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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL
                                    “FRANCISCO MORAZÁN”

Modelos literarios: Cuento           Primer Período                    Lic. José Alberto Díaz
Nombre. Zelania Portillo Caballero                                   Fecha: 08 /05/ 2012

TIPO ENSAYO          Valor 25% (5% c/u)
Instrucciones: conteste cada una de las interrogantes con argumentación válida, de forma coherente y con
ilación temática.
    1- ¿Por qué se facilitó la épica a los escritores de la Edad Media? Tres argumentos como mínimo

    La narración heroica en verso, era más fácil y rápida su propagación en todo el territorio.
    Porque habían muchas guerras para ensanchar el territorio de dichos países o pueblos, plasmaban la
     realidad que Vivian.
    La necesidad de crear un héroe y lograr que la sociedad cobre espíritu patriótico.

   2- ¿Cuál es la diferencia entre El Mío Cid y Conde Lucanor? Cuatro argumentos como mínimo
    El Mío Cid es totalmente patriótico, incentiva al pueblo español para luchar por la unidad nacional y la
      defensa de sus creencias.
    Conde Lucanor es totalmente moralizante, busca crear o inspirar a cumplir los valores ahí
      presentados..
    En el Conde Lucanor se ve el declive de la época Medieval ya que no muestra aventuras caballerescas
      ni la religión de forma dogmática.
    En el Mío Cid se ve el clímax de la dicha época porque hace referencia a la caballería, la religión y la
      guerra contra los árabes.
    El Mío Cid es una obra escapista, buscaban huir de la realidad del país, sucumbidos en la pobreza, las
      guerras y la imposición de mandatos religiosos.
    En el Conde Lucanor no hay tanta descripción detallada de aspectos físicos como en el Mío Cid.
    El Conde Lucanor no se hace énfasis en un héroe nacional, como en el Mío Cid.
    El conde Lucanor, obra del XIV, con el Mío Cid del siglo XII.

   3- ¿Cuál es la impresión dejada por La Divina Comedia?
   4- Es un libro que me ha dejado con una profunda curiosidad acerca de la vida después de la muerte. Hay
      cosas del libro que yo sé que no son ciertas, a según he leído en la biblia, si hay cosas que se ve
      claramente que son inventadas, sin embargo hay otras que si concuerdan con la biblia, por ejemplo el
      hace referencia en los diferentes lugares de castigos que hay en el infierno y en la Biblia en ninguna
      parte habla de cada uno de esos lugares o que sean así como el los describe. Eso pone en debate al
      escritor, que no lo juzgo porque supongo que bajo su creencia católica escribió dicho libro, sin
      embargo, me gusta que Dante hace que los lectores reflexionen en su modus vivendi y que cambie las
      malos actitudes, ya que a según explica el autor la paga por ser malos es el castigo eterno.

   5- Con la ayuda de los cuentos de El Decamerón, ¿qué hacen de Giovanni Boccaccio un humanista?
      En el libro el Decamerón se ve como las debilidades o necesidades humanas, brotan a flor de piel, se ve
      como Boccaccio manifiesta que el hombre por naturaleza necesita una mujer, no importa que sea un
      sacerdote, un burgués o un pobre todos tienen necesidades básicas así también la naturaleza malvada
del ser humano capaz de engañar, ser avaro etc.., Es por esto y mucho más que podemos decir que
       Boccaccio es humanista.



   6- Tomando en cuenta lo analizado en clase y con la ayuda de los cuentos leídos, ¿cuál es el
      movimiento fuerte en Guy de Maupassant?
      El naturalismo porque hace énfasis en el aspecto psicológico de los personajes.Procura mostrar en las
      obras una reproducción fiel y exacta de la realidad
      El Realismo es más descriptivo y refleja los intereses de una capa social muy definida, la burguesía,
      mientras que el Naturalismo extiende su descripción a las clases más desfavorecidas, intenta explicar
      de forma materialista y casi mecanicista la raíz de los problemas sociales y alcanza a hacer una crítica
      social profunda; además, si el individualismo burgués es siempre libre y optimista en su fe liberal de
      que es posible el progreso sin contrapeso y labrar el propio destino, el naturalismo es pesimista y ateo
      merced al determinismo, que afirma que es imposible escapar de las condiciones sociales que guían
      nuestro sendero en la vida sin que podamos hacer nada por impedirlo.


   TIPO PRÁCTICO Valor 25% (6.25% c/u)
   Instrucciones: realice lo que se le solicita.

1- A los sucesivos cuentos extraerles lo siguiente:
Temática, tipo de narrador, personajes, Planteamiento, nudo, desenlace, diálogo, descripción, tiempo externo
e interno, espacio físico, psicológico y social.

                                  CUENTO DE LA OBRA “EL CONDE LUCANOR”

Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño
Otra vez le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio:
-Patronio, un hombre me ha propuesto un asunto muy importante, que será muy provechoso para mí; pero
me pide que no lo sepa ninguna persona, por mucha confianza que yo tenga en ella, y tanto me encarece el
secreto que afirma que puedo perder mi hacienda y mi vida, si se lo descubro a alguien. Como yo sé que por
vuestro claro entendimiento ninguno os propondría algo que fuera engaño o burla, os ruego que me digáis
vuestra opinión sobre este asunto.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que sepáis lo que más os conviene hacer en este negocio, me
gustaría contaros lo que sucedió a un rey moro con tres pícaros granujas que llegaron a palacio.
Y el conde le preguntó lo que había pasado.
-Señor conde -dijo Patronio-, tres pícaros fueron a palacio y dijeron al rey que eran excelentes tejedores, y le
contaron cómo su mayor habilidad era hacer un paño que sólo podían ver aquellos que eran hijos de quienes
todos creían su padre, pero que dicha tela nunca podría ser vista por quienes no fueran hijos de quien pasaba
por padre suyo.
»Esto le pareció muy bien al rey, pues por aquel medio sabría quiénes eran hijos verdaderos de sus padres y
quiénes no, para, de esta manera, quedarse él con sus bienes, porque los moros no heredan a sus padres si no
son verdaderamente sus hijos. Con esta intención, les mandó dar una sala grande para que hiciesen aquella
tela.
»Los pícaros pidieron al rey que les mandase encerrar en aquel salón hasta que terminaran su labor y, de esta
manera, se vería que no había engaño en cuanto proponían. Esto también agradó mucho al rey, que les dio
oro, y plata, y seda, y cuanto fue necesario para tejer la tela. Y después quedaron encerrados en aquel salón.
»Ellos montaron sus telares y simulaban estar muchas horas tejiendo. Pasados varios días, fue uno de ellos a
decir al rey que ya habían empezado la tela y que era muy hermosa; también le explicó con qué figuras y
labores la estaban haciendo, y le pidió que fuese a verla él solo, sin compañía de ningún consejero. Al rey le
agradó mucho todo esto.
»El rey, para hacer la prueba antes en otra persona, envió a un criado suyo, sin pedirle que le dijera la verdad.
Cuando el servidor vio a los tejedores y les oyó comentar entre ellos las virtudes de la tela, no se atrevió a
decir que no la veía. Y así, cuando volvió a palacio, dijo al rey que la había visto. El rey mandó después a otro
servidor, que afamó también haber visto la tela.
»Cuando todos los enviados del rey le aseguraron haber visto el paño, el rey fue a verlo. Entró en la sala y vio a
los falsos tejedores hacer como si trabajasen, mientras le decían: «Mirad esta labor. ¿Os place esta historia?
Mirad el dibujo y apreciad la variedad de los colores». Y aunque los tres se mostraban de acuerdo en lo que
decían, la verdad es que no habían tejido tela alguna. Cuando el rey los vio tejer y decir cómo era la tela, que
otros ya habían visto, se tuvo por muerto, pues pensó que él no la veía porque no era hijo del rey, su padre, y
por eso no podía ver el paño, y temió que, si lo decía, perdería el reino. Obligado por ese temor, alabó mucho
la tela y aprendió muy bien todos los detalles que los tejedores le habían mostrado. Cuando volvió a palacio,
comentó a sus cortesanos las excelencias y primores de aquella tela y les explicó los dibujos e historias que
había en ella, pero les ocultó todas sus sospechas.
»A los pocos días, y para que viera la tela, el rey envió a su gobernador, al que le había contado las excelencias
y maravillas que tenía el paño. Llegó el gobernador y vio a los pícaros tejer y explicar las figuras y labores que
tenía la tela, pero, como él no las veía, y recordaba que el rey las había visto, juzgó no ser hijo de quien creía
su padre y pensó que, si alguien lo supiese, perdería honra y cargos. Con este temor, alabó mucho la tela,
tanto o más que el propio rey.
»Cuando el gobernador le dijo al rey que había visto la tela y le alabó todos sus detalles y excelencias, el
monarca se sintió muy desdichado, pues ya no le cabía duda de que no era hijo del rey a quien había sucedido
en el trono. Por este motivo, comenzó a alabar la calidad y belleza de la tela y la destreza de aquellos que la
habían tejido.
»Al día siguiente envió el rey a su valido, y le ocurrió lo mismo. ¿Qué más os diré? De esta manera, y por
temor a la deshonra, fueron engañados el rey y todos sus vasallos, pues ninguno osaba decir que no veía la
tela.
»Así siguió este asunto hasta que llegaron las fiestas mayores y pidieron al rey que vistiese aquellos paños
para la ocasión. Los tres pícaros trajeron la tela envuelta en una sábana de lino, hicieron como si la
desenvolviesen y, después, preguntaron al rey qué clase de vestidura deseaba. El rey les indicó el traje que
quería. Ellos le tomaron medidas y, después, hicieron como si cortasen la tela y la estuvieran cosiendo.
»Cuando llegó el día de la fiesta, los tejedores le trajeron al rey la tela cortada y cosida, haciéndole creer que
lo vestían y le alisaban los pliegues. Al terminar, el rey pensó que ya estaba vestido, sin atreverse a decir que él
no veía la tela.
»Y vestido de esta forma, es decir, totalmente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; por suerte,
era verano y el rey no padeció el frío.
»Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que no viera la tela era por no ser hijo de su padre,
creyendo cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo a perder la honra, permanecieron
callados y ninguno se atrevió a descubrir aquel secreto. Pero un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra
que perder, se acercó al rey y le dijo: «Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de
otro cualquiera, y por eso os digo que o yo soy ciego, o vais desnudo».
»El rey comenzó a insultarlo, diciendo que, como él no era hijo de su padre, no podía ver la tela.
»Al decir esto el negro, otro que lo oyó dijo lo mismo, y así lo fueron diciendo hasta que el rey y todos los
demás perdieron el miedo a reconocer que era la verdad; y así comprendieron el engaño que los pícaros les
habían hecho. Y cuando fueron a buscarlos, no los encontraron, pues se habían ido con lo que habían estafado
al rey gracias a este engaño.
»Así, vos, señor Conde Lucanor, como aquel hombre os pide que ninguna persona de vuestra confianza sepa lo
que os propone, estad seguro de que piensa engañaros, pues debéis comprender que no tiene motivos para
buscar vuestro provecho, ya que apenas os conoce, mientras que, quienes han vivido con vos, siempre
procurarán serviros y favoreceros.
El conde pensó que era un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien.
Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro y compuso estos versos que dicen
así:         A        quien        te         aconseja          encubrir       de        tus        amigos
más le gusta engañarte que los higos.
FIN


