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––Vamos a organizar la partida de la señora         Aquella alegría familiar en el salón gris mal
                                                               C M NC CÓ
                                                                O U IA IN
                      I NS TI TUCIÓN E DUCATI VA PARTI CULAR

                                                               Pro Ro lioE. V e z Ch zo
                                                                  f. ge      ilch rre o
                                                                                           5º                               Grandet ––dijo la señora de Grassins.
                                                                                                                            ––Ya que es el cumpleaños de Eugenia, hagan,
                                                                                                                            una gran partida de lotería y estos chicos
                                                                                                                                                                                alumbrado por dos velas; aquellas risas
                                                                                                                                                                                acompañadas por el ruido de la rueca de
                                                                                                                                                                                Nanón y que sólo eran sinceras en los labios
                 Tacna #155                Telf: 206882            Web: www.excelencia.edu.pe
                                                                                                                            también podrán jugar.                               de Eugenia y de su madre; tanta pequeñez
                                                                                                                            Y el ex tonelero, que no jugaba nunca, señaló       unida a tan grandes intereses; la pobre
                                                                                                                            a su hija y a Adolfo. ––Anda, Nanón, pon las        muchacha que, semejante a ciertos pájaros,
                                                                         plata sobredorada, verdadera baratija a pesar      mesas.                                              víctimas del elevado precio que les asignan y
                                                                         del escudo en que las iniciales góticas E. G.,      ––La vamos a ayudar, Nanón, ––––exclamó la         que ellos ignoran, se hallaba acosada, colmada
TEMA: EL REALISMO                                                        bastante bien grabadas, pudiesen hacer creer       señora de Grassins, contenta de ver la alegría      de falsas pruebas de afecto; todo contribuía a
                                                                         otra cosa. Al abrirla, tuvo Eugenia una de esas    que había causado a Eugenia.                        dar a la escena un triste acento cómico. ¿Por
             EUGENIA GRANDET                                             alegrías inesperadas y cumplidas que hacen         ––En mi vida he recibido un regalo que me           ventura tiene la menor novedad? ¿No es una
          Era la señora Grassins una de esas                             enrojecer y temblar a las muchachas.               gustara tanto ––dijo la heredera.                   escena de todos los tiempos y de todos los
mujeres menudas vivarachas, rollizas, blancas                            Volvió los ojos hacia su padre, como para          Es una preciosidad.                                 lugares, sólo que reducida a su más simple
y sonrosadas, que, gracias al régimen claustral                          consultarle si debía aceptar: el señor Grandet     ––Es Adolfo quien lo ha traído de París y lo ha     expresión?
de la provincia y a los hábitos–– de una vida                            le dijo:                                           escogido él mismo ––le susurró la señora de         La figura de Grandet dedicado a explotar la
virtuosa, se conservan jóvenes à los cuarenta                            ––Tómalo, hija mía ––con una entonación que        Grassins al oído.                                   fingida devoción de las dos familias y sacarles
años. Son como ciertas rosas tardías, cuya                               hubiese consagrado a un actor.                     "¡Dale que te dale, grandísima lagartona! ––Se      todo el jugo posible, dominaba aquel drama y
vista deleita los ojos, pero cuyos pétalos tienen                        Los tres Cruchot quedaron estupefactos al ver      decía el presidente––. ¡Lo que es si algún día,     le alumbraba con vivísima claridad. El dios
una especie de frialdad y cuyo perfume se                                la mirada gozosa y animada que la linda            tú o tu marido, tenéis algún pleito, os va a        Dinero, el único dios moderno, aparecía allí
debilita por momentos. Se vestía con bastante                            heredera, a quien tamañas riquezas parecían        costar ganarlo!"                                    con todo su poder. A los dulces sentimientos
