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Paz
                             José LuisTrueba Lara
                      (selección, introducciones y notas)


         Isócrates, Aristóteles, Lucio Anneo Séneca, Agustín de Hipona,
  Tomás de Aquino, Pico de la Mirándola,Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam,
Francis Bacon, Rene Descartes, John Locke,Thomas Hobbes, Montesquieu, I. Kant,
                John Stuart Mili, V. I. Lenin, Juan XXIII, U Thant


                      Prólogo de Rigoberta Menchú Tum
Paz
                              José LuisTrueba Lara
                       (selección, introducciones y notas)


         Isócrates, Aristóteles, Lucio Anneo Séneca, Agustín de Hipona,
  Tomás de Aquino, Pico de la Mirándola,Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam,
Francis Bacon, Rene Descartes, John Locke, Thomas Hobbes, Montesquieu, I. Kant,
                 John Stuart Mili, V. I. Lenin, Juan XXIII, U Thant


                       Prólogo de Rigoberta Menchú Tum




AGUILAR                        Libros del Rincón
Sistema de Catalogación Melvil Dewey DGMyME




  172.42
  T766
  2003      Trueba Lara, José Luis
                 Paz I José Luis Trueba Lara; prólogo de Rigoberta Menchú Tum;
                il. Osvaldo Cortés, Verónica Lozano y José Luis Cuevas.
                 — México : SEP : Aguilar : Altea : Taurus : Alfaguara, 2003
            128 p.: il. — (Libros del Rincón)


            ISBN: 970-741-947-4 SEP


            I. Paz. 2. Relaciones Internacionales. I. Menchú Tum, Rigoberta, pról.
            II. Cortés, Osvaldo, il. III. Lozano, Verónica, il. IV. Cuevas, José Luis, il.
            V. t. VI. Ser.




© Por la selección, la adaptación y los textos introductorios: José Luis Trueba Lara, 2003
© Por el prólogo: Rigoberta Menchú Tum, 2003
© Por las caricaturas: Osvaldo Cortés y Verónica Lozano, 2003
© Por las ilustraciones de portada: José Luis Cuevas, 2003
Las fotografías que se utilizaron en este libro provienen de los siguientes bancos de imágenes: Art Explosión y Master
Clip Art


D.R. © Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2003


Primera edición SEP / Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2003


D.R. ©     Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. de C.V., 2003
           Av. Universidad 767,
           Colonia Del Valle, 03100, México, D.F.


D.R. ©     Secretaría de Educación Pública, 2003
           Argentina 28, Centro,
           06020, México, D.F.


ISBN: 968-19-1287-X (obra completa) Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara
ISBN: 968-19-1238-1 Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara
ISBN: 968-01-0122-3 (obra completa) SEP
ISBN: 970-741-947-4 SEP


Prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico
o electrónico sin la autorización escrita de los coeditores.


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Prólogo
Rigoberta Menchú Tum       11




Introducción general       15




La antigüedad clásica


Las ideas sobre la paz
en la antigüedad clásica   21


Una oración por la paz
Isócrates                  25


La mansedumbre
Aristóteles                31


Contra la ira
Lucio Anneo Séneca         35




                                            CONTENIDO
La Edad Media

             o      Las ideas sobre la paz



            ■o
                    en la Edad Media                43


                    La paz de Dios
            • ■■■   Agustín de Hipona               45




             c      Gobernar para la paz
                    Tomás de Aquino                 49




             ai     El Renacimiento


                    El descubrimiento


             c
                    del hombre y la paz             57


                    De la dignidad del hombre



            o
                    Pico de la Mirándola            61


                    La paz en Utopía



            u
                    Tomás Moro                      65


                    La locura de la guerra
                    Erasmo de Rotterdam             71


                    De la venganza
                    Francis Bacon                   73




                    La Ilustración y el siglo xix


                    Nuevas ideas para la paz        79


                    El hombre violento
                    Rene Descartes                  81




CONTENIDO
Si la paz fuera posible
John Locke                      85


Las naciones y la paz
Thomas Hobbes                   87


Paz y guerra
Montesquieu                     91


La paz perpetua
I.Kant                          97


El beneficio de la comunidad
John Stuart Mili               103




El siglo xx


La paz en un mundo terrible    111


La paz y la I Guerra Mundial
V. I. Lenin                    113


Encíclica para la paz
Juan XXIII                     117


Contra las armas nucleares
U Thant                        121


                                     CONTENIDO
Prólogo



                            tzil. Paz. Peace. Paix. Pace.

                            Friede. Salam. Shalom. Es una

                            palabra tan corta y tan sencilla

                            de pronunciar, no importando

                            el idioma que se hable. Pero es

                            de los conceptos más profundos

y complejos que han recorrido el camino de sueños,

esperanzas, incertidumbres y dolor de la humanidad,

construyendo valores culturales y espirituales y forjando

las más grandes civilizaciones de los pueblos que han

habitado nuestro planeta.

   Aunque la paz haya anidado como un sinónimo de vida

en la convivencia de los pueblos castigados por la guerra,

este concepto no se limita a calificar la ausencia de

conflicto, sino que lo trasciende y se nutre de la energía

de la vida y la ilusión de bienestar y fraternidad.

   Desde el origen de nuestra humanidad, mujeres y

hombres han asumido la paz como un código de ética

que garantice la armonía, posibilite el desarrollo y el


                                                                 RIGOBERTA MENCHU TUM ■ PRÓLOGO

                                                                                          •11-
anhelo de asegurar el bienestar común. La mayoría de las personas más humildes del planeta entiende,
practica, vive y sueña la paz como en contra de la destrucción, el honor, la brutalidad, la agresión, la
guerra y la muerte.

   Pero la palabra paz es también una de las más brutalmente usadas y manipuladas para alcanzar
objetivos deleznables, contrarios a la más elemental noción de humanidad. En su nombre se han
cometido todo tipo de atrocidades, verdaderos atentados contra la dignidad humana. Un historiador de
la antigüedad dijo alguna vez que los romanos arrasaron territorios y le llamaron paz.
   Los gobernantes, las potencias mundiales y los actores de la guerra utilizan esa misma palabra, paz,
para justificar sus aventuras bélicas y, con frecuencia, para encubrir los más repudiables crímenes que
ofenden la dignidad y la conciencia humanas. Si algo han sabido hacer los beneficiarios de la guerra es
disfrazarla con el traje de la paz, adoptando así un discurso que, si se lo ve únicamente en su superficie,
puede seducir a los ciudadanos; pero, al hilar más fino, podemos descubrir, detrás, un discurso prestado
y disfrazado, que esconde los objetivos reales de los seguidores del belicismo. El discurso de la paz ha
sido útil a quienes más han renegado de ella, los políticos de la guerra, los empresarios de la guerra, los
hacedores de la guerra...
   El Diccionario de la Lengua Española contiene, en su versión 2001, 10 definiciones de paz, más
otras tantas expresiones que la incluyen. Una de las que más llaman mi atención es "sosiego y buena
correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las
disensiones, riñas y pleitos". Si hacemos un esfuerzo por valorar, de manera integral, la grandeza de
las vidas que coexisten en nuestro entorno, los complejos procesos por los que ha pasado la humanidad, la
lucha diaria de la gente por ser mejor, entenderemos que la paz es cultura que construye, es educación,
es respeto, es la práctica de la tolerancia, es un gran compromiso con la vida y, por lo tanto, es una misión
social de cada uno de nosotros. Todos estamos llamados a defender las grandes cualidades individuales
y colectivas de nuestras sociedades, no dejar nuestro destino en manos de otros y no permitir ser carne
de cañón, pagando el costo de guerras ajenas. Nos toca defender la dignidad de las víctimas de las
guerras, quienes, en su mayoría, son niñas, niños, mujeres, ancianas y ancianos.
    Si la paz que defendemos es la posibilidad de convivir en armonía, tenemos que construirla todos
los días, en todos los círculos en los que nos desenvolvemos, y sentir la indignación contra todo tipo de
violencia que rompa esa armonía. Las dos guerras mundiales que ocurrieron en el siglo pasado y que
acabaron con la vida de millones de personas, sin contar toda la destrucción material, son suficientes


PRÓLOGO • RIGOBERTA MENCHÜ TUM

•12-
para entender que ninguna guerra puede hacerse en nombre del bienestar de los pueblos. La humanidad
ha pasado por periodos de extrema crueldad, y tal pareciera que persiste en repetir, una y otra vez, el
tropezón con la misma piedra. Corea, Vietnam, Nicaragua, Panamá, los Balcanes, Chechenia, Afganistán
y ahora Irak son los nombres del oprobio, de las lecciones nunca aprendidas por el hombre, en lugar de
representar el "nunca más" que la paz necesita para florecer.

   Este libro es fundamental para conocer algunas de las ideas generadas a lo largo de los siglos sobre el
concepto paz, cuya comprensión puede facilitarnos el entendimiento de nuestra realidad actual. Este
libro recoge elocuentes discursos de los más grandes pensadores de la historia, cuya vigencia se mantiene
hoy. Si lo revisamos detenidamente, veremos que la utilización del término para justificar otros fines
no ha variado en su evolución histórica: la guerra para alcanzar la paz, la "pacificación" como su
sinónimo, la violación de los derechos más elementales para "sostenerla". Del mismo modo, encontramos
una concepción positiva de la paz: el respeto al derecho internacional y a la soberanía de los pueblos,
la paz como motor del bienestar de esos mismos pueblos.
   Este libro demanda que no nos quedemos con una lectura superficial. Debemos reflexionar y capitalizar
su contenido, por medio del análisis, la reflexión y la meditación. Confrontemos nuestras ideas con las de
otros, las de nuestras familias, las de nuestros compañeros, las de nuestros amigos, con las de todos los
que nos rodean. Sembremos en ellos la inquietud de promover la paz, de vivirla y de gozarla.
   De esta forma, nos convertiremos, poco a poco, en constructores y motivadores, pues aflorará la
necesidad de realizar acciones concretas para alcanzar la paz, así como la tuvieron quienes ponen ante
nosotros esta obra. Sólo así podremos cristalizar en los hechos el discurso de la paz, un discurso que ha
sido unas veces ultrajado, otras falseado y las más ignorado.

   Nuestro más ambicioso objetivo debe ser garantizar un futuro digno para nuestras nuevas
generaciones. Es por ello que los invito a contribuir a una paz que construye, a una paz que genera
vida, fe y esperanza y que halla su mejor expresión en el respeto mutuo, en ser parte de la felicidad propia
y la de otros. Los insto también a enseñar a nuestros hijos el valor de la vida y los más elementales valores
del respeto para que tengan en sus manos el poder de construir una sociedad en armonía en la que
puedan vivir con dignidad.




                                                                                      RIGOBERTA MENCHÚ TUM • PRÓLOGO

                                                                                                               •13-
-V.1P-'



          ÍT


          ■
Introducción
                                                                   general



                         s difícil pensar en la paz. Para

                         los jóvenes que nunca se han

                         enfrentado con el horror de la
                      guerra, y sólo la conocen por

                         lo que de ella se cuenta en la
televisión y el cine, el conflicto y la violencia pare
cen mucho más atractivos que la paz. Es posible que
esta fascinación por la guerra nos muestre una de las

partes más primitivas de nuestra especie: los huma
nos somos depredadores como los tigres, las águilas

o los tiburones. Sin embargo, poseemos algo que nos
diferencia de los animales: los tigres, águilas y tibu
rones carecen de razón y sus acciones están determi

nadas por sus instintos, su necesidad de obtener
alimento y sobrevivir.

   Hace siglos que los seres humanos encontramos
los mecanismos para garantizar nuestra alimentación
y sobrevivencia. Efectivamente, desde el preciso ins
tante en que se descubrió la agricultura y comenza-


                                                                JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • INTRODUCCIÓN GENERAL

                                                                                                      •15-
De obligar a otros a
                                               ron a desarrollarse las tecnologías, nuestra sobrevivencia como especie
aceptar que nuestros

dioses son los únicos que                      quedó virtualmente garantizada. Sin embargo, la guerra no ha dejado de
deben ser adorados: a
este respecto puedes                           hacerse presente en ningún momento. Así, desde el inicio de la civiliza
consultar el volumen de
                                               ción, los hombres nos lanzamos a la guerra a fin de obtener poder y rique
esta serie dedicado al
Respeto, donde distintos                       za, o con el objeto de obligar a otros a aceptar que nuestros dioses son los
autores analizan la
tolerancia a las ideas                         únicos que deben ser adorados. Nuestra historia sólo parece ser una
religiosas.
                                               larguísima sucesión de guerras, muertes y horrores. Justo como lo escribió
Primate: orden de                              Hans Magnus Enzensberger, uno de mis autores preferidos: "Los animales
mamíferos que
comprende los que se                           luchan entre sí, pero no hacen la guerra. El ser humano es el único primate
designan con el nombre
                                               que se dedica a matar a sus congéneres de forma sistemática, a gran escala
de monos, y en el que
varios naturalistas                            y con entusiasmo. Una de sus principales invenciones es la guerra; la ca
modernos quieren
incluir al hombre.                             pacidad de concluir la paz probablemente sea una conquista posterior. Las
                                               más remotas tradiciones de la humanidad, sus mitos y leyendas de héroes,
Sistemática: pertene
ciente a un sistema;                           suelen girar en torno a homicidios y asesinatos."
voluntario, adoptado
como principio.                                   Ante estos hechos, es necesario que nos hagamos una pregunta: ¿cómo
                                               es posible que los humanos —a pesar de su racionalidad y de tener vir

                                               tualmente garantizada su supervivencia— se declaren la guerra y desaten
                                               el horror y la muerte sobre su planeta? Aún más, ¿cómo es posible que los

                                               seres humanos hayan llegado al punto de poner en riesgo su supervivencia

                                               como especie debido a la guerra?, pues el desarrollo del armamento nu

                                               clear, biológico y químico nos coloca ante la posibilidad de desaparecer

                                               del planeta. Estas son interrogantes que parecen poner en duda nuestra

                                               capacidad de pensar o que suponen que nuestro pensamiento sólo está

                                               encaminado a la destrucción.

                                                  A pesar de lo anterior, creo que la paz es posible, que el problema no se

                                               encuentra en el hecho de que seamos depredadores, sino en que nuestra

                                               cultura nos enseña a amar el poder y la riqueza sobre todas las cosas,

                                               mientras que nuestra fe nos lleva a la intolerancia más terrible. Pero no

                                               sólo creo en esto, también creo que la paz nos permitiría alcanzar las me

                                               tas que no hemos logrado: la ciencia, la técnica, el arte y la economía bien


JOSÉ LUIS TRUEBA LARA ■ INTRODUCCIÓN GENERAL

•16-
podrían convertirse en los promotores del bienestar humano si no tuvie

ran que cargar con los altísimos costos de la guerra. Y esto te afecta a ti,

pues la paz y la tolerancia te permitirían vivir en un mundo mejor, en un

espacio donde tu futuro estuviera verdaderamente garantizado.
   El sueño de una paz perdurable, por medio de la cual los hombres

alcancemos todo aquello que hemos deseado, también es muy viejo. A

pesar de que nuestros antiguos mitos y leyendas nos hablan de la guerra,

las palabras en favor de la paz nacieron casi al mismo tiempo que el ho

rror que provocan el asesinato y la violencia.

   Así pues, te invito a que te adentres en las siguientes páginas, donde

algunos personajes se preguntan sobre la paz y critican el absurdo de la

guerra. Pero, antes de comenzar el recorrido por sus ideas, creo necesario

hacer un par de aclaraciones importantes. En primer lugar, los personajes

que participan en este libro buscan presentarte algunas de las ideas que

sobre la paz se han propuesto desde la antigüedad clásica hasta media

dos del siglo xx; es decir, te ofrecen un recorrido que abarca poco más

de 2 400 años de historia. Pasemos a la segunda aclaración, creo que la

paz —al igual que todas las cosas que afectan al ser humano— debe ser

discutida y analizada desde todas las perspectivas, y que todos los hom

bres deben participar en esta discusión; por eso he incluido en el libro una

serie de autores que desde las perspectivas más variadas presentan las

opiniones que sobre la paz se han externado a lo largo del tiempo.

   Así pues, sólo me resta invitarte a que te adentres en las siguientes
páginas, donde se convocan más de veinte siglos de pensamiento para

discutir un tema crucial de nuestro futuro como especie: la paz.




                                                                               JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • INTRODUCCIÓN GENERAL

                                                                                                                     •17-
La antigüedad
     ►   clásica
                          T

         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
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         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
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         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
         La antigüedad clásica
■
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     y
Las ideas
                                             sobre la paz en la
                                        antigüedad clásica

                     n las primeras páginas de Pers

                     pectivas de guerra civil, Hans

                     Magnus Enzensberger dice que

                     una de las principales y prime

                     ras invenciones de los seres hu

manos es la guerra, y que lo más probable es que "la
capacidad para concluir la paz sea una conquista

posterior". Para iniciar la guerra sólo se requieren

armas, deseos de poder, ansias de riqueza y odio;
mientras que, para lograr la paz, se necesita una vo

luntad capaz de dominar las pasiones que se han des

atado: un deseo personal que encuentre eco en una

asamblea del pueblo, en las acciones de un gobierno

o el futuro de un Estado.
   La realidad de la guerra no fue desconocida para

los hombres de la antigüedad clásica. Los horrores

de la sangre, el fuego y la muerte formaban parte de

su vida, al igual que las reflexiones sobre la paz y el
pacifismo. En términos generales, las ideas sobre


                                                          JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA

                                                                                                                           •21-
Democrática: que se
                                              la paz durante la antigüedad clásica se dirigían hacia dos espacios in-
rige bajo un sistema
político donde los                            terrelacionados: la comunidad democrática1 y el individuo. Ambos ha
ciudadanos eligen a sus
gobernantes.                                  blan de un deseo y una conducta personal que encuentran eco en una

                                              asamblea del pueblo: la guerra y la paz eran asuntos públicos que debían
Agora: plaza donde se
reunían las asambleas                         debatirse y estudiarse.
públicas en las ciudades
de la antigua Grecia.                              Los textos que conforman esta sección son una muestra de ambos espa

                                              cios. Para mostrar el papel que jugaba la democracia en los asuntos de la

                                              guerra y la paz, seleccioné un discurso pronunciado por Isócrates hace poco

                                              más o menos 2400 años ante los ciudadanos de Atenas, en un momento en
                                              que en el agora se debatía sobre la conveniencia de emprender una acción

                                              militar. Sus palabras, a pesar de la distancia, tienen un especial interés, una
                                              actualidad insospechada: Isócrates llama a los atenienses a reflexionar y

                                              dar oído a quienes no estaban de acuerdo con la guerra, a pesar de que estas
                                              palabras no fueran del agrado de una mayoría que soñaba con la gloria y la
                                              victoria sobre los enemigos.
Argumentos:                                        Isócrates buscaba oponer la razón a la guerra y el pensamiento a los
razonamientos con que
se expone un asunto o                         horrores. En este sentido, sus argumentos bien podrían haber sido escucha
se responde.
                                              dos y valorados por los jóvenes que fueron atrapados por los sueños de
Mansedumbre: cualidad                         gloria durante todas las guerras. En efecto, las palabras pronunciadas hace
de manso.
                                              2400 años hubieran salvado la vida a millones de individuos que volunta

                                              riamente se lanzaron a las aventuras guerreras.

