2. Creo en la Iglesia
«La Iglesia existe para que Dios sea dado a conocer,
para que el hombre pueda aprender a vivir con Dios...
La Iglesia no existe para sí misma, sino para la
humanidad. Existe para que el mundo llegue a ser un
espacio para la presencia de Dios, espacio de alianza
entre Dios y los hombres». (Benedicto XVI)
Muchas personas han dado la espalda a la Iglesia:
Unos porque piensan que es demasiado retrógrada, demasiado
medieval, demasiado hostil al mundo y a la vida.
Otros, al contrario, porque creen que la Iglesia está a punto de
traicionar su especificidad y de venderse a la moda del tiempo.
En el fondo, en lugar de la Iglesia hemos colocado
nuestra Iglesia, miles de iglesias. Cada uno la suya.
Y ha desaparecido «su iglesia», la del Señor.
3. Creo en la Iglesia
En la Sagrada Escritura encontramos muchas
imágenes que ponen de relieve aspectos
complementarios del misterio de la Iglesia. El Antiguo
Testamento prefiere imágenes ligadas al Pueblo de
Dios;
El Nuevo Testamento, aquellas vinculadas a Cristo
como Cabeza de este pueblo, que es su Cuerpo, y las
imágenes sacadas de la vida pastoril (redil, grey,
ovejas), agrícola (campo, olivo, viña), de la
construcción (morada, piedra, templo) y familiar
(esposa, madre, familia).
4. 1. Origen y misión de la Iglesia
Hoy estamos tentados a pensar que la Iglesia es como
otras organizaciones o grupos de la sociedad, en los
sociedad
que los mecanismos de mayoría o minoría deben intentar
darle una forma que sea aceptable por todos sus
miembros.
Pero de ese modo somos nosotros y siempre nosotros
quienes hacemos la iglesia. Nosotros intentamos
mejorarla y disponerla como una casa confortable.
Nosotros queremos proponer programas e ideas que sean
simpáticos al mayor número de personas.
Al obrar así, como si Dios no existiera, estamos
confundiendo la iglesia con un partido político y la Fe con
un programa de partido.
5. Compendio del Catecismo
149. ¿Cuál es el origen y la
consumación de la Iglesia?
La Iglesia tiene su origen y
realización en el designio eterno
de Dios. Fue preparada en la
Antigua Alianza con la elección de
Israel, signo de la reunión futura de
todas las naciones. Fundada por
las palabras y las acciones de
Jesucristo, fue realizada, sobre
realizada
todo, mediante su muerte
redentora y su Resurrección. Más
tarde, se manifestó como misterio
de salvación mediante la efusión
del Espíritu Santo en Pentecostés.
Al final de los tiempos, alcanzará
su consumación como asamblea
celestial de todos los redimidos.
6. 1. Origen y misión de la Iglesia
La misión de la Iglesia es la de anunciar e instaurar entre
todos los pueblos el Reino de Dios inaugurado por
Jesucristo. La Iglesia es el germen e inicio sobre la tierra
de este Reino de salvación.
La Iglesia es Misterio en cuanto que en su realidad visible
se hace presente y operante una realidad espiritual y
divina, que se percibe solamente con los ojos de la Fe.
La Iglesia es sacramento universal de salvación en
cuanto es signo e instrumento de la reconciliación y la
comunión de toda la humanidad con Dios, así como de la
unidad de todo el género humano.
7. 2. Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu
Santo
La Iglesia es el Pueblo de Dios porque Él quiso santificar
y salvar a los hombres no aisladamente, sino formando un
solo pueblo.
Se llega a ser miembro del pueblo de Dios mediante la Fe en
Cristo y el Bautismo,
Tiene por origen a Dios Padre,
Por cabeza a Jesucristo,
Por condición la dignidad y la libertad de los hijos de Dios,
Por ley el mandamiento nuevo del amor,
Por misión la de ser sal de la tierra y luz del mundo,
Por destino el Reino de Dios, ya iniciado en la Tierra.
