Diario Abierto, 25/02/2013.- Artículo de Silvia Rodríguez, consultora de Estudio de Comunicación, en el que se analiza la historia del lobby, su legislación en España y Europa y, así como, la profesionalización de la actividad.
1. Lobby empresarial: prueba de madurez
25/02/2013
Silvia Rodríguez Suárez.
Los primeros indicios de la actividad del lobby aparecen en EEUU a mediados del siglo XIX y, aunque en
un primer momento esta actividad no se consideraba muy digna, puesto que consistía en acercarse a los
políticos durante los recesos en los lobbies (zonas de descanso), a medida que el sistema democrático se
asentaba e iban entrando en el juego cada vez más actores se consideró fundamental que las
corporaciones pudiesen ponerse en contacto con los legisladores para hacerles llegar sus opiniones o
necesidades en materia legislativa.
Poco tiempo después, en el mismo siglo XIX, ya surgieron los primeros intentos de controlar esta
actividad y en periodos sucesivos, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, fue avanzando la
legislación y la profesionalización entorno al lobby hasta la compleja y completa regulación culminada en
1995 en el Lobbing Disclosure Act, con la que Estados Unidos cuenta en la actualidad y que no hace sino
que modular la transparencia de una actividad fundamental para el desarrollo de la democracia.
En un principio, los grupos de presión se organizaron entorno a la pionera industria ferroviaria pero con el
tiempo, sobre todo después de los grandes conflictos internacionales, comenzaron a aparecer otro tipo de
colectivos no relacionados con los intereses económicos que clamaban en contra de cuestiones
humanitarias como el respeto de los Derechos Civiles u otro tipo de temas como la defensa del
Medioambiente. La evolución de los grupos de presión entorno a los que se articularon los lobbies nos
lleva hasta el momento actual en el que en la sociedad se enmarañan todo tipo de intereses relacionados
con los más variopintos actores sociales: sectores industriales, corporaciones, asociaciones civiles, etc.
Quizás sea por las diferencias en las formas de Gobierno que se han dado en el avance de la historia de
la Unión Europea o tal vez porque en muchos países la democracia aún es un sistema joven, en el caso
de España de poco más de 30 años, pero la realidad es que en Europa en temas de lobby aún nos
encontramos con una legislación joven, y en España todavía estamos en una fase bastante primigenia en
cuanto a legislación, ya que sólo ha habido hasta el momento intentos de Proposiciones no de Ley
fallidas. Pero en la práctica establecer Relaciones Institucionales (lobby en términos anglosajones) es una
necesidad diaria de las empresas y de los actores sociales. Para Rafael Rubio, doctor en Derecho
Constitucional por la Universidad Complutense “hoy, dadas las dimensiones del Estado y de los propios
intereses, en continua interrelación, el Parlamento debe estar irremisiblemente abierto a estos intereses si
quiere desarrollar sus tareas legislativas en unión con la realidad.”
2. Por otro lado, las instituciones no son más que la representación de los ciudadanos por lo que para
mantener informados a aquellos en los que van a recaer las políticas sobre las que se decide en la Unión
Europea, en Bruselas se ha dado un paso decisivo con la creación de un Registro de Transparencia,
gestionado por el Parlamento y la Comisión Europea, en el que se “ofrece a los ciudadanos un acceso
sencillo y directo a la información sobre quienes intervienen en actividades destinadas a influir en las
decisiones de la UE, los intereses que persiguen y los recursos que invierten en dichas actividades”. Y,
por otro lado, se ofrece a las corporaciones “un código de conducta único que obliga a las organizaciones
y a los autónomos que lo aceptan a atenerse a las normas y respetar plenamente los principios éticos”.
Para la plena comprensión de una acción de Relaciones Institucionales y la necesidad de esta actividad,
resulta fundamental entender el transcurso de toma de decisiones que se lleva a cabo en una
Administración Pública, un proceso complejo que implica un profundo estudio y análisis de una situación
determinada calibrando muchas cuestiones intermedias, por lo que resulta legítimo que las partes
implicadas puedan ofrecer a los gobernantes o legisladores su punto de vista o intereses (en el buen
sentido de la palabra) sobre un sector en concreto.
En este sentido, si desde las instituciones se avanza hacia la regulación de las Relaciones Institucionales,
desde las empresas se evoluciona hacia la profesionalización de la actividad, por lo que cada día son más
las organizaciones que implementan este departamento y el número de especialistas en esta área de la
comunicación corporativa e institucional. De este modo, y relacionado con lo explicado anteriormente, es
destacable que en la actualidad el Parlamento europeo cuenta ya con más 5.000 registros de lobistas.
En cuanto al perfil del lobista en España y Europa, éste se corresponde con el de un profesional con
excelentes niveles de comunicación capaz de sintetizar y servir de correa transmisora entre la
organización a la que representa y el legislador hacia el que se dirige, pero no sólo eso sino también
capaz de ir más allá en las necesidades de la corporación interpretando estudios demográficos,
sociológicos o del tipo que sean necesarios para ampliar su visión acerca del terreno en el que se
mueven. En el Arte de la Guerra, Sun Tzu recomienda, como parte de la estrategia, una cuestión
perfectamente extrapolable a la actividad de las relaciones institucionales y al día a día de lun lobista es
“conoce al enemigo, conócete a ti mismo y tu triunfo nunca se verá amenazado. Conoce el terreno,
conoce las condiciones climáticas y tu triunfo será total”.
Por todas estas razones, parece sensato madurar y avanzar hacia la legislación y cada vez mayor
profesionalización de esta actividad considerada por la UE como “constante, legítima y necesaria para
mantener la calidad de la democracia y la capacidad de ofrecer políticas adecuadas a las necesidades y
la realidad”.
Silvia Rodríguez Suárez
Consultora