejable empezar un entrenamiento
especial de la resistencia; iniciar un entrenamiento de
la fuerza con elementos, pero sólo si están adaptados
a la edad, en caso contrario se aconsejan ejercicios
“gimnásticos” de la fuerza y de desarrollo de la movilidad
articular
Primera
fase puberal
(pubescencia)
Chicas:
de 11/12
a 13/14
Chicos:
de 12/13
a 14/15
Empeoramiento de la relación
fuerza/peso durante el pico
de crecimiento y disminución
de la capacidad de carga del
aparato motor; aumento de la
masa muscular y de la fuerza,
elevada entrenabilidad de las
capacidades asociadas a la
condición física; descenso
del interés por el deporte;
inestabilidad psíquica
Entrenamiento de las capacidades que determinan la
condición física (fuerza, resistencia, velocidad, movilidad
articular); estabilización de las capacidades coordinativas;
entrenamiento de la fuerza con pesas y máquinas en
condiciones en que se domine la técnica de ejecución y
en que los instrumentos sean adecuados a la necesidad;
necesidad absoluta de un entrenamiento de la movilidad
articular; entrenamiento de la resistencia con acento
sobre el volumen y exclusivamente aeróbico
Segunda
edad puberal
(adolescencia)
Chicas:
de 13/14
a 17/18
Chicos:
de 14/15
a 18/19
La entrenabilidad de la
capacidad coordinativa y de
las asociadas a la condición
física hacia el final de la
adolescencia casi alcanza
los valores de los adultos;
final del crecimiento óseo;
máxima disposición del
sistema nervioso a almacenar
y automatizar programas
motores
El entrenamiento de la fuerza y de la resistencia sigue
haciendo más hincapié sobre el volumen que sobre
la intensidad; entrenamiento general y especial de la
movilidad articular; consolidación y aumento de las
habilidades motoras; lenta introducción del entrenamiento
de los adultos
Primera edad
adulta
de
18/20
a 30/35
Fase de máxima expresión
del desarrollo motor y del
conjunto de los sistemas
orgánicos (edad de los
máximos resultados
deportivos)
Con la condición de una buena salud, es posible un
entrenamiento ilimitado de las principales formas de
actividad motriz
Tabla 2. Estadios
del desarrollo y sus
características específicas
13
Frölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
El desarrollo motor en la primera
edad escolar (de los 7 a los 10
años)
Además de un cambio en las proporciones y en
la forma del cuerpo, producido por el crecimiento, la
fase de la primera edad escolar va acompañada por
otros grandes cambios, no sólo somáticos, sino también
psíquicos y cognitivos (Crasselt, 1994; Scheid 1994).
Mellerowicz et el. (2000) hablan de un aumento medio
anual del peso corporal de 2,5-3,5 Kg., así como de
grandes prestaciones funcionales del SNC, que pueden
ser asociadas a la gran capacidad de aprendizaje motor
de esta edad.
En este período, la conducta motriz se caracteriza
por una “gran viveza y movilidad” (Winter 1998) que, en
esta fase del desarrollo, se refleja en el llamativo com-
portamiento lúdico de los niños (cfr. Verter, Montada
2002), mientras que los movimientos no son fluidos
y redondos, sino más bien desgarbados (Scheid 1994).
La viveza de la que hemos hablado, y los presupuestos
psicofísicos para la adquisición de las capacidades y
habilidades motoras que la acompañan (Weineck 2003),
pueden conducir, por medio de una formación “polide-
portiva”, a una entrenabilidad importante y constante,
así como al aumento tanto de la fuerza como de la
velocidad13
(Schmidtbleicher 1994; Weineck 2003), con
un desarrollo de la capacidad de fuerza que tiene una
evolución relativamente lenta por ahora, salvo que sea
entrenada específicamente.
Feigenbaum et al. (1999), de hecho, en niños y niñas
de 5 a 12 años de edad, tomando como referencia la
evolución en 1RM, describe efectos de entrenamiento
que alcanzan un aumento del 40% de 1RM en ejercicios
como el chest press y el leg extensión, después de un
entrenamiento de ocho semanas. Las diferencias entre
sexos en el rendimiento todavía son poco relevantes,
pero, como norma, los hombres consiguen resultados
ligeramente mayores. En general, los grupos muscula-
res que son poco utilizados en los movimientos y en las
actividades cotidianas – se trata, con frecuencia de los
músculos de las extremidades superiores – presentan
capacidades de fuerza menores que los músculos que
son utilizados en ejercicios como caminar, correr, saltar,
etc. (Schmidtbleicher 1994, 134). Éste es un efecto que
debe ser muy considerado, y al que debe darse la impor-
tancia justa, en la interpretación de las intervenciones
directas al entrenar la fuerza.
Generalmente, en los niños de esta edad, se debe-
rían estabilizar las habilidades motoras básicas. Se
puede hacer, entre otros modos, entrenando de forma
explícita y mejorando las capacidades coordinativas,
por ejemplo, a través de juegos con balón, con compa-
ñero y con material y/o también ejercicios gimnásticos
realizados de formas complejas (por ejemplo, circuitos
con distintos elementos (Mellerowicz et al. 2000, 79). La
tabla 2 presenta un cuadro de los distintos estadios de
desarrollo y sus particularices específicas.
El desarrollo motor en la segunda
edad escolar (niñas: de 10 a 12
años, niños de 10 a 13 años)
La segunda edad escolar empieza sobre los 10 años
y dura hasta el inicio de la pubertad (Winter 1998). Hay
que recordar que el paso de la primera a la segunda edad
escolar no muestra soluciones de continuidad y los dos
estadios sólo se distinguen gradualmente (Israel 1992;
Martin et al. 1999). Para el desarrollo motor en esta edad es
especialmente importante el mayor desarrollo del aparato
vestibular y de los otros analizadores del movimiento y de la
posición, por lo que se hace evidente la mejora de la fluidez
de los movimientos y el aprendizaje de movimientos difí-
ciles. En consecuencia sería necesario que las capacidades
de coordinación fuesen sometidas a una mayor formación
que las condicionales. Por lo que el método a elegir sería
utilizar ejercicios de fuerza complejos, sin uso de aparatos.
El crecimiento físico posterior conlleva una mejora de las
proporciones y, por consiguiente, un aumento de la fuerza
relativamente pronunciado con un escaso incremento de las
medidas y del peso del cuerpo (Crasselt 1994), por lo que se
puede ver también una mejora de la relación peso-fuerza
(Winter 1998, 289; Weineck 2003, 113). La fuerza máxima
presenta incrementos anuales medios. En lo relativo a la
especificidad de sexo14
en los chicos se puede comprobar
una capacidad máxima de fuerza que tiene una evolución
casi paralela que, aunque escasamente, es constantemente
mayor que la de las chicas (cfr. Menzi et al. 2007, 39).
El desarrollo motor en la
pubertad (primera edad puberal
–pubescencia– y segunda edad
puberal –adolescencia)
Los múltiples y diversificados procesos de naturaleza
endocrina que se desarrollan en la pubertad, la producción
de hormonas de acción andrógena que los caracterizan, y
los efectos de dirección anabolizante que van asociados,
aumentan enormemente la entrenabilidad en los adoles-
centes hombres (Schmidtbleicher 1994). Hay que destacar,
sobre todo, el crecimiento de la masa muscular causado
por el aumento de la síntesis proteica que, a su vez, es
14
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
debido directa, e indirectamente, a la acción anabolizante
de la testosterona (Kraemer 1992; Kraemer, Fleck 2005;
Schmidtbleicher 1994). En la primera fase puberal y en el
período sucesivo, por lo tanto, se puede prever un aumento
de la fuerza máxima y de la fuerza rápida, sobre todo en los
chicos y, durante un breve periodo, también en las chicas
(cfr. Ehlenz et al. 1998). Puesto que el crecimiento de la
musculatura, en conjunto, va por detrás que el del esque-
leto, en esta fase de desarrollo se observan movimientos
inarmónicos. Se pueden constatar diferencias específicas
de género en las capacidades de fuerza, puesto que, durante
la primera fase puberal, la relación fuerza-peso tiene un
desarrollo menos positivo, y en las chicas incluso se pueden
encontrar relaciones de fuerza relativa que permanecen
invariables (Fry et al. 2002; Menzi et al. 2007). En la ado-
lescencia, las chicas, y esto es tan cierto para las no entre-
nadas como para las muy entrenadas, de media, alcanzan
aproximadamente dos tercios del rendimiento de fuerza y
de fuerza rápida de los chicos (Winter 1998, 317). Según
Mellerowicz et al. (2000, 79), en la primera edad puberal,
los estímulos de entrenamiento de la fuerza y de la fuerza
rápida deberían ser utilizados sólo en ciertas condiciones,
pero, al final del crecimiento, la fuerza, la velocidad, la
coordinación y la resistencia pueden ser entrenadas casi
hasta el límite de la capacidad de carga de los adultos. Sin
embargo, se debe seguir prestando atención a la cinética del
desarrollo individual y a la vulnerabilidad de los cartílagos
epifisarios.
