Prnoticias, 28/01/2016.- “Lo que comunica la voz” es la columna que Jesús Ortiz firma en PRNoticias, en la que habla de la necesidad de formar nuestra expresión oral para lograr la mayor capacidad de comunicación posible.
Dice Jesús que se puede entender un texto escrito como una partitura en la que signos de puntuación y normas sintácticas son como las notas musicales que marcan sonido, ritmo ytempo, porque igual que la música fue antes que la partitura, el habla fue anterior a la escritura. “En nuestra naturaleza -recuerda-, el sonido es natural; la escritura es una habilidad adquirida”.
Y expone su sorpresa ante el hecho de que muchos especialistas hablen de cuidar nuestro aparato fonador, pero “nadie, o casi nadie, habla de entrenar y corregir nuestra manera de emitir la voz para lograr lo que es su único objetivo: comunicar lo que queremos hacer llegar al receptor”. Esto, a pesar de que “la voz supone un 38% del conjunto de nuestra comunicación; es decir, más de una tercera parte”.
1. Lo que comunica la voz
• 28-01-2016 / 12:48
• Escrito por Opinión prnoticias Publicado en LA ACTUALIDAD DE LAS AGENCIAS
• Lo que comunica la voz, reflexiones de @JesOrtizAl, de @EstComunicacion
La opinión de Jesús Ortiz,
consultor sénior de Estudio de
Comunicación.
Confieso que me enteré poco
antes de encarar la redacción de
estas líneas de que hay un Día
Mundial de la Voz. Bueno: ya sé
que no es muy sorprendente
porque hay días mundiales de casi todo. De hecho, ni una sola de las 365 jornadas del
año se queda sin su “día de”. Resulta, en fin, que el 16 de abril es el de la Voz, cosa de la
que me alegro porque siempre he tenido la sensación de que dábamos muy poca
importancia a nuestras posibilidades de comunicarnos con los demás mediante esta
herramienta fundamental y bueno es, por tanto, que al menos una vez al año se le “haga
caso”. Porque hablamos de comunicación: ni más ni menos.
Si tenemos en cuenta la secuencia temporal de la comunicación humana, es fácil suponer
que primero fue el gesto, inmediatamente seguido de sonidos más o menos identificables
que derivaron con bastante rapidez en un lenguaje elemental y poco a poco enriquecido
después, a medida que los sapiens íbamos tomando conciencia de sus posibilidades.
Luego ya vinieron el dibujo de signos informativos (las pinturas rupestres, que llamamos
hoy) y la escritura. Siendo así, podemos aceptar que la escritura, la transmisión de ideas y
pensamientos mediante la palabra escrita, es como una partitura en la que diferentes
“notas” definen el sonido, el ritmo, el tempo... de lo que queremos transmitir en formato
“hablado”. No sé, en fin, si es abrir un debate interesante o estéril preguntarse si
pensamos con palabras escritas o sonoras; no es el objetivo de estas líneas, pero creo
que normalmente pensamos en “sonidos” o en ideogramas. En nuestra naturaleza, el
sonido es natural; la escritura es una habilidad adquirida.
2. Lo cierto es que nuestra evolución como especie nos ha llevado a modificar nuestro
aparato fonador hasta lograr que el roce del aire que exhalamos con las “compuertas” de
salida (las cuerdas vocales, vaya) sea capaz de hacer reír, llorar, sentir, comprender,
saber... a quienes nos escuchan. Y eso desde que tenemos apenas unos minutos de
existencia: ¡la cantidad de cosas que sabe decir un bebé administrando tiempo, ritmo,
intensidad o volumen de su llanto!
Porque eso es lo verdaderamente importante: el valor de la voz como elemento para que
el emisor comunique una infinidad de pensamientos a sus receptores. Sólo hay que
recordar la cantidad de matices que podemos imprimir a una sola palabra según la
digamos con volumen alto o bajo, deprisa o despacio, en tonos graves o agudos,
susurrada o abiertamente, con carácter jovial o apesadumbrado... Somos capaces de
combinar varias decenas de músculos, localizados desde el abdomen hasta el entrecejo,
para que el aire que pasa por las cuerdas vocales comunique de una u otra manera.
