1. JUAN MONTALVO
Seguramente la personalidad más singular y atractiva de la historia
literaria ecuatoriana, es la de Juan Montalvo. Su nombre cobró
prestigio internacional después de mediado el siglo XIX, desde la
aparición de su primera obra: "El Cosmopolita". Tuvo Montalvo un
acierto nada común: imprimir todo el sello de su carácter en esas
páginas de iniciación, y en las que posteriormente fue publicando.
Las facultades naturales recibieron en su caso el estímulo de los
grandes ejemplos del pasado, sobre todo de griegos y romanos, que
él tanto conoció y comprendió.
Montalvo está adherido de manera definitiva a la historia del
Ecuador, y con los trazos de un hombre de genio. Fue un creador en
el campo de las letras, además un combatiente político de los que
demandaba su tiempo, No necesitó Montalvo el apoyo de la vida
pública para dar el máximo relieve a su nombre, ni para contar
después con el respeto y el fervor de su pueblo. Le fue suficiente
su obra de escritor, buena parte de la cual sirvió esto sí para
combatir ciertos hábitos siniestros del país y para enderezar la
actividad de sus gobiernos.
Nació Juan Montalvo en Ambato en 1832. Perteneció a un hogar
muy austero: la energía para el trabajo, la firmeza de las ideas, la
honradez, el orgullo que todo eso concita, puede decirse que
formaban el ambiente familiar. Los dos hermanos mayores
2. profesaban el liberalismo. Y eran adversarios de los sistemas
dictatoriales de gobierno. Uno de ellos combatió el despotismo del
general Flores y fue desterrado.
Se educó primero en una escuelita de Ambato, después fueron al
Convictorio de San Fernando, el Seminario de San Luis y la
Universidad, en la ciudad de Quito. Enseñanza dirigida por
religiosos que no dejó de gravitar sobre su conciencia. Los años
universitarios no fueron sino dos, de Derecho. Como estudiante
llamó la atención por su talento, seriedad y excepcional memoria. Ya
en la juventud se manifestó su vocación de escritor. Leía a los
clásicos. Era un enamorado de las páginas ciceronianas, y de la vida
misma de Cicerón. Andaba con curiosidad intensa por los libros de
literatura, filosofía e historia de la antigüedad. Se interesaba por
las lenguas extranjeras. Asistía a las tertulias del grupo romántico
de Julio Zaldumbide. Apareció en un acto público leyendo su
primera prosa, que fue de execración del despotismo de Flores.
Para la mente perspicaz están en ese trabajo juvenil, firmado a los
veinte años de edad: condenación de los abusos del poder y
vigilancia del idioma. Tenía acceso, por entonces, a dos hojas
periodísticas: "El Iris" y "La Democracia". Cabe pues asegurar que
en el limitado ambiente cultural de la época el joven escritor no era
ya un desconocido. Se lo nombró funcionario de las embajadas
ecuatorianas en Italia y Francia. Sirvió en una de ellas al Ministro
Pedro Moncayo, personalidad inmaculada del liberalismo. La
permanencia en Europa fue significativa en su formación.
Cuando retornó al Ecuador después de ese su primer viaje, se
encontró con una realidad desalentadora. El país había vivido una de
sus horas más aciagas. Amagado por las fuerzas navales del Perú.
Desgarrado por las batallas partidarias, codiciosas del poder. El
Presidente Robles había trasladado su gobierno a Guayaquil. En
Quito se había alzado un triunvirato revolucionario cuya cabeza era
3. García Moreno. Se habían hecho negociaciones oscuras con el
gobernante peruano, con el correspondiente desmedro de la
dignidad nacional. Había corrido sangre en las luchas intestinas. Y a
la postre se había impuesto la férrea personalidad de García
Moreno. Al caos sucedía el orden brutalmente despótico. Eso halló
Montalvo a su vuelta.
Naturalmente, no pudo sufrirlo en silencio, impasible. Ni siquiera
esperó llegar a Quito. Desde la población costeña de Bodeguita de
Yaguachi, el 26 de septiembre de 1860, escribió una carta de
fuertes amonestaciones al nuevo jefe de Estado.
El joven Montalvo de 1860 no ejercía aún ninguna influencia. No
pesaba en la opinión pública ecuatoriana. De modo que el tirano hizo
fisga de sus admoniciones, y ni siquiera se dio el trabajo de
contestárselas, las palabras de amenaza que contenía su carta se
cumplieron.
Durante la primera administración garciana el escritor se recluyó
en las soledades de su provincia: los parajes de Baños, la casa de
Ambato, los huertos aledaños de Ficoa. Fueron cinco años de
elaboración de "El Cosmopolita".
Era Montalvo un hombre alto y delgado, cuidadoso de su arreglo
personal. No vestía sino trajes de paño negro. Disimulaba
elegantemente, apoyándose en un bastón, su andar cogitabundo. Ya
por 1866 iba a Quito para publicar los cuadernillos de su primer
libro. Porque "El Cosmopolita" apareció así, en varias entregas. "El
Cosmopolita" fue un haz de ensayos que sólo por circunstancias
secundarias no se publicó en un volumen. En cuanto al contenido,
éste es preponderantemente literario. También se encuentran
asuntos políticos. De enjuiciamiento severo a la dictadura garciana,
que ya había terminado. Pero la nota magnética está sin duda en las
4. remembranzas de los viajes por las ciudades europeas y en los
trabajos en que enamoran los alardes de gracia y de cultura.
Los ataques montalvinos a García Moreno tuvieron, esto sí,
consecuencias importantes en la vida del escritor y en lo que
después ocurrió al tirano. Montalvo se refugió en la Legación de
Colombia. Y abandonó pronto el país. Recorrió difícilmente varios
lugares extranjeros, y al fin halló asilo en la población colombiana
de Ipiales. Este es un rincón andino situado en la frontera norteña
del Ecuador. En aquel tiempo era una aldea de muy pocas gentes.
Hasta su retiro le llegaban a veces pequeñas ayudas, enviadas por
algunos íntimos y por amigos ecuatorianos. Con la pluma, entonces,
no se podía vivir. Ni a Montalvo le hubiera agradado tal cosa. Creía
que la pluma no debía ser convertida en "cuchara". Montalvo se
resignó a mantenerse con los préstamos, que nunca conseguía pagar
completamente. No quiso aceptar otra tarea que la de su sacerdocio
literario. La literatura era su atmósfera. Únicamente a través de
ella cumplió su memorable destino. En ocasiones, cierto es, sus
libros le daban algún dinero (tal fue el caso de "Las Catilinarias"), y
obtenían resonancia política Por esto último, el voto popular de una
provincia del Ecuador elevó a Montalvo a una diputación, que él
jamás desempeñó.