NOTAS
1 Este artículo está basado en un trabajo realiza-
do para participar en un concurso del Instituto Federal
Alemán para la Ciencia del Deporte (Bundesinstitut für
Sportwissenchaft, BiSp), cuya finalidad era la realización
de un estudio científico con objeto: “Entrenamiento de la
fuerza en el deporte juvenil de alto nivel 2007”. Se han refle-
jado los nombres de los que participaron. Una exposición
completa de los temas tratados, con una parte práctica, ha
sido publicada este año por Fröhlich, M., Giessing J., Struck
A. con el título Kraft und Krafttraining bei Kindern und
Jugendlichen, Tectum Verlag, Marburg.
2 En la bibliografía alemana (como en el resto de la
de casi todos los países de Europa Occidental) se puede
demostrar que, desde el inicio de los años 70 hasta los 90,
había un actitud bastante diferente hacia un entrenamiento
de la fuerza dirigido a niños y adolescentes, que se encuen-
tra todavía en algunas obras de referencia y en algunos
manuales sobre la metodología y el planificación del entre-
namiento, mientras que en la literatura anglo-americana
no se discute sobre la oportunidad del entrenamiento de
la fuerza en las edades evolutivas. En aquella encontramos
en primer plano, en cambio, aspectos didácticos y de meto-
dología del entrenamiento (Feigenbaum et el, 1996b, 1999,
2005; Fleck, Kraemer 1997; Guy, Micheli, 2001; Kraemer,
Fleck, 2005).
3 La US Consumer Product Safety Comisión (Comisión
estadounidense de los consumidores para la seguridad de
los productos), por medio de el National Electronic Injury
Surveillance System (NEISS, sistema nacional electróni-
co de vigilancia de los accidentes), ha investigado, desde
1978 hasta 1998, el número de accidentes provocados por
la “actividad o equipamientos del levantamiento de pesas”
(980173 accidentes). Tales accidentes fueron subdividi-
dos en traumas ligeros (por ejemplo contusiones, aplasta-
mientos, hematomas, torceduras, …), luxaciones, fracturas,
heridas lacero-contusas y otros traumas como traumas
dentales, quemaduras, etc. Las zonas del cuerpo afectadas
eran la cabeza, la parte superior e inferior del tronco, las
manos, los pies, las extremidades superiores e inferiores.
Los resultados pueden ser resumidos así: el número de los
lesionados en el período considerado había aumentado un
35% (con un aumento de la población, en el mismo período,
de sólo el 20%). La mayor parte de las lesiones eran traumas
ligeros y sólo el 2,3% de ellos eran de tal gravedad como para
requerir una recuperación hospitalaria. Los niños pequeños
(edad inferior a 6 años) se lesionaban, sobre todo en casa,
de forma proporcionalmente mayor respecto a las otras
fases de edad. El otro grupo de riesgo lo representaban las
personas de edad superior a 45 años (personas que retoman
o que aumentan improvisadamente la actividad física).
Resumiendo, se afirma que: “el entrenamiento con pesas
está libre de riesgos si se realiza correctamente y con super-
visión. Es necesario ser cautos cuando se piensa en utilizar
aparatos en casa. La opción más segura es la de practicar
el levantamiento de pesas en instalaciones para el fitness
bajo la supervisión de profesionales preparados y expertos.”
(Jones et al. 2000, 6).
4 El estudio de Vrijens (1978), retrospectivamente, ha
sido comentado críticamente en este aspecto por Benjamín,
Glow (2003) porque en el estudio, de ocho semanas de dura-
ción, se usaron sólo cargas de escasa intensidad y fueron
usadas sólo una o dos serie por ejercicio a la semana. Según
Fleck, Kraemer (1997), si embargo, el éxito de un entrena-
miento de la fuerza está en relación directa con la frecuencia
del entrenamiento.
15
Frölich, M.
Pieter, A,
Giessing, J
et al.
Tomo XXIV • Nº 1
ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
5 En el estudio no se ha realizado una diferenciación
o una delimitación sobre la base de adaptaciones de tipo
morfológico y/o neurofisiológico.
6 “El entrenamiento con resistencias que incluye el uso
regular de pesos libres, máquinas con pesas, el peso cor-
poral, elásticos y otros tipos de artilugios para mejorar la
fuerza, la potencia y la resistencia muscular se han conver-
tido en una forma de actividad física cada vez más popular.”
(Conley, Rzenek 2001, 9)
7 Según Ebada, Krüger (2004) el inicio sistemático de
un entrenamiento de levantamiento de pesas en cada país y
en los diferentes grupos de autores oscila en una franja de
edad que va desde los 9 hasta los 11 o 12 años. La federación
alemana de halterofilia prevé un campeonato en la catego-
ría de 10 a 12 años de edad de los niños (Categoría jóvenes
halterófilos D). El entrenamiento correspondiente se inicia
entonces más precozmente.
8 De esta forma, muchas interpretaciones erróneas de
supuestos efectos de entrenamientos están basadas sólo
sobre el plano metodológico.
9 “Muchos investigadores y muchos médicos no han uti-
lizado test basados en 1RM para evaluar la evolución en la
fuerza muscular producida por el entrenamiento, partiendo
del supuesto de que cargas de intensidad alta podían causar
daños estructurales en los niños. Por ello, en muchos estu-
dios, las capacidades de producción de la fuerza máxima de
los niños no se han evaluado directamente. Pero, hasta hoy,
no se han referido accidentes en estudios exploratorios en
los que, para evaluar los cambios en la fuerza de los niños
producidos por el entrenamiento, se han utilizado los ade-
cuados tiempos de calentamiento, una correcta progresión
de las cargas y test de fuerza máxima seleccionados de
forma crítica (ejercicios con 1RM y test isométricos e isoci-
néticos máximos).
10 La presión sanguínea, la necesidad de oxígeno
del corazón y la concentración de lactato en las cargas
submáximas son claramente más elevados que en 1RM,
representado de esta forma una carga cardiovascular y
metabólica más elevada (cfr. Fleck, Dean 1987; Fleck 2002;
Fleck, Kraemer, 1997; en una review Fröhlich 2003). Hasta
que punto se puedan tolerar picos máximos de presión
provocados por una sola carga máxima, en lugar de valores
submáximos producidos por esfuerzos repetidos, en este
momento no puede ser discutido de forma exhaustiva y
definitiva.
11 Habitualmente los modelos por estadios o por fases
se basan en datos medios, ignorando de esta forma los
procesos y las diferencias de desarrollo interindividuales.
Además, la edad cronológica sólo proporciona informacio-
nes generales y representa en una escala numérica cual
ha sido el período de tiempo durante el que, después del
nacimiento, han intervenido los factores que determinan el
desarrollo psicológico y biológico (Wolny, 2007, 216).
12 Las fases sensibles y los modelos de períodos en
el ámbito del desarrollo de la motricidad deportiva son
siempre objeto de discusiones críticas, y en parte han sido
cuestionados (cfr. Bauer 1989; Voelker-Rehage, Willimczik
2006; Willimczik, Meiererander, Pollmann, Reckweg 1999).
13 Fröhner, Tronick (2007, 12), indican bandas medias
de diferentes edades, como edad de inicio al entrenamiento,
en los distintos grupos de deporte, señalando las condiciones
fisiológicas correspondientes: la banda de edad hasta los
7 años para los deportes con bastante componente técnico
(deportes y disciplinas de composición técnica). De los 7 a
los 9 años para los deportes con predominio coordinativo-
condicional, como la natación, diferentes modalidades del
atletismo, bádminton, voleibol, etc.; de los 9 a los 11 años
paradeportesdepredominiocondicional-coordinativocomo
la carrera, el ciclismo, triatlón, esgrima, balonmano; de los
11 a los 13 años para los deportes de fuerza/resistencia a la
fuerza, como piragüismo, lanzamiento del atletismo, etc.
