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INICIATIVA SEVILLA ABIERTA ORGANIZA
EN LA FERIA DEL LIBRO UN ACTO DE
PARTICIPACIÓN PÚBLICA PARA REIVINDICAR
LAS UTOPÍAS REALIZADAS
El sábado 31, de 11:00 a 12:30, en la Pérgola (Plaza Nueva) dentro del recinto de la
Feria del Libro de Sevilla, lectura pública, por parte de niños, jóvenes y adultos, de
fragmentos de hermosos textos de grandes pensadores y escritores de todos los tiempos,
que evocan las utopías realizadas.
Textos de Platón, Pico della Mirandola, Miguel de Cervantes, Olympe de Gouges,
Manuel Chaves Nogales y Fernando Savater, más un texto sobre Rosa Parks, pionera en
la lucha por los derechos civiles de la población negra en Estados Unidos, quien triunfó
sobre el racismo desde que se negó a la segregación de no poder ir sentada junto a
ciudadanos blancos en el interior de un autobús.
Rosa Parks es un ejemplo de cómo hay utopías realizables y realizadas. Impulsadas y
protagonizadas por ciudadanos. Un tema que conviene recordar a diario en la sociedad
sevillana, inbuida de un excesivo pesimismo sobre su propia capacidad de mejorar su
presente y su futuro.
En la parte final del acto, intervendrá el grupo musical Nazdhir, de música folk, que
interpretará temas del legendario cantante y compositor Pete Seeger.
Bajo estas líneas, incluimos los textos que serán leídos en el acto ISA Lee, que forma
parte cada año del programa de actividades en el recinto de la Feria del Libro de Sevilla.
Para más información, www.iniciativasevillaabierta.es y sevillaabierta@gmail.com
1- MIGUEL DE CERVANTES
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Fragmento del capítulo 42 de la segunda parte.
—Sancho, no atribuyas a tus merecimientos la merced recebida, da gracias al cielo, que
dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en sí encierra la
profesión de la caballería andante. Quiero aconsejarte y ser norte y guía que te encamine
y saque a seguro puerto deste mar proceloso donde vas a engolfarte, que los oficios y
grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones. Primeramente,
has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar
en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti
mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse.
Los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que ejercitan
con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuración
maliciosa, de quien no hay estado que se escape. Haz gala, Sancho, de la humildad de tu
linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores, préciate más de ser humilde
virtuoso que pecador soberbio. La sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud
vale por sí sola lo que la sangre no vale. Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele
tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en ti más
compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico.
Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los
sollozos e importunidades del pobre.
Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu
injuria y ponlas en la verdad del caso. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena,
que los yerros que en ella hicieres las más veces serán sin remedio, y si le tuvieren, será
a costa de tu crédito, y aun de tu hacienda.
Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus
oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que
se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros. Al que has de castigar con
obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la
añadidura de las malas razones.
Al culpado que cayere debajo de tu juridición considérale hombre miserable, sujeto a
las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin
hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque aunque los atributos
de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia
que el de la justicia.
Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será
eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres,
títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los
últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán
tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos.
Proceloso: Borrascoso, tormentoso, tempestuoso. DRAE.
Engolfar: Meterse mucho en un negocio, dejarse llevar o arrebatar de un pensamiento
o afecto. Meter una embarcación en el golfo. Dicho de una embarcación: entrar muy
adentro del mar, de manera que ya no se divise desde mi tierra. DRAE
Aquistar: Conseguir, adquirir, conquistar. DRAE.
Dádiva: Cosa que se da gratuítamente. DRAE.
Miente: Pensamiento. DRAE.
Yerro: Falta o delito cometido, por ignorancia o malicia, contra los preceptos y reglas
de una arte, y absolutamente, contra las leyes divinas y humanas. DRAE.
Luengo: Largo, dilación. DRAE.
Beneplácito: Aprobación, permiso, complacencia. DRAE
2- FERNANDO SAVATER
Fragmento de su libro Ética para Amador
En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que
espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón
de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a
matarle. Lo hace por cumplir su deber, por defender a su familia y a sus conciudadanos.
Nadie duda de que Héctor es un héroe. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo
modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se
ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de
las termitas anónimas? Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado
luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar. Héctor, en cambio,
sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Podría decir que está enfermo o que no le
da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen
cobarde o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es
indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los
demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no
está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto
y que Homero cuente su historia con épica emoción.
Y así llegamos a la palabra fundamental: libertad. Los animales no tienen más remedio
que ser tal como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. En cierta
medida, desde luego, los hombres también estamos programados por la naturaleza.
Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones
debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro
programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el
lenguaje y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos y formas de comportamiento;
en una palabra, que se nos inculcan desde la cuna unas fidelidades y no otras. Todo ello
pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Sin embargo, Héctor hubiese podido
disfrazarse de mujer para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o
loco para no combatir. Todos estos comportamientos hubiesen sido bastante raros, pero
no son hipótesis imposibles. Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo.
Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Cuando te hablo de libertad es a esto a lo
que me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y de las mareas. Cierto que no
podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también cierto que no estamos
obligados a querer hacer una sola cosa.
En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos
inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece
bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e
inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo
que a las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos
bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar.
A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética.
3- MANUEL CHAVES NOGALES
Prólogo de “A Sangre y Fuego” (1937)
Yo era eso que los sociólogos llaman un "pequeño burgués liberal", ciudadano de una
república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria
regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente,
que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de
cambio -como dicen los marxistas–, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa
holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías,
cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis
compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo.
Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una
dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas
palmaditas en la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha
aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo
de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo
fuese realmente un buen periodista; pero, a fin de cuentas, a costa de buenas y malas
caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, de
ciudadano de una república democrática y parlamentaria.
Si, como me ocurría a veces, el capitalismo no prestaba de buen grado sus grandes
rotativas y sus toneladas de papel para que yo dijese lo que quería decir, me resignaba a
decirlo en el café, en la mesa de redacción o en la humilde tribuna de un ateneo
provinciano, sin el temor de que nadie viniese a ponerme la mano en la boca y sin miedo
a policías que me encarcelasen, ni a encamisados que me hiciesen purgar atrozmente sus
errores. Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba
sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba
trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario,
con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier
reaccionario.
En realidad, y prescindiendo de toda prosopopeya, mi única y humilde verdad, la cosa
mínima que yo pretendía sacar adelante, merced a mi artesanía y a través de la anécdota
de mis relatos vividos o imaginados, mi única y humilde verdad era un odio insuperable
a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mí
existe, el pecado contra la inteligencia, el pecado contra el Espíritu Santo.
4- PLATÓN
LA UTOPÍA
He referido de la manera más exacta que me ha sido posible las cosas de aquella
República que no solamente tengo la certeza de que son muy buenas, sino que estimo
que únicamente ella puede llamarse República porque aunque en otras partes se trate
verdaderamente del bien público siempre se atiende más al particular. Mientras que en
Utopía todos miran preferentemente la utilidad común, dejando en segundo término el
propio interés.
