1. Prehistoria II
Minerva
TEMA 5.- GÉNESIS Y DESARROLLO DE LAS SOCIEDADES
COMPLEJAS:
EL CALCOLÍTICO
LA METALURGIA Y EL DESARROLLO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
A) EL CAMBIO SOCIAL Y LOS MODELOS TEÓRICOS Y ECONÓMICOS
1. EL PROBLEMA DE LAS LLAMADAS “SOCIEDADES COMPLEJAS”.
INTERPRETACIÓN HISTÓRICA DEL PROCESO
La razón por la que la Prehistoria europea continúa imperturbable casi hasta el
500 a.C., incluso en áreas mediterráneas, a pesar de los contactos e intercambios con
las sociedades del Mediterráneo oriental más evolucionadas política y socialmente
por lo menos desde los primeros siglos del I milenio a.C. consiste en que en algunas
zonas del Norte de Europa, la estructura fuertemente rural llegó incluso a
prolongarse hasta la Edad Media aunque usasen herramientas de hierro y la moneda.
La gran diferencia podría estar entre la sociedad rural, tremendamente
conservadora, y la urbana, innovadora, oportunista y necesariamente compleja. La
realidad urbana es muy tardía en Europa.
Aunque en alguna sociedad puedan destacar ciertos grupos guerreros o
aristocráticos, en contextos calcolíticos de la segunda mitad del III milenio a.C. en
Europa central, hasta el Bronce antiguo no parece haber una organización social
“compleja”. En una sociedad de este tipo hay:
• Unos privilegiados que mandan, son ricos en su territorio y luchan contra
otros semejantes para arrebatarles el suyo.
• Los campesinos son mayoría y son maltratados. Mueren en los campos de
batalla.
Todo parece indicar una estructura rural, especialmente en la etapa del Neolítico
final-Calcolítico, en los milenios IV y III a.C. La verdad es que hasta el II milenio
a.C. no parece posible argumentar, para la mayor parte de Europa, una estructura
social estratificada, con clases dirigentes.
2. LA GRAN EXPANSIÓN DEL MEGALITISMO
Se debe tener en cuenta dos premisas:
o Que el megalitismo tiene un origen marcadamente “local”, en lugares muy
concretos de Europa atlántica, al mismo tiempo que el comienzo de las
primeras formas de vida neolíticas.
o Que la gran expansión coincide con la posible evolución social de las
comunidades neolíticas desde la segunda mitad del IV milenio y durante el
III milenio a C.
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El primer megalitismo va unido a una sociedad innovadora, no por la adopción
de nuevas formas de subsistencia, sino porque organizaron una sociedad poderosa,
capaz de emprender obras monumentales y con un rico y complejo mundo
ideológico.
Hay dos ideas básicas, una de carácter individualista y otra de carácter
colectivo.
Tenemos así el concepto de:
o Necrópolis, independiente y separada de la ciudad, que existían en toda
Europa central desde comienzos del Neolítico con inhumaciones e incluso
incineraciones, sin ningún tipo de construcción megalítica y , en general, con
carácter individual.
o Megalitismo, que parece responder a un concepto comunitario, familiar o de
clan, que es muy antiguo en sus lugares de origen en Europa atlántica, pero
que las zonas mediterránea o continental se inicia en el III milenio, con los
enterramientos múltiples en cuevas naturales, artificiales o monumentos
megalíticos.
El proceso de transformación de las sociedades neolíticas, estrechamente ligado al
concepto gentilicio de clan, las coloca más cerca de las organizaciones tribales
paleomesolíticas que de las familias cerradas campesinas.
En Europa no se implanta el sistema urbano hasta el I milenio a.C., tras los
contactos con culturas más desarrolladas del Mediterráneo oriental.
Las construcciones megalíticas además de un significado funerario vinculado a
un clan familiar tienen también un significado territorial.
Lo mismo que el poblado es el núcleo que normalmente domina un territorio que
le pertenece y del que vive, la necrópolis megalítica reafirmaría de forma patente la
propiedad de un territorio más allá de la muerte.
El hecho de que el megalitismo se manifestara en el Neolítico final, en tierras
antes ocupadas por cazadores y pescadores mesolíticos, podría señalar una
reivindicación de las poblaciones mesolíticas o sus descendientes, sobre unas tierras
que eran suyas y que podrían estar dentro de las apetencias de colonos agrícolas y
foráneos.