Temática: El engaño lo coloque como el tema principal porque todos fueron engañados.




Temática:

Tipo de narrador: Observador
Patronio



                             Conde
                            Lucanor



                         Tres tejedores




                             El Rey




Personajes: El personaje principal es el rey porque el es el que sufre los cambios.

                                                Planteamiento
Había un rey, quien escucho hablar de tres tejedores y quiso que le hicieran una prenda.

                                                 Nudo
Los tres tejedores lo engañaron, harían una prenda mágica con materiales carísimos pero que el rey no la
podía ver porque era un hijo bastardo.

                                                Desenlace
El rey creyendo que solo el no podía ver su nuevo vestido salió y todo mundo lo vio desnudo, pero cuando
fueron a buscar los picaros ya habían huido.

                                                       Diálogo
Es directo, ya que el conde Lucanor le presento su dilema a Patronio para que éste le dé consejo sabio.
“Otra vez le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio:
-Patronio, un hombre me ha propuesto un asunto muy importante, que será muy provechoso para mí; pero
me pide que no lo sepa ninguna persona, por mucha confianza que yo tenga en ella, y tanto me encarece el
secreto que afirma que puedo perder mi hacienda y mi vida, si se lo descubro a alguien. Como yo sé que por
vuestro claro entendimiento ninguno os propondría algo que fuera engaño o burla, os ruego que me digáis
vuestra opinión sobre este asunto.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que sepáis lo que más os conviene hacer en este negocio, me
gustaría contaros lo que sucedió a un rey moro con tres pícaros granujas que llegaron a palacio.”
Es indirecto, porque se narra lo que el rey le dice a los tres tejedores y a los servidores.
“Cuando el servidor vio a los tejedores y les oyó comentar entre ellos las virtudes de la tela, no se atrevió a
decir que no la veía. Y así, cuando volvió a palacio, dijo al rey que la había visto.”

                                                 Descripción
Prosopografía: Describir el exterior de una persona.
“Y vestido de esta forma, es decir, totalmente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; por suerte,
era verano y el rey no padeció el frío”.

“Cuando el gobernador le dijo al rey que había visto la tela y le alabó todos sus detalles y excelencias, el
monarca se sintió muy desdichado, pues ya no le cabía duda de que no era hijo del rey a quien había sucedido
en el trono. Por este motivo, comenzó a alabar la calidad y belleza de la tela y la destreza de aquellos que la
habían tejido. “


                                           Tiempo externo e interno
Tiempo interno:

» Pasados varios días, fue uno de ellos a decir al rey que ya habían empezado la tela y que era muy hermosa;
también le explicó con qué figuras y labores la estaban haciendo, y le pidió que fuese a verla él solo, sin
compañía de ningún consejero. Al rey le agradó mucho todo esto.
»A los pocos días, y para que viera la tela, el rey envió a su gobernador, al que le había contado las excelencias
y maravillas que tenía el paño.

En si no muestra una cantidad exacta de días solo se habla de varios, pocos, día de la fiesta. Pudieron haber
sido semanas.

Tiempo externo:
El conde Lucanor, obra del XIV.
                                                  Espacio físico

“tres pícaros fueron a palacio y dijeron al rey que eran excelentes tejedores, y le contaron cómo su mayor
habilidad era hacer un paño que sólo podían ver aquellos que eran hijos de quienes todos creían su padre,
pero que dicha tela nunca podría ser vista por quienes no fueran hijos de quien pasaba por padre suyo.”
La acción se realiza en el palacio.

                                              Psicológico y social.
»Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que no viera la tela era por no ser hijo de su padre,
creyendo cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo a perder la honra, permanecieron
callados y ninguno se atrevió a descubrir aquel secreto. Pero un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra
que perder, se acercó al rey y le dijo: «Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de
otro cualquiera, y por eso os digo que o yo soy ciego, o vais desnudo».

El rey carecía de autoestima, por no ser un hijo legítimo.

El gobernador era un hombre con temores y sin ninguna convicción.
EL COCINERO CHICHIBIO DE LA OBRA EL DECAMERÓN

Currado Gianfiglazzi se distinguía en nuestra ciudad como hombre eminente, liberal y espléndido, y viviendo
vida hidalga, halló siempre placer en los perros y en los pájaros, por no citar aquí otras de sus empresas de
mayor monta. Pues bien; habiendo un día este caballero cazado con un halcón suyo una grulla cerca de
Perétola y hallando que era tierna y bien cebada, se la mandó a su vecino, excelente cocinero, llamado
Chichibio, con orden de que se la asase y aderezase bien. Chichibio, que era tan atolondrado como parecía,
una vez aderezada la grulla, la puso al fuego y empezó a asarla con todo esmero.

Estaba ya casi a punto y despedía el más apetitoso olor el ave, cuando se presentó en la cocina una aldeana
llamada Brunetta, de la que el marmitón estaba perdidamente enamorado; y percibiendo la intrusa el
delicioso vaho y viendo la grulla, empezó a pedirle con empeño a Chichibio que le diese un muslo de ella.
Chichibio le contestó canturreando:

-No la esperéis de mí, Brunetta, no; no la esperéis de mí.

Con lo que Brunetta irritada, saltó, diciendo:

-Pues te juro por Dios que si no me lo das, de mí no has de conseguir nunca ni tanto así.

Cuanto más Chichibio se esforzaba por desagraviarla. tanto más ella se encrespaba; así es que, al fin, cediendo
a su deseo de apaciguarla, separó un muslo del ave y se lo ofreció.

Luego, cuando les fue servida a Currado y a ciertos invitados, advirtió aquel la falta y extrañándose de ello hizo
llamar a Chichibio y le preguntó qué había sido del muslo de la grulla. A lo que el trapacero del veneciano
contestó en el acto, sin atascarse:

-Las grullas, señor, no tienen más que una pata y un muslo.

