Este documento analiza la elección de Alan García como presidente del Perú en 2006 a pesar de su desastroso primer mandato en los años 80. Explica que García logró formar una amplia coalición de sectores de centro a derecha que veían a García como la mejor opción para enfrentar la candidatura más radical de Ollanta Humala. El documento sugiere que García ahora busca consolidar este nuevo apoyo urbano y de clase media para asegurar la continuidad del modelo económico neoliberal de los últimos 20 años.
La transmutación de Alan García y la modernización peruana
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La modernización peruana y Alan García
Raúl Wiener
En 1990 el Perú estableció un récord extremadamente difícil de igualar: eligió como presidente
a un individuo que no existía políticamente antes de la votación y del que la enorme mayoría
de los que lo apoyaron nunca había oído hablar[1]. Dieciséis años después, esta hazaña fue
sin embargo superada cuando el ganador resultó siendo un personaje al que todo el mundo
conocía, pero que tenía una opinión negativa del 70% de los peruanos que aseguraban que
nunca más votarían por él.
Alan García fue por muchos años identificado como el peor presidente de la historia del
Perú[2], y su nombre era una evocación de las peores cifras de inflación, recesión, violencia y
desorden político. Y era además un acusado de delitos de corrupción y enriquecimiento ilícito,
que hizo prescribir los procesos sin esclarecerlos, y un corresponsable de graves violaciones
de derechos humanos que todos conocen y que están quedando impunes.
Sin embargo no fue una crisis de memoria lo que lo devolvió al poder en el 2006. Todos sabían
quién era, pero piadosamente hubo un segmento clave de la población, precisamente el que
se reputa de más culto, preparado y acomodado, que suspendió sus recuerdos para elegir a su
propia “bestia negra”, por considerar que de cualquier manera era “meno malo”, que el otro
competidor, del que no sabían casi nada, pero les provocaba inmenso miedo. Esa votación la
llamaron de “las narices tapadas” para explicitar que sentían asco por lo que estaban haciendo.
Los cálculos sobre los que se construyó la elección indicaban que la final más probable era la
que iba a enfrentar la candidata de las derechas: Lourdes Flores, con la ventaja de la novedad
de ser mujer, y el candidato del viejo partido aprista, que cargaba un enorme pasivo, pero que
tenía a su favor una organización con clientela propia y una imagen de estar en el medio de los
extremos, que le aseguraba que de todas maneras sería parte de la pelea con un techo entre 20
y 25%, del cual difícilmente podría elevarse.
Este esquema pasaba por alto el “voto popular” que en el Perú se ha convertido en un factor
independiente e impredecible desde finales de los años 70, y que se ha inventado candidatos de
ocasión frente a los favoritos de la derecha política y económica, y a los partidos tradicionales.
Para las últimas elecciones, ese lugar fue llenado por el comandante (r) Ollanta Humala, que
expresaba un radicalismo a tono con los cambios políticos que están ocurriendo en América
Latina y una veta nacionalista de la tradición militar (Velasco), así como antecedentes de estar
dispuesto a pasar a la acción (Locumba, Andahuaylas) y una franca enemistad con los políticos
profesionales.
Algunos dicen que fue la propia derecha la que disparó a Humala como alternativa al querer
presentarlo como un “peligro”, exagerando sus posibilidades y distorsionando sus propuestas,
pero aún si fue así, la verdad es que sólo ayudó a que los sectores populares se percataran de su
2. existencia y se corrieran hacia él. Así la derecha que necesitaba un enemigo para cohesionarse,
habría puesto su contribución a crear uno que estuvo a punto de ganarle.
Y es eso lo que obliga finalmente a voltear la mirada a García en su condición de “mejor
candidato” para enfrentar el riesgo, que es lo que modifica la percepción sobre su persona.
La derecha política y social, como antes la propia APRA, se convencieron que no podían
prescindir, por más resistencias que produjera, de ese fenómeno político que es García, capaz
de todos los discursos, todas las promesas y todas las adaptaciones necesarias para ganar.
