3. Paz
José LuisTrueba Lara
(selección, introducciones y notas)
Isócrates, Aristóteles, Lucio Anneo Séneca, Agustín de Hipona,
Tomás de Aquino, Pico de la Mirándola,Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam,
Francis Bacon, Rene Descartes, John Locke,Thomas Hobbes, Montesquieu, I. Kant,
John Stuart Mili, V. I. Lenin, Juan XXIII, U Thant
Prólogo de Rigoberta Menchú Tum
4.
5. Paz
José LuisTrueba Lara
(selección, introducciones y notas)
Isócrates, Aristóteles, Lucio Anneo Séneca, Agustín de Hipona,
Tomás de Aquino, Pico de la Mirándola,Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam,
Francis Bacon, Rene Descartes, John Locke, Thomas Hobbes, Montesquieu, I. Kant,
John Stuart Mili, V. I. Lenin, Juan XXIII, U Thant
Prólogo de Rigoberta Menchú Tum
AGUILAR Libros del Rincón
7. Contenido
Contenido
Contenido
Contenido
Prólogo
Rigoberta Menchú Tum 11
Introducción general 15
La antigüedad clásica
Las ideas sobre la paz
en la antigüedad clásica 21
Una oración por la paz
Isócrates 25
La mansedumbre
Aristóteles 31
Contra la ira
Lucio Anneo Séneca 35
CONTENIDO
8. La Edad Media
o Las ideas sobre la paz
■o
en la Edad Media 43
La paz de Dios
• ■■■ Agustín de Hipona 45
c Gobernar para la paz
Tomás de Aquino 49
ai El Renacimiento
El descubrimiento
c
del hombre y la paz 57
De la dignidad del hombre
o
Pico de la Mirándola 61
La paz en Utopía
u
Tomás Moro 65
La locura de la guerra
Erasmo de Rotterdam 71
De la venganza
Francis Bacon 73
La Ilustración y el siglo xix
Nuevas ideas para la paz 79
El hombre violento
Rene Descartes 81
CONTENIDO
9. Si la paz fuera posible
John Locke 85
Las naciones y la paz
Thomas Hobbes 87
Paz y guerra
Montesquieu 91
La paz perpetua
I.Kant 97
El beneficio de la comunidad
John Stuart Mili 103
El siglo xx
La paz en un mundo terrible 111
La paz y la I Guerra Mundial
V. I. Lenin 113
Encíclica para la paz
Juan XXIII 117
Contra las armas nucleares
U Thant 121
CONTENIDO
10.
11. Prólogo
tzil. Paz. Peace. Paix. Pace.
Friede. Salam. Shalom. Es una
palabra tan corta y tan sencilla
de pronunciar, no importando
el idioma que se hable. Pero es
de los conceptos más profundos
y complejos que han recorrido el camino de sueños,
esperanzas, incertidumbres y dolor de la humanidad,
construyendo valores culturales y espirituales y forjando
las más grandes civilizaciones de los pueblos que han
habitado nuestro planeta.
Aunque la paz haya anidado como un sinónimo de vida
en la convivencia de los pueblos castigados por la guerra,
este concepto no se limita a calificar la ausencia de
conflicto, sino que lo trasciende y se nutre de la energía
de la vida y la ilusión de bienestar y fraternidad.
Desde el origen de nuestra humanidad, mujeres y
hombres han asumido la paz como un código de ética
que garantice la armonía, posibilite el desarrollo y el
RIGOBERTA MENCHU TUM ■ PRÓLOGO
•11-
12. anhelo de asegurar el bienestar común. La mayoría de las personas más humildes del planeta entiende,
practica, vive y sueña la paz como en contra de la destrucción, el honor, la brutalidad, la agresión, la
guerra y la muerte.
Pero la palabra paz es también una de las más brutalmente usadas y manipuladas para alcanzar
objetivos deleznables, contrarios a la más elemental noción de humanidad. En su nombre se han
cometido todo tipo de atrocidades, verdaderos atentados contra la dignidad humana. Un historiador de
la antigüedad dijo alguna vez que los romanos arrasaron territorios y le llamaron paz.
Los gobernantes, las potencias mundiales y los actores de la guerra utilizan esa misma palabra, paz,
para justificar sus aventuras bélicas y, con frecuencia, para encubrir los más repudiables crímenes que
ofenden la dignidad y la conciencia humanas. Si algo han sabido hacer los beneficiarios de la guerra es
disfrazarla con el traje de la paz, adoptando así un discurso que, si se lo ve únicamente en su superficie,
puede seducir a los ciudadanos; pero, al hilar más fino, podemos descubrir, detrás, un discurso prestado
y disfrazado, que esconde los objetivos reales de los seguidores del belicismo. El discurso de la paz ha
sido útil a quienes más han renegado de ella, los políticos de la guerra, los empresarios de la guerra, los
hacedores de la guerra...
El Diccionario de la Lengua Española contiene, en su versión 2001, 10 definiciones de paz, más
otras tantas expresiones que la incluyen. Una de las que más llaman mi atención es "sosiego y buena
correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las
disensiones, riñas y pleitos". Si hacemos un esfuerzo por valorar, de manera integral, la grandeza de
las vidas que coexisten en nuestro entorno, los complejos procesos por los que ha pasado la humanidad, la
lucha diaria de la gente por ser mejor, entenderemos que la paz es cultura que construye, es educación,
es respeto, es la práctica de la tolerancia, es un gran compromiso con la vida y, por lo tanto, es una misión
social de cada uno de nosotros. Todos estamos llamados a defender las grandes cualidades individuales
y colectivas de nuestras sociedades, no dejar nuestro destino en manos de otros y no permitir ser carne
de cañón, pagando el costo de guerras ajenas. Nos toca defender la dignidad de las víctimas de las
guerras, quienes, en su mayoría, son niñas, niños, mujeres, ancianas y ancianos.
Si la paz que defendemos es la posibilidad de convivir en armonía, tenemos que construirla todos
los días, en todos los círculos en los que nos desenvolvemos, y sentir la indignación contra todo tipo de
violencia que rompa esa armonía. Las dos guerras mundiales que ocurrieron en el siglo pasado y que
acabaron con la vida de millones de personas, sin contar toda la destrucción material, son suficientes
PRÓLOGO • RIGOBERTA MENCHÜ TUM
•12-
13. para entender que ninguna guerra puede hacerse en nombre del bienestar de los pueblos. La humanidad
ha pasado por periodos de extrema crueldad, y tal pareciera que persiste en repetir, una y otra vez, el
tropezón con la misma piedra. Corea, Vietnam, Nicaragua, Panamá, los Balcanes, Chechenia, Afganistán
y ahora Irak son los nombres del oprobio, de las lecciones nunca aprendidas por el hombre, en lugar de
representar el "nunca más" que la paz necesita para florecer.
Este libro es fundamental para conocer algunas de las ideas generadas a lo largo de los siglos sobre el
concepto paz, cuya comprensión puede facilitarnos el entendimiento de nuestra realidad actual. Este
libro recoge elocuentes discursos de los más grandes pensadores de la historia, cuya vigencia se mantiene
hoy. Si lo revisamos detenidamente, veremos que la utilización del término para justificar otros fines
no ha variado en su evolución histórica: la guerra para alcanzar la paz, la "pacificación" como su
sinónimo, la violación de los derechos más elementales para "sostenerla". Del mismo modo, encontramos
una concepción positiva de la paz: el respeto al derecho internacional y a la soberanía de los pueblos,
la paz como motor del bienestar de esos mismos pueblos.
Este libro demanda que no nos quedemos con una lectura superficial. Debemos reflexionar y capitalizar
su contenido, por medio del análisis, la reflexión y la meditación. Confrontemos nuestras ideas con las de
otros, las de nuestras familias, las de nuestros compañeros, las de nuestros amigos, con las de todos los
que nos rodean. Sembremos en ellos la inquietud de promover la paz, de vivirla y de gozarla.
De esta forma, nos convertiremos, poco a poco, en constructores y motivadores, pues aflorará la
necesidad de realizar acciones concretas para alcanzar la paz, así como la tuvieron quienes ponen ante
nosotros esta obra. Sólo así podremos cristalizar en los hechos el discurso de la paz, un discurso que ha
sido unas veces ultrajado, otras falseado y las más ignorado.
Nuestro más ambicioso objetivo debe ser garantizar un futuro digno para nuestras nuevas
generaciones. Es por ello que los invito a contribuir a una paz que construye, a una paz que genera
vida, fe y esperanza y que halla su mejor expresión en el respeto mutuo, en ser parte de la felicidad propia
y la de otros. Los insto también a enseñar a nuestros hijos el valor de la vida y los más elementales valores
del respeto para que tengan en sus manos el poder de construir una sociedad en armonía en la que
puedan vivir con dignidad.