En otras Repúblicas, aunque sean prósperas y florecientes, y nadie tema morirse de
hambre, procuran, no obstante, más sus comodidades particulares que la conveniencia
pública; y aunque la necesidad obliga a veces a hacer estas cosas, no así en Utopía,
donde todo es común, y por ello nadie teme morir de necesidad por estar llenos los
almacenes públicos desde los que a todos se distribuye con equidad. No hay ningún
pobre, porque nadie posee nada en particular, siendo todos ricos en común.
No se puede comparar la situación de otros países, ni siquiera de lejos, con la igualdad
de esta República. ¿Cómo puede justificarse que un pobre, o un plebeyo que sea usurero,
u otro cualquiera que no se ocupa en trabajo alguno o que toda su acción es poco
necesaria a la República, pueda adquirir a base de tal ociosidad el vivir con esplendor y
regalo, y que un trabajador, o un hombre del campo, tenga que trabajar día y noche con
tanta fatiga que no la toleraría un animal, para granjearse escasamente su alimento, con
menos comodidad que los brutos, que ni se cansan tan intensamente ni padecen por el
temor de que les falten las cosas necesarias para la vida? ¡A éstos el trabajo de escaso
provecho y poco fruto siempre les está aguijoneando, atormentándoles el pensar en la
vejez mísera que les espera a todos aquellos cuyo jornal de un día es tan escaso que no
les basta para el sustento de él, de manera que mal podrán poner de lado algo sobrante
para los días malos de la senectud!
¿ No es ingrata e injusta aquella República que desperdicia grandes caudales en los que
llama nobles, en los artífices de cosas vanas, en los bufones, en los inventores de
deleites superfluos, y en muchos otros por el estilo, no teniendo el menor interés por el
bienestar de los agricultores y toda clase de trabajadores, sin los cuales la República no
podría subsistir? Se usa mal de aquellos cuyo trabajo es de gran provecho,
desentendiéndose de sus desvelos; y cuando después de haber pasado muchos años se
hallan necesitados de todas las cosas y con graves enfermedades, se les deja morir en
extrema miseria, olvidando los grandes servicios que prestaron.
¿Qué diremos de los ricos que se quedan con el salario de los trabajadores, no
solamente con violencia y engaño, sino con el pretexto de las leyes? Así, lo que antes se
tenía por injusto, como era el no recompensar con agradecimiento a los que habían hecho
algún bien y servicio a la República, ahora esta ingratitud y perversión la ensalzan y
califican con el nombre de justicia, estableciendo leyes nuevas sobra esta base.
Estas invenciones de los poderosos, adornadas con los colores de la nación, se
convierten en leyes; y los hombres perversos con codicia insaciable se reparten entre
ellos los bienes que debían destinarse a la necesidad de todos. ¡Qué lejos está esto del
bienestar de la República de Utopía!
En Utopía han desterrado totalmente la codicia del dinero no usando de él para nada,
evitando así muchas pesadumbres y arrancando las maldades de raíz. Porque, ¿quién no
sabe que los engaños, hurtos, robos, tumultos, alborotos, enemistades, motines,
asesinatos, traiciones y venenos (que cada día son más frecuentes, porque los castigos no
bastan para evitarlos), todo ello desaparece si se desprecia el dinero? ¿Y que la solicitud
por el difiero es causa de continuas fatigas y desvelos para ahuyentar la pobreza, como si
ésta solamente pudiera ser vencida con la riqueza?
Para que esto se vea con mayor claridad, piénsese en lo que ocurre en un año estéril y
sin frutos, en el que muchos millares de personas mueren de hambre. Con toda crudeza
me atrevo a afirmar que si al final de aquella carestía se abrieran los graneros de los ricos
se hallaría tanto trigo que si se hubiera repartido entre las víctimas del hambre ninguno
habría perecido por la esterilidad de la cosecha. Y con facilidad se hubiera podido
proveer al sustento si aquel dinero (que con tanta excelencia fue inventado para que con
su ayuda se abriera la puerta al remedio y al sustento) no hubiera sido el que cerró el
camino y estorbó el remedio.
No tengo duda de que los ricos sienten y entienden estas cosas y no ignoran cuán mejor
sería la condición de que no se careciese de nada necesario, más que abundar en cosas
superfluas, y el librarse de muchos males más que el estar rodeados de grandes riquezas.
Yo tengo por cierto que el verdadero gusto por una vida honrada y la autoridad de
nuestro Salvador Jesucristo, el cual con su sabiduría y bondad pudo aconsejar aquello
que era lo mejor para los hombres, hubiera conducido a todo el mundo a vivir de esta
manera si no hubiera existido la soberbia, la cual no estima tanto los bienes propios
como los males ajenos, deleitándose en afligir a los pobres, porque no mide y regula el
bienestar por los provechos propios, sino, por los males de los demás.
La riqueza se levanta como diosa, a base de un mundo de miserables a los que pueda
mandar y de quienes pueda triunfar, y cuyas desdichas la hagan resplandecer haciendo
alarde de su poder y ostentación, con lo que se aflige y aumenta más la necesidad y la
miseria.
Esta serpiente venenosa se enrosca en el pecho de los hombres y como si fuera el pez
rémora los detiene y les hace volver atrás, impidiendo que sigan una feliz travesía de la
vida; tan arraigada está en los hombres la soberbia que son pocos los que pueden
arrancarla.
Me contento con que esta forma dé República (que ya quisiera yo que todas fueran
igual) al menos haya podido realizarse en la Isla de Utopía, donde se ha seguido la forma
de vida indicada, que no solamente tiene que durar y prosperar, sino que (en cuanto los
hombres podemos conjeturar lo futuro) ha de permanecer para siempre. Ya que
habiéndose extirpado de entre ellos el vicio de la ambición por una parte y la raíz de las
sectas por otra, no hay allí peligro de discordia, que ella sola es capaz de arruinar las
ciudades mejor fortificadas. Pero viviendo todos en concordia bajo instituciones
humanísimas, nada podrá la envidia de los príncipes vecinos para deshacer aquel país,
como ya se ha demostrado muchas veces.
5- OLYMPE DE GOUGES
“Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” - 1791
Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta; por lo menos no le
privarás ese derecho. Dime, ¿qué te da imperio soberano para oprimir a mi sexo? ¿Tu
fuerza? ¿Tus talentos? Observa al Creador en su sabiduría, observa en toda su
grandiosidad esa naturaleza con la cual parece que quieres estar en armonía, y dame, si te
atreves, un ejemplo de su imperio tiránico.
Dirígete a los animales, consulta los elementos, estudia las plantas, finalmente echa un
vistazo a todas las modificaciones de la materia orgánica, y ríndete a la evidencia cuando
yo te ofrezca los medios; busca, prueba, y distingue, si tú puedes, los sexos en la
administración de la naturaleza. Allí donde mires los encontrarás mezclados, en todas
partes cooperan en armoniosa unión en esta obra maestra inmortal.
El hombre ha levantado sólo sus circunstancias excepcionales desde un principio.
Extraño, ciego, hinchado con la ciencia y degenerado -en un siglo de ilustración y
sabiduría- en la ignorancia más crasa, él quiere ordenar como un déspota a un sexo que
está en la plena posesión de sus facultades intelectuales; él finge para gozar la
Revolución y reclamar sus derechos a la igualdad sin decir nada más acerca de ello…
Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en
asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los
derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de
los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales,
inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente
presente para todos los miembros del cuerpo social les recuerde sin cesar sus derechos y
sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los del poder de los
hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución
política y sean más respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas,
fundadas a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al
mantenimiento de la constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos.
