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Table of Contents
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Introducción
1. Confesiones equivocadas y confesiones correctas
2. Poseo todo aquello que confieso
3. Una confesión negativa
4. La confesión precede a la posesión
5. Nuestra confesión
6. Yo poseo lo que confieso
7. El lugar que le pertenece a la confesión
8. Yo reconozco
9. Las dos confesiones
10. “¡Declara éstas cosas continuamente!”
11. Nuestra conversación
12. Conviértete en tu propio edificador
13. La confesión de fe
14. Caminando con Dios por medio de concordar con Dios
15. La realización sigue a la confesión
16. Nunca digas “no puedo”, cuando Dios dice “si puedes”
17. El valor de la confesión
18. Lo que no soy
19. La confesión equivocada
20. Lo que puedes hacer
21. Todo aquello que confieso, lo poseo
22. Cosas buenas para mí en Cristo Jesús
23. Algunos hechos acerca de las afirmaciones
24. Palabras que obran milagros
25. El valor de la confesión
26. Tú eres un hombre de fe, una mujer de fe
27. Las dos confesiones
28. Estoy cansado de estar enfermo y de estar cansado
29. El poder de nuestras palabras
30. “Qué tan contundentes son las palabras correctas”
31. El valor de la confesión positiva
32. “El Señor es la Fortaleza de mi vida”
33. Por las llagas de Jesús yo he sido sanado
34. Debes tener una fe inquebrantable
35. Haz que tus palabras trabajen a tu favor
36. Yo nunca me levanto más allá de mi confesión
37. Las palabras del Padre Celestial en los labios de Jesús
38. Declara tu camino ascendentemente
39. Nunca seas negativo
40. Cuando no siento ánimos para hacerlo
41. “Tú eres de Dios”
42. Mi lista de nunca hacerlo otra vez
43. Declara la forma en que te gustaría ser, y tú te convertirás en aquello que has declarado
44. “Y vino un hombre enviado por Dios”
45. El edificador de la fe
46. El ministerio del Dr. E. W. Kenyon
47. Mi padre, el Dr. E. W. Kenyon
48. Don Gossett: La perspectiva de una hija
Todo lo que se encuentra escrito en este libro y que pertenece a Kenyon está protegido por la ley
internacional de derechos de autor. Todos los derechos literarios y derechos de autor de E.W. Kenyon
se encuentran registrados bajo Kenyon Gospel Publishing Society, Inc. P.O. Box 973, Lynnwood,
Washington 98036. Prohibida toda reproducción total o parcial, así como cualquier tipo de
transmisión, ya sea electrónica o mecánica, incluyendo fotocopiado, grabación de todo tipo, o
cualquier tipo de almacenamiento de información o sistemas de copiado de información, sin el
permiso por escrito de parte del autor.
Las citas bíblicas, a menos que así se indique, son tomadas de La Biblia de las Américas®, LBLA®, ©
1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Derechos reservados.
(www.LBLA.org)
Traducción al español realizada por:
Sí Señor, We Do Translations
Jorge Jenkins
P.O. Box 62
Middletown, DE 19709 EE.UU.
TEL: (302) 376–7259
Email: sisenortra@aol.com
El Poder de Tus Palabras
Publicado originalmente en inglés bajo el título: The Power of Your Words
Don Gossett
Bold Bible Missions
P.O. Box 2
Blaine, WA 98230
www.dongossett.com
ISBN: 978-1-60374-104-0
eBook ISBN-13: 978-1-60374-404-1
Impreso en los Estados Unidos de América
© 2009 por Don y Joyce Gossett
Whitaker House
1030 Hunt Valley Circle
New Kensington, PA 15068
www.whitakerhouse.com
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Gossett, Don, 1929–
[Power of your words. Spanish]
El poder de tus palabras / Don Gossett & E. W. Kenyon.
p. cm.
ISBN 978-1-60374-104-0 (trade pbk. : alk. paper) 1. Oral communication—Religious aspects—
Christianity. I. Kenyon, Essek William, 1867–1948. II. Title.
BV4597.53.C64G68 2009
248.4—dc22
2009005663
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Introducción
Por mucho tiempo yo me encontraba confundido acerca del hecho de que en mi propia vida y en la
vida de otras personas, siempre existía un sentimiento continuo de derrota y de fracaso. Yo oraba por
los enfermos, y yo sabía que la Biblia era verdad, y por lo tanto, yo buscaba diligentemente para
encontrar este enlace.
Un día, yo vi la Escritura en Hebreos 4:14, donde dice que debemos mantener firme la confesión de
nuestra fe (se usa la palabra profesión en la Versión Autorizada).
En el tercer capítulo del libro de Hebreos, yo descubrí que el cristianismo es llamado “la gran
confesión”. Me pregunté a mí mismo, “¿cuál es la confesión a la que debo mantenerme firme?” Debo
mantenerme firme en mi confesión de la integridad absoluta de la Biblia. Debo mantenerme firme a la
confesión de la obra redentora de Cristo Jesús. Debo mantenerme firme a mi confesión de la nueva
creación, del hecho de haber recibido la vida y la naturaleza de Dios. Debo mantenerme firme a la
confesión de que Dios es la fortaleza de mi vida. Debo mantenerme firme a la confesión de que
“ciertamente Él llevó todas mis enfermedades sufrió todas mis dolencias, y por Sus llagas yo he sido
sanado”. Encontré muy difícil poder mantenerme firme a la confesión de una sanidad perfecta, siendo
que yo tenía dolor en mi cuerpo.
Realice el descubrimiento de que yo había estado haciendo dos tipos de confesiones. Había estado
confesando la verdad absoluta de la Palabra de Dios, y al mismo tiempo, estaba haciendo una
confesión con relación a que yo no estaba siendo sanado. Si tú hubieras preguntado, “¿acaso tú crees
que por las heridas de Jesús tú has sido sanado?” Yo hubiera dicho, “si señor yo lo creo”.
Pero con mi siguiente aliento yo hubiera dicho, “pero el dolor todavía está ahí”. La segunda confesión
nulificaba la primera. En realidad yo tenía dos confesiones: primero, una confesión de mi perfecta
sanidad y redención en Cristo Jesús, y segundo, la confesión de que la redención y la sanidad no eran
un hecho consumado.
Entonces vino la gran batalla para poder ganar dominio sobre mi confesión, hasta qué tuve que llegar
a aprender a tener una sola confesión. Si yo confesaba que “mi Dios pues suplirá todas mis
necesidades”, yo no debo nulificar esa confesión por medio de decir, “si, Dios suple mis necesidades,
pero yo no puedo pagar la renta, y no puedo pagar el recibo del teléfono”. La fe mantiene firme la
confesión de la Palabra de Dios. El conocimiento de los sentidos mantiene firme la confesión de las
evidencias físicas. Si yo acepto la evidencia de lo físico, en contra de la Palabra de Dios, en cuanto a
mí concierne, estoy nulificando el poder de la Palabra de Dios. Pero si mantengo firme mi confesión
de que la Palabra de Dios es verdad, de que por las heridas de Jesús yo soy sanado, y de que mi Dios
pues suple todas mis necesidades. Y si yo mantengo firme esa confesión aún cuando estoy encarando
las contradicciones aparentes, de esa manera Dios está obligado a hacerme bien.
Muchos creyentes han fallado cuando las cosas se vuelven muy difíciles, debido a que han perdido su
verdadera confesión. Mientras que el sol estaba brillando en todo su esplendor, sus confesiones eran
vigorosas, fuertes y muy claras. Pero cuando las tormentas vinieron, las pruebas llegaron, y el
adversario estaba tomando ventaja sobre de ellos, ellos se rindieron en su testimonio.
Cada vez que tú confiesas enfermedad, debilidad y fracaso, tú magnificas al adversario por encima
del Padre Celestial, y tú estás destruyendo su propia confianza en la Palabra de Dios. Tú debes
mantener una firme confesión aún cuando estés encarando una aparente derrota. Tú debes mantener un
estudio constante de la Palabra de Dios hasta que éste es consciente de cuáles son tus derechos, y
entonces tienes que mantenerte firme creyendo en ellos.
Algunas personas realizan confesiones sin tener fundamento alguno. Entonces llega al adversario y
los golpea y los sacude terriblemente.
Tú debes buscar y encontrar cuáles son tus derechos. Por ejemplo, tú sabes que Dios ha dicho,
“ciertamente El llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestras dolencias”. Ahora tú ya puedes hacer tu
propia confesión. “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores”. Ahora tú ya puedes hacer tu
propia confesión. “Mayor es el que está en mi, que el que está en el mundo”. Ahora tú puedes hacer tu
confesión aquí mismo. Debes mantenerte firme en tu confesión a través de todas las circunstancias, ya
sean buenas o malas. Tú sabes que tu confesión está de acuerdo a la Palabra de Dios. En Apocalipsis
12:11, dice lo siguiente “y ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero, y a través de la
palabra de su testimonio”.
—E. W. Kenyon
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E. W. Kenyon
Confesiones equivocadas y confesiones correctas
Muy pocos cristianos han podido reconocer el lugar que las confesiones tienen en el esquema de
todas las cosas. Cada vez que la palabra “confesión” es usada, por instinto pensamos que se trata de
confesar pecado, debilidades y fracasos. Este es el lado negativo de este asunto.
El cristianismo el llamado “la gran confesión”. Confesar es afirmar algo que creemos. Significa
testificar algo que sabemos. Es testificar acerca de una verdad que hemos abrazado. La confesión tiene
un lugar muy importante en el cristianismo.
Jesús planeó que esta gran vida y amor le fueran dados. A través del testimonio, esto es, a través de la
confesión de nuestros labios. Los testigos y los confesores han sido los grandes líderes en la vida
revolucionaria que Jesús dio al mundo. El mayor problema que encaramos entonces, es poder conocer
qué es lo que debemos confesar. Nuestra confesión se centra alrededor de varias cosas: en primer
lugar, lo que Dios nos ha dado a través de Cristo Jesús. En segundo lugar, lo que Dios a través de la
Palabra y del Espíritu Santo nos ha dado. Y en tercer lugar, lo que somos ante el Padre en Cristo Jesús.
Y finalmente, lo que Dios puede hacer a través de nosotros, o lo que la Palabra de Dios puede hacer en
nuestros labios
Tú no puedes confesar o testificar acerca de cosas que no conoces. Es lo que has visto y lo que has
oído, lo que tiene importancia en una sala de la corte. Es lo que tú sabes personalmente acerca de
Cristo Jesús y acerca de quién eres tú en Cristo Jesús, que va a contar a final de cuentas. ¡Muy pocos
de nosotros tenemos la osadía de confesar lo que la Palabra de Dios declara que somos en Cristo
Jesús! Toma esta Escritura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí, son hechas nuevas” (2ª Corintios 5:17). ¡Qué cosa más revolucionaria sería que la
Iglesia pudiera hacer una confesión como esta! Ellos no sólo son pecadores perdonados—no sólo son
miembros pobres, débiles, estancados, pecadores de alguna iglesia. Ellos ahora son nuevas criaturas
creadas en Cristo Jesús con la vida de Dios, la naturaleza de Dios y la vida de Dios en ellos.
Qué cambio haría en la iglesia moderna que tú confesaras que eres absolutamente redimido. Efesios
1:7–8 dice, “En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las
riquezas de su gracia, que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento”.
Esto significaría que el dominio de satanás ha sido roto, y que él ha perdido su dominio sobre tu vida,
en el mismo momento en que tú te convertiste en una nueva creación. Tú recibiste a un nuevo Señor,
que es Cristo Jesús, para que reine sobre ti completamente. El dominio del diablo terminó y el
dominio de Jesús comenzó. Ni la enfermedad, ni los padecimientos ya no pueden tener señorío sobre
ti. Los viejos hábitos ya no pueden tener señorío sobre ti. Tú es una nueva creación creada en Cristo
Jesús.
Qué cambio significaría que esta Escritura se volviera una completa realidad, “no temas, porque yo
estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios; te voy a fortalecer; si, te voy a ayudar, te voy a
sostener con la diestra de mi justicia”. “Si Dios es por nosotros, ¿quien podrá contra nosotros?” Esta
es la cosa más revolucionaria que jamás ha sido enseñada. Esta es tu confesión tal y como tú te paras
delante del mundo. “Dios está conmigo esta mañana”.
En 1ª Juan 4:4 dice, “Hijos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que
está en vosotros que el que está en el mundo”. Tú puedes decir sin temor alguno, “Dios está conmigo
en este momento; ¡el Creador de toda la creación está dentro de mi!” ¡Qué clase de confesión es ésta!
Tú puedes encarar a la vida sin temor alguno. Tú ahora sabes que mayor es el que está en ti, que todas
las fuerzas que pueden ser traídas en contra de ti. Tú estás encarando deudas que no puedes pagar. Tú
estás encarando enemigos y no tienes la habilidad para conquistarlos Y sin embargo, tú los encaras sin
temor alguno.
Tú puedes decir triunfantemente, “ Él ha preparado mesa delante de mí en presencia de mis
enemigos. El unge mi cabeza con aceite”. Estoy lleno de gozo y de victoria porque Dios es el Señor
sobre mi vida; Él está peleando todas mis batallas. Yo no tengo miedo de las circunstancias porque
“todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. El no sólo es mi fuerza, sino también es mi mano derecha,
y Él es mi salvación; ¿de quién temeré? El pone a luz todos los problemas de la vida de tal manera que
yo pueda saber como actuar inteligentemente. El es mi salvación, y Él es mi liberación de toda trampa
que el enemigo prepara en contra mía, y de toda seducción en la cual el enemigo me quiere esclavizar
“Dios es la fortaleza de mi vida, ¿de quién temeré?” Yo no le temo a nada. Yo no tengo temor porque
este Dios Omnipotente está de mi lado. Esta es mi confesión continua.
Yo confieso que tengo una redención que Dios planeó y la trajo a mí en Cristo Jesús. Yo soy una
nueva creación, en la cual Él Mismo es el Autor y el Consumador de la misma. Yo poseo la justicia
que me permite estar de pie ante Su presencia, tal y como si el pecado nunca hubiera existido. Que no
sólo poseo justicia que ha sido reconocida a mi favor, pero poseo justicia que me ha sido impartida en
la nueva naturaleza que he recibido de Cristo Jesús. Yo he recibido la naturaleza de Cristo Jesús, Su
vida; y en Su vida y en Su naturaleza está la vida de Dios. Esto me hace justo tal y como Él es justo.
Esta es mi confesión. Esto me da valentía y valor en la oración. Esto edifica mi fe, y esto hace que mi
camino sea seguro. Ya no estoy atado por mis limitaciones debido a que he sido unido con el Dios que
no tiene límites. Jesús es la Vid y yo soy el pámpano. Y como pámpano yo debo llevar fruto debido a
que la Vid me está impartiendo la llenura de Su vida. Yo se que esto es real, porque esto se ha
convertido en la esencia misma de mi vida.
Yo se que yo amo, debido a que Él ha derramado Su amor en mi corazón a través del Espíritu Santo, y
yo puedo saber que Su naturaleza dentro de mí es amor. Su habilidad para amar me ha dominado por
completo, y ahora yo puedo amar en cualquier circunstancia que yo sea colocado. Puedo decir con
gozo, “el pecado no tiene potestad alguna sobre mi”. Ya no puede enseñorearse de mí. Las
circunstancias ya no pueden mantenerme cautivo, y tampoco pueden afectar mi habilidad hacia el
mundo. No sólo poseo la vida de Dios dentro de mí y este gran Espíritu Santo que levantó a Jesús de
entre los muertos dentro de mí, pero ahora también tengo el poder para usar el nombre de Jesús. Dios
me ha dado el derecho legal para poder usarlo. Mi confesión es que cualquier cosa que yo le pida al
Padre Celestial en el nombre de Jesús, El me lo va a dar. Él me ha dado el poder notarial. Yo estoy
usando ese poder para ayudar a los hombres. Estoy tomando el lugar de Jesús en este momento. El está
haciendo Su propia obra a través de mí. Jesús está viviendo Su propia vida en mí.
Jesús dijo, “en mi nombre echarán fuera demonios”. Yo estoy ejercitando mis derechos. Jesús dijo,
“en mi nombre pondrán manos sobre los enfermos y éstos sanarán”. Mis manos se convierten en el
instrumento a través del cual Jesús derrama Su vida. Yo estoy viviendo la vida abundante. Yo sé que
mis palabras son Sus Palabras. Sus Palabras son las que rompen el poder de la muerte, de los
demonios, y sanan a todos los enfermos, y Sus palabras hacen estas mismas cosas en mis labios. Esta
es mi confesión. Este es mi corazón, expresándose asimismo a través de palabras en mis labios. La
confesión es la forma en que la fe se expresa a través de mí.
La fe, igual que el amor, sólo se puede revelar a través de acciones y palabras. No puede haber fe si
no existe la confesión. La fe crece a través de tu confesión. La confesión hace varias cosas en el
creyente: Ubica al creyente. Compone los límites de su vida. Afecta poderosamente su espíritu, que es
el hombre interior, cuando el hombre realiza estas declaraciones. Por ejemplo, está la Escritura en
Romanos 10:9–10 que dice, “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que
Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la
boca se confiesa para salvación”.
Existen dos tipos de confesiones involucradas en el versículo que leímos anteriormente: en primer
lugar, está la confesión del señorío de Cristo Jesús. En segundo lugar, está la confesión de que se ha
convertido en la justicia de Dios, y que es salvo, y estas son confesiones positivas. La razón de que la
mayoría de los cristianos, aunque se merecen lo mejor de Dios, siguen estando débiles, es debido a
que nunca se han atrevido a realizar la confesión de lo que ellos son en Cristo Jesús. Lo que deben
hacer es encontrar quiénes son ellos en la mente del Padre Celestial—la forma como al Padre Celestial
los ve—y entonces confesarlo. Esto puede ser encontrado en las diferentes epístolas. Cuando tú
encuentras esto, tú puedes hacer tu confesión valientemente con relación a lo que la Palabra de Dios
declara que tú eres en Cristo Jesús. A medida que haces esto, se va a comenzar a multiplicar dentro de
ti. La razón de que tu fe se encuentra titubeante y amarrada con ataduras es porque nunca te has
atrevido a confesar lo que Dios dice que tú eres.
Debes recordar que tú fe nunca va a crecer más allá de tu confesión. Tu confesión diaria de quién es
el Padre Celestial en ti, de lo que Jesús está haciendo por ti a la diestra del Padre Celestial, y lo que el
poderoso Espíritu Santo está haciendo en ti, va a edificar una vida de fe sólida y positiva. Tú no vas a
tener miedo de ninguna circunstancia, de ninguna enfermedad, o de ningún tipo de condición. Tú vas a
poder encarar a la vida sin temor alguno—como un vencedor. Después de un tiempo, tú vas a
encontrar que Romanos 8:37 es verdad, “pero en todas estas cosas somos más que vencedores”. Tú
nunca te vas a convertir en un vencedor, a menos que tú lo confieses.
La confesión equivocada
Una confesión equivocada es la confesión de derrota, fracaso, y de la supremacía del diablo. El hecho
de hablar acerca de tu combate con el diablo, de la forma como él te tiene atado, y de la forma como él
te está manteniendo en ataduras, y manteniéndote enfermo, es una confesión de derrota. Esta es una
confesión equivocada, y este tipo de confesión glorifica a tu adversario. Es una declaración
inconsciente de que tu Padre Dios es un fracaso. La mayoría de las confesiones que escuchamos hoy
en día glorifican al diablo, destruyen la fe y te mantiene inmerso en tus ataduras.
La confesión de tus labios que ha crecido y salido como fruto de la fe está en tu corazón, va a derrotar
absolutamente al adversario. En cada combate la confesión de la habilidad del diablo para atarte y
para impedir que puedas tener éxito, le da a satanás dominio sobre ti, y te llena con temor y con
debilidad. Pero si tú confiesas valientemente la protección y el cuidado de tu Padre Celestial, y
declaras que El que está en ti es más grande que cualquier fuerza alrededor de ti, entonces, te vas a
levantar muy por encima de todas las influencias satánicas.
Cada vez que tú confiesas tus dudas y tus temores, tú estás confesando tus debilidades tus
enfermedades, y tú estás confesando abiertamente que la Palabra de Dios no es verdad, y que Dios ha
fallado en confirmarla. Dios declara que, “por Sus llagas tú has sido sanado”, y, “ciertamente Él llevó
nuestras enfermedades y sufrió nuestras dolencias”. En lugar de confesar que Cristo Jesús ha llevado
mis dolencias, y mis padecimientos, estoy confesando que todavía las tengo. Estoy tomando el
testimonio de mis sentidos, en lugar de estar tomando el testimonio de la Palabra de Dios. Mientras
que yo siga manteniéndome firme en mis confesiones de debilidad, enfermedad, y dolor, entonces voy
a seguir poseyéndolos. Tal vez me lleve años buscar algún hombre de Dios que oré una oración de fe
sobre mi, y tal vez no haya nadie disponible debido a que mi incredulidad destruye el efecto de su fe.
El creyente que siempre está confesando sus pecados y sus debilidades está edificando debilidades,
fracaso y pecado en su propia conciencia. “Si hemos pecado, cuando lo confesamos, Jesús es fiel y
justo para perdonar nos todos nuestros pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1a Juan 1:9).
Cuando este tipo de confesión ha sido realizado, nunca nos volvemos a referir a ello jamás. No se ha
convertido en historia del pasado, debido a que la historia puede ser recordada. Esto es como si nunca
hubiera existido. Nunca debemos recordarnos a nosotros mismos o al Señor Jesús de nuestras fallas o
de los errores de nuestro pasado. ¡Ya no existen! Si tú confiesas algo, debes de confesar que tú te
encuentras completo en Cristo Jesús—que lo que Dios ha dicho con relación a tus errores y fracasos es
absolutamente cierto. Nunca debemos confesar nuestros pecados a la gente. Tal vez debemos pedirles
que nos perdonen por ellos, pero entonces debemos de olvidarlos por completo. Nunca le digas a nadie
acerca de tus debilidades o acerca de tus fracasos o fallas del pasado. Ellos no los van a olvidar, y
algunas veces van a venir a recordártelos. Si tú se lo dices a alguien, que sea al Señor Jesucristo, y una
vez que se lo has dicho, entonces olvidado.
Atrévete a realizar tu confesión
Tú confiesas que Dios es el Señor de tu vida, y que Dios es el Señor por encima de cualquier
enfermedad, padecimiento, y por encima de satanás. Tú te mantienes firme con relación a tu confesión
del señorío absoluto de Jesús sobre todas las cosas que te puedan mantener atado, o que te puedan
impedir que disfrutes de la obra cumplida de Cristo Jesús. Ante la cara de cualquier necesidad, tú
debes confesar que el Señor Jesús es tu Pastor. Nada te faltará. (Esto siempre es en el tiempo
presente). Jesús es tu proveedor. Jesús es tu salud y tú fuerza. Jesús es la fortaleza de tu vida; ¿de
quién vas a temer?
Debes recordar que nunca debemos ir más allá de nuestra confesión. Tú vas a confesar la sanidad
basado en el fundamento de la Palabra de Dios, y entonces no va existir enfermedad para ti. Cuando
estés encarando el dolor y una herida abierta, tú confiesas que a través de las llagas de Cristo Jesús tú
has sido sanado, y tú te mantienes firme en tu confesión, no dudando, y sabiendo que “la Palabra de
Dios tiene poder”. La palabra “poder” explica “habilidad”—y es la habilidad para hacer el bien. Esa
Palabra de Dios te va a sanar si tú la confiesas continuamente. Tu cuerpo va a responder prontamente,
y tu espíritu va a obtener el señorío sobre tu cuerpo y sobre tu mente. Tu cuerpo va a obedecer a tu
confesión. “Dios envió su palabra y los sanó” (Salmo 107:20). Jesús era esa Palabra Viva. Ahora que
el nombre de Jesús y la palabra de Jesús se han convertido en tu sanidad, la confesión está
confirmando la Palabra de Dios. Es una confesión que confirma mi confianza en todo aquello que Dios
ya ha hablado.