                                                  Por su parte, los restantes textos que incluí en esta sección se ocupan

                                              del individuo y la paz. En el primero de ellos —un fragmento de la Ética
                                              nicomáquea de Aristóteles—, el gran filósofo de la antigüedad clásica ex
                                              plora la mansedumbre como una virtud del carácter, al tiempo que realiza
                                              una crítica a la ira y los efectos que ella provoca en las personas. A
                                              diferencia de Isócrates, las palabras de Aristóteles no tienen un tono dra
                                              mático, sino que —como es costumbre en las obras del Estagirita—


                                              ' A este respecto puedes ver en esta serie el volumen dedicado a la Democracia.


JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLASICA

•22-
mantienen una frialdad casi absoluta con el fin de lograr que la razón se

despliegue en toda su magnificencia.

   Esta sección concluye con un fragmento del tratado de Lucio Anneo

Séneca intitulado Sobre la ira. Al adentrarte en estas páginas no tarda

rás en descubrir un hecho de gran importancia para las futuras discusio

nes acerca de la paz: la ira y sus consecuencias —es decir, la guerra, la
venganza, etcétera— son atributos que los seres humanos no compar

ten con los demás animales, pues estos seres matan sin odio y sólo lo

hacen para alimentarse, mientras que los hombres asesinamos a causa
de la ira y el odio. En este sentido, Séneca propone una idea por demás

curiosa: la ira sólo puede existir entre los seres racionales, pero ella les

nubla la razón.
   La propuesta de Séneca no sólo es una crítica y un análisis de la ira

que complementa los planteamientos de Aristóteles, sino que también
se muestra como una propuesta que nos anima a revisar nuestra raciona

lidad a fin de detectar en ella los factores que precipitan la ira, la violen
cia y la guerra. Es decir, a partir de sus palabras tendríamos que decidir

si mantenemos una postura que alimente la ira o renunciamos a ella en

favor del uso de la razón.2
   Así pues, una vez que te he presentado a muy grandes trazos el con

tenido de esta sección, no me queda sino invitarte a que te adentres en

algunas de las reflexiones que sobre la paz se realizaron durante la anti
güedad clásica, el tiempo donde un grupo de filósofos pusieron sobre la
mesa la mayor parte de los temas que la humanidad discutiría durante

los siguientes 2400 años.



2 Aceptar el camino de la razón no sólo implica dar un voto en favor de la paz, sino que
también conlleva la necesidad de desarrollar otros valores: el respeto, la justicia, la
libertad y la democracia. Sobre estos temas puedes ver los restantes volúmenes de esta
colección, donde numerosos filósofos de distintas épocas discuten y analizan estas
cuestiones.


                                                                    JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA

                                                                                                                                     •23-
"'i




Isócrates

Filósofo y orador ateniense (436-338 a. C). Recibió una esmera

da educación y formó parte de los alumnos de Sócrates. A la

muerte de su maestro —misma que fue causada por sus opinio

nes políticas— vistió de luto y acusó a sus compatriotas de man

char los tribunales con esa acusación. Cuentan que él murió a

causa de la depresión que le provocó la victoria de Filipo en

Queronea, misma que determinaría el fin del esplendor de Ate

nas. Durante la antigüedad clásica fue considerado como uno de

los mejores oradores, a tal grado que Cicerón le consideraba como

el padre de la elocuencia.
Una oración
                                                         por la



                     a esperanza nos tiene alboro

                     tados y somos insaciables por

                     lo que tiene visos de utilidad.

                     Ni siquiera los que tienen ma

                     yores riquezas se contentan

con ellas, pues deseando más y más las arriesgan.

Por ello es de temer que nosotros caigamos en es

tos devaneos.

   Me parece que algunos de nosotros estamos en

favor de la guerra como si no fuesen unos cualquiera

quienes la aconsejan, y actúan como si hubieran oído

de boca de un dios que sojuzgaremos y venceremos

con gran facilidad a nuestros enemigos. Los que aún

tienen juicio, conviene que no tomen en cuenta esos

consejos porque son superfiuos, sino que ejecuten

lo que resolvieron; y quienes aún desean hacer

consultas no piensen que ya saben lo que importa,

sino que valiéndose de conjeturas analicen las conse

cuencias de su decisión.


                                                            ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ

                                                                                        •25-
Congregado: reunido.
                                        Pero, en realidad, ustedes no han hecho ninguna de estas cosas, pues
Seducen: hacen caer en               se conducen con el mayor desorden. Se han congregado como si fueran
un error o pecado.
                                     a escoger lo más conveniente de cuanto se proponga; y, como si ya estuvieran

                                     ciertos de lo que se hará, no quieren dar oído sino a los que hablan en la

                                     medida de su gusto. Cuando es cosa de razón, si es que quieren descubrir

                                     lo más conveniente para la ciudad, es necesario que escuchen con mayor

                                     atención a quienes se oponen a sus deseos, y no a los que los aprueban. De

                                     esta manera conocerán —entre los que aquí se presentan— a quienes les

                                     dicen lo que desean escuchar y les seducen, porque su discurso es como

                                     una nube que impide ver lo mejor. No se debe temer a quienes no hablan

                                     sobre lo que ustedes no quieren escuchar, porque no podrán disuadirlos

                                     si no hacen patente lo más útil para la ciudad.
Confrontan: ponen a
                                        Si esto no ocurriera, ¿cómo podrían los hombres juzgar lo pasado y
dos personas en
presencia una de otra                deliberar con acierto sobre el futuro, si no confrontan los discursos de los
para comparar sus ideas
u opiniones.                         que se contradicen, y escuchan con igualdad a unos y otros? Estoy

                                     maravillado de cómo los ancianos no tienen memoria y cómo los jóvenes
Galeras: barco antiguo
de guerra y comercio                 no han escuchado que por causa de quienes nos movieron a mantener la
que se movía con velas
o con remos.                         paz nos vino algún daño, y que por causa de quienes con ligereza se decla

                                     raron en favor de la guerra nos han sucedido muchos y graves desastres,

                                     de los cuales no conservamos ninguna memoria, sino que estamos dis

                                     puestos, sin procurar para nosotros ninguna utilidad, a armar galeras, imponer

                                     contribuciones y ayudar o hacer la guerra al que se ofrezca, como si nos

                                     fuese ajena la ciudad que deseamos.

                                        La causa de todo esto es que ustedes deben cuidar de las cosas del co
                                     mún como las suyas, y ahora no miran a la guerra de ese modo, pues

                                     cuando deliberan sobre sus cosas, buscan a los que tienen más prudencia

                                     para recibir consejo; pero cuando se reúnen para tratar las del público,

                                     desconfían de esos hombres y los miran con envidia, y a los más perdidos de

                                     cuantos suben a este lugar les aplauden y celebran, teniendo por más po

                                     pulares a los desarreglados que a los sobrios, a los necios que a los


ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ

•26-
La oratoria griega


   Para los antiguos griegos, la oratoria era una de las principales
   artes que debían dominar los ciudadanos, pues la vida política y

   democrática de sus ciudades estaba vinculada con los discursos
   que sobre los asuntos públicos se presentaban en el agora. Así,

   quien deseara convertirse en un político influyente, debía ser un
   gran orador.

      Las discusiones sobre el peso que la oratoria tenía en la vida
   de las ciudades griegas y el papel que jugaba dentro de la demo

   cracia, fueron considerados por los grandes filósofos de aquella

   época. En los Diálogos de Platón existen largos fragmentos dedi
   cados a estas cuestiones; Aristóteles no sólo las abordó en su

   Política, sino que también les dio un detallado tratamiento en la
   Retórica, y los sofistas fungieron como maestros de este arte
   para los jóvenes griegos.

      Entre los grandes oradores griegos no sólo destaca Isócrates,
   pues Pericles, Demóstenes y el propio Sócrates poseían grandes
  virtudes en este sentido.




prudentes, y a los que se comen los caudales públicos que a los que son

liberales de su propia hacienda. Son de admirar quienes esperan que una
ciudad que se vale de tan malos consejeros pueda llegar a mejorar su
condición.

   Conozco bien que ustedes se oponen a quienes tienen ideas distintas a
las suyas, y que por el hecho de vivir en democracia gozan de libertad;
ustedes prefieren a los necios y a los que no les tienen consideración, como


                                                                               ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ

                                                                                                           •27-
Comedias: poemas
                                     ocurre en el teatro con los representantes de comedias; mientras que a los
dramáticos, de
desenlace festivo.                   que les hacen algún servicio, y les amonestan y corrigen, los miran con el
                                     mismo encono como a quien ha hecho algún daño a la ciudad.
Lisonjearlos: adularlos,
                                        A pesar de todo esto, yo no he de apartarme de lo que me propongo.
darles gusto.
                                     Porque no he venido a lisonjearlos, ni a solicitar ningún empleo, sino a
Capitulaciones:
contratos o conjunto de
                                     hacerles presente lo que entiendo. En primer lugar, acerca de lo que los
condiciones relativas a
                                     senadores proponen, y después acerca de los demás intereses de nuestra
un acto solemne.
                                     patria. Porque de nada serviría lo que sobre la paz se ha decretado, si en
                                     todo lo demás no deliberásemos con acierto. Digo que nos importa hacer
                                     la paz, no precisamente con los chíos y rodios, con los de Bizancio y Coo,

                                     sino con todos los hombres, y guardar y cumplir los tratados; no aquellos
                                     que ahora dictan algunos, sino los ajustados con el rey y los lacedemonios,
                                     en que se manda que los griegos mantengan su derecho; que se quiten las
                                     guarniciones de las ciudades ajenas y que sólo retenga la suya cada uno.
                                     Porque no es posible escoger capitulaciones más justas para el bien de la
                                     ciudad.

                                        Si aquí acabara mi discurso, bien conozco que se pensaría que yo
                                     hablaba en menoscabo de nuestra patria, pues mientras los tebanos retienen

                                     Tespia y Platea, y todas las ciudades que en contra de los pactos se han
                                     apoderado, nosotros deberíamos de evacuar aquellas que tenemos. Pero
                                     si me escucharan hasta el final, prestándome atentos oídos, juzgo que

                                     deberían reprender la necedad y locura de quienes hallan utilidad en la
                                     injusticia y retienen por fuerza las ciudades ajenas, sin reparar en las
                                     calamidades que con ello se originan: que todo esto es lo que procuraré

                                     manifestarles en este discurso.

                                        Hablemos de la paz, y veamos qué apetecemos; porque si tratamos

                                     bien y con prudencia este punto, teniendo presente nuestro intento, con
                                     mucho mayor tino deliberaremos acerca de todo lo demás. Así que, ¿no
                                     nos tendríamos por bien librados si viviésemos en nuestro pueblo con

                                     seguridad, si abundásemos de lo necesario para la vida, si tuviésemos en-


ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ

•28-
tre nosotros unión y concordia y si mereciésemos la estimación de los
demás griegos? Yo creo que logrando estas cosas nuestra ciudad volvería
a ser completamente feliz. Pues la guerra nos priva de todo lo dicho: nos
ha empobrecido, nos ha hecho padecer muchos trabajos, nos ha
desacreditado con los griegos, y por todos los caminos nos hace
miserables. Mas si pactáramos la paz y fuéramos tal y como lo previenen
los tratados, viviremos con la mayor seguridad en nuestras casas, libres
de los combates, peligros y alborotos en que nos hallamos enredados;
cada día gozaremos de mayor abundancia, aliviados de los tributos, de
las gabelas marítimas, y de las demás contribuciones para la guerra,
                                                                                           Gabelas: tributos,
cultivando con gusto los campos, navegando los mares y volviendo a                                 impuestos,

entrar en todas las demás negociaciones que estaban abandonadas por                           contribuciones.


la guerra; veremos a nuestro pueblo prosperando, lleno de comerciantes,
extranjeros e inquilinos, cuando ahora por la guerra está desierto; y lo
que es más: tendremos por aliados a todos los hombres, y no por

necesidad, sino por su agrado, y ellos se comportarían con nosotros como

confederados y amigos verdaderos. Además de esto, aquello que ahora

no podemos recuperar, ni con la guerra ni con grandes gastos, fácilmente
podríamos conseguirlo por medio de una embajada.

   Si cambiamos de conducta nuestros enemigos no sólo se abstendrán
de tomar lo que es nuestro, sino que también habrán de darnos algo de sus

bienes, porque reconocer el poder de nuestro pueblo puede importarles
para tener reinos más seguros. Y más cuando podemos nosotros tomar
Tracia, no sólo para estar sobrados, sino para dar a los griegos pobres, que
por su miseria vagan errantes, aquello que más necesitan.




                                                                               ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ

                                                                                                           •29-
Aristóteles

Nació en Estagira en 384 a. C; fue discípulo de la Academia de

Platón durante cerca de 20 años y al morir su maestro se dirigió a
Asia Menor. Poco tiempo después se incorporó a la corte del rey

Filipo de Macedonia donde se convirtió en preceptor de Alejan

dro Magno. En 335 a. C. regresó a Atenas y fundó el Liceo, mis

mo que se convertiría en uno de los centros de investigación y

docencia más importantes de la antigüedad clásica, pues sólo

rivalizaría con él la famosa biblioteca de Alejandría.

   Las labores de Aristóteles en Atenas fueron interrumpidas por

razones políticas en el año 323 a. C: cuando el sentimiento anti-
macedonio que se apoderó de la ciudad que surgió a raíz de la

muerte de Alejandro Magno, aunado a una acusación de impie

dad, lo obligaron a abandonar la ciudad y retirarse a Calcis de

Eubea, donde pasó sus últimos años.
T
                                     ►        La mansedumbre




                       a mansedumbre es un término

                       medio con respecto de la ira. El

                       exceso podría llamarse irasci

                       bilidad, pues la pasión es la ira.

                       Sus causas son muchas y diver

sas. Quien se irrita por las cosas debidas y con quien

es debido, y además cómo, cuándo y por el tiempo

debido, siempre es alabado. Éste sería manso, si la
mansedumbre fuese justamente alabada; porque

quien es manso quiere estar sereno y no dejarse llevar
por la pasión, sino encolerizarse en la manera, por

los motivos y el tiempo que la razón ordene. El manso

no es vengativo, sino indulgente. El defecto, ya se

trate de una incapacidad para encolerizarse o de otra

cosa, es censurado: los que no se irritan por los mo

tivos debidos o en la manera que deben, cuando deben

o con los que deben, son tenidos por necios. Un hom

bre así no parece tener sentimientos ni padecimientos

y, al no irritarse, parece que no es capaz de defenderse,


                                                            ARISTÓTELES • LA MANSEDUMBRE

                                                                                   •31 •
Exceso: cantidad que se
                               pero es servil al soportar una afrenta o permitir algo contra los suyos. El
encuentra de más.
                               exceso puede ocurrir con respecto a todas estas calificaciones; es decir,
Impulsividad: dícese del
que se deja arrebatar
                               con quienes no se debe, por motivos indebidos, más de lo debido y por
por la violencia de sus
                               más tiempo de lo debido; pero no todos estos errores pertenecen a la misma
pasiones.
                               persona, pues el mal se destruye incluso a sí mismo, y cuando se presenta
Coléricos: que se dejan
llevar de la ira.
                               en su integridad es insoportable. Así, los irascibles se encolerizan pronto
                               con quienes no deben, por motivos que no deben y más de lo que deben,
Amargados: personas
que tienen sentimientos        pero se apaciguan pronto, y esto es lo mejor que tienen. Esto les ocurre por
de pena por un
desengaño, un desaire,
                               que no contienen su ira, porque se desquitan abiertamente a causa de su
una muestra de
                               impulsividad, y luego se aplacan. Los coléricos son excesivamente preci
desconsideración o falta
de cariño.                     pitados y se irritan contra todo y por cualquier motivo, de ahí su nombre.

                               Los amargados son difíciles de calmar y se irritan durante mucho tiempo,

                               porque contienen su coraje. Éste cesa cuando se desquitan, pues la venganza
                               pone fin a la ira, produciendo placer en vez de dolor. Pero si esto no ocurre,

                               conservan su pesadumbre, pues al no manifestarse, nadie intenta aplacarlos,

                               y requiere mucho tiempo digerir la cólera. Estos individuos son las perso

                               nas más molestas para sí mismos y sus seres más queridos. Llamamos

                               difíciles a los que se incomodan por motivos indebidos, y más de lo debido
                               o por demasiado tiempo, y no se reconcilian sin venganza o castigo.

                                  A la mansedumbre se opone el exceso que es más frecuente (ya que el

                               vengarse es más humano), y los intransigentes son peores para la con
Mansedumbre: calidad de
                               vivencia. Lo que dijimos antes también resulta claro por estas considera
manso.