8. 2. Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu
Santo
La Iglesia es cuerpo de Cristo porque, por medio del
Espíritu, Cristo muerto y resucitado une consigo
íntimamente a sus fieles sobre todo en la Eucaristía.
Cristo y la Iglesia forman el «Cristo total» (san Agustín).
Llamamos a la Iglesia «esposa de Cristo» porque el
mismo Señor se definió a sí mismo como «el esposo» (Mc
2,19), que ama a la Iglesia uniéndola a sí con una Alianza
eterna.
Mientras el término «cuerpo» manifiesta la unidad de la
«cabeza» con los miembros, el término «esposa» acentúa
la distinción de ambos en la relación personal.
9. 2. Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu
Santo
La Iglesia es llamada templo del Espíritu Santo porque:
el Espíritu vive en el cuerpo que es la Iglesia: en su
Cabeza y en sus miembros;
Él además edifica la Iglesia en la caridad con la
Palabra de Dios, los sacramentos, las virtudes y los
carismas.
Los carismas son dones especiales del Espíritu Santo
concedidos a cada uno para el bien de los hombres,
para las necesidades del mundo y, en particular, para la
edificación de la Iglesia, a cuyo Magisterio compete el
discernimiento sobre ellos.
10. 3. La Iglesia es comunión
A comienzos del siglo XX se contemplaba la Iglesia como «Sociedad
Perfecta». Era más bien una visión apologética para defenderla de los
Perfecta»
ataques exteriores, sociales, políticos y jurídicos. Se primaba, dentro
de ella, a la jerarquía.
Posteriormente, se intentaron dos líneas de renovación y de
profundización: la primera, partía del misterio de la Iglesia como
cuerpo místico de Cristo, cuyos miembros somos los fieles. La otra
Cristo
línea se quería centrar en el tema de la Iglesia como Pueblo de Dios.
Dios
El Papa Benedicto nos ha invitado a unir estas dos líneas: la Iglesia
es pueblo de Dios por el cuerpo de Cristo. Y, desde ahí, se unen la
Cristo
realidad interior y exterior de la Iglesia. Es una unidad de naturaleza
sacramental. La Iglesia es Sacramento de Cristo en este mundo. La
Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios que vive del cuerpo eucarístico de
Cristo y de la Palabra de Cristo; y de esta manera ella se vuelve
cuerpo de Cristo.
11. 3. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica
La Iglesia es una porque tiene como origen y modelo la unidad de un
solo Dios en la Trinidad de las Personas.
La única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica, gobernada
católica
por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él. Solo
por medio de ella se puede obtener la plenitud de los medios de
salvación, puesto que el Señor ha confiado todos los bienes de la
Nueva Alianza únicamente al colegio apostólico, cuya cabeza es
Pedro.
En las Iglesias y comunidades eclesiales que se separaron de la
plena comunión con la Iglesia católica, se hallan muchos elementos de
santificación y verdad. Todos estos bienes proceden de Cristo e
impulsan hacia la unidad católica. Los miembros de estas Iglesias y
comunidades se incorporan a Cristo en el Bautismo, por ello los
reconocemos como hermanos.
El deseo de restablecer la unión de todos los cristianos
(ecumenismo) es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu.
ecumenismo
12. 3. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica
La Iglesia es santa porque sus fieles lo son. Esta ha sido una
son
característica perenne en la Iglesia. Muchas gentes se quedan
defraudadas por el hecho de que no todos los cristianos sean
santos. La santidad en la iglesia consiste en que, por pecador
que sea el hombre, Dios tiene poder para hacerla santa.
La Iglesia es santa porque Dios santísimo es su autor; Cristo
autor
se ha entregado a sí mismo por ella, para santificarla y hacerla
santificante; el Espíritu Santo la vivifica con la caridad. La Iglesia
cuenta en su seno con la Virgen María e innumerables santos,
como modelos e intercesores.