Amoscado entonces Currado, opuso:

-¿Cómo diablos dices que no tienen más que un muslo? ¿Crees que no he visto más grullas que ésta?

-Y, sin embargo, señor, así es, como yo os digo; y, si no, cuando gustéis os lo demostraré con grullas vivas -
arguyó Chichibio.

Currado no quiso enconar más la polémica, por consideración a los invitados que presentes se hallaban, pero
le dijo:

-Puesto que tan seguro estás de hacérmelo ver a lo vivo -cosa que yo jamás había reparado ni oído a nadie-
mañana mismo, yo dispuesto estoy. Pero por Cristo vivo te juro que si la cosa no fuese como dices, te haré dar
tal paliza que mientras vivas hayas de acordarte de mi nombre.

Terminada con esto la plática por aquel día, al amanecer de la mañana siguiente, Currado, a quien el descanso
no había despejado el enfado, se levantó cejijunto, y ordenando que le aparejasen los caballos, hizo montar a
Chichibio en un jamelgo y se encaminó a la orilla de una albufera, en la que solían verse siempre grullas al
despuntar el día.
-Pronto vamos a ver quién de los dos ha mentido ayer, si tú o yo -le dijo al cocinero.

Chichibio, viendo que todavía le duraba el resentimiento al caballero y que le iba mucho a él en probar que las
grullas sólo tenían una pata, no sabiendo cómo salir del aprieto, cabalgaba junto a Currado más muerto que
vivo, y de buena gana hubiera puesto pies en polvorosa si le hubiese sido posible; mas, como no podía, no
hacía sino mirar a todos lados, y cosa que divisaba, cosa que se le antojaba una grulla en dos pies.

Llegado que hubieron a la albufera, su ojo vigilante divisó antes que nadie una bandada de lo menos doce
grullas, todas sobre un pié, como suelen estar cuando duermen. Contentísimo del hallazgo, asió la ocasión por
los pelos y, dirigiéndose a Currado, le dijo:

-Bien claro podéis ver, señor, cuán verdad era lo que ayer os dije, cuando aseguré que las grullas no tienen
más que una pata: basta que miréis aquéllas.

-Espera que yo te haré ver que tienen dos -repuso Currado al verlas. Y, acercándoseles algo más, gritó-: ¡Jojó!

Con lo que las grullas, alarmadas, sacando el otro pie, emprendieron la fuga. Entonces Currado dijo,
dirigiéndose a Chichibio:

-¿Y qué dices ahora, tragón? ¿Tienen, o no, dos patas las grullas?

Chichibio, despavorido, no sabiendo en dónde meterse ya, contestó:

-Verdad es, señor, pero no me negaréis que a la grulla de ayer no le habéis gritado ¡Jojó!, que si lo hubierais
hecho, seguramente habría sacado la pata y el muslo como éstas han hecho.

A Currado le hizo tanta gracia la respuesta que todo su resentimiento se le fue en risas, y dijo:

-Tienes razón, Chichibio: eso es lo que debí haber hecho.

Y así fue como gracias a su viva y divertida respuesta, consiguió el cocinero salvarse de la tormenta y hacer las
paces con su señor.

FIN
Temática: coloque a la inteligencia emocional porque Chichibio en vez de discutir mucho con Brunetta mejor
le dio un muslo del ave, y busco una forma de explicarle a Currado que las aves solo tienen un muslo, a pesar
que currado no le pago por cocinarle el ave y hasta lo insulto y humillo Chichibio de forma divertida le
respondió a la ultima afrenta de Currado.




Temática:

Tipo de narrador: Observador porque no se expresa como se siente Chichibio al verse acusado, simplemente
                                        se narra lo que sucedió.




Personajes: personaje principal Chichibio porque la historia se centra en él, además de que es quien sufre los
                                                  cambios.

                                               Planteamiento
Currado mando una grulla para que su vecino Chichibio la asara y éste lo hizo. Cuando la ave ya estaba lista
una aldeana enamorada de Chichibio llamada Brunetta le pidió un muslo de dicha grulla, Chichibio no quiso
pero de tanto y tanto rogarle se la dio y luego llevo el resto del ave a su vecino.

                                                  Nudo
Currado noto que faltaba un muslo y se enojo por esto y comenzó a reclamarle a Chichibio. Los dos quedaron
de acuerdo de observar las aves para ver quien tenia la razón, ya que Currado decía que las aves tienen dos
patas y Chichibio decía que tienen una pata.

                                                    Desenlace
Cuando Currado dijo jojo la ave bajo la pata escondida y le comprobó a Chichibio que las aves tienen dos
patas. Chichibio en vez de contestar enojado le contesto de forma divertida, ya que cuando Currado recibió el
ave muerta el no dijo jojo y por eso solo le vio un muslo.

                                                     Diálogo
Es directo:
Contentísimo del hallazgo, asió la ocasión por los pelos y, dirigiéndose a Currado, le dijo:

“-Bien claro podéis ver, señor, cuán verdad era lo que ayer os dije, cuando aseguré que las grullas no tienen
más que una pata: basta que miréis aquéllas.

-Espera que yo te haré ver que tienen dos -repuso Currado al verlas. Y, acercándoseles algo más, gritó-: ¡Jojó!

Con lo que las grullas, alarmadas, sacando el otro pie, emprendieron la fuga. Entonces Currado dijo,
dirigiéndose a Chichibio:

-¿Y qué dices ahora, tragón? ¿Tienen, o no, dos patas las grullas?”


                                                  Descripción
Etopeya
“Currado Gianfiglazzi se distinguía en nuestra ciudad como hombre eminente, liberal y espléndido, y viviendo
vida hidalga, halló siempre placer en los perros y en los pájaros, por no citar aquí otras de sus empresas de
mayor monta. Pues bien; habiendo un día este caballero cazado con un halcón suyo una grulla cerca de
Perétola y hallando que era tierna y bien cebada, se la mandó a su vecino, excelente cocinero, llamado
Chichibio, con orden de que se la asase y aderezase bien. Chichibio, que era tan atolondrado como parecía,
una vez aderezada la grulla, la puso al fuego y empezó a asarla con todo esmero.”

                                        Tiempo externo e interno
“Terminada con esto la plática por aquel día, al amanecer de la mañana siguiente, Currado, a quien el
descanso no había despejado el enfado, se levantó cejijunto, y ordenando que le aparejasen los caballos, hizo
montar a Chichibio en un jamelgo y se encaminó a la orilla de una albufera, en la que solían verse siempre
grullas al despuntar el día.”

“-Pronto vamos a ver quién de los dos ha mentido ayer, si tú o yo -le dijo al cocinero.”
Tiempo interno: transcurrieron dos días.
Tiempo externo: fue escrita dicha obra en el siglo XIV, en 1351. Para engarzar estas cien historias, Boccaccio
estableció un marco de referencia narrativo. La obra comienza con una descripción de la peste bubónica (la
epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348
Psicológico y social.
“Currado Gianfiglazzi se distinguía en nuestra ciudad como hombre eminente, liberal y espléndido, y viviendo
vida hidalga, halló siempre placer en los perros y en los pájaros, por no citar aquí otras de sus empresas de
mayor monta. Pues bien; habiendo un día este caballero cazado con un halcón suyo una grulla cerca de
Perétola y hallando que era tierna y bien cebada, se la mandó a su vecino, excelente cocinero, llamado
Chichibio, con orden de que se la asase y aderezase bien. Chichibio, que era tan atolondrado como parecía,
una vez aderezada la grulla, la puso al fuego y empezó a asarla con todo esmero.”

A pesar que Chichibio era atolondrado poseía inteligencia emocional porque al ser tratado de mala forma por
Currado Gianfiglazzi en vez de contestar de forma agresiva lo hizo de forma divertida.



