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Y RECIBIRÉIS EL DON DEL ESPÍRITU SANTO
(LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO)
Justo antes de comenzar cantar “Espíritu Santo de Dios”
INTRODUCCIÓN
¿Cómo hacer presente a Jesús Salvador con todos los frutos de su Redención aquí y
ahora? Por nosotros mismos no podemos. En semanas anteriores, hemos escuchado, y
quizá comprobado, que Dios nos ama de forma completamente incondicional, sin
merecimiento nuestro, tanto que nos creó a su imagen y semejanza; que Jesús está vivo,
entre nosotros, que es el Señor de nuestras vidas, que es el Camino, la Verdad y la
Vida; que tenemos necesidad de acercarnos a Él, de convertirnos y renunciar al pecado
que es lo que nos aleja de Dios; que Jesús es nuestro Salvador, que vino al mundo no
a juzgarnos, si no a llevarnos al Padre, a abrirnos las puertas del cielo, a redimirnos
entregando su vida por nosotros, que por su sangre estamos salvados.
Hoy vamos a hablar de la Promesa del Padre: el envío del Espíritu Santo.
¡Cómo esperamos siempre que se cumplan las promesas que nuestros familiares y
amigos nos hacen!
Cuando nos dicen que vendrán a casa para una visita, para pasar unos días si están
lejos, o para una celebración a la que los hemos invitado, preparamos, comida, bebida,
ambiente, música, es decir, nos desbordamos y “tiramos la casa por la ventana” para
recibirlos de la mejor manera.
Escuchemos lo que nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (1, 3-8) (Leer
de la Biblia)
Es Dios mismo quien nos hace la promesa del regalo del don del E.S. y nos lo da en el
sacramento del Bautismo (Jn 3, 5), y una segunda vez en el sacramento de la
Confirmación (Hch 8, 14-15), también nosotros nos preparamos para esos dos
momentos, bueno, en el Bautismo ni nos enteramos, son nuestros padres y padrinos los
que nos preparan a nosotros y el ambiente; en la Confirmación ya somos más
conscientes y vamos a recibirlo con alegría, aunque tampoco entendamos mucho eso
del E.S., es un misterio la Santísima Trinidad, pero los efectos sí que podemos
apreciarlos en nuestra vida.
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El Señor, que nos ha creado, que nos ha hecho a su imagen y semejanza, nos conoce
desde antes de crearnos, y mirad que palabras tan bonitas, pone Dios en boca del
salmista: Sal 139 (138), 1-4. 23-24
1Señor, tú me sondeas y me conoces;
2
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
3distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
4
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
23
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
24mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.
Vamos a ahora al centro de esta enseñanza:
El deseo del Espíritu Santo
La Sagrada Escritura nos habla del Espíritu desde su primera página: nos presenta la
creación como obra de Dios por medio de su Palabra y por medio de su Espíritu. A lo
largo de toda la Biblia aparecerá, como una de las características del Espíritu de
Dios, el ser espíritu creador:
“En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía;
la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el Espíritu de Dios se cernía
sobre la faz de las aguas” (Gn 1, 1 -2).
El Pueblo de Israel, después de su experiencia de infidelidad, deseaba una profunda
renovación que llegase a lo más íntimo del ser, una renovación que fuese como una
nueva creación... Éste era el deseo del Salmista:
"Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu" (Sal 50 (51), 12-
13)
La profecía de Jeremías:
“Pondré mi Ley en su interior y la escribiré en sus corazones, Yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo” (Jr 31, 33b)
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Y la profecía de Ezequiel:
"Les daré otro corazón e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el
corazón de piedra y les daré un corazón de carne" (Ez 11, 19).
Pero esto no podían realizarlo los antiguos jueces o los profetas o los reyes ungidos de
Israel, que sólo recibían la fuerza del Espíritu de modo pasajero; esta obra sólo
podía hacerla el Mesías sobre quien debía reposar de forma estable el Espíritu
Santo, tal como indica Isaías:
“Sobre él se posará el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor" (Is 11, 2).
