SlideShare a Scribd company logo
1 of 10
Download to read offline
1
El veterano Armiño Gomez
EN EL PUEBLO NUNCA NADIE se interesó en el caso de don Armiño, el loco
Armiño. En realidad a nadie le importaba el viejo, y ahora ya lo han olvidado.
Como el óxido que roe las vías del ferrocarril, así es el olvido; hace desaparecer
las cosas y las gentes. Y en esta patria, el óxido del olvido avanza y devora obras,
esfuerzos y héroes. El tren que trajo el progreso, y en el que alguna vez llegó don
Armiño, nunca volverá a este pueblo; y el progreso tampoco, a no ser, tal vez, que
comencemos a recordar.
Armiño parecía muy muy viejo, aunque no tanto como él decía. Igual nadie le
creía; yo tampoco, porque desde bien chiquito me enseñaron Armiño el loco, y
entonces yo por supuesto, Armiño el loco. Y es absurdo, pero nunca nadie sintió
curiosidad por su caso. Ni siquiera la gente del municipio que, si hubieran dado
crédito a mi historia y a las pruebas que descubrí, podrían haber aprovechado a
Armiño como un excelente atractivo turístico para el lugar (y aún podrían hacerlo).
Pero él estaba allí en la vieja estación como un fantasma a quien nadie ve; uno
más de tantos.
Yo me interesaba en don Armiño lo mismo que todo el pueblo; es decir nada.
Hasta que una tarde, doña Luisa, la viejita del polirubro, me dice como tal cosa
que cuando ella era chica la mamá la llevaba a la estación los domingos para
recibir a su padre que volvía de Buenos Aires y, don Armiño, que era el guarda, la
divertía con sus morisquetas. ¿Y cómo era don Armiño en ese entonces, doña
Luisa? Era viejo, m’hijito, muy viejo. En ese momento creí que doña Luisa
desvariaba. Les pregunté entonces a otros viejos del pueblo, y todos me decían lo
mismo, el viejo Armiño ya era viejo. Sin embargo a nadie le llamaba la atención
esto. ¡Ah, qué sé yo! tendrá cien años, decían levantando los hombros sin interés.
Pero yo hacía cuentas (cosa que ellos al parecer no sabían hacer), y las cuentas
no cerraban.
Me propuse entonces conocer a don Armiño y su historia, y al hacerlo me
convencí casi de su locura. Su aspecto, sus gestos, su forma de hablar, su acento,
su memoria yendo de aquí para allá enmarañada en los años, hablando de cosas
2
antiguas como si hubiesen ocurrido hacía un año, o ayer, o aquel mismo día,
haciendo un gran engrudo con el tiempo. Sin embargo me sorprendió la precisión
en los detalles de sus historias, la capacidad de narrar los hechos con pormenores
y de una forma tal que a uno le daba la certeza de estar hablando con alguien que
realmente había vivido aquello. Y de pronto su mente se iba y sin que viniera al
caso se ponía a cantar “de aquel cerro verde, quisiera tener, hierbas del Olvido,
para no querer”. Ésa la cantaba un tal payador Vega, m’hijito, un mulato que nos
acompañaba en la campaña. ¿La campaña? ¿Qué campaña? Ese día me contó la
historia de su sablazo, y me mostró la espalda; una enorme cicatriz le atravesaba
la raquítica espalda desde el omóplato hasta casi la cintura. Me dijo que fue al sur
de Entre Ríos, en un arroyo confluente al Uruguay, entendí arroyo El Befaco. Esos
chapetones eran duros de morir me dice, pero más duro fui yo. Yo no entendía de
qué me hablaba. Entonces me contó que unos compañeros habían visto por la
mañana que habían fondeado unos barcos en la desembocadura del arroyo, y
entonces el comandante de la villa los había llamado a alistarse, pero recién
atacaron al día siguiente, y como él era guapo fue uno de los primeros en subir a
la nave, con Gorosito, y fue ahí mismo que ¡traz!, el sablazo en la espalda; que
primero casi ni se dio cuenta por la animosidad de la lucha, pero después el
desmayo y despertarse ya en la enfermería. Él había hecho saltar al agua al
menos a dos chapetones que se habrían ahogado en el río, los muy puercos. Y su
premio fue esa cicatriz que lo acompañó siempre. A los pocos días estaba yo en
casa leyendo unos cuentos de Lugones y veo la palabra chapetones y me di
cuenta de que así llamaban a los españoles en las épocas de las guerras de la
independencia y entonces me dije Armiño está loco.
Lo descabellado de la historia de Armiño luchando con españoles me dejó
realmente perplejo. Se me ocurrió entonces llamar a un amigo entrerriano que
vivía en Gualeguay. Le pregunté si podía averiguarme algo sobre una batalla con
dos barcos en un arroyo El Befaco o algo así, cerca del Uruguay. Me llamó a los
pocos días y me dijo sí, averigüé en la biblioteca, no es El Befaco, es El Bellaco, y
es justamente cerca de acá, es un arroyito de nada que apenas si podés pescar
3
una tararira, pero nada más, y puro barro. Que en 1813. Sí, Mariano, la batalla fue
en 1813, seguro.
Le pregunté a Armiño si había luchado otras veces y me dijo que sí, que había
andado por muchas regiones, sobre todo por el litoral que era su patria, pero que
sólo esa vez lo habían herido, lo que resultaba muy sonso porque había sido la
batalla más sencilla de todas, que Nazario siempre se le reía por eso. Era bravo
ese Nazario, y guay de gritón para mandar, salvo conmigo; conmigo era diferente
porque llevábamos los dos el mismo apellido; Gómez, aunque Nazario se hacía
llamar Nazario Lucero para que le temieran más, y en los fogones cantaba
siempre una copla que remataba así:
Nudo al lazo de mi suerte,
quiso así el hado ceñir;
si llego a partir,
ausente de ti me muero.
Ley de Nazario Lucero,
te lo jura hasta morir.
Pero Nazario Lucero era en realidad un bandido bravo de las sierras que ya
estaba viejo y medio olvidado; este Nazario era bravo también pero era un hombre
derecho, y no un bandido. Anoté estas cosas pero me contó muchas otras más,
aunque era difícil seguirle el hilo a Armiño, porque se ponía a hablar de una
campaña con las montoneras aliadas a Urquiza y de pronto decía que en los
patios de la casa donde habían armado el cuartel había un naranjo, pero que las
naranjas tenían polvillo y estaban abichadas, que venga, que mire y le muestro; y
te llevaba detrás de la estación, y te mostraba un naranjo con las naranjas
abichadas y uno ya no sabía de qué hablaba, y si lo del cuartel era cierto o era
parte de una madeja de historias fantasiosas que el viejo inventaba haciendo uso
de alguna capacidad sobrehumana de crear imágenes y momentos falsos y
ubicarlos a la perfección dentro de hechos históricos ciertos. Yo sé poco y nada de
historia; en cambio el viejo nombraba lugares, personajes y acontecimientos (los
anoté) con una naturalidad que resultaba convincente; algunos me sonaban
conocidos, pero la mayoría no: Juan Pablo López el Mascarilla, Francisco
4
Ramírez, el arroyo Espinillo, Rincón de Ábalos, Artigas, el domador Hereñú, don
Pazos y su robo en los potreros de Arengurú o algo así, y qué sé yo cuántas cosas
más. Me dijo que todas esas cosas eran de joven, que la sangre le quemaba en
las venas; a todos les quemaban las venas, y las sienes latían, no como ahora; y
se la pasaban de aquí para allá guerreando y llevando todas sus cosas a cuestas;
mujer y gurises también. Pero que después se fue poniendo viejo y se fue
quedando, y los hijos se fueron yendo para aquí y para allá, y que volvió a su
pueblito natal, pero cuando llegó ya no quedaban muchos de los que estaban
antes, y de a poquito todos se fueron muriendo, menos él, que seguía viviendo y
viviendo. Finalmente la miseria lo terminó llevando a Buenos Aires y consiguió que
