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EDUCANDO EN VALORES
Los valores son ingredientes de la vida del hombre, indispensables para vivir
humanamente, pues influyen en la realización personal orientando nuestras
decisiones y configurando lo más íntimo de nuestro ser. Los valores son
modelos ideales de realización personal que intentamos plasmar en nuestra
conducta a lo largo de nuestra vida; son siempre una concepción personal de
algo que es preferible para uno mismo o para el colectivo social.
Las actitudes expresan los distintos modos de situarse el individuo ante los
valores de la realidad y de la vida. Las actitudes se derivan de los valores e
inspiran, dinamizan y orientan la conducta, comunicándole precisamente
dirección, sentido y fuerza.
Los valores son como la piedra de toque para alcanzar una personalidad
íntegra y bien formada. Los valores adquiridos y ejercidos hacen posible la
convivencia y mejoran las sociedades y modos de vivir.
La indiscutible validez de algunos valores los resguarda del aire cambiante de
las modas y de los tiempos. La mayoría de los valores a los que nos vamos a
referir son "valores de siempre", necesarios para la autorrealización del
individuo y para la sociedad en que se integra. Algunos como la dignidad
pasan por momentos de crisis y necesitamos recuperarlos; otros, como la
ecología, están de plena actualidad:
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Alegría de vivir. No existe valor más importante que la vida. Por eso, alegría
y vida deben asociarse en nuestra mente. Los padres tenemos en nuestras
manos dejarles a nuestros hijos la mejor de las herencias que es el ejemplo
de nuestra alegría, la capacidad de disfrutar de lo cotidiano. El sentido del
humor, la risa y la sonrisa forman parte de la "alegría de vivir".
Autenticidad. Es uno de los valores en crisis. Algo o alguien merece el
calificativo de auténtico si es realmente lo que aparenta o manifiesta.
Tener palabra, ser fiel a sí mismo y con libertad interior sin miedos ni
ataduras. No traicionarse a sí mismo porque lo que piensa, dice y hace es
la expresión directa y sincera del verdadero ser interior.
Bondad. Como la bondad no tiene prensa, no se anuncia, llegamos a
pensar que nos domina la maldad. Pero este mundo sigue funcionando
gracias a tanta gente buena. Todavía hay motivos para la esperanza, ya
que, a pesar de la maldad existente, vamos caminando hacia una mayor
humanización. Debe ser prioritario en la familia y en la escuela, formar
buenas personas, motivadas para hacer el bien y ser solidarias.
Civismo. Es un valor que en la sociedad actual tampoco está en alza. Urge
recuperar la cordialidad y los buenos modales. Debemos insistir en las
actitudes de mutuo respeto para una mejor y más pacífica convivencia.
Comunicación. Somos animales sociales, vivimos en permanente relación
con nuestros semejantes y saber dialogar y escuchar es fundamental.
Confianza. Es un valor fundamental, tanto si va referida a sí mismo como si
está en relación con la seguridad que nos pueden proporcionar los demás.
Desde que nacemos, casi todos los logros y las dificultades que vencemos
no tienen otro objetivo que despertar y potenciar al máximo la confianza
en nosotros mismos, en sentirnos valiosos y capaces. Confiaremos más en
nosotros mismos si hemos recibido amor y seguridad y hemos aprendido a
vencer dificultades. Confiaremos en los demás en la medida en que se
muestren auténticos, sinceros, sin doblez.
Dignidad humana. Cada persona es un ser absolutamente nuevo, único e
irrepetible. Ser persona humana nos iguala a todos en dignidad. Desde la
familia debemos enseñar a nuestros hijos a sentir su propia dignidad
humana y a respetar la dignidad de los demás.
Ecología. La ecología es un valor joven que ha surgido como
consecuencia del maltrato que los humanos damos al planeta Tierra. En la
familia, en la escuela, en los medios de comunicación debe ser prioritario
alzar la voz para frenar el tremendo mal que estamos causando. Cuidar la
Tierra es responsabilidad de todos, pero sobre todo, de cada uno.
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Empatía. También es un valor nuevo y se refiere a la importancia de "sentir"
desde el interior de los demás, ponernos en su lugar para ver las cosas
desde su propia óptica. La comprensión no es posible sin la empatía, como
tampoco lo es la solidaridad o la filantropía.
Familia. Por más que se diga que está en crisis, la familia siempre pervivirá
sea cual sea la forma que adopte. La familia es el refugio seguro, la
confianza básica desde la cual el niño aprenderá a dar sus primeros pasos
por la vida. La familia como lugar de encuentro, de acogida entre
personas que tienen cosas en común y se necesitan, no puede
desaparecer, es fundamental para el individuo y su crecimiento y para la
sociedad.