14 Killing (2008, 8) titulando: “Las mujeres deben
realizar un mayor y más precoz entrenamiento de la fuerza”
se refiere a estas fases: a) con el inicio de la pubertad es
racional un entrenamiento específico de los puntos débiles
que son el tronco, la zona lumbar de la columna y los pies; b)
las técnicas más comunes de levantamiento de pesas deben
ser aprendidas en edad escolar (de los 13 a los 16 años) uti-
lizando cargas ligeras y barras de madera; c) paralelamente
se realizará una preparación física general, por ejemplo con
circuitos multilaterales de fuerza (de 14 a 17 años); de los
15 a los 16 años son adecuadas dos unidades semanales de
entrenamiento de la fuerza, en las que se utilizan ejercicios
para todo el cuerpo con barras de pesas.
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Entrenamiento de la fuerza de niños y adolecentes

  • 1. ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN Michael Frölich1 , Andreas Pieter2 , Jürgen Giessing3 , Markus Klein1 , Andreas Strack1 , Hanno Folder4 , Dennis Sandig1 , Klaus Blischke1 , Eike Emrich1 , Jens Stening1 y Diezmar Schmidtbleicher5 1 Instituto de Ciencia del Deporte de la Universidad de Saar (Saarbrüken, Alemania). 2 Instituto Superior Alemán para la Prevención y la Gestión de la Salud (Saarbrüken, Alemania). 3 Instituto de Ciencia del Deporte, Universidad de Coblenza y Landau (Alemania). 4 Universidad de Ciencias Aplicadas (Idstein, Alemania). 5 Instituto de Ciencia del Deporte, Universidad Johann-Wolfgang Goethe (Frankfurt, Alemania) Se discuten los aspectos actuales del entrenamiento de la fuerza con niños y adolescentes. En el presente estudio, después de un breve repaso histórico acerca de la problemática de este entrenamiento con los sujetos en edad evolutiva, basándose en la ontogénesis y el desarrollo motor se especifican sus efectos sobre niños y adolescentes. Durante muchos años eran muy pocos los que creían que un entrenamiento contra resistencias pudiese mejorar la fuerza de los niños. Entrenadores y profesores creían que los niños se harían más fuertes con la edad, y que el entrenamiento de la fuerza sólo era adecuado para deportistas de mayor edad, pero, de hecho, los niños pueden beneficiarse de un programa de entrenamiento de la fuerza correctamente planteado y adecuado a su edad (Kraemer, Fleck 2005, 1). Traducido por Ruth Ballesteros Canel de SDS-Scuola dello Sport Anno XXVIII, nº 81, pág 43-50.
  • 2. 6 L Introducción1 La importancia del entrenamiento de la fuerza para los niños y adolescentes en general, y para el entrena- miento deportivo en particular, continúa a ser objeto de discusiones, no exentas de connotaciones emocionales. Comunicaron Fleck y Kraemer (1997,1999) que: “En los últimos diez años, el entrenamiento contra resistencias de niños y adolescentes ha sido aceptado y se ha hecho popular entre los profesionales de la educación, los médicos y los científicos, pero sigue siendo objeto de controversia”. Con frecuencia los aspectos referentes a un entrenamiento de la fuerza son tratados de forma general, sin datos sobre las pautas de la carga, sobre la ejecución y la estructuración del ejercicio y sin especificar a qué grupo de sujetos va dirigido. La gama de definiciones de entrenamiento de la fuerza para los sujetos en vías de desarrollo va desde los ejercicios de carga natural, usados como entrenamiento de compensa- ción o suplementario, hasta el entrenamiento de alto nivel de los practicantes de power lifting o de los halterófilos de nivel internacional. Mientras entre los defensores2 de este entrenamiento se encuentran afirmaciones como, por ejemplo: “Un entrenamiento dirigido y adaptado a la edad es absolutamente necesario como prevención de defectos posturales o para la mejora del rendimiento deportivo.” (Weineck, 2003, 374), “Según las afirmaciones científicas y por lo que se ve en la práctica, el inicio de la entrenabilidad de la fuerza, se encuentra en el 7-9 año de vida.”(Ehlenz et al. 1998, 74) y “El entrenamiento contra resistencias de los niños ha ganado consenso y popularidad, en primer lugar porque, por medio de programas de entrenamiento apropia- dos y adecuados al desarrollo, se pueden obtener incremen- tos de fuerza, se puede estimular el desarrollo de los huesos y se pueden prevenir lesiones en otras actividades físicas y en otros deportes” (Fleck, Kraemer, 1997, 215), los críticos a este entrenamiento en edad infantil y en la adolescencia afirman en cambio: “Por debajo de los 8-10 años apenas existe entrenabilidad entendida como adaptación fisioló- gica” (Hollman, Hettinger, 215) y “Además, en el deporte de alto rendimiento en edad infantil y en la adolescencia deber ser evitado un entrenamiento de la fuerza relativa- mente unilateral dirigido a las exigencias específicas de la disciplina practicada, puesto que, en casos extremos puede provocar […] deformaciones de la columna vertebral y de los huesos”(Harre, 1986, 149). Las fotos de los gimnastas de la figura 1 que han realizado un entrenamiento suple- mentario de la fuerza, independientemente de los pros y de los contras, demuestran que, con adecuados estímulos de fuerza específicos se pueden obtener adecuadas reacciones de adaptación. Si, en el debate entre los defensores y los contrarios, se sigue el camino que hasta ahora hemos descrito, la decisión parece difícil. Por esto es necesario que los temas que se refieren al entrenamiento de la fuerza en edad evolutiva sean tratados de una forma mucho más diferenciada. Por esto, en el centro de este discurso, estará el problema de la entrenabilidad de base de la capacidad física “fuerza” en las diferentes fases de la ontogénesis, desde la infancia hasta la adolescencia y los “proclamados” peligros para la integridad física y psíquica que estarían asociados a su entrenamiento. El entrenamiento de la fuerza de niños y adolescentes: una perspectiva histórica En el pasado se asumía que en edad evolutiva no fuese aconsejable un entrenamiento dirigido a la fuerza antes de la finalización de la maduración sexual (cfr. American Academy of Pediatrics, 1983), y tal indicación era justifica- da, en primer lugar, con las carencias del estado hormonal, sobre todo de testosterona, típicas de los niños y de los adolescentes. “Un argumento contra el entrenamiento de los niños preadolescentes era que éstos no estuviesen en condiciones de obtener mejoras significativas a causa de la carencia de niveles adecuados de andrógenos en circula- ción” (Pitton 1992, 55). Se tenía la sospecha de que, de por sí, un entrenamiento de la fuerza provocase un efecto nega- tivo sobre el crecimiento y sobre la maduración ósea y, en consecuencia, aumentase la predisposición a los traumas3 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 Figura 1. Fotos de gimnastas que han realizado un entrenamiento suplementario de la fuerza.