ADEMÁS DE LO INDICADO HASTA AQUÍ, SEGÚN LA GUÍA DE
LA ASIGNATURA DEBEMOS DE TENER EN CUENTA EL TEMA
DE LA METALURGIA.
LOS COMIENZOS DE LA METALURGIA EN LA PENINSULA IBÉRICA
El término Calcolítico no se utiliza como un simple indicativo de tipo
tecnológico (uso del cobre), lo mismo que el término Neolítico no es sólo nueva
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piedra (pulimentada), sino que se trata más bien del resultado de un proceso de
evolución y expansión de las comunidades campesinas, con desarrollo de:
o nuevas tecnologías de explotación y fabricación,
o diversificación de actividades (comercio, minería, metalurgia y manufacturas
especializadas) y
o transformación social (Calcolítico, Eneolítico, Edad del Cobre).
El comienzo de la metalurgia y el contexto cultural que la acompaña en la
Península tendrá una duración de aproximadamente unos cinco o seis siglos, desde
mediados del III milenio a C, fechas no calibradas.
En la Península se empieza a usar el cobre unos siglos antes de la llegada del
campaniforme,.
Recursos mineros y tecnología
La Península Ibérica es rica en yacimientos cupríferos, se encuentra en la
naturaleza en piritas, pero también en estado nativo y en óxidos en el Sur de Portugal
y en el Sureste peninsular. También encontramos cobre en Galicia, la Cordillera
Cantábrica, en los Pirineos, en el Sistema Ibérico y en la Meseta central, en sierras
cercanas a Madrid.
En Portugal encontramos cobre en los distritos de Evora, Beja, Setúbal y Algarve.
Cerca del poblado calcolítico de Zambujal se han descubierto las minas de cobre de
Mataçaes.
Los yacimientos del Alentejo se prolongan hacia España (Huelva) por el
“cinturón pirítico Ibérico”. En Huelva, el cobre nativo se encontraría en las superficie
de la montera ferruginosa (chapeaux de fer), que debieron explotarse intensamente
para fabricar útiles de cobre y es posible que siguiendo estos afloramientos de
superficie comenzara muy pronto la explotación subterránea del oro, plata y cobre.
En el norte, el cobre se da menos en estado nativo, pero podría haber
concentraciones de carbonatos (malaquita y azurita) que podían fundirse para
obtener cobre.
En Vilanova de San Pedro (Portugal) se encontraron objetos de metal que
indicaron que se trataba de cobre nativo impuro. El “cobre arsenical” no se trataba de
un tipo de aleación sino el resultado de un proceso natural en una metalurgia
primitiva.
Almizaraque es un pequeño poblado con casas circulares, contemporáneo de Los
Millares, muy próximo a yacimientos con minerales de cobre pero también en una
buena zona agrícola.
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Cultivaban trigo, cebada y legumbres y tenían animales domésticos (buey, cerdo,
cabra y oveja) además de pesca del río y la costa próxima.
La actividad minero-metalúrgica está bien documentada desde la segunda mitad
del III milenio a C. Se encontraron fragmentos de mineral de cobre en estado natural
y manipulado por calentamiento, gotas de metal, nódulos e instrumentos, que
permiten reconstruir el proceso de la primera metalurgia en el Sureste peninsular.
Los minerales eran de cobre carbonatado (malaquita, azurita y calcantita) con
inclusiones de cuprita y otros minerales. Algunos minerales parcialmente reducidos
formando pepitas de cobre con núcleo de malaquita. Todo el conjunto muy
homogéneo que evidencia el uso del mismo tipo de minerales, filones y tecnología a
lo largo de todas las fases culturales del Calcolítico de Almizaraque.
Se documentó el tipo de “horno” que se utilizó para obtener el metal. En todas las
fases de ocupación se encontraron fragmentos de cerámica tosca, de gruesas paredes,
con adherencias de escorias en su interior.
No eran crisoles para fundir metal en lingotes sino para extraer directamente el
metal del mineral, machacándolo, calentándolo y posteriormente mezclándolo con
carbón vegetal, dentro de una vasija de cerámica hasta fundirlo, finalmente para
extraerlo rompían la vasija y separaban el mineral fundido.
Era un sistema muy simple, de carácter doméstico que sólo servía para obtener
cada vez pequeñas cantidades.