Aquí hay varias confesiones que todo creyente debería hacer: Romanos 10:9–10 dice, “que si
confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los
muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para
salvación”. Confesamos el absoluto señorío de Jesucristo y la justicia absoluta que nos es impartida a
través de nuestra redención. Nos atrevemos a confesar delante de todo el mundo y delante del trono de
Dios, que Jesús ahora es nuestro Señor, y que hemos recibido la salvación, y nos hemos convertido en
la justicia de Dios en Cristo Jesús. Confesamos que ahora somos nueva creación, de la cual Cristo
Jesús es la Cabeza y el Señor. La Palabra de Dios ha tomado el lugar de Jesús en nuestra vida.
Debemos obedecer la Palabra de Dios como si obedeciéramos a Jesús si Él estuviera parado delante de
nosotros.
Una segunda confesión la podemos encontrar en 1a Pedro 5:7 que dice, “echando toda vuestra
ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros”. Confesamos que ya no tenemos
preocupaciones, ansiedades, y cargas. Ya nunca más vamos a permanecer postrados. Nunca más
vamos a estar incapacitados, ni faltos de preparación para la obra de la vida. Nuestras mentes están
completas y claras. Nuestro espíritu está libre. Nuestro testimonio tiene la unción del Espíritu Santo
sobre él, porque es el Espíritu Santo quien lleva cada carga, quien soporta cada problema, y quien
suple todas nuestras necesidades.
Una tercera confesión es la siguiente, “el Señor es mi Pastor, nada me faltará”. Yo no necesito dinero.
Yo no necesito salud o descanso. Yo no necesito fuerzas. Yo no deseo nada. Jesús es todo lo que yo
necesito. Esta es una realidad viviente. Que clase de vida es la que tengo. ¡Qué gran sentido de
seguridad, de poder y de victoria! Tú no tienes miedo de parte firme en lo que dice Filipenses 4:19,
“mi Dios pues, suplirá todas mis necesidades”.
Tú vas a hacer tu cuarta confesión en voz alta, diciendo que Isaías 53:3–5 es verdad. Cada
enfermedad, cada debilidad y cada enfermedad fue puesta en Cristo Jesús, y tu eres totalmente libre de
ellas. De la misma forma en que Jesús llevó tus pecados, El llevó también tus enfermedades. Tú estás
completo en Cristo Jesús. Estás libre de la carga, libre del poder, del dolor y del efecto de las
enfermedades. Esta confesión te da un cuerpo saludable, una mente clara, y un espíritu conquistador.
Tu quinta confesión es que 1a Corintios 1:30 es absolutamente verdad, “Mas por obra suya estáis
vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y
santificación, y redención”. Cristo Jesús hizo todas estas cosas para ti. Tú no necesitas orar pidiendo
sabiduría, tal y como Santiago les dice a los bebés en Cristo Jesús que hagan, porque Cristo Jesús es tu
sabiduría. Tú no tienes que pedir por justicia debido a que tú mismo te has convertido en la justicia de
Dios en Cristo Jesús. Tú no tienes que pedirle a Dios que te santifique, porque Dios mismo es tu
santificación. Tú no tienes que pedir por redención tuya, porque tú ya has sido redimido. Cristo Jesús
es tu redención. ¡Qué grande confesión podemos hacer ante todo el mundo!
En Hebreos 4:14 dice, “mantengamos firme la profesión de nuestra fe, o sea, nuestra confesión”.
Hemos podido encontrar en una gran medida lo que es nuestra confesión, pero hay mucho más que
tiene que ver con esto, y que tú puedes encontrar en este libro. El éxito que tú tengas y lo útil que tú
seas en el mundo va a ser medido a través de tu confesión, y a través de la persistencia que tú uses
para mantenerse firme en esa confesión bajo todas las circunstancias, o ante todas las opiniones de los
hombres. Nunca más vas a escuchar al temor, ni vas a escuchar a la voz de los sentidos. Tú vas a
permanecer firme en tu confesión, sabiendo que Dios no puede fallarte.
Existe un grave peligro en la doble confesión. Tú confiesas la fidelidad de Dios, la absoluta fidelidad
de la Palabra de Dios, pero al mismo tiempo tú estás confesando tu enfermedad. Tú confiesas tu
debilidad, falta de dinero, falta de habilidad. Tú has confesado que Dios es tu Proveedor, y que Dios es
tu Sanador. Tú has confesado que tú has sido sanado por medio de las llagas de Cristo Jesús. Pero
ahora tú estás hablando acerca de la falta de habilidad que tienes para hacer esto o aquello, debido a tu
enfermedad. Tú no puedes hacer las tareas de la casa, o no puedes ir a hacer tus negocios, porque tú no
eres capaz de hacerlo. Sin embargo tú has hecho tu confesión diciendo que Dios es la fortaleza de tu
vida y que por medio de las llagas de Cristo Jesús tú fuiste sanado. Tu confesión de enfermedad y de
padecimientos destruye lo que tú eres en Cristo Jesús o lo que Cristo Jesús es dentro de ti. Este es el
tipo más peligroso de todas las confesiones. Tú vas a encontrar que tú has sido entrenado tan
cuidadosamente para estar confesando todo lo equivocado, todas las fallas, todas las debilidades, todo
el pecado, todas las enfermedades y todas las necesidades, que de hecho, se va a requerir mucha
disciplina a través de la Palabra de Dios, para curarte de estos malos hábitos. Ahora tú tienes que
hacer tu confesión y tienes que mantenerse firme en ella.
2
Don Gossett
Poseo todo aquello que confieso
Yo confieso a Cristo Jesús como mi Señor (Romanos 10:9–10), y yo poseo salvación. Yo confieso
que “por las llagas de Cristo Jesús soy sanado” (Isaías 53:5), y yo poseo sanidad. Yo confieso “el Hijo
de Dios me ha hecho libre” (Juan 8:36), y yo poseo una libertad absoluta. Yo confieso “el amor de
Dios ha sido derramado en mi corazón por el Espíritu Santo” (Romanos 5:5), y yo poseo la habilidad
de amar a todos los demás. Yo confieso “los justos son valientes como leones” (Proverbios 28:1), y yo
poseo la valentía de un león para la guerra espiritual. Yo confieso “Dios no me dejará ni me
abandonará” (Hebreos 13:5–6), y yo poseo la presencia de Dios en cada paso que doy. Yo confieso “yo
soy el redimido del Señor” (Salmo 107:2), y yo poseo los beneficios de la redención todos los días. Yo
confieso “la unción del Santísimo habita en mí” (1a Juan 2:27), y yo poseo resultados que destruyen
todos los yugos, por medio de esta unción (Isaías 10:27). Yo confieso “en el nombre Jesús yo puedo
echar fuera a demonios” (Marcos 16:17), y yo poseo liberaciones dinámicas dominando a todo tipo de
diablos. Yo confieso “yo pongo mis manos en los enfermos y ellos sanarán” (Marcos 16:18), y yo
poseo sanidades positivas para todos los oprimidos. Yo confieso “soy un pámpano de la Vid Viviente”
(Juan 15:5), y yo poseo la vida de la Vid donde quiera que yo voy. Yo confieso “yo soy la justicia de
Dios en Cristo Jesús” (2a Corintios 5:21), y yo poseo la habilidad de permanecer libre en la santa
presencia de Dios, ¡y también de permanecer en la presencia del diablo como un vencedor! Yo
confieso “yo soy el templo del Dios Viviente” (2a Corintios 6:16), y yo poseo la presencia de Dios
habitando en mi, ¡y caminando conmigo! Yo confieso “mi Dios suplirá todas mis necesidades”
(Filipenses 4:19), y yo poseo las provisiones para todas mis necesidades.
3
E. W. Kenyon
Una confesión negativa
Muy pocos de nosotros nos damos cuenta que nuestra confesión nos encarcela. El tipo correcto de
confesión nos hace libres. No tiene que ver solamente con nuestra manera de pensar; consiste en
nuestras palabras, nuestra conversación, y todo esto edifica poder o debilidad dentro de nosotros.
Nuestras palabras se conviertan en las monedas del Reino de la fe. Nuestras palabras nos atrapan y
nos mantienen en cautividad, o nos hacen libres y nos convierten en personas poderosas que pueden
influenciar las vidas de otros. Lo que confesamos con nuestros labios es lo que realmente domina
nuestro ser interior. Confesamos inconscientemente todo aquello que creemos. Si hablamos acerca de
enfermedades, esto se debe a que creemos en enfermedades. Si hablamos acerca de debilidades y
fracasos, esto se debe a que creemos en debilidades y fracasos.
Es muy sorprendente la fe que tienen las gentes en las cosas equivocadas. Ellos creen firmemente en
el cáncer, en las úlceras del estómago, en la tuberculosis, y en muchas otras enfermedades incurables.
La fe que tienen en esa enfermedad se levanta hasta el grado donde domina todo aquello que hablan,
llegando a dominarlos a ellos por completo. Ellos llegan a convertirse en sus esclavos absolutos.
Ellos adquieren el hábito de confesar sus debilidades, y esa confesión añade fuerza a sus mismas
debilidades. Ellos confiesan su falta de fe, y por lo tanto se llenan de dudas. Ellos confiesan sus
temores y se convierten en personas más temerosas. Ellos confiesan su temor a la enfermedad, y la
enfermedad crece bajo su confesión. Ellos confiesan la necesidad de cosas que tienen, y por lo tanto
van edificando un sentimiento de pobreza que llega a ganar la supremacía en sus vidas.
Cuando nos damos cuenta que nunca podemos ir más allá de nuestra confesión, estamos comenzando
a llegar al lugar donde Dios puede comenzar a usarnos. Tú confiesas que por las llagas de Jesús tú has
sido sanado y, te mantienes firme en tu confesión, y ninguna enfermedad puede permanecer enfrente
de ti.
Ya sea que nos demos cuenta o no, siempre estamos sembrando palabras, tal y como Cristo Jesús lo
dijo en Lucas 8:11, “la semilla es la Palabra de Dios”. El sembrador salió a sembrar, y la semilla que
estaba sembrando era la Palabra de Dios. Esta es la semilla que nosotros deberíamos sembrar. Otras
personas están sembrando en nosotros semillas de conocimiento común, que tienen que ver con el
temor y con la duda.
Es cuando confesamos la Palabra de Dios, que declaramos con énfasis que “por las llagas de Cristo
Jesús yo he sido sanado” o “mi Dios suplirá todas mis necesidades” y que nos mantenemos firme en
nuestra confesión, que vamos a poder ver nuestra liberación total.
Nuestras palabras van a sembrar fe o van a sembrar duda en los demás. En Apocalipsis 12:11 declara
lo siguiente, “Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de
ellos”. Ellos lo vencieron con la Palabra de Dios que era el testimonio de ellos. Ellos conquistaron al
diablo con palabras. A la mayoría de enfermos que Jesús sanó durante su ministerio, los sanó usando
palabras. Dios creó el universo con palabras: palabras llenas de fe. Jesús dijo, “tu fe te ha hecho sano”.
Jesús le dijo al muerto Lázaro, “ven fuera”. Las palabras de Jesús levantaron al muerto. El diablo es
vencido por medio de palabras, y le podemos dar una golpiza usando las palabras.
Nuestros labios se convierten en el medio de transportación de la liberación de Dios, que viene desde
el cielo hacia las necesidades del hombre a quien la tierra. Nosotros usamos la Palabra de Dios.
Nosotros decimos “en el Nombre de Jesús, tú demonio, sal fuera de él”. Jesús dijo, “en mi nombre
echarán fuera demonios, en mi nombre pondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán”. ¡Y
todo esto se hace con palabras!
4
Don Gossett
La confesión precede a la posesión
Yo confieso, “todo aquel que clame el nombre del señor Jesús será salvo” (Romanos 10:13), y yo
poseo la salvación, porque yo he clamado el nombre del Señor Jesús. Yo confieso, “el Señor me
guardará de todo mal” (Salmo 121:7), y yo poseo la protección en contra de todas las formas del mal.
Yo confieso, “bienaventurados los que tienen un corazón puro, porque ellos verán a Dios” (Mateos
5:8), y yo poseo la seguridad de que voy a ver a Dios, porque la sangre de Cristo Jesús ha purificado
mi corazón.
Yo confieso, “El Señor dará fuerza a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz” (Salmo
29:11), y yo poseo fuerza diaria y una abundancia de paz. Yo confieso, “Bendito sea el Señor, que cada
día lleva nuestra carga, el Dios que es nuestra salvación” (Salmo 68:19), y yo poseo mi vida diaria
llena la de la bendición del Señor. Yo confieso, “Yo soy la luz del mundo: todo aquel que me sigue no
andará en tinieblas, sino que tendrá la lumbrera de la vida” (Juan 8:12), y yo poseo luz en el camino de
esta vida, porque yo estoy siguiendo a Jesús. Yo confieso, “Y Dios puede hacer que toda gracia abunde
para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda
buena obra” (2ª Corintios 9:8), y yo poseo toda la gracia, gracia en abundancia—gracia salvadora,
gracia sanadora, gracia bautizadora, y gracia suficiente. Yo confieso, “porque con Dios nada es
imposible” (Lucas 1:37), yo poseo todas aquellas cosas imposibles que se convierten en una realidad,
que yo estoy unido a Dios por medio de un nacimiento divino. Yo confieso, “Yo derramaré mi Espíritu
sobre toda carne” (Hechos 2:17), y yo poseo el Espíritu Santo derramándose sobre mi vida en forma
continua. Yo confieso, “Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras
transgresiones” (Salmo 103:12), y yo poseo la seguridad de que mis pecados han sido removidos muy
lejos de mí, ¡aleluya!
5
E. W. Kenyon
Nuestra confesión
Jesús evidentemente caminó a la luz de Su confesión. Jesús era lo que Él confesaba.
Es muy raro que no sabíamos antes, sino hasta muy recientemente, que la fe sigue las huellas de
nuestra confesión. Nuestra confesión edifica el camino sobre el cual la fe puede transportar toda su
carga poderosa. Tú vas a aprender que nunca puedes levantarte por encima de tu confesión. Nunca vas
a poder disfrutar las riquezas de la gracia, a menos que tú las confieses.
Tú vas a encontrar confesión acerca de quién es Jesús, acerca de lo que Jesús ha hecho por ti, y acerca
de quién eres tú en Cristo Jesús, y siempre va a preceder a Su revelación de Él Mismo.
La salvación sigue a la confesión. “Porque si confesares con los labios que Jesús es el Señor”. Lo
mismo es verdad con relación al hecho de recibir al Espíritu Santo. Nuestra sanidad sigue y viene
detrás de nuestra confesión.
Algunas personas tienen que “mantenerse firmes en su confesión” cuando enfrentan una aparente
derrota. Ellos rehúsan rendirse a las evidencias de los sentidos.
Tú vas a tener que aprender el peligro de una confesión doble; confesar por un momento la absoluta
integridad de la Palabra de Dios, pero al siguiente momento estar confesando que Dios no ha podido
realizarlo en tu caso particular.
Tu confesión es aquello que reta al mundo entero. Es aquello que les causa aventurarse en la vida de
la fe. El cristianismo es la gran confesión. Comienza con Jesús en Su propia confesión; y continúa en
nosotros por medio de valientes confesiones de la verdad declarada de la Palabra del Dios Viviente.
6
Don Gossett
Yo poseo lo que confieso
Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.
—Romanos 10:10
Yo poseo guía continua, porque yo confieso “el Señor los guiará continuamente” (Isaías 58:11).
Yo poseo vida eterna porque yo confieso “Mis ovejas oyen Mi voz y Yo les doy vida eterna” (Juan
10:27).
Yo poseo la paz de Dios porque yo confieso “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento
guardará vuestros corazones y mentes en Cristo Jesús Nuestro Señor” (Filipenses 4:7).
Yo poseo libertad de todo tipo de temores porque yo confieso “yo soy el Señor tu Dios que te
sostengo que tu mano derecha diciéndote no temas” (Isaías 41:13).
Yo poseo abundancia de bendiciones económicas porque yo confieso “aquel que siembra
abundantemente cosechará también abundantemente” (2ª Corintios 9:6).
Yo poseo ayuda sobrenatural en todo tipo de situaciones y circunstancias porque yo confieso “mi
socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121:2).
Yo poseo el bien porque yo confieso “Cede ahora y haz la paz con El, así te vendrá el bien” (Job
22:21).
Yo poseo paz con mis enemigos porque yo confieso “cuando los caminos del hombre le agradan al
Señor, él hace que aún sus enemigos estén en paz con él” (Proverbios 16:7).
Qué poseo la habilidad de ser una bendición positiva porque yo confieso “Así los salvaré para que
seáis bendición” (Zacarías 8:13).
Que yo poseo un sueño profundo asombroso durante la noche, porque yo confieso “Dios dará sueño a
sus amados” (Salmo 127:2).
Yo poseo la seguridad de que mi trabajo en Cristo Jesús es fructífero porque yo confieso “Por tanto,
mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo
que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1ª Corintios 15:58).
Yo poseo abundantes bendiciones como un buen hombre de fe, porque yo confieso “el hombre fiel
abundará con bendiciones” (Proverbios 28:20).
Yo poseo fuerzas para mi día, porque yo confieso “tan largo como tus días será tu reposo”
(Deuteronomio 33:25).
Yo poseo un honor especial de mi padre celestial porque yo confieso “si algún hombre me sirve, mi
Padre Celestial le honrara” (Juan 12:26).
7
E. W. Kenyon
El lugar que le pertenece a la confesión
La Iglesia nunca le ha dado a este tema vital un lugar dentro de sus enseñanzas y sin embargo, la
respuesta a las oraciones, el uso del nombre de Jesús, y la fe dependen de que hagamos una
declaración de ellos.
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el Apóstol y
Sumo Sacerdote de nuestra fe” (Hebreos 3:1).
El cristianismo es llamado nuestra confesión, y en Hebreos 4:14, nos dice que “mantengamos firme
nuestra confesión”. La antigua versión dice “profesión”, pero en el original griego significa testificar
una confesión de nuestros labios.
Tú entiendes Romanos 10:8–10, “Mas, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu
corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y
crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se
cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Tú puedes ver el lugar que la confesión
sostiene dentro de la salvación. Tiene este mismo lugar en nuestro caminar de fe.
El cristianismo es una confesión. Es nuestra confesión abierta de quienes somos en Cristo Jesús, y de
lo que Cristo Jesús es para nosotros. Nuestra fe se mide por medio de nuestra confesión. Nunca
podemos creer más allá de nuestra confesión. No es una confesión de pecado; es la confesión del lugar
que tenemos en Cristo Jesús, de los derechos legales poseemos, de todo aquello que el Padre Celestial
ha hecho por nosotros en Cristo Jesús, y de todo aquello que le Espíritu Santo ha hecho en nosotros a
través de la Palabra de Dios, y todo aquello que el Espíritu Santo es capaz de hacer a través de
nosotros. Existe un peligro muy grave en el hecho de tener dos tipos de confesiones. Una sería la
integridad de la Palabra de Dios, y la otra sería con relación a nuestras dudas y temores.
Cada vez que confesamos debilidades y fracaso, dudas y temores, bajamos al nivel donde ellos se
encuentran. Podemos estar orando muy ardientemente y muy sinceramente, declarando por medio de
nuestras oraciones toda nuestra fe en la Palabra de Dios, y sin embargo, en el siguiente momento nos
encontramos cuestionando si acaso Dios nos ha escuchado o no nos ha escuchado, y por lo tanto
confesamos que no tenemos las cosas por las cuales hemos orado. Nuestra última confesión destruye
nuestra oración.
Una persona me pidió que orara por su sanidad por él y entonces me dijo, “quiero que sigas orando
por mí”. Yo le pregunté qué era lo que él deseaba que yo orara por él. El dijo, “oh, siga orando por mi
sanidad”. Yo le dije, “la oración no va a tener ningún valor. Tú acabas de negar la Palabra de Dios”. La
Palabra de Dios dice “los que creen pondrán manos en los enfermos y éstos sanarán, y todo lo que
pidieran en Mi Nombre, Yo lo haré”. Yo oré una oración de fe y él la negó. A través de su confesión,
él anuló mi oración y destruyó el efecto de mi fe.
Tu confesión debe estar de acuerdo absolutamente con la Palabra de Dios, y tú has orado en el
nombre de Jesús, luego entonces, tú tienes que mantenerte firme en tu confesión. Es muy fácil poder
destruir el efecto de tu oración a través de una confesión negativa.
8
Don Gossett
Yo reconozco
Y ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz
por el conocimiento de todo lo bueno que hay en vosotros mediante Cristo.
—Filemón 6
Yo reconozco que “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive
en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Aceptar un hecho es confesar ese hecho, afirmarlo y dar
testimonio de ello. Nunca podré olvidar el día tan maravilloso cuando caminé de un lado para otro en
mi oficina afirmando una y otra vez, “¡Cristo vive en mi!” Y la vida que yo vivo ahora, la vivo a
través de la fe en el Hijo de Dios. ¡Es la fe victoriosa de Cristo Jesús por la cual yo realmente vivo!
Yo reconozco que “Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros” (Efesios 3:20). En Cristo Jesús, ese es el
poder que está obrando dentro de mí. ¿Qué es lo que ese poder está haciendo dentro de mí? Está
obrando más allá de toda abundancia, y por encima de todo aquello que podemos pedir o pensar.
Aleluya. Yo reconozco muy frecuentemente que el poder de Dios está obrando dentro de mí.
Yo reconozco que “todo lo que yo pida al Padre Celestial en el nombre de Jesús, el Padre me lo va a
dar” (Juan 16:24). ¡Esto ya es mío! ¡Es un privilegio bendito! ¡Aleluya! Yo le pido al Padre Celestial
en el nombre de Jesús, y todo tipo de cosas maravillosas comienzan a suceder. Yo reconozco este
hecho
Yo reconozco que “Mayor es Aquel que está dentro de mí, que aquel que está en el mundo” (1ª Juan
4:4). Yo reconozco continuamente que el Gran Creador está dentro de mí. El Gran Creador tiene
control sobre mí, y Él es mucho más grande que el enemigo que se encuentra en este mundo. Esto me
hace tremendamente dominante sobre todo tipo de circunstancias adversas, problemas, y ansiedades.
Yo reconozco que “Dios no me ha dado el espíritu de temor, sino de poder, y de amor, y de
templanza” (2ª Timoteo 1:07). Yo reconozco que dentro de mí está el espíritu de poder, de amor y de
templanza. Esto coloca mi fe al rojo vivo; yo reconozco que tengo estos espíritus correctos de poder,
amor, y de una mente templada ahora mismo. Yo reconozco que dentro de mí está la libertad, porque
le Espíritu Santo habita dentro de mí. “Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, hay libertad” (2ª Corintios 3:17). Yo nunca digo, “yo no siento libertad dentro de mí”. Dios
dice que le Espíritu Santo está dentro de mí, y debido a que el Espíritu Santo todopoderoso que
levantó de entre los muertos el cuerpo de Cristo Jesús se encuentra laborando dentro de mí, ese mismo
Espíritu Poderoso está produciendo libertad. Yo poseo la libertad del Espíritu Santo y de la misma
forma también soy un libertador, liberando a otros y haciendo que muchos lleguen a ser libres.
Yo reconozco que “el amor de Dios ha sido derramado en mi corazón por el Espíritu Santo”
(Romanos 5:5). Yo reconozco y admito que puedo amar con el mismo tipo de amor puro con el cual
Jesús amó a la humanidad necesitada, debido a que el amor de Dios ha sido derramado en mi corazón.
Esta es la razón de por qué yo soy conocido como un discípulo del Señor Jesús: “En esto conocerán
todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13:35).
Yo reconozco que “puedo poner mis manos en los enfermos y ellos sanarán” (Marcos 16:18). Jesús lo
dijo y esta es mi autoridad ritual sobrenatural, para poder ministrar la sanidad y el poder sanador de
Jesús a los enfermos y a los cuerpos debilitados. Y ellos van a sanar.
9
E. W. Kenyon
Las dos confesiones
Después de haber estado orando por una persona la otra mañana, ella quedó satisfecha, sintiendo que
había sido sanada perfectamente, pero ahora los síntomas han regresado, y su corazón se encuentra
perturbado. Ella se pregunta dónde es que está la dificultad de este problema.