Pero este papel de recurso de emergencia de un arco muy amplio de sectores que reaccionaron
a la candidatura-peligro no fue neutro o meramente táctico para la elección. En realidad en el
paso de García I a García II, que toma un lapso de 20 años, se produce una transmutación que
tiene que ver con a quién hay que dirigirse para hacer una mayoría en las elecciones. En los 80,
García buscaba quitarle espacio y jalarle votos a la izquierda con un juego populista, mientras
que en los 2000 lo que trata de apropiarse es del papel de verdadero partido de las inversiones,
que equivale a liderar a esa parte del país de centro a derecha que no quiere que se altere el
modelo económico.
Definitivamente a García ya no le interesa el “voto popular”, de los pobres, las provincias del
interior, la sierra, la selva, que antes lo encandilaba, ya que no cree que pueda conquistarlo. La
experiencia le dice que el 2006 logró una coalición político-social estrechamente mayoritaria,
pero que podría ser señal de que el país “empieza a parecerse a Chile” ya no sólo en las
inversiones y la apertura, sino en una clase media más ancha que decide sobre la política y que
en situaciones polarizadas opta por el conservadorismo de derecha, antes que por el riesgo de
la izquierda. Este es un voto capitalino, costero, urbano, globalista, proexportador, asustadizo,
etc. El punto es si la política 2006-201, ampliará esta franja y disminuirá la de la protesta, y si
estará surgiendo por fin una masa crítica de continuismo, que según esta mirada, es el primer
escalón al primer mundo.
Es verdad que se puede discutir si realmente este fue el camino que recorrió Chile, con
la dictadura y las transacciones políticas posteriores, y con una clase dominante bastante
diferente a la peruana; o sobre el mito de la modernización chilena y su aproximación a las
sociedades desarrolladas, que ha sido un tema de nuestros países, hasta que el Perú se prendió
de la fórmula; y finalmente si nuestro país tiene la estructura social, económica e institucional
para proponerse caminos paralelos a los de los sureños y si eso es lo que realmente está
ocurriendo. Claramente se ve ahora que hay un interés de los organismos internacionales
por señalar al Perú como el siguiente país plataforma, hacia dónde deben ir los capitales,
los créditos y los acuerdos internacionales, en donde las estadísticas empiezan a hablar de
reducción de la pobreza y del número de pobres, aunque eso no se sienta al salir a la calle y al
mirar el rostro de la gente.
No tanto que ya somos un modelo, sino que tenemos la oportunidad para empezar a serlo. Y
en plena crisis internacional, cuando los vecinos del sur dan la impresión de tener mayores
complicaciones que las nuestras. La modernización peruana de los 2000, puede leerse entonces
desde el ángulo económico como una concentración de propiedad y una asociación del Estado
con grupos económicos para explotar todos los resquicios de negocios de un país que hasta
3. hace unos años era casi un sinónimo de crisis, y que ahora parece una pera en dulce para
inversionistas aventureros y corruptos de distinta estirpe; y desde el lado político, como un
proyecto para armar una nueva mayoría nacional que asegure que el marco legal que se
construyó en 20 años, no sea destruido por un voto incontrolado.
Alan García ha recorrido sesenta años de su vida improvisando discursos y tácticas para poder
triunfar en la política peruana donde todo fue siempre una aventura sin mucha posibilidad de
cálculo. Pero cuando ya está empezando a acabarse su segunda temporada de gobierno quiere
hacernos creer que por fin a llegado a dominar la disciplina económica del mundo, al extremo
de haberse pronunciado sobre seguro de que la actual crisis global se está cerrando con un
nuevo impulso a la economía de las finanzas y de los mercados abiertos, que serán las bases
de la recuperación. En otras palabras, que el sistema neoliberal no caerá, sino que se verá
reforzado. Y que los votantes ya no necesitarán de un prestidigitador que les diga una cosa para
hacer otra, con las que él ganó todas sus elecciones. Ahora, por el arte de la modernización
deberemos votar quedarnos con el país que antes la mayoría quería cambiar radicalmente. Y
aceptar el papel de guardián de la estabilidad del futuro, al protagonista de algunos de los más
importantes hitos de inestabilidad de nuestra historia.
Noviembre 2009
[1] Se refiere a la elección de Alberto Fujimori.
[2] García fue presidente entre 1985 y 1990, en un período de grave crisis. Otros gobernantes han sido calificados
como irresponsables, corruptos, autoritarios, en una historia política poco edificante.