                                    LA MUERTA DE GUY DE MAUPASSANT

La había amado desesperadamente! ¿Por qué se ama? Cuán extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un
solo pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los labios... un nombre que
asciende continuamente, como el agua de un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un
nombre que se repite una y otra vez, que se susurra incesantemente, en todas partes, como una plegaria.
Voy a contarles nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre la misma. La conocí y viví de su
ternura, de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos tan absolutamente envuelto, atado y absorbido por
todo lo que procedía de ella, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerto o vivo, en
este nuestro antiguo mundo.
Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada,
porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que
guardar cama. No recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se
compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes
ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que
decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La
enfermera dijo: "¡Ah!" ¡y yo comprendí!¡Y yo comprendí!
Me consultaron acerca del entierro pero no recuerdo nada de lo que dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el
sonido del martillo cuando clavaban la tapa, encerrándola a ella dentro. ¡Oh! ¡Dios mío!¡Dios mío!
¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! Vinieron algunas personas... mujeres amigas. Me
marché de allí corriendo. Corrí y luego anduve a través de las calles, regresé a casa y al día siguiente emprendí
un viaje.
*
Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación -nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles,
todo lo que queda de la vida de un ser humano después de su muerte-, me invadió tal oleada de nostalgia y de
pesar, que sentí deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No podía permanecer ya entre aquellas
cosas, entre aquellas paredes que la habían encerrado y la habían cobijado, que conservaban un millar de
átomos de ella, de su piel y de su aliento, en sus imperceptibles grietas. Cogí mi sombrero para marcharme, y
antes de llegar a la puerta pasé junto al gran espejo del vestíbulo, el espejo que ella había colocado allí para
poder contemplarse todos los días de la cabeza a los pies, en el momento de salir, para ver si lo que llevaba le
caía bien, y era lindo, desde sus pequeños zapatos hasta su sombrero.
Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había contemplado ella tantas veces... tantas veces, tantas
veces, que el espejo tendría que haber conservado su imagen. Estaba allí de pie, temblando, con los ojos
clavados en el cristal -en aquel liso, enorme, vacío cristal- que la había contenido por entero y la había poseído
tanto como yo, tanto como mis apasionadas miradas. Sentí como si amara a aquel cristal. Lo toqué; estaba
frío. ¡Oh, el recuerdo! ¡Triste espejo, ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales tormentos a los
hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón olvida todo lo que ha contenido, todo lo que ha pasado delante de
él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él o ha sido reflejado en su afecto, en su amor! ¡Cuánto sufro!
Me marché sin saberlo, sin desearlo, hacia el cementerio. Encontré su sencilla tumba, una cruz de mármol
blanco, con esta breve inscripción:
«Amó, fue amada y murió.»
¡Ella está ahí debajo, descompuesta! ¡Qué horrible! Sollocé con la frente apoyada en el suelo, y permanecí allí
mucho tiempo, mucho tiempo. Luego vi que estaba oscureciendo, y un extraño y loco deseo, el deseo de un
amante desesperado, me invadió. Deseé pasar la noche, la última noche, llorando sobre su tumba. Pero
podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué hacer? Buscando una solución, me puse en pie y empecé a
vagabundear por aquella ciudad de la muerte. Anduve y anduve. Qué pequeña es esta ciudad comparada con
la otra, la ciudad en la cual vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los muertos que los vivos.
Nosotros necesitamos grandes casas, anchas calles y mucho espacio para las cuatro generaciones que ven la
luz del día al mismo tiempo, beber agua del manantial y vino de las vides, y comer pan de las llanuras.
¡Y para todas estas generaciones de los muertos, para todos los muertos que nos han precedido, aquí no hay
apenas nada, apenas nada! La tierra se los lleva, y el olvido los borra. ¡Adiós!
Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que estaba en la parte más antigua, donde los que
murieron hace tiempo están mezclados con la tierra, donde las propias cruces están podridas, donde
posiblemente enterrarán a los que lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros
cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado con carne humana.
Yo estaba solo, completamente solo. De modo que me acurruqué debajo de un árbol y me escondí entre las
frondosas y sombrías ramas. Esperé, agarrándome al tronco como un náufrago se agarra a una tabla.
Cuando la luz diurna desapareció del todo, abandoné el refugio y eché a andar suavemente, lentamente,
silenciosamente, hacia aquel terreno lleno de muertos. Anduve de un lado para otro, pero no conseguí
encontrar de nuevo la tumba de mi amada. Avancé con los brazos extendidos, chocando contra las tumbas
con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi pecho, incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla. Anduve a
tientas como un ciego buscando su camino. Toqué las lápidas, las cruces, las verjas de hierro, las coronas de
metal y las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis dedos pasándolos por encima de las letras.
¡Qué noche! ¡Qué noche! ¡Y no pude encontrarla!
No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en aquellos angostos senderos entre
dos hileras de tumbas. ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Sólo tumbas! A mi derecha, a la izquierda, delante de
mí, a mi alrededor, en todas partes había tumbas. Me senté en una de ellas, ya que no podía seguir andando.
Mis rodillas empezaron a doblarse. ¡Pude oír los latidos de mi corazón! Y oí algo más. ¿Qué? Un ruido confuso,
indefinible. ¿Estaba el ruido en mi cabeza, en la impenetrable noche, o debajo de la misteriosa tierra, la tierra
sembrada de cadáveres humanos? Miré a mi alrededor, pero no puedo decir cuánto tiempo permanecí allí.
Estaba paralizado de terror, helado de espanto, dispuesto a morir.
Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre la cual estaba sentado se estaba moviendo. Se
estaba moviendo, desde luego, como si alguien tratara de levantarla. Di un salto que me llevó hasta una
tumba vecina, y vi, sí, vi claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual estaba sentado. Luego apareció el
muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda. Lo vi claramente, a
pesar de que la noche estaba oscura. En la cruz pude leer:
«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y
honrado y murió en la gracia de Dios.»
El muerto leyó también lo que había escrito en la lápida. Luego cogió una piedra del sendero, una piedra
pequeña y puntiaguda, y empezó a rascar las letras con sumo cuidado. Las borró lentamente, y con las
cuencas de sus ojos contempló el lugar donde habían estado grabadas. A continuación, con la punta del hueso
de lo que había sido su dedo índice, escribió en letras luminosas, como las líneas que los chiquillos trazan en
las paredes con una piedra de fósforo:
«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque
deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo
que pudo y murió en pecado mortal.»
Cuando hubo terminado de escribir, el muerto se quedó inmóvil, contemplando su obra. Al mirar a mi
alrededor vi que todas las tumbas estaban abiertas, que todos los muertos habían salido de ellas y que todos
habían borrado las líneas que sus parientes habían grabado en las lápidas, sustituyéndolas por la verdad. Y vi
que todos habían sido atormentadores de sus vecinos, maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros,
ruines, calumniadores, envidiosos; que habían robado, engañado, y habían cometido los peores delitos;
aquellos buenos padres, aquellas fieles esposas, aquellos hijos devotos, aquellas hijas castas, aquellos
honrados comerciantes, aquellos hombres y mujeres que fueron llamados irreprochables. Todos ellos estaban
escribiendo al mismo tiempo la verdad, la terrible y sagrada verdad, la cual todo el mundo ignoraba, o fingía
ignorar, mientras estaban vivos.
Pensé que también ella había escrito algo en su tumba. Y ahora, corriendo sin miedo entre los ataúdes medio
abiertos, entre los cadáveres y esqueletos, fui hacia ella, convencido de que la encontraría inmediatamente. La
reconocí al instante sin ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo negro; y en la cruz de mármol donde
poco antes había leído:
«Amó, fue amada y murió.»
Ahora leí:
«Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.»
Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin conocimiento.
FIN

Temas: La verdad la coloco como un tema principal porque solo el amaba desesperadamente a la mujer que le
fue infiel, el lo supo a raíz de ver que todos los muertos escribieron la verdad acerca de ellos en la lápida.




:

Tipo de narrador: protagonista, porque es el quien narra lo sucedido y dice lo que siente.
Personajes: el personaje principal es el narrador, no aparece el nombre.

                                                 Planteamiento
El narrador había perdido a su amada, la cual la extrañaba y se sentía triste por eso.
                                                      Nudo
Un día mientras el estaba en su habitación sentado de repente sintió que la losa de mármol se movia y dio un
salto y apareció en un campo fúnebre y después de tanto ver tumbas miro a Jacques Olivant era un muerto a
quien en su lapida le habían escrito que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y
honrado y murió en la gracia de Dios. El muerto borro esto y escribió:
«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque
deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo
que pudo y murió en pecado mortal.»
Todos los muertos habían borrado lo que les habían escrito en las lapidas y habían escrito sus verdades.

                                                   Desenlace
Al ver lo que los muertos hicieron, el corrió ha ver que había escrito su amada, la encontró con un velo y su
lápida decía: “Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.”
Al amanecer lo encontraron sin conocimiento.
Diálogo
                                                   Monólogo
Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada,
porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que
guardar cama. No recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se
compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes
ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que
decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La
enfermera dijo: "¡Ah!" ¡y yo comprendí!¡Y yo comprendí!

                                                Descripción
Prosopografía
“Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes.
Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda.
Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura.
Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado con
carne humana.”


