Este documento es el prólogo de una novela titulada "Ura". Narra la historia del autor y su relación con la novela a través de los años. Explica que la novela fue escrita durante un período difícil de su vida y que a pesar de varios intentos fallidos de publicarla y continuar su carrera literaria, la novela lo esperó pacientemente. Ahora, años después, el autor se siente listo para publicarla y desea que los lectores puedan encontrar significado en sus páginas.
4. Elbio Aparisi Nielsen Ura
Título original: Ura.
Autor: Elbio Aparisi Nielsen.
ISBN: 659-998-25-2545-8
Depósito legal: B-48.256.2036
Hecho el depósito legal que prevé la ley 11.723.
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9. Elbio Aparisi Nielsen Ura
Prólogo
El placer mayestático nace cuando nacen ellos,
quienes hoy me dan una grata sorpresa al volver a los
orígenes de mi amor por el arte en todos sus ángulos.
Ura nació siendo “333” en el transcurso de muchas
noches de insomnio insoportable en algún lugar de
Buenos Aires. Mi vida atravesaba un agujero que
modificó mi entorno familiar y de amistades, el arte fue
el artilugio y el medio por el cual salí de mi viaje interior,
vivo y siendo mejor persona. No voy a dejar en estas
palabras la tristeza que sentía por el desamor, los
errores, las infamias y el encuentro con el centro de los
problemas, sino, por el contrario quiero decir que Ura es
una novela superviviente, y cada día que pasa me
asombra por su fortaleza ante los conflictos. No
entiendes lo que digo por lo que me debo explicar algo
más, pero no mucho. Poco después de terminar la
novela me presenté en persona con mi manuscrito en el
concurso de la editorial catalana y más fuerte de
Argentina, allí dejé que la suerte me diera una
esperanza para comenzar una carrera sólida hacia algo,
un donde y un por qué, pero lo único que descubrí
fueron irregularidades que se transformaron en una
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desilusión y una celebración a la credulidad o estupidez
inocente que desembocó en dejar de escribir al menos
por un año, por ese entonces con veintidós años me
aventuré en el piano, pinté cuadros, me emborraché y
filmé cortometrajes buscando respuestas. Y mi novela
siempre estuvo mirando de reojo todo lo que hacía, con
paciencia no me exigió que la corrigiese de los mil
errores que contenía, me dejó buscar respuestas en el
Río de la plata y en las jaulas artísticas llamadas
museos. Tras unos años de idas y vueltas me embarqué
en un proyecto cinematográfico que se desintegró por la
falta de paciencia y trabajo, y otros detalles que ya
desconozco. Con una nueva excusa decidí junto a la
mujer de mi vida (hoy mi mujer) viajar a Europa,
curiosamente a un lugar muy cerca del escenario de mi
premonitoria novela. En Buenos Aires dejé a mi familia
y amigos de toda la vida, cerré una cortina de dolor con
felicidad y abrí otra de amor y posibilidades. Llegar a
Bilbao fue una sobre información muy difícil de digerir
por lo que me llevó un tiempo adaptarme, pasamos
diversos obstáculos hasta acomodarnos, y Ura siguió
siempre allí, esperando... escribí Grafismos de Waterloo
en un bar todas las mañanas antes de ir a trabajar
durante octubre y noviembre del 2007, recuerdo
sentirme como los autores que amaba, viajando y
siendo parte de una biografía... y Ura no hizo nada,
simplemente me esperó para que termine de
encontrarme como ser humano en un mundo injusto,
digo mundo por lo que proyectamos sobre la tierra
materialmente llenando de conceptos inútiles. Tras
empezar dos novelas fallidas decidí mirar a mi primer
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libro, naturalmente temía encontrarme con el dolor de
aquél bache oscuro. Armado de valor volví a intentar
encontrar el sentido de lo que había perdido y logrado
gracias a terminarla. Pude corregir y escribir lo que creía
que faltaba, lloré con sus diálogos y reí por sus
situaciones particulares, tan parecidas a mi en un punto
y a todo lo que conocía del mundo. Cuando creí que la
tarea estaba realizada me sentí feliz, orgulloso y me vi
embarcado ya en la escritura de otras obras que habían
sido comenzadas junto con otras terminadas, fue
cuando un accidente con el ordenador me alejó por
completo de esa sensación de victoria. Sentí rabia y me
pregunté si escribir era realmente mi camino a la
transmisión de sensaciones y reflexiones objetivas, pero
como es evidente nunca lo hice cabalmente. Ura lleva
cinco años esperando ver la luz de los ojos de mis
lectores, estuvo atenta y silenciosa en la espera pero
nunca, jamás tuvo ansiedad, porque, sé que dentro suyo
no era el momento de ver el mundo. Y aquí estoy,
escribiéndote un prólogo para sentirme bien, aunque
vuelvo a estar aterrado por todo lo que representas en
mi, te hablo como a una persona porque creo que
Lupho, Carla y Santiago están allí y son reales. No dejo
de sonreír, quizás sea la histeria de tener que corregir,
escribir y reescribir todo lo que había cerrado en mi
errado ideal. Hoy es una noche de verano en Euskadi,
acabo de llegar de la costa de Francia y pensé que era
el momento de hacerlo, estoy completo, arropado y
satisfecho.
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Será una tarea compleja, espero que al ingresar en sus
letras puedas comprender que hay un ser humano que
utiliza el arte para mejorar. Ura te dará el chapuzón en el
agua de la adversidad y después te hará respirar para
hacerte sentir la vida, allí dentro, dónde el motivo real
existe y pervive.
Bilbao, un día de julio de 2009.
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En Francia ocurren ciertos hechos que me deslumbran
y abruman a la vez, la realidad me lleva obligado a mi
niñez, allí dónde todo eran juegos de armas, bombas y
escondites gigantes. ¡Beatriz!, ella sí podía hacerlo,
lograba volverme maleable de un grito. En sus palabras
escuche entre otras, “si los días salen a la calle es por
que yo no salgo a olvidar el olvido sin piernas”
Yo pensaba siempre que el día le inspiraba algo así, mi
costumbre de clasificar a todos los especímenes de la
especie que fuere me dio con ponerle “Beatriz Portinari”,
como la mujer de la divina comedia, o como la mujer
que cautivó al ciego interesante. La realidad siempre dijo
“Bea” y así la llamé hasta qué.. ella de los dientes tenía
la particularidad de hacerlos rechinar tanto hasta
hacerme gritar encolerizado, nunca la amé o solo en
unos instantes. ¡Pero cómo la quería y cómo me hacía
el amor!. Los días no me la traen, ni con el suspiro antes
de cavilar bajo la sabana y la música a todo volumen.
Eso es lo que me encanta hacer porque me deja ver las
imágenes de algún tiempo que ya no recuerdo, puedo
ver las líneas blancas pasar por mi campo negro.
De chico el sol me molestaba, mis anteojos parecían
cocerme las retinas, porque hacían el efecto lupa,
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entonces, me los sacaba y los utilizaba para matar
hormigas quemándolas, eso que dijo Freud es pura
mentira, no fui nunca cruel, mataba a las malas, las que
asesinaban a otras sin motivos. Mi pueblo de hormigas
siempre me quiso porque con mi inocencia e inmadurez
las protegía y era justo, muy justo, justísimo. O eso es lo
que rememoro, en momentos no comprendo si es
verdad o un sueño antes de cerrar los ojos.
Santiago Valles, a mi parecer, “el flaco” vive conmigo
desde que la vida lo alejó del Río de la plata, de su
Uruguay natal. Le encanta un escritor pelado, sonriente
y de habla lenta, también lee física teórica. En algunos
días dice tantas cosas que no lo soporto, pero son
menos que más. De su vida no habla, mira, con ojos de
perro perdido o como un niño enjaulado en el tiempo. Sé
cómo le gustan las mujeres, altas, rubias, de esas a las
que el rojo les encaja perfecto. Él flaco tiene la herida de
su nacimiento, la belleza está en su voz. Al escucharlo
las mujeres se enamoran por vez primera.
Francia vive la vida de otra manera por eso decidí dejar
mi país natal, era lindo, bueno tampoco tan lindo. En un
barrio alejado de la capital de coches y oficinas nací y
me reproduje. Pero todos sabemos que el amor es tan
cruel como hermoso, nos da mientras se encuentra
caliente y cuando se enfría nos despoja de a poco de lo
que nos acostumbramos, como todo, es una acción que
se reproduce en el universo, incluso en el resto de
planetas del sistema solar. Las maneras de irme las
había planeado desde los veintidós años pero hace 6
que arribe aquí. En los cursos traumáticos de mi historia
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de amor, de mis historias de amor supe que la solución
era irme lejos donde ni el amor o la desdicha me
encuentre, pero como soy un hombre, me equivoqué,
Bea apareció y si bien no la ame nunca pude aprender a
admirar a una persona como se lo merece, con caricias
y sonrisas.
Esto es mi casa, un rejunte de personas de lo bien
distintas. Santiago es mi relación más estable. Carla no
sabe de comentarios, no entiende de discusiones, ella
me deja hablar y hablar. Es bajita como los Trolls, mira
películas de amor, lee novelas de amor, mira al amor
pasar, pero nunca lo sostiene con su mano, se le escapa
siempre como un líquido. Carla dice que va a morir sola,
por eso quiere compartir su vida aquí en la casa, para
sentir relleno humano, aunque yo creo lo contrario,
sufrirá pero llegará a amar y compartir. Yo le digo, en
esas noches de insomnio: “ser lo que eres es lo máximo,
acepta vivir con la muerte en tus espaldas y todo lo
demás solo será... de veras, será lo mejor para ti”
El más interesante a mi criterio es Lupho, él escribe de
una forma que nunca imaginé leer. En sus páginas
encierra su verdadero pensamiento. No discute, lee. No
llora, ríe. Dice que los ninjas hablan poco para no perder
la energía de batalla. En su cucha reposa la mayor
parte del tiempo. Lo que compartimos todos en general
es la comida. Su cucha tiene libros alrededor, es muy
literal. Las paredes están llenas de escritos no resueltos,
de cálculos matemáticos muy complejos, de acertijos, de
mensajes viejos muy viejos, pero que recuerdan en cada
uno la esencia misma de lo que es.
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La casa está dividida por sectores, en el sector de la
somnolencia nos reposamos en nuestras cuchas a
dormir, ahí no se habla de nada, ahí se sueña, se
suspira. Yo conozco los suspiros muy bien, y como los
clasifico el de Carla lo titulé hace tiempo “el perdido”. El
perdido o los perdidos (depende la noche), suenan cada
noche en que trato de descansar de mi pesadez de solo
existir, son suspiros de amor perdidos o anhelos de
amores futuros. En cuento a lo que nos rodea, el
suburbio no nos deja salir a la calle a presenciar los días
pasar, tenemos solo una tarde para salir a hacer las
compras. El país está en guerra y el toque de queda
suena temprano, justo cuando nos levantamos, por eso
cuando hacemos un stop un día a la semana podemos
salir antes y comprar lo que necesitamos. El otro día me
contaron que alguien nuevo iba a venir a vivir con
nosotros, todavía lo espero, quizás murió a manos de la
milicia. Por ahí debajo, donde las armas funcionan como
palabras.
Las nubes que veo pasar por las ventanas son el
entretenimiento más grato que puedo compartir conmigo
mismo, es que poco puedo hacer para matar el
aburrimiento. Las luces que brindan los candelabros me
hacen mal a los ojos, más, que ya no uso los malditos
anteojos culobotella (así le decíamos de pequeños, el
efecto en los ojos engrandecidos era de una admiración
constante o de una burla instantánea).
