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M15M Multiplicándose en las plazas y en las redes
                                                                       Queli Fueyo
                                                                      mafueyo@uniovi.es


                         Profesora de Tecnología Educativa. Universidad de Oviedo

                 Publicado en el Nº 15 de la Revista Atlántica XXII – Julio de 2011

     http://es.scribd.com/doc/76365839/Atlantica-XXII-n%C2%BA-15-julio-2011

No es fácil escribir sobre un movimiento que, por su intensidad, con poco
más de un mes y medio, de existencia puebla las mentes de quienes hemos
participado en él creando la falsa percepción de que lleva instalado ahí
mucho tiempo. En tan breve período, hemos recorrido mucho camino
logrando cosas que eran impensables poco tiempo atrás.

El Movimiento 15 M (M15M) surge en las redes y se multiplica en ellas
exponencialmente, con una fuerza hasta ahora desconocida, pero no se
agotó en ellas, sino que, en un momento determinado, se instaló también
en las plazas mediante las acampadas que dieron cobijo a cientos de
personas indignadas, bajo el techo de unas frágiles “carpas” en las que esa
ciudadanía también se multiplicó. Por tanto, lejos de lo que quieren hacer
creer quienes lo desprestigian, es un movimiento virtual pero
estremecedoramente real, que ha saltado de la red a las calles y se ha
materializado en ellas, encarnándose en unas asambleas que recuperan la
voz del pueblo con una fuerza inusitada y esperanzadora.

Ciertamente, las acampadas no solo han recuperado la palabra de una
buena parte de la ciudadanía, harta de que otros hablen por ella y usurpen
su voz, con una representación mal utilizada para decidir en su contra y
beneficiar a los poderosos. También han rescatado las plazas como
espacios públicos, hasta ahora mercantilizados por los poderes económicos
y políticos, hasta el punto de que casi nos habíamos olvidado de que eran
un lugar de todos y no solo de quienes en ellos comercian. De igual modo,
han creado un nuevo escenario de participación en el que se denuncia la
debilidad de la actual democracia representativa, a la vez que se descubre el
valor de lo que es ser joven, en el momento actual. Un valor que hasta
ahora solo definía el consumo y el apego a lo inmediato que marcaban los
mercados. En las nuevas plazas indignadas la ciudadanía trata los temas
que le atañen recuperándose, poco a poco, de una apatía de la que se han
valido los diferentes poderes para suplantar su voz.
En el M15M participan personas de todas las edades, entre las que
destacan las más jóvenes; también están ahí grupos y asociaciones de
diferentes facturas y trayectorias, como Democracia Real Ya, Malestar,
Nolesvotes, Juventud sin Futuro, etc.; y, junto a ellas, un contingente nada
desdeñable de personas que se han incorporado a las acampadas o,
directamente, a las actividades por ellas promovidas. Es, por tanto, un
movimiento que desde el punto de vista participativo debe entenderse
como algo mucho mayor que la suma de sus partes. Una participación
que tiene lugar a través de diferentes canales: en las asambleas de las
acampadas, en las de los barrios, en las movilizaciones, en las acciones
reivindicativas de carácter puntual que se van diseñando día a día, en las
fiestas populares y, cómo no, en una gran multitud de espacios virtuales
que se han articulado en la red y que permiten la comunicación entre los
diferentes integrantes y su participación en las diferentes acciones (blogs,
grupos, páginas, foros, etc.). De esta forma, todas y todos hemos ido
avanzando hacia un horizonte de participación social y diálogo en el que se
cruzan discursos nuevos y frescos, con otros no tan nuevos y que, por
ello, no son menos importantes. Es esa diversidad de formas de
participación lo que ha hecho que una buena parte de la ciudadanía se
haya volcado en el M15M. En Asturias, sin ir más lejos, esto se
materializó en una manifestación de unas 2000 personas en Oviedo, el
15M, a la que siguió otra de unas 7000 personas el 5J en Avilés. Ninguna
organización al uso se hubiera atrevido a lanzar dos convocatorias con el
llamamiento de salir a la calle en un periodo de tiempo tan extremadamente
corto.


