Este documento analiza el movimiento populista alemán Pegida y las emociones políticas. Explica que los sujetos políticos tienen emociones que son importantes en política. Los partidos políticos tradicionalmente han canalizado estas emociones, pero ahora están fallando en hacerlo. Esto ha creado un vacío emocional que el populismo de derecha está llenando al ofrecer un espacio para expresar sentimientos de ofensa. Para combatir el populismo, se necesita una política que también conecte con las emociones a través de símbolos e identidad.
1. Relatos en movimiento del 15 M
Articulo sobre 15M desde la optica de las redes, publicado en CCCB Labzine
http://blogs.cccb.org/lab/es/article_els-relats-en-moviment-del-15m/?
utm_source=labzine_22&utm_medium=email&utm_campaign=newsletter
El Debate sobre Pegida
(texto publicado en taz.de , traducido del alemán por Santiago Guillen)
Un tema candente
COMENTARIO DE ISOLDE CHARIM
¿Qué está pasando realmente cuando miles de personas con la etiqueta Pegida
salen a la calle en Dresden y otras ciudades alemanas? ¿Que nos asusta
cuando se manifiestan estos “salvadores de Occidente”, autodenominados
“patriotas europeos contra la islamización”? Nos quedamos en blanco ante
esta carga enérgica de sentimientos, ante estas emociones ambulantes, que
gritan “Somos el pueblo”. Realmente, ya es hora de hablar de emociones
políticas.
Lo que nubla la mirada de los demócratas convencidos es su propia visión:
que la democracia es un orden social racional, el orden de la razón. Que
maneja argumentos razonables, los pondera y encuentra finalmente un
compromiso inteligente. Esto no es ninguna caricatura sino lo que se piensa de
forma generalizada.
Es ciertamente, el ideal de política que flota en nuestras cabezas, tal vez sin
2. que seamos conscientes de ello. Es , en todo caso, este ideal siempre presente,
lo que nos funciona cuando aparecen las emociones en la política y las
consideramos una patología. De entrada, cuando las contemplamos desde el
ideal racional, las consideramos como auténticas desviaciones. Después, los
sentimientos resultan ser molestias patológicas, irracionales, que estorban el
proceso político. Finalmente, son ataques, amenazas al orden social y político.
Entonces apelamos a la claridad razonable, el remedio contra las molestias
irracionales.
El problema es que esto es falso en teoría y estratégicamente inoperante (no
sabemos qué es peor). Si entendemos de forma falsa las emociones políticas,
reaccionamos de forma errónea en los casos concretos como el de Pegida. Asi
nos quedamos ciegos ante lo que es la “lección populista” (¡entre comillas!).
En primer lugar: los sujetos políticos tienen emociones, naturalmente. Y no
solo como errores. Por supuesto, las emociones tienen relevancia política. Son
además, materia prima de la política.
De hecho , como materia prima, tenemos todo un paquete emocional. En
política a diferencia de la vida privada, los sentimientos no son, en si mismos,
ni buenos ni malos. No podemos decir que el amor o la compasión serian
sentimientos más democráticos que la ira o la indignación. Tampoco podemos
decir que algunos sentimientos son positivos, es decir, que sirven como
activadores, vinculantes, comprometedores, ni tampoco que otros sean
negativos, es decir, desmotivadores. La emoción en política no tiene , en
3. principio una connotación. Es un recurso o un peligro; en todo caso, es una
realidad básica de la vida política.
Los bancos de indignación
La democracia tiene mucho que ver con las emociones. Tiene que ver cuando
funcionan y también cuando no funcionan. Es por esto que desde el principio
los grandes proyectos políticos han desarrollado su propia canalización de
emociones. Esta fue la tarea de partidos populares y de masas. Peter
Sloterdijk ha encontrado para esto una expresión excelente; “los bancos de
indignación”. Así pues, no solo reconoce una emoción, la indignación, como
recurso central y como motor del cambio social. También ha prescrito la
búsqueda de este recurso de forma productiva. “Bancos de indignación” es la
expresión idónea para los partidos de masa de izquierdas. Son “bancos”
porque las personas pueden depositar allí su indignación, porque estos
“bancos” se han comprometido a guardar su depósito, a administrarlo para
hacerlo crecer. Pero ahora, según Sloterdijk habrían faltado a la confianza y
dilapidado sus depósitos.
De hecho, no solo los partidos de izquierda crean sus depósitos de emociones.
Cada partido es un banco de emociones. La rabia y la indignación no son las
únicas emociones que allí se depositan, también encontramos miedo,
esperanza y mucho más.
Asimismo, estas emociones no están simplemente ahí, como yacimientos
disponibles , que en su día podemos utilizar, sino que ahí también los
4. sentimientos se producen, se reproducen, se renuevan o se suavizan. Tenemos
pues algo más que un depósito y circulación de emociones, también tenemos
producción. Una entera economía de sentimientos. Y esto está ahora en crisis.
Parece que todos estos bancos han malgastado sus depósitos. Sobretodo los
partidos populares. Los antaño partidos populares se han convertido en malos
“bancos malos (bad bank) de emociones”.