RIGOBERTA MENCHÚ TUM • PRÓLOGO
•13-
15. Introducción
general
s difícil pensar en la paz. Para
los jóvenes que nunca se han
enfrentado con el horror de la
guerra, y sólo la conocen por
lo que de ella se cuenta en la
televisión y el cine, el conflicto y la violencia pare
cen mucho más atractivos que la paz. Es posible que
esta fascinación por la guerra nos muestre una de las
partes más primitivas de nuestra especie: los huma
nos somos depredadores como los tigres, las águilas
o los tiburones. Sin embargo, poseemos algo que nos
diferencia de los animales: los tigres, águilas y tibu
rones carecen de razón y sus acciones están determi
nadas por sus instintos, su necesidad de obtener
alimento y sobrevivir.
Hace siglos que los seres humanos encontramos
los mecanismos para garantizar nuestra alimentación
y sobrevivencia. Efectivamente, desde el preciso ins
tante en que se descubrió la agricultura y comenza-
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • INTRODUCCIÓN GENERAL
•15-
16. De obligar a otros a
ron a desarrollarse las tecnologías, nuestra sobrevivencia como especie
aceptar que nuestros
dioses son los únicos que quedó virtualmente garantizada. Sin embargo, la guerra no ha dejado de
deben ser adorados: a
este respecto puedes hacerse presente en ningún momento. Así, desde el inicio de la civiliza
consultar el volumen de
ción, los hombres nos lanzamos a la guerra a fin de obtener poder y rique
esta serie dedicado al
Respeto, donde distintos za, o con el objeto de obligar a otros a aceptar que nuestros dioses son los
autores analizan la
tolerancia a las ideas únicos que deben ser adorados. Nuestra historia sólo parece ser una
religiosas.
larguísima sucesión de guerras, muertes y horrores. Justo como lo escribió
Primate: orden de Hans Magnus Enzensberger, uno de mis autores preferidos: "Los animales
mamíferos que
comprende los que se luchan entre sí, pero no hacen la guerra. El ser humano es el único primate
designan con el nombre
que se dedica a matar a sus congéneres de forma sistemática, a gran escala
de monos, y en el que
varios naturalistas y con entusiasmo. Una de sus principales invenciones es la guerra; la ca
modernos quieren
incluir al hombre. pacidad de concluir la paz probablemente sea una conquista posterior. Las
más remotas tradiciones de la humanidad, sus mitos y leyendas de héroes,
Sistemática: pertene
ciente a un sistema; suelen girar en torno a homicidios y asesinatos."
voluntario, adoptado
como principio. Ante estos hechos, es necesario que nos hagamos una pregunta: ¿cómo
es posible que los humanos —a pesar de su racionalidad y de tener vir
tualmente garantizada su supervivencia— se declaren la guerra y desaten
el horror y la muerte sobre su planeta? Aún más, ¿cómo es posible que los
seres humanos hayan llegado al punto de poner en riesgo su supervivencia
como especie debido a la guerra?, pues el desarrollo del armamento nu
clear, biológico y químico nos coloca ante la posibilidad de desaparecer
del planeta. Estas son interrogantes que parecen poner en duda nuestra
capacidad de pensar o que suponen que nuestro pensamiento sólo está
encaminado a la destrucción.
A pesar de lo anterior, creo que la paz es posible, que el problema no se
encuentra en el hecho de que seamos depredadores, sino en que nuestra
cultura nos enseña a amar el poder y la riqueza sobre todas las cosas,
mientras que nuestra fe nos lleva a la intolerancia más terrible. Pero no
sólo creo en esto, también creo que la paz nos permitiría alcanzar las me
tas que no hemos logrado: la ciencia, la técnica, el arte y la economía bien
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA ■ INTRODUCCIÓN GENERAL
•16-
17. podrían convertirse en los promotores del bienestar humano si no tuvie
ran que cargar con los altísimos costos de la guerra. Y esto te afecta a ti,
pues la paz y la tolerancia te permitirían vivir en un mundo mejor, en un
espacio donde tu futuro estuviera verdaderamente garantizado.
El sueño de una paz perdurable, por medio de la cual los hombres
alcancemos todo aquello que hemos deseado, también es muy viejo. A
pesar de que nuestros antiguos mitos y leyendas nos hablan de la guerra,
las palabras en favor de la paz nacieron casi al mismo tiempo que el ho
rror que provocan el asesinato y la violencia.
Así pues, te invito a que te adentres en las siguientes páginas, donde
algunos personajes se preguntan sobre la paz y critican el absurdo de la
guerra. Pero, antes de comenzar el recorrido por sus ideas, creo necesario
hacer un par de aclaraciones importantes. En primer lugar, los personajes
que participan en este libro buscan presentarte algunas de las ideas que
sobre la paz se han propuesto desde la antigüedad clásica hasta media
dos del siglo xx; es decir, te ofrecen un recorrido que abarca poco más
de 2 400 años de historia. Pasemos a la segunda aclaración, creo que la
paz —al igual que todas las cosas que afectan al ser humano— debe ser
discutida y analizada desde todas las perspectivas, y que todos los hom
bres deben participar en esta discusión; por eso he incluido en el libro una
serie de autores que desde las perspectivas más variadas presentan las
opiniones que sobre la paz se han externado a lo largo del tiempo.
Así pues, sólo me resta invitarte a que te adentres en las siguientes
páginas, donde se convocan más de veinte siglos de pensamiento para
discutir un tema crucial de nuestro futuro como especie: la paz.
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • INTRODUCCIÓN GENERAL
•17-
18.
19. La antigüedad
► clásica
T
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
La antigüedad clásica
21. Las ideas
sobre la paz en la
antigüedad clásica
n las primeras páginas de Pers
pectivas de guerra civil, Hans
Magnus Enzensberger dice que
una de las principales y prime
ras invenciones de los seres hu
manos es la guerra, y que lo más probable es que "la
capacidad para concluir la paz sea una conquista
posterior". Para iniciar la guerra sólo se requieren
armas, deseos de poder, ansias de riqueza y odio;
mientras que, para lograr la paz, se necesita una vo
luntad capaz de dominar las pasiones que se han des
atado: un deseo personal que encuentre eco en una
asamblea del pueblo, en las acciones de un gobierno
o el futuro de un Estado.
La realidad de la guerra no fue desconocida para
los hombres de la antigüedad clásica. Los horrores
de la sangre, el fuego y la muerte formaban parte de
su vida, al igual que las reflexiones sobre la paz y el
pacifismo. En términos generales, las ideas sobre
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA
•21-
22. Democrática: que se
la paz durante la antigüedad clásica se dirigían hacia dos espacios in-
rige bajo un sistema
político donde los terrelacionados: la comunidad democrática1 y el individuo. Ambos ha
ciudadanos eligen a sus
gobernantes. blan de un deseo y una conducta personal que encuentran eco en una
asamblea del pueblo: la guerra y la paz eran asuntos públicos que debían
Agora: plaza donde se
reunían las asambleas debatirse y estudiarse.
públicas en las ciudades
de la antigua Grecia. Los textos que conforman esta sección son una muestra de ambos espa
cios. Para mostrar el papel que jugaba la democracia en los asuntos de la
guerra y la paz, seleccioné un discurso pronunciado por Isócrates hace poco
más o menos 2400 años ante los ciudadanos de Atenas, en un momento en
que en el agora se debatía sobre la conveniencia de emprender una acción
militar. Sus palabras, a pesar de la distancia, tienen un especial interés, una
actualidad insospechada: Isócrates llama a los atenienses a reflexionar y
dar oído a quienes no estaban de acuerdo con la guerra, a pesar de que estas
palabras no fueran del agrado de una mayoría que soñaba con la gloria y la
victoria sobre los enemigos.
Argumentos: Isócrates buscaba oponer la razón a la guerra y el pensamiento a los
razonamientos con que
se expone un asunto o horrores. En este sentido, sus argumentos bien podrían haber sido escucha
se responde.
dos y valorados por los jóvenes que fueron atrapados por los sueños de
Mansedumbre: cualidad gloria durante todas las guerras. En efecto, las palabras pronunciadas hace
de manso.
2400 años hubieran salvado la vida a millones de individuos que volunta
riamente se lanzaron a las aventuras guerreras.
Por su parte, los restantes textos que incluí en esta sección se ocupan
del individuo y la paz. En el primero de ellos —un fragmento de la Ética
nicomáquea de Aristóteles—, el gran filósofo de la antigüedad clásica ex
plora la mansedumbre como una virtud del carácter, al tiempo que realiza
una crítica a la ira y los efectos que ella provoca en las personas. A
diferencia de Isócrates, las palabras de Aristóteles no tienen un tono dra
mático, sino que —como es costumbre en las obras del Estagirita—
' A este respecto puedes ver en esta serie el volumen dedicado a la Democracia.