gusto, mandaba venir sus trajes de París, daba                           increíbles, lanzó sobre Adolfo de Grássins.        El notario, sentado en una esquina, miraba al       de la vida no les quedaba más que un lugar
el tono a la ciudad de Saumur y celebraba                                El señor de Grassins ofreció a Grandet un          cura con placidez y se decía:                       subalterno; sólo hallaban asilo en tres
reuniones. Su marido, ex sargento de la                                  polvo de rapé, tomó otro para sí, sacudió los      "Los Grassins, pueden intrigar cuanto quieren;      corazones puros: el de Nanón, el de Eugenia y
guardia imperial, herido gravemente en                                   granitos que habían caído sobre la cinta de la     mi fortuna, la de mi hermano y la de mi             el de su madre. ¡Cuánta ignorancia, para
Austerlitz, conservaba, a pesar de su                                    Legión de Honor prendida al ojal de su traje       sobrino, suman un millón cien mil francos.          preservar su ingenuidad! Eugenia y su madre
consideración para Grandet, la aparente                                  azul, miró luego a los Cruchot con un aire que     Los Grassins no llegan a reunir ni la mitad y,      no sabían nada de la fortuna de Grandet;
franqueza de los militares.                                              parecía decir: "¡Paren ustedes ese golpe!". La     además, tienen una hija. ¡Que no se                 juzgaban de la vida a la luz de sus pálidas
––Buenas noches, Grandet ––le dijo al                                    señora de Grassins posó la vista en los búcaros    compongan pues! La heredera y los regalos,          ideas; no apreciaban ni despreciaban el dinero
viñador, tendiéndole la mano y afectando una                             azules en que se habían puesto los ramos de        todo vendrá para casa un día u otro."               a fuerza de estar acostumbradas a prescindir de
especie de superioridad con que siempre                                  los Cruchot, buscando sus regalos con la           A las ocho y media funcionaban dos mesas de         él. Sus sentimientos, heridos sin que ellas
aplastaba a los Cruchot––.                                               buena fe fingida de una mujer burlona. En          juego. La linda señora de Grassins había            mismas lo advirtiesen, pero vivaces, así como
Señorita ––agregó, dirigiéndose a Eugenia,                               aquella delicada coyuntura, el padre Cruchot       conseguido colocar a su hijo al lado de             el secreto de sus existencias, las convertía en
después de saludar a la señora Grandet––, será                           dejó que los reunidos se sentasen en el círculo    Eugenia. Los actores de aquella escena, vulgar      algo aparte de aquellas gentes cuya vida era
usted siempre tan guapa y tan juiciosa que uno                           delante del fuego y se fue a pasear al fondo de    en apariencia, pero en realidad llena de interés,   puramente material.
no sabe qué desearle más.                                                la sala con Grandet. Cuando los dos viejos se      provistos de cartones llenos de cifras y de         ¡Horrible condición la del hombre! No hay una
Luego, tomándola de manos de un criado, le                               hallaron frente a la ventana, en el punto más      colores con sus fichas de cristal azul, parecían    sola de sus dichas que no esté edificada sobre
ofreció una caja que contenía un brezo de El                             distante de las Grassins:                          prestar atención a los chistes del viejo notario,   una ignorancia. En el momento en que la
Cabo, flor recién importada a Europa y todavía                           ––Esa gente ––dijo el cura al oído del avaro ––    que para cada número que sacaba tenía una           señora Grandet ganaba un lote de diecisiete
muy rara.                                                                tiran el dinero por la ventana.                    ocurrencia; pero todos pensaban                     sueldos, el mayor que se había apostado en
La señora de Grassins, besó cariñosamente a                              –– ¿Qué importa, mientras venga a parar a mi       en los millones de Grandet. El viejo tonelero       aquella sala, y que la gran Nanón reía feliz,
Eugenia, le estrechó la mano y le dijo:                                  bodega? ––replicó el ex tonelero.                  contemplaba vanidosamente las plumas color          viendo como su señora embolsaba semejante
––Adolfo es el encargado de ofrecerte mi                                 ––Si usted quisiese obsequiar a su hija con        de rosa y el flamante atavío de la señora de        suma, sonó el picaporte con tal violencia que
pequeño obsequio. Un muchacho alto, pálido,                              tijeras de oro,' medios tendría para ello ––dijo   Grassins, la cabeza marcial del banquero, la de     las mujeres se sobresaltaron.
y rubio, de modales bastante distinguidos,                               el cura.                                           Adolfo, al presidente, al clérigo, al notario, y    ––No es de Saumur la persona que llama de
tímido en apariencia, pero que acababa de                                ––Le doy algo mejor que tijeras ––respondió        decíase para sus adentras:                          este modo ––dijo el notario.