En consecuencia, el sexo superior tanto en belleza como en coraje, en los sufrimientos
maternos, reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser supremo, los
Derechos siguientes de la Mujer y de la Ciudadana.
1 - La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones
sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común.
2 - El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales
e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad,
la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.
3 - El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que
la reunión de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo, puede ejercer
autoridad que no emane de ellos.
4 - La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así,
el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua
que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza
y de la razón.
5 - Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales
para la Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, prudentes y divinas, no
puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ellas no ordenan.
6 - La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y
Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus
representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los
ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las
dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que
la de sus virtudes y sus talentos.
7 - Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos
determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa.
8 - La Ley sólo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y nadie
puede ser castigado más que en virtud de una Ley establecida y promulgada
anteriormente al delito y legalmente aplicada a las mujeres.
9 - Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley.
10 - Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la mujer
tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la
Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la
Ley.
11 - La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los
derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los
padres con relación a los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente, soy madre
de un hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la verdad;
con la salvedad de responder por el abuso de esta libertad en los casos determinados por
la Ley.
12 - La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utilidad
mayor; esta garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para utilidad particular
de aquellas a quienes es confiada.
13 - Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, las
contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa en todas las
prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la
distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades.
14 - Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o
por medio de sus representantes, la necesidad de la contribución pública. Las Ciudadanas
únicamente pueden aprobarla si se admite un reparto igual, no sólo en la fortuna sino
también en la administración pública, y si determinan la cuota, la base tributaria, la
recaudación y la duración del impuesto.
15 - La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribución, tiene
el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.
16 - Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la
separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la
mayoría de los individuos que componen la Nación no ha cooperado en su redacción.
17 - Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada
uno, un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ella como verdadero
patrimonio de la naturaleza a no ser que la necesidad pública, legalmente constatada, lo
exija de manera evidente y bajo la condición de una justa y previa indemnización.
¡Mujer, despierta!; el arrebato de la razón se hace oír en todo el universo; reconoce tus
derechos. El potente imperio de la naturaleza ha dejado de estar rodeado de prejuicios,
fanatismo, superstición y mentiras. La antorcha de la verdad ha disipado todas las nubes
de la necedad y la usurpación. El hombre esclavo ha redoblado sus fuerzas y ha
necesitado apelar a las tuyas para romper sus cadenas. Pero una vez en libertad, ha sido
injusto con su compañera. ¡Oh, mujeres!, ¡mujeres!, ¿cuándo dejaréis de estar ciegas?,
¿qué ventajas habéis obtenido de la revolución?: un desprecio más marcado, un desdén
más visible. […] Cualesquiera sean los obstáculos que os opongan, podéis superarlos; os
basta con desearlo.
6- PICO DELLA MIRANDOLA
(siglo XVI)
La cara terrena del Cielo
Oh, Adán: no te he dado ningún puesto fijo ni una imagen peculiar, ni un empleo
determinado. Tendrás y poseerás por tu decisión y elección propia aquel puesto, aquella
imagen y aquellas tareas que tú quieras. A los demás les he prescrito una naturaleza
regida por ciertas leyes. Te marcarás tu naturaleza según la libertad que te entregué, pues
no estás sometido a cauce angosto alguno. Te puse en medio del mundo para que miraras
placenteramente a tu alrededor, contemplando lo que hay en él. No te hice celeste ni
terrestre, ni mortal ni inmortal. Tú mismo te has de forjar la forma que prefieras para ti,
pues eres el árbitro de tu honor, su modelador y diseñador. Con tu decisión puedes
rebajarte hasta igualarte con los brutos y puedes levantarte hasta las cosas divinas. ¡Que
generosidad sin igual la de Dios Padre, y qué altísima y admirable dicha la del hombre!
Le ha dado tener lo que desea, y ser lo que quiera.
7- BERTRAND RUSSELL
LA CONQUISTA DE LA FELICIDAD
El cinismo que tan frecuentemente observamos en los jóvenes occidentales es el
resultado de la combinación de la comodidad con la impotencia. La impotencia le hace a
uno sentir que no vale la pena hacer nada y la comodidad hace soportable el dolor que
causa esa sensación. La felicidad básica depende sobre todo de lo que podríamos llamar
un interés amistoso por las personas y las cosas. El que te gusten muchas personas de
manera espontánea y sin esfuerzo es, posiblemente, la mayor de todas las fuentes de
felicidad personal y cuanto más cosas le interesen al hombre, más oportunidades de
felicidad tendrá y menos expuesto estará a los caprichos del destino.
La vida es demasiado corta para que podamos interesarnos por todo, pero conviene
interesarnos en tantas cosas como sean necesarias para llenar nuestra vida. El mundo es
muy grande y nuestras facultades son limitadas. Si toda nuestra felicidad depende
exclusivamente de nuestras circunstancias personales, lo más probable es que le pidamos
a la vida más de lo que puede darnos. Y pedir demasiado es el método más seguro de
conseguir menos de lo que sería posible.
El secreto de la felicidad es ese: que tus intereses sean lo más amplios posibles y que
tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible,
amistosas y no hostiles. En todas las situaciones, el hombre con entusiasmo por la vida
tiene ventajas sobre el hombre sin entusiasmo. El auténtico entusiasmo, no el que en
realidad es una búsqueda del olvido, forma parte de la naturaleza humana.
La capacidad de saber emplear inteligentemente el tiempo libre es el último producto
de la civilización y una de las fuentes de infelicidad es la incapacidad para interesarse
por cosas que no tengan importancia práctica en la vida de uno. Por tanto, deberíamos
proponernos evitar las pasiones egocéntricas y adquirir afectos e intereses que impidan
que nuestros pensamientos giren perpetuamente en torno a nosotros mismos.
El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene
amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de esos intereses y afectos
que, a su vez, le convierten a él en objeto del interés y el afecto de otros muchos. El
hombre feliz es aquél cuya personalidad no está escindida contra sí misma ni enfrentada
al mundo. Un hombre así se siente ciudadano del mundo y goza libremente del
espectáculo que le ofrece y de las alegrías que le brinda, sin miedo a la idea de la muerte,
porque en realidad no se siente separado de los que vendrán detrás de él. En esta unión
profunda e instintiva con la corriente de la vida es donde se encuentra la mayor dicha.
Los animales son felices mientras tengan salud y suficiente comida. Los seres
humanos, piensa uno, deberían serlo, pero en el mundo moderno no lo son, al menos en
la gran mayoría de los casos. Aunque de tipos muy diferentes, encontrará usted
infelicidad por todas partes. En la multitud de horas de trabajo verá usted ansiedad, falta
de interés por todo lo que no sea la lucha cotidiana, incapacidad de divertirse, falta de
consideración hacia el prójimo. Por ejemplo, observe las personas que asisten a una
fiesta. Todos llegan decididos a alegrarse. Se supone que la bebida y el besuqueo son las
puertas de entrada a la alegría, así que todos se emborrachan a toda prisa y procuran no
darse cuenta de lo mucho que les disgustan sus acompañantes. Tras haber bebido lo
suficiente, lo único que el alcohol hace por ellos es liberar el sentimiento de culpa, que la
razón mantiene reprimido en momentos de más cordura.