Filantropía. Es el amor y el interés por nuestros semejantes. Es el valor que
nos hace verdaderamente humanos y nos lleva a confraternizar con
cualquier persona independientemente de su raza o condición. Padres y
profesores debemos educar contra el racismo, fomentando siempre la
solidaridad y la generosidad.
Fortaleza. La fortaleza es un valor humano fundamental por el cual somos
capaces de vencer el temor y mantener el ánimo en los momentos más
difíciles y críticos. Toda persona debe potenciar y cultivar este valor, porque
el coraje para vivir lo creamos y desarrollamos en nuestro interior,
enfrentándonos a las dificultades cotidianas. Para potenciar la fortaleza en
los hijos debemos contagiársela con nuestro ejemplo, pero también
animándoles a enfrentarse a los problemas diarios.
Honradez, honestidad. Ambas tienen que ver con la rectitud de intención y
no hay honradez sin dignidad personal, buena voluntad y autenticidad. Ser
honrado es ser fiel a sí mismo, coherente consigo mismo y ser digno de
confianza, porque se camina por la vida siempre al lado de la verdad.
Nuestra sociedad pasa por una gran crisis de honradez y, ésta es
fundamental para lograr una sociedad sana, justa y solidaria.
Ilusión-entusiasmo. Actitud positiva ante la vida, entusiasmo, esperanza,
que se manifiesta en tres aspectos:
o Capacidad de mantener actitudes y creencias positivas acerca de
sí mismo.
o Capacidad para crecer, perfeccionarse, para evolucionar, para
hacer realidad los propios proyectos, cueste lo que cueste.
o Capacidad para ser independiente, valerse por sí mismo y no
necesitar siempre el apoyo de los demás.
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Justicia (equidad). La justicia es el equilibrio, el punto de referencia que nos
permite sentirnos seguros. La justicia es "la constante y permanente
voluntad de dar a cada uno lo suyo".
Libertad. La libertad es la suprema aspiración del hombre. Expresa el ideal
de realización plena. Hay una libertad interior que depende de nuestra
actitud y de ser verdaderamente dueño de sí mismo y una libertad exterior
que, a veces, no depende de nosotros, pero jamás podrán privarnos de
nuestros pensamientos, deseos y actitudes. Debe ser tarea primordial de
padres y educadores formar personas libres, con criterio y entidad propia,
"dueños de sí mismos", con verdadera libertad interior.
Respeto. Respetar es "mirar" a otra persona con atención, mostrando
consideración y cortesía, valorándola por lo que es. El respeto es uno de los
valores que debemos recuperar: el respeto a sí mismo, porque el ser
humano se olvida con frecuencia de cuidarse, de protegerse, de hacerse
el bien.
Responsabilidad. Es el valor que hace posible que nos hagamos cargo de
nosotros mismos y de nuestros actos. Toda educación debe ir orientada a
que la persona sea capaz de ser responsable de sus actos.
Solidaridad. Es un valor que viene de "sólido". La solidaridad es
disponibilidad, generosidad que nos impulsa a hacer el bien a los demás,
en especial a los que más lo necesitan.
Tenacidad. Es perseverancia, voluntad o firmeza en los propósitos. En la
formación del individuo el desarrollo de la voluntad es definitivo. El ser
humano es lo que de él haga su voluntad.
Tolerancia. La tolerancia se caracteriza por el reconocimiento y la
aceptación de las diferencias personales, culturales y de todo tipo. Es
respeto a los demás, a su forma de ser, de pensar y de comportarse. Es la
firme convicción de que nadie posee toda la verdad y que nadie tiene
derecho a imponen su verdad a otros.
EL DESARROLLO DE LA MORAL EN EL NIÑO
La construcción de la moral y la aceptación de las normas se empieza a
desarrollar en la infancia y evoluciona a lo largo de la vida. Cada niño la
realiza a partir de sus propias capacidades, conocimientos y experiencias y en
interacción con su entorno familiar y social.
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Según Piaget (psicólogo especialista en el desarrollo infantil) se distinguen
cuatro etapas en el desarrollo moral:
1. Entre los dos y los cuatro años, los niños tienen una escasa comprensión de
las reglas, son muy egocéntricos y se comportan según sus propios
intereses.