                               ciones. No es fácil especificar cómo, con quiénes, por qué motivos y por
                               cuánto tiempo debemos irritarnos, ni tampoco los límites dentro de los
                               cuales actuamos rectamente o pecamos. Quien se desvía poco, hacia el

                               exceso o hacia el defecto, no es censurado, y a veces alabamos a quienes
                               se quedan cortos y los llamamos sosegados, y viriles a los que se irritan,

                               considerándolos capaces de mandar a otros. No es fácil establecer con

                               palabras cuánto y cómo un hombre debe desviarse para ser censurable,
                               pues el criterio en estas materias depende de cada caso y sensibilidad.


ARISTÓTELES • LA MANSEDUMBRE

•32-
'IStOfc


   La extensa obra de Aristóteles marca el momento culminante del

   pensamiento filosófico de la antigüedad clásica. Todo el saber de

   su época está reunido en estos volúmenes que, al decir de algu

   nos investigadores, son las notas que sus alumnos tomaron du

   rante sus clases en el Liceo.

      Pero la importancia de las obras de Aristóteles no se reduce a

   lo antes señalado, pues se convirtieron en uno de los ejes del

   pensamiento occidental durante varios siglos: en la Edad Media,

   sus palabras marcaban la cúspide del pensamiento y, a partir del

   Renacimiento, los intentos por refutarlo dieron fin a una concep

   ción del mundo que se mantuvo por más de mil años.

      El fragmento de la Ética nicomáquea —la cual debe su nom
   bre a Nicómaco— que se encuentra en estas páginas es uno de

   los mayores y mejores análisis que sobre la ética se realizaron

   durante la antigüedad clásica, a tal grado que sus propuestas se

   han discutido desde el momento de su aparición hasta nuestros

   días.




Pero una cosa es clara: la disposición intermedia, de acuerdo con la cual
nos irritamos con quienes debemos, por los motivos debidos, como debemos,

es laudable, y los excesos y defectos son reprensibles; poco, si son débiles,

más si ocurren en un grado más elevado, y mucho, si en un grado muy

elevado. Es evidente que debemos mantenernos en el término medio.




                                                                                ARISTÓTELES ■ LA MANSEDUMBRE

                                                                                                      ■33-
eo Séneca

Filósofo y político romano (4 a. C. - 65 d. C). Nació en la ciudad

de Córdoba y vivió en Roma. Formó parte de las cortes de Calí-

gula, Claudio y Nerón, de quien fue maestro y por cuya orden se

suicidó. Fue uno de los hombres más ricos e influyentes del im

perio romano. Lucio Anneo Séneca siguió las enseñanzas de los

filósofos estoicos, a las cuales les imprimió un sello personal,

mismo que le permitió convertir a este saber en una guía para la

vida.
►   Contra la ira




                             e pides que trate por es

                             crito de qué manera se

                             puede poner placidez y

                             comedimiento en la ira.

                             No sin razón temes más

a esta pasión que a las otras, porque es la más som

bría y desenfrenada. En efecto, las otras conservan

un resto de calma y sangre fría; pero ésta es un fre

nesí rabioso, ebrio de sangre y exterminio; que sin

atenderse más que a sí misma, con tal de saciarse en

su enemigo, se arrojan con furor sobre espadas des

nudas, ávida de venganzas que tarde o temprano lla
marán a un vengador. Por eso algunos sabios la han

definido con esta frase: locura pasajera. A más de

ser impotente para dominarse, olvida toda decencia

y desconoce los más sagrados lazos; es tenaz, encar

nizada en su objeto, sorda a los consejos de la razón,

se exalta por los motivos más vanos y es incapaz de

descubrir lo justo y lo verdadero; se parece a esas


                                                                     SÉNECA ■ CONTRA LA IRA

                                                                                     •35-
Delirio: perturbación
                           ruinas que se quiebran sobre el mismo a quien aplastan. Para convencerte
mental.
                           de que el hombre dominado por la ira es un ser que ha perdido la razón,
Convulsa: que padece
convulsiones.              observa su actitud como persona. Presenta las señales del delirio: semblante
                           amenazador, cejas fruncidas, aspecto feroz, andar precipitado, respiración
Crispadas: causar
contracción repentina en   frecuente y convulsa, manos crispadas; así se ve el hombre iracundo. El
un tejido.
                           rostro se le inflama, sus ojos echan fuego, su sangre hierve, sus labios
Inflama: altera.
                           tiemblan; se le aprietan los dientes, se le erizan los cabellos, respira con

                           trabajo, se le tuercen las articulaciones; gime, ruge, sus palabras son tré

                           mulas y entrecortadas; sus manos se golpean, sus pies vacilan, todo su

                           cuerpo está convulso: él es un espectáculo repugnante y repulsivo. Se

                           duda al verlo si semejante vicio es más odioso que deforme.

                              Las otras pasiones pueden ocultarse, alimentarse en secreto. La ira se

                           descubre a través de la fisonomía; cuanto más fuerte, se manifiesta con

                           mayor energía. Observa a los animales: sus movimientos hostiles se

                           anuncian por signos precursores; todos sus miembros pierden la calma de

                           su actitud ordinaria, se exalta la ferocidad de los más fieros. El jabalí echa

                           espuma y aguza el diente; el cuello de la serpiente se hincha; el toro levanta

                           amenazadoras sus terribles astas y sus pies hacen volar la arena; el león

                           espanta con su rugido sordo; el perro rabioso horroriza con su solo aspecto.

                           No hay animal tan malhechor y terrible que no muestre su cólera, cuando

                           ésta le domina, con un aumento de ferocidad. Sé que las pasiones del alma

                           se disimulan con dificultad: el miedo, la temeridad, la incontinencia tienen

                           indicios que las dejan ver, pues no hay pensamiento de los que agitan al

                           hombre que no se anuncie y deje traslucir por la emoción que se pinta en

                           el semblante. ¿Cuál es el rasgo distintivo de la ira? Que las otras pasiones

                           se presienten y la ira simplemente estalla.

Infamias: vergüenzas          ¿Quieres conocer sus efectos destructores? Jamás hubo plaga que más
públicas.
                           daño hiciera a la humanidad: asesinatos, envenenamientos, infamias re
Aniquiladas: destruidas    cíprocas, ciudades destruidas, naciones aniquiladas, sus jefes vendidos
completamente.
                           en subasta pública, la antorcha incendiaria llevada a las viviendas y


SÉNECA • CONTRA LA IRA

•36-
después a extramuros, propagando hasta muy lejos con sus tristes
resplandores venganzas implacables: éstas son sus obras. Busca aquellas

ciudades en otro tiempo famosas de las que nada queda: ¿quién las arrasó?

¡La ira! Mira las desiertas soledades, los espacios inmensos donde reina la
desolación: ¿quién los hizo? ¡La ira! Recuerda a los grandes personajes

cuyos nombres han llegado hasta nosotros como ejemplos de un fatal

destino: la cólera traspasa a uno en su lecho, la cólera degüella a otro
                                                                                  Inmolación: sacrificio.
violando un banquete con la hostilidad; aquí se ve la inmolación de un
magistrado, en pleno foro, delante de las tablas de la ley; allí es un padre   Magistrado: oficial civil,
                                                                                revestido de autoridad
que entrega su sangre al puñal de un hijo; más allá es un rey que presenta     judicial o administrativa.

su cuello al arma vil de un esclavo, y otro que muere clavado en una cruz.
                                                                                Foro: lugar de reunión
   No refiero sino catástrofes individuales; a dónde llegaría si, aparte de    para opinar y discutir de
                                                                               un asunto de actualidad
estas víctimas aisladas, pudiera relatar el exterminio de asambleas enteras,    ante un auditorio que a
                                                                                 veces interviene en la
de las masas pasadas a cuchillo, de las matanzas de una soldadesca vence
                                                                                              discusión.
dora en pueblos condenados a morir, de los pueblos exterminados por
                                                                               Encarnizamiento: furia o
haber desconocido la autoridad de Roma o que renunciaron a su tutela.          apasionamiento que se
                                                                                    pone en una lucha.
Que se me explique también la injusticia de este pueblo romano cuando
se irrita contra los gladiadores, cuando se cree insultado y menospreciado
por los mismos, porque no saben caer y morir con elegancia: cuando por

sus gestos, su actitud y su encarnizamiento, el mismo pueblo cambia de

espectador a verdugo.

   Este sentimiento no es propiamente la ira; pero se le acerca. Es parecido

al del niño que le pega al suelo porque se resbala: se enfada a menudo sin
saber con quién, pero se enfada; sin motivo, es cierto, y sin haber reci

bido ningún mal, pero imagina que lo recibió y siente deseos de castigar.

Toma por verdaderos los golpes que se fingen, y luego lo calman lágrimas

fingidas. Así, una venganza imaginaria lleva al dolor imaginario.
   Se dirá que "el hombre se irrita algunas veces, no contra gentes que le
hacen daño, sino contra quienes han de hacérselo: prueba de que la cólera
no viene sólo por la ofensa". Es verdad, el presentimiento del daño irrita;


                                                                                      SÉNECA • CONTRA LA IRA

                                                                                                      •37-
Inferirla: deducir una
                            pero consiste en que la intención es una injuria, y meditarla es tanto como
cosa de otra por
cualquier razonamiento.     inferirla. También se dice: "La ira no es un deseo de venganza, pues a
                            menudo la sienten los más débiles contra los más fuertes."

                               Digamos que entendemos por ira el deseo de vengarse, no la facultad
                            de hacerlo, pues también se desea lo que no se puede. Además, ¿existe
                            acaso un hombre tan humilde que no espere, con razón, poder tomar

                            desquite del poderoso? No hay enemigo pequeño; siempre se es bastante

                            poderoso para molestar. La definición de Aristóteles no dista mucho de la
                            nuestra, pues dice que la ira es el deseo de devolver mal por mal. Prolijo
                            fuera exaltar aquí los puntos en que difiere de la nuestra la definición
                            aristotélica. A las dos se les objeta que los animales tienen su ira, y esto sin
                            ser atacados, sin idea de castigar ni de causar molestia, pues los brutos no

                            meditan y hacen el mal sin premeditación. Pero hemos de responder que
                            todo animal, excepto el hombre, es ajeno a la ira pues, aunque ella es
                            enemiga de la razón, no se produce más que en los seres dotados de razón.
Ímpetu: violencia,          Las bestias poseen ímpetu, ferocidad, acometividad, pero no conocen la
precipitación.
                            ira, como no conocen la lujuria, aunque para ciertos placeres tengan menos
Acometividad:
propensión a atacar.        recato que el hombre. No creáis al poeta que dijo: ha perdido eljabalí su
                            ira, el cuervo desconfia de su carrera, de embestir al pacífico rebaño los
Recato: cautela, astucia.
                            osos ni se acuerdan.

                               El poeta llama ira a la brutalidad, a la violencia del choque; pero el
                            bruto no sabe encolerizarse, no se enciende en ira, como tampoco sabe
                            perdonar: los animales mudos son ajenos a las pasiones del hombre; no
                            tienen sino impulsos que se les parecen.

                               De lo contrario, si hubiera en ellos amor, habría igualmente odio; la
                            amistad supondría también la enemistad, y las disensiones la concordia:
                            de todas estas cosas ofrecen algún indicio, pero el bien y el mal pertene
                            cen exclusivamente al corazón humano. Sólo al hombre se le dan la previ
                            sión, el discernimiento, el pensamiento; nuestras virtudes y nuestros vicios
                            son ajenos a los animales. Es verdad que tienen la facultad soberana que

SÉNECA • CONTRA LA IRA

•38-
Esbozado: insinuado
podemos llamar principio motor, pero incompleta; tienen una lengua,
                                                                                               como un

pero encadenada e inhábil para las variadas inflexiones de la nuestra. El                     proyecto.


principio motor a que nos referimos, en ellos está apenas esbozado. Ven         Aprensión: temor vago
                                                                                        y mal definido.
la apariencia de las cosas que excitan sus movimientos, pero la ven con

fusa: de aquí la violencia de sus transportes y sus ataques; pero nada que

signifique aprensión, cuidado, miedo, tristeza ni cólera, de lo cual no

tienen más que apariencias. Por lo mismo su ardor decae pronto y pasa

al estado opuesto: así vemos que después de la furia o el espanto se

ponen a pacer tranquilamente, y que a los bramidos y las convulsiones

de la rabia suceden el reposo y el sueño.

   He explicado lo que es la ira. Se ve que es distinta de la irascibilidad:

entre ambas existe la misma diferencia que entre la embriaguez y la

propensión a la embriaguez; entre el hombre asustado y el asustadizo. El

hombre que está iracundo en un momento dado, puede no ser irascible;

como el irascible no siempre está dominado por la ira; como el propenso

a la embriaguez no siempre está borracho. Los griegos distinguen en este

vicio diversidad de especies, dándoles diversos nombres que omitiré por             Acerbo: áspero al
                                                                                                paladar.
no tener nosotros sus equivalentes, aunque también decimos carácter agrio,
                                                                                Invectivas: discursos o
acerbo, arrebatado, inflamable, áspero y gritón, y que todos ellos son         escrtitos que contienen

variedades del mismo vicio. Añadimos malhumorado, matiz más atenuado              una censura violenta
                                                                                        contra alguien.
todavía. Hay iras que se calman dando gritos, hay otras tan frecuentes
                                                                                Preñados: cargados de
como obstinadas; unas van a la violencia y son avaras de palabras; otras                  lo que puede

se desvanecen en invectivas y discursos preñados de hiél, las cuales no        manifestarse de manera
                                                                                  violenta en cualquier
suelen pasar de aquí, sin llegar casi nunca a la brutalidad y quedándose en                   momento.

una simple aversión. Se cuentan otras modificaciones del mismo vicio,            Hiél: se emplea como

cuyas formas son infinitas.                                                    sinónimo de amargura o
                                                                                    de mala intención.
   He investigado qué es la ira: si es susceptible de ella otro animal que
                                                                                 Aversión: sentimiento
no sea el hombre; en qué se distingue de la irascibilidad; cuáles son sus           que hace rechazar

diferentes modos y si todos los hombres son más o menos irascibles. ¿Está       cierta cosa, cierta per
                                                                                     sona, o apartarse
la ira en la naturaleza? Vamos a verlo.                                                         de ellas.



                                                                                     SÉNECA ■ CONTRA LA IRA

                                                                                                     •39-
Para aclarar la duda de si está o no en la naturaleza, sólo veamos al

                         hombre. El es el más manso de los seres, mientras permanece fiel a su

                         carácter; y ved la ira, esa pasión tan cruel. ¿Quién ama tanto a los demás

                         como el hombre? ¿Qué puede haber más rencoroso que quien es víctima

                         de la ira? El hombre está hecho para ayudar al hombre, la ira para exter

                         minarlo. Aquél busca la sociedad de sus semejantes, ésta el aislamiento; el

                         hombre quiere ser útil, la ira no quiere más que perjudicar; el hombre acude

                         en auxilio de los desconocidos, en tanto que la ira se ceba en los amigos

                         más queridos. El hombre está dispuesto a sacrificarse por el prójimo; la ira
Ceba: ensaña.
                         se arrojará a un despeñadero si puede arrastrar al prójimo consigo. ¿Cabe
                         mayor desconocimiento de la naturaleza que atribuirle un vicio tan bárbaro

                         y desastroso a la más perfecta de sus criaturas? La ira, ya lo hemos dicho,
                         tiene sed de venganza.




                         Amor y paz



                                   Ellos nunca
                                    pasan de
                                      moda




SÉNECA • CONTRA LA IRA

•40-
► La Edad Media

                        ▼

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Medi   a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a

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        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a

        La   E dad   Med    a
:■■»




       




           ■   ,   --.,




           y.
►
                                                                     Las ideas
                                           sobre la paz en la
                              ►                         Edad Media

                    ras la caída del imperio romano

                    en manos de los bárbaros, la his

                    toria de Occidente sufrió un gran

                    cambio: mientras en el pasado la

                    unidad fue resultado de las le

giones, la ley y los dictados de Roma, en la Edad

Media la unificación fue resultado de una comu

nión en la fe: durante aquellos años, el cristianismo
tendió puentes entre los habitantes de Occidente.

   El gran peso que la religión adquirió en la vida

de los hombres y los pueblos, también implicó una

serie de cambios en las ideas sobre la paz. Mientras
en la antigüedad clásica las discusiones se orienta

ban a la comunidad democrática y el individuo, en la

Edad Media se dirigieron hacia Dios. La paz de los

hombres no era más que un deseo divino o una

manera de aproximarse a la deidad que ofrecía dos

momentos para este valor: uno en la vida y otro

después de la muerte, cuando los hombres que obra-


                                                        JOSÉ LUIS TRUEBA LARA ■ LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA EDAD MEDIA

                                                                                                                 •43-
ron de manera correcta se reunirían con su creador para contemplar la
                                               maravilla de la paz celestial.
                                                    Con el fin de presentarte algunas de las ideas que sobre la paz se

                                               generaron durante la Edad Media, seleccioné a dos autores de gran im

                                               portancia: Agustín de Hipona, quien en un fragmento de la Ciudad de
                                               Dios nos habla sobre los dos momentos de la paz a los que hacía referen
                                               cia, y Tomás de Aquino, el cual en su Opúsculo sobre el gobierno de los

                                               príncipes nos habla sobre cómo debería de gobernarse para garantizar la

                                               paz entre los hombres y las naciones.




JOSÉ LUIS TRUEI3A t ARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA EDAD MEDIA

•44-
►                 La   paz   de Dios

                                                                                       ▲




                      e la misma manera como la vi

                      da de la carne es el alma, la

                      vida bienaventurada del hom

                      bre es Dios, de quien los libros

                      sagrados de los hebreos dicen

lo siguiente: "Bienaventurado es el pueblo cuyo se
ñor es Dios." Por eso se entiende que será misera

ble e infeliz el pueblo que no conoce a Dios. Sin

embargo, este pueblo también ama la paz que no

debe desechar, pues no gozará de ella porque no la
usa, porque se sirve de ella antes del fin y, sobre

todo, porque no conoce a Dios.