gastar en París, donde cursaba la carrera de                             Grandet.                                           "Están aquí por mis escudos. Vienen a               –– ¡Ave María purísima, qué manera de
Derecho, ocho o diez mil francos sobre los de                            "Mi sobrino es un alma de cántaro", pensó el       aburrirse por mi hija. ¡Al demontre todos           golpear! ––dijo Nanón––. ¿Querrán romper la
su pensión, se adelantó hacia Eugenia, la besó                           clérigo, mirando al presidente, cuya cabeza        juntos! Mi hija no será para unos ni para otros     puerta?
en ambas mejillas, y le ofreció un estuche de                            desgreñada acentuaba el mal talante de su          y entre tanto, todos me están sirviendo de          –– ¿Quién diablos será? ––exclamó Grandet.
costura en que todos los utensilios eran de                              rostro moreno. ¿A que no se le ocurre una sola     anzuelo para pescar."                               Nanón tomó una de las velas y fue a abrir,
                                                                         tontería con gracia?''                                                                                 acompañada de su amo.
–– ¡Grandet! ¡Grandet! ––gritó su mujer que,         preocupado las imaginaciones de los               ––Cuarenta y siete ––gritó el viejo               variado su surtido de corbatas y de cuellos. Iba
movida por un vago sentimiento de miedo se           presentes. Su llegada podía compararse a la de    sacerdote––. Marque usted, señora de              provisto igualmente de dos fracs de Buisson y
abalanzó hacia la puerta de la sala.                 un caracol en una colmena, o a la entrada de      Grassins.                                         su ropa blanca no podía ser más fina. No le
Todos los jugadores la miraron.                      un pavo real en un gallinero del pueblo.          ¿No es éste su número?                            faltaba su estuche de aseo, todo de oro, regalo
–– ¿Y si fuésemos también nosotros? ––dijo el        ––Siéntese usted junto al fuego ––le dijo         El señor de Grassins puso una ficha sobre el      de su madre, ni sus perifollos de dandy, entre
señor de Grassins––. Ese martillazo me da            Grandet.                                          cartón de su mujer que, invadida por tristes      los cuales destacaba una encantadora
mala espina. Granssis tuvo apenas tiempo dé          Antes de obedecer, el recién llegado saludó       presentimientos, observó alternativamente a       escribanía que le había ofrecido la mujer más
vislumbrar la cara de un joven, acompañado           con mucho donaire a los reunidos.                 Eugenia y al primito de París, sin pensar en la   amada del mundo para él, por lo menos una
del mozo de las mensajerías, que llevaba dos         Los hombres se levantaron para corresponder       lotería. De vez en cuando, la joven heredera      gran señora a la que daba el nombre de Anita y
baúles enormes y arrastraba unos sacos de            mediante ana cortés inclinación y                 dirigía miradas furtivas a su primo, y la mujer   que, a estas horas viajaba marital y
mano. Grandet se, volvió bruscamente hacia           las mujeres hicieron una reverencia               del banquero se dio cuenta del creciendo de       aburridamente por Escocia, víctima de ciertas
su mujer y le dijo:                                  ceremoniosa.                                      sorpresa y de curiosidad que revelaban,           sospechas a las que no tenía más remedio que
–– Señora Grandet, vuelva usted a su juego.          ––Seguramente ha cogido usted frío ––le dijo      Carlos Grandet, guapo muchacho de veintidós       sacrificar momentáneamente su felicidad. No
Deje que yo me entienda con el señor.                la señora Grandet––. ¿Llega usted de...?          años, producía en aquel momento un singular       menos encantador era el papel que llevaba
Y a renglón seguido cerró con fuerza la puerta       –– ¡Mujeres habían de ser! ––––dijo el            contraste con los buenos provincianos que         para escribir una carta cada quince días.
de la sala donde los invitados volvieron a           tonelero, suspendiendo la lectura de una          quien más quien menos se sentían indignados       Redondeaba el equipaje un verdadero
ocupar sus puestos; pero no a continuar la           carta que tenía en la mano; dejen que el señor    por aquellos aristocráticos modales que           cargamento de baratijas parisienses, todo el
partida.                                             descanse en paz.                                  estudiaban todos con disimulo para poder          repertorio, desde la fusta que sirve para iniciar
–– ¿Es alguien de Saumur? ––preguntó la              ––Pero, papá, tal vez este caballero necesita     después caricaturizarlos a su sabor. Esto exige   un duelo hasta el par de pistolas cinceladas
señora de Grassins a su marido.                      algo ––insinuó Eugenia. ––Tiene lengua para       una explicación. A los veintidós años, los        que le ponen fin, no faltaba uno solo de los
––No, es un viajero.                                 pedirlo ––replico severamente el viñador.         jóvenes están aun demasiado cerca de la           aperos de labranza con que un joven
––Sólo puede venir de París.                         La escena no sorprendió más que al                infancia para abandonarse a las puerilidades.     desocupado ara el campo de la existencia.