O el canto profético del Siervo de Yahvé, la misión del profeta:
“El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres,
para curar los corazones desgarrados,
proclamar amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros de la libertad" (Is 61, 1)
Es sobre esta obra del Mesías que se centran los profetas de Israel cuando anuncian
un nuevo Pueblo movido por el Espíritu, con la Efusión del Espíritu. Así la célebre
profecía de Joel:
“Después de todo esto, derramaré mi espíritu sobre toda carne, vuestros hijos e
hijas profecitarán, vuestros ancianos tendrán sueños y vuestros jóvenes verán
visones. Incluso sobre vuestros siervos y siervas derramaré mi espíritu en
aquellos días” (Jl 3, 1-2)
Jesús anuncia el cumplimiento de la promesa
Cuando pasamos a los escritos del Nuevo Testamento, vemos claramente cómo Juan
Bautista señala la proximidad del cumplimiento de esta promesa:
“Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1,
8).
Jesús, por su parte, antes de su resurrección indica también que es Él el que dará
el Espíritu Santo:
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"El que beba del agua que Yo le dé nunca más tendrá sed; el agua que Yo le
daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida
eterna” (Jn 4, 14)
“El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie, gritó: El que tenga sed,
que venga a mí y beba, el que cree en mí, como dice la Escritura: de sus entrañas
manarán ríos de agua viva. Dijo esto refiriéndose al Espíritu que habían de
recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque
Jesús no había sido glorificado” (Jn 7, 37-39)
“Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el
Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré " (Jn 16, 7)
Por eso, tal como nos indica San Juan, la primera cosa que hace Jesús resucitado
cuando se aparece a sus discípulos es comunicarles su Espíritu Santo:
"Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo. Y dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”
(Jn 20, 21-22)
Pentecostés
San Lucas recalca también a su modo el hecho de que Jesús es el que, lleno del
Espíritu Santo, da a sus discípulos su Espíritu, inaugurando un mundo nuevo. El
tercer evangelio termina con las siguientes palabras de Jesús a sus discípulos:
"Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre; por vuestra
parte quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo
alto” (Lc 24, 49)
Luego, al comenzar el libro de los Hechos de los Apóstoles, repite de nuevo esta
cercanía del cumplimento de la Promesa:
“Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino
“aguardad que se cumpla la Promesa del Padre, de la que habéis oído hablar,
porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu
Santo dentro de no muchos días” (Hch 1, 4).
"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que va a venir sobre vosotros, y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea y Samaria, y hasta el confín de la
tierra” (Hch 1, 8)
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A continuación, después de indicar el hecho de la ascensión, señala que "todos estos
perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la madre de
Jesús, y con los hermanos de éste” (Hch 1, 14). Y luego, se refiere a la experiencia de
Pentecostés, cumplimiento de la Promesa del Padre:
"Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De
repente, se produjo desde el cielo un estruendo de viento que soplaba
fuertemente, y se llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de
cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse” (Hch 2, 1-4)
De este texto hemos de tener en cuenta varios detalles para comprender el mensaje
que nos quiere transmitir San Lucas:
a. Pentecostés: significa cincuenta días, es decir, cincuenta días después de la Pascua.
Con ello se nos pone en relación la donación del Espíritu Santo con la muerte y
resurrección de Jesús (Pascua).
b. Todos reunidos: no se trata de una experiencia individual, sino comunitaria. El
Espíritu Santo es el don que Jesús hace a su Iglesia.
c. Viento: la imagen del viento es una forma de hacer gráfica la venida del Espíritu
Santo, ya que "viento" en griego se dice igual que "espíritu". (pneuma = )
d. Lenguas como de fuego: simbolizan la fuerza ardiente de la predicación
apostólica. La venida del Espíritu Santo hace posible dar testimonio con fuerza de
la resurrección de Jesús.
e. Se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse: el episodio de la Torre de Babel indica que la unidad de la
humanidad quedó rota por el egoísmo y el pecado; y esto lo simboliza con la
división de las lenguas (Gn 11, 1-9). Aquí la diversidad de lenguas no es símbolo
de división, sino, al contrario, teniendo un mismo Espíritu, se convierte en
símbolo de unidad. Por otra parte, había una leyenda judía que hablaba de la
proclamación de la Ley en el Sinaí en setenta lenguas, aquí la presencia de lenguas
indica que se trata de una Ley nueva y más grande: el Espíritu derramado
sobre toda carne.
