1. Aceptar la muerte, vivir el duelo (A. Pangrazzi)
Grupos de ayuda mutua, un lugar donde compartir el duelo
Quitar las espinas del camino
A lo largo del proceso vital, uno de los acontecimientos más devastadores a los que deben enfrentarse los
seres humanos es la muerte de un ser querido. En teoría, todos sabemos que moriremos algún día y que
también lo harán aquellos a los que apreciamos y nos sentimos fuertemente vinculados. Sin embargo,
vivimos en una cultura marcada fuertemente por la negación de la muerte, la ocultación sistemática del
dolor y la creencia ilusoria de que la juventud, la salud, los bienes materiales, nuestra familia y nuestros
amigos permanecerán con nosotros para siempre. Por eso, hemos querido acercarnos al tema de la
muerte, como única vivencia que todos los seres humanos compartimos. Reivindicar el duelo, romper con
los tabúes y afrontar el miedo, desde la espiritualidad, el trabajo personal o la ayuda mutua.
“Hay que buscar el espacio para comunicar el dolor"
Arnaldo Pangrazzi es religioso camilo doctor en teología y graduado en supervisión de educación de la
pastoral clínica. Junto a su labor en el Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria de Roma,
coordina la animación de diversos grupos de ayuda mutua con personas que han sufrido pérdidas. Con su
estilo claro y sencillo, aborda la experiencia del duelo ofreciendo pistas muy prácticas y realistas muchas
de las cuales están recogidas en su libro, "La pérdida de un ser querido. Un viaje dentro de la vida".
¿Qué es el duelo?
Desde el punto de vista terminológico el duelo viene del latín dolus, que significa dolor,
dolor ante el desprendimiento de alguien
o algo. Dolor frente a los desapegos que pueden ser de muy distinta naturaleza. Es
decir, se produce una situación de duelo en las cosas más sencillas hasta en las más
complicadas. Por ejemplo la pérdida de un trabajo, de la pareja, de un partido de fútbol,
de un proyecto o de un sueño. El duelo está presente en todas las parcelas de la vida, la
vida es un duelo.
¿Todas las personas reaccionan igual ante una situación de duelo?
A lo largo de nuestra existencia todos nos tenemos que enfrentar a diversas situaciones
de duelo. Hay personas que afrontan más pérdidas que otras porque hay situaciones
que escapan a nuestro control. Sin embargo, el modo en que afrontamos estos duelos
varía en función de cada una. Existen personas que desarrollan mayor conciencia y
familiaridad con el proceso de duelo diario. Interiorizan que cada cosa es un don, que
todo es vulnerable y que todo lo podemos perder en cualquier momento. Este tipo de
personas aprecian más lo que viven, son personas para las que las separaciones son
menos traumáticas. Sin embargo, en los países
del Norte recibimos mensajes contrarios. Los influjos que recibimos son lo de una
sociedad que niega el dolor, las pérdidas y que
está obsesionada con el éxito. Sin duda, la cultura del materialismo, del hedonismo, de
la relativización de los valores son obstáculos
que impiden ir al corazón de la vida, a la sustancia. Uno cree que lo externo es lo
esencial y lo interno es lo secundario. Después
de una situación de pérdida, un conflicto, un fracaso hay personas que caen
derrumbadas porque a pesar de que externamente lo tenía todo para ser feliz, le faltaba
la fortaleza interior que le permitía enfrentarse con sus fracasos y pérdidas.
2. ¿Cómo podemos educarnos en la dinámica de la continua
separación?
Las personas podemos aprender a vivir con nuestros límites, a vivir con los desapegos
que debemos experimentar a lo largo de
nuestra vida. A veces es un proceso instintivo. Otras es un proceso racional que se
produce cuando la persona aprende a interiorizar el fracaso, frente al desánimo y la
autolimitación se dice a si mismo que sí que puede sobrevivir ante la pérdida.
Otras es un proceso emotivo cuando comunicamos nuestras tristezas, manifestamos
nuestro sentido de culpabilidad o desahogamos
la rabia. Todos estos procesos nos permiten ver que podemos seguir adelante.
¿Qué es lo más difícil en una situación de duelo?