Le pregunté a esta persona, “¿acaso le dijiste a tu marido cuando lo viste esa noche que tú habías sido
sanada?” “No, como usted puede ver, yo no estaba segura de esto todavía. Yo no quería decir nada a
nadie hasta que estuviera segura”. “¿Pero tú ya no tenías ningún dolor? ¿Había alguna molestia?” Yo
le pregunté. “Oh, todo eso se fue; pero usted sabe que yo tengo que ser muy cuidadosa. Mi marido es
muy escéptico, y yo no quería decirle a él que yo estaba sanada hasta que yo estuviera completamente
segura”.
Yo puedo ver dónde se encontraba la dificultad del problema. Ella no creyó completamente en la
Palabra de Dios. Si ella hubiera hecho esa confesión a su marido, la cosa que la afectaba nunca hubiera
regresado. Pero ella jugó poniendo todo esto en las manos del enemigo, y por lo tanto, el enemigo
restauró los mismos síntomas que ella ya había tenido, y trajo de regreso el dolor y las molestias. Esto
sucedió debido a que ella lo invitó a hacerlo. Si ella se hubiera atrevido a mantenerse firme en la
Palabra de Dios, y a mantenerse firme en su confesión de que había sido sanada, el enemigo no
hubiera tenido bases para poder aproximarse a atacarla de nuevo.
Nuestra fe o nuestra incredulidad va a ser determinada a través de nuestra confesión. Muy pocos de
nosotros nos damos cuenta del efecto que tienen nuestras palabras habladas por nuestro propio
corazón en nuestro enemigo. Él nos escucha que hacemos nuestra confesión de fracaso, enfermedad,
de necesidades, y aparentemente nuestro enemigo nunca lo olvida; y nosotros vamos
inconscientemente hacia abajo, al nivel de nuestra confesión. Nunca nadie puede levantarse por
encima de ello. Si tú confiesas enfermedad, vas a desarrollar enfermedades en tus sistemas. Tú
confiesas duda, las dudas se van a hacer más fuertes. Tú confiesas necesidades y falta de dinero, eso
va a detener al dinero para que no venga hacia donde tú te encuentras. Tú dices, “yo puedo entender
esto”. No. Debido a que a la mayoría de nosotros vivimos en el medio ambiente de los sentidos, las
cosas espirituales son extrañas para nosotros.
En el libro de Hebreos 4:14 se encuentra una palabra que debe convertirse en una realidad constante
“Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos
nuestra fe”. Nuestra confesión es que la Palabra de Dios no puede ser violada y, todo aquello que el
Padre Celestial dice siempre es verdad. Cuando dudamos al Padre Celestial, estamos dudando de Su
Palabra. Cuando dudamos de la Palabra de Dios, esto se debe a que creemos en algo diferente, y que es
contrario a la Palabra de Dios. Nuestra confianza puede estar en el poder de la carne; puede estar en la
medicina; puede estar en las instituciones; pero en cualquier otra cosa donde esté basada nuestra
confianza, esto contradice la Palabra de Dios, y por lo tanto destruye nuestra vida de fe. Destruye
nuestras oraciones. Hace que las ataduras regresen a nuestra vida.
La persona que camina por fe va a tener que ser probado. Y estas pruebas no vienen del Padre
Celestial; todas ellas vienen del adversario, y el adversario está rehusando permitir que tú te escapes
de que él. Tú te conviertes en una persona muy peligrosa para el adversario cuando tú te conviertes en
la persona suficientemente fuerte para poder resistirle—cuando tú has aprendido a confiar en la
habilidad del Padre Celestial para que todas tus necesidades sean suplidas. Cuando esto se ha
convertido en una realidad en tu conciencia, el adversario es derrotado totalmente.
Pero en tanto el adversario pueda confundir este asunto y mantenerte en un estado de duda, tú vas a
estar en una posición de desventaja. Tu confianza en la Palabra de Dios debe ser fortalecida para
hacerte saber “que ninguna Palabra de Dios volverá vacía” y que ninguna Palabra de Dios puede fallar.
No existe poder alguno en todo el universo que pueda nulificar una declaración que de hecho se
encuentre en la Palabra de Dios. Dios dijo, “Yo vigilo sobre Mi Palabra, para que Ésta se cumpla”. Y
nuevamente, “cualquiera que creyere en el Señor no será avergonzado”. Tu confianza tiene que estar
en la palabra de Dios, la cual es viva, irrefutable, y tú tienes que mantenerte firme en tu confesión,
cada vez que estés enfrentando los ataques del enemigo.
10
Don Gossett
“¡Declara éstas cosas continuamente!”
Tito 3:8
La palabra confesión tiene un significado positivo en la Biblia y significa estar afirmando lo que
Dios ha dicho en Su Palabra. Es estar testificando la declaración de la Palabra de Dios. Es ser testigo
de las verdades que han sido reveladas en este Libro. Hemos sido instruidos divinamente para que
“mantengamos firme nuestra confesión” tal y como lo dice en Hebreos 4:14, y nuevamente,
“mantengamos firmes la confesión de nuestra fe sin titubear: (porque Fiel es Aquél que lo prometió)”
(Hebreos 10:23). No sólo debemos mantener firme nuestra confesión de la Palabra de Dios, pero
debemos afirmar constantemente todas aquellas cosas que Dios nos ha revelado.
¿Que es la confesión? La confesión es decir lo que Dios ya ha dicho en Su Palabra con relación a
cierta cosa. Significa estar de acuerdo con Dios. Consiste en decidir la misma cosa que las Escrituras
dicen. Mantener firme nuestra confesión es decir lo que Dios ya ha dicho una y otra vez, hasta que
aquella cosa que deseamos en nuestro corazón y que Dios ha prometido en Su Palabra, se llegue a
manifestar por completo. No existe tal cosa como posesión sin haber habido confesión.
Cuando llegamos a descubrir los derechos que tenemos en Cristo Jesús, debemos comenzar a afirmar
todas esas cosas constantemente. Debemos testificar de ellos. Debemos ser testigos de estos hechos
bíblicos gigantes. O por decirlo de otra manera, tal y como Pablo lo refiere en Filemón 6, “Y ruego
que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en
vosotros mediante Cristo”.
De nuestros labios deben salir continuamente todo tipo de afirmaciones de verdad. Debemos
mantenernos firmes en ellas sin titubear. El castigo por dudar de nuestra confesión, consiste en que
nos negamos a nosotros mismos las promesas de Dios y el cumplimiento de ellas. “Pero que pida con
fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de
una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6–7).
“Díganlo los redimidos del Señor, a quienes ha redimido de la mano del adversario” (Salmo 107:2).
“Regocíjense y alégrense en ti todos los que te buscan; que digan continuamente: ¡Engrandecido sea
Dios! los que aman tu salvación” (Salmo 70:4).
¿Cuáles son las cosas que tenemos que afirmar constantemente? Debemos afirmar las Escrituras
positivas que revelan las buenas cosas que existen dentro de nosotros en Cristo Jesús. Hay cientos de
afirmaciones poderosas que podemos hacer continuamente, a medida que hablamos y declaramos el
lenguaje de las Escrituras.
Afirma éstas cosas constantemente:
Dios es exactamente quien Él dice que es.
Yo soy exactamente quien Dios dice que soy.
Dios puede hacer exactamente lo que Él dice que puede hacer.
Yo puedo hacer todo aquello que Dios dice que puedo.
Dios tiene todo aquello que Él dice tener.
Yo tengo exactamente lo que Dios dice que tengo.
11
E. W. Kenyon
Nuestra conversación
Muy pocos de nosotros nos damos cuenta del efecto que nuestra conversación tiene sobre nuestro
espíritu. Cuando tú pretendes ser algo que no eres, y tú te pones a hablar con mucha palabrería acerca
de ello, esto edifica o forma una debilidad dentro de tu espíritu. Es como un pedazo de putrefacción en
la viga o estructura de un edificio.
Por decirlo de otra manera, tu conversación puede estar llena de desaliento, y tú estás hablando
acerca de todos tus fracasos y de tu inferioridad eventualmente, te va a robar todo tipo de iniciativas, y
vas a encontrar muy difícil poder levantarte por encima de esa actitud mental.
Por el otro lado, tú hablas la verdad acerca de quién eres en Cristo Jesús. Tú le confiesas a tus amigos
o a tus enemigos lo que Dios significa para ti, y acerca de tu unión con Dios, y que de hecho, tú eres
socio con Dios, y que Él es quien te sostiene y Quien te provee las finanzas para hacer todas tus cosas.
Tú le das a Dios todo el crédito por Su habilidad, Su sabiduría, y tú te atreves a confesar todo esto
valientemente, teniendo confianza de que vas a tener todo tipo de éxito, por medio de la gracia de
Dios.
La confesión valiente y continua de Jesús es nuestro mejor ejemplo. Nosotros somos aquello que Él
propuso que seamos. Jesús confesó Quién era Él. El conocimiento basado en los sentidos no podía
entenderlo. Debemos confesar que somos en Cristo Jesús. Los hombres que se basan en sus sentidos
no van a poder entendernos. Tú confiesas que has sido redimido, que tu redención es una realidad
actual, y tú has sido liberado del dominio de satanás y de la autoridad demoníaca, y todo esto se
convierte en una confesión muy valiente que tú debes hacer. Tú confiesas que de hecho eres una nueva
creación, creado en Cristo Jesús, y que tú eres participante de la vida y naturaleza misma de la Deidad,
y este tipo declaración va a asombrar a tus amigos. No basta con confesar esto una sola vez, pero
diariamente tienes que estar afirmando la relación que tienes con Dios, confesando su justicia, y tu
habilidad para poder estar en la presencia de Dios, siendo completamente libre de cualquier
sentimiento de culpa o de inferioridad.
Atrévete a pararte firme en la presencia de hechos que tienen que ver con el sentido común, ¡y
atrévete a declarar que tú eres lo que Dios dice que eres! Por ejemplo, el sentido común declara que yo
estoy enfermo con una enfermedad incurable. Yo confieso que Jesús ya ha puesto esa enfermedad en
Cristo Jesús, y que el diablo no tiene derecho alguno a poner esto en mi; y que, “por las llagas de
Cristo Jesús yo he sido sanado”. Yo me mantengo firme en mi declaración ante la realidad aparente de
la contradicción del sentido común. El sentido común dice que esto no es cierto, y dice que yo estoy
confesando algo que no es cierto. Pero yo estoy confesando lo que Dios dice que es.
Como puedes ver, existen dos tipos de verdad: la verdad del sentido común, y la verdad de la
revelación; y ellas normalmente se oponen la una a la otra. Yo vivo en el nuevo medio ambiente, que
está muy por encima de los sentidos, y por lo tanto me mantengo firme en mi confesión de que yo soy
lo que la Palabra de Dios dice que soy.
Vamos a suponer que mis sentidos me han revelado el hecho de que me encuentro en una gran
necesidad económica. La Palabra de Dios declara, “ mi Dios pues, suplirá todas las necesidades que
ustedes tengan”. Yo le digo a Dios lo que los sentidos han tratado de imponerme, y Dios sabe que mis
expectativas están puestas en Él. Yo rehúso ser intimidado a través de las evidencias de los sentidos.
Yo rehúso que mi vida sea gobernada por ellos. Yo se que Aquel que está en mi es más grande que
todas las fuerzas que me rodean. Las fuerzas que están en oposición son las fuerzas de los sentidos. El
poder que está en mi es el Espíritu Santo; y yo se que las fuerzas espirituales son mucho más grandes
que las fuerzas que se encuentran en el medio ambiente de los sentidos. Yo mantengo mi confesión y
declaración de los valores espirituales, de las realidades espirituales, cada vez que encaró las
contradicciones de los sentidos.
12
Don Gossett
Conviértete en tu propio edificador
No te atrevas a leer estos párrafos en voz baja. Deben ser leídos solamente en voz alta tú estás
edificando tu propia fe, porque “la fe viene a través del oír de las Palabras de Dios”. Comienza ahora
mismo, y conviértete en tu propio “edificador de fe”.
“Yo soy una nueva criatura en Cristo Jesús. Si eso soy yo. ¿Qué significa esto? Significa que en el
momento en que yo recibí a Cristo Jesús como mi Salvador Personal y el Señor de mi vida, yo nací
dentro de la familia real de Dios. Yo soy un hijo de Dios. Dios ahora me ha creado en Cristo Jesús.
Dios ha puesto una nueva vida dentro de mí. Yo he nacido de arriba, nacido del Espíritu Santo. Todo
lo que Dios crea es bueno. Yo no arruino mi vida, porque mi vida está en Cristo Jesús. Dios me creó, y
no fui creado por mí mismo. Yo soy aquello que Dios propuso que yo fuera—una nueva criatura. Yo
no voy a menospreciarme a mí mismo, porque yo estoy en Cristo Jesús, y en Cristo Jesús, he obtenido
una nueva vida. Mi vida antigua ha desaparecido. Yo soy un ciudadano del nuevo reino y mi
ciudadanía está en los cielos. “Si llegas a ver un ángel, pregúntale y él te dirá que mi nombre está
escrito en los cielos. Maravilla de maravillas, es que soy una nueva creación en Cristo Jesús. Creado
por Dios, y obra de Sus propias manos. Dios ahora está trabajando dentro de mí para que yo pueda
llegar a hacer Su voluntad, la cual es agradable y perfecta. ¿Qué es lo que Dios está haciendo dentro de
mí? ¡Dios me está edificando! Dios me está haciendo fuerte en la fe. ¿Cómo es que Dios está haciendo
esto? ¡Lo está haciendo por Su Propia Palabra!
“Yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús. ¿Cómo es que sé esto? Porque 2ª Corintios 5:21 es una de
las más grandes declaraciones, entre otras que me afirma este hecho. Ahora yo ya soy justo en Cristo
Jesús. No sólo soy una nueva criatura en Cristo Jesús, sino que también soy justo en Cristo Jesús.
¿Qué significa ser justo? Significa que yo poseo la habilidad divina para poder permanecer en frente
de la presencia santa de Dios sin tener ningún sentido de culpa o indignidad. Significa que Dios me ha
hecho justo con Su propia justicia. Yo puedo estar delante de Dios sin tener ningún sentido de que no
soy digno. Así que ahora que ya soy completo en Cristo Jesús, y también soy completamente libre de
aquel viejo complejo de inferioridad que alguna vez me mantuvo cautivo. ¡Aleluya!
Yo he sido redimido del reino de las tinieblas y he sido trasladado al reino del Amado Hijo de Dios.
Anteriormente yo permanecía cautivo en el medio ambiente de la oscuridad espiritual. El diablo era
mi señor y mi dueño. Yo estaba encadenado, atado condenado por toda la eternidad en el infierno.
Pero entonces, Jesucristo vino, y rompió todas esas ataduras, liberando mi alma de la condenación
eterna, y me dio Su vida eterna. Y ahora me encuentro en ese gran reino donde Jesús reina como el
Señor de los señores y como el Rey de todos los reyes. Jesús me invita para que me una a Él justo ahí
en Su trono. Yo reinó con Cristo Jesús en la vida. Si, yo soy redimido. Una vez yo solía vivir bajo las
ataduras horribles del diablo. El pecado era mi dueño. Yo vivía para agradar a la carne. Pero ahora en
este nuevo reino, el pecado no tiene dominio sobre mí. En el antiguo reino de oscuridad, yo viví bajo
el poder de la enfermedad, del temor, de la pobreza y del fracaso. Yo fui atado por poderes inmundos.
Pero ahora, a través de la sangre de Cristo Jesús, yo he sido liberado completamente. Yo puedo decir
con confianza, “adiós a la enfermedad, adiós al temor, adiós a las carencias, adiós a las debilidades.
¡Ahora soy completamente libre!” Ahora vivo en un nuevo reino, que es el reino celestial, donde
existe la vida, la luz, la libertad, el gozo, la paz, la salud, la seguridad, la bendición y todo el poder.
¡Qué gran redención es la que tengo! ¡Qué gran Redentor tengo!
“Yo soy un heredero de Dios, y un coheredero con Cristo Jesús”. Ser salvo no es una cosa de poca
importancia. Yo he recibido una herencia muy valiosa. Yo sido bendecido con todo tipo de
bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Mi Padre Celestial me ama tal y
como Él ha amado al Señor Jesucristo. Mi maravilloso Padre Celestial es más grande que todo lo que
existe. Él me ama con un amor eterno. Si, yo soy bendecido con lo mejor del cielo.
Mi Señor Jesucristo dijo, “yo soy la vid y vosotros son los pámpanos”. Ésta es la manera tan estrecha
y cercana en que estoy vinculado con Cristo Jesús. Él es esa Vid Viviente, y yo soy una de las ramas
de esa Vid. Esa misma vida, amor, gozo, paz, poder, sabiduría y habilidad que fluye de la Vid, fluye
también hacia las ramas. Donde quiera que yo, vaya como rama, ¡la vida de la vid fluye!
“Yo tengo la vida de Dios en mi cuerpo mortal actualmente, y no sólo cuando yo llegue al cielo, pero
ahora mismo, mi espíritu ha sido avivado, y por lo tanto yo vivo y me muevo y tengo mi ser en Cristo
Jesús. Yo tengo lo que Dios dice que tengo. Yo puedo hacer lo que Dios dice que puedo hacer. Yo soy
lo que Dios dice que soy.
“Yo _________________________, afirmó que todos los hechos anteriores han sido establecidos
para siempre en los cielos, y ahora son establecidos en mi corazón. Yo voy a declararlos
continuamente, con toda valentía, y voy a “poseer todo lo que me pertenece” en Cristo Jesús”.
13
E. W. Kenyon
La confesión de fe
La confesión de fe siempre resulta en una confesión gozosa. Confiesa que tenemos el dinero aún
antes de que éste llegue. Confiesa una salud perfecta aún cuando el dolor todavía está en el cuerpo.
Confiesa una victoria total mientras que la derrota todavía lo mantiene a uno cautivo.
Tu confesión está basada sobre la Palabra Viva de Dios. “Yo sé en quién he creído, y estoy
convencido de que Dios no sólo es capaz de hacer buenas cosas, sino que Dios está haciendo buenas
cosas en este momento en mi vida”.
Yo tuve la oportunidad de orar por una persona que estaba muy enferma. Después de que había
terminado de orar, la persona dijo, “yo se que me voy a mejorar”. Yo sabía que habíamos sido
derrotados, yo le dije a ella, “¿Cuándo es que tú vas a sanar?” Ella dijo, “yo no sé cuándo, pero yo sé
que lo haré, porque la Palabra de Dios no puede fallar”. Yo dije, “no, pero tú le has fallado a la Palabra
de Dios. La Palabra de Dios es ahora, la fe es ahora; ¿acaso la Palabra de Dios está siendo verdadera
en tu caso?” Ella dijo, “sí, de hecho es verdad”. “Entonces”, yo le dije, “por las llagas de Jesucristo ¿tú
has que?” Ella pudo verlo. “Por las llagas de Jesucristo yo he sido sanada”. Yo le dije, “¿cuándo?” Ella
dijo, “ahora mismo”. Yo le dije, “en ese caso, debes levantarte y vestirte”.
Yo recuerdo un hombre de avanzada edad en el pueblo de Fredericton, New Brunswick, que era un
diacono de la iglesia bautista de la localidad, y vino con una pulmonía doble. Varios de los pastores
locales y yo fuimos a orar por él. Yo lo ungí con aceite y oramos por él. Después de que acabamos de
orar, él dijo con una voz muy fuerte, “esposa, dame mi ropa, me voy a levantar”. Ese fue un gran gozo
al verlo actuar en la Palabra de Dios. Cuando confesamos la Palabra de Dios con gozo, esto trae
convicción para todos los oyentes. En Romanos 10:10 dice, “porque con el corazón el hombre cree”.
Me gusta traducirlo de esta manera, “porque con el corazón, el hombre actúa basado en la Palabra de
Dios”. El corazón actúa, y eso mueve los labios para que hagan la confesión.
Un corazón que está lleno de duda es un corazón que está gobernado por los sentidos. Una confesión
valiente viene de un corazón que está gobernado por la Palabra de Dios. La Palabra de Dios domina la
vida del corazón y entonces la persona habla tal y como lo hizo Pablo, “yo sé en Quién he creído”.
Mientras que Pablo estaba parado en la cubierta de aquel barco en medio de esa tormenta tan
horrible, él dijo, “yo creo en Dios”. Entonces, él les dijo a todos esos hombres que no sabían qué
hacer, “cada uno de ustedes va a llegar a tierra a salvo, pero el barco se va a perder”. El dijo, “vengan,
vamos a comer el desayuno”. Pablo partió el pan y dio gracias en medio de todos ellos. El es dio a
todos ellos algo mucho más que sólo pan, él les dio el valor que necesitaban Pablo tenía una confesión
gozosa la cual estaba llena de fe. Sólo un corazón que ha sido nutrido con la Palabra de Dios puede
permanecer firme bajo estas circunstancias tan difíciles.
Cuando sabemos que la Palabra de Dios nos está hablando en este momento, no es difícil poder actuar
basados en ello. En el Salmo 82 declara que “la Palabra de Dios ha sido establecida en los cielos”.
Cuando yo leí eso, pude ver que debía ser establecida en mi corazón. Yo ya no iba a tratar de
conformarme con nada menos que esto. Yo sabía que ninguna Palabra de Dios iba a quedar sin
cumplimiento. Nunca más iba yo a tener miedo de actuar basado en la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios se convirtió en algo más real para mí y cualquier palabra que cualquier hombre
jamás me hubiera dicho. Mis labios se llenaron con risa, y mi corazón fue lleno con gozo y de esta
manera tuve una confesión victoriosa.
Cuántas veces he tenido que ver la confesión titubeante de alguien que camina en el fracaso, y de la
misma manera, la confesión gozosa de alguien que camina en una total y completa victoria. Cuando
actuamos sin temor alguno, basados en la Palabra de Dios, y gozosamente echamos todas nuestras
preocupaciones en Dios, la victoria es algo tan seguro como el hecho de que el sol va a salir al día
siguiente.
14
Don Gossett
Caminando con Dios por medio de concordar con Dios
Cómo puedo caminar verdaderamente con Dios, a menos que esté completamente de acuerdo con
Él? Estar de acuerdo con Dios significa decir las mismas cosas que Dios dice en Su Palabra acerca de
la salvación, acerca de la sanidad, acerca de las respuestas a las oraciones, y acerca de una vida
victoriosa.
Yo estoy de acuerdo con Dios en el hecho de que yo soy quien Dios dice que soy: soy un hijo de Dios
nacido del cielo. Soy una nueva criatura en Cristo Jesús. Soy más que vencedor a través de Cristo
Jesús. Yo jamás puedo estar de acuerdo con el diablo que me dice que “no soy suficientemente
bueno”, que soy un fracaso, que soy un debilucho, y que soy un perdedor. ¡Yo estoy de acuerdo con
Dios y jamás puedo estar de acuerdo con el diablo!
¿Cómo puedo caminar con Dios en todo poder, en todas sus bendiciones, y ser usado por Él? Por
medio estar de acuerdo con Dios en el hecho de que poseo lo que Dios dice que poseo: Su nombre, Su
naturaleza, Su poder, Su autoridad, Su amor. Yo estoy de acuerdo con Dios acerca de lo que Dios dice
que poseo—¡en Su Palabra!
“Enoc caminó con Dios”, y yo hago lo mismo, por medio de estar de acuerdo en el hecho de que he
recibido la habilidad para hacer todo aquello que Dios dice que yo puedo hacer: testificar con poder,
echar fuera demonios, ministrar Su poder sanador. “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece”.
¡Yo estoy de acuerdo con Dios acerca de qué puedo hacer todo aquello que Dios dice—en Su Palabra
—que yo puedo hacer!
Si yo hablo solamente lo que mis sentidos dictan, yo no voy estar de acuerdo con Dios. Tiene que ser
el hecho de hablar “solamente la Palabra de Dios”, por medio de lo cual yo me pongo de acuerdo con
Dios. Tiene que ser “la confesión de fe” que se va a constituir en mi victoria.
Para poder caminar con Dios, yo no estoy de acuerdo con el diablo. Jesús dijo…por medio de
declarar valientemente “está escrito”. Yo resisto al diablo por medio de la Palabra de Dios.