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLASICA
•22-
23. mantienen una frialdad casi absoluta con el fin de lograr que la razón se
despliegue en toda su magnificencia.
Esta sección concluye con un fragmento del tratado de Lucio Anneo
Séneca intitulado Sobre la ira. Al adentrarte en estas páginas no tarda
rás en descubrir un hecho de gran importancia para las futuras discusio
nes acerca de la paz: la ira y sus consecuencias —es decir, la guerra, la
venganza, etcétera— son atributos que los seres humanos no compar
ten con los demás animales, pues estos seres matan sin odio y sólo lo
hacen para alimentarse, mientras que los hombres asesinamos a causa
de la ira y el odio. En este sentido, Séneca propone una idea por demás
curiosa: la ira sólo puede existir entre los seres racionales, pero ella les
nubla la razón.
La propuesta de Séneca no sólo es una crítica y un análisis de la ira
que complementa los planteamientos de Aristóteles, sino que también
se muestra como una propuesta que nos anima a revisar nuestra raciona
lidad a fin de detectar en ella los factores que precipitan la ira, la violen
cia y la guerra. Es decir, a partir de sus palabras tendríamos que decidir
si mantenemos una postura que alimente la ira o renunciamos a ella en
favor del uso de la razón.2
Así pues, una vez que te he presentado a muy grandes trazos el con
tenido de esta sección, no me queda sino invitarte a que te adentres en
algunas de las reflexiones que sobre la paz se realizaron durante la anti
güedad clásica, el tiempo donde un grupo de filósofos pusieron sobre la
mesa la mayor parte de los temas que la humanidad discutiría durante
los siguientes 2400 años.
2 Aceptar el camino de la razón no sólo implica dar un voto en favor de la paz, sino que
también conlleva la necesidad de desarrollar otros valores: el respeto, la justicia, la
libertad y la democracia. Sobre estos temas puedes ver los restantes volúmenes de esta
colección, donde numerosos filósofos de distintas épocas discuten y analizan estas
cuestiones.
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA
•23-
24. "'i
Isócrates
Filósofo y orador ateniense (436-338 a. C). Recibió una esmera
da educación y formó parte de los alumnos de Sócrates. A la
muerte de su maestro —misma que fue causada por sus opinio
nes políticas— vistió de luto y acusó a sus compatriotas de man
char los tribunales con esa acusación. Cuentan que él murió a
causa de la depresión que le provocó la victoria de Filipo en
Queronea, misma que determinaría el fin del esplendor de Ate
nas. Durante la antigüedad clásica fue considerado como uno de
los mejores oradores, a tal grado que Cicerón le consideraba como
el padre de la elocuencia.
25. Una oración
por la
a esperanza nos tiene alboro
tados y somos insaciables por
lo que tiene visos de utilidad.
Ni siquiera los que tienen ma
yores riquezas se contentan
con ellas, pues deseando más y más las arriesgan.
Por ello es de temer que nosotros caigamos en es
tos devaneos.
Me parece que algunos de nosotros estamos en
favor de la guerra como si no fuesen unos cualquiera
quienes la aconsejan, y actúan como si hubieran oído
de boca de un dios que sojuzgaremos y venceremos
con gran facilidad a nuestros enemigos. Los que aún
tienen juicio, conviene que no tomen en cuenta esos
consejos porque son superfiuos, sino que ejecuten
lo que resolvieron; y quienes aún desean hacer
consultas no piensen que ya saben lo que importa,
sino que valiéndose de conjeturas analicen las conse
cuencias de su decisión.
ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ
•25-
26. Congregado: reunido.
Pero, en realidad, ustedes no han hecho ninguna de estas cosas, pues
Seducen: hacen caer en se conducen con el mayor desorden. Se han congregado como si fueran
un error o pecado.
a escoger lo más conveniente de cuanto se proponga; y, como si ya estuvieran
ciertos de lo que se hará, no quieren dar oído sino a los que hablan en la
medida de su gusto. Cuando es cosa de razón, si es que quieren descubrir
lo más conveniente para la ciudad, es necesario que escuchen con mayor
atención a quienes se oponen a sus deseos, y no a los que los aprueban. De
esta manera conocerán —entre los que aquí se presentan— a quienes les
dicen lo que desean escuchar y les seducen, porque su discurso es como
una nube que impide ver lo mejor. No se debe temer a quienes no hablan
sobre lo que ustedes no quieren escuchar, porque no podrán disuadirlos
si no hacen patente lo más útil para la ciudad.
Confrontan: ponen a
Si esto no ocurriera, ¿cómo podrían los hombres juzgar lo pasado y
dos personas en
presencia una de otra deliberar con acierto sobre el futuro, si no confrontan los discursos de los
para comparar sus ideas
u opiniones. que se contradicen, y escuchan con igualdad a unos y otros? Estoy
maravillado de cómo los ancianos no tienen memoria y cómo los jóvenes
Galeras: barco antiguo
de guerra y comercio no han escuchado que por causa de quienes nos movieron a mantener la
que se movía con velas
o con remos. paz nos vino algún daño, y que por causa de quienes con ligereza se decla
raron en favor de la guerra nos han sucedido muchos y graves desastres,
de los cuales no conservamos ninguna memoria, sino que estamos dis
puestos, sin procurar para nosotros ninguna utilidad, a armar galeras, imponer
contribuciones y ayudar o hacer la guerra al que se ofrezca, como si nos
fuese ajena la ciudad que deseamos.
La causa de todo esto es que ustedes deben cuidar de las cosas del co
mún como las suyas, y ahora no miran a la guerra de ese modo, pues
cuando deliberan sobre sus cosas, buscan a los que tienen más prudencia
para recibir consejo; pero cuando se reúnen para tratar las del público,
desconfían de esos hombres y los miran con envidia, y a los más perdidos de
cuantos suben a este lugar les aplauden y celebran, teniendo por más po
pulares a los desarreglados que a los sobrios, a los necios que a los
ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ
•26-
27. La oratoria griega
Para los antiguos griegos, la oratoria era una de las principales
artes que debían dominar los ciudadanos, pues la vida política y
democrática de sus ciudades estaba vinculada con los discursos
que sobre los asuntos públicos se presentaban en el agora. Así,
quien deseara convertirse en un político influyente, debía ser un
gran orador.
Las discusiones sobre el peso que la oratoria tenía en la vida
de las ciudades griegas y el papel que jugaba dentro de la demo
cracia, fueron considerados por los grandes filósofos de aquella
época. En los Diálogos de Platón existen largos fragmentos dedi
cados a estas cuestiones; Aristóteles no sólo las abordó en su
Política, sino que también les dio un detallado tratamiento en la
Retórica, y los sofistas fungieron como maestros de este arte
para los jóvenes griegos.
Entre los grandes oradores griegos no sólo destaca Isócrates,
pues Pericles, Demóstenes y el propio Sócrates poseían grandes
virtudes en este sentido.
prudentes, y a los que se comen los caudales públicos que a los que son
liberales de su propia hacienda. Son de admirar quienes esperan que una
ciudad que se vale de tan malos consejeros pueda llegar a mejorar su
condición.
Conozco bien que ustedes se oponen a quienes tienen ideas distintas a
las suyas, y que por el hecho de vivir en democracia gozan de libertad;
ustedes prefieren a los necios y a los que no les tienen consideración, como
ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ
•27-
28. Comedias: poemas
ocurre en el teatro con los representantes de comedias; mientras que a los
dramáticos, de
desenlace festivo. que les hacen algún servicio, y les amonestan y corrigen, los miran con el
mismo encono como a quien ha hecho algún daño a la ciudad.
Lisonjearlos: adularlos,
A pesar de todo esto, yo no he de apartarme de lo que me propongo.
darles gusto.
Porque no he venido a lisonjearlos, ni a solicitar ningún empleo, sino a
Capitulaciones:
contratos o conjunto de
hacerles presente lo que entiendo. En primer lugar, acerca de lo que los
condiciones relativas a
senadores proponen, y después acerca de los demás intereses de nuestra
un acto solemne.
patria. Porque de nada serviría lo que sobre la paz se ha decretado, si en
todo lo demás no deliberásemos con acierto. Digo que nos importa hacer
la paz, no precisamente con los chíos y rodios, con los de Bizancio y Coo,
sino con todos los hombres, y guardar y cumplir los tratados; no aquellos
que ahora dictan algunos, sino los ajustados con el rey y los lacedemonios,
en que se manda que los griegos mantengan su derecho; que se quiten las
guarniciones de las ciudades ajenas y que sólo retenga la suya cada uno.
