2. Jesús tomó consigo a
Pedro, a Santiago y a
su hermano Juan y se
los llevó aparte a una
montaña alta. Se
transfiguró delante de
ellos y su rostro
resplandecía como el
sol y sus vestidos se
volvieron blancos como
la luz…
Mt 17, 1-9.
3. Jesús sube al monte con sus tres discípulos más
amados. Allí, Jesús revela a sus amigos la
experiencia íntima que tiene con Dios. Desvela
su identidad como hijo del Padre y a la vez corre
el velo de las entrañas de Dios. Los discípulos son
testigos de una experiencia luminosa.
4. La ley y el profetismo
Moisés y a Elías, dos figuras clave del Antiguo
Testamento, conversan con Jesús.
Moisés representa la Ley, Elías el profetismo,
una larga tradición de voces que anuncian la
venida del Mesías.
5. Jesús, en el centro de
ambos, representa la
culminación de la Ley
y de los profetas.
Él es la única ley: la ley
del amor, y el único
profeta, que nos
anuncia el reino de los
cielos, la nueva
humanidad, que
alcanza la plenitud en
su persona.
6. Pedro dice a Jesús: ¡Qué bien se está aquí! Construyamos
tres tiendas. Para él, es una experiencia hermosa que
desearía eternizar. Es testigo del anuncio de la
resurrección de Jesús, atisba una vida plena que va más
allá de la muerte. Por eso quiere permanecer en ese
éxtasis, en esa plenitud.
7. “Este es mi hijo el amado, el predilecto: escuchadle”.
Para el Padre, Jesús es su hijo, el que lo llena de
gozo, y en él tiene puestas todas sus esperanzas
para la redención del mundo. A la vez, Jesús se
siente hijo pleno del Padre. Desde esta sintonía
entre ambos el Padre nos dice: “Escuchadle”.
8. Hoy se habla mucho. Políticos, filósofos, medios de
comunicación… no cesan de transmitirnos
mensajes. Sin embargo, ¡qué poco se escucha! La
actitud de escucha es fundamental en la vida del
cristiano. Sólo si sabemos escuchar aprenderemos
a discernir lo que quiere Dios para nosotros.
9. La escucha atenta es necesaria para forjar nuestra
vida espiritual. Especialmente, tiene que ir dirigida
a la palabra de Dios y a los signos de los tiempos:
saber leer entre líneas lo que Dios nos quiere decir
a través de los acontecimientos y las personas que
nos rodean.
10. Jesús dice a sus amigos que no cuenten nada hasta
que él resucite de entre los muertos. Es el
llamado secreto mesiánico. Jesús no quiere
precipitar los acontecimientos, pero deja claro
que quiere ir a Jerusalén, sabiendo que el camino
hacia Jerusalén significa ir hacia la cruz, hacia la
pasión, hacia el Gólgota.
11. La vida del cristiano tiene estos dos momentos:
la experiencia luminosa del encuentro con
Cristo y, por otro lado, la experiencia de dolor y
de cruz, como vivencia de abandono total en
manos de Dios.
12. Cada domingo, los cristianos somos testigos de la
experiencia del amor de Dios.
Cada eucaristía es un Tabor que nos ayuda a
transformarnos con el pan y el vino. Nuestra
alma se llena de luz con la presencia de Cristo.
Tomar a Cristo nos enseña a vivir con serenidad y
mirar nuestra vida desde la trascendencia,
desde “la montaña”. Nos hará contemplar el
mundo desde Dios.