  • 3. 7 especialmente de las epífisis, de los cartílagos de crecimien- to, de los huesos y del tejido conectivo (cfr. Bilcheck 1989; Brown, Kimball 1983, Peterson, Renström 2002; Pitton 1992; en una reseña Mellerowicz et al. 2000). En la fase inicial de los primeros estudios empíricos4 sobre el tema del entrenamiento en edad evolutiva, no se observaron efectos significativos en relación con el incremento de la fuerza y de la capacidad de rendimiento5 (Kirsten 1963, Vrijens 1978). En 1983, partiendo de estos conocimientos, la American Academy of Pediatrics publicó una toma de posición en la que se consideraba que el entrenamiento de la fuerza con los niños y los adolescentes fuese inoportuno, y casi inútil, en cuanto que no llevaba al objetivo deseado, aumentaba el riesgo de lesiones y su efecto no era seguro (sobre esto cfr. una reseña de Giessing, Fröhlich 2008). En torno a 1990, a causa del aumento de las pruebas empíricas favorables al entrenamiento de la fuerza con niños y adolescentes, se produce un cambio en los consejos sobre el entrenamiento (cfr. Malina 2006, 478), que llevó a una revisión del posi- cionamiento de la National Strenght and Conditioning Association, del American College of Sports Medicine y de la American Academy of Pediatrics que ahora recomenda- ban, expresamente, un entrenamiento de la fuerza realizado bajo la supervisión de un experto, y orientado a un grupo específico de sujetos, como prevención de las lesiones, para incrementar la capacidad de rendimiento, la condición física general y el estado general de bienestar psíquico (American Academy of Pediatrics, 2001; Feigenbaum 1993; Feigenbaum et al. 1996a, Hamill 1994; Guy, Micheli 2001; Malina 2006). Guy y Micheli (2001), publicaron un artículo de revista sobre el entrenamiento de la fuerza con niños y adolescentes en el que afirmaban: “El primer concepto erró- neo es que un deportista en la edad prepuberal no puede obtener beneficios del entrenamiento de la fuerza a causa de los insuficientes niveles de andrógenos en circulación. […] El segundo es que un deportista que realiza un entrenamiento de la fuerza pierde la flexibilidad y la amplitud de los movi- mientos necesarios para obtener un rendimiento óptimo en el deporte que ha elegido. […] La tercera idea equivocada es que el entrenamiento de la fuerza es peligroso y expone a los deportistas a un riesgo de lesiones inútil” (Guy, Micheli 2001, 29). Aquí discutiremos de forma crítica, en un contexto histórico, los argumentos adoptados como prueba contra la realización de un entrenamiento de la fuerza en edad evolutiva. Fundamentalmente, con ellos, aportaremos datos empíricos sobre el entrenamiento de la fuerza de niños y adolescentes, y los discutiremos en el contexto de las hipótesis que se han ilustrado. No obstante, de forma preliminar, antes de discutir los aspectos actuales que con- ciernen a este entrenamiento, nos ocuparemos de realizar una primera diferenciación o definición de los distintos conceptos. El tema “Entrenamiento de la fuerza”. Especificación del objeto Por “entrenamiento de la fuerza con niños y adolescen- tes, en general, se entiende la utilización de pesos libres, de máquinas, así como del propio peso corporal o de elásticos, para producir una resistencia [al movimiento] que debe ser superada” (American Academy of Pediatrics 2001, 1471; Benjamín et al. 2003, 1; Hamill 1994, 53). Un entrenamien- to de la fuerza correcto, dirigido a niños y adolescentes, en consecuencia, utiliza todas las formas imaginables de entrenamiento contra resistencias, cuyo contenido debe ser seleccionado y estructurado según su objetivo (por ejemplo, deporte de alto nivel vs. deporte practicado con objetivos de salud y preventivos) y las poblaciones a las que va dirigido (por ejemplo, practicantes de deporte escolar vs. jóvenes deportistas practicantes de deporte de alto nivel) (cfr. Menzi et al. 2007). Esto quiere decir también que, en principio, se debe aplicar un entrenamiento de la fuerza suficientemente diferenciado y seleccionado de forma específica (Gottlieb 2001), tal que permita obtener el efecto deseado según el objetivo a alcanzar y las poblaciones a las que se dirige. Sobre el plano neuromuscular, el resultado de la utilización de instrumentos y máquinas diferentes para iniciar una sobrecarga progresiva, muestra, sin embargo, procesos de adaptación muy diferentes que limitan, notablemente, la posibilidad de comparar entre sí los distintos estudios y hace problemática la generalización de sus resultados. Los escépticos, con frecuencia, se oponen a la utilización de máquinas y de pesos libres porque, según su valoración, la carga sería demasiado elevada. Sobre este punto, es preciso afirmar explícitamente que los ejercicios con pesos libres y en las máquinas pueden ser fácilmente graduados y, por lo tanto, son menos duros que los ejercicios generales con carga natural (Ebada, Krüger 2004, 35). Por otra parte, con frecuencia los ejercicios con carga natural (push up, pull up, handstand push up) no suponen una carga sufi- ciente (cfr. Freiwald 2005, 270). El ejemplo de los push up muestra que a veces el punto débil no está necesariamente representado en la musculatura que debe ser entrenada (m. pectoral mayor, m. bíceps braquial), cuando en la estabili- zación del tronco por medio de una adecuada tensión del cuerpo. El entrenamiento de la fuerza (en inglés: strength training a menudo sinónimo de resistence training6 o weigth training), por lo tanto, se orienta sobre las norma- tivas generales de la carga con el objetivo de superar una resistencia, individualmente progresiva –que es superior al nivel de performance y de fuerza de los movimientos de la vida cotidiana y de los determinados por el desarrollo– en el cual, por norma, las cargas son mayores del 30 al 50% de la carga máxima (Fry, Newton 2002, 12 y sig.; Guy, Micheli 2001, 30; Güllich, Schmidtbleicher 1999, 226). Para una diferenciación de los contenidos, en términos de una estructuración basada sobre un análisis dimensional de Frölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
  • 4. 8 las capacidades de fuerza hay que remitirse a Bührle (1985; 1989), Güllich, Schmidtbleicher (1999) y Schmidtbleicher (1980; 1987; 2003), a los cuales hace referencia la figura 2 que muestra el esquema de la estructuración de la capacidad motora “fuerza”, en la cual no todas las diferentes capacida- des de fuerza deben ser consideradas en el mismo rango. La fuerza máxima, de hecho, determina la fuerza rápida, la fuerza explosiva y la resistencia a la fuerza. Los factores que influyen en la duración y en la magnitud de la adaptación a las cargas de entrenamiento de la fuerza (Conley, Rozenek 2001; Frölich et al. 2007b, 7) son representados por las variaciones de la magnitud del peso, del volumen, de la intensidad de la carga, de la masa muscular implicada, del régimen de trabajo muscular, de la pausa entre las repeticio- nes y la series, de la elección del ejercicios y de su técnica de ejecución, del nivel actual de entrenamiento y del método de entrenamiento seleccionado. En el entrenamiento de la fuerza es preciso que sean claramente distinguidos conceptualmente la halterofilia7 y los levantamientos de potencia (en inglés: weightlifting y powerlifting), que representan disciplinas de competición con intensidad de carga elevadísima y con ejercicios de competición que tienen características muy específicas (Benjamín, Glow 2003; Hamill 1994; Schafer 1991). “No sabemos cuál es la dimensión y la intensidad de la implica- ción de los adolescentes en el powerlifting. El hecho de que se pueda levantar pesos elevados sin una excesiva atención a la técnica puede ser un factor que atrae a deportistas ado- lescentes a este deporte” (Brown, Kimball 1983, 636). Si nos referimos al especto de la seguridad en el levantamiento de pesas, Fry, Schilling (2002, 7) subrayan que: “actualmente, los datos indican que los programas de levantamiento de pesas son seguros, y lo son más que muchas otras activi- dades deportivas juveniles y que este entrenamiento no es perjudicial para los deportistas jóvenes”. Entre el entrenamiento de la fuerza hay que distinguir también el entrenamiento del culturismo (en inglés, y de uso común: body building), que tiene como objetivo desarrollar un alto nivel de masa muscular y de definición de la muscu- latura (Giessing, Hildebrandt 2005; Fröhlich 2007ª; Tesch 1992b). Sin embargo, estas diferentes actividades, todas asociadas a la fuerza, no se diferencian conceptualmente unas de otras. Como consecuencia no se puede descartar que se produzcan graves confusiones (Hamill 1994), hecho que destacan también de forma crítica Feigenbaum et al. (1996ª, 63), en el informe de la NEISS (*). En cualquier caso, no distingue entre accidentes asociados a la práctica del entre- namiento de la fuerza aquellos asociados a la práctica com- petitiva de deportes como el powerlifting o la halterofilia”. Porlotanto,desdeelpuntodevistaterminológico,sepueden producir malentendidos, que hacen difícil la interpretación de los estudios sobre el entrenamiento de la fuerza de sujetos adultos. Para una mayor diferenciación entre los contenidos de los distintos conceptos se puede consultar la tabla 1 (cfr. American Academy of Pediatrics 2001; American College of Sports Medicine 2002), o bien a los manuales de Baechle, Earle (2000), Fleck, Kraemer (1997), Martin et al. (1993), Hohmann et al. (2002), Comí (1994) y Weineck (2003). Sin una diferenciación de los contenidos, “entrenamien- to de la fuerza” puede ser interpretado como concepto gene- ral. Para una solución pragmática de los problemas termino- lógicos es preciso que, según los grupos a los que se dirigen, los objetivos, los medios y los contenidos del entrenamiento de la fuerza sean seriamente discutidos, recurriendo a planteamientos basados en análisis estructurales y dimen- sionales. En el Position Statement Paper de la National Strenght and Conditioning Association (Nsca) de los Estados Unidos se destaca, asimismo, que las experiencias y los programas de entrenamiento anteriores, la situación específica de test y de entrenamiento, la elección de los ejer- cicios y la calidad de las indicaciones sobre el ejercicio de los test, así como el supuesto efecto de aprendizaje y de depen- dencia de las situaciones de entrenamiento o de test, hacen difícil la posibilidad de comparación de los resultados de los distintos test, y a menudo son elementos insuficientemente descritos en los principales estudios (cfr. Feigenbaum et al. 1996a; Fröhlich, Marschall 2001; Rutherford, Jones 1986). Además, con frecuencia, no se consideran las diferencias entre sujetos entrenados y no entrenados, aún sabiendo que, al inicio de un entrenamiento de la fuerza se encuentran sobre todo efectos de adaptación de naturaleza nerviosa de tipo inter e intramuscular, que determinan las primeras mejoras de la fuerza en los sujetos no entrenados (Häkkinen et al. 2000; Moritani 1992: Rutherford, Jones, 1986). Otro criterio que es fundamental tener en cuenta cuando se interpretan los efectos de adaptación al entrena- miento de la fuerza de los sujetos en edad de crecimiento, es la posibilidad de comparar los efectos con un grupo de control (muestra de comparación). Así es absolutamente Frölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN (*) NEISS: National Electronic Injury Surveillance System of US Consumer Safety Commision - el sistema nacional de control electrónico de los accidentes de la comisión para la seguridad del consumidor de los Estados Unidos. Factores influyentes de naturaleza fisiológica Capacidad motriz Fuerza Fuerza máxima Fuerza inicial Fuerza explosiva Fuerza rápida Capacidad de oponerse a la fatiga Resistencia a la fuerza Figura 2. Estructuración de la capacidad motriz “fuerza”.