                                           Tiempo externo e interno
 Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada,
porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que
guardar cama.
Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación -nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles,
todo lo que queda de la vida de un ser humano después de su muerte-, me invadió tal oleada de nostalgia y de
pesar, que sentí deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle.
No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en aquellos angostos senderos entre
dos hileras de tumbas.
Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin conocimiento.

En el tiempo interno transcurrió dos días desde la muerte de ella, hasta el momento en que él sabe la verdad
en el cementerio.
En el tiempo externo lo escribió en el siglo XIX.

                                               Espacio físico
“Qué pequeña es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual vivimos. Y, sin embargo, no son
muchos más numerosos los muertos que los vivos.”
“Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí, vi claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual
estaba sentado.”
La ciudad y el cementerio cercano.

                                              Psicológico y social.

“¡La había amado desesperadamente!”
El protagonista la había amado sinceramente sin embargo saber la verdad de la infidelidad de ella lo hizo hasta
desmayarse.

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Prueba 2 cuento

  • 1. UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL “FRANCISCO MORAZÁN” Modelos literarios: Cuento Primer Período Lic. José Alberto Díaz Nombre. Zelania Portillo Caballero Fecha: 08 /05/ 2012 TIPO ENSAYO Valor 25% (5% c/u) Instrucciones: conteste cada una de las interrogantes con argumentación válida, de forma coherente y con ilación temática. 1- ¿Por qué se facilitó la épica a los escritores de la Edad Media? Tres argumentos como mínimo  La narración heroica en verso, era más fácil y rápida su propagación en todo el territorio.  Porque habían muchas guerras para ensanchar el territorio de dichos países o pueblos, plasmaban la realidad que Vivian.  La necesidad de crear un héroe y lograr que la sociedad cobre espíritu patriótico. 2- ¿Cuál es la diferencia entre El Mío Cid y Conde Lucanor? Cuatro argumentos como mínimo  El Mío Cid es totalmente patriótico, incentiva al pueblo español para luchar por la unidad nacional y la defensa de sus creencias.  Conde Lucanor es totalmente moralizante, busca crear o inspirar a cumplir los valores ahí presentados..  En el Conde Lucanor se ve el declive de la época Medieval ya que no muestra aventuras caballerescas ni la religión de forma dogmática.  En el Mío Cid se ve el clímax de la dicha época porque hace referencia a la caballería, la religión y la guerra contra los árabes.  El Mío Cid es una obra escapista, buscaban huir de la realidad del país, sucumbidos en la pobreza, las guerras y la imposición de mandatos religiosos.  En el Conde Lucanor no hay tanta descripción detallada de aspectos físicos como en el Mío Cid.  El Conde Lucanor no se hace énfasis en un héroe nacional, como en el Mío Cid.  El conde Lucanor, obra del XIV, con el Mío Cid del siglo XII. 3- ¿Cuál es la impresión dejada por La Divina Comedia? 4- Es un libro que me ha dejado con una profunda curiosidad acerca de la vida después de la muerte. Hay cosas del libro que yo sé que no son ciertas, a según he leído en la biblia, si hay cosas que se ve claramente que son inventadas, sin embargo hay otras que si concuerdan con la biblia, por ejemplo el hace referencia en los diferentes lugares de castigos que hay en el infierno y en la Biblia en ninguna parte habla de cada uno de esos lugares o que sean así como el los describe. Eso pone en debate al escritor, que no lo juzgo porque supongo que bajo su creencia católica escribió dicho libro, sin embargo, me gusta que Dante hace que los lectores reflexionen en su modus vivendi y que cambie las malos actitudes, ya que a según explica el autor la paga por ser malos es el castigo eterno. 5- Con la ayuda de los cuentos de El Decamerón, ¿qué hacen de Giovanni Boccaccio un humanista? En el libro el Decamerón se ve como las debilidades o necesidades humanas, brotan a flor de piel, se ve como Boccaccio manifiesta que el hombre por naturaleza necesita una mujer, no importa que sea un sacerdote, un burgués o un pobre todos tienen necesidades básicas así también la naturaleza malvada
  • 2. del ser humano capaz de engañar, ser avaro etc.., Es por esto y mucho más que podemos decir que Boccaccio es humanista. 6- Tomando en cuenta lo analizado en clase y con la ayuda de los cuentos leídos, ¿cuál es el movimiento fuerte en Guy de Maupassant? El naturalismo porque hace énfasis en el aspecto psicológico de los personajes.Procura mostrar en las obras una reproducción fiel y exacta de la realidad El Realismo es más descriptivo y refleja los intereses de una capa social muy definida, la burguesía, mientras que el Naturalismo extiende su descripción a las clases más desfavorecidas, intenta explicar de forma materialista y casi mecanicista la raíz de los problemas sociales y alcanza a hacer una crítica social profunda; además, si el individualismo burgués es siempre libre y optimista en su fe liberal de que es posible el progreso sin contrapeso y labrar el propio destino, el naturalismo es pesimista y ateo merced al determinismo, que afirma que es imposible escapar de las condiciones sociales que guían nuestro sendero en la vida sin que podamos hacer nada por impedirlo. TIPO PRÁCTICO Valor 25% (6.25% c/u) Instrucciones: realice lo que se le solicita. 1- A los sucesivos cuentos extraerles lo siguiente: Temática, tipo de narrador, personajes, Planteamiento, nudo, desenlace, diálogo, descripción, tiempo externo e interno, espacio físico, psicológico y social. CUENTO DE LA OBRA “EL CONDE LUCANOR” Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño Otra vez le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio: -Patronio, un hombre me ha propuesto un asunto muy importante, que será muy provechoso para mí; pero me pide que no lo sepa ninguna persona, por mucha confianza que yo tenga en ella, y tanto me encarece el secreto que afirma que puedo perder mi hacienda y mi vida, si se lo descubro a alguien. Como yo sé que por vuestro claro entendimiento ninguno os propondría algo que fuera engaño o burla, os ruego que me digáis vuestra opinión sobre este asunto. -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que sepáis lo que más os conviene hacer en este negocio, me gustaría contaros lo que sucedió a un rey moro con tres pícaros granujas que llegaron a palacio. Y el conde le preguntó lo que había pasado. -Señor conde -dijo Patronio-, tres pícaros fueron a palacio y dijeron al rey que eran excelentes tejedores, y le contaron cómo su mayor habilidad era hacer un paño que sólo podían ver aquellos que eran hijos de quienes todos creían su padre, pero que dicha tela nunca podría ser vista por quienes no fueran hijos de quien pasaba por padre suyo. »Esto le pareció muy bien al rey, pues por aquel medio sabría quiénes eran hijos verdaderos de sus padres y quiénes no, para, de esta manera, quedarse él con sus bienes, porque los moros no heredan a sus padres si no son verdaderamente sus hijos. Con esta intención, les mandó dar una sala grande para que hiciesen aquella tela. »Los pícaros pidieron al rey que les mandase encerrar en aquel salón hasta que terminaran su labor y, de esta manera, se vería que no había engaño en cuanto proponían. Esto también agradó mucho al rey, que les dio oro, y plata, y seda, y cuanto fue necesario para tejer la tela. Y después quedaron encerrados en aquel salón.
  • 3. »Ellos montaron sus telares y simulaban estar muchas horas tejiendo. Pasados varios días, fue uno de ellos a decir al rey que ya habían empezado la tela y que era muy hermosa; también le explicó con qué figuras y labores la estaban haciendo, y le pidió que fuese a verla él solo, sin compañía de ningún consejero. Al rey le agradó mucho todo esto. »El rey, para hacer la prueba antes en otra persona, envió a un criado suyo, sin pedirle que le dijera la verdad. Cuando el servidor vio a los tejedores y les oyó comentar entre ellos las virtudes de la tela, no se atrevió a decir que no la veía. Y así, cuando volvió a palacio, dijo al rey que la había visto. El rey mandó después a otro servidor, que afamó también haber visto la tela. »Cuando todos los enviados del rey le aseguraron haber visto el paño, el rey fue a verlo. Entró en la sala y vio a los falsos tejedores hacer como si trabajasen, mientras le decían: «Mirad esta labor. ¿Os place esta historia? Mirad el dibujo y apreciad la variedad de los colores». Y aunque los tres se mostraban de acuerdo en lo que decían, la verdad es que no habían tejido tela alguna. Cuando el rey los vio tejer y decir cómo era la tela, que otros ya habían visto, se tuvo por muerto, pues pensó que él no la veía porque no era hijo del rey, su padre, y por eso no podía ver el paño, y temió que, si lo decía, perdería el reino. Obligado por ese temor, alabó mucho la tela y aprendió muy bien todos los detalles que los tejedores le habían mostrado. Cuando volvió a palacio, comentó