Padres Cistercienses (S XII) Guillermo de Saint Thierry
Padres de la Iglesia San JUAN CLÍMACO.pps
1. EL DIÁLOGO CON DIOS
(La escala del Paraíso, escalón XXVlll, no. 188-189, 190-191,
193)
2. San Juan el Escolástico es conocido principalmente por
su apelativo de Clímaco, que deriva de la transcripción latina «de
la escalera», tomada del titulo de su principal obra: La escala del Paraíso.
Sus datos biográficos son escasos. Nacido alrededor del año 579, entró en
el monasterio del Monte Sinaí a la edad de dieciséis años. A los veinte, hizo
la profesión religiosa según la regla del monasterio, hasta que se decidió a
vivir como anacoreta. Dios le favoreció con el don de lágrimas, y subió a tal
grado su fama de santidad, que los monjes del monasterio le eligieron
como abad: tenía entonces sesenta años. Su muerte acaeció alrededor
del año 649.
Considerado un doctor universal, San Juan Clamado profundizó en
el camino ascético que puede recorrer cualquier cristiano. La escala del
Paraíso, libro de gran riqueza interior y enorme difusión, desarrolla la idea
de la ascensión del alma, bajo la guía del Espíritu Santo, hasta la semejanza
con Cristo. Titulada en memoria de la escala de Jacob y dividida en treinta
escalones, se pueden considerar en la obra dos partes principales: la
primera abarca los veintitrés primeros capítulos y trata de la lucha contra
los vicios; los siete capítulos restantes giran en torno a la adquisición de
las virtudes.
El fragmento que se expone a continuación, recoge una parte del sermón
número veintiocho, donde el santo habla del estado de oración y muestra la
naturaleza de esa unión con Dios.
3. La oración, como bien expresa su nombre, es
diálogo del hombre con Dios, unión mística.
Según los efectos que la caracterizan, es el
apoyo del mundo y reconciliación con el Señor;
fuente de lágrimas y propiciatoria de nuestros
pecados; defensa de la tentación y baluarte ante
las contradicciones; victoria en la lucha y empeño
de los ángeles; alimento de los seres
incorpóreos y alegría en la espera; actividad que
no finaliza jamás y fuente de virtud; forjadora de
carismas y del progreso espiritual, alimento del
alma y luz de la mente (...).
4. Reza con toda sencillez, con una
sola expresión, como hicieron el
publicano y el hijo pródigo que se
dirigieron a Dios misericordioso
(...).
5. No te afanes en mirar con
minuciosidad las palabras
que debes usar en la
oración. A menudo los
simples y sencillos
balbuceos de los niños
aplacaron al Padre que está
en los cielos (cfr. Mt 6, 9).
6. No busques muchas palabras (cfr. Mt 6, 7), porque tal deseo provoca la
disipación de la mente. Con una pequeña frase el publicano agradó al
Señor (cfr. Lc 18, 3), y con una sola expresión dicha con fe, salvó al ladrón
(cfr. Lc 23, 39-43).
7. A menudo muchas palabras distraen
en la oración porque llenan la mente
de fantasías; una sola, con frecuencia,
contribuye al recogimiento: cuando a
un cierto punto hay una palabra que te
agrada y propicia la compunción,
permanece allí; entonces se unirá a tu
oración el Ángel Custodio.
8. Después, no abuses de la
libertad confiada, aunque
hayas alcanzado la
purificación. Es más,
acercándote a Dios con
gran humildad, podrás
obtener la más alta libertad.
9. También si te encontrases en lo alto de la escala de la virtud, continúa
rezando para que sean perdonados tus pecados como hizo San Pablo
que, asemejándose a los pecadores, exclamaba: yo soy el primero
de ellos (cfr. I Tim 1, 15).
10. La pureza y compunción de lágrimas
deben dar alas a la oración, y el sabor,
como el aceite y la sal condimentan los
alimentos. Añade la bondad y la dulzura,
con las que debes revestirte si quieres
liberar al corazón de todo aquello que
arranca la libertad, y poder elevarte sin
esfuerzo hacia Dios.