El mayor desafío ante un duelo es la aceptación, es decir, reconciliarse con la pérdida y
aprender a vivir en paz. Algunos logran la
aceptación en las primeras etapas tras la separación, otros, en cambio, el desafío de la
aceptación se convierte en el logro de su vida y hay otros que nunca lo consiguen. Sin
duda, cada persona tiene que experimentar su propio proceso. Profesionales, psicólogos,
psiquiatras, sacerdotes tenemos que estar presentes para facilitar el proceso, pero las
personas tiene que asumirlo
y aceptarlos. En este sentido, la comunicación es clave para lograr la aceptación de la
pérdida. De alguna forma hay que buscar el espacio para comunicar el dolor, el vacío
que se siente tras la pérdida. cada persona practica, entiende o da testimonio de su fe.
Para algunos su fe está ligada a su pertenencia religiosa en la que su fe se expresa
desde una doctrina, la católica, la judía, la islámica… Para otras la fe es tener una
conexión con otra realidad trascendente a la vida que va más allá de lo material. Buscan
su fe en el significado más profundo de las vivencias humanas. Por otro lado, para otros
la fe es en alguien o algo. Para otros la fe es donación, entregarse a los demás,
en amar a Dios y al prójimo como a ti mismo. También hay quienes entienden su fe
como estar en paz consigo mismo, es decir,
con sus propios límites y los dones que ha recibido intentando compartir con los otros.
Para otros, en cambio, es vivir con la impotencia, aceptar la mortalidad e intentar ver
que la única certidumbre es la incertidumbre: valorar el presente.
En definitiva, la fe, en cualquiera de sus manifestaciones, ilumina las etapas de la vida,
pérdidas incluidas ■
Entrevista a Arnaldo Pangrazzi profesor en el Camillianum,
Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria (Roma)
Alandar 252, noviembre 2008
3. LOS CONTENIDOS
El duelo es una de las experiencias más dolorosas que se atraviesan en la
vida. Es un proceso lleno de etapas, momentos y tareas a las que hay que
hacer frente. “¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Meditación cristiana en
el duelo”, es una guía que busca acompañar a aquellos que hayan perdido a
un ser querido desde una perspectiva cristiana. En él se brindan consejos,
palabras de ayuda, oraciones y diferentes ideas para superar el proceso de
duelo y sus etapas acompañados de diferentes textos evangélicos. Todo esto
ayudará a las personas que estén pasando por una situación complicada,
ante el fallecimiento de un familiar o un amigo, a entender mejor lo que
está sucediendo.
El manual está formado por seis partes, “Acompañarte”, “El camino del
duelo“, “El camino de la fe”, “Imágenes para acompañar el duelo como
testigos”, “El duelo y los niños” y “Sentido de las Exequias”. A través de
sus diferentes capítulos se buscar resolver algunas dudas que todos nos
hemos planteado en alguna ocasión como ¿Para qué la vida? ¿Por qué el
sufrimiento? ¿Qué queda tras la muerte? ¿Qué será de la vida de quién ha
muerto? ¿En qué quedarán sus acciones? ¿Ahora qué? ¿Hay posibilidad de
reencuentro con la persona amada? ¿Dónde hallar esperanza que realmente
sea seguridad aunque no podamos ver aquello que esperamos? ¿Por qué ha
permitido Dios esta muerte? ¿Podré comunicarme de nuevo con quien amo y ha
muerto? ¿Se ha acabado todo?”.
¿CÓMO VIVIR EL DUELO?
Cuando sufrimos por la pérdida acelerada o anticipada de un ser querido o,
de una persona conocida, surgen pensamientos muy profundos sobre el
sentido de la vida, de las relaciones interpersonales y sobre todo del
amor.
El evento de la muerte, nos afronta ante el misterio de la vida, un suceso
que nos desgarra, remueve nuestras creencias, provocándonos un inmenso
dolor y vacío. Se trata del duelo. ¿Cómo acompañar a quienes lo sufren y
transitar nosotros mismos por estos procesos de vida?
La palabra “duelo” proviene del latin “dolus”, significa literalmente
“dolor”. Es decir, estar en duelo es sentir dolor, en muchas ocasiones
intenso, un sufrimiento que se expresa en todas las extensiones
constitutivas del ser humano: espiritual, emocional, social, cultural y
física.
