El documento argumenta que lo más importante en la Ciencia Cristiana no es la curación de enfermedades o desafíos, sino reconocer que nuestro ser verdadero reside en Dios. La alegría no proviene de la curación física sino de saber que nuestros nombres están en el Cielo, es decir, que nuestro ser está en Dios. La Ciencia Cristiana no enseña a luchar contra errores sino a disfrutar de la única vida verdadera que es Dios.