En los otros sectores comemos, drogamos,
conversamos, discutimos, cosa de todos los días, lo
habitual. A veces durante horas solo veo a Lupho
escribir sin parar y por horas, eso me hace estremecer
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por la forma de su neurótica mirada a la hoja. Tendría
que ver su cara al tomar el bolígrafo, creo que el mismo
se quedaría admirado. El hedor circunstante es denso,
la humedad toma cada lugar convirtiéndolo todo en
acuoso, vivo, mojado o a punto, me recuerda a mi
ciudad natal.
Tenemos un patio chiquito, muy guardado, donde los
haces de luz de luna reflejan dibujos de la irrealidad de
las ramas o arbustos en el aire, valoro mucho ese
espacio de naturaleza libre. Los rayos solares disparan
la visión clara de tratar de eliminar a la humedad, pero el
agua como es la condición sinequanon de nuestra vida,
es la destrucción de lo que destruimos. Esa es la función
de nuestro mundo, ser la condición necesaria y a la vez
la condicionante. Allí en el patio guardamos nuestras
cosas preciadas, porque sabemos que la intemperie es
menos dañina que el interior de la casa. Me cuesta decir
que soy más feliz en la cucha que en un tren, en una
playa o en un supermercado.
La guerra nos regala los sonidos más sinfónicos, los
gritos más desgarradores y las bombas más ruidosas.
Los terremotos no son el problema, aquí los
bombardeos nos azotan día a día, ya nos
acostumbramos, al menos yo sí.
En las cenas tenemos las diluciones.
Los muebles los usamos cuando hace frío como leña,
nos molesta la ostentación. Nos molesta la guerra. A
veces confundimos a los pájaros con una bandada de
aviones caza, y ahí el miedo nos vuelve a azotar. Es
esas ocasiones rezamos mucho, en nuestras plegarias
inventadas en el momento nos olvidamos que Dios no
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existe y creemos en que la guerra piensa terminar,
porque bajo nuestro criterio, la guerra es un ente físico
que piensa y obra bajo un alma concreta.
Los vidrios sucios no los limpiamos, la limpieza no es un
fuerte colectivo, algunas veces intercambiamos la gloria
de entendernos y limpiar uno cada uno, pero la verdad
es que no lo hacemos, con la costumbre de la
destrucción alrededor nos olvidamos de ser limpios.
La enfermedad de Carla nos afecta mucho a la hora de
revivirla de un episodio, ella tiene las convulsiones muy
discontinuadas, nunca sabemos cuando se va de la vida
por un rato, ella tiene un hemisferio del cerebro más
arriba que el otro junto con una fisura molesta. Dicen los
doctores que no pasa los treinta y cinco, faltan cuatro
así que no nos preocupamos, todavía. Las rondas del
revivir son muy gratificantes cuando Carla vuelve a la
conciencia y llora, en esos momentos nos dice un
número mirándonos a los ojos y luego de finalizar irgue
su cuerpo y se va a la cucha. Nadie sabe por qué hace
eso y nadie cuestiona la creebilidad de ella al decirlos,
todos aguardamos la suerte del día y jugamos “al
número más alto cocina” (en la noche), y si es después
de la cena “el que limpia”, pero por eso no limpiamos
porque en la noche es muy raro que el episodio la aleje.
En los días metafísicos colectivos los números son una
ley de vida, una suerte sin azar, un control de organismo
en interacción.
En los anteriores días tuve la certeza de que mi vida iba
a terminar, cuando al abrir una ventana que daba a la
calle estalló de algún arma frente a mis ojos unos
disparos que provenían de los ocupas linderos a nuestro
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parque. Todos nos revolucionamos, Carla a los gritos
pelados en mis oídos me preguntaba si estaba bien, y
yo le respondí ¡bien!, llenote sangre. Mi cara era roja
como los rojos que le gustan a Santiago en las mujeres
rubias.
Una pelea interna de los “seleccionados” devino en una
lluvia de balazos y un conjunto de tres balas vino a mí
como si fuese hierro atractivo. La vida no tiene el sentido
del cual puede valerse uno, en el pueblo agricultor y
religioso, no hay snetido y punto. De las malas sacamos
lo bueno, la vida. Como todo continúa, mi vida siguió su
curso luego de eso. En Carla las lágrimas demostraron
la despedida prematura. En mí solo cambió que ahora
poseo un recuerdo más, solo eso.
Dicen que soy un gato, por las vidas gratis y eso. Yo
digo, que ellos piensan en animales porque me ven
fuerte, y eso es bueno, entonces dejo que lo hagan.
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La claridad en los granos de la tierra seca, el
asfalto quebrado dejando marcas imborrables a la
vista y el llanto de la madre de aquél hijo tirado en
un baño de balas sucias, le enseña a Santiago por
qué no vale la pena cantar. Él, en sus viajes
neuronales nota la diferencia, no va a su sueño de
lograda felicidad para anclarse en esa sonrisa
permanente, sabe de las penurias y dolores que
debe pasar en este país ajeno a su moral y sus
raíces. Igualmente como toda muestra de clara
significación desata el torrente de agua salada en su
rostro, excedido de emoción. Los dedos mecen la
cuna inexistente del ulterior episodio en el cual
todos se conmueven con la muerte o muertes.
De la guitarra no quiere acordarse, su nacimiento
fue justo en la casualidad, en Francia muy cerca del
hogar. Santiago llegó a la tierra de las boinas y el
azul con la esperanza de conocer los hechos que
dejaron su vida fluir sin un padre. Le comentaba su
madre mientras su niñez afloraba, que Aron había
fallecido debajo del “Arc de Triomphe” con una carta
en la mano.
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Lo había visto en sus variadas visitas pero él, desde
la niñez soñó con darle a su padre la dicha de
concederle un deseo. El de cantar alguna canción
sobre el lugar donde su alma dejó la vida, pero esos
sueños se disiparon al llegar a la casa, Santiago
encontró la verdadera realidad y la guerra y los
sucesos no le concedieron siquiera la dicha de
hacer su mínima ceremonia en aquél sitio
insignificante para el resto de la humanidad. El
tiempo intentó borrar toda la planificación,
haciéndolo viajar y vagar sin rumbo. Siempre dice
que la vida se ensañó con él por mero capricho y
que lo seguirá haciendo hasta morir en el agua, no
sé que fantasía tiene con el agua pero cree
fervientemete que morirá en lo que supone el origen
de todos aquellos que dehambulan.
Mientras sigue su vaivén, la cuna se empeña en no
existir pero su mente sabe del ulterior suceso que
conmoverá su alma y huesos, no duda ni un pelo.
Carla continúa viviendo, que es mucho. Las lágrimas
secan rápido y no deja quitarle su tiempo. La sangre
sigue pintada como un cuadro de Pollock sobre el
piso de madera. Nadie osa siquiera mirarla al pasar,
esperan seguramente la tirada de números del
nuevo episodio. ¿¡Quién tendrá el 3 hoy!?
Como escritor noto la velocidad de cómo se mueven
Santiago y Carla, los encuentro apartados de todos.
Lupho y el otro se dejen mirar algo más, Lupho de
cuando en cuando escribe integrando sus dedos al
blanco matiz claro de la hoja donde relata su
presunta libertad. La muerte surca la intemperie
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pero entiende que su liberación pasa por medio de
la expresión. A veces cuando alguien quiere hablarle
no lo llama gritándole, golpean la pared despacito
para que los escuche, entonces es ahí cuando la
grandeza humana reflota de la escoria presente y
eleva su código al aire condensado por la humedad.
Nadie calla de ninguna manera, con su mano
derecha discute, llora y grita firmemente que amaría
volar, mientras que con la izquierda crea los versos
más puros jamás escritos. Él tiene el don (lo sabe) y
el tiempo dentro (seguro) lo llevará a la perpetuidad
con los demás nombres literarios.
El otro es algo distinto, no es de la especie común.
Aprecia la vida de la manera salvaje, buscando la
condición animal que surge de su interior. Su pelo
es lacio, tan femenino como la mujer, tan terco como
un hombre. Sus ojos delatan que no contuvo la
respiración antes de sumergirse en la realidad, se lo
ve como un buzo agitando gravemente sus brazos
pidiendo vida a gritos ahogados, con pulmones
rellenos de nitro, sumido en una borrachera marina.
La aparente impresión que tiene la gente al
conocerlo es de una persona con buenos modales,
de gran vocabulario y de buena estirpe, al menos la
gente cree eso al conocerle que ya habla bastante
de él.
No hace más que recorrer la casa en busca de su
Santa. El espacio temporal que pasó, solo lo ubicó
como una roca en medio del desierto seco de
Arizona, molesto y solo, como el tronco octófilo
marcado a fuego indígena.
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La profunda visión que deja entrever la ventana
denota en Santiago el abuso de la extrema y aguda
forma de ensayar su canto coral. Recuerda en las
cenas sus anécdotas del conservatorio y de la frase
de Onetti: “si Bethoven hubiera nacido en
Montevideo habiese sido el director de la orquesta
local”. Su sueño es tan ambiguo como su propio
deseo de fama. Alguien le dijo que su voz es infinita
como el lago del cosmos. Yo opino que exageró por
el amor que él, ni siquiera descubrió.
La humedad adueñada de la sangre, de los
desparramos, de las cuchas, incluso del baño,
mantiene a los ocupantes activos, transpirando
olores nauseabundos, de esos que ni yo puedo oler.
Pero hay algo que no logro dilucidar que los
mantiene presos de sus mentes, no hallo peleas en
sus entretantos, quizás por el horror de la milicia
fuera, de los ejércitos esparciéndose por el mundo o
por la miseria que cada uno trae consigo en sus
espaldas.
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Mi amor corría por la casa cuando la humedad no era
más que una variable en el estado del tiempo. El orden
en esos momentos era lo primordial, la cláusula en el
contrato de alquiler especificaba que debía mantener la
cordura y el orden de la casa, cualquier diseño o letrero
en alguna pared significarían el deceso del contrato y
libertad absoluta para el dueño de obrar bajo sus
valores y así echarnos a voluntad. Pero eso era parte de
una estupidez que no sabía lo que se venía, era un
época donde la guerra no asomaba la punta del iceberg,
todos viajaban en un Titanic sin rumbo donde el
desastre no era parte del plan masivo de crecimiento y
prosperidad. Santiago me recuerda a ella de la manera
más peculiar, en la forma de comer, de cocinar, su arte
culinario es tan exquisito, mucho queso, verdura, crema,
y mi amor es ambiguo, lo quiero por ser lo que es.
Carla entiende que debe irritar a Santiago y deja su
teoría en la mesa justo antes de partir a dormir, yo lo
miro intentando explicar lo que quiso decir Carla, él solo
me mira y con la furia del toro, se lanza en su búsqueda,
está hirviendo por dentro, veo lo que se viene.
-¿Qué has dicho? _vehemente, como suele ser.
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-Nada, solo eso… que el tiempo es solo una mera
ilusión.
-¡No!, no debes tirar la piedra y esconderte en tu cucha,
es lo más cobarde que podrías hacer. El tiempo es una
variable relativa, porque no posee una simultaneidad,
todo depende de los puntos de vista del que lo observa,
aunque hay muchas variables que lo modifican,
¿entiendes?
-¡Claro que entiendo, no soy idiota!, eso es fácil de
explicar, si tu lectura se basa solamente en lo que dice
ese alemán de pelo blanco erizado. Yo digo que
mantengo con mi mente un estado de ilusión que no me
deja ver la realidad y por ende al tiempo. ¿Cómo
explicas que pasa el tiempo más lento cuando lees o
cuando corres más rápido?.