Soporte espiritual es clave
Según explica el teólogo y psicólogo Edwin José Mora Guevara, la
percepción que cada persona tiene sobre el duelo y la resolución adecuada
o inadecuada del mismo está mediada por elementos individuales que poseen
las personas durante su formación en la familia o la cultura en que están
4. insertos: “Tanto la muerte, como el duelo siguen siendo un tema tabú,
porque no hemos sido educados para vivirlos sanamente”.
El teólogo explica que, la manera de afrontar las pérdidas inculcadas en
el seno de la familia y la sociedad influirán en la intensidad del duelo.
Es decir, frente a la muerte de un ser querido, la unidad y de
solidaridad de la familia serán fundamentales para afrontar el duelo: “Si
una familia se inserta en una cultura abierta a tocar los temas sobre la
muerte y el dolor y no evadirlos, la resolución del duelo será positiva.
De ahí la importancia de educar a la sociedad a afrontar estos temas
difíciles”.
Mora advierte que, propiciada cualquier situación de muerte: por
accidente, enfermedad crónica, terminal, natural o violencia, es necesario
brindar un acompañamiento pastoral, un soporte espiritual mediante
acciones pastorales conjuntas que susciten: apoyo, sostén, firmeza,
auxilio a otras personas que sufre: “Este proceso se convierte en un
proceso de manera constructiva y afirmativa para la persona y sus
familias, amigos, con el respeto de sus pensamientos y sentimientos,
especialmente en relación con la espiritualidad”.
En esta etapa señala Mora, es preciso que los agentes de acompañamiento
pastoral al lado de las familias puedan identificar las diferentes etapas
del duelo, para que puedan acompañar con imágenes afirmativas y
constructivas sobre Dios, siempre partiendo de la espiritualidad de la
persona, porque el no saber que “decir”, en una etapa de confrontación,
por ejemplo, podría producir ira y alejamiento por lo que no es del todo
recomendable. Poco a poco la persona irá asumiendo la realidad”.
Esperanza en el duelo
Los expertos en el tema consideran que los procesos de duelo nos acompañan
durante toda nuestra vida, desde el nacimiento (primer ruptura) hasta la
muerte (última ruptura). Cuando se da una ruptura con relación a allegados
y seres queridos, se considera la más aguda y la causante de traumas:
“Cada persona vive la intensidad del duelo de diferente manera, cuanto más
intensa sea nuestra relación afectiva con alguien o con algo que perdimos
mayor será el dolor experimentado ante la situación”, señala Mora.
Cuando la familia enfrenta la noticia de que uno de sus miembros padece
una enfermedad terminal, o bien porque ha fallecido a consecuencia de un
accidente, un acto criminal…, se comienza a vivir el duelo, desde la
comunicación misma de la noticia. Se trata de una experiencia dolorosa a
la cual nos vemos enfrentados todos en algún momento de nuestras vidas.
La fe no consiste en ignorar la muerte ni en cerrar los ojos, sino en ir
más allá, sin cesar, a pesar de darse cuenta plenamente y a pesar de
estarla experimentado: “Lo que afrontó Jesús, nosotros lo afrontamos, a
partir de su victoria y, por tanto desde la esperanza”, dijo Mora.
Acompañamiento
5. En el escenario del acompañamiento a quien vive el duelo, con frecuencia
nos encontramos con personas que en aras de dar consuelo, tanto a los
enfermos como a las familias, más bien exhortan expresiones de resignación
o frases hechas, quizás con el fin de apaciguar la angustia producida por
el silencio y salir al paso del no saber qué decir: “Trata de olvidar;
mejor así; ahora será más feliz en el cielo; Dios lo ha querido; sólo los
buenos se mueren….”.
Según Elizabeth Víquez, del área de atención espiritual de la Fundación de
Cuidados Paliativos en Alajuela, la experiencia del acompañamiento
refuerza el convencimiento de que el tema del duelo debe ser atendido
responsablemente, tanto por los profesionales: sacerdotes, psicólogos,
trabajadores sociales y médicos, así como por las personas que sienten que
pueden brindar un apoyo espiritual: “El dolor producido por las pérdidas,
de cualquier forma, es muy hiriente, pues nadie puede devolver a la
persona amada, sin embargo cuando se comparte el dolor se hace es más
llevadero”.