Diariamente yo camino con Dios por medio estar acuerdo con Dios y con la Palabra de Dios. “Porque
Dios lo dijo… yo puedo decirlo valientemente” (Hebreos 13:5–6).
15
E. W. Kenyon
La realización sigue a la confesión
Nosotros caminamos a la luz de nuestro testimonio—nuestra fe nunca va más allá de nuestra
confesión. La Palabra de Dios se convierte en algo real a medida confesamos Su realidad, y la razón
de esto es que, “caminamos por fe y no por vista”.
El conocimiento de los sentidos podría confesar solamente aquello que ha sido visto, oído, o sentido.
Las gentes que siempre están en busca de experiencias, continuamente caminan basados en su
sentidos. El diablo le tiene mucho miedo a nuestro testimonio de la realidad de la Palabra de Dios. “Si
tú confesarás con tu boca”, y esto hace reaccionar nuestro corazón de la misma manera como
reacciona cuando hablamos y confesamos dudas a través de nuestros labios, y esto produce una
reacción de nuestro corazón. Cuando tú hablas de tus dudas y temores, tú destruyes tu fe. Cuando tú
hablas acerca de la habilidad del Padre Celestial, y acerca del hecho de que esto te pertenece, tú llenas
tus labios con alabanza por todas las respuestas que has recibido a tus oraciones. Esta reacción en el
corazón es algo tremendo: la fe va a crecer, paso a paso, y medida a medida.
Cuando tú hablas acerca de tus pruebas y tus dificultades, o acerca de la falta de fe que tienes, o
acerca de tu falta de dinero, tu fe es sacudida y pierde su poder. Toda tu vida espiritual se va a reducir.
Pero tú estudias acerca de quién eres en Cristo Jesús, y entonces lo confiesas valiente y abiertamente.
Tú te atreves a actuar basado en la Palabra de Dios, encarando la oposición del conocimiento de los
sentidos. Sin importar las apariencias, tú te mantienes firme; tú haces tú confesión y te mantienes
firme en ello encarando las aparentes imposibilidades. Como puedes ver, la fe no va a pedir cosas
posibles. La fe consiste en pedir que se realice lo imposible. La oración nunca es para las cosas que
son posibles, sino que siempre va a hacer pidiendo aquella cosa está fuera de la razón. Es Dios quien
obra con nosotros, dentro de nosotros, y a favor de nosotros. “¿Cómo no nos dará también todas las
cosas?” Como puedes ver, tú estás entrando al ámbito de lo imposible, de la misma manera como lo
hizo Abraham cuando él le pidió a Dios por un hijo.
No estás pidiendo por algo que puedas hacer por ti mismo, sino que está pidiendo por algo que va
más allá del razonamiento. Entonces, tú rehúsas tomar el consejo del temor o mantener las dudas en tu
mente. Las batallas más duras que yo jamás he peleado han sido en estos terrenos. Las batallas más
grandes que yo jamás he ganado han sido aquellas donde las cosas parecen imposibles, donde había la
más grande oposición, y donde la razón era desacreditada completamente por la fe. Yo me mantuve
firme en mi confesión y la Palabra de Dios fue hecha realidad. Confiesa su dominio sobre todas las
enfermedades en el Nombre de Jesús. Nunca te sientas atemorizado por cualquier condición, sin
importar qué tan grande o qué tan imposible sea el caso que enfrentas. Puede tratarse de cáncer,
tuberculosis, o de un accidente en el cual la muerte parece ser la dueña de la situación. Nunca te rindas
ante estas cosas. Tú debes saber que tú y Dios son los dueños de toda situación. Nunca jamás, ni por
un solo momento, debes perder la confesión de tu supremacía sobre las obras del adversario. Esta
enfermedad, esta calamidad no viene de Dios. Tiene una sola fuente de origen y es el diablo. Y en el
nombre de Jesús, tú tienes el control sobre ello. Tú has tomado el lugar de Jesús; tú estás actuando en
representación de Jesucristo.
Tú mantienes tu posición sin temor alguno; confiesas la habilidad que tienes en Cristo Jesús para
suplir y confrontar cualquier emergencia. Siempre debes recordar que Jesús enfrentó a la derrota y la
venció completamente. Tú estás encarando la derrota como el vencedor de ella continuamente. Nunca
te rindas. Mantén tu posición firmemente. Una forma de traducción de Filipenses 1:27–28: “permite
que tu vida como miembro de una misma comunión sea digna de las buenas nuevas del Mesías, para
que, ya sea que yo venga a visitarlos, o que tenga que permanecer lejos de ustedes y solamente oiga
noticias acerca de ustedes, yo pueda saber es ustedes están trabajando denodadamente, hombro con
hombro, por la fe de las buenas nuevas; y que no son intimidados en ninguna forma por sus
adversarios. El fracaso de sus adversarios para poder intimidarlos a ustedes, es una clara evidencia—y
de hecho, es una señal de Dios—para ellos, acerca de que su destrucción es inminente; pero para
ustedes, de que la salvación les pertenece”.
Esta posición sólida de la cual se habla en Colosenses 2:5 “porque aunque estoy ausente en el cuerpo,
sin embargo estoy con vosotros en espíritu, regocijándome al ver vuestra buena disciplina y la
estabilidad de vuestra fe en Christo” es la posición firme que presentas ante tus enemigos. Tú no
puedes ser vencido. El espíritu está murmurando, “no, en todas estas cosas yo soy más que vencedor”.
Toda enfermedad viene del enemigo. Toda clase de pecado viene del enemigo. Toda oposición a las
buenas nuevas viene del enemigo. Dios y yo somos vencedores. Más grande es Aquel que está en mí
que toda esta oposición o que esta enfermedad. No existe necesidad alguna que sea más grande que mi
Señor. No existe necesidad alguna que mi Dios no pueda suplir. Esta voluntad indomable que Dios ha
puesto en ti no puede ser vencida ni conquistada. Tú debes recordar lo que tú eres—tú eres una nueva
criatura. Es una rama que pertenece a la vid. Tú eres heredero de Dios. Tú has sido unido con Dios. Tú
y Dios son uno solo; y Dios es la parte más grande de esta unidad. No existe tal cosa como un Dios
conquistado, cuando Su instrumento que eres tú, rehúsa admitir que el enemigo pueda vencerlo. Tú
eres ese instrumento. “Yo he aprendido que en cualquier circunstancia en que me encuentre, yo me
encuentro independiente de todas las circunstancias” (Filipenses 4:11, versión de Way).
Derrotado con tus propios labios
Tú dijiste que no podías, y en el momento en que lo dijiste está derrotado. Tú dijiste que no tenías fe,
y la duda se levantó como un gigante dentro de ti. Tú has sido hecho prisionero con tus propias
palabras. Tú declaraste fracaso, y el fracaso te tomó prisionero. Proverbios 6:2 dice, “tú has sido
enlazado con las palabras de tu boca”. Muy pocos de nosotros nos podemos dar cuenta que nuestras
palabras nos dominan.
Un hombre joven dijo una vez, “nunca fui derrotado hasta el momento en que confesé que ya había
sido derrotado”. Otro hombre dijo, “en el momento en que comencé a hacer una confesión valiente,
llena de confianza, un nuevo valor que nunca había conocido tomó posesión de mi”.
Otra joven madre dijo, “mis labios han sido una maldición constante. Nunca he sido capaz de obtener
dominio sobre mis labios”.
Otra mujer dijo el otro día, “yo siempre hablo lo que está en mi mente”. Ella tiene muy pocos
amigos. Lo único que hace que la gente la visite es la pena que sienten por ella. Sus labios han sido su
maldición. No es tan malo hablar lo que está en tu mente si es que tú tienes la mente de Cristo Jesús,
pero mientras tú tienes una mente que es dominada por el diablo, muy pocas gentes tienen interés de
escuchar lo que tienes en mente.
Nunca temas al fracaso.
Nunca declares derrota.
Nunca, ni por un momento admitas que el poder de Dios no puede ayudarte. Debes convertirte en una
persona “que tiene la mente de Dios”, recordando siempre que es más grande Aquel que está en ti, que
cualquier fuerza que pueda venir en contra tuya; recordando también que Dios creó todo el universo
con palabras; y esas palabras son mucho más poderosas que los tanques o que las bombas, y son
mucho más poderosas que un ejército o que las Fuerzas Armadas.
Debes aprender a usar las palabras de tal manera que ellas trabajen a favor de ti y se conviertan en sus
sirvientes. Debes aprender que tus labios te pueden convertir en un millonario o en un pordiosero; en
alguien que la gente quiere, o en alguien que la gente desprecia; en un vencedor o en un cautivo.
Tus palabras pueden ser llenas de fe, la cual puede remover los cielos y hacer que los hombres te
quieran. Debes recordar que tú puedes llenar tus palabras con amor, de tal manera que sean capaces de
derretir el corazón más frío, que puedan traer calor y sanidad a los corazones quebrantados y a las
personas desanimadas. En otras palabras, tus palabras se pueden convertir en todo aquello que tú
desees que sean. Tú puedes hacer que tus palabras rimen. Tú puedes llenar tus palabras con ritmo. Tú
puedes llenar tus palabras con odio, con veneno; o también, tú puedes hacer que tus palabras respiren
la misma fragancia del cielo.
Ahora tuya puedes ver en forma viva lo que tu confesión significa para tu propio corazón. Tú fe
nunca va a registrar más allá de las palabras de tus labios. No es tan malo pensar una cosa como lo es
confesarlo. Los pensamientos pueden venir y pueden persistir y tratar de quedarse, pero si tú rehúsas
convertirlos en palabras ellos mueren sin llevar fruto alguno. Debes cultivar el hábito de pensar cosas
en grande, y entonces, debes aprender a usar palabras que provoquen una reacción en tu propio
espíritu, y te conviertan en un vencedor. Las confesiones de Jesucristo probaron ser reales. Las
confesiones de fe generan realidades. Jesús confesó que era La Luz del Mundo. Jesús es la Luz del
mundo. El rechazo de Jesús ha lanzado al mundo a una nueva oscuridad. El dijo que Él era el Pan que
había bajado del cielo, y esto es verdad. Las gentes que se han alimentado de las palabras de Jesús
nunca han vuelto a sufrir hambre. Las palabras de Jesucristo edifican nuestra fe, a medida que
actuamos en ellas, y que permitimos que ellas vivan en nosotros. Sus palabras fueron llenas con El
Mismo; y a medida que actuamos en ellas, ellas mismas nos llenan con Cristo Jesús. Las palabras
alimentan la fe, y hacen que el poder de Dios crezca dentro de nosotros. Las palabras del creyente
deberían nacer del amor, y deberían siempre estaré llenas de amor. Nuestros labios toman el lugar de
los labios de Jesús. Nuestras palabras nunca debieran lastimar o herir, sino al contrario, deberían
bendecir y sanar. Jesús es el Camino, la Realidad, y la Vida. Nosotros estamos tomando el lugar de
Jesucristo, mostrando el Camino, confesando la Realidad, y disfrutando la Vida.
Nunca vas a poder disfrutar lo que tú eres en Cristo Jesús, hasta que el amor de Jesucristo llegue a
gobernar tus labios.
16
Don Gossett
Nunca digas “no puedo”,
cuando Dios dice “si puedes”
Nunca digas, “no puedo”. La frase “no puedo” no se encuentra en ningún lado en la Biblia. Debes
hablar el lenguaje de Dios. Debes decir lo que la Palabra de Dios dice. Debes estar en armonía con el
cielo, por medio de afirmar y confesar la Palabra de Dios. Debes estar de acuerdo con Dios por medio
de estar acuerdo con Su Palabra.
No puedo decir, “no puedo recibir mi sanidad”. Debes hablar valientemente, “yo puedo recibir mi
sanidad, que por las llagas de Jesús he sido salado. Yo puedo recibir mi sanidad, porque Jesús dijo que
pondrán las manos sobre los enfermos y ellos sanarán y, las manos han sido puestas sobre mí y por lo
tanto me voy a recuperar”.
Nunca digas, “no puedo pagar mis deudas”. Al contrario, debes declarar enfáticamente, “yo sí puedo
pagar mis deudas, porque mi Dios suple todas mis necesidades de acuerdo a Sus riquezas en gloria en
Cristo Jesús. Yo he honrado al Señor Jesucristo, por medio de pagar mis diezmos y dar ofrendas en Su
Nombre, y Él dice que Él abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendiciones hasta que sobré
abunden, y que va a reprender al devorador en favor de mi. Yo puedo pagar mis deudas, porque mi
Dios suple el dinero para suplir todas las necesidades de mi vida”.
Nunca digas, “no puedo testificar con poder porque soy tan débil y tan anémico como cristiano, y
cuando se trata de dar mi testimonio”. Debes derrotar esa declaración negativa por medio de afirmar,
“yo puedo testificar en poder, porque he recibido al Espíritu Santo en mi vida, y Jesús dijo que yo
tengo poder porque poseo al Espíritu Santo habitando dentro de mi. Yo puedo compartir mi
testimonio, y mi testimonio es por Cristo, el mensaje de Su salvación con gran efectividad, porque he
recibido energía a través del poderoso Espíritu Santo de Dios desde el cielo”.
Nunca digas, “que nunca puedo recibir la respuesta de mis oraciones”. Este tipo de expresiones va a
cerrar los cielos para tu vida. Con toda seguridad, debes declarar, “yo puedo recibir la respuesta a mis
oraciones, porque Jesús dijo que cualquier cosa que yo pida al Padre Celestial en el nombre de
Jesucristo, Él me la daría. Yo puedo recibir respuestas poderosas de parte de Dios, porque Dios ha
prometido que si yo clamo a Él, Él me respondería, y me mostraría grandes cosas, y cosas muy
maravillosas. Yo se que puedo recibir las respuestas a mis oraciones, porque ésta es la confianza que
tengo en Dios, que cualquier cosa que yo le pida, la voy a recibir de Él, porque mantengo Sus
mandamientos y hago todas aquellas cosas que son agradables ante los ojos de Dios”.
Nunca digas, “nunca voy a ver a mis seres queridos viniendo a la salvación en Cristo Jesús”. Es una
mentira del diablo, si tú la dices en voz alta y la declaras, le estás dando lugar al diablo. Debes ponerte
de acuerdo con las promesas de Dios y declarar, “yo puedo ver a mis seres queridos viniendo a rendir
su corazón a Cristo Jesús, porque Dios ha prometido que si yo creo en el Señor Jesucristo, no sólo yo
sería salvo, pero también por medio de creer, toda mi casa va a ser salva. Yo nunca voy a temer que
mis seres queridos se van a perder para siempre en el infierno. Yo puedo ver que todos mis seres
queridos son salvos, porque yo soy un instrumento en las manos de Dios para creer por la salvación de
todos ellos”.
Nunca digas, “jamás voy a poder vencer mi problema de sobrepeso o de obesidad”. Debes descubrir
la habilidad que hay en Cristo Jesús, por medio de declarar, “yo puedo resistir la tentación de comer
comidas importantes, demasiado dulces, y llenas de calorías. Por medio de habitar en Cristo Jesús, yo
puedo evitar comidas que sean muy altas en calorías. Yo puedo, por medio de la gracia de Cristo
Jesús, vencer la tentación de convertirme en un comilón compulsivo, y puedo llegar a comer con
moderación, con templanza porque mi vientre nunca se va a convertir en mi Dios. Aleluya, yo he
podido descubrir el secreto: yo puedo conquistar mi condición miserable de sobrepeso y obesidad a
través de Cristo Jesús quién es mi fortaleza y mi suficiencia”.
17
E. W. Kenyon
El valor de la confesión
La realización siempre tiene que seguir a la confesión. Caminamos a la luz de nuestro testimonio. La
palabra se convierte en algo real, sólo a medida que confesamos su realidad. El diablo tiene miedo de
nuestro testimonio. Si tú confiesas algo con tu boca, esto va a causar una reacción sobre tu corazón o
en tu espíritu. Confesamos todo aquello que somos en Cristo Jesús, y entonces, actuamos basados en
nuestra confesión. Si confesamos nuestros temores, ellos nos van a gobernar. y si confesamos el
dominio de la enfermedad, esto establece su señorío sobre nuestros cuerpos en forma mucho más
completa. Si confesamos nuestra libertad, el hecho de que el hijo de Dios nos ha hecho completamente
libres, Dios hace que esta confesión se convierta en una realidad.
Cuando nos damos cuenta que Jesús confrontó a la derrota y la conquistó completamente, y cuando
nos atrevemos a hacer este tipo de confesión, la derrota y el fracaso pierden el dominio que tenían
sobre nosotros.
Debes pensar pensamientos de fe y debes declarar palabras que dirijan al corazón fuera de la derrota,
y hacia la victoria total. Cuando confesamos la Palabra de Dios, Dios Cuida para que se vuelva una
realidad, pero no va a existir acción alguna de parte de Dios si no existe confesión de nuestra parte. El
cristianismo es llamado “la gran confesión”. En Hebreos 3:1 dice lo siguiente, “considerad al Apóstol
y Sumo Sacerdote de nuestra confesión, Cristo Jesús”.
En Hebreos 4:14 dice, “Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el
Hijo de Dios, retengamos nuestra fe”. ¿Cual es la confesión que debemos mantener? Que en Cristo
Jesús tenemos una redención perfecta.
En Colosenses 1:13–14 dice lo siguiente, “Porque El nos libró del dominio de las tinieblas y nos
trasladó al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención: el perdón de los pecados”. Ésa
redención nunca llega a convertirse en una realidad, sino hasta que la Declaramos y confesamos; muy
pocos creyentes llegan a apropiarse de este hecho. Cuando encaramos una aparente derrota,
confesamos nuestra redención y nuestra liberación, y éstas se convierten en una realidad, y no
pedimos por la redención; damos gracias a Dios por ella.
Ésa redención nos fue provista de acuerdo a lo que dice1a Pedro 1:18–19, “Sabiendo que no fuisteis
redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como
oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo”.
Esto no es una promesa, sino un hecho cumplido.
En Efesios 2:10 dice que confesamos ser una nueva creación, creados en Cristo Jesús, “Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano
para que anduviéramos en ellas”.
En 2ª Corintios 5:17 dice que podemos atrevernos a decir, “las cosas viejas pasaron; he aquí toda son
hechas nuevas, y todo esto es de Dios, que nos reconcilió asimismo por medio de Cristo Jesús”.
Sabemos que no sólo somos redimidos y hechos una nueva creación, pero también somos
reconciliados. Debemos atrevernos a confesar esto delante de todo el mundo. Confesamos nuestra
redención, habiendo sido redimidos de la mano de satanás, y por lo tanto, él es incapaz de poner
enfermedades sobre nosotros, y es incapaz de mantenernos atados.
En Apocalipsis 12:11 dice, “y ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero, y debido a la
palabra de su testimonio”. La palabra aquí es logos. Ellos vencieron al adversario, debido a la sangre
del Cordero, y debido al logos que estaba contenido en el testimonio de ellos. Ellos descansaron en la
integridad de la Palabra de Dios. Ellos se atrevieron a confesar que todo lo que Dios ha dicho es cierto
y verdadero.
Y Romanos 4:25 dice lo siguiente, “El cual fue entregado por causa de nuestras transgresiones y
resucitado por causa de nuestra justificación”.
Romano 5:1 dice, “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo”.
Entonces debes atreverte a confesar que todo esto es verdad ahora mismo. Debes confesar tu justicia
en Cristo Jesús. Ahora ya somos la justicia de Dios en Cristo Jesús. Podemos atrevernos a declarar
esto delante de todo el mundo. Podemos atrevernos a confesar que Dios mismo, se ha convertido en
nuestra justicia (Romanos 3:26).
Hemos sido convertidos a través del nuevo nacimiento y a través del Espíritu Santo, en la misma
justicia de Dios en Cristo Jesús. “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que
fuéramos hechos justicia de Dios en El” (2ª Corintios 5:21). Esta es la misma declaración de Dios de
lo que nosotros somos actualmente; no de lo que queremos ser, pero de lo que Dios nos ha hecho.
En 1ª Pedro 2:24 declara que hemos sido sanados, “y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo
sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis
sanados”. La obra ha sido cumplida. El problema no consiste en obtener nuestra sanidad, y tampoco es
un problema de fe. Es un problema de la integridad de la Palabra de Dios. ¿Acaso podemos depender
en la Palabra de Dios?
Jeremías 1: 12 dice lo siguiente, “Y me dijo el Señor: Bien has visto, porque yo velo sobre mi palabra
para cumplirla”. Nuestra confesión debe ser una confesión de la fidelidad absoluta de la Palabra de
Dios, de la obra terminada de Dios, y de la realidad de nuestra relación con Él, como hijos e hijas de
Dios.
Ésas palabras determinan nuestra fe. Estas palabras son nuestra confesión. Si yo me pongo a confesar
continuamente mis necesidades; yo creo en mis necesidades y, mi confesión seguramente se convierte
en una realidad, y yo confieso las cosas en las cuales creo. Si yo creo en el fracaso y la debilidad, voy
a acabar por confesarlos. Yo voy a vivir en los estándares de mi confesión. Si yo me atrevo a decir que
el Salmo 34:10 es verdad, “Los leoncillos pasan necesidad y tienen hambre, mas los que buscan al
Señor no carecerán de bien alguno”, y me mantengo firme en esta confesión, Dios va a hacer que se
convierta en una realidad todo aquello que yo he confesado.
En el Salmo 84:11 dice, “Porque sol y escudo es el Señor Dios; gracia y gloria da el Señor; nada
bueno niega a los que andan en integridad”.
Yo me atrevo a confesar y a declarar Proverbios 3:5–6 que dice, “Confía en el Señor con todo tu
corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y El enderezará
tus sendas”. Esta es la verdadera guía. No sólo es liberación de ciertas condiciones, pero es una guía
para entrar a la voluntad de Dios, y a las sendas de la plenitud.
En Filipenses 4:19 dice algo que se ha convertido en el cántico de mi corazón, “mi Dios pues suplirá
todo lo que les falta de acuerdo a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Qué confesión más fuerte es
esta. El corazón se fortalece grandemente.
En Isaías 54:17 dice, “Ningún arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se alce
contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos del Señor, y su justificación viene de mí- declara
el Señor”. Dios está bajo la obligación de estar siempre presente y cuidar por los Suyos. El nunca
puede fallarnos.
En el Salmo 118:6 dice, “El Señor está a mi favor; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?”
En Isaías 41:10 dice, “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia”. Este es el reto de
Dios, yo me atrevo a confesarlo delante de todo el mundo. ¡Qué clase de confesión es esta! Dios me
dice a mí en lo personal: “no tengas miedo y hijo, Yo siempre estoy contigo. No te desmayes; Yo soy
tu Dios”.
Él era el Dios de Israel ¿acaso puedes recordar lo que le sucedió a faraón y a Egipto, y a los filisteos?
(Éxodo 14:21–31, 1ª Samuel 14).
¿Acaso puedes recordar lo que le sucedió a todas las naciones que se atrevieron a poner sus manos en
contra de Israel, mientras que Israel mantenía el pacto con su Dios? En 1ª Crónicas 16:22 dice, “no
toquéis a mis ungidos”. Dios va a cuidar de nosotros de la misma manera como en el cuidó de ellos.
Dios va ser nuestro Protector y nuestro Proveedor. Jesús dijo que la fe siempre ganaría. La fe ha
ganado. Nosotros somos los testigos de esta tremenda realidad. La Biblia es la confesión de Dios.
Mientras más leo la Biblia, mas es que esta tremenda verdad opaca todo lo demás desde Génesis hasta
Apocalipsis. Es una confesión continua de la grandeza de Dios y de la habilidad de Dios, de su amor, y
del gran corazón que Dios tiene como Padre Celestial.
Jesús, tal y como tú puedes verlo en los cuatro Evangelios, continuamente está realizando
confesiones y declaraciones. El es el Gran Pastor; Él es la Luz del mundo. En Juan 10:11 dice lo
siguiente, “Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas”. En Juan 8:12 dice, “Jesús
les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida”. Jesús dijo en Juan 14:6, “ Yo soy el camino, la verdad, y la vida”. En Juan
11:25 dice, “Yo soy la resurrección y la vida”. En Juan 6:35 dice, “Yo soy el pan de vida”. Todas estas
son unas confesiones tremendas. En Juan 10:29 dice, “Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y
nadie las puede arrebatar de la mano del Padre”. La confesión de Jesús lo dirigió directamente hacia el
Calvario. En Juan 5:18 dice lo siguiente, “Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban
matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre,
haciéndose igual a Dios”.