––Así es ––intervino el notario consultando su       desconocido.         Los     demás      estaban   De modo que entre cien jóvenes de su edad
reloj de dos dedos de grueso que parecía un          acostumbrados a las maneras despóticas del        encontraríamos lo menos noventa y nueve que,                    ACTIVIDADES
barco holandés. Son las nueve. ¡Caramba con          viejo. No obstante, una vez cruzadas aquellas     en su caso, se habrían portado exactamente
la diligencia del Despacho Grande! Ni un día         dos preguntas y aquellas dos respuestas, el       como acababa de portarse Carlos Grandet.          1. Escribe los datos biográficos y obras
llega con retraso.                                   desconocido se levantó, volvió la espalda al      Unos días antes de aquella velada, su padre le    más importantes de Honorato de
–– ¿Es joven el señor que ha llegado? ––             fuego, levantó uno de sus pies para calentar la   había dicho que fuese a pasar unos meses en
preguntó el padre Cruchot.                           suela de su bota, y dijo a Eugenia:               casa de su hermano de Saumur. Quién sabe si
                                                                                                                                                         Balzac, en un esquema.
––Sí ––contestó Grassins––. Y trae un                ––Gracias, primita, he comido en Tours. ––Y       el señor Grandet, de París, pensaba en
equipaje que por lo menos pesa trescientos           agregó, mirando a Grandet––: No necesito          Eugenia. Carlos, que por primera vez caía en      2. Redacta las ideas principales del
kilos.                                               nada; no estoy fatigado siquiera.                 provincias, se propuso mostrar la superioridad    capítulo I , obra “Eugenia Grandet”.
––Nanón, no vuelve ––observó Eugenia.                –– ¿El señor viene de la capital? ––preguntó la   de un joven a la moda, despertar a todo el        3. Escribe otros protagonistas con sus
––No puede ser más que algún pariente de             señora de Grassins. Carlos, que                   distrito con el espectáculo de su lujo, marcar    respectivas funciones.
ustedes ––dijo el presidente.                        así se llamaba el hijo del señor Grandet, de      época en los anales de la ciudad, ser el
––Hagamos         las     puestas     ––exclamó      París, al oír la pregunta tomó un monóculo que    embajador de las invenciones parisienses. En      4.    Ilustra   las   escenas  más
suavemente la señora de Grandet––. Por las           pendía de su cuello, mediante una cadena, le      fin, para decirlo en una frase, Carlos quería
                                                                                                                                                         representativas de la obra “Eugenia
voz he conocido que el señor Grandet estaba          aplicó a su ojo derecho para examinar lo que      pasar más tiempo en Saumur que en París
contrariado; tal vez le disguste, si nota que nos    había sobre la mesa y las personas que estaban    cepillándose las uñas, pretendía presentarse      Grandet”.
estamos ocupando de sus asuntos.                     sentadas a su alrededor; detúvose con             con ese exceso de afectación que a veces el
––Señorita ––dijo Adolfo a su vecina––.              impertinencia en la señora de Grassins y,         verdadero elegante desdeña en favor de un         5. En la actualidad ¿Crees que existen
Seguramente es su primo Grandet. Un guapo            después de haberse hecho cargo de todo, le        cierto abandono no exento de gracia.              personas que aprecian bastante el
chico que vi en el baile del señor de Nucingen.      dijo:                                             Carlos llevaba en su equipaje el más lindo        dinero y tener una buena clase social?