Víquez explicó que a los pacientes, sin importar el credo religioso, se
les brinda un acompañamiento espiritual. Además, a sus familiares se les
ofrece este servicio aún después de fallecida la persona. “Tratamos de
persuadir a los pacientes católicos para que reciban la Unción de los
Enfermos, también coordinamos con los párrocos para que los atiendan en
sus hogares y reciban la Comunión. Cuando se trata de hermanos de
diferentes denominaciones, preguntamos si el Pastor los visita o si se
congregan. Tratamos de atenderles en todo momento siempre y cuando el
tiempo lo permita. Nuestra misión está en conversar con ellos, les dejamos
expresar su sentimientos y luego oramos juntos, les leemos La Palabra de
Dios u oraciones de libros atenientes a la misma situación para poder
prepararlos a esa partida”.
Quienes acompañan durante los procesos de duelo, señala Víquez, deben
saber que pueden estar animados por la espiritualidad, porque desde la fe,
la pregunta por el sentido del sufrimiento por parte de los enfermos y sus
familiares no obtiene respuestas racionales: “Es ahí donde la persona
cuenta con alguien a quién dirigir la pregunta. El ¿por qué a mí?, ¿por
qué Dios lo permite?, ¿hasta cuándo? son preguntas que, dirigidas a Dios,
tienen talante de oración auténtica: en sintonía con la experiencia
personal”.
Al respecto, Jean Mounbourquette y Dense Lussier en su libro “El tiempo
precioso del final”, apuntan a que si bien es cierto que la elaboración
sana del duelo depende de muchos factores, gran cantidad de personas ven
en este proceso a Dios como una fuerza amenazadora, que hay que controlar:
“Para ellos, es el momento de negociar con Él para recibir una cura o una
prórroga a su cercano fin”.
Así también, señalan los autores, otras personas impactadas por el
6. silencio de Dios experimentan preguntas como ¿dónde está Dios?, ¿dónde se
esconde? ¿por qué se muestra tan distante e inabordable en el momento en
que más lo necesitan?
Preparando el duelo
La fe permite asimilar de mejor manera las reacciones humanas ante la
muerte y el duelo. Tenemos el ejemplo del mismo Jesús, al enterarse de la
muerte de su amigo Lázaro, no se ahorró la expresión de su tristeza
llorando (Jn 11, 35). La fe, como la oración, pueden ser purificadas al
tocar el final de la vida de un ser querido.
Por eso la Iglesia ofrece signos de amor y de compasión de Cristo respecto
de los enfermos. Según Mounbourquette y Lussier: “en primer lugar está la
visita y la comunión de los enfermos, amor de Jesús presente en su cuerpo,
en y por la comunidad. Luego, el sacramento de la reconciliación, el
perdón incondicional de Jesús, la unción de los enfermos, presencia de
Jesús, fuerza en la prueba y sostén en la enfermedad, y los “sacramentos
de los moribundos” son el “viaticum”, la última comunión, que da la fuerza
de Cristo resucitado y la oración de recomendación de los moribundos en el
momento mismo de la muerte”.
Por su parte, Alfons Gea autor del libro “Acompañamiento en la pérdida”
señala que: “Ritualizar los momentos más significativos de la vida humana
es una necesidad social y la muerte en sí misma supone la desaparición de
una etapa vital y el nacimiento de otra”. Para él, acompañar pastoralmente
a las personas escuchándolas, posibilita la expresión de sus sentimientos,
animándolas a encontrar de nuevo sentido y horizonte, siendo signos de
esperanza, fortaleciendo la fe en el Dios de gracia y amor incondicional.