Las valientes confesiones de los hombres a través de todas las edades nos han dado los mártires de la
historia. La fe nos da el valor para poder confesar, y la confesión nos da la valentía para poder tener fe
y la confesión te alinea, y te establece en el lugar correcto, y establece tu posición. Sabemos lo que tú
eres. Si tú permaneces en silencio, no podemos conocer el lugar que ocupas. La confesión sana, o la
confesión que mantiene enfermo, y es por medio de tu confesión que eres salvo o que te pierdes. Es
por medio de tu confesión que tienes abundancia o que tienes necesidad, y es por medio de tu
confesión que eres débil o que eres fuerte. Tú eres lo que tú confiesas con tus labios, y lo que tú crees
en tu corazón. Tu confesión de fracaso te ayuda en el medio ambiente del fracaso. La confesión de la
habilidad de Dios a favor tuyo te permite salir adelante por encima de todas las cosas.
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el poder de tu palabras

  • 1.
  • 2. Table of Contents Title Page Copyright Introducción 1. Confesiones equivocadas y confesiones correctas 2. Poseo todo aquello que confieso 3. Una confesión negativa 4. La confesión precede a la posesión 5. Nuestra confesión 6. Yo poseo lo que confieso 7. El lugar que le pertenece a la confesión 8. Yo reconozco 9. Las dos confesiones 10. “¡Declara éstas cosas continuamente!” 11. Nuestra conversación 12. Conviértete en tu propio edificador 13. La confesión de fe 14. Caminando con Dios por medio de concordar con Dios 15. La realización sigue a la confesión 16. Nunca digas “no puedo”, cuando Dios dice “si puedes” 17. El valor de la confesión 18. Lo que no soy 19. La confesión equivocada 20. Lo que puedes hacer 21. Todo aquello que confieso, lo poseo 22. Cosas buenas para mí en Cristo Jesús 23. Algunos hechos acerca de las afirmaciones 24. Palabras que obran milagros 25. El valor de la confesión 26. Tú eres un hombre de fe, una mujer de fe 27. Las dos confesiones 28. Estoy cansado de estar enfermo y de estar cansado 29. El poder de nuestras palabras 30. “Qué tan contundentes son las palabras correctas” 31. El valor de la confesión positiva 32. “El Señor es la Fortaleza de mi vida” 33. Por las llagas de Jesús yo he sido sanado 34. Debes tener una fe inquebrantable 35. Haz que tus palabras trabajen a tu favor 36. Yo nunca me levanto más allá de mi confesión 37. Las palabras del Padre Celestial en los labios de Jesús 38. Declara tu camino ascendentemente 39. Nunca seas negativo 40. Cuando no siento ánimos para hacerlo 41. “Tú eres de Dios”
  • 3. 42. Mi lista de nunca hacerlo otra vez 43. Declara la forma en que te gustaría ser, y tú te convertirás en aquello que has declarado 44. “Y vino un hombre enviado por Dios” 45. El edificador de la fe 46. El ministerio del Dr. E. W. Kenyon 47. Mi padre, el Dr. E. W. Kenyon 48. Don Gossett: La perspectiva de una hija
  • 4.
  • 5. Todo lo que se encuentra escrito en este libro y que pertenece a Kenyon está protegido por la ley internacional de derechos de autor. Todos los derechos literarios y derechos de autor de E.W. Kenyon se encuentran registrados bajo Kenyon Gospel Publishing Society, Inc. P.O. Box 973, Lynnwood, Washington 98036. Prohibida toda reproducción total o parcial, así como cualquier tipo de transmisión, ya sea electrónica o mecánica, incluyendo fotocopiado, grabación de todo tipo, o cualquier tipo de almacenamiento de información o sistemas de copiado de información, sin el permiso por escrito de parte del autor. Las citas bíblicas, a menos que así se indique, son tomadas de La Biblia de las Américas®, LBLA®, © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Derechos reservados. (www.LBLA.org) Traducción al español realizada por: Sí Señor, We Do Translations Jorge Jenkins P.O. Box 62 Middletown, DE 19709 EE.UU. TEL: (302) 376–7259 Email: sisenortra@aol.com El Poder de Tus Palabras Publicado originalmente en inglés bajo el título: The Power of Your Words Don Gossett Bold Bible Missions P.O. Box 2 Blaine, WA 98230 www.dongossett.com ISBN: 978-1-60374-104-0 eBook ISBN-13: 978-1-60374-404-1 Impreso en los Estados Unidos de América © 2009 por Don y Joyce Gossett
  • 6. Whitaker House 1030 Hunt Valley Circle New Kensington, PA 15068 www.whitakerhouse.com Library of Congress Cataloging-in-Publication Data Gossett, Don, 1929– [Power of your words. Spanish] El poder de tus palabras / Don Gossett & E. W. Kenyon. p. cm. ISBN 978-1-60374-104-0 (trade pbk. : alk. paper) 1. Oral communication—Religious aspects— Christianity. I. Kenyon, Essek William, 1867–1948. II. Title. BV4597.53.C64G68 2009 248.4—dc22 2009005663 Ninguna parte de este libro podrá ser reproducida o transmitida en ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico—incluyendo fotocopia, cinta magnetofónica, sistema de almacenaje y recuperación (o reproducción) de información—sin el debido permiso escrito de los publicadores. Por favor envíe sus preguntas a permissionseditor@whitakerhouse.com. Para comentarios sobre este libro o para información acerca de otros libros publicados por Whitaker House, favor de escribir a: comentarios@whitakerhouse.com. Este libro ha sido producido digitalmente con una especificación estándar a fin de asegurar su disponibilidad.
  • 7. Introducción Por mucho tiempo yo me encontraba confundido acerca del hecho de que en mi propia vida y en la vida de otras personas, siempre existía un sentimiento continuo de derrota y de fracaso. Yo oraba por los enfermos, y yo sabía que la Biblia era verdad, y por lo tanto, yo buscaba diligentemente para encontrar este enlace. Un día, yo vi la Escritura en Hebreos 4:14, donde dice que debemos mantener firme la confesión de nuestra fe (se usa la palabra profesión en la Versión Autorizada). En el tercer capítulo del libro de Hebreos, yo descubrí que el cristianismo es llamado “la gran confesión”. Me pregunté a mí mismo, “¿cuál es la confesión a la que debo mantenerme firme?” Debo mantenerme firme en mi confesión de la integridad absoluta de la Biblia. Debo mantenerme firme a la confesión de la obra redentora de Cristo Jesús. Debo mantenerme firme a mi confesión de la nueva creación, del hecho de haber recibido la vida y la naturaleza de Dios. Debo mantenerme firme a la confesión de que Dios es la fortaleza de mi vida. Debo mantenerme firme a la confesión de que “ciertamente Él llevó todas mis enfermedades sufrió todas mis dolencias, y por Sus llagas yo he sido sanado”. Encontré muy difícil poder mantenerme firme a la confesión de una sanidad perfecta, siendo que yo tenía dolor en mi cuerpo. Realice el descubrimiento de que yo había estado haciendo dos tipos de confesiones. Había estado confesando la verdad absoluta de la Palabra de Dios, y al mismo tiempo, estaba haciendo una confesión con relación a que yo no estaba siendo sanado. Si tú hubieras preguntado, “¿acaso tú crees que por las heridas de Jesús tú has sido sanado?” Yo hubiera dicho, “si señor yo lo creo”. Pero con mi siguiente aliento yo hubiera dicho, “pero el dolor todavía está ahí”. La segunda confesión nulificaba la primera. En realidad yo tenía dos confesiones: primero, una confesión de mi perfecta sanidad y redención en Cristo Jesús, y segundo, la confesión de que la redención y la sanidad no eran un hecho consumado. Entonces vino la gran batalla para poder ganar dominio sobre mi confesión, hasta qué tuve que llegar a aprender a tener una sola confesión. Si yo confesaba que “mi Dios pues suplirá todas mis necesidades”, yo no debo nulificar esa confesión por medio de decir, “si, Dios suple mis necesidades, pero yo no puedo pagar la renta, y no puedo pagar el recibo del teléfono”. La fe mantiene firme la confesión de la Palabra de Dios. El conocimiento de los sentidos mantiene firme la confesión de las evidencias físicas. Si yo acepto la evidencia de lo físico, en contra de la Palabra de Dios, en cuanto a mí concierne, estoy nulificando el poder de la Palabra de Dios. Pero si mantengo firme mi confesión de que la Palabra de Dios es verdad, de que por las heridas de Jesús yo soy sanado, y de que mi Dios pues suple todas mis necesidades. Y si yo mantengo firme esa confesión aún cuando estoy encarando las contradicciones aparentes, de esa manera Dios está obligado a hacerme bien. Muchos creyentes han fallado cuando las cosas se vuelven muy difíciles, debido a que han perdido su verdadera confesión. Mientras que el sol estaba brillando en todo su esplendor, sus confesiones eran vigorosas, fuertes y muy claras. Pero cuando las tormentas vinieron, las pruebas llegaron, y el adversario estaba tomando ventaja sobre de ellos, ellos se rindieron en su testimonio. Cada vez que tú confiesas enfermedad, debilidad y fracaso, tú magnificas al adversario por encima del Padre Celestial, y tú estás destruyendo su propia confianza en la Palabra de Dios. Tú debes
  • 8. mantener una firme confesión aún cuando estés encarando una aparente derrota. Tú debes mantener un estudio constante de la Palabra de Dios hasta que éste es consciente de cuáles son tus derechos, y entonces tienes que mantenerte firme creyendo en ellos. Algunas personas realizan confesiones sin tener fundamento alguno. Entonces llega al adversario y los golpea y los sacude terriblemente. Tú debes buscar y encontrar cuáles son tus derechos. Por ejemplo, tú sabes que Dios ha dicho, “ciertamente El llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestras dolencias”. Ahora tú ya puedes hacer tu propia confesión. “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores”. Ahora tú ya puedes hacer tu propia confesión. “Mayor es el que está en mi, que el que está en el mundo”. Ahora tú puedes hacer tu confesión aquí mismo. Debes mantenerte firme en tu confesión a través de todas las circunstancias, ya sean buenas o malas. Tú sabes que tu confesión está de acuerdo a la Palabra de Dios. En Apocalipsis 12:11, dice lo siguiente “y ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero, y a través de la palabra de su testimonio”. —E. W. Kenyon
  • 9. 1 E. W. Kenyon Confesiones equivocadas y confesiones correctas Muy pocos cristianos han podido reconocer el lugar que las confesiones tienen en el esquema de todas las cosas. Cada vez que la palabra “confesión” es usada, por instinto pensamos que se trata de confesar pecado, debilidades y fracasos. Este es el lado negativo de este asunto. El cristianismo el llamado “la gran confesión”. Confesar es afirmar algo que creemos. Significa testificar algo que sabemos. Es testificar acerca de una verdad que hemos abrazado. La confesión tiene un lugar muy importante en el cristianismo. Jesús planeó que esta gran vida y amor le fueran dados. A través del testimonio, esto es, a través de la confesión de nuestros labios. Los testigos y los confesores han sido los grandes líderes en la vida revolucionaria que Jesús dio al mundo. El mayor problema que encaramos entonces, es poder conocer qué es lo que debemos confesar. Nuestra confesión se centra alrededor de varias cosas: en primer lugar, lo que Dios nos ha dado a través de Cristo Jesús. En segundo lugar, lo que Dios a través de la Palabra y del Espíritu Santo nos ha dado. Y en tercer lugar, lo que somos ante el Padre en Cristo Jesús. Y finalmente, lo que Dios puede hacer a través de nosotros, o lo que la Palabra de Dios puede hacer en nuestros labios Tú no puedes confesar o testificar acerca de cosas que no conoces. Es lo que has visto y lo que has oído, lo que tiene importancia en una sala de la corte. Es lo que tú sabes personalmente acerca de Cristo Jesús y acerca de quién eres tú en Cristo Jesús, que va a contar a final de cuentas. ¡Muy pocos de nosotros tenemos la osadía de confesar lo que la Palabra de Dios declara que somos en Cristo Jesús! Toma esta Escritura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas” (2ª Corintios 5:17). ¡Qué cosa más revolucionaria sería que la Iglesia pudiera hacer una confesión como esta! Ellos no sólo son pecadores perdonados—no sólo son miembros pobres, débiles, estancados, pecadores de alguna iglesia. Ellos ahora son nuevas criaturas creadas en Cristo Jesús con la vida de Dios, la naturaleza de Dios y la vida de Dios en ellos. Qué cambio haría en la iglesia moderna que tú confesaras que eres absolutamente redimido. Efesios 1:7–8 dice, “En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia, que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento”. Esto significaría que el dominio de satanás ha sido roto, y que él ha perdido su dominio sobre tu vida, en el mismo momento en que tú te convertiste en una nueva creación. Tú recibiste a un nuevo Señor, que es Cristo Jesús, para que reine sobre ti completamente. El dominio del diablo terminó y el dominio de Jesús comenzó. Ni la enfermedad, ni los padecimientos ya no pueden tener señorío sobre ti. Los viejos hábitos ya no pueden tener señorío sobre ti. Tú es una nueva creación creada en Cristo Jesús. Qué cambio significaría que esta Escritura se volviera una completa realidad, “no temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios; te voy a fortalecer; si, te voy a ayudar, te voy a sostener con la diestra de mi justicia”. “Si Dios es por nosotros, ¿quien podrá contra nosotros?” Esta es la cosa más revolucionaria que jamás ha sido enseñada. Esta es tu confesión tal y como tú te paras
  • 10. delante del mundo. “Dios está conmigo esta mañana”. En 1ª Juan 4:4 dice, “Hijos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo”. Tú puedes decir sin temor alguno, “Dios está conmigo en este momento; ¡el Creador de toda la creación está dentro de mi!” ¡Qué clase de confesión es ésta! Tú puedes encarar a la vida sin temor alguno. Tú ahora sabes que mayor es el que está en ti, que todas las fuerzas que pueden ser traídas en contra de ti. Tú estás encarando deudas que no puedes pagar. Tú estás encarando enemigos y no tienes la habilidad para conquistarlos Y sin embargo, tú los encaras sin temor alguno. Tú puedes decir triunfantemente, “ Él ha preparado mesa delante de mí en presencia de mis enemigos. El unge mi cabeza con aceite”. Estoy lleno de gozo y de victoria porque Dios es el Señor sobre mi vida; Él está peleando todas mis batallas. Yo no tengo miedo de las circunstancias porque “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. El no sólo es mi fuerza, sino también es mi mano derecha, y Él es mi salvación; ¿de quién temeré? El pone a luz todos los problemas de la vida de tal manera que yo pueda saber como actuar inteligentemente. El es mi salvación, y Él es mi liberación de toda trampa que el enemigo prepara en contra mía, y de toda seducción en la cual el enemigo me quiere esclavizar “Dios es la fortaleza de mi vida, ¿de quién temeré?” Yo no le temo a nada. Yo no tengo temor porque este Dios Omnipotente está de mi lado. Esta es mi confesión continua. Yo confieso que tengo una redención que Dios planeó y la trajo a mí en Cristo Jesús. Yo soy una nueva creación, en la cual Él Mismo es el Autor y el Consumador de la misma. Yo poseo la justicia que me permite estar de pie ante Su presencia, tal y como si el pecado nunca hubiera existido. Que no sólo poseo justicia que ha sido reconocida a mi favor, pero poseo justicia que me ha sido impartida en la nueva naturaleza que he recibido de Cristo Jesús. Yo he recibido la naturaleza de Cristo Jesús, Su vida; y en Su vida y en Su naturaleza está la vida de Dios. Esto me hace justo tal y como Él es justo. Esta es mi confesión. Esto me da valentía y valor en la oración. Esto edifica mi fe, y esto hace que mi camino sea seguro. Ya no estoy atado por mis limitaciones debido a que he sido unido con el Dios que no tiene límites. Jesús es la Vid y yo soy el pámpano. Y como pámpano yo debo llevar fruto debido a que la Vid me está impartiendo la llenura de Su vida. Yo se que esto es real, porque esto se ha convertido en la esencia misma de mi vida. Yo se que yo amo, debido a que Él ha derramado Su amor en mi corazón a través del Espíritu Santo, y yo puedo saber que Su naturaleza dentro de mí es amor. Su habilidad para amar me ha dominado por completo, y ahora yo puedo amar en cualquier circunstancia que yo sea colocado. Puedo decir con gozo, “el pecado no tiene potestad alguna sobre mi”. Ya no puede enseñorearse de mí. Las circunstancias ya no pueden mantenerme cautivo, y tampoco pueden afectar mi habilidad hacia el mundo. No sólo poseo la vida de Dios dentro de mí y este gran Espíritu Santo que levantó a Jesús de entre los muertos dentro de mí, pero ahora también tengo el poder para usar el nombre de Jesús. Dios me ha dado el derecho legal para poder usarlo. Mi confesión es que cualquier cosa que yo le pida al Padre Celestial en el nombre de Jesús, El me lo va a dar. Él me ha dado el poder notarial. Yo estoy usando ese poder para ayudar a los hombres. Estoy tomando el lugar de Jesús en este momento. El está haciendo Su propia obra a través de mí. Jesús está viviendo Su propia vida en mí. Jesús dijo, “en mi nombre echarán fuera demonios”. Yo estoy ejercitando mis derechos. Jesús dijo, “en mi nombre pondrán manos sobre los enfermos y éstos sanarán”. Mis manos se convierten en el instrumento a través del cual Jesús derrama Su vida. Yo estoy viviendo la vida abundante. Yo sé que mis palabras son Sus Palabras. Sus Palabras son las que rompen el poder de la muerte, de los demonios, y sanan a todos los enfermos, y Sus palabras hacen estas mismas cosas en mis labios. Esta
  • 11. es mi confesión. Este es mi corazón, expresándose asimismo a través de palabras en mis labios. La confesión es la forma en que la fe se expresa a través de mí. La fe, igual que el amor, sólo se puede revelar a través de acciones y palabras. No puede haber fe si no existe la confesión. La fe crece a través de tu confesión. La confesión hace varias cosas en el creyente: Ubica al creyente. Compone los límites de su vida. Afecta poderosamente su espíritu, que es el hombre interior, cuando el hombre realiza estas declaraciones. Por ejemplo, está la Escritura en Romanos 10:9–10 que dice, “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Existen dos tipos de confesiones involucradas en el versículo que leímos anteriormente: en primer lugar, está la confesión del señorío de Cristo Jesús. En segundo lugar, está la confesión de que se ha convertido en la justicia de Dios, y que es salvo, y estas son confesiones positivas. La razón de que la mayoría de los cristianos, aunque se merecen lo mejor de Dios, siguen estando débiles, es debido a que nunca se han atrevido a realizar la confesión de lo que ellos son en Cristo Jesús. Lo que deben hacer es encontrar quiénes son ellos en la mente del Padre Celestial—la forma como al Padre Celestial los ve—y entonces confesarlo. Esto puede ser encontrado en las diferentes epístolas. Cuando tú encuentras esto, tú puedes hacer tu confesión valientemente con relación a lo que la Palabra de Dios declara que tú eres en Cristo Jesús. A medida que haces esto, se va a comenzar a multiplicar dentro de ti. La razón de que tu fe se encuentra titubeante y amarrada con ataduras es porque nunca te has atrevido a confesar lo que Dios dice que tú eres. Debes recordar que tú fe nunca va a crecer más allá de tu confesión. Tu confesión diaria de quién es el Padre Celestial en ti, de lo que Jesús está haciendo por ti a la diestra del Padre Celestial, y lo que el poderoso Espíritu Santo está haciendo en ti, va a edificar una vida de fe sólida y positiva. Tú no vas a tener miedo de ninguna circunstancia, de ninguna enfermedad, o de ningún tipo de condición. Tú vas a poder encarar a la vida sin temor alguno—como un vencedor. Después de un tiempo, tú vas a encontrar que Romanos 8:37 es verdad, “pero en todas estas cosas somos más que vencedores”. Tú nunca te vas a convertir en un vencedor, a menos que tú lo confieses. La confesión equivocada Una confesión equivocada es la confesión de derrota, fracaso, y de la supremacía del diablo. El hecho de hablar acerca de tu combate con el diablo, de la forma como él te tiene atado, y de la forma como él te está manteniendo en ataduras, y manteniéndote enfermo, es una confesión de derrota. Esta es una confesión equivocada, y este tipo de confesión glorifica a tu adversario. Es una declaración inconsciente de que tu Padre Dios es un fracaso. La mayoría de las confesiones que escuchamos hoy en día glorifican al diablo, destruyen la fe y te mantiene inmerso en tus ataduras. La confesión de tus labios que ha crecido y salido como fruto de la fe está en tu corazón, va a derrotar absolutamente al adversario. En cada combate la confesión de la habilidad del diablo para atarte y para impedir que puedas tener éxito, le da a satanás dominio sobre ti, y te llena con temor y con debilidad. Pero si tú confiesas valientemente la protección y el cuidado de tu Padre Celestial, y declaras que El que está en ti es más grande que cualquier fuerza alrededor de ti, entonces, te vas a levantar muy por encima de todas las influencias satánicas. Cada vez que tú confiesas tus dudas y tus temores, tú estás confesando tus debilidades tus enfermedades, y tú estás confesando abiertamente que la Palabra de Dios no es verdad, y que Dios ha fallado en confirmarla. Dios declara que, “por Sus llagas tú has sido sanado”, y, “ciertamente Él llevó
  • 12. nuestras enfermedades y sufrió nuestras dolencias”. En lugar de confesar que Cristo Jesús ha llevado mis dolencias, y mis padecimientos, estoy confesando que todavía las tengo. Estoy tomando el testimonio de mis sentidos, en lugar de estar tomando el testimonio de la Palabra de Dios. Mientras que yo siga manteniéndome firme en mis confesiones de debilidad, enfermedad, y dolor, entonces voy a seguir poseyéndolos. Tal vez me lleve años buscar algún hombre de Dios que oré una oración de fe sobre mi, y tal vez no haya nadie disponible debido a que mi incredulidad destruye el efecto de su fe. El creyente que siempre está confesando sus pecados y sus debilidades está edificando debilidades, fracaso y pecado en su propia conciencia. “Si hemos pecado, cuando lo confesamos, Jesús es fiel y justo para perdonar nos todos nuestros pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1a Juan 1:9). Cuando este tipo de confesión ha sido realizado, nunca nos volvemos a referir a ello jamás. No se ha convertido en historia del pasado, debido a que la historia puede ser recordada. Esto es como si nunca hubiera existido. Nunca debemos recordarnos a nosotros mismos o al Señor Jesús de nuestras fallas o de los errores de nuestro pasado. ¡Ya no existen! Si tú confiesas algo, debes de confesar que tú te encuentras completo en Cristo Jesús—que lo que Dios ha dicho con relación a tus errores y fracasos es absolutamente cierto. Nunca debemos confesar nuestros pecados a la gente. Tal vez debemos pedirles que nos perdonen por ellos, pero entonces debemos de olvidarlos por completo. Nunca le digas a nadie acerca de tus debilidades o acerca de tus fracasos o fallas del pasado. Ellos no los van a olvidar, y algunas veces van a venir a recordártelos. Si tú se lo dices a alguien, que sea al Señor Jesucristo, y una vez que se lo has dicho, entonces olvidado. Atrévete a realizar tu confesión Tú confiesas que Dios es el Señor de tu vida, y que Dios es el Señor por encima de cualquier enfermedad, padecimiento, y por encima de satanás. Tú te mantienes firme con relación a tu confesión del señorío absoluto de Jesús sobre todas las cosas que te puedan mantener atado, o que te puedan impedir que disfrutes de la obra cumplida de Cristo Jesús. Ante la cara de cualquier necesidad, tú debes confesar que el Señor Jesús es tu Pastor. Nada te faltará. (Esto siempre es en el tiempo presente). Jesús es tu proveedor. Jesús es tu salud y tú fuerza. Jesús es la fortaleza de tu vida; ¿de quién vas a temer? Debes recordar que nunca debemos ir más allá de nuestra confesión. Tú vas a confesar la sanidad basado en el fundamento de la Palabra de Dios, y entonces no va existir enfermedad para ti. Cuando estés encarando el dolor y una herida abierta, tú confiesas que a través de las llagas de Cristo Jesús tú has sido sanado, y tú te mantienes firme en tu confesión, no dudando, y sabiendo que “la Palabra de Dios tiene poder”. La palabra “poder” explica “habilidad”—y es la habilidad para hacer el bien. Esa Palabra de Dios te va a sanar si tú la confiesas continuamente. Tu cuerpo va a responder prontamente, y tu espíritu va a obtener el señorío sobre tu cuerpo y sobre tu mente. Tu cuerpo va a obedecer a tu confesión. “Dios envió su palabra y los sanó” (Salmo 107:20). Jesús era esa Palabra Viva. Ahora que el nombre de Jesús y la palabra de Jesús se han convertido en tu sanidad, la confesión está confirmando la Palabra de Dios. Es una confesión que confirma mi confianza en todo aquello que Dios ya ha hablado. Aquí hay varias confesiones que todo creyente debería hacer: Romanos 10:9–10 dice, “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Confesamos el absoluto señorío de Jesucristo y la justicia absoluta que nos es impartida a través de nuestra redención. Nos atrevemos a confesar delante de todo el mundo y delante del trono de Dios, que Jesús ahora es nuestro Señor, y que hemos recibido la salvación, y nos hemos convertido en
  • 13. la justicia de Dios en Cristo Jesús. Confesamos que ahora somos nueva creación, de la cual Cristo Jesús es la Cabeza y el Señor. La Palabra de Dios ha tomado el lugar de Jesús en nuestra vida. Debemos obedecer la Palabra de Dios como si obedeciéramos a Jesús si Él estuviera parado delante de nosotros. Una segunda confesión la podemos encontrar en 1a Pedro 5:7 que dice, “echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros”. Confesamos que ya no tenemos preocupaciones, ansiedades, y cargas. Ya nunca más vamos a permanecer postrados. Nunca más vamos a estar incapacitados, ni faltos de preparación para la obra de la vida. Nuestras mentes están completas y claras. Nuestro espíritu está libre. Nuestro testimonio tiene la unción del Espíritu Santo sobre él, porque es el Espíritu Santo quien lleva cada carga, quien soporta cada problema, y quien suple todas nuestras necesidades. Una tercera confesión es la siguiente, “el Señor es mi Pastor, nada me faltará”. Yo no necesito dinero. Yo no necesito salud o descanso. Yo no necesito fuerzas. Yo no deseo nada. Jesús es todo lo que yo necesito. Esta es una realidad viviente. Que clase de vida es la que tengo. ¡Qué gran sentido de seguridad, de poder y de victoria! Tú no tienes miedo de parte firme en lo que dice Filipenses 4:19, “mi Dios pues, suplirá todas mis necesidades”. Tú vas a hacer tu cuarta confesión en voz alta, diciendo que Isaías 53:3–5 es verdad. Cada enfermedad, cada debilidad y cada enfermedad fue puesta en Cristo Jesús, y tu eres totalmente libre de ellas. De la misma forma en que Jesús llevó tus pecados, El llevó también tus enfermedades. Tú estás completo en Cristo Jesús. Estás libre de la carga, libre del poder, del dolor y del efecto de las enfermedades. Esta confesión te da un cuerpo saludable, una mente clara, y un espíritu conquistador. Tu quinta confesión es que 1a Corintios 1:30 es absolutamente verdad, “Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención”. Cristo Jesús hizo todas estas cosas para ti. Tú no necesitas orar pidiendo sabiduría, tal y como Santiago les dice a los bebés en Cristo Jesús que hagan, porque Cristo Jesús es tu sabiduría. Tú no tienes que pedir por justicia debido a que tú mismo te has convertido en la justicia de Dios en Cristo Jesús. Tú no tienes que pedirle a Dios que te santifique, porque Dios mismo es tu santificación. Tú no tienes que pedir por redención tuya, porque tú ya has sido redimido. Cristo Jesús es tu redención. ¡Qué grande confesión podemos hacer ante todo el mundo! En Hebreos 4:14 dice, “mantengamos firme la profesión de nuestra fe, o sea, nuestra confesión”. Hemos podido encontrar en una gran medida lo que es nuestra confesión, pero hay mucho más que tiene que ver con esto, y que tú puedes encontrar en este libro. El éxito que tú tengas y lo útil que tú seas en el mundo va a ser medido a través de tu confesión, y a través de la persistencia que tú uses para mantenerse firme en esa confesión bajo todas las circunstancias, o ante todas las opiniones de los hombres. Nunca más vas a escuchar al temor, ni vas a escuchar a la voz de los sentidos. Tú vas a permanecer firme en tu confesión, sabiendo que Dios no puede fallarte. Existe un grave peligro en la doble confesión. Tú confiesas la fidelidad de Dios, la absoluta fidelidad de la Palabra de Dios, pero al mismo tiempo tú estás confesando tu enfermedad. Tú confiesas tu debilidad, falta de dinero, falta de habilidad. Tú has confesado que Dios es tu Proveedor, y que Dios es tu Sanador. Tú has confesado que tú has sido sanado por medio de las llagas de Cristo Jesús. Pero ahora tú estás hablando acerca de la falta de habilidad que tienes para hacer esto o aquello, debido a tu enfermedad. Tú no puedes hacer las tareas de la casa, o no puedes ir a hacer tus negocios, porque tú no eres capaz de hacerlo. Sin embargo tú has hecho tu confesión diciendo que Dios es la fortaleza de tu vida y que por medio de las llagas de Cristo Jesús tú fuiste sanado. Tu confesión de enfermedad y de
  • 14. padecimientos destruye lo que tú eres en Cristo Jesús o lo que Cristo Jesús es dentro de ti. Este es el tipo más peligroso de todas las confesiones. Tú vas a encontrar que tú has sido entrenado tan cuidadosamente para estar confesando todo lo equivocado, todas las fallas, todas las debilidades, todo el pecado, todas las enfermedades y todas las necesidades, que de hecho, se va a requerir mucha disciplina a través de la Palabra de Dios, para curarte de estos malos hábitos. Ahora tú tienes que hacer tu confesión y tienes que mantenerse firme en ella.