la Sociedad del Hierro, o del Camino de Hierro, lo contratara de sereno para una
estación del Ferrocarril Oeste. Después nombró otras muchas estaciones más en
las que estuvo, en el Urquiza, en el Mitre, y que después me afinqué en las orillas,
en el tiempo de los taitas y compadritos, y ahí me encontré con la Clementina, una
nieta de un viejo amigo de mis pagos, don Juárez, muerto hacía mucho tiempo, y
el hijo de la Clementina se enredó en líos, porque mató a un tal Garmendia en una
pelea y para zafar se tuvo que meter en el partido y fue ahí que hizo contactos y
me recomendó a mí a los del Ferrocarril Sud, y terminé de sereno en la estación
de Dolores. Pero me aburrí y pedí un traslado; no estaba acostumbrado a esa vida
sedentaria. Pasé así por muchos pueblos hasta que llegué aquí, m’hijito, ya hace
más de setenta años, y me sentí viejo para seguir trotando campos, así que me
quedé siempre aquí, en esta estación, que hace más de treinta años está
abandonada.
Tomaba nota de todas las sorprendentes e improbables anécdotas de Armiño
para intentar encontrar algún elemento que pudiera probar su veracidad. Fui con
mis anotaciones a ver al director del diminuto y vacío museo del pueblo para tratar
de corroborar algunos nombres y fechas de combates, y sobre todo con la
esperanza de interesar al director sobre este caso. Pero no fue de mayor utilidad.
El hombre no parecía saber mucho más de historia de lo poco que yo sabía.
Incómodo por mis preguntas, intentó llevar una y otra vez la conversación al
ferrocarril y al progreso que implicaría para el pueblo si volviera a funcionar. Yo
5
volvía a Armiño, pero el director desviaba invariablemente el tema, hasta que
finalmente miró fijo la puerta y entendí que me despedía. Traté de interesar a otras
personas sobre el caso de Armiño, pero invariablemente todos terminaban
desviando la conversación hacia cualquier otra cosa, como si Armiño en realidad
no existiera o fuera un ruinoso espectro que había que sepultar en el olvido.
Pasé muchas semanas pensando en don Armiño, releyendo las notas que
había tomado, repasando las fechas y los nombres, tratando de encontrar alguna
pista que pudiera seguir para comprobar si él realmente había vivido al menos uno
de todos aquellos hechos. Pero me enmarañé en su madeja de historias
improbables sin encontrar la punta del ovillo.
La línea roja de sangre que brotó lerda en mi cara una mañana mientras me
afeitaba, me hizo volver a pensar en la herida de sable en la espalda de don
Armiño. La batalla de El Bellaco había sido la única en la que el viejo había
resultado herido de gravedad, según sus dichos. Ese día llamé nuevamente a mi
amigo de Gualeguay y le pedí que me averiguara si la batalla de El Bellaco había
sido una batalla grande o un combate pequeño, como había dicho Armiño, y si
podía que consultara también cuántas bajas se habían tenido del lado argentino.
Mi amigo me llamó a la semana siguiente. Me dijo que había consultado y la
batalla había sido apenas una gresca; el asalto a unos barcos que habían
fondeado en la desembocadura del arroyo sobre el río Uruguay. Respecto a las
bajas, no había consultado. Le insistí para que averiguara ese detalle, pero
cuando lo llamé algunos días después me dice que por qué no te venís a pasar el
carnaval que empieza en diez días y averiguas vos, que ahora está todavía mejor
que cuando éramos chicos. Guardo pocos recuerdos tan grandiosos como
aquellos corsos; las vueltas entre comparsa y comparsa, las corridas a las chicas
para empaparlas y robar de paso alguna sonrisa o algún reproche indulgente; los
amigos, la cerveza. El jueves siguiente por la mañana temprano me tomé un
colectivo con combinación en Buenos Aires para Gualeguay. Antes de ir a la
terminal pasé una vez más por la estación del tren; don Armiño estaba sentado en
su sillita mirando al horizonte, o al universo todo. Su ojos perdidos en la
inmensidad de la pampa, como flotando bajo la eternidad pálida del cielo, ajeno al
6
tiempo. ¡Me voy para sus pagos, don Armiño! Me miró y pude casi palpar la
nostalgia que, en medio de mil arrugas, lloraron aquellos ojos. Dése una vueltita
por Concepción y mándele saludos a Nazario, si es que anda todavía por allí. Y a
los Juárez dígales que la vi a la Clementina por las orillas en Buenos Aires, que
vive humildemente pero está bien… Aunque tal vez ya hayan muerto… si fue hace
tanto tiempo… Y gracias por molestarse, joven; alce allí una copa en mi memoria,
y sobre todo en la memoria de todos los hombres y mujeres valientes de aquellos
tiempos.
Llegué a Gualeguay al caer la tarde, José Luis me esperó en la terminal; fuimos
a la casa, nos vestimos, vistamos a unos amigos suyos y nos fuimos derecho para
el corso. Nos divertimos como nunca y nos emborrachamos; creo que terminamos
abrazados llorando, reviviendo nostalgias y prometiendo amistad eterna. Al día
siguiente me desperté pasado el mediodía con un terrible dolor de cabeza. La
biblioteca ya había cerrado y no volvía a abrir hasta luego del fin de semana. El
lunes temprano estaba allí; hablé con la bibliotecaria a la que José Luis había
consultado las otras veces. Me contó que sobre el combate de El Bellaco no había
encontrado más que una breve reseña en un libro, y que era la información que le
había dado a mi amigo. Estuve revisando índices durante todo el día hasta el
hartazgo, pero no encontré ningún otro libro que mencionara la batalla. El martes
fui a hablar con un historiador local que daba clases en una escuela ubicada al
lado de la iglesia San Antonio. Me recibió en la sala de profesores. Cuando le
consulté por la batalla los otros dos profesores que estaban presentes hicieron
muecas de desconcierto y confesaron sin un atisbo de pudor que ni sabían que se
habían luchado batallas por esos pagos. Sin embargo, el historiador conocía
bastante sobre la batalla El Bellaco y me dio un dato importante que la mujer de la
biblioteca no me había mencionado; me dijo que había sido una escaramuza y que
estaba casi seguro de haber leído en algún lugar que no habían ocurrido bajas en
el ejército patrio. Esto me esperanzó, porque si no habían existido bajas era
razonable esperar que un hombre herido en combate fuera un incidente destacado
en los partes del combate. Le pregunté por Nazario Gómez o Nazario Lucero, pero
7
no recordaba haber oído esos nombres. Solamente mencionó a un tal capitán
Gregorio Samaniego, del que tomé nota.
Al día siguiente volví a internarme en la biblioteca para tratar esta vez de hallar
alguna pista sobre el capitán Samaniego. Luego de casi siete horas de frustrante
búsqueda di entusiasmado con un libro amarillento y quebradizo llamado Batallas
en las costas del Uruguay, que detallaba brevemente el combate de El Bellaco. La
batalla había sido en el verano de 1813. Milicias improvisadas con pobladores del
lugar habían tomado por asalto tres goletas realistas. Sin bajas por parte de los
criollos; algunos realistas muertos y un puñado de prisioneros. El único nombre
que aparecía era efectivamente el del capitán Samaniego. Sin embargo, en la
bibliografía del capítulo donde se hablaba de la batalla se citaba un libro titulado
Batallas del litoral en las guerras de la independencia argentina. Busqué en los
catálogos de la biblioteca pero el libro no aparecía en las existencias. Al día
