7. Era un 25 de septiembre, día soleado, cuando después de
un largo viaje navegando en un galeón y 9 canoas, los
expedicionarios desembarcaron en la isla de Careta
donde luego de un corto descanso, Vasco Núñez, el
capitán, en medio de disputas, apartó los que debían
quedarse en el puerto e invitó a los que debían con él
continuar.
El capitán llevaba la delantera, en compañía de su perro
Leoncico, su más leal amigo. Avanzando por caminos
escarpados, pendientes montañas y áridas laderas,
lograron llegar a la cima, derribando todos los obstáculos,
incluyendo los caciques que en el camino se interponían.
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10. De repente, Leoncico que minutos antes había
desaparecido en medio de la espesa selva, se
presenta de nuevo ante su amo, cansado, jadeante,
mojado, ladrando y batiendo la cola. Algo interesante
había encontrado.
EL DESCUBRIMIENTO
El capitán Núñez de Balboa, hace caso a las señales
de su perro, se detiene, y contempla desde allí, antes
que ningún otro de los que con él viajaban, el nuevo
gran mar.
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13. El descubridor, con emoción incontenible vuelve la
cara hacia los hombres que le acompañaban , muy
alegre, alzando las manos y los ojos al cielo, se pone
de rodillas, alabando a Jesucristo y a su gloriosa
Madre la Virgen María por el regalo de tan grande
descubrimiento para el servicio de Dios y de los reyes
de Castilla.
Todos de rodillas, alababan y daban gracias a Dios
por tan magno descubrimiento que les traería mucha
riqueza. El clérigo Andres de Vera, invadido de
emoción, en compañía de toda la comitiva, entona el
canto "Te Deum Laudamus".
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16. Como sello de tal descubrimiento, Vasco Nuñez
de Balboa, mandó cortar un hermoso árbol, del
cual hicieron una gran cruz, que fijó en el lugar,
ante la cual se hincó.
En ella quedaron grabados los nombres de
todos los que allí estaban, en memoria de los
primeros cristianos que vieron aquel océano.
El gran "mar del sur".