-Tan simple, la luz viaja a 300.000 kilómetros por
segundo, si llevaras un reloj en tu muñeca descubrirías
que tu reloj atrasa, incluso tu pelo y tu rostro se verían
parcialmente más jóvenes. Hasta la vuelta al mundo
atrasa al reloj porque va más rápido. El tiempo puede
lograr algo maravilloso. Imagínate dentro de un agujero
negro, tus átomos se estirarían deformándote hasta la
desintegración absoluta de tu cuerpo, desechándote
luego como radiación cósmica. Pero aquí está la
cuestión, transforma nuestra concepción del tiempo
como un factor numérico modificable. Siguiendo con la
teoría de tu caída en el agujero negro, tendrías una
eternidad, un instante eterno que te permitiría ver
pasado, presente y futuro en una presentización,
¿comprendes lo que es?, verías al mundo perecer
incluso a ti misma, todo en un instante y luego puf,
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radiación a la deriva y sin utilidad. ¡Allí fuera hay
energías electromagnéticas esperando ser utilizadas
mientras seguimos usando los fósiles!
-No quiero clases de física no aplicada, además ¿cuál
es el objeto claro de la ciencia?
-Descubrir los aconteceres de la naturaleza, estudiarlos
y llegar a la compresión absoluta del problema, así en
su totalidad develar la verdad de la vida y el conjunto
milagroso que nos mantiene como unidad reproductora.
La ciencia nos regala la evolución desmesurada que no
esperábamos, nos agiliza increíbles oportunidades de
intentar entender el universo desde un punto racional,
aunque la cuántica lo desafíe todo, multiuniversos están
en estos momentos conviviendo con nosotros. Es
posible que te preguntes cuando leas sobre las cuerdas,
dimensiones y universos de otras mezclas elementales
todo lo que hemos avanzado gracias a la electricidad y
los desarrollos tecnológicos impensados por Tesla y sus
amigos. Pero lamentablemente hay intereses detrás de
las ciencias y allí entran en juego las farmacéuticas,
armamentística y energías, eso me queda grande ahora
mismo y tengo sueño.
Cuando escucho hablar de esa manera al flaco no veo a
Santiago en sí, veo a otra persona encerrada en su
cuerpo, ahí conviven dos bestias imposibles de unir por
un fin en común, aunque logra caminar ahora que lo
pienso y eso es una proeza teniendo tanta discusión
interior.
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-¿Cómo logra la ciencia describir a la naturaleza, cuales
son sus requisitos?_ pregunta Carla con un tono de
elevación que no se cree ni ella.
-Entiendo por qué apuntas a eso, es que tu ignorancia
no deviene de tu herencia familiar, lo haces porque te es
fácil, el que sabe sufre y el que no ríe, así es y será y
está claro que conoces a tu especie. La respuesta es
algo simple, la ciencia intenta explicar los fenómenos
mediante investigaciones y claro está y de aquí viene lo
que el pionero galileo implementó, el “experimento”.
Pero voy a dejar en tus oídos, un párrafo de Demócrito:
“ Por convención dulce es dulce; por convención,
amargo es amargo, y por convención, caliente es
caliente, frío es frío, calor es calor. Pero en realidad solo
hay átomos y vacío. Es decir, los objetos de la
sensación se suponen reales y es costumbre
consideraos como tales, pero en realidad no lo son.
¡Sólo los átomos y el vacío son reales!”. Vete a dormir
con esto último.
Carla tiene el asombro y la rabia en sus brillantes
pupilas a punto de estallar en algo. Santiago no quiere
hablar, le pregunto si quiere tomar un té caliente de
hierbas, con un gesto le digo a Carla que se vaya a
dormir, todo fue mucho por hoy, la tensión se corta con
un hilo.
Pasan algunos minutos.
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Santiago ensaya un canto, pero se mantiene pensativo
en algo, yo recorto diarios en busca de vocales para
coleccionar.
-¡Carla!, tengo algo en lo que puedes depositar un
tiempo de tu vida en resolverlo y cuando tengas la clave
me lo dices, ¿está bien?_ se acerca cauteloso.
-Sí, claro, pero ante nada no quiero discutir contigo, me
gusta lo que me dices, es muy interesante, pero quiero
que sepas que ignoro por comodidad, me siento mejor
así, suelta y sin nada que me perturbe, llevo sufriendo
mucho._ se juntan, son imanes aislados de titanio.
-Si lo sé, Car... ¿¡Qué hace un hombre con un palito
chiquito en medio del desierto!?, las pistas son: Yace
tirado muerto, con la ramita en la mano, llegó volando y
cayó bajo su voluntad. Espero que lo saques algún día,
espero no morir sin saber la respuesta._ le dice
Santiago sonriendo y descontracturado.
-¡Hasta mañana!_ grita Carla mientras acelera el paso a
las cuchas.
Se sale con la suya como siempre, Santiago cree que lo
va a resolver, yo creo que Carla va hacer el intento. La
humedad no me deja pensar claramente, menos a ella.
Mi té tiene unas hierbas para dormir placido, a veces la
junto con otras y alucino cosas que no hay.
El episodio no asomó en todo el día es algo raro que no
suceda, he esperado mi número durante casi todo el día
y no pasó nada. Mañana será otro cantar en el que
podré mirar al sol y tener el humor a flor de piel, con las
ganas enteras de vivir y respirar, de oler y jugar, porque
sigo siendo el niño que llora a su madre cuando la
imagina muerta en esas noches de futuros inciertos. La
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muerte me asusta y no quiero que muera nadie, no
quiero morir de ninguna manera, porque siento ser parte
de todos ellos.
La mañana nos regala luz y poca humedad, no es un día
para desaprovechar, huele a jazmín del país. Están en
silencio, lo que me resulta del todo raro, oigo alguna
bomba caer a lo lejos, se oye como el sonido apagado
de una colilla de cigarrillo caer al suelo. Es pronto y
tengo sed, iré al patio.
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31. Elbio Aparisi Nielsen Ura
4
P
-¿ or qué te vas, Carla?, siempre me dejas hablando
solo.
-Nada, sigue en lo tuyo que vas bien._ Carla suena mal.
-Espera amor ¿qué tienes?, me tratas mal. ¡Basta de
esta mierda!, siempre me cuestionas cualquier cosa que
digo.
-Déjate de tonterías, ¿yo te cuestiono?. Tu directamente
no cuestionas, haces y haces pero al final es nada por
nosotros. Todo te lo debes a ti mismo. ¡Hipócrita!,
quieres que todos sepan de ti, quieres caer bien, eres
una mierda. Viviste lastimándome, ¿ahora qué piensas?,
¿qué voy a estar a tu disposición?, estás equivocado.
-¡No puede ser!, esperas siempre a último momento
para decir las cosas. ¿No ves qué estoy trabajando en la
novela?, no estoy para nimias peleas maritales. Solo
quieres interferir en mi, siempre quieres estar donde yo,
hacer lo que yo. ¡Basta! Tengo una vida, no debo
explicar todo lo que hago y lo que pienso, si pudieses
me abrirías la cabeza para espiar lo que pienso y siento.
Quieres manipular todo el tiempo y me harté yo también
de toda esta mala predisposición para todo.
-La que se hartó soy yo, me cansé de los golpes en el
escritorio para lograr tu atención, ¡no tengo sexo!, no
hay nada que me una a ti. Tu historia, tus ideales y tu
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32. Elbio Aparisi Nielsen Ura
sueños, ¡son tuyos! Y en eso no puedo interferir, me
alejas de los hombres. Me celas, pero no porque me
amas, tienes miedo. El mundo no es tu mente, no eres
la salvación del planeta, si mueres serás polvo,
¿entiendes? ¡POLVO!
-Me hieres mucho, no creí nunca terminar de esta forma,
pero hoy no hay vuelta. El respeto quedó olvidado en
algún cajón de tu cabeza, al igual que todo lo que
pasamos juntos, o te olvidas de esas tardes en que nos
hamacábamos en la plaza. Cambiaste mucho, el tiempo
te degenero el carácter, no me tratas bien, no me miras,
ni me tocas. El golpeteo en el escritorio lo siento una vez
por mes, no te mientas y menos a mí, vives para él, no
soy estúpido.
-¿Qué?, nada hace que nos unamos, esta maldita
guerra que me está consumiendo toda. Los recuerdos
de nuestros inicios dejaron de aparecer y se suplantaron
por esas tardes de humedad en la cucha, donde no nos
miramos. Solo estás escribiendo todo el día, yo mientras
miro el atardecer y los amaneceres sola, ¡sola!. Mientras
lloro por mis perdidas, por la gente que sé que debo
olvidar, por seguir un sueño tuyo. No me arrepiento de
haberte conocido, me arrepiento de haberte enamorado.
-No comprendo como algo así pueda dejar de existir,
pero si quieres que sea será, siento que hoy es la última
vez en que quiera verte a los ojos. Toma tus cosas y
deja nuestra cucha, mejor me voy yo, así no cambias
nada. En la cocina voy a estar mejor, o en el patio,
¡donde sea! El egoísmo es algo de lo que no puedo
escapar, ¡como de esta puta casa!, así que no me mires,
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33. Elbio Aparisi Nielsen Ura
no me hables. Desde hoy soy el mueble viejo que
odias._determinó Lupho.
En las otras cuchas sentimos el dolor ajeno como
nuestro, Carla por dentro estalla, puedo sentirla
llorar desconsoladamente. Los ojos no merecen
posar así en la realidad, deben brillar. Comprendo
que la muerte del amor sucede, es inevitable. Nadie
supone que vuelva a funcionar, la congoja es algo
imposible de ocultar. En el aire se respira el adiós,
mi lágrima vergonzosa sale a mirar el evento. Me
mira y se mete en el lagrimal izquierdo asustada, no
quiere despedirlos, lo ve inevitable, aunque está
apenada.
Alzo mi mirar, encuentro a Santiago abrazado a la
almohada, sintiéndola. Entre las sombras noto ese
leve gesto, sus ojos están en blanco, esa es su
manera de sufrir. Mece su cuerpo con una perfecta
sincronización, lleva la música siempre hasta en
estos momentos. Comprendo entonces que su dolo
es distinto. Veo culpa, veo algo que por instinto
manejo.
Prefiero dormir y olvidar, tratar de que mañana sea
como otra pelea y que al fin la unión continúe.
Me tranquiliza jugar con los dedos, enredarlos en la
sabana. Me encanta abrazar la colcha, me siento
protegido por la madera fresca de humedad de la cucha.
Me preocupa como la noche no me deja alejarme y
olvidar. Necesito aire, agua, y mate a largas y tendidas
horas/pavas. _ piensa Santiago abrazando a la
almohada, acariciándola.
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5
Desde Platón, la filosofía ha dividido el mundo en
dos: el primer plano de los meros fenómenos y el
trasfondo de la verdadera realidad. Kant invirtió la
división, transformándola en la diferencia entre lo
trascendental y lo empírico: el entendimiento
humano se convirtió en el trasfondo desde el que se
dirigía el absoluto drama de la experiencia.
Heidegger denuncia a esta separación platónica
como el pecado original de la filosofía. Detrás de la
manifestación de los fenómenos de ésta, única y
verdadera realidad. Lo único que hay es una
estructura trascendental que organiza nuestra
comprensión del mundo, incluidas las ciencias y la
filosofía, y que precede a nuestro pensamiento: es la
forma de la existencia concreta. A esta estructura
trascendental Heidegger la denomina Ser, intentar
concretar el ser, aunque repleto de un pensamiento
mágico religioso a modo de contexto conquistador.
Por esta estructura entiende que el cuerpo adquiere
el valor de estructura, al ser el yo aquí-ahora. De las
interpretaciones varias del mismo existir predomina
la problemática existencial, a Carla la conciencia y el
tener el sabor amargo de la finitud, la condiciona al
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35. Elbio Aparisi Nielsen Ura
extremo, en el que la sociedad es un papel ilusorio
en su mente, como un solo recurso de compañía,
solo eso.