Todos los fieles cristianos se reconocen pecadores, necesitados
de conversión y de purificación, pero Dios nos llama a ser
santos y nos da el Espíritu Santo que nos hace santos.
13. 3. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica
La Iglesia es católica, es decir, universal, en cuanto que
católica universal
en ella Cristo está presente: «Allí donde está Cristo Jesús,
está la Iglesia católica» (san Ignacio de Antioquía). La
Iglesia anuncia la totalidad y la integridad de la Fe; lleva
en sí y administra la plenitud de los medios de
salvación; es enviada en misión a todos los pueblos,
pertenecientes a cualquier tiempo o cultura.
Es católica toda iglesia particular formada por la
comunidad de los cristianos que están en comunión, en la
Fe y en los sacramentos, con su obispo ordenado en la
sucesión apostólica y con la Iglesia de Roma, «que
preside en la caridad» (san Ignacio de Antioquía).
14. 3. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica
La Iglesia es apostólica por su origen, ya que fue construida «sobre
el fundamento de los Apóstoles» (Ef 2,20); por su enseñanza, que es
la misma de los Apóstoles; por su estructura, en cuanto es instruida,
santificada y gobernada, hasta la vuelta de Cristo, por los Apóstoles,
gracias a sus sucesores, los obispos, en comunión con el sucesor de
Pedro.
La palabra apóstol significa ‘enviado’. Jesús, el Enviado del Padre,
llamó a doce de entre sus discípulos, y los constituyó como Apóstoles
suyos, convirtiéndolos en testigos escogidos de su Resurrección y en
fundamentos de su Iglesia. Jesús les dio el mandato de continuar su
misión, al enviarlos y al prometerles que estaría con ellos hasta el fin
del mundo.
La sucesión apostólica es la transmisión, mediante el sacramento del
Orden, de la misión y la potestad de los Apóstoles a sus sucesores, los
obispos. Gracias a esta transmisión, la Iglesia se mantiene en
comunión de Fe y de vida con su origen
15. 4. Iglesia y eucaristía
Dado que la Eucaristía es el centro de la vida y donde se palpa que
Dios está cerca de nosotros, el papa Benedicto XVI, ante la Eucaristía,
solicita tres actitudes: estar, caminar y arrodillarse. Son las tres
actitudes
claves que encierra la solemnidad del Corpus Christi.
Estar : Solo la Eucaristía es capaz de unir a las personas de todos los
pueblos, las razas y las culturas. Por eso, en un principio, en la ciudad solo
había una Eucaristía y un obispo.
Caminar con el Señor : La Eucaristía nos convierte en peregrinos, y
sabemos que Cristo está en medio de nosotros, como pan-sangre y
Palabra. Y nos pide que, por donde caminemos, con su Espíritu,
transformemos la realidad para hacer no «otro mundo», sino de este
mundo «otro».
Arrodillarse ante el Señor: Si el Señor se nos da, solo nos queda
inclinarnos ante Él, glorificarlo y adorarlo. No va en contra de la dignidad,
de la libertad, de la belleza o de la grandeza del hombre. Al inclinarnos
ante Él, nuestra libertad no solo no queda suprimida, sino que es asumida,
purificada y elevada. Él mismo se ha inclinado para lavarnos los pies.
16. 5. Los fieles en la Iglesia
Los fieles son:
Aquellos que, incorporados a Cristo mediante el Bautismo, han
sido constituidos miembros del Pueblo de Dios;
Han sido hechos partícipes, cada uno según su propia condición,
de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, y
Son llamados a llevar a cabo la misión confiada por Dios a la
Iglesia.
Entre ellos hay una verdadera igualdad en su dignidad de hijos de
Dios.
Dios
En la Iglesia, por institución divina, hay «ministros sagrados», que
sagrados»
han recibido el sacramento del Orden y forman la jerarquía de la
Iglesia. A los demás fieles se los llama «laicos». De unos y otros
«laicos»
provienen fieles que se consagran de modo especial a Dios por la
profesión de los consejos evangélicos: castidad en el celibato, pobreza
y obediencia.