siguiente me despedí de mi amigo y decidí, de regreso para mi pueblo, hacer una
parada de unas horas en Buenos Aires.
Su frenesí de colectivos, autos y peatones, su concierto de bocinas y sirenas y
sus brumas de hollín, hacen que Buenos Aires sea para mí un lugar bastante
desagradable. Sin embargo disfruto de caminar por la costanera mirando fluir el río
en su barrosa mansedumbre. Dejé el equipaje en Retiro y luego de un paseo por
la costanera me fui, siempre a pie, hasta la Biblioteca Nacional. Pedí un catálogo y
al revisarlo sonreí feliz ante el primer asombro de aquel día; figuraba en
existencias el título que buscaba.
Un hombrecito pequeño y gris, que parecía no haber recibido jamás la luz del
sol en su rostro, me guió por entre pasillos también grises y umbríos. Tomó una
endeble escalerilla por la que, temerariamente, subió casi tres metros hasta
alcanzar un estante del que sacó un libraco de tapa dura, amarillento y cubierto de
polvo. Me lo entregó recomendándome suma delicadeza. Tenía varias hojas
desgajadas. Lo tomé ansioso, agradecí y me senté en una mesa de lectura.
Busqué un rato en los índices y di con un capítulo que hablaba sobre batallas en la
zona de Gualeguaychú y Gualeguay. En la cuarta hoja del capítulo encontré la
primera referencia a la batalla de El Bellaco. Sin embargo de la batalla se referían
8
pocos pormenores; se detallaba en cambio un intrincado litigio entre dos
pobladores de Gualeguay que se enfrentaban por la propiedad de una de las
goletas tomadas en la refriega; la Goleta Nuestra Señora del Rosario, de la que
finalmente se adueñó un tal don Antonio Texo. El detalle más interesante que
encontré en estas primeras páginas hacía referencia a una bandera española
arrebatada en pleno furor de la batalla por dos valientes soldados que se habían
arrojado al río con el sable entre los dientes y habían tomado por asalto, ellos
solos, una de las goletas. La bandera había ido a parar a la Iglesia San Antonio,
de Gualeguay, contigua al colegio donde me había citado con el historiador, y
había sido dedicada a su patrono como trofeo de las armas de la patria. Tomé
nota de este detalle con la idea de pedirle a mi amigo que se acercara por la
iglesia para averiguar si no estaría aún por allí aquella bandera. En la tercera
página se me apelotonó toda junta la sangre en el corazón. Di, lleno de asombro,
con el nombre de Nazario Gomez; alférez Nazario Gomez, a quién el viejo Armiño
había mencionado numerosas veces en sus enredadas historias. Comencé casi a
temblar de la emoción. Me devoré la página que narraba, ahora sí, detalles
concretos de la batalla, aunque no daba ningún otro dato del tal Nazario. En la
cuarta y última página del capítulo se transcribía, en forma textual, el parte de
batalla: “El doce del que gobierna á las tres y media de la tarde tube parte por una
de las guardias que amparan la boca de este Riacho, que dos buques enemigos
estaban fondeados á su frente”, etc. Luego se detallaban todos los elementos
secuestrados, entre los que se contaba la mencionada bandera, y finalmente leí,
ya en un síncope de asombro, esta última frase: “Los prisioneros que quedan en
este quartel son 17, de los quales hay 3 gravemente heridos: 4 negros esclavos
tomados; entre estos aseguran que los muertos fueron 6 contando con 2 que se
precipitaron al Uruguay, y que probablemente han perecido: por nuestra parte no
ha habido la menor desgracia, salvo la herida de uno de los valientes que tomó la
bandera, el soldado Armiño Gomez, que, con el auxilio de Dios, confiamos que
sanará”.
Desbordando de ansiedad y entusiasmo copié a mano todo el capítulo (¡iluso!),
porque no estaba permitido fotocopiar aquel libro a causa su fragilidad. Luego
9
devolví el volúmen al hombrecito gris, sin poder disimular mi exuberante emoción.
Revolucionaría el pueblo, sabía que revolucionaría el pueblo, y tal vez más aún
¡un héroe de la independencia! Vendrían de todo el país a verlo; qué digo del país
¡del mundo! Repararían las vías, restaurarían la estación que los domingos se
llenaría de gente como en los viejos tiempos, y doña Luisa iría a recordar allí a su
padre con lágrimas en los ojos. Los incrédulos del pueblo harían fila para saludar
al viejo, y ya nadie lo llamaría loco. Remozarían la plaza y las veredas, volverían a
plantar los naranjos del bulevar, a regar el césped, a pintar los frentes de la casas,
se instalarían nuevos comercios y casas de comida para atender a los turistas y el
pueblo rebulliría exultante de prosperidad.
Regresé a Retiro casi corriendo, busqué mi equipaje y saqué boleto en el primer
colectivo que salía para el pueblo; ya había anochecido. Tuve que esperar una
hora y media para la partida, tiempo que aproveché para planificar la forma en que
daría a conocer la noticia.
Llegué al pueblo antes del amanecer. Fui a casa; dormí un poco pero me
levanté temprano, me di una ducha, tomé toda la información que había
documentado y salí hacia la estación para hablar con el viejo antes de anunciar a
todos mi descubrimiento. La estación estaba desierta; no como de costumbre, sino
más aún, pues Armiño no estaba tampoco. A unos metros de la estación, al
costado de las vías, había una anciana de pie, mirando hacia los árboles. Me
acerqué. No la había visto nunca; tenía un rostro tristísimo. Con un tono de voz
aún más triste y extraño, lejano, como si viniera de otro lugar, u otro tiempo, me
dijo <<Estas historias siempre terminan igual y son tristes, m’hijito, Armiño murió
hace dos días; la gente de la municipalidad lo llevó ayer temprano al cementerio;
sólo yo fui al entierro, sólo yo y el cura, que ni habrá notado mi presencia>>. Se
me cayeron todos los papeles al suelo. Me arrodillé y me cubrí el rostro con las
manos. Los pájaros allí en los árboles entonaban su mañana en un trinar de alba
que no conoce del paso del tiempo. Los rieles mancharon mis rodillas con su
óxido; óxido que no se detendrá hasta carcomer por completo las vías, para que
nadie recuerde que allí hubo un tren, y una estación, y un héroe.
10
Cuando me levanté la anciana ya no estaba. Fui hasta el cuartito de Armiño; la
puerta estaba entreabierta. No había más que un viejo catre desvencijado, una
mesa con un mate aún con yerba, un calentador y una pava; una lámpara
pobrísima y una mesita de luz con un cajón. Abrí el cajón y hallé allí adentro algo
que nadie creerá; como no creyeron en el pueblo mi historia, como no creen ya
que haya vivido un viejo sin edad en nuestra estación durante tres cuartos de
siglo; porque ya lo han olvidado por completo. En el cajón descansaba, roído por
la polilla, un pedazo de tela viejísimo y prolijamente doblado. Lo extendí con
mucho cuidado; a los lados tenía dos franjas cuyo rosado desteñido fue alguna
vez rojo, y en el medio una franja amarillenta en cuyo centro podía adivinarse,
entre manchas, un escudo español. Pero aunque no crean mi historia, allí está la
estropeada bandera, la dejé de nuevo en la Iglesia San Antonio, donde tal vez
estén también los fantasmas de Armiño, Nazario y los otros valientes de la batalla
de El Bellaco, custodiando el trofeo de las armas de la patria; ya olvidado, como
todos ellos; como la patria, y los rieles de su progreso; olvidados para siempre,
salvo tal vez que un día comencemos a recordar.
Fin