Santiago comprende que el amor es esa traba. Alega
en su repertorio conocer la frase, “El ser ahí es el
ser a quien le va en su ser su ser o uno distinto”. En
Carla la existencia misma ejerce en ella el problema
de pervivir. Su esencia marcada en agua, relata toda
su compleja teoría de la finitud y el límite que
conoce en su escasa longevidad, cree saber que va
a vivir muy poco. Conoce bien eso de “Ser para
poder Ser”, aunque todas las teorías absurdas le
quedan grandes.
La mutación en los procesos de convivencia depara
una gestación de cambio, en los que en un supuesto
Santiago lidera la casa y Carla lo ama como
condición única de vida. Eso medita Santiago
mientras entre los mates desarrolla su pensamiento
lateral en busca de alguna solución clara. En el patio
se encuentra la paloma negra de los sueños de
Helena y alguien al pasar le pide qué hacer de ellos.
Santiago juega con los sueños, y descubre al fin que
hacer por las noches mientras el mundo reposa
inerte en un estado de indefensa entrega. En esa
búsqueda volátil descubre que Lupho sueña con su
hermana, un sueño de lo más confuso, ve las
imágenes de cómo niega hasta el fin, y su muerte
que no la ha matado, ve en el fondo de la imagen
confusa del aire, que mata a un pájaro azul.
Carla perdida por esos oscuros recovecos corre en
una autopista vacía, dejando caer sus pensamientos
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36. Elbio Aparisi Nielsen Ura
al pavimento. En alguna conexión o bajada, Carla
despoja a las ilusiones y las condenas a viajar a la
playa por la ruta 2, en eso unos ideales visionarios
solos se despiden por la bajada a la ruta 9, en el
norte descubren que el sueño vale oro y se venden
al mejor postor. Sangra mientras corre, la autopista
solitaria, la noche que la envuelve, sus lloros
desesperados.
“¿Hay vida antes de la muerte?” se preguntó un poeta
callejero en Londres.
Extraño a Bea, la veo por la pared que escribió, en
esas letras pequeñas que las caracterizaban. Los
recuerdos de las diluciones me hacen reír. Camino
para alivianar algunas penas y descubro en la
cocina una ronda de mates inexistente. Santiago el
cebador reparte plácidamente a cada invitado su
mate/mente, entre murmullos alguno logra quejarse,
prefiero creer que existen y que Santiago no pierde
la cabeza en medio de la noche con la nada frente a
sus ojos y acompañándolo, o con sus ilusiones
traspasadas a un espejo real que también es una
apreciación posible.
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37. Elbio Aparisi Nielsen Ura
6
En la ventana el hambre corre como continuidad visual.
En la cual no hace diferencia con lo quiere toparse, el
hambre es la alfombra roja de esos ricos que manejan
eso que se vislumbra detrás del vidrio. Allí donde la
mujer esmirriada y fea reposa entre llantos y lamentos
sobre la desolación junto a un pajarito muerto, que lo
mira y lo quiere, que lo quiere comer rápido para no
sentir dolor, por él. Ella apartada de toda su dignidad,
pluma a pluma descarta toda humanidad posible, o todo
valor imperativo impuesto, para saciar su hambre de 40
días o su sed de interminables ataques.
En ese alféizar reposan los dos codos de Santiago,
observando con la admiración de un film, el acontecer
diario, más quisiera que se trate de una película en una
tarde de evasión. -De esto guardo las cenizas_ dice
entre recuerdos. -De toda esa gente guardo la dignidad,
porque la quiero para mi, felices de perder._cierra los
ojos en el primer bocado de aquella anciana.
Santiago aguarda la llegada de la moral por parte de la
verdadera amiga, Mariana Trattore. Ella lo conoce de la
manera que debe ser. Las noches, las imperiosas
charlas que lo ponían en jaque con su propia moral lo
acusan hoy de no tenerla cerca. La guerra los separó
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38. Elbio Aparisi Nielsen Ura
por esas cosas que nadie comprende. La muerte, el
hambre, todas las justificaciones que existen al
momento de asesinar sin justicia que pese. Ese maldito
juego en donde todos aprobamos a la muerte dudosa, a
los sitios ajenos, al dolor, del emergente social o a la
exclusión de la humanidad.
Los pájaros de lata en bandadas continúan
sobrevolando la ciudad, el cielo azulino protege a las
estrellas y el sol irradia toda la radiación es esos mares
de calor. Una bandada de verdaderos pájaros comparte
la media circunferencia pero estos no dañan,
embellecen al mecerse de un lado a otro como
buscando un origen y ahí Santiago Valles canta con la
suavidad de una caricia y esboza palabras sinceras al
oído del mundo, para que lo oigan o se oiga el mismo,
¿qué más le da?
“De la plenitud de tu abrazo, hoy me valgo.
De los sonidos ásperos, retiro la solloza tristeza
y entrego en tus brazos la sincera partida.
Confío en tu plenitud, lejos muy lejos de aquí,
Donde el alba reposa de una mano
y esa mano se apoya en tu hombro,
A la llamada de Mariana Trattore…”
Carla lo observa de cerca, dentro de su oreja, en la
laguna del interior de su oído, detrás de la cera, vibran
las palabras de añoranza de Santiago, su compañero su
amigo, su voto de vida dentro.
Las facciones contraídas marcan que el orgullo le invade
cada poro de piel. Santiago ve crecer la hierba de los
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39. Elbio Aparisi Nielsen Ura
escombros, nota en el fugaz meditar que la vida tiene el
sentido claro de extrañar la amistad, de poseerla hoy en
sus ruegos cantados. Algo de amor lo roza, algo de
dolor lo deja ensimismado con la propia gota inerte de
agua, que en el lagrimal decide reposar hasta un nuevo
sollozar.
Al final la vida es un accidente trágico pero instantáneo.
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40. Elbio Aparisi Nielsen Ura
7
A Santiago.
Amigo, es que a causa de mi mente volátil y
facilmentedesconcentrable con grandes excesos de
amiquemeinportismo de mi vida, es más probable mi
tristeza y debes saber que es cuando me mareo al salir
a la calle y tengo miedo. Paso a ser invisible, insensible,
imperceptible, me deshago.
Solo pocas y hermosas personas me hacen sentir
valiosa, importante y debo agradecer, agradecerte,
agradecerles, no hay que hacer referencias, ¿no?
En este momento aparece Artaud:
“Dentro de diez años seré comprendido por esos que
hoy harán lo que ustedes hacen. Se conocerán
entonces mis
témpanos, se verán mis hielos, habrán aprendido a
desnaturalizar mis venenos, se descubrirán entonces
los
juegos de mi alma. Entonces mis cabellos estarán
condensados en cal, todas mis venas mentales,
entonces se observara mi bestiario, y mi música se
habrá transformado en un sombrero. Entonces se verá
salir humo de las juntas de las piedras y ramos umbríos
de ojos mentales se solidificaran en glosarios, se verán
entonces caer aerolitos de piedras, entonces se verán
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41. Elbio Aparisi Nielsen Ura
sogas, entonces se comprenderá la geometría sin
espacios y se aprenderá lo que es la disposición del
espíritu y también se comprenderá porque mi espíritu
no esta aquí. Entonces verán agotarse todas las
lenguas, disecarse todos los espíritus, entumecerse la
totalidad de las lenguas, las figuras humanas se
achataran, se consumirán como siendo chupadas por
ventosas secantes, y esa tela lubricante seguirá flotando
el aire, esa tela lubricante y cáustica, esa membrana de
doble espesor, de múltiples grados, de incontables
grietas, esa membrana melancólica y vítrea, pero tan
sensible, tan adecuada también, tan capaz de
multiplicarse, de desmontarse, de volverse sobre sí con
sus irresueltas reverberaciones de grietas, de agudos
sentidos humanos, de estupefacientes, de irrigaciones
penetrantes y venenosas, entonces todo les parecerá
bien, y ya no será preciso que yo hable”, ¿qué me pasar
a mí dentro de diez años?, ¿quién descubrirá mi
bestiario?, ¿el tuyo cual es?.El aire que falta, que falla
en mi cuerpo, en el tuyo, en el de ella, ¿dónde está el
aire qué se puede respirar? Hay alguienes que queman
mi oxigeno, el tuyo, el de ellas. Hay una línea tan
delgada entre el ser y el quiero serlo, todo lo que quiero
tan lejano. Ahora, Artaud “En el alienado hay un genio
incomprendido que cobija en la mente una idea que
produce pavor, solo puede encontrar en el delirio un
escape a las opresiones que le prepara la vida”. Se
suponía que a esta hora tenía que sonar el teléfono,
pero ya es todo tan predecible, la magia se esfuma y no
puedo luchar en contra eso.
¿Hay magia amigo? Te adora, Mariana Trattore.
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42. Elbio Aparisi Nielsen Ura
8
E
- s algo de lo que nunca hubiera esperado poseer
respuesta, ¿me entiendes Carla?, (Su rostro enseña el
sombro o felicidad asistida, se deja entrever que algo lo
ha dejado obnubilado).
-Es solo eso, ¿qué esperabas?, una simple carta. Pero
por no conocer el contenido, no poseo la alegría que hoy
te enciende, hay mucha luz en tu despertar. Me contenta
tu contento. (la facilidad de las palabras, la difícil forma
de expresarse aumentan en Carla).
-Es saber que la verdad corresponde a otra variable, no
quiero llegar a la mecánica del movimiento, de los
aconteceres, comprendo que el azar, o las conjunciones
divinas ejercieron algo de ellas sobre este sobre de
papel. ¡Ha cambiado todo!, porque la lógica demora
pero al fin llega con el mensaje de la otra parte que sin
tiempo funciona en nuestras mentes. ¡Todo termina!, la
guerra de los cien años, la de los veinte, las de los
cuatro, son solo años que al traducirlos, no son más que
días en nuestra vida. Juro volver a sentir, el aroma de la
tierra recién pastada, los granos infinitos del arenero de
la plaza, las hojas del libro de antaño en mi olfato natural
y placentero, los calores veraniegos, la ropa recién
lavada, las balas y los golpes de las protestas por el
bien común, la paz. Juro volver a jurar a mi bandera.
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43. Elbio Aparisi Nielsen Ura
(Carla quiere decir algo que lo contente y le de más
fuerzas, decide luego de meditar entre los silencios tan
llenos de vida y amor que es mejor callar la emoción
contenida).
-Santiago, sabes que el aquí y ahora es solo un
modismo, conoces de lo que te hará valioso, posees la
gratitud de embelesar con tu canto y esa brillante
expresión que cautiva, tu rostro, tus ojos quiero decir.
¡La vida! o esos vestigios de la vida te están enseñando
que vale todo, que nada escapa a la razón, ni la señora
deshojando la paloma, ni los escombros partidos de la
escuela porque me enorgullece compartir mis días
finales o iniciales junto a ti. ¿La ayuda? llega en el
momento que menos se espera. ¡Como todo!, ¿no?... ya
llegará el momento de marchar._ dice afligida por dentro
sonriente por fuera.
(Santiago estudia a Carla, mueve su ceja izquierda, se
detiene en su observar en la comisura de su labio y
retiene el aire durante un minuto, ella suspira hacia otro
sitio).
Le recuerda tanto a Mariana, prefiere no decirlo
porque no hay comparaciones. Solo asiente y
observa de la manera que nunca creyó observar a
Carla, con amor, o con deseo. La necesidad de
expresarle amor depara en el beso en una mejilla
que ni el comprende al darle, simplemente le oprime
los pulmones de nervios.
Los colores de las descoloridas paredes brillan de
esplendor al descubrir la luz. La mesa que une a
todos en la cena espera por la limpieza, mientras
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que Santiago y Carla velan por el inexistente amor.