Las causas de estos diversos tipos de infelicidad se encuentran en parte en el sistema
social y en parte en la psicología individual. Todos los placeres tranquilos han sido
abandonados. Unos estudiantes estadounidenses me llevaron a pasear en primavera por
un bosque cercano a su universidad; estaba lleno de bellísimas flores silvestres pero
ninguno conocía un solo nombre de ellas. ¿Para qué les iba a servir semejante
conocimiento? No podía aumentar los ingresos de nadie.
El problema no afecta simplemente al individuo, ni puede evitarlo un solo individuo.
Esta visión de la vida conduce a un cultivo exagerado de la voluntad, a expensas de los
sentidos y del intelecto. No es solo el trabajo lo que ha quedado envenenado por la
filosofía de la competencia; igualmente envenenado ha quedado el ocio. El ocio
tranquilo y restaurador se considera aburrido, tiene que haber una continua aceleración,
cuyo desenlace natural serán las drogas y el colapso. El remedio consiste en reconocer la
importancia del disfrute sano y tranquilo en un ideal de vida equilibrado.
Estoy convencido de que el aburrimiento ha sido una de las grandes fuerzas motrices
de la historia. La capacidad de soportar una vida más o menos monótona debería
adquirirse en la infancia. Los padres modernos tienen mucha culpa en este aspecto.
Proporcionan a sus hijos demasiadas emociones pasivas porque en este caso sus
pensamientos siempre estarán dirigidos al próximo placer y no al distante logro. Una
generación incapaz de soportar el aburrimiento será una generación de hombres
excesivamente disociados de los lentos procesos de la naturaleza.
Somos criaturas de la tierra, nos nutrimos de ella igual que las plantas y los animales.
El ritmo de vida de la tierra es lento; el otoño y el invierno son tan imprescindibles como
la primavera y el verano, el descanso es tan imprescindible como el movimiento. La
clase especial de aburrimiento que sufren las poblaciones urbanas modernas está
íntimamente relacionada con su separación de la vida en la tierra. Una vida feliz tiene
que ser, en gran medida, una vida tranquila, pues solo en un ambiente tranquilo puede
vivir la auténtica alegría.
Muy pocas personas pueden ser felices sin que su modo de vida y su concepto del
mundo sean aprobados, en términos generales, por las personas con las que mantienen
relaciones sociales. Ser auténticamente indiferente a la opinión pública es una fuerza y
una fuente de felicidad y no hay muchas personas cuya vida interior tenga ese grado de
fuerza. La mayoría ha asimilado los prejuicios más en boga y se adaptan instintivamente
a las creencias y costumbres que encuentran a su alrededor. Se hace demasiado caso a
las opiniones de otro, tanto en cuestiones importantes como en asuntos pequeños.
Y una sociedad compuesta por hombre y mujeres que no se sometan demasiado a los
convencionalismos es mucho más interesante que una sociedad en la que todos se
comportan igual. En el mundo moderno estamos perdiendo esta fuente de libertad social
y, por tanto, se ha hecho necesario pensar más en los peligros de la uniformidad. No
quiero decir que haya que ser intencionadamente excéntrico, porque eso es tan poco
interesante como ser convencional. Lo único que digo es que uno debe ser natural y
seguir sus inclinaciones espontáneas, siempre que no sean claramente antisociales.
El cinismo que tan frecuentemente observamos en los jóvenes occidentales es el
resultado de la combinación de la comodidad con la impotencia. La impotencia le hace a
uno sentir que no vale la pena hacer nada y la comodidad hace soportable el dolor que
causa esa sensación. La felicidad básica depende sobre todo de lo que podríamos llamar
un interés amistoso por las personas y las cosas. El que te gusten muchas personas de
manera espontánea y sin esfuerzo es, posiblemente, la mayor de todas las fuentes de
felicidad personal y cuanto más cosas le interesen al hombre, más oportunidades de
felicidad tendrá y menos expuesto estará a los caprichos del destino.
La vida es demasiado corta para que podamos interesarnos por todo, pero conviene
interesarnos en tantas cosas como sean necesarias para llenar nuestra vida. El mundo es
muy grande y nuestras facultades son limitadas. Si toda nuestra felicidad depende
exclusivamente de nuestras circunstancias personales, lo más probable es que le pidamos
a la vida más de lo que puede darnos. Y pedir demasiado es el método más seguro de
conseguir menos de lo que sería posible.
El secreto de la felicidad es ese: que tus intereses sean lo más amplios posibles y que
tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible,
amistosas y no hostiles. En todas las situaciones, el hombre con entusiasmo por la vida
tiene ventajas sobre el hombre sin entusiasmo. El auténtico entusiasmo, no el que en
realidad es una búsqueda del olvido, forma parte de la naturaleza humana.
La capacidad de saber emplear inteligentemente el tiempo libre es el último producto
de la civilización y una de las fuentes de infelicidad es la incapacidad para interesarse
por cosas que no tengan importancia práctica en la vida de uno. Por tanto, deberíamos
proponernos evitar las pasiones egocéntricas y adquirir afectos e intereses que impidan
que nuestros pensamientos giren perpetuamente en torno a nosotros mismos.
El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene
amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de esos intereses y afectos
que, a su vez, le convierten a él en objeto del interés y el afecto de otros muchos. El
hombre feliz es aquél cuya personalidad no está escindida contra sí misma ni enfrentada
al mundo. Un hombre así se siente ciudadano del mundo y goza libremente del
espectáculo que le ofrece y de las alegrías que le brinda, sin miedo a la idea de la muerte,
porque en realidad no se siente separado de los que vendrán detrás de él. En esta unión
profunda e instintiva con la corriente de la vida es donde se encuentra la mayor dicha.
8- HOMENAJE A ROSA PARKS
Rosa Parks fue una figura importante del movimiento por los derechos civiles en
Estados Unidos, en especial por haberse negado, en 1955, a ceder el asiento a un blanco
y moverse a la parte de atrás del autobús en el sur de Estados Unidos.
Acabó en la cárcel por tal acción, lo que se cita con frecuencia como la chispa del
movimiento, y se la reconoce como "la primera dama de los derechos civiles", si bien ya
existía un precedente de otra mujer, Claudette Colvin, que fue arrestada por la misma
causa el 2 de marzo del mismo año.
En 1950, Rosa se unió al movimiento de derechos civiles y se empleó como secretaria
de la Asociación Nacional para el progreso de la gente de color en el estado de Alabama.
El 1 de diciembre de 1955, en Montgomery, Rosa se negó a obedecer al chofer de un
autobús público, el cual quería obligarla a ceder su asiento a una persona de raza blanca.
Fue encarcelada por su conducta, acusada de haber perturbado el orden.
En respuesta al encarcelamiento de Rosa, Martin Luther King, un pastor baptista
relativamente desconocido en ese tiempo, condujo la protesta a los autobuses públicos y
que simplemente convocaba a la población afroamericana a organizarse para
transportarse por sus propios medios y no tomar los autobuses. Como los autobuses
terminaron recibiendo pocos, o ningún pasajero, comenzaron a dar déficit, por lo que se
hizo necesario que la autoridad del transporte público terminara la práctica de
segregación racial en los autobuses. Este suceso inició más protestas contra otras
prácticas de segregación, como la prohibición de que los negros acudieran a
instalaciones deportivas a las que iban los blancos.