More Related Content

What's hot

Los pasos-perdidos-a-carpentier
Los pasos-perdidos-a-carpentierLos pasos-perdidos-a-carpentier
Los pasos-perdidos-a-carpentierchristianescobar45
 
Abraham Stoker Drácula
Abraham Stoker   Drácula Abraham Stoker   Drácula
Abraham Stoker Drácula victoriariver14
 
Antonio cantafio-lauro-cumple-100-anos
Antonio cantafio-lauro-cumple-100-anosAntonio cantafio-lauro-cumple-100-anos
Antonio cantafio-lauro-cumple-100-anosRuben Cantafio
 
Abraham stoker drácula
Abraham stoker   drácula Abraham stoker   drácula
Abraham stoker drácula Libros2
 
Carpentier, alejo los pasos perdidos
Carpentier, alejo   los pasos perdidosCarpentier, alejo   los pasos perdidos
Carpentier, alejo los pasos perdidosMaria Luisa Mazzola
 
Bram Stoker - Drácula
Bram Stoker - DráculaBram Stoker - Drácula
Bram Stoker - Dráculaa_r_e_s
 
Drácula de Abraham Stoker
Drácula de Abraham StokerDrácula de Abraham Stoker
Drácula de Abraham StokerAna Godoy
 
El alcahuete castigado
El alcahuete castigado El alcahuete castigado
El alcahuete castigado Danya Amairani
 
Renault, mary la mascara de apolo
Renault, mary   la mascara de apoloRenault, mary   la mascara de apolo
Renault, mary la mascara de apoloYeber Bolaños
 
Bram Stoker Dracula
Bram Stoker   DraculaBram Stoker   Dracula
Bram Stoker DraculaPalau Lax
 

What's hot (17)

Los pasos-perdidos-a-carpentier
Los pasos-perdidos-a-carpentierLos pasos-perdidos-a-carpentier
Los pasos-perdidos-a-carpentier
 
I resumen quijote-de_la_mancha_
I resumen quijote-de_la_mancha_I resumen quijote-de_la_mancha_
I resumen quijote-de_la_mancha_
 
Abraham Stoker Drácula
Abraham Stoker   Drácula Abraham Stoker   Drácula
Abraham Stoker Drácula
 
Todo tercero
Todo terceroTodo tercero
Todo tercero
 
Todo tercero
Todo terceroTodo tercero
Todo tercero
 
Antonio cantafio-lauro-cumple-100-anos
Antonio cantafio-lauro-cumple-100-anosAntonio cantafio-lauro-cumple-100-anos
Antonio cantafio-lauro-cumple-100-anos
 
Abraham stoker drácula
Abraham stoker   drácula Abraham stoker   drácula
Abraham stoker drácula
 
Ernestina y otros relatos copia (2)
Ernestina y otros relatos   copia (2)Ernestina y otros relatos   copia (2)
Ernestina y otros relatos copia (2)
 
La Buenaventura
La BuenaventuraLa Buenaventura
La Buenaventura
 
DOCENTE
DOCENTEDOCENTE
DOCENTE
 
Cuando la lluvia no moja
Cuando la lluvia no mojaCuando la lluvia no moja
Cuando la lluvia no moja
 
Carpentier, alejo los pasos perdidos
Carpentier, alejo   los pasos perdidosCarpentier, alejo   los pasos perdidos
Carpentier, alejo los pasos perdidos
 
Bram Stoker - Drácula
Bram Stoker - DráculaBram Stoker - Drácula
Bram Stoker - Drácula
 
Drácula de Abraham Stoker
Drácula de Abraham StokerDrácula de Abraham Stoker
Drácula de Abraham Stoker
 
El alcahuete castigado
El alcahuete castigado El alcahuete castigado
El alcahuete castigado
 
Renault, mary la mascara de apolo
Renault, mary   la mascara de apoloRenault, mary   la mascara de apolo
Renault, mary la mascara de apolo
 
Bram Stoker Dracula
Bram Stoker   DraculaBram Stoker   Dracula
Bram Stoker Dracula
 

Viewers also liked

Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi)
Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi) Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi)
Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi) EdoardoOrtiz17
 
AMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUS
AMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUSAMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUS
AMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUSAngel Lemus
 
La fotografia
La fotografiaLa fotografia
La fotografiamiel1234
 
El internet
El internetEl internet
El internetlixuz20
 
Actividad individual redes basicas
Actividad individual redes basicasActividad individual redes basicas
Actividad individual redes basicasferchobeer
 
Yahoo! Clever Als Lehrwerkergänzung
Yahoo! Clever Als LehrwerkergänzungYahoo! Clever Als Lehrwerkergänzung
Yahoo! Clever Als LehrwerkergänzungThomas Tinnefeld
 
Presentación prácticas III
Presentación prácticas IIIPresentación prácticas III
Presentación prácticas IIICarmenElenaMolina
 
Pasillos ecuatorianos
Pasillos ecuatorianosPasillos ecuatorianos
Pasillos ecuatorianosKeycamera
 
Comida típica de la sierra
Comida típica de la sierraComida típica de la sierra
Comida típica de la sierracarlhl
 
Boletin regional 2014 version final
Boletin regional 2014  version finalBoletin regional 2014  version final
Boletin regional 2014 version finalJean Carlos Abanto
 
Facebook Trends2015 Campixx2015
Facebook Trends2015 Campixx2015Facebook Trends2015 Campixx2015
Facebook Trends2015 Campixx2015Werbeboten Media
 
"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen Rojas
"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen Rojas"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen Rojas
"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen RojasLuis Manuel Acuña Parra
 
Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.
Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.
Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.Karen Sanchez
 
Abschlusspräsentation
AbschlusspräsentationAbschlusspräsentation
AbschlusspräsentationHerr_Poffo
 

Viewers also liked (20)

Rabbi Los Angeles
Rabbi Los AngelesRabbi Los Angeles
Rabbi Los Angeles
 
Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi)
Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi) Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi)
Presentacion emi (estrategias de mercadeo en Internet Icesi)
 
AMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUS
AMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUSAMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUS
AMBIENTES Y OBJETOS VIRTUALES DE APRENDIZAJE ANGEL LEMUS
 
La fotografia
La fotografiaLa fotografia
La fotografia
 
El internet
El internetEl internet
El internet
 
Actividad individual redes basicas
Actividad individual redes basicasActividad individual redes basicas
Actividad individual redes basicas
 
Hardware y software
Hardware y softwareHardware y software
Hardware y software
 
Yahoo! Clever Als Lehrwerkergänzung
Yahoo! Clever Als LehrwerkergänzungYahoo! Clever Als Lehrwerkergänzung
Yahoo! Clever Als Lehrwerkergänzung
 
Infografias
InfografiasInfografias
Infografias
 
Presentación prácticas III
Presentación prácticas IIIPresentación prácticas III
Presentación prácticas III
 
cotextualización
cotextualización cotextualización
cotextualización
 
Pasillos ecuatorianos
Pasillos ecuatorianosPasillos ecuatorianos
Pasillos ecuatorianos
 
Comida típica de la sierra
Comida típica de la sierraComida típica de la sierra
Comida típica de la sierra
 
Boletin regional 2014 version final
Boletin regional 2014  version finalBoletin regional 2014  version final
Boletin regional 2014 version final
 
Russland
RusslandRussland
Russland
 
Facebook Trends2015 Campixx2015
Facebook Trends2015 Campixx2015Facebook Trends2015 Campixx2015
Facebook Trends2015 Campixx2015
 
"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen Rojas
"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen Rojas"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen Rojas
"Mute de Chivo" - Luis Acuña y Rotsen Rojas
 
Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.
Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.
Banco latinoamericano. Bolsa de Trabajo.
 
Abschlusspräsentation
AbschlusspräsentationAbschlusspräsentation
Abschlusspräsentation
 
Preguntados 1
Preguntados 1Preguntados 1
Preguntados 1
 

Similar to El veterano armiño gomez recuerdos de otro

Similar to El veterano armiño gomez recuerdos de otro (20)

Funes el memorioso
Funes el memoriosoFunes el memorioso
Funes el memorioso
 
Funes el memorioso
Funes el memoriosoFunes el memorioso
Funes el memorioso
 
FUNES EL MEMORIOSO
FUNES EL MEMORIOSOFUNES EL MEMORIOSO
FUNES EL MEMORIOSO
 
"Funes el memorioso"
"Funes el memorioso""Funes el memorioso"
"Funes el memorioso"
 
BORGES, J. L. - Libro de arena.pdf
BORGES, J. L. - Libro de arena.pdfBORGES, J. L. - Libro de arena.pdf
BORGES, J. L. - Libro de arena.pdf
 
1 funes elmemorioso
1 funes elmemorioso1 funes elmemorioso
1 funes elmemorioso
 
Shakespeare en la selva1
Shakespeare en la selva1Shakespeare en la selva1
Shakespeare en la selva1
 