Adolfo no siguió. Su madre le había dado un          ––Sí señora. ––Y agregó dirigiéndose a la         traje de caza, la escopeta más bonita, la         ¿Por qué?
pisotón y, en seguida, haciendo ver que le           señora Grandet––. Están ustedes jugando           cuchilla más caprichosa, la vaina más
pedía un par de sueldos para su apuesta, le dijo     a la lotería; háganme el favor de continuar la    historiada que había encontrado en todo París.
al oído:                                             partida; es demasiado divertido para que la       Llevaba también una colección de chalecos a
–– ¿Quieres callar, majadero?                        dejen .                                           cuál más ingenioso, los había grises, blancos,    ACRÓPOLIS Y EXCELENCIA FORJANDO
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Nanón, cuyos pasos y los del mozo resonaron          señora de Grassins, lanzándole miraditas de       oro, bordados, de chiné, con chal o con cuello
en la escalera, le seguía el viajero que hasta tal   inspección.                                       parado, de cuello vuelto, abrochados hasta
punto había excitado la curiosidad y                                                                   arriba, con botonadura de oro. No era menos

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Eugenia Grandet

  • 1. ––Vamos a organizar la partida de la señora Aquella alegría familiar en el salón gris mal C M NC CÓ O U IA IN I NS TI TUCIÓN E DUCATI VA PARTI CULAR Pro Ro lioE. V e z Ch zo f. ge ilch rre o 5º Grandet ––dijo la señora de Grassins. ––Ya que es el cumpleaños de Eugenia, hagan, una gran partida de lotería y estos chicos alumbrado por dos velas; aquellas risas acompañadas por el ruido de la rueca de Nanón y que sólo eran sinceras en los labios Tacna #155 Telf: 206882 Web: www.excelencia.edu.pe también podrán jugar. de Eugenia y de su madre; tanta pequeñez Y el ex tonelero, que no jugaba nunca, señaló unida a tan grandes intereses; la pobre a su hija y a Adolfo. ––Anda, Nanón, pon las muchacha que, semejante a ciertos pájaros, plata sobredorada, verdadera baratija a pesar mesas. víctimas del elevado precio que les asignan y del escudo en que las iniciales góticas E. G., ––La vamos a ayudar, Nanón, ––––exclamó la que ellos ignoran, se hallaba acosada, colmada TEMA: EL REALISMO bastante bien grabadas, pudiesen hacer creer señora de Grassins, contenta de ver la alegría de falsas pruebas de afecto; todo contribuía a otra cosa. Al abrirla, tuvo Eugenia una de esas que había causado a Eugenia. dar a la escena un triste acento cómico. ¿Por EUGENIA GRANDET alegrías inesperadas y cumplidas que hacen ––En mi vida he recibido un regalo que me ventura tiene la menor novedad? ¿No es una Era la señora Grassins una de esas enrojecer y temblar a las muchachas. gustara tanto ––dijo la heredera. escena de todos los tiempos y de todos los mujeres menudas vivarachas, rollizas, blancas Volvió los ojos hacia su padre, como para Es una preciosidad. lugares, sólo que reducida a su más simple y sonrosadas, que, gracias al régimen claustral consultarle si debía aceptar: el señor Grandet ––Es Adolfo quien lo ha traído de París y lo ha expresión? de la provincia y a los hábitos–– de una vida le dijo: escogido él mismo ––le susurró la señora de La figura de Grandet dedicado a explotar la virtuosa, se conservan jóvenes à los cuarenta ––Tómalo, hija mía ––con una entonación que Grassins al oído. fingida devoción de las dos familias y sacarles años. Son como ciertas rosas tardías, cuya hubiese consagrado a un actor. "¡Dale que te dale, grandísima lagartona! ––Se todo el jugo posible, dominaba aquel drama y vista deleita los ojos, pero cuyos pétalos tienen Los tres Cruchot quedaron estupefactos al ver decía el presidente––. ¡Lo que es si algún día, le alumbraba con vivísima claridad. El dios una especie de frialdad y cuyo perfume se la mirada gozosa y animada que la linda tú o tu marido, tenéis algún pleito, os va a Dinero, el único dios moderno, aparecía allí debilita por momentos. Se vestía con bastante heredera, a quien tamañas riquezas parecían costar ganarlo!" con todo su poder. A los dulces sentimientos gusto, mandaba venir sus trajes de París, daba increíbles, lanzó sobre Adolfo de Grássins. El notario, sentado en una esquina, miraba al de la vida no les quedaba más que un lugar el tono a la ciudad de Saumur y celebraba El señor de Grassins ofreció a Grandet un cura con placidez y se decía: subalterno; sólo hallaban asilo en tres reuniones. Su marido, ex sargento de la polvo de rapé, tomó otro para