El cine es un arte, y como tal debería ser tratado con delicadeza. Es un vehículo de cultura, un transmisor de ideas, un arte que, si se utiliza rectamente, puede servir para expresar gloria o expresar mezquindad. Desgraciadamente, en la actualidad, la industria del cine contemporáneo es una de las formas más completas y eficaces que tiene el sistema establecido para aborregar a la sociedad. El cine actual, está idiotizado, ha sido destruido por los cineastas de Hollywood, esta industria que provoca daños conductuales a las personas que consumen este producto carente de utilidad y beneficio a largo plazo. La gente que apuesta por entender adecuadamente una narrativa compleja y sublime a través de un guión bien estructurado, ha sufrido un retroceso notable en la libertad creativa, porque da la impresión de que hoy somos menos libres en nuestra capacidad de imaginación, aborrecida por las estrategias de idiotización colectiva de la industria cinematográfica.