Porque no es posible escoger capitulaciones más justas para el bien de la
ciudad.
Si aquí acabara mi discurso, bien conozco que se pensaría que yo
hablaba en menoscabo de nuestra patria, pues mientras los tebanos retienen
Tespia y Platea, y todas las ciudades que en contra de los pactos se han
apoderado, nosotros deberíamos de evacuar aquellas que tenemos. Pero
si me escucharan hasta el final, prestándome atentos oídos, juzgo que
deberían reprender la necedad y locura de quienes hallan utilidad en la
injusticia y retienen por fuerza las ciudades ajenas, sin reparar en las
calamidades que con ello se originan: que todo esto es lo que procuraré
manifestarles en este discurso.
Hablemos de la paz, y veamos qué apetecemos; porque si tratamos
bien y con prudencia este punto, teniendo presente nuestro intento, con
mucho mayor tino deliberaremos acerca de todo lo demás. Así que, ¿no
nos tendríamos por bien librados si viviésemos en nuestro pueblo con
seguridad, si abundásemos de lo necesario para la vida, si tuviésemos en-
ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ
•28-
29. tre nosotros unión y concordia y si mereciésemos la estimación de los
demás griegos? Yo creo que logrando estas cosas nuestra ciudad volvería
a ser completamente feliz. Pues la guerra nos priva de todo lo dicho: nos
ha empobrecido, nos ha hecho padecer muchos trabajos, nos ha
desacreditado con los griegos, y por todos los caminos nos hace
miserables. Mas si pactáramos la paz y fuéramos tal y como lo previenen
los tratados, viviremos con la mayor seguridad en nuestras casas, libres
de los combates, peligros y alborotos en que nos hallamos enredados;
cada día gozaremos de mayor abundancia, aliviados de los tributos, de
las gabelas marítimas, y de las demás contribuciones para la guerra,
Gabelas: tributos,
cultivando con gusto los campos, navegando los mares y volviendo a impuestos,
entrar en todas las demás negociaciones que estaban abandonadas por contribuciones.
la guerra; veremos a nuestro pueblo prosperando, lleno de comerciantes,
extranjeros e inquilinos, cuando ahora por la guerra está desierto; y lo
que es más: tendremos por aliados a todos los hombres, y no por
necesidad, sino por su agrado, y ellos se comportarían con nosotros como
confederados y amigos verdaderos. Además de esto, aquello que ahora
no podemos recuperar, ni con la guerra ni con grandes gastos, fácilmente
podríamos conseguirlo por medio de una embajada.
Si cambiamos de conducta nuestros enemigos no sólo se abstendrán
de tomar lo que es nuestro, sino que también habrán de darnos algo de sus
bienes, porque reconocer el poder de nuestro pueblo puede importarles
para tener reinos más seguros. Y más cuando podemos nosotros tomar
Tracia, no sólo para estar sobrados, sino para dar a los griegos pobres, que
por su miseria vagan errantes, aquello que más necesitan.
ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ
•29-
30. Aristóteles
Nació en Estagira en 384 a. C; fue discípulo de la Academia de
Platón durante cerca de 20 años y al morir su maestro se dirigió a
Asia Menor. Poco tiempo después se incorporó a la corte del rey
Filipo de Macedonia donde se convirtió en preceptor de Alejan
dro Magno. En 335 a. C. regresó a Atenas y fundó el Liceo, mis
mo que se convertiría en uno de los centros de investigación y
docencia más importantes de la antigüedad clásica, pues sólo
rivalizaría con él la famosa biblioteca de Alejandría.
Las labores de Aristóteles en Atenas fueron interrumpidas por
razones políticas en el año 323 a. C: cuando el sentimiento anti-
macedonio que se apoderó de la ciudad que surgió a raíz de la
muerte de Alejandro Magno, aunado a una acusación de impie
dad, lo obligaron a abandonar la ciudad y retirarse a Calcis de
Eubea, donde pasó sus últimos años.
31. T
► La mansedumbre
a mansedumbre es un término
medio con respecto de la ira. El
exceso podría llamarse irasci
bilidad, pues la pasión es la ira.
Sus causas son muchas y diver
sas. Quien se irrita por las cosas debidas y con quien
es debido, y además cómo, cuándo y por el tiempo
debido, siempre es alabado. Éste sería manso, si la
mansedumbre fuese justamente alabada; porque
quien es manso quiere estar sereno y no dejarse llevar
por la pasión, sino encolerizarse en la manera, por
los motivos y el tiempo que la razón ordene. El manso
no es vengativo, sino indulgente. El defecto, ya se
trate de una incapacidad para encolerizarse o de otra
cosa, es censurado: los que no se irritan por los mo
tivos debidos o en la manera que deben, cuando deben
o con los que deben, son tenidos por necios. Un hom
bre así no parece tener sentimientos ni padecimientos
y, al no irritarse, parece que no es capaz de defenderse,
ARISTÓTELES • LA MANSEDUMBRE
•31 •
32. Exceso: cantidad que se
pero es servil al soportar una afrenta o permitir algo contra los suyos. El
encuentra de más.
exceso puede ocurrir con respecto a todas estas calificaciones; es decir,
Impulsividad: dícese del
que se deja arrebatar
con quienes no se debe, por motivos indebidos, más de lo debido y por
por la violencia de sus
más tiempo de lo debido; pero no todos estos errores pertenecen a la misma
pasiones.
persona, pues el mal se destruye incluso a sí mismo, y cuando se presenta
Coléricos: que se dejan
llevar de la ira.
en su integridad es insoportable. Así, los irascibles se encolerizan pronto
con quienes no deben, por motivos que no deben y más de lo que deben,
Amargados: personas
que tienen sentimientos pero se apaciguan pronto, y esto es lo mejor que tienen. Esto les ocurre por
de pena por un
desengaño, un desaire,
que no contienen su ira, porque se desquitan abiertamente a causa de su
una muestra de
impulsividad, y luego se aplacan. Los coléricos son excesivamente preci
desconsideración o falta
de cariño. pitados y se irritan contra todo y por cualquier motivo, de ahí su nombre.
Los amargados son difíciles de calmar y se irritan durante mucho tiempo,
porque contienen su coraje. Éste cesa cuando se desquitan, pues la venganza
pone fin a la ira, produciendo placer en vez de dolor. Pero si esto no ocurre,
conservan su pesadumbre, pues al no manifestarse, nadie intenta aplacarlos,
y requiere mucho tiempo digerir la cólera. Estos individuos son las perso
nas más molestas para sí mismos y sus seres más queridos. Llamamos
difíciles a los que se incomodan por motivos indebidos, y más de lo debido
o por demasiado tiempo, y no se reconcilian sin venganza o castigo.
A la mansedumbre se opone el exceso que es más frecuente (ya que el
vengarse es más humano), y los intransigentes son peores para la con
Mansedumbre: calidad de
vivencia. Lo que dijimos antes también resulta claro por estas considera
manso.
ciones. No es fácil especificar cómo, con quiénes, por qué motivos y por
cuánto tiempo debemos irritarnos, ni tampoco los límites dentro de los
cuales actuamos rectamente o pecamos. Quien se desvía poco, hacia el
exceso o hacia el defecto, no es censurado, y a veces alabamos a quienes
se quedan cortos y los llamamos sosegados, y viriles a los que se irritan,
considerándolos capaces de mandar a otros. No es fácil establecer con
palabras cuánto y cómo un hombre debe desviarse para ser censurable,
pues el criterio en estas materias depende de cada caso y sensibilidad.
ARISTÓTELES • LA MANSEDUMBRE
•32-
33. 'IStOfc
La extensa obra de Aristóteles marca el momento culminante del
pensamiento filosófico de la antigüedad clásica. Todo el saber de
su época está reunido en estos volúmenes que, al decir de algu
nos investigadores, son las notas que sus alumnos tomaron du
rante sus clases en el Liceo.
Pero la importancia de las obras de Aristóteles no se reduce a
lo antes señalado, pues se convirtieron en uno de los ejes del
pensamiento occidental durante varios siglos: en la Edad Media,
sus palabras marcaban la cúspide del pensamiento y, a partir del
Renacimiento, los intentos por refutarlo dieron fin a una concep
ción del mundo que se mantuvo por más de mil años.
El fragmento de la Ética nicomáquea —la cual debe su nom
bre a Nicómaco— que se encuentra en estas páginas es uno de
los mayores y mejores análisis que sobre la ética se realizaron
durante la antigüedad clásica, a tal grado que sus propuestas se
han discutido desde el momento de su aparición hasta nuestros
días.
