La NASA descubrió que faltaba un día en sus cálculos astronómicos. Ingenieros cristianos recordaron pasajes bíblicos donde Josué pidió que el sol se detuviera y donde el sol retrocedió 10 grados para Ezequías, lo que explicaba los 23 horas y 20 minutos y los 40 minutos faltantes. La Biblia resultó ser precisa astronómicamente, confirmando su veracidad.