  • 15. 2 Don Gossett Poseo todo aquello que confieso Yo confieso a Cristo Jesús como mi Señor (Romanos 10:9–10), y yo poseo salvación. Yo confieso que “por las llagas de Cristo Jesús soy sanado” (Isaías 53:5), y yo poseo sanidad. Yo confieso “el Hijo de Dios me ha hecho libre” (Juan 8:36), y yo poseo una libertad absoluta. Yo confieso “el amor de Dios ha sido derramado en mi corazón por el Espíritu Santo” (Romanos 5:5), y yo poseo la habilidad de amar a todos los demás. Yo confieso “los justos son valientes como leones” (Proverbios 28:1), y yo poseo la valentía de un león para la guerra espiritual. Yo confieso “Dios no me dejará ni me abandonará” (Hebreos 13:5–6), y yo poseo la presencia de Dios en cada paso que doy. Yo confieso “yo soy el redimido del Señor” (Salmo 107:2), y yo poseo los beneficios de la redención todos los días. Yo confieso “la unción del Santísimo habita en mí” (1a Juan 2:27), y yo poseo resultados que destruyen todos los yugos, por medio de esta unción (Isaías 10:27). Yo confieso “en el nombre Jesús yo puedo echar fuera a demonios” (Marcos 16:17), y yo poseo liberaciones dinámicas dominando a todo tipo de diablos. Yo confieso “yo pongo mis manos en los enfermos y ellos sanarán” (Marcos 16:18), y yo poseo sanidades positivas para todos los oprimidos. Yo confieso “soy un pámpano de la Vid Viviente” (Juan 15:5), y yo poseo la vida de la Vid donde quiera que yo voy. Yo confieso “yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús” (2a Corintios 5:21), y yo poseo la habilidad de permanecer libre en la santa presencia de Dios, ¡y también de permanecer en la presencia del diablo como un vencedor! Yo confieso “yo soy el templo del Dios Viviente” (2a Corintios 6:16), y yo poseo la presencia de Dios habitando en mi, ¡y caminando conmigo! Yo confieso “mi Dios suplirá todas mis necesidades” (Filipenses 4:19), y yo poseo las provisiones para todas mis necesidades.
  • 16. 3 E. W. Kenyon Una confesión negativa Muy pocos de nosotros nos damos cuenta que nuestra confesión nos encarcela. El tipo correcto de confesión nos hace libres. No tiene que ver solamente con nuestra manera de pensar; consiste en nuestras palabras, nuestra conversación, y todo esto edifica poder o debilidad dentro de nosotros. Nuestras palabras se conviertan en las monedas del Reino de la fe. Nuestras palabras nos atrapan y nos mantienen en cautividad, o nos hacen libres y nos convierten en personas poderosas que pueden influenciar las vidas de otros. Lo que confesamos con nuestros labios es lo que realmente domina nuestro ser interior. Confesamos inconscientemente todo aquello que creemos. Si hablamos acerca de enfermedades, esto se debe a que creemos en enfermedades. Si hablamos acerca de debilidades y fracasos, esto se debe a que creemos en debilidades y fracasos. Es muy sorprendente la fe que tienen las gentes en las cosas equivocadas. Ellos creen firmemente en el cáncer, en las úlceras del estómago, en la tuberculosis, y en muchas otras enfermedades incurables. La fe que tienen en esa enfermedad se levanta hasta el grado donde domina todo aquello que hablan, llegando a dominarlos a ellos por completo. Ellos llegan a convertirse en sus esclavos absolutos. Ellos adquieren el hábito de confesar sus debilidades, y esa confesión añade fuerza a sus mismas debilidades. Ellos confiesan su falta de fe, y por lo tanto se llenan de dudas. Ellos confiesan sus temores y se convierten en personas más temerosas. Ellos confiesan su temor a la enfermedad, y la enfermedad crece bajo su confesión. Ellos confiesan la necesidad de cosas que tienen, y por lo tanto van edificando un sentimiento de pobreza que llega a ganar la supremacía en sus vidas. Cuando nos damos cuenta que nunca podemos ir más allá de nuestra confesión, estamos comenzando a llegar al lugar donde Dios puede comenzar a usarnos. Tú confiesas que por las llagas de Jesús tú has sido sanado y, te mantienes firme en tu confesión, y ninguna enfermedad puede permanecer enfrente de ti. Ya sea que nos demos cuenta o no, siempre estamos sembrando palabras, tal y como Cristo Jesús lo dijo en Lucas 8:11, “la semilla es la Palabra de Dios”. El sembrador salió a sembrar, y la semilla que estaba sembrando era la Palabra de Dios. Esta es la semilla que nosotros deberíamos sembrar. Otras personas están sembrando en nosotros semillas de conocimiento común, que tienen que ver con el temor y con la duda. Es cuando confesamos la Palabra de Dios, que declaramos con énfasis que “por las llagas de Cristo Jesús yo he sido sanado” o “mi Dios suplirá todas mis necesidades” y que nos mantenemos firme en nuestra confesión, que vamos a poder ver nuestra liberación total. Nuestras palabras van a sembrar fe o van a sembrar duda en los demás. En Apocalipsis 12:11 declara lo siguiente, “Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos”. Ellos lo vencieron con la Palabra de Dios que era el testimonio de ellos. Ellos conquistaron al diablo con palabras. A la mayoría de enfermos que Jesús sanó durante su ministerio, los sanó usando palabras. Dios creó el universo con palabras: palabras llenas de fe. Jesús dijo, “tu fe te ha hecho sano”.
  • 17. Jesús le dijo al muerto Lázaro, “ven fuera”. Las palabras de Jesús levantaron al muerto. El diablo es vencido por medio de palabras, y le podemos dar una golpiza usando las palabras. Nuestros labios se convierten en el medio de transportación de la liberación de Dios, que viene desde el cielo hacia las necesidades del hombre a quien la tierra. Nosotros usamos la Palabra de Dios. Nosotros decimos “en el Nombre de Jesús, tú demonio, sal fuera de él”. Jesús dijo, “en mi nombre echarán fuera demonios, en mi nombre pondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán”. ¡Y todo esto se hace con palabras!
  • 18. 4 Don Gossett La confesión precede a la posesión Yo confieso, “todo aquel que clame el nombre del señor Jesús será salvo” (Romanos 10:13), y yo poseo la salvación, porque yo he clamado el nombre del Señor Jesús. Yo confieso, “el Señor me guardará de todo mal” (Salmo 121:7), y yo poseo la protección en contra de todas las formas del mal. Yo confieso, “bienaventurados los que tienen un corazón puro, porque ellos verán a Dios” (Mateos 5:8), y yo poseo la seguridad de que voy a ver a Dios, porque la sangre de Cristo Jesús ha purificado mi corazón. Yo confieso, “El Señor dará fuerza a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz” (Salmo 29:11), y yo poseo fuerza diaria y una abundancia de paz. Yo confieso, “Bendito sea el Señor, que cada día lleva nuestra carga, el Dios que es nuestra salvación” (Salmo 68:19), y yo poseo mi vida diaria llena la de la bendición del Señor. Yo confieso, “Yo soy la luz del mundo: todo aquel que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la lumbrera de la vida” (Juan 8:12), y yo poseo luz en el camino de esta vida, porque yo estoy siguiendo a Jesús. Yo confieso, “Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra” (2ª Corintios 9:8), y yo poseo toda la gracia, gracia en abundancia—gracia salvadora, gracia sanadora, gracia bautizadora, y gracia suficiente. Yo confieso, “porque con Dios nada es imposible” (Lucas 1:37), yo poseo todas aquellas cosas imposibles que se convierten en una realidad, que yo estoy unido a Dios por medio de un nacimiento divino. Yo confieso, “Yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Hechos 2:17), y yo poseo el Espíritu Santo derramándose sobre mi vida en forma continua. Yo confieso, “Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones” (Salmo 103:12), y yo poseo la seguridad de que mis pecados han sido removidos muy lejos de mí, ¡aleluya!
  • 19. 5 E. W. Kenyon Nuestra confesión Jesús evidentemente caminó a la luz de Su confesión. Jesús era lo que Él confesaba. Es muy raro que no sabíamos antes, sino hasta muy recientemente, que la fe sigue las huellas de nuestra confesión. Nuestra confesión edifica el camino sobre el cual la fe puede transportar toda su carga poderosa. Tú vas a aprender que nunca puedes levantarte por encima de tu confesión. Nunca vas a poder disfrutar las riquezas de la gracia, a menos que tú las confieses. Tú vas a encontrar confesión acerca de quién es Jesús, acerca de lo que Jesús ha hecho por ti, y acerca de quién eres tú en Cristo Jesús, y siempre va a preceder a Su revelación de Él Mismo. La salvación sigue a la confesión. “Porque si confesares con los labios que Jesús es el Señor”. Lo mismo es verdad con relación al hecho de recibir al Espíritu Santo. Nuestra sanidad sigue y viene detrás de nuestra confesión. Algunas personas tienen que “mantenerse firmes en su confesión” cuando enfrentan una aparente derrota. Ellos rehúsan rendirse a las evidencias de los sentidos. Tú vas a tener que aprender el peligro de una confesión doble; confesar por un momento la absoluta integridad de la Palabra de Dios, pero al siguiente momento estar confesando que Dios no ha podido realizarlo en tu caso particular. Tu confesión es aquello que reta al mundo entero. Es aquello que les causa aventurarse en la vida de la fe. El cristianismo es la gran confesión. Comienza con Jesús en Su propia confesión; y continúa en nosotros por medio de valientes confesiones de la verdad declarada de la Palabra del Dios Viviente.
  • 20. 6 Don Gossett Yo poseo lo que confieso Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. —Romanos 10:10 Yo poseo guía continua, porque yo confieso “el Señor los guiará continuamente” (Isaías 58:11). Yo poseo vida eterna porque yo confieso “Mis ovejas oyen Mi voz y Yo les doy vida eterna” (Juan 10:27). Yo poseo la paz de Dios porque yo confieso “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y mentes en Cristo Jesús Nuestro Señor” (Filipenses 4:7). Yo poseo libertad de todo tipo de temores porque yo confieso “yo soy el Señor tu Dios que te sostengo que tu mano derecha diciéndote no temas” (Isaías 41:13). Yo poseo abundancia de bendiciones económicas porque yo confieso “aquel que siembra abundantemente cosechará también abundantemente” (2ª Corintios 9:6). Yo poseo ayuda sobrenatural en todo tipo de situaciones y circunstancias porque yo confieso “mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121:2). Yo poseo el bien porque yo confieso “Cede ahora y haz la paz con El, así te vendrá el bien” (Job 22:21). Yo poseo paz con mis enemigos porque yo confieso “cuando los caminos del hombre le agradan al Señor, él hace que aún sus enemigos estén en paz con él” (Proverbios 16:7). Qué poseo la habilidad de ser una bendición positiva porque yo confieso “Así los salvaré para que seáis bendición” (Zacarías 8:13). Que yo poseo un sueño profundo asombroso durante la noche, porque yo confieso “Dios dará sueño a sus amados” (Salmo 127:2). Yo poseo la seguridad de que mi trabajo en Cristo Jesús es fructífero porque yo confieso “Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1ª Corintios 15:58). Yo poseo abundantes bendiciones como un buen hombre de fe, porque yo confieso “el hombre fiel abundará con bendiciones” (Proverbios 28:20). Yo poseo fuerzas para mi día, porque yo confieso “tan largo como tus días será tu reposo” (Deuteronomio 33:25). Yo poseo un honor especial de mi padre celestial porque yo confieso “si algún hombre me sirve, mi Padre Celestial le honrara” (Juan 12:26).
  • 21. 7 E. W. Kenyon El lugar que le pertenece a la confesión La Iglesia nunca le ha dado a este tema vital un lugar dentro de sus enseñanzas y sin embargo, la respuesta a las oraciones, el uso del nombre de Jesús, y la fe dependen de que hagamos una declaración de ellos. “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe” (Hebreos 3:1). El cristianismo es llamado nuestra confesión, y en Hebreos 4:14, nos dice que “mantengamos firme nuestra confesión”. La antigua versión dice “profesión”, pero en el original griego significa testificar una confesión de nuestros labios. Tú entiendes Romanos 10:8–10, “Mas, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Tú puedes ver el lugar que la confesión sostiene dentro de la salvación. Tiene este mismo lugar en nuestro caminar de fe. El cristianismo es una confesión. Es nuestra confesión abierta de quienes somos en Cristo Jesús, y de lo que Cristo Jesús es para nosotros. Nuestra fe se mide por medio de nuestra confesión. Nunca podemos creer más allá de nuestra confesión. No es una confesión de pecado; es la confesión del lugar que tenemos en Cristo Jesús, de los derechos legales poseemos, de todo aquello que el Padre Celestial ha hecho por nosotros en Cristo Jesús, y de todo aquello que le Espíritu Santo ha hecho en nosotros a través de la Palabra de Dios, y todo aquello que el Espíritu Santo es capaz de hacer a través de nosotros. Existe un peligro muy grave en el hecho de tener dos tipos de confesiones. Una sería la integridad de la Palabra de Dios, y la otra sería con relación a nuestras dudas y temores. Cada vez que confesamos debilidades y fracaso, dudas y temores, bajamos al nivel donde ellos se encuentran. Podemos estar orando muy ardientemente y muy sinceramente, declarando por medio de nuestras oraciones toda nuestra fe en la Palabra de Dios, y sin embargo, en el siguiente momento nos encontramos cuestionando si acaso Dios nos ha escuchado o no nos ha escuchado, y por lo tanto confesamos que no tenemos las cosas por las cuales hemos orado. Nuestra última confesión destruye nuestra oración. Una persona me pidió que orara por su sanidad por él y entonces me dijo, “quiero que sigas orando por mí”. Yo le pregunté qué era lo que él deseaba que yo orara por él. El dijo, “oh, siga orando por mi sanidad”. Yo le dije, “la oración no va a tener ningún valor. Tú acabas de negar la Palabra de Dios”. La Palabra de Dios dice “los que creen pondrán manos en los enfermos y éstos sanarán, y todo lo que pidieran en Mi Nombre, Yo lo haré”. Yo oré una oración de fe y él la negó. A través de su confesión, él anuló mi oración y destruyó el efecto de mi fe. Tu confesión debe estar de acuerdo absolutamente con la Palabra de Dios, y tú has orado en el nombre de Jesús, luego entonces, tú tienes que mantenerte firme en tu confesión. Es muy fácil poder
  • 22. destruir el efecto de tu oración a través de una confesión negativa.
  • 23. 8 Don Gossett Yo reconozco Y ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en vosotros mediante Cristo. —Filemón 6 Yo reconozco que “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Aceptar un hecho es confesar ese hecho, afirmarlo y dar testimonio de ello. Nunca podré olvidar el día tan maravilloso cuando caminé de un lado para otro en mi oficina afirmando una y otra vez, “¡Cristo vive en mi!” Y la vida que yo vivo ahora, la vivo a través de la fe en el Hijo de Dios. ¡Es la fe victoriosa de Cristo Jesús por la cual yo realmente vivo! Yo reconozco que “Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros” (Efesios 3:20). En Cristo Jesús, ese es el poder que está obrando dentro de mí. ¿Qué es lo que ese poder está haciendo dentro de mí? Está obrando más allá de toda abundancia, y por encima de todo aquello que podemos pedir o pensar. Aleluya. Yo reconozco muy frecuentemente que el poder de Dios está obrando dentro de mí. Yo reconozco que “todo lo que yo pida al Padre Celestial en el nombre de Jesús, el Padre me lo va a dar” (Juan 16:24). ¡Esto ya es mío! ¡Es un privilegio bendito! ¡Aleluya! Yo le pido al Padre Celestial en el nombre de Jesús, y todo tipo de cosas maravillosas comienzan a suceder. Yo reconozco este hecho Yo reconozco que “Mayor es Aquel que está dentro de mí, que aquel que está en el mundo” (1ª Juan 4:4). Yo reconozco continuamente que el Gran Creador está dentro de mí. El Gran Creador tiene control sobre mí, y Él es mucho más grande que el enemigo que se encuentra en este mundo. Esto me hace tremendamente dominante sobre todo tipo de circunstancias adversas, problemas, y ansiedades. Yo reconozco que “Dios no me ha dado el espíritu de temor, sino de poder, y de amor, y de templanza” (2ª Timoteo 1:07). Yo reconozco que dentro de mí está el espíritu de poder, de amor y de templanza. Esto coloca mi fe al rojo vivo; yo reconozco que tengo estos espíritus correctos de poder, amor, y de una mente templada ahora mismo. Yo reconozco que dentro de mí está la libertad, porque le Espíritu Santo habita dentro de mí. “Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad” (2ª Corintios 3:17). Yo nunca digo, “yo no siento libertad dentro de mí”. Dios dice que le Espíritu Santo está dentro de mí, y debido a que el Espíritu Santo todopoderoso que levantó de entre los muertos el cuerpo de Cristo Jesús se encuentra laborando dentro de mí, ese mismo Espíritu Poderoso está produciendo libertad. Yo poseo la libertad del Espíritu Santo y de la misma forma también soy un libertador, liberando a otros y haciendo que muchos lleguen a ser libres. Yo reconozco que “el amor de Dios ha sido derramado en mi corazón por el Espíritu Santo” (Romanos 5:5). Yo reconozco y admito que puedo amar con el mismo tipo de amor puro con el cual Jesús amó a la humanidad necesitada, debido a que el amor de Dios ha sido derramado en mi corazón. Esta es la razón de por qué yo soy conocido como un discípulo del Señor Jesús: “En esto conocerán
  • 24. todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13:35). Yo reconozco que “puedo poner mis manos en los enfermos y ellos sanarán” (Marcos 16:18). Jesús lo dijo y esta es mi autoridad ritual sobrenatural, para poder ministrar la sanidad y el poder sanador de Jesús a los enfermos y a los cuerpos debilitados. Y ellos van a sanar.