a sus cortesanos las excelencias y primores de aquella tela y les explicó los dibujos e historias que había en ella, pero les ocultó todas sus sospechas. »A los pocos días, y para que viera la tela, el rey envió a su gobernador, al que le había contado las excelencias y maravillas que tenía el paño. Llegó el gobernador y vio a los pícaros tejer y explicar las figuras y labores que tenía la tela, pero, como él no las veía, y recordaba que el rey las había visto, juzgó no ser hijo de quien creía su padre y pensó que, si alguien lo supiese, perdería honra y cargos. Con este temor, alabó mucho la tela, tanto o más que el propio rey. »Cuando el gobernador le dijo al rey que había visto la tela y le alabó todos sus detalles y excelencias, el monarca se sintió muy desdichado, pues ya no le cabía duda de que no era hijo del rey a quien había sucedido en el trono. Por este motivo, comenzó a alabar la calidad y belleza de la tela y la destreza de aquellos que la habían tejido. »Al día siguiente envió el rey a su valido, y le ocurrió lo mismo. ¿Qué más os diré? De esta manera, y por temor a la deshonra, fueron engañados el rey y todos sus vasallos, pues ninguno osaba decir que no veía la tela. »Así siguió este asunto hasta que llegaron las fiestas mayores y pidieron al rey que vistiese aquellos paños para la ocasión. Los tres pícaros trajeron la tela envuelta en una sábana de lino, hicieron como si la desenvolviesen y, después, preguntaron al rey qué clase de vestidura deseaba. El rey les indicó el traje que quería. Ellos le tomaron medidas y, después, hicieron como si cortasen la tela y la estuvieran cosiendo. »Cuando llegó el día de la fiesta, los tejedores le trajeron al rey la tela cortada y cosida, haciéndole creer que lo vestían y le alisaban los pliegues. Al terminar, el rey pensó que ya estaba vestido, sin atreverse a decir que él no veía la tela. »Y vestido de esta forma, es decir, totalmente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; por suerte, era verano y el rey no padeció el frío. »Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que no viera la tela era por no ser hijo de su padre, creyendo cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo a perder la honra, permanecieron callados y ninguno se atrevió a descubrir aquel secreto. Pero un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra que perder, se acercó al rey y le dijo: «Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de otro cualquiera, y por eso os digo que o yo soy ciego, o vais desnudo». »El rey comenzó a insultarlo, diciendo que, como él no era hijo de su padre, no podía ver la tela. »Al decir esto el negro, otro que lo oyó dijo lo mismo, y así lo fueron diciendo hasta que el rey y todos los demás perdieron el miedo a reconocer que era la verdad; y así comprendieron el engaño que los pícaros les habían hecho. Y cuando fueron a buscarlos, no los encontraron, pues se habían ido con lo que habían estafado al rey gracias a este engaño.
  • 4. »Así, vos, señor Conde Lucanor, como aquel hombre os pide que ninguna persona de vuestra confianza sepa lo que os propone, estad seguro de que piensa engañaros, pues debéis comprender que no tiene motivos para buscar vuestro provecho, ya que apenas os conoce, mientras que, quienes han vivido con vos, siempre procurarán serviros y favoreceros. El conde pensó que era un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien. Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro y compuso estos versos que dicen así: A quien te aconseja encubrir de tus amigos más le gusta engañarte que los higos. FIN Temática: El engaño lo coloque como el tema principal porque todos fueron engañados. Temática: Tipo de narrador: Observador
  • 5. Patronio Conde Lucanor Tres tejedores El Rey Personajes: El personaje principal es el rey porque el es el que sufre los cambios. Planteamiento Había un rey, quien escucho hablar de tres tejedores y quiso que le hicieran una prenda. Nudo Los tres tejedores lo engañaron, harían una prenda mágica con materiales carísimos pero que el rey no la podía ver porque era un hijo bastardo. Desenlace El rey creyendo que solo el no podía ver su nuevo vestido salió y todo mundo lo vio desnudo, pero cuando fueron a buscar los picaros ya habían huido. Diálogo Es directo, ya que el conde Lucanor le presento su dilema a Patronio para que éste le dé consejo sabio. “Otra vez le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio: -Patronio, un hombre me ha propuesto un asunto muy importante, que será muy provechoso para mí; pero me pide que no lo sepa ninguna persona, por mucha confianza que yo tenga en ella, y tanto me encarece el secreto que afirma que puedo perder mi hacienda y mi vida, si se lo descubro a alguien. Como yo sé que por vuestro claro entendimiento ninguno os propondría algo que fuera engaño o burla, os ruego que me digáis vuestra opinión sobre este asunto. -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que sepáis lo que más os conviene hacer en este negocio, me gustaría contaros lo que sucedió a un rey moro con tres pícaros granujas que llegaron a palacio.” Es indirecto, porque se narra lo que el rey le dice a los tres tejedores y a los servidores. “Cuando el servidor vio a los tejedores y les oyó comentar entre ellos las virtudes de la tela, no se atrevió a decir que no la veía. Y así, cuando volvió a palacio, dijo al rey que la había visto.” Descripción Prosopografía: Describir el exterior de una persona.
  • 6. “Y vestido de esta forma, es decir, totalmente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; por suerte, era verano y el rey no padeció el frío”. “Cuando el gobernador le dijo al rey que había visto la tela y le alabó todos sus detalles y excelencias, el monarca se sintió muy desdichado, pues ya no le cabía duda de que no era hijo del rey a quien había sucedido en el trono. Por este motivo, comenzó a alabar la calidad y belleza de la tela y la destreza de aquellos que la habían tejido. “ Tiempo externo e interno Tiempo interno: » Pasados varios días, fue uno de ellos a decir al rey que ya habían empezado la tela y que era muy hermosa; también le explicó con qué figuras y labores la estaban haciendo, y le pidió que fuese a verla él solo, sin compañía de ningún consejero. Al rey le agradó mucho todo esto. »A los pocos días, y para que viera la tela, el rey envió a su gobernador, al que le había contado las excelencias y maravillas que tenía el paño. En si no muestra una cantidad exacta de días solo se habla de varios, pocos, día de la fiesta. Pudieron haber sido semanas. Tiempo externo: El conde Lucanor, obra del XIV. Espacio físico “tres pícaros fueron a palacio y dijeron al rey que eran excelentes tejedores, y le contaron cómo su mayor habilidad era hacer un paño que sólo podían ver aquellos que eran hijos de quienes todos creían su padre, pero que dicha tela nunca podría ser vista por quienes no fueran hijos de quien pasaba por padre suyo.” La acción se realiza en el palacio. Psicológico y social. »Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que no viera la tela era por no ser hijo de su padre, creyendo cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo a perder la honra, permanecieron callados y ninguno se atrevió a descubrir aquel secreto. Pero un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra que perder, se acercó al rey y le dijo: «Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de otro cualquiera, y por eso os digo que o yo soy ciego, o vais desnudo». El rey carecía de autoestima, por no ser un hijo legítimo. El gobernador era un hombre con temores y sin ninguna convicción.
  • 7. EL COCINERO CHICHIBIO DE LA OBRA EL DECAMERÓN Currado Gianfiglazzi se distinguía en nuestra ciudad como hombre eminente, liberal y espléndido, y viviendo vida hidalga, halló siempre placer en los perros y en los pájaros, por no citar aquí otras de sus empresas de mayor monta. Pues bien; habiendo un día este caballero cazado con un halcón suyo una grulla cerca de Perétola y hallando que era tierna y bien cebada, se la mandó a su vecino, excelente cocinero, llamado Chichibio, con orden de que se la asase y aderezase bien. Chichibio, que era tan atolondrado como parecía, una vez aderezada la grulla, la puso al fuego y empezó a asarla con todo esmero. Estaba ya casi a punto y despedía el más apetitoso olor el ave, cuando se presentó en la cocina una aldeana llamada Brunetta, de la que el marmitón estaba perdidamente enamorado; y percibiendo la intrusa el delicioso vaho y viendo la grulla, empezó a pedirle con empeño a Chichibio que le diese un muslo de ella. Chichibio le contestó canturreando: -No la esperéis de mí, Brunetta, no; no la esperéis de mí. Con lo que Brunetta irritada, saltó, diciendo: -Pues te juro por Dios que si no me lo das, de mí no has de conseguir nunca ni tanto así. Cuanto más Chichibio se esforzaba por desagraviarla. tanto más ella se encrespaba; así es que, al fin, cediendo a su deseo de apaciguarla, separó un muslo del ave y se lo ofreció. Luego, cuando les fue servida a Currado y a ciertos invitados, advirtió aquel la falta y extrañándose de ello hizo llamar a Chichibio y le preguntó qué había sido del muslo de la grulla. A lo que el trapacero del veneciano contestó en el acto, sin atascarse: -Las grullas, señor, no tienen más que una pata y un muslo. Amoscado entonces Currado, opuso: -¿Cómo diablos dices que no tienen más que un muslo? ¿Crees que no he visto más grullas que ésta? -Y, sin embargo, señor, así es, como yo os digo; y, si no, cuando gustéis os lo demostraré con grullas vivas - arguyó Chichibio. Currado no quiso enconar más la polémica, por consideración a los invitados que presentes se hallaban, pero le dijo: -Puesto que tan seguro estás de hacérmelo ver a lo vivo -cosa que yo jamás había reparado ni oído a nadie- mañana mismo, yo dispuesto estoy. Pero por Cristo vivo te juro que si la cosa no fuese como dices, te haré dar tal paliza que mientras vivas hayas de acordarte de mi nombre. Terminada con esto la plática por aquel día, al amanecer de la mañana siguiente, Currado, a quien el descanso no había despejado el enfado, se levantó cejijunto, y ordenando que le aparejasen los caballos, hizo montar a Chichibio en un jamelgo y se encaminó a la orilla de una albufera, en la que solían verse siempre grullas al despuntar el día.