17. 5.1. Los fieles en la Iglesia: Jeraquía
La jerarquía está formada por los ministros sagrados: obispos,
presbíteros y diáconos. Gracias al sacramento del Orden, los obispos
Orden
y presbíteros actúan, en el ejercicio de su ministerio, en nombre y en la
persona de Cristo Cabeza; los diáconos sirven al Pueblo de Dios en la
diaconia (servicio) de la palabra, de la liturgia y de la caridad.
El Papa, Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el perpetuo y
Pedro
visible principio y fundamento de la unidad de la Iglesia. Es el Vicario de
Cristo, cabeza del colegio de los obispos y pastor de toda la Iglesia,
sobre la que tiene la potestad plena, suprema, inmediata y universal.
El colegio de los obispos, en comunión con el Papa, ejerce también la
obispos
potestad suprema y plena sobre la Iglesia.
La infalibilidad del Magisterio se ejerce cuando el Romano Pontífice, o
el colegio de los obispos en comunión con el Papa, proclaman con acto
definitivo una doctrina referente a la Fe o a la moral. Todo fiel debe
adherirse a tales enseñanzas con el obsequio de la Fe.
18. 5.2. Los fieles en la Iglesia: Los presbíteros
El sacerdocio no es un simple «oficio», sino un sacramento: Dios se
sacramento
vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él,
presente entre los hombres y actuar en su favor.
Desde la doctrina del Vaticano II y del magisterio de los papas Pablo VI,
Juan Pablo II y Benedicto XVI, podemos deducir a modo de siete
grandes perfiles:
1. El presbiterado, participación sacramental y ministerial en el
sacerdocio de Cristo
2. El presbítero como evangelizador
3. El presbítero como pastor de la comunidad
4. El presbítero, hombre de oración y de caridad
5. El presbítero insertado en la sociedad: en el mundo sin ser
mundanos
6. El presbiterio y la comunión presbiteral
7. El presbítero y la vivencia del celibato
19. 5.3. Los fieles en la Iglesia: Los laicos
Los fieles laicos tienen como vocación propia la de buscar el Reino de
Dios, iluminando y ordenando las realidades temporales según
Dios. Responden así a la llamada a la santidad y al apostolado, que se
Dios
dirige a todos los bautizados.
Los laicos participan en la misión sacerdotal de Cristo cuando ofrecen
como sacrificio espiritual, sobre todo en la Eucaristía, la propia vida con
todas las obras, oraciones e iniciativas apostólicas, la vida familiar y el
trabajo diario... De esta manera, ofrecen a Dios el mundo mismo.
Los laicos participan en la misión profética de Cristo cuando acogen la
Palabra de Cristo, y la anuncian al mundo con el testimonio de la vida y
de la palabra, mediante la evangelización y la catequesis.
Los laicos participan en la misión regia de Cristo porque reciben de Él
el poder de vencer el pecado en sí mismos y en el mundo, por medio de
la abnegación y la santidad de la propia vida. Los laicos ejercen diversos
ministerios al servicio de la comunidad, e impregnan de valores morales
las actividades temporales del hombre y las instituciones de la sociedad.
20. 5.3. Los fieles en la Iglesia: Los laicos
El Sínodo de 1987 sobre los laicos y a la exhortación Christifideles Laici
nos han descrito perfectamente la espiritualidad laical:
1. Los fieles laicos «son» Iglesia
2. La dignidad de los fieles laicos radica en su inserción sacramental en
Jesucristo, y en una Iglesia que es misterio salvifico de Cristo. Desde aquí
están llamados a la santidad.
3. Los fieles laicos son corresponsales en la edificación de la misma y
única Iglesia-comunión mediante el ejercicio de los carismas, ministerios,
oficios y funciones propiamente laicales. Todo ello en la Iglesia Universal-
Particular, tanto de forma individual como asociada.