Pero una cosa es clara: la disposición intermedia, de acuerdo con la cual
nos irritamos con quienes debemos, por los motivos debidos, como debemos,
es laudable, y los excesos y defectos son reprensibles; poco, si son débiles,
más si ocurren en un grado más elevado, y mucho, si en un grado muy
elevado. Es evidente que debemos mantenernos en el término medio.
ARISTÓTELES ■ LA MANSEDUMBRE
■33-
34. eo Séneca
Filósofo y político romano (4 a. C. - 65 d. C). Nació en la ciudad
de Córdoba y vivió en Roma. Formó parte de las cortes de Calí-
gula, Claudio y Nerón, de quien fue maestro y por cuya orden se
suicidó. Fue uno de los hombres más ricos e influyentes del im
perio romano. Lucio Anneo Séneca siguió las enseñanzas de los
filósofos estoicos, a las cuales les imprimió un sello personal,
mismo que le permitió convertir a este saber en una guía para la
vida.
35. ► Contra la ira
e pides que trate por es
crito de qué manera se
puede poner placidez y
comedimiento en la ira.
No sin razón temes más
a esta pasión que a las otras, porque es la más som
bría y desenfrenada. En efecto, las otras conservan
un resto de calma y sangre fría; pero ésta es un fre
nesí rabioso, ebrio de sangre y exterminio; que sin
atenderse más que a sí misma, con tal de saciarse en
su enemigo, se arrojan con furor sobre espadas des
nudas, ávida de venganzas que tarde o temprano lla
marán a un vengador. Por eso algunos sabios la han
definido con esta frase: locura pasajera. A más de
ser impotente para dominarse, olvida toda decencia
y desconoce los más sagrados lazos; es tenaz, encar
nizada en su objeto, sorda a los consejos de la razón,
se exalta por los motivos más vanos y es incapaz de
descubrir lo justo y lo verdadero; se parece a esas
SÉNECA ■ CONTRA LA IRA
•35-
36. Delirio: perturbación
ruinas que se quiebran sobre el mismo a quien aplastan. Para convencerte
mental.
de que el hombre dominado por la ira es un ser que ha perdido la razón,
Convulsa: que padece
convulsiones. observa su actitud como persona. Presenta las señales del delirio: semblante
amenazador, cejas fruncidas, aspecto feroz, andar precipitado, respiración
Crispadas: causar
contracción repentina en frecuente y convulsa, manos crispadas; así se ve el hombre iracundo. El
un tejido.
rostro se le inflama, sus ojos echan fuego, su sangre hierve, sus labios
Inflama: altera.
tiemblan; se le aprietan los dientes, se le erizan los cabellos, respira con
trabajo, se le tuercen las articulaciones; gime, ruge, sus palabras son tré
mulas y entrecortadas; sus manos se golpean, sus pies vacilan, todo su
cuerpo está convulso: él es un espectáculo repugnante y repulsivo. Se
duda al verlo si semejante vicio es más odioso que deforme.
Las otras pasiones pueden ocultarse, alimentarse en secreto. La ira se
descubre a través de la fisonomía; cuanto más fuerte, se manifiesta con
mayor energía. Observa a los animales: sus movimientos hostiles se
anuncian por signos precursores; todos sus miembros pierden la calma de
su actitud ordinaria, se exalta la ferocidad de los más fieros. El jabalí echa
espuma y aguza el diente; el cuello de la serpiente se hincha; el toro levanta
amenazadoras sus terribles astas y sus pies hacen volar la arena; el león
espanta con su rugido sordo; el perro rabioso horroriza con su solo aspecto.
No hay animal tan malhechor y terrible que no muestre su cólera, cuando
ésta le domina, con un aumento de ferocidad. Sé que las pasiones del alma
se disimulan con dificultad: el miedo, la temeridad, la incontinencia tienen
indicios que las dejan ver, pues no hay pensamiento de los que agitan al
hombre que no se anuncie y deje traslucir por la emoción que se pinta en
el semblante. ¿Cuál es el rasgo distintivo de la ira? Que las otras pasiones
se presienten y la ira simplemente estalla.
Infamias: vergüenzas ¿Quieres conocer sus efectos destructores? Jamás hubo plaga que más
públicas.
daño hiciera a la humanidad: asesinatos, envenenamientos, infamias re
Aniquiladas: destruidas cíprocas, ciudades destruidas, naciones aniquiladas, sus jefes vendidos
completamente.
en subasta pública, la antorcha incendiaria llevada a las viviendas y
SÉNECA • CONTRA LA IRA
•36-
37. después a extramuros, propagando hasta muy lejos con sus tristes
resplandores venganzas implacables: éstas son sus obras. Busca aquellas
ciudades en otro tiempo famosas de las que nada queda: ¿quién las arrasó?
¡La ira! Mira las desiertas soledades, los espacios inmensos donde reina la
desolación: ¿quién los hizo? ¡La ira! Recuerda a los grandes personajes
cuyos nombres han llegado hasta nosotros como ejemplos de un fatal
destino: la cólera traspasa a uno en su lecho, la cólera degüella a otro
Inmolación: sacrificio.
violando un banquete con la hostilidad; aquí se ve la inmolación de un
magistrado, en pleno foro, delante de las tablas de la ley; allí es un padre Magistrado: oficial civil,
revestido de autoridad
que entrega su sangre al puñal de un hijo; más allá es un rey que presenta judicial o administrativa.
su cuello al arma vil de un esclavo, y otro que muere clavado en una cruz.
Foro: lugar de reunión
No refiero sino catástrofes individuales; a dónde llegaría si, aparte de para opinar y discutir de
un asunto de actualidad
estas víctimas aisladas, pudiera relatar el exterminio de asambleas enteras, ante un auditorio que a
veces interviene en la
de las masas pasadas a cuchillo, de las matanzas de una soldadesca vence
discusión.
dora en pueblos condenados a morir, de los pueblos exterminados por
Encarnizamiento: furia o
haber desconocido la autoridad de Roma o que renunciaron a su tutela. apasionamiento que se
pone en una lucha.
Que se me explique también la injusticia de este pueblo romano cuando
se irrita contra los gladiadores, cuando se cree insultado y menospreciado
por los mismos, porque no saben caer y morir con elegancia: cuando por
sus gestos, su actitud y su encarnizamiento, el mismo pueblo cambia de
espectador a verdugo.
Este sentimiento no es propiamente la ira; pero se le acerca. Es parecido
al del niño que le pega al suelo porque se resbala: se enfada a menudo sin
saber con quién, pero se enfada; sin motivo, es cierto, y sin haber reci
bido ningún mal, pero imagina que lo recibió y siente deseos de castigar.
Toma por verdaderos los golpes que se fingen, y luego lo calman lágrimas
fingidas. Así, una venganza imaginaria lleva al dolor imaginario.
Se dirá que "el hombre se irrita algunas veces, no contra gentes que le
hacen daño, sino contra quienes han de hacérselo: prueba de que la cólera
no viene sólo por la ofensa". Es verdad, el presentimiento del daño irrita;
SÉNECA • CONTRA LA IRA
•37-
38. Inferirla: deducir una
pero consiste en que la intención es una injuria, y meditarla es tanto como
cosa de otra por
cualquier razonamiento. inferirla. También se dice: "La ira no es un deseo de venganza, pues a
menudo la sienten los más débiles contra los más fuertes."
Digamos que entendemos por ira el deseo de vengarse, no la facultad
de hacerlo, pues también se desea lo que no se puede. Además, ¿existe
acaso un hombre tan humilde que no espere, con razón, poder tomar
desquite del poderoso? No hay enemigo pequeño; siempre se es bastante
poderoso para molestar. La definición de Aristóteles no dista mucho de la
nuestra, pues dice que la ira es el deseo de devolver mal por mal. Prolijo
fuera exaltar aquí los puntos en que difiere de la nuestra la definición
aristotélica. A las dos se les objeta que los animales tienen su ira, y esto sin
ser atacados, sin idea de castigar ni de causar molestia, pues los brutos no
meditan y hacen el mal sin premeditación. Pero hemos de responder que
todo animal, excepto el hombre, es ajeno a la ira pues, aunque ella es
enemiga de la razón, no se produce más que en los seres dotados de razón.
Ímpetu: violencia, Las bestias poseen ímpetu, ferocidad, acometividad, pero no conocen la
precipitación.
ira, como no conocen la lujuria, aunque para ciertos placeres tengan menos
Acometividad:
propensión a atacar. recato que el hombre. No creáis al poeta que dijo: ha perdido eljabalí su
ira, el cuervo desconfia de su carrera, de embestir al pacífico rebaño los
Recato: cautela, astucia.
osos ni se acuerdan.
El poeta llama ira a la brutalidad, a la violencia del choque; pero el
bruto no sabe encolerizarse, no se enciende en ira, como tampoco sabe
perdonar: los animales mudos son ajenos a las pasiones del hombre; no
tienen sino impulsos que se les parecen.