  • 8. -Pronto vamos a ver quién de los dos ha mentido ayer, si tú o yo -le dijo al cocinero. Chichibio, viendo que todavía le duraba el resentimiento al caballero y que le iba mucho a él en probar que las grullas sólo tenían una pata, no sabiendo cómo salir del aprieto, cabalgaba junto a Currado más muerto que vivo, y de buena gana hubiera puesto pies en polvorosa si le hubiese sido posible; mas, como no podía, no hacía sino mirar a todos lados, y cosa que divisaba, cosa que se le antojaba una grulla en dos pies. Llegado que hubieron a la albufera, su ojo vigilante divisó antes que nadie una bandada de lo menos doce grullas, todas sobre un pié, como suelen estar cuando duermen. Contentísimo del hallazgo, asió la ocasión por los pelos y, dirigiéndose a Currado, le dijo: -Bien claro podéis ver, señor, cuán verdad era lo que ayer os dije, cuando aseguré que las grullas no tienen más que una pata: basta que miréis aquéllas. -Espera que yo te haré ver que tienen dos -repuso Currado al verlas. Y, acercándoseles algo más, gritó-: ¡Jojó! Con lo que las grullas, alarmadas, sacando el otro pie, emprendieron la fuga. Entonces Currado dijo, dirigiéndose a Chichibio: -¿Y qué dices ahora, tragón? ¿Tienen, o no, dos patas las grullas? Chichibio, despavorido, no sabiendo en dónde meterse ya, contestó: -Verdad es, señor, pero no me negaréis que a la grulla de ayer no le habéis gritado ¡Jojó!, que si lo hubierais hecho, seguramente habría sacado la pata y el muslo como éstas han hecho. A Currado le hizo tanta gracia la respuesta que todo su resentimiento se le fue en risas, y dijo: -Tienes razón, Chichibio: eso es lo que debí haber hecho. Y así fue como gracias a su viva y divertida respuesta, consiguió el cocinero salvarse de la tormenta y hacer las paces con su señor. FIN
  • 9. Temática: coloque a la inteligencia emocional porque Chichibio en vez de discutir mucho con Brunetta mejor le dio un muslo del ave, y busco una forma de explicarle a Currado que las aves solo tienen un muslo, a pesar que currado no le pago por cocinarle el ave y hasta lo insulto y humillo Chichibio de forma divertida le respondió a la ultima afrenta de Currado. Temática: Tipo de narrador: Observador porque no se expresa como se siente Chichibio al verse acusado, simplemente se narra lo que sucedió. Personajes: personaje principal Chichibio porque la historia se centra en él, además de que es quien sufre los cambios. Planteamiento
  • 10. Currado mando una grulla para que su vecino Chichibio la asara y éste lo hizo. Cuando la ave ya estaba lista una aldeana enamorada de Chichibio llamada Brunetta le pidió un muslo de dicha grulla, Chichibio no quiso pero de tanto y tanto rogarle se la dio y luego llevo el resto del ave a su vecino. Nudo Currado noto que faltaba un muslo y se enojo por esto y comenzó a reclamarle a Chichibio. Los dos quedaron de acuerdo de observar las aves para ver quien tenia la razón, ya que Currado decía que las aves tienen dos patas y Chichibio decía que tienen una pata. Desenlace Cuando Currado dijo jojo la ave bajo la pata escondida y le comprobó a Chichibio que las aves tienen dos patas. Chichibio en vez de contestar enojado le contesto de forma divertida, ya que cuando Currado recibió el ave muerta el no dijo jojo y por eso solo le vio un muslo. Diálogo Es directo: Contentísimo del hallazgo, asió la ocasión por los pelos y, dirigiéndose a Currado, le dijo: “-Bien claro podéis ver, señor, cuán verdad era lo que ayer os dije, cuando aseguré que las grullas no tienen más que una pata: basta que miréis aquéllas. -Espera que yo te haré ver que tienen dos -repuso Currado al verlas. Y, acercándoseles algo más, gritó-: ¡Jojó! Con lo que las grullas, alarmadas, sacando el otro pie, emprendieron la fuga. Entonces Currado dijo, dirigiéndose a Chichibio: -¿Y qué dices ahora, tragón? ¿Tienen, o no, dos patas las grullas?” Descripción Etopeya “Currado Gianfiglazzi se distinguía en nuestra ciudad como hombre eminente, liberal y espléndido, y viviendo vida hidalga, halló siempre placer en los perros y en los pájaros, por no citar aquí otras de sus empresas de mayor monta. Pues bien; habiendo un día este caballero cazado con un halcón suyo una grulla cerca de Perétola y hallando que era tierna y bien cebada, se la mandó a su vecino, excelente cocinero, llamado Chichibio, con orden de que se la asase y aderezase bien. Chichibio, que era tan atolondrado como parecía, una vez aderezada la grulla, la puso al fuego y empezó a asarla con todo esmero.” Tiempo externo e interno “Terminada con esto la plática por aquel día, al amanecer de la mañana siguiente, Currado, a quien el descanso no había despejado el enfado, se levantó cejijunto, y ordenando que le aparejasen los caballos, hizo montar a Chichibio en un jamelgo y se encaminó a la orilla de una albufera, en la que solían verse siempre grullas al despuntar el día.” “-Pronto vamos a ver quién de los dos ha mentido ayer, si tú o yo -le dijo al cocinero.” Tiempo interno: transcurrieron dos días. Tiempo externo: fue escrita dicha obra en el siglo XIV, en 1351. Para engarzar estas cien historias, Boccaccio estableció un marco de referencia narrativo. La obra comienza con una descripción de la peste bubónica (la epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348
  • 11. Psicológico y social. “Currado Gianfiglazzi se distinguía en nuestra ciudad como hombre eminente, liberal y espléndido, y viviendo vida hidalga, halló siempre placer en los perros y en los pájaros, por no citar aquí otras de sus empresas de mayor monta. Pues bien; habiendo un día este caballero cazado con un halcón suyo una grulla cerca de Perétola y hallando que era tierna y bien cebada, se la mandó a su vecino, excelente cocinero, llamado Chichibio, con orden de que se la asase y aderezase bien. Chichibio, que era tan atolondrado como parecía, una vez aderezada la grulla, la puso al fuego y empezó a asarla con todo esmero.” A pesar que Chichibio era atolondrado poseía inteligencia emocional porque al ser tratado de mala forma por Currado Gianfiglazzi en vez de contestar de forma agresiva lo hizo de forma divertida. LA MUERTA DE GUY DE MAUPASSANT La había amado desesperadamente! ¿Por qué se ama? Cuán extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los labios... un nombre que asciende continuamente, como el agua de un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite una y otra vez, que se susurra incesantemente, en todas partes, como una plegaria. Voy a contarles nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre la misma. La conocí y viví de su ternura, de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos tan absolutamente envuelto, atado y absorbido por todo lo que procedía de ella, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerto o vivo, en este nuestro antiguo mundo. Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada, porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. No recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera dijo: "¡Ah!" ¡y yo comprendí!¡Y yo comprendí! Me consultaron acerca del entierro pero no recuerdo nada de lo que dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del martillo cuando clavaban la tapa, encerrándola a ella dentro. ¡Oh! ¡Dios mío!¡Dios mío! ¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! Vinieron algunas personas... mujeres amigas. Me marché de allí corriendo. Corrí y luego anduve a través de las calles, regresé a casa y al día siguiente emprendí un viaje. * Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación -nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles, todo lo que queda de la vida de un ser humano después de su muerte-, me invadió tal oleada de nostalgia y de pesar, que sentí deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No podía permanecer ya entre aquellas cosas, entre aquellas paredes que la habían encerrado y la habían cobijado, que conservaban un millar de átomos de ella, de su piel y de su aliento, en sus imperceptibles grietas. Cogí mi sombrero para marcharme, y antes de llegar a la puerta pasé junto al gran espejo del vestíbulo, el espejo que ella había colocado allí para poder contemplarse todos los días de la cabeza a los pies, en el momento de salir, para ver si lo que llevaba le caía bien, y era lindo, desde sus pequeños zapatos hasta su sombrero.