Mientras tanto, en 1956, la lucha judicial contra la ley segregacionista de Alabama
llegó finalmente a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que declaró inconstitucional,
la segregación en el transporte.
Parks se convirtió en un icono del movimiento de derechos civiles.
Un simple acto de rebelión ante la injusticia de una situación aceptada por todos como
algo natural e inevitable inició una era de cambios. Hace 30 años nadie podía imaginar
que algún día un hombre negro sería el presidente de los Estados Unidos.
Pete Seeger, “padre” de la canción protesta en Estados Unidos, recientemente fallecido,
compuso una canción que habla de esa rebelión llevada a cabo por los negros de
Alabama. La canción se titula “Si me echas de menos en la parte de atrás del autobús” y
dice así:
Si me echas de menos al fondo del autobús, si no me encuentras en ninguna parte,
Vente a la parte delantera. Allí es donde viajaré
Si me echas de menos en el piquete, no podrás encontrarme en ningún sitio
Vente a la cárcel de la ciudad. Estaremos rondando por allí
Si me vas a buscar en el río Mississipi, no me vas a encontrar en ningún sitio
Vente a la piscina y me encontrarás allí nadando.
Si me echas de menos en los campos de algodón, no me busques allí.
Vamos a la sala del Juzgado. Estaré allí votando,

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  • 1. INICIATIVA SEVILLA ABIERTA ORGANIZA EN LA FERIA DEL LIBRO UN ACTO DE PARTICIPACIÓN PÚBLICA PARA REIVINDICAR LAS UTOPÍAS REALIZADAS El sábado 31, de 11:00 a 12:30, en la Pérgola (Plaza Nueva) dentro del recinto de la Feria del Libro de Sevilla, lectura pública, por parte de niños, jóvenes y adultos, de fragmentos de hermosos textos de grandes pensadores y escritores de todos los tiempos, que evocan las utopías realizadas. Textos de Platón, Pico della Mirandola, Miguel de Cervantes, Olympe de Gouges, Manuel Chaves Nogales y Fernando Savater, más un texto sobre Rosa Parks, pionera en la lucha por los derechos civiles de la población negra en Estados Unidos, quien triunfó sobre el racismo desde que se negó a la segregación de no poder ir sentada junto a ciudadanos blancos en el interior de un autobús. Rosa Parks es un ejemplo de cómo hay utopías realizables y realizadas. Impulsadas y protagonizadas por ciudadanos. Un tema que conviene recordar a diario en la sociedad sevillana, inbuida de un excesivo pesimismo sobre su propia capacidad de mejorar su presente y su futuro. En la parte final del acto, intervendrá el grupo musical Nazdhir, de música folk, que interpretará temas del legendario cantante y compositor Pete Seeger. Bajo estas líneas, incluimos los textos que serán leídos en el acto ISA Lee, que forma parte cada año del programa de actividades en el recinto de la Feria del Libro de Sevilla. Para más información, www.iniciativasevillaabierta.es y sevillaabierta@gmail.com
  • 2. 1- MIGUEL DE CERVANTES DON QUIJOTE DE LA MANCHA Fragmento del capítulo 42 de la segunda parte. —Sancho, no atribuyas a tus merecimientos la merced recebida, da gracias al cielo, que dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en sí encierra la profesión de la caballería andante. Quiero aconsejarte y ser norte y guía que te encamine y saque a seguro puerto deste mar proceloso donde vas a engolfarte, que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones. Primeramente, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que ejercitan con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuración maliciosa, de quien no hay estado que se escape. Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores, préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. La sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale. Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre. Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres las más veces serán sin remedio, y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aun de tu hacienda. Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros. Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones. Al culpado que cayere debajo de tu juridición considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia. Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos. Proceloso: Borrascoso, tormentoso, tempestuoso. DRAE. Engolfar: Meterse mucho en un negocio, dejarse llevar o arrebatar de un pensamiento o afecto. Meter una embarcación en el golfo. Dicho de una embarcación: entrar muy adentro del mar, de manera que ya no se divise desde mi tierra. DRAE
  • 3. Aquistar: Conseguir, adquirir, conquistar. DRAE. Dádiva: Cosa que se da gratuítamente. DRAE. Miente: Pensamiento. DRAE. Yerro: Falta o delito cometido, por ignorancia o malicia, contra los preceptos y reglas de una arte, y absolutamente, contra las leyes divinas y humanas. DRAE. Luengo: Largo, dilación. DRAE. Beneplácito: Aprobación, permiso, complacencia. DRAE 2- FERNANDO SAVATER Fragmento de su libro Ética para Amador En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, por defender a su familia y a sus conciudadanos. Nadie duda de que Héctor es un héroe. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar. Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. Y así llegamos a la palabra fundamental: libertad. Los animales no tienen más remedio que ser tal como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. En cierta medida, desde luego, los hombres también estamos programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos y formas de comportamiento; en una palabra, que se nos inculcan desde la cuna unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Sin embargo, Héctor hubiese podido disfrazarse de mujer para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o loco para no combatir. Todos estos comportamientos hubiesen sido bastante raros, pero no son hipótesis imposibles. Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo. Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y de las mareas. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa.
  • 4. En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética. 3- MANUEL CHAVES NOGALES Prólogo de “A Sangre y Fuego” (1937) Yo era eso que los sociólogos llaman un "pequeño burgués liberal", ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio -como dicen los marxistas–, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo. Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas palmaditas en la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo fuese realmente un buen periodista; pero, a fin de cuentas, a costa de buenas y malas caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, de ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Si, como me ocurría a veces, el capitalismo no prestaba de buen grado sus grandes rotativas y sus toneladas de papel para que yo dijese lo que quería decir, me resignaba a decirlo en el café, en la mesa de redacción o en la humilde tribuna de un ateneo provinciano, sin el temor de que nadie viniese a ponerme la mano en la boca y sin miedo a policías que me encarcelasen, ni a encamisados que me hiciesen purgar atrozmente sus errores. Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario. En realidad, y prescindiendo de toda prosopopeya, mi única y humilde verdad, la cosa mínima que yo pretendía sacar adelante, merced a mi artesanía y a través de la anécdota de mis relatos vividos o imaginados, mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mí existe, el pecado contra la inteligencia, el pecado contra el Espíritu Santo.
