El colibrí se alimentaba del néctar de las flores, pero éstas empezaron a cerrarse cuando se acercaba, negándole el alimento. Esto lo dejó confundido y triste. Una noche pensó en el problema y al día siguiente se acercó prudentemente a una flor para preguntarle por qué lo rechazaba. La flor le explicó que sus veloces aleteos al acercarse desgarraban sus delicados pétalos que usan para protegerse, por lo que debía acercarse más suavemente. El colibr
Prueba libre de Geografía para obtención título Bachillerato - 2024
La comunicación
1. Él aleteaba con todo su ser y las flores abrían camino a su paso. Era peculiar en su pico, era
peculiar en sus colores, también en su forma de surcar el cielo y, elegante sonido desprendía
con ello. Un día, cuando apenas llevaba pocos meses de elegante vuelo, se acercó a una
suculenta flor cuyo néctar embriaga al picaflor. Cuál fue su sorpresa cuando la tubular corola
del vegetal, se cerró al instante. Apenas atento a lo ocurrido, el colibrí siguió surcando el
espacio, en busca del rico néctar con el que soñaba cada noche. Al acercarse con su veloz
aleteo a otra, está se movió, y, a modo de enfado, volvió su cúpula de pétalos.
Entonces, sólo entonces, el ave se posó en una rama y se sumió en sus pensamientos. Sí, me
alimento de néctar de flores y de insectos, pero me gusta más el primer manjar. ¿ Qué ocurre?
¿Por qué las flores, encima de que perpetuo su existencia, me dan de lado de esa forma?
Al día siguiente, después de haber devorado una elegante libélula y un anciano saltamontes,
el picaflor se dirigió como de costumbre a la pradera. Quería libar el obsesionado azúcar de los
abundantes ramos que conformaban el paisaje. No pudo, “no le dejaron”, se fue, triste,
desolado, sin volver a entender el porqué.
Esa noche, apenas cerró ojo, pues le rondaba constantemente ese gran problema que le
estaba empezando a causar pesadez corporal y emocional.
Al despertar, salió revoloteando del nido construido de viejas telarañas, musgo ya seco y
líquenes agarrados a las fuertes hojas del árbol. Pasó desapercibida una oruga parsimoniosa
que paseaba por una rama cercana, hasta una araña acechando a su presa en su tela tejida, no
fue vista por el animal volador, fugaz.
Hacer una pausa, pensar y respirar, habían creado en la mente del picaflor una acusada,
posible y certera solución.
Al acercarse al prado, a una de las miles de flores que lo reinaban, se le ocurrió a una prudente
distancia, preguntar: - me gustaría disfrutar de tu rico néctar a la vez que te ofrezco el llegar a
otros lares. ¿Por qué cada día, que insisto en ello, obtengo tu negativa?
Entonces, la flor, con voz delicada y girando sus estambres hacia la dirección del colibrí,
respondió: - aquí están, disponibles, para todos los que de forma delicada quieran obtenerlo.
Acércate, lo suficiente para poder libar, pero no desgarrar nuestra única vestimenta. Los
pétalos no son solo vistosos como reclamo, son nuestra más preciada protección, que con tu
veloz, cercano y abrupto aleteo derrumbas.
Sólo bastó ese breve intercambio de palabras pensadas, sentidas y a la vez ya consensuadas
para que el colibrí incorporase a su dieta habitual los ricos azúcares que necesitaba. A su vez,
las flores, sus corolas vestían completas, coloridas, bellas, esperando la visita de un futuro a la
vista.
CC
Medrona.