El éxito indudable de todo ello, y las enormes esperanzas que se abren con
este movimiento, no debe impedirnos hacer también un análisis crítico de
lo que está ocurriendo para avanzar y poder fortalecerlo. Las acampadas
y el movimiento asambleario que en ellas se desarrolla tiene, como ya
hemos señalado, muchas ventajas pero también algunas debilidades. La
novedad y la permanente reconfiguración del movimiento dificultan una
estructura de coordinación sólida que permita poner en común lo que se
hace en los diferentes espacios (los físicos y los virtuales) para que canalice
la información entre ellos y de ellos hacia la ciudadanía. Pese a esos
déficits, la velocidad con la que circula la información y los diferentes
canales utilizados para ello supera, con mucho, a los modos de hacer de los
medios tradicionales. Esto se demuestra claramente en la rapidez con que
las diferentes acampadas reaccionaron ante fenómenos como el
apaleamiento sufrido el 27 M por las personas acampadas en la Plaza de
Cataluña pese a la deficiente cobertura inicial que hicieron los medios. En
otro orden de cosas, la confluencia de personas de diferentes ideologías,
filiaciones políticas, culturas, edades, clases sociales, etc. en         un
movimiento que se define a si mismo, de entrada, como apartidista y
fraguado en un espacio de tiempo tan corto, hace que internamente se vivan
muchas tensiones y conflictos entre las diferentes sensibilidades, tendencias
y modos de entender y querer orientar este movimiento. Lejos de ver estas
confrontaciones como algo negativo, cabe afirmar que posiblemente son,
en si mismas, la vía para ir decantando un movimiento aún incipiente y en
proceso de construcción. En ese sentido cabe destacar la gran generosidad
y el afán de entendimiento del que está haciendo gala la mayoría de la
ciudadanía participante, que contrasta, de manera apabullante, con las
conductas a las que nos tiene acostumbrados la clase política. Para quienes
no pueden estar en las acampadas o asistir a las asambleas con asiduidad se
hace difícil seguir lo que allí sucede, lo que impide participar en muchas
de las decisiones que se toman. A falta de una estructura de coordinación
entre asambleas/acampadas, se acusa la falta de conexión y la
fragmentación (a veces, incluso superposición) que se da entre las
diferentes iniciativas que se toman en cada asamblea. A esto se añade una
cierta “mistificación” de las asambleas como único canal de
participación/decisión, lo que puede llevar a desaprovechar, por ejemplo,
las inmensas posibilidades que abren las redes. El dejar en segundo plano
esas vías de participación complementarias resta fuerza al movimiento y
contribuye a poner en los márgenes del mismo a quienes no siguen
asiduamente las asambleas, una cantidad, desde luego, nada desdeñable de
personas. Finalmente la tendencia a la sacralización de las asambleas, lo
laborioso de los procesos que se dan en ellas para llegar al consenso, la
falta de cultura asamblearia, la deriva hacia las arengas y pseudodebates, el
excesivo peso de lo emocional, etc. son fenómenos que han estado
presentes, en mayor o menor medida, en las asambleas, con el consiguiente
desgaste de energía que se podría haber enfocado en otras acciones más
desafiantes para los poderes establecidos.

En definitiva, pese a todas las limitaciones, el M15M se ha hecho posible
gracias a la participación de muchas personas, en su mayoría anónimas,
que han contribuido de una forma inmensamente generosa y comprometida
a sacarlo adelante mediante su implicación en acciones de muy diferente
naturaleza que han multiplicado a la ciudadanía implicada en él,
convirtiéndolo en un movimiento social que difícilmente se podrá parar.

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M15M se multiplica en las plazas y redes