Los objetos de cobre de este yacimiento es trataba de un cobre arsenical, que era
consecuencia de una aleación deliberada, sino del polimetalismo del mineral de
partida y del proceso de obtención.
Cerca de Almizaraque hay dos posibles áreas mineras, Sierra de Almagrera y Las
Herrerías. Al norte está el Cerro Minado, con cobre arsenicado. Al sur, en Mojácar y
Turre, en los minerales de la Sierra Cabrera no aparece el arsénico, por lo que no
pudo ser la fuente de abastecimiento de Almizaraque.
La metalurgia representa un proceso de producción que exige una
especialización: extracción de la materia prima, reducción del mineral, preparación
del metal, transformación y acabado.
Esto supondría la experimentación y aprendizaje de un número de personas y un
utillaje adecuado a las distintas fases del trabajo, además de instalaciones (talleres).
Toda una organización para hacer llegar a los artesanos, desde lugares más o
menos lejanos, la materia prima necesaria.
Evidencias arqueológicas y cronología
En las excavaciones de Siret en Parazuelos (Murcia) se encontraron fragmentos
de cerámica con adherencias metales en su interior, como en Almizaraque, además
de escorias, algunos objetos de cobre y un gran bloque mineral. Es posible que la
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fuente de abastecimiento pudieran ser los filones de cobre perteneciente al Lomo de
San Blas.
Parece ser que la técnica de la vasija-horno seguía usándose hasta el final del
Calcolítico en la Península.
En la zona del Alto Tajo, los primeros vestigios de actividad metalúrgica
corresponden a poblados con vaso campaniforme. Antes sólo hay algún punzón de
cobre simple, obtenido por calentamiento y batido.
En la cuenca baja del Manzanares, en El Ventorro, se encontraron crisoles,
vasijas-hornos y algunos goterones de fundición.
También se encontraron indicios de la técnica vasija-horno en un área de época
de vaso campaniforme cerca de Perales del Río (Getafe, Madrid), pero en este caso
se vio que la temperatura interior de la vasija era superior a la exterior, lo cual indica
que la vasija debió de estar enterrada hasta el nivel del suelo, desde donde se le
suministraría el calor. Este sería el primer paso hacia el verdadero horno de
fundición.
En el poblado calcolítico de Zambujal (Torres Vedras, Portugal) aparece en una
casa un posible horno con restos de fundición de cobre, piezas metálicas de desecho
y varillas interpretadas como lingotes.
También hay que tener en cuenta otra metalurgia de este periodo, la del oro, que
se tiene documentada desde antiguo en la diadema de oro de la Cueva de los
Murciélagos de Albuñol (Granada) del 3450 a C.
Esta fecha, llevaría el origen de la metalurgia del oro al Neolítico reciente de
mediados del IV milenio a C en conexión con la moda del ornato de piedras verdes,
documentadas también en la cueva de los murciélagos. Piedras como la turquesa,
variscita e incluso malaquita de los sepulcros de fosa.
Quizás la metalurgia del oro es anterior a la del cobre. El trabajo del oro podía
hacerse a partir de láminas obtenidas de oro nativo (pepitas de oro aluvial) mediante
batido y martelado.
Con las láminas se hacía diademas, plaquitas, que se adherían a telas o cuero,
como objetos de adorno. Otras veces se hacían hilos enrollados y laminas enrolladas
para cuentas por las que se pasaba el hilo. Este tipo de adornos se generalizó sobre
todo con el vaso campaniforme, pero pudo ser anterior en la Península, como parece
documentarse en la Cueva de los Murciélagos.
En el poblado del Cerro de la Virgen de Orce (Granada) aparecieron fragmentos
de lámina de oro considerados precampaniforme y en el poblado de Zambujal,
apareció una cuenta de collar de oro macizo en el nivel precampaniforme de una
casa. También aparecen adornos de oro en alguno de los hipogeos de la necrópolis de
San Pedro de Estéril, cerca del estuario del Tajo donde abunda el campaniforme
pero también hay materiales de épocas anteriores. Además, en las necrópolis
megalíticas de Carrascal y Cañada Honda de Gandul, en Almería.
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Esta primitiva metalurgia del oro, al igual que la primera de cobre nativo batido,
no supondría la verdadera innovación tecnológica que es precisamente la metalurgia,
cuando se funde un mineral hasta obtener metal fundido que después, puede
modelarse para obtener la pieza deseada. Actualmente se piensa que la metalurgia
del oro estuvo estrechamente unida a la del cobre.
