Uno de los recursos del presidente de la República en sus inefables encuentros diarios con los medios informativos, conocidos coloquialmente como “las mañaneras” es el humor. Con frecuencia se vale del humor y la ironía para aderezar sus peroratas.
La más reciente muestra de ello -espero que así sea- fueron sus propuestas para corregir la pifia de deshacerse del avión presidencial.
Con mayor o menor éxito —dependiendo siempre de la gracia natural del conferenciante— el uso del humor es una práctica habitual en los discursos políticos. Pero ¿se trata de un mecanismo para estar más relajados como oradores, o hay algo más tras esta estrategia de comunicación?
Elena Costas, investigadora postdoctoral en el Departamento de Economía de la Universitat Autònoma de Barcelona, que “el humor relaja, tanto al orador como a su audiencia. Permite destensar una situación, algo importante en el éxito de un discurso. Cualquiera que se haya enfrentado alguna vez a dar una charla habrá escuchado aquello de «tener una broma preparada para romper el hielo». En general, hablar en público genera miedo, y es una de las fobias sociales más comunes en adultos. No hay más que observar las caras de los universitarios al decirles que un porcentaje de su nota final dependerá de una presentación oral en clase para comprobar los elevados niveles de estrés que provoca el enfrentarse a hablar delante de otros. Utilizar el humor es un buen recurso para crear un ambiente favorable al éxito del discurso”