   El miembro de los pueblos que no conoce a Dios

goza de la paz en esta vida mientras las ciudades

andan juntas y mezcladas; pero nosotros también
usamos y nos servimos de la paz que libra el pueblo

de Dios por la fe. Por eso advirtió el Apóstol a la

Iglesia que hiciese oración a Dios por sus reyes y por

los que tienen algún cargo o dignidad pública, aña-


                                                                     AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS

                                                                                                 •45-
diendo: "Para que pasemos la vida quieta y tranquila, con toda piedad y
                                     pureza." Y el profeta Jeremías, anunciando al antiguo pueblo de Dios cómo
                                     había de estar en cautiverio, mandándoles de parte de Dios que fuesen de

                                     buena gana y obedientes, sirviendo también a Dios con esta conformidad

                                     y resignación, igualmente les advirtió y exhortó a que orasen por ella,
                                     dando inmediatamente la razón: "porque en la paz de esta ciudad gozaréis

                                     vosotros de la vuestra"; esta paz es, a saber, la paz temporal y común a los

                                     buenos y a los malos.




                                     La paz que es propia de nosotros la disfrutamos en esta vida con Dios por
                                     la fe, pero sólo la tendremos eternamente con él, y ya no la gozaremos
                                     por la fe, ni por visión, sino claramente. En la Tierra, la paz, así la común

                                     como la propia, es paz; de manera que es más consuelo de nuestra miseria
                                     que gozo de la bienaventuranza. Y la misma justicia, aunque es verdadera,

                                     por el fin del verdadero bien a que se refiere, consta más de la remisión de
Remisión: perdón.                    los pecados que de la perfección de las virtudes.

Repugnancia: aversión o                 Es testigo de esta verdad la oración que hace toda la Ciudad de Dios,
antipatía.
                                     que es peregrina en la Tierra, pues todos sus miembros claman: "Perdónanos
                                     Señor, nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestos deudores."

                                     Oración que no es eficaz para aquellos cuya fe sin obras es muerta, pero

                                     que sí es eficaz para aquellos cuya fe obra y se mueve por caridad. Pues

                                     aunque la razón esté sujeta a Dios, ella no es señora de los vicios, y por eso

                                     los justos tienen necesidad de hacer semejante oración. Porque aunque

                                     parezca que manda, de ningún modo manda, y es señora de los vicios sin
                                     contraste ni repugnancia. Sin duda aparece en esto cierta flaqueza, aun al

                                     que es valeroso y pelea bien, y aun al que es señor de tales enemigos

                                     vencidos y rendidos; de donde viene a pecar, si no tan fácilmente por obra,


AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS

•46-
a lo menos por la palabra que ligeramente resbala, o con el pensamiento,
que sin repararlo, vuela. Por lo cual, mientras hay necesidad de mandar y
moderar a los vicios no puede haber paz íntegra ni plena, pues los vicios
que repugnan no se vencen sin peligrosa batalla; y de los vencidos no

triunfamos con paz segura, sino que todavía es indispensable reprimirlos
con solícito y cuidadoso imperio.

   En estas tentaciones, pues (de todas las cuales dice brevemente la
Sagrada Escritura "que la vida del hombre está llena de peligros y ten
taciones sobre la Tierra"), ¿quién habrá que presuma que vive de manera
que no tenga necesidad de decir a Dios "perdónanos nuestras deudas",
sino algún hombre soberbio? No un hombre grande, sino algún espíritu
altivo, hinchado y presumido, a quien justamente se opone y resiste el que
concede su divina gracia a los humildes. Por lo mismo dice la Escritura
"que Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia".
   Así que, en esta vida, la justicia que puede tener cada uno es que Dios
mande al hombre que le es obediente, el alma al cuerpo y la razón a los




  Agustín de Hipona


  Filósofo medieval (354-430). Nació en Tagaste, de padre pagano
  y madre cristiana. A pesar de haberse formado en el cristianismo
  pasó un largo tiempo lejos de esta religión, hasta su conversión

  en 386. Su fallecimiento ocurrió durante el sitio de Hipona por
  parte de los vándalos. Fue uno de los filósofos más importantes

  de la Edad Media y entre sus obras destacan: la Ciudad de Dios,
  las Confesiones y sus comentarios a la Biblia.




                                                                             AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS

                                                                                                         •47-
vicios, aunque repugnen, sujetándolos o resistiéndolos; y que así le pidamos
                                     al mismo Dios gracia meritoria y perdón de las culpas, dándole acción de
                                     gracias por los bienes recibidos.

                                        Pero en aquella paz final, a la que debe referirse, y por la que se debe
                                     tener esta justicia, estando sana y curada con la inmortalidad e incorrup-
                                     tibilidad, y ya libre de vicios la naturaleza, no habrá objeto que a ninguno
                                     de nosotros repugne y contradiga, sea de parte de otro como de sí mismo;
                                     ni habrá necesidad de que mande y rija la razón a los vicios, porque no los
                                     habrá, sino que mandará Dios al hombre, y el alma al cuerpo, y allí habrá
                                     tanta suavidad y facilidad en obedecer, cuanta felicidad en el vivir y reinar.
                                     Esto será eterno, en todos y en cada uno, y de que es eterno se estará cierto;
                                     por eso la paz de esta bienaventuranza, o la bienaventuranza de esta paz,

                                     será el sumo bien.




                     La paz sea con nosotros




AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS

•48-
J1                             ►
                                                                Gobernar
                                                               para la paz



                         sí como es posible deducir el

                         modo de instituir una ciudad

                         o un reino de la misma ma

                         nera como ha sido instituido

                         el mundo, su gobierno se ha

de deducir por el del mundo. Pero antes se ha de

recordar que gobernar no es sino conducir los gober

nados a fin de que logren lo conveniente. Por eso

se dice que una nave es bien gobernada cuando los

marineros la saben guiar ilesa y en paz hasta el puerto.

Así como corresponde al marino llevar la nave a un

fin que está fuera de la nave, como lo es un puerto,

así al dirigente le corresponde no sólo el conservar

ileso y en paz su objeto, sino el conducirlo a su fin.

Pero si hubiera algo cuyo fin no esté fuera del objeto,
entonces tocaría al guía dirigir ese objeto hacia su per

fección. Y aunque nada hay fuera de Dios, que es su

propio fin, es necesario ordenar las cosas a su fin ex

trínseco, y que diversos elementos atiendan distintos


                                                                  TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ


                                                                                                   •49-
Timonel: marinero que
                                         aspectos: uno tendrá como oficio el mantener ileso el objeto, otro el condu
gobierna el timón.
                                         cirlo a su perfección. Por ejemplo: en la nave de donde hemos tomado la

                                         semejanza de gobierno, el carpintero tiene el oficio de repararla, si algo se
                                         ha roto; en cambio el timonel tiene como fin el conducir la nave al puerto.

                                         Así sucede en el hombre: el médico debe tener cuidado de conservar sana

                                         la vida de los hombres; el ecónomo, proveer de lo necesario para la vida;

                                         el docto, que se conozca la verdad; el legislador, que se viva según la ra

                                         zón. Si el hombre no debiera ordenarse a un bien más alto, bastarían los

                                         hombres que ejercitasen los oficios anteriores.

                                            Pero hay un fin extrínseco al hombre mientras vive en carne mortal,
Extrínseco: que está                     que es la paz última, que espera en el gozo de Dios después de la muerte,
fuera.
                                         como dice el apóstol: "Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos hacia

                                         el Señor." Por ello el cristiano, que ha logrado esa felicidad por la sangre

                                         de Cristo y la promesa del Espíritu Santo, necesita de un cuidado espiritual

                                         por el cual pueda llegar a la salvación y la paz eterna. Tal cuidado de los

                                         fieles lo tienen los ministros de la Iglesia de Cristo.

                                            Es necesario que el fin de la sociedad corresponda al de cada hombre.

                                         Pues si el fin del hombre fuera cualquier bien que lograse en su propia

                                         existencia, también sería el fin del gobierno de la sociedad conseguir

                                         cualquier bien y mantenerse en él. Y así, si el último fin tanto de cada

                                         hombre como de la sociedad fuese corporal, como el conservar la vida y

                                         la salud, bastaría con el oficio del médico.

                                            Si su fin fuese la abundancia de riquezas, entonces un ecónomo debería

                                         ser el rey. Y si el fin del hombre y de la sociedad fuese el conocer la ver

                                         dad, entonces el oficio real sería el de maestro. Mas parece que el fin de

                                         una multitud congregada en una sociedad es vivir en paz y conforme a la

                                         virtud, pues los hombres se reúnen para vivir bien en comunidad, lo que

                                         no podría lograr cada uno por sí mismo. Mas la vida virtuosa es tal por la

                                         virtud; luego parece que la vida virtuosa es la finalidad de la sociedad

                                         humana.


TOMÁS DE AQUINO • GOBERNAR PARA LA PAZ

•50-
omás de Aquino



   Filósofo medieval (1225-1274). Hijo de una familia lombarda, na
   ció en las cercanías de la ciudad de Aquino. Después de realizar
   sus primeros estudios en la abadía de Montecasino ingresó, a la
   Universidad de Ñapóles. En 1245 se trasladó a París bajo el
   magisterio de Alberto Magno donde obtuvo el título de maestro
   en teología. Sus obras son uno de los momentos más acabados
   del pensamiento medieval.




   Un signo de tal finalidad es que todas las partes de la multitud se                    Congregarían: reunirían.
comunican entre sí para poder vivir bien. Pero si sólo vivir fuera el fin
de la sociedad, entonces los animales y los esclavos serían parte de ella.
Si el fin fuese adquirir riquezas, entonces todos los comerciantes se
congregarían en el reino. Sin embargo, observamos que sólo conside
ramos miembros de una sociedad a aquellos que, bajo el mismo régimen
legal, procuran vivir bien. Pero como, según la virtud, el hombre vive
para conseguir otro fin, que es la felicidad eterna, es necesario que tal
fin también sea el de la sociedad, como lo es de cada individuo. Así, el
último fin de la sociedad no es vivir juntos conforme a la virtud, sino
vivirjuntos conforme a la virtud para lograr la paz y la felicidad definitivas.
Y si fuese posible llegar a tal fin con las fuerzas naturales, sería necesario
que atañese al oficio del rey ordenar a los hombres para alcanzarlo;
pues suponemos que al rey corresponden las más altas funciones respecto
al régimen de los hombres; pues es más sublime un régimen cuanto más
puede ordenar lo humano hacia un fin más alto. Y siempre se encuentra


                                                                                  TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ

                                                                                                                  •51 •
aquel a quien corresponde mandar todas las acciones que se ordenan al
                                         fin último. Así sucede con el capitán, al que corresponde ordenar la
                                         navegación; él ordena al constructor de la nave cómo debe fabricarla; y
                                         el general indica al artesano cómo ha de hacer las armas. Pero la felicidad
                                         y la paz divinas no se consiguen mediante las fuerzas humanas, sino por
                                         la gracia divina; como dice el apóstol: "La vida eterna es gracia de Dios".

                                         Por tanto no será oficio del hombre el conducir a tal fin, sino que éste

                                         pertenece al gobierno divino. En consecuencia, tal régimen corresponde
                                         al rey que no sólo es hombre sino también Dios, Jesucristo Nuestro Señor,
                                         quien haciendo a los hombres hijos de Dios los introduce en la gloria
                                         celestial.

                                            Este es el reino que se le ha otorgado, que no se corromperá, por lo cual
                                         en la Sagrada Escritura no sólo se le llama sacerdote, sino también rey,

                                         como dice Jeremías: "Reinará como rey y será sabio"; de ahí se deriva el

                                         sacerdocio real. Más aún, todos los fieles, en cuanto son sus miembros,

                                         también son reyes y sacerdotes.

                                            Por ese motivo el ministerio de este reino, distinto del reino terrenal, no
                                         se ha encomendado a reyes de la Tierra, sino a sacerdotes, y especialmente
                                         al Sumo Sacerdote, sucesor de Pedro, Vicario de Cristo, que es el Pontífice

                                         Romano, a quien deben obedecer todos los príncipes cristianos como al

                                         mismo Cristo Nuestro Señor. Pues, quienes tienen por oficio el ordenar
                                         a los hombres a los fines intermedios deben obedecer a aquel a quien
                                         toca el cuidado del último fin. Y como el sacerdocio de los gentiles y todo
                                         el culto de los dioses se dirigía al bien común de la multitud, cuyo or

                                         denamiento corresponde al rey, por ello era necesario que los sacerdotes

                                         paganos estuviesen sujetos al rey. Y como en la ley antigua no eran los
                                         dioses quienes prometían los bienes terrenos, sino el verdadero Dios quien
                                         los ofrecía a un pueblo religioso, por ello se lee en el Antiguo Testamento

                                         que los sacerdotes estaban sujetos a los reyes. Pero en la ley nueva da un

                                         sacerdocio más alto, por el cual los hombres son conducidos a los bienes


TOMÁS DE AQUINO • GOBERNAR PARA LA PAZ

■52-
celestiales; por ello en la ley de Cristo los reyes están subordinados a los
sacerdotes.

   De este modo, según la divina providencia, sucedió que en Roma,                         Valerio Máximo (S. i).
                                                                                               Historiador latino.
donde principalmente está la sede del pueblo cristiano, poco a poco se fue

implantando la costumbre de que los gobernantes de la ciudad estuviesen                  Julio César (101-44 a.
                                                                                        C). General, historiador
guiados por los sacerdotes. Como dice Valerio Máximo: "Nuestra ciudad                         y dictador romano.

ordenó anteponer la religión a todas las cosas, aun aquéllas en que quiso

ser notable respecto al honor de la majestad. Por ello los emperadores no
dudaron de servir a los dioses, estimando que debían regir todas las cosas

humanas según fuesen formuladas, bien y de modo constante, por el poder

divino." Igualmente en Francia, como el plan de la divina providencia era

que la religión del sacerdocio cristiano prevaleciera, quiso Dios que el

país definiese su derecho según la guía de los sacerdotes paganos, a quienes

llamaban druidas, como lo refiere Julio César en su libro sobre la guerra

de las Galias.




                                                                               TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ

                                                                                                                •53-
v«*í-r«.
*                   >EI
    Renacimiento
                                  ▼



          ElRenac
                      i

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          ElRenac i m iento
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          ElRenac i m iento
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          ElRenac         m   e n to
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          ElRenac         m   ento
          ElRenac         m   ento
          ElRenac         m   ento
          El Renaci m' ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci       m   ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
          El Renaci m i ento
El descubrimiento
                                                                  del hombre
                                       ►
                                                                                      y la paz

                         i bien es cierto que durante el

                         medievo se consideraba que la

                        paz dependía de los designios

                         divinos y se afirmaba que los

                         hombres estaban —en buena

medida— sujetos a la voluntad de su creador, duran

te el Renacimiento estas ideas tuvieron un cambio

rotundo. A partir de la Academia creada por los Mé-

dicis en el siglo xv, el hombre dejó de estar a mer

ced de Dios para convertirse en una criatura que no

sólo era libre en un sentido mucho más amplio que

el otorgado por el albedrío planteado por Agustín de
Hipona y Tomás de Aquino,' sino que también era un

ser capaz de controlar a la naturaleza.

   Nacía una nueva concepción del hombre y lo hu

mano, y con ello surgían nuevas discusiones en torno


1A este respecto puedes ver en esta misma colección el volu
men dedicado al análisis de la libertad, sobre todo, la sección
que se dedica a la Edad Media.


                                                                  JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ

                                                                                                                         •57-
a la paz. En términos generales, durante el Renacimiento se plantearon

                                              tres posiciones distintas sobre este problema: la primera de ellas —que
                                              bien puede estar representada por Maquiavelo— consideraba que la paz

                                              era imposible, pues, según él, "un príncipe no debe tener otro objeto,

                                              otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y la
                                              disciplina entre los ejércitos".2

                                                  Ante esta propuesta de beligerancia absoluta, se asumieron dos posi

                                              ciones que proponían la necesidad de la paz: una de ellas sostenía que la

                                              guerra—al igual que las demás formas de violencia (tales serían los casos

                                              de la ira y la venganza)— eran incorrectas en términos de moralidad y
                                              racionalidad, y por ello debían proscribirse o, cuando menos, evitarse. Por
                                              su parte, la segunda sostenía que el Estado debía repensarse a fin de
                                              convertirlo en un garante de la paz.

                                                  Entre los autores que se sumaron a la primera propuesta destacan

                                              Pico de la Mirándola, Erasmo de Rotterdam y Francis Bacon. Pico, cuya
                                              obra marca el tránsito entre el pensamiento medieval y el renacentista,

                                              en De la dignidad del hombre aún apela a la voluntad y los designios
                                              divinos en favor de la paz, al tiempo que convierte a la filosofía natural
                                              en un medio que los seres humanos pueden emplear para alcanzar ese

                                             valor. Su propuesta, a pesar del tiempo transcurrido, aún mantiene una
                                             gran vigencia si la reducimos a sus elementos esenciales: la paz sólo
                                              será posible en la medida en que los hombres sean capaces de enfrentar

                                             su racionalidad contra los instintos.

                                                  Por su parte, Erasmo de Rotterdam, en el Elogio de la locura, se sirve

                                             de una sutil ironía para dar cuenta de la imbecilidad de aquellos que se
                                             dedican a la guerra, pues en ella sólo participan "los bribones, los alca
                                             huetes, los criminales, los villanos, los estúpidos y los insolventes y la
                                             hez del género humano." Y, con esta postura, lleva a su extremo las


                                              ! Nicolás Maquiavelo, El Principe. Espasa-Calpe, México, 1981, p. 73.


JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ

•58-
intuiciones de Pico, pues en la guerra —al decir de Erasmo— no parti
cipan "las luminarias de la filosofía."
   En uno de sus múltiples ensayos, Francis Bacon también se adhiere a
esta postura en la medida en que censura la venganza, al tiempo que

abre paso a la reflexión sobre el papel del Estado. Desde su punto de
vista, la venganza, al igual que la violencia, no sólo es reprobable en tér
minos morales y racionales, sino que también lo es en la medida en que

pone en entredicho el sistema legal: en un mundo de leyes, el ejercicio
de la venganza y la violencia carece de sentido, pues existen entidades
capaces de impartir justicia. Con esta propuesta, Bacon asume las pro

puestas de Pico y Erasmo, y les agrega un nuevo componente: el papel
del Estado como garante de la paz, con lo cual su pensamiento comien
za a dejar atrás las ideas del Renacimiento para situarse en la moderni
dad naciente, el tiempo donde la ciencia y sus leyes, y el Estado y sus
manifestaciones, se convertirán en el eje de la reflexión en el mundo

occidental. Pero las ideas de Bacon sobre el papel del Estado como ga

rante de la paz no fueron únicas, pues en la Utopía de Tomás Moro,
también se encuentra una reflexión en este sentido.

  Así, una vez que se han delineado las discusiones y las propuestas
que en torno a la paz presentaron algunos autores del Renacimiento,

sólo queda dar paso a sus palabras a fin de encontrarte con el redescubri
miento del hombre y la paz.




                                                                                                              ^.iM^mi


                                                                 JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ

                                                                                                                        •59-
Filósofo italiano (1463-1494). Nació en el castillo de la Mirándola

y realizó estudios en Bolonia, Ferrara y Padua. En 1484 vivió en

Florencia, para luego mudarse a París y Roma. Desde 1488 se

estableció en las cercanías de Florencia y formó parte de la Aca

demia Florentina, misma que dio origen al Renacimiento.

   Pico comenzó a llamar la atención de los intelectuales de su

época desde el momento en que dio a conocer su obra De la

dignidad del hombre, misma que se convertiría en el primer idea

rio de los pensadores del Renacimiento.
►

                                                           Delaidignidad
                                                             del hombre

                                            ►

                     reguntemos al justo Job, que se

                     lló un pacto con el Dios de la vida

                     antes de venir a la vida, qué es lo

                     que principalísimamente desea el
                     altísimo Dios en aquellos millo
nes que le asisten. Él responderá ciertamente que la
paz, según aquello que leemos en la Sagrada Escritu
ra: "el que hace la paz en las alturas".

   Y como los imperativos de un orden supremo
los interpreta para los órdenes inferiores un orden
intermedio, que nos interprete Empédocles, el anti
guo filósofo griego, las palabras del teólogo Job.
Aquél distingue una doble naturaleza en nuestras

almas; por una de ellas somos elevados a lo celes
te; por la otra, somos empujados hacia lo bajo, lo

que él nos traduce con los nombres de discordia y

amistad, o de guerra y paz, según lo muestran sus

poemas. Y él se duele de que, zarandeado por la dis
cordia y la guerra, semejante a un loco y huyendo


                                                               PICO DE LA MIRÁNDOLA • DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE


                                                                                                         •61-
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Paz[1]