  • 5. 4- PLATÓN LA UTOPÍA He referido de la manera más exacta que me ha sido posible las cosas de aquella República que no solamente tengo la certeza de que son muy buenas, sino que estimo que únicamente ella puede llamarse República porque aunque en otras partes se trate verdaderamente del bien público siempre se atiende más al particular. Mientras que en Utopía todos miran preferentemente la utilidad común, dejando en segundo término el propio interés. En otras Repúblicas, aunque sean prósperas y florecientes, y nadie tema morirse de hambre, procuran, no obstante, más sus comodidades particulares que la conveniencia pública; y aunque la necesidad obliga a veces a hacer estas cosas, no así en Utopía, donde todo es común, y por ello nadie teme morir de necesidad por estar llenos los almacenes públicos desde los que a todos se distribuye con equidad. No hay ningún pobre, porque nadie posee nada en particular, siendo todos ricos en común. No se puede comparar la situación de otros países, ni siquiera de lejos, con la igualdad de esta República. ¿Cómo puede justificarse que un pobre, o un plebeyo que sea usurero, u otro cualquiera que no se ocupa en trabajo alguno o que toda su acción es poco necesaria a la República, pueda adquirir a base de tal ociosidad el vivir con esplendor y regalo, y que un trabajador, o un hombre del campo, tenga que trabajar día y noche con tanta fatiga que no la toleraría un animal, para granjearse escasamente su alimento, con menos comodidad que los brutos, que ni se cansan tan intensamente ni padecen por el temor de que les falten las cosas necesarias para la vida? ¡A éstos el trabajo de escaso provecho y poco fruto siempre les está aguijoneando, atormentándoles el pensar en la vejez mísera que les espera a todos aquellos cuyo jornal de un día es tan escaso que no les basta para el sustento de él, de manera que mal podrán poner de lado algo sobrante para los días malos de la senectud! ¿ No es ingrata e injusta aquella República que desperdicia grandes caudales en los que llama nobles, en los artífices de cosas vanas, en los bufones, en los inventores de deleites superfluos, y en muchos otros por el estilo, no teniendo el menor interés por el bienestar de los agricultores y toda clase de trabajadores, sin los cuales la República no podría subsistir? Se usa mal de aquellos cuyo trabajo es de gran provecho, desentendiéndose de sus desvelos; y cuando después de haber pasado muchos años se hallan necesitados de todas las cosas y con graves enfermedades, se les deja morir en extrema miseria, olvidando los grandes servicios que prestaron.
  • 6. ¿Qué diremos de los ricos que se quedan con el salario de los trabajadores, no solamente con violencia y engaño, sino con el pretexto de las leyes? Así, lo que antes se tenía por injusto, como era el no recompensar con agradecimiento a los que habían hecho algún bien y servicio a la República, ahora esta ingratitud y perversión la ensalzan y califican con el nombre de justicia, estableciendo leyes nuevas sobra esta base. Estas invenciones de los poderosos, adornadas con los colores de la nación, se convierten en leyes; y los hombres perversos con codicia insaciable se reparten entre ellos los bienes que debían destinarse a la necesidad de todos. ¡Qué lejos está esto del bienestar de la República de Utopía! En Utopía han desterrado totalmente la codicia del dinero no usando de él para nada, evitando así muchas pesadumbres y arrancando las maldades de raíz. Porque, ¿quién no sabe que los engaños, hurtos, robos, tumultos, alborotos, enemistades, motines, asesinatos, traiciones y venenos (que cada día son más frecuentes, porque los castigos no bastan para evitarlos), todo ello desaparece si se desprecia el dinero? ¿Y que la solicitud por el difiero es causa de continuas fatigas y desvelos para ahuyentar la pobreza, como si ésta solamente pudiera ser vencida con la riqueza? Para que esto se vea con mayor claridad, piénsese en lo que ocurre en un año estéril y sin frutos, en el que muchos millares de personas mueren de hambre. Con toda crudeza me atrevo a afirmar que si al final de aquella carestía se abrieran los graneros de los ricos se hallaría tanto trigo que si se hubiera repartido entre las víctimas del hambre ninguno habría perecido por la esterilidad de la cosecha. Y con facilidad se hubiera podido proveer al sustento si aquel dinero (que con tanta excelencia fue inventado para que con su ayuda se abriera la puerta al remedio y al sustento) no hubiera sido el que cerró el camino y estorbó el remedio. No tengo duda de que los ricos sienten y entienden estas cosas y no ignoran cuán mejor sería la condición de que no se careciese de nada necesario, más que abundar en cosas superfluas, y el librarse de muchos males más que el estar rodeados de grandes riquezas. Yo tengo por cierto que el verdadero gusto por una vida honrada y la autoridad de nuestro Salvador Jesucristo, el cual con su sabiduría y bondad pudo aconsejar aquello que era lo mejor para los hombres, hubiera conducido a todo el mundo a vivir de esta manera si no hubiera existido la soberbia, la cual no estima tanto los bienes propios como los males ajenos, deleitándose en afligir a los pobres, porque no mide y regula el bienestar por los provechos propios, sino, por los males de los demás. La riqueza se levanta como diosa, a base de un mundo de miserables a los que pueda mandar y de quienes pueda triunfar, y cuyas desdichas la hagan resplandecer haciendo alarde de su poder y ostentación, con lo que se aflige y aumenta más la necesidad y la miseria.
  • 7. Esta serpiente venenosa se enrosca en el pecho de los hombres y como si fuera el pez rémora los detiene y les hace volver atrás, impidiendo que sigan una feliz travesía de la vida; tan arraigada está en los hombres la soberbia que son pocos los que pueden arrancarla. Me contento con que esta forma dé República (que ya quisiera yo que todas fueran igual) al menos haya podido realizarse en la Isla de Utopía, donde se ha seguido la forma de vida indicada, que no solamente tiene que durar y prosperar, sino que (en cuanto los hombres podemos conjeturar lo futuro) ha de permanecer para siempre. Ya que habiéndose extirpado de entre ellos el vicio de la ambición por una parte y la raíz de las sectas por otra, no hay allí peligro de discordia, que ella sola es capaz de arruinar las ciudades mejor fortificadas. Pero viviendo todos en concordia bajo instituciones humanísimas, nada podrá la envidia de los príncipes vecinos para deshacer aquel país, como ya se ha demostrado muchas veces. 5- OLYMPE DE GOUGES “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” - 1791 Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta; por lo menos no le privarás ese derecho. Dime, ¿qué te da imperio soberano para oprimir a mi sexo? ¿Tu fuerza? ¿Tus talentos? Observa al Creador en su sabiduría, observa en toda su grandiosidad esa naturaleza con la cual parece que quieres estar en armonía, y dame, si te atreves, un ejemplo de su imperio tiránico. Dirígete a los animales, consulta los elementos, estudia las plantas, finalmente echa un vistazo a todas las modificaciones de la materia orgánica, y ríndete a la evidencia cuando yo te ofrezca los medios; busca, prueba, y distingue, si tú puedes, los sexos en la administración de la naturaleza. Allí donde mires los encontrarás mezclados, en todas partes cooperan en armoniosa unión en esta obra maestra inmortal. El hombre ha levantado sólo sus circunstancias excepcionales desde un principio. Extraño, ciego, hinchado con la ciencia y degenerado -en un siglo de ilustración y sabiduría- en la ignorancia más crasa, él quiere ordenar como un déspota a un sexo que está en la plena posesión de sus facultades intelectuales; él finge para gozar la Revolución y reclamar sus derechos a la igualdad sin decir nada más acerca de ello…
  • 8. Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los del poder de los hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución política y sean más respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, fundadas a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al mantenimiento de la constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos. En consecuencia, el sexo superior tanto en belleza como en coraje, en los sufrimientos maternos, reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser supremo, los Derechos siguientes de la Mujer y de la Ciudadana. 1 - La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común. 2 - El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión. 3 - El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que la reunión de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo, puede ejercer autoridad que no emane de ellos. 4 - La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón. 5 - Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales para la Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, prudentes y divinas, no puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ellas no ordenan. 6 - La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.