2. De los cinco a los siete pasan por el estadio del realismo moral, empiezan a
comprender que hay que comportarse de un modo determinado, tal
como indican los padres y los profesores y que si no se siguen sus
indicaciones habrá una reprimenda o un castigo, pero aún no son capaces
de hacer suyas estas normas, de entenderlas como necesarias, y es por eso
que las cumplen únicamente por el temor a ser castigados.
3. A partir de los ocho años y hasta los once, los niños discurren por el estadio
del relativismo moral, ya entienden la necesidad de las normas como una
manera de relacionarse entre las personas y saben distinguir lo que está
bien de lo que está mal, lo que está permitido y lo que está prohibido.
4. De los doce a los catorce (etapa puberal), el razonamiento moral va más
allá de lo personal y puede aplicarse a temas sociales, medioambientales,
etc. Se convierten en personas muy críticas con lo que pasa en el mundo y
son muy sensibles a las injusticias.
LOS PADRES COMO ESPEJO
El papel de los padres es fundamental en la construcción del razonamiento y
la conducta moral de los hijos, es decir, son el espejo donde éstos se miran
para construir su propio sistema de valores. Por eso es muy importante que la
actuación de los padres esté de acuerdo con lo que predican.
Los padres deben transmitir valores, por una parte reaccionando ante las
conductas del pequeño, reprobándolas cuando no les parecen buenas y
elogiándolas cuando creen que son adecuadas, a través de respuestas
concretas: "ordena tus cosas", "no pegues a tu hermano", etc. Normas que los
niños irán interiorizando y haciendo propias a lo largo de los años. También hay
que inculcarles buenos principios mediante reflexiones en las que se razona
por qué eso está bien o no. Los padres deben explicar siempre el porqué de
las cosas y como pueden afrontar los problemas.
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Pero el auténtico modelo, el auténtico punto de referencia, suele transmitirse
sin que los adultos se den cuenta, y se realiza a través del ejemplo y a través
de las pequeñas acciones que los padres protagonizan en la vida cotidiana,
en la relación que mantienen entre ellos, en cómo hablan y se comportan con
las personas próximas, en los valores que se manifiestan en las conversaciones.
Además de lo que las conductas y las palabras cotidianas "filtran", los niños
están recibiendo constantemente mensajes sobre cómo hay que tratar a sus
semejantes mediante el trato que ellos mismos reciben de sus padres.
Debemos ser respetuosos con nuestros hijos si queremos que ellos lo sean
también con las otras personas. Debemos identificar aquellos valores que
deseamos transmitirles e intentar que nuestra conducta diaria, nuestras
palabras y nuestra relación con ellos estén impregnadas de estos mismos
valores.
ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS
Los padres deben cumplir su palabra cuando se comprometen a algo con
sus hijos, sólo así aprenderán el valor del compromiso verbal.
No hay que mentirles, aunque no siempre pueda decírseles toda la verdad,
ésta estará siempre de acuerdo con su madurez.
Hacerles comprender poco a poco las razones de los demás, que los otros
existen y tienen derechos e intereses distintos a los suyos.
Educar para el pacto y el diálogo ante las situaciones de conflicto. El uso
de la violencia o de la fuerza es un mal recurso para resolver problemas
que aparecen en todas las relaciones humanas. El hogar es la primera
escuela de prevención de conflictos y negociación de soluciones.
Hay que mostrar con actos el respeto a los mayores y a todas aquellas
personas que están en situación de necesidad. La capacidad de empatía,
de identificarse con los seres más vulnerables, es algo natural en los niños.
La responsabilidad ante las propias acciones se aprende con el ejemplo,
pero también con la capacidad que tengan los padres de hacer asumir,
poco a poco, las consecuencias de sus propios actos. Es bueno, por
ejemplo, que si el niño rompe un juguete, intente repararlo, en vez de
comprarle otro inmediatamente.
El respeto a los diferentes se aprende, en primer lugar, mediante el respeto
al propio niño y, en segundo lugar, mediante el respeto a los que son
diferentes de nosotros, por razones de sexo, de raza, situación económica y
social o por forma de pensar o ver la vida.
Ante el papel omnipresente de los medios de comunicación y ante la
pluralidad de mensajes que los niños absorben día a día, los padres deben
actuar como guías o como filtros constantes, sobre todo en los años de la
primera formación.
Los niños deben aprender que no están solos en el mundo y que para vivir
en sociedad se precisa de una serie de normas y valores de respeto a los
demás y a sí mismos.
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"No se puede vivir sin ilusiones y para que éstas salgan es necesario tener un
afán de superación permanente. Para ser héroes no hay que hacer grandes
hazañas; hay que vencer cada día en una pequeña cosa".
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