Pero hay más Pentecostés relatados en la Biblia:
Los Apóstoles, después de salir de la cárcel tras la denuncia del sanedrín, vuelven a
recibir el E.S. Hch 4, 31: “Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban
reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de
Dios”
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Venida del E.S. sobre Cornelio y los suyos Hch 10, 44-46a: “Todavía estaba Pedro
exponiendo estos hechos cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban
la Palabra, y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se
sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los
gentiles, porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de
Dios.”
Vemos que nadie está excluido de la Promesa del Padre, la Promesa del Espíritu
Santo es para ti, para cada uno de nosotros:
Hch 2, 39: “Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los
que están lejos, para cuantos llamare a si el Señor Dios nuestro”.
Por lo tanto, es para todos nosotros.
Volvamos sobre tres imágenes del Espíritu Santo, abundamos en ellas para saber, de
algún modo, quién es y cómo actúa.
1. Fuego (Hch 2, 3): “Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se
dividían, posándose encima de cada uno de ellos”.
¿Qué hace el fuego? Quema. Ilumina. Purifica. Calienta. Con el fuego se acrisolan
los metales para purificarlos.
2. Viento (Jn 3, 8): “El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de
dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu”.
El viento es misterioso. Fuerte. Suave. Llevándolo a nuestro organismo, el aire es
indispensable para vivir, para respirar, es pneuma, ruah, aliento.
3. Agua (Jn 7, 38-39): “El que cree en mí; como dice la escritura: ‘de sus entrañas
manarán ríos de agua viva’. Dijo esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir
los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había
sido glorificado”.
El agua, limpia. Apaga la sed. Nutre y da vida. Ejemplo: La samaritana (Jn 4, 13-
15): “Jesús le contestó: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que
beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se
convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. La
mujer le dice: Señor, dame de esa agua: así nunca más tendré que venir aquí a
sacarla”.
Acción del E.S.
Para conocer la acción del E.S., lo mejor es escucharlo directamente del libro de la
Sabiduría: Sb 7, 22-27 (Leer de la Biblia)
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Ahora haré una breve referencia a los dones y frutos del E.S., pues dedicaremos
enseñanzas específicas sobre ellos y los carismas, hoy el objetivo es tener un
conocimiento de ellos, ya iremos profundizando en cada uno de ellos en su momento.
Mientras que los dones se dan a todo cristiano en el Bautismo y se refuerzan en la
Confirmación para la propia santificación y salvación, los carismas se dan en
diferentes medidas, momentos y a diferentes personas para la construcción de la
Iglesia, su perfección y funcionamiento. Tienen un especial sentido en la labor
evangelizadora.
Los siete Dones del Espíritu Santo:
El don de inteligencia nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe;
El don de ciencia nos lleva a juzgar con rectitud de las cosas creadas y a mantener
nuestro corazón en Dios y en lo creado en la medida en que nos lleve a Él
El don de sabiduría nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos
impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y de nuestras
obligaciones;
El don de consejo nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en
nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria
de Dios y el bien de los demás;
El don de piedad nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo trata
a su Padre;
El don de fortaleza nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades
que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios;
El don de temor de Dios nos induce a huir de las ocasiones de pecar, a no ceder a
la tentación, a evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo, a temer
radicalmente separarnos de Aquel a quien amamos y constituye nuestra razón
de ser y de vivir.