La evolución de la metalurgia del cobre en la Península, pude seguirse a través de
la evolución tipológica de los útiles, que al contrario de lo que se veía en el foco del
Sureste de Europa, son eminentemente funcionales en los primeros tiempos: hachas
planas, punzones, leznas, cuchillos con muescas para enmangue, sierras y anzuelos.
Con el campaniforme, siguen hachas planas, punzones y leznas, pero aparecen las
puntas de flecha de tipo Palmela y los puñalitos con lengüeta para el enmangue.
Por tanto, hay una continuidad desde mediados del III milenio a C y también una
evolución con la aparición de nuevos tipos a finales del mismo.
CONTEXTO CULTURAL: DOBLAMIENTO Y SU DIVERSIFICACIÓN EN LAS
DISTINTAS ÁREAS CULTURALES.
Al igual que la metalurgia no se plantea como un “invento” traído de fuera,
tampoco el contexto cultural que lo acompaña puede considerarse foráneo, sino
como el resultado de un largo proceso de evolución.
Pero muchos de los aspectos de este proceso de transformación de la sociedad
peninsular, desde mediados del IV milenio con el Neolítico reciente y final, no están
suficientemente documentados en algunas zonas, hay que tener en cuenta que:
o Cuando aparece la metalurgia, ya hay un predomino de hábitat en poblados y
al parecer se ha extendido la costumbre de enterrar a los muertos en
“necrópolis”, no en el propio lugar de habitación.
o En algunos lugares, las cuevas cambia su antigua función de lugar de
habitación por el exclusivamente sepulcral.
o El ritual funerario de enterramiento colectivo parece ser anterior a la aparición
del metal.
o En el occidente de la Península se inicia el megalitismo antes de que aparezcan
los primeros objetos de metal, y lo mismo parece ocurrir en el Ampurdán.
Así que, se puede decir que la metalurgia no aparece en la Península como un
técnica ya elaborada, sino que se puede seguir su proceso inicial y evolutivo, es decir,
que es un elemento más de la transformación local de las poblaciones neolíticas más
avanzadas, al igual que el comienzo del Neolítico también llegó más tarde.
El doblamiento. Su diversificación en las distintas áreas.
Se diferencian dos zonas geográficas peninsulares más relevantes, en las que
aparecen asentamientos calcolíticos, una es la zona del Sureste y otra la zona del
Suroeste, estas zonas nos dan la visión más patente de lo que pudo ser la sociedad en
que empezó la actividad metalúrgica.
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La zona del Sureste, se conoció a finales del siglo pasado, es un gran centro de
explotación minera en la Prehistoria y de gran desarrollo cultural desde el Neolítico a
la Edad del Hierro, en contacto con la colonización fenicia en occidente.
El “contexto Millares” va siendo mejor conocido y se refiere al típico poblado
fortificado calcolítico, situado en el valle del Andarax (Almería), con una gran
necrópolis anexa y fortines-vigías en los cerros que rodeaban el conjunto.
El conocimiento de este tipo de asentamientos se amplian gracias a los trabajos en
la Cuenca de Almanzora (Almería), Almizaraque y Campos en Herrarías, Las Pilas
en Mojácar; en el pasillo Chirivel/Cúllar Baza (Granada), poblados de El Malagón y
Cerro de la Virgen (Orce) y El Cabezo del Plomo (Mazarrón, Muria).
El poblado Los Millares tiene impresionantes fortificaciones, con cabañas
circulares construidas con basamentos de piedra, parecen ser centro de actividades
básicas agrícolas y campesinas, cerca de yacimientos mineros de cobre.
Parece ser que a mediados del III milenio a C, en cuestiones ambientales y aridez
del suelo, la situación era más favorable que la actual.
En las cercanías del poblado, en las faldas de las serranías vecinas, hasta los 600-
800 mtr de altura, al parecer habría un denso bosque de encinas y matorral
mediterráneo.
En las riberas del río Andarax había bosques galería propios de un curso de agua
permanente.
Estos datos y los hallazgos en el poblado del Cerro de la Virgen de Orce, indican
el uso del regadío para una agricultura de tipo intensivo, capaz de mantener una
población considerable.