  • 9. 7 - Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa. 8 - La Ley sólo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser castigado más que en virtud de una Ley establecida y promulgada anteriormente al delito y legalmente aplicada a las mujeres. 9 - Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley. 10 - Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley. 11 - La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los padres con relación a los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente, soy madre de un hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la verdad; con la salvedad de responder por el abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley. 12 - La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utilidad mayor; esta garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para utilidad particular de aquellas a quienes es confiada. 13 - Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, las contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa en todas las prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades. 14 - Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o por medio de sus representantes, la necesidad de la contribución pública. Las Ciudadanas únicamente pueden aprobarla si se admite un reparto igual, no sólo en la fortuna sino también en la administración pública, y si determinan la cuota, la base tributaria, la recaudación y la duración del impuesto. 15 - La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribución, tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público. 16 - Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la
  • 10. separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la mayoría de los individuos que componen la Nación no ha cooperado en su redacción. 17 - Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada uno, un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ella como verdadero patrimonio de la naturaleza a no ser que la necesidad pública, legalmente constatada, lo exija de manera evidente y bajo la condición de una justa y previa indemnización. ¡Mujer, despierta!; el arrebato de la razón se hace oír en todo el universo; reconoce tus derechos. El potente imperio de la naturaleza ha dejado de estar rodeado de prejuicios, fanatismo, superstición y mentiras. La antorcha de la verdad ha disipado todas las nubes de la necedad y la usurpación. El hombre esclavo ha redoblado sus fuerzas y ha necesitado apelar a las tuyas para romper sus cadenas. Pero una vez en libertad, ha sido injusto con su compañera. ¡Oh, mujeres!, ¡mujeres!, ¿cuándo dejaréis de estar ciegas?, ¿qué ventajas habéis obtenido de la revolución?: un desprecio más marcado, un desdén más visible. […] Cualesquiera sean los obstáculos que os opongan, podéis superarlos; os basta con desearlo. 6- PICO DELLA MIRANDOLA (siglo XVI) La cara terrena del Cielo Oh, Adán: no te he dado ningún puesto fijo ni una imagen peculiar, ni un empleo determinado. Tendrás y poseerás por tu decisión y elección propia aquel puesto, aquella imagen y aquellas tareas que tú quieras. A los demás les he prescrito una naturaleza regida por ciertas leyes. Te marcarás tu naturaleza según la libertad que te entregué, pues no estás sometido a cauce angosto alguno. Te puse en medio del mundo para que miraras placenteramente a tu alrededor, contemplando lo que hay en él. No te hice celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal. Tú mismo te has de forjar la forma que prefieras para ti, pues eres el árbitro de tu honor, su modelador y diseñador. Con tu decisión puedes rebajarte hasta igualarte con los brutos y puedes levantarte hasta las cosas divinas. ¡Que generosidad sin igual la de Dios Padre, y qué altísima y admirable dicha la del hombre! Le ha dado tener lo que desea, y ser lo que quiera.
  • 11. 7- BERTRAND RUSSELL LA CONQUISTA DE LA FELICIDAD El cinismo que tan frecuentemente observamos en los jóvenes occidentales es el resultado de la combinación de la comodidad con la impotencia. La impotencia le hace a uno sentir que no vale la pena hacer nada y la comodidad hace soportable el dolor que causa esa sensación. La felicidad básica depende sobre todo de lo que podríamos llamar un interés amistoso por las personas y las cosas. El que te gusten muchas personas de manera espontánea y sin esfuerzo es, posiblemente, la mayor de todas las fuentes de felicidad personal y cuanto más cosas le interesen al hombre, más oportunidades de felicidad tendrá y menos expuesto estará a los caprichos del destino. La vida es demasiado corta para que podamos interesarnos por todo, pero conviene interesarnos en tantas cosas como sean necesarias para llenar nuestra vida. El mundo es muy grande y nuestras facultades son limitadas. Si toda nuestra felicidad depende exclusivamente de nuestras circunstancias personales, lo más probable es que le pidamos a la vida más de lo que puede darnos. Y pedir demasiado es el método más seguro de conseguir menos de lo que sería posible. El secreto de la felicidad es ese: que tus intereses sean lo más amplios posibles y que tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles. En todas las situaciones, el hombre con entusiasmo por la vida tiene ventajas sobre el hombre sin entusiasmo. El auténtico entusiasmo, no el que en realidad es una búsqueda del olvido, forma parte de la naturaleza humana. La capacidad de saber emplear inteligentemente el tiempo libre es el último producto de la civilización y una de las fuentes de infelicidad es la incapacidad para interesarse por cosas que no tengan importancia práctica en la vida de uno. Por tanto, deberíamos proponernos evitar las pasiones egocéntricas y adquirir afectos e intereses que impidan que nuestros pensamientos giren perpetuamente en torno a nosotros mismos. El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de esos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto del interés y el afecto de otros muchos. El hombre feliz es aquél cuya personalidad no está escindida contra sí misma ni enfrentada al mundo. Un hombre así se siente ciudadano del mundo y goza libremente del espectáculo que le ofrece y de las alegrías que le brinda, sin miedo a la idea de la muerte, porque en realidad no se siente separado de los que vendrán detrás de él. En esta unión profunda e instintiva con la corriente de la vida es donde se encuentra la mayor dicha. Los animales son felices mientras tengan salud y suficiente comida. Los seres humanos, piensa uno, deberían serlo, pero en el mundo moderno no lo son, al menos en la gran mayoría de los casos. Aunque de tipos muy diferentes, encontrará usted infelicidad por todas partes. En la multitud de horas de trabajo verá usted ansiedad, falta de interés por todo lo que no sea la lucha cotidiana, incapacidad de divertirse, falta de consideración hacia el prójimo. Por ejemplo, observe las personas que asisten a una fiesta. Todos llegan decididos a alegrarse. Se supone que la bebida y el besuqueo son las