Frutos
Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo
como primicias de la gloria eterna. Si permitimos que el Espíritu Santo trabaje en
nuestra alma permaneciendo en estado de gracia santificante, nuestro “árbol
espiritual” pronto empezará a producir frutos de
Caridad: nos ayuda a ver a Cristo en los demás.
Gozo: nace de la posesión de Dios. Nos hace ser personas agradables y felices;
buscando también hacer felices a los demás.
Paz: nos hace ser personas serenas. Mantiene al alma en la posesión de la alegría
contra todo lo que es opuesto.
Paciencia: nos hace ser personas que saben controlar su carácter. No somos
resentidos ni vengativos. Este fruto modera la tristeza.
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Mansedumbre: modera la cólera y las reacciones violentas.
Bondad: nos ayuda a no criticar o condenar a los demás. Es una inclinación que nos
ayuda a ocuparnos de los demás.
Benignidad: nos ayuda a ser gentiles y no andar discutiendo con todo el mundo. Da
una dulzura especial en el trato con los demás.
Longanimidad: nos hace no quejarnos ante los problemas y sufrimientos de la vida.
Nos ayuda a mantenernos perseverantes ante las dificultades.
Modestia: nos ayuda a ser cuidadosos y discretos con nuestro cuerpo, evitando ser
ocasión de pecado para los demás. Nos ayuda a preparar nuestro cuerpo para ser
morada de Dios.
Templanza: nos ayuda a saber controlar nuestras pasiones y no dejarnos llevar por
las mismas.
Castidad: nos ayuda a ser cuidadosos y delicados en todo lo que se refiere al uso de
la sexualidad, y en general, de los placeres de la carne.
Fe: nos ayuda a defender nuestra fe en público y no ocultarla por vergüenza o
miedo. Es también cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza
para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir dudas.
Cuatro actitudes para recibir el Espíritu Santo
Las actitudes que debemos tener en nuestra vida para recibir el E.S., deberían ser
siempre:
1. Tener sed. Reconocer la necesidad de Dios en nuestras vidas, reconocer que sin Él,
no podemos hacer nada, por tanto tener sed de recibirlo, desearlo.
2. Estar abierto: Perdonar, como Dios perdona, y si no somos capaces de perdonar a
nuestros hermanos, realmente no somos capaces por nosotros mismos, pedirle al
Señor que sea Él quien perdone por nosotros.
3. Pedirlo. : Lc 11, 13: “Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le
piden?”. Debemos pedirlo con insistencia, como veis en todas nuestras reuniones
comenzamos invocándolo, pidiéndole que venga a nosotros.
4. Saber que es un Don gratuito: Ap 22, 17: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.
Y quien lo oiga, diga: Ven. Y quien tenga sed, que venga; y quien quiera, que tome
el agua de la vida gratuitamente”.
Mirad que dice san Gregorio de Nisa, (Homilía 15 sobre el Cantar de los Cantares)
“Pero será mucho mejor que examinemos una por una las palabras del pasaje
evangélico: Para que todos sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti; que ellos
también lo sean en nosotros. (Jn 17, 21)
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El vínculo de esta unidad es la gloria. Por otra parte, si se examinan
atentamente las palabras del Señor, se descubrirá que el Espíritu Santo es
denominado gloria. Dice así, en efecto: Les di a ellos la gloria que me diste (Jn
17, 22). Efectivamente les había dado aquella misma gloria, cuando les dijo:
Recibid el Espíritu Santo. (Jn 20, 22)
Aunque el Señor había poseído siempre esta gloria, incluso antes de que el
mundo existiese, la recibió, sin embargo, en el tiempo, al revestirse de la
naturaleza humana; una vez que ésta fue glorificada por el Espíritu Santo,
cuantos tienen algún parentesco con esta gloria, se convierten en partícipes del
Espíritu, empezando por los apóstoles.