  • 1.
  • 2.
  • 3. Paz José LuisTrueba Lara (selección, introducciones y notas) Isócrates, Aristóteles, Lucio Anneo Séneca, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Pico de la Mirándola,Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam, Francis Bacon, Rene Descartes, John Locke,Thomas Hobbes, Montesquieu, I. Kant, John Stuart Mili, V. I. Lenin, Juan XXIII, U Thant Prólogo de Rigoberta Menchú Tum
  • 4.
  • 5. Paz José LuisTrueba Lara (selección, introducciones y notas) Isócrates, Aristóteles, Lucio Anneo Séneca, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Pico de la Mirándola,Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam, Francis Bacon, Rene Descartes, John Locke, Thomas Hobbes, Montesquieu, I. Kant, John Stuart Mili, V. I. Lenin, Juan XXIII, U Thant Prólogo de Rigoberta Menchú Tum AGUILAR Libros del Rincón
  • 6. Sistema de Catalogación Melvil Dewey DGMyME 172.42 T766 2003 Trueba Lara, José Luis Paz I José Luis Trueba Lara; prólogo de Rigoberta Menchú Tum; il. Osvaldo Cortés, Verónica Lozano y José Luis Cuevas. — México : SEP : Aguilar : Altea : Taurus : Alfaguara, 2003 128 p.: il. — (Libros del Rincón) ISBN: 970-741-947-4 SEP I. Paz. 2. Relaciones Internacionales. I. Menchú Tum, Rigoberta, pról. II. Cortés, Osvaldo, il. III. Lozano, Verónica, il. IV. Cuevas, José Luis, il. V. t. VI. Ser. © Por la selección, la adaptación y los textos introductorios: José Luis Trueba Lara, 2003 © Por el prólogo: Rigoberta Menchú Tum, 2003 © Por las caricaturas: Osvaldo Cortés y Verónica Lozano, 2003 © Por las ilustraciones de portada: José Luis Cuevas, 2003 Las fotografías que se utilizaron en este libro provienen de los siguientes bancos de imágenes: Art Explosión y Master Clip Art D.R. © Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2003 Primera edición SEP / Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2003 D.R. © Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. de C.V., 2003 Av. Universidad 767, Colonia Del Valle, 03100, México, D.F. D.R. © Secretaría de Educación Pública, 2003 Argentina 28, Centro, 06020, México, D.F. ISBN: 968-19-1287-X (obra completa) Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara ISBN: 968-19-1238-1 Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara ISBN: 968-01-0122-3 (obra completa) SEP ISBN: 970-741-947-4 SEP Prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico o electrónico sin la autorización escrita de los coeditores. Impreso en México
  • 7. Contenido Contenido Contenido Contenido Prólogo Rigoberta Menchú Tum 11 Introducción general 15 La antigüedad clásica Las ideas sobre la paz en la antigüedad clásica 21 Una oración por la paz Isócrates 25 La mansedumbre Aristóteles 31 Contra la ira Lucio Anneo Séneca 35 CONTENIDO
  • 8. La Edad Media o Las ideas sobre la paz ■o en la Edad Media 43 La paz de Dios • ■■■ Agustín de Hipona 45 c Gobernar para la paz Tomás de Aquino 49 ai El Renacimiento El descubrimiento c del hombre y la paz 57 De la dignidad del hombre o Pico de la Mirándola 61 La paz en Utopía u Tomás Moro 65 La locura de la guerra Erasmo de Rotterdam 71 De la venganza Francis Bacon 73 La Ilustración y el siglo xix Nuevas ideas para la paz 79 El hombre violento Rene Descartes 81 CONTENIDO
  • 9. Si la paz fuera posible John Locke 85 Las naciones y la paz Thomas Hobbes 87 Paz y guerra Montesquieu 91 La paz perpetua I.Kant 97 El beneficio de la comunidad John Stuart Mili 103 El siglo xx La paz en un mundo terrible 111 La paz y la I Guerra Mundial V. I. Lenin 113 Encíclica para la paz Juan XXIII 117 Contra las armas nucleares U Thant 121 CONTENIDO
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  • 11. Prólogo tzil. Paz. Peace. Paix. Pace. Friede. Salam. Shalom. Es una palabra tan corta y tan sencilla de pronunciar, no importando el idioma que se hable. Pero es de los conceptos más profundos y complejos que han recorrido el camino de sueños, esperanzas, incertidumbres y dolor de la humanidad, construyendo valores culturales y espirituales y forjando las más grandes civilizaciones de los pueblos que han habitado nuestro planeta. Aunque la paz haya anidado como un sinónimo de vida en la convivencia de los pueblos castigados por la guerra, este concepto no se limita a calificar la ausencia de conflicto, sino que lo trasciende y se nutre de la energía de la vida y la ilusión de bienestar y fraternidad. Desde el origen de nuestra humanidad, mujeres y hombres han asumido la paz como un código de ética que garantice la armonía, posibilite el desarrollo y el RIGOBERTA MENCHU TUM ■ PRÓLOGO •11-
  • 12. anhelo de asegurar el bienestar común. La mayoría de las personas más humildes del planeta entiende, practica, vive y sueña la paz como en contra de la destrucción, el honor, la brutalidad, la agresión, la guerra y la muerte. Pero la palabra paz es también una de las más brutalmente usadas y manipuladas para alcanzar objetivos deleznables, contrarios a la más elemental noción de humanidad. En su nombre se han cometido todo tipo de atrocidades, verdaderos atentados contra la dignidad humana. Un historiador de la antigüedad dijo alguna vez que los romanos arrasaron territorios y le llamaron paz. Los gobernantes, las potencias mundiales y los actores de la guerra utilizan esa misma palabra, paz, para justificar sus aventuras bélicas y, con frecuencia, para encubrir los más repudiables crímenes que ofenden la dignidad y la conciencia humanas. Si algo han sabido hacer los beneficiarios de la guerra es disfrazarla con el traje de la paz, adoptando así un discurso que, si se lo ve únicamente en su superficie, puede seducir a los ciudadanos; pero, al hilar más fino, podemos descubrir, detrás, un discurso prestado y disfrazado, que esconde los objetivos reales de los seguidores del belicismo. El discurso de la paz ha sido útil a quienes más han renegado de ella, los políticos de la guerra, los empresarios de la guerra, los hacedores de la guerra... El Diccionario de la Lengua Española contiene, en su versión 2001, 10 definiciones de paz, más otras tantas expresiones que la incluyen. Una de las que más llaman mi atención es "sosiego y buena correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las disensiones, riñas y pleitos". Si hacemos un esfuerzo por valorar, de manera integral, la grandeza de las vidas que coexisten en nuestro entorno, los complejos procesos por los que ha pasado la humanidad, la lucha diaria de la gente por ser mejor, entenderemos que la paz es cultura que construye, es educación, es respeto, es la práctica de la tolerancia, es un gran compromiso con la vida y, por lo tanto, es una misión social de cada uno de nosotros. Todos estamos llamados a defender las grandes cualidades individuales y colectivas de nuestras sociedades, no dejar nuestro destino en manos de otros y no permitir ser carne de cañón, pagando el costo de guerras ajenas. Nos toca defender la dignidad de las víctimas de las guerras, quienes, en su mayoría, son niñas, niños, mujeres, ancianas y ancianos. Si la paz que defendemos es la posibilidad de convivir en armonía, tenemos que construirla todos los días, en todos los círculos en los que nos desenvolvemos, y sentir la indignación contra todo tipo de violencia que rompa esa armonía. Las dos guerras mundiales que ocurrieron en el siglo pasado y que acabaron con la vida de millones de personas, sin contar toda la destrucción material, son suficientes PRÓLOGO • RIGOBERTA MENCHÜ TUM •12-
  • 13. para entender que ninguna guerra puede hacerse en nombre del bienestar de los pueblos. La humanidad ha pasado por periodos de extrema crueldad, y tal pareciera que persiste en repetir, una y otra vez, el tropezón con la misma piedra. Corea, Vietnam, Nicaragua, Panamá, los Balcanes, Chechenia, Afganistán y ahora Irak son los nombres del oprobio, de las lecciones nunca aprendidas por el hombre, en lugar de representar el "nunca más" que la paz necesita para florecer. Este libro es fundamental para conocer algunas de las ideas generadas a lo largo de los siglos sobre el concepto paz, cuya comprensión puede facilitarnos el entendimiento de nuestra realidad actual. Este libro recoge elocuentes discursos de los más grandes pensadores de la historia, cuya vigencia se mantiene hoy. Si lo revisamos detenidamente, veremos que la utilización del término para justificar otros fines no ha variado en su evolución histórica: la guerra para alcanzar la paz, la "pacificación" como su sinónimo, la violación de los derechos más elementales para "sostenerla". Del mismo modo, encontramos una concepción positiva de la paz: el respeto al derecho internacional y a la soberanía de los pueblos, la paz como motor del bienestar de esos mismos pueblos. Este libro demanda que no nos quedemos con una lectura superficial. Debemos reflexionar y capitalizar su contenido, por medio del análisis, la reflexión y la meditación. Confrontemos nuestras ideas con las de otros, las de nuestras familias, las de nuestros compañeros, las de nuestros amigos, con las de todos los que nos rodean. Sembremos en ellos la inquietud de promover la paz, de vivirla y de gozarla. De esta forma, nos convertiremos, poco a poco, en constructores y motivadores, pues aflorará la necesidad de realizar acciones concretas para alcanzar la paz, así como la tuvieron quienes ponen ante nosotros esta obra. Sólo así podremos cristalizar en los hechos el discurso de la paz, un discurso que ha sido unas veces ultrajado, otras falseado y las más ignorado. Nuestro más ambicioso objetivo debe ser garantizar un futuro digno para nuestras nuevas generaciones. Es por ello que los invito a contribuir a una paz que construye, a una paz que genera vida, fe y esperanza y que halla su mejor expresión en el respeto mutuo, en ser parte de la felicidad propia y la de otros. Los insto también a enseñar a nuestros hijos el valor de la vida y los más elementales valores del respeto para que tengan en sus manos el poder de construir una sociedad en armonía en la que puedan vivir con dignidad. RIGOBERTA MENCHÚ TUM • PRÓLOGO •13-
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  • 15. Introducción general s difícil pensar en la paz. Para los jóvenes que nunca se han enfrentado con el horror de la guerra, y sólo la conocen por lo que de ella se cuenta en la televisión y el cine, el conflicto y la violencia pare cen mucho más atractivos que la paz. Es posible que esta fascinación por la guerra nos muestre una de las partes más primitivas de nuestra especie: los huma nos somos depredadores como los tigres, las águilas o los tiburones. Sin embargo, poseemos algo que nos diferencia de los animales: los tigres, águilas y tibu rones carecen de razón y sus acciones están determi nadas por sus instintos, su necesidad de obtener alimento y sobrevivir. Hace siglos que los seres humanos encontramos los mecanismos para garantizar nuestra alimentación y sobrevivencia. Efectivamente, desde el preciso ins tante en que se descubrió la agricultura y comenza- JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • INTRODUCCIÓN GENERAL •15-
  • 16. De obligar a otros a ron a desarrollarse las tecnologías, nuestra sobrevivencia como especie aceptar que nuestros dioses son los únicos que quedó virtualmente garantizada. Sin embargo, la guerra no ha dejado de deben ser adorados: a este respecto puedes hacerse presente en ningún momento. Así, desde el inicio de la civiliza consultar el volumen de ción, los hombres nos lanzamos a la guerra a fin de obtener poder y rique esta serie dedicado al Respeto, donde distintos za, o con el objeto de obligar a otros a aceptar que nuestros dioses son los autores analizan la tolerancia a las ideas únicos que deben ser adorados. Nuestra historia sólo parece ser una religiosas. larguísima sucesión de guerras, muertes y horrores. Justo como lo escribió Primate: orden de Hans Magnus Enzensberger, uno de mis autores preferidos: "Los animales mamíferos que comprende los que se luchan entre sí, pero no hacen la guerra. El ser humano es el único primate designan con el nombre que se dedica a matar a sus congéneres de forma sistemática, a gran escala de monos, y en el que varios naturalistas y con entusiasmo. Una de sus principales invenciones es la guerra; la ca modernos quieren incluir al hombre. pacidad de concluir la paz probablemente sea una conquista posterior. Las más remotas tradiciones de la humanidad, sus mitos y leyendas de héroes, Sistemática: pertene ciente a un sistema; suelen girar en torno a homicidios y asesinatos." voluntario, adoptado como principio. Ante estos hechos, es necesario que nos hagamos una pregunta: ¿cómo es posible que los humanos —a pesar de su racionalidad y de tener vir tualmente garantizada su supervivencia— se declaren la guerra y desaten el horror y la muerte sobre su planeta? Aún más, ¿cómo es posible que los seres humanos hayan llegado al punto de poner en riesgo su supervivencia como especie debido a la guerra?, pues el desarrollo del armamento nu clear, biológico y químico nos coloca ante la posibilidad de desaparecer del planeta. Estas son interrogantes que parecen poner en duda nuestra capacidad de pensar o que suponen que nuestro pensamiento sólo está encaminado a la destrucción. A pesar de lo anterior, creo que la paz es posible, que el problema no se encuentra en el hecho de que seamos depredadores, sino en que nuestra cultura nos enseña a amar el poder y la riqueza sobre todas las cosas, mientras que nuestra fe nos lleva a la intolerancia más terrible. Pero no sólo creo en esto, también creo que la paz nos permitiría alcanzar las me tas que no hemos logrado: la ciencia, la técnica, el arte y la economía bien JOSÉ LUIS TRUEBA LARA ■ INTRODUCCIÓN GENERAL •16-
  • 17. podrían convertirse en los promotores del bienestar humano si no tuvie ran que cargar con los altísimos costos de la guerra. Y esto te afecta a ti, pues la paz y la tolerancia te permitirían vivir en un mundo mejor, en un espacio donde tu futuro estuviera verdaderamente garantizado. El sueño de una paz perdurable, por medio de la cual los hombres alcancemos todo aquello que hemos deseado, también es muy viejo. A pesar de que nuestros antiguos mitos y leyendas nos hablan de la guerra, las palabras en favor de la paz nacieron casi al mismo tiempo que el ho rror que provocan el asesinato y la violencia. Así pues, te invito a que te adentres en las siguientes páginas, donde algunos personajes se preguntan sobre la paz y critican el absurdo de la guerra. Pero, antes de comenzar el recorrido por sus ideas, creo necesario hacer un par de aclaraciones importantes. En primer lugar, los personajes que participan en este libro buscan presentarte algunas de las ideas que sobre la paz se han propuesto desde la antigüedad clásica hasta media dos del siglo xx; es decir, te ofrecen un recorrido que abarca poco más de 2 400 años de historia. Pasemos a la segunda aclaración, creo que la paz —al igual que todas las cosas que afectan al ser humano— debe ser discutida y analizada desde todas las perspectivas, y que todos los hom bres deben participar en esta discusión; por eso he incluido en el libro una serie de autores que desde las perspectivas más variadas presentan las opiniones que sobre la paz se han externado a lo largo del tiempo. Así pues, sólo me resta invitarte a que te adentres en las siguientes páginas, donde se convocan más de veinte siglos de pensamiento para discutir un tema crucial de nuestro futuro como especie: la paz. JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • INTRODUCCIÓN GENERAL •17-
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  • 19. La antigüedad ► clásica T La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica La antigüedad clásica
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  • 21. Las ideas sobre la paz en la antigüedad clásica n las primeras páginas de Pers pectivas de guerra civil, Hans Magnus Enzensberger dice que una de las principales y prime ras invenciones de los seres hu manos es la guerra, y que lo más probable es que "la capacidad para concluir la paz sea una conquista posterior". Para iniciar la guerra sólo se requieren armas, deseos de poder, ansias de riqueza y odio; mientras que, para lograr la paz, se necesita una vo luntad capaz de dominar las pasiones que se han des atado: un deseo personal que encuentre eco en una asamblea del pueblo, en las acciones de un gobierno o el futuro de un Estado. La realidad de la guerra no fue desconocida para los hombres de la antigüedad clásica. Los horrores de la sangre, el fuego y la muerte formaban parte de su vida, al igual que las reflexiones sobre la paz y el pacifismo. En términos generales, las ideas sobre JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA •21-
  • 22. Democrática: que se la paz durante la antigüedad clásica se dirigían hacia dos espacios in- rige bajo un sistema político donde los terrelacionados: la comunidad democrática1 y el individuo. Ambos ha ciudadanos eligen a sus gobernantes. blan de un deseo y una conducta personal que encuentran eco en una asamblea del pueblo: la guerra y la paz eran asuntos públicos que debían Agora: plaza donde se reunían las asambleas debatirse y estudiarse. públicas en las ciudades de la antigua Grecia. Los textos que conforman esta sección son una muestra de ambos espa cios. Para mostrar el papel que jugaba la democracia en los asuntos de la guerra y la paz, seleccioné un discurso pronunciado por Isócrates hace poco más o menos 2400 años ante los ciudadanos de Atenas, en un momento en que en el agora se debatía sobre la conveniencia de emprender una acción militar. Sus palabras, a pesar de la distancia, tienen un especial interés, una actualidad insospechada: Isócrates llama a los atenienses a reflexionar y dar oído a quienes no estaban de acuerdo con la guerra, a pesar de que estas palabras no fueran del agrado de una mayoría que soñaba con la gloria y la victoria sobre los enemigos. Argumentos: Isócrates buscaba oponer la razón a la guerra y el pensamiento a los razonamientos con que se expone un asunto o horrores. En este sentido, sus argumentos bien podrían haber sido escucha se responde. dos y valorados por los jóvenes que fueron atrapados por los sueños de Mansedumbre: cualidad gloria durante todas las guerras. En efecto, las palabras pronunciadas hace de manso. 2400 años hubieran salvado la vida a millones de individuos que volunta riamente se lanzaron a las aventuras guerreras. Por su parte, los restantes textos que incluí en esta sección se ocupan del individuo y la paz. En el primero de ellos —un fragmento de la Ética nicomáquea de Aristóteles—, el gran filósofo de la antigüedad clásica ex plora la mansedumbre como una virtud del carácter, al tiempo que realiza una crítica a la ira y los efectos que ella provoca en las personas. A diferencia de Isócrates, las palabras de Aristóteles no tienen un tono dra mático, sino que —como es costumbre en las obras del Estagirita— ' A este respecto puedes ver en esta serie el volumen dedicado a la Democracia. JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLASICA •22-
  • 23. mantienen una frialdad casi absoluta con el fin de lograr que la razón se despliegue en toda su magnificencia. Esta sección concluye con un fragmento del tratado de Lucio Anneo Séneca intitulado Sobre la ira. Al adentrarte en estas páginas no tarda rás en descubrir un hecho de gran importancia para las futuras discusio nes acerca de la paz: la ira y sus consecuencias —es decir, la guerra, la venganza, etcétera— son atributos que los seres humanos no compar ten con los demás animales, pues estos seres matan sin odio y sólo lo hacen para alimentarse, mientras que los hombres asesinamos a causa de la ira y el odio. En este sentido, Séneca propone una idea por demás curiosa: la ira sólo puede existir entre los seres racionales, pero ella les nubla la razón. La propuesta de Séneca no sólo es una crítica y un análisis de la ira que complementa los planteamientos de Aristóteles, sino que también se muestra como una propuesta que nos anima a revisar nuestra raciona lidad a fin de detectar en ella los factores que precipitan la ira, la violen cia y la guerra. Es decir, a partir de sus palabras tendríamos que decidir si mantenemos una postura que alimente la ira o renunciamos a ella en favor del uso de la razón.2 Así pues, una vez que te he presentado a muy grandes trazos el con tenido de esta sección, no me queda sino invitarte a que te adentres en algunas de las reflexiones que sobre la paz se realizaron durante la anti güedad clásica, el tiempo donde un grupo de filósofos pusieron sobre la mesa la mayor parte de los temas que la humanidad discutiría durante los siguientes 2400 años. 2 Aceptar el camino de la razón no sólo implica dar un voto en favor de la paz, sino que también conlleva la necesidad de desarrollar otros valores: el respeto, la justicia, la libertad y la democracia. Sobre estos temas puedes ver los restantes volúmenes de esta colección, donde numerosos filósofos de distintas épocas discuten y analizan estas cuestiones. JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA •23-
  • 24. "'i Isócrates Filósofo y orador ateniense (436-338 a. C). Recibió una esmera da educación y formó parte de los alumnos de Sócrates. A la muerte de su maestro —misma que fue causada por sus opinio nes políticas— vistió de luto y acusó a sus compatriotas de man char los tribunales con esa acusación. Cuentan que él murió a causa de la depresión que le provocó la victoria de Filipo en Queronea, misma que determinaría el fin del esplendor de Ate nas. Durante la antigüedad clásica fue considerado como uno de los mejores oradores, a tal grado que Cicerón le consideraba como el padre de la elocuencia.
  • 25. Una oración por la a esperanza nos tiene alboro tados y somos insaciables por lo que tiene visos de utilidad. Ni siquiera los que tienen ma yores riquezas se contentan con ellas, pues deseando más y más las arriesgan. Por ello es de temer que nosotros caigamos en es tos devaneos. Me parece que algunos de nosotros estamos en favor de la guerra como si no fuesen unos cualquiera quienes la aconsejan, y actúan como si hubieran oído de boca de un dios que sojuzgaremos y venceremos con gran facilidad a nuestros enemigos. Los que aún tienen juicio, conviene que no tomen en cuenta esos consejos porque son superfiuos, sino que ejecuten lo que resolvieron; y quienes aún desean hacer consultas no piensen que ya saben lo que importa, sino que valiéndose de conjeturas analicen las conse cuencias de su decisión. ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ •25-