De lo contrario, si hubiera en ellos amor, habría igualmente odio; la
amistad supondría también la enemistad, y las disensiones la concordia:
de todas estas cosas ofrecen algún indicio, pero el bien y el mal pertene
cen exclusivamente al corazón humano. Sólo al hombre se le dan la previ
sión, el discernimiento, el pensamiento; nuestras virtudes y nuestros vicios
son ajenos a los animales. Es verdad que tienen la facultad soberana que
SÉNECA • CONTRA LA IRA
•38-
39. Esbozado: insinuado
podemos llamar principio motor, pero incompleta; tienen una lengua,
como un
pero encadenada e inhábil para las variadas inflexiones de la nuestra. El proyecto.
principio motor a que nos referimos, en ellos está apenas esbozado. Ven Aprensión: temor vago
y mal definido.
la apariencia de las cosas que excitan sus movimientos, pero la ven con
fusa: de aquí la violencia de sus transportes y sus ataques; pero nada que
signifique aprensión, cuidado, miedo, tristeza ni cólera, de lo cual no
tienen más que apariencias. Por lo mismo su ardor decae pronto y pasa
al estado opuesto: así vemos que después de la furia o el espanto se
ponen a pacer tranquilamente, y que a los bramidos y las convulsiones
de la rabia suceden el reposo y el sueño.
He explicado lo que es la ira. Se ve que es distinta de la irascibilidad:
entre ambas existe la misma diferencia que entre la embriaguez y la
propensión a la embriaguez; entre el hombre asustado y el asustadizo. El
hombre que está iracundo en un momento dado, puede no ser irascible;
como el irascible no siempre está dominado por la ira; como el propenso
a la embriaguez no siempre está borracho. Los griegos distinguen en este
vicio diversidad de especies, dándoles diversos nombres que omitiré por Acerbo: áspero al
paladar.
no tener nosotros sus equivalentes, aunque también decimos carácter agrio,
Invectivas: discursos o
acerbo, arrebatado, inflamable, áspero y gritón, y que todos ellos son escrtitos que contienen
variedades del mismo vicio. Añadimos malhumorado, matiz más atenuado una censura violenta
contra alguien.
todavía. Hay iras que se calman dando gritos, hay otras tan frecuentes
Preñados: cargados de
como obstinadas; unas van a la violencia y son avaras de palabras; otras lo que puede
se desvanecen en invectivas y discursos preñados de hiél, las cuales no manifestarse de manera
violenta en cualquier
suelen pasar de aquí, sin llegar casi nunca a la brutalidad y quedándose en momento.
una simple aversión. Se cuentan otras modificaciones del mismo vicio, Hiél: se emplea como
cuyas formas son infinitas. sinónimo de amargura o
de mala intención.
He investigado qué es la ira: si es susceptible de ella otro animal que
Aversión: sentimiento
no sea el hombre; en qué se distingue de la irascibilidad; cuáles son sus que hace rechazar
diferentes modos y si todos los hombres son más o menos irascibles. ¿Está cierta cosa, cierta per
sona, o apartarse
la ira en la naturaleza? Vamos a verlo. de ellas.
SÉNECA ■ CONTRA LA IRA
•39-
40. Para aclarar la duda de si está o no en la naturaleza, sólo veamos al
hombre. El es el más manso de los seres, mientras permanece fiel a su
carácter; y ved la ira, esa pasión tan cruel. ¿Quién ama tanto a los demás
como el hombre? ¿Qué puede haber más rencoroso que quien es víctima
de la ira? El hombre está hecho para ayudar al hombre, la ira para exter
minarlo. Aquél busca la sociedad de sus semejantes, ésta el aislamiento; el
hombre quiere ser útil, la ira no quiere más que perjudicar; el hombre acude
en auxilio de los desconocidos, en tanto que la ira se ceba en los amigos
más queridos. El hombre está dispuesto a sacrificarse por el prójimo; la ira
Ceba: ensaña.
se arrojará a un despeñadero si puede arrastrar al prójimo consigo. ¿Cabe
mayor desconocimiento de la naturaleza que atribuirle un vicio tan bárbaro
y desastroso a la más perfecta de sus criaturas? La ira, ya lo hemos dicho,
tiene sed de venganza.
Amor y paz
Ellos nunca
pasan de
moda
SÉNECA • CONTRA LA IRA
•40-
41. ► La Edad Media
▼
La E dad Medi a
La E dad Med a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Medi a
La E dad Medi a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
La E dad Med a
43. ►
Las ideas
sobre la paz en la
► Edad Media
ras la caída del imperio romano
en manos de los bárbaros, la his
toria de Occidente sufrió un gran
cambio: mientras en el pasado la
unidad fue resultado de las le
giones, la ley y los dictados de Roma, en la Edad
Media la unificación fue resultado de una comu
nión en la fe: durante aquellos años, el cristianismo
tendió puentes entre los habitantes de Occidente.
El gran peso que la religión adquirió en la vida
de los hombres y los pueblos, también implicó una
serie de cambios en las ideas sobre la paz. Mientras
en la antigüedad clásica las discusiones se orienta
ban a la comunidad democrática y el individuo, en la
Edad Media se dirigieron hacia Dios. La paz de los
hombres no era más que un deseo divino o una
manera de aproximarse a la deidad que ofrecía dos
momentos para este valor: uno en la vida y otro
después de la muerte, cuando los hombres que obra-
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA ■ LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA EDAD MEDIA
•43-
44. ron de manera correcta se reunirían con su creador para contemplar la
maravilla de la paz celestial.
Con el fin de presentarte algunas de las ideas que sobre la paz se
generaron durante la Edad Media, seleccioné a dos autores de gran im
portancia: Agustín de Hipona, quien en un fragmento de la Ciudad de
Dios nos habla sobre los dos momentos de la paz a los que hacía referen
cia, y Tomás de Aquino, el cual en su Opúsculo sobre el gobierno de los
príncipes nos habla sobre cómo debería de gobernarse para garantizar la
paz entre los hombres y las naciones.
JOSÉ LUIS TRUEI3A t ARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA EDAD MEDIA
•44-
45. ► La paz de Dios
▲
e la misma manera como la vi
da de la carne es el alma, la
vida bienaventurada del hom
bre es Dios, de quien los libros
sagrados de los hebreos dicen
lo siguiente: "Bienaventurado es el pueblo cuyo se
ñor es Dios." Por eso se entiende que será misera
ble e infeliz el pueblo que no conoce a Dios. Sin
embargo, este pueblo también ama la paz que no
debe desechar, pues no gozará de ella porque no la
usa, porque se sirve de ella antes del fin y, sobre
todo, porque no conoce a Dios.
El miembro de los pueblos que no conoce a Dios
goza de la paz en esta vida mientras las ciudades
andan juntas y mezcladas; pero nosotros también
usamos y nos servimos de la paz que libra el pueblo
de Dios por la fe. Por eso advirtió el Apóstol a la
Iglesia que hiciese oración a Dios por sus reyes y por
los que tienen algún cargo o dignidad pública, aña-
AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS
•45-
46. diendo: "Para que pasemos la vida quieta y tranquila, con toda piedad y
pureza." Y el profeta Jeremías, anunciando al antiguo pueblo de Dios cómo
había de estar en cautiverio, mandándoles de parte de Dios que fuesen de
buena gana y obedientes, sirviendo también a Dios con esta conformidad
y resignación, igualmente les advirtió y exhortó a que orasen por ella,
dando inmediatamente la razón: "porque en la paz de esta ciudad gozaréis
vosotros de la vuestra"; esta paz es, a saber, la paz temporal y común a los
buenos y a los malos.
La paz que es propia de nosotros la disfrutamos en esta vida con Dios por
la fe, pero sólo la tendremos eternamente con él, y ya no la gozaremos
por la fe, ni por visión, sino claramente. En la Tierra, la paz, así la común
como la propia, es paz; de manera que es más consuelo de nuestra miseria
que gozo de la bienaventuranza. Y la misma justicia, aunque es verdadera,
por el fin del verdadero bien a que se refiere, consta más de la remisión de
Remisión: perdón. los pecados que de la perfección de las virtudes.
Repugnancia: aversión o Es testigo de esta verdad la oración que hace toda la Ciudad de Dios,
antipatía.
que es peregrina en la Tierra, pues todos sus miembros claman: "Perdónanos
Señor, nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestos deudores."