  • 5. 9 Frölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN CONCEPTO DEFINICIÓN Entrenamiento de la fuerza Principal concepto general de orden jerárquicamente superior que indica el tipo de entrenamiento que tiene por objetivo general la mejora de la capacidad motriz “fuerza”. El entrenamiento de la fuerza puede ser diferenciado según su efecto (por ejemplo, entrenamiento para la hipertrofia) y según su objetivo (por ejemplo, entrenamiento de la fuerza rápida) Intensidad de la carga Porcentaje de la fuerza máxima isométrica y/o concéntrica-excéntrica, o de la sensación objetiva de esfuerzo Duración de la carga Duración cronológica del ejercicio, de la serie, de la secuencia global de ejercicios Volumen de la carga Carga realizada en la unidad de entrenamiento, por norma el número de repeticiones de una serie Densidad de la carga Duración de las pausas en las series y entre las series Frecuencia de entrenamiento Número de unidades de entrenamiento en un ciclo de entrenamiento (normalmente en una semana) Régimen de trabajo muscular Isométrico (aumento de la fuerza sin un cambio visible de la longitud del músculo); concéntrico (modalidad de trabajo muscular en la que la inserción y el origen del músculo se acercan entre sí); excéntrico (modalidad de trabajo muscular en la que la inserción y el origen del músculo se alejan entre sí) Periodización Cambio por etapas de los objetivos parciales, de los contenidos, de los métodos y de la organización del entrenamiento Sin repeticiones máximas Un serie que se interrumpe una vez se alcanza un número determinado de repeticiones Repeticiones máximas Un serie que termina con la última repetición completa que puede ser realizada con la correcta técnica de ejecución Punto de agotamiento muscular momentáneo (Point of Momentory Muscular Failure, PMMF) Define el momento en el que una repetición que ya se ha iniciado no puede ser acabada con la técnica correcta PMMF + (Point of Momentory Muscular Failure +) En el PMMF + la serie no es interrumpida en el momento del agotamiento muscular, sino que se recurre a técnicas de intensificación para continuar entrenando Sobrecarga progresiva Aumento sistemático de la resistencia a superar con la mejora del estado de entrenamiento Halterofilia (levantamiento de pesas) Disciplina olímpica que requiere el máximo de la capacidad de fuerza y que prevé dos ejercicios de competición: arrancada y dos tiempos Power lifting (levantamiento de potencia) Deporte que requiere el máximo de la capacidad de fuerza y que prevé tres ejercicios de competición: sentadilla o squat, extensión de brazos sobre un banco plano o press banca (bench press) y peso muerto o deadlift Body building (culturismo) Forma de entrenamiento o de competición en la que el objetivo no es la fuerza máxima sino el mayor desarrollo posible de la masa, la definición, la simetría y la proporción de la musculatura Tabla 1. Conceptos unidos al entrenamiento de la fuerza y su definición.
  • 6. 10 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 necesario que los procesos de socialización, selección y, en particular, de desarrollo/maduración sean distintos a los procesos de adaptación a los estímulos de entrenamiento de la fuerza. Desde un punto de vista metodológico, medios que pueden servir de ayuda y que se deberían aplicar, son estudios con distribución aleatoria, con grupos de inter- vención y de control y estrategias8 eficaces con fases de entrenamiento y desentrenamiento (cfr. Feigenbaum et al. 1996b). Feigenbaum et al. (1996ª) lamentan que, en el sector del deporte infantil y juvenil, los test de la fuerza se basan en los llamados test submáximos (test de resistencia a la fuer- za) con un alto número de repeticiones y, lógicamente, con cargas de escasa intensidad. En su utilización se olvida que, con un número alto de repeticiones, la energía se suministra por la vía anaeróbico-láctica con la correspondiente acumu- lación de lactato (cfr. Fröhlich 2003). Cuando nos referimos a niños y adolescentes esto debe ser valorado negativamente puesto que en ellos la capacidad de generar y eliminar el lactato es escasa o inexistente. Por otra parte, en lugar de test de 1RM (One Repetition Maximum)9 , para cuantificar las adaptaciones debidas al entrenamiento, se usan test de 10 o 15 RM, partiendo de la suposición de que se trataría de cargas menos elevadas desde el punto de vista ortopédico o de la carga interna10 (Abbadie et al. 1999; Braith et el. 1993; Mayhew et al. 1989; Mayhew et al. 2007). Bauer et al. (1999), Feigenbaum et al. (1999, 2003), Going et al. (1987) así como Pate et al. (1993) (cfr. Fry et al. 2002, 156) han demostrado suficientemente, que, si se tienen en cuenta los aspectos biomecánicos, se dispone la ayuda de un experto y se respetan los procesos de calentamiento adecuados, para la valoración de las mejoras de entrenamiento de sujetos en edad evolutiva, se pueden utilizar test con 1RM o máximas contracciones voluntarias isométricas apropiados. De este modo, por ejemplo, en niños (de edad media 9,3 años) no se ha observado que se produjeran ni lesiones, ni dolores musculares en la eje- cución de test de 1RM para las extremidades inferiores y superiores (leg press, leg extensión, standing chest press y seated chest press)(Feigenbaum et al. 2003). Otro argumento que autorizaría el uso de test de 1RM podría residir en el hecho de que numerosas actividades deportivas como saltar, lanzar o escalar, ya sea por la dura- ción ya por la intensidad, desde el punto de vista ortopédico y de la carga interna, representan cargas más elevadas y menos controlables para las extremidades inferiores y superiores que un test de 1RM. Por ejemplo, las fuerzas que actúan principalmente sobre las estructuras parcialmente blandas del aparato locomotor activo y pasivo, como menis- cos, cartílagos y ligamentos, suponen de 2,5 a 3 veces el peso corporal en un salto en extensión, de 3 a 5 veces en la carrera, de 4 a 10 veces en la batida del salto de longitud (cfr. Freiwald 2005; McGinnis 1999; William 2000). Kraemer y Fleck (2005, 49), mantienen, en cambio, que la determinación de la capacidad de fuerza con un test de 1RM no sería necesaria, puesto que su determinación a través de un test de 6RM sería igualmente significativa para una prescripción posterior de las cargas (planificación de la carga, habitualmente, a partir de datos sobre el porcentaje de la carga y el número de repeticiones asociado a la misma (in merito cfr. críticamente Frölich et al. 2002a; 2002b; Frölich et al. 2003; Frölich 2003). Para el test RM se calcula un período de 1 a 15 min., los períodos de descanso pueden ser utilizados para hacer el test a otros niños. Ya sea en el test 1RM, sea en el test X-RM, se debe prestar atención a respetar exactamente la modali- dad del test (por ejemplo, ángulos de la rodilla, amplitud del agarre, punto de rotación, longitud del brazo de palanca, posición del asiento, etc.) y tenerla en cuenta para la estan- darización con vista a posteriores test. Un decisión definitiva sobre hasta qué punto debe aconsejarse un test de 1RM o de X-RM para la prescrip- ción de la carga, debe ser tomada individualmente por entrenadores y entrenadoras expertos teniendo en cuenta aspectos biomecánicos y específicos, según el grupo a evaluar, el nivel de rendimiento, la experiencia en test y en entrenamiento, el desarrollo cronológico y biológico, la constitución general y especial, así como según el objetivo, el contenido y la metodología del entrenamiento planifica- do. Para que esto sea posible, se presupone por parte de los Aconsejan (Kraemer y Fleck, 2005) este plan- teamiento: - calentamiento ejecutando de 5 a 10 repeticio- nes y el 50% del 6RM estimado; - después de 1 minuto de descanso, stretching, 6 repeticiones con el 70% del 6RM estimado; - repetición del procedimiento con el 90% del 6RM estimado; - después de 2 minutos de descanso (depen- diente de la carga al 90%), 6 repeticiones con el 100% o el 150% del 6Rm estimado. Si el procedimiento del punto 4 tiene éxito, la carga se aumenta entre el 2,5 y el 5% y el 6RM queda determinado. Si en el punto 4 no ha sido posible realizar las 6 repeticiones, la carga debe ser reducida del 2,5 al 5%. El 6RM, obtenido en el punto 5, debe ser vali- dado después de 24 horas.