Por eso dijo: Les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí; para que sean completamente uno
(Jn 17, 22). Por lo cual todo aquél que ha crecido hasta transformarse de niño
en hombre perfecto, ha llegado a la madurez del conocimiento. Finalmente,
liberado de todos los vicios y purificado, se hace capaz de la gloria del Espíritu
Santo; éste es aquella paloma perfecta a la que se refiere el Esposo cuando dice:
Una sola es mi paloma, sin defecto.”
CONCLUSIÓN
Para ir concluyendo esta enseñanza, podríamos alargarla muchos días, pero es
necesario ser breves.
a) Resumen. Dios está comprometido en darnos el don de su Espíritu Santo. Es
una promesa. Lo cumplió en Pentecostés y lo cumplirá en ti. Ya lo ha cumplido
el día del Bautismo (Jn 3, 5), en la Confirmación (Hch 8, 14-15), cuando
recibimos su Cuerpo en la Eucaristía que nos convertimos en Sagrario, y más
aún: somos templo del Espíritu Santo (Rm 8, 9-10; 1Cor 3, 16; 6, 19; 2Cor 6, 16;
Ef 2, 20; 2Tim 1,13)
b) Cierre. Hermanos, si para recibir a nuestros familiares y amigos nos “desvivimos”
preparando, comida, bebida, ambiente, música, ¡Cuánto más debemos
prepararnos para recibir la Promesa del Padre: el Espíritu Santo! Acudamos
al sacramento de la reconciliación, vengamos el día de la Efusión, el próximo
sábado, con unos corazones limpios, abiertos a Él, dispuestos a dejar que sea el
verdadero motor de nuestra vida. No nos cuesta nada, ¡es gratis, don gratuito de
Dios! A Jesús le costó la vida para salvar la nuestra. Sólo recibámoslo con alegría.
Hermanos, que todo sea para la mayor gloria de Dios. Finalizar cantando
425 “Haz llover” y seguir inmediatamente con cantos de alabanza.
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Espíritu Santo de Dios
mim DO
Espíritu, Espíritu,
lam sim mim
Espíritu Santo de Dios
lam sim mim
Ven y controla a todo mi ser
lam sim mim
Ven y dirige toda mi vida:
lam mim
mis pensamientos, mis oraciones
FA# SI7
mis sentimientos y mis acciones
Se promete la Efusión del Espíritu Santo:
Is 11, 2; 42, 1; 42, 1; 44, 3 Ez 11, 19; 36, 26; 37, 14; 39, 29 Hch 2, 16ss
Gal 3, 14 Ef 1,13
Efusión del E.S. Prov 1, 23 Jl 3, 1ss Jn 7, 37ss; 20, 22 Hch 2, 4; 10, 44; 11, 15
Es enviado: Jn 14, 16; 16, 7ss Gal 4,6
Es un don: Hch 2, 38ss
Se describe su acción: Sab 7, 22ss (22-27)
Se da al abrazar la fe: Hch 2, 38; 19, 2-6 Gal 3, 2 Tit 3, 5
Se dio a los gentiles que escuchaban a Pedro: Hch 10, 44
Se nos da en: El Bautismo: Jn 3, 5 La Confirmación: Hch 8, 14-15
Promesa de dones y carismas: 1Cor 12, 1, 4; 4-6; 12, 7; 1Pe 4,10; 2Pe 1, 4; St 1, 5-6;
Ef 4, 7-8
Somos su templo: Rom 8, 9-10 1Cor 3, 16; 6, 19 2Cor 6, 16 Ef 2, 20 2Tim1, 13
El Espíritu Santo santificador de la Iglesia: LG 4
El sentido de la fe y los carismas en el pueblo cristiano: LG 12
Textos para meditar durante la semana: (Entregar a cada asistente)
1.- Gn 1, 1-5
2.- Is 11, 1-5
3.- Is 61, 1-3
4.- Jl 3, 1-2
5.- Jn 4, 10-14
6.- Jn 7, 37-39
7.- Hch 1, 4-8