2. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Parecería que son tres las actitudes que podemos adoptar frente a la realidad del mundo: - La primera sería la actitud de mirar al cielo, sin ha- cer caso de la tierra, algo así como los apóstoles se quedaron mirando al cielo cuando Jesús se apartó de ellos; - La segunda, por el contrario, es la que prevalece hoy: de mirar más bien a la tierra y centrarse en el tiempo, sin ma- yores preocupaciones de orden superior; - Pero la tercera ha de ser la de fijar los ojos en el cielo, pero teniendo los pies en la tierra; bien clavado los ojos y bien fijados los pies; ni cielo sin tierra, ni tierra sin cielo. Hay un compromiso espiritual y un compromiso temporal, que impiden que el hombre cristiano sea un despreocupado; de todo tiene que preocuparse y de todo tiene que respon- sabilizarse. Este es el verdadero tercer mundo; la auténtica tercera posición, que nos ubica debidamente en nuestro pensamien- to y en nuestra acción. SEGUIR CON EL MOUSE
3. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dios te ha hecho completo: te ha dado ca- beza, manos y corazón; la cabeza para pensar, las manos para obrar, el corazón para sentir. Necesitas de las tres cosas; no pretendas des- prenderte de ninguna de ellas, pues quedarías incompleto, im- perfecto: no serías hombre. No puedes prescindir de la cabeza, pues entonces tus obras serían imprudentes y podrían llevarte al fracaso; no puedes prescindir de las obras, pues, de lo contrario, tus pensamien- tos quedarían estériles e infecundos; no puedes olvidarte del corazón, pues tus pensamientos y tus obras resultarían muy fríos y por lo mismo no serían humanos. Ni cabeza sin manos y sin corazón; ni manos sin pensamien- tos y sin corazón; ni corazón sin ideas y obras. La cabeza pa- ra pensar; las manos para obrar; el corazón para sentir. Y pensando, obrando y sintiendo llegarás a ser íntegramen- te hombre.
4. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El hombre es como un inmenso pulmón, sediento siempre de oxígeno, como un inmenso corazón hambriento siempre de sangre; el oxígeno, la sangre que el hombre ansía es la felicidad. A veces buscamos la felicidad fuera de nosotros mismos y nos equivocamos lamentablemente, pues la felicidad está dentro de nosotros y la construímos nosotros mismos. Nuestra felicidad es la consecuencia de la que hemos pro- curado a otros; tal vez sepa algo de esto la madre que son- ríe feliz ante la cama de su hijo dormido, después de un día de trabajo por él. No tenemos derecho a gozar de la felicidad, si no la crea- mos en torno nuestro; como no lo tenemos a disfrutar de la riqueza, si no la producimos. Nuestra principal tarea en es- ta vida es ser felices; así lo quiere Dios; pero el camino más corto y más seguro para serlo, es hacer felices a los demás, pues no hay más que una manera de ser felices, y es hacer felices a los demás.
5. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un fracaso no es una vida fracasada; quizá sean ne- cesarios muchos fracasos para que la vida sea un éxito y quizá la ausencia de fracasos sea lo que cons- tituya una vida fracasada. Porque vida fracasada es no hacer nunca nada para no exponerse al fracaso; si nunca haces nada, nunca fracasa- rás; pero si nunca fracasas, quizá sea porque nunca haces nada; y no hacer nada, ¿no es una vida fracasada? Si no quieres equivocarte, si no quieres ser criticado, no hagas nada; pero si no haces nada, ya estás equivocado; y si no haces nada, podrán criticarte y en este caso con ra- zón. Muchos éxitos comenzaron con fracasos; muchos fraca- sos tuvieron como positivo el haber intentado el éxito; y, después de un fracaso, siempre queda tiempo para una vic- toria definitiva.
6. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tu vida tiene que ser como un río; las aguas del río van deslizándose silenciosamente y van dejando lo que llevan; por donde pasan depositan légamo y sucie- dad, si es que sus aguas van turbulentas; señal de que el río pasó por allí es la suciedad, que deja. Pero si las aguas van limpias, dejan tras de sí humedad, fecundidad, frescura y verdor. Haz que las aguas del río de tu vida vayan siempre limpias y deja parte de ellas por donde pases verás que se te llena de color, de verdor; y que, fruto de tus pasos, brotarán las flores de las virtudes, el césped de la bondad. Tus palabras, las palabras que hoy pronuncies, pueden ser agua sucia o corriente límpida; y lo que te digo de tus pala- bras, debes aplicarlo a tus ideas o pensamientos; de tus a- fectos, de tus obras; que al fin del día no te sientas aver- gonzado, sino feliz.
7. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La angustia y la desesperación invade a muchos hombres de hoy; fruto de ello es el afán de tanta gente que busca analizarse por el psiquiatra, siendo así que lo que esa gente necesita es su autoanálisis, el ponerse frente a la conciencia y a la propia vida. Y la angustia viene por no ver en el horizonte una orienta- ción para la vida; y la desesperación se apodera del hombre cuando éste ve que el horizonte se acerca y, sin embargo, no se le vió sentido al camino recorrido hasta él. En cambio, la paz y la tranquilidad comienzan a invadir al hombre cuando éste se siente ubicado en la vida, cuando co- conoce con íntima claridad los tres básicos puntos de la vida humana: sabe de dónde viene, adónde va y por dónde debe ir. Un principio, un origen; un fin o término y un camino por recorrer; cada paso dado en la vida de ese hombre es un acercarse a la luz, al término, que es victoria y felicidad, a la fuente de todo bien, que es Dios.