Oración que no es eficaz para aquellos cuya fe sin obras es muerta, pero
que sí es eficaz para aquellos cuya fe obra y se mueve por caridad. Pues
aunque la razón esté sujeta a Dios, ella no es señora de los vicios, y por eso
los justos tienen necesidad de hacer semejante oración. Porque aunque
parezca que manda, de ningún modo manda, y es señora de los vicios sin
contraste ni repugnancia. Sin duda aparece en esto cierta flaqueza, aun al
que es valeroso y pelea bien, y aun al que es señor de tales enemigos
vencidos y rendidos; de donde viene a pecar, si no tan fácilmente por obra,
AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS
•46-
47. a lo menos por la palabra que ligeramente resbala, o con el pensamiento,
que sin repararlo, vuela. Por lo cual, mientras hay necesidad de mandar y
moderar a los vicios no puede haber paz íntegra ni plena, pues los vicios
que repugnan no se vencen sin peligrosa batalla; y de los vencidos no
triunfamos con paz segura, sino que todavía es indispensable reprimirlos
con solícito y cuidadoso imperio.
En estas tentaciones, pues (de todas las cuales dice brevemente la
Sagrada Escritura "que la vida del hombre está llena de peligros y ten
taciones sobre la Tierra"), ¿quién habrá que presuma que vive de manera
que no tenga necesidad de decir a Dios "perdónanos nuestras deudas",
sino algún hombre soberbio? No un hombre grande, sino algún espíritu
altivo, hinchado y presumido, a quien justamente se opone y resiste el que
concede su divina gracia a los humildes. Por lo mismo dice la Escritura
"que Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia".
Así que, en esta vida, la justicia que puede tener cada uno es que Dios
mande al hombre que le es obediente, el alma al cuerpo y la razón a los
Agustín de Hipona
Filósofo medieval (354-430). Nació en Tagaste, de padre pagano
y madre cristiana. A pesar de haberse formado en el cristianismo
pasó un largo tiempo lejos de esta religión, hasta su conversión
en 386. Su fallecimiento ocurrió durante el sitio de Hipona por
parte de los vándalos. Fue uno de los filósofos más importantes
de la Edad Media y entre sus obras destacan: la Ciudad de Dios,
las Confesiones y sus comentarios a la Biblia.
AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS
•47-
48. vicios, aunque repugnen, sujetándolos o resistiéndolos; y que así le pidamos
al mismo Dios gracia meritoria y perdón de las culpas, dándole acción de
gracias por los bienes recibidos.
Pero en aquella paz final, a la que debe referirse, y por la que se debe
tener esta justicia, estando sana y curada con la inmortalidad e incorrup-
tibilidad, y ya libre de vicios la naturaleza, no habrá objeto que a ninguno
de nosotros repugne y contradiga, sea de parte de otro como de sí mismo;
ni habrá necesidad de que mande y rija la razón a los vicios, porque no los
habrá, sino que mandará Dios al hombre, y el alma al cuerpo, y allí habrá
tanta suavidad y facilidad en obedecer, cuanta felicidad en el vivir y reinar.
Esto será eterno, en todos y en cada uno, y de que es eterno se estará cierto;
por eso la paz de esta bienaventuranza, o la bienaventuranza de esta paz,
será el sumo bien.
La paz sea con nosotros
AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS
•48-
49. J1 ►
Gobernar
para la paz
sí como es posible deducir el
modo de instituir una ciudad
o un reino de la misma ma
nera como ha sido instituido
el mundo, su gobierno se ha
de deducir por el del mundo. Pero antes se ha de
recordar que gobernar no es sino conducir los gober
nados a fin de que logren lo conveniente. Por eso
se dice que una nave es bien gobernada cuando los
marineros la saben guiar ilesa y en paz hasta el puerto.
Así como corresponde al marino llevar la nave a un
fin que está fuera de la nave, como lo es un puerto,
así al dirigente le corresponde no sólo el conservar
ileso y en paz su objeto, sino el conducirlo a su fin.
Pero si hubiera algo cuyo fin no esté fuera del objeto,
entonces tocaría al guía dirigir ese objeto hacia su per
fección. Y aunque nada hay fuera de Dios, que es su
propio fin, es necesario ordenar las cosas a su fin ex
trínseco, y que diversos elementos atiendan distintos
TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ
•49-
50. Timonel: marinero que
aspectos: uno tendrá como oficio el mantener ileso el objeto, otro el condu
gobierna el timón.
cirlo a su perfección. Por ejemplo: en la nave de donde hemos tomado la
semejanza de gobierno, el carpintero tiene el oficio de repararla, si algo se
ha roto; en cambio el timonel tiene como fin el conducir la nave al puerto.
Así sucede en el hombre: el médico debe tener cuidado de conservar sana
la vida de los hombres; el ecónomo, proveer de lo necesario para la vida;
el docto, que se conozca la verdad; el legislador, que se viva según la ra
zón. Si el hombre no debiera ordenarse a un bien más alto, bastarían los
hombres que ejercitasen los oficios anteriores.
Pero hay un fin extrínseco al hombre mientras vive en carne mortal,
Extrínseco: que está que es la paz última, que espera en el gozo de Dios después de la muerte,
fuera.
como dice el apóstol: "Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos hacia
el Señor." Por ello el cristiano, que ha logrado esa felicidad por la sangre
de Cristo y la promesa del Espíritu Santo, necesita de un cuidado espiritual
por el cual pueda llegar a la salvación y la paz eterna. Tal cuidado de los
fieles lo tienen los ministros de la Iglesia de Cristo.
Es necesario que el fin de la sociedad corresponda al de cada hombre.
Pues si el fin del hombre fuera cualquier bien que lograse en su propia
existencia, también sería el fin del gobierno de la sociedad conseguir
cualquier bien y mantenerse en él. Y así, si el último fin tanto de cada
hombre como de la sociedad fuese corporal, como el conservar la vida y
la salud, bastaría con el oficio del médico.
Si su fin fuese la abundancia de riquezas, entonces un ecónomo debería
ser el rey. Y si el fin del hombre y de la sociedad fuese el conocer la ver
dad, entonces el oficio real sería el de maestro. Mas parece que el fin de
una multitud congregada en una sociedad es vivir en paz y conforme a la
virtud, pues los hombres se reúnen para vivir bien en comunidad, lo que
no podría lograr cada uno por sí mismo. Mas la vida virtuosa es tal por la
virtud; luego parece que la vida virtuosa es la finalidad de la sociedad
humana.
TOMÁS DE AQUINO • GOBERNAR PARA LA PAZ
•50-
51. omás de Aquino
Filósofo medieval (1225-1274). Hijo de una familia lombarda, na
ció en las cercanías de la ciudad de Aquino. Después de realizar
sus primeros estudios en la abadía de Montecasino ingresó, a la
Universidad de Ñapóles. En 1245 se trasladó a París bajo el
magisterio de Alberto Magno donde obtuvo el título de maestro
en teología. Sus obras son uno de los momentos más acabados
del pensamiento medieval.
Un signo de tal finalidad es que todas las partes de la multitud se Congregarían: reunirían.
comunican entre sí para poder vivir bien. Pero si sólo vivir fuera el fin
de la sociedad, entonces los animales y los esclavos serían parte de ella.
Si el fin fuese adquirir riquezas, entonces todos los comerciantes se
congregarían en el reino. Sin embargo, observamos que sólo conside
ramos miembros de una sociedad a aquellos que, bajo el mismo régimen
legal, procuran vivir bien. Pero como, según la virtud, el hombre vive
para conseguir otro fin, que es la felicidad eterna, es necesario que tal
fin también sea el de la sociedad, como lo es de cada individuo. Así, el
último fin de la sociedad no es vivir juntos conforme a la virtud, sino
vivirjuntos conforme a la virtud para lograr la paz y la felicidad definitivas.
Y si fuese posible llegar a tal fin con las fuerzas naturales, sería necesario
que atañese al oficio del rey ordenar a los hombres para alcanzarlo;
pues suponemos que al rey corresponden las más altas funciones respecto
al régimen de los hombres; pues es más sublime un régimen cuanto más
puede ordenar lo humano hacia un fin más alto. Y siempre se encuentra
TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ
•51 •
52. aquel a quien corresponde mandar todas las acciones que se ordenan al
fin último. Así sucede con el capitán, al que corresponde ordenar la
navegación; él ordena al constructor de la nave cómo debe fabricarla; y
el general indica al artesano cómo ha de hacer las armas. Pero la felicidad
y la paz divinas no se consiguen mediante las fuerzas humanas, sino por
la gracia divina; como dice el apóstol: "La vida eterna es gracia de Dios".
Por tanto no será oficio del hombre el conducir a tal fin, sino que éste
pertenece al gobierno divino. En consecuencia, tal régimen corresponde
al rey que no sólo es hombre sino también Dios, Jesucristo Nuestro Señor,
quien haciendo a los hombres hijos de Dios los introduce en la gloria
celestial.