sí, sacudió los "Los Grassins, pueden intrigar cuanto quieren; corazones puros: el de Nanón, el de Eugenia y guardia imperial, herido gravemente en granitos que habían caído sobre la cinta de la mi fortuna, la de mi hermano y la de mi el de su madre. ¡Cuánta ignorancia, para Austerlitz, conservaba, a pesar de su Legión de Honor prendida al ojal de su traje sobrino, suman un millón cien mil francos. preservar su ingenuidad! Eugenia y su madre consideración para Grandet, la aparente azul, miró luego a los Cruchot con un aire que Los Grassins no llegan a reunir ni la mitad y, no sabían nada de la fortuna de Grandet; franqueza de los militares. parecía decir: "¡Paren ustedes ese golpe!". La además, tienen una hija. ¡Que no se juzgaban de la vida a la luz de sus pálidas ––Buenas noches, Grandet ––le dijo al señora de Grassins posó la vista en los búcaros compongan pues! La heredera y los regalos, ideas; no apreciaban ni despreciaban el dinero viñador, tendiéndole la mano y afectando una azules en que se habían puesto los ramos de todo vendrá para casa un día u otro." a fuerza de estar acostumbradas a prescindir de especie de superioridad con que siempre los Cruchot, buscando sus regalos con la A las ocho y media funcionaban dos mesas de él. Sus sentimientos, heridos sin que ellas aplastaba a los Cruchot––. buena fe fingida de una mujer burlona. En juego. La linda señora de Grassins había mismas lo advirtiesen, pero vivaces, así como Señorita ––agregó, dirigiéndose a Eugenia, aquella delicada coyuntura, el padre Cruchot conseguido colocar a su hijo al lado de el secreto de sus existencias, las convertía en después de saludar a la señora Grandet––, será dejó que los reunidos se sentasen en el círculo Eugenia. Los actores de aquella escena, vulgar algo aparte de aquellas gentes cuya vida era usted siempre tan guapa y tan juiciosa que uno delante del fuego y se fue a pasear al fondo de en apariencia, pero en realidad llena de interés, puramente material. no sabe qué desearle más. la sala con Grandet. Cuando los dos viejos se provistos de cartones llenos de cifras y de ¡Horrible condición la del hombre! No hay una Luego, tomándola de manos de un criado, le hallaron frente a la ventana, en el punto más colores con sus fichas de cristal azul, parecían sola de sus dichas que no esté edificada sobre ofreció una caja que contenía un brezo de El distante de las Grassins: prestar atención a los chistes del viejo notario, una ignorancia. En el momento en que la Cabo, flor recién importada a Europa y todavía ––Esa gente ––dijo el cura al oído del avaro –– que para cada número que sacaba tenía una señora Grandet ganaba un lote de diecisiete muy rara. tiran el dinero por la ventana. ocurrencia; pero todos pensaban sueldos, el mayor que se había apostado en La señora de Grassins, besó cariñosamente a –– ¿Qué importa, mientras venga a parar a mi en los millones de Grandet. El viejo tonelero aquella sala, y que la gran Nanón reía feliz, Eugenia, le estrechó la mano y le dijo: bodega? ––replicó el ex tonelero. contemplaba vanidosamente las plumas color viendo como su señora embolsaba semejante ––Adolfo es el encargado de ofrecerte mi ––Si usted quisiese obsequiar a su hija con de rosa y el flamante atavío de la señora de suma, sonó el picaporte con tal violencia que pequeño obsequio. Un muchacho alto, pálido, tijeras de oro,' medios tendría para ello ––dijo Grassins, la cabeza marcial del banquero, la de las mujeres se sobresaltaron. y rubio, de modales bastante distinguidos, el cura. Adolfo, al presidente, al clérigo, al notario, y ––No es de Saumur la persona que llama de tímido en apariencia, pero que acababa de ––Le doy algo mejor que tijeras ––respondió decíase para sus adentras: este modo ––dijo el notario. gastar en París, donde cursaba la carrera de Grandet. "Están aquí por mis escudos. Vienen a –– ¡Ave María purísima, qué manera de Derecho, ocho o diez mil francos sobre los de "Mi sobrino es un alma de cántaro", pensó el aburrirse por mi hija. ¡Al demontre todos golpear! ––dijo Nanón––. ¿Querrán romper la su pensión, se adelantó hacia Eugenia, la besó clérigo, mirando al presidente, cuya cabeza juntos! Mi hija no será para unos ni para otros puerta? en ambas mejillas, y le ofreció un estuche de desgreñada acentuaba el mal talante de su y entre tanto, todos me están sirviendo de –– ¿Quién diablos será? ––exclamó Grandet. costura en que todos los utensilios eran de rostro moreno. ¿A que no se le ocurre una sola anzuelo para pescar." Nanón tomó una de las velas y fue a abrir, tontería con gracia?'' acompañada de su amo.