Todo ello con el fin de posibilitar niveles de calidad en la vida o
dignidad ante la muerte
7. Un misericordioso camino
Desde mi experiencia personal por la pérdida de una hermana, y desde el
espacio pastoral, “acompañar en el duelo”, que en nuestra Unidad Pastoral
estamos intentando ofrecer, voy a entresacar algunos párrafos que me han
parecido especialmente interesantes de este Pliego que la Revista Vida
Nueva
Frente a la muerte, la comunidad de la esperanza
En conversaciones coloquiales muchas veces hemos oído decir: “en esta vida
todo tiene solución, menos una sola cosa...” Y yo pienso para mis adentros
que “esa cosa”, la realidad de la muerte, también tiene solución, cuando
somos capaces de encontrarle un sentido, de encajarla en la luz de la
esperanza cristiana... Merece la pena creer, amar y luchar, porque hasta
esa realidad última y demoledora puede llegar a tener una soluciónpositiva
y saludable. En este sentido tendría razón S.Freud cuando afirmaba que
“parasoportar la vida hay que estar dispuesto a aceptar la muerte”....
Ante la muerte, dice J.A.Pagola, el ser humano experimenta un conjunto de
sentimientos dominados por el desconcierto, la impotencia y el miedo, y
que el hombre actual tampoco sabe cómo enfrentarse a la muerte. Y sigue
diciendo José Antonio: ( aquí, en esta cultura) la Iglesia ha de escuchar
“las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo” (G. et S.), ante la muerte. Ella está llamada a ser también hoy la
comunidad de la esperanza, y su primera tarea es despertarla en el corazón
de loshombres.
La fe: una buena herramienta en el duelo
Todo ser humano posee una dimensión interior propia que, de alimentarla o
no, le
permite emerger de las adversidades reforzado o debilitado. El patrimonio
espiritual
está caracterizado por los valores humanos y de expresión religiosa que el
individua ha
integrado y que le han transmitido la familia, la iglesia, la escuela o la
vida. El impacto
con la muerte puede poner en crisis una determinada y, a veces, ingenua
visión de la fe,
pero también puede madurarla y profundizar las convicciones.
......... En muchas ocasiones se nos ha preguntado directamente si es
cierto que la fe
ayuda a superar la muerte de un ser querido. Numerosos terapeutas e
investigadores
en temas de duelo llegan a afirmar que la fe es una “herramienta” más.
Para muchas
personas una herramienta muy importante, y que sólo la utiliza quien la
tiene a su
alcance..... En más de una ocasión no vemos todas las herramientas con las
que contamos,
y alguien más avezado en estos asuntos nos las tiene que mostrar o ayudar
a encontrarlas
8. con los ojos bañados en lágrimas.
Ante la muerte de un ser querido, nos vemos obligados a abrir nuestra caja
de
herramientas. Y allí está también tu fe. No la fe en abstracto, sino tu
propia fe, la que tú has
recibido y trabajado a lo largo de tu vida: si la conservaste de manera
infantil, se mostrará
como una fe inmadura; si se fue inflando de fobias, de temores estará
llena; y si la cuidaste
día a día, seguramente te sorprenderá como una realidad madura y
enriquecedora para
este delicado momento de tu vida. Esa fe no te habrá evitado el dolor y la
realidad de la
pérdida, pero sí que te puede ayudar a afrontarla. La fe madura ilumina la
irreversibilidad
de la muerte del ser querido, el hueco que deja y la ausencia crónica que
ya nos
acompañará de por vida. La luz que en estos momentos nos brinda la fe está
envuelta de
lágrimas serenas, en silencio necesario, en gozo sin palabras, en tristeza
adecuada y en
ganas de vivir, sabiendo que, a partir de ahora posiblemente se inicie una
carrera llana de
9. obstáculos, pero uno no se encuentra solo. Cristo te acompaña, sin hacer ruido, como en el
camino de Emaús.
Comunicar esperanza cristiana
González de Cardenal, insigne teólogo, y ya huérfano dice: “¿No tiene el hombre otra
posibilidad que el silencio, la mudez, la desistencia? Si sólo fueran posibles esas actitudes,
la muerte del prójimo sería casi la muerte propia”. La muerte, que no es pensable, necesita
ser pensada; que no es deplorable, necesita ser llorada; que no es decible, necesita ser
dicha; que no es integrable, necesita ser integrada. Sólo así el hombre hace justicia a los
hechos reales y a la no menos real necesidad de ser libre en el mundo y de mantener
enhiesta la esperanza. Y la esperanza agonizaría – concluye el teólogo - si el hombre no
tuviera otra posibilidad que el silencio resentido o el rechazo violento. La suerte de los
cristianos es que nuestra fe en Cristo muerto y resucitado se nos presenta como
una Buena Noticia para iluminar de una forma potente los momentos de mayor
oscuridad antropológica, como son la enfermedad, la muerte y el consiguiente período de
duelo posterior.