Aunque también es posible que estas zonas no se ocuparan hasta el Neolítico
reciente, en la segunda mitad del IV milenio a C con las gentes de la llamada
“cultura de Almería”. Las mismas que después construyeron poblados como los de
Almizaraque, Campos, Tabernas o Las Pilas en las cuencas del Almanzora,
empezando a manipular los minerales de cobre.
El poblado de Los Millares debió de ser un gran centro económico que dependía
de asentamientos menores en lo que se refiere a producción agrícola, ganadera y
metalúrgica. Esto exigió una organización capaz de dirigir adecuadamente la
explotación, atender al mantenimiento de la ciudad y organizar las redes de
intercambio.
Su gran apogeo fue hacia el 2400-2000 a C, entonces se amplió el recinto
fortificado con tres líneas de murallas, construyendo una puerta de tenazas con
saeteras para defender la entrada. En el interior quedó una englobada una sepultura
anterior. Se han localizado talleres metalúrgicos de estructura rectangular y unas
estructuras circulares como las viviendas que posiblemente estaban destinadas a la
reducción del mineral.
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El último momento corresponde a la etapa del vaso campaniforme y supuso una
drástica reducción del recinto protegido, en una verdadera “ciudadela” interior,
quedando las líneas exteriores de defensa casi en desuso. Hay vaso campaniforme de
estilo marítimo y del llamado estilo del Sureste, seguramente de producción local
hacia el 1885-1850 a C dataciones sin calibrar.
Es posible que la organización social de Los Millares, derivada de las tradiciones
neolíticas campesinas, a base de núcleos familiares, entrara en crisis. Finalmente, una
posible dirección más individualista, a cargo del grupo con vaso campaniforme
asentado en la acrópolis, tampoco debió de dar resultado, puesto que el gran
complejo de Los Millares quedó abandonado.
El pequeño poblado del Cabezo del Plomo en Mazarrón (Murcia), podría
representar una fase intermedia. Se trata de un pequeño asentamiento con una cerca
de piedra provista de bastiones, situado en un altozano junto al mar, lo que permitía
completar la dieta alimenticia con pesca y mariscos. Aunque tiene recursos mineros
no se han documentado objetos metálicos ni actividad metalúrgica. Con datación
entre 3220-2980 a C.
La zona del Suroeste; en Portugal, donde hay abundantes recursos de cobre,
en el Calcolítico también se produjo una concentración del poblamiento en poblados
con ciudadelas fortificadas con murallas y bastiones como en el caso de:
o En el Bajo Tajo: Vilanova de Sâo Pedro, Zambujal y Leceia
o En el Algarbe oriental: Monte da Tumba y Santa Justa.
En todos ellos parece documentarse una fase precampaniforme (Vilanova) y otra
campaniforme.
El poblado de Leceia, junto a la desembocadura del Tajo, parece documentar una
fase inicial neolítica tipo alentejano, hacia el 2600 a C, en una sepultura hipogéica de
la misma época.
El poblado está dotado de al menos tres líneas de fuertes murallas con bastiones y
presenta cinco fases constructivas:
o En la 1ª Fase solo se documentaron estructuras de habitación.
o La construcción de fortificaciones corresponde a las dos fases siguientes del
Calcolítico inicial y al apogeo del poblado.
o La última fase constructiva, del Calcolítico pleno, supone una reducción del
recinto con técnicas constructivas más descuidadas.
La cerámica indica una continuidad cultural, aunque también hay fragmentos de
campaniforme de distintos tipos.
La metalurgia del cobre se generalizó, como se demuestra por los restos de
escorias y fundición hallados en varias habitaciones o talleres, así como piezas de
cobre de pequeño tamaño.
Este poblado, como otros portugueses del mismo tipo, demuestra:
o un asentamiento previo a la construcción de murallas,
o incluso una primera fase, considerada calcolítica por su cronología sin metal
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o la siguiente, normalmente de mayor apogeo, es la que presenta objetos
metálicos y actividad metalúrgica en el propio poblado.
Parece que entre el grupo del sureste y el portugués hay una cierta relación, tanto
por la estructura y aparente organización de los poblados fortificados como por
algunos aspectos de las construcciones y simbolismos funerarios.
Posiblemente esta relación proviene quizás a través de una antigua ruta de
trashumancia pastoril, que pudo convertirse en ruta de intercambio, por la alta
Andalucía oriental y sierra Morena, al norte de la provincia de Huelva hasta el
Guadiana y Portugal, al Alentejo y Algarbe oriental.