  • 2. –– ¡Grandet! ¡Grandet! ––gritó su mujer que, preocupado las imaginaciones de los ––Cuarenta y siete ––gritó el viejo variado su surtido de corbatas y de cuellos. Iba movida por un vago sentimiento de miedo se presentes. Su llegada podía compararse a la de sacerdote––. Marque usted, señora de provisto igualmente de dos fracs de Buisson y abalanzó hacia la puerta de la sala. un caracol en una colmena, o a la entrada de Grassins. su ropa blanca no podía ser más fina. No le Todos los jugadores la miraron. un pavo real en un gallinero del pueblo. ¿No es éste su número? faltaba su estuche de aseo, todo de oro, regalo –– ¿Y si fuésemos también nosotros? ––dijo el ––Siéntese usted junto al fuego ––le dijo El señor de Grassins puso una ficha sobre el de su madre, ni sus perifollos de dandy, entre señor de Grassins––. Ese martillazo me da Grandet. cartón de su mujer que, invadida por tristes los cuales destacaba una encantadora mala espina. Granssis tuvo apenas tiempo dé Antes de obedecer, el recién llegado saludó presentimientos, observó alternativamente a escribanía que le había ofrecido la mujer más vislumbrar la cara de un joven, acompañado con mucho donaire a los reunidos. Eugenia y al primito de París, sin pensar en la amada del mundo para él, por lo menos una del mozo de las mensajerías, que llevaba dos Los hombres se levantaron para corresponder lotería. De vez en cuando, la joven heredera gran señora a la que daba el nombre de Anita y baúles enormes y arrastraba unos sacos de mediante ana cortés inclinación y dirigía miradas furtivas a su primo, y la mujer que, a estas horas viajaba marital y mano. Grandet se, volvió bruscamente hacia las mujeres hicieron una reverencia del banquero se dio cuenta del creciendo de aburridamente por Escocia, víctima de ciertas su mujer y le dijo: ceremoniosa. sorpresa y de curiosidad que revelaban, sospechas a las que no tenía más remedio que –– Señora Grandet, vuelva usted a su juego. ––Seguramente ha cogido usted frío ––le dijo Carlos Grandet, guapo muchacho de veintidós sacrificar momentáneamente su felicidad. No Deje que yo me entienda con el señor. la señora Grandet––. ¿Llega usted de...? años, producía en aquel momento un singular menos encantador era el papel que llevaba Y a renglón seguido cerró con fuerza la puerta –– ¡Mujeres habían de ser! ––––dijo el contraste con los buenos provincianos que para escribir una carta cada quince días. de la sala donde los invitados volvieron a tonelero, suspendiendo la lectura de una quien más quien menos se sentían indignados Redondeaba el equipaje un verdadero ocupar sus puestos; pero no a continuar la carta que tenía en la mano; dejen que el señor por aquellos aristocráticos modales que cargamento de baratijas parisienses, todo el partida. descanse en paz. estudiaban todos con disimulo para poder repertorio, desde la fusta que sirve para iniciar –– ¿Es alguien de Saumur? ––preguntó la ––Pero, papá, tal vez este caballero necesita después caricaturizarlos a su sabor. Esto exige un duelo hasta el par de pistolas cinceladas señora de Grassins a su marido. algo ––insinuó Eugenia. ––Tiene lengua para una explicación. A los veintidós años, los que le ponen fin, no faltaba uno solo de los ––No, es un viajero. pedirlo ––replico severamente el viñador. jóvenes están aun demasiado cerca de la aperos de labranza con que un joven ––Sólo puede venir de París. La escena no sorprendió más que al infancia para abandonarse a las puerilidades. desocupado ara el campo de la existencia. ––Así es ––intervino el notario consultando su desconocido. Los demás estaban De modo que entre cien jóvenes de su edad reloj de dos dedos de grueso que parecía un acostumbrados a las maneras despóticas del encontraríamos lo menos noventa y nueve que, ACTIVIDADES barco holandés. Son las nueve. ¡Caramba con viejo. No obstante, una vez cruzadas aquellas en su caso, se habrían portado exactamente la diligencia del Despacho Grande! Ni un día dos preguntas y aquellas dos respuestas, el como acababa de portarse Carlos Grandet. 