El documento discute las teorías sobre diferencias de género. Explica que el género se refiere a las atribuciones sociales y culturales asociadas con ser hombre o mujer, mientras que el sexo se refiere a las características físicas. Argumenta que existen diferencias claras entre hombres y mujeres en lo físico, conductual y en el desarrollo, como las mujeres tienden a ser más sensibles al dolor y obedientes. Sin embargo, también reconoce que estas características se distribuyen a lo largo de un continuo y
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Unidad nº 2
1. Prof. Rafael Héctor Hugo Freda
La diferenciación de la especie en dos formas, macho y hembra,
rebautizados varón y mujer por la axiología con que el lenguaje recubre al
vocabulario, es la base de la estructura familiar desde el desarrollo del
cerebro. En el meollo de esa estructura están contenidas las normas
interpersonales de elección, retención y expulsión de pareja, a las que se
sobreimponen las normas del grupo social, cuyo registro de injusticias es tal
que ha dado origen a varios movimientos de reforma sexual, entre los que el
feminismo es el principal desde fines del siglo XVIII.
El reformador sexual advierte la supremacía del varón sobre la mujer y la
diferencia que manifiestan los mismos aspectos de la realidad según el sexo de
quien los considera: esto es la perspectiva de género. En este abordaje
sexosófico la palabra género es sinónimo de sexo y designa cada uno de los
dos tipos en que se divide la especie humana. Los modos en que los varones
oprimen y subordinan al otro sexo por su fuerza, su poder real o simbólico y la
inferiorización social y cultural son objeto de la teoría de género, que subraya
la desigualdad de trato y oportunidades, la división del trabajo de producción y
reproducción y el uso del tiempo libre, todo ello en contra de la mujer. Como
remedio se propugna la discriminación inversa o positiva, que garantiza
privilegios y protecciones para el grupo vulnerable o en peligro, con legislación
laboral, sindical, sanitaria y cultural que compense las consecuencias
desfavorables de la mayor fuerza del varón. Este conjunto de leyes, donde
tienen lugar prominente las protecciones contra la violencia doméstica o de
género, es lo que se llama derecho de la mujer.
El sexólogo en cambio define al género como el conjunto de
atribuciones que la sociedad y la cultura superpone al hecho de ser varones o
mujeres. Es inmaterial y continuo, mensurable por censos, autoinformes y
estadística, y se organiza en femineidad y masculinidad, que corresponden
gruesamente a mujer y hombre y forman dos continuos paralelos. En cada
continuo un extremo es la mujer masculina o el hombre femenino, y el otro
extremo los prototipos de hombre y mujer. Arbitrariamente, las épocas y
sociedades extraen de aquí arquetipos (que ejercen atractivo y son modelos de
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2. conducta) y estereotipos (cuya rigidez actúa como patrón que elimina la
variación individual). .
Estas categorías típicas actúan como legitimadoras de la sujeción de las
mujeres a los varones. La respuesta política elaborada en el siglo XIX es la
igualdad de mujeres y varones, meta cuyos obstáculos son la maternidad y el
patriarcado. En este abordaje el sexo es el aspecto físico e innato de la
sexualidad y el género su aspecto social y adquirido. Con igualdad de trato y
oportunidades lo aprendido por mujeres y varones sería similar, y por tanto sus
conductas, roles, intereses, preferencias y logros serían similares.
Contra esta suposición se erigen las diferencias sexuales claras
registradas entre mujer y varón, en lo físico, en lo comportamental y en el
desarrollo. Siempre teniendo en cuenta la curva de distribución de Gauss, las
mujeres son más sensibles al dolor, organizan sus espacios por hitos,
desarrollan tempranamente la capacidad lingüística, son más obedientes y más
débiles, y prefieren el cuidado a la curiosidad, y la cautela al riesgo. Estos
rasgos de personalidad construyen la femineidad o masculinidad de los
diferentes individuos. Al abstraer los datos comportamentales y de desarrollo
observados, surgen las dualidades actividad vs. pasividad, agresividad vs.
sumisión e intelecto vs. afecto, donde el primer término corresponde a lo
masculino y el segundo a lo femenino. Con estos rasgos de carácter, la
sociedad construye roles genéricos que se organizan en inventarios de roles (el
más importante históricamente es el de Sandra Bem) y atribuye caracteres
diferenciados a varón y mujer, y transforma los diversos tipos humanos en
arquetipos y estereotipos contra los se entabló una lucha de mayor o menor
éxito, y cuyos hitos fundamentales son la Revolución Francesa, la asepsia en el
parto, la brecha generacional y la píldora anticonceptiva.
El trasfondo filosófico de esta teoría es la tabula rasa de Locke, que
afirma la inexistencia de ideas innatas. En oposición a esto, el temperamento
es el conjunto de proclividades y rasgos posnatales innatos, de origen prenatal.
Existiendo ideas innatas, se concibe que haya intereses y preferencias innatas
en cuanto a orientación sexual y roles de género, debidas a la virilización o
mulierización del cerebro combinadas con las influencias ambientales.
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