4. Los fieles laicos son corresponsables de la única y misma misión
eclesial que hoy se denomina «nueva evangelización», tanto en el ámbito de
viejas y nuevas Iglesias como en la denominada «missio ad gentes»
(evangelización de pueblos y culturas no cristianos). Esta misión de la
Iglesia, y por lo mismo del laicado, se define como la defensa de los
derechos humanos, según el Plan de Dios para la humanidad (su Reinado).
21. 5.3. Los fieles en la Iglesia: Los laicos
Podemos resumir la teología y espiritualidad laical en estos
cuatro puntos cardinales:
como Norte el amor apasionado y la conversión sincera a
Jesucristo;
como Sur, la experiencia de comunión eclesial;
como Este, una seria y continuada formación
permanente, y la vivencia de la espiritualidad, para saber
dar razón de la Fe y esperanza; y,
como Oeste, la transformación de todas las realidades
socioculturales y «mundanas» desde las claves del
Reinado evangélico.
22. 5.4. Los fieles en la Iglesia: Los consagrados
La vida consagrada es un estado de vida reconocido por la Iglesia, una
respuesta libre a una llamada particular de Cristo, mediante la cual los
consagrados se dedican totalmente a Dios y tienden a la perfección de
la caridad, bajo la moción del Espíritu Santo. Esta consagración se
caracteriza por la práctica de los consejos evangélicos.
La vida consagrada participa en la misión de la Iglesia mediante una
plena entrega a Cristo y a los hermanos, dando testimonio de la
esperanza del Reino de los Cielos.
El origen del seguimiento de Jesús se funda en una experiencia: el
experiencia
encuentro con su persona y hacer de ello una forma de vida. Y esto
implica participar de su misión: predicar la Buena Nueva e instaurar el
Reino; cumplir con tres exigencias “fundamentales: primero, relativizar
los vínculos familiares por amor a Jesús y entrega al Reino, que se
traduce más tarde en castidad; segundo, relativizar las riquezas para
mostrar que la llegada del Reino no se apoya en medios humanos, sino
en la fuerza de Dios y en la total disponibilidad y entrega, que se traduce
en pobreza; y, por último, llevar la cruz, que se traduce en obediencia.
23. 6. La Iglesia y los nuevos movimientos
Los nuevos movimientos eclesiales son «modos fuertes de vivir la Fe»
y una provocación saludable a la iglesia.
Los movimientos rebasan la frontera de la iglesia local para insertarse en
«la catolicidad, la universalidad», y legar hasta los confines de la
tierra. A los movimientos los une un vínculo muy estrecho con el
ministerio y misión del sucesor de Pedro en la Iglesia universal.
Benedicto XVI advierte de algunas claves de discernimiento: advierte a
las nuevas realidades de los riesgos de una condición aún
«adolescente» (exuberancia, unilateralidad, absolutizaciones, etc.), pero,
al mismo tiempo, previene a los pastores a no caer en tentaciones de
«vejez», como la uniformidad absoluta en la organización o en la
programación pastoral. Solicita «menos organización y más Espíritu
Santo».
24. 7. La Iglesia de sinodalidad
Los sínodos son una llamada del Espíritu para un nuevo
Pentecostés misionero y una nueva primavera eclesial. En
ellos, como en la Iglesia, el protagonismo es de la Trinidad: el
Padre nos convoca de nuevo (ekklesia), en un tiempo de
gracia (kairos) en Cristo por el Espíritu.
El sínodo es una convocatoria del Obispo, quien,
personificando a Cristo Cabeza, Siervo y Pastor, desde la
presidencia de la dimensión eucarística, nos convoca
(ekklesia) para redescubrir al mismo Cristo y así fortalecer la
comunión y la misión.