Por todo ello se puede entender que quienes más hablan de la Voz se refieran a cuidados,
a evitar actividades que provoquen disfunciones en las cuerdas, en los pulmones o en los
distintos músculos que intervienen en la fonación. Nadie, o casi nadie, habla de entrenar y
corregir nuestra manera de emitir la voz para lograr lo que es su único objetivo: comunicar
lo que queremos hacer llegar al receptor.
Pongamos algún ejemplo en negativo: ¿qué sensación les da el científico que ha
descubierto una maravillosa vacuna contra alguna de nuestras plagas sanitarias y que
habla deprisa comiéndose, incluso, sílabas? Y, ¿qué piensan de un recién licenciado que
viene a pedirles trabajo y no vocaliza o habla “para dentro” cuando intenta poner en valor
su curriculum vitae; o del político que no corrige la nasalización de su voz y parece un
personaje de teatro guiñol cuando se dirige a un auditorio de posibles votantes en un mitin;
o de quien se expresa de manera monocorde, lo hace sin marcar signos de puntuación
que den sentido sintáctico a sus palabras o comete faltas de ortografía fonéticas? Es más:
¿cuántas veces han comentado al oído de algún vecino de mesa, refiriéndose a otro
comensal que les acompaña, aquello de “qué bien parecería si estuviese calladito”?
Educar la voz para comunicarse con los demás tiene la misma importancia, si no
más, que cualquier otro aspecto educativo. Nos va en ello, también, nuestra propia
imagen: nadie nos considerará educados, inteligentes o cultos si al interactuar con otras
personas hablamos, por ejemplo, excesivamente alto y con tonos y cadencias similares a
los que utilizaríamos para azuzar a un tiro de mulas sordas. Nuestro aspecto y nuestra
comunicación oral son los primeros elementos de imagen que los demás perciben de
3. nosotros, que les permiten darse una primera idea de cómo somos y para qué servimos. Y
ya saben que “no hay buena segunda oportunidad para una mala primera impresión”.
Fíjense que no me estoy refiriendo a hablar en público, para lo que es imprescindible
trabajar “el cómo” además de “el qué”, entre otras cosas. Hablo de la simple y llana
intercomunicación personal y directa, incluyendo la que se realiza por teléfono. Pero no
quiero dejar de lado el entrenamiento específico de la Voz para los profesionales que se
valen de ella como instrumento de trabajo: profesores, actores, periodistas... Y va otro
ejemplo en negativo: ¿qué queremos significar exactamente cuando decimos de un
profesor que “no sabe explicar”? Básicamente, que no le entendemos. Y ahí pueden influir
dos tipos de educación distintos, ciertamente: la que lleva a ordenar los pensamientos y
“redactar” correctamente en nuestra mente lo que decimos antes de expresarlo y, en la
mayoría de los casos, la que conduce a entrenar la expresión fonética para que las ideas
de quien habla se transmitan, digamos, “correctamente empaquetadas”.
Dicen los estudiosos de la comunicación interpersonal que solo el 7% de lo que
comunicamos directamente lo hacemos mediante el lenguaje verbal (la palabra, dicho
de otra manera). El resto del proceso lo hacemos con el lenguaje no verbal: gestos,
posturas, movimientos...; la voz supone un 38% del conjunto de nuestra comunicación; es
decir, más de una tercera parte. Estoy por proponer que, más que un Día de la Voz, se
establezca una jornada festiva internacional en la que, inmersos en unas horas de
reflexión, aprendamos o no olvidemos, según los casos, a servirnos de la primera
herramienta de comunicación interpersonal, junto con los gestos, que estuvo a disposición
del ser humano.
http://prnoticias.com/comunicacion/clubagencias/20148834-lo-que-comunica-la-voz-jesus-
ortiz