La duda general se imprime en el aroma de las
situaciones junto a una clasificación. Lupho escribe
como siempre, continúa con su obra maestra, su
plena desinformación de la realidad deja en
evidencia que el amor puede recorrer otros sectores
de la casa, quizás hallando algo de lo que se
arrepentiría por el resto de sus días, ¿podría vivir
mucho tiempo sin amar a esa pequeña mujer?
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9
El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo
el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre
rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación
de agua oceánica que refluye.Pero algo sucedió de
golpe.
Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de
frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero
vago y que tenía color de sangre aguada y por delante
era una granada que derramaba también sangre
mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas
colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados
en la sangre del cerebro. Pero el aire era como un vacío
aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el
temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo,
que giraba en añicos de frentes, y sacudía su
vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus
nudos en espiras, sus montañas mentales, sus
frontones estupefactos. Y, en los frontones de las
columnas, soles habían quedado aprisionados al azar,
soles sostenidos por chorros de aire como si fueran
huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire
en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes,
hacia la línea preciosa de los senos, y el hueco del
ombligo, y el vientre que faltaba. Pero todas las
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columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea
de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en
sexos invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente
muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los
ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi
frente se ha congelado. Pero bajo el hielo un ruido
espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el
silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y
ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas
negras, fuegos terrestres, trombas de leche. La fría
agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo
toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que
surge como un triángulo en llamas.”
Santiago no para de leer, ama a Artaud, lo ama con las
letras de literalmente. No tendría que haber trascripto
el texto de Antonin, pero me veo forzado, su lectura
apasiona, y creo que te apasionará de igual forma.
"¡Cuando él habla de la vida, es del fuego que habla;
cuando nombra el vacío es la quemadura que provoca el
vacío, el ardor del espacio en carne viva, la
incandescencia del desierto!"_decía a sus tres amigo/as
de la lectura surrealista, entre ellas Mariana.
>>La locura no declarada de Antonin.
Santiago sabe que su yo central va a ser despojado,
no quiere su cuerpo, pero a la vez cree en la ciencia.
Es de lo más controvertido que me ha tocado
escribir.
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47. Elbio Aparisi Nielsen Ura
A su vez, Lupho genera la forma de no escribir, algo
que cualquiera pensaría absurdo pero el eje central
vira en la inconexa conexión de los significados.
Sus hojas traducen el estado de ánimo circunstante
en su alma o en sus neuronas o cargas
eléctricas/químicas mínimas, nadie sabe que pasa
realmente allí dentro. Ni yo. Sepan disculpar mi
dicción es que la emoción me apura.
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48. Elbio Aparisi Nielsen Ura
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Sin Bea todo se desvanece, en las penumbras de
mi propio ocaso. Muero en la imperiosa agonía de
Borges sin Viterbo. Dejo mi estado de animal furioso
porque no me satisface en lo más mínimo. El
domingo me costó mucho despertarme, pero hoy la
pesadez es diferente, mi interior nasal se encuentra
repleto de mucosidad, es molesto, lo sé, pero hay
despertares mucho peores, sin ánimos de vivir
siquiera. La cabeza me estalla en un sinfín de
dolores, creo que estoy resfriado, de haber sido por
el sueño de rodear el universo en un viaje personal
estaría agotado pero contento, pero ahora nocturno
lo estaría mirando a Bea caminar, pero no salgo de
la casa, más que para comprar lo que necesitamos.
Hoy Carla tuvo el episodio número 356, todas las
situaciones que se generan en cada episodio son
diferentes, nada resulta común en el segundo de
recostarla y dejarla tomar el control de la “cosa”. Lo
único colectivo, cooperativo es que al final recita los
números que nos convierten en los más felices,
porque es el síntoma de la mejora, ya que la
inutilidad de los números es claramente evidente.
En algunas noches de pocas estrellas, en esas
noches frías de quemas de libros, recitamos
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49. Elbio Aparisi Nielsen Ura
cuentos, leemos ensayos, de los libros que quedan
aún por quemar.
La guitarra funciona como el eje fundamental, como
Pablo y la piedra angular de la iglesia, o Florencia, la
ciudad del arte, aunque no sé si hay fundamentales.
En algunas ocasiones nacen temas globales del tipo
fundamentalistas, pero la esencia es la misma,
compartir todo lo que podamos mientras no
dormimos.
Ayer tuve la rara percepción de que algo iba a
cambiar, la humedad se mantiene, lo que no tiene
estabilidad es la casa, algo dentro de ella no tiene
sentido. En el exterior puede que cambien las cosas,
la libertad se acerca pero nadie se da cuenta, en
realidad porque no se lo dije a nadie, igualmente no
lo voy a comentar, son suposiciones inciertas.
Un cuadro apresa mis ganas de moverme, de correr
por la casa. Tengo ganas de viajar, de conocer todo
lo que admiro en esa pintura. El mundo prefiere que
nos asemos en algún fuego provocado por la milicia.
Debido al piso inestable de la habitación contigua
nos vimos forzados a construi,r lo que actualmente
denominamos las “cuchas”. De ahí las reglas, los
suspiros, como el “perdido” de Carla. Ayer noté uno
nuevo, “el desamparado” de Santiago, que en estos
días parece no habitar más que con su envase, la
casa.
Lupho por fin habló, por la mañana digno a su
dicción, -que desparramar palabras al viento-,
mientras miraba por la ventana del patio, junto a mí,
el nuevo haz de luz que iluminaba las ramas que
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50. Elbio Aparisi Nielsen Ura
dibujan sombras. En ese encuentro inusual, para mí,
me contó lo mucho que ama a Carla y lo mucho que
sabe de lo que siente ella por “él”. Pero noté en las
inextricables (por momentos) palabras, que dudaba
de algo, es de común saber (dentro) que la relación
con Carla no es muy buena. Igualmente algo más
hay detrás de toda esa fachada irrompible que
expone Lupho. Por instantes parecía quebrar, pero
no se lo permitiría ¡nunca! romper en llanto, y menos
que yo lo consuele. Esa es la condición para
acceder a Lupho, no molestar, dejarlo ser y ser-ahí,
él, solo, puede con sus cuestiones existenciales. No
lo noté bien de salud, escupía sobre un pañuelo a
cuadros restos de algo rojo, quizás no tendría nada,
suelo preocuparme en vano y le pregunté que era,
no contestó nada, solo siguió tosiendo, hasta no
aguantar e ir al baño.
El día resbala con la sagacidad de un felino sobre el
vidrio del techo, ese vidrio que ilumina en las tardes
radiantes y oscurece en esas tardes de nostalgia y
llanto.
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51. Elbio Aparisi Nielsen Ura
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Del exilio:
Francia sufre por dentro, toda junta, llora la pérdida de
civiles indefensos. Es de lo más crudo, según la fantasía
de mis sueños, alguien logra gobernar la verdadera
Francia a pie de palabras y dones naturales o sociales.
Mis abandonados sueños se convierten en muertes
mentales, dentro de mi gran muerte real e inequívoca.
Del humanismo tomo la verdadera esencia, lo que es
humanista no está en mis venas. No poseo más que la
visión, cruda visión de la realidad desaprensiva.
Mi madre llorará mi partida cada día en que no me
contienen en mi habitación. Ahí donde el amor fluyó, en
esa cama de acolchado de elefantitos celestes y aviones
colgando. Mi padre desde los dos metros y medio de
tierra llorará por no haber vivido lo suficiente. Guardo el
exilio de mi muerte, guardo los recuerdos en la ventana
y los reflejos en cada niño enfermo, y vuelvo a mí, a
sufrir nuevamente el verdadero (reitero), calvario. Desde
donde el vidrio nubla, desde donde se nublan los valores
y la vida misma.
Aguardo la noche, aguardo la charla fácil. Mi abuela
habrá muerto y quiero hablar de ello. No dan las
cuentas. Ni los años lógicos de longevidad.
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52. Elbio Aparisi Nielsen Ura
En la casita de Canelones solíamos reunirnos, familia
entera, en esos días no pasaba el metro cincuenta, pero
registraba con la precisión del relojero cada instante
porque sabía del futuro. Siempre fui consiente de que la
vida es un solo camino inoportuno, tan independiente
con los demás y con un mismo.
Los frutos de las plantaciones me hacían doler el
estómago de tanto deglutirlos. Corría por el bosque que
mi abuelo había plantado, y lloraba en su regazo cuando
me tropezaba con alguna ramita. Desde los momentos
en que la conciencia afloraba (cerca de los tres años)
recuerdo cada día en que compartí con mi abuelo las
meriendas en esos días de sol y poco viento con
placenteros atardeceres de ensueño.
Miraba el reloj impaciente esa tarde en que lo vi morir
frente a mí. Fue en una mañana de puro agua, en donde
la cortina no dejaba ver ningún horizonte y la visibilidad
era tan escasa como lo es ahora mi libertad. En una
parte de la granja mi abuelo trataba de guardar el
tractor, la lluvia había tapado el campo de ese manto
líquido que nos da vida y nos mantiene alertas. Con la
fuerza de un toro en riña movió el tractor al centro,
donde no se mojaría las partes débiles de la máquina
(su sustento), en tanto yo buscaba mi abrigo para
ayudarlo o intentarlo al menos. Un sonido muy particular
que no identifiqué al principio invadió mis tímpanos, acto
reflejo corrí en su busca, desesperado con un puñal
clavado en mi pecho, temía lo peor. Abrigado hasta los
ojos salí, el resbalón me detuvo un segundo, justo al
momento que oí el segundo estruendo aún más
desgarrador que el primero, fue ahí cuando el miedo se
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53. Elbio Aparisi Nielsen Ura
adueñó de mis actos reflejos y no pude gritar, gritar tan
fuerte para que la policía llegue, para que los bomberos
lo salven. La electricidad que nos abastecía o lo
abastecía en sus arduas luchas con el campo, la casa y
la familia, lo había asesinado fríamente, sin preámbulos
de despedida. Una gran descarga junto a un rayo mal
direccionado provocó la repentina e inoportuna muerte
del lazo afectivo más fuerte en mi vida. Mis ojos color
tierra quedaron al ver como se iba su cuerpo en esa
madera-cajonada donde reposan los cuerpos inertes de
mis seres queridos, ahora aún más de lo que esperaba.
Mi abuela enojada con la vida vendió la casa, se mudo a
Venezuela, rehizo su vida con un hombre más joven,
tuvieron un hijo, volvió tras separarse, vivió con mi
madre y ella luego de no aguantar más los gastos la
envió a un asilo, donde creo, falleció... sigo sin saber de
ella.
Me quedan hoy-ahora esas cosas simples donde
reposar. Miro en determinados momentos la manecilla
de los segundos en el reloj de pared a punto de estallar
por la humedad, y trato todas la veces de aguantar más
de un minuto, me irritan los tic-tac.
Cuando el calor apremia, me siento con la fuerza de la
gravedad sobre las baldosas frías y succiono de la
bombilla matera, litros y litros de la fina hierba,
presenciando todos lo acontecimientos que en algún
momento relegaron felicidad sin medidas o normas.
Pienso también y dejo estirar las patas de mis
pensamientos laterales cuando lijo madera, corro, lavo
los platos o barro la suciedad acumulada para pasar el
tiempo. Y si no fuera poco, manejo mi destino con las
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54. Elbio Aparisi Nielsen Ura
cuentas sucesivas de los azulejos, las letras de los
subtítulos de las películas americanas, las sombras,
manchas de humedad (que sobran), la gente que pasa,
aviones, pájaros, y demás objetos que alimenten mis
esperanzas en cada (plegaria a manotazo de ahogado)
momento en que creo rozar la locura, o lo que yo creo
que es la delgada línea entre la verdad y la
ficcionalización de mis actos o pensamientos
proyectados junto al resto del mundo.