Aportación de la Iglesia
.... La Iglesia, como comunidad, está llamada a prestar una atención especial a
las personas en duelo para que en el dolor sufrido no se sientan solas u olvidadas, sino
que adviertan la fuerza del respaldo comunitario. Su proximidad y cuidado se puede
expresar a través de diversas iniciativas:
A nivel litúrgico:
Liturgia de conmemoración de los difuntos de la parroquia en ocasiones particulares.
Momentos de reflexión comunitaria sobre el tema de la muerte, el duelo y la esperanza cristiana.
Invitación extendida a personas en duelo para participar en grupos de oración.
A nivel pastoral
Visitas a los domicilios de personas en duelo y que durante la enfermedad de un familiar ya
fueron acompañadas por los miembros del equipo de pastoral de la salud.
Creación de un espacio ( grupo) de acompañamiento en el duelo
( www.santamariadeolarizu.org) en documentos de interés y comisión de mayores y
enfermos.
A nivel socio-educativo
Promoción de grupos de ayuda mutua para personas que han sufrido una pérdida
( Cfr. WEB anterior)
Elaboración de un programa de conferencias sobre la muerte y el duelo, por profesionales.
Apoyo a los “centros de escucha” que están trabajando en la misma zona o ciudad a los que se
pueden dirigir las personas en duelo.
La vida sigue; no tengas miedo.
José Ramón Urbina
10. obstáculos, pero uno no se encuentra solo. Cristo te acompaña, sin hacer ruido, como en el
camino de Emaús.
Comunicar esperanza cristiana
González de Cardenal, insigne teólogo, y ya huérfano dice: “¿No tiene el hombre otra
posibilidad que el silencio, la mudez, la desistencia? Si sólo fueran posibles esas actitudes,
la muerte del prójimo sería casi la muerte propia”. La muerte, que no es pensable, necesita
ser pensada; que no es deplorable, necesita ser llorada; que no es decible, necesita ser
dicha; que no es integrable, necesita ser integrada. Sólo así el hombre hace justicia a los
hechos reales y a la no menos real necesidad de ser libre en el mundo y de mantener
enhiesta la esperanza. Y la esperanza agonizaría – concluye el teólogo - si el hombre no
tuviera otra posibilidad que el silencio resentido o el rechazo violento. La suerte de los
cristianos es que nuestra fe en Cristo muerto y resucitado se nos presenta como
una Buena Noticia para iluminar de una forma potente los momentos de mayor
oscuridad antropológica, como son la enfermedad, la muerte y el consiguiente período de
duelo posterior.
Aportación de la Iglesia
.... La Iglesia, como comunidad, está llamada a prestar una atención especial a
las personas en duelo para que en el dolor sufrido no se sientan solas u olvidadas, sino
que adviertan la fuerza del respaldo comunitario. Su proximidad y cuidado se puede
expresar a través de diversas iniciativas:
A nivel litúrgico:
Liturgia de conmemoración de los difuntos de la parroquia en ocasiones particulares.
Momentos de reflexión comunitaria sobre el tema de la muerte, el duelo y la esperanza cristiana.
Invitación extendida a personas en duelo para participar en grupos de oración.
A nivel pastoral
Visitas a los domicilios de personas en duelo y que durante la enfermedad de un familiar ya
fueron acompañadas por los miembros del equipo de pastoral de la salud.
Creación de un espacio ( grupo) de acompañamiento en el duelo
( www.santamariadeolarizu.org) en documentos de interés y comisión de mayores y
enfermos.
A nivel socio-educativo
Promoción de grupos de ayuda mutua para personas que han sufrido una pérdida
( Cfr. WEB anterior)
Elaboración de un programa de conferencias sobre la muerte y el duelo, por profesionales.
Apoyo a los “centros de escucha” que están trabajando en la misma zona o ciudad a los que se
pueden dirigir las personas en duelo.
La vida sigue; no tengas miedo.
José Ramón Urbina