Este es el reino que se le ha otorgado, que no se corromperá, por lo cual
en la Sagrada Escritura no sólo se le llama sacerdote, sino también rey,
como dice Jeremías: "Reinará como rey y será sabio"; de ahí se deriva el
sacerdocio real. Más aún, todos los fieles, en cuanto son sus miembros,
también son reyes y sacerdotes.
Por ese motivo el ministerio de este reino, distinto del reino terrenal, no
se ha encomendado a reyes de la Tierra, sino a sacerdotes, y especialmente
al Sumo Sacerdote, sucesor de Pedro, Vicario de Cristo, que es el Pontífice
Romano, a quien deben obedecer todos los príncipes cristianos como al
mismo Cristo Nuestro Señor. Pues, quienes tienen por oficio el ordenar
a los hombres a los fines intermedios deben obedecer a aquel a quien
toca el cuidado del último fin. Y como el sacerdocio de los gentiles y todo
el culto de los dioses se dirigía al bien común de la multitud, cuyo or
denamiento corresponde al rey, por ello era necesario que los sacerdotes
paganos estuviesen sujetos al rey. Y como en la ley antigua no eran los
dioses quienes prometían los bienes terrenos, sino el verdadero Dios quien
los ofrecía a un pueblo religioso, por ello se lee en el Antiguo Testamento
que los sacerdotes estaban sujetos a los reyes. Pero en la ley nueva da un
sacerdocio más alto, por el cual los hombres son conducidos a los bienes
TOMÁS DE AQUINO • GOBERNAR PARA LA PAZ
■52-
53. celestiales; por ello en la ley de Cristo los reyes están subordinados a los
sacerdotes.
De este modo, según la divina providencia, sucedió que en Roma, Valerio Máximo (S. i).
Historiador latino.
donde principalmente está la sede del pueblo cristiano, poco a poco se fue
implantando la costumbre de que los gobernantes de la ciudad estuviesen Julio César (101-44 a.
C). General, historiador
guiados por los sacerdotes. Como dice Valerio Máximo: "Nuestra ciudad y dictador romano.
ordenó anteponer la religión a todas las cosas, aun aquéllas en que quiso
ser notable respecto al honor de la majestad. Por ello los emperadores no
dudaron de servir a los dioses, estimando que debían regir todas las cosas
humanas según fuesen formuladas, bien y de modo constante, por el poder
divino." Igualmente en Francia, como el plan de la divina providencia era
que la religión del sacerdocio cristiano prevaleciera, quiso Dios que el
país definiese su derecho según la guía de los sacerdotes paganos, a quienes
llamaban druidas, como lo refiere Julio César en su libro sobre la guerra
de las Galias.
TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ
•53-
55. * >EI
Renacimiento
▼
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56.
57. El descubrimiento
del hombre
►
y la paz
i bien es cierto que durante el
medievo se consideraba que la
paz dependía de los designios
divinos y se afirmaba que los
hombres estaban —en buena
medida— sujetos a la voluntad de su creador, duran
te el Renacimiento estas ideas tuvieron un cambio
rotundo. A partir de la Academia creada por los Mé-
dicis en el siglo xv, el hombre dejó de estar a mer
ced de Dios para convertirse en una criatura que no
sólo era libre en un sentido mucho más amplio que
el otorgado por el albedrío planteado por Agustín de
Hipona y Tomás de Aquino,' sino que también era un
ser capaz de controlar a la naturaleza.
Nacía una nueva concepción del hombre y lo hu
mano, y con ello surgían nuevas discusiones en torno
1A este respecto puedes ver en esta misma colección el volu
men dedicado al análisis de la libertad, sobre todo, la sección
que se dedica a la Edad Media.
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ
•57-
58. a la paz. En términos generales, durante el Renacimiento se plantearon
tres posiciones distintas sobre este problema: la primera de ellas —que
bien puede estar representada por Maquiavelo— consideraba que la paz
era imposible, pues, según él, "un príncipe no debe tener otro objeto,
otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y la
disciplina entre los ejércitos".2
Ante esta propuesta de beligerancia absoluta, se asumieron dos posi
ciones que proponían la necesidad de la paz: una de ellas sostenía que la
guerra—al igual que las demás formas de violencia (tales serían los casos
de la ira y la venganza)— eran incorrectas en términos de moralidad y
racionalidad, y por ello debían proscribirse o, cuando menos, evitarse. Por
su parte, la segunda sostenía que el Estado debía repensarse a fin de
convertirlo en un garante de la paz.
Entre los autores que se sumaron a la primera propuesta destacan
Pico de la Mirándola, Erasmo de Rotterdam y Francis Bacon. Pico, cuya
obra marca el tránsito entre el pensamiento medieval y el renacentista,
en De la dignidad del hombre aún apela a la voluntad y los designios
divinos en favor de la paz, al tiempo que convierte a la filosofía natural
en un medio que los seres humanos pueden emplear para alcanzar ese
valor. Su propuesta, a pesar del tiempo transcurrido, aún mantiene una
gran vigencia si la reducimos a sus elementos esenciales: la paz sólo
será posible en la medida en que los hombres sean capaces de enfrentar
su racionalidad contra los instintos.
Por su parte, Erasmo de Rotterdam, en el Elogio de la locura, se sirve
de una sutil ironía para dar cuenta de la imbecilidad de aquellos que se
dedican a la guerra, pues en ella sólo participan "los bribones, los alca
huetes, los criminales, los villanos, los estúpidos y los insolventes y la
hez del género humano." Y, con esta postura, lleva a su extremo las
! Nicolás Maquiavelo, El Principe. Espasa-Calpe, México, 1981, p. 73.
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ
•58-
59. intuiciones de Pico, pues en la guerra —al decir de Erasmo— no parti
cipan "las luminarias de la filosofía."
En uno de sus múltiples ensayos, Francis Bacon también se adhiere a
esta postura en la medida en que censura la venganza, al tiempo que
abre paso a la reflexión sobre el papel del Estado. Desde su punto de
vista, la venganza, al igual que la violencia, no sólo es reprobable en tér
minos morales y racionales, sino que también lo es en la medida en que
pone en entredicho el sistema legal: en un mundo de leyes, el ejercicio
de la venganza y la violencia carece de sentido, pues existen entidades
capaces de impartir justicia. Con esta propuesta, Bacon asume las pro
puestas de Pico y Erasmo, y les agrega un nuevo componente: el papel
del Estado como garante de la paz, con lo cual su pensamiento comien
za a dejar atrás las ideas del Renacimiento para situarse en la moderni
dad naciente, el tiempo donde la ciencia y sus leyes, y el Estado y sus
manifestaciones, se convertirán en el eje de la reflexión en el mundo
occidental. Pero las ideas de Bacon sobre el papel del Estado como ga
rante de la paz no fueron únicas, pues en la Utopía de Tomás Moro,
también se encuentra una reflexión en este sentido.
Así, una vez que se han delineado las discusiones y las propuestas
que en torno a la paz presentaron algunos autores del Renacimiento,
sólo queda dar paso a sus palabras a fin de encontrarte con el redescubri
miento del hombre y la paz.
^.iM^mi
JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ
•59-
60. Filósofo italiano (1463-1494). Nació en el castillo de la Mirándola
y realizó estudios en Bolonia, Ferrara y Padua. En 1484 vivió en
Florencia, para luego mudarse a París y Roma. Desde 1488 se
estableció en las cercanías de Florencia y formó parte de la Aca
demia Florentina, misma que dio origen al Renacimiento.
Pico comenzó a llamar la atención de los intelectuales de su
época desde el momento en que dio a conocer su obra De la
dignidad del hombre, misma que se convertiría en el primer idea
rio de los pensadores del Renacimiento.
61. ►
Delaidignidad
del hombre
►
reguntemos al justo Job, que se
lló un pacto con el Dios de la vida
antes de venir a la vida, qué es lo
que principalísimamente desea el
altísimo Dios en aquellos millo
nes que le asisten. Él responderá ciertamente que la
paz, según aquello que leemos en la Sagrada Escritu
ra: "el que hace la paz en las alturas".
Y como los imperativos de un orden supremo
los interpreta para los órdenes inferiores un orden
intermedio, que nos interprete Empédocles, el anti
guo filósofo griego, las palabras del teólogo Job.
Aquél distingue una doble naturaleza en nuestras
almas; por una de ellas somos elevados a lo celes
te; por la otra, somos empujados hacia lo bajo, lo
que él nos traduce con los nombres de discordia y
amistad, o de guerra y paz, según lo muestran sus
poemas. Y él se duele de que, zarandeado por la dis
cordia y la guerra, semejante a un loco y huyendo
PICO DE LA MIRÁNDOLA • DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE
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