  • 7. 11 Frölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN responsables un elevado nivel de conocimientos específi- cos y de cualificación pedagógica. Como alternativa se podría considerar un plantea- miento “orientado sobre el número de repeticiones”, en el que el peso utilizado en el test (por ejemplo 20RM como carga adecuada para un entrenamiento de resistencia a la fuerza) sea igual al peso de entrenamiento de las primeras series (Frölich 2003, 167 y sig.). Dentro de cada unidad de entrenamiento se debería hacer, por lo tanto, una regresión de las series, y sobre más unidades de entrenamiento una progresión en el microciclo (Frölich et al., 2002b). Ontogénesis y desarrollo motor Mientras se afirmaba, sobre todo en las publicacio- nes anteriores, que antes de la pubertad, y después de los 70 años, de por sí, la fuerza no fuese susceptible de ser entrenada desde el punto de vista de la adaptación mor- fológica, actualmente es posible constatar, que el organis- mo humano es entrenable durante todo el período vital (Conzelman 1997; Perig-Chiello et al. 1998; Schmidtbleicher 1994; Whitehurst et al. 2005; Winter 1998), si bien esta posibilidad de entrenamiento está sujeta, en ocasiones, a notables oscilaciones que dependen de la fase de desarrollo individual (Israel 1992; Mellerowicz et al. 2000; Voeckler- Rehage, Willimczik 2006). Para poder tratar de forma diferenciada y evaluar todos los aspectos de los posibles procesos de adaptación en el marco de la ontogénesis general y, sobre todo, el desarrollo motor, lo primero debe ser describir, diferen- ciándolas entre sí, las distintas etapas del desarrollo hasta la madurez (Mellerowicz et al. 2000; Winter 1998; Wollny 2002, 2007 cfr. tabla 2, en la página siguiente). Mientras en el manual dedicado al entrenamiento de los niños y de los adolescentes de Martin (Martin et al. 1999, 13 y sig.) encontramos una descripción general de la infancia y de la niñez definida formalmente como el período que va desde el nacimiento a los 14 años de vida, Winter (1998), adopta el modelo de las fases o de los estadios de la psicología del desarrollo11 , la edad preescolar (de 4 a 7 años), la primera edad escolar (de 7 a 10 años) y la segunda edad escolar (niñas de 10 a 12; niños de 10 a 13). Después, dentro de la fase de la pubertad, se distinguen todavía otras dos fases de maduración, teniendo en cuenta que entre la primera fase –pubescencia o primera fase puberal – y la segunda – adolescencia o segunda edad puberal – se refuerzan nota- blemente las diferencias específicas entre los dos sexos (cfr. Ehlenz et al. 1998, 76; Mellerowicz et al. 2000, 78 y sig.; Weineck 2003, 111). Ciertamente en la primera fase puberal (chicas: de 11 a 13 años; chicos: de 12 a 15 años) y en la adolescencia (chicas: de 13 a 17 años; chicos: de 14 a 19 años), hasta la primera edad adulta se distinguen, de nuevo, períodos diferentes (cfr. Wollny 2007, 17 y sig.). Por ello es preciso tener en cuenta en qué medida, repre- sentando condiciones y factores biológicos determinantes, influyen directa o indirectamente sobre la entrenabilidad. Desde este punto de vista Wollny (2007, 215) demuestra que, en lo que se refiere a la capacidad de fuerza (resis- tencia a la fuerza, fuerza máxima y fuerza rápida) no se pueden determinar recorridos uniformes de desarrollo. Se destaca que, por lo menos a partir de la edad infantil, la edad cronológica pierde progresivamente su valor expli- cativo y que realmente presenta sólo una validez limitada para cada individuo (Wollny 2002, 79). Según Martin et al. (1999), además, es necesario considerar las diferencias entre sujetos que tienen un desarrollo acelerado y los que tienen un desarrollo retardado, así como entre índices de la constitución física que presentan un desarrollo acelera- do y los que lo presentan retardado (cfr. Tittel, Wutscherk 1992). Entre los niños de desarrollo acelerado y los del retar- dado es posible encontrar desviaciones de varios años entre la edad cronológica y la biológica. Las mayores diferencias en el desarrollo se encuentran sobre todo desde el inicio de la segunda edad escolar hasta el final de la adolescencia (Crasselt 1994; Winter 1998; Wollny 1997). Wollny (2002, 79) subraya, además, que la misma edad cronológica no conlleva obligatoriamente la presencia de la manifestación de una determinada característica, y que hay que tener en cuenta las diferencias individuales en el proceso de desa- rrollo relacionadas con el momento de inicio, la velocidad y el nivel inicial. Hasta ahora, además, no está claro que en la edad infantil existan fases12 y períodos sensibles en cuanto se refiere al entrenamiento de la fuerza. Mientras en las definiciones encontramos un amplio consenso en cuanto a la delimitación entre infancia y ado- lescencia, en el ámbito de la capacidad de rendimiento y la entrenabilidad de los niños y de los adolescentes, la cons- trucción a largo plazo del rendimiento, las planificaciones y la estructura organizativa del entrenamiento juvenil en general, y en el campo del entrenamiento de la fuerza en particular, todavía es necesaria una gran actividad de inves- tigación, ya sea científica o práctica (Daugs, Emmerich, Igel 1998; Hollmann, Hettinger 1990; Weineck 2003). Con el agravante añadido de que, no solamente en el deporte juve- nil, tanto desde el punto de vista específico de los requeri- mientos generales del rendimiento, como desde el particular de los modelos de rendimiento de los distintos deportes y disciplinas deportivas, la sistemática de los contenidos y el control del entrenamiento deberían estar orientados por la evolución del rendimiento. En los apartados siguientes nos ocuparemos más deta- lladamente de los aspectos principales del desarrollo bioló- gico que son importantes para la práctica del entrenamiento de la fuerza.