  • 25. 9 E. W. Kenyon Las dos confesiones Después de haber estado orando por una persona la otra mañana, ella quedó satisfecha, sintiendo que había sido sanada perfectamente, pero ahora los síntomas han regresado, y su corazón se encuentra perturbado. Ella se pregunta dónde es que está la dificultad de este problema. Le pregunté a esta persona, “¿acaso le dijiste a tu marido cuando lo viste esa noche que tú habías sido sanada?” “No, como usted puede ver, yo no estaba segura de esto todavía. Yo no quería decir nada a nadie hasta que estuviera segura”. “¿Pero tú ya no tenías ningún dolor? ¿Había alguna molestia?” Yo le pregunté. “Oh, todo eso se fue; pero usted sabe que yo tengo que ser muy cuidadosa. Mi marido es muy escéptico, y yo no quería decirle a él que yo estaba sanada hasta que yo estuviera completamente segura”. Yo puedo ver dónde se encontraba la dificultad del problema. Ella no creyó completamente en la Palabra de Dios. Si ella hubiera hecho esa confesión a su marido, la cosa que la afectaba nunca hubiera regresado. Pero ella jugó poniendo todo esto en las manos del enemigo, y por lo tanto, el enemigo restauró los mismos síntomas que ella ya había tenido, y trajo de regreso el dolor y las molestias. Esto sucedió debido a que ella lo invitó a hacerlo. Si ella se hubiera atrevido a mantenerse firme en la Palabra de Dios, y a mantenerse firme en su confesión de que había sido sanada, el enemigo no hubiera tenido bases para poder aproximarse a atacarla de nuevo. Nuestra fe o nuestra incredulidad va a ser determinada a través de nuestra confesión. Muy pocos de nosotros nos damos cuenta del efecto que tienen nuestras palabras habladas por nuestro propio corazón en nuestro enemigo. Él nos escucha que hacemos nuestra confesión de fracaso, enfermedad, de necesidades, y aparentemente nuestro enemigo nunca lo olvida; y nosotros vamos inconscientemente hacia abajo, al nivel de nuestra confesión. Nunca nadie puede levantarse por encima de ello. Si tú confiesas enfermedad, vas a desarrollar enfermedades en tus sistemas. Tú confiesas duda, las dudas se van a hacer más fuertes. Tú confiesas necesidades y falta de dinero, eso va a detener al dinero para que no venga hacia donde tú te encuentras. Tú dices, “yo puedo entender esto”. No. Debido a que a la mayoría de nosotros vivimos en el medio ambiente de los sentidos, las cosas espirituales son extrañas para nosotros. En el libro de Hebreos 4:14 se encuentra una palabra que debe convertirse en una realidad constante “Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe”. Nuestra confesión es que la Palabra de Dios no puede ser violada y, todo aquello que el Padre Celestial dice siempre es verdad. Cuando dudamos al Padre Celestial, estamos dudando de Su Palabra. Cuando dudamos de la Palabra de Dios, esto se debe a que creemos en algo diferente, y que es contrario a la Palabra de Dios. Nuestra confianza puede estar en el poder de la carne; puede estar en la medicina; puede estar en las instituciones; pero en cualquier otra cosa donde esté basada nuestra confianza, esto contradice la Palabra de Dios, y por lo tanto destruye nuestra vida de fe. Destruye nuestras oraciones. Hace que las ataduras regresen a nuestra vida. La persona que camina por fe va a tener que ser probado. Y estas pruebas no vienen del Padre
  • 26. Celestial; todas ellas vienen del adversario, y el adversario está rehusando permitir que tú te escapes de que él. Tú te conviertes en una persona muy peligrosa para el adversario cuando tú te conviertes en la persona suficientemente fuerte para poder resistirle—cuando tú has aprendido a confiar en la habilidad del Padre Celestial para que todas tus necesidades sean suplidas. Cuando esto se ha convertido en una realidad en tu conciencia, el adversario es derrotado totalmente. Pero en tanto el adversario pueda confundir este asunto y mantenerte en un estado de duda, tú vas a estar en una posición de desventaja. Tu confianza en la Palabra de Dios debe ser fortalecida para hacerte saber “que ninguna Palabra de Dios volverá vacía” y que ninguna Palabra de Dios puede fallar. No existe poder alguno en todo el universo que pueda nulificar una declaración que de hecho se encuentre en la Palabra de Dios. Dios dijo, “Yo vigilo sobre Mi Palabra, para que Ésta se cumpla”. Y nuevamente, “cualquiera que creyere en el Señor no será avergonzado”. Tu confianza tiene que estar en la palabra de Dios, la cual es viva, irrefutable, y tú tienes que mantenerte firme en tu confesión, cada vez que estés enfrentando los ataques del enemigo.
  • 27. 10 Don Gossett “¡Declara éstas cosas continuamente!” Tito 3:8 La palabra confesión tiene un significado positivo en la Biblia y significa estar afirmando lo que Dios ha dicho en Su Palabra. Es estar testificando la declaración de la Palabra de Dios. Es ser testigo de las verdades que han sido reveladas en este Libro. Hemos sido instruidos divinamente para que “mantengamos firme nuestra confesión” tal y como lo dice en Hebreos 4:14, y nuevamente, “mantengamos firmes la confesión de nuestra fe sin titubear: (porque Fiel es Aquél que lo prometió)” (Hebreos 10:23). No sólo debemos mantener firme nuestra confesión de la Palabra de Dios, pero debemos afirmar constantemente todas aquellas cosas que Dios nos ha revelado. ¿Que es la confesión? La confesión es decir lo que Dios ya ha dicho en Su Palabra con relación a cierta cosa. Significa estar de acuerdo con Dios. Consiste en decidir la misma cosa que las Escrituras dicen. Mantener firme nuestra confesión es decir lo que Dios ya ha dicho una y otra vez, hasta que aquella cosa que deseamos en nuestro corazón y que Dios ha prometido en Su Palabra, se llegue a manifestar por completo. No existe tal cosa como posesión sin haber habido confesión. Cuando llegamos a descubrir los derechos que tenemos en Cristo Jesús, debemos comenzar a afirmar todas esas cosas constantemente. Debemos testificar de ellos. Debemos ser testigos de estos hechos bíblicos gigantes. O por decirlo de otra manera, tal y como Pablo lo refiere en Filemón 6, “Y ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en vosotros mediante Cristo”. De nuestros labios deben salir continuamente todo tipo de afirmaciones de verdad. Debemos mantenernos firmes en ellas sin titubear. El castigo por dudar de nuestra confesión, consiste en que nos negamos a nosotros mismos las promesas de Dios y el cumplimiento de ellas. “Pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6–7). “Díganlo los redimidos del Señor, a quienes ha redimido de la mano del adversario” (Salmo 107:2). “Regocíjense y alégrense en ti todos los que te buscan; que digan continuamente: ¡Engrandecido sea Dios! los que aman tu salvación” (Salmo 70:4). ¿Cuáles son las cosas que tenemos que afirmar constantemente? Debemos afirmar las Escrituras positivas que revelan las buenas cosas que existen dentro de nosotros en Cristo Jesús. Hay cientos de afirmaciones poderosas que podemos hacer continuamente, a medida que hablamos y declaramos el lenguaje de las Escrituras. Afirma éstas cosas constantemente: Dios es exactamente quien Él dice que es. Yo soy exactamente quien Dios dice que soy. Dios puede hacer exactamente lo que Él dice que puede hacer.
  • 28. Yo puedo hacer todo aquello que Dios dice que puedo. Dios tiene todo aquello que Él dice tener. Yo tengo exactamente lo que Dios dice que tengo.
  • 29. 11 E. W. Kenyon Nuestra conversación Muy pocos de nosotros nos damos cuenta del efecto que nuestra conversación tiene sobre nuestro espíritu. Cuando tú pretendes ser algo que no eres, y tú te pones a hablar con mucha palabrería acerca de ello, esto edifica o forma una debilidad dentro de tu espíritu. Es como un pedazo de putrefacción en la viga o estructura de un edificio. Por decirlo de otra manera, tu conversación puede estar llena de desaliento, y tú estás hablando acerca de todos tus fracasos y de tu inferioridad eventualmente, te va a robar todo tipo de iniciativas, y vas a encontrar muy difícil poder levantarte por encima de esa actitud mental. Por el otro lado, tú hablas la verdad acerca de quién eres en Cristo Jesús. Tú le confiesas a tus amigos o a tus enemigos lo que Dios significa para ti, y acerca de tu unión con Dios, y que de hecho, tú eres socio con Dios, y que Él es quien te sostiene y Quien te provee las finanzas para hacer todas tus cosas. Tú le das a Dios todo el crédito por Su habilidad, Su sabiduría, y tú te atreves a confesar todo esto valientemente, teniendo confianza de que vas a tener todo tipo de éxito, por medio de la gracia de Dios. La confesión valiente y continua de Jesús es nuestro mejor ejemplo. Nosotros somos aquello que Él propuso que seamos. Jesús confesó Quién era Él. El conocimiento basado en los sentidos no podía entenderlo. Debemos confesar que somos en Cristo Jesús. Los hombres que se basan en sus sentidos no van a poder entendernos. Tú confiesas que has sido redimido, que tu redención es una realidad actual, y tú has sido liberado del dominio de satanás y de la autoridad demoníaca, y todo esto se convierte en una confesión muy valiente que tú debes hacer. Tú confiesas que de hecho eres una nueva creación, creado en Cristo Jesús, y que tú eres participante de la vida y naturaleza misma de la Deidad, y este tipo declaración va a asombrar a tus amigos. No basta con confesar esto una sola vez, pero diariamente tienes que estar afirmando la relación que tienes con Dios, confesando su justicia, y tu habilidad para poder estar en la presencia de Dios, siendo completamente libre de cualquier sentimiento de culpa o de inferioridad. Atrévete a pararte firme en la presencia de hechos que tienen que ver con el sentido común, ¡y atrévete a declarar que tú eres lo que Dios dice que eres! Por ejemplo, el sentido común declara que yo estoy enfermo con una enfermedad incurable. Yo confieso que Jesús ya ha puesto esa enfermedad en Cristo Jesús, y que el diablo no tiene derecho alguno a poner esto en mi; y que, “por las llagas de Cristo Jesús yo he sido sanado”. Yo me mantengo firme en mi declaración ante la realidad aparente de la contradicción del sentido común. El sentido común dice que esto no es cierto, y dice que yo estoy confesando algo que no es cierto. Pero yo estoy confesando lo que Dios dice que es. Como puedes ver, existen dos tipos de verdad: la verdad del sentido común, y la verdad de la revelación; y ellas normalmente se oponen la una a la otra. Yo vivo en el nuevo medio ambiente, que está muy por encima de los sentidos, y por lo tanto me mantengo firme en mi confesión de que yo soy lo que la Palabra de Dios dice que soy. Vamos a suponer que mis sentidos me han revelado el hecho de que me encuentro en una gran
  • 30. necesidad económica. La Palabra de Dios declara, “ mi Dios pues, suplirá todas las necesidades que ustedes tengan”. Yo le digo a Dios lo que los sentidos han tratado de imponerme, y Dios sabe que mis expectativas están puestas en Él. Yo rehúso ser intimidado a través de las evidencias de los sentidos. Yo rehúso que mi vida sea gobernada por ellos. Yo se que Aquel que está en mi es más grande que todas las fuerzas que me rodean. Las fuerzas que están en oposición son las fuerzas de los sentidos. El poder que está en mi es el Espíritu Santo; y yo se que las fuerzas espirituales son mucho más grandes que las fuerzas que se encuentran en el medio ambiente de los sentidos. Yo mantengo mi confesión y declaración de los valores espirituales, de las realidades espirituales, cada vez que encaró las contradicciones de los sentidos.
  • 31. 12 Don Gossett Conviértete en tu propio edificador No te atrevas a leer estos párrafos en voz baja. Deben ser leídos solamente en voz alta tú estás edificando tu propia fe, porque “la fe viene a través del oír de las Palabras de Dios”. Comienza ahora mismo, y conviértete en tu propio “edificador de fe”. “Yo soy una nueva criatura en Cristo Jesús. Si eso soy yo. ¿Qué significa esto? Significa que en el momento en que yo recibí a Cristo Jesús como mi Salvador Personal y el Señor de mi vida, yo nací dentro de la familia real de Dios. Yo soy un hijo de Dios. Dios ahora me ha creado en Cristo Jesús. Dios ha puesto una nueva vida dentro de mí. Yo he nacido de arriba, nacido del Espíritu Santo. Todo lo que Dios crea es bueno. Yo no arruino mi vida, porque mi vida está en Cristo Jesús. Dios me creó, y no fui creado por mí mismo. Yo soy aquello que Dios propuso que yo fuera—una nueva criatura. Yo no voy a menospreciarme a mí mismo, porque yo estoy en Cristo Jesús, y en Cristo Jesús, he obtenido una nueva vida. Mi vida antigua ha desaparecido. Yo soy un ciudadano del nuevo reino y mi ciudadanía está en los cielos. “Si llegas a ver un ángel, pregúntale y él te dirá que mi nombre está escrito en los cielos. Maravilla de maravillas, es que soy una nueva creación en Cristo Jesús. Creado por Dios, y obra de Sus propias manos. Dios ahora está trabajando dentro de mí para que yo pueda llegar a hacer Su voluntad, la cual es agradable y perfecta. ¿Qué es lo que Dios está haciendo dentro de mí? ¡Dios me está edificando! Dios me está haciendo fuerte en la fe. ¿Cómo es que Dios está haciendo esto? ¡Lo está haciendo por Su Propia Palabra! “Yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús. ¿Cómo es que sé esto? Porque 2ª Corintios 5:21 es una de las más grandes declaraciones, entre otras que me afirma este hecho. Ahora yo ya soy justo en Cristo Jesús. No sólo soy una nueva criatura en Cristo Jesús, sino que también soy justo en Cristo Jesús. ¿Qué significa ser justo? Significa que yo poseo la habilidad divina para poder permanecer en frente de la presencia santa de Dios sin tener ningún sentido de culpa o indignidad. Significa que Dios me ha hecho justo con Su propia justicia. Yo puedo estar delante de Dios sin tener ningún sentido de que no soy digno. Así que ahora que ya soy completo en Cristo Jesús, y también soy completamente libre de aquel viejo complejo de inferioridad que alguna vez me mantuvo cautivo. ¡Aleluya! Yo he sido redimido del reino de las tinieblas y he sido trasladado al reino del Amado Hijo de Dios. Anteriormente yo permanecía cautivo en el medio ambiente de la oscuridad espiritual. El diablo era mi señor y mi dueño. Yo estaba encadenado, atado condenado por toda la eternidad en el infierno. Pero entonces, Jesucristo vino, y rompió todas esas ataduras, liberando mi alma de la condenación eterna, y me dio Su vida eterna. Y ahora me encuentro en ese gran reino donde Jesús reina como el Señor de los señores y como el Rey de todos los reyes. Jesús me invita para que me una a Él justo ahí en Su trono. Yo reinó con Cristo Jesús en la vida. Si, yo soy redimido. Una vez yo solía vivir bajo las ataduras horribles del diablo. El pecado era mi dueño. Yo vivía para agradar a la carne. Pero ahora en este nuevo reino, el pecado no tiene dominio sobre mí. En el antiguo reino de oscuridad, yo viví bajo el poder de la enfermedad, del temor, de la pobreza y del fracaso. Yo fui atado por poderes inmundos. Pero ahora, a través de la sangre de Cristo Jesús, yo he sido liberado completamente. Yo puedo decir con confianza, “adiós a la enfermedad, adiós al temor, adiós a las carencias, adiós a las debilidades.
  • 32. ¡Ahora soy completamente libre!” Ahora vivo en un nuevo reino, que es el reino celestial, donde existe la vida, la luz, la libertad, el gozo, la paz, la salud, la seguridad, la bendición y todo el poder. ¡Qué gran redención es la que tengo! ¡Qué gran Redentor tengo! “Yo soy un heredero de Dios, y un coheredero con Cristo Jesús”. Ser salvo no es una cosa de poca importancia. Yo he recibido una herencia muy valiosa. Yo sido bendecido con todo tipo de bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Mi Padre Celestial me ama tal y como Él ha amado al Señor Jesucristo. Mi maravilloso Padre Celestial es más grande que todo lo que existe. Él me ama con un amor eterno. Si, yo soy bendecido con lo mejor del cielo. Mi Señor Jesucristo dijo, “yo soy la vid y vosotros son los pámpanos”. Ésta es la manera tan estrecha y cercana en que estoy vinculado con Cristo Jesús. Él es esa Vid Viviente, y yo soy una de las ramas de esa Vid. Esa misma vida, amor, gozo, paz, poder, sabiduría y habilidad que fluye de la Vid, fluye también hacia las ramas. Donde quiera que yo, vaya como rama, ¡la vida de la vid fluye! “Yo tengo la vida de Dios en mi cuerpo mortal actualmente, y no sólo cuando yo llegue al cielo, pero ahora mismo, mi espíritu ha sido avivado, y por lo tanto yo vivo y me muevo y tengo mi ser en Cristo Jesús. Yo tengo lo que Dios dice que tengo. Yo puedo hacer lo que Dios dice que puedo hacer. Yo soy lo que Dios dice que soy. “Yo _________________________, afirmó que todos los hechos anteriores han sido establecidos para siempre en los cielos, y ahora son establecidos en mi corazón. Yo voy a declararlos continuamente, con toda valentía, y voy a “poseer todo lo que me pertenece” en Cristo Jesús”.
  • 33. 13 E. W. Kenyon La confesión de fe La confesión de fe siempre resulta en una confesión gozosa. Confiesa que tenemos el dinero aún antes de que éste llegue. Confiesa una salud perfecta aún cuando el dolor todavía está en el cuerpo. Confiesa una victoria total mientras que la derrota todavía lo mantiene a uno cautivo. Tu confesión está basada sobre la Palabra Viva de Dios. “Yo sé en quién he creído, y estoy convencido de que Dios no sólo es capaz de hacer buenas cosas, sino que Dios está haciendo buenas cosas en este momento en mi vida”. Yo tuve la oportunidad de orar por una persona que estaba muy enferma. Después de que había terminado de orar, la persona dijo, “yo se que me voy a mejorar”. Yo sabía que habíamos sido derrotados, yo le dije a ella, “¿Cuándo es que tú vas a sanar?” Ella dijo, “yo no sé cuándo, pero yo sé que lo haré, porque la Palabra de Dios no puede fallar”. Yo dije, “no, pero tú le has fallado a la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es ahora, la fe es ahora; ¿acaso la Palabra de Dios está siendo verdadera en tu caso?” Ella dijo, “sí, de hecho es verdad”. “Entonces”, yo le dije, “por las llagas de Jesucristo ¿tú has que?” Ella pudo verlo. “Por las llagas de Jesucristo yo he sido sanada”. Yo le dije, “¿cuándo?” Ella dijo, “ahora mismo”. Yo le dije, “en ese caso, debes levantarte y vestirte”. Yo recuerdo un hombre de avanzada edad en el pueblo de Fredericton, New Brunswick, que era un diacono de la iglesia bautista de la localidad, y vino con una pulmonía doble. Varios de los pastores locales y yo fuimos a orar por él. Yo lo ungí con aceite y oramos por él. Después de que acabamos de orar, él dijo con una voz muy fuerte, “esposa, dame mi ropa, me voy a levantar”. Ese fue un gran gozo al verlo actuar en la Palabra de Dios. Cuando confesamos la Palabra de Dios con gozo, esto trae convicción para todos los oyentes. En Romanos 10:10 dice, “porque con el corazón el hombre cree”. Me gusta traducirlo de esta manera, “porque con el corazón, el hombre actúa basado en la Palabra de Dios”. El corazón actúa, y eso mueve los labios para que hagan la confesión. Un corazón que está lleno de duda es un corazón que está gobernado por los sentidos. Una confesión valiente viene de un corazón que está gobernado por la Palabra de Dios. La Palabra de Dios domina la vida del corazón y entonces la persona habla tal y como lo hizo Pablo, “yo sé en Quién he creído”. Mientras que Pablo estaba parado en la cubierta de aquel barco en medio de esa tormenta tan horrible, él dijo, “yo creo en Dios”. Entonces, él les dijo a todos esos hombres que no sabían qué hacer, “cada uno de ustedes va a llegar a tierra a salvo, pero el barco se va a perder”. El dijo, “vengan, vamos a comer el desayuno”. Pablo partió el pan y dio gracias en medio de todos ellos. El es dio a todos ellos algo mucho más que sólo pan, él les dio el valor que necesitaban Pablo tenía una confesión gozosa la cual estaba llena de fe. Sólo un corazón que ha sido nutrido con la Palabra de Dios puede permanecer firme bajo estas circunstancias tan difíciles. Cuando sabemos que la Palabra de Dios nos está hablando en este momento, no es difícil poder actuar basados en ello. En el Salmo 82 declara que “la Palabra de Dios ha sido establecida en los cielos”. Cuando yo leí eso, pude ver que debía ser establecida en mi corazón. Yo ya no iba a tratar de conformarme con nada menos que esto. Yo sabía que ninguna Palabra de Dios iba a quedar sin
  • 34. cumplimiento. Nunca más iba yo a tener miedo de actuar basado en la Palabra de Dios. La Palabra de Dios se convirtió en algo más real para mí y cualquier palabra que cualquier hombre jamás me hubiera dicho. Mis labios se llenaron con risa, y mi corazón fue lleno con gozo y de esta manera tuve una confesión victoriosa. Cuántas veces he tenido que ver la confesión titubeante de alguien que camina en el fracaso, y de la misma manera, la confesión gozosa de alguien que camina en una total y completa victoria. Cuando actuamos sin temor alguno, basados en la Palabra de Dios, y gozosamente echamos todas nuestras preocupaciones en Dios, la victoria es algo tan seguro como el hecho de que el sol va a salir al día siguiente.
  • 35. 14 Don Gossett Caminando con Dios por medio de concordar con Dios Cómo puedo caminar verdaderamente con Dios, a menos que esté completamente de acuerdo con Él? Estar de acuerdo con Dios significa decir las mismas cosas que Dios dice en Su Palabra acerca de la salvación, acerca de la sanidad, acerca de las respuestas a las oraciones, y acerca de una vida victoriosa. Yo estoy de acuerdo con Dios en el hecho de que yo soy quien Dios dice que soy: soy un hijo de Dios nacido del cielo. Soy una nueva criatura en Cristo Jesús. Soy más que vencedor a través de Cristo Jesús. Yo jamás puedo estar de acuerdo con el diablo que me dice que “no soy suficientemente bueno”, que soy un fracaso, que soy un debilucho, y que soy un perdedor. ¡Yo estoy de acuerdo con Dios y jamás puedo estar de acuerdo con el diablo! ¿Cómo puedo caminar con Dios en todo poder, en todas sus bendiciones, y ser usado por Él? Por medio estar de acuerdo con Dios en el hecho de que poseo lo que Dios dice que poseo: Su nombre, Su naturaleza, Su poder, Su autoridad, Su amor. Yo estoy de acuerdo con Dios acerca de lo que Dios dice que poseo—¡en Su Palabra! “Enoc caminó con Dios”, y yo hago lo mismo, por medio de estar de acuerdo en el hecho de que he recibido la habilidad para hacer todo aquello que Dios dice que yo puedo hacer: testificar con poder, echar fuera demonios, ministrar Su poder sanador. “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece”. ¡Yo estoy de acuerdo con Dios acerca de qué puedo hacer todo aquello que Dios dice—en Su Palabra —que yo puedo hacer! Si yo hablo solamente lo que mis sentidos dictan, yo no voy estar de acuerdo con Dios. Tiene que ser el hecho de hablar “solamente la Palabra de Dios”, por medio de lo cual yo me pongo de acuerdo con Dios. Tiene que ser “la confesión de fe” que se va a constituir en mi victoria. Para poder caminar con Dios, yo no estoy de acuerdo con el diablo. Jesús dijo…por medio de declarar valientemente “está escrito”. Yo resisto al diablo por medio de la Palabra de Dios. Diariamente yo camino con Dios por medio estar acuerdo con Dios y con la Palabra de Dios. “Porque Dios lo dijo… yo puedo decirlo valientemente” (Hebreos 13:5–6).