Y recuerdo cuando mastico la borra del café
encontrando la pasividad, o cuando mi enojo sobrepasa
mis límites de expresión mundana cierro los ojos y recito
dentro de mí palabras que empiecen por ejemplo con la
letra “A” y dejo pasar ese diccionario poco extenso al
contar la pocas palabras que poseo en mi vocabulario,
para encontrarme con que la paz yace en la frente,
acariciándome la piel que me logra dormir tranquilo. Y
me toco el ombligo y doy vueltas por minutos eternos
con la yema del dedo por ese agujero interminable que
en algún momento dentro de ese inframundo me dio la
comida necesaria para vivir, y ser, que ya es mucho.
Entre tanto recuerdo, revivo, el transporte público del
Uruguay, donde en cada mañana en el traslado al
trabajo, miraba todos los rostros presentes del colectivo
y clasificaba, buscándoles los trabajos perfectos,
acordes a cada tipo de expresión, y en las parejas más
parejas del mismo colectivo, porque uno realmente no
sabe si el verdadero amor se encuentra junto a uno, en
un asiento de transporte público o en la cama donde
cada mañana despierta preguntándose si en verdad es
el compañero/a o enemigo/a.
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Por esas razones que hilvana la realidad me regocijo de
contento cuando un gato me elige de amigo y se
recuesta junto a mí o sobre el regazo, y ni hablar de lo
locos, esos locos del barrio al que todos los vecinos
cuidan. Me eligen por afinidad, por coincidencia o solo
por mera costumbre. Me hace más razonable la elección
como un par, como esa persona que los escucha y
aconseja, pese a los rechazos (comunes) y violentas
reacciones. Y entiendo en esas cavilaciones que mi
locura no envidia a la de ellos, frente al espejo soy uno
más que esos gestos no justifica.
Mi exilio data del Uruguay y sus tiempos cambiados, en
que la política no era más que “política”. Mis principios,
mis valores devastados, mi dignidad desecha fueron
quienes me alejaron por un instante para alojarme en el
país donde la liberación no era más que un voto de
esperanza a punto de morir en un grito desgarrado por
las balas, esas balas que según Galeano no valen.
Donde los nadies cuestan menos que las balas que los
mata. Benedetti, Vilariño y Onetti me ilustraron de
modismos que desconocen los inciertos, me abrieron el
mundo en dos para que lo leyera sin absurdas mentiras,
siguirán haciéndolo en un futuro de balas blandas y
bombas de chocolate.
¿Qué tengo para decir del exilio al final?
Es probablemente uno de los sabores más amargos y
encontrados que existe, reconozco que debería ser
natural, de hecho somos aún siendo capitalistas,
caminantes empedernidos sin meditaciones. Pero debo
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decir también que las conquistas interiores son calvarios
similares a los exterminios eclesiásticos, nada nuevo
suple a nada anterior pero nada de lo nuevo puede ser
atacado por algo de lo anterior. Convivo en una rueda de
exilio que no termina, hoy extraño Uruguay, mañana
extrañaré Francia y sus olores, lo que me transforma es
un eterno exiliado, ya nada puede volver a ser igual.
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57. Elbio Aparisi Nielsen Ura
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Por esas interesantes historias, me informé de los
anteriores viajes de Santiago. Pude espiar mientras
escribía. Las variaciones del destino lo hundieron aquí,
pero realmente su viaje significó una deserción de lo que
nunca apoyó. Su autoflajelo fue la vida en distintos
terrenos que nunca hubiera imaginado experimentar
como propios. De Irlanda, la isla del Atlántico surco
Dublín, corrió en un suspiro sobre el mar de Irlanda para
llegar a Liverpool. Londres a un paso fue solo el día de
recorrida. Por el paso de Caláis nadó sin necesidad de
pulmón artificial, su aspecto siempre dictaminó que de la
estética se apartaba pero del deporte algo sustrajo
acercándose. Y en la siguiente secuencia visitó Praga,
Varsovia, Moscú, Tigris, Bakú donde el mar Caspio en
un descenso casi lo devora, Ankara, luego Tirana - mar
Adriático por medio, Turín, Berna y al final París. De
todas las culturas no absorbió nada de lo que realmente
debería de haber guardado como precioso. Inculto por
naturaleza, dignó su última cuota de dignidad a estudiar.
Leyó a Dante “infernal” y el clásico Ulises de Joyce, en
el cual entendió que podía comenzar a hablar con las
demás personas o por lo menos a discutir alguna idea
básica y mundana. Luego ampliaron su mundo de
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58. Elbio Aparisi Nielsen Ura
palabras Émile Zola con sus veinte volúmenes, Dick,
Huxley, Eurípides, Salinger, Marechal, Lovecraft,
Mann,Poe, Melville, Stendhal, Shelley, Musashi,
Kierkegaard, Pío Baroja, James, Hemingway, Lorca,
Unamuno, Casares, Verne, Dostoievski, Brontë, Conrad,
Goethe, Lucrecio, Rojas y Borges, más sus coterráneos.
Me comentaron de Carla, que los equívocos y azarosos
movimientos la dejaron varada en la acera de la casa
vecina, pero realmente a ciencia cierta no conozco nada
de ella, esa fue su manera de llegar, pero su pasado es
desconocido. Lupho parece haber llegado adosado a la
espalda de Carla, fue instantáneo, uno detrás del otro,
para hablar nos comunicamos por el lenguaje de las
miradas, casi no nos dirigimos la palabra, al inicio claro
está, luego algo surgió. Por esas mañanas iniciales nos
cruzábamos y con solo ese choque lográbamos
comunicarnos, Lupho en realidad nunca adoptó la
forma, porque se dedicó del primer instante a escribir
sus memorias.
Nunca di un Peso, Dólar, Olbia, Reichs, Marco, Rupia,
Austral, Lek, Florín de las Antillas Neerlandesas, Dram,
Franco, Rublo Bielorruso, Kyat, Real, Peso Chileno,
Won norcoreano, Won surcoreano, Shequel, Dirham,
Nakfa, Corona Eslovaca, Peso Filipino, Quetzal,
Lempira, Libra esterlina, Yen, Rupia mauriciana, ni
Chelín Somalí por Lupho, pero su tenaz constancia me
dejó boquiabierto al descubrir que no dejaba de escribir
nunca. En tantas ocaciones lo vi destruir infinidades de
textos completos que no le eran de agrado. Pero
comprendí con la variación del tiempo en mi cerebro,
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59. Elbio Aparisi Nielsen Ura
que la constancia encerraba la perfección del dolor
introspectivo, que devora en cada escrito su alma
atareada de tanta quietud.
Lupho desciende de la estirpe de marineros que en sus
épocas de gloria se regocijaban con los tesoros de los
navíos en desuso bajo el mar y sobre la mar. El no
cuenta nunca lo que sucedía en los barcos piratas, en
esas conquistas inglesas (que los caracteriza a los
Ingleses) donde el capitán del barco era una leyenda
viva, donde los marineros recorrían los mares del Norte,
Adriático, Cantábrico, Jónico, Pacífico, de Lujuria,
Atlántico, por el solo hecho de vivir la aventura, y como
quien no quiere la cosa, recibir parte del gran botín,
guardándose un nombre en la historia de la mar infinita.
De su historia reniega cuando puede, Lupho quiere a la
literatura y la literatura lo quiere a él como a un hijo. Son
madre e hijo enlazados en ese amor insoslayable. La
hoja es el objeto de culto, la savia vegetal una bendición
de algún Dios para que él pueda escribir su revolución
lingüística.
Me aterra saber tanto de sus vidas, porque comprendo
que no tengo registro de la mía como algo
perfectamente mío. Eso de los demás me atrae, por eso
siempre mantengo mi postura cómoda de no opinar, no
criticar, no discutir, porque el placer de no interferir en
nada es único, como el sabor de la observación. Soy el
paño frío, lo que llaman “compañía”.
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Fundidos todos, toditos en una masa, conviven,
porque la guerra los depositó en el lugar donde las
bombas no caen, rozan. Donde la vida y sus
penurias diarias ensayan su obra teatral día a día,
sin ese descanso del que hablan, “la paz”.
El orbe fundido por las balas, me enseña la pictórica
imagen del pintor holandés Von Essen, que a
semejanza de la realidad esboza líneas y puntos
rojos. Donde debería encontrarse la madre de las
estructuras, se halla acero bien fundido, en un símil
a la flor marchita de Romeo, después de creer
muerta a Julieta. Y sobre las bases del Arc de
Triompee junto a sus piernas hay una infinita tropa
de insuficientes milicianos, enseñándole a los
sobrevivientes el poder de sus mal empleadas
capacidades y cantidades exorbitantes devenidas de
los gastos públicos pagados por ellos mismos
tiempo antes, con el gozo de la autoridad mal
empleada y la cara dura de un pueblo dividido.
La milicia, conjunto de violentos ciudadanos
alistados en el pedante ejercicio de matar -ipso
facto- robando vidas ajenas, sentimientos ajenos a
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personas inocentes cierran la macro imagen de la
ciudad tomada y de los temores que surcan el aire.
Ahí, dentro los labios conversan, las manos danzan
en las conversaciones de ciencia. Ayer alguien
discutió con otro alguien. En los escabrosos limites
de la inmoralidad transitan, Carla; Santiago; Lupho.
La fachada de la casa transpira injuria en excesos, la
puerta principal de dos metros por uno y medio
junto a sus ventanitas, emana belleza. Los ladrillos a
la vista, las dos ventanas, una de la sección
somnolienta, otra de la habitación oscura, en la que
nadie puede pasar más de un minuto dentro, ambas
dan a la calle. Sobre la habitación oscura ellos dicen
que habita la maldad de la guerra, porque según sus
entendimientos quizás algo mágicos, es un ente
físico o más bien químico, que obra con conciencia,
por eso le temen mucho. Razón por la que rezan
antes de cada comida en la noche.
Las hormigas tienen un nido en la puerta principal,
que cada uno debe sortear al salir una vez a la
semana a retirar del mercado la comida. Alguna vez
Carla les dejó unas hojitas para que coman, alguna
otra vez Santiago les dejó fideos pero al parecer
solo chuparon el tomate y se pudrieron en la
continuidad de la intemperie. Lupho difícilmente
compre junto a los demás la comida, le teme a la
gente sufre una disfunción de su aparato interno de
comunicación con el mundo exterior, algunos lo
llaman “Fobia social”. Fobia o Fhobos del dios
griego al que no le importaba nada salir a caminar,
porque no tenía de que preocuparse, vivía en un
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castillo de cristal aunque sí quería catalogar los
nuevos males.
Los hombres adoptan el miedo, muchos se alejan
odiando a la civilización que los vio nacer otros
desprecian la vida y Lupho adopta en cuerpo y alma
a la fobia por amor al arte, eso lo lleva a tener todo
tipo de trastornos, Barofobia (Miedo a la gravedad),
Eicofobia o Oicofobia (Miedo a los alrededores del
hogar), Enetofobia (Miedo a las multitudes),
Osmofobia o Osfresiofobia (Miedo a los olores u
hedores), Parascavedecatriafobia (Miedo al Viernes
13), algunas de ellas las pasa inadvertido cuando se
olvida, pero no tiene la intención de revertir ninguna
de sus múltiples posturas. Creo que la naturaleza de
sus patologías tiene que ver con sucesos
irresueltos, aunque es probable que un cuarto de la
población global padezca ciertos puntos de
conexión con Lupho, puede ser un mal del nuevo
milenio, pero nuestro amigo cree que vale más su
obra que la vida que lo hace mantener el aire y la
energía para elaborarla, es curioso como ellos se
comportan así, en definitiva el pensamiento es fruto
de la escencia violenta con la que están
configurados en sus genes en parte bacteriales.