  • 8. 12 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 Estadio del desarrollo Edad en años Características específicas del desarrollo Consecuencias para la práctica del entrenamiento Edad preescolar de 3 a 6/7 Elevado impulso a moverse y a jugar Adquisición de una gran base de entrenabilidad, ejercicios de breve duración y divertidos; evitar un entrenamiento especial de la condición física, especialmente de la fuerza; los movimientos de las tareas deben estimular la creatividad y la experiencia del propio cuerpo Primera edad escolar de 6/7 a 10 Grandes capacidades de rendimiento y de aprendizaje, interés hacia la actividad física y el deporte, impetuosidad en los comportamientos motores, edad favorable para el aprendizaje motor, adquisición “acrítica” de conocimientos y habilidades En primer plano encontramos un entrenamiento polideportivo y, sobre todo, el desarrollo de las capacidades coordinativas; ofrecer la posibilidad de tener muchas experiencias motoras; evitar un entrenamiento especial de la fuerza con pesas o máquinas; se aconseja una gimnasia especial para los niños Segunda edad escolar Niños: de 10 a 12 Fase fundamental para la posterior maestría motriz, alto nivel de control del cuerpo, relación fuerza-peso corporal muy favorable, máxima expresión de la movilidad articular Ejercicios variables y dirigidos a las técnicas deportivas; aumento multilateral del patrimonio de movimientos, sin que, sin embargo, la cantidad vaya en detrimento de la calidad, los movimientos deber ser aprendidos con la mayor precisión posible; crear las bases coordinativas de las habilidades; es aconsejable empezar un entrenamiento especial de la resistencia; iniciar un entrenamiento de la fuerza con elementos, pero sólo si están adaptados a la edad, en caso contrario se aconsejan ejercicios “gimnásticos” de la fuerza y de desarrollo de la movilidad articular Primera fase puberal (pubescencia) Chicas: de 11/12 a 13/14 Chicos: de 12/13 a 14/15 Empeoramiento de la relación fuerza/peso durante el pico de crecimiento y disminución de la capacidad de carga del aparato motor; aumento de la masa muscular y de la fuerza, elevada entrenabilidad de las capacidades asociadas a la condición física; descenso del interés por el deporte; inestabilidad psíquica Entrenamiento de las capacidades que determinan la condición física (fuerza, resistencia, velocidad, movilidad articular); estabilización de las capacidades coordinativas; entrenamiento de la fuerza con pesas y máquinas en condiciones en que se domine la técnica de ejecución y en que los instrumentos sean adecuados a la necesidad; necesidad absoluta de un entrenamiento de la movilidad articular; entrenamiento de la resistencia con acento sobre el volumen y exclusivamente aeróbico Segunda edad puberal (adolescencia) Chicas: de 13/14 a 17/18 Chicos: de 14/15 a 18/19 La entrenabilidad de la capacidad coordinativa y de las asociadas a la condición física hacia el final de la adolescencia casi alcanza los valores de los adultos; final del crecimiento óseo; máxima disposición del sistema nervioso a almacenar y automatizar programas motores El entrenamiento de la fuerza y de la resistencia sigue haciendo más hincapié sobre el volumen que sobre la intensidad; entrenamiento general y especial de la movilidad articular; consolidación y aumento de las habilidades motoras; lenta introducción del entrenamiento de los adultos Primera edad adulta de 18/20 a 30/35 Fase de máxima expresión del desarrollo motor y del conjunto de los sistemas orgánicos (edad de los máximos resultados deportivos) Con la condición de una buena salud, es posible un entrenamiento ilimitado de las principales formas de actividad motriz Tabla 2. Estadios del desarrollo y sus características específicas
  • 9. 13 Frölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN El desarrollo motor en la primera edad escolar (de los 7 a los 10 años) Además de un cambio en las proporciones y en la forma del cuerpo, producido por el crecimiento, la fase de la primera edad escolar va acompañada por otros grandes cambios, no sólo somáticos, sino también psíquicos y cognitivos (Crasselt, 1994; Scheid 1994). Mellerowicz et el. (2000) hablan de un aumento medio anual del peso corporal de 2,5-3,5 Kg., así como de grandes prestaciones funcionales del SNC, que pueden ser asociadas a la gran capacidad de aprendizaje motor de esta edad. En este período, la conducta motriz se caracteriza por una “gran viveza y movilidad” (Winter 1998) que, en esta fase del desarrollo, se refleja en el llamativo com- portamiento lúdico de los niños (cfr. Verter, Montada 2002), mientras que los movimientos no son fluidos y redondos, sino más bien desgarbados (Scheid 1994). La viveza de la que hemos hablado, y los presupuestos psicofísicos para la adquisición de las capacidades y habilidades motoras que la acompañan (Weineck 2003), pueden conducir, por medio de una formación “polide- portiva”, a una entrenabilidad importante y constante, así como al aumento tanto de la fuerza como de la velocidad13 (Schmidtbleicher 1994; Weineck 2003), con un desarrollo de la capacidad de fuerza que tiene una evolución relativamente lenta por ahora, salvo que sea entrenada específicamente. Feigenbaum et al. (1999), de hecho, en niños y niñas de 5 a 12 años de edad, tomando como referencia la evolución en 1RM, describe efectos de entrenamiento que alcanzan un aumento del 40% de 1RM en ejercicios como el chest press y el leg extensión, después de un entrenamiento de ocho semanas. Las diferencias entre sexos en el rendimiento todavía son poco relevantes, pero, como norma, los hombres consiguen resultados ligeramente mayores. En general, los grupos muscula- res que son poco utilizados en los movimientos y en las actividades cotidianas – se trata, con frecuencia de los músculos de las extremidades superiores – presentan capacidades de fuerza menores que los músculos que son utilizados en ejercicios como caminar, correr, saltar, etc. (Schmidtbleicher 1994, 134). Éste es un efecto que debe ser muy considerado, y al que debe darse la impor- tancia justa, en la interpretación de las intervenciones directas al entrenar la fuerza. Generalmente, en los niños de esta edad, se debe- rían estabilizar las habilidades motoras básicas. Se puede hacer, entre otros modos, entrenando de forma explícita y mejorando las capacidades coordinativas, por ejemplo, a través de juegos con balón, con compa- ñero y con material y/o también ejercicios gimnásticos realizados de formas complejas (por ejemplo, circuitos con distintos elementos (Mellerowicz et al. 2000, 79). La tabla 2 presenta un cuadro de los distintos estadios de desarrollo y sus particularices específicas. El desarrollo motor en la segunda edad escolar (niñas: de 10 a 12 años, niños de 10 a 13 años) La segunda edad escolar empieza sobre los 10 años y dura hasta el inicio de la pubertad (Winter 1998). Hay que recordar que el paso de la primera a la segunda edad escolar no muestra soluciones de continuidad y los dos estadios sólo se distinguen gradualmente (Israel 1992; Martin et al. 1999). Para el desarrollo motor en esta edad es especialmente importante el mayor desarrollo del aparato vestibular y de los otros analizadores del movimiento y de la posición, por lo que se hace evidente la mejora de la fluidez de los movimientos y el aprendizaje de movimientos difí- ciles. En consecuencia sería necesario que las capacidades de coordinación fuesen sometidas a una mayor formación que las condicionales. Por lo que el método a elegir sería utilizar ejercicios de fuerza complejos, sin uso de aparatos. El crecimiento físico posterior conlleva una mejora de las proporciones y, por consiguiente, un aumento de la fuerza relativamente pronunciado con un escaso incremento de las medidas y del peso del cuerpo (Crasselt 1994), por lo que se puede ver también una mejora de la relación peso-fuerza (Winter 1998, 289; Weineck 2003, 113). La fuerza máxima presenta incrementos anuales medios. En lo relativo a la especificidad de sexo14 en los chicos se puede comprobar una capacidad máxima de fuerza que tiene una evolución casi paralela que, aunque escasamente, es constantemente mayor que la de las chicas (cfr. Menzi et al. 2007, 39). El desarrollo motor en la pubertad (primera edad puberal –pubescencia– y segunda edad puberal –adolescencia) Los múltiples y diversificados procesos de naturaleza endocrina que se desarrollan en la pubertad, la producción de hormonas de acción andrógena que los caracterizan, y los efectos de dirección anabolizante que van asociados, aumentan enormemente la entrenabilidad en los adoles- centes hombres (Schmidtbleicher 1994). Hay que destacar, sobre todo, el crecimiento de la masa muscular causado por el aumento de la síntesis proteica que, a su vez, es