  • 36. 15 E. W. Kenyon La realización sigue a la confesión Nosotros caminamos a la luz de nuestro testimonio—nuestra fe nunca va más allá de nuestra confesión. La Palabra de Dios se convierte en algo real a medida confesamos Su realidad, y la razón de esto es que, “caminamos por fe y no por vista”. El conocimiento de los sentidos podría confesar solamente aquello que ha sido visto, oído, o sentido. Las gentes que siempre están en busca de experiencias, continuamente caminan basados en su sentidos. El diablo le tiene mucho miedo a nuestro testimonio de la realidad de la Palabra de Dios. “Si tú confesarás con tu boca”, y esto hace reaccionar nuestro corazón de la misma manera como reacciona cuando hablamos y confesamos dudas a través de nuestros labios, y esto produce una reacción de nuestro corazón. Cuando tú hablas de tus dudas y temores, tú destruyes tu fe. Cuando tú hablas acerca de la habilidad del Padre Celestial, y acerca del hecho de que esto te pertenece, tú llenas tus labios con alabanza por todas las respuestas que has recibido a tus oraciones. Esta reacción en el corazón es algo tremendo: la fe va a crecer, paso a paso, y medida a medida. Cuando tú hablas acerca de tus pruebas y tus dificultades, o acerca de la falta de fe que tienes, o acerca de tu falta de dinero, tu fe es sacudida y pierde su poder. Toda tu vida espiritual se va a reducir. Pero tú estudias acerca de quién eres en Cristo Jesús, y entonces lo confiesas valiente y abiertamente. Tú te atreves a actuar basado en la Palabra de Dios, encarando la oposición del conocimiento de los sentidos. Sin importar las apariencias, tú te mantienes firme; tú haces tú confesión y te mantienes firme en ello encarando las aparentes imposibilidades. Como puedes ver, la fe no va a pedir cosas posibles. La fe consiste en pedir que se realice lo imposible. La oración nunca es para las cosas que son posibles, sino que siempre va a hacer pidiendo aquella cosa está fuera de la razón. Es Dios quien obra con nosotros, dentro de nosotros, y a favor de nosotros. “¿Cómo no nos dará también todas las cosas?” Como puedes ver, tú estás entrando al ámbito de lo imposible, de la misma manera como lo hizo Abraham cuando él le pidió a Dios por un hijo. No estás pidiendo por algo que puedas hacer por ti mismo, sino que está pidiendo por algo que va más allá del razonamiento. Entonces, tú rehúsas tomar el consejo del temor o mantener las dudas en tu mente. Las batallas más duras que yo jamás he peleado han sido en estos terrenos. Las batallas más grandes que yo jamás he ganado han sido aquellas donde las cosas parecen imposibles, donde había la más grande oposición, y donde la razón era desacreditada completamente por la fe. Yo me mantuve firme en mi confesión y la Palabra de Dios fue hecha realidad. Confiesa su dominio sobre todas las enfermedades en el Nombre de Jesús. Nunca te sientas atemorizado por cualquier condición, sin importar qué tan grande o qué tan imposible sea el caso que enfrentas. Puede tratarse de cáncer, tuberculosis, o de un accidente en el cual la muerte parece ser la dueña de la situación. Nunca te rindas ante estas cosas. Tú debes saber que tú y Dios son los dueños de toda situación. Nunca jamás, ni por un solo momento, debes perder la confesión de tu supremacía sobre las obras del adversario. Esta enfermedad, esta calamidad no viene de Dios. Tiene una sola fuente de origen y es el diablo. Y en el nombre de Jesús, tú tienes el control sobre ello. Tú has tomado el lugar de Jesús; tú estás actuando en representación de Jesucristo.
  • 37. Tú mantienes tu posición sin temor alguno; confiesas la habilidad que tienes en Cristo Jesús para suplir y confrontar cualquier emergencia. Siempre debes recordar que Jesús enfrentó a la derrota y la venció completamente. Tú estás encarando la derrota como el vencedor de ella continuamente. Nunca te rindas. Mantén tu posición firmemente. Una forma de traducción de Filipenses 1:27–28: “permite que tu vida como miembro de una misma comunión sea digna de las buenas nuevas del Mesías, para que, ya sea que yo venga a visitarlos, o que tenga que permanecer lejos de ustedes y solamente oiga noticias acerca de ustedes, yo pueda saber es ustedes están trabajando denodadamente, hombro con hombro, por la fe de las buenas nuevas; y que no son intimidados en ninguna forma por sus adversarios. El fracaso de sus adversarios para poder intimidarlos a ustedes, es una clara evidencia—y de hecho, es una señal de Dios—para ellos, acerca de que su destrucción es inminente; pero para ustedes, de que la salvación les pertenece”. Esta posición sólida de la cual se habla en Colosenses 2:5 “porque aunque estoy ausente en el cuerpo, sin embargo estoy con vosotros en espíritu, regocijándome al ver vuestra buena disciplina y la estabilidad de vuestra fe en Christo” es la posición firme que presentas ante tus enemigos. Tú no puedes ser vencido. El espíritu está murmurando, “no, en todas estas cosas yo soy más que vencedor”. Toda enfermedad viene del enemigo. Toda clase de pecado viene del enemigo. Toda oposición a las buenas nuevas viene del enemigo. Dios y yo somos vencedores. Más grande es Aquel que está en mí que toda esta oposición o que esta enfermedad. No existe necesidad alguna que sea más grande que mi Señor. No existe necesidad alguna que mi Dios no pueda suplir. Esta voluntad indomable que Dios ha puesto en ti no puede ser vencida ni conquistada. Tú debes recordar lo que tú eres—tú eres una nueva criatura. Es una rama que pertenece a la vid. Tú eres heredero de Dios. Tú has sido unido con Dios. Tú y Dios son uno solo; y Dios es la parte más grande de esta unidad. No existe tal cosa como un Dios conquistado, cuando Su instrumento que eres tú, rehúsa admitir que el enemigo pueda vencerlo. Tú eres ese instrumento. “Yo he aprendido que en cualquier circunstancia en que me encuentre, yo me encuentro independiente de todas las circunstancias” (Filipenses 4:11, versión de Way). Derrotado con tus propios labios Tú dijiste que no podías, y en el momento en que lo dijiste está derrotado. Tú dijiste que no tenías fe, y la duda se levantó como un gigante dentro de ti. Tú has sido hecho prisionero con tus propias palabras. Tú declaraste fracaso, y el fracaso te tomó prisionero. Proverbios 6:2 dice, “tú has sido enlazado con las palabras de tu boca”. Muy pocos de nosotros nos podemos dar cuenta que nuestras palabras nos dominan. Un hombre joven dijo una vez, “nunca fui derrotado hasta el momento en que confesé que ya había sido derrotado”. Otro hombre dijo, “en el momento en que comencé a hacer una confesión valiente, llena de confianza, un nuevo valor que nunca había conocido tomó posesión de mi”. Otra joven madre dijo, “mis labios han sido una maldición constante. Nunca he sido capaz de obtener dominio sobre mis labios”. Otra mujer dijo el otro día, “yo siempre hablo lo que está en mi mente”. Ella tiene muy pocos amigos. Lo único que hace que la gente la visite es la pena que sienten por ella. Sus labios han sido su maldición. No es tan malo hablar lo que está en tu mente si es que tú tienes la mente de Cristo Jesús, pero mientras tú tienes una mente que es dominada por el diablo, muy pocas gentes tienen interés de escuchar lo que tienes en mente. Nunca temas al fracaso. Nunca declares derrota.
  • 38. Nunca, ni por un momento admitas que el poder de Dios no puede ayudarte. Debes convertirte en una persona “que tiene la mente de Dios”, recordando siempre que es más grande Aquel que está en ti, que cualquier fuerza que pueda venir en contra tuya; recordando también que Dios creó todo el universo con palabras; y esas palabras son mucho más poderosas que los tanques o que las bombas, y son mucho más poderosas que un ejército o que las Fuerzas Armadas. Debes aprender a usar las palabras de tal manera que ellas trabajen a favor de ti y se conviertan en sus sirvientes. Debes aprender que tus labios te pueden convertir en un millonario o en un pordiosero; en alguien que la gente quiere, o en alguien que la gente desprecia; en un vencedor o en un cautivo. Tus palabras pueden ser llenas de fe, la cual puede remover los cielos y hacer que los hombres te quieran. Debes recordar que tú puedes llenar tus palabras con amor, de tal manera que sean capaces de derretir el corazón más frío, que puedan traer calor y sanidad a los corazones quebrantados y a las personas desanimadas. En otras palabras, tus palabras se pueden convertir en todo aquello que tú desees que sean. Tú puedes hacer que tus palabras rimen. Tú puedes llenar tus palabras con ritmo. Tú puedes llenar tus palabras con odio, con veneno; o también, tú puedes hacer que tus palabras respiren la misma fragancia del cielo. Ahora tuya puedes ver en forma viva lo que tu confesión significa para tu propio corazón. Tú fe nunca va a registrar más allá de las palabras de tus labios. No es tan malo pensar una cosa como lo es confesarlo. Los pensamientos pueden venir y pueden persistir y tratar de quedarse, pero si tú rehúsas convertirlos en palabras ellos mueren sin llevar fruto alguno. Debes cultivar el hábito de pensar cosas en grande, y entonces, debes aprender a usar palabras que provoquen una reacción en tu propio espíritu, y te conviertan en un vencedor. Las confesiones de Jesucristo probaron ser reales. Las confesiones de fe generan realidades. Jesús confesó que era La Luz del Mundo. Jesús es la Luz del mundo. El rechazo de Jesús ha lanzado al mundo a una nueva oscuridad. El dijo que Él era el Pan que había bajado del cielo, y esto es verdad. Las gentes que se han alimentado de las palabras de Jesús nunca han vuelto a sufrir hambre. Las palabras de Jesucristo edifican nuestra fe, a medida que actuamos en ellas, y que permitimos que ellas vivan en nosotros. Sus palabras fueron llenas con El Mismo; y a medida que actuamos en ellas, ellas mismas nos llenan con Cristo Jesús. Las palabras alimentan la fe, y hacen que el poder de Dios crezca dentro de nosotros. Las palabras del creyente deberían nacer del amor, y deberían siempre estaré llenas de amor. Nuestros labios toman el lugar de los labios de Jesús. Nuestras palabras nunca debieran lastimar o herir, sino al contrario, deberían bendecir y sanar. Jesús es el Camino, la Realidad, y la Vida. Nosotros estamos tomando el lugar de Jesucristo, mostrando el Camino, confesando la Realidad, y disfrutando la Vida. Nunca vas a poder disfrutar lo que tú eres en Cristo Jesús, hasta que el amor de Jesucristo llegue a gobernar tus labios.
  • 39. 16 Don Gossett Nunca digas “no puedo”, cuando Dios dice “si puedes” Nunca digas, “no puedo”. La frase “no puedo” no se encuentra en ningún lado en la Biblia. Debes hablar el lenguaje de Dios. Debes decir lo que la Palabra de Dios dice. Debes estar en armonía con el cielo, por medio de afirmar y confesar la Palabra de Dios. Debes estar de acuerdo con Dios por medio de estar acuerdo con Su Palabra. No puedo decir, “no puedo recibir mi sanidad”. Debes hablar valientemente, “yo puedo recibir mi sanidad, que por las llagas de Jesús he sido salado. Yo puedo recibir mi sanidad, porque Jesús dijo que pondrán las manos sobre los enfermos y ellos sanarán y, las manos han sido puestas sobre mí y por lo tanto me voy a recuperar”. Nunca digas, “no puedo pagar mis deudas”. Al contrario, debes declarar enfáticamente, “yo sí puedo pagar mis deudas, porque mi Dios suple todas mis necesidades de acuerdo a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Yo he honrado al Señor Jesucristo, por medio de pagar mis diezmos y dar ofrendas en Su Nombre, y Él dice que Él abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendiciones hasta que sobré abunden, y que va a reprender al devorador en favor de mi. Yo puedo pagar mis deudas, porque mi Dios suple el dinero para suplir todas las necesidades de mi vida”. Nunca digas, “no puedo testificar con poder porque soy tan débil y tan anémico como cristiano, y cuando se trata de dar mi testimonio”. Debes derrotar esa declaración negativa por medio de afirmar, “yo puedo testificar en poder, porque he recibido al Espíritu Santo en mi vida, y Jesús dijo que yo tengo poder porque poseo al Espíritu Santo habitando dentro de mi. Yo puedo compartir mi testimonio, y mi testimonio es por Cristo, el mensaje de Su salvación con gran efectividad, porque he recibido energía a través del poderoso Espíritu Santo de Dios desde el cielo”. Nunca digas, “que nunca puedo recibir la respuesta de mis oraciones”. Este tipo de expresiones va a cerrar los cielos para tu vida. Con toda seguridad, debes declarar, “yo puedo recibir la respuesta a mis oraciones, porque Jesús dijo que cualquier cosa que yo pida al Padre Celestial en el nombre de Jesucristo, Él me la daría. Yo puedo recibir respuestas poderosas de parte de Dios, porque Dios ha prometido que si yo clamo a Él, Él me respondería, y me mostraría grandes cosas, y cosas muy maravillosas. Yo se que puedo recibir las respuestas a mis oraciones, porque ésta es la confianza que tengo en Dios, que cualquier cosa que yo le pida, la voy a recibir de Él, porque mantengo Sus mandamientos y hago todas aquellas cosas que son agradables ante los ojos de Dios”. Nunca digas, “nunca voy a ver a mis seres queridos viniendo a la salvación en Cristo Jesús”. Es una mentira del diablo, si tú la dices en voz alta y la declaras, le estás dando lugar al diablo. Debes ponerte de acuerdo con las promesas de Dios y declarar, “yo puedo ver a mis seres queridos viniendo a rendir su corazón a Cristo Jesús, porque Dios ha prometido que si yo creo en el Señor Jesucristo, no sólo yo sería salvo, pero también por medio de creer, toda mi casa va a ser salva. Yo nunca voy a temer que mis seres queridos se van a perder para siempre en el infierno. Yo puedo ver que todos mis seres
  • 40. queridos son salvos, porque yo soy un instrumento en las manos de Dios para creer por la salvación de todos ellos”. Nunca digas, “jamás voy a poder vencer mi problema de sobrepeso o de obesidad”. Debes descubrir la habilidad que hay en Cristo Jesús, por medio de declarar, “yo puedo resistir la tentación de comer comidas importantes, demasiado dulces, y llenas de calorías. Por medio de habitar en Cristo Jesús, yo puedo evitar comidas que sean muy altas en calorías. Yo puedo, por medio de la gracia de Cristo Jesús, vencer la tentación de convertirme en un comilón compulsivo, y puedo llegar a comer con moderación, con templanza porque mi vientre nunca se va a convertir en mi Dios. Aleluya, yo he podido descubrir el secreto: yo puedo conquistar mi condición miserable de sobrepeso y obesidad a través de Cristo Jesús quién es mi fortaleza y mi suficiencia”.
  • 41. 17 E. W. Kenyon El valor de la confesión La realización siempre tiene que seguir a la confesión. Caminamos a la luz de nuestro testimonio. La palabra se convierte en algo real, sólo a medida que confesamos su realidad. El diablo tiene miedo de nuestro testimonio. Si tú confiesas algo con tu boca, esto va a causar una reacción sobre tu corazón o en tu espíritu. Confesamos todo aquello que somos en Cristo Jesús, y entonces, actuamos basados en nuestra confesión. Si confesamos nuestros temores, ellos nos van a gobernar. y si confesamos el dominio de la enfermedad, esto establece su señorío sobre nuestros cuerpos en forma mucho más completa. Si confesamos nuestra libertad, el hecho de que el hijo de Dios nos ha hecho completamente libres, Dios hace que esta confesión se convierta en una realidad. Cuando nos damos cuenta que Jesús confrontó a la derrota y la conquistó completamente, y cuando nos atrevemos a hacer este tipo de confesión, la derrota y el fracaso pierden el dominio que tenían sobre nosotros. Debes pensar pensamientos de fe y debes declarar palabras que dirijan al corazón fuera de la derrota, y hacia la victoria total. Cuando confesamos la Palabra de Dios, Dios Cuida para que se vuelva una realidad, pero no va a existir acción alguna de parte de Dios si no existe confesión de nuestra parte. El cristianismo es llamado “la gran confesión”. En Hebreos 3:1 dice lo siguiente, “considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra confesión, Cristo Jesús”. En Hebreos 4:14 dice, “Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe”. ¿Cual es la confesión que debemos mantener? Que en Cristo Jesús tenemos una redención perfecta. En Colosenses 1:13–14 dice lo siguiente, “Porque El nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención: el perdón de los pecados”. Ésa redención nunca llega a convertirse en una realidad, sino hasta que la Declaramos y confesamos; muy pocos creyentes llegan a apropiarse de este hecho. Cuando encaramos una aparente derrota, confesamos nuestra redención y nuestra liberación, y éstas se convierten en una realidad, y no pedimos por la redención; damos gracias a Dios por ella. Ésa redención nos fue provista de acuerdo a lo que dice1a Pedro 1:18–19, “Sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo”. Esto no es una promesa, sino un hecho cumplido. En Efesios 2:10 dice que confesamos ser una nueva creación, creados en Cristo Jesús, “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”. En 2ª Corintios 5:17 dice que podemos atrevernos a decir, “las cosas viejas pasaron; he aquí toda son hechas nuevas, y todo esto es de Dios, que nos reconcilió asimismo por medio de Cristo Jesús”. Sabemos que no sólo somos redimidos y hechos una nueva creación, pero también somos
  • 42. reconciliados. Debemos atrevernos a confesar esto delante de todo el mundo. Confesamos nuestra redención, habiendo sido redimidos de la mano de satanás, y por lo tanto, él es incapaz de poner enfermedades sobre nosotros, y es incapaz de mantenernos atados. En Apocalipsis 12:11 dice, “y ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero, y debido a la palabra de su testimonio”. La palabra aquí es logos. Ellos vencieron al adversario, debido a la sangre del Cordero, y debido al logos que estaba contenido en el testimonio de ellos. Ellos descansaron en la integridad de la Palabra de Dios. Ellos se atrevieron a confesar que todo lo que Dios ha dicho es cierto y verdadero. Y Romanos 4:25 dice lo siguiente, “El cual fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado por causa de nuestra justificación”. Romano 5:1 dice, “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Entonces debes atreverte a confesar que todo esto es verdad ahora mismo. Debes confesar tu justicia en Cristo Jesús. Ahora ya somos la justicia de Dios en Cristo Jesús. Podemos atrevernos a declarar esto delante de todo el mundo. Podemos atrevernos a confesar que Dios mismo, se ha convertido en nuestra justicia (Romanos 3:26). Hemos sido convertidos a través del nuevo nacimiento y a través del Espíritu Santo, en la misma justicia de Dios en Cristo Jesús. “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El” (2ª Corintios 5:21). Esta es la misma declaración de Dios de lo que nosotros somos actualmente; no de lo que queremos ser, pero de lo que Dios nos ha hecho. En 1ª Pedro 2:24 declara que hemos sido sanados, “y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados”. La obra ha sido cumplida. El problema no consiste en obtener nuestra sanidad, y tampoco es un problema de fe. Es un problema de la integridad de la Palabra de Dios. ¿Acaso podemos depender en la Palabra de Dios? Jeremías 1: 12 dice lo siguiente, “Y me dijo el Señor: Bien has visto, porque yo velo sobre mi palabra para cumplirla”. Nuestra confesión debe ser una confesión de la fidelidad absoluta de la Palabra de Dios, de la obra terminada de Dios, y de la realidad de nuestra relación con Él, como hijos e hijas de Dios. Ésas palabras determinan nuestra fe. Estas palabras son nuestra confesión. Si yo me pongo a confesar continuamente mis necesidades; yo creo en mis necesidades y, mi confesión seguramente se convierte en una realidad, y yo confieso las cosas en las cuales creo. Si yo creo en el fracaso y la debilidad, voy a acabar por confesarlos. Yo voy a vivir en los estándares de mi confesión. Si yo me atrevo a decir que el Salmo 34:10 es verdad, “Los leoncillos pasan necesidad y tienen hambre, mas los que buscan al Señor no carecerán de bien alguno”, y me mantengo firme en esta confesión, Dios va a hacer que se convierta en una realidad todo aquello que yo he confesado. En el Salmo 84:11 dice, “Porque sol y escudo es el Señor Dios; gracia y gloria da el Señor; nada bueno niega a los que andan en integridad”. Yo me atrevo a confesar y a declarar Proverbios 3:5–6 que dice, “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y El enderezará tus sendas”. Esta es la verdadera guía. No sólo es liberación de ciertas condiciones, pero es una guía para entrar a la voluntad de Dios, y a las sendas de la plenitud.
  • 43. En Filipenses 4:19 dice algo que se ha convertido en el cántico de mi corazón, “mi Dios pues suplirá todo lo que les falta de acuerdo a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Qué confesión más fuerte es esta. El corazón se fortalece grandemente. En Isaías 54:17 dice, “Ningún arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se alce contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos del Señor, y su justificación viene de mí- declara el Señor”. Dios está bajo la obligación de estar siempre presente y cuidar por los Suyos. El nunca puede fallarnos. En el Salmo 118:6 dice, “El Señor está a mi favor; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?” En Isaías 41:10 dice, “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia”. Este es el reto de Dios, yo me atrevo a confesarlo delante de todo el mundo. ¡Qué clase de confesión es esta! Dios me dice a mí en lo personal: “no tengas miedo y hijo, Yo siempre estoy contigo. No te desmayes; Yo soy tu Dios”. Él era el Dios de Israel ¿acaso puedes recordar lo que le sucedió a faraón y a Egipto, y a los filisteos? (Éxodo 14:21–31, 1ª Samuel 14). ¿Acaso puedes recordar lo que le sucedió a todas las naciones que se atrevieron a poner sus manos en contra de Israel, mientras que Israel mantenía el pacto con su Dios? En 1ª Crónicas 16:22 dice, “no toquéis a mis ungidos”. Dios va a cuidar de nosotros de la misma manera como en el cuidó de ellos. Dios va ser nuestro Protector y nuestro Proveedor. Jesús dijo que la fe siempre ganaría. La fe ha ganado. Nosotros somos los testigos de esta tremenda realidad. La Biblia es la confesión de Dios. Mientras más leo la Biblia, mas es que esta tremenda verdad opaca todo lo demás desde Génesis hasta Apocalipsis. Es una confesión continua de la grandeza de Dios y de la habilidad de Dios, de su amor, y del gran corazón que Dios tiene como Padre Celestial. Jesús, tal y como tú puedes verlo en los cuatro Evangelios, continuamente está realizando confesiones y declaraciones. El es el Gran Pastor; Él es la Luz del mundo. En Juan 10:11 dice lo siguiente, “Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas”. En Juan 8:12 dice, “Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Jesús dijo en Juan 14:6, “ Yo soy el camino, la verdad, y la vida”. En Juan 11:25 dice, “Yo soy la resurrección y la vida”. En Juan 6:35 dice, “Yo soy el pan de vida”. Todas estas son unas confesiones tremendas. En Juan 10:29 dice, “Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre”. La confesión de Jesús lo dirigió directamente hacia el Calvario. En Juan 5:18 dice lo siguiente, “Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios”. Las valientes confesiones de los hombres a través de todas las edades nos han dado los mártires de la historia. La fe nos da el valor para poder confesar, y la confesión nos da la valentía para poder tener fe y la confesión te alinea, y te establece en el lugar correcto, y establece tu posición. Sabemos lo que tú eres. Si tú permaneces en silencio, no podemos conocer el lugar que ocupas. La confesión sana, o la confesión que mantiene enfermo, y es por medio de tu confesión que eres salvo o que te pierdes. Es por medio de tu confesión que tienes abundancia o que tienes necesidad, y es por medio de tu confesión que eres débil o que eres fuerte. Tú eres lo que tú confiesas con tus labios, y lo que tú crees en tu corazón. Tu confesión de fracaso te ayuda en el medio ambiente del fracaso. La confesión de la habilidad de Dios a favor tuyo te permite salir adelante por encima de todas las cosas.