Esta ruta va jalonada por ciertas representaciones simbólicas rupestres, que
también aparecen en las paredes de los dólmenes occidentales y en los ajuares
funerarios o hallazgos de poblados, los llamados ídolos.
Aunque los poblados fortificados son los más típicos del Calcolítico peninsular,
hay también poblados abiertos, continuadores de los neolíticos o de nueva
construcción.
Estos poblados se sitúan en tierras fértiles, cerca de cursos de agua, con una
economía agrícola y ganadera cada vez más desarrollada. La ganadería tiene un
carácter selectivo para nuevos fines, como el aprovechamiento de leche o fuerza para
tracción, aunque no está demostrada la existencia del arado ni del carro.
Hay poblados de este tipo en Cataluña y Valencia, en Andalucía sobre todo en la
campiña del Guadalquivir donde se ha determinado un “horizonte de los silos! Del
Neolítico final y Calcolítico.
Se trata de concentraciones de población en tierras especialmente fértiles, que
aunque tuvieran un carácter permanente de larga duración, estaban construidos con
materiales ligeros, postes, ramas y barros, de los que no han quedado apenas restos,
pero quedan restos de las estructuras subterráneas, silos, pozos basureros, cubetas y
zanjas que servirían más como drenaje que como defensa.
Estos poblados a veces están en cerros dominando la campiña y las necrópolis,
como en el caso del asentamiento Cerro de la Cabeza en Valencina de la
Concepción (Sevilla) con su necrópolis de grandes sepulcros de corredor con cámara
circular cubierta de falsa cúpula. También el caso del poblado de La Pijotilla
(Badajoz) con sus sepulturas semihipogeas de cámara circular y corredor, con
centenares de enterramientos.
La expansión occidental de la metalurgia hacia el norte, hacia la Meseta, fue muy
rápida, en la segunda mitad del III milenio a C, como demuestran las numerosas
prospecciones de Toledo, Ávila, Salamanca y Zamora, donde aparecieron objetos
metálicos, hachas planas y punzones do cobre, pero también una metalurgia muy
antigua en algunos poblados, donde aparecen crisoles.
En el poblado de Las Pozas (Zamora) se han encontrado crisoles y morillos
corniformes de cerámica, frecuentes en el Calcolítico portugués o ídolos oculados,
que muestran relaciones muy estrechas y la existencia de una fase metalúrgica
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precampaniforme en la Meseta. Las relaciones con el sureste quedan bien reflejadas
en el importante lote de ídolos de hueso en Juan Barbero (Madrid).
EL RITUAL FUNERARIO
Al Calcolítico siempre se le ha relacionado un ritual funerario de enterramientos
múltiples, sucesivos, en una cueva sepulcral o una cueva artificial (hipogeo),
construida con fines funerarios, o en un dolmen, sepulcro de corredor o galería
cubierta de carácter más o menos “megalítico”. En los depósitos de los ajuares de
estas sepulturas se podían encontrar objetos metálicos.
Estas sepulturas “colectivas” eran auténticos panteones familiares. Cuando su uso
ha sido muy prolongado, se fechaba por su momento final, objetos metálicos o vaso
campaniforme.
La costumbre de enterar a los muertos en panteones familiares o colectivos, viene
del Neolítico más o menos reciente, esta es una de las grandes transformaciones
iniciadas desde mediados del IV milenio en las sociedades prehistóricas europeas
del Neolítico.
Evidentemente, al igual que en Francia, en el III milenio hay una expansión
generalizada del Megalitismo y, en general, del sistema de enterramiento múltiple,
debido a una gran expansión de la población, que fue ocupando todos los rincones
de la península, llevando consigo las nuevas costumbres funerarias. Además, la
metalurgia contribuyó a ello a través de relaciones de intercambios, sobre todo con el
vaso campaniforme.
Hay grandes necrópolis megalíticas como las de Antequera, con su gran
construcción adintelada, una especie de galería cubierta, aunque con soportes
centrales en lo que sería la cámara algo ensanchada (cueva de Menga) o el tipo de
cámara cubierta con falsa cúpula y largo corredor (cueva del Romeral).
La práctica de excavación de grandes hipogeos, en general formando parte de
necrópolis de poblados agrícolas de campiña, como el caso de Sevilla.