Borges
BorgesBorges
Borges
 
LEYENDAS URBANAS
LEYENDAS URBANASLEYENDAS URBANAS
LEYENDAS URBANAS
 
Borges jorge el aleph
Borges jorge   el alephBorges jorge   el aleph
Borges jorge el aleph
 
Libro el-muriaga-v11-baja
Libro el-muriaga-v11-bajaLibro el-muriaga-v11-baja
Libro el-muriaga-v11-baja
 
3 bram stoker-dracula
3 bram stoker-dracula3 bram stoker-dracula
3 bram stoker-dracula
 
El aleph de jorge luis borges laura
El aleph de jorge luis borges lauraEl aleph de jorge luis borges laura
El aleph de jorge luis borges laura
 
Dichos,refranes,y mas
Dichos,refranes,y masDichos,refranes,y mas
Dichos,refranes,y mas
 
Bocado de viento
Bocado de vientoBocado de viento
Bocado de viento
 
Dracula
DraculaDracula
Dracula
 
Bram stoker dracula
Bram stoker draculaBram stoker dracula
Bram stoker dracula
 
Dracul ade bramstoker
Dracul ade bramstokerDracul ade bramstoker
Dracul ade bramstoker
 
Dracula
DraculaDracula
Dracula
 
Bram stoker dracula
Bram stoker   draculaBram stoker   dracula
Bram stoker dracula
 

More from Santiago Clement (20)

Recuerdos de otro
Recuerdos de otroRecuerdos de otro
Recuerdos de otro
 
Brochure Proyecto De Luz
Brochure Proyecto De LuzBrochure Proyecto De Luz
Brochure Proyecto De Luz
 
Presentación ympacto+
Presentación ympacto+Presentación ympacto+
Presentación ympacto+
 
Italo calvino, el Baron Rampante
Italo calvino, el Baron RampanteItalo calvino, el Baron Rampante
Italo calvino, el Baron Rampante
 
Compra Positiva
Compra PositivaCompra Positiva
Compra Positiva
 
Presentacion ledesma
Presentacion ledesmaPresentacion ledesma
Presentacion ledesma
 
Detrás del origen
Detrás del origenDetrás del origen
Detrás del origen
 
Tiempo muerto
Tiempo muertoTiempo muerto
Tiempo muerto
 
En el rumor de las olas
En el rumor de las olasEn el rumor de las olas
En el rumor de las olas
 
La planta
La plantaLa planta
La planta
 
En la luna
En la lunaEn la luna
En la luna
 
El rostro de dios
El rostro de diosEl rostro de dios
El rostro de dios
 
Ni una sombra
Ni una sombraNi una sombra
Ni una sombra
 
Señales
SeñalesSeñales
Señales
 
Hormigueo
HormigueoHormigueo
Hormigueo
 
El fin del mundo
El fin del mundoEl fin del mundo
El fin del mundo
 
Anhelos de juan
Anhelos de juanAnhelos de juan
Anhelos de juan
 
Eternos instantes de Arregui
Eternos instantes de Arregui Eternos instantes de Arregui
Eternos instantes de Arregui
 
Recuerdos de otro
Recuerdos de otroRecuerdos de otro
Recuerdos de otro
 
Prólogo recuerdos de otro
Prólogo   recuerdos de otroPrólogo   recuerdos de otro
Prólogo recuerdos de otro
 

Recently uploaded

3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE Arte y Cultura- 2023.docx
3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE  Arte y Cultura- 2023.docx3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE  Arte y Cultura- 2023.docx
3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE Arte y Cultura- 2023.docxsebastianjamancamanr
 
manual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighg
manual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighgmanual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighg
manual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighgTareghKarami
 
Alteraciones de la percepción trabajo.pdf
Alteraciones de la percepción trabajo.pdfAlteraciones de la percepción trabajo.pdf
Alteraciones de la percepción trabajo.pdfLUCIABOTELLACORTS
 
Biografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptx
Biografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptxBiografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptx
Biografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptxBernardinoDeLosSanto3
 
La Música Tradicional Peruana- reflexion.pptx
La Música Tradicional Peruana- reflexion.pptxLa Música Tradicional Peruana- reflexion.pptx
La Música Tradicional Peruana- reflexion.pptxVictorHugoAsenciosOr
 
PROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdf
PROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdfPROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdf
PROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdfwilliamvillegasgonza
 
Dibujos de cuento de "mago de oz" para colorear
Dibujos de cuento de "mago de oz" para colorearDibujos de cuento de "mago de oz" para colorear
Dibujos de cuento de "mago de oz" para colorearKarenValdesCordova
 
Signos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.doc
Signos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.docSignos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.doc
Signos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.docCesarCastillo170650
 
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdfAntigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdfVictoria867681
 
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZ
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZHISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZ
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZAnthonellaQuispe
 
Adivinanzas para sexto grado de primaria
Adivinanzas para sexto grado de primariaAdivinanzas para sexto grado de primaria
Adivinanzas para sexto grado de primaria77990235
 
Elementos del Dibujo: La línea como elemento principal
Elementos del Dibujo: La línea como elemento principalElementos del Dibujo: La línea como elemento principal
Elementos del Dibujo: La línea como elemento principaljflores44
 
estamentos unjbg de la universidad de tacna
estamentos unjbg de la universidad de tacnaestamentos unjbg de la universidad de tacna
estamentos unjbg de la universidad de tacnaluischoquecota1
 
E.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdf
E.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdfE.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdf
E.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdfEusebioVidal1
 
Análisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdf
Análisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdfAnálisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdf
Análisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdfFiorellaCoroAlva1
 
la modernidad en la arquitectura afiche didactico
la modernidad en la arquitectura afiche didacticola modernidad en la arquitectura afiche didactico
la modernidad en la arquitectura afiche didacticofabianamarcano1
 
DIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdf
DIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdfDIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdf
DIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdfsheilalopezcabrera1
 
Primo de Rivera presentacion 2 bachillerato selectividad
Primo de Rivera  presentacion 2 bachillerato selectividadPrimo de Rivera  presentacion 2 bachillerato selectividad
Primo de Rivera presentacion 2 bachillerato selectividaddk7nvvt85n
 
Introducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdf
Introducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdfIntroducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdf
Introducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdfMIGUELANGEL2672
 
BACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdf
BACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdfBACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdf
BACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdfMarisolGuianellaLicl
 

Recently uploaded (20)

3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE Arte y Cultura- 2023.docx
3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE  Arte y Cultura- 2023.docx3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE  Arte y Cultura- 2023.docx
3º-II EXPERIENCIA APRENDIZAJE Arte y Cultura- 2023.docx
 
manual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighg
manual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighgmanual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighg
manual_primeros_auxilios.pdfbuigfuogyuighg
 
Alteraciones de la percepción trabajo.pdf
Alteraciones de la percepción trabajo.pdfAlteraciones de la percepción trabajo.pdf
Alteraciones de la percepción trabajo.pdf
 
Biografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptx
Biografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptxBiografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptx
Biografía de Galileo Galilei y sus aportes a la Física.pptx
 
La Música Tradicional Peruana- reflexion.pptx
La Música Tradicional Peruana- reflexion.pptxLa Música Tradicional Peruana- reflexion.pptx
La Música Tradicional Peruana- reflexion.pptx
 
PROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdf
PROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdfPROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdf
PROGRAMACIÓN CNEB 5º ARTE Y CULTURA- 2024.pdf
 
Dibujos de cuento de "mago de oz" para colorear
Dibujos de cuento de "mago de oz" para colorearDibujos de cuento de "mago de oz" para colorear
Dibujos de cuento de "mago de oz" para colorear
 
Signos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.doc
Signos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.docSignos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.doc
Signos-de-Puntuación-para-Cuarto-de-Secundaria.doc
 
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdfAntigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
Antigua Grecia 1234567890 1234576890940.pdf
 
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZ
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZHISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZ
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DE FRANCISCO SUAREZ
 
Adivinanzas para sexto grado de primaria
Adivinanzas para sexto grado de primariaAdivinanzas para sexto grado de primaria
Adivinanzas para sexto grado de primaria
 