Carla prefiere ignorar, enterrar y olvidar, llorar y
vomitar, lo hace a escondidas pero yo puedo verla.
En algunas de esas cuatro mañanas por mes en que
compran lo indispensable para sobrevivir, Santiago
cuenta lo que dentro se tornaría como imposible,
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63. Elbio Aparisi Nielsen Ura
habla de su vida y sus sentimientos verdaderos. Se
quita la capucha del dolor, los abrigos de la tristeza
y los pantalones de los prejuicios, su desnudo
también es real cuando intenta perturbar a los
milicianos.
Ella lo escucha embelazada con su voz y dicción,
con sus ojos y expresiones, es que a Santiago lo
quiere demasiado (como dice a veces y en voz baja)
y entiende, esto último más por cuestión de espejo
que por otras razones de empatía. En el mercado,
solo en esas cuatro mañanas, hablan y ríen, corren,
juegan, se divierten como infantes sueltos y
energéticos, en las calles desoladas les entra la
necesidad de libertad, en esas cuatro mañanas son
almas sin humedad y dolor (aún así caminando entre
los muertos), al caer la noche ingresa el pesar de los
días en sus nucas, y el recuerdo se hace más
pesado aún que antes, pero vale la pena respirar. Allí
fuera Carla no es Carla, es algo distinto, no
comparte la amargura de la compañía eterna, se
abre como un libro en la playa. Carla allí fuera es
una estrella oscilante, que irradia potentemente a
todas las demás almas en pena o en gracia para que
no se enfríen, más en pena que en gracia esas
pobres almas vagantes.
Y en cada larga e intensas vuelta a la humedad, se
charla la verdadera razón por la cual, una es esposa
de uno que no quiere esposa y el otro es exiliado sin
amor a sí mismo. Porque en cada vuelta a casa, al
volver Santiago le propone obrar por ella y la maneja
en un destino distinto cada vez y de sonrisas o
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suspiros. En algunas ocasiones deambulan por los
edificios destrozados, las enormes iglesias
devastadas, el puente quebrado, las aceras rojas de
muerte (que en una línea amorfa le enseña al
dehambulante un sentido lógico de matanza, un hilo
de dolor extinto o aniquilado), y caminan por los
pastos amarillos, las casas tomadas por la milicia,
las escuelas incendiadas, la biblioteca herida, los
monumentos derrocados, y notan que los muertos
en fila en el asfalto son el emergente de toda esa
ignorancia, de todos esos reclamos injustificados
que privaron a millones de objetar en contra de sus
principios. Pero ya sabemos lo que significa la
democracia en un gobierno de facto que prefiere a
una cabeza dirigente a un pueblo colmado de
respuestas.
Asco, me dan asco, lo siento... ellos...
...viven todo como propio, porque sufren por la
gente que combatieron con sus vidas, soñando una
Francia sin rencores y un mundo sin asesinos.
Saben que los violentos velan por esos lugares en lo
que no dejaron ni ruinas, para que la cultura
desaparezca de las intenciones del pueblo y se
vuelva un híbrido puente hasta la limpieza
generacional de pensamientos... asco me dan,
pedazos de escoria sin brújlas mentales... ¿cómo
pueden permitir la limpieza de los valores
morales?...
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65. Elbio Aparisi Nielsen Ura
Siempre en cada uno de los cuatro días de compas
del mes recuerdan rezar su rezo, porque tienen su
religión, profesan “LEX NON SCRIPTA” lo que
traducido de la lengua madre sería algo como “la ley
no escrita”. Su ley siempre comienza donde termina
la otra, buscando la inserción en el final y
desmembrándola hasta el inicio, para fecundar su
verdad, les alivia tener como responder a lo que los
rodea, cada mañana de esos cuatro días de cada
mes. En definitiva, la ley no está escrita por lo que
en realidad es un cúmulo de ideas tranformadas en
lenguaje para aliviar la tensión del sometimiento y
generar una serie de códigos que desaparecerán al
emigrar a la realidad natural.
Una sola vez se miraron a los ojos sinceros, sin los
preámbulos comunes, una sola y eterna mirada les
bastó para saber que pasaba en esa única y emotiva
imagen del recuerdo, a la que no se atreven siquiera
a recordar. Nunca vuelven por donde salen, llegan
del otro lado, en algunas oraciones casi pierden la
vida por respetar sus códigos, en una oportunidad
Santiago mató a golpes a un soldado de la milicia
por atrevido. A Carla no le gusto que la tocasen y
Santiago no le gustó que toquen a Carla y mató a
golpes de loco a ese estúpido soldado en el silencio
de la madrugada. El respeto de la milicia lo deja
pasar por alto, solo por haber defendido un valor
propio, o una mujer desprendida de ropas y repleta
de temores. Él odia a la milicia, odia cada bomba
que deshace un hogar en cuestión de segundos,
vive preguntándose por qué no destruyen nuestra
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casa, llora solo y balbucea, suda y yo sigo a su lado
aunque no me mira siquiera.
Y cuando vuelven en esas cuatro veces mensuales,
Lupho espera a Carla sin palabras ni abrazos.
Santiago prepara la comida esperando llegar a vivir
una semana más, soñando con su vuelta.
La casa se halla en medio de la devastación total, la
manzana no figuraría en ningún catastro de ninguna
ciudad, porque no tiene casas, todas fueron
desechas con tiros, millones de tiros, bombas,
misiles. La casa yace sobre una pendiente, no la
tocan, no la molestan, la rozan.
Sola, solita la casa se encarga de sobrevivir a las
lluvias que la molestan con la humedad. Ella teme a
la humedad porque la pudre desde dentro. Odia
tener gente dentro de ella, pero los deja -nos, deja-
porque son -somos- el mal necesario, como el
cocodrilo y los pájaros, los delfines y los hombres,
como el sapo y la serpiente, o el sapo y las moscas
(algunas). Esas uniones entre animales/objetos que
determinan naturalmente la enemistad, pero que
como método de supervivencia, se unen sin
importar que se conocieron intentando matarse... ley
de evolución.
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Un ratón, de esos blancos que recorren las bolsas de
basura rasgando asquerosidades, sale en busca de
comida recién horneada, todos están durmiendo. Dentro
de la cocina el horno ha quedado semiabierto, nadie
sabe de su travesura. Blanquito bien blanquito camina
agazapado, es algo inteligente pero no tanto como el
gato. Sube primero a la mesada de mármol, sigue
camino sobre los sobres de sal desparramados, los
platos sucios encimados a la pileta, sin ánimos de
lavarse. Juega unos segundos con toda la harina que
tapa el fino mármol verdoso. Hecho un filete de merluza
sigue con su principal objetivo, ensalzarse en el pastel
de patata y carne. Todo resulta de lo más engañoso ya
que no sabe que tendrá que meterse de lleno en el
horno y luego de darse la panzada, saltar al vacío. Que
para su cuerpo significa caer de un noveno piso
humano. Mientras, ve por el reflejo de la tapa del horno,
una puntita de pastel, sin preámbulos se prepara para
dar el gran salto a la gloria culinaria. La patata le ofrece
una caída de paracaidista profesional, la suavidad la
siente en la patita trasera, con el confort de un príncipe
deglute los primeros bocados, uno a uno devora granos
de carne, otro uno de papa intercalado. De esa forma
disfruta de la comida que no tenía en meses.
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Un gato, mece su cola, parece gustarle ver como el
ratoncito come y come. De la altura del mueble, nadie lo
nota, pero sagaz se mantiene bajo la oscura sombra.
Grano a grano sin malestar o pesar sigue deglutiendo la
patata seca medio quemada del borde, el gran gato
durmiendo está, y sabe que va a demorar su caza
cuando éste se quede agotado por su glotonería.
Pesado ya sin más lugar donde ingresar comida, sale al
vuelo, el pequeño y blanquito ratoncito. Al caer siente su
pesadez, pero no cavila un segundo, continúa su largo
recorrido al colegio, donde habita junto a su hermanita
desde el incendio.
Negro puro, negro sin ojos, negro que enciende al ver
salir al ratón, negro que lo asecha, ratón que escapa. En
la calle la leve luz que alumbra deja en evidencia el
correr incesante del blanquito que desespera. Negro sin
apuros, negro que corre y no se cansa, de la primer
calle ni un agite o falta de aire. Blanquito corre y deja
sus muslos al borde del colapso, quiere llegar rápido,
debe cuidar de su pequeña hermanita. Sobre los
escombros, lastima sus patitas traseras, incesante en su
andar continúa con el miedo de morir en los dientes del
felino. Negro que mira fijo, con esos faroles de
kerosenes a punto de incendiar. Luego anda por las
aceras rojas de sangre, por los cuerpos inertes en fila, y
pasa justo por al lado de una bota marrón excremento.
Negro que frena, mira al soldado y su bota, blanquito
sigue, entra en la escuela incendiada, recoge a su
hermanita y la lleva en andas al puente quebrado. Negro
que huye despavorido por la acción humana, el negro
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gato se dirige a la casa, en donde el frente tiene dos
ventanas, un escalón, una puerta y ladrillitos a la vista.
El soldado junta a tres hombres más y los convence de
tocar la casa, dice que odia ver rozar a las bombas, que
le parece raro. Los indignos acceden dentro de su
ignorancia de armas y castigos absurdos. Alzan
ametralladoras de años en que la fabricación fue la
expansión del mercado Europeo, tiran balas que juntas
al ruido ambiente generan el unísono al que nadie
comprende al fin, si son balas o cohetes o simplemente
una lluvia torrencial en medio de la noche.
Dentro, Lupho inmerso en una mar de palabras difíciles,
decide quemar su novela e iniciarla nuevamente. Esta
vez con la grandeza, de la simple utilización de las letras
y palabras. Un sonido elevado a lo normal, quiebra ese
lapso en el que el sueño y la realidad son una fundición
de lo mismo. Alza su mirada inquieto, al son de una
canción cubana cantada por Reyes, en su cabeza.
Fuera los cuatro oficiales tratan sin éxitos de no hacer
silencio, Lupho mira porque el ruido se acerca, y mucho.
Vira la mirada a las cuchas y nota la tranquilidad con la
que Carla descansa, ve a Santiago dormir en un
profundo sueño, el siempre quiso ser como Santiago,
soñador empedernido, pero su elección fue lo que
marcó su presente, se desespera, agita, su cuerpo le
advierte las fobias, pero reconoce el evidente ataque
que los asecha, inminente. Ahora debe comprender que
sus vidas corren peligro, dentro de sus fobias no
pretende siquiera gritar. Su deber es responder a lo que
pase, sean las consecuencias más inoportunas, siendo
una, la misma muerte.
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A paso de hormiga, los soldados avanzan sobre el único
escalón del frente de la casa. Ingresan, sus ruidos se
elevan, ya no les importa que los escuchen.
Sus pasos le recuerdan a Lupho el día en que su padre
su arrestado y condenado a la muerte en la horca. Ese
día Lupho vio morir a su padre en la plaza pública, junto
a cientos de personas. Hoy Lupho no quiere ver morir a
nadie, salvo a sí mismo, de ser por elección.
Los soldados iluminados por una linterna incrustada en
la ametralladora, corren la cortina que da a la cocina,
ven el desorden que ha dejado el blanquito y notan la
humedad del interior, casi no pueden respirar, y uno
comienza a toser fuertemente, espasmódico. La mirada
de Lupho con la vehemencia de un tigre furioso señala a
la cocina. Un soldado, es decir, el líder golpea en la
nariz al alérgico. Azotado por la enorme mano gime
siquiera al sentir la pesadez del líder y su golpe.