  • 1. M15M Multiplicándose en las plazas y en las redes Queli Fueyo mafueyo@uniovi.es Profesora de Tecnología Educativa. Universidad de Oviedo Publicado en el Nº 15 de la Revista Atlántica XXII – Julio de 2011 http://es.scribd.com/doc/76365839/Atlantica-XXII-n%C2%BA-15-julio-2011 No es fácil escribir sobre un movimiento que, por su intensidad, con poco más de un mes y medio, de existencia puebla las mentes de quienes hemos participado en él creando la falsa percepción de que lleva instalado ahí mucho tiempo. En tan breve período, hemos recorrido mucho camino logrando cosas que eran impensables poco tiempo atrás. El Movimiento 15 M (M15M) surge en las redes y se multiplica en ellas exponencialmente, con una fuerza hasta ahora desconocida, pero no se agotó en ellas, sino que, en un momento determinado, se instaló también en las plazas mediante las acampadas que dieron cobijo a cientos de personas indignadas, bajo el techo de unas frágiles “carpas” en las que esa ciudadanía también se multiplicó. Por tanto, lejos de lo que quieren hacer creer quienes lo desprestigian, es un movimiento virtual pero estremecedoramente real, que ha saltado de la red a las calles y se ha materializado en ellas, encarnándose en unas asambleas que recuperan la voz del pueblo con una fuerza inusitada y esperanzadora. Ciertamente, las acampadas no solo han recuperado la palabra de una buena parte de la ciudadanía, harta de que otros hablen por ella y usurpen su voz, con una representación mal utilizada para decidir en su contra y beneficiar a los poderosos. También han rescatado las plazas como espacios públicos, hasta ahora mercantilizados por los poderes económicos y políticos, hasta el punto de que casi nos habíamos olvidado de que eran un lugar de todos y no solo de quienes en ellos comercian. De igual modo, han creado un nuevo escenario de participación en el que se denuncia la debilidad de la actual democracia representativa, a la vez que se descubre el valor de lo que es ser joven, en el momento actual. Un valor que hasta ahora solo definía el consumo y el apego a lo inmediato que marcaban los mercados. En las nuevas plazas indignadas la ciudadanía trata los temas que le atañen recuperándose, poco a poco, de una apatía de la que se han valido los diferentes poderes para suplantar su voz.
  • 2. En el M15M participan personas de todas las edades, entre las que destacan las más jóvenes; también están ahí grupos y asociaciones de diferentes facturas y trayectorias, como Democracia Real Ya, Malestar, Nolesvotes, Juventud sin Futuro, etc.; y, junto a ellas, un contingente nada desdeñable de personas que se han incorporado a las acampadas o, directamente, a las actividades por ellas promovidas. Es, por tanto, un movimiento que desde el punto de vista participativo debe entenderse como algo mucho mayor que la suma de sus partes. Una participación que tiene lugar a través de diferentes canales: en las asambleas de las acampadas, en las de los barrios, en las movilizaciones, en las acciones reivindicativas de carácter puntual que se van diseñando día a día, en las fiestas populares y, cómo no, en una gran multitud de espacios virtuales que se han articulado en la red y que permiten la comunicación entre los diferentes integrantes y su participación en las diferentes acciones (blogs, grupos, páginas, foros, etc.). De esta forma, todas y todos hemos ido avanzando hacia un horizonte de participación social y diálogo en el que se cruzan discursos nuevos y frescos, con otros no tan nuevos y que, por ello, no son menos importantes. Es esa diversidad de formas de participación lo que ha hecho que una buena parte de la ciudadanía se haya volcado en el M15M. En Asturias, sin ir más lejos, esto se materializó en una manifestación de unas 2000 personas en Oviedo, el 15M, a la que siguió otra de unas 7000 personas el 5J en Avilés. Ninguna organización al uso se hubiera atrevido a lanzar dos convocatorias con el llamamiento de salir a la calle en un periodo de tiempo tan extremadamente corto. El éxito indudable de todo ello, y las enormes esperanzas que se abren con este movimiento, no debe impedirnos hacer también un análisis crítico de lo que está ocurriendo para avanzar y poder fortalecerlo. Las acampadas y el movimiento asambleario que en ellas se desarrolla tiene, como ya hemos señalado, muchas ventajas pero también algunas debilidades. La novedad y la permanente reconfiguración del movimiento dificultan una estructura de coordinación sólida que permita poner en común lo que se hace en los diferentes espacios (los físicos y los virtuales) para que canalice la información entre ellos y de ellos hacia la ciudadanía. Pese a esos déficits, la velocidad con la que circula la información y los diferentes canales utilizados para ello supera, con mucho, a los modos de hacer de los medios tradicionales. Esto se demuestra claramente en la rapidez con que las diferentes acampadas reaccionaron ante fenómenos como el apaleamiento sufrido el 27 M por las personas acampadas en la Plaza de Cataluña pese a la deficiente cobertura inicial que hicieron los medios. En otro orden de cosas, la confluencia de personas de diferentes ideologías,
  • 3. filiaciones políticas, culturas, edades, clases sociales, etc. en un movimiento que se define a si mismo, de entrada, como apartidista y fraguado en un espacio de tiempo tan corto, hace que internamente se vivan muchas tensiones y conflictos entre las diferentes sensibilidades, tendencias y modos de entender y querer orientar este movimiento. Lejos de ver estas confrontaciones como algo negativo, cabe afirmar que posiblemente son, en si mismas, la vía para ir decantando un movimiento aún incipiente y en proceso de construcción. En ese sentido cabe destacar la gran generosidad y el afán de entendimiento del que está haciendo gala la mayoría de la ciudadanía participante, que contrasta, de manera apabullante, con las conductas a las que nos tiene acostumbrados la clase política. Para quienes no pueden estar en las acampadas o asistir a las asambleas con asiduidad se hace difícil seguir lo que allí sucede, lo que impide participar en muchas de las decisiones que se toman. A falta de una estructura de coordinación entre asambleas/acampadas, se acusa la falta de conexión y la fragmentación (a veces, incluso superposición) que se da entre las diferentes iniciativas que se toman en cada asamblea. A esto se añade una cierta “mistificación” de las asambleas como único canal de participación/decisión, lo que puede llevar a desaprovechar, por ejemplo, las inmensas posibilidades que abren las redes. El dejar en segundo plano esas vías de participación complementarias resta fuerza al movimiento y contribuye a poner en los márgenes del mismo a quienes no siguen asiduamente las asambleas, una cantidad, desde luego, nada desdeñable de personas. Finalmente la tendencia a la sacralización de las asambleas, lo laborioso de los procesos que se dan en ellas para llegar al consenso, la falta de cultura asamblearia, la deriva hacia las arengas y pseudodebates, el excesivo peso de lo emocional, etc. son fenómenos que han estado presentes, en mayor o menor medida, en las asambleas, con el consiguiente desgaste de energía que se podría haber enfocado en otras acciones más desafiantes para los poderes establecidos. En definitiva, pese a todas las limitaciones, el M15M se ha hecho posible gracias a la participación de muchas personas, en su mayoría anónimas, que han contribuido de una forma inmensamente generosa y comprometida a sacarlo adelante mediante su implicación en acciones de muy diferente naturaleza que han multiplicado a la ciudadanía implicada en él, convirtiéndolo en un movimiento social que difícilmente se podrá parar.