Todo ello en un contexto concreto sociocultural, para
desarrollar una Iglesia de totalidad, en la que todos somos
necesarios, y todos hemos sido dotados con diversos
carismas, vocaciones, ministerios y funciones.
Editor's Notes
3. La Iglesia es comunión, y es una, santa, católica y apostólica Iglesia «communio» A comienzos del siglo XX se contemplaba la Iglesia como «Sociedad Perfecta» . Era más bien una visión apologética para defenderla de los ataques exteriores, sociales, políticos y jurídicos. Se primaba, dentro de ella, a la jerarquía. Posteriormente, se intentaron dos líneas de renovación y de profundización: la primera, partía del misterio de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo , cuyos miembros somos los fieles. El acento recaía en el aspecto interior y espiritual del carácter comunitario de la Iglesia. Pío XII en su encíclica Mystici Corporis, en 1943, lo expresó ampliamente. La otra línea se quería centrar en el tema de la Iglesia como Pueblo de Dios y partía de la realidad histórica, visible y palpable de la Iglesia. El Papa Benedicto nos ha invitado a unir estas dos líneas: la Iglesia es pueblo de Dios por el cuerpo de Cristo. Y, desde ahí, se unen la realidad interior y exterior de la Iglesia. Es una unidad de naturaleza sacramental. La Iglesia es Sacramento de Cristo en este mundo. La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios que vive del cuerpo eucarístico de Cristo y de la Palabra de Cristo; y de esta manera ella se vuelve cuerpo de Cristo. Unidos por el lazo de la Eucaristía, los cristianos se convierten en hermanos que atestiguan su comunión a través de la caridad fraterna. La Eucaristía es el sacramento de la fraternidad. La Iglesia es comunión. Es la comunión de Dios con los hombres en Cristo y, por lo mismo, de los hombres entre sí; y así es sacramento, signo e instrumento de salvación. La Iglesia es celebración de la Eucaristía y la Eucaristía es Iglesia. No es que marchen juntas, sino que son lo mismo. La iglesia es también «communio ecclesiarum», es decir, comunión de iglesias locales . De la eclesiología eucarística nace la eclesiología de las iglesias locales que afirmó el Concilio Vaticano II en la constitución Lumen Gentium y que se fundamenta en clave eucarística. Por lo tanto, la Iglesia una, vive en y a partir de muchas iglesias locales en las que, bajo la guía del obispo local, está presente la Iglesia de Dios en su totalidad, siempre que esta iglesia local esté en comunión con las demás iglesias locales a través de su obispo. Es el mismo cuerpo eucarístico de Cristo el que une a todas esas iglesias locales en la communio del único cuerpo de Cristo en el Espíritu Santo. En las primitivas iglesias, la communio se manifestaba en la comunión eucarística cuando se admitía a sus miembros a la propia celebración eucarística. Si un cristiano viajaba a otra iglesia local, recibía de su obispo la carta de comunión que lo acreditaba como miembro de la comunidad de la Iglesia en su conjunto. El obispo es quien representa y asegura el carácter apostólico y la catolicidad de su iglesia local. Por eso, la communio de las iglesias locales se mostraba también en el reconocimiento recíproco de los obispos y en la colegialidad del ministerio episcopal. Con esta eclesiología de communio se rompen dualismos en la Iglesia o visiones excesivamente mundanas. El núcleo de una sana eclesiología es la Eucaristía como fuente y centro de la vida de la iglesia, y la naturaleza de la Iglesia como sacramento en Cristo, como comunidad fraterna y como comunidad de iglesias locales.
Podemos resumir la la teología y espiritualidad laical en estos cuatro puntos cardinales: como Norte el amor apasionado y la conversión sincera a Jesucristo; como Sur, la experiencia de comunión eclesial; como Este, una seria y continuada formación permanente, y la vivencia de la espiritualidad, para saber dar razón de la Fe y esperanza; y, como Oeste, la transformación de todas las realidades socioculturales y «mundanas» desde las claves del Reinado evangélico.