1. Escribe los datos biográficos y obras llega con retraso. desconocido se levantó, volvió la espalda al Unos días antes de aquella velada, su padre le más importantes de Honorato de –– ¿Es joven el señor que ha llegado? –– fuego, levantó uno de sus pies para calentar la había dicho que fuese a pasar unos meses en preguntó el padre Cruchot. suela de su bota, y dijo a Eugenia: casa de su hermano de Saumur. Quién sabe si Balzac, en un esquema. ––Sí ––contestó Grassins––. Y trae un ––Gracias, primita, he comido en Tours. ––Y el señor Grandet, de París, pensaba en equipaje que por lo menos pesa trescientos agregó, mirando a Grandet––: No necesito Eugenia. Carlos, que por primera vez caía en 2. Redacta las ideas principales del kilos. nada; no estoy fatigado siquiera. provincias, se propuso mostrar la superioridad capítulo I , obra “Eugenia Grandet”. ––Nanón, no vuelve ––observó Eugenia. –– ¿El señor viene de la capital? ––preguntó la de un joven a la moda, despertar a todo el 3. Escribe otros protagonistas con sus ––No puede ser más que algún pariente de señora de Grassins. Carlos, que distrito con el espectáculo de su lujo, marcar respectivas funciones. ustedes ––dijo el presidente. así se llamaba el hijo del señor Grandet, de época en los anales de la ciudad, ser el ––Hagamos las puestas ––exclamó París, al oír la pregunta tomó un monóculo que embajador de las invenciones parisienses. En 4. Ilustra las escenas más suavemente la señora de Grandet––. Por las pendía de su cuello, mediante una cadena, le fin, para decirlo en una frase, Carlos quería representativas de la obra “Eugenia voz he conocido que el señor Grandet estaba aplicó a su ojo derecho para examinar lo que pasar más tiempo en Saumur que en París contrariado; tal vez le disguste, si nota que nos había sobre la mesa y las personas que estaban cepillándose las uñas, pretendía presentarse Grandet”. estamos ocupando de sus asuntos. sentadas a su alrededor; detúvose con con ese exceso de afectación que a veces el ––Señorita ––dijo Adolfo a su vecina––. impertinencia en la señora de Grassins y, verdadero elegante desdeña en favor de un 5. En la actualidad ¿Crees que existen Seguramente es su primo Grandet. Un guapo después de haberse hecho cargo de todo, le cierto abandono no exento de gracia. personas que aprecian bastante el chico que vi en el baile del señor de Nucingen. dijo: Carlos llevaba en su equipaje el más lindo dinero y tener una buena clase social? Adolfo no siguió. Su madre le había dado un ––Sí señora. ––Y agregó dirigiéndose a la traje de caza, la escopeta más bonita, la ¿Por qué? pisotón y, en seguida, haciendo ver que le señora Grandet––. Están ustedes jugando cuchilla más caprichosa, la vaina más pedía un par de sueldos para su apuesta, le dijo a la lotería; háganme el favor de continuar la historiada que había encontrado en todo París. al oído: partida; es demasiado divertido para que la Llevaba también una colección de chalecos a –– ¿Quieres callar, majadero? dejen . cuál más ingenioso, los había grises, blancos, ACRÓPOLIS Y EXCELENCIA FORJANDO En aquel momento Grandet volvió a entrar sin "Estaba segura de que era el primo", pensó la negros, color de escarabajo, con reflejos de NUEVAS GENERACIONES Nanón, cuyos pasos y los del mozo resonaron señora de Grassins, lanzándole miraditas de oro, bordados, de chiné, con chal o con cuello en la escalera, le seguía el viajero que hasta tal inspección. parado, de cuello vuelto, abrochados hasta punto había excitado la curiosidad y arriba, con botonadura de oro. No era menos