Elementos del Dibujo: La línea como elemento principal
Elementos del Dibujo: La línea como elemento principalElementos del Dibujo: La línea como elemento principal
Elementos del Dibujo: La línea como elemento principal
 
estamentos unjbg de la universidad de tacna
estamentos unjbg de la universidad de tacnaestamentos unjbg de la universidad de tacna
estamentos unjbg de la universidad de tacna
 
E.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdf
E.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdfE.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdf
E.VIDAL LA PINTURA COSTUMBRISTA ,Catalog Mobile Presentation.pdf
 
Análisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdf
Análisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdfAnálisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdf
Análisis del poema grupo 1 lenguaje 2 (1).pdf
 
la modernidad en la arquitectura afiche didactico
la modernidad en la arquitectura afiche didacticola modernidad en la arquitectura afiche didactico
la modernidad en la arquitectura afiche didactico
 
DIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdf
DIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdfDIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdf
DIDACTICA DEL TEATRO ESCOLAR EN EL PREESCOLAR.pdf
 
Primo de Rivera presentacion 2 bachillerato selectividad
Primo de Rivera  presentacion 2 bachillerato selectividadPrimo de Rivera  presentacion 2 bachillerato selectividad
Primo de Rivera presentacion 2 bachillerato selectividad
 
Introducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdf
Introducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdfIntroducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdf
Introducción a la teoría de Autómatas, Lenguajes y Computación..pdf
 
BACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdf
BACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdfBACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdf
BACILLUS ANTHRACIS_20240412_214018_0000.pdf
 