11. Hasta que no hayamos alcanzado después
de muchas experiencias tal claridad de
oración, seremos principiantes, como
niños que empiezan a caminar
12. Trata de elevar la
mente a Dios, o mejor,
de tenerla cerrada
dentro de las
operaciones de la
oración y, si por
debilidad infantil, no la
tienes tranquila, ponla
rápidamente en orden:
por desgracia nuestra
mente es débil, pero el
Omnipotente podrá
fijarla.
13. Si continúas luchando sin rendirte, finalmente descenderá sobre
ti Aquél que mantiene en sus límites los mares de la mente, y
dirá, mientras tú te elevas en oración: De aquí no pasarás, ahí se
romperá la soberbia de tus olas (...) (cfr. Job 38, 11).
14. ¿A quién tengo yo en los cielos? Fuera de ti, nada deseo sobre
la tierra (cfr. Sal 73, 25). Esto persigue la oración. Si unos
aspiran a la riqueza, otros a la gloria u otra posesión, mi bien es
estar apegado a Dios, único fundamento de mi esperanza (cfr.
Sal 73, 28).
15. La fe es la que otorga las alas a la oración, pues de ningún otro modo
podrá volar hacia el cielo. Sólo esto pedimos al Señor (cfr. Sal 27, 4).
Somos todavía víctimas de las pasiones, pero de esta condición todos
deseamos elevarnos, cortando definitivamente ese camino. Aquel juez que
no temía a Dios, cede ala insistencia de la viuda para no tener más la
pesadez de escucharla (cfr. Lc 18, 1-4).
16. Dios hará justicia al alma, viuda de
El por el pecado, frente el cuerpo, su
primer enemigo, y frente a los
demonios, sus adversarios invisibles.
17. El Divino Comerciante sabrá intercambiar bien nuestras
buenas mercancías, poner a disposición sus grandes
bienes con amorosa solicitud y estar pronto a acoger
nuestras súplicas (...).
18. No digas no haber obtenido aquello que has pedido
rezando mucho, porque te has beneficiado espiritualmente. De
hecho, ¿qué bien más sublime puede existir al de estar unido con
el Señor y perseverar en esa unión ininterrumpida con Él?
19.
20. Quien se encuentra protegido por la oración
no deberá tener miedo de la sentencia del Juez
divino, como le sucede al condenado aquí en
la tierra. Por eso, si eres sabio y no corto de vista, al
recuerdo de ese juicio podrás fácilmente alejar de tu
corazón las ofensas recibidas y todo rencor, las
preocupaciones por los negocios terrenos y los
sufrimientos que se derivan; la tentación de
las pasiones y de todo género de maldad.
21. Con la súplica constante
del corazón prepárate a la oración
perenne de los labios, y rápido
avanzarás en la virtud (...).
22. Como canta el Salmista: «Yo
conozco verdaderamente cuánto bien
quisiste para mí porque en tiempo de
guerra no permitiste que el enemigo
riese a mis espaldas; por eso, grité a ti
de todo
corazón, con cuerpo y alma, porque
donde se encuentran unidos estos
elementos, allí se encuentra Dios en
medio de ellos» (cfr. Sal 40, 12;1 19,
145;1 Tes 5, 23; Mt 18, 20).
23. No todos tienen las mismas dotes,
ni según el cuerpo, ni según
el espíritu.
24. Para algunos va bien la oración
más breve, para otros es mejor la
larga de los salmos.
25.
26. Hay quien todavía confiesa estar
prisionero de su cuerpo, o debe luchar con la ignorancia
del espíritu; si entonces invocas a nuestro Rey contra
los enemigos que te asaltan de cualquier parte, ten
confianza.
27.
28. Ya no deberás
fatigarte mucho desechándolos de
una vez, pues se alejarán de ti
rápidamente: no querrán asistir a la
segura victoria que obtendrás
con la oración; es más, huirán
despavoridos por la fusta de tu
ferviente coloquio.
29.
30.
31. Recoge todas tus fuerzas, y Dios se
ocupará en
cómo enseñarte a rezar.