  • 12. puertas de entrada a la alegría, así que todos se emborrachan a toda prisa y procuran no darse cuenta de lo mucho que les disgustan sus acompañantes. Tras haber bebido lo suficiente, lo único que el alcohol hace por ellos es liberar el sentimiento de culpa, que la razón mantiene reprimido en momentos de más cordura. Las causas de estos diversos tipos de infelicidad se encuentran en parte en el sistema social y en parte en la psicología individual. Todos los placeres tranquilos han sido abandonados. Unos estudiantes estadounidenses me llevaron a pasear en primavera por un bosque cercano a su universidad; estaba lleno de bellísimas flores silvestres pero ninguno conocía un solo nombre de ellas. ¿Para qué les iba a servir semejante conocimiento? No podía aumentar los ingresos de nadie. El problema no afecta simplemente al individuo, ni puede evitarlo un solo individuo. Esta visión de la vida conduce a un cultivo exagerado de la voluntad, a expensas de los sentidos y del intelecto. No es solo el trabajo lo que ha quedado envenenado por la filosofía de la competencia; igualmente envenenado ha quedado el ocio. El ocio tranquilo y restaurador se considera aburrido, tiene que haber una continua aceleración, cuyo desenlace natural serán las drogas y el colapso. El remedio consiste en reconocer la importancia del disfrute sano y tranquilo en un ideal de vida equilibrado. Estoy convencido de que el aburrimiento ha sido una de las grandes fuerzas motrices de la historia. La capacidad de soportar una vida más o menos monótona debería adquirirse en la infancia. Los padres modernos tienen mucha culpa en este aspecto. Proporcionan a sus hijos demasiadas emociones pasivas porque en este caso sus pensamientos siempre estarán dirigidos al próximo placer y no al distante logro. Una generación incapaz de soportar el aburrimiento será una generación de hombres excesivamente disociados de los lentos procesos de la naturaleza. Somos criaturas de la tierra, nos nutrimos de ella igual que las plantas y los animales. El ritmo de vida de la tierra es lento; el otoño y el invierno son tan imprescindibles como la primavera y el verano, el descanso es tan imprescindible como el movimiento. La clase especial de aburrimiento que sufren las poblaciones urbanas modernas está íntimamente relacionada con su separación de la vida en la tierra. Una vida feliz tiene que ser, en gran medida, una vida tranquila, pues solo en un ambiente tranquilo puede vivir la auténtica alegría. Muy pocas personas pueden ser felices sin que su modo de vida y su concepto del mundo sean aprobados, en términos generales, por las personas con las que mantienen relaciones sociales. Ser auténticamente indiferente a la opinión pública es una fuerza y una fuente de felicidad y no hay muchas personas cuya vida interior tenga ese grado de fuerza. La mayoría ha asimilado los prejuicios más en boga y se adaptan instintivamente a las creencias y costumbres que encuentran a su alrededor. Se hace demasiado caso a las opiniones de otro, tanto en cuestiones importantes como en asuntos pequeños. Y una sociedad compuesta por hombre y mujeres que no se sometan demasiado a los convencionalismos es mucho más interesante que una sociedad en la que todos se comportan igual. En el mundo moderno estamos perdiendo esta fuente de libertad social y, por tanto, se ha hecho necesario pensar más en los peligros de la uniformidad. No quiero decir que haya que ser intencionadamente excéntrico, porque eso es tan poco interesante como ser convencional. Lo único que digo es que uno debe ser natural y seguir sus inclinaciones espontáneas, siempre que no sean claramente antisociales. El cinismo que tan frecuentemente observamos en los jóvenes occidentales es el resultado de la combinación de la comodidad con la impotencia. La impotencia le hace a uno sentir que no vale la pena hacer nada y la comodidad hace soportable el dolor que
  • 13. causa esa sensación. La felicidad básica depende sobre todo de lo que podríamos llamar un interés amistoso por las personas y las cosas. El que te gusten muchas personas de manera espontánea y sin esfuerzo es, posiblemente, la mayor de todas las fuentes de felicidad personal y cuanto más cosas le interesen al hombre, más oportunidades de felicidad tendrá y menos expuesto estará a los caprichos del destino. La vida es demasiado corta para que podamos interesarnos por todo, pero conviene interesarnos en tantas cosas como sean necesarias para llenar nuestra vida. El mundo es muy grande y nuestras facultades son limitadas. Si toda nuestra felicidad depende exclusivamente de nuestras circunstancias personales, lo más probable es que le pidamos a la vida más de lo que puede darnos. Y pedir demasiado es el método más seguro de conseguir menos de lo que sería posible. El secreto de la felicidad es ese: que tus intereses sean lo más amplios posibles y que tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles. En todas las situaciones, el hombre con entusiasmo por la vida tiene ventajas sobre el hombre sin entusiasmo. El auténtico entusiasmo, no el que en realidad es una búsqueda del olvido, forma parte de la naturaleza humana. La capacidad de saber emplear inteligentemente el tiempo libre es el último producto de la civilización y una de las fuentes de infelicidad es la incapacidad para interesarse por cosas que no tengan importancia práctica en la vida de uno. Por tanto, deberíamos proponernos evitar las pasiones egocéntricas y adquirir afectos e intereses que impidan que nuestros pensamientos giren perpetuamente en torno a nosotros mismos. El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de esos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto del interés y el afecto de otros muchos. El hombre feliz es aquél cuya personalidad no está escindida contra sí misma ni enfrentada al mundo. Un hombre así se siente ciudadano del mundo y goza libremente del espectáculo que le ofrece y de las alegrías que le brinda, sin miedo a la idea de la muerte, porque en realidad no se siente separado de los que vendrán detrás de él. En esta unión profunda e instintiva con la corriente de la vida es donde se encuentra la mayor dicha. 8- HOMENAJE A ROSA PARKS Rosa Parks fue una figura importante del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, en especial por haberse negado, en 1955, a ceder el asiento a un blanco y moverse a la parte de atrás del autobús en el sur de Estados Unidos. Acabó en la cárcel por tal acción, lo que se cita con frecuencia como la chispa del movimiento, y se la reconoce como "la primera dama de los derechos civiles", si bien ya existía un precedente de otra mujer, Claudette Colvin, que fue arrestada por la misma causa el 2 de marzo del mismo año. En 1950, Rosa se unió al movimiento de derechos civiles y se empleó como secretaria de la Asociación Nacional para el progreso de la gente de color en el estado de Alabama. El 1 de diciembre de 1955, en Montgomery, Rosa se negó a obedecer al chofer de un autobús público, el cual quería obligarla a ceder su asiento a una persona de raza blanca. Fue encarcelada por su conducta, acusada de haber perturbado el orden. En respuesta al encarcelamiento de Rosa, Martin Luther King, un pastor baptista relativamente desconocido en ese tiempo, condujo la protesta a los autobuses públicos y
  • 14. que simplemente convocaba a la población afroamericana a organizarse para transportarse por sus propios medios y no tomar los autobuses. Como los autobuses terminaron recibiendo pocos, o ningún pasajero, comenzaron a dar déficit, por lo que se hizo necesario que la autoridad del transporte público terminara la práctica de segregación racial en los autobuses. Este suceso inició más protestas contra otras prácticas de segregación, como la prohibición de que los negros acudieran a instalaciones deportivas a las que iban los blancos. Mientras tanto, en 1956, la lucha judicial contra la ley segregacionista de Alabama llegó finalmente a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que declaró inconstitucional, la segregación en el transporte. Parks se convirtió en un icono del movimiento de derechos civiles. Un simple acto de rebelión ante la injusticia de una situación aceptada por todos como algo natural e inevitable inició una era de cambios. Hace 30 años nadie podía imaginar que algún día un hombre negro sería el presidente de los Estados Unidos. Pete Seeger, “padre” de la canción protesta en Estados Unidos, recientemente fallecido, compuso una canción que habla de esa rebelión llevada a cabo por los negros de Alabama. La canción se titula “Si me echas de menos en la parte de atrás del autobús” y dice así: Si me echas de menos al fondo del autobús, si no me encuentras en ninguna parte, Vente a la parte delantera. Allí es donde viajaré Si me echas de menos en el piquete, no podrás encontrarme en ningún sitio Vente a la cárcel de la ciudad. Estaremos rondando por allí Si me vas a buscar en el río Mississipi, no me vas a encontrar en ningún sitio Vente a la piscina y me encontrarás allí nadando. Si me echas de menos en los campos de algodón, no me busques allí. Vamos a la sala del Juzgado. Estaré allí votando,