El veterano armiño gomez recuerdos de otro

  • 1. 1 El veterano Armiño Gomez EN EL PUEBLO NUNCA NADIE se interesó en el caso de don Armiño, el loco Armiño. En realidad a nadie le importaba el viejo, y ahora ya lo han olvidado. Como el óxido que roe las vías del ferrocarril, así es el olvido; hace desaparecer las cosas y las gentes. Y en esta patria, el óxido del olvido avanza y devora obras, esfuerzos y héroes. El tren que trajo el progreso, y en el que alguna vez llegó don Armiño, nunca volverá a este pueblo; y el progreso tampoco, a no ser, tal vez, que comencemos a recordar. Armiño parecía muy muy viejo, aunque no tanto como él decía. Igual nadie le creía; yo tampoco, porque desde bien chiquito me enseñaron Armiño el loco, y entonces yo por supuesto, Armiño el loco. Y es absurdo, pero nunca nadie sintió curiosidad por su caso. Ni siquiera la gente del municipio que, si hubieran dado crédito a mi historia y a las pruebas que descubrí, podrían haber aprovechado a Armiño como un excelente atractivo turístico para el lugar (y aún podrían hacerlo). Pero él estaba allí en la vieja estación como un fantasma a quien nadie ve; uno más de tantos. Yo me interesaba en don Armiño lo mismo que todo el pueblo; es decir nada. Hasta que una tarde, doña Luisa, la viejita del polirubro, me dice como tal cosa que cuando ella era chica la mamá la llevaba a la estación los domingos para recibir a su padre que volvía de Buenos Aires y, don Armiño, que era el guarda, la divertía con sus morisquetas. ¿Y cómo era don Armiño en ese entonces, doña Luisa? Era viejo, m’hijito, muy viejo. En ese momento creí que doña Luisa desvariaba. Les pregunté entonces a otros viejos del pueblo, y todos me decían lo mismo, el viejo Armiño ya era viejo. Sin embargo a nadie le llamaba la atención esto. ¡Ah, qué sé yo! tendrá cien años, decían levantando los hombros sin interés. Pero yo hacía cuentas (cosa que ellos al parecer no sabían hacer), y las cuentas no cerraban. Me propuse entonces conocer a don Armiño y su historia, y al hacerlo me convencí casi de su locura. Su aspecto, sus gestos, su forma de hablar, su acento, su memoria yendo de aquí para allá enmarañada en los años, hablando de cosas
  • 2. 2 antiguas como si hubiesen ocurrido hacía un año, o ayer, o aquel mismo día, haciendo un gran engrudo con el tiempo. Sin embargo me sorprendió la precisión en los detalles de sus historias, la capacidad de narrar los hechos con pormenores y de una forma tal que a uno le daba la certeza de estar hablando con alguien que realmente había vivido aquello. Y de pronto su mente se iba y sin que viniera al caso se ponía a cantar “de aquel cerro verde, quisiera tener, hierbas del Olvido, para no querer”. Ésa la cantaba un tal payador Vega, m’hijito, un mulato que nos acompañaba en la campaña. ¿La campaña? ¿Qué campaña? Ese día me contó la historia de su sablazo, y me mostró la espalda; una enorme cicatriz le atravesaba la raquítica espalda desde el omóplato hasta casi la cintura. Me dijo que fue al sur de Entre Ríos, en un arroyo confluente al Uruguay, entendí arroyo El Befaco. Esos chapetones eran duros de morir me dice, pero más duro fui yo. Yo no entendía de qué me hablaba. Entonces me contó que unos compañeros habían visto por la mañana que habían fondeado unos barcos en la desembocadura del arroyo, y entonces el comandante de la villa los había llamado a alistarse, pero recién atacaron al día siguiente, y como él era guapo fue uno de los primeros en subir a la nave, con Gorosito, y fue ahí mismo que ¡traz!, el sablazo en la espalda; que primero casi ni se dio cuenta por la animosidad de la lucha, pero después el desmayo y despertarse ya en la enfermería. Él había hecho saltar al agua al menos a dos chapetones que se habrían ahogado en el río, los muy puercos. Y su premio fue esa cicatriz que lo acompañó siempre. A los pocos días estaba yo en casa leyendo unos cuentos de Lugones y veo la palabra chapetones y me di cuenta de que así llamaban a los españoles en las épocas de las guerras de la independencia y entonces me dije Armiño está loco. Lo descabellado de la historia de Armiño luchando con españoles me dejó realmente perplejo. Se me ocurrió entonces llamar a un amigo entrerriano que vivía en Gualeguay. Le pregunté si podía averiguarme algo sobre una batalla con dos barcos en un arroyo El Befaco o algo así, cerca del Uruguay. Me llamó a los pocos días y me dijo sí, averigüé en la biblioteca, no es El Befaco, es El Bellaco, y es justamente cerca de acá, es un arroyito de nada que apenas si podés pescar
  • 3. 3 una tararira, pero nada más, y puro barro. Que en 1813. Sí, Mariano, la batalla fue en 1813, seguro. Le pregunté a Armiño si había luchado otras veces y me dijo que sí, que había andado por muchas regiones, sobre todo por el litoral que era su patria, pero que sólo esa vez lo habían herido, lo que resultaba muy sonso porque había sido la batalla más sencilla de todas, que Nazario siempre se le reía por eso. Era bravo ese Nazario, y guay de gritón para mandar, salvo conmigo; conmigo era diferente porque llevábamos los dos el mismo apellido; Gómez, aunque Nazario se hacía llamar Nazario Lucero para que le temieran más, y en los fogones cantaba siempre una copla que remataba así: Nudo al lazo de mi suerte, quiso así el hado ceñir; si llego a partir, ausente de ti me muero. Ley de Nazario Lucero, te lo jura hasta morir. Pero Nazario Lucero era en realidad un bandido bravo de las sierras que ya estaba viejo y medio olvidado; este Nazario era bravo también pero era un hombre derecho, y no un bandido. Anoté estas cosas pero me contó muchas otras más, aunque era difícil seguirle el hilo a Armiño, porque se ponía a hablar de una campaña con las montoneras aliadas a Urquiza y de pronto decía que en los patios de la casa donde habían armado el cuartel había un naranjo, pero que las naranjas tenían polvillo y estaban abichadas, que venga, que mire y le muestro; y te llevaba detrás de la estación, y te mostraba un naranjo con las naranjas abichadas y uno ya no sabía de qué hablaba, y si lo del cuartel era cierto o era parte de una madeja de historias fantasiosas que el viejo inventaba haciendo uso de alguna capacidad sobrehumana de crear imágenes y momentos falsos y ubicarlos a la perfección dentro de hechos históricos ciertos. Yo sé poco y nada de historia; en cambio el viejo nombraba lugares, personajes y acontecimientos (los anoté) con una naturalidad que resultaba convincente; algunos me sonaban conocidos, pero la mayoría no: Juan Pablo López el Mascarilla, Francisco
  • 4. 4 Ramírez, el arroyo Espinillo, Rincón de Ábalos, Artigas, el domador Hereñú, don Pazos y su robo en los potreros de Arengurú o algo así, y qué sé yo cuántas cosas más. Me dijo que todas esas cosas eran de joven, que la sangre le quemaba en las venas; a todos les quemaban las venas, y las sienes latían, no como ahora; y se la pasaban de aquí para allá guerreando y llevando todas sus cosas a cuestas; mujer y gurises también. Pero que después se fue poniendo viejo y se fue quedando, y los hijos se fueron yendo para aquí y para allá, y que volvió a su pueblito natal, pero cuando llegó ya no quedaban muchos de los que estaban antes, y de a poquito todos se fueron muriendo, menos él, que seguía viviendo y viviendo. Finalmente la miseria lo terminó llevando a Buenos Aires y consiguió que la Sociedad del Hierro, o del Camino de Hierro, lo contratara de sereno para una estación del Ferrocarril Oeste. Después nombró otras muchas estaciones más en las que estuvo, en el Urquiza, en el Mitre, y que después me afinqué en las orillas, en el tiempo de los taitas y compadritos, y ahí me encontré con la Clementina, una nieta de un viejo amigo de mis pagos, don Juárez, muerto hacía mucho tiempo, y el hijo de la Clementina se enredó en líos, porque mató a un tal Garmendia en una pelea y para zafar se tuvo que meter en el partido y fue ahí que hizo contactos y me recomendó a mí a los del Ferrocarril Sud, y terminé de sereno en la estación de Dolores. Pero me aburrí y pedí un traslado; no estaba acostumbrado a esa vida sedentaria. Pasé así por muchos pueblos hasta que llegué aquí, m’hijito, ya hace más de setenta años, y me sentí viejo para seguir trotando campos, así que me quedé siempre aquí, en esta estación, que hace más de treinta años está abandonada. Tomaba nota de todas las sorprendentes e improbables anécdotas de Armiño para intentar encontrar algún elemento que pudiera probar su veracidad. Fui con mis anotaciones a ver al director del diminuto y vacío museo del pueblo para tratar de corroborar algunos nombres y fechas de combates, y sobre todo con la esperanza de interesar al director sobre este caso. Pero no fue de mayor utilidad. El hombre no parecía saber mucho más de historia de lo poco que yo sabía. Incómodo por mis preguntas, intentó llevar una y otra vez la conversación al ferrocarril y al progreso que implicaría para el pueblo si volviera a funcionar. Yo
  • 5. 5 volvía a Armiño, pero el director desviaba invariablemente el tema, hasta que finalmente miró fijo la puerta y entendí que me despedía. Traté de interesar a otras personas sobre el caso de Armiño, pero invariablemente todos terminaban desviando la conversación hacia cualquier otra cosa, como si Armiño en realidad no existiera o fuera un ruinoso espectro que había que sepultar en el olvido. Pasé muchas semanas pensando en don Armiño, releyendo las notas que había tomado, repasando las fechas y los nombres, tratando de encontrar alguna pista que pudiera seguir para comprobar si él realmente había vivido al menos uno de todos aquellos hechos. Pero me enmarañé en su madeja de historias improbables sin encontrar la punta del ovillo. La línea roja de sangre que brotó lerda en mi cara una mañana mientras me afeitaba, me hizo volver a pensar en la herida de sable en la espalda de don Armiño. La batalla de El Bellaco había sido la única en la que el viejo había resultado herido de gravedad, según sus dichos. Ese día llamé nuevamente a mi amigo de Gualeguay y le pedí que me averiguara si la batalla de El Bellaco había sido una batalla grande o un combate pequeño, como había dicho Armiño, y si podía que consultara también cuántas bajas se habían tenido del lado argentino. Mi amigo me llamó a la semana siguiente. Me dijo que había consultado y la batalla había sido apenas una gresca; el asalto a unos barcos que habían fondeado en la desembocadura del arroyo sobre el río Uruguay. Respecto a las bajas, no había consultado. Le insistí para que averiguara ese detalle, pero cuando lo llamé algunos días después me dice que por qué no te venís a pasar el carnaval que empieza en diez días y averiguas vos, que ahora está todavía mejor que cuando éramos chicos. Guardo pocos recuerdos tan grandiosos como aquellos corsos; las vueltas entre comparsa y comparsa, las corridas a las chicas para empaparlas y robar de paso alguna sonrisa o algún reproche indulgente; los amigos, la cerveza. El jueves siguiente por la mañana temprano me tomé un colectivo con combinación en Buenos Aires para Gualeguay. Antes de ir a la terminal pasé una vez más por la estación del tren; don Armiño estaba sentado en su sillita mirando al horizonte, o al universo todo. Su ojos perdidos en la inmensidad de la pampa, como flotando bajo la eternidad pálida del cielo, ajeno al
