1. SAQUE AL TIBURON DE SU PECERA
LIDERAZGO
2ª DE TIMOTEO 2:1-7
Esta fábula sobre el pescado me llevó a reflexionar sobre el estado actual de
nuestras congregaciones.
¿Nuestro liderazgo necesitará tener un tiburón en la pecera?
¿El pastor necesitará volverse un tiburón frente a sus líderes o su congregación?
Un pastor, un líder o un servidor debe estar en constante movimiento, debe estar
pendiente de las necesidades a su alrededor, debe convertirse en un mentor o en
un impulsador, pero sin tener que recurrir a la coacción o al amedrentamiento.
¿Seremos pastores, líderes o servidores tiburones?
Como pastores, lideres o servidores debemos Preferir trabajar no como un tiburón
dentro de la pecera, sino como un tiburón fuera de la pecera, uno que impulsa,
que ayuda y que cumple como mentor impulsador. Uno que da oportunidades, en
vez de frenar el desarrollo de sus miembros
La historia de este libro comienza con una fábula que le hubiera podido servir de
título. Esta es la fabula:
2. Como es bien sabido, los japoneses, son buenos consumidores de pescado, pero
de pescado fresco.
No obstante, hubo una época en la cual las aguas cercanas al Japón habían
perdido lentamente su caudal de peces. Así que, para alimentar a la exigente
población japonesa, en especial a los consumidores de sushi, los barcos pesqueros
se fabricaron de mayor tamaño y así pudieron ir, mar adentro, todavía más lejos.
Mientras más lejos iban los pescadores, más tiempo les tomaba regresar a la costa
a entregar su producción. Si el viaje redondo tomaba varios días, el pescado ya no
estaba fresco; y a los japoneses no les gusta el sabor del pescado cuando no está
fresco.
Para resolver este problema, las compañías pesqueras instalaron congeladores en
los barcos pesqueros. Así podían pescar y poner los pescados en refrigeración.
Además, esos congeladores facilitaban que los barcos pudieran ir a pescar aún
más lejos y por un tiempo más largo.
Sin embargo, los restaurantes japoneses percibieron la diferencia entre el pescado
congelado y el pescado fresco, y definitivamente no les gustó el pescado
congelado. Por lo tanto, el pescado congelado se tenía que vender más barato.
Entonces las compañías decidieron instalar grandes tanques para los peces en los
barcos pesqueros. Así podían pescar los peces, meterlos vivos en los tanques, y
mantenerlos así hasta llegar a la costa de Japón. Esa parecía ser la solución.
Pero, después de un tiempo de navegación, los peces dejaban de moverse o se
movían perezosamente en el tanque. Seguramente estaban ¿aburridos, perezosos
y cansados?, pero vivos. Por desgracia, los japoneses también notaron la
diferencia del sabor: pues cuando los peces dejan de moverse por días, pierden el
sabor de fresco-fresco. Los japoneses prefieren el sabor de los peces bien vivos y
frescos, no el de los peces aburridos y cansados que los pescadores les traían.
La demanda empezaba a descender de nuevo.
¿Cómo resolvieron entonces este problema las compañías pesqueras japonesas?
¿Cómo consiguieron traer pescado con sabor de pescado fresco?
Pues de una manera muy simple: para mantener el sabor fresco y firme de los
peces, las compañías pesqueras los colocaban dentro de los tanques en los botes
pesqueros, y ponían también dentro de los tanques ¡un tiburón pequeño!
Claro que el tiburón se almuerza algunos peces, pero los demás llegan muy, pero
muy vivos.
3. La amenaza del tiburón aleteando a su alrededor desafía a los peces a que tengan
que nadar frenéticamente durante todo el trayecto dentro del tanque si quieren
mantenerse vivos y no ser devorados por el tiburón.
Como es obvio, esta historia genera una moraleja:
Si las personas en las organizaciones caen en el letargo, se vuelven mediocres y es
necesario empujarlas enérgicamente para que hagan las cosas; un depredador
como el tiburón es el acicate adecuado.
Algunos gerentes pueden encontrar en esa figura el pretexto para decir que esta
es una forma de motivación: con un jefe embestidor, crítico e intolerante ellos
suponen que, a dentelladas, el desempeño de los empleados en el trabajo será
óptimo.
Pero esta parábola retadora nos enseña un reto nuevo y diferente significado: en
vez de alojar un tiburón para que nos empuje a trabajar, es mejor quitar esa
provocación de la pecera y volvernos activos.
Los jefes o líderes depredadores que muestran los dientes a su gente, que no
confían en los demás y suponen que la creatividad sólo está en su cabeza, además
de otras fallas, no son propicios para el crecimiento de los colaboradores; ellos
limitan a las personas con su despotismo y las hacen sentirse siempre mal cuando
las ponen en condiciones de inferioridad.
Un líder dentro de un grupo o equipo no puede ser un tiburón amenazante: muy al
contrario, debe ser un impulsor de las mejores actitudes, destrezas y
conocimientos de sus colaboradores; debe ser un mentor motivador que, sin
intimidaciones, extraiga de sus miembros toda la creatividad que ellos tienen, que
utilice sus capacidades específicas para las tareas y los convierta en empleados
autónomos, ingeniosos y serios.
Dadas esas circunstancias, el titulo original del libro "sugerido por la historia
japonesa" ya no cabía. Este es un libro sobre equipos que no necesitan tiburones.
El acuario de los equipos de trabajo es un espacio para la creatividad, el
empoderamiento, el autocontrol, la responsabilidad, las relaciones interpersonales
y el análisis reflexivo de las decisiones, no para las intimidaciones. Es, en resumen,
un mensaje sobre el equipo como una oportunidad de crecimiento propio y
autónomo, lo que implica eliminar el tiburón de su pecera.
Tomado del libro "Saque al TIBURÓN de su pecera" Autores: Jaime Lopera y Marta
Inés Bernal