La amenaza en estas situaciones se denomina, según Lawrence Godwyn, ”un
momento populista”. Esto sucede cuando una gran parte de la población se
encuentra “social y emocionalmente sin-techo”, como el admirable Helmut
Dubiel ha escrito. El punto decisivo se alcanza cuando la situación de “sin-
techo social” tiene como derivada también la situación de “sin-techo
emocional”. Cuando los vínculos simbólicos e identitarios se desmoronan se
liberan las emociones vinculadas. Se convierten en emociones flotantes, sin
vínculos, sin pertenencia. Sin canalización se convierten en pasiones políticas
pero con un “potencial vagabundo”, como Dubiel los denomina.
Lo que sale a la calle en Dresden es un potencial de emociones vagabundas. Y
esto es lo que nos asusta. Con razón. Porque todos sabemos qué peligrosas
pueden ser estas liberaciones. Y precisamente por esto no podemos
permitirnos ahora ningún error de reconocimiento. Porque este nos conduce
hacia un error de estrategia y podríamos tratar un momento populista con
visión racional. En vez de invocar argumentos racionales e intelectuales,
deberíamos superar nuestra propia barrera emocional y saber reconocer ya
5. citada la “lección populista”.
Un escenario para la ofensa
Desde el punto de vista emocional, el “momento populista” se relaciona con
los sentimientos negativos que la ruptura de vínculos puede liberar ; se
relaciona con experiencias de ofensas. Cuando nos vinculamos a grandes
grupos se nos ofrece una protección al desengaño, una red protectora contra
el desengaño que nos da cobertura contra expectativas fallidas o nos desactiva
experiencias ofensivas. La liberación emocional en momentos populistas
representa, por lo tanto, una liberación de experiencias ofensivas.
Precisamente la izquierda debe aprender a profundizar en estas capas
profundas. El populismo de derechas se engancha justamente ahí, coge al
vuelo este momento de la ofensa. Lo coge ahí donde duele , precisamente
donde la propia identidad está en cuestión.
Y ahí reside lo que Ernesto Laclau denomina “exceso de antagonismo”. Un
exceso que supera “las luchas agonisticas reguladas en el marco de las
instituciones democraticas” y que estos espacios ya no pueden absorber.
¿Qué hace pues el populismo de la derecha? Ofrece precisamente a este exceso
un escenario, un terreno de juego, en el que estas ofensas pueden aparecer.
Este terreno de juego podría denominarse el “espacio de las emociones”.
Exactamente esto es lo que pasa en Dresden. La calle se convierte en un
“espacio de las emociones” donde el potencial emocional vagabundo (que no
tiene casa) puede presentarse.
6. Por esto no funcionan las copias populistas. Si algún partido conservador
quiere parecer populista de derechas (por ejemplo, la exigencia de que los
inmigrantes deberían hablar alemán en casa) están adoptando el contenido,
pero no ofrecen el terreno de juego , el espacio emocional. Por esto fracasan.
Aquí encontramos pues “la lección populista” y ahí vemos también su final.
La “lección” nos indica que hay una demanda de integración simbólica. El
populismo ofrece para ello sólo una reintegración reaccionaria de los
sentimientos liberados: sólo nos trae y nos refuerza miedos, resentimientos y
depresiones regresivas.
¿Qué podemos ofrecer en contra? Si en momentos populistas resulta central la
carga de la política con vínculos de identidad, como nota Caudia Ritter,
deberíamos encontrar en la propia enfermedad el remedio. El remedio debe
ofrecer algo más que una llamada a la razón. No podemos resolver el
populismo con Ilustración, porque esta conecta de otra forma, porque no
alcanza los sentimientos. El populismo tampoco puede resolverse con otro
populismo, porque la copia no convence. El populismo sólo se resuelve con
política de símbolos. Con otra oferta de identidad política. Una política , pues,
que mueve las emociones
http://m.taz.de/Debatte-Pegida/!151870;m/
Articulo publicado en el periódico alemán TAZ el 26.12.2014
7. Por esto no funcionan las copias populistas. Si algún partido conservador
quiere parecer populista de derechas (por ejemplo, la exigencia de que los
inmigrantes deberían hablar alemán en casa) están adoptando el contenido,
pero no ofrecen el terreno de juego , el espacio emocional. Por esto fracasan.
Aquí encontramos pues “la lección populista” y ahí vemos también su final.
La “lección” nos indica que hay una demanda de integración simbólica. El
populismo ofrece para ello sólo una reintegración reaccionaria de los
sentimientos liberados: sólo nos trae y nos refuerza miedos, resentimientos y
depresiones regresivas.
¿Qué podemos ofrecer en contra? Si en momentos populistas resulta central la
carga de la política con vínculos de identidad, como nota Caudia Ritter,
deberíamos encontrar en la propia enfermedad el remedio. El remedio debe
ofrecer algo más que una llamada a la razón. No podemos resolver el
populismo con Ilustración, porque esta conecta de otra forma, porque no
alcanza los sentimientos. El populismo tampoco puede resolverse con otro
populismo, porque la copia no convence. El populismo sólo se resuelve con
política de símbolos. Con otra oferta de identidad política. Una política , pues,
que mueve las emociones
http://m.taz.de/Debatte-Pegida/!151870;m/
Articulo publicado en el periódico alemán TAZ el 26.12.2014