  • 10. 14 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 debido directa, e indirectamente, a la acción anabolizante de la testosterona (Kraemer 1992; Kraemer, Fleck 2005; Schmidtbleicher 1994). En la primera fase puberal y en el período sucesivo, por lo tanto, se puede prever un aumento de la fuerza máxima y de la fuerza rápida, sobre todo en los chicos y, durante un breve periodo, también en las chicas (cfr. Ehlenz et al. 1998). Puesto que el crecimiento de la musculatura, en conjunto, va por detrás que el del esque- leto, en esta fase de desarrollo se observan movimientos inarmónicos. Se pueden constatar diferencias específicas de género en las capacidades de fuerza, puesto que, durante la primera fase puberal, la relación fuerza-peso tiene un desarrollo menos positivo, y en las chicas incluso se pueden encontrar relaciones de fuerza relativa que permanecen invariables (Fry et al. 2002; Menzi et al. 2007). En la ado- lescencia, las chicas, y esto es tan cierto para las no entre- nadas como para las muy entrenadas, de media, alcanzan aproximadamente dos tercios del rendimiento de fuerza y de fuerza rápida de los chicos (Winter 1998, 317). Según Mellerowicz et al. (2000, 79), en la primera edad puberal, los estímulos de entrenamiento de la fuerza y de la fuerza rápida deberían ser utilizados sólo en ciertas condiciones, pero, al final del crecimiento, la fuerza, la velocidad, la coordinación y la resistencia pueden ser entrenadas casi hasta el límite de la capacidad de carga de los adultos. Sin embargo, se debe seguir prestando atención a la cinética del desarrollo individual y a la vulnerabilidad de los cartílagos epifisarios. NOTAS 1 Este artículo está basado en un trabajo realiza- do para participar en un concurso del Instituto Federal Alemán para la Ciencia del Deporte (Bundesinstitut für Sportwissenchaft, BiSp), cuya finalidad era la realización de un estudio científico con objeto: “Entrenamiento de la fuerza en el deporte juvenil de alto nivel 2007”. Se han refle- jado los nombres de los que participaron. Una exposición completa de los temas tratados, con una parte práctica, ha sido publicada este año por Fröhlich, M., Giessing J., Struck A. con el título Kraft und Krafttraining bei Kindern und Jugendlichen, Tectum Verlag, Marburg. 2 En la bibliografía alemana (como en el resto de la de casi todos los países de Europa Occidental) se puede demostrar que, desde el inicio de los años 70 hasta los 90, había un actitud bastante diferente hacia un entrenamiento de la fuerza dirigido a niños y adolescentes, que se encuen- tra todavía en algunas obras de referencia y en algunos manuales sobre la metodología y el planificación del entre- namiento, mientras que en la literatura anglo-americana no se discute sobre la oportunidad del entrenamiento de la fuerza en las edades evolutivas. En aquella encontramos en primer plano, en cambio, aspectos didácticos y de meto- dología del entrenamiento (Feigenbaum et el, 1996b, 1999, 2005; Fleck, Kraemer 1997; Guy, Micheli, 2001; Kraemer, Fleck, 2005). 3 La US Consumer Product Safety Comisión (Comisión estadounidense de los consumidores para la seguridad de los productos), por medio de el National Electronic Injury Surveillance System (NEISS, sistema nacional electróni- co de vigilancia de los accidentes), ha investigado, desde 1978 hasta 1998, el número de accidentes provocados por la “actividad o equipamientos del levantamiento de pesas” (980173 accidentes). Tales accidentes fueron subdividi- dos en traumas ligeros (por ejemplo contusiones, aplasta- mientos, hematomas, torceduras, …), luxaciones, fracturas, heridas lacero-contusas y otros traumas como traumas dentales, quemaduras, etc. Las zonas del cuerpo afectadas eran la cabeza, la parte superior e inferior del tronco, las manos, los pies, las extremidades superiores e inferiores. Los resultados pueden ser resumidos así: el número de los lesionados en el período considerado había aumentado un 35% (con un aumento de la población, en el mismo período, de sólo el 20%). La mayor parte de las lesiones eran traumas ligeros y sólo el 2,3% de ellos eran de tal gravedad como para requerir una recuperación hospitalaria. Los niños pequeños (edad inferior a 6 años) se lesionaban, sobre todo en casa, de forma proporcionalmente mayor respecto a las otras fases de edad. El otro grupo de riesgo lo representaban las personas de edad superior a 45 años (personas que retoman o que aumentan improvisadamente la actividad física). Resumiendo, se afirma que: “el entrenamiento con pesas está libre de riesgos si se realiza correctamente y con super- visión. Es necesario ser cautos cuando se piensa en utilizar aparatos en casa. La opción más segura es la de practicar el levantamiento de pesas en instalaciones para el fitness bajo la supervisión de profesionales preparados y expertos.” (Jones et al. 2000, 6). 4 El estudio de Vrijens (1978), retrospectivamente, ha sido comentado críticamente en este aspecto por Benjamín, Glow (2003) porque en el estudio, de ocho semanas de dura- ción, se usaron sólo cargas de escasa intensidad y fueron usadas sólo una o dos serie por ejercicio a la semana. Según Fleck, Kraemer (1997), si embargo, el éxito de un entrena- miento de la fuerza está en relación directa con la frecuencia del entrenamiento.
  • 11. 15 Frölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN 5 En el estudio no se ha realizado una diferenciación o una delimitación sobre la base de adaptaciones de tipo morfológico y/o neurofisiológico. 6 “El entrenamiento con resistencias que incluye el uso regular de pesos libres, máquinas con pesas, el peso cor- poral, elásticos y otros tipos de artilugios para mejorar la fuerza, la potencia y la resistencia muscular se han conver- tido en una forma de actividad física cada vez más popular.” (Conley, Rzenek 2001, 9) 7 Según Ebada, Krüger (2004) el inicio sistemático de un entrenamiento de levantamiento de pesas en cada país y en los diferentes grupos de autores oscila en una franja de edad que va desde los 9 hasta los 11 o 12 años. La federación alemana de halterofilia prevé un campeonato en la catego- ría de 10 a 12 años de edad de los niños (Categoría jóvenes halterófilos D). El entrenamiento correspondiente se inicia entonces más precozmente. 8 De esta forma, muchas interpretaciones erróneas de supuestos efectos de entrenamientos están basadas sólo sobre el plano metodológico. 9 “Muchos investigadores y muchos médicos no han uti- lizado test basados en 1RM para evaluar la evolución en la fuerza muscular producida por el entrenamiento, partiendo del supuesto de que cargas de intensidad alta podían causar daños estructurales en los niños. Por ello, en muchos estu- dios, las capacidades de producción de la fuerza máxima de los niños no se han evaluado directamente. Pero, hasta hoy, no se han referido accidentes en estudios exploratorios en los que, para evaluar los cambios en la fuerza de los niños producidos por el entrenamiento, se han utilizado los ade- cuados tiempos de calentamiento, una correcta progresión de las cargas y test de fuerza máxima seleccionados de forma crítica (ejercicios con 1RM y test isométricos e isoci- néticos máximos). 10 La presión sanguínea, la necesidad de oxígeno del corazón y la concentración de lactato en las cargas submáximas son claramente más elevados que en 1RM, representado de esta forma una carga cardiovascular y metabólica más elevada (cfr. Fleck, Dean 1987; Fleck 2002; Fleck, Kraemer, 1997; en una review Fröhlich 2003). Hasta que punto se puedan tolerar picos máximos de presión provocados por una sola carga máxima, en lugar de valores submáximos producidos por esfuerzos repetidos, en este momento no puede ser discutido de forma exhaustiva y definitiva. 11 Habitualmente los modelos por estadios o por fases se basan en datos medios, ignorando de esta forma los procesos y las diferencias de desarrollo interindividuales. Además, la edad cronológica sólo proporciona informacio- nes generales y representa en una escala numérica cual ha sido el período de tiempo durante el que, después del nacimiento, han intervenido los factores que determinan el desarrollo psicológico y biológico (Wolny, 2007, 216). 12 Las fases sensibles y los modelos de períodos en el ámbito del desarrollo de la motricidad deportiva son siempre objeto de discusiones críticas, y en parte han sido cuestionados (cfr. Bauer 1989; Voelker-Rehage, Willimczik 2006; Willimczik, Meiererander, Pollmann, Reckweg 1999). 13 Fröhner, Tronick (2007, 12), indican bandas medias de diferentes edades, como edad de inicio al entrenamiento, en los distintos grupos de deporte, señalando las condiciones fisiológicas correspondientes: la banda de edad hasta los 7 años para los deportes con bastante componente técnico (deportes y disciplinas de composición técnica). De los 7 a los 9 años para los deportes con predominio coordinativo- condicional, como la natación, diferentes modalidades del atletismo, bádminton, voleibol, etc.; de los 9 a los 11 años paradeportesdepredominiocondicional-coordinativocomo la carrera, el ciclismo, triatlón, esgrima, balonmano; de los 11 a los 13 años para los deportes de fuerza/resistencia a la fuerza, como piragüismo, lanzamiento del atletismo, etc. 14 Killing (2008, 8) titulando: “Las mujeres deben realizar un mayor y más precoz entrenamiento de la fuerza” se refiere a estas fases: a) con el inicio de la pubertad es racional un entrenamiento específico de los puntos débiles que son el tronco, la zona lumbar de la columna y los pies; b) las técnicas más comunes de levantamiento de pesas deben ser aprendidas en edad escolar (de los 13 a los 16 años) uti- lizando cargas ligeras y barras de madera; c) paralelamente se realizará una preparación física general, por ejemplo con circuitos multilaterales de fuerza (de 14 a 17 años); de los 15 a los 16 años son adecuadas dos unidades semanales de entrenamiento de la fuerza, en las que se utilizan ejercicios para todo el cuerpo con barras de pesas. 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  • 12. 16 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓNFrölich, M. Pieter, A, Giessing, J et al. Tomo XXIV • Nº 1 Ehelenz H., Grosser M., Zimmermann E., Kraftraining. Grundla- gen, Methoden, Übungen, Leistungssteuerung, Trainingspro- gramma, Monaco, BLV Sportwissen. Feigenbaum A.D.,Milliken L.A.,Westcott W.L.,Maximalstrenght testing in healthy children, J. Strenght Cond. Res., 17, 2003, 162-166. Feigenbaum A. D., Westcott W. L., Micheli L., Outerbridge A. R., Long C. J., La Rosa L. R., Zaichkowsky L. D., The effects of strenght training an detraining on children, J. Strenght Cond. Res., 10, 1996, 2, 109-114. Freiwal J., Kraftraining mit Kindern und Jugendlichen, Sportor- thöpädie Sporttraumatologie, 21, 669-275. Fröhlich M., Kraftausdauertraining. Eine empirische Studie zur Methodik, Gottinga, Cuvillier Verlag, 2003. 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