  • 6. 6 tiempo. ¡Me voy para sus pagos, don Armiño! Me miró y pude casi palpar la nostalgia que, en medio de mil arrugas, lloraron aquellos ojos. Dése una vueltita por Concepción y mándele saludos a Nazario, si es que anda todavía por allí. Y a los Juárez dígales que la vi a la Clementina por las orillas en Buenos Aires, que vive humildemente pero está bien… Aunque tal vez ya hayan muerto… si fue hace tanto tiempo… Y gracias por molestarse, joven; alce allí una copa en mi memoria, y sobre todo en la memoria de todos los hombres y mujeres valientes de aquellos tiempos. Llegué a Gualeguay al caer la tarde, José Luis me esperó en la terminal; fuimos a la casa, nos vestimos, vistamos a unos amigos suyos y nos fuimos derecho para el corso. Nos divertimos como nunca y nos emborrachamos; creo que terminamos abrazados llorando, reviviendo nostalgias y prometiendo amistad eterna. Al día siguiente me desperté pasado el mediodía con un terrible dolor de cabeza. La biblioteca ya había cerrado y no volvía a abrir hasta luego del fin de semana. El lunes temprano estaba allí; hablé con la bibliotecaria a la que José Luis había consultado las otras veces. Me contó que sobre el combate de El Bellaco no había encontrado más que una breve reseña en un libro, y que era la información que le había dado a mi amigo. Estuve revisando índices durante todo el día hasta el hartazgo, pero no encontré ningún otro libro que mencionara la batalla. El martes fui a hablar con un historiador local que daba clases en una escuela ubicada al lado de la iglesia San Antonio. Me recibió en la sala de profesores. Cuando le consulté por la batalla los otros dos profesores que estaban presentes hicieron muecas de desconcierto y confesaron sin un atisbo de pudor que ni sabían que se habían luchado batallas por esos pagos. Sin embargo, el historiador conocía bastante sobre la batalla El Bellaco y me dio un dato importante que la mujer de la biblioteca no me había mencionado; me dijo que había sido una escaramuza y que estaba casi seguro de haber leído en algún lugar que no habían ocurrido bajas en el ejército patrio. Esto me esperanzó, porque si no habían existido bajas era razonable esperar que un hombre herido en combate fuera un incidente destacado en los partes del combate. Le pregunté por Nazario Gómez o Nazario Lucero, pero
  • 7. 7 no recordaba haber oído esos nombres. Solamente mencionó a un tal capitán Gregorio Samaniego, del que tomé nota. Al día siguiente volví a internarme en la biblioteca para tratar esta vez de hallar alguna pista sobre el capitán Samaniego. Luego de casi siete horas de frustrante búsqueda di entusiasmado con un libro amarillento y quebradizo llamado Batallas en las costas del Uruguay, que detallaba brevemente el combate de El Bellaco. La batalla había sido en el verano de 1813. Milicias improvisadas con pobladores del lugar habían tomado por asalto tres goletas realistas. Sin bajas por parte de los criollos; algunos realistas muertos y un puñado de prisioneros. El único nombre que aparecía era efectivamente el del capitán Samaniego. Sin embargo, en la bibliografía del capítulo donde se hablaba de la batalla se citaba un libro titulado Batallas del litoral en las guerras de la independencia argentina. Busqué en los catálogos de la biblioteca pero el libro no aparecía en las existencias. Al día siguiente me despedí de mi amigo y decidí, de regreso para mi pueblo, hacer una parada de unas horas en Buenos Aires. Su frenesí de colectivos, autos y peatones, su concierto de bocinas y sirenas y sus brumas de hollín, hacen que Buenos Aires sea para mí un lugar bastante desagradable. Sin embargo disfruto de caminar por la costanera mirando fluir el río en su barrosa mansedumbre. Dejé el equipaje en Retiro y luego de un paseo por la costanera me fui, siempre a pie, hasta la Biblioteca Nacional. Pedí un catálogo y al revisarlo sonreí feliz ante el primer asombro de aquel día; figuraba en existencias el título que buscaba. Un hombrecito pequeño y gris, que parecía no haber recibido jamás la luz del sol en su rostro, me guió por entre pasillos también grises y umbríos. Tomó una endeble escalerilla por la que, temerariamente, subió casi tres metros hasta alcanzar un estante del que sacó un libraco de tapa dura, amarillento y cubierto de polvo. Me lo entregó recomendándome suma delicadeza. Tenía varias hojas desgajadas. Lo tomé ansioso, agradecí y me senté en una mesa de lectura. Busqué un rato en los índices y di con un capítulo que hablaba sobre batallas en la zona de Gualeguaychú y Gualeguay. En la cuarta hoja del capítulo encontré la primera referencia a la batalla de El Bellaco. Sin embargo de la batalla se referían
  • 8. 8 pocos pormenores; se detallaba en cambio un intrincado litigio entre dos pobladores de Gualeguay que se enfrentaban por la propiedad de una de las goletas tomadas en la refriega; la Goleta Nuestra Señora del Rosario, de la que finalmente se adueñó un tal don Antonio Texo. El detalle más interesante que encontré en estas primeras páginas hacía referencia a una bandera española arrebatada en pleno furor de la batalla por dos valientes soldados que se habían arrojado al río con el sable entre los dientes y habían tomado por asalto, ellos solos, una de las goletas. La bandera había ido a parar a la Iglesia San Antonio, de Gualeguay, contigua al colegio donde me había citado con el historiador, y había sido dedicada a su patrono como trofeo de las armas de la patria. Tomé nota de este detalle con la idea de pedirle a mi amigo que se acercara por la iglesia para averiguar si no estaría aún por allí aquella bandera. En la tercera página se me apelotonó toda junta la sangre en el corazón. Di, lleno de asombro, con el nombre de Nazario Gomez; alférez Nazario Gomez, a quién el viejo Armiño había mencionado numerosas veces en sus enredadas historias. Comencé casi a temblar de la emoción. Me devoré la página que narraba, ahora sí, detalles concretos de la batalla, aunque no daba ningún otro dato del tal Nazario. En la cuarta y última página del capítulo se transcribía, en forma textual, el parte de batalla: “El doce del que gobierna á las tres y media de la tarde tube parte por una de las guardias que amparan la boca de este Riacho, que dos buques enemigos estaban fondeados á su frente”, etc. Luego se detallaban todos los elementos secuestrados, entre los que se contaba la mencionada bandera, y finalmente leí, ya en un síncope de asombro, esta última frase: “Los prisioneros que quedan en este quartel son 17, de los quales hay 3 gravemente heridos: 4 negros esclavos tomados; entre estos aseguran que los muertos fueron 6 contando con 2 que se precipitaron al Uruguay, y que probablemente han perecido: por nuestra parte no ha habido la menor desgracia, salvo la herida de uno de los valientes que tomó la bandera, el soldado Armiño Gomez, que, con el auxilio de Dios, confiamos que sanará”. Desbordando de ansiedad y entusiasmo copié a mano todo el capítulo (¡iluso!), porque no estaba permitido fotocopiar aquel libro a causa su fragilidad. Luego
  • 9. 9 devolví el volúmen al hombrecito gris, sin poder disimular mi exuberante emoción. Revolucionaría el pueblo, sabía que revolucionaría el pueblo, y tal vez más aún ¡un héroe de la independencia! Vendrían de todo el país a verlo; qué digo del país ¡del mundo! Repararían las vías, restaurarían la estación que los domingos se llenaría de gente como en los viejos tiempos, y doña Luisa iría a recordar allí a su padre con lágrimas en los ojos. Los incrédulos del pueblo harían fila para saludar al viejo, y ya nadie lo llamaría loco. Remozarían la plaza y las veredas, volverían a plantar los naranjos del bulevar, a regar el césped, a pintar los frentes de la casas, se instalarían nuevos comercios y casas de comida para atender a los turistas y el pueblo rebulliría exultante de prosperidad. Regresé a Retiro casi corriendo, busqué mi equipaje y saqué boleto en el primer colectivo que salía para el pueblo; ya había anochecido. Tuve que esperar una hora y media para la partida, tiempo que aproveché para planificar la forma en que daría a conocer la noticia. Llegué al pueblo antes del amanecer. Fui a casa; dormí un poco pero me levanté temprano, me di una ducha, tomé toda la información que había documentado y salí hacia la estación para hablar con el viejo antes de anunciar a todos mi descubrimiento. La estación estaba desierta; no como de costumbre, sino más aún, pues Armiño no estaba tampoco. A unos metros de la estación, al costado de las vías, había una anciana de pie, mirando hacia los árboles. Me acerqué. No la había visto nunca; tenía un rostro tristísimo. Con un tono de voz aún más triste y extraño, lejano, como si viniera de otro lugar, u otro tiempo, me dijo <<Estas historias siempre terminan igual y son tristes, m’hijito, Armiño murió hace dos días; la gente de la municipalidad lo llevó ayer temprano al cementerio; sólo yo fui al entierro, sólo yo y el cura, que ni habrá notado mi presencia>>. Se me cayeron todos los papeles al suelo. Me arrodillé y me cubrí el rostro con las manos. Los pájaros allí en los árboles entonaban su mañana en un trinar de alba que no conoce del paso del tiempo. Los rieles mancharon mis rodillas con su óxido; óxido que no se detendrá hasta carcomer por completo las vías, para que nadie recuerde que allí hubo un tren, y una estación, y un héroe.
  • 10. 10 Cuando me levanté la anciana ya no estaba. Fui hasta el cuartito de Armiño; la puerta estaba entreabierta. No había más que un viejo catre desvencijado, una mesa con un mate aún con yerba, un calentador y una pava; una lámpara pobrísima y una mesita de luz con un cajón. Abrí el cajón y hallé allí adentro algo que nadie creerá; como no creyeron en el pueblo mi historia, como no creen ya que haya vivido un viejo sin edad en nuestra estación durante tres cuartos de siglo; porque ya lo han olvidado por completo. En el cajón descansaba, roído por la polilla, un pedazo de tela viejísimo y prolijamente doblado. Lo extendí con mucho cuidado; a los lados tenía dos franjas cuyo rosado desteñido fue alguna vez rojo, y en el medio una franja amarillenta en cuyo centro podía adivinarse, entre manchas, un escudo español. Pero aunque no crean mi historia, allí está la estropeada bandera, la dejé de nuevo en la Iglesia San Antonio, donde tal vez estén también los fantasmas de Armiño, Nazario y los otros valientes de la batalla de El Bellaco, custodiando el trofeo de las armas de la patria; ya olvidado, como todos ellos; como la patria, y los rieles de su progreso; olvidados para siempre, salvo tal vez que un día comencemos a recordar. Fin