El ritual tradicional neolítico de enterrar en la casa, continua en las “necrópolis de
Silos” como la del Acebuchal, donde la desaparición de las casas ha dejado
descontextualizadas las sepulturas.
Las cuevas naturales también muy frecuentes, son utilizadas como panteón
funerario independiente de la vivienda, lo que corresponde al contexto de necrópolis.
Aparecen en zonas donde hay megalitos y donde no los hay.
Los ajuares funerarios depositados no suelen variar mucho de los de los
megalitos o cuevas artificiales.
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Los megalitos siguen siendo los lugares de enterramientos más característicos de
las poblaciones calcolíticas y aparecen en los lugares más recónditos, a donde les
lleva su actividad agrícola, pastoril, metalúrgica o comercial.
El ritual del vaso campaniforme, plantea problemas. Como en la mayoría de los
casos europeos, los enterramientos trataban de inhumación individual. Pero en la
Península ofrece muchas variantes y el vaso campaniforme, parece quedar integrado
en el ritual local.
No parece haber un ritual funerario para las “gentes” de vaso campaniforme,
puesto que éste es un objeto de compra y venta y el ritual al que acompaña depende
del propietario o usuario al que se asignó.
CULTURA MATERIAL Y ESPIRITUAL
Además de la metalurgia, la población calcolítica continua con sus ajuares
domésticos o utensilios de trabajos anteriores.
El trabajo de sílex sigue teniendo una alta calidad, con cuchillos, hojas y puntas
de flecha de diversa tipología con talla bifacial de retoque plano. A veces incluso en
cristal de roca.
Las hachas de piedra pulimentada van siendo sustituidas por las planas de cobre,
cuyo filo era más eficiente. Lo mismo que los punzones que sustituyen a los de
hueso.
El pulimento de la piedra se aplica a nuevas necesidades como morteros de
mármol o los ídolos-cilindro en calcárea o mármol. Todas las técnicas de abrasión y
pulimento se seguirán usando.
La cerámica es predominantemente lisa, con formas muy evolucionadas, de
fuentes, platos, escudillas, que evidencian los nuevos habitos alimentarios.
En Portugal, donde la cerámica del Neolítico final era lisa y de formas muy
variadas, en el Calcolítico inicia formas cilíndricas decoradas con acanaladuras, los
llamados “copos” que suelen ir acompañados de tazas lisas carenadas.
Más avanzada parece la cerámica con decoración de pequeñas incisiones o
impresiones “en hoja de acacia” a la acompañan los platos de borde almendrado,
típicos del Calcolítico de Andalucía occidental.
En el sureste las cerámicas decoradas son con técnica incisa y motivos
“simbólicos”: soliformes, estiliformes, oculados con tatuajes o no, serpentiformes,
líneas onduladas o quebrantadas o temas naturalistas como ciervos o árboles.
Aunque haya una continuidad en el ritual funerario, en el mundo simbólico hay
evidentes cambios, relacionado con una nueva mentalidad o religiosidad.
La tradicional representación femenina como “diosa madre” de las culturas
neolíticas del Próximo Oriente o de las zonas balcánicas y danubianas va perdiendo
fuerza.
En las placas en general de pizarra, con decoración incisa, propias del Neolítico
occidental, particularmente del alentejano, se representan oculados, pocas veces el
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sexo y generalmente temas geométricos más o menos abstractos, que pueden indicar
vestidos, adornos y tatuajes.
En los “ídolos” oculados, pintados, incisos o pirograbados, sobre huesos largos o
falanges, tipo Almizaraque o cueva de La Pastora, los ojos aparecen muy destacados,
y a veces, acompañados de adornos, vestidos o tatuajes, como los de las placas.
Raramente aparece indicado el sexo, en algún caso el triángulo púbico. Se pude decir
lo mismo de los ídolos en mármol del calcolítico occidental.
Estas representaciones parecen tener un carácter funerario, aunque en algún
poblado podían fabricarse o comercializarse (Almizaraque).
Tanto el soporte como la decoración de éstas piezas, tienen un sentido
antropológico, que pueden representar al individuo enterrado, a modo de estela o
soporte de espíritu, siendo una representación de la personalidad individual del
difunto. Esto parece confirmarse con las figurillas femeninas y masculinas de bulto
redondo, esculpidas en hueso, mármol, caliza o marfil.
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