Carla mueve suavemente su brazo, acaricia la sabana
que la cubre, abre los ojos y mira las manchas de
humedad, se mantiene en el sueño, parece no entender
la realidad circunstante, parece blabucear algo que
pueden ser números. Lupho la observa mover sus
retinas de un lado a otro y comprende que un episodio
va a suceder, no puede perder tiempo con los malditos
soldados. El tiempo está en su contra, tiene unos
minutos para actuar. Medita, cavila, piensa en la forma
de alejar a los intrusos de la casa. Carla mueve aún más
fuerte los ojos, está a punto de colapsar. Los soldados
uniformados continúan buscando vida dentro de la casa.
Lupho despierta a Santiago y lo ubica en el cuadro de
demencia que está sucediendo, Santiago no comprende
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las palabras de Lupho y con un tono normal le cuestiona
el por qué lo despierta a tan altas horas de la noche.
Intenta Lupho explicarle que no debe hablar, pero no
hay caso y los soldados envisten a los dos en una pelea
sin tiros. Las ametralladoras en el piso de madera
resbaloso por la humedad al caer suenan a hierro en
lata. Dos de los cuatro soldados de la milicia caen al
intentar tomar por las espaldas a Santiago, Lupho
forcejea ferozmente y deja un ojo en sangre, mientras
que el otro desenfunda el arma de grueso calibre y
apunta bajo la amenaza de un eventual disparo. Lupho
enfrentado con el caño frío sobre la frente pide que lo
deje ayudar a su mujer que empieza el estado de
inconciencia.
-¡Déjeme ayudarla, señor!. Déjeme sostenerle la lengua
que se ahoga. _ dice con la clemencia en su ruego.
El oficial cambia ahora de victima, mientras Lupho hace
su trabajo de episodios. La pared húmeda, los fríos que
ingresan por la puerta principal, todo le enseña a
Santiago que la muerte acecha en el momento menos
esperado, pero sostiene que de esta situación deben
salir sin dudarlo.
Tras la huida de los cuatro soldados, el oficial al mando
de la cuadrilla nota que cuatro de sus hombres faltan,
pide los reportes correspondientes, nota que hay diez
minutos de diferencia y sale en su búsqueda. Otra
cuadrilla de 30 hombres supone que los han arrestado o
secuestrado. Al pasar por la casa, oyen el grito de Carla
(el habitual) e ingresan sin permiso, van directo al sector
de somnolencia desde donde proviene el bullicio.
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72. Elbio Aparisi Nielsen Ura
El capitán, Santiago, Carla, Lupho, el soldado; los tres
restantes tirados en el piso.
-¿¡Qué ha pasado aquí soldado!? _ grita con la intención
de mostrar su autoridad, frunce el ceño y emposta la
voz.
-¡Nada, señor!, los malditos han tratado de matar a mis
compañeros, justamente estaba a punto de apresarlos._
en su rostro se delata la mentira.
El Capitán, general o lo que sea, deja que continúe
mintiendo el subordinado. Mientras, mira la escena,
encuentra a Lupho sosteniendo la lengua de su amada,
a Carla temblando y a Santiago sufriendo por ella. El
Uruguayo no aguanta la tensión de su poderosa
imaginación y se traslada al futuro, donde encuentra en
minutos más (alejados) a Carla muriendo bajo la pereza
de Lupho, se enfuere y cierra su puño atesorando una
energía de choque que por el momento guarda. -Maldito
sea entre los hombres, maldita mi alma que osa
mostrarme la respuesta a mi pregunta existencial_
piensa, se critica, grita dentro suyo, en aquél futuro
cercano que acontece en Santiago por antojo.
Santiago y sus ojos, sus ojos y Carla que no respira.
-¡Haz algo infeliz!, ¿¡no se dan cuenta qué se muere!?_
incorporando la incesante mirada sobre ella y agitando
su mano deseosa de descargar furia sin medidas
nuevamente.
Lupho cierra los ojos, sus ojos y su mente en blanco.
Lupho no responde, Carla continúa temblando, aún más
que antes, cuando el segundero aumenta. Santiago
impotente, junta sus dedos, los mueve alterado. Cierra
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73. Elbio Aparisi Nielsen Ura
el puño, su mano vuelve al rojo, ese rojo que le gusta en
las rubias. Sus venas se hinchan de la impotencia.
El general no baja el arma y una gota de sudor recorre
su rostro buscando la salida por el cuello, antes
recorriendo los pelos del bigote. En la comisura del labio
se reposa la gota de sudor, solo por un segundo.
Santiago lo mira de reojo, agita su pelo. Aprieta el puño
aún más fuerte, junta el valor. Recuerda sus héroes de
la infancia, tiene presente a Oesterheld, el eternauta. La
gota de sudor comienza a molestar en la comisura del
labio, quiere rasgarse el general, esa leve cosquilla lo
molesta, lo inquieta.
Santiago Valles, el uruguayo tiene en su mente matar al
general, lo odia porque lo aleja de Carla, al igual que
Lupho. El general no aguanta a la gota, en un acto del
reflejo humano estira el brazo, y decide sin voluntad
quitarse la molestia, ergo su otra extremidad pierde la
fuerza optima. Santiago aprovecha la ocasión. Se
abalanza con todo su cuerpo, su peso y la gravedad
(9,81m/seg.), en dirección al general.
Carla pierde todo uso del cuerpo, deja de latir su
corazón.
Santiago toma en el vuelo, con la mano izquierda el
arma, y con el codo de su otra extremidad golpea la
nariz del general. Este cae por el efecto mismo de la
gravedad (9,81m/seg.), la humedad corta el ruido a
bolsa, el general pierde el conocimiento.
En el umbral de la puerta, el soldado restante, se ve
rodeado de un cuadro imposible en su lógica, y por un
instante queda pensativo, tratando de hallar la respuesta
a todo lo que ocurre, mientras que Santiago sin
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74. Elbio Aparisi Nielsen Ura
preámbulo alguno desata una lluvia de acero y
perdigones sobre el pensante soldado. En el abdomen,
la pierna derecha y el ojo derecho impactan las balas de
Santiago. La sangre escupida en la pared, recuerda
nuevamente a un paño de Pollock, Santiago sonríe de
odio. Toda la condensación de agua, en ese vapor
insoportable mantiene el rojo carmín de los órganos y
partes oculares sobre el tapiz de rayas. La luz deja
entrever a Santiago la cantidad de “milicianos” que
esperan pacientes la salida del general.
-Parecen no haber oído los disparos._piensa Santiago,
entre el horror de la muerte sobre el rostro y la muerte
de Carla.
-¿¡Porque has hecho eso!?, ¿por qué con un cuchillo?,_
Lupho mantiene sus ojos cerrados, no ha visto nada
pero lo ha oído todo... el asesinato.
Santiago observa a Lupho preguntándose porque nadie
había oído sus disparos, sus tres disparos, se calla.
Los milicianos impacientes murmullan, las oportunas
escenas imaginarias inundan a los cientos que reposan
en guardia frente a la casa, donde el ladrillo a la vista,
las ventanas (dos) y su puerta de doble hoja regodean
de contentas junto a la casa en sí misma.
La casa quiere que todos sus males se retiren, que no
posean el poder de destruirla desde su corazón, con esa
maldita humedad.
Lupho con sus ojos cerrados nota que líneas blancas
comienzan a desfigurarse frente a él, formando círculos
enlazados unos con otros. Una figura entre figuras es la
de Carla, sonríe o piensa hacerlo. Santiago replantea
próximos escenarios o sucesos mientras arrastra al
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75. Elbio Aparisi Nielsen Ura
soldado hacia dentro, en realidad se pregunta una y otra
vez como salvarse del embrollo en que se sumergieron
todos, toditos, todos.
La luz intensa del reflector del camión verde, evidencia
la notoria degradación de los materiales erosionados por
los roces de las bombas. El haz de luz blanca se
escabulle entre las cortinas, en una esquina está el
general amordazado, con en sus retinas hechas agua, y
su conjunto hecho clemencia. En una de las cuchas
vacías reposa el soldado, aguardando al ser etéreo plus
ultra que lo abrase en el viaje a su realidad eterna.
Santiago camina, cuenta los pasos en pares, los ordena
y vuelve a reordenar. Busca un patrón numérico que lo
aleje de la realidad circunstante y deje actuar a su
reacción lateral en la respuesta al acertijo que pone en
jaque su supervivencia.
Carla yace sobre los brazos amorfos de Lupho,
respirando humedad y escupiendo lo que queda de los
números, hoy los números no son la gracia de la casa,
hoy son el símbolo de lo infausto o la muerte, que es lo
mismo.
Están muertos de miedo, tiemblan, creen que el filo de
aquél ente mundano los mira... pueden creerse muertos,
aislados del tiempo... no hacen más que rezar, cada uno
a su forma.
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pre- 15
La noche audiciona en este teatro, donde el director
observa como actúa torpemente. Su expresión más
grande son las estrellas, pues las hace brillar en su
máximo esplendor. El director la mira, la aplaude, la
observa sin perder esos detalles necesarios para la
interpretación. Ella lee su parlamento, una tragedia de
Sheakspeare, donde el rey y su sobrino mueren repletos
de sangre. La noche con la gestualidad de lo imposible
interpreta al justiciero, al príncipe vengador. El director
no soporta la tensión superficial y hecha a llorar
desconsoladamente, mientras agita sus manos
enérgico, golpeándolas con la fuerza de un asesino, y
por lo bajo le dice: ¡Gracias!. La muerte cae a los
tablones, el telón se cierra. El director cree haber
encontrado al personaje perfecto en la noche, medita y
decide que pase a la escena a uno más, solo por la
curiosidad, su estómago decide que aceptará solo a uno
más, la ansiedad lo come por dentro.
El día, a pasos tímidos ingresa, los focos del teatro
dejan de iluminar, el director tapa su cara y siente calor,
un acogedor calor humano o natural, se renueva, sonríe
y tiene sueños de descanso y goce. El día representa
una obra del clásico Don Quijote de la mancha, con la
locura y gloria que esto depara. El director obnubilado
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por la presencia se echa a dormir plácidamente, junto un
sueño de verdades insospechadas antes por él. El día
es quien toma las riendas del sueño, de ese leve sueño
que es la realidad y suelta sus temperaturas leves que
enamoran al más despistado.
Se detienen la audiciones por falta de director y la tierra
decide dar rienda suelta a estos dos interpretes, para
ello los dota de tiempos iguales.
El hombre comienza a disfrutar de las bondades de la
luz y la ausencia de luz.
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Nadie se atreve a enviar las bombas al cielo para que
destruyan la casa. El general posa en la vivienda, según
ellos (afuera), controlando la situación, ¿cómo podían
dudar de alguien con tanto talento?
Dentro, luego de las horas perturbadoras, Santiago no
tiene la respuesta, sus pasos han cesado en la noche y
con la luz del día halla la forma de mantener su mente
abierta a las posibilidades, cuenta ahora, las líneas del
tapiz regado por la sangre de los disparos al soldado de
indefinido rostro.
Los soldados creen que se divierte con la mujer y se
aprovecha de la indefensa situación de los hombres, no
sería la primera vez, volver a interrumpir un hecho de tal
envergadura sería provocar otra muerte injustificada de
cualquier soldado... a nadie le apetecía morir con un
paredón detrás repleto de agujeros de balas anteriores.
Carla no vive, es un hecho. Carla ha dejado la vida y
Santiago no llora. Lupho se mantiene en ese oscuro y
tenebroso viaje de líneas circulares y formas amorfas.
Carla ha dejado de respirar, Carla no respira nada de la
humedad de la casa. Santiago no se atreve a tocarla,
quizás solo sea el episodio prolongado, pero no quiere
manosearla frente a Lupho.
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