  • 12. Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había contemplado ella tantas veces... tantas veces, tantas veces, que el espejo tendría que haber conservado su imagen. Estaba allí de pie, temblando, con los ojos clavados en el cristal -en aquel liso, enorme, vacío cristal- que la había contenido por entero y la había poseído tanto como yo, tanto como mis apasionadas miradas. Sentí como si amara a aquel cristal. Lo toqué; estaba frío. ¡Oh, el recuerdo! ¡Triste espejo, ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales tormentos a los hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón olvida todo lo que ha contenido, todo lo que ha pasado delante de él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él o ha sido reflejado en su afecto, en su amor! ¡Cuánto sufro! Me marché sin saberlo, sin desearlo, hacia el cementerio. Encontré su sencilla tumba, una cruz de mármol blanco, con esta breve inscripción: «Amó, fue amada y murió.» ¡Ella está ahí debajo, descompuesta! ¡Qué horrible! Sollocé con la frente apoyada en el suelo, y permanecí allí mucho tiempo, mucho tiempo. Luego vi que estaba oscureciendo, y un extraño y loco deseo, el deseo de un amante desesperado, me invadió. Deseé pasar la noche, la última noche, llorando sobre su tumba. Pero podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué hacer? Buscando una solución, me puse en pie y empecé a vagabundear por aquella ciudad de la muerte. Anduve y anduve. Qué pequeña es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los muertos que los vivos. Nosotros necesitamos grandes casas, anchas calles y mucho espacio para las cuatro generaciones que ven la luz del día al mismo tiempo, beber agua del manantial y vino de las vides, y comer pan de las llanuras. ¡Y para todas estas generaciones de los muertos, para todos los muertos que nos han precedido, aquí no hay apenas nada, apenas nada! La tierra se los lleva, y el olvido los borra. ¡Adiós! Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que estaba en la parte más antigua, donde los que murieron hace tiempo están mezclados con la tierra, donde las propias cruces están podridas, donde posiblemente enterrarán a los que lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado con carne humana. Yo estaba solo, completamente solo. De modo que me acurruqué debajo de un árbol y me escondí entre las frondosas y sombrías ramas. Esperé, agarrándome al tronco como un náufrago se agarra a una tabla. Cuando la luz diurna desapareció del todo, abandoné el refugio y eché a andar suavemente, lentamente, silenciosamente, hacia aquel terreno lleno de muertos. Anduve de un lado para otro, pero no conseguí encontrar de nuevo la tumba de mi amada. Avancé con los brazos extendidos, chocando contra las tumbas con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi pecho, incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla. Anduve a tientas como un ciego buscando su camino. Toqué las lápidas, las cruces, las verjas de hierro, las coronas de metal y las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis dedos pasándolos por encima de las letras. ¡Qué noche! ¡Qué noche! ¡Y no pude encontrarla! No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en aquellos angostos senderos entre dos hileras de tumbas. ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Sólo tumbas! A mi derecha, a la izquierda, delante de mí, a mi alrededor, en todas partes había tumbas. Me senté en una de ellas, ya que no podía seguir andando. Mis rodillas empezaron a doblarse. ¡Pude oír los latidos de mi corazón! Y oí algo más. ¿Qué? Un ruido confuso, indefinible. ¿Estaba el ruido en mi cabeza, en la impenetrable noche, o debajo de la misteriosa tierra, la tierra sembrada de cadáveres humanos? Miré a mi alrededor, pero no puedo decir cuánto tiempo permanecí allí. Estaba paralizado de terror, helado de espanto, dispuesto a morir. Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre la cual estaba sentado se estaba moviendo. Se estaba moviendo, desde luego, como si alguien tratara de levantarla. Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí, vi claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual estaba sentado. Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda. Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. En la cruz pude leer: «Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió en la gracia de Dios.» El muerto leyó también lo que había escrito en la lápida. Luego cogió una piedra del sendero, una piedra pequeña y puntiaguda, y empezó a rascar las letras con sumo cuidado. Las borró lentamente, y con las
  • 13. cuencas de sus ojos contempló el lugar donde habían estado grabadas. A continuación, con la punta del hueso de lo que había sido su dedo índice, escribió en letras luminosas, como las líneas que los chiquillos trazan en las paredes con una piedra de fósforo: «Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo que pudo y murió en pecado mortal.» Cuando hubo terminado de escribir, el muerto se quedó inmóvil, contemplando su obra. Al mirar a mi alrededor vi que todas las tumbas estaban abiertas, que todos los muertos habían salido de ellas y que todos habían borrado las líneas que sus parientes habían grabado en las lápidas, sustituyéndolas por la verdad. Y vi que todos habían sido atormentadores de sus vecinos, maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros, ruines, calumniadores, envidiosos; que habían robado, engañado, y habían cometido los peores delitos; aquellos buenos padres, aquellas fieles esposas, aquellos hijos devotos, aquellas hijas castas, aquellos honrados comerciantes, aquellos hombres y mujeres que fueron llamados irreprochables. Todos ellos estaban escribiendo al mismo tiempo la verdad, la terrible y sagrada verdad, la cual todo el mundo ignoraba, o fingía ignorar, mientras estaban vivos. Pensé que también ella había escrito algo en su tumba. Y ahora, corriendo sin miedo entre los ataúdes medio abiertos, entre los cadáveres y esqueletos, fui hacia ella, convencido de que la encontraría inmediatamente. La reconocí al instante sin ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo negro; y en la cruz de mármol donde poco antes había leído: «Amó, fue amada y murió.» Ahora leí: «Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.» Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin conocimiento. FIN Temas: La verdad la coloco como un tema principal porque solo el amaba desesperadamente a la mujer que le fue infiel, el lo supo a raíz de ver que todos los muertos escribieron la verdad acerca de ellos en la lápida. : Tipo de narrador: protagonista, porque es el quien narra lo sucedido y dice lo que siente.
  • 14. Personajes: el personaje principal es el narrador, no aparece el nombre. Planteamiento El narrador había perdido a su amada, la cual la extrañaba y se sentía triste por eso. Nudo Un día mientras el estaba en su habitación sentado de repente sintió que la losa de mármol se movia y dio un salto y apareció en un campo fúnebre y después de tanto ver tumbas miro a Jacques Olivant era un muerto a quien en su lapida le habían escrito que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió en la gracia de Dios. El muerto borro esto y escribió: «Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo que pudo y murió en pecado mortal.» Todos los muertos habían borrado lo que les habían escrito en las lapidas y habían escrito sus verdades. Desenlace Al ver lo que los muertos hicieron, el corrió ha ver que había escrito su amada, la encontró con un velo y su lápida decía: “Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.” Al amanecer lo encontraron sin conocimiento. Diálogo Monólogo Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada, porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. No recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera dijo: "¡Ah!" ¡y yo comprendí!¡Y yo comprendí! Descripción Prosopografía “Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes.
  • 15. Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda. Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado con carne humana.” Tiempo externo e interno Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada, porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación -nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles, todo lo que queda de la vida de un ser humano después de su muerte-, me invadió tal oleada de nostalgia y de pesar, que sentí deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en aquellos angostos senderos entre dos hileras de tumbas. Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin conocimiento. En el tiempo interno transcurrió dos días desde la muerte de ella, hasta el momento en que él sabe la verdad en el cementerio. En el tiempo externo lo escribió en el siglo XIX. Espacio físico “Qué pequeña es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los muertos que los vivos.” “Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí, vi claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual estaba sentado.” La ciudad y el cementerio cercano. Psicológico y social. “¡La había amado desesperadamente!” El protagonista la había amado sinceramente sin embargo saber la verdad de la infidelidad de ella lo hizo hasta desmayarse.