  • 26. Congregado: reunido. Pero, en realidad, ustedes no han hecho ninguna de estas cosas, pues Seducen: hacen caer en se conducen con el mayor desorden. Se han congregado como si fueran un error o pecado. a escoger lo más conveniente de cuanto se proponga; y, como si ya estuvieran ciertos de lo que se hará, no quieren dar oído sino a los que hablan en la medida de su gusto. Cuando es cosa de razón, si es que quieren descubrir lo más conveniente para la ciudad, es necesario que escuchen con mayor atención a quienes se oponen a sus deseos, y no a los que los aprueban. De esta manera conocerán —entre los que aquí se presentan— a quienes les dicen lo que desean escuchar y les seducen, porque su discurso es como una nube que impide ver lo mejor. No se debe temer a quienes no hablan sobre lo que ustedes no quieren escuchar, porque no podrán disuadirlos si no hacen patente lo más útil para la ciudad. Confrontan: ponen a Si esto no ocurriera, ¿cómo podrían los hombres juzgar lo pasado y dos personas en presencia una de otra deliberar con acierto sobre el futuro, si no confrontan los discursos de los para comparar sus ideas u opiniones. que se contradicen, y escuchan con igualdad a unos y otros? Estoy maravillado de cómo los ancianos no tienen memoria y cómo los jóvenes Galeras: barco antiguo de guerra y comercio no han escuchado que por causa de quienes nos movieron a mantener la que se movía con velas o con remos. paz nos vino algún daño, y que por causa de quienes con ligereza se decla raron en favor de la guerra nos han sucedido muchos y graves desastres, de los cuales no conservamos ninguna memoria, sino que estamos dis puestos, sin procurar para nosotros ninguna utilidad, a armar galeras, imponer contribuciones y ayudar o hacer la guerra al que se ofrezca, como si nos fuese ajena la ciudad que deseamos. La causa de todo esto es que ustedes deben cuidar de las cosas del co mún como las suyas, y ahora no miran a la guerra de ese modo, pues cuando deliberan sobre sus cosas, buscan a los que tienen más prudencia para recibir consejo; pero cuando se reúnen para tratar las del público, desconfían de esos hombres y los miran con envidia, y a los más perdidos de cuantos suben a este lugar les aplauden y celebran, teniendo por más po pulares a los desarreglados que a los sobrios, a los necios que a los ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ •26-
  • 27. La oratoria griega Para los antiguos griegos, la oratoria era una de las principales artes que debían dominar los ciudadanos, pues la vida política y democrática de sus ciudades estaba vinculada con los discursos que sobre los asuntos públicos se presentaban en el agora. Así, quien deseara convertirse en un político influyente, debía ser un gran orador. Las discusiones sobre el peso que la oratoria tenía en la vida de las ciudades griegas y el papel que jugaba dentro de la demo cracia, fueron considerados por los grandes filósofos de aquella época. En los Diálogos de Platón existen largos fragmentos dedi cados a estas cuestiones; Aristóteles no sólo las abordó en su Política, sino que también les dio un detallado tratamiento en la Retórica, y los sofistas fungieron como maestros de este arte para los jóvenes griegos. Entre los grandes oradores griegos no sólo destaca Isócrates, pues Pericles, Demóstenes y el propio Sócrates poseían grandes virtudes en este sentido. prudentes, y a los que se comen los caudales públicos que a los que son liberales de su propia hacienda. Son de admirar quienes esperan que una ciudad que se vale de tan malos consejeros pueda llegar a mejorar su condición. Conozco bien que ustedes se oponen a quienes tienen ideas distintas a las suyas, y que por el hecho de vivir en democracia gozan de libertad; ustedes prefieren a los necios y a los que no les tienen consideración, como ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ •27-
  • 28. Comedias: poemas ocurre en el teatro con los representantes de comedias; mientras que a los dramáticos, de desenlace festivo. que les hacen algún servicio, y les amonestan y corrigen, los miran con el mismo encono como a quien ha hecho algún daño a la ciudad. Lisonjearlos: adularlos, A pesar de todo esto, yo no he de apartarme de lo que me propongo. darles gusto. Porque no he venido a lisonjearlos, ni a solicitar ningún empleo, sino a Capitulaciones: contratos o conjunto de hacerles presente lo que entiendo. En primer lugar, acerca de lo que los condiciones relativas a senadores proponen, y después acerca de los demás intereses de nuestra un acto solemne. patria. Porque de nada serviría lo que sobre la paz se ha decretado, si en todo lo demás no deliberásemos con acierto. Digo que nos importa hacer la paz, no precisamente con los chíos y rodios, con los de Bizancio y Coo, sino con todos los hombres, y guardar y cumplir los tratados; no aquellos que ahora dictan algunos, sino los ajustados con el rey y los lacedemonios, en que se manda que los griegos mantengan su derecho; que se quiten las guarniciones de las ciudades ajenas y que sólo retenga la suya cada uno. Porque no es posible escoger capitulaciones más justas para el bien de la ciudad. Si aquí acabara mi discurso, bien conozco que se pensaría que yo hablaba en menoscabo de nuestra patria, pues mientras los tebanos retienen Tespia y Platea, y todas las ciudades que en contra de los pactos se han apoderado, nosotros deberíamos de evacuar aquellas que tenemos. Pero si me escucharan hasta el final, prestándome atentos oídos, juzgo que deberían reprender la necedad y locura de quienes hallan utilidad en la injusticia y retienen por fuerza las ciudades ajenas, sin reparar en las calamidades que con ello se originan: que todo esto es lo que procuraré manifestarles en este discurso. Hablemos de la paz, y veamos qué apetecemos; porque si tratamos bien y con prudencia este punto, teniendo presente nuestro intento, con mucho mayor tino deliberaremos acerca de todo lo demás. Así que, ¿no nos tendríamos por bien librados si viviésemos en nuestro pueblo con seguridad, si abundásemos de lo necesario para la vida, si tuviésemos en- ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ •28-
  • 29. tre nosotros unión y concordia y si mereciésemos la estimación de los demás griegos? Yo creo que logrando estas cosas nuestra ciudad volvería a ser completamente feliz. Pues la guerra nos priva de todo lo dicho: nos ha empobrecido, nos ha hecho padecer muchos trabajos, nos ha desacreditado con los griegos, y por todos los caminos nos hace miserables. Mas si pactáramos la paz y fuéramos tal y como lo previenen los tratados, viviremos con la mayor seguridad en nuestras casas, libres de los combates, peligros y alborotos en que nos hallamos enredados; cada día gozaremos de mayor abundancia, aliviados de los tributos, de las gabelas marítimas, y de las demás contribuciones para la guerra, Gabelas: tributos, cultivando con gusto los campos, navegando los mares y volviendo a impuestos, entrar en todas las demás negociaciones que estaban abandonadas por contribuciones. la guerra; veremos a nuestro pueblo prosperando, lleno de comerciantes, extranjeros e inquilinos, cuando ahora por la guerra está desierto; y lo que es más: tendremos por aliados a todos los hombres, y no por necesidad, sino por su agrado, y ellos se comportarían con nosotros como confederados y amigos verdaderos. Además de esto, aquello que ahora no podemos recuperar, ni con la guerra ni con grandes gastos, fácilmente podríamos conseguirlo por medio de una embajada. Si cambiamos de conducta nuestros enemigos no sólo se abstendrán de tomar lo que es nuestro, sino que también habrán de darnos algo de sus bienes, porque reconocer el poder de nuestro pueblo puede importarles para tener reinos más seguros. Y más cuando podemos nosotros tomar Tracia, no sólo para estar sobrados, sino para dar a los griegos pobres, que por su miseria vagan errantes, aquello que más necesitan. ISÓCRATES • UNA ORACIÓN POR LA PAZ •29-
  • 30. Aristóteles Nació en Estagira en 384 a. C; fue discípulo de la Academia de Platón durante cerca de 20 años y al morir su maestro se dirigió a Asia Menor. Poco tiempo después se incorporó a la corte del rey Filipo de Macedonia donde se convirtió en preceptor de Alejan dro Magno. En 335 a. C. regresó a Atenas y fundó el Liceo, mis mo que se convertiría en uno de los centros de investigación y docencia más importantes de la antigüedad clásica, pues sólo rivalizaría con él la famosa biblioteca de Alejandría. Las labores de Aristóteles en Atenas fueron interrumpidas por razones políticas en el año 323 a. C: cuando el sentimiento anti- macedonio que se apoderó de la ciudad que surgió a raíz de la muerte de Alejandro Magno, aunado a una acusación de impie dad, lo obligaron a abandonar la ciudad y retirarse a Calcis de Eubea, donde pasó sus últimos años.
  • 31. T ► La mansedumbre a mansedumbre es un término medio con respecto de la ira. El exceso podría llamarse irasci bilidad, pues la pasión es la ira. Sus causas son muchas y diver sas. Quien se irrita por las cosas debidas y con quien es debido, y además cómo, cuándo y por el tiempo debido, siempre es alabado. Éste sería manso, si la mansedumbre fuese justamente alabada; porque quien es manso quiere estar sereno y no dejarse llevar por la pasión, sino encolerizarse en la manera, por los motivos y el tiempo que la razón ordene. El manso no es vengativo, sino indulgente. El defecto, ya se trate de una incapacidad para encolerizarse o de otra cosa, es censurado: los que no se irritan por los mo tivos debidos o en la manera que deben, cuando deben o con los que deben, son tenidos por necios. Un hom bre así no parece tener sentimientos ni padecimientos y, al no irritarse, parece que no es capaz de defenderse, ARISTÓTELES • LA MANSEDUMBRE •31 •
  • 32. Exceso: cantidad que se pero es servil al soportar una afrenta o permitir algo contra los suyos. El encuentra de más. exceso puede ocurrir con respecto a todas estas calificaciones; es decir, Impulsividad: dícese del que se deja arrebatar con quienes no se debe, por motivos indebidos, más de lo debido y por por la violencia de sus más tiempo de lo debido; pero no todos estos errores pertenecen a la misma pasiones. persona, pues el mal se destruye incluso a sí mismo, y cuando se presenta Coléricos: que se dejan llevar de la ira. en su integridad es insoportable. Así, los irascibles se encolerizan pronto con quienes no deben, por motivos que no deben y más de lo que deben, Amargados: personas que tienen sentimientos pero se apaciguan pronto, y esto es lo mejor que tienen. Esto les ocurre por de pena por un desengaño, un desaire, que no contienen su ira, porque se desquitan abiertamente a causa de su una muestra de impulsividad, y luego se aplacan. Los coléricos son excesivamente preci desconsideración o falta de cariño. pitados y se irritan contra todo y por cualquier motivo, de ahí su nombre. Los amargados son difíciles de calmar y se irritan durante mucho tiempo, porque contienen su coraje. Éste cesa cuando se desquitan, pues la venganza pone fin a la ira, produciendo placer en vez de dolor. Pero si esto no ocurre, conservan su pesadumbre, pues al no manifestarse, nadie intenta aplacarlos, y requiere mucho tiempo digerir la cólera. Estos individuos son las perso nas más molestas para sí mismos y sus seres más queridos. Llamamos difíciles a los que se incomodan por motivos indebidos, y más de lo debido o por demasiado tiempo, y no se reconcilian sin venganza o castigo. A la mansedumbre se opone el exceso que es más frecuente (ya que el vengarse es más humano), y los intransigentes son peores para la con Mansedumbre: calidad de vivencia. Lo que dijimos antes también resulta claro por estas considera manso. ciones. No es fácil especificar cómo, con quiénes, por qué motivos y por cuánto tiempo debemos irritarnos, ni tampoco los límites dentro de los cuales actuamos rectamente o pecamos. Quien se desvía poco, hacia el exceso o hacia el defecto, no es censurado, y a veces alabamos a quienes se quedan cortos y los llamamos sosegados, y viriles a los que se irritan, considerándolos capaces de mandar a otros. No es fácil establecer con palabras cuánto y cómo un hombre debe desviarse para ser censurable, pues el criterio en estas materias depende de cada caso y sensibilidad. ARISTÓTELES • LA MANSEDUMBRE •32-
  • 33. 'IStOfc La extensa obra de Aristóteles marca el momento culminante del pensamiento filosófico de la antigüedad clásica. Todo el saber de su época está reunido en estos volúmenes que, al decir de algu nos investigadores, son las notas que sus alumnos tomaron du rante sus clases en el Liceo. Pero la importancia de las obras de Aristóteles no se reduce a lo antes señalado, pues se convirtieron en uno de los ejes del pensamiento occidental durante varios siglos: en la Edad Media, sus palabras marcaban la cúspide del pensamiento y, a partir del Renacimiento, los intentos por refutarlo dieron fin a una concep ción del mundo que se mantuvo por más de mil años. El fragmento de la Ética nicomáquea —la cual debe su nom bre a Nicómaco— que se encuentra en estas páginas es uno de los mayores y mejores análisis que sobre la ética se realizaron durante la antigüedad clásica, a tal grado que sus propuestas se han discutido desde el momento de su aparición hasta nuestros días. Pero una cosa es clara: la disposición intermedia, de acuerdo con la cual nos irritamos con quienes debemos, por los motivos debidos, como debemos, es laudable, y los excesos y defectos son reprensibles; poco, si son débiles, más si ocurren en un grado más elevado, y mucho, si en un grado muy elevado. Es evidente que debemos mantenernos en el término medio. ARISTÓTELES ■ LA MANSEDUMBRE ■33-
  • 34. eo Séneca Filósofo y político romano (4 a. C. - 65 d. C). Nació en la ciudad de Córdoba y vivió en Roma. Formó parte de las cortes de Calí- gula, Claudio y Nerón, de quien fue maestro y por cuya orden se suicidó. Fue uno de los hombres más ricos e influyentes del im perio romano. Lucio Anneo Séneca siguió las enseñanzas de los filósofos estoicos, a las cuales les imprimió un sello personal, mismo que le permitió convertir a este saber en una guía para la vida.
  • 35. Contra la ira e pides que trate por es crito de qué manera se puede poner placidez y comedimiento en la ira. No sin razón temes más a esta pasión que a las otras, porque es la más som bría y desenfrenada. En efecto, las otras conservan un resto de calma y sangre fría; pero ésta es un fre nesí rabioso, ebrio de sangre y exterminio; que sin atenderse más que a sí misma, con tal de saciarse en su enemigo, se arrojan con furor sobre espadas des nudas, ávida de venganzas que tarde o temprano lla marán a un vengador. Por eso algunos sabios la han definido con esta frase: locura pasajera. A más de ser impotente para dominarse, olvida toda decencia y desconoce los más sagrados lazos; es tenaz, encar nizada en su objeto, sorda a los consejos de la razón, se exalta por los motivos más vanos y es incapaz de descubrir lo justo y lo verdadero; se parece a esas SÉNECA ■ CONTRA LA IRA •35-
  • 36. Delirio: perturbación ruinas que se quiebran sobre el mismo a quien aplastan. Para convencerte mental. de que el hombre dominado por la ira es un ser que ha perdido la razón, Convulsa: que padece convulsiones. observa su actitud como persona. Presenta las señales del delirio: semblante amenazador, cejas fruncidas, aspecto feroz, andar precipitado, respiración Crispadas: causar contracción repentina en frecuente y convulsa, manos crispadas; así se ve el hombre iracundo. El un tejido. rostro se le inflama, sus ojos echan fuego, su sangre hierve, sus labios Inflama: altera. tiemblan; se le aprietan los dientes, se le erizan los cabellos, respira con trabajo, se le tuercen las articulaciones; gime, ruge, sus palabras son tré mulas y entrecortadas; sus manos se golpean, sus pies vacilan, todo su cuerpo está convulso: él es un espectáculo repugnante y repulsivo. Se duda al verlo si semejante vicio es más odioso que deforme. Las otras pasiones pueden ocultarse, alimentarse en secreto. La ira se descubre a través de la fisonomía; cuanto más fuerte, se manifiesta con mayor energía. Observa a los animales: sus movimientos hostiles se anuncian por signos precursores; todos sus miembros pierden la calma de su actitud ordinaria, se exalta la ferocidad de los más fieros. El jabalí echa espuma y aguza el diente; el cuello de la serpiente se hincha; el toro levanta amenazadoras sus terribles astas y sus pies hacen volar la arena; el león espanta con su rugido sordo; el perro rabioso horroriza con su solo aspecto. No hay animal tan malhechor y terrible que no muestre su cólera, cuando ésta le domina, con un aumento de ferocidad. Sé que las pasiones del alma se disimulan con dificultad: el miedo, la temeridad, la incontinencia tienen indicios que las dejan ver, pues no hay pensamiento de los que agitan al hombre que no se anuncie y deje traslucir por la emoción que se pinta en el semblante. ¿Cuál es el rasgo distintivo de la ira? Que las otras pasiones se presienten y la ira simplemente estalla. Infamias: vergüenzas ¿Quieres conocer sus efectos destructores? Jamás hubo plaga que más públicas. daño hiciera a la humanidad: asesinatos, envenenamientos, infamias re Aniquiladas: destruidas cíprocas, ciudades destruidas, naciones aniquiladas, sus jefes vendidos completamente. en subasta pública, la antorcha incendiaria llevada a las viviendas y SÉNECA • CONTRA LA IRA •36-
  • 37. después a extramuros, propagando hasta muy lejos con sus tristes resplandores venganzas implacables: éstas son sus obras. Busca aquellas ciudades en otro tiempo famosas de las que nada queda: ¿quién las arrasó? ¡La ira! Mira las desiertas soledades, los espacios inmensos donde reina la desolación: ¿quién los hizo? ¡La ira! Recuerda a los grandes personajes cuyos nombres han llegado hasta nosotros como ejemplos de un fatal destino: la cólera traspasa a uno en su lecho, la cólera degüella a otro Inmolación: sacrificio. violando un banquete con la hostilidad; aquí se ve la inmolación de un magistrado, en pleno foro, delante de las tablas de la ley; allí es un padre Magistrado: oficial civil, revestido de autoridad que entrega su sangre al puñal de un hijo; más allá es un rey que presenta judicial o administrativa. su cuello al arma vil de un esclavo, y otro que muere clavado en una cruz. Foro: lugar de reunión No refiero sino catástrofes individuales; a dónde llegaría si, aparte de para opinar y discutir de un asunto de actualidad estas víctimas aisladas, pudiera relatar el exterminio de asambleas enteras, ante un auditorio que a veces interviene en la de las masas pasadas a cuchillo, de las matanzas de una soldadesca vence discusión. dora en pueblos condenados a morir, de los pueblos exterminados por Encarnizamiento: furia o haber desconocido la autoridad de Roma o que renunciaron a su tutela. apasionamiento que se pone en una lucha. Que se me explique también la injusticia de este pueblo romano cuando se irrita contra los gladiadores, cuando se cree insultado y menospreciado por los mismos, porque no saben caer y morir con elegancia: cuando por sus gestos, su actitud y su encarnizamiento, el mismo pueblo cambia de espectador a verdugo. Este sentimiento no es propiamente la ira; pero se le acerca. Es parecido al del niño que le pega al suelo porque se resbala: se enfada a menudo sin saber con quién, pero se enfada; sin motivo, es cierto, y sin haber reci bido ningún mal, pero imagina que lo recibió y siente deseos de castigar. Toma por verdaderos los golpes que se fingen, y luego lo calman lágrimas fingidas. Así, una venganza imaginaria lleva al dolor imaginario. Se dirá que "el hombre se irrita algunas veces, no contra gentes que le hacen daño, sino contra quienes han de hacérselo: prueba de que la cólera no viene sólo por la ofensa". Es verdad, el presentimiento del daño irrita; SÉNECA • CONTRA LA IRA •37-
  • 38. Inferirla: deducir una pero consiste en que la intención es una injuria, y meditarla es tanto como cosa de otra por cualquier razonamiento. inferirla. También se dice: "La ira no es un deseo de venganza, pues a menudo la sienten los más débiles contra los más fuertes." Digamos que entendemos por ira el deseo de vengarse, no la facultad de hacerlo, pues también se desea lo que no se puede. Además, ¿existe acaso un hombre tan humilde que no espere, con razón, poder tomar desquite del poderoso? No hay enemigo pequeño; siempre se es bastante poderoso para molestar. La definición de Aristóteles no dista mucho de la nuestra, pues dice que la ira es el deseo de devolver mal por mal. Prolijo fuera exaltar aquí los puntos en que difiere de la nuestra la definición aristotélica. A las dos se les objeta que los animales tienen su ira, y esto sin ser atacados, sin idea de castigar ni de causar molestia, pues los brutos no meditan y hacen el mal sin premeditación. Pero hemos de responder que todo animal, excepto el hombre, es ajeno a la ira pues, aunque ella es enemiga de la razón, no se produce más que en los seres dotados de razón. Ímpetu: violencia, Las bestias poseen ímpetu, ferocidad, acometividad, pero no conocen la precipitación. ira, como no conocen la lujuria, aunque para ciertos placeres tengan menos Acometividad: propensión a atacar. recato que el hombre. No creáis al poeta que dijo: ha perdido eljabalí su ira, el cuervo desconfia de su carrera, de embestir al pacífico rebaño los Recato: cautela, astucia. osos ni se acuerdan. El poeta llama ira a la brutalidad, a la violencia del choque; pero el bruto no sabe encolerizarse, no se enciende en ira, como tampoco sabe perdonar: los animales mudos son ajenos a las pasiones del hombre; no tienen sino impulsos que se les parecen. De lo contrario, si hubiera en ellos amor, habría igualmente odio; la amistad supondría también la enemistad, y las disensiones la concordia: de todas estas cosas ofrecen algún indicio, pero el bien y el mal pertene cen exclusivamente al corazón humano. Sólo al hombre se le dan la previ sión, el discernimiento, el pensamiento; nuestras virtudes y nuestros vicios son ajenos a los animales. Es verdad que tienen la facultad soberana que SÉNECA • CONTRA LA IRA •38-
  • 39. Esbozado: insinuado podemos llamar principio motor, pero incompleta; tienen una lengua, como un pero encadenada e inhábil para las variadas inflexiones de la nuestra. El proyecto. principio motor a que nos referimos, en ellos está apenas esbozado. Ven Aprensión: temor vago y mal definido. la apariencia de las cosas que excitan sus movimientos, pero la ven con fusa: de aquí la violencia de sus transportes y sus ataques; pero nada que signifique aprensión, cuidado, miedo, tristeza ni cólera, de lo cual no tienen más que apariencias. Por lo mismo su ardor decae pronto y pasa al estado opuesto: así vemos que después de la furia o el espanto se ponen a pacer tranquilamente, y que a los bramidos y las convulsiones de la rabia suceden el reposo y el sueño. He explicado lo que es la ira. Se ve que es distinta de la irascibilidad: entre ambas existe la misma diferencia que entre la embriaguez y la propensión a la embriaguez; entre el hombre asustado y el asustadizo. El hombre que está iracundo en un momento dado, puede no ser irascible; como el irascible no siempre está dominado por la ira; como el propenso a la embriaguez no siempre está borracho. Los griegos distinguen en este vicio diversidad de especies, dándoles diversos nombres que omitiré por Acerbo: áspero al paladar. no tener nosotros sus equivalentes, aunque también decimos carácter agrio, Invectivas: discursos o acerbo, arrebatado, inflamable, áspero y gritón, y que todos ellos son escrtitos que contienen variedades del mismo vicio. Añadimos malhumorado, matiz más atenuado una censura violenta contra alguien. todavía. Hay iras que se calman dando gritos, hay otras tan frecuentes Preñados: cargados de como obstinadas; unas van a la violencia y son avaras de palabras; otras lo que puede se desvanecen en invectivas y discursos preñados de hiél, las cuales no manifestarse de manera violenta en cualquier suelen pasar de aquí, sin llegar casi nunca a la brutalidad y quedándose en momento. una simple aversión. Se cuentan otras modificaciones del mismo vicio, Hiél: se emplea como cuyas formas son infinitas. sinónimo de amargura o de mala intención. He investigado qué es la ira: si es susceptible de ella otro animal que Aversión: sentimiento no sea el hombre; en qué se distingue de la irascibilidad; cuáles son sus que hace rechazar diferentes modos y si todos los hombres son más o menos irascibles. ¿Está cierta cosa, cierta per sona, o apartarse la ira en la naturaleza? Vamos a verlo. de ellas. SÉNECA ■ CONTRA LA IRA •39-
  • 40. Para aclarar la duda de si está o no en la naturaleza, sólo veamos al hombre. El es el más manso de los seres, mientras permanece fiel a su carácter; y ved la ira, esa pasión tan cruel. ¿Quién ama tanto a los demás como el hombre? ¿Qué puede haber más rencoroso que quien es víctima de la ira? El hombre está hecho para ayudar al hombre, la ira para exter minarlo. Aquél busca la sociedad de sus semejantes, ésta el aislamiento; el hombre quiere ser útil, la ira no quiere más que perjudicar; el hombre acude en auxilio de los desconocidos, en tanto que la ira se ceba en los amigos más queridos. El hombre está dispuesto a sacrificarse por el prójimo; la ira Ceba: ensaña. se arrojará a un despeñadero si puede arrastrar al prójimo consigo. ¿Cabe mayor desconocimiento de la naturaleza que atribuirle un vicio tan bárbaro y desastroso a la más perfecta de sus criaturas? La ira, ya lo hemos dicho, tiene sed de venganza. Amor y paz Ellos nunca pasan de moda SÉNECA • CONTRA LA IRA •40-
  • 41. ► La Edad Media ▼ La E dad Medi a La E dad Med a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Medi a La E dad Medi a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a La E dad Med a
  • 42. :■■» ■ , --., y.
  • 43. Las ideas sobre la paz en la ► Edad Media ras la caída del imperio romano en manos de los bárbaros, la his toria de Occidente sufrió un gran cambio: mientras en el pasado la unidad fue resultado de las le giones, la ley y los dictados de Roma, en la Edad Media la unificación fue resultado de una comu nión en la fe: durante aquellos años, el cristianismo tendió puentes entre los habitantes de Occidente. El gran peso que la religión adquirió en la vida de los hombres y los pueblos, también implicó una serie de cambios en las ideas sobre la paz. Mientras en la antigüedad clásica las discusiones se orienta ban a la comunidad democrática y el individuo, en la Edad Media se dirigieron hacia Dios. La paz de los hombres no era más que un deseo divino o una manera de aproximarse a la deidad que ofrecía dos momentos para este valor: uno en la vida y otro después de la muerte, cuando los hombres que obra- JOSÉ LUIS TRUEBA LARA ■ LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA EDAD MEDIA •43-
  • 44. ron de manera correcta se reunirían con su creador para contemplar la maravilla de la paz celestial. Con el fin de presentarte algunas de las ideas que sobre la paz se generaron durante la Edad Media, seleccioné a dos autores de gran im portancia: Agustín de Hipona, quien en un fragmento de la Ciudad de Dios nos habla sobre los dos momentos de la paz a los que hacía referen cia, y Tomás de Aquino, el cual en su Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes nos habla sobre cómo debería de gobernarse para garantizar la paz entre los hombres y las naciones. JOSÉ LUIS TRUEI3A t ARA • LAS IDEAS SOBRE LA PAZ EN LA EDAD MEDIA •44-
  • 45. La paz de Dios ▲ e la misma manera como la vi da de la carne es el alma, la vida bienaventurada del hom bre es Dios, de quien los libros sagrados de los hebreos dicen lo siguiente: "Bienaventurado es el pueblo cuyo se ñor es Dios." Por eso se entiende que será misera ble e infeliz el pueblo que no conoce a Dios. Sin embargo, este pueblo también ama la paz que no debe desechar, pues no gozará de ella porque no la usa, porque se sirve de ella antes del fin y, sobre todo, porque no conoce a Dios. El miembro de los pueblos que no conoce a Dios goza de la paz en esta vida mientras las ciudades andan juntas y mezcladas; pero nosotros también usamos y nos servimos de la paz que libra el pueblo de Dios por la fe. Por eso advirtió el Apóstol a la Iglesia que hiciese oración a Dios por sus reyes y por los que tienen algún cargo o dignidad pública, aña- AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS •45-
  • 46. diendo: "Para que pasemos la vida quieta y tranquila, con toda piedad y pureza." Y el profeta Jeremías, anunciando al antiguo pueblo de Dios cómo había de estar en cautiverio, mandándoles de parte de Dios que fuesen de buena gana y obedientes, sirviendo también a Dios con esta conformidad y resignación, igualmente les advirtió y exhortó a que orasen por ella, dando inmediatamente la razón: "porque en la paz de esta ciudad gozaréis vosotros de la vuestra"; esta paz es, a saber, la paz temporal y común a los buenos y a los malos. La paz que es propia de nosotros la disfrutamos en esta vida con Dios por la fe, pero sólo la tendremos eternamente con él, y ya no la gozaremos por la fe, ni por visión, sino claramente. En la Tierra, la paz, así la común como la propia, es paz; de manera que es más consuelo de nuestra miseria que gozo de la bienaventuranza. Y la misma justicia, aunque es verdadera, por el fin del verdadero bien a que se refiere, consta más de la remisión de Remisión: perdón. los pecados que de la perfección de las virtudes. Repugnancia: aversión o Es testigo de esta verdad la oración que hace toda la Ciudad de Dios, antipatía. que es peregrina en la Tierra, pues todos sus miembros claman: "Perdónanos Señor, nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestos deudores." Oración que no es eficaz para aquellos cuya fe sin obras es muerta, pero que sí es eficaz para aquellos cuya fe obra y se mueve por caridad. Pues aunque la razón esté sujeta a Dios, ella no es señora de los vicios, y por eso los justos tienen necesidad de hacer semejante oración. Porque aunque parezca que manda, de ningún modo manda, y es señora de los vicios sin contraste ni repugnancia. Sin duda aparece en esto cierta flaqueza, aun al que es valeroso y pelea bien, y aun al que es señor de tales enemigos vencidos y rendidos; de donde viene a pecar, si no tan fácilmente por obra, AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS •46-
  • 47. a lo menos por la palabra que ligeramente resbala, o con el pensamiento, que sin repararlo, vuela. Por lo cual, mientras hay necesidad de mandar y moderar a los vicios no puede haber paz íntegra ni plena, pues los vicios que repugnan no se vencen sin peligrosa batalla; y de los vencidos no triunfamos con paz segura, sino que todavía es indispensable reprimirlos con solícito y cuidadoso imperio. En estas tentaciones, pues (de todas las cuales dice brevemente la Sagrada Escritura "que la vida del hombre está llena de peligros y ten taciones sobre la Tierra"), ¿quién habrá que presuma que vive de manera que no tenga necesidad de decir a Dios "perdónanos nuestras deudas", sino algún hombre soberbio? No un hombre grande, sino algún espíritu altivo, hinchado y presumido, a quien justamente se opone y resiste el que concede su divina gracia a los humildes. Por lo mismo dice la Escritura "que Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia". Así que, en esta vida, la justicia que puede tener cada uno es que Dios mande al hombre que le es obediente, el alma al cuerpo y la razón a los Agustín de Hipona Filósofo medieval (354-430). Nació en Tagaste, de padre pagano y madre cristiana. A pesar de haberse formado en el cristianismo pasó un largo tiempo lejos de esta religión, hasta su conversión en 386. Su fallecimiento ocurrió durante el sitio de Hipona por parte de los vándalos. Fue uno de los filósofos más importantes de la Edad Media y entre sus obras destacan: la Ciudad de Dios, las Confesiones y sus comentarios a la Biblia. AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS •47-
  • 48. vicios, aunque repugnen, sujetándolos o resistiéndolos; y que así le pidamos al mismo Dios gracia meritoria y perdón de las culpas, dándole acción de gracias por los bienes recibidos. Pero en aquella paz final, a la que debe referirse, y por la que se debe tener esta justicia, estando sana y curada con la inmortalidad e incorrup- tibilidad, y ya libre de vicios la naturaleza, no habrá objeto que a ninguno de nosotros repugne y contradiga, sea de parte de otro como de sí mismo; ni habrá necesidad de que mande y rija la razón a los vicios, porque no los habrá, sino que mandará Dios al hombre, y el alma al cuerpo, y allí habrá tanta suavidad y facilidad en obedecer, cuanta felicidad en el vivir y reinar. Esto será eterno, en todos y en cada uno, y de que es eterno se estará cierto; por eso la paz de esta bienaventuranza, o la bienaventuranza de esta paz, será el sumo bien. La paz sea con nosotros AGUSTÍN DE HIPONA • LA PAZ DE DIOS •48-
  • 49. J1 ► Gobernar para la paz sí como es posible deducir el modo de instituir una ciudad o un reino de la misma ma nera como ha sido instituido el mundo, su gobierno se ha de deducir por el del mundo. Pero antes se ha de recordar que gobernar no es sino conducir los gober nados a fin de que logren lo conveniente. Por eso se dice que una nave es bien gobernada cuando los marineros la saben guiar ilesa y en paz hasta el puerto. Así como corresponde al marino llevar la nave a un fin que está fuera de la nave, como lo es un puerto, así al dirigente le corresponde no sólo el conservar ileso y en paz su objeto, sino el conducirlo a su fin. Pero si hubiera algo cuyo fin no esté fuera del objeto, entonces tocaría al guía dirigir ese objeto hacia su per fección. Y aunque nada hay fuera de Dios, que es su propio fin, es necesario ordenar las cosas a su fin ex trínseco, y que diversos elementos atiendan distintos TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ •49-
  • 50. Timonel: marinero que aspectos: uno tendrá como oficio el mantener ileso el objeto, otro el condu gobierna el timón. cirlo a su perfección. Por ejemplo: en la nave de donde hemos tomado la semejanza de gobierno, el carpintero tiene el oficio de repararla, si algo se ha roto; en cambio el timonel tiene como fin el conducir la nave al puerto. Así sucede en el hombre: el médico debe tener cuidado de conservar sana la vida de los hombres; el ecónomo, proveer de lo necesario para la vida; el docto, que se conozca la verdad; el legislador, que se viva según la ra zón. Si el hombre no debiera ordenarse a un bien más alto, bastarían los hombres que ejercitasen los oficios anteriores. Pero hay un fin extrínseco al hombre mientras vive en carne mortal, Extrínseco: que está que es la paz última, que espera en el gozo de Dios después de la muerte, fuera. como dice el apóstol: "Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos hacia el Señor." Por ello el cristiano, que ha logrado esa felicidad por la sangre de Cristo y la promesa del Espíritu Santo, necesita de un cuidado espiritual por el cual pueda llegar a la salvación y la paz eterna. Tal cuidado de los fieles lo tienen los ministros de la Iglesia de Cristo. Es necesario que el fin de la sociedad corresponda al de cada hombre. Pues si el fin del hombre fuera cualquier bien que lograse en su propia existencia, también sería el fin del gobierno de la sociedad conseguir cualquier bien y mantenerse en él. Y así, si el último fin tanto de cada hombre como de la sociedad fuese corporal, como el conservar la vida y la salud, bastaría con el oficio del médico. Si su fin fuese la abundancia de riquezas, entonces un ecónomo debería ser el rey. Y si el fin del hombre y de la sociedad fuese el conocer la ver dad, entonces el oficio real sería el de maestro. Mas parece que el fin de una multitud congregada en una sociedad es vivir en paz y conforme a la virtud, pues los hombres se reúnen para vivir bien en comunidad, lo que no podría lograr cada uno por sí mismo. Mas la vida virtuosa es tal por la virtud; luego parece que la vida virtuosa es la finalidad de la sociedad humana. TOMÁS DE AQUINO • GOBERNAR PARA LA PAZ •50-
  • 51. omás de Aquino Filósofo medieval (1225-1274). Hijo de una familia lombarda, na ció en las cercanías de la ciudad de Aquino. Después de realizar sus primeros estudios en la abadía de Montecasino ingresó, a la Universidad de Ñapóles. En 1245 se trasladó a París bajo el magisterio de Alberto Magno donde obtuvo el título de maestro en teología. Sus obras son uno de los momentos más acabados del pensamiento medieval. Un signo de tal finalidad es que todas las partes de la multitud se Congregarían: reunirían. comunican entre sí para poder vivir bien. Pero si sólo vivir fuera el fin de la sociedad, entonces los animales y los esclavos serían parte de ella. Si el fin fuese adquirir riquezas, entonces todos los comerciantes se congregarían en el reino. Sin embargo, observamos que sólo conside ramos miembros de una sociedad a aquellos que, bajo el mismo régimen legal, procuran vivir bien. Pero como, según la virtud, el hombre vive para conseguir otro fin, que es la felicidad eterna, es necesario que tal fin también sea el de la sociedad, como lo es de cada individuo. Así, el último fin de la sociedad no es vivir juntos conforme a la virtud, sino vivirjuntos conforme a la virtud para lograr la paz y la felicidad definitivas. Y si fuese posible llegar a tal fin con las fuerzas naturales, sería necesario que atañese al oficio del rey ordenar a los hombres para alcanzarlo; pues suponemos que al rey corresponden las más altas funciones respecto al régimen de los hombres; pues es más sublime un régimen cuanto más puede ordenar lo humano hacia un fin más alto. Y siempre se encuentra TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ •51 •
  • 52. aquel a quien corresponde mandar todas las acciones que se ordenan al fin último. Así sucede con el capitán, al que corresponde ordenar la navegación; él ordena al constructor de la nave cómo debe fabricarla; y el general indica al artesano cómo ha de hacer las armas. Pero la felicidad y la paz divinas no se consiguen mediante las fuerzas humanas, sino por la gracia divina; como dice el apóstol: "La vida eterna es gracia de Dios". Por tanto no será oficio del hombre el conducir a tal fin, sino que éste pertenece al gobierno divino. En consecuencia, tal régimen corresponde al rey que no sólo es hombre sino también Dios, Jesucristo Nuestro Señor, quien haciendo a los hombres hijos de Dios los introduce en la gloria celestial. Este es el reino que se le ha otorgado, que no se corromperá, por lo cual en la Sagrada Escritura no sólo se le llama sacerdote, sino también rey, como dice Jeremías: "Reinará como rey y será sabio"; de ahí se deriva el sacerdocio real. Más aún, todos los fieles, en cuanto son sus miembros, también son reyes y sacerdotes. Por ese motivo el ministerio de este reino, distinto del reino terrenal, no se ha encomendado a reyes de la Tierra, sino a sacerdotes, y especialmente al Sumo Sacerdote, sucesor de Pedro, Vicario de Cristo, que es el Pontífice Romano, a quien deben obedecer todos los príncipes cristianos como al mismo Cristo Nuestro Señor. Pues, quienes tienen por oficio el ordenar a los hombres a los fines intermedios deben obedecer a aquel a quien toca el cuidado del último fin. Y como el sacerdocio de los gentiles y todo el culto de los dioses se dirigía al bien común de la multitud, cuyo or denamiento corresponde al rey, por ello era necesario que los sacerdotes paganos estuviesen sujetos al rey. Y como en la ley antigua no eran los dioses quienes prometían los bienes terrenos, sino el verdadero Dios quien los ofrecía a un pueblo religioso, por ello se lee en el Antiguo Testamento que los sacerdotes estaban sujetos a los reyes. Pero en la ley nueva da un sacerdocio más alto, por el cual los hombres son conducidos a los bienes TOMÁS DE AQUINO • GOBERNAR PARA LA PAZ ■52-
  • 53. celestiales; por ello en la ley de Cristo los reyes están subordinados a los sacerdotes. De este modo, según la divina providencia, sucedió que en Roma, Valerio Máximo (S. i). Historiador latino. donde principalmente está la sede del pueblo cristiano, poco a poco se fue implantando la costumbre de que los gobernantes de la ciudad estuviesen Julio César (101-44 a. C). General, historiador guiados por los sacerdotes. Como dice Valerio Máximo: "Nuestra ciudad y dictador romano. ordenó anteponer la religión a todas las cosas, aun aquéllas en que quiso ser notable respecto al honor de la majestad. Por ello los emperadores no dudaron de servir a los dioses, estimando que debían regir todas las cosas humanas según fuesen formuladas, bien y de modo constante, por el poder divino." Igualmente en Francia, como el plan de la divina providencia era que la religión del sacerdocio cristiano prevaleciera, quiso Dios que el país definiese su derecho según la guía de los sacerdotes paganos, a quienes llamaban druidas, como lo refiere Julio César en su libro sobre la guerra de las Galias. TOMAS DE AQUINO ■ GOBERNAR PARA LA PAZ •53-
  • 55. * >EI Renacimiento ▼ ElRenac i i m i en to ElRenac i m iento ElRenac i m i e n to ElRenac i m iento ElRenac i m iento ElRenac i m iento ElRenac i m iento ElRenac ' m iento ElRenac m ¡ento ElRenac m e n to ElRenac m ento ElRenac m ento ElRenac m ento ElRenac m ento El Renaci m' ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento El Renaci m ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento El Renaci m i ento
  • 56.
  • 57. El descubrimiento del hombre ► y la paz i bien es cierto que durante el medievo se consideraba que la paz dependía de los designios divinos y se afirmaba que los hombres estaban —en buena medida— sujetos a la voluntad de su creador, duran te el Renacimiento estas ideas tuvieron un cambio rotundo. A partir de la Academia creada por los Mé- dicis en el siglo xv, el hombre dejó de estar a mer ced de Dios para convertirse en una criatura que no sólo era libre en un sentido mucho más amplio que el otorgado por el albedrío planteado por Agustín de Hipona y Tomás de Aquino,' sino que también era un ser capaz de controlar a la naturaleza. Nacía una nueva concepción del hombre y lo hu mano, y con ello surgían nuevas discusiones en torno 1A este respecto puedes ver en esta misma colección el volu men dedicado al análisis de la libertad, sobre todo, la sección que se dedica a la Edad Media. JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ •57-
  • 58. a la paz. En términos generales, durante el Renacimiento se plantearon tres posiciones distintas sobre este problema: la primera de ellas —que bien puede estar representada por Maquiavelo— consideraba que la paz era imposible, pues, según él, "un príncipe no debe tener otro objeto, otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y la disciplina entre los ejércitos".2 Ante esta propuesta de beligerancia absoluta, se asumieron dos posi ciones que proponían la necesidad de la paz: una de ellas sostenía que la guerra—al igual que las demás formas de violencia (tales serían los casos de la ira y la venganza)— eran incorrectas en términos de moralidad y racionalidad, y por ello debían proscribirse o, cuando menos, evitarse. Por su parte, la segunda sostenía que el Estado debía repensarse a fin de convertirlo en un garante de la paz. Entre los autores que se sumaron a la primera propuesta destacan Pico de la Mirándola, Erasmo de Rotterdam y Francis Bacon. Pico, cuya obra marca el tránsito entre el pensamiento medieval y el renacentista, en De la dignidad del hombre aún apela a la voluntad y los designios divinos en favor de la paz, al tiempo que convierte a la filosofía natural en un medio que los seres humanos pueden emplear para alcanzar ese valor. Su propuesta, a pesar del tiempo transcurrido, aún mantiene una gran vigencia si la reducimos a sus elementos esenciales: la paz sólo será posible en la medida en que los hombres sean capaces de enfrentar su racionalidad contra los instintos. Por su parte, Erasmo de Rotterdam, en el Elogio de la locura, se sirve de una sutil ironía para dar cuenta de la imbecilidad de aquellos que se dedican a la guerra, pues en ella sólo participan "los bribones, los alca huetes, los criminales, los villanos, los estúpidos y los insolventes y la hez del género humano." Y, con esta postura, lleva a su extremo las ! Nicolás Maquiavelo, El Principe. Espasa-Calpe, México, 1981, p. 73. JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ •58-
  • 59. intuiciones de Pico, pues en la guerra —al decir de Erasmo— no parti cipan "las luminarias de la filosofía." En uno de sus múltiples ensayos, Francis Bacon también se adhiere a esta postura en la medida en que censura la venganza, al tiempo que abre paso a la reflexión sobre el papel del Estado. Desde su punto de vista, la venganza, al igual que la violencia, no sólo es reprobable en tér minos morales y racionales, sino que también lo es en la medida en que pone en entredicho el sistema legal: en un mundo de leyes, el ejercicio de la venganza y la violencia carece de sentido, pues existen entidades capaces de impartir justicia. Con esta propuesta, Bacon asume las pro puestas de Pico y Erasmo, y les agrega un nuevo componente: el papel del Estado como garante de la paz, con lo cual su pensamiento comien za a dejar atrás las ideas del Renacimiento para situarse en la moderni dad naciente, el tiempo donde la ciencia y sus leyes, y el Estado y sus manifestaciones, se convertirán en el eje de la reflexión en el mundo occidental. Pero las ideas de Bacon sobre el papel del Estado como ga rante de la paz no fueron únicas, pues en la Utopía de Tomás Moro, también se encuentra una reflexión en este sentido. Así, una vez que se han delineado las discusiones y las propuestas que en torno a la paz presentaron algunos autores del Renacimiento, sólo queda dar paso a sus palabras a fin de encontrarte con el redescubri miento del hombre y la paz. ^.iM^mi JOSÉ LUIS TRUEBA LARA • EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE Y LA PAZ •59-
  • 60. Filósofo italiano (1463-1494). Nació en el castillo de la Mirándola y realizó estudios en Bolonia, Ferrara y Padua. En 1484 vivió en Florencia, para luego mudarse a París y Roma. Desde 1488 se estableció en las cercanías de Florencia y formó parte de la Aca demia Florentina, misma que dio origen al Renacimiento. Pico comenzó a llamar la atención de los intelectuales de su época desde el momento en que dio a conocer su obra De la dignidad del hombre, misma que se convertiría en el primer idea rio de los pensadores del Renacimiento.
  • 61. Delaidignidad del hombre ► reguntemos al justo Job, que se lló un pacto con el Dios de la vida antes de venir a la vida, qué es lo que principalísimamente desea el altísimo Dios en aquellos millo nes que le asisten. Él responderá ciertamente que la paz, según aquello que leemos en la Sagrada Escritu ra: "el que hace la paz en las alturas". Y como los imperativos de un orden supremo los interpreta para los órdenes inferiores un orden intermedio, que nos interprete Empédocles, el anti guo filósofo griego, las palabras del teólogo Job. Aquél distingue una doble naturaleza en nuestras almas; por una de ellas somos elevados a lo celes te; por la otra, somos empujados hacia lo bajo, lo que él nos traduce con los nombres de discordia y amistad, o de guerra y paz, según lo muestran sus poemas. Y él se duele de que, zarandeado por la dis cordia y la guerra, semejante a un loco y